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Facultad de Filosofía y Letras
Departamento de Filosofía
Universidad de Málaga
EPISTEMOLOGÍA DEL DISCURSO BIOLÓGICO
DE FRANCISCO J. AYALA
Diego Cano Espinosa
2002
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A Gloria y Juan-Diego
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D. IGNACIO NÚÑEZ DE CASTRO, Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Málaga y D. ANTONIO J. DIÉGUEZ LUCENA, Profesor Titular de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad de Málaga,
CERTIFICAN:
Que el trabajo titulado “EPISTEMOLOGÍA DEL DISCURSO BIOLÓGICO DE F. J.
AYALA” realizado por el licenciado D. Diego Cano Espinosa, ha sido dirigido por los
abajo firmantes como proyecto de Tesis Doctoral. Consideramos que dicho trabajo reúne las condiciones científicas necesarias para optar al Título de Doctor por parte del
interesado.
Málaga, 15 de agosto de 2002.
Fdo: Dr.Ignacio Núñez de Castro
Fdo: Dr. Antonio J. Diéguez Lucena
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AGRADECIMIENTOS
Expreso mi gratitud, en primer lugar, al Dr. D. Francisco J. Ayala Pereda, por
enviarme con presteza su currículo académico y honorífico por mí solicitado, así como
por su grata aprobación para realizar este trabajo.
Mi más profundo agradecimiento al Dr. D. Ignacio Núñez de Castro García,
Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Málaga, porque
sin sus exigentes y siempre amables observaciones, sin su constante estimulación y optimismo junto a su sincera y noble amistad y ayuda bibliográfica, no hubiera sido posible la realización de esta Memoria Doctoral. No menor es mi reconocimiento al Dr. D.
Antonio J. Diéguez Lucena, Profesor Titular de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la
Universidad de Málaga, por sus atinadas correcciones que han mejorado la calidad de
este trabajo y por haberme ofrecido siempre su solícita atención y amistad. Para ambos
directores, mi mejor disposición.
De modo especial me siento amorosamente obligado a Gloria y Juan-Diego, mi
esposa e hijo, porque no me han escatimado los medios necesarios para terminar mi
obra y por su aprobación, paciencia y tolerancia en mis muchos ratos de absentismo.
Vaya por ellos, desde estas páginas, un brindis de hondo amor familiar.
Extiendo mi correspondencia a todas aquellas personas, que de un modo u otro,
han contribuido a la ejecución de esta Memoria. Una especial consideración merece mi
amigo José Mª González Ordóñez, él me inició con maestría en el manejo del ordenador.
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CURRÍCULO ACADÉMICO Y HONORÍFICO DEL DR. F. J. AYALA.
El Profesor D. Francisco José Ayala Pereda nació en Madrid y vive en Estados
Unidos desde 1961, obteniendo la ciudadanía estadounidense en 1971. Es profesor de
Ciencias Biológicas y de Filosofía en la Universidad de California Irvine. Es autor de
más de 650 artículos y de 12 libros. Centra su trabajo de investigador sobre Genética
Evolutiva y Poblacional que incluye origen de las especies, polimorfismo de poblaciones, origen de la malaria, estructura poblacional del parásito protozoario y el reloj molecular de la evolución. También ha escrito sobre la relación entre Religión y Ciencia y
sobre Epistemología, Ética y Filosofía de la Biología.
Es miembro del Comité de Consejeros en Ciencia y Tecnología del Presidente
de los Estados Unidos. Ha sido Presidente de la Asociación Americana para el Progreso
de la Ciencia. Es miembro de la Academia Nacional de Ciencias, de la Academia Americana de las Artes y de las Ciencias, de la Sociedad Americana de Filosofía, de la Asociación Americana para el Progreso de la Ciencia y de la Academia de Ciencias de California. Es miembro de la Academia de Ciencias de Rusia, de la Real Academia de Ciencias de España, de la Academia Mejicana de Ciencias y del Instituto Hispanoamericano
para el Progreso.
Ha sido Presidente de la Sociedad para el Estudio de la Evolución, miembro
del Consejo de la Academia Nacional de las Ciencias de los Estados Unidos, del Consejo Nacional del Instituto de Medicina General, del Consejo Nacional para el Proyecto
Genoma Humano, del Comité Ejecutivo de la Agencia de Protección del Medioambiente, de la Comisión sobre las Ciencias de la Vida, del Consejo Nacional de Investigación
y Testigo Experto en el Tribunal de Arkansas sobre la enseñanza de la Evolución.
Ha sido Profesor invitado por diferentes Universidades y otras instituciones de
los Estados Unidos, por Universidades de diversos países como Bélgica, Brasil, Canadá,
China, Colombia, República Checa, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Gran
Bretaña, Grecia, Holanda, Italia, Japón, Méjico, Noruega, Panamá, Perú, Rusia, España,
Suiza, Venezuela, Yugoslavia.
Es Doctor Honoris Causa de la Universidad de Atenas, Barcelona, León, Vigo
e Islas Baleares.
Ha recibido la Medalla de Oro de Honor “Gregorio Mendel” de la Academia
de Ciencias de la República Checa, la de Presidente del Instituto Americano de Ciencias
Biológicas, la Medalla a la Libertad y Responsabilidad Científicas de la A.A.A.S., la
Medalla del Colegio de Francia y la Medalla de la Universidad de California.
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ÍNDICE
Introducción.
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PRIMERA PARTE
1. Epistemología de F. J. Ayala.
1. 1. Etimología.
1. 2. Concepto.
1. 3. Historia.
1. 4. Cuestiones epistemológicas.
1. 5. Epistemología de F. J. Ayala:
1. 5. 1. Ciencia empírica.
1. 5. 2. Características de la ciencia empírica.
1. 5. 3. Método científico.
1. 5. 4. Criterio de demarcación de la ciencia.
1. 5. 5. Verificación y falsación.
1. 6. Epistemologías evolutivas:
1. 6. 1. Epistemología evolutiva de S. Toulmin,
según F. J. Ayala y R. Ruiz.
1. 6. 2. Epistemología evolutiva de K. Popper,
según F. J. Ayala y R. Ruiz.
1. 6. 3. Epistemología evolutiva de D. Hull,
según F. J. Ayala y R. Ruiz.
1. 7. Consideración final.
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2. Epistemología del discurso físico y biológico.
Racionalidad. Paradigmas.
2. 1. Epistemología del discurso físico:
2. 1. 1. La nueva física.
2. 1. 2. Reflexión filosófica sobre el discurso físico
moderno.
2. 1. 3. Racionalidad del discurso físico.
2. 1. 4. Paradigmas del discurso físico.
2. 1. 5. Conclusión.
2. 2. Epistemología del discurso biológico:
2. 2. 1. Racionalidad del discurso biológico.
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2. 2. 2. Racionalidad de la biología moderna.
2. 2. 3. Aproximación biológica al ser vivo.
2. 2. 4. Problemas de racionalidad en biología.
2. 2. 5. Conclusión.
2. 2. 6. Posibles soluciones.
2. 2. 7. Teoría del integrón. F. Jacob.
2. 2. 8. Objetividad, azar, necesidad. Teleonomía.
J. Monod.
2. 2. 9. Un modelo geométrico de reducción y
emergencia. P. Medawar.
2. 2. 10. Teoría del fenotipo. C. H. Waddington.
2. 2. 11. Observaciones a la noción de orden. D. Bohm.
2. 2. 12. La Biología y las ciencias físicas. M. Ruse.
2. 2. 13. Aspectos en la racionalidad de las ciencias
biológicas. J. Rubio.
2. 2. 14. Conclusión.
2. 2. 15. Relación Biología-Física. Bioquímica.
2. 2. 16. Soluciones a la complejidad.
2. 2. 17. Estructura disipativa. Estructura de
los sistemas vivos.
2. 2. 18. Categorías del discurso biológico.
2. 2. 19. Epílogo a la primera parte.
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SEGUNDA PARTE
3. Autonomía de la Biología en el pensamiento de F. J.
Ayala.
3. 1. Reduccionismo científico
3. 2. Modos de reduccionismo científico.
3. 3. Reduccionismo biológico:
3. 3. 1. Reduccionismo ontológico.
3. 3. 2. Reduccionismo metodológico.
3. 3. 3. Reduccionismo epistemológico.
3. 3. Conclusión.
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4. Teleología en el discurso biológico de F. J. Ayala.
4. 1. Concepto de teleología.
4. 2. Teleología de los seres orgánicos.
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4. 3. La teleología de F. J. Ayala comparada:
4. 3. 1. Teleología aristotélica.
4. 3. 2. Teleología de H. Bergson.
4. 3. 3. Teleología cósmica de T. de Chardin.
4. 3. 4. Teleología de F. Jacob.
4. 3. 5. Teleología de J. Monod.
4. 3. 6. Otras teorías teleológicas.
4. 3. 7. Principio antrópico cosmológico.
4. 3. 8. Teoría de la teleología natural.
4. 4. Conclusión.
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5. La evolución en la epistemología de F. J. Ayala.
5. 1. Concepto de evolución, según F. J. Ayala.
5. 2. El concepto de evolución en la historia del pensamiento.
5. 3. El concepto de evolución en la epistemología
de F. J. Ayala.
5. 3. 1. Pruebas paleontológicas del hecho
de la evolución. Comprobaciones.
5. 3. 2. Pruebas anatómicas del hecho de la evolución.
5. 3. 3. Pruebas biogeográficas del hecho
de la evolución.
5. 3. 4. Pruebas embriológicas del hecho de la evolución.
5. 3. 5. Pruebas moleculares del hecho de la evolución.
5. 3. 6. Conclusión.
5. 4. Variabilidad genética.
5. 5. Cuantificación de la variabilidad genética.
5. 6. El proceso de selección natural.
5. 7. Modalidades de la selección natural.
5. 8. La selección natural como proceso creador.
5. 9. Conclusión.
5. 10. Origen de las especies. Concepto de especie.
Mecanismos de especiación.
5. 11. Teorías y modelos de especiación.
5. 12. Reconstrucción de la historia evolutiva.
5. 13. Controversias acerca del proceso evolutivo.
Visión de F. J. Ayala.
5. 13. 1. El reloj molecular.
5. 13. 2. Microevolución y macroevolución.
5. 13. 3. ¿Selección natural o azar?.
5. 13. 4. Ingeniería genética y estabilidad
de las especies.
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5. 14. Origen y evolución del hombre, según F. J. Ayala.
5. 15. Conclusión.
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TERCERA PARTE
6. Evolución biológica y progreso en F. J. Ayala.
6. 1. Concepto de progreso.
6. 2. Progreso biológico. Evaluación de F. J. Ayala.
6. 3. El futuro biológico de la Humanidad, según F. J. Ayala.
6. 4. Conclusión.
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7. Reflexiones éticas, bioéticas y sociobiológicas
de F. J. Ayala.
7. 1. Relación entre ética y biología, según F. J. Ayala.
7. 2. Capacidad ética y naturaleza biológica.
7. 3. Códigos éticos y naturaleza biológica.
7. 4. Reflexiones bioéticas y sociobiológicas de F. J. Ayala.
7. 4. 1. Reflexión bioética.
7. 4. 2. Reflexión sociobiológica.
7. 5. El comportamiento religioso.
7. 6. Conclusión.
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Conclusiones.
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Bibliografía.
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INTRODUCCION
Es muy notable el incremento experimentado por la literatura
epistemológica en nuestro tiempo, aunque no lo sea tanto en el campo
de la Biología. No obstante, son tan colosales hoy la investigación y
recientes descubrimientos en las distintas ramas de esta ciencia de la
vida, que están provocando en muchos biólogos y filósofos la necesidad de construir una biología teórica que explique razonablemente, sin
absurdos reduccionismos, la pluridimensionalidad del fenómeno vital,
la más alta y noble dimensión de la materia, tal como la entendemos
hoy. Esta importante labor epistemológica que exige la nueva situación
es lo que me ha movido a investigar el moderno pensamiento biológico
y lo que justifica este estudio.
Para no perderme en este bosque de dispares interpretaciones,
he preferido fijar mi atención en la labor de investigación biológica del
profesor español FRANCISCO J. AYALA, de Genética y Filosofía en
la Universidad de California (E.E.U.U.), cuyo espléndido currículum
de docente e investigador, ocupará la médula de nuestro trabajo como
reconocimiento a su brillante labor en favor de una ciencia absolutamente autónoma y apasionante como es la Biología.
Desde el primer momento de su existencia, el ser humano se ha
preocupado de comprender y explicar todo lo existente, comenzando
por poner nombre a todos los seres creados. Antes de la aparición de la
racionalidad en Grecia, existían las explicaciones míticas, narraciones
de los poetas, formas populares de interpretación de los acontecimientos históricos y naturales, cuyos orígenes se centraban siempre en la
divinidad. El fenómeno biológico ocupó siempre un lugar preeminente
en el pensamiento mítico, recuérdense el mito de la inmensa tortuga, el
de Atlas; pareciera, en el fondo, que todo el Universo se reducía a un
inmenso organismo. Esta preocupación por lo viviente se observa también ya en los primeros balbuceos del pensamiento racional griego. No
olvidemos las frases supervivientes de Anaximandro, donde se atisba
una evolución ortogenética del ser humano desde unas especies inferiores, los peces.
Es Aristóteles el primero que observa a los animales, sus partes
heterogéneas y trata de dar una explicación de la vida animal, su organización y desarrollo, aplicando los principios filosóficos investigados
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por él mismo, de modo que con toda legitimidad lo podríamos llamar el
primer epistemólogo de lo viviente en la historia del pensamiento científico, como lo demuestra en su Physica, Historia animalium, De partibus animalium, De incessu animalium, De generatione animalium, De
anima, De generatione et corruptione, Parva naturalia. No considero
exageración atribuir al gran Aristóteles este título porque él fue, en realidad, quien rotura este campo científico que adquirirá carta de mayoría
de edad hacia mediados del siglo XX. Es muy interesante el recorrido
que hace E.Gilson en su libro De Aristóteles a Darwin (y vuelta) intentando comprender el pensamiento biológico diacrónico que impregnado de aristotelismo llega hasta el siglo XIX; aristotelismo que con excesiva frecuencia ha sido mal desarrollado y peor interpretado.
Conocida es la utilización metodológica que hace Aristóteles de
los cuatro principios o causas, que él llama, para dar explicación de
cualquier objeto de conocimiento. Tanto en Física como en Biología
aplica la causa eficiente, material, formal y final. Para un científico
moderno es fácil entender las dos primeras, pero las segundas, que se
reducen a una, resultan incomprensibles por no ser tan manipulables.
Son varias las categorías que usa el filósofo de Estagira para
dar cuenta del fenómeno biológico:
a) Las ya expuestas cuatro causas.
b) El antropomorfismo o visión de la naturaleza a través del
hombre que es también naturaleza, la más próxima a sí mismo.
c) Homogeneidad y heterogeneidad: lo vivo es simple y compuesto, homogéneo y heterogéneo. La materia inorgánica es homogénea y podría explicarse con el mecanicismo. La materia orgánica es
heterogénea. En este caso la explicación mecanicista no sirve. Sería
explicar la heterogeneidad como si fuese homogénea. Lo heterogéneo
supone una estructura. La ciencia fisicalista tiende a homogeneizar pero sin tener en cuenta la estructura de lo orgánico. Aristóteles, por el
contrario, concede gran importancia a la heterogeneidad.
d) La teleología es otra categoría en la naturaleza, doctrina que
entra de lleno en su antropomorfismo ya que parece estar influida por
la actividad artística. Si el arte imita a la naturaleza, es posible que ésta
siga la metodología de aquella. Antropomorfismo que debe entenderse
en su verdadero sentido.
Pero la verdadera fundamentación de la teleología aristotélica
está en su teoría del devenir, cuyo sentido se encuentra en la causa final. No es posible dar una explicación del movimiento sin tener en
cuenta el término a quo (causa eficiente) y el término ad quem (causa
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final), puesto que ambas causas físicas actúan simultáneamente. No se
debe confundir fin, finis operantis (intención) con causa final, finis
operis (con-causa del movimiento).
e)Función de órgano es también categoría del pensamiento
biológico aristotélico, de la cual se tratará oportunamente y que tiene
fuertes connotaciones teleológicas.
d) ψυχη, principio vital de unidad para la heterogeneidad del
ser vivo. El hilemorfismo aristotélico aplicado al viviente exige la presencia de una forma, la cual unida substancialmente a una materia, darán ambas lugar a un organismo. Esta es la réplica, más o menos simplificada, que da el filósofo y biólogo griego a su antecesor Demócrito
que hizo de la Naturaleza un reduccionismo simplista, conocido de todos, y que parece abiertamente insuficiente.
El aristotelismo físico y biológico extiende su influencia hasta
la aparición de Descartes (l596-l650), padre del mecanicismo. Al dividir la realidad en dos substancias independientes entre sí la res cogitans y la res extensa, ésta, en el ser viviente, queda reducida a puro
movimiento mecánico, cuya organización y funciones podrían explicarse estrictamente por las leyes de la mecánica. Este mecanicismo apellidado de distintas formas, llegará hasta nuestros días, invadiendo la
mente de una gran parte de biólogos aficionados a la simplificación y
al reduccionismo
Ya a finales del Renacimiento, con el inductivismo y tabulación
de Francis Bacon, con la experimentación y matematización de Galileo
Galilei y sobre todo con el nuevo invento del microscopio, se va perfilando la imagen de una nueva ciencia cada día más autónoma, observacional y experimental, la Biología, cuyos principales estudiosos, entre
otros, serían Van Leeuwenhoek, Malpigui, Spallanzani, Swammerdan,
Haller, Wolff, Bonet, Needham, Blumenbach etc., cuyas investigaciones darían lugar a diversas interpretaciones sobre el origen y desarrollo
del ser viviente. Teorías como el mecanicismo versus vitalismo, abiogénesis, preformismo, epigenismo, sensismo, reacción romántica…
nos recuerdan nombres como los anteriormente expuestos.
El Origen de las Especies de Charles Darwin en l859 constituye el verdadero giro copernicano en los estudios de la vida orgánica en
sus indefinidas manifestaciones y variedades. Permítaseme esta similitud: Aristóteles descubre lo estático y lo dinámico en el ser de Parménides, con lo que da un paso de gigante en la explicación del ser; con el
acto y la potencia disuelve la antinomia eleática. Desde entonces conocemos mejor el ser de las cosas. C. Darwin da un golpe de timón en
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su viaje marítimo y descubre una misma vida pero que se manifiesta de
diversas formas, infinidad de variedades, que cambia, evoluciona y
quiere saber por qué. En su periplo alrededor del mundo y tras miles de
observaciones, atisba una nueva estrella en el horizonte biológico; la
selección natural. Ya sabemos el origen de muchos fenómenos vitales.
No hay que recurrir a la metafísica para entenderlos. Hemos encontrado una nueva luz natural que guiará nuestros pasos en la investigación.
La anciana Biología dejará en adelante de ser filosofía natural para
convertirse en ciencia. Pero desgraciadamente C. Darwin no lo pudo
explicar todo.
Ya Lamarck (l744-l829), su antecesor, fue el primero en formular una teoría de la evolución de los organismos, pero no supo explicar
de forma correcta la herencia de los caracteres morfológicos. C. Darwin da un paso adelante muy importante, pero la palabra posterior la
tendrán sus sucesores neo-darwinistas. El monje agustino Gregorio
Mendel (l866), con sus múltiples experimentos en Pisum sativum y Mirabilis jalapa, estableció con firmeza el cumplimiento de sus tres leyes,
fundamento de la genética mendeliana, que explica la transmisión de
los caracteres. Weismann, con la publicación en l904 de The evolution
theory, determina los conceptos de plasma germinal y somatoplasma,
situando aquel exclusivamente en el núcleo, cromatina nuclear y cromosomas descritos por Strasburger en l880. T.H. Morgan en l9l0, estudiando los factores mendelianos en Drossophila melanogaster, descubre que son transportados en los cromosomas, factores, a los que Johannsen da el nombre de genes.
De esta forma aparece en el foro científico una nueva rama de
la Biología, la Genética, que junto a la Bioquímica y Biología Molecular de nuestros días y los descubrimientos sobre la constitución físicoquímica de los genes, con la ayuda de nuevos conceptos como ácidos
nucleicos, proteínas, enzimas... y una panoplia de nuevas técnicas han
permitido conocer mejor los mecanismos íntimos del fenómeno vital.
Con todo esto no se ha llegado al final. Los filósofos afirman
que el pensamiento no se acaba nunca, siempre se puede saber más y
mejor de una cosa. A. Einstein afirmaba que la ciencia no es un dato, es
una tarea. Dada la enorme complejidad del ser vivo, no es posible dar
una explicación en términos reducibles a físico-química. Surgen problemas de índole filosófica y por esta razón aparece en nuestros días la
Epistemología biológica. De Broglie nos dice que él mismo, como
científico, se encuentra a diario con conceptos filosóficos de los que la
ciencia no puede prescindir.
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El esfuerzo de investigación continúa en nuestro siglo. Comprobada la insuficiencia de la explicación mecanicista y de su opuesta
la explicación vitalista, ambas emanación del pensamiento cartesiano,
surge la necesidad de superar esta falsa dicotomía con un nuevo paradigma: la concepción organicista o internivel impulsada por la nueva
brisa holista creada en los acantilados del pensamiento sistémico, la
Física cuántica, la Psicología de la Gestalt, la Ecología y las últimas
propuestas como la Tektología, Teoría de sistemas, Cibernética, Estructuras disipativas, Autopoiesis, Simbiogénesis, teoría Gaia, las Matemáticas del caos o sistemas dinámicos, Geometría fractal etc., que
constituyen nuevos intentos de explicación más satisfactoria de la
complejidad del fenómeno vital superando el reduccionismo cartesiano.
La Epistemología aplicada a la Biología recibe el nombre de Filosofía de la Biología o Filosofía natural de la Biología o Biofilosofía,
aunque esta última acepción no es del agrado de algunos filósofos de la
ciencia. El término Biofilosofía fue acuñado por T. Dobzhansky, maestro de F. J. Ayala, y da la impresión de que son los biólogos los que
hacen este tipo de filosofía, cuando, en realidad, debe ser lo contrario
por ser un metalenguaje.
Como indiqué al principio, es inmensa la literatura de filosofía
biológica actual y numerosos los biólogos preocupados por las profundas cuestiones filosóficas que envuelven a las ciencias biológicas. Entre ellos destaca el profesor Francisco J. Ayala cuyo magisterio pretendo seguir y exponer por estar considerado internacionalmente como
uno de los filósofos de la biología más prestigiosos en la actualidad.
