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El pensamiento visual de Mario Navarro: acerca de “Laboratorio Rojo”
Por Amaranta Espinoza
La reciente exposición del artista chileno Mario Navarro (1970) en el Museo de Artes
Visuales (MAVI) se titula “Laboratorio rojo” y nos presenta una multiplicidad de obras en diversos
formatos y técnicas que comparten la referencia al cantante, actor y activista estadounidense
Dean Reed, un personaje que decide hacer carrera en Chile el año 1960, donde logró gran fama
por su desempeño como artista pop cercano a la Nueva Ola. Atraído por artistas de la Nueva
Canción Chilena, se volvió un rostro activo de la lucha por el socialismo, tanto en Latinoamérica
como en la URSS, donde fue apodado como el “Elvis Rojo”.
Su historia es particularmente interesante por el hecho de que nunca fue realmente una
celebridad, sino más bien un personaje secundario, como afirma Pedro Lemebel: “nunca
superstar de la revolution”1, porque lamentablemente, su corta carrera fluctuó entre su sed de
fama y el idealismo político del momento, quedando destinado a no ser más que el cantante del
ayer. De esta forma, Navarro intenta abordar parte de esta contradicción en el cuerpo de obra
presentado, tomando como materia de trabajo la biografía de un personaje que encarnó la
nostalgia, el idealismo y, por qué no decirlo, el oportunismo. Como el ejemplo de una sociedad
articulada en un sincretismo cultural constante, que en su lucha por la revolución no suprimió
jamás su admiración por Elvis. Alguien a quien Tony Manero (el protagonista de la película con el
mismo nombre de Pablo Larraín) pudo admirar. De alguna forma, Navarro, nos presenta la
complejidad de aquellos rebeldes soñadores que admiraron al gringo que cantaba el
“Venceremos”, representada a través de la trayectoria de un personaje olvidado.
Ser revolucionario y morir en el intento
Entramos a la primera sala de la muestra y nos encontramos con un surtido de formas,
formatos y procedimientos, desde impresiones digitales hasta dibujos despigmentados, telas
recortadas e incluso una instalación con botellas de vidrio derretidas. Observamos a primera
vista que, como bien dice el título de la exhibición, el rojo predomina, representando, como es
sabido, el color de la bandera comunista, socialista y muchas otras militantes de la izquierda
revolucionaria. Pero el color rojo es, además, símbolo de la sangre y la pasión. Asimismo, es
utilizado para alertar o prohibir (como la bandera roja en la playa). Entonces, la exposición
“Laboratorio rojo” estaría, por un lado, determinada por los emblemas de la izquierda
1
Lemebel, Pedro: “Dean Reed” (o “del rock a la odisea marxista”), Aparecido en The Clinic, Mayo, 2008.
revolucionaria asociados de manera bizarra a Reed; por otro, a la advertencia de la misma
condición de subversivo, como aspecto relacionado al ímpetu (y la sangre). Destaca también la
asociación de Navarro entre las palabras “rojo” en inglés (red) y el apellido del cantante (Reed).
Desde una mirada general, la disposición de las obras y las extrañas asociaciones de
objetos disímiles enfrentados entre sí, resulta inquietante. Es como si Navarro nos insinuara algo
que no podemos comprender a simple vista. Empezamos el recorrido con una obra titulada
“Engine M16 (Motor M16)”: la sigla corresponde a la denominación para un tipo de fusil de la
fuerza armada estadounidense, arma que fue utilizada por primera vez en la guerra de Vietnam.
La obra consiste en un díptico de dos impresiones digitales iguales, una en color rojo y blanco, la
otra en blanco y negro. Al parecer, son dibujos digitales o una suerte de planos de un motor o
engranaje caótico, enmarañado e interconectado, de forma cíclica, de una complejidad evidente.
En la misma sala, observamos un políptico. Esta vez son cuatro impresiones de fondo
rojo con líneas blancas. Se titulan: “Engine Red (MIR – FPMR – FARC – EZLN)”. La traducción
literal del título sería “motor rojo” y las dos primeras siglas pertenecen a dos partidos políticos
chilenos de extrema izquierda, mientras que las siglas FARC y EZLN corresponden a una
organización colombiana y otra mexicana de las mismas características. Las imágenes que
forman las líneas blancas sobre los fondos rojos, también contornean una especie de engranaje
circular, más sencillo y ordenado que “Engine M16”, además, muestran claramente, los logos de
cada partido, formando parte de cada motor. Cada imagen es diferente de la otra, pero continúan
ciertos patrones entre sí, como si cada una fuera una vista distinta de un mismo sistema.
Podemos observar ahora, cierta relación entre ambas obras, que gira en torno a la lucha armada
en el continente americano.
Continuando el recorrido, destaca la insistencia en la figura
del pasamontañas, imagen que se repite en tres obras de distintos
tamaños, con la misma técnica: tela roja recortada. Las tres imágenes,
situadas en distintas esquinas, aparecen alivianando la carga de las
obras descritas anteriormente; se presentan figurativas, simples e
incluso con un toque de humor. Ahora la obviedad del pasamontañas
rojo se nos repite tres veces como un chiste, como el disfraz del
revolucionario gringo o el infiltrado sospechoso.
