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EL APORTE DE LOS BOSQUES PARA LA MITIGACIÓN DEL CAMBIO CLIMÁTICO GLOBAL
Y EL DESARROLLO SUSTENTABLE DE COMUNIDADES LOCALES
Guillermo E. Defossé1,2 y Gabriel A. Loguercio1,3
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Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico (CIEFAP)
Profesor de Ecología Forestal, Universidad de la Patagonia San Juan Bosco e Investigador del CONICET
3
Becario Posdoctoral CONICET
2
RESUMEN
Desde los comienzos de la revolución industrial, las emisiones antropogénicas han aumentado en la
atmósfera la concentración natural de los gases de efecto invernadero (GEI). El más importante de estos GEI
es el dióxido de carbono (CO2), siendo sus fuentes principales el uso de combustibles fósiles y en menor
medida los cambios en el uso del suelo (deforestación por extensión de las fronteras agrícolas y explotación
maderera no sustentable). En los últimos 100 años, el aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera
elevó la temperatura media global en alrededor de 0,6 ºC. Este aumento está ocasionando cambios como
profundización de los períodos de sequías, prolongación de los períodos de lluvias y sus consecuentes
inundaciones, descongelamiento de las masas de hielo y aumento del nivel de los mares, etc. De continuar el
actual nivel de emisiones, los pronósticos y modelos indican que en los próximos 100 años la temperatura
media global aumentará entre 3 y 6 ºC y el nivel de los mares entre 0,4 y 1 m. Estos cambios, que están
impactando dramáticamente sobre los ecosistemas naturales, afectan a los distintos sectores de la economía y
las sociedades en general, y de no mediar esfuerzos para su mitigación en el futuro cercano pondrán en
peligro la propia vida sobre la tierra.
En la Cumbre de Rio´92 se creó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático
(CMCC), quién está representada por más de 150 países, y tiene como meta negociar acciones para
estabilizar la concentración de GEI que permita la adaptación natural de los ecosistemas, sin poner en riesgo
la producción de alimentos y el desarrollo económico sustentable. Reconoce que existen países
industrializados que son los mayores responsables de las emisiones acumuladas, y deben entonces reducir sus
emisiones (ANEXO I) y países en vías de desarrollo (NO ANEXO I) sin compromisos actuales de reducción
de emisiones. Para fortalecer los objetivos de la CMCC, en 1997 se suscribió el Protocolo de Kioto, que
establece un compromiso vinculante de reducción de emisiones de los países ANEXO I entre los años 20082012 a un nivel promedio de 5,2 % menos respecto a las emisiones de 1990. Al mismo tiempo establece
mecanismos de flexibilización, para que los países ANEXO I puedan alcanzar sus compromisos mediante
otras vías. Estos mecanismos son la Implementación Conjunta, el Comercio de Emisiones y los Mecanismos
de Desarrollo Limpio (MDL). Mediante este último, países ANEXO I podrán financiar proyectos en países
NO ANEXO I que demuestren su contribución a la mitigación de cambio climático global y al desarrollo
sustentable local. Argentina es NO ANEXO I y por lo tanto podrá participar del MDL, recibiendo
inversiones y transferencia tecnológica para proyectos que demuestren reducciones de CO2 y contribuyan al
desarrollo sustentable.
Los tipos de proyectos posibles pueden resumirse en tecnológicos, para el uso más eficiente de la energía o
cambios a fuentes de energía menos contaminantes y por energías limpias (eólica y solar) y los proyectos de
cambios en el uso del suelo, dentro de los cuales se encuadran los proyectos forestales. Los bosques
mediante la fotosíntesis absorben CO2 de la atmósfera, lo fijan en su biomasa y eliminan O2 al aire, y así
reducen CO2 del aire, y lo almacenan por largo tiempo en su biomasa y en el suelo. Los proyectos forestales
pueden contribuir a la mitigación del cambio climático a través de evitar emisiones, por ej. mediante la
conservación de bosques, absorber CO2 del aire, por ej. mediante forestaciones en área libres de bosque, y
sustituir productos que consumen gran cantidad de CO2 en su fabricación (cemento, hierro, aluminio), por
similares de madera, energéticamente más eficientes, o como biocombustible. Los proyectos forestales
concebidos para mitigar el cambio climático, contribuirán además adicionalmente en forma significativa al
desarrollo sustentable, mediante mejoras en las prácticas de manejo forestal y aumento del valor de los bienes
y servicios producidos, generación de empleo y mejora de condiciones de vida de poblaciones rurales, mejora
en la productividad de la tierra, control de la desertificación, conservación de la biodiversidad, etc.