Dividiré el tema en tres partes: En la primera se tratará el concepto de Epistemología aplicada a los distintos campos o áreas de la
ciencia, especialmente al de la Biología como independiente o autónoma siguiendo los criterios del profesor Ayala; el análisis del discurso
físico, ensayos diferentes de racionalidad y su proceso de evolución;
visión general de algunas hipótesis modernas encaminadas a resolver la
problemática racional del discurso biológico. Estos dos últimos apartados se incluyen por indicación expresa del Dr. Ayala como antecedentes ineludibles del reduccionismo epistemológico, tema central en Biología teórica. En la segunda, se estudiarán las diferentes teorías y métodos que pueden ser legítimamente utilizados en los estudios biológicos, teniendo en cuenta de modo especial las tres categorías supremas
del discurso biológico del profesor Ayala: autonomía, teleología, evolución. Por último, en la tercera parte, se proponen las relaciones Bio-
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logía-Etica-Sociología en el pensamiento del Dr. Ayala como partes
integrantes imprescindibles para la comprensión global del fenómeno
biológico.
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PRIMERA PARTE
“Las teorías son redes que lanzamos
para apresar aquello que llamamos
“el mundo”. Para racionalizarlo, ex
plicarlo y dominarlo. Y tratamos de
que la malla sea cada vez más fina.”
(Karl R. Popper.)
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l. Epistemología de F. J. Ayala. Antecedentes.
1. 1. Etimología.
Επιστηµη y λογοs, términos griegos de los que proviene etimológicamente Epistemología o teoría del conocimiento científico,
consolidada bajo la influencia del Círculo de Viena, aunque con ancestros históricos lejanos.
Platón fue el primero en utilizar επιστηµη para designar un
modo o escalafón en su teoría del conocimiento, que para él no era sino
una ασθεσιs desde los peldaños más bajos, δοξα, a los más altos de la
escala, νοησιs.
La gnoseología platónica es un proceso metodológico que va
desde la δοξα o mera opinión en sus dos niveles: εικασια o conocimiento por sombras y la πιστιs o saber por imágenes, hasta la
επιστηµη o conocimiento por la razón en sus dos grados: διανοια,
esfuerzo, matematización, reglado etc., y así hasta la νοησιs o saber
supremo de los αρχαι, νοητα, principios, ideas en sí, llamada también
σοϕια. Teoría bellamente expuesta con metáforas en el mito, o mejor,
alegoría de la caverna, para ilustrar su doctrina epistemológica.1 Es
muy clara la distinción que establece Platón entre el conocimiento obtenido sólo por los sentidos, δοξα, ο por la sola razón,
επιστηµη. Ambos constituyen la vía ascendente que nos conduce al
ειδοs o saber supremo de las formas, legítima aspiración de todo saber
humano. Sin embargo, existe una gran diferencia de significado entre
la επιστηµη griega y la ciencia moderna como advierte J. Zubiri: “Lo
que el griego llamó επιστηµη es esencialmente distinto de lo que nosotros llamamos ciencia. Aunque nuestros diccionarios no posean otro
vocablo, es un error traducir επιστηµη por ciencia”2
Se podría afirmar sin rubor, que la ciencia moderna grosso modo sigue las pautas de la metodología platónica, si bien, entendida esta
afirmación como un simple paralelismo, es decir, de la observación de
1
PLATON, República, libro VII, 5l4 a 5l8. Como advierte F.COPLESTON, la ascensión de la mente
desde las secciones inferiores, es un progreso epistemológico, y que Platón la consideraba, no tanto
un proceso de continua evolución, sino como una serie de “conversiones” desde un estado cognitivo
menos adecuado a otro estado más completo del conocimiento. Historia de la Filosofía, vol. lº,
Editorial Ariel, Barcelona, l977, p. l70).
2
X..ZUBIRI, Naturaleza, Historia, Dios, Alianza Editorial, Madrid, 1983, p. 94.
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24
lo inferior, mediante un método adecuado, descubrir, en último término, las leyes generales más o menos estables, para con ellas poder explicar todos los fenómenos naturales. Fue Platón, probablemente, el
primero en ocuparse de fundamentar el saber humano estableciendo un
método.
1. 2. Concepto.
La Epistemología moderna o ciencia de las ciencias, como dicen, o Filosofía de la Ciencia, hunde sus raíces en la Gnoseologia o
teoría del conocimiento, rama de la Filosofía que se remonta al pensamiento griego. Los científicos modernos, sin embargo, adoptaron el
nuevo nombre de epistemología porque su objetivo era, neta y exclusivamente, el análisis del conocimiento científico y dicho sea sin reparos,
también por pudor y vergüenza metafísica que expresamos parafraseando a François Jacob, con su graciosa y aguda frase: La Teleología
es la señora con la que el científico tiene que convivir, pero con la que
nunca quiere aparecer en público.3 De todos es conocida la precaución
de los científicos para no caer en brazos de la metafísica de la que
huyen con verdadero pavor.
Etimológicamente es idéntico el sentido de ambas: teoría del
conocimiento humano. No hay filósofo en la historia del pensamiento
filosófico que no trate de algún modo, el origen, naturaleza y alcance
del conocimiento que podemos tener acerca del Universo. Abundan las
teorías y tratados sobre esta importante cuestión desde los primeros
filósofos griegos. Pero el verdadero fundador de la teoría del conocimiento dentro de la filosofía continental es Inmanuel Kant, el cual en
su obra maestra Crítica de la Razón Pura, según J. Hessen:
Establece una fundamentación crítica del conocimiento científico de la Naturaleza. Este método no investiga el origen psicológico, sino la validez
lógica del conocimiento. No pregunta cómo surge, sino cómo es posible el
4
conocimiento, sobre qué bases, sobre qué supuestos supremos descansa.
En la actualidad se reserva a la Gnoseología el estudio del conocimiento en general, las cuestiones de hecho como origen, mecanis-
3
FRANÇOIS JACOB, Lógica de lo viviente, Editorial Laia, Barcelona, 1.973, p. 17.
J.HESSEN, Teoría del conocimiento, Editorial Espasa-Calpe, Colección Austral, Traducción de
José Gaos, Madrid, 1979, p. 22.
4
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25
mos de producción y desarrollo del conocimiento, de las que se ocupan
la Metafísica, Psicología y Sociología del mismo.
La Epistemología moderna se separa de la tradicional y se constituye como rama de la Filosofía de la Ciencia al ocuparse exclusivamente de temas como análisis formal, justificación o fundamentación
de su valor cognoscitivo, estructura de las teorías científicas, de las relaciones entre las ciencias, operaciones del método científico y reflexión crítica de la producción y desarrollo del conocimiento científico. Siguiendo esta pauta, la Epistemología es general, si se ocupa de
analizar los componentes y procedimientos metodológicos comunes a
todas las ciencias, y es particular si estudia las cuestiones referidas a
tipos singulares de ciencias. La Epistemología se ocupa, además, del
valor práctico de las ciencias aplicadas y de otros valores relacionados
con la ciencia. Naturalmente que para cumplir su finalidad, la Epistemología mantiene estrechas relaciones especiales con la Lógica, Historia de la Ciencia, Gnoseología, Semántica, Ontología, Psicología, Etica, Política y demás.5
1. 3. Historia.
Mario Bunge divide la historia de la Epistemología en dos partes: la primera, la etapa clásica desde Platón a Bertrand Russell, formada por una pléyade de ilustres científicos y filósofos a los que cataloga
de ‘aficionados’y se extiende hasta los años l927-30. A partir de esta
fecha tiene lugar la segunda etapa con el Círculo de Viena, al que pertenecen los grandes epistemólogos ‘profesionales’ que así designa. Lo
malo del Círculo de Viena, según M. Bunge, fue el ‘defecto fatal’ de
estar atado a la tradición empirista e inductivista de Bacon, Hume,
Berkeley, Comte, Mach… que por estar sujetos al empirismo, fueron
incapaces de dar cuenta de las teorías científicas, que son cualquier cosa menos síntesis de datos empíricos. 6
Con la fuerte influencia de Wittgenstein se llegó a la filosofía
lingüística, análisis del lenguaje científico que mató el espíritu del
Círculo de Viena a causa del excesivo interés por los problemas
formales y rara vez tenían relación con la ciencia real y con sus
verdaderos problemas.7
5
MIGUEL A. QUINTANILLA, “Temas y problemas de la Filosofía de la Ciencia”, Arbor, nº 501,
Madrid, 1987, pp. 75 – 77.
6
MARIO BUNGE, Epistemología, Editorial Ariel, Barcelona, 1980, pp. 14 – 27.
7
MARIO BUNGE, Ibidem.
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26
Según Miguel A. Quintanilla,8 la publicación de Kuhn La estructura de las revoluciones científicas, podría servir de referencia para
situar el comienzo de la segunda etapa de la actual Filosofía de la
Ciencia, que se caracteriza por una revisión de los presupuestos del
empirismo lógico, el auge del enfoque popperiano y el desplazamiento
del interés de los filósofos hacia los aspectos dinámicos, históricos,
sociológicos e informales del conocimiento científico. El propio Karl
R. Popper, Kuhn, Lakatos, Toulmin, Feyerabend y Bunge son figuras
sobresalientes de este período, a pesar de las grandes diferencias entre
ellos.
1. 4. Cuestiones epistemológicas.
La Epistemología moderna o Filosofía de la Ciencia, afirma
Miguel A. Quintanilla,9 se basa en tres supuestos: el anti-dogmatismo,
el realismo y el monismo epistemológico.
La Historia de la Ciencia muestra el cambio de paradigma ocurrido: frente a una actitud dogmática del conocimiento científico que lo
considera válido y perfecto así como a su método, surge la actitud crítica: nuestro conocimiento es relativo y provisional, no hay método infalible. La actitud dogmática tiene su asiento en el aristotelismo caracterizado y sustentado por los cuatro principios: realidad, verdad, evidencia y deductividad. Según el principio de deductividad, toda ciencia es
un sistema deductivo de proposiciones que se derivan de unos primeros
principios –intuitivamente claros– axiomas, evidentes y no necesitan
demostración. El conocimiento científico puede conocer la realidad y
es conocimiento cierto; en este caso, su verdad es αληθεια. Un ejemplo de este ideal de ciencia es la geometría euclídea que engendra más
tarde el método cartesiano –conocimiento cierto y a priori– y el ideal
inductivista de Francis Bacon. Desde este dogmatismo se produce un
tránsito a un conocimiento crítico, en el que juega un papel decisivo el
descubrimiento de las nuevas geometrías no-euclídeas –
Lobatschewsky-Bolyai y Rieman– que hacen derrumbarse la evidencia
del quinto postulado de Euclides y al mismo tiempo cuestionan los
fundamentos de los sistemas axiomático-formales cuya limitación ha
demostrado Gödel y la imposibilidad de una ciencia auto-justificativa.
Esta imposibilidad es también extensible a las ciencias factuales cuyo
8
MIGUEL A. QUINTANILLA, Breve diccionario de Filosofía,. Editorial Verbo Divino, Estella,
Pamplona, 199l, p. 48.
9
MIGUEL A. QUINTANILLA, o.c. pp. 77 – 86.
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27
fundamento –la inducción– resulta ser insuficiente debido a su incompletitud y a ser problemática en sí misma, como enseñará K. R. Popper
más adelante al tratar el tema del reduccionismo.
En este cambio de paradigma del dogmatismo científico a la
ciencia crítica es importante la presencia del propio K. R. Popper, a
quien se debe el nacimiento de este nuevo proyecto y a sus deudores –
Lakatos, Kuhn, Feyerabend… En el fondo, de lo que se duda es del
principio de objetividad como ideal del conocimiento científico. De
aquí surge el problema del realismo como criterio de distinción para la
ciencia factual.
La actitud realista está representada de forma preeminente por
Einstein y sus discípulos Podolsky y Rosen que la expresan en su principio general de realismo así: una magnitud física representa una propiedad real del sistema, si es posible medir dicha magnitud sin alterar
el estado del sistema.
Para Miguel A. Quintanilla, este principio general de realismo
es insuficiente y no necesario:
Insuficiente, porque depende del concepto de medición; tendríamos que
hablar antes de operaciones reales en manipulación de sistemas físicos; y
no es necesario porque se pueden considerar reales procesos y propiedades
que no podemos medir sin alterarlos.10
El tercer supuesto de la gnoseología crítica es el monismo epistemológico o tesis de la unidad de la ciencia. Este monismo unificador
de todas las ciencias presenta sus dificultades, aunque no del todo insolubles: entre las ciencias formales y factuales, dentro de las factuales y
también entre éstas y las humanas. La dificultad de distinguir entre
ciencias deductivas e inductivas radicaría en que la unificación de ambas borraría las diferencias peculiares, por ejemplo, entre matemáticas
y física teórica, puesto que las dos utilizan primariamente el método
deductivo. En las ciencias empíricas unificadas por el mismo método,
privaría la concepción inductivista totalmente inaceptable. Además, no
marcaría las relaciones entre ambas ciencias deductivas e inductivas.
10
MIGUEL A. QUINTANILLA, o.c. p. 80.
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28
A juicio de Miguel A. Quintanilla:
Lo que caracteriza a las ciencias son las teorías y éstas se pueden considerar como sistemas hipotético-deductivos (…) En esa medida, el método
hipotético-deductivo es común a todos los tipos de ciencias. Por otra parte,
la línea divisoria fundamental debe establecerse entre ciencias que se ocupan de hechos –factuales–y ciencias que se ocupan de constructos –lógicomatemáticas– en función del objeto, no de la estructura de las teorías o de
una oposición metodológica radical entre deducción e inducción.11
Por tanto, la base de la unidad de la ciencia es la estructura común, el hecho de estar compuesta de teorías en las que predomina la
inferencia deductiva como pauta del conocimiento científico; esta base
no tiene por qué impedir el reconocimiento de las diferencias entre
unas y otras ciencias.
Otro capítulo es el que ocupan las ciencias humanas en relación
con las naturales, llamadas también, éstas explicativas y comprensivas
aquellas. Para las ciencias humanas se pide un dualismo epistemológico por filósofos como los neo-kantianos, Dilthey, los de la filosofía
hermenéutica y algunos de la filosofía analítica, fundado este dualismo
en la especificidad de los fenómenos humanos y su irreductibilidad a la
explicación causal; es más correcto, pues, hablar de comprensión. A
este dualismo se opone Miguel A. Quintanilla porque, como afirma:
El problema no puede plantearse en términos de contraposición entre explicación causal y comprensión hermenéutica, sino entre explicacióncomprensión de la realidad según las pautas del método científico –
lenguaje formalizado– y explicación-comprensión según los métodos del
sentido común –lenguaje ordinario.12
Es decir, se puede defender el monismo epistemológico fundamentado en los rasgos comunes de las ciencias como son: poseer la
misma estructura, es decir –ser teorías– y los mismos objetivos –
adquirir conocimiento–, salvando las diferencias por el grado de formalización, generalidad, precisión y demás.
Además de estos problemas, la Epistemología estudia e.c. la
evaluación de la ciencia, la verdad científica, el desarrollo, la idea de
progreso y otros problemas, todos de máxima actualidad. En general,
la Epistemología del presente distingue dos grande tipos de problemas:
los de estructura y contenido de la ciencia y los de procedimiento o
11
12
MIGUEL A. QUINTANILLA, o.c. p. 84.
MIGUEL A. QUINTANILLA, o.c. p. 85.
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29
método. Ambos incluyen problemas lógicos, semánticos, ontológicos,
epistemológicos y metodológicos. Estos son los problemas epistemológicos comunes. Los específicos son los tratados por las ramas particulares de la Epistemología. 13
Mario Bunge, establece una lista de los posibles problemas filosóficos que deberá abordar la nueva Epistemología de la ciencia:
problemas lógicos, semánticos, gnoseológicos, metodológicos, ontológicos, axiológicos, éticos, estéticos, que detallamos literalmente:
•
•
•
•
13
Problemas lógicos: ¿Qué relaciones formales (en particular lógicas y algebraicas) hay entre dos teorías dadas?
¿Qué cambios son posibles esperar en una teoría científica dada si se modifica de cierta manera su lógica subyacente (p.e., si se reemplaza la lógica ordinaria por la lógica intuicionista)?
Es verdad que la experiencia científica puede forzarnos a
cambiar la lógica subyacente a una teoría fáctica? En particular ¿es cierto que la mecánica cuántica usa una lógica
propia diferente de la ordinaria?
Problemas semánticos: ¿Cuál es el contenido fáctico de
una teoría dada?
¿En qué consiste la interpretación fáctica de una teoría
matemática?
¿A qué cálculo obedece el concepto de verdad aproximada?
Problemas gnoseológicos: ¿Qué relación hay entre la observación de un hecho y las proposiciones que lo representan?
¿Qué relación hay entre los conceptos empíricos como el
de calor y los teóricos como el de temperatura?
¿Es verdad que se impone el uso del concepto de probabilidad sólo cuando se dispone de información suficiente?
Problemas metodológicos: ¿Qué es un indicador social?
¿En qué consiste la relación de confirmación incluida en
las proposiciones de la forma “e confirma a h”?
MIGUEL A. QUINTANILLA, o.c. pp. 49 – 52.
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30
•
•
•
•
¿Cómo puede medirse el grado de confirmación de una
hipótesis, y cómo el de una teoría (o sistema de hipótesis)?
Problemas ontológicos: ¿Qué es una ley social o natural?
¿Qué es una propiedad a diferencia de un atributo o predicado?
¿Qué teoría del espacio-tiempo es convalidada por la física actual?
Problemas axiológicos: ¿Qué papel desempeñan la valuación y la preferencia en la actividad científica?
¿Cómo se definen los conceptos de valor cognoscitivo y
de valor práctico?
¿Es posible construir la teoría de la decisión empleando
solamente probabilidades objetivas y valores objetivos?
Problemas éticos: ¿Qué relación hay entre los valores
cognoscitivos de la ciencia y los valores morales?
La ciencia ¿es éticamente neutral?
¿Cuál sería un código moral mínimo para la comunidad
científica?
Problemas estéticos: ¿La investigación científica tiene
valores estéticos?
¿Cuándo se dice que una teoría es bella?
¿En qué consiste el estilo de un investigador?14
M. Bunge considera que la anterior lista de problemas no es
completa pero es reveladora de los problemas que intenta resolver la
Epistemología y con los que ésta se manifiesta útil a la ciencia, filosofía y sociedad.
M. Bunge diversifica también las epistemologías regionales que
especificamos ajustándonos a la letra del autor para evitar imprecisiones. Tales epistemologías son:
1) Filosofía de la lógica: ¿Qué es una proposición, a diferencia
de los enunciados que las designan? ¿Basta en las ciencias fácticas el concepto de cuantificador existencial para caracterizar
la existencia física?
2) Filosofía de la matemática: ¿En qué consiste la existencia de
un objeto matemático? ¿Qué relación hay entre la matemática y
la realidad?
14
MARIO BUNGE, o.c. pp. 22 – 23.
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31
3) Filosofía de la física: ¿De qué tratan las teorías relativistas:
de metros y relojes, o de sistemas físicos en general? La mecánica cuántica ¿robustece el indeterminismo?
4) Filosofía de la química: La química ¿posee leyes propias o
son todas ellas reductibles a la física? Lo químico ¿constituye
un nivel de la realidad distinto de lo físico?
5) Filosofía de la biología: La biología ¿se distingue de las demás ciencias por sus técnicas peculiares o por la manera misma
de enfocar y entender los fenómenos vitales? Los biosistemas
¿no son sino sistemas químicos heterogéneos, o tienen propiedades emergentes que la química no estudia?
6) Filosofía de la psicología: ¿Qué es la mente: una sustancia
sui generis, o un conjunto de funciones cerebrales? ¿Qué relación hay entre los sucesos mentales y sus indicadores fisiológicos y conductuales?
7) Filosofía de las ciencias sociales: ¿Qué es una sociedad: un
conjunto de individuos, una totalidad opaca al análisis, o un sistema de personas interactuantes? ¿Lo social se reduce a lo biológico, y por consiguiente la Sociología puede explicarse por la
Biología?
8) Filosofía de la tecnología: ¿Cuáles son los rasgos peculiares
del objeto técnico a diferencia del natural? ¿En qué se diferencia el conocimiento tecnológico respecto del científico?
9) Filosofía de las teorías de sistemas: ¿En qué se distinguen
las teorías generales de sistemas de las teorías científicas especiales? ¿Bastan estas teorías para entender o controlar sistemas
reales?15
Terminamos haciendo breve alusión a la utilidad que, según M.
Bunge, puede tener la epistemología al participar del desarrollo científico como trasfondo de la investigación y de la política de la ciencia. El
enunciado simple de estas contribuciones sería:
a) Desenterrar los supuestos filosóficos.
b) Dilucidar y sistematizar conceptos filosóficos.
c) Ayudar a resolver problemas cientifico-filosóficos.
d) Reconstruir teorías científicas de manera axiomática.
e) Participar en las discusiones sobre la naturaleza y el valor
de la ciencia.
f) Servir de modelo a otras ramas de la filosofía.16
15
16
MARIO BUNGE, o.c. pp. 25 – 26.
MARIO BUNGE, o.c. pp. 26 – 27.
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32
No es necesario por el momento explicitar el significado y alcance de cada una de estas contribuciones que sólo sirven de orientación. Una pauta muy importante marcada en la Epistemología ha sido
la de Karl R. Popper al que, sin duda alguna, ha seguido una gran parte
de filósofos y científicos. Su conocida obra La lógica de la investigación científica de l934 fue decisiva en el nuevo planteamiento del conocimiento científico, aunque hoy existen fuertes tendencias a otros
modos de Epistemología.
1. 5. Epistemología de F. J. Ayala.
No es que el autor se detenga expresamente en exponer su propia teoría sobre el conocimiento científico con detenimiento y amplitud, pero sí presenta sus principales categorías iniciales en unas páginas de la obra Evolución de la que es coautor junto con Dobzhansky,
Sttebins y Valentine, categorías que especificará y aplicará a toda su
obra, especialmente al discurso biológico.
1. 5. 1. Ciencia empírica.
El primer concepto que analiza Ayala es el de ciencia, ciencia
empírica cuya definición perfecta constituye una tarea fútil. La ciencia
no puede definirse de forma adecuada en una frase compacta; mejor
que intentar una definición es examinar la metodología de la ciencia.17
No obstante, ensaya dos definiciones: La primera afirma que la ciencia
es la organización sistemática del conocimiento del universo basada
en principios explicativos susceptibles de ser rechazados empíricamente. La segunda tomada de Simpson enuncia: la ciencia es una exploración del universo natural que busca relaciones naturales y ordenadas entre los fenómenos observados que puede autocomprobarse.18
Parece existir aproximación entre ambas.
17
F. J. AYALA, DOBZHANSKY, STTEBINS, VALENTINE. Evolución, Traducción de Montserrat Aguadé, Edtorial Omega, Barcelona, l993, p. 474.
18
F. J. AYALA, DOBZHANSKY, STEBBINS, VALENTINE, Ibidem.
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33
1. 5. 2. Características de la ciencia empírica.
Al referirse a la ciencia empírica o simplemente ciencia, explica
las tres características que la distinguen del conocimiento obtenido por
sentido común y de otras formas de conocimiento no científicas:19
Una primera característica diferencial es la organización sistemática del conocimiento que formula leyes y teorías generales como
patrones de relación entre distintos tipos de fenómenos. La ciencia se
desarrolla al integrar afirmaciones, leyes y teorías, en leyes y teorías
más generales.