El pasamontañas más pequeño, enmarcado, se encuentra
junto a una serie de dibujos sobre papel metálico que utilizan la despigmentación del material
como técnica. Los dibujos nos proponen imágenes que podríamos figurar como rostros,
cerebros, masas encefálicas o deformaciones. Se asocian instantáneamente al rostro por estar
dispuestos al lado del pasamontañas. Sin esa referencia podrían ser simplemente manchas. Al
figurarlas, se vuelven imágenes trágicas, interpretamos ahora el simbolismo del color rojo como
sangre, ya no como alerta, sino como un hecho dramático.
Frente a los dibujos, aparece una instalación titulada “Casa de cartas IV”: un ensamblaje
de materiales rígidos, impresos con imágenes de Dean Reed en apariciones públicas (con el
puño en alto). Una casa de cartas es, por definición, una construcción débil e inestable, por lo
que podemos ahondar en la inestabilidad de su figura como celebridad o en la de su discurso
político antiamericano e izquierdista. Otra obra titulada igual que la anterior, también consiste en
una instalación ensamblada, que contiene en algunas intersecciones placas referentes a
diversas organizaciones políticas de Latinoamérica. Reforzando el interés por la estructura
reglada de aquellos grupos políticos de izquierda, tal como lo vimos en “Engine Red”. Podríamos
pensar que la madera quemada y el título apelan a las contradicciones propias de la utopía
izquierdista, como también a su desequilibrio permanente.
En el segundo piso, un mesón con diversos objetos como botas, vinilos y carátulas
compone una suerte de muestrario del personaje, con símbolos nostálgicos que revelan a Reed
en la superficie, independientemente de su inclinación política: las botas de vaquero, sus
fotografías y discos junto a un ranking de popularidad del artista. Por otro lado, en la obra “Red
familia” se presentan una serie de pistolas hechas por distintas personas, con materiales que van
desde monedas de $1 a papel de diario, observamos en la producción de esta obra, parte del
mecanismo de acción izquierdista en Latinoamérica; en la que se ubica la pistola “hechiza” o
“pirata”, realizada por la falta de recursos y la creatividad juvenil de salir adelante con lo que se
encuentra. La obra, además, se articula en aquella lógica del socialismo; de la construcción
comunitaria y la cooperativa familiar, como también hace una referencia directa a la lucha
armada, que relacionamos con la obra “Engine M16”, donde aquellas pistolas hechas en casa
son probablemente menos peligrosas que el fusil norteamericano y, por lo mismo, más débiles y
tristes, lo que se ve explícitamente representado en los materiales utilizados con burla e
infantilismo.
Asimismo, la obra titulada “Dean Reed está muerto”, presenta una tela bordada con la
historia de Reed, similar a la técnica de la arpillera, emblema de la factura manual y artesanal de
nuestro país, mayormente utilizada en la resistencia a la dictadura, por lo que se convirtió en una
de las representaciones políticas más características de la época. Las obras de Navarro fluctúan
constantemente entre una manufactura industrial y mecánica, frente a una artesanal, precaria e
incluso un tanto humilde e infantil, cuestión que, además de ser una declaración de principios
como artista, se torna un tanto forzada en obras como “Dean Reed está muerto”, en que la
literalidad del mensaje no deja mucho para interpretar.
La obra titulada “Laboratorio rojo” exhibe una mesa de luz sobre la cual se disponen una
serie de botellas e instrumentos de vidrio soplado, como herramientas científicas inútiles en su
deformación, asimétricas y arrugadas. Aparecen como en proceso de autodestrucción y
derretimiento, lo que podríamos relacionar con el activismo político de Reed, truncado y
obstaculizado. Podemos concluir que Navarro nos enfrenta a una especie de desfragmentación
de la figura del rebelde americano Dean Reed, desde el pasamontañas a los rostros
desfigurados, las botas, las pistolas, las fotografías, los motores y, por supuesto, el laboratorio:
como una mirada al personaje que quiso ser revolucionario, pero murió en el intento. Como
también intenta articular desde esa mirada, lo absurdo de la sociedad que lo validó.
El “pensamiento a través de lo visual” es la mejor forma de describir la obra de Navarro,
en la que ahonda en la biografía de personajes intrascendentes para la historia oficial, como es
el caso de Dean Reed. De esta forma, en la presente exposición, evoca pasajes de la vida de
Reed con obras que, por un lado, intentan dar cuenta de organizaciones complejas, de
estructuras y sistemas interpretables pero, por el otro, presenta con ternura al cantante, de
manera más bien infantil, inocente y con cierta nostalgia por aquel personaje de intereses
confrontados que, a pesar de todo, sigue representando a una generación de anhelos
fracturados.
Esta nota forma parte de una serie de artículos co-editados con Taller BLOC.