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El MONJE Y LA PIEDAD
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El MONJE Y LA PIEDAD
Contenido
AGRADECIMIENTOS: ................................................................................................... 4
I ......................................................................................................................................... 5
II........................................................................................................................................ 9
III .................................................................................................................................... 11
IV .................................................................................................................................... 14
V ..................................................................................................................................... 16
VI .................................................................................................................................... 19
VII ................................................................................................................................... 22
VIII ................................................................................................................................. 25
IX .................................................................................................................................... 27
X ..................................................................................................................................... 35
XI .................................................................................................................................... 40
XII ................................................................................................................................... 48
XIII ................................................................................................................................. 54
XIV ................................................................................................................................. 58
XV................................................................................................................................... 63
XVI ................................................................................................................................. 66
XVII ................................................................................................................................ 76
XVIII............................................................................................................................... 80
XIX ................................................................................................................................. 88
XX................................................................................................................................... 95
XXI ............................................................................................................................... 107
XXII .............................................................................................................................. 124
XXIII............................................................................................................................. 133
XXIV ............................................................................................................................ 148
XXV.............................................................................................................................. 156
XXVI ............................................................................................................................ 164
A P E N D I C E: .......................................................................................................... 180
G L O S A R I O: .......................................................................................................... 181
Citas Bibliograficas: .................................................................................................... 183
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El MONJE Y LA PIEDAD
AGRADECIMIENTOS:
A la memoria del Dr. Carlos Rodríguez Columbié.
A mis familiares, por estimular mi trabajo y facilitarme los medios técnicos para realizarlo.
Al Teniente Coronel (jubilado) Fernando Padilla, por su asesoramiento en lo referente
a la utilización de los agentes de Inteligencia.
A mi amigo Omar Muñíz Delgado, por toda la información brindada sobre la India,
Irlanda del Norte y Sudáfrica.
Al Dr. Juan Miguel Rizo Bello, por la información facilitada sobre los monos verdes.
Al Dr. Armando Stuart León, quien me sirvió de traductor durante la entrevista concedida
por el doctor norteamericano Harvey Elder, sobre la terapia de drogas de los enfermos
terminales de SIDA. La entrevista se celebró durante la convención de Profesionales cristianos
de la salud (II Entrenamiento de Evangelismo), efectuada en la iglesia Mc Call durante los días
4, 5, 6 y 7 del mes de noviembre de 2004.
A todos ellos mi afecto y gratitud.
El AUTOR.
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El MONJE Y LA PIEDAD
“…Había venido como un ladrón en la noche.
Y uno por uno cayeron los convidados en las
salas de orgía…Y las tinieblas, y la corrupción,
y la muerte Roja lo dominaron todo”.
Edgard Allan Poe. (La máscara de la Muerte Roja)
“Detrás de los ojos del Emir viven otros ojos que no pertenecen a nadie”.
Proverbio persa.
I
Bryam O´Hara nació en Calcuta, pero fue inscrito en Nueva Delhi, la noche del 18 de
agosto de 1965. Su nacimiento en la India era obra de la casualidad. Su padre, súbdito de la
Corona Inglesa, ejercía funciones diplomáticas por encargo del Foreign Office, por tal motivo su
mujer dio a luz durante un viaje de tránsito por ese país. Meses después del parto, la pareja de
diplomáticos visitó varios países del Medio Oriente, por lo que el pequeño O´Hara se vio, desde
muy niño, rodeado de la glacial hipocresía del protocolo y entre solemnes recepciones aprendió
a sonreír y a ocultar sus verdaderas emociones como un buen gentleman.
A su padre le llamó la atención el modo en que el pequeño aprendía de la Naturaleza,
observándola y estudiándola con la sapiencia de un erudito. El pequeño Bryam pasaba horas y
horas contemplando las tranquilas aguas del estanque que antecedía la entrada del recinto
ocupado por la Embajada; unos doscientos metros cuadrados de tierra albergaban un frondoso
jardín, donde hermosos dátiles parecían aguijonear el cielo. Bryam era m uy soñador y le solía
decir a su madre – asombrada por la capacidad del niño de describir visiones – que el estanque
cobijaba al genio de las aguas, el cual para complacerlo y mostrarse visible, se transformaba en
un feo sapo y le hablaba desde una flor de loto de exuberante belleza.
Las tardes solía pasarlas el niño en la biblioteca de su padre. Allí se aficionó a los clásicos
hindúes y le gustaba recitar los poemas del Rig Veda, modulando la voz con tímbricas
resonancias, las cuales le arrancaban unas carcajadas a la servidumbre de la regia mansión,
cuyos empleados aplaudían los afanes artísticos del niño con mecénicas reverencias. O´Hara
tenía un cuerpo espigado y atlético. Su cabeza destacaba por la prominente frente, la cual
presagiaba una inteligencia ágil y despierta, rareza peculiar en un niño de su edad. Para
resaltar los contrastes, sus ojos eran grandes y claros, y más que mirar, parecían indagar allí
donde depositaba su firme mirada. Por eso ningún rincón de la Embajada quedaba libre de su
escrutinio, y pronto las verjas que delimitaban la extensión de la propiedad, parecían pequeñas
para contener y restringir la inmensa curiosidad de aquel infante.
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El MONJE Y LA PIEDAD
El padre, al descubrir la afición del niño por la literatura hindú, hizo traducir varios libros
antiguos al idioma inglés, y no satisfecho del todo, contrató a un profesor hindú para que dos
veces a la semana le enseñara los secretos del sánscrito al pequeño Bryam. Sir Henry O´Hara,
el padre de Bryam, había sido educado en los más refinados colegios de Londres. A la edad de
veinticuatro años pasó a formar parte de los elegidos del Foreign Office y como tal fue
designado al consulado de Argel, donde desempeñó sus funciones como Agregado cultural. Dos
años antes había contraído nupcias con Marion O´Shannon, la hija de un diputado laborista de
la Cámara Baja del parlamento británico. Marion O´Shannon había estudiado Leyes en la
Universidad de Cambridge, y sobresalía por su belleza y por la habilidad de convencer y de
mostrarse como una interlocutora brillante. Por lo general, Sir Henry dejaba en manos de su
mujer los asuntos jurídicos y administrativos de la familia; simplemente confiaba en el talento
de su joven esposa para sacarle provecho a las más disímiles situaciones.
Cuando nació el pequeño Bryam, se hicieron más fuertes aún los lazos que unían a la
pareja. Los dos primeros años de su vida los pasó Bryam junto a sus padres en Israel, donde su
padre, aparte de sus funciones en la Embajada, se hizo experto en las cuestiones relacionadas
con la política del Medio Oriente. Después de la guerra de los Seis Días en el Estrecho de Suez,
la familia de Bryam fue destinada por un tiempo a Siria, donde Sir Henry profundizó sus
conocimientos políticos y religiosos sobre el Medio Oriente. En ese tiempo los padres de Bryam
comenzaron a inquietarse por la salud psicológica del pequeño; notaban que los cambios de
residencia y de países, dejaban su huella de nerviosismo en el niño, y fue entonces cuando Sir
Henry pidió a sus superiores que lo destinaran a una misión
más prolongada en algún sitio determinado. Después de analizar las causas de la solicitud, los
jefes de O´Hara decidieron nombrarlo embajador en la India, y allí transcurrió la infancia del
pequeño Bryam, al que su padre solía nombrar “su heredero”.