Otra característica diferencial de la ciencia es que intenta explicar por qué se producen, en realidad, los hechos observados. La ciencia
intenta explicar los fenómenos identificando las condiciones responsables de su existencia. Estas dos primeras características, las comparten
también otras formas de conocimiento como las Matemáticas y la Filosofía.
Pero la característica más propia de la ciencia empírica es que
sus explicaciones tienen que estar sujetas a la posibilidad de ser rechazadas, falsadas empíricamente. Esto constituye, en realidad, el criterio
de demarcación propuesto por Popper. Una hipótesis científica ha de
poder probarse empíricamente, indagando si las predicciones, como
consecuencias lógicas, concuerdan o no con los hechos que se encuentran en el mundo empírico. Una hipótesis que no es susceptible de ser
rechazada mediante observación y experimentación no puede considerarse científica.
1. 5. 3. Método científico.
El método científico es al mismo tiempo el instrumento de demarcación entre filosofía y ciencia, motivo del largo debate entre racionalismo y empirismo, deductivismo e inductivismo, este último propuesto por Francis Bacon (l56l-l626) y ardientemente defendido por
John Stuart Mill (l806-l873)
Al abordar la cuestión del método científico, tras la huella popperiana, el profesor Ayala20 hace una fuerte crítica al inductivismo, al
que considera erróneo por las siguientes razones:
19
20
F. J. AYALA, DOBZHANSKY, STTEBINS, VALENTINE, pp. 473 – 474.
F. J. AYALA, DOBZHANSKY, STEBBINS, VALENTINE, p. 474 – 476.
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34
El método inductivo no puede explicar el proceso real de la
ciencia. No hay ningún científico que trabaje sin un plan preconcebido
acerca del tipo de fenómeno que ha de observar.
Por inducción no pueden alcanzarse verdades universales. A
partir de un acúmulo tal de observaciones no puede derivarse lógicamente ninguna afirmación universal. Es el principio de incompletitud
de la inducción. La afirmación universal tiene un contenido lógico superior, dice más cosas que la suma de todas las afirmaciones individuales.
Las hipótesis y teorías científicas se formulan en términos abstractos. Las hipótesis científicas más interesantes y fructíferas no son
simples generalizaciones. Las hipótesis científicas son, por el contrario, creaciones de la mente, sugerencias imaginativas de lo que puede
ser cierto.
La inducción falla en los tres puntos destacados: como método que asegure la objetividad y evite preconcepciones, como método
lógico para establecer verdades universales, y como descripción del
proceso seguido por los científicos en la formulación de sus hipótesis.
El modelo hipotético deductivo facilita un concepto más exacto del método de la ciencia.
Continúa el profesor Ayala: la ciencia es una empresa compleja
que consta esencialmente de dos episodios independientes: uno imaginativo o creativo, el otro crítico. Tener una idea, una hipótesis o sugerir
lo que pueda ser cierto, es una tarea creativa. Pero las conjeturas o
hipótesis científicas han de someterse a examen crítico y a pruebas empíricas. El primer proceso se refiere a la adquisición del conocimiento,
el segundo a la justificación del mismo. Las hipótesis y demás conjeturas constituyen la etapa inicial de la investigación científica. Las hipótesis sirven de guía a la observación y a la experimentación, porque
sugieren lo que hay que observar. Las observaciones realizadas para
probar una hipótesis constituyen, a menudo, la fuente de inspiración de
nuevas conjeturas o hipótesis. Lo que distingue a la ciencia de las demás formas de conocimiento es el proceso, mediante el cual, se justifica o se da validez a dicho concepto. Hasta aquí el autor; en todo lo cual
coincide con el método hipotético-deductivo formulado por Whewell,
W.Stanley, Peirce, y Karl R. Popper; este último es, como se sabe, uno
de los que más han influido en la caracterización del método científico
en nuestros días.
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35
1. 5. 4. Criterio de demarcación de la ciencia.
El primer y más importante capítulo de la Filosofía de la Ciencia es, según el círculo de Viena, establecer la línea divisoria –
demarcación– entre lo científico y lo no científico. Desechados los
criterios de significación de Carnap y de verificación inductiva, queda
como precipitado el criterio popperiano de la falsación de hipótesis o
teorías que nos conduce, a pesar de los problemas que pueda presentar,
a la verosimilitud, o mejor, al acercamiento asintótico a la verdad objetiva científica. Ayala21 simplifica de forma magistral la doctrina de la
demarcación de la ciencia empírica a la que se refiere directamente
cuando habla de las propiedades de las hipótesis. Estas propiedades o
características pueden simplificarse de la forma siguiente:
El probar una hipótesis o teoría implica, por lo menos, cuatro
actividades distintas: en primer lugar, ha de examinarse la hipótesis en
su coherencia interna. Toda hipótesis que sea autocontradictoria ha de
rechazarse.
En segundo lugar, ha de examinarse la estructura lógica de la
hipótesis, indagar si tiene valor explicativo, si hace que los fenómenos
observados sean inteligibles en algún sentido, si permite comprender
porqué se presentan, en realidad, los fenómenos en la forma en que han
sido observados. Toda hipótesis tautológica tendría que rechazarse por
carecer de poder explicativo.
En tercer lugar, ha de examinarse la hipótesis en cuanto a su
coherencia con hipótesis y teorías generalmente aceptadas, o bien, si
representa algún avance en relación a otras hipótesis. La falta de coherencia con otras teorías no determina siempre que tenga que rechazarse
la hipótesis, aunque sí la mayoría de las veces.
Finalmente ha de probarse de forma empírica. La hipótesis o
teoría se prueba empíricamente indagando si las predicciones acerca
del mundo de la experiencia, que se han obtenido como consecuencia
lógica de las hipótesis, concuerdan o no con lo que se observa realmente. El elemento crítico que diferencia las ciencias empíricas de las demás formas de conocimiento, es la exigencia de que las hipótesis científicas puedan ser desestimadas empíricamente. Una hipótesis se dice
científica si es coherente con algunos estados posibles, pero no con
otros aún no observados en el mundo, por lo que puede ser susceptible
de ser encontrada falsa por otras observaciones. Si los resultados de
21
F. J. AYALA, DOBZHANSKY, STEBBINS, VALENTINE, pp. 476 – 479.
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36
una prueba empírica concuerdan con las predicciones hechas a partir de
la hipótesis, se dice que la hipótesis ha sido corroborada provisionalmente; en caso contrario, se dice que ha sido rechazada. La exigencia
de que una hipótesis pueda ser rechazada, ha sido denominada criterio
de demarcación de las ciencias empíricas. Una hipótesis que no esté
sujeta, al menos en principio, a la posibilidad de ser desestimada empíricamente no pertenece al reino de la ciencia.
1. 5. 5. Verificación y falsación.
Advierte Ayala,22 que puede resultar sorprendente esta exigencia de que las hipótesis científicas tengan que ser rechazables y no de
que sean verificables. Puede parecer que el fin de la ciencia sea establecer la verdad, pero no es así. Es posible mostrar que una afirmación
universal es falsa si no resulta coherente con una verdad singular, es
decir, acerca de un hecho determinado, pero no puede probarse que una
verdad universal sea cierta en virtud de verdades particulares, cualquiera que sea el número de estas últimas. Este tipo erróneo de inferencia
se denomina en lógica falacia de afirmar el consecuente. La forma correcta de efectuar inferencias lógicas en el caso de afirmaciones condicionales es lo que en lógica se denomina modus tollens. Es posible
mostrar la falsedad de una afirmación universal, pero nunca resulta posible demostrar, de forma concluyente, la verdad de una afirmación
universal que se refiera al mundo empírico.
Posteriormente afirma Ayala, que la asimetría entre verificación
y falsación se pone de manifiesto en la metodología estadística. La exigencia por parte de las hipótesis científicas de que pueda demostrarse
su falsedad, tiene también un paralelo en la inferencia estadística, concretamente en la necesidad de que la potencia del test o prueba sea superior a cero. Termina el autor este apartado con unas afirmaciones
muy nítidas:23
Las hipótesis científicas sólo pueden ser aceptadas de forma
provisional ya que nunca puede establecerse su corrección de forma
concluyente. Puede decirse que una hipótesis que haya superado muchas pruebas empíricas ha sido corroborada. El grado de corroboración no es simplemente cuestión del número de pruebas, sino del rigor
de las mismas. Cuanto mayor sea la precisión con que se contrastan las
predicciones, más rigurosa es la prueba. Cuanto mayor sea la variedad
22
23
F. J. AYALA, DOBZHANSKY, STEBBINS, VALENTINE, pp. 477 – 479.
F. J. AYALA, DOBZHANSKY, STEBBINS, VALENTINE, p. 478.
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37
de pruebas críticas que hayan sido superadas por una hipótesis, mayor
es el grado de corroboración de la misma.
Termina con una alusión al modus tollens como método lógico
concluyente: si una consecuencia necesaria de una premisa es falsa,
entonces la premisa también ha de ser falsa. El modus tollens puede dar
lugar a conclusiones erróneas si la predicción que se está probando no
es una consecuencia necesaria y lógica de la hipótesis. Es posible que
una observación o experimento que contradiga una hipótesis haya sido
realizado o interpretado de forma errónea, por lo que se exige que la
observación que la niega sea repetible.
Con estas puntualizaciones acaba el profesor Ayala el apartado
en el que ha expuesto su epistemología básica, acorde con la más extendida y comunmente aceptada por la comunidad científica de nuestros días.
1. 6. Epistemologías evolutivas.
En su reciente obra El método en las ciencias (Epistemología y
darwinismo), el Dr. Ayala en colaboración con Rosaura Ruiz, tras un
resumen de las principales tareas epistemológicas popperianas, tal como el expuesto en estas páginas, y de las metodologías de T. Kuhn y I.
Lakatos, dedica los tres últimos capítulos a los epistemólogos de la
Teoría Evolutiva Conceptual, tal vez, los más allegados o conocidos
como S. Toulmin, K. Popper y D. Hull entre otros como D. T. Campbell, R. J. Richards y M. Ruse.
La contribución de estos investigadores, según Ayala y Ruiz,24
entra en el programa de investigación de Michael Bradie25 llamado
Epistemologías Evolutivas Teóricas, en el que distingue dos programas
de investigación para el estudio del desarrollo del conocimiento. Uno,
Epistemología Evolutiva de los Mecanismos Cognoscitivos, que se
ocupa de explicar la evolución y los mecanismos del conocimiento
animal y humano. Como estos mecanismos han evolucionado a la par
que los demás caracteres biológicos, lo más inmediato es aplicar el
darwinismo sin necesidad de modificarlo. El otro programa, Análisis de
la Evolución de las Ideas, incluye las epistemologías de los autores
citados y que tratan de construir una analogía entre evolución biológica
24
R. RUIZ y F. J. AYALA, El Método en las Ciencias (Epistemología y darwinismo), Fondo de
Cultura Económica, México, 1998, p. 135.
25
M. BRADIE, “Assessing evolutionary epistemology”, Biology and Philosophy, 1986, nº 2, pp.
245 – 254.
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38
y evolución conceptual. Esta analogía es simplemente de carácter heurístico en las ideas y teorías científicas. Para Ayala y Ruiz,26 existe un
tercer programa, el que indaga los procesos mentales seguido por M.
Ruse.27 Éste defiende que las diferencias en los procesos mentales influyen en el resultado de la selección natural, como es el caso de nuestros posibles ancestros que tomaron en serio la geometría euclidiana y
se reprodujeron más que los que fueron indiferentes a los problemas
del espacio. Los modelos de epistemología evolutiva teórica serían,
pues, los siguientes:
•
•
•
Epistemología Evolutiva de los Mecanismos cognoscitivos.
Análisis de la Evolución de las Ideas.
Epistemología Evolutiva de los Procesos. (según Ayala y
Ruiz).
Estas epistemologías evolutivas que usan la teoría de la evolución de modo heurístico, han adquirido gran preponderancia en la Filosofía de la Ciencia contemporánea por su originalidad y paralelismo
entre evolución orgánica y conceptual, como dicen Ayala y Ruiz.28 Por
esta razón, es interesante conocer su validez y limitaciones en los tres
mencionados representantes.
1. 6. 1. Epistemología evolutiva de S. Toulmin, según F. J.
Ayala y R. Ruiz.
La ciencia para S. Toulmin, afirman Ayala y Ruiz,29 es un proceso continuo sin saltos, gradual, por lo cual no admite el concepto de
revolución científica ni la distinción ciencia normal y ciencia revolucionaria de Kuhn que mantienen, a juicio de Toulmin, igual relación de
continuidad que los conceptos de microevolución y macroevolución en
biología, ambas no son radicalmente diferentes. La macroevolución no
es más que el resultado acumulado de variantes microevolutivas; lo
mismo podría decirse de la ciencia normal y revolucionaria respectivamente, por lo que la ciencia normal es el resultado de microrrevolu26
R. RUIZ y F. J. AYALA, El Método en las Ciencias, Ibidem.
M RUSE, Philosophy of Biology Today, State University of New York Press, Albany, 1988, p. 73.
Citado por R. RUIZ y F. J. AYALA.
28
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 10.
29
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 9.
27
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39
ciones acumuladas en su seno. Para Toulmin,30 la comparación entre
evolución biológica y evolución conceptual son un simple método heurístico, una analogía explicativa, no justificativa. Toulmin afirma que el
darwinismo es una forma general de explicación histórica, la evolución
por variación y selección, y es aplicable a otros procesos.
Toulmin, para ambos profesores,31 es consciente de que la evolución intelectual no es cuestión biológica, no se trata de extrapolar el
proceso biológico sino de comprobar los factores comunes a ambos
procesos, biológico y cognitivo, ni de una analogía biológica específica, es sólo aplicar un patrón general de desarrollo que consta de dos
elementos: variación y selección, para explicar las modificaciones que
sufre el saber humano. El conocimiento, dice Toulmin, avanza por selección de variantes teóricas.
La teoría evolucionista toulmiana consta, como aseguran Ayala
32
y Ruiz de cuatro tesis fundamentales:
•
•
•
•
Uno de los problemas fundamentales de la biología es
explicar la diversidad de especies, su proceso, o lo que es
igual, origen y evolución.
El darwinismo explica ambos fenómenos por selección
natural que conlleva variación y perpetuación selectiva.
Para que este combinado variación-selección sea eficaz
en la diversificación de especies, debe estar sometido a
cierta presión selectiva; existen otras interacciones bióticas como pueden ser la depredación, parasitismo y aislamiento.
Las variantes se perpetúan si están bien adaptadas y tendrán más éxito reproductor. La reproducción será la medida del éxito.
Ayala y Ruiz33 puntualizan estos enunciados básicos de Toulmin: aunque éste resume bien el patrón de evolución darwinista, olvida
algunos aspectos importantes del proceso biológico, tal vez, porque no
los necesita o no tienen equivalencia en su epistemología. Darwin a
este respecto, continúan, fue el primero en reconocer que la selección
natural no era el único impulsor evolutivo; la deriva genética, la migra30
R. RUIZ
R. RUIZ
32
R. RUIZ
33
R. RUIZ
31
y F. J. AYALA, Ibidem.
y F. J. AYALA, o.c. pp. 85 – 86.
y F. J. AYALA, o.c. pp. 90 – 91.
y F. J. AYALA, o.c. p. 91.
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40
ción, las variaciones neutras no favorecidas y la recombinación indican
que variables no seleccionadas favorablemente pueden transmitirse y
perdurar en las siguientes generaciones.
Otro aspecto que descuida Toulmin es, que poblaciones no separadas por barreras geográficas pueden dar lugar a especies diferentes.
Es posible que los mecanismos de aislamiento reproductivo actúen sin
necesidad de la presencia del aislamiento geográfico. La variación por
azar, noción esencial en el proceso evolutivo biológico, deja también
de ser mencionado por este epistemólogo.
Es importante comprobar cómo encaja Toulmin sus tesis evolutivas biológicas en su Epistemología, tal como él la concibe. La equivalencia de ambas se puede expresar así, según Ayala y Ruiz:34
•
•
•
•
34
Las actividades intelectuales, para Toulmin, no están
desorganizadas sino estructuradas, como todo ser biológico. El contenido intelectual, conceptos, teorías, métodos y objetivos pueden cambiar. Cada teoría, mutable de
por sí, manifiesta una continuidad. La extrapolación de la
explicación biológica debe expresar la coherencia interna
y continuidad de las disciplinas que se hacen distintas
como las especies y los cambios por los que se transforman en nuevas especies de forma equivalente a las biológicas.
El proceso de variación y selección debe explicar tanto la
continuidad como el cambio en toda disciplina en la que
siempre se producen innovaciones, pero sólo unas pocas
de éstas toman posición firme y son las que se transmiten
a las posteriores generaciones.
Para que este proceso de selección intelectual tenga lugar, deben producirse constantes variaciones sobre las
que actúa la presión de selección en los que Toulmin denomina foros de competencia en los que las novedades
intelectuales se escudriñan y critican para mantener su
coherencia y puedan sobrevivir. Es un proceso parecido
al de K. Popper por conjeturas y refutaciones.
Toulmin exige para esta evolución intelectual un ambiente cultural histórico, lo que él llama ecología intelectual.
Este ambiente intelectual es el que establece las normas
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. pp. 92 – 93.
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41
•
de selección disciplinaria de ideas para acreditar cuáles
son las más aptas y que satisfacen las exigencias de este
medio intelectual. Estas exigencias son los problemas
inmediatos que cada variante intelectual debe abordar y
los otros conceptos con los que ha de convivir.
Según Ayala y Ruiz,35 la contradicción entre internalismo
y externalismo en biología, para Toulmin, se resuelve teniendo en cuenta el punto de vista ecológico, y en evolución intelectual se podría hablar de ecosistemas conceptuales. En el proceso de especiación en biología juega un
papel muy importante el concepto de nicho ecológico; es
absurdo hablar de especie sin nicho y de nicho sin especie. Toulmin encuentra una gran semejanza entre la explicación ecológica y disciplinaria: toda situación problemática real crea una cierta gama de oportunidades para la innovación intelectual, oportunidades que dependen
de rasgos puramente externos. Señala este autor, que en
la evolución conceptual, la relación factores internosexternos descansa sobre tres conceptos: cantidad de innovación, dirección de esta innovación y criterios de selección. El volumen de innovación depende de las oportunidades que presenta el contexto social para la ciencia
en cuestión, es decir, factores externos ecológicos; los
criterios de selección para valorar las innovaciones son
un asunto completamente interno, profesional; la dirección de la innovación parte de factores internos y externos combinados de modo muy complejo.
Ayala y Ruiz36 encuentran dificultades en la construcción por
Toulmin de esta analogía. Así se expresan y exponemos en forma perifrástica: la innovación, estructura novedosa en el orden orgánico, tiene
lugar al menos en tres niveles, el molecular, el celular y en el de órgano. En los tres niveles se da interacción entre factores internos y externos. La selección natural actúa sobre variaciones existentes al azar.
Toulmin, en la evolución intelectual, hace depender la aparición de innovaciones substancialmente de factores externos. En realidad, una innovación biológica depende de ambos factores. Resulta difícil hacer
analogía entre innovaciones, conceptos y teorías con los términos que
35
36
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. pp. 93 – 95.
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 95.
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42
utiliza Toulmin. Para que se dé una innovación orgánica se requiere la
presencia simultánea de mutaciones, selección y otras fuerzas evolutivas; para Toulmin, las innovaciones en conceptos y teorías serán “posteriormente” seleccionadas por los científicos.
A juicio de Ayala y Ruiz,37 Toulmin presenta diferencias de
equivalencia entre conceptos de teoría evolutiva. Para K. Popper, la
unidad de ciencia es la teoría, para I. Lakatos, el programa, para Toulmin es la disciplina científica. En este último caso, la demarcación no
sería entre teorías científicas y pseudocientíficas, entre programas progresivos y degenerativos, sino entre disciplinas y cuasidisciplinas.
Toulmin, a veces, identifica teoría con especie; otras, especie con disciplina cuando habla de éstas en su teoría. Lo mismo que opone revolución a evolución lo hace con relativismo y absolutismo en un ambiente científico con relación a los criterios de demarcación. Éstos son
absolutos y universales para un ambiente particular, pero comparados
con otros ambientes resultan relativos. Toulmin considera que un criterio de demarcación permanente presenta el problema de ser incompatible con el hecho de que los conceptos varían frecuentemente. Este
mismo relativismo lo encuentra en los organismos dentro de un ambiente. No existe, dice, el organismo más apto en abstracto, en sentido
absoluto; el organismo mejor adaptado está en cambio permanente por
lo que el mejor lo será en relación con determinadas situaciones.
Para evitar el dilema uniformismo-explicación revolucionaria,
Ayala y Ruiz38 encuentran que Toulmin distingue dentro de una disciplina los conceptos que cambian de modo discontinuo y los que lo
hacen de forma más gradual; también separa las teorías de una disciplina que tienen, cada una de ellas, su propia constelación de conceptos.
Toulmin declara que una disciplina consta de conceptos, métodos y
objetivos; entre estos elementos destaca el objetivo común, ideal conseguido con suficiente acuerdo. Si este objetivo común es explicativo,
la disciplina será científica. Pero no todas las disciplinas tienen la misma cohesión y coherencia. Esta coherencia no es la que se da entre observación y teoría, sino entre conceptos, métodos y con el ideal explicativo. Por esta causa, Toulmin establece distinción entre ciencias
compactas, de alta coherencia, por ejemplo, la Física, y ciencias difusas
como puede ser la Psicología.
Una aclaración sobre la epistemología de Toulmin es la que
puede obtenerse de la crítica que hace éste a T. Kuhn y que Ayala y
37
38
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 96.
R. RUIZ y F.J. AYALA, o.c. p. 97.
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Ruiz39 destacan. Toulmin, en su visión evolucionista, censura los conocidos conceptos de ciencia normal y ciencia revolucionaria que utiliza
Kuhn así como el de microrrevolución adoptada por éste en su autocrítica posterior. Le parece a Toulmin, que la noción de revolución, tanto
en política como en ciencia, carecen de valor explicativo puesto que no
implica ruptura completa y absoluta tal como Kuhn la concibe. Entre
cambio normal y revolucionario sólo existe diferencia de grado. Los
cambios a gran escala en ciencia y en otros campos, afirma Toulmin,
no son necesariamente saltos repentinos sino acumulación de variaciones menores de las que alguna es seleccionada y perpetuada en cierta
situación. La conversión de Kuhn a las microrrevoluciones la explica
Toulmin con el símil paleontológico de oposición entre uniformistas y
catastrofistas. Esta oposición se resolvió cuando los primeros llegaron
a comprender que algunos de los cambios que su teoría proponía, habían ocurrido de modo más rápido que el supuesto; inversamente, los catastrofistas dejaron de serlo cuando entendieron que las catástrofes no
lo fueron tanto porque ocurrieron con algo más de uniformidad. Según
la idea de Toulmin, algo similar ocurrió en el “segundo” Kuhn al discernir éste que la distinción entre ciencia normal y revolucionaria no es
absoluta sino que se van produciendo diferencias de grado, por lo que
las microrrevoluciones deben considerarse no unidades de cambio sino
de variación. Ayala y Ruiz40 manifiestan de acuerdo con Toulmin, que
la llamada por Kuhn revolución científica no supone una interrupción
drástica en la ciencia normal, es decir, ningún cambio conceptual es
absoluto en la ciencia.
