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Canto al amor humano y divino Como ha sucedido históricamente con el Eclesiastés, Santiago y el Apocalipsis, también le ha ocurrido al Cantar de Salomón. Son textos que parecen representar conflicto a la hora de incluirlos como parte del canon bíblico. Uno de los problemas con el Cantar es la ausencia absoluta de la mención del nombre de Dios, cosa que ocurre también con el libro de Ester. Otro problema es, por supuesto, el contenido: un extenso poema lleno de imágenes eróticas y sensuales que hablan de la relación apasionada entre un marido y su mujer, que se admiran mutuamente y describen sin pudor alguno sus partes físicas. ¿Cómo puede un texto como éste ser inspirado por Dios, o lo que es peor aún, ser parte de las Sagradas Escrituras? La única manera como los judíos y luego los cristianos lo han aceptado es haciendo del poema una alegoría del romance entre Dios y su pueblo, o en el caso cristiano, entre Cristo y la iglesia, y dejando de lado, casi por completo, toda alusión a las obvias referencias eróticas y del ars amatoria en que abunda el texto. La alegorización espiritual del Cantar tiene una historia muy antigua. Los exégetas judíos que redactaron el Tárgum (la versión al arameo de la Biblia hebrea entre los siglos V aC al siglo XI dC) y el Talmud (la interpretación judía de la Biblia entre los siglos II al V dC), fueron entre los primeros en darle un simbolismo teológico al poema. Más tarde, durante el Siglo de Oro español (siglos XVI y XVII), los místicos españoles Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, reforzaron esta interpretación entre el pueblo de habla hispana, visión que sigue prevaleciendo hasta el día de hoy. Sin embargo, también desde tiempos antiguos ha habido otra corriente de autores como el obispo antioquense Teodoro de Mopsuestia (en el siglo IV), el teólogo francés Sebastian Castellio (en el siglo XVI) o el mismo Fray Luis de León (siglo XVI), quienes abogaban por una interpretación que ve en el poema esencialmente la relación de amor entre un hombre y una mujer (como los dos primeros mencionados), o una doble interpretación (relación entre un hombre y una mujer/relación entre Dios y el pueblo creyente) como lo hace Fray Luis de León en el Comentario de su traducción del Cantar de los cantares, cuyas ideas, consideradas heréticas por la Iglesia Católica, le costaron casi cinco años de cárcel. Creo que la doble interpretación es la mejor manera de acercarnos al Cantar. Cómo dejar de apreciar por un lado la belleza de las canciones del pueblo cristiano inspiradas en Cantares como aquella que empieza “Cristo es el lirio del valle de las flores / él es la rosa blanca y pura de Sarón”. O el coro “Me llevó a la casa del banquete / su bandera sobre mí es amor”. O versos donde se condensa con ironía la doctrina calvinista y arminiana de la gracia irresistible y del libre albedrío en una sola frase: “Atráeme, atráeme / en pos de ti correremos”. O la evocación del peregrinaje tanto del pueblo de Israel como de la iglesia, cuando se pregunta, “¿Quién es esta que viene del desierto / recostada en el hombro de su amado?”. Además, es claro en otras partes del Viejo y del Nuevo Testamentos (Jeremías 2:1-3; Ezequiel 16, Oseas 1-2; Efesios 5:23-32, entre muchos otros) que la relación entre Dios y su pueblo es comparada con la de un esposo y su esposa. De manera que no hay nada extravagante ni equivocado en hacer del Cantar una alegoría del amor de Dios y los creyentes. El problema principal es limitar a ese aspecto la interpretación, cuando es obvio que el poema habla de manera explícita sobre la relación amorosa, sensual, pasional, entre un hombre y una mujer en el entorno de su boda y de la vida matrimonial, sobre todo en el aspecto de su atracción física. Hay que atreverse a mirar el poema en lo que dice, no en lo que nosotros queremos que diga (principio que debe, claro está, aplicarse a toda la Biblia). Este es un hermoso poema sobre el disfrute carnal entre marido y mujer. Es el Canto de los cantos porque celebra el amor entre un hombre y una mujer de manera total, de la misma manera como en lo espiritual Dios desea que disfrutemos la plenitud de nuestra relación con él. Por eso el Cantar es palabra de Dios. De un Dios que nos creó para que disfrutemos también de la vida en pareja en todas sus dimensiones dentro de su orden y su propósito, con todos sus conflictos y momentos de gozo, de huida y reencuentro. Nada menos que eso. Una y otra vez, marido y mujer, deben reimaginar su amor, renovar sus votos y dedicarse el uno al otro de manera fiel e integral como lo hace la pareja del Cantar.