Argentina cuenta hoy con 30 millones de ha de bosques nativos (de los mas de 90 millones de principios de
1900) y 20 millones de tierras forestables. Patagonia cuenta con cerca de 2,6 millones de ha de bosque
nativo (fuera de Parques Nacionales) y unas 2 millones de ha forestables entre Neuquén. Río Negro y
Chubut. Este gran potencial para el desarrollo de proyectos de mitigación del cambio climático mediante
1
MDL representa una oportunidad para el país, y especialmente para la región, que contará así con una
herramienta adicional para poner en marcha políticas de conservación y manejo de nuestros bosques nativos
e implantados. En este sentido, con la participación del CIEFAP se han iniciado esfuerzos para el desarrollo
de proyectos pilotos de este tipo, tanto en el bosque nativo como en plantaciones. La implementación de
dichos proyectos será una oportunidad para aprovechar de las ventajas y oportunidades que tienen los
proyectos forestales para la mitigación del cambio climático y su contribución al desarrollo forestal
sustentable de las comunidades locales de Patagonia.
EL PROBLEMA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL
Las zonas climáticas se están desplazando, los glaciares se están descongelando, y el nivel de los océanos se
eleva; "el planeta se está calentando". Estos son algunos de los anuncios que cada vez con más frecuencia
escuchamos, ya no sólo como predicción de los climatólogos, sino como sucesos catastróficos del presente
que nos informan a diario los medios masivos de comunicación. Estos acontecimientos de orden
meteorológico han alertado a la comunidad internacional, que ve en ellos una amenaza futura para el
desarrollo económico y la preservación de las condiciones ambientales necesarias para mantener las distintas
formas de vida sobre la tierra, tal como hoy son concebidas. Es lo que se conoce como "El cambio climático
global".
La principal causa del cambio climático global es la emisión de gases provenientes de la combustión de
fuentes de energía fósil, que intensifican el denominado "efecto invernáculo o invernadero". Los gases que
participan en este proceso se denominan, en consecuencia, gases de efecto invernadero (GEI). En la
atmósfera existen concentraciones naturales de distintos GEI. Dichos gases, de los cuales el más importante
es el dióxido de carbono (CO2), dejan pasar la radiación de onda corta proveniente del sol, que al llegar a la
superficie de la tierra se convierte en calor; parte de este calor es transferido al suelo y parte es reflejado
como radiación de onda larga. Luego, esta radiación de onda larga que emite la tierra choca en las capas
bajas de la atmósfera con los GEI, siendo devueltas hacia el suelo en forma de radiación (calórica) de onda
larga. Este fenómeno físico es responsable de calentar a la atmósfera, llevando la temperatura media anual
de -18 ºC a alrededor de 15 °C, lo que hace posible la vida en nuestro planeta (IPCC, 1992).
Desde el inicio de la era industrial, como producto del uso de energías derivadas de fuentes fósiles (petróleo,
carbón, gas, etc), las emisiones antropogénicas han aumentado considerablemente la concentración de CO2
en la atmósfera (Amthor, 1995, figura 1). Las principales fuentes de CO2 han sido las emisiones por la
utilización de combustible fósil y los cambios en el uso de la tierra. En los últimos 50 años, este aumento de
la concentración ha sido mayor al 25% (Houghton 1995). Considerando las absorciones por los sumideros
naturales (bosques, otro tipo de vegetación y mares) y las emisiones por las fuentes de CO2, el balance anual
neto de emisiones “extra” que la atmósfera recibe llega a aproximadamente 3.000 millones de toneladas/año
(Schimel, 1995). Como producto de este exceso de concentración de CO2 se ha incrementado el efecto
invernadero, provocando un aumento en la temperatura media de la atmósfera desde el inicio de la era
industrial del orden de 0,6 °C (Roodman, 1994, figura 2). Esto ha provocado cambios en los procesos físicometeorológicos y medioambientales, responsables de que en algunas regiones ocurran inundaciones y en
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otras sequías prolongadas, así como una mayor ocurrencia de tornados, huracanes, etc., todos con sus
consecuencias negativas, tanto biológicas como económicas y sociales.
Figura 1.
Evolución de la concentración de CO2 en la atmósfera terrestre desde 1850 hasta 1990. La concentración
normal de este gas durante los 1000 años anteriores osciló en alrededor de las 280 ppmv.