Al profesor de sánscrito de Bryam le gustaba descubrir y desarrollar habilidades en su
pupilo y, para lograr su máxima atención, lo inició un buen día en los secretos del Hatha Yoga
para que lograse una evolución espiritual y un altruismo en grado máximo. Aprovechó para ello
la curiosidad del niño y junto con las lecciones de sánscrito, proveyó a Bryam de un conjunto de
prácticas alimenticias, kinesiológicas y respiratorias que pronto consolidaron la robustez física y
psíquica del chiquillo, al cambiarle el carácter retraído y controlarle el nerviosismo que le
producían los cambios de ambiente.
Un día en el Punjab, durante una revuelta religiosa dentro de un templo budista, el
profesor Bimbisara notó en el pequeño Bryam la fortaleza mental lograda por el niño, el cual
observaba con la frialdad de un monje budista la violencia con que arremetían las autoridades
para sofocar la resistencia fanática de los sublevados. Cuando se retiraron del lugar, Bimbisara
le preguntó a Bryam:
- ¿Sentiste miedo mientras la policía atropellaba a la muchedumbre?
- Cuando sentí los disparos y vi caer a uno de los revoltosos, parecía que había explotado
sobre mis ojos un calidoscopio de imágenes irreales, por eso me quedé absorto contemplando
toda la violencia, como si aquella fuera un pájaro ciego e inatrapable – dijo Bryam.
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El MONJE Y LA PIEDAD
El profesor Bimbisara sonrió con el símil y pensó para sí, que no por gusto le gustaba la
poesía a su discípulo. A la llegada a la residencia del embajador, Bryam se dirigió a la Biblioteca
y el profesor estuvo un buen rato hablando con Sir Henry, comunicándole que ya no tenía que
temer por el equilibrio psicológico de Bryam, pues la trifulca en el templo no dejaba lugar a la
duda, el pequeño de diez años sabía dominarse, aún en las situaciones de extremo peligro.
Durante una solemne
recepción en la embajada inglesa, donde no faltaron los
representantes del Cuerpo Diplomático acreditado en la India, Bryam conoció a la hija de un
diplomático en viaje de tránsito por el país. La pequeña niña, de trenzas rubias y ojos azules,
simpatizó desde el primer instante con el hijo del embajador inglés, hasta el punto de que
ambos abandonaron los espaciosos salones de la Embajada y se pasaron toda la velada
jugando en los jardines, instantes que aprovechó Bryam para confesarle a la preciosa niña el
secreto que cobijaba el estanque, donde habitaba el genio de las aguas. La chiquilla, en vez de
asombrarse con la revelación, se rió de buena gana de O´Hara y le dijo que los cuentos de
hadas y seres encantados eran una gran tontería. Bryam se molestó y quiso saber por qué la
chiquilla opinaba de ese modo. Con aquella opinión no le parecía ya tan niña. Se acordó
entonces que Sir Henry le había dicho en una ocasión que Antoine de Saint-Exupery había
escrito el libro “El principito”para que los adultos no se olvidaran nunca de que alguna vez
fueron niños. A Bryam ya comenzaban a molestarle las palabras de la chiquilla pecosa, de nariz
respingada:
- ¿Por qué dices eso, grandísima tonta?
- Ja, ja, el tonto eres tú – se mofó Melisa -, que crees esas historias inventadas por los
adultos para que no descubramos otras cosas más interesantes – afirmó la chica que era dos
años mayor que Bryam.
- ¿Cómo cuáles? – inquirió ahora curioso Bryam.
La niña dibujó en su rostro una sonrisa maliciosa y abriendo suavemente los labios,
pronunció:
- El sexo.
Bryam se quedó consternado por su ignorancia. Nunca en su presencia se había hecho
mención de esa cosa, desconocida para él, llamada sexo. Quiso hablar e indagar por aquello
que ya le parecía fascinante, pero la chiquilla, alzando la barbilla con desdén, le había dado la
espalda y, casi a la carrera, regresó al salón de protocolo donde transcurría la
fiesta.
Aquella revelación había calado hondo en la conciencia del pequeño O´H
O„Hara, pero tuvo que aguardar durante dos días con sus noches para preguntarle a su
preceptor sobre aquel inquietante misterio. Bimbisara sonrió al escuchar la pregunta y en su
fuero interno concluyó que debía alertar a Sir Henry sobre el asunto. Aún Bryam no había
llegado a la pubertad y al profesor de sánscrito le inquietaba su naciente curiosidad por el sexo.
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El MONJE Y LA PIEDAD
-¡Oh, pequeño Bryam! El sexo no es más que lo que diferencia al hombre de la mujer –
Bimbisara se quedó observando al niño para ver su reacción.
- ¿Y qué es lo que lo diferencia? – preguntó el niño.
Bimbisara sabía que a cada respuesta le seguiría otra pregunta, por lo que decidió zanjar
rápido la cuestión.
- Verás, pequeño, el hombre tiene entre sus piernas un apéndice que es su órgano
reproductor. Las mujeres, en cambio, tienen una ranura en el mismo lugar, que sirve para que
se acople allí el órgano reproductor del hombre. Cuando un hombre y una mujer se quieren, se
abrazan y, entonces, la mujer abre sus piernas para que el hombre deposite en la ranura las
semillas de la fertilidad. De esa manera nacen los niños como tú. ¿Satisfecho, Bryam?
Bryam había fruncido el ceño y su mente, confusa, elaboraba las imágenes descritas por
su preceptor. Pero algo en su raciocinio no encajaba, por eso, ni corto ni perezoso, le hizo una
nueva pregunta a su profesor:
- ¿Por qué entonces, cuando abracé hace dos noches a Melisa en el jardín, ella no abrió
sus piernas?
Bimbisara soltó una carcajada y se valió de la astucia para evadir cualquier pregunta. Se
puso serio de repente y amenazó:
- Bryam, ustedes son unos niños aún. Si sigues haciendo ese tipo de preguntas, se lo voy
a decir a Sir Henry, que sin dudas se enojará mucho. Así que, es mejor que te concentres en la
lección de hoy y olvídate de esas tonterías.
