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LA LANZA O EL ARPA
(P. Manuel Rivas)
Pasaje: 1 Samuel 18:6, 7
Aconteció que cuando volvían ellos, cuando David volvió de matar al filisteo, salieron las mujeres de
todas las ciudades de Israel cantando y danzando, para recibir al rey Saúl, con panderos, con cánticos de
alegría y con instrumentos de música.
Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían:
Saúl hirió a sus miles,
En los dos primeros versículos de este
Y David a sus diez miles.
capítulo, se muestra la alegría generalizada
Introducción
En la ciudad Holandesa de La Haya,
no solo se encuentra la demanda boliviana
para la salida al mar contra nuestro país.
También se encuentra en dicha ciudad una
de las creaciones del pintor Rembrandt, la
cual se restauró el año recién pasado, el
2015, tras ocho años de reparación.
Esta pintura se llama Saúl y David
la cual fue realizada alrededor del 1655. En
ella podemos ver un claro contraste entre
dos hombres: El rey Saúl tiene sus ropas
reales y su corona, como lo imaginaba este
pintor. Además se le ve apesadumbrado. En
contraste aparece un joven David, el cual
tiene ropas de un siervo.
Pero la diferencia que quisiera el día
de hoy destacar se refiere a lo que están
haciendo con sus manos. Saúl acaricia
una lanza, mientras David toca el arpa.
De la misma manera el día de hoy
nosotros podemos fallar en saber dónde se
encuentra la batalla espiritual y no
enfrentarnos a la verdadera lucha,
enfrascándonos en peleas internas ¿Cómo
podemos nosotros saber cuándo utilizar
la lanza y cuando utilizar el arpa?
1.- Las circunstancias nos pueden
llevar a tomar lanzas
Y se enojó Saúl en gran manera, y le
desagradó este dicho (1 Samuel 18:8a)
del pueblo frente a las batallas contra los
filisteos. Había una alegría generalizada por el
triunfo que había obtenido David contra Goliat.
Pero el rey no está contento. Porque el
no sólo quería la victoria sino ser el victorioso,
el agente de Dios que produjese el triunfo.
El tiempo de los grandes logros y
aciertos de Saúl empezaban a quedar en el
pasado. Según el cálculo que hace la Biblia
Thompson de los acontecimientos de la vida
de estos hombres, la derrota que infringió
Saúl a los amonitas había ocurrido hace
más de 30 años atrás en 1 Samuel 11:11,
cuando este rey está cerca de sus veinte
años. Ahora con más de cincuenta, no gozaba
de la misma popularidad.
Estos son los hechos, y debemos
recordar que todos nosotros enfrentamos
situaciones en la vida en la cual no
seremos
el
centro
de
atención.
Enfrentamos circunstancias donde los
mejores aplausos se los llevará otro.
2.- Lo que hacemos cuando las
circunstancias no nos agradan
Y tenía Saúl la lanza en la mano. Y arrojó Saúl
la lanza, diciendo: Enclavaré a David a la
pared. Pero David lo evadió dos veces.
(1 Samuel 18:10b-11)
El pastor Roger Ellsworth en su libro
El rey pastor comenta: “Se suponía que
David y Saúl estaban en el mismo bando.
Ambos profesaban pertenecer a Dios y tener a
Dios en primer lugar en sus actos y
pensamientos; pero uno de los dos le arrojó
una lanza al otro”
¿Te han lanzado lanzas en el pueblo
de Dios? ¿Ha habido personas que
debiesen ser de apoyo para tu vida, sin
embargo, has sido víctima de sus ataques?
Ahora bien, es importante que ahora
leamos estos versículos nuevamente y veamos
cómo respondió David frente a las
circunstancias que le tocó vivir. Si miramos las
cosas desde su óptica encontraremos a un
joven leal al rey que estaba disponible para
tocar el arpa o tomar una lanza de acuerdo a la
circunstancia.
La diferencia entre Saúl y David es
que este último sabía cuándo tocar el arpa y
cuándo tomar la lanza. David sabía que
cuando enfrentaba a los filisteos debía tomar
sus armas de guerra y cuando estaba en el
pueblo de Dios debía tocar el arpa.
No arrojemos lanzas a otras personas,
tomemos nuestras armas espirituales para
enfrentar al diablo, a la carne y al mundo, pero
nunca las levantemos contra otros creyentes.
Pero ¿qué llevo a Saúl a arrojar lanzas?
3.- Lo que sentimos cuando las
circunstancias no nos agradan
Había una serie de emociones que se
estaba produciendo en el corazón de Saúl que
explican esta respuesta que tuvo al que se
suponía era su aliado. Veamos cuatro
emociones en el corazón de Saúl.
A.- Saúl se enojó. (vs 8) Este hombre está
molesto con el canto de las mujeres. Cada vez
que escuchaba este canto, su rostro se
encendía y su ánimo se descomponía. Las
circunstancias que ocurrían alrededor de él
estaban produciendo efectos dentro de él.
B.- Saúl tuvo celos. (v. 8) Es ésta la emoción
más profunda que estaba viviendo el rey. Su
enojo no se debía a que el pueblo estaba
siendo descuidado en sus deberes o porque
David estaba poco comprometido en la lucha
contra los filisteos.
C.- Saúl tuvo desconfianza de David. (vs 9)
Fue después de este canto popular que algo
pasó en el corazón de Saúl de lo cual jamás se
podrá recuperar.
D.- Saúl tuvo temor de David (12, 13 y 15).
La desconfianza le hizo sentir temor de un
servidor, por lo cual, en vez de buscar su
compañía, trato de alejarlo de su presencia lo
que más pudiese.
De la misma manera que Saúl
nosotros
tomamos
decisiones
y
“hacemos” ciertas coas de acuerdo a lo
que sentimos. Si estamos enojados
nuestra cara, nuestro lenguaje corporal y
nuestras
palabras
cortantes
se
encargaran de mostrarlo.
Pero ¿Por qué sentimos así?
4.- La identidad que sale a la luz
cuando las circunstancias no
nos agradan
El examinar las acciones y
emociones de Saúl nos ayuda a
comprender mejor lo pasa dentro de su
corazón. Es en este punto donde se
revela su verdadera asimilación del
evangelio.
Todo lo que este rey hizo y sintió
eran evidencias de que dentro de su
corazón lo que él más valoraba era su
posición de rey dentro de la nación de
Israel y cuando esta posición se vio en
peligro, las emociones y las acciones
se volcaron contra aquel que parecía
ser el enemigo: David.
Conclusión
Déjame preguntarte esto: ¿Por
qué haces lo que haces? ¿Qué es lo
que te hace enojar y sentir rabia?
Dicho de otra forma ¿Quién eres? o
¿Qué es lo que define tu identidad?
Algunos se definen por su
posición dentro de la sociedad del siglo
XXI y dicen: “Yo estudié en la
universidad”, Otros dice: “Yo soy una
persona hermosa” o “Yo tengo recursos
económicos”.
Pero ninguna de esas cosas debe
definir nuestra identidad ni nuestro valor.
La identidad del cristiano no se basa en
su función en la sociedad, en la iglesia ni
siquiera en la familia. Todo esto es
importante, pero nuestra identidad esta
en nuestra relación con Dios por medio
de Jesús.
De modo que si alguno está en
Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas
pasaron; he aquí todas son hechas
nuevas.
(2 Corintios 5:17)