En su analogía con la cuestión kuhniana de cómo se producen
las revoluciones, Toulmin contesta descomponiéndola en dos: ¿qué
factores determinan las variantes teóricas y su número? y ¿cuáles de
ellas serán aceptadas?
Aunque Toulmin no acepta el término revolución de Kuhn
stricto sensu, sí admite el de microrrevolución con tal de que adopte el
sentido de variación, cambio adaptativo o cambio gradual. En este proceso gradual se presenta un problema, ¿cuándo una teoría se separa de
otra? Debe ocurrir lo mismo que en biología: ¿cuándo se separa una
especie de otra? En biología la especiación se da cuando ya no hay flujo genético entre ambas especies. En el proceso intelectual el cambio
brusco se da cuando no hay comunicación entre ambas teorías.
39
40
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. pp. 98 – 101.
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 99.
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44
En conclusión, Toulmin admite que hay diferentes tasas de
cambio en el proceso intelectual como dice textualmente:
Al igual que en las especies orgánicas, el cambio conceptual presenta notables diferencias de ritmo: en algunas épocas, los cambios importantes se
siguen unos a otros rápidamente; en otras, pueden pasar siglos sin que se
produzcan desarrollos significativos.41
De todo lo expuesto por Ayala y Ruiz, hemos querido entender
que Toulmin es un epistemólogo evolucionista, pero en sentido moderado. Toulmin es consciente de que darwinismo y epistemología no son
homologías. Se trata de utilizar el proceso biológico evolucionista para
explicar el proceso evolutivo del pensamiento científico sabiendo que
no hay ni puede haber un ajuste perfecto entre la terminología de uno y
otro proceso pese al esfuerzo realizado. Es un intento heurístico de usar
la teoría biológica darwinista simplemente como analogía explicativa y
no justificativa. Rechaza el concepto drástico de revolución de Kuhn,
pero admite el de microrrevolución de éste utilizado en sus últimos trabajos y con tal de que sea equivalente a variación y no a cambio brusco. Toulmin considera que en la evolución de una disciplina científica
hay épocas de cambio rápido y otras en las que el proceso es lento e
imperceptible.
1. 6. 2. Epistemología evolutiva de K. Popper, según F. J.
Ayala y R. Ruiz.
K. Popper, según la concepción de Ayala y Ruiz42 es uno de los
filósofos de la ciencia que en este siglo han tenido mayor influencia en
Filosofía, Ciencia y especialmente en Física y Metodología científica.
Esta influencia se debe sobre todo, a la adopción en substancia de su
metodología, al aceptar que el conocimiento científico no evoluciona
por medio del método inductivo y que la falsación en lugar de la verificabilidad es el criterio distintivo de la ciencia.
Ayala y Ruiz reconocen que K. Popper no aplica de forma especial su modelo de ciencia a la biología, pero sí es evidente que ésta
goza de notable importancia en su epistemología. También, es cierto,
K. Popper, en una primera etapa, no consideraba científica la teoría de
41
42
S. TOULMIN, La comprensión humana, Alianza Editorial, Madrid, 1977, p. 308.
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 101.
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45
la evolución darwinista por su apariencia tautológica. Para este autor,43
no había mucha diferencia entre decir “ los que sobreviven son los más
aptos” y “los que sobreviven son los que sobreviven”; ambas referencias parecen deducir que la mayor aptitud no es sino la conclusión del
hecho de la sobrevivencia. K. Popper confiesa que esta visión tautológica del darwinismo lo recibió de biólogos evolucionistas como G. G.
Simpson, J. B. S. Haldane, R. Fisher y C. H. Waddington. Más tarde,
tras asistir a la conferencia “Problemas de la Reducción en Biología”
(1972) cuyos resultados fueron recogidos y publicados por F. J. Ayala
y T. Dobzhansky en 1974,44 cambia su posición aceptando el neodawinismo como no tautológico; en éste descubre K. Popper que la selección natural, mecanismo teleológico y determinista, no es la única causa evolutiva, también lo es la deriva genética que puede cambiar la eficacia biológica de forma azarosa e indeterminada, adaptativa o no
adaptativa, lo que rompe la aparente tautología. En este sentido, la teoría de la evolución darwinista, según K. Popper, ya no es tautológica,
es refutable y queda refutada ya que no todos los órganos tienen propósito o meta. Interpretan Ayala y Ruiz45 que Darwin, como se hará notar
en lugar oportuno, aceptaba que la selección natural es el mecanismo
evolutivo más importante y determinista que lleva a la adaptación de
las especies, pero no es el único. La respuesta, entonces, a la pregunta
de cuál es el que sobrevive, no es la de “el organismo más apto”, sino
aquel que tiene mayores posibilidades de ser favorecido por el azar y la
selección. En este momento es oportuno recordar que no hay identidad
entre evolución y adaptación. La evolución acoge en sí tanto la adaptación como la no adaptación puesto que puede ser indistintamente el
resultado de la selección natural, proceso determinista, o de mecanismos alternativos azarosos como mutación, deriva genética o migración.
Estos conceptos se expondrán con suficiente claridad en su lugar adecuado.
Superada la aparente tautología en la teoría darwinista por parte
de K. Popper cuando entendió que la adaptación o no adaptación pueden ser refutadas empíricamente puesto que no siempre la adaptación
está asegurada por la selección natural que, a veces, promueve procesos no adaptativos, considera que el darwinismo no sólo puede dar
cuenta del proceso biológico, sino también de la evolución intelectual
43
K. POPPER, Conocimiento objetivo: Un enfoque evolucionista, Editorial Tecnos, Madrid, 1988,
p. 223.
44
Esta publicación es la citada en este estudio con el título Estudios sobre la filosofía de la biología.
45
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 105.
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46
de nuestras ideas. De este modo, K. Popper46 se decide definitivamente
a admitir el darwinismo como teoría científica que puede dar cuenta no
sólo de todos los procesos de adaptación biológica, sino también del
proceso que siguen los científicos para adaptar sus teorías a la realidad.
Los procesos biológicos, como los intelectuales, pueden considerarse
como procesos de resolución de problemas y suponen ambos aumento
de conocimiento. Los órganos como las teorías se comportan como soluciones tentativas a los problemas.
K. Popper toma como modelo el darwinismo para explicar la
evolución conceptual y establece un círculo completo: regresa de la
evolución conceptual para modificar la propia evolución biológica
darwinista. Para convertir el darwinismo en teoría general hay necesidad de reformularla con algunas precisiones:
•
•
•
•
•
•
•
46
Todos los organismos acometen constantemente día y
noche la resolución de problemas como lo hacen también
todas las secuencias evolucionistas.
Estos problemas lo son en sentido objetivo y pueden ser
reconstruidos de forma retrospectiva. Los problemas objetivos no necesitan contrapartida consciente, pero si la
hubiese, el problema consciente no tiene por qué coincidir con el objetivo.
La resolución de problemas procede siempre por ensayo
y error. Se lanzan hipótesis y se eliminan errores.
La eliminación de errores puede ser eliminación de las
formas que no tienen éxito (selección natural) o por evolución (tentativas) que modifican formas, conductas o
hipótesis sin éxito.
El organismo individual incorpora toda la evolución de
su phylum, es decir, repite en sí la evolución filogenética
en su desarrollo ontogenético.
El organismo individual es una punta de flecha de los organismos que representa (phylum) modificando él mismo
el medio.
La secuencia evolutiva fundamental consta de un problema P, las soluciones tentativas ST y la eliminación de
errores EE, con lo que suele surgir otro nuevo problema
diferente P2. En realidad, hay multiplicidad de ensayos
K. POPPER, o.c. p. 224.
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47
para resolver el problema. En la evolución orgánica, las
soluciones tentativas son las variaciones provocadas por
mutaciones y la eliminación de errores es la selección natural. En el conocimiento objetivo, empezamos con un
problema seguido de varias soluciones tentativas sujetas
a la eliminación del error. A partir de esta actividad creativa, surgen nuevos problemas que no son creados intencionalmente sino que surgen de forma autónoma por la
autonomía del mundo 3 y la retroalimentación del mundo
2 y hasta del mundo 1. Siguiendo estas pautas se puede
comparar este esquema con el neodarwinismo. En éste, el
problema fundamental es la supervivencia con una multitud de soluciones tentativas o ensayos, son las mutaciones, pero un solo medio de eliminar los errores: la muerte
del organismo.
Ayala y Ruiz47 comentan la posición de Popper con relación al
concepto de selección natural. Popper considera la selección natural
como la solución única y radical y no se detiene a pensar que la selección darwinista es oportunista, es decir, no elige lo mejor absoluto sino
lo mejor posible; existen organismos con errores, no hay organismos
perfectos. Además, dicen, la selección natural no elimina los errores
con la muerte, que sólo es un caso extremo, hay otras formas de eliminar selectivamente los errores como es disminuir la adecuación o eficacia biológica con lo que disminuye el número de descendientes. En
evolución biológica darwinista no hay única solución sino diferentes
alternativas con multitud de niveles de adecuación o adecuación equivalente; por el contrario, en la evolución conceptual no puede haber
diversas teorías alternativas equivalentes y todas sobrevivientes.
•
47
El único problema que se presenta no es la supervivencia; está la reproducción que puede acarrear un segundo
problema: la amenaza de los hijos de acabar con el organismo paterno o con los suyos propios. El problema de
verse eliminado por la propia prole queda resuelto, por
ejemplo, en los organismos multicelulares con la economía común de vivir juntos, y en los unicelulares con
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 109.
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48
•
•
formas de dispersión que evitan la competencia entre un
organismo y su descendencia.
Los problemas a los que un organismo debe enfrentarse
son generalmente nuevos y son producto de la evolución.
El esquema propuesto permite eliminar errores con órganos de alerta, p.e. los ojos, sin acabar con el organismo. En el orden intelectual, la eliminación del error es
por vía de la crítica racional sistemática y en busca de la
verdad. Es importante fijar los principios para seleccionar las teorías.
Así lo asegura Popper:
En primer lugar, ellas están gobernadas por la idea de la verdad. Queremos, si esto es posible, teorías que sean verdaderas, y por esta razón tratamos de eliminar las falsas.(...) Mi solución al problema de la inducción fue
que podemos tener preferencias por ciertas conjeturas competidoras; esto
es, por aquellas que son altamente informativas y que resisten la crítica
eliminadora. Estas conjeturas preferidas son resultado de la selección, de la
lucha por la sobrevivencia entre las hipótesis bajo tensión crítica la cual es
presión de selección artificialmente intensificada.48
Aquí, Ayala y Ruiz49 observan que la analogía evolutiva popperiana es parcial y limitada. La evolución conceptual es la búsqueda de
la verdad y ésta es única. En evolución biológica no hay sólo una solución al problema sino diversas alternativas, ninguna considerada superior como ocurre, por ejemplo, en los ojos de los moluscos y vertebrados, que aun siendo éstos más complejos, ni son superiores a los de
aquellos ni han logrado eliminarlos. Ambos cumplen la misma función
en la propia especie como órganos de alerta. En la evolución biológica,
las soluciones inadecuadas como las mutaciones letales son rechazadas. En la evolución de las teorías, no ocurre lo mismo, sólo una es
aceptada, la más cercana a la verdad, las demás son rechazadas por
honestidad científica como dice K. Popper. La ciencia tiende a la perfección, aunque finalmente sea inalcanzable. La selección natural, en
contra, puede sufrir regresiones, es oportunista y va por las vías posibles, como dicen Ayala y Ruiz50
48
R, RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 110. Cita de los autores.
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. pp. 110 – 111.
50
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 111.
49
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49
Según Ayala y Ruiz,51 K. Popper propone el darwinismo como
la única teoría evolutiva aceptable, y perfila el concepto de selección
de este modo:
•
•
•
•
La teoría de la selección natural es la única ciencia conocida en el presente que puede explicar la evolución de
formas más elevadas de vida.
La selección natural tiene que ver con la sobrevivencia
física, con la explicación de los efectos del mundo 1.
Si la selección natural ha de dar cuenta de la emergencia
del mundo 2, de lo subjetivo, la teoría debe explicar la
evolución del mundo 2 y del mundo 3 que nos facilita
medios de sobrevivencia.
La explicación de la selección natural es parcial e incompleta por lo que hay que admitir la existencia de mutaciones competidoras y de presiones de selección, ambas,
en parte, desconocidas.
K. Popper no establece una analogía entre evolución biológica
y conceptual como hace Toulmin y otros, sino que su concepción propone que los dos procesos pueden explicarse por una misma teoría
puesto que el problema es el mismo: la adaptación al medio en un organismo y la adaptación a la naturaleza en una teoría. Ésta ya no es una
analogía simplemente explicativa sino justificativa por lo que se
aproxima a la tesis de Hull. Es cierto, que la mayoría de los epistemólogos evolucionistas pretenden establecer una analogía entre evolución
biológica y evolución conceptual tomando como modelo la explicación
darwinista pero aparecen dos excepciones como K. Popper y D. T.
Campbell que siguen el mismo procedimiento pero, además, a juicio de
Ayala y Ruiz:
(...) Hacen un círculo completo, regresan de la evolución conceptual a la
evolución biológica y hacen propuestas de modificación de la teoría evolutiva a partir de lo encontrado en la evolución conceptual.52
Tanto Popper como Campbell creen que hablar de mutaciones
totalmente azarosas es erróneo, mejor será llamarlas variaciones ciegas.
Según Campbell, las ideas nuevas son injustificadas en general, es
51
52
R. RUIZ y F. J. AYALA, Ibidem.
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 112.
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50
cuestión de azar. En su intento de adaptar la selección natural darwinista a la evolución del conocimiento K. Popper se expresa así:
No es una metáfora, aunque sea obvio que se utilizan metáforas. La teoría
del conocimiento que deseo proponer es una teoría del desarrollo del conocimiento en gran medida darwinista. De la ameba a Einstein el desarrollo
del conocimiento es siempre el mismo: intentamos resolver nuestros problemas, así como obtener, mediante un proceso de eliminación, algo que se
aproxima a la adecuación en nuestras soluciones provisionales.53
Para Popper, el conocimiento humano es el resultado de un proceso muy similar a lo que Darwin llama selección natural, comentan
Ayala y Ruiz.54 Es la selección de hipótesis que han sobrevivido en su
lucha competitiva y en la que han sucumbido las menos exitosas. Este
planteamiento, de acuerdo con K. Popper, es aplicable al conocimiento
tanto animal, como al conocimiento precientífico y al científico, pero
señalando una diferencia: en el conocimiento animal y precientífico
son eliminados sus portadores, no así en el científico, que en la lucha
por la supervivencia de las ideas perecen éstas por la crítica científica,
antes que sean eliminados sus defensores.
Perfilando las similitudes y diferencias entre uno y otro proceso, Popper señala la apariencia inductivista de la ciencia cuando, en
realidad, es deductiva. El proceso de aprendizaje es evocativo más que
instructivo, aprendemos del medio no porque él nos instruya sino porque nos lanza un desafío y aprendemos de nuestros errores, lo que puede dar la impresión de que obtenemos nuestras teorías por observación
e inducción. Lo mismo la selección natural, aparenta ser teleológica en
sentido lamarckiano. Para Popper, la selección natural simula actuar
con ciertos propósitos, y lo que Darwin quiso decir es que la selección
puede parecer que actúa como el Creador con planes y designios y
también emular la actividad humana consciente orientada hacia una
finalidad. En realidad, todo organismo resuelve problemas por ensayo
y error más o menos aleatorios. Si tienen éxito superviven, se heredan y
son incorporados a la estructura del nuevo organismo. Popper matiza
de esta forma:
El método de ensayo y supresión de errores no opera mediante ensayos totalmente azarosos o aleatorios (como se ha sugerido alguna vez), aunque
dichos ensayos pueden parecer plenamente aleatorios; debe haber al menos
53
54
K. POPPER , o.c. p. 241. Citado por Ayala y Ruiz.
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 113.
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51
una “secuela”. La razón de ello es que el organismo aprende constantemente de sus errores; esto es, establece controles que suprimen, eliminan o, al
menos reducen la frecuencia de ciertos ensayos posibles (que tal vez fuesen actuales en una etapa pasada de su evolución).55
Otra similitud que encuentra Popper en ambos procesos, según
Ayala y Ruiz,56 es que la ciencia es el medio usado por la especie
humana para adaptarse al ambiente o inventar nuevos nichos ambientales, es una adaptación más. Esta adaptación se da en los tres niveles:
genético, conductual y científico, que corresponden curiosamente con
sus tres mundos: el mundo 1 de lo físico, el mundo 2 de lo psíquico y el
mundo 3 de los productos de la mente humana. En estos tres niveles, el
mecanismo de adaptación es fundamentalmente el mismo: la instrucción y la selección. En los tres niveles, la instrucción se origina desde
dentro de las estructuras, aunque éstas estén sometidas a presiones de
selección como pueden ser retos ambientales y problemas teóricos. Según K. Popper, en el nivel genético se producen mutaciones y recombinaciones al azar; en el nivel conductual, variaciones del repertorio, y
en el nivel científico, teorías nuevas o tentativas. Reconoce que las mutaciones son indispensables para que se produzca el efecto evolutivo,
surgen de modo espontáneo, al azar, sin causa externa, son simplemente errores en la síntesis del DNA o producidas también por mutágenos
externos, radiaciones, fármacos etc. Con respecto a estas afirmaciones
de Popper, Ayala y Ruiz57 advierten, sin embargo, que las variaciones
en las teorías no son en la misma medida desde dentro, porque el científico puede recibir información del exterior y le provocará cambios en
sus ideas originales. Una equivalencia en el nivel genético es la recombinación (transmisión entre diferentes especies). Hay una notable diferencia entre ambos niveles: el nivel genético no puede quedarse con
sólo la información favorable; el nivel teórico sí puede retener una y
eliminar la errónea. Para Popper, en el nivel genético, una mutación
produce estructuras rígidas, en el conductual es más flexible. Esta diferenciación en los cambios morfológicos y conductuales no parece correcta, a juicio de Ayala y Ruiz:58 tan flexibles como los conductuales
pueden ser los cambios genéticos; estos últimos no dan respuestas rígidas sino diversas dependiendo del ambiente. Popper concede cierta
55
K. POPPER , o.c. p. 227.
R. RUIZ y F. J. AYALA, El Método en las Ciencias, o.c. pp. 114 – 128.
57
R. RUIZ y F. J. AYALA, El Método en las Ciencias, o.c. p. 116.
58
R. RUIZ y F. J. AYALA, El Método en las Ciencias, o.c. p. 118.
56
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52
flexibilidad a los tres niveles, aunque el genético mantenga fuerte tendencia a la conservación.
La relación genotipo-fenotipo guardan un significado para
Popper en la evolución conceptual. El fenotipo es como el lugar de justificación del saber científico y el genotipo el lugar de producción de
las teorías. Aquí también tendría aplicación la consideración anterior
con respecto a la flexibilidad de ambos.
Otra diferenciación a tener en cuenta, según Popper, entre proceso biológico y conductual es que la adaptación genética puede realizarse de forma muy rápida, y esto plantea el problema siguiente: si esta
adaptación estructural tiene lugar en un lapso muy corto de tiempo, podría no darse la adaptación conductual, con lo que se produce un desfasamiento entre ambas. Para Ayala y Ruiz, más bien parece que el problema se presenta en la concepción de Popper sobre las diferencias entre una y otra como así parece manifestarlo:
Los organismos de reproducción más lenta son obligados a inventar adaptaciones conductuales con el objeto de ajustarse a los rápidos cambios ambientales. Entonces necesitan un repertorio conductual con tipos de comportamiento con mayor o menor libertad o rango. El repertorio y la libertad
de los tipos disponibles de comportamiento pueden asumirse como genéticamente programados; y por lo tanto puede decirse que un nuevo tipo de
comportamiento puede involucrar la elección de un nuevo tipo de nicho
ambiental, nuevos tipos de comportamiento pueden ser incluso genéticamente creativos, porque pueden a su vez determinar nuevas presiones de
selección y con eso indirectamente decidir la futura evolución de la estructura genética.59
Ayala y Ruiz replican:60 es cierto que el comportamiento desempeña un papel fundamental en la evolución pero no tanto que los
cambios conductuales y morfológicos produzcan mutaciones beneficiosas. Si esto fuese así, los criadores de animales sólo tendrían que
exponerlos a condiciones favorables para conseguir las variaciones deseadas, lo cual no ocurre de este modo. Lo que Popper pretende señalar
es el papel que el organismo juega en la selección y modificación de su
propio ambiente de forma, que la selección natural actuará en él siguiendo la indicación marcada por el organismo. Este toque de lamarckismo incompatible con el darwinismo lo resuelve Popper acudiendo a
la teoría orgánica de M. Baldwin, efecto Baldwin, y de C. Lloid Mor59
K. POPPER, “Evolutionary epistemology”, de Miller (comp) Popper selections, Princeton University Press, Princeton, New Jersey, 1973, pp. 78 – 86. Cita de Ayala y Ruiz.
60
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 121.
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53
gan. Según esta teoría, simplificada, todo organismo tiene variantes de
repertorio de comportamiento. Si adopta uno de estos comportamientos
puede cambiar su ambiente; por ejemplo, un animal puede adoptar preferentemente un tipo de comida por ensayo y error; esto puede significar un cambio en su ambiente al que quedan expuestos él y su descendencia. Estas preferencias y peculiaridades de los individuos influyen
en las presiones de selección y, por tanto, en los resultados de la selección natural.
Para K. Popper, las preferencias de los organismos no cuentan
para nada en el neodawinismo, son sólo un producto de la selección
natural. Sin embargo, de acuerdo con M. Baldwin, caracteres adquiridos individualmente pueden bajo la influencia de la selección natural
ser reemplazados por caracteres hereditarios como es el caso de las
modificaciones adquiridas por el uso y desuso de los órganos. Una variación de comportamiento puede llevar a la aparición de una nueva
estructura. El “efecto Baldwin” consta de tres momentos: 1) el individuo interactúa con el ambiente y se producen modificaciones estructurales no hereditarias pero ventajosas. 2) En la población se producen
factores genéticos hereditarios similares a las modificaciones anteriores
y también ventajosas. 3) Dichos factores genéticos son favorecidos por
la selección natural, se dispersan en la población y como resultado, las
modificaciones individuales no hereditarias se vuelven genéticas.
Para Ayala y Ruiz,61 que un fenotipo expuesto a un ambiente
provoque cambios en el genotipo es válido en el nivel intelectual pues
una nueva teoría puede modificar las tradiciones, pero en el nivel genético, los cambios fenotípicos no provocan ni orientan las nuevas mutaciones, según la doctrina neodarwinista.