Durante semanas Bryam le dio vueltas en su cabeza al mismo asunto y no hallaba
respuestas. Pero no se daba por vencido. Si algo tenía desarrollado el pequeño, era la
perseverancia. De noche, cuando en la regia mansión, los pasillos de los aposentos lucían
desolados, dando indicios de que todos dormían, el pequeño O´Hara se deslizaba descalzo por
los corredores de la planta alta, y abría con sigilo la puerta de la habitación de sus padres,
tratando de dilucidar el enigma que lo inquietaba. Pasaba así horas enteras observando el más
mínimo gesto o movimiento. Varias noches seguidas repitió la misma operación, hasta descubrir
casualmente lo que anhelaba. Aquél tenía que ser el misterio de la vida y de la creación. Esa
madrugada, Sir Henry le hacía el amor a Marion O´Hara de manera despreocupada, por eso no
notó la mirada escrutadora y furtiva que los espiaba desde el umbral de la puerta. Aunque
Bryam no captó muchos detalles sobre el acto amoroso, lo que vio le ilustró la realidad y lo hizo
sentirse importante, pues había sido testigo de un secreto prohibido, reservado sólo para los
adultos. Aquello lo llenó de satisfacción, aunque años después reviviría con sonrojo en sus
mejillas, las escenas ardientes de su madre, gimiendo de placer, en los brazos de su progenitor.
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El MONJE Y LA PIEDAD
Sin saberlo entonces, Bryam esa noche había despertado bruscamente de su mundo
infantil de inocencia, poblado de cuentos de hadas y dragones malvados, los cuales eran
vencidos por mancebos apuestos, quienes obtenían como premio a su valor, el corazón de la
princesa de la historia. Y ese fue un gran descubrimiento para el pequeño; desde su óptica,
deslumbrada por el acto sexual de sus padres, supo que siempre habría una recompensa para
el deseo. Desde entonces sólo ansiaba crecer y hacerse mayor; la vida para él continuaba
siendo hermosa y pletórica de misterios.
II
En el verano de 1980, Bryam cumplió quince años y lucía un cuerpo atlético que
despertaba la admiración de las chicas de su edad. Durante los últimos cuatro años había
cultivado una gran amistad con Melisa, la niña que le había hecho notar la existencia del sexo.
Por motivos relacionados con la labor de correo diplomático de su padre, Melisa había
coincidido en varias ocasiones con Bryam en la sede de la embajada inglesa en Nueva Delhi. De
esos encuentros, Bryam recordaba con sonrojo la ocasión en que jugaba con Melisa un juego
de roles donde él hacía de médico y Melisa era su paciente. Bryam, sin malicia, le propuso
entonces a la chica que se acostara en el césped del jardín para reconocerla y darle su
diagnóstico. Ella, cumpliendo su papel, se acostó sobre la hierba y dejó que Bryam le pusiera
un estetoscopio en el pecho izquierdo. El roce de los dedos de Bryam, buscando los latidos del
corazón alrededor del seno de la chica, provocó en Melisa una leve excitación que se hizo notar
en el pezón acariciado. Bryam simuló hacerse el desentendido, pero a la chica el rubor le había
encendido el rostro y, con un ademán, atrajo la mano de él sobre el ombligo y le dijo que le
dolía allí. O´Hara le palpó la zona indicada pensando que existía tal dolencia, pero la chica
estaba realmente excitada, y sin asomo de pudor, desabotonó su vestido y guió la mano del
chico hacia el nacimiento de su pubis. Bryam se estremeció con el roce del tenue vello púbico
que parecía hilacha de maíz, sobresaliendo ensortijado sobre el elástico de las bragas. El
contacto con el sexo de la chica lo aturdió y rápidamente retiró su mano del lugar. Se sentía
avergonzado al notar que la chiquilla había observado cómo se abultaba su miembro en la
entrepierna del pantalón. Después de aquel suceso, los adolescentes estuvieron dos días sin
hablarse. La jovencita había insistido en continuar el juego, pero Bryam, presuroso, había
declinado la oferta. Esa misma tarde, al encontrarse en el cuarto de baño aseándose, volvió a
sentir el estremecimiento en su miembro viril, y sin pretenderlo, su mente se inundó con
imágenes de Melisa sobre el césped, rodeada de flores, con su vestido abierto y la mano suya
hurgando en el sitio prohibido, allí donde el cuerpo parecía una promesa en ofrenda. Sin saber
cómo, quizás fruto de un acto instintivo, el muchacho comenzó a frotar con su mano el pene y
experimentó con el roce rítmico, un delicioso deleite. Entonces, en la cúspide de aquel placer
desconocido, perdió la consciencia de las imágenes que le aceleraban el goce, y vio mariposas
multicolores aleteando sobre el regazo de Melisa, y de su sexo brotó la simiente que le alivió el
deseo. Había descubierto en su cuerpo una dicha insospechada, pero a la vez se sintió sucio,
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como si hubiese hecho algo asqueroso e inmoral. Trató de redimir su falta frotándose con agua
y jabón sus partes íntimas, pero el sentimiento de culpabilidad lo acosaba. En los días
sucesivos que siguieron a su descubrimiento, se prometió a sí mismo no tocarse los genitales,
pero al cabo de una semana de infructuosa lucha lo vencieron sus propios instintos y buscó
con desesperación el desahogo propiciado por su mano. La tentación pudo más que su
complejo de culpa y quiso hacer a Melisa partícipe de su secreto. Durante largos días esperó la
oportunidad favorable para hablar sobre el tema con la chica, pero al hacerle el comentario,
Melisa lo miró con desdén y se burló:
- ¡Así que ya has descubierto el placer de los corazones solitarios! Eres el flautista de
Hamelín, tocas solo.
Aquello hirió la sensibilidad del muchacho y le arrancó sus primeras lágrimas ante el sexo
opuesto. Trató de defenderse y sólo pudo pretextar:
- Algún día las chicas correrán detrás de mí como las ratas de Hamelín. Pero seguro que tú
ya te tocabas mucho antes, con tu ligereza y perversidad.
- ¡Eres un bastardo engreído!
Melisa se molestó y durante semanas le retiró el trato al hijo del Embajador. Bryam, por su
parte, había salido triunfante de la breve disputa, pero en vez de enfriarse los lazos que unían a
ambos, éstos se hicieron más sólidos en la medida en que los adolescentes iban madurando y
llenándose de nuevas experiencias enriquecedoras.
En el invierno de 1982, Melisa Beesley partió hacia un colegio estadounidense para
continuar sus estudios que le permitirían ingresar en la Universidad para estudiar Medicina. La
última vez que estuvo junto a Bryam, en una pequeña sala de cine ubicada dentro de la
Embajada, contemplaron juntos el filme de Spielberg titulado “ET”. Debido a las tiernas escenas
de la película y a la intimidad surgida por las confesiones mutuas, esa noche los dos
adolescentes se hicieron novios y se prometieron amarse hasta el fin de los tiempos. Eran
ingenuas promesas de chiquillos que ignoraban aún los vaivenes del destino, y los derroteros
que seguirían sus vidas.