Figura 2.
Evolución de la temperatura global desde 1860 hasta nuestros días. Nótese la tendencia durante los últimos
años, que se correlaciona positivamente con el aumento en la concentración de CO2 en la atmósfera
presentada en la figura 1.
¿CÓMO SE PUEDE ENFRENTAR EL PROBLEMA?
Lo primero a realizar para enfrentar este grave problema es disminuir las emisiones industriales y domésticas
de CO2 a través de la incorporación de tecnologías menos contaminantes o cambios hacia fuentes de energías
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limpias (eólica, solar, etc.). Para ello se requieren transformaciones profundas, que los países industriales
(mayores responsables de las emisiones presentes y pasadas) están dispuestos y obligados a realizar por su
responsabilidad histórica.
Pero lógicamente, estos cambios no deben poner en peligro el desarrollo
económico y social alcanzado. El Protocolo de Kioto −que es el marco legal más avanzado que han logrado
las negociaciones internacionales en este tema− establece que, luego de su ratificación, las naciones
desarrolladas deberán en promedio reducir sus emisiones (para un primer período entre los años 2008-2012)
en un 5,2 % menos que las emisiones verificadas en el año 1990 (www.unfcc.de).
Por otro lado, los países en vías de desarrollo también tienen su responsabilidad en las emisiones de GEI
(aunque en menor medida), sobre todo por la quema y posterior cambio de uso de la tierra en los bosques
tropicales, procesos que liberan al aire grandes cantidades de CO2, así como por el cada vez mayor uso de
energía fósil como producto del aumento de la población y del crecimiento económico (figura 3). En las
discusiones internacionales se plantea que el desarrollo económico de estos países no debería seguir el
modelo aplicado por los países industrializados, a costa de los recursos naturales y el clima, sino bajo formas
que contemplen un uso más eficiente de la energía y que sea ésta menos contaminante. Estamos aquí
entonces ante lo que se denomina un proceso de desarrollo sustentable, que es aquel que “permite a las
generaciones presentes hacer uso de los recursos para satisfacer las necesidades de la sociedad actual, sin
comprometer aquellos recursos que puedan satisfacer las necesidades de generaciones futuras” (WCED,
1992).
Figura 3.
Emisiones de CO2 tanto por fuentes industriales como por cambios en el uso del suelo en el período
comprendido entre 1850 y 1990. Nótese el incremento exponencial del consumo de energía fósil a partir de
la década del ´60.
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EL ROL DE LOS BOSQUES COMO ALMACENES DE CARBONO
La vegetación, a través de la fotosíntesis, transforma energía solar en energía química, absorbiendo CO2 del
aire para fijarlo en forma de biomasa, liberando en este proceso oxígeno (O2) hacia la atmósfera. Los
bosques, en particular, juegan un papel preponderante en el ciclo global del carbono (figura 4) ya que:
- Almacenan grandes cantidades de carbono (C) en su biomasa (tronco, ramas, corteza, hojas y raices) y en el
suelo (mediante su aporte orgánico)
- Intercambian C con la atmósfera a través de la fotosíntensis y respiración.
- Son fuentes de emisión de C cuando son perturbados por causas naturales, por ejemplo incendios,
avalanchas, etc., o antrópicas, como la quema para habilitar campos a actividades agropecuarias,
explotaciones forestales sin conceptos silviculturales, etc.
- Pero también son almacenes (transferencia neta de CO2 del aire a la vegetación y al suelo, donde son
almacenados) cuando se abandonan las tierras perturbadas, que se recuperan mediante la regeneración
natural.
-
La madera, usada sustentablemente, premite sustituir materiales en la construcción. Reemplazando vigas
de concreto por similares de madera, permite ahorrar 9 veces su valor en términos de energía consumida
para su fabricación; 21 veces si reemplazamos pisos de concreto por pisos de madera, y 30 veces si
hacemos paredes de paneles de madera en vez de paredes de ladrillo (Koch, 1992).
Figura 4 a. El rol de los bosques en el ciclo del carbono. A través del proceso de fotosíntesis, los bosques
acumulan carbono en la biomasa y liberan oxígeno a la atmósfera. También favorecen la
acumulación de carbono en la materia orgánica del suelo, lo que incrementa su capacidad de
almacenamiento.
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Figura 4 b.
Distintos compartimientos donde se almacena el carbono en el ecosistema bosque, tomando a un árbol como
ejemplo.