Popper reconoce que, tanto el progreso de la ciencia como la
evolución biológica dependen de la instrucción y selección; aquella,
tradición, elemento hereditario; ésta, eliminación de error por crítica
que envuelve un aspecto social. Aunque la instrucción para el cambio
en la biología darwinista procede siempre del interior del organismo,
de los genes, en el cambio intelectual, las teorías proceden, no de la
observación como indica el inductivismo, sino de la mente del científico. No obstante, admite Popper que no toda la instrucción la recibe el
científico del interior, una buena parte la recibe del exterior, libros, revistas etc., lo cual da un tinte lamarckiano a las epistemologías evolucionistas.
61
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 125.
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54
Finalmente, Ayala y Ruiz62 subrayan los puntos discordantes
entre epistemología evolucionista y evolución biológica en el pensamiento de K. Popper: Una primera discordancia puede ser la intencionalidad del desarrollo de las ideas y la no intencionalidad de la evolución biológica; ésta es contingente y no direccional puesto que el organismo favorecido podría haber sido otro distinto. Se da disanalogía con
la evolución de las ideas, éstas sí tienen intencionalidad como es la correspondencia con la realidad objetiva, alcanzar esta verdad como verdad única, de aquí la metáfora usada por Popper:63 el árbol del conocimiento es inverso al árbol filogenético; aquel tiende a la unidad de una
teoría única, mientras el árbol de la vida tiende a la diversidad. Esta
diversidad de especies se debe a que la selección natural favorece a una
especie que, en lugar de enfrentarse a otra, desarrolla modificaciones
que le permiten expansionarse a otros nichos distintos y así ambas especies pueden sobrevivir y por esto se da la mucha diversidad, mayor
capacidad para ocupar y explotar otros lugares y mayor descendencia.
Aunque la ciencia tiende a la unidad de pensamiento, el árbol conceptual crece y se desarrolla y este crecimiento, según Popper, se debe a
nuestra curiosidad de dar una explicación unificada pero que es universal e ilimitada.
La diferencia fundamental entre lamarckismo y darwinismo radica en la direccionalidad de aquel y su ausencia en éste. Para los lamarckistas, el organismo evoluciona por las necesidades que le impone
el ambiente. Los darwinistas proponen que las variaciones están antes
de enfrentarse a su ambiente y su reacción frente a él será diversa en
cada situación, es decir, las variaciones se producen al azar y por tanto,
no están dirigidas específicamente. Popper acude al efecto Baldwin
para resolver esta discrepancia pero su aplicación es errónea; variaciones adquiridas posteriormente no pueden incorporarse al acervo genético. No es aplicable a la evolución conceptual.
Para Ayala y Ruiz,64 el darwinismo es válido para explicar la
evolución de los procesos cognitivos: el cerebro y sus órganos de funcionamiento como las operaciones mentales y hasta, como propone
Popper, la explicación evolutiva de los tres mundos que se deben a presiones de selección. El propio M. Ruse confirma esta idea: La capaci-
62
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. pp. 128 – 134.
K. POPPER, Conocimiento objetivo: Un enfoque evolucionista, o.c. p. 241. Citado por Ayala y
Ruiz.
64
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. p. 133.
63
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55
dad de razonar debe ser similar a otros resultados de la adaptación,
por ejemplo, las manos.65
Creen Ayala y Ruiz que la aplicación de la teoría darwinista al
proceso evolutivo de nuestro conocimiento es bastante verosímil pero
todavía apenas iniciado, lo cual parece aprobar la tesis de una simple
analogía explicativa.
1. 6. 3. Epistemología evolutiva de D. Hull, según F. J. Ayala
y R. Ruiz.
Ayala y Ruiz discuten en trabajo conjunto la propuesta de D.
Hull, uno de los más influyentes filósofos de la biología actual en la
que, a juicio de ambos autores,67 defiende que la evolución conceptual,
la evolución social y la evolución de los seres vivos son procesos similares y, por tanto, es posible elaborar una teoría general de evolución
que dé cuenta de la transformación de los organismos, de la sociedad y
de las teorías científicas. Otros epistemólogos como D. Campbell y R.
Richards además de los estudiados con anterioridad, S. Toulmin, y K.
Popper, consideran esta misma propuesta pero como proceso analógico. Hull va más allá de la simple analogía o metáfora.
Admiten Ayala y Ruiz que la analogía y carácter metafórico
como medio heurístico, como dicen también algunos otros, es comprensible, pero hay que señalar muchas y fundamentales diferencias
entre ambos procesos.
Cuando se habla de evolución conceptual, la selección natural
se puede referir a la selección de ideas o a la selección de los portadores de tales ideas. Hull habla de selección en el segundo sentido: la sobrevivencia de una idea es consecuencia del número de sus proponentes, es decir, de su reproducción o aumento de partidarios. Hull mide la
adecuación, no por la permanencia de una idea, sino por el número de
adeptos. Lo que interesa, no es tanto el contenido de verdad, sino que
convenza a un mayor número de científicos. Para Hull, una teoría tiene
validez en tanto una comunidad científica la respalda. Ante el peligro
de confundir persuasión y exactitud, Hull responde que si una idea de66
65
M. RUSE, Tomándose a Darwin en serio, Editorial Salvat, Barcelona, 1987, p. 208. Cita de Ayala
y Ruiz.
66
D. HULL, “A Mechanims and its Metaphysics: An Evolutionary Account of the Social and Conceptual Development of Science”, Biology and Philosophy, 1988a, 3: 125 – 155.
67
R. RUIZ y F. J. AYALA, “La epistemología evolutiva de David Hull: ¿existe una ciencia de la
difusión de teorías científicas?, Arbor, 1993, nº 568, pp. 9 – 29. También en El Método en las Ciencias, o.c. pp. 135 – 192.
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56
fendida por un científico no logra persuadir a sus contemporáneos es
irrelevante.
Ayala y Ruiz advierten del peligro de evaluar teorías por el solo
grado de convencimiento; científicos con capacidad especial de persuasión tendrán mayores posibilidades de éxito y viceversa, con mejores teorías un científico con pocas dotes de explicación o convencimiento puede obtener escaso o nulo éxito. Señala Ayala ejemplos explicativos ad hoc, como los fundadores de la genética de poblaciones
R. A. Fisher, J. B. S. Haldane y S. Wright, quienes no fueron comprendidos en su tiempo y hubo que esperar. Por el contrario, S. J. Gould
con su habilidad y trabajo se ganó un gran número de adeptos para la
teoría saltacionista de especiación. Más tarde Gould modificó sus primitivas concepciones. ¿Es el número de adeptos, entonces, lo que define la validez de una teoría? se preguntan Ayala y Ruiz. La respuesta es
evidente, el éxito evolutivo no puede considerarse como criterio de validez ni suficiente ni necesario, a lo sumo, puede estimarse como indicio.
La idea de Wright, la subdivisión de una población en grupos,
demes, acelera el proceso evolutivo, le parece substancial a Hull, tanto
para la evolución biológica como para la conceptual. Para Wright es
esencial la relación entre el tamaño de la población y la selección. Si
una población es muy pequeña habrá poca variación y escaso el efecto
de la selección, será una población estática, endogámica y condenada a
la degeneración y extinción. Por el contrario, si es excesivamente grande los cambios se dispersan y la evolución se hace muy lenta. Wright
estima que la evolución es particularmente efectiva cuando una población grande está dividida en subpoblaciones no totalmente aisladas entre sí. En el modelo de Wright juegan un papel muy importante la deriva genética y la selección natural. La deriva genética es una fuerza estocástica, como dicen Ayala y Ruiz,68 que participa con la mutación y
la recombinación en la producción de genotipos variantes que pueden
ser o no adaptativos. La vida depende del balance, shifting balance,
entre ambos factores. Hull no explica muy bien qué pasa con estos en
la extrapolación del modelo biológico de Wright a su modelo conceptual. Un aspecto positivo de esta división en grupos, demes conceptuales, de la comunidad científica en el pensamiento de Hull es que resulta
beneficiosa para el desarrollo de la ciencia debido a la cooperación entre los miembros de un deme y a la competencia entre éstos. Como re68
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. pp. 14 – 15.
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57
sultado de esta competencia entre demes puede que uno sea reconocido
por la comunidad científica tras lo cual se hace una selección de ideas:
las ideas del deme compiten con otras ideas admitidas por el resto de la
comunidad.
Otra posición a destacar en la epistemología de Hull es el intento de construir una epistemología científica de la ciencia, de aquí la
búsqueda de evidencia y comprobación para su propósito. La observación y comprobación, características de la ciencia, en epistemología,
según Hull, equivale a la observación del comportamiento real de la
comunidad científica, es decir, de lo que en la práctica hacen los científicos. Aquí surge un primer problema: una epistemología así debe ser
prescriptiva, debe poseer una normativa. Siguiendo el argumento de
Hull, esta normativa debe establecerla la comunidad o grupo de científicos. Aparece el segundo problema: cómo elegir a esta comunidad de
la que se extrae la normatividad general para todos los científicos. Según Ayala y Ruiz,69 la cuestión de cuál debe ser el método válido para
investigar el proceso del desarrollo científico se podría plantear de tres
diferentes modos: Se podrían seleccionar diferentes comunidades de
diferentes países o de diversos campos y de aquí inferir los métodos a
seguir, pero ¿cómo seleccionar una comunidad tipo? Se podría proponer un modelo teórico y confrontarlo con las diferentes comunidades y
ajustarlo debidamente. Una última estrategia sería seleccionar a la comunidad científica de la cual se extraería la normativa general y ésta es
la que sigue Hull: la comunidad elegida es la de los biólogos que hacen
taxonomía, particularmente en los Estados Unidos de América durante
los años 1960-1980 (cladistas-fenetistas). Nuestros comentaristas se
preguntan por qué esta disciplina y no otra, lo que Hull no explica. Para éste, los avances de la ciencia dependen de la comunidad científica
y, aunque admite el criterio de falsación de Popper, no es el científico
autor de una teoría el que la realiza sino los oponentes miembros de la
comunidad.
Con respecto al internalismo-externalismo, mantiene Hull una
posición intermedia: la ciencia es una actividad racional pero los factores sociales son inherentes a ella, afectan al desarrollo científico. Además de los intereses intelectuales, los científicos tienen otros como los
intereses de carrera, departamentos científicos, familias, grupos políticos, clases sociales y demás, factores no ajenos a la ciencia. Una comunidad de este tipo puede frenar o impulsar el avance científico. Re69
R. RUIZ y F. J. AYALA, o.c. pp. 17 – 18.
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58
cuérdese, dice Hull, que Darwin dedicó buena parte de su tiempo, antes
de publicar su teoría, a darle una presentación y metodología aceptable
para la comunidad científica de su época. Hull insiste en la importancia
que tiene la sociedad en el desarrollo de la ciencia.
Resumiendo: Ayala y Ruiz admiten que las interacciones entre
científicos son de interés considerable, pero que del estudio y observación del comportamiento de una comunidad científica particular se
pueda inferir la estructura de la propia ciencia, es muy discutible. No se
pueden igualar ciencia y comunidad científica, no pueden confundirse
porque son niveles y aspectos distintos. Del comportamiento egoísta de
los científicos, por ejemplo, no puede concluirse que la ciencia es egoísta.
En la evolución conceptual de Hull, el equivalente a selección
natural sería la lucha de las ideas por la supervivencia que serían las
mas adecuadas por su interrelación con la realidad, es decir, las más
cercanas a la verdad son las que podrían sobrevivir mejor y reproducirse con mayor éxito. Es un criterio cuantitativo y no cualitativo el que
propone Hull. Pero sabemos que las teorías más aceptadas no son necesariamente las más acertadas, comentan Ayala y Ruiz. ¿Cómo podemos
considerar una teoría como más cercana a la verdad simplemente por
tener más adeptos que otra? El creacionismo antievolucionista tiene
millones de seguidores, probablemente más que la teoría evolucionista,
y no por eso puede considerarse más verdadera.
Para Hull, no es suficiente que las teorías se reproduzcan, han
de hacerlo dentro de una comunidad científica. Ayala y Ruiz responden: los organismos, o se adaptan a un ambiente o mueren. Las ideas,
siguiendo la analogía de Hull, pueden sobrevivir fuera de la comunidad
científica.
Definitivamente, en el modelo de evolución que adopta Hull,
no queda claro el papel que desempeñan la deriva genética, el azar y la
selección natural en la evolución conceptual. Para ser admitida habría
que dirimir antes todas las inconsistencias que acumula.
1. 7. Consideración final.
En esta reflexión no puede faltar, en primer lugar, el agradecimiento al profesor Ayala por su estilo verbal sencillo, claro y preciso
con que ha expuesto de forma breve su epistemología básica y su punto
de vista ante las epistemologías evolutivas.
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59
Al exponer las características de la ciencia empírica, las dos
primeras rezuman solera aristotélica, la tercera es popperiana. No es
demasiado recordar aquí la caracterización de la ciencia de J. S. Mill:
describir, explicar, predecir70. Se comprueba que nuestro autor admite
sin reservas esta distinta formulación y, por tanto, no supone objeción
alguna.
Es fuerte y radical su oposición al inductivismo y muy acertadas las tres razones de su rechazo. Se echan de menos, sin embargo,
otros motivos de gran peso como los suscitados por el problema de la
justificación de las inferencias inductivas.
La consideración de Ayala sobre la hipótesis científica es una
repetición casi literal de lo dicho por K. R. Popper, por lo que no se
presta a otras interpretaciones. Aunque la contrastación de la hipótesis
empírica es, ciertamente, lo que señala la demarcación entre lo científico y lo no científico, Popper completa su doctrina sobre el problema de
la demarcación, advirtiendo de nuevo, que la tesis inductivista no ha
sido capaz de establecer un marco de separación para la ciencia.
Dejo para capítulos siguientes la ponderación de otros epistemólogos modernos que siguen otras pautas con relación a la verificación y falsación. Creo que el profesor Ayala se ajusta a los criterios del
racionalismo popperiano y parte de mi trabajo será comprobar cómo el
autor sigue en toda su obra estos principios epistemológicos.
Con respecto a las epistemologías evolutivas, tanto F. J. Ayala
como R. Ruiz están convencidos de que, si se quiere construir una teoría general de la evolución, ésta teoría tiene que dar cuenta de todos los
procesos evolutivos de la evolución biológica y de las particularidades
de la evolución conceptual. Pero las diferencias entre ambas son muchas y fundamentales. Es posible usar la teoría evolutiva como metáfora explicativa y con carácter heurístico para una mejor compresión de
la evolución de las ideas, teorías científicas y cultura. Sin embargo, en
el momento actual, el darwinismo no basta para explicar la evolución
del conocimiento. Además, para que esta teoría general sea válida, las
modificaciones que se introduzcan en la evolución conceptual deben
ser aplicables también a la evolución orgánica. De aquí, las múltiples
objeciones presentadas por diversos autores a este tipo de epistemologías evolutivas. Algunas de estas principales objeciones son:
70
JOHN STUART MILL, Sistema de lógica inductiva y deductiva, trad. de E. Ovejero y Maury,
Editorial Jorro. Madrid, 1917.
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60
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La evolución conceptual discurre más rápidamente que la
biológica.
Las entidades de la evolución biológica son atomísticas,
las conceptuales no.
La evolución biológica es biparental casi siempre, la conceptual casi nunca.
El intercambio entre linajes es más común en la evolución conceptual que en la biológica.
La evolución sociocultural es de carácter lamarckiano, es
decir, dirigida, la biológica es darwiniana, al azar.
La evolución conceptual es progresiva, la biológica no.
La evolución de las ideas es intencional, la biológica no
lo es.
Los organismos y las especies pueden perecer, pero las
ideas no perecen o pueden ser resucitadas de nuevo.
No toman en serio la evolución debida al azar y a otros
conceptos que no tienen sentido en la evolución cultural.
En resumen, las teorías evolutivas moderadas aplicadas al proceso conceptual, de Campbell, Richards, Popper y especialmente la de
Toulmin, buscan la adecuación en la sobrevivencia de las ideas, mientras D. Hull y M. Ruse sitúan la adecuación en la reproducción, es decir, lo interesante no es que sobrevivan las ideas sino el número de
adeptos que las siguen y revalidan. M. Ruse se distancia de Hull; mientras éste pone el valor de la adecuación conceptual en el número de
científicos, aquel pone el énfasis en los efectos que la reproducción
diferencial de la ideas produce en sus portadores porque las ideas confieren ventajas adaptativas a los humanos.
Definitivamente, Campbell, Richards, Toulmin y Popper ponen
el criterio de validez evolutivo de los conceptos en su carácter progresivo adaptativo, en su capacidad explicativa. Para Popper, por ejemplo,
el criterio de validez de una teoría, la más apta, es la que mejor resuelve el problema planteado y que mejor resiste la falsación de hipótesis
alternativas. Para Richards, el criterio de validez de una teoría es su
consistencia lógica y coherencia semántica. Para Hull, la validez está
en el número de seguidores. Hull está lejos de construir una teoría general justificativa porque adolece de incongruencias fundamentales.
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2. Epistemología del discurso físico y biológico.
Racionalidad. Paradigmas.
2. 1. Epistemología del discurso físico.
El Dr. Ayala nos dice desde sus páginas: para decidir si una reducción epistemológica es posible es preciso investigar el estado actual
de las disciplinas de que se trate.1 Es decir, si se intenta hablar de Biología es necesaria antes una referencia a la Física. Esta es la razón por
la que nos ocupamos en este apartado del discurso físico, su evolución
y cambio, su racionalidad, de sus paradigmas o categorías, éxitos y limitaciones, con el fin de alcanzar una mejor comprensión de su auténtico valor, no sea que sorprendidos por la falacia de supremacía, anulemos los demás tipos de saberes. Tomando en consideración este aserto
del profesor Ayala, se imponen unas breves reflexiones, como prolegómeno, que pueden hacer más comprensible el carácter autónomo de
la Biología en el momento actual de la ciencia. Se considera que las
categorías vigentes que la Física utiliza en el presente como causa, masa, espacio, tiempo, etc., resultan del todo insuficientes para explicar
toda la complejidad de un ser vivo, asunto que se reserva para páginas
siguientes. Es necesario considerar el arduo proceso de racionalidad
iniciado por numerosos científicos desde distintos paradigmas o categorías filosóficas. Sólo conociendo sus presupuestos y desde sus propias
posiciones, podremos saber de su insuficiencia para explicar los fenómenos biológicos.
Desde que el pensamiento humano quedó encorsetado en la racionalidad griega, el conocimiento de la ϕυσιs, Naturaleza, la Física es
la ciencia más antigua. Ya los primeros pensadores griegos, a quienes
llamaban físicos, se preguntaban por los elementos básicos constituyentes de las cosas materiales, las únicas descubiertas hasta entonces, pero
también se comportaban simultáneamente como filósofos porque indagaban, a su vez, el αρχη o principio último explicativo. Todas las cosas tienen su duende, el imán tiene alma,2 el agua es el principio de
todas las cosas,3 son frases de Tales de Mileto recogidas por Aristóteles
1
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, Arbor, 1978, nº 10, p. 34.
ARISTÓTELES, De anima, A. 5. 4l4 a 7; 405 a l9.
3
ARISTÓTELES, Metafísica, 983 b 22.
2
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62
y que revelan su pensamiento físico-filosófico, que va evolucionando
hacia una cosmología cada vez más compleja. En su seno surgen nuevos saberes, la Matemática, Geometría, Astronomía etc., todas de la
mano del único saber de entonces, Filosofía. Este saber único se sistematiza en Aristóteles y tras la metafísica o filosofía primera se diversifican e independizan las otras ciencias, especialmente la Física y la Matemática que servirán para dar cuenta de los fenómenos físicos.
En el transcurso del tiempo, con Galileo y fundamentalmente
con Newton, la Física y la Matemática, o mejor, la Física matemática
ocupará el primer puesto en el ranking de las ciencias y vendrá a ser el
paradigma único de conocimiento científico dado su alto grado de exactitud y precisión para describir la realidad, facilitadas por el rígido formalismo de la deducción matemática; la Física como la Metafísica, a
juicio de G. Rodríguez-Izquierdo,4 serán saberes radicales cada una en
su propio ámbito. Son todavía constantes y pertinaces los intentos de
reducir el saber científico al discurso de la Física. No faltan físicos,
químicos y biólogos que continúan esta pretensión en sentido ontológico y epistemológico; algunos más moderados lo intentan razonablemente sólo como metodología. La Física cuántica nos demuestra hoy
con el concepto de indeterminación, que el saber físico está abierto a
nuevas concepciones del universo y no se limita sólo a unas cuantas
leyes estáticas newtonianas que únicamente explican fenómenos de carácter simple. Parece que la física indeterminista rotura el nuevo camino y tiende la mano a las otras ciencias. Con especial atención, los biólogos organicistas pretenden poder explicar con presupuestos físicos
indeterministas la compleja trama de la vida hasta sus niveles más altos,
supuesta su posibilidad.
2. 1. 1. La nueva Física.
En el siglo XIV aparece la figura de Guillermo de Ockham que
reacciona violentamente contra el esencialismo de la filosofía griega
tradicional desde el voluntarismo frente al intelectualismo. No existen
esencias, sólo individuos. Las esencias de las cosas son sólo nombres,
signos lingüísticos categoremáticos que representan genéricamente a
los individuos. Estos son los únicos que pueden y deben ser observados. Con lo cual se da preferencia a lo concreto sobre lo abstracto. La
observación de lo individual será la primera piedra para la construcción
de la primera ciencia empírica, la Física, cuyo método será el inductivo
u observacional.
4
G. RODRÍGUEZ-IZQUIERDO, “La Racionalidad de las Ciencias Físicas”, Ciencia y Humanismo,
ALBERTO DOU, editor, Publicaciones de la Universidad de Comillas, Madrid, 1975, pp. 66 – 67.
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63
La física aristotélica se empeñaba en explicar, de forma apriorística, teórica y racional, la configuración del universo y los movimientos
y composición de los cuerpos celestes. Resultaba un sistema complicadísimo y no siempre convincente. No explicaba bien el movimiento violento de los proyectiles, ni el natural de la caída de graves. Carecía de
la belleza de la armonía y sencillez y atosigaba la mente con ecuantes y
excéntricas, para dar razón de los aparentes movimientos retrógrados
de los planetas en el sistema ptolemaico. A estas deficiencias se sumaban posteriormente otros nuevos hallazgos como el descubrimiento de
las manchas solares, las órbitas elípticas de los planetas, la teoría del
ímpetu etc., los cuales iban preparando el derrumbamiento de la física
aristotélica.
Tras los nuevos pasos dados por Tycho Brahe, Kepler y sobre
todo Copérnico, será Galileo Galilei el que inicia una nueva física empírica, matemática e independiente. Mencionemos las clásicas palabras
del inicio de La Jornada tercera de los Discorsi (l638):
Expongamos ahora una ciencia nueva acerca de un tema muy antiguo. No
hay, tal vez, en la Naturaleza nada más viejo que el movimiento y no faltan
libros voluminosos sobre tal asunto escritos por los filósofos. A pesar de
todo esto, muchas de sus propiedades, muy dignas de conocerse, no han
sido observadas ni demostradas hasta el momento.