Un hecho marcó por entonces el espíritu de Bryam, sacudiéndole en lo más profundo de
su ser. Acostumbraba el joven a dar extensos paseos por Nueva Delhi, una vez finalizadas sus
jornadas de estudio. Para ello solía tomar un rickhaw* que lo transportaba al laberinto de la
vieja Delhi; allí se mezclaba con los vendedores ambulantes y con los turistas occidentales que
venían a la India deseosos de conocer su cultura fascinante. Precisamente cerca de la Jama
Masjid*, fue asaltado por dos mujeres jóvenes que lo arrastraron por la fuerza hacia un
callejón cubierto de tenderetes, ornamentados con lujosas tankas*. Bryam pensó que lo habían
confundido con un turista y que le exigirían dinero o le quitarían el reloj de pulsera, regalo de
su madre. Pero las jóvenes buscaban otra cosa, y Bryam lo supo enseguida al ver cómo se
despojaban de sus saris* y le mostraban sus cuerpos desnudos de piel bronceada. Bryam se
dejó hacer y por vez primera realizó el acto sexual, aunque no le resultó grata la experiencia.
Las muchachas no olían como las occidentales y no lucían aseadas. Las dos mujeres se
turnaron para poseerlo y luego de saciar sus apetitos sexuales, lo abandonaron y
desaparecieron del lugar donde habían cometido su fechoría.
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Sir Henry, al enterarse del suceso acaecido a su hijo, lo llevó a una clínica privada donde lo
sometió a diversos exámenes médicos, hasta quedar convencido de que el joven no estaba
contagiado con alguna enfermedad venérea. A Sir Henry le preocupaba el hecho, luego de
conocer el misterioso caso de Ted Peters, un paciente de un hospital de Los Ángeles al cual le
habían detectado una enfermedad desconocida, de la cual los médicos ignoraban su
transmisión por vía sexual. El caso de Peters fue difundido por la prensa como “el enigma de la
habitación 516”, que era el número de la sala que ocupaba en el hospital norteamericano el
referido paciente. Luego, con el paso del tiempo, se conocería el virus que provocaba aquella
mortal enfermedad. Pronto trascenderían las historias de artistas famosos contagiados con el
mal como: Rudolf Nureyev, Rod Hudson y Anthony Perkins; pero el mundo aún desconocía la
fuerza letal del terrorífico virus, como también ignoraba que la batalla para erradicarlo sería
larga, cruenta e incierta.
III
Luego del incidente de Bryam con las desconocidas mujeres que lo obligaron a tener sexo
con ellas, Sir Henry recurrió nuevamente al profesor Bimbisara para que adiestrara a su hijo en
el dominio de las artes marciales orientales. El preceptor, en menos de dos semanas, contrató a
un experto hindú que había aprendido su arte en China, en la provincia de Hunan. El
especialista se nombraba Gurna y en el primer día de clases, le hizo saber a Bryam que durante
el período Wu-wei, en China, la lucha sin armas había sido un privilegio de la aristocracia, que
la consideraba como la más grande de las artes formativas del guerrero. La historia del kung fu
partía del año 500 d. C., cuando un hindú, cuyo nombre en sánscrito era Bodhidarma, difundió
junto con el budismo mahayana, el kung fu en China. Bodhidarma, que sería conocido en el
Japón como Daruma, se estableció por aquella fecha en el monasterio de Shaolín, al norte de
China, con el convencimiento de que nadie tenía derecho a dañar a otro pero que, asimismo, el
hecho de permitir que se dañara el propio cuerpo era equivalente a ayudar a la destrucción de
un templo, por lo que debía impedirse con efectividad tal violencia, sin romper la
correspondencia armónica con todo lo creado, incluyendo al atacante. Esta manera de pensar,
según le contó Gurna a Bryam, le dio enorme fama al monasterio de Shaolín y a sus monjes,
quienes luchaban como demonios terribles, hasta el punto que se decía que quien habitara
dentro de sus muros, se convertía en un ser superior en todos los órdenes. Gurna le prometió a
Bryam que le enseñaría el manejo de la energía Chi, el cual era un método exclusivo de los
monjes que, por otra parte, requería muchos años de disciplina y meditación para llegarlo a
entender y desarrollar.
Con Gurna como instructor, Bryam se adentró en los secretos de diferentes estilos como:
“el supremo último puño”, la “lucha de los ocho exagramas”y el estilo de “la mantis religiosa”.
Gurna en cada lección hacía hincapié en la espiritualidad que debía insuflársele a los
movimientos de ataque y contraataque para que el kung fu no fuera un simple acto mecánico.
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En una ocasión, durante una sesión de entrenamiento, Gurna notó que Bryam pasaba de
la posición de “escalar la montaña”a la postura de la grulla sin ninguna armonía en su
desplazamiento. Gurna se enfureció y azotó a Bryam con una vara que usaba para corregi r los
defectos de sus discípulos. Inmediatamente le hizo saber por qué estaba molesto:
- Bryam, te he dicho mil veces que en el kung fu el movimiento no se detiene. No hay
secuencias de movimientos, sino que toda acción implica un solo movimiento de principio a fin,
lo cual significa que debe existir una armonía ininterrumpida. La defensa y el contraataque
deben hacerse avanzar sobre alas de mariposas. No lo olvides.
Con el paso del tiempo, Bryam comprendió el razonamiento de su maestro. Su arte fue
progresando cualitativamente debido a la concentración y espiritualidad con que desarrollaba
sus movimientos. Gurna le comunicó a Bryam los peligros de acumular un exceso de energía en
el sistema nervioso al hacer uso de la energía Chi. El sistema glandular, principal factor de la
supervivencia humana desde los tiempos paleolíticos, produce en circunstancias de peligro o
combate un exceso de adrenalina que dispone al cuerpo y a la mente para la defensa y el
ataque. Si se canalizaba este exceso de energía a través de una lucha personal a favor de un
ideal de autoperfeccionamiento, sin duda se produciría un hombre superdotado, equilibrado y
eficiente, dispuesto a combatir sólo por un ideal elevado. Pero si, por el contrario, esta energía
se acumulaba en el sistema nervioso, se generaba una situación de violencia en permanente
ebullición, que acabaría desembocando en una interminable serie de actitudes negativas tan
dañinas para el propio individuo como para los que se relacionaran con él.
Durante dos años, Bryam asimiló los conocimientos que le impartió su maestro. Pero en
ese tiempo graves sucesos conmocionaron a la India, impidiéndole a la primera ministra Indira
Gandhi llevar a feliz término su política interna de reconciliación nacional. El 12 de noviembre
de 1984 se produjo el asesinato de la premier india, cuya persona fue baleada por sus
custodios en su residencia oficial de Nueva Delhi. Indira se oponía a la “Guerra de las
Galaxias”propugnada por la administración Reagan, así como también a la agresión a Nicaragua
y al bloqueo contra la mayor de las Antillas. Todo esto molestaba al gobierno norteamericano,
por lo que la CIA alentó y apoyó la rebelión de los sikhs con el propósito final de convertir al
estado norteño de Punjab en el independiente Khalistán. Para ello la Agencia Central de
Inteligencia llevó a cabo el “operativo Brahmaputra”, basado en los informes de inteligencia
recopilados por los analistas de la CIA, el Pentágono, y con el visto bueno del Departamento de
Estado, los cuales coincidían en que se debían concentrar las esperanzas en el Punjab, estado
fronterizo con Pakistán, y en el problema de los sikhs, manejado a capricho desde Londres y
Washington. Fue entonces que, contradiciendo su propia leyenda mística, los sikhs allanaron el
Templo Dorado y trataron de convertirlo en un bastión de su guerra irregular. Las autoridades
indias, con el consentimiento del gobernador Pande, decidieron operar dentro del templo
cuando se tuvo la certeza de que se estaban concentrando armamentos y elementos
terroristas. La operación codificada “Estrella Azul”, comenzó el 5 de junio de 1984 y tuvo que
vencer una fuerte resistencia al precio de muchas bajas. Después de sofocada la rebelión y
coincidiendo con los estimados de la seguridad india, se encontraron evidencias de que los
complotados estaban en comunicación con el exterior. Significativamente, algunas armas
ocupadas en el templo, tenían los mismos códigos que las suministradas por la CIA a los
contrarrevolucionarios afganos a través de Pakistán. Indira declaró ante la televisión londinense
que la utilización del templo en actividades terroristas “fue un plan para causar problemas a la
India”. Dijo además que era muy difícil decirlo porque no existían pruebas para demostrarlo,
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pero que se sospechaba la complicidad de la mano extranjera. La operación “Estrella Azul”era la
señal que usarían los sikhs para justificar su venganza en la persona de Indira.
