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Leyes de Arrepentimiento
(Como aparece en su obra: Mishné Toráh)
Capítulo 1
1. Si una persona ha transgredido cualquiera de los preceptos de la Tora,
ya sea afirmativo o negativo, deliberadamente o por inadvertencia, al
arrepentirse y retornar de su error debe confesarse ante Dios, bendito sea,
pues está escrito: “Cuando un varón o una mujer cometiere… confesarán
su pecado que cometieron” (Números V, 6-7), y se refiere a la confesión
verbal. -¿Cómo ha de confesarse una persona? Ha de decir: “¡Oh Dios!
He errado, he obrado mal, me he rebelado contra tI, haciendo tal y tal
cosa. Y ahora lo lamento, me avergüenzo de lo que hice y nunca más
repetiré ese acto. Ese es el principio de la confesión. Cuanto más amplia
y detallada sea la confesión, mejor. Vemos así que a los pecadores y
culpables no les basta el ofrendar sus sacrificios por sus faltas
deliberadas o involuntarias para que éstas les sean perdonadas, sino que
antes han de arrepentirse y confesarse de palabra, como está escrito:
“Confesará que pecó por ella” (Levítico V,5). Asimismo, todos los
posibles de pena de muerte y de pena de azotes no son perdonados por el
hecho de habérseles aplicado la sentencia, sino cuando se han arrepentido
y confesado. También el que golpea a su prójimo o le causa perjuicio
monetario, aunque le pague todo lo que le debe, no está perdonado hasta
que se confiese y se arrepienta para siempre de obrar así, pues está
escrito: “De todos los pecados del hombre” (Números V,6).
3. En estos tiempos en que no existe el Templo y no tenemos el altar de
las expiaciones, no hay otra cosa que el arrepentimiento. El
arrepentimiento expía por todas las transgresiones. Hasta aquél que ha
sido un malvado durante toda su vida, si al final se arrepiente, no se le
considera nada de su maldad, pues está escrito: “El malvado no tropezará
por su maldad el día en que se arrepienta de ella” (Ezequiel XXXIII,12).
Yom Kipur por sí mismo es suficiente expiación para los arrepentidos,
pues está escrito: “En ese día os será perdonado” (Levítico XVI,30).
Capítulo 2
1. Arrepentimiento perfecto es el del hombre que, al presentársele la
oportunidad de repetir el pecado que antes cometió, se aparta y no lo
comete a causa de su arrepentimiento, y no a causa de temor o de
imposibilidad física. Y si se trata de un hombre que no se arrepintió sino
en la ancianidad, cuando ya no puede cometer los pecados que solía
cometer, aunque no sea el suyo un arrepentimiento excelente, es efectivo
y se lo considera un arrepentimiento. Incluso al que cometió
transgresiones durante toda su vida y sólo se arrepintió en el día de su
muerte, muriendo arrepentido, se le perdonan todos sus pecados, pues
está escrito: “Mientras no oscurezca el sol y la luz de la luna y las
estrellas, y no se recojan las nubes después de la lluvia” (Eclesiastés
XII,2), lo cual se refiere al día de su muerte. Esto implica que si un
hombre recordó a su Creador y se arrepintió antes de morir, se le
perdona.
3. Todo el que se confiesa de palabra pero no está decidido en su corazón
a abandonar el pecado, es como el que se sumerge en el agua para
purificarse aferrando una inmundicia en su mano: la inmersión de nada le
valdrá
sin
antes
no
arroja
la
inmundicia.
9. Tanto el arrepentimiento como el Yom Kipur sirven para expiar
exclusivamente las transgresiones cometidas contra Dios, por ejemplo,
comer algo prohibido, pero no las cometidas por un hombre contra su
prójimo, como es el caso de quien golpea a su prójimo, o lo maldice, o lo
despoja. Estas cosas nunca le son perdonadas hasta que dé a su prójimo
todo lo que le debe y se reconcilie con él. No basta con que le devuelva
el dinero que le debe: está obligado a reconciliarse con él y pedirle que lo
perdone; incluso si no hizo más que mortificar al prójimo con sus
palabras, debe disculparse e insistir hasta que le perdone.
10. Está prohibido ser cruel hasta el punto de no aceptar las disculpas;
por el contrario, es bueno ser fácil para reconciliación y difícil para la
cólera. Cuando el que cometió la falta pide perdón, se le debe perdonar
con todo el corazón y con el alma bien dispuesta. Aunque la ofensa haya
sido grande, no se debe buscar venganza ni guardar rencor. Ese es el
camino de la simiente de Israel y de su corazón. Con respecto a los
guibonitas, que no perdonaron ni quisieron reconciliarse, está escrito:
“Los guibonitas no eran de los hijos de Israel” (II Samuel XXI,2).
Pueda el mérito de la teshuváh concedernos un tiempo de
perfeccionamiento espiritual y acercarnos así a la estatura del varón
perfecto que nos sirve de punto de referencia, nuestro justo Mesías,
para recibir las festividades del séptimo mes con alegría, esperanza y
optimismo.