Galileo, preso de la física aristotélica, centra su atención en el
movimiento; estable o uniforme, acelerado, el llamado violento y de los
proyectiles, el de caída libre y el de plano inclinado. No le interesa preguntarse por la esencia del móvil, del espacio o del tiempo, sino por la
proporción numérica de estos últimos. Entusiasmado por el programa
pitagórico escribe:
(...) La filosofía está escrita en este libro grandísimo que continuamente
tenemos abierto ante los ojos (quiero decir el universo), pero no se puede
entender si antes no se aprende a entender la lengua y a conocer las letras
en que está escrito. Está escrito en lengua matemática, y las letras son
triángulos, círculos y otras figuras geométricas, y sin estos medios resulta
imposible que los hombres entiendan nada.5
Característica esencial de la física galileana es la matematización del universo. Sólo hay que admitir las propiedades primarias que
son las únicas cuantificables. El gran descubrimiento del genio de Pisa
fue el principio de inercia que fundamenta la relatividad galileana: las
leyes mecánicas válidas para un sistema de referencia, son igualmente
5
GALILEO GALILEI, El ensayador (1623), traducción de J. M. Revuelta, Editorial Sarpe, Madrid,
1984, p. 6.
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64
válidas para otro sistema en movimiento rectilíneo uniforme con relación al primero.6 Pero el sistemático de la llamada Física clásica será
Newton con sus notables contribuciones a la matemática, al cálculo infinitesimal y a la Física moderna con sus tres famosas leyes del movimiento, el sistema del mundo con la ley de la gravitación universal, la
teoría corpuscular de la luz, el desarrollo de sus leyes de refracción y
reflexión. La mecánica de Newton constituyó la primera gran exposición y sistematización de la Física moderna, en calidad de tal ejerció
una influencia considerable sobre la ciencia y filosofía y, como advierte
Ferrater Mora: todos los grandes filósofos desde Newton, tuvieron en
cuenta la mecánica newtoniana, casi siempre para celebrarla y aceptarla.7 De aquí el optimismo del principio de Laplace y del propio Voltaire: “estamos en el siglo en el que se han eliminado casi todos los
errores de la Física”. Recuérdese también la actitud de Kant en la que el
filósofo sentía vergüenza de la Metafísica y se arrojaba en manos de la
ciencia moderna de su tiempo, la Física y la Matemática. A finales del
siglo XlX, casi todos los fenómenos físicos, según S. Ortoli y J. P. Pharabod,8 se podían explicar con la mecánica newtoniana, y los electromagnéticos con la teoría ondulatoria de Huygens y las ecuaciones de
Maxwell, propuestas para dar cuenta de ciertos fenómenos de la luz no
explicables por la teoría corpuscular newtoniana como los fenómenos
de interferencia. Con esta situación la Física quedaba dividida en dos:
la corpuscular y la ondulatoria, lo que resultaba desagradable e incómodo especialmente para los newtonianos.
La teoría corpuscular podía idealizar los objetos reales reduciéndolos a un punto con su masa y, por tanto, con una posición y trayectoria determinadas. La teoría ondulatoria se refería a un movimiento, no de la materia, sino en la materia. Ambas suponían unidades de
medición distintas. Aquella suponía la existencia del espacio y tiempo
absolutos, ésta, la existencia de un éter como medio transmisor. Ninguna de las dos hipótesis había sido demostrada y ambas presentaban graves dificultades. El éter resultaba absurdo y contradictorio. Junto a esto,
aparecen ciertos efectos relacionados con la luz que van abriendo hendiduras en el gigantesco edificio de la Física tradicional newtoniana
como son la catástrofe ultravioleta así llamada por P. Ehrenfest (1900),
el cuantum de M. Planck (1900), el efecto fotoeléctrico de A. Einstein
(1905), la mecánica ondulatoria de Louis de Broglie (1923) y E.
Schrödinger (1926), la mecánica matricial de W. Heisenberg y su prin6
J. M. AUBERT, Filosofía de la Naturaleza, Editorial Herder, Barcelona, l972, versión castellana
de Montserrat Kirchner y Enrique Molina, p.193.
7
FERRATER MORA, Diccionario de Filosofía, Alianza Editorial, Madrid, 1984.Vol. lll, p. 2348.
8
S. ORTOLI y J. P. PHARABOD, El cántico de la cuántica, Editorial Gedisa S.A, Barcelona,
1987, traducción de Alberto L.Bixio, pp. 23 – 27. Aunque este libro es de divulgación, es excelente
el resumen que presenta y por esta razón se ha utilizado en este trabajo.
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65
cipio de indeterminación (1925). En este momento de escisión de la
Física, irrumpe A. Einstein con un nuevo paradigma, la teoría de la relatividad restringida y más tarde generalizada con la que establece el
primer principio: la invariancia de las leyes de la naturaleza. Conforme
a este principio, según J. M. Aubert9, los movimientos son siempre relativos a otros movimientos como punto de referencia, el cual nunca es
inmóvil. De aquí, las paradojas que surgen de la relatividad restringida
y que van contra el sentido común, pero superan la visión del mundo
anterior.
En resumen estas paradojas serían:
•
•
•
•
•
•
La relatividad de la simultaneidad.
La relatividad de las medidas de las distancias.
La relatividad en la medida del tiempo.
La relatividad de las velocidades.
La relatividad de la masa con relación a la velocidad.
La equivalencia de masa y energía.
El gran mérito inicial de A. Einstein, según J. M. Aubert,10 fue
el de aplicar las ecuaciones de los sistemas inerciales de Galileo y Newton –movimientos rectilíneos y uniformes– al electromagnetismo, con el
fin de unificar las dos físicas hasta ahora contradictorias, objetivo no
conseguido a pesar de los enormes esfuerzos del gran físico hasta su
muerte. Un segundo esfuerzo tan poderoso como el primero fue dar a su
teoría un alcance universal (relatividad generalizada), extendiéndola
también a los movimientos acelerados –no rectilíneos ni uniformes–
realizando la síntesis de inercia y gravedad.
2. 1. 2. Reflexión filosófica sobre el discurso físico moderno.
Siguiendo el pensamiento de J. M. Aubert,11 la relatividad es
una cosmología o forma nueva de ver el mundo, visión del mundo matemática y no euclidiana precisamente. El universo es según el modelo
de Minkowski. Es una descripción desconcertante porque no es la del
sentido común y obliga a abandonar los modelos clásicos, sobre todo,
los fundamentados en puntos de referencia terrestres y antropomórficos.
La relatividad revela que el observador, sea un sistema cuántico
o un ser consciente, forma parte del sistema y, por tanto, las medidas
serán relativas a él. Esto no indica subjetivismo, sino por el contrario,
una mayor objetividad, porque hace comprender mejor las verdaderas
invariantes de la naturaleza. Por último, la relatividad incorpora como
9
J. M. AUBERT, Filosofía de la Naturaleza, Edt. Herder, Barcelona, 1972, pp.191 – 202.
J. M. AUBERT, o.c. pp. 193 – 200.
11
J. M. AUBERT, o.c. p. 201 – 202.
10
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66
elementos inseparables de realidad el continuo espacio-tiempo con lo
que cualquier fenómeno no será un hecho sino suceso o acontecimiento
y obliga a tener en cuenta su línea de universo, con lo que se rompe la
visión estática, mecanicista y positivista del mundo.
La interpretación filosófica de la Física cuántica, dice Aubert,12
depende de las diversas interpretaciones que hacen sus propios fundadores. El punto álgido de la teoría cuántica es el problema de la medición y es el que provoca las muy variadas interpretaciones. La cuestión
fundamental es: ¿qué o quién hace, en último término la reducción del
paquete de ondas o colapso de la función de onda? Las tesis interpretativas que responden a esta cuestión, según S. Ortoli y J. P. Pharabod,13
pueden reducirse a cuatro grandes grupos: Idealistas, también llamados
fenomenistas o simples idealistas por algunos, materialistas, operacionalistas y sincretistas. La interpretación considerada más ortodoxa tras
el V Congreso Solvay es la del llamado Círculo de Copenhague y es la
dada por W. Heisenberg, N. Bohr, J. von Neumann, W. Pauli, P. A. M.
Dirac, P. Jordan, para quienes la onda no representa una realidad física
concreta sino simplemente la medida de la probabilidad que tiene un
observador de situar el corpúsculo correspondiente a un punto y con
una energía determinada. El otro grupo lo formaban E. Schrödinger, De
Broglie, A. Einstein y M. Planck, para quienes, según Aubert,14 la cuestión general es dar una significación física a la onda de la mecánica ondulatoria, una representación más concreta del corpúsculo y la fe puesta
en un determinismo de fondo.
Estas divergencias en la manera de comprender el papel de la
ciencia y del hombre ante la naturaleza conllevan, a juicio de Aubert,15
unas consideraciones filosóficas de suma importancia. Ante esta abstracción cada vez más profunda de la Física, se sitúa el físico con una
creencia en la realidad de cuya objetividad no se puede dudar pese a
tener sólo un conocimiento aproximado y misterioso de la misma. Se
debe aclarar, que el indeterminismo de la Física moderna de ningún
modo debe confundirse con un subjetivismo o idealismo, sino que se
trata de un indeterminismo de carácter científico vinculado al método
de la ciencia y no a la estructura de la realidad. Este indeterminismo no
supone violación del principio de causalidad que es una exigencia de la
razón humana, para intentar dar una explicación causal de los fenómenos que componen el mundo. Por otra parte, el determinismo es posible
sólo si las medidas son exactas, pero en el terreno de las partículas elementales estas medidas no aportan la precisión que se requiere, puesto
12
J. M. AUBERT, o.c. pp. 208 – 212.
S. ORTOLI y J. M. PHARABOD, El Cántico de la Cuántica, o.c. pp. 75 – 87.
14
J. M. AUBERT, o.c. p. 209.
15
J. M. AUBERT, o.c. p. 209 – 212.
13
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67
que el fenómeno es modificado por los instrumentos utilizados en el
mismo momento de su observación. Por tanto, el indeterminismo hay
que entenderlo como una limitación fijada al conocimiento científico
por la propia intervención del hombre. Así pues, el único determinismo
posible es un dato estadístico que sólo brinda una probabilidad siempre
insuficiente para la avidez de la mente humana deseosa de obtener un
conocimiento exacto de la realidad objetiva.
Las dos divergencias fundamentales en las teorías cuánticas
surgen de la actitud ante este probabilismo. Una, el fenomenismo opina
que será siempre imposible superar tal incertidumbre, la otra, el realismo conserva la esperanza de conseguir un verdadero determinismo no
estadístico. La física moderna ha descubierto la imposibilidad del sueño
mecanicista en el que el hombre aislado podía conocer la naturaleza en
su estado puro. A juicio de Aubert,16 el único conocimiento objetivo
que está a su alcance es resultado siempre de dos datos: el fenómeno
mismo y la técnica operatoria íntimamente vinculados en el intento de
comprensión de la naturaleza.
2. 1. 3. Racionalidad del discurso físico.
Es difícil hablar de la racionalidad del saber físico. El término
racionalidad presenta una gran polisemia; simplificando y a modo de
ejemplo, Mario Bunge17 distingue varios modos de racionalidad científica:
•
•
•
•
•
•
Racionalidad conceptual, (precisión).
Racionalidad lógica, (no-contradicción).
Racionalidad metodológica, (apoyo empírico).
Racionalidad ontológica, (concepción coherente del mundo).
Racionalidad evaluativa, (metas).
Racionalidad práctica, (medios).
M. Bunge manifiesta un especial interés por la racionalidad
gnoseológica y la ontológica por ser ambas imprescindibles para la
ciencia fáctica y tecnológica. Según G. Rodríguez-Izquierdo,18 la Física
nos lleva a saber cada día más del universo pero cada vez a entender
menos. Sin embargo, la Física es una ciencia enormemente racional
tanto por su estructura, número mínimo de principios para llegar a todo,
como por su punto de partida racionalista: todo lo real es racional y todo lo racional es real. La misma Física lleva al hombre a hacer Metafísica cuando busca la necesidad y coherencia interna de las cosas. Al
16
J. M. AUBERT, o.c. p. 212.
MARIO BUNGE, Racionalidad y realismo, Alianza Editorial, Madrid, 1985, pp. 17 – 18.
18
G. RODRÍGUEZ-IZQUIERDO, “La Racionalidad de las Ciencias Físicas”, o.c. p. 67.
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68
afirmar que el mundo es inteligible, reconoce la sintonía del hombre
con la naturaleza. El ilusionismo de Laplace y de algunos filósofos como Kant, que puso la filosofía al servicio de la ciencia de su tiempo, la
Física y Matemática, a lo que nos referimos con anterioridad, constituía
un intento de anular la filosofía, cosa que no consiguió la física clásica
y sí hacerla imprescindible la física moderna. Pero esta seguridad interna de la física mecánica no duraría mucho tiempo al descubrir los mismos físicos y en su propio campo la dificultad de explicar con métodos
mecánicos ciertos fenómenos experimentales como los del electromagnetismo y propagación de la luz. Surgió una nueva física dolorosamente
incompatible con la primera. Como dice G. Rodríguez-Izquierdo:
La física nos ha enseñado ante todo que nuestros sentidos son filtros enormemente selectivos que captan sólo aspectos muy restringidos de la realidad. (...) Sólo somos sensibles, por ejemplo, a una gama muy estrecha de
frecuencias del espectro electromagnético. (...) Sólo percibimos en nuestra
vida normal fenómenos de un determinado orden de longitudes y tiempos;
nuestras estructuras no están hechas para longitudes a escala atómica ni
tiempos del orden del milisegundo; sólo entramos normalmente en contacto con fenómenos muy lentos frente a la velocidad de la luz, o en los que el
número de átomos que interviene es tan grande que en primera aproximación no es necesario tratarlos por un estudio cuántico.19
El mismo Rodríguez-Izquierdo20 cree que esto nos ha llevado a
extrapolar nuestras estructuras hacia lo grande y lo pequeño, extrapolaciones indebidas que han sido corregidas por los nuevos conceptos de la
Física, los cuales nos impiden proyectar nuestras estructuras sensibles y
conceptuales más allá de lo comprobable, y nos enseñan que son útiles
sólo para desenvolvernos en un mundo a nuestra escala. La estructura
última del mundo tal como lo describe la física cuántica parece poco
razonable ya que nuestra misma razón es un simple instrumento macroscópico.
Este proceso de profundización en la racionalidad se pone especialmente de manifiesto en las diversas interpretaciones que han ido
surgiendo. Hasta confines colindantes con la Metafísica nos lleva la
Física del presente que nos deja perplejos pero en situación fascinante.
Nos cabe esperar que nuevos experimentos cruciales nos den una comprensión más nítida de lo que llamamos realidad.
No obstante la búsqueda de máxima racionalidad, ésta se ve
salpicada con frecuencia de arracionalidad. No es que haya lugar a duda
acerca de la progresiva racionalidad de la ciencia física, cuya noble
ambición fue siempre hacer real el principio básico del idealismo ro19
20
G. RODRÍGUEZ-IZQUIERDO, o.c. p. 75.
G. RODRÍGUEZ-IZQUIERDO, o.c. p. 76.
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69
mántico todo lo real es racional, todo lo racional es real, pero supuesta
la incompletitud esencial de toda ciencia, en boca de Karl Popper, es
posible encontrar indicios de irracionalidad o arracionalidad, como se
quiera, según las indicaciones de Ferrater Mora, con tal de que estos
términos desemboquen en un mismo significado: falta o incoherencia
puntuales del lenguaje lógico-matemático, propio del discurso físico.
Es la Física cuántica moderna la que ha descubierto estas deficiencias racionales, desplazando con ello el clásico optimismo laplaciano. El tránsito de la certeza acumulativa de la ciencia clásica a la indeterminación y probabilidad parecen ser los primeros pasos hacia la irracionalidad. Son interesantes, al respecto, las ponencias de los profesores G. Rodríguez Izquierdo de Física, Pedro Victory de Química, Julian
Rubio de Biología y G. Doncel de Física teórica, en el Coloquio interdisciplinar entre las ciencias (1975) en las que señalan unos indicios de
irracionalidad en sus respectivas disciplinas.21
Un apunte muy simplificado de estos brotes de irracionalidad en
la ciencia puede ser el siguiente, clasificados de esta forma:
1)Por su origen psíquico:
a) Postulados. (Se aceptan sin discutir su decibilidad. Creencias?).
b) Intuición. (Primer acto del científico. Ej. Dirac y el corchete de Poisson).
c) Conjeturas. (Hipótesis sin comprobar).
d) Incoherencias. (Aplicar el infinitésimo –continuo– a cantidades discretas, átomos, moléculas, etc).
e) Suposición. (Suponer no es demostrar, sino simple creencia).
2) Por su origen histórico evolutivo: (los paradigmas de Kuhn y las revoluciones científicas estereotipan efectos irracionales.)
Según G. Reale y D. Antiseri, Kuhn afirma:
El traspaso de la confianza de un paradigma a otro es una experiencia de
conversión que no puede ser impuesta por la fuerza. Pero entonces ¿por
qué tiene lugar esta experiencia de conversión y sobre qué fundamentos?
Los científicos individuales aceptan un nuevo paradigma por toda clase de
razones, por ejemplo, el culto al sol que contribuyó a convertir a Kepler al
copernicanismo, se hayan fuera por completo de la esfera de la ciencia.
Otras razones pueden depender de idiosincrasias autobiográficas y personales. Incluso la nacionalidad o reputación previa del innovador y de sus
maestros puede, a veces, desempeñar una importante función.22
21
ALBERTO DOU, Ciencia y humanismo, Ediciones Universidad de Comillas, Madrid, 1975. pp.
65 – 126.
22
GIOVANNI REALE y DARIO ANTISERI, Historia del pensamiento filosófico y científico,
Editorial Herder, Barcelona, 1995, Vol. III, p. 910.
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Esto, evidentemente, pertenece a la historia externa de la ciencia.
La inconmensurabilidad entre paradigmas es otra idea fundamental de Kuhn que concreta en tres tipos de diferencias, entre un paradigma y su rival. 1)Diferentes problemas por resolver. 2)Diferencias
conceptuales entre ambos paradigmas. 3)Diferente visión del mundo.
El que esgrime con mayor violencia la espada de la crítica contra la racionalidad de la ciencia es el epistemólogo anarquista P. K.
Feyerabend. Su anarquía radical la manifiesta especialmente en su obra
Tratado contra el método. Son palabras textuales de Feyerabend las
siguientes:
La idea de un método que contenga principios firmes, inalterables y absolutamente obligatorios que rijan el quehacer científico, tropieza con dificultades considerables al ser confrontada con los resultados de la investigación histórica. Descubrimos, entonces, que no hay una sola regla, por
plausible que sea y por firmemente basada que esté en la epistemología,
que no se infrinja en una u otra ocasión.23
Idea clave en su epistemología es el lema todo vale matizado
más tarde por él mismo. Javier Echeverría 24 aclara el sentido de este
lema.
La inconmensurabilidad de las teorías científicas, propuesta anteriormente por Hanson y Kuhn, es también fundamental en este autor
para comprender la racionalidad de la ciencia. Para Feyerabend, inconmensurabilidad significa ausencia de relaciones deductivas entre dos
teorías y, por esto, no pueden compararse. Feyerabend acérrimo luchador contra el cientifismo, no duda en fundamentarlo en los seis conocidos mitos de esta ideología de nuestro siglo.
Con relación a la racionalidad del discurso físico moderno, resulta adecuada la reflexión epistemológica del profesor Núñez de Castro 25 en su trabajo “Ciencia y Post-Utopía” en el que hace un recorrido
epistemológico completo y de buen calado desde la ciencia utópica de
la Modernidad ilustrada, preñada de certeza y dogmatismo, hasta la
ciencia contemporánea post-utópica o de la post-modernidad, que presenta caracteres positivos mucho más flexibles, sobre todo en el discurso físico. Estos rasgos característicos son:
23
PAUL K. FEYERABEND, Tratado contra el método, Traducción castellana de Diego Ribes, Editorial Tecnos, 1981, p. 7.
24
JAVIER ECHEVERRÍA, Introducción a la metodología de la ciencia, Editorial Barcanova, Temas universitarios, Barcelona, 1989, pp. 217 – 218.
25
I. NÚÑEZ DE CASTRO, “Ciencia y Post-Utopia”, Más allá de las utopías, XIX Reunión interdisciplinar, Universidad de Comillas, Madrid, pp. 41 – 42.
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71
•
•
•
•
•
•
•
•
Desaparición de los absolutos. No incompatibilidad.
Existencia de lenguajes diferentes. No reduccionismo.
Diálogo interdisciplinar. Diálogo fe-cultura.
Nueva alianza entre ciencia y filosofía. Nueva epistemología que
profundiza en los conceptos fundamentales. Metafísica.
Revolución tecnológica e informática como liberación del trabajo
físico.
El pensamiento post-moderno supone la autocrítica.
Revisar los conceptos de trascendencia etc.
Postura de sano escepticismo.
A lo dicho por el profesor Núñez de Castro, se podría añadir
otra fuerte componente de la post-modernidad: un excesivo voluntarismo frente a una escasísima racionalidad. Al establecer la libertad como
valor absoluto, aparece un voluntarismo antropológico fundamentado
en la omnipotencia y libertad humanas, substituyendo al antiguo voluntarismo teológico ockamista fundado en la omnipotencia y libertad de
Dios.
Según este voluntarismo moderno, las cosas no son como necesariamente deben ser sino como el hombre quiere que sean, (voluntariedad versus necesariedad). Lo contrario lesionaría gravemente la libertad humana (indeterminismo versus determinismo). Esta actitud
humana resulta negativa. La tecnología, magia moderna, en manos del
hombre embriagado de poderío y libertad, intenta dominar a la Naturaleza para ponerla a los pies del mismo hombre endiosado, con el peligro de dañarla y perder el paraíso, nueva repetición de la tragedia
humana bíblica. Esta sería la peor irracionalidad cometida por la racionalidad de la ciencia, perjudicial para la misma valoración del conocimiento científico.
Fuera de esta consideración, la denuncia que de un modo u otro
hacen los epistemólogos modernos, de forma especial Feyerabend, pese
a su radicalismo extremo, nos hace ver toda una serie de variables externas psicológicas, sociológicas, históricas, que no destruyen la racionalidad científica pero sí la condicionan y hasta la complementan y amplían. Sería una racionalidad más racional.
2. 1. 4. Paradigmas del discurso físico.
El discurso físico ha sido modelado epistemológicamante con
frecuencia por aquellos diversos modos de entender la realidad y que
han servido para estereotipar algún aspecto relevante elevado a característica distintiva.
El término παραδειγµα, de origen platónico, significó, pese a
diversas interpretaciones secundarias, modelo del cual se hacen copias.