Harinder Singh, un ex-funcionario indio que después de los sucesos en el Templo Dorado se
radicó en Oslo, tenía la fórmula para llegar al objetivo escogido por los sikhs. La hermana de su
mujer estaba casada con un escolta sikh de la dirigente india. En junio de 1983 Beant Singh
escoltó a Indira en su viaje a Noruega y ese fue un buen pretexto para encontrarse con
Harinder. Beant materializó su comprometimiento con el cobro de una parte de lo que le
pagarían por el magnicidio. Posteriormente Harinder y Beant volvieron a reunirse en Londres.
Allí ajustaron los detalles. Satwant Singh, el otro escolta complotado, viajó a Punjab alegando
que visitaría a unos parientes y cruzó la frontera hacia Pakistán para encontrarse con su
contacto, quizás el propio Harinder. Un patriota indio radicado en los Estados Unidos y dedicado
a estudiar la conexión de los terroristas sikhs con la CIA, le escribió una carta a Indira
alertándola. Pero fue en vano, se dice que Indira se negó a sacar a los sikhs de su escolta
porque la medida habría significado un mal precedente en su gestión unitaria nacional.
Sir Henry O´Hara, por su cargo de Embajador, tuvo conocimiento, horas antes, de los
sucesos que se producirían en la India; también fueron alertados numerosos barcos del grupo
de choque 109 de las Fuerzas Navales norteamericanas que se acercaron a las costas
de la India sospechosamente en régimen de silencio radial.
El día del atentado contra Indira, Sir Henry mandó a buscar a su hijo, y Bryam se personó
en el despacho de su padre. Al entrar al salón se percató de la presencia de un desconocido. Sir
Henry hizo las presentaciones formales y Bryam supo que el individuo, apellidado Farrell,
trabajaba para el MI6 británico. Su padre, sin preámbulo, le dijo:
- Hijo, no salgas hoy de la residencia para nada. El Sr. Farrell me ha advertido sobre el
peligro real de que se produzcan disturbios en Nueva Delhi.
- No se preocupe, padre. Hoy viene Gurna y quiero aprovechar al máximo el tiempo.
Sir Henry sonrió complacido y despidiendo a Bryam, dijo:
- Entonces, hijo, no te demoro más.
Bryam salió del despacho y se dirigió al patio de la sede diplomática, donde normalmente
recibía las lecciones de kung fu. Las horas pasaron y el profesor Gurna no concurrió a la cita. Al
anochecer Bryam supo la noticia de la muerte de Indira al leer el “Daily Milap”. A las nueve de
la noche el Embajador se reunió con sus agregados para analizar la situación creada en el país.
A Bryam le llamó la atención el hecho de que su padre le advirtiera sobre los posibles
disturbios, como si de antemano hubiera sabido sobre
la posibilidad del magnicidio. Por otro lado, al joven le suscitó curiosidad la visita del Sr. Farrell
a la Embajada, pero aquellas siglas del MI6 no le decían nada. Con el decursar del tiempo se
enteraría que se trataba del servicio de espionaje inglés, fundado en 1911. Pero eso sería
mucho después.
13
El MONJE Y LA PIEDAD
IV
Mientras Bryam O´Hara se preparaba para ingresar en la Universidad con el fin de
estudiar la carrera de Medicina, el proceso patológico detectado por vez primera en los Estados
Unidos en 1981, adquiría allí de inmediato, un carácter epidémico explosivo. En el período
comprendido entre mayo de 1980 y junio de 1981, M.S. Gottlieb y otros, publicaron y
reportaron cinco casos de hombres jóvenes homosexuales, estudiados en tres hospitales
diferentes en Los Ángeles, California, que presentaban neumonía a un germen oportunista (el
protozoo Pneumocystis carinii). En julio del propio año, se reportó el estudio de 26 casos de
hombres homosexuales, (20 en la ciudad de New York y 6 en California) que presentaban
sarcoma de Kaposi, solo o asociado a neumonía a P. carinii u otros tipos de infecciones
oportunistas. Los estudios inmunológicos realizados en estos pacientes tenían como común
denominador la presencia de una inmunodepresión severa que se caracterizaba, entre otros
datos, por la presencia de una anergia ante las pruebas de hipersensibilidad tardía y una
disminución de la relación entre las subpoblaciones linfocitarias T4/ T8 ( T4/ T8 disminuido). En
el año 1981, ante estos hechos, se crea en los Estados Unidos una “fuerza de tarea” del Center
for Disease Control (CDC) (radicado en Atlanta, Georgia) como aparato de vigilancia
epidemiológica del Public Health Service de E. U. A. Este tenía el propósito de determinar:
A. Factores de riesgo.
B. Realizar estudios de laboratorios.
C. Acumular la información diseminada con el propósito de combatir lo que
evidentemente era una nueva enfermedad. Ésta, inicialmente, recibió diversos nombres
relacionados con las características de la población en que se descubrió, como “Gay
Síndrome”, “Gay Related Inmunodeficiency”, etc.
En septiembre de 1982, los CDC elaboran una definición (VIDE INFRA) con el propósito de
estudios epidemiológicos de lo que se denominó Acquired Inmunodeficiency Síndrome (AISD).
En mayo de 1982, fue reportado (D. Milvan y otros) la aparición de un cuadro de
linfadenopatías persistentes en 57 homosexuales observados desde octubre de 1981 y que no
se debía a ninguna de las causas conocidas de estas alteraciones linfáticas. Se apreciaban
alteraciones similares a las del SIDA (aunque menores) del aparato inmunitario. En esa época
se reportó que uno de los casos había evolucionado mal, acabando por presentar un sarcoma
de Kaposi. En ese entonces se definió lo que se llamó CRS, ARS (en inglés), preSIDA, paraSIDA
o Síndrome de las linfadenopatías. En los años siguientes, se apreció una verdadera explosión
epidémica entre los “Casos de riesgo”en los E.U.A., especialmente en sus centros urbanos
mayores, donde se observó un crecimiento exponencial del número de casos reportados.