El hombre, a través del manejo silvicultural sustentable de los bosques nativos existentes, de la creación de
nuevos bosques mediante forestaciones y reforestaciones en áreas donde no existen árboles, y de la
utilización de productos de madera de larga vida, es capaz de aumentar los flujos y reservas del Carbono en
los bosques, utilizando entonces su enorme potencial para mitigar los efectos del cambio del clima sobre la
tierra.
MECANISMOS INTERNACIONALES PARA LA IMPLEMENTACIÓN DE PROYECTOS
FORESTALES DE MITIGACION DEL EFECTO INVERNADERO. EL EJEMPLO DE
PATAGONIA
Una característica del efecto invernadero es que resulta indiferente dónde se produzcan las emisiones o la
captura por sumideros, ya que sus consecuencias tienen siempre un carácter global que nos afecta a todos.
Por ello, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMCC), donde desde 1992
se agrupan más de 150 países para negociar soluciones a esta problemática, habilitó en su momento una etapa
experimental hasta el año 2000 para el desarrollo de proyectos que contribuyeran a la mitigación del exceso
de CO2 atmosférico, a llevar a cabo en forma conjunta entre dos o más países, que se denominaron
Actividades Implementadas Conjuntamente (AIC o AIJ).
Posteriormente, ante la falta de resultados tangibles en los compromisos voluntarios de reducción de
emisiones, las naciones de la CMCC firmaron en 1997 el Protocolo de Kioto. Este acuerdo estableció
compromisos vinculantes (metas obligatorias) de reducción de emisiones y dispuso habilitar −una vez
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ratificado− tres mecanismos de flexibilización para que los países con compromisos de reducción de
emisiones puedan cumplir con ellos, bajo la premisa de que sus mayores esfuerzos deben siempre invertirse
en la reducción de emisiones domésticas (en sus respectivos países). Estos mecanismos de flexibilización son
la Implementación Conjunta (IC), el Comercio de Emisiones (CE) y los Mecanismos de Desarrollo Limpio
(MDL). Mientras las dos primeras opciones pueden ser utilizadas sólo entre países con compromisos de
reducción de emisiones (los países denominados “del Anexo I”, de la CMCC, que son los desarrollados), los
MDL abrirán la posibilidad de realización de proyectos conjuntos entre países industrializados con
compromisos de reducción de emisiones (Anexo I) y países en vías de desarrollo (no Anexo I). Esto significa
la posibilidad de transferir grandes cantidades de recursos financieros y de know-how tecnológico para
promover procesos de desarrollo sustentable. Estos proyectos deberán demostrar que producen:
-
la reducción de emisiones industriales ó
-
la fijación de CO2 y/o conservación del carbono ya existente en almacenes (o sumideros de carbono).
A través de alguna de estas formas, o mediante su combinación, los paises industrializados podrán
contabilizar la reducción de emisiones de CO2 o su fijación en almacenes (o sumideros), medidos en
toneladas de carbono, para alcanzar sus compromisos establecidos ante la CMCC en el Protocolo de Kioto.
Dentro de los proyectos forestales, la creación de bosques en áreas degradadas o el manejo forestal de
bosques nativos que evite su quema o degradación por formas tradicionales de uso no sustentable, cumpliría
efectivamente con este objetivo, demostrando una acumulación neta de C en la biomasa y el suelo, en forma
adicional a la que existiría sin la implementación del proyecto.
La Patagonia Argentina, por ejemplo, presenta un gran potencial para el desarrollo de forestaciones con
especies exóticas de rápido crecimiento y alta capacidad de absorción de CO2, en una faja de
aproximadamente 50 km de ancho entre el bosque nativo y la estepa y que abarca las provincias de Neuquén,
Río Negro y Chubut (CIEFAP, 1997). La superficie forestable potencial estimada es de alrededor de
2.000.000 ha. (Figura 5). Estas tierras incluyen a suelos fuertemente degradados por el pastoreo excesivo a
lo largo de este siglo, encontrándose grandes zonas con marcados procesos de desertificación. Las especies
forestales utilizadas en dichas forestaciones, que actualmente no cubren más del 3 % del área forestable, son
principalmente el Pino ponderosa y luego el Pino oregón, ambos originarios de la costa oeste de EEUU. Sin
perjuicio de ello, se han ensayado otras especies con futuro promisorio, como Pinus monticola, Larix
decidua, Robinia pseudoacacia, Abies alba, Sequoiadendron giganteum, Quercus robur, etc. (Godoy, 2000),
lo que diversificaría las plantaciones y disminuiría su vulnerabilidad a plagas y enfermedades.