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72
Así es claramente aceptado por Platón: el ειδοs es el arquetipo, idea de
la cual, cada cosa sensible es imitación o participación. Según Ferrater
Mora:
(…) en la raíz de múltiples significados de ειδοs se halla la noción de aspecto, species, que ofrece una realidad cuando se la ve en lo que la constituye como tal realidad.(…) Como el tipo de realidad de algo que es visible
o que es aprehensible por medio de alguna operación intelectual, el ειδοs
es así entendido como idea de la realidad. (…) Así, pues, el ειδοs es un
aspecto esencial (…) de la realidad. (…) el ειδοs puede ser tomado como
momento específico de una realidad y también como constitutivo de una
realidad. En el primer caso el ειδοs es visto desde el λογοs; en el segundo
caso, el ειδοs es visto desde la ϕυσιs en cuanto realidad.26
Javier Echeverría,27 en su comentario sobre los paradigmas
científicos, alude a M. Mastermann que hace una crítica de la noción de
paradigma kuhniano tal como fue formulada en 1962. Esta autora distingue hasta 21 sentidos diferentes en la utilización kuhniana del término distribuidos en tres grandes grupos :
1) Aspecto filosófico o metafísico del paradigma, que daría la
imagen del mundo y los elementos básicos de creencia de los
científicos sobre lo que sea la realidad: sería el caso del atomismo, del mecanicismo, de la materialización de la realidad,
del fenomenalismo etc.
1) Aspecto sociológico del paradigma: Un paradigma sociológico conlleva un aspecto institucional: sociedades científicas, líneas de investigación, publicaciones, manuales, congresos, academias, que permiten distinguirlo de otros paradigmas rivales.
2) Aspecto científico del paradigma, ligado a los problemas ya
resueltos y a los principales ejemplos que son explicados gracias a la utilización del paradigma. Mastermann califica este
tercer aspecto como paradigmas construidos.
Siguiendo estas indicaciones, parece que la acepción de paradigma o modelo puede tomarse en el sentido filosófico de Mastermann
como el aspecto esencial que presenta la realidad y como elemento básico de creencia sobre la realidad, según el nivel en el que se coloque.
En un sentido vago y amplio lo aplicamos al exponer los distintos modos de entender el discurso físico. Estos paradigmas no describen la
realidad de los fenómenos físicos, pero sí constituyen el ámbito o punto
26
FERRATER MORA, Diccionario de Filosofía, Alianza Editorial, Madrid, 1984, Vol. 2º, pp. 902
– 903.
27
JAVIER ECHEVERRÍA, Introducción a la Metodología de la Ciencia, o.c. pp. 106 – 107. Para
una mejor comprensión del tema puede consultarse el trabajo de M. Mastermann, “The nature of a
paradigm”, en LAKATOS MUSGRAVE, Criticsm and the Growth of Knowledge, traducido por F.
Hernán con el título La crítica y el desarrollo del conocimiento, Editorial Grijalbo, Barcelona, 1975.
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73
de referencia para explicarlos de forma más o menos coherente. Teniendo en cuenta estas apreciaciones, no es fácil distinguir con nitidez
entre paradigma y categoría. Estos paradigmas surgidos en el tiempo
para precisar una mejor racionalidad del discurso físico, pueden reducirse a los siguientes:
•
•
•
•
•
•
Fisicalismo.
Idealismo. (Platonismo, fenomenismo)
Realismo. (Ingenuo, crítico, científico).
Operacionalismo.
Emergentismo.
Estructuralismo.
Estos paradigmas o modelos físicos se han ido aplicando con
mayor o menor aceptación y han servido como moldes explicativos de
la esencia íntima de la física y, en último término, para exponer el valor
fundamental del conocimiento físico. Unos, según G. Reale y D. Antiseri,28 como Neurath y Carnap componentes del antiguo Círculo de
Viena, guiados por el ideal de Ciencia unificada (fisicalismo), pretendían un reduccionismo metodológico de todos los lenguajes, incluidos los
de las ciencias humanas, y llegaron a la concepción, según la cual, el
lenguaje físico es el lenguaje base de toda ciencia, un lenguaje universal que abarca los contenidos de todos los demás lenguajes científicos.
Otros como los idealistas científicos, cuyo fundamento remoto
es la Teoría de las Ideas de Platón son caracterizados también con el
nombre de fenomenistas debido a que su objetivo es dar cuenta sólo de
los fenómenos. Su tesis fundamental dice: es inútil hablar de realidad
cuántica; sólo podemos hablar del conocimiento que tenemos de esa
realidad, así se expresan los componentes del grupo de Copenhague.
Los realistas pretenden resolver el problema más profundo y difícil de toda la historia del pensamiento filosófico y científico. Qué sea
lo real es la gran pregunta. ¿existe?, ¿existe fuera del sujeto?, ¿cuál es
su constitución? Muchas son las respuestas interpretativas; unas filosóficas, otras científicas. En general, se distinguen el realismo filosófico,
el científico y otros realismos menores y en su interior se distinguen
varios modos muy sofisticados. Suprimimos su descripción innecesaria
por el momento dadas su complejidad y dificultad.29
Los operacionalistas consideran que la característica de la ciencia física es el método operatorio: conjunto de operaciones instrumentales y de la mente por las que el científico se pone en contacto con el
28
G. REALE y D. ANTISERI, o.c. pp. 871 – 873.
A. J. DIEGUEZ LUCENA, Realismo científico (Una introducción al debate actual en la filosofía
de la ciencia), Estudios y Ensayos, Universidad de Málaga, 1998. Estudio para un mejor conocimiento del realismo, tema central epistemológico.
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objeto a estudiar. Dime cómo te buscan y te diré quién eres, son palabras de Bachelard30 en clave de humor hablando del electrón. Según J.
M. Aubert,31 el método experimental es un proceso operatorio que consiste en poner en el lugar de nuestros órganos sensoriales un proceso
material que termina en una medida con la intención de eliminar parcialmente, por lo menos, la subjetividad ampliando la imparcialidad,
objetividad, y facilitando una mayor información. Esta operación termina en una medida matemática que sustituye las cualidades sensibles
por cantidades mensurables.
El gran problema de la ciencia, especialmente de la Física, es
cómo darle significado empírico a los términos teóricos, apunta Ferrater
Mora.32 Esto y los revolucionarios avances de la ciencia moderna llevan
a P. W. Brigdman a intentar resolver el problema de los conceptos absolutos con su doctrina del operacionalismo cuyo lema es: los conceptos se reducen a operaciones. Brigdman afirma, según Ferrater Mora,
que en general, cualquier concepto es sinónimo con la correspondiente
serie de operaciones. Se entiende que si el concepto es de orden físico,
las operaciones también lo serán; si es de orden mental, las operaciones
pertenecerán al mismo. Este operacionalismo es el que siguen Heisenberg y los restantes del grupo de Copenhague.
Sin embargo, el operacionalismo presenta dificultades como nos
hace ver G. C. Hempel:
(...) Y ésta sería una objeción mucho más seria, resultaría difícil, y aún imposible, adherirse estrictamente a la máxima de Brigdman. (...). Así pues,
la máxima operacionalista que estamos discutiendo nos obligaría a fomentar una proliferación de conceptos de longitud, temperatura y de los restantes conceptos científicos, que no sólo sería inmanejable en la práctica sino
infinita en teoría. Y esto haría fracasar uno de los objetivos fundamentales
de la ciencia, a saber, conseguir una explicación simple y sistemáticamente
unificada de los conceptos empíricos.33
Con esta argumentación asesta Hempel un duro golpe a la entraña misma del operacionalismo instrumental pero ¿lo será también
para el operacionalismo mental, operaciones lógicas y matemáticas, del
que así mismo habla Brigdman? Esta cuestión parece que no la plantea
Hempel.
Finalmente, los estructuralistas, frente al reduccionismo fisicalista de la concepción heredada, proponen la llamada concepción estructural de las teorías científicas que nada tiene que ver con el estruc30
G. BACHELARD, Le nouvel sprit scientifique, P.U.F. 1941, p.139.
J. M. AUBERT, o.c. pp. 252 – 253.
32
J. FERRATER MORA, o.c. Vol. III, p. 2436.
33
C. G. HEMPEL, Filosofía de la ciencia natural, versión española de Alfredo Deaño, Edit. Alianza
Universida, Madrid, 1991, pp. 137 – 138.
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turalismo francés. Esta concepción estructural defendida por P. Suppe,
J. D. Sneed y W. Stegmüller tiene una variable, la concepción semántica cuyos propulsores son P. Suppe, B. Van Fraassen, R. N Giere y
otros. Según J. Echeverría34 la novedad de la concepción estructural es
el de ser un nuevo intento de unificación de las ciencias mediante la
axiomatización informal de las teorías científicas para lo que Suppe
propuso la técnica del predicado conjuntista y aplicando las mismas
técnicas al análisis y reconstrucción de diversos tipos de ciencias: físicas, químicas, biológicas, económicas, sociales, humanas, lo cual constituye uno de sus mejores atractivos, en expresión de Echeverría.35 Sin
entrar en detalles, la concepción estructural:
(...) se presenta como una concepción de la ciencia que toma en cuenta sus
aspectos pragmáticos, holísticos y diacrónicos por oposición a la concepción heredada, marcada por una metodología sintáctico-semántica, atomística y puramente sincrónica.36
A juicio de Echeverría,37 la tradición fisicalista ha dominado la
filosofía de la ciencia en todo el siglo XX de forma que ha venido a ser
la ciencia primera, utilizando el término aristotélico, y la filosofía de la
ciencia ha sido elaborada según el paradigma de las teorías físicas. Por
esta razón, el desafío estructuralista consiste en elaborar una auténtica
filosofía de las ciencias, lo cual requiere una axiomatización informal
de las teorías y sin tener en cuenta la significatividad de los términos y
la demarcación entre ciencia y no ciencia; esta última ha producido una
gran demarcación entre las distintas ciencias y una enorme diversificación entre las filosofías particulares de la ciencia. Por todo esto, en palabras de Echeverría,38 la concepción estructural es la tentativa de establecer una auténtica metodología de análisis formal que prescinde de la
heterogeneidad de los contenidos de las diversas teorías con el fin de
interrelacionarlas considerando sólo sus estructuras formales. Una aplicación inmediata de esta concepción estructural dentro del campo de la
física podría ser la siguiente según la idea de J. M. Aubert:39 la realidad
física aparece bajo dos formas indisolublemente ligadas aunque diferentes y contradictorias, una de aspecto continuo, onda, energía, campo,
inmateriales para el físico no para el filósofo; otra de aspecto discreto,
granular o corpuscular, material. Estos dos aspectos son dos semblantes
del mismo fenómeno el cual puede explicarse según uno u otro aspecto
contradictorio y ambos son convertibles entre sí. Para que desaparezca
34
J. ECHEVERRÍA, o.c. p. 150.
J. ECHEVERRÍA, Ibidem.
36
J. ECHEVERRÍA, o.c. p. 151.
37
J. ECHEVERRÍA, o.c. p. 196.
38
J. ECHEVERRÍA, o.c. p. 198.
39
J. M. AUBERT, o.c. p. 317 – 319.
35
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la contradicción se hace necesario llevarlos al nivel de construcción
matemática muy abstracto con lo que resultan desrealizados y como
simples entes de razón con fundamento in re, puesto que explican lo
dado experimental y objetivo. Esta es la tendencia actual de la Física,
sustituir la noción de partículas en continua interrelación por la de campos y sistemas de relaciones geométricas y dinámicas.
2. 1. 5. Conclusión.
Esta descripción a grandes rasgos del proceso seguido por la Física como ciencia omnicomprensiva y radical en sentido conceptual y
ontológico para alcanzar un alto grado de racionalidad, nos puede llevar
a la consideración de que la Física clásica mecanicista aparece en el
siglo XIX como un gigantesco monumento a la racionalidad y como
fundamentalismo físico sustitutivo de toda filosofía y religión, aunque
esta posición de privilegio duró poco tiempo al descubrir egregios físicos la imposibilidad de explicar ciertos fenómenos de carácter electromagnético por cuya razón surgieron las nuevas físicas relativista y
cuántica como paradigmas de la nueva Física, que contrariando al sentido común, se mostraban mucho más eficaces para explicar de modo
más amplio y profundo los fenómenos físicos del cosmos. No obstante,
las explicaciones más avanzadas de la Física moderna resultan insuficientes como para que la Física en su estado actual constituya la ciencia
fundamental y radical capaz de absorber todo conocimiento humano a
base de un reduccionismo físico incondicionado. Si esta física en sus
dos vertientes, clásica y moderna, no puede explicar de forma conveniente y completa la factualidad de carácter simple del acontecer cósmico y en su propio ámbito, le resulta imposible dar cuenta de los otros
complejísimos fenómenos de alto nivel biológico y humano íntimamente relacionados. Esta irreductibilidad será confirmada en páginas siguientes por los mismos fundadores de la nueva Física y que descubrieron, a su vez, lo que J. M. Aubert,40 llama hominización de la naturaleza. Es la misma ciencia física en esta última etapa la que descubre esta
íntima e inevitable relación de hombre y naturaleza, aspecto, quizás, el
más formidable y transcendental de la Física cuántica. Al fin y al cabo,
es el hombre el que hace la ciencia, él es el que observa, compara e interpreta, es como enseñó Einstein, parte integrante del sistema, es también naturaleza. Es ésta la que le interpela constantemente a un mejor
conocimiento casi paradójico de ambos, respetuoso pero técnico y eficaz para la humanidad y, por ello, es necesario forjar una ciencia
humanizante y ecuménica mucho más abierta a lo humano, más refres40
J. M. AUBERT, o.c. pp. 217 – 224.
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77
cante, más libre de la opresión del mecanicismo materialista. ¿Por qué
reducir sólo a lo inferior y no a lo superior?, porque tan inobservable es
lo uno como lo otro. ¿Cuánto tiempo tendrá que transcurrir para que la
Física moderna de los cuantos sea conocida y admitida por todos, como
una visión más racional y aproximada de la realidad? Aun así, en el estado actual de la ciencia, como dirá el profesor Ayala oportunamente,
resulta insuficiente con sus muchos y variados paradigmas.
2. 2. Epistemología del discurso biológico.
Siguiendo la prescripción del Dr. Ayala, es pertinente ahora investigar el estado actual de la Biología. Para este fin, parece lógico y
acertado estudiar, “ver lo que hay” al respecto, según el dicho de W. V.
W. Quine, examinar el proceso individual seguido por filósofos, físicos
y biólogos significados en nuestros días, que con sus ensayos muestran
la problemática que atraviesa la Biología moderna y establecen las categorías que deben fundamentar su racionalidad.
Al adentrarse en el discurso biológico es fácil para el filósofo de
la Biología, en un primer momento, caer en la tentación de dar una respuesta simplificada e ingenua a la difícil pregunta ¿qué es la vida?. En
la historia de la biología encontramos, ya desde el principio, algunos
ensayos de definición más o menos simplista que revelan el afán humano de etiquetar con palabras lo que consideramos definible. La vida,
escribió Aristóteles41, es aquello por lo cual un ser se nutre, crece y
perece por sí mismo. Después explicará el significado de por sí mismo
con su conocido vitalismo que por mucho tiempo han seguido muchos
filósofos aristotélicos y tomistas.
C. Bernard 42 cita algunas definiciones de vida contenidas en los
tratados biológicos de los siglos XVII y XVIII. Vayan algunos ejemplos:
La vida es la uniformidad constante de los fenómenos bajo la diversidad de
las influencias exteriores. (Treviranus).
La vida es la facultad de movimiento destinada al servicio de lo que es
movido. (Ehrard).
La vida es una colección de fenómenos que se suceden durante un tiempo
limitado en los cuerpos organizados. (Richerand).
La vida es el conjunto de las funciones que se resisten a la muerte. (Bichat).
La vida es la organización en acción. (Beclard).
41
ARISTÓTELES, De anima, II, 1, 412 a 10 – 20.
BERNARD C. Leçons sur les phenomenes de la vie, París, 1818 pp.18 – 21. Citado por G.
BLANDINO, Naturaleza de la vida, Editorial Razón y Fe S.A, Madrid,.1964, p. 43.
42
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78
La vida es un estado de cosas que permite el movimiento orgánico bajo la
influencia de los excitantes. (Lamarck).
La vida es la combinación definida de cambios heterogéneos, a la vez simultáneos y sucesivos, en correspondencia con coexistencias y secuencias
exteriores. (Spencer).
La vida es unidad estructural que en su reactividad de sistema abierto tiende a mantener su estructura como un todo. (Blending).
Definiciones todas de carácter general, con escasa especificidad
y sobre todo, muy incompletas. Posiblemente la vida pertenezca al conjunto de los indefinibles, así llamados por los filósofos. Bien podría decirse que la vida es el todo para un organismo, lo mismo que para un
hindú, Dios es el todo o para un enamorado el amor también lo es todo;
definiciones tan generales y que pretenden decir tanto, que no dicen
nada. Parece, pues, imposible moldear la vida en unos simples predicados. Es, por tanto, una quimera el intento de dar una definición, siquiera
aproximada, de vida, otra cosa sería descripción; lo es también el del
físico que quisiera definir la gravedad o la energía o la materia etc., mejor es acercarse a los fenómenos afectados por la gravedad, la energía…
y analizar sus procesos y comportamientos. El biólogo, en nuestro caso,
deberá observar al fenómeno vital, ser vivo, estudiar sus estructuras y
las respuestas a sus respectivos estímulos y comprobará que esto le es
insuficiente, porque, como se verá, sus estructuras moleculares, morfológicas y funcionales, remiten a otras dimensiones que les son propias
al viviente. La célula no está viva porque tenga átomos y moléculas,
sino por ser célula. Lo mismo que el hierro no es hierro por tener átomos y moléculas, sino por ser hierro. ¿Qué hace, entonces, que los
mismos átomos y moléculas sean célula o hierro?
2. 2. 1. Racionalidad del discurso biológico.
Si como hemos visto, la racionalidad de las ciencias especialmente Física y Química presenta dificultades, fisuras por donde penetran indicios graves de irracionalidad, es evidente que este panorama se
extienda a la Biología y aún con mayores sorpresas, por ser mucho más
obscura su enorme complejidad. Se nota en la Biología convencional un
excesivo apego a las leyes físico-químicas derivado de las mal interpretadas ciencia y metodología cartesianas. Es verdad que Descartes43 nos
enseñó a admitir sólo lo claro y distinto –lo evidente– y para esto proponía una primera etapa, el análisis o descomposición hasta llegar a lo
simple y una segunda, la síntesis o recomposición hacia lo compuesto y
hasta propone un recuento general. Pues bien, parece que la ciencia
43
R.DESCARTES, Discurso del Método, Meditaciones metafísicas, Editorial Selecciones Austral
Espasa-Calpe S.A, Madrid, 1981, p. 48, traducción de Manuel García Morente.
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79
moderna ha olvidado durante mucho tiempo la segunda etapa de este
método. Se ha quedado abajo, en lo simple, átomos, moléculas y ha dejado sin ejecutar la otra parte del método: subir de nuevo hasta lo compuesto, el otro nivel de la realidad.
La Física cuántica advirtió que las leyes de la macrofísica no
son aplicables a la microfísica. Son como dos campos de la ciencia cuyas leyes no son extrapolables o no convertibles ad invicem. Algo similar parece estar ocurriendo en Biología. Los distintos niveles de complejidad exigen una explicación más completa, no son, ni mucho menos, suficientes las leyes de la Física y Química, ni tan siquiera de la
Biología molecular en la que tantas falsas esperanzas hay puestas. De
aquí, la confesión del mismo Schrödinger:
El orden encontrado en el desarrollo de la vida procede de un orden diferente. Según esto, parece que existen dos mecanismos distintos por medio
de los cuales pueden producirse acontecimientos ordenados: el mecanismo
que produce orden a partir del desorden y otro nuevo que produce orden a
partir del orden. Para una mente sin prejuicios el segundo principio parece
mucho más simple, mucho más lógico. Y sin duda lo es. Por eso los físicos
están tan satisfechos de haber dado con el otro principio del orden a partir
del desorden que es el que sigue la Naturaleza y el único que hace posible
la comprensión de las líneas maestras de los acontecimientos naturales, en
primer lugar de la irreversibilidad. Pero no podemos esperar que las leyes
de la Física, derivadas del mismo, basten para explicar el comportamiento
de la materia viva, cuyos rasgos más fascinantes están visiblemente basados en el principio del orden a partir del orden. No podría esperarse que
dos mecanismos enteramente diferentes pudieran producir el mismo tipo
de ley, como tampoco se esperaría que la llave de nuestra casa abriera
también la puerta del vecino. Por lo tanto, no debe desanimarnos que tengamos dificultad en interpretar la vida por medio de las leyes de la Física.
Eso es lo que cabría esperar de lo que hemos aprendido sobre la estructura
de la materia viva. Debemos estar preparados para encontrar un nuevo tipo
de ley física que la gobierne. ¿O tendremos acaso que denominarla ley nofísica, o incluso super-física?.44
El buril científico de Schrödinger nos proporciona el perfil del
moderno discurso biológico: encontrar un nuevo tipo de ley física que
gobierne la materia viva.
Está claro, que la racionalidad de la Biología se incrementa y
perfecciona de forma notable a partir del siglo XIX, pero este proceso
de racionalización comienza en los albores del pensamiento griego. Un
barrido histórico sería interminable, por breve que fuese.45
44
R. SCHRÖDINGER, ¿ Qué es la vida?, Cuadernos ínfimos, Tusquets Editores, traducción de Ricardo Guerrero, catedrático de Microbiología, Universidasd de Barcelona, 1983, pp. 123 – 124.
45
Me remito a las obras de E.M. RALDT, Historia de las teorías biológicas, traducción de Félix
Díaz Mateo, Revista de Occidente, 2 volúmenes, Madrid 1930; de G. BLANDINO, Naturaleza de la
vida (problemas y teorías sobre la), traducción de José A. Garay, Editorial Razón y Fe, Ma-
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2. 2. 2. Racionalidad de la Biología moderna.
Como lo hace notar el profesor Ayala,46 el que, en realidad,
marca una línea divisoria y definitiva en el horizonte del pensamiento
biológico moderno fue Charles Darwin que inicia una etapa epistemológicamente correcta en el método científico centrado en la Biología.