Mientras tanto, en Francia, en el año 1983, el grupo del Instituto Pasteur de París, dirigido
por Luc Montagnier, descubre como probable agente causal del SIDA un retrovirus al que
denomina virus LAV (virus asociado a linfadenopatías) por haberse aislado primeramente de un
homosexual con este síndrome. Meses más tarde, el grupo de trabajo dirigido por Robert Gallo,
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El MONJE Y LA PIEDAD
del Nacional Cancer Institute de Bethesda, en Maryland, E.U.A., identifica como agente
etiológico a un retrovirus al que denomina HTLV-III (Human-T- Leukemia-Linphoma-virus-III).
A finales de 1982 los datos epidemiológicos indicaban claramente que el SIDA era una
enfermedad infecciosa transmisible por vía sexual y por transfusión sanguínea. Por entonces
había casos raros, pero indiscutibles, de transmisión en hemofílicos tratados con extractos
sanguíneos procedentes de bancos de sangre, extractos que habían sido preparados de modo
que mediante filtración fueran eliminados solamente eventuales bacterias y hongos
contaminantes. Aquello hizo sospechar que el causante del SIDA no podía ser sino un agente
no retenido por los filtros (es decir filtrable); un virus. Las infecciones por diferentes virus
conocidos (CMV, HB, VEB, etc) son muy frecuentes en los enfermos con SIDA o predispuestos a
él; pero ninguna cepa en particular de dichos virus que pudiese explicar la novedad de esa
nosología había podido ser aislada en tales enfermos. Dos investigadores norteamericanos,
Myron Essex, del Instituto Nacional de la Salud Pública en Harvard, y Robert Gallo, del Instituto
Nacional del Cáncer en Bethesda, pensaron que un virus ya conocido, el HTLV (por Human T
cell leucemia virus) podía ser el agente causal de la enfermedad (el HTLV pertenece al grupo de
los retrovirus, muchos de los cuales causan cáncer o leucemia). Los científicos citados basaban
su razonamiento en el hecho de que virus leucemiantes en el gato y el ratón igualmente
podían, además de la leucemia, provocar en esos animales un síndrome de inmunodepresión
análogo en muchos aspectos al observado en el hombre. El HTLV-I es considerado el agente
causal de una forma de leucemia humana consistente en la proliferación ilimitada de células T
en el adulto.
Por la misma época (año 1983), en Francia, Luc Montagnier y sus colaboradores
obtuvieron linfocitos por una biopsia de un ganglio de un
enfermo homosexual afectado del síndrome llamado de linfadenopatías, los cuales fueron
puestos en cultivo en presencia de interleucina-2 y de suero anti-interferón. La interleucina-2
tenía por objeto favorecer la multiplicación de los linfocitos, mientras que el suero antiinterferón debía oponerse a la acción normal de éste: proteger a las células de las infecciones
víricas. En estas condiciones cabía esperar una multiplicación máxima del virus. El hecho de que
el enfermo, estudiado por los franceses, carecía prácticamente de inmunodepresión ( el SIDA
parece desarrollarse solamente en un 10% aproximadamente de los enfermos con paraSIDA)
hacía pensar por consiguiente, que si se aislaba el virus en él, no se podía considerar como
“oportunista”, o sea, que aprovechara la inmunodepresión para desarrollarse. Y esas ideas se
demostraron acertadas.
El primer experimento tuvo éxito al cabo de quince días de cultivo (a principios de enero
de 1983). Barré-Sinoussí, miembro del grupo de Montagnier, detectó en el sobrenadante de los
linfocitos del enfermo la retrotranscriptasa característica de los retrovirus. El virus se estudió al
microscopio electrónico, apareciendo extrañas imágenes en nada parecidas al HTLV-I. También
el comportamiento en los cultivos era diferente; el HTLV-I, responsable de las leucemias, hace
fácilmente inmortales los cultivos de linfocitos dando lugar a células que han experimentado
una transformación cancerosa y producen el virus. A la postre se demostró la afinidad electiva
(atropismo) del virus por los linfocitos T- 4. Gracias a estos estudios se pudo determinar la
estructura del VIH. El retrovirus del SIDA está compuesto por una envoltura proteica en cuyo
interior aparece un nucleoide, es decir, una formación densa que evoca un núcleo y que
contiene material genético constituido de ARN.Las unidades de ARN se unen a proteínas
formando el conjunto del nucleoide. Estas proteínas son de tres clases diferentes, con peso
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El MONJE Y LA PIEDAD
molecular 25 000, 18 000, y 13 000 daltons respectivamente. Provienen de un precursor común
de peso molecular de 55 000 daltons que es escindido por una enzima (proteasa). Entre las
proteínas del nucleoide figura asimismo la proteína clave de los retrovirus: la retrotranscriptasa,
que permite recopiar una molécula de ARN en ADN. El grupo de los retrovirus incluye lo s virus
de leucemia y sarcoma en animales (HTLV-I y HTLV-II), los virus espumosos de los primates y
los lenti-virus que tienen efectos citopáticos en las células en cultivos de tejidos y originan en
los animales enfermedades de progresión lenta. Estos últimos (los lenti-virus) parecen estar
asociados con la inmunodepresión, por lo que no resultó sorprendente que el retrovirus fuera la
causa primaria del SIDA.
Tras arduas investigaciones, los científicos elaboraron dos hipótesis sobre el origen del
virus del SIDA. La primera de ellas apuntaba hacia los monos verdes de África, que padecen de
infección por un retrovirus denominado SLAV-III. A partir de este retrovirus podía generarse el
VIH pasando por etapas intermedias, una de las cuales podría ser el HTLV-IV descrito por el
científico Myron Essex o el LAV-2, descrito por Luc Montagnier. La enfermedad podría estar
evolucionando en forma de casos esporádicos en el centro de África desde la década del 50 y
en mayor proporción desde la década del 70. Desde este lugar de origen, algunos inmigrantes
la llevaron a los Estados Unidos. La segunda hipótesis, sugerida por algunos autores, sin que
haya sido realmente demostrada, plantea que el virus del SIDA fue producto de un laboratorio
dedicado a investigaciones de la guerra biológica en los E.U.A., o de un “error”en un laboratorio
de virología, donde se estudiaban virus oncogénicos. A partir de éstos, el virus poseedor de
efectos no previstos pudo haberse extendido a la población general.
Desde el instante en que se detectó el virus transmisor de la enfermedad, diversos grupos
religiosos hablaron de “la cólera de Dios” sobre los seres humanos, mientras los institutos de
investigaciones científicas se dedicaron a la tarea de hallar una vacuna eficaz que se apiadara
de los enfermos y fuera capaz de erradicar el mal. La tarea de obtener la vacuna milagrosa se
convirtió en un proyecto contra reloj. Mientras tanto, el letal virus seguía cobrando nuevas
víctimas.
