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UN ENCUENTRO CON LA REALIDAD EN MI LUNA DE MIEL
Kristen Clark
«Nena, tengo una idea genial», dijo Zack con
entusiasmo. «¡Quiero planificar toda nuestra luna
de miel yo solo y darte una gran sorpresa!»
Estupefacta y sorprendida, le sonreí a mi guapo
novio y pregunté: «¿En serio? ¿Quieres
sorprenderme y planificar toda nuestra luna de miel
tú solo?»
«¡Sí!», respondió Zack con seguridad. «No tienes
que preocuparte de nada. Lo tengo todo bajo
control», añadió con un guiño.
Faltando cuatro meses para el día de nuestra boda,
honestamente fue un gran alivio para mí eliminar la
luna de miel de la lista de cosas por hacer.
Antes de darme cuenta, el momento finalmente llegó y tuve que
empacar para mi luna de miel.
El día de la boda pasó en un abrir y cerrar de ojos y me hallé en dirección a un destino sorpresa
para mi luna de miel con mi marido.
Todo fue perfecto y la vida me pareció un cuento de hadas. Zack me llevó a una romántica casita
ubicada en la selva de la hermosa Costa Rica. ¡La vida parecía perfecta!
Como cualquier chica, yo había imaginado una luna de miel «perfecta» y tenía expectativas
extremadamente altas de lo que mi marido haría para satisfacer mis necesidades. Él siempre me
amaría a la perfección y se anticiparía a cada una de las necesidades que yo no hubiera expresado,
¿verdad?
Bueno, Zack estuvo genial y me demostró su amor muy, muy bien.
Sin embargo, cometí un gran error que creo que muchas chicas modernas cometen.
Ingenuamente, concebí la «relación matrimonial» en forma tan romántica que olvidé que quienes
se habían casado eran dos pecadores.
Concebí todo románticamente y esperé que la luna de miel y el matrimonio fueran absolutamente
perfectos en todo sentido.
Recuerdo claramente una noche (más o menos en el día 7) en que, estando acostada, me sentí
frustrada y confundida. Aunque Zack era (y es) un marido verdaderamente fabuloso, era imposible
para él alcanzar la «perfección», y descubrí que eso me disgustaba.
Mientras me daba vueltas en la cama esa noche, Dios comenzó a
hacer un gran trabajo en mi corazón.
A medida que pensaba en mis «expectativas no cumplidas», Dios abrió mis ojos para ver
sencillamente cuán errada era mi perspectiva.
Fue entonces cuando tuve un encuentro con la realidad en mi luna de miel.
Pese a lo fabuloso que es el matrimonio, me di cuenta de cuán errada había llegado a estar mi
perspectiva. En el ajetreo de la planificación y el entusiasmo de la boda, mi vista se había desviado
lentamente para depender de mi marido en lugar de depender de Dios. En lugar de buscar toda mi
seguridad en Cristo, estaba esperando que cada una de mis necesidades fueran satisfechas por
Zack.
Sin importar cuán genial pueda ser un chico, es imposible que
satisfaga cada necesidad.
Esto fue un buen llamado a despertar para mí.
En la semana que siguió, Dios continuó trabajando en mi corazón y desafiando mi actitud
incorrecta. Yo sabía la verdad, pero había dejado que mi entusiasmo y mis sueños románticos
nublaran mi pensamiento bíblico. Mientras más abrazaba la verdad de Dios, más gozosa me sentía.
Aunque de muchas formas la pasé muy bien en mi luna de miel (y sigue siendo el mejor viaje de mi
vida), desearía haber estado más conectada con la verdad de Dios al comienzo del viaje.
Si esperas casarte un día, quiero ayudarte a evitar las luchas que yo atravesé. Teniendo la actitud
correcta, puedes evitar un montón de sufrimiento innecesario y simplemente disfrutar de tu luna
de miel de acuerdo con lo que realmente debe ser.
Estas son tres verdades que desearía haber abrazado de todo corazón en mi
luna de miel:
1. Mi marido no puede satisfacer todas mis necesidades.
Es fácil alejar nuestro foco de Dios y trasladarlo a un chico esperando que satisfaga todas nuestras
necesidades. Tristemente, en el mismo momento en que lo hacemos nos preparamos para la
decepción. Se trate de un esposo o de un novio, los hombres no pueden satisfacer todas nuestras
necesidades.
Nuestra relación con Jesucristo es la única relación que satisfará plenamente los anhelos de
nuestro corazón (Juan 15:5).
2. Las expectativas pueden convertirse rápidamente en ídolos.
Cuando nuestro foco se aparta de Jesús y se traslada a un chico, comenzamos a esperar de él
cosas totalmente desconectadas de la realidad. Nuestras «expectativas» se convierten rápidamente
en la vara que usamos para medir nuestra felicidad. Si nuestro chico satisface nuestras necesidades
como queremos, estamos contentas, pero si no, andamos tristes y molestas.
Esta es una clara señal de que nuestras expectativas se han convertido en ídolos. Cuando nuestro
gozo y felicidad comienzan a depender de simples seres humanos, es una clara señal de que
estamos idolatrando esa relación por sobre nuestra relación con Dios. Lo único que producirá
será dolor.
3. El verdadero amor se basa en el sacrificio de uno mismo.
Pese al mensaje que Hollywood inyecta en nuestras venas, el amor verdadero no está basado en
sentimientos emocionales. Observé esto de primera mano en mi luna de miel. Cuando dos
pecadores se casan, es seguro que habrá conflicto. En aquellos momentos, tendremos que tomar
una decisión: ¿elegiremos amar a esa persona pese a sus defectos, o le exigiremos perfección? El
amor verdadero siempre elige el sacrificio propio antes que exigir las cosas a su manera (1
Corintios 13). El verdadero amor característico de Cristo se trata de dar, no de obtener.
En muchos sentidos mi luna de miel fue fabulosa, pero desearía
haber abrazado mejor estas tres verdades.
Tengas o no la edad suficiente para casarte, quisiera animarte a comenzar a abrazar y aplicar estas
tres verdades en tu vida. De hecho, el mejor momento y lugar para practicarlas es ahora mismo,
dondequiera que Dios te tenga. Un futuro gran matrimonio se construirá sobre las bases que
pongas hoy.
Continuemos conversando usando las siguientes preguntas:
• ¿Qué mentiras has creído sobre el verdadero amor y el romance?
• ¿Con cuál de las tres verdades te sientes más identificada? ¿Por qué?
Publicado originalmente en el sitio Girl Defined. Usado con permiso.