Algunas de las principales ventajas de la Patagonia para el desarrollo de forestaciones en el contexto de los
MDL son los siguientes:
-Tierras aptas para forestación fuera del bosque nativo, con diferentes grados de desertificación
-Estructura y tenencia de la tierra favorables
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-Organizaciones forestales establecidas (Direcciones de Bosques provinciales, CIEFAP, CORFONE,
CORFO, INTA)
-Altas tasas de desocupación rural. Posibilidades de mejoramiento socio-económico a través del empleo
forestal
-Conocimientos técnicos para el desarrollo de plantaciones y manejo silvicultural
-Tasas de crecimiento promedio entre 15-20 m3/ha/año con turnos de 35-40 años (notablemente superiores a
las registradas en los países de origen de las especies utilizadas) (Gonda, 1998).
-Promociones estatales a las forestaciones (subsidios nacionales y provinciales).
-Plantaciones ya desarrolladas en una magnitud que demuestra ampliamente su viabilidad.
Figura 5.
Area de los bosques Andino-Patagónicos y tierras forestables en la estepa aledaña. El área forestable
corresponde a lo efectivamente estudiado y cartografiado en detalle, lo que implica que el área
potencialmente forestable podría significar una superficie mayor .
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Considerando sólo la biomasa aérea de los fustes (troncos), las cantidades de carbono que pueden acumular
estas plantaciones representaría 3-4 toneladas/ha/año; si se incluyen las ramas, hojas y raíces llegaría a 4,5 - 6
toneladas/ha/año, lo que equivale a 160 - 210 toneladas/ha de carbono acumulado a los 35 años. Ello
representa un equivalente de absorción de CO2 del aire del orden de 580 - 770 toneladas por hectárea. Es
necesario recalcar que en Patagonia aún no existen estudios sobre la acumulación de carbono en el suelo, que
aumentarían considerablemente estos valores estimados.
La productividad actual de los sitios, según el uso tradicional ganadero, permite mantener estabilizado un
nivel de carbono estructural en la vegetación rala (herbácea y arbustiva) que alcanzaría a solo 3,5
toneladas/ha, o menos (Ares et al., 1990; Defossé et al., 1990). Ello muestra el importante potencial
"adicional" de fijación de carbono que se podría alcanzar con el desarrollo de forestaciones en Patagonia.
Con estas perspectivas, desde el año 1998 se han iniciado en la región proyectos piloto privados de
forestación para la fijación de CO2 en tierras forestables degradadas por uso pastoril, entre una empresa
alemana "Institut für Umwelt und Entwiklung" -IUE- (Instituto para el Medio Ambiente y el Desarrollo) y
productores patagónicos. Estos proyectos que entre 1998-1999 sumaron una superficie cercana a 3000 ha.,
han contribuido a duplicar la tasa de forestación en la región.
Por otro lado y en relación con el bosque nativo, nuestro Centro de Investigación y Extensión Forestal
Andino-patagónico (CIEFAP), en conjunto con la Fundación PRIMA KLIMA, una ONG alemana sin fines
de lucro que tiene como objetivo promover forestaciones y desarrollo sustentable de bosques para mitigar el
efcto invernadero, han concluído con éxito la etapa de prefactibilidad y el diagnóstico técnico para el
desarrollo de un importante proyecto de conservación y uso sustentable de bosques nativos de lenga y ñire,
en la cuenca de los lagos La Plata y Fontana en la precordillera del Chubut. Dicho proyecto, que se inscribe
dentro de los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL) del Protocolo de Kioto, se desarrollará en conjunto
con instituciones del Gobierrno Provincial y la Municipalidad de Alto Río Senguer, y tiene un fuerte
componente socioeconómico. El producido de los posibles derechos de fijación y/o reducción de emisiones
de CO2 certificables como consecuencia de las acciones previstas será compartido en partes iguales entre la
ONG y el Gobierno del Chubut, previéndose la reinversión de estos fondos en proyectos ambientales y la
creación de un Fondo para el Desarrollo Ambiental, Forestal y Ecoturístico del Municipio Alto Río Senguer.
Creemos que los proyectos de desarrollo sustentable de los bosques nativos y otros proyectos de forestación,
además de almacenar carbono atmosférico y reducir sus efectos en el cambio climático global, podrán
también ser la herramienta que necesitamos para el despegue forestal de la Patagonia y el mejoramiento en la
calidad de vida de las comunidades locales.
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