V
En el año 1985, Bryam O´Hara concluyó sus estudios de Bachiller en Londres y comenzó
la Universidad. Por esa fecha su padre había concluido su servicio diplomático en la India y
aguardaba a que el Foreigh Office lo destinara a un nuevo consulado. Sir Henry O´Hara
confiaba en que lo destinarían a la sede diplomática radicada en la República de Irlanda. Desde
el año 1981, la situación política en Irlanda del Norte se había agravado con la muerte de varios
presos políticos del IRA* en la prisión de Maze. Los presos republicanos
irlandeses habían fallecido luego de varios días de huelga de hambre, al negarse el gobierno de
la primera ministra británica Margaret Thatcher a reconocerles su status de presos políticos. La
primera víctima había sido Robert Sands, quien falleció en la madrugada del 5 de mayo de
1981, luego de 66 días sin ingerir alimentos. La “Dama de Hierro”se había mostrado
verdaderamente despiadada con los presos republicanos irlandeses del bloque H del Penal de
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El MONJE Y LA PIEDAD
Maze. En Belfast se habían producido diversas manifestaciones de protestas ante los
fallecimientos de los patriotas republicanos, creándose una tensa situación política que se
mantuvo hasta la fecha del nombramiento de Sir Henry O´Hara como embajador británico en la
República de Irlanda.
En el otoño de 1985, Sir Henry O´Hara comenzó a dirigir la sede diplomática y, siguiendo
los consejos del Sr. Farrell, reforzó las medidas de seguridad de la Embajada. Por
esos días el Sinn Fein, brazo armado del IRA, había desatado una serie de atentados
dinamiteros en el Ulster y en Belfast. La situación en el Ulster no podía ser peor, debido al clima
de terror implantado por los soldados británicos. En la ciudad de Belfast abundaban por
entonces los puntos de control en los cruces de calles, donde todo el mundo era objeto de
registros y cacheos. Los militares británicos patrullaban las calles con sus rifles en posición de
tiro. Más de cincuenta personas testificaron sobre las torturas a ciudadanos, sobre todo a los
reos políticos, a quienes les perforaban los oídos, los pateaban, golpeaban, quemaban y torcían
los genitales para arrancarles confesiones o para castigar la rebeldía patriótica de quienes no se
dejaban someter por la bota extranjera.
En medio de ese clima de violencia, Bryam O´Hara visitaba de vez en cuando la embajada
inglesa en Dublín. Cada vez que sus estudios universitarios se lo permitían, tomaba unos días
de descanso y se reunía con sus padres en la sede diplomática para debatir asuntos familiares y
sentir el calor de un hogar inexistente. En el internado de la Universidad recibía a menudo
cartas de Melisa Beesley, que cursaba la carrera de Medicina en la universidad estadounidense
de Harvard. Los lazos afectivos entre los jóvenes no se habían enfriado a pesar de la distancia
que el océano Atlántico interponía entre ellos. Bryam salía con diferentes chicas que le
brindaban momentos inolvidables de placer, pero en su corazón Melisa Beesley ocupaba un sitio
especial: el destinado sólo para el primer amor. A veces sentía celos al imaginar que Melisa
salía con chicos para refrenar la añoranza y la soledad que le imponían tanta lejanía, pero luego
el joven se consolaba con la convicción de que sus celos eran egoístas; si él tenía aventur as
ocasionales, era lógico que la joven también las tuviera. ¿O acaso sus aires de hombre moderno
y liberal eran una impostura que él trataba de sostener adoptando poses ajenas a sus
sentimientos? En definitiva Bryam estaba convencido de que la vida humana era lo más
parecido a la representación de una farsa. Y él, como todos, trataba de ajustarse a su papel sin
dejar entrever sus verdaderas emociones. De su padre había aprendido que el único confesor
de los hombres sobre el lecho era la almohada. Ella conocía los remordimientos y las angustias
más viscerales que sobrecogían el alma, mientras la piel exudaba su pánico y el hombre era
consciente de que estaba solo en medio de la noche, solo en el océano de la vida, sujeto a las
corrientes del destino. Eso era la vida humana, una ola sobre la marejada. Pero había que
aprender a flotar y a sostenerse sobre las olas, soportar las adversidades como el náufrago
enfrentaba la tempestad sin claudicar. Luego soplarían otros vientos y cada hombre encontraba
su equilibrio. Esa era la ley de la existencia y no había Dios ni credo que desvirtuara su esencia,
sólo era válida la experiencia con su cosecha de errores y aciertos.
En una de sus visitas a sus padres, Bryam había coincidido con el Sr. Farrell, que se
hallaba de visita por asuntos de trabajo en la sede diplomática. El hombre del MI6 y Bryam
habían sostenido en un diálogo severas discrepancias sobre temas políticos vinculados al
destino de Irlanda del Norte. Bryam, como todo joven, era romántico y creía de buena fe en la
igualdad y la justicia social, pero sus creencias no estaban subordinadas a intereses de clase y
veía en la rebeldía de los patriotas irlandeses el afán de independencia propio de los hombres
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El MONJE Y LA PIEDAD
que reclaman su tierra, sin mendigar ni hacer concesiones ante sus legítimos derechos. Aquellas
opiniones no agradaban, por supuesto, al Sr. Farrell, que veía en las expresiones del hijo del
embajador un reflejo de su inmadurez política que dejaba mucho que desear. Sir Henry O´Hara
intercedió a favor de su hijo al notar que Farrell se había acalorado.
- No se tome a pecho las opiniones de mi hijo, Edward. Él desconoce los subterfugios de la
política. Es lógico que por su edad sienta cierta simpatía por esos jóvenes que derrochan sus
vidas en una causa perdida.
Edward Farrell miró a Bryam con suspicacia y comentó:
-Ojalá sea sólo simpatía. Los tiempos que vivimos no admiten vacilaciones de parte de
nuestros súbditos.
- Usted, como siempre, hablando en nombre del Imperio Británico – se burló Bryam.
Farrell notó cierta molestia en el semblante de Sir Henry ante la expresión de su hijo, y
trató de apaciguar el ambiente hostil esbozando una sonrisa condescendiente.
- ¿Cómo marchan tus estudios? – preguntó Farrell a Bryam suavizando el tono de su voz.
- Bastante bien. Tengo excelentes calificaciones – respondió malhumorado Bryam.
- ¿Te has decidido ya por alguna especialidad? – inquirió nuevamente Edward.
- ¡Oh, sí! Deseo hacerme cirujano.
- Me parece una buena elección. Puedes contar con mi ayuda para lo que necesites – dijo
Farrell haciéndole un guiño cómplice a Sir Henry.
Bryam agradeció la atención del funcionario del MI6, pero notó inmediatamente que Los
dos hombres deseaban conversar a solas y decidió retirarse.
- Padre, te veo a la hora del almuerzo. Dale un beso de mi parte a mi madre – en ese
instante consultó su reloj de pulsera y agregó:
- Quiero hacer unas compras y ya se me hace tarde. Que tengan un buen día y hasta
pronto.
Los dos hombres maduros asintieron.
Cuando Bryam abandonó el despacho de su padre, Sir Henry y Edward pasaron
inmediatamente a ventilar otros asuntos. Al cabo de dos horas de intercambio de información
sobre la situación política en Irlanda, Sir Henry le hizo una petición inusual a Farrell:
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El MONJE Y LA PIEDAD
- Edward, ya sabes como son las cosas aquí. Si por algún motivo me sucediera algo,
quiero que te ocupes de mi familia y, especialmente, de Bryam. Asegúrate de que no carezca
de nada, sobre todo, deseo que lo aconsejes bien.
- No te preocupes Henry, yo me haré cargo, pero descuida, nada te sucederá. Con
seguridad vivirás para ver a tu hijo convertido en un excelente médico.
- Ojalá así sea – dijo Sir Henry con media sonrisa, tratando de olvidar una extraña
premonición que había anidado en lo profundo de su espíritu. En noches pasadas hab ía tenido
una pesadilla recurrente donde moría baleado a manos de varios desconocidos que, en sueños,
lo injuriaban. De ello había hablado con su esposa, pero recordaba ahora que su mujer no le
había dado demasiada importancia; incluso le había sugerido que moderara su apetito en la
mesa para evitar malas digestiones que interfirieran su reposo y le provocaran aquellos sueños
funestos. Pero Sir Henry O´Hara desconocía en esa fecha que el destino había hecho su juego,
sacando consabidas cuentas sobre su suerte. La sorpresa por la exactitud de aquel presagio se
le revelaría pocas semanas después, cuando resultase muerto en un atentado dinamitero que
acabaría con su carrera en el Foreign Office.
VI
El edificio que oculta el cuartel general del Mossad es un bloque de oficinas, cuyo garaje
subterráneo cobija tiendas a cada lado. En el vestíbulo, antes de llegar a las vidrieras del Banco,
están los rótulos con los nombres de las empresas que ocupan los pisos superiores de la
edificación. En el último piso se sitúa una agencia de Importación y Exportación. Esta empresa
es la pantalla del Mossad. En una de sus salas, cuyas paredes están pintadas de blanco, y cuyo
mobiliario comprende una larga mesa con sus sillas, se reúnen con frecuencia los jefes de la
Inteligencia israelí. Durante las reuniones secretas, a la derecha del director se sienta el jefe del
Aman (sección de Inteligencia Militar), cuya misión es mantener a Israel al tanto de los
preparativos de guerra que realicen sus enemigos. A la izquierda se sienta el jefe del Shabak (
la palabra Shabak es una contracción de Sherut Bitchen, que en hebreo significa Servicio de
Seguridad). El Sherut Bitchen Klali es la sección que vela por la seguridad interna de Israel, y
con estas tres palabras se ha formado la abreviatura de Shabak. A continuación en la mesa de
reuniones tienen sus puestos los otros dos hombres del quinteto: uno es el director del servicio
que se ocupa exclusivamente del destino de los judíos en “las tierras donde no existe
persecución antisemita”.Entre ellas se cuentan todos los países árabes y comunistas. El otro
asistente es el director general de la división de investigación del Ministerio de asuntos
Exteriores, encargada de evaluar la situación política en las capitales árabes, cuestión de suma
importancia para la seguridad de Israel. Además es común que asistan a las reuniones, en
calidad de observadores, el inspector general de la Policía y el jefe de la Sección Especial, brazo
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El MONJE Y LA PIEDAD
ejecutor del Shabak en la lucha contra el terrorismo interno, conocido como Sherut Bitachon o
abreviadamente como Shin Beth. La organización, cuyo nombre completo es “Mossad Aliyah
Beth” (organización para la Segunda Inmigración), fue fundada en 1937. Por aquella fecha su
objetivo era ayudar a los judíos a salir de Europa y llevarlos hacia Palestina. Después de la
fundación del Estado De Israel, en 1948, el Mossad se convirtió en el principal organismo de los
Servicios de Inteligencia, y su director pasó a dirigir las cinco ramas de que éstos se componen.
La historia de los Servicios Secretos israelíes se remonta al período de la colonización judía
en Palestina. Al tener que enfrentarse a los ataques árabes, los colonos judíos crearon, a
principios del siglo XX, una organización de defensa común que más tarde se llamó “Hashomer”
(El Guardián). Posteriormente, cuando la población judía de Palestina creció y el sueño de un
“Hogar Nacional” comenzó a hacerse realidad, la “Hagana” o “Defensa”, fue un arma
clandestina que extendía sus ramificaciones por todo el país. Pero en aquel entonces se hizo
evidente la necesidad de crear un servicio de información capaz de prever las actividades
terroristas de las bandas árabes de Palestina. Este embrión del Servicio Secreto, cuando aún
Palestina estaba bajo el mandato británico, se denominó “Sheruth Yadiet” o “Shay”, que
significa precisamente “Servicio de Informaciones”. La “Hagana” y el “Shay”, al igual que
las agrupaciones de autodefensa como el “Irgoun”y el Grupo Stern, y sus respectivos servicios
de información estuvieron integrados desde 1948 en el aparato defensivo del Estado de Israel.
El Mossad (Servicio de Información y Documentación) es la rama más importante de los
Servicios Secretos de Israel, puesto que sus agentes operan en el extranjero. Entre sus
operaciones más exitosas se recuerdan la captura de Adolph Eichmann en Argentina y la
persecución de los sabios alemanes que trabajaban para facilitarle cohetes teleguiados de
mediano alcance al gobierno de Egipto.
En la discreta sede del Mossad en Tel Aviv, había tenido lugar una reunión esa mañana.
Elie Neeman, funcionario de los Servicios Secretos, se dirigió a una de las oficinas del último
piso del inmueble. Elie era sobrino de Youvel Neeman, el genio israelí que fue el primero en
aplicar la cibernética al análisis de los informes de Inteligencia y además era el padre de la
bomba atómica israelí. Elie era un directivo de 39 años y procedía del “Modiin”, la rama militar
de los Servicios Secretos, pero su sagacidad y habilidad para hacer análisis brillantes le habían
facilitado la promoción hacia el Mossad. Esa mañana estaba citado con uno de sus agentes; en
este caso se trataba de la doctora Amira Azzar, experta viróloga, enrolada diez años antes en
los Servicios Secretos. Elie había estudiado detalladamente su expediente y confiaba en que la
decisión tomada por él era la más acertada. La doctora Azzar entró en el despacho y saludó a
su jefe con una sonrisa radiante. Neeman le ofreció asiento y se sentó a su lado en el mismo
sofá. En sus manos Elie tenía un dossier que contenía varios documentos y fotografías tomadas
en los Estados Unidos, las cuales mostró a su agente. La doctora Azzar reconoció en las
instantáneas la figura del científico norteamericano Robert Gallo, así como las instalaciones del
Instituto Nacional del Cáncer en Bethesda, Maryland. Elie fue directo al asunto al plantearle la
misión a la doctora:
- Amira, la he elegido a usted, entre otros candidatos, porque reúne las condiciones que
necesitamos para esta tarea a largo plazo.
-¿Y en qué consiste mi misión, Sr. Neeman?
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