En su comentario citado, Ayala hace alusión a los cambios que C. Darwin sufrió en el trayecto de su investigación científica. Ya en el párrafo
inicial del Origen de las Especies dice C. Darwin:
Estando a bordo del Beagle, buque de guerra inglés, en calidad de naturalista, me sorprendieron mucho ciertos hechos en la distribución de los seres orgánicos. (…). Estos hechos (...) parecían arrojar alguna luz sobre el
origen de las especies (…). De vuelta en mi patria en 1837 me ocurrió que
algo podría tal vez sacarse en limpio en esta cuestión acumulando con paciencia, y reflexionando sobre toda clase de hechos que pudieran tener alguna relación o conexión con ella. Después de un trabajo de cinco años,
me permití especular sobre el asunto. 47
En su comentario continúa Ayala:
En muchos otros escritos Darwin clama haber seguido los cánones del inductivismo (…) Poco después de regresar del viaje con el Beagle ya abrigaba la hipótesis de la transmutación evolutiva de las especies (…) Darwin
buscó implacablemente pruebas empíricas que corroborasen el origen evolutivo de los organismos y que confirmasen su teoría de la selección natural.48
Como advierte Ayala, la aparente contradicción que contienen
estas frases se disuelve si se tienen en cuenta dos razones: la primera, la
aversión que siente el naturalista británico por las hipótesis, que en su
época, eran consideradas como simples especulaciones metafísicas y así
lo manifiesta en sus escritos a Herbert Spencer. La segunda razón, de
tipo táctico: no quería ser acusado de subjetividad en la valoración de
las pruebas empíricas. La verdad de la situación epistemológica darwiniana se pone de manifiesto en una carta dirigida en 1863 a un joven
drid,1964; y de S.U. SMITH, El problema de la vida,(Ensayo sobre los orígenes del pensamiento
biológico), versión española de Natividad Sánchez Sainz-Trápaga, Madrid, 1977.En ellas se hace un
recorrido exhaustivo y completo de las distintas etapas, visiones y problemática del fenómeno de la
vida en consonancia con la cultura del momento. Presentan una excelente panorámica retrospectiva,
de forma científica y agradable, de los esfuerzos realizados por los hombres de ciencia a través del
tiempo.
46
F. J. AYALA, Evolución, o.c. pp.482 – 484.
47
C. DARWIN, El Origen de las Especies, Ediciones Akal S.A., 1994, traducción de Enrique Godinez, p. 13.
48
F. J. AYALA, Evolución, o.c. p. 482.
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científico al que le dice, entre otras cosas: Deja que la teoría guíe tus
observaciones.
Continúa comentando Ayala:
(…) En la actualidad los científicos ya sean jóvenes o no, tienden a presentar sus trabajos como si las hipótesis fuesen conclusiones sacadas de las
pruebas disponibles y no preconcepciones probadas mediante observaciones empíricas. (…) Darwin rechazó la proposición de los inductivistas de
que las observaciones no tenían que estar guiadas por las hipótesis. (…)
Darwin reconoció el papel heurístico de las hipótesis cuando afirma: ¡qué
extraño resulta que no se vea que cualquier observación ha de efectuarse
ya sea para apoyar o rechazar algún punto de vista si quiere que tenga algún valor!. Confiesa en Origen de las Especies: no puedo dejar de emitir
una hipótesis acerca de cada tema.49
Con este seguimiento que hace Ayala50 buscando las raíces
epistémicas del gran investigador inglés, se puede deducir razonablemente, que éste practicó el método hipotético-deductivo propio de la
ciencia, y todas las hipótesis que avanzó en distintos campos las sometió a pruebas empíricas.
Con todo, el método hipotético-deductivo que tan buenos resultados ha proporcionado a nuestro conocimiento, está resultando insuficiente para explicar de forma razonable ciertos aspectos de la realidad.
De aquí, la llamada de atención de Ayala. La Biología moderna evolucionista se siente incómoda al verse encadenada por el pensamiento de
carácter fisicalista, que no facilita el método adecuado para entender y
explicar determinadas e importantes manifestaciones del fenómeno vital.
Por lo dicho anteriormente, el profesor Ayala nos lleva a contemplar la ciencia del ser vivo como hipotético-deductiva sí, pero autónoma. Es un primer principio de racionalidad biológica. Está convencido de:
(...) en el estado actual de desarrollo de las dos ciencias, la reducción de la
Biología a Física no puede efectuarse (…) hay modos de explicación que
son indispensables en Biología pero no tienen lugar en las ciencias físicas.
Hay explicaciones teleológicas que se aplican a los organismos y sólo a
ellos en el mundo de la naturaleza y no pueden formularse en términos no
teleológicos sin que pierdan contenido explicativo.51
49
F. J. AYALA, Evolución, o.c. p. 483.
F. J. AYALA, Ibidem.
51
F. J. AYALA, “Biology as an autonomous science”, American Scientist, vol. 56, nº 3, 1968, p.
208.
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Así determina Ayala52 el territorio propio de la Biología dentro
de la demarcación de las ciencias naturales y concluye que la autonomía y la explicación teleológica son distintivos de la biología como
ciencia natural. Es obvio, que el autor con el término autonomía abarca
un paquete de variables distintivas del discurso biológico que serán destacadas oportunamente.
Reconoce el valor del conocimiento científico, distinto del conocimiento obtenido por sentido común, y se distingue de éste porque
es sistemático; porque explica en relación con los hechos por qué son
realmente así; porque puede ser falsado siguiendo la metodología popperiana, y porque el conocimiento científico tiende a la simplificación
reduciendo una teoría a otra más general con menos leyes pero con mayor alcance explicativo. Esta simplificación, que tan buenos resultados
ha dado en las ciencias física y química y también en biología en los
niveles más bajos, no es posible en los niveles más altos de complejidad de un sistema vivo, por lo menos, en el presente.
Esta racionalidad biológica señalada en la literatura epistémica
de Ayala, puede parecer excesivamente escueta y simple en una primera impresión. En una segunda lectura de carácter exegético, se comprende la profunda rotundidad del estricto discurso biológico del profesor de California. Ayala mantiene un continuo diálogo con los más
eminentes científicos de la actualidad, en sus escritos, congresos, reuniones, conferencias, etc., y sabe que todas las teorías modernas tendentes a explicar los procesos vitales no son más que iniciativas, sugerencias, ensayos, sinfonías inacabadas, que nos dejan a medio camino en el
largo y complejísimo entramado vital. Como sabio en la materia, el profesor es parco pero contundente en sus explicaciones que mantiene y
argumenta con gran habilidad y claridad. Siguiendo el principio de objetividad de la ciencia, se limita a la situación actual de las ciencias sin
elucubrar, como otros, con bellas y posibles hipótesis originales al respecto.
Un ensayo de racionalidad biológica es el que ofrece X. Zubi53
ri en su aproximación al ser vivo como filósofo bien relacionado con
la ciencia, conecta con el pensamiento de Ayala y puede servir como
explicación de la idea de autonomía de la biología defendida por éste
último.
En una primera aproximación al ser vivo se pregunta Zubiri54
¿no será un error considerar la vida como energía o fuerza, como elemento y no como principio?. ¿Es, acaso, la vida una resultante de fuer52
F. J. AYALA, o. c. 213.
X. ZUBIRI, Espacio, Tiempo, Materia, Fundación X. Zubiri, Alianza Editorial, Barcelona, 1996,
pp. 621 – 699.
54
X. ZUBIRI, o.c. pp. 659 – 661.
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zas energéticas? Su agudeza intelectual le lleva a distinguir entre elemento y principio. Lo propio del elemento es actuar. Lo propio del
principio es constituir. Elemento es realidad actuante por sí misma.
Principio, aquello que constituye a una realidad en su carácter propio. 55
Con este elemental presupuesto zubiriano, intentemos adentrarnos en
las sinuosas cavernas del acto vital.
2. 2. 3. Aproximación biológica al ser vivo.
Si hemos de renunciar, por el presente, a saber qué sea la vida
sensu stricto y hasta su origen por muy razonables y meritorios que nos
resulten los esfuerzos de Müller (1953), Oparin (1953), Oró etc., para
buscar desde la ciencia la síntesis original de la materia orgánica mediante ingeniosos aparatos de laboratorio y geniales hipótesis cósmicas,
no por ello debemos dejar de acercarnos al ser vivo y mediante el análisis de sus actos llegar a su estructura íntima. Como afirma Zubiri, (...)
Tomamos un acto vital cualquiera, lo consideramos en sí mismo y tratamos de averiguar cómo se realiza desde el viviente del que emerge,
con el fin de penetrar en la índole misma de éste.56
Sin embargo, esto no significa que cualquier acto vital, característico del ser vivo, sea suficiente para llegar de inmediato a la esencia
de la vida. La acción vital tiene connotaciones muy hondas. El error de
Descartes, como dice Zubiri,57fue reducir el espíritu a pensamiento y
materia a extensión. El pensamiento, cierto, es característica del espíritu
pero éste es más que pensamiento y materia más que extensión. Es decir, el acto vital es característico del viviente, es su ratio cognoscendi
pero no es su ratio essendi. En leguaje coloquial sería: El perro ladra
porque está vivo y porque es perro; no está vivo ni es perro porque ladre.58
55
X. ZUBIRI, o.c. pp. 659 – 661. Así expresa Zubiri esta distinción: (...) ¿No será la vida un principio? En tal caso su irreductibilidad a la materia físico-química no se manifestaría como fuerza actuante, sino que aparecería en otro orden: en el orden constitutivo. Si así fuera, la disyunción vida
no-vida no se daría en el orden de los elementos actuantes, sino en el orden de los principios constituyentes. Una misma propiedad sería tenida por las cosas y actuaría entre ellas por una razón muy
distinta en el viviente y en el no viviente. La diferencia no estaría en las fuerzas y en las propiedades, sino en la manera de estar poseída por el elemento. (...) Hay materia viva y materia no viva; la
vida es en este sentido un modo de ser de la materia. (...) Materia viva y materia física son cada una
un positivo modo de ser, y, por consiguiente, su diferencia, dado el caso de que existiera, estaría tan
sólo en la línea de los principios. Un principio determina la manera cómo una propiedad es poseída
por el elemento.
Las propiedades físico-químicas del viviente ¿son propias de éste de un modo distinto a como son
propias de un mineral? Esta es la cuestión.
56
X. ZUBIRI, o.c. p. 621.
57
X. ZUBIRI, o.c. p. 622.
58
X. ZUBIRI, Ibidem.
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La biología intenta caracterizar al ser vivo desde distintas perspectivas. Nuestro análisis, siguiendo a X. Zubiri,59nos llevará a determinar si estos intentos son suficientes para determinar al ser vivo. Prima facie, se pregunta el autor si el ser vivo puede definirse por sus estructuras, o por sus funciones, o finalmente por sus solas acciones.
El ser vivo, a juicio de Zubiri,60 no puede ser definido sólo por
sus estructuras. Entendemos estructura en su sentido más general y
amplio. La estructura morfológica exterior se ha considerado como el
modo más inmediato y fácil para distinguir un viviente. Es obvio, que
la sola morfología exterior es insuficiente para esta distinción.61
El ser vivo tampoco puede ser definido por solas sus funciones,
según estimación de Zubiri.62 El término función tiene diversas acepciones. En un sentido muy amplio, función significa funcionamiento,
equivalente a equilibrio dinámico. Otro concepto de función más restringido es el de función propia. Un organismo pluricelular está constituido por multitud de células con funciones diferentes, funciones específicas propias, o mejor, diferenciadas. Como un organismo vivo no es
una mera suma de funciones, estas funciones diferenciadas dicen relación a las demás funciones. Un tercer grado de función es la armónica
con la que un organismo autorregula sus funciones. En los organismos
superiores esta autorregulación es más compleja y está encomendada al
sistema nervioso regulador central en la función armónica pero, a su
vez, es también regulado, por lo que esta función reguladora tampoco
nos define al ser vivo, más bien nos remite a la integridad primaria del
organismo. Esta integridad se manifiesta en los actos o acciones del organismo donde intervienen todas las funciones armónicamente diferenciadas.
Por último, el ser vivo tampoco es definido por sus acciones.
Para Zubiri,63 es esencial la diferencia entre función y acción. El sujeto
próximo de la función es, por ejemplo, un órgano; el sujeto próximo de
la acción es el viviente entero. Zubiri dice literalmente:
59
X. ZUBIRI, o.c. pp. 623 – 633.
X. ZUBIRI, o.c. pp. 623 – 625.
61
Un buho fabricado en cerámica e.c., presenta la misma anatomía que el buho revoloteando en el
bosque. Este concepto de anatomía no nos sirve para distinguirlos. Hay estructuras más profundas
como las físicas y químicas, y éstas se dan en un organismo vivo de modo distinto, es verdad; en
ningún otro ser se dan en la misma forma y cantidad, pero esto facilita la distinción orgánicainorgánica sólo como cuerpo pero no como viviente. Como señala Zubiri, este mismo criterio nos
serviría para distinguir la blenda de otro mineral cualquiera. Además, estas estructuras se dan dentro
del ser vivo con función diversa. Definitivamente, estas estructuras no nos ayudan a definir el carácter propio de la materia viva.
62 X. ZUBIRI, o.c. pp. 625-629.
60
63
X. ZUBIRI, o.c. pp. 629 – 633.
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85
El animal no es una cosa sino un proceso, a lo sumo es un programa, el
plan de sus propias acciones. Las estructuras y las funciones no son sino
las constantes de las distintas acciones; son un mero teclado con que el viviente las ejecuta. Pero el viviente mismo es el puro sistema de acciones
ejecutadas.64
La sola acción, según Zubiri,65 tampoco da una explicación radical del ser vivo. La acción engloba a las estructuras y funciones como
elementos constitutivos intrínsecos; la acción vital es característica del
viviente pero no es su única razón de ser y por esto insiste en que las
estructuras, funciones y acciones son insuficientes por sí solas para definir al viviente, sin embargo son imprescindibles. Esto significa que
hay que definir al ser vivo por algo más hondo, primario y radical. Este
algo, característica del ser vivo, se descubrirá a través de las acciones
que, a su vez, tienen su radicación en las estructuras y en la organización entre ambas. A juicio de Zubiri,66 el único acceso al ser vivo es por
vía de reducción, es decir, observamos que el viviente es un sistema de
acciones de respuestas posibles a un estímulo y este sistema de respuestas depende de las estructuras morfológicas y bioquímicas propias y, a
su vez, de la norma de reacción. Todo viviente, y por reducción, toda
célula, elemento primario de vida, hoy por hoy, es un sistema complejísimo de moléculas orgánicas organizadas sistemáticamente que forman
la estructura material del viviente. Con la máxima complejidad molecular podremos explicar la estabilización de la materia pero no su vitalización. Dice Zubiri,67 no podemos explicar con sólo moléculas el funcionamiento de una locomotora ni de un generador eléctrico, y lo propio ocurre en una célula como organismo primario de funcionamiento
viviente. Sólo hay vida en el enorme complejo molecular de una célula.68
Efectivamente, las moléculas no pierden la substancialidad, siguen siendo lo mismo, pero pierden la substantividad accional y ganan
otra substantividad en la unidad del sistema celular. La enzima, por
ejemplo, sigue siendo la misma, pero en colaboración con otras pierde
la substantividad de acción, pero gana la otra substantividad de la célula
64
X. ZUBIRI, o.c. p. 630.
X. ZUBIRI, o.c. p. 633.
66
X. ZUBIRI, o.c. pp. 634 – 651.
67
X. ZUBIRI, o.c. p. 643.
68
X. ZUBIRI, o.c. pp. 649 – 650. Con un sencillo ejemplo, aclara Zubiri su doctrina sobre esta unidad estable, dinámica y dominante: Un trozo de hierro actúa lo mismo en una locomotora que en un
generador eléctrico. Pero en la locomotora, en una biela, cosa que no lo es en el generador. La diferencia entre un trozo de hierro y una biela no está en las moléculas sino en el funcionamiento del
que forman parte. Al fabricar una biela el hierro no pierde, pues, ninguna de sus propiedades, pero
ha adquirido un funcionamiento que no tiene sentido desde las moléculas que lo constituyen, sino
desde el funcionamiento total de la locomotora; éste es el único que tiene substantividad. Pues bien,
esto es exactamente lo que acontece en la célula, aunque por mecanismos distintos. La molécula se
conserva como substancia, pero su acción singular ha perdido algo: la substantividad.
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entera en virtud de su funcionamiento. A esto Zubiri le llama emergencia, concepto que se estudiará en páginas posteriores.
Esta actividad dinámica, vitalización de la materia, nos lleva al
concepto de organización. Para Zubiri,69 la materia viva es una organización, tanto de funciones como de estructuras. Esta unidad dinámica
es, en primer lugar, organización funcional y, por tanto, jerarquía. Las
acciones bioquímicas interrelacionadas están funcionalmente organizadas. Un segundo tipo de organización es la estructural. La conexión de
las moléculas da lugar a las estructuras morfológicas y a la disposición
unicelular o pluricelular. Un tercer y último grado de organización se
da en la complejidad, con la que surgen propiedades nuevas, no atribuibles a los componentes inferiores.
Llegado este momento, se pregunta Zubiri, si es reductible la
vida como propiedad a sus elementos fisico-químicos y responde con
rotundidad:
Si por reducirse a materia se quiere dar a entender que la vida es una propiedad de los elementos materiales fisico-químicos de que se halla constituida la materia viva, la pregunta es sencillamente absurda. Ya he indicado
que hay propiedades que no pueden aplicarse a las partículas elementales,
sino sólo a su agrupación colectiva.70
Esta aseveración zubiriana nos recuerda la antigua antinomia
fisicismo-vitalismo. Zubiri71 se decanta abiertamente contra el vitalismo antiguo que recurre a una fuerza vital distinta de las fuerzas físicoquímicas, cuando afirma que el vitalismo no pasa de ser la rotulación
genérica de nuestras ignorancias bioquímicas.72
69
X. ZUBIRI, o.c. pp. 655 – 657.
X. ZUBIRI, o.c. p. 658.
71
X. ZUBIRI, o.c. p. 659.
72
Todo el discurso epistemológico zubiriano acerca del organismo vivo se puede resumir en los
siguientes puntos:
1º. La vida es actividad autónoma, conservadora, reproductora.
2º. La vida es actividad de orientación interna de las acciones bioquímicas como unidad
radical y primaria del viviente.
3º. La vida como orientación interna es natural y el ser vivo es un sistema que lleva en sí
mismo sus planes.
4º. El viviente como sujeto vivo es distinto del sujeto físico. Éste permanece a pesar del
cambio, aquel cambia constantemente para seguir siendo lo que es. Es dinamismo dominante. Es
substantividad, no substancialidad.
5º. Ser sujeto significa que las estructuras bioquímicas no pertenecen al viviente, sino que
el viviente es sus estructuras.
6º. La mera suspensión de las funciones químicas no es todavía la muerte. Estas funciones
se pueden recuperar por las técnicas conocidas. Mientras exista orientación, organización, hay posibilidad de vida y la muerte será aparente.
7º. Esto significa que el ser vivo funciona como un todo y este no es resultado de la unión
sino que es radicalmente una unidad orgánica funcional.
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Como epílogo a su discurso biológico, Zubiri73 ofrece una definición resumen de su pensamiento acerca del ser vivo, del cual dice: es
irritabilidad normada, integrada por materia orgánica, actividad internamente orientada por radical unidad primaria.
En resumen, si analizamos detenidamente la reflexión filosófica
de Zubiri sobre lo que puede ser un viviente, veremos tras su lenguaje y
neologismos característicos, una total coincidencia con las categorías
biológicas aceptadas hoy por la mayoría de los científicos modernos. La
visión biofilosófica de Zubiri sobre el fenómeno vital desemboca en un
vitalismo moderno, en palabras del propio autor,74 alejado del simple
reduccionismo, pero fundamentado exclusivamente en las acciones físico-químicas de las estructuras moleculares fundadas y fundidas por
orientación dinámica radical, capaz de convertir la materia física en materia viva. Se recibe la impresión de un sincretismo entre ambas posiciones extremas mecanicismo-vitalismo, pero que puede ser como un
anuncio de una nueva biología mejor fundada en una física indeterminista más evolucionada, que nos lleve a un mejor conocimiento científico del ser vivo sin tener que recurrir al tan temido principio vital.
2. 2. 4. Problemas de racionalidad en Biología.
Ajustada la demarcación del territorio autónomo de la biología
evolutiva moderna por el profesor Ayala y aceptada en los ambientes
científicos –dado el estado actual de las dos ciencias Física y Biología– parece necesario y legítimo adentrarnos en la problemática que
envuelve a la filosofía biológica actual.
Uno de los más destacados exponentes de estos problemas puede considerarse a Henry Skolimowski de la Universidad de Michigan,
invitado expreso de Ayala a la Conferencia que tuvo lugar en el Centro
de Estudios y Conferencias de la fundación Rockefeller en Bellagio
(Italia) durante los días 9 al 16 de septiembre de 1972. En su intervención expone el profesor Skolimowski75 sus puntos de vista en los que
denuncia, con sabiduría y énfasis, la problemática biológica. El autor
comienza con esta afirmacion:
La Biología es hoy una ciencia especial, ya que se ha convertido en un
campo de batalla filosófico en el cual se está estableciendo un nuevo paradigma para todo el conocimiento humano. El reino de la Física como paradigma universal está acabado. La Biología aspira a suministrar un nuevo
73
X. ZUBIRI, o.c. p. 671.
X. ZUBIRI, o.c. p. 659.
75
H. SKOLIMOWSKI,“Problemas de racionalidad biológica” en Estudios sobre la filosofía de la
biología, F. J. AYALA y T. DOBZHANSKY Edts, traducción de Carlos Pijoan Rotge, Editorial
Ariel, Barcelona, 1983, p. 267 – 289.
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88
paradigma. Aunque sus aspiraciones están quizás justificadas, el paso e
este nuevo paradigma demuestra ser excesivamente brusco y espinoso.
(…) En la huida de la tiranía de las ortodoxias religiosas, hemos adquirido
el hábito intelectual despiadado de negar todo lo que no se ajusta a una
cierta concepción del mundo empírico.76
El dilema principal de la Biología es el de la racionalidad, por lo
cual escribe:
La racionalidad desarrollada bajo los auspicios de la ciencia física es un
yugo (…) La paradoja de muchas explicaciones biológicas, especialmente
en la Biología evolucionista, consiste en el hecho de que estas explicaciones se apartan de los criterios de validez que acepta la racionalidad científica corriente.
(...) En realidad, el nuevo paradigma que la biología intenta proporcionar
para todo conocimiento humano no puede establecerse con éxito hasta que
no reconstituyamos simultáneamente la noción de racionalidad y los criterios de la validez del conocimiento aceptado.77
Para Skolimowski el biólogo evolucionista es amonestado por
sus colegas moleculares por no ser “suficientemente científico”, pero
por esto mismo, es capaz de explicar mejor los fenómenos de la vida.
Mientras permanezcamos bajo el yugo de la racionalidad física tradicional y lo “racional” sea intercambiable sólo con lo “científico,” nuestros esfuerzos por un nuevo paradigma se verán frustrados.
Otro dilema que describe Skolimowski78 es la asimetría epistémica entre racionalidad positivista y racionalidad evolucionista. Al establecer un parangón entre ambas, hace un apunte de las doce actitudes
y creencias del positivismo que rebate con otras tantas disconformidades de la Biología evolucionista con las doctrinas positivistas. Esquemáticamente serían las siguientes:
Positivismo:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
76
Todo lo que se conoce puede ser reducido a leyes físicas.
El conocimiento genuino se basa en el método de la ciencia física.
El conocimiento debe limitarse a sistemas simples y aislados.
Debemos desistir de la comprensión en aras de resultados precisos.
Existen a priori reglas de procedimiento como el postulado objetivo que aseguran nuestro conocimiento.
La evidencia aceptable es únicamente lo que puede definirse en
términos de ciencia física.
Estos términos y procesos son de naturaleza determinista o son un
hecho de puro azar.
H. SKOLIMOWSKI, o.c. p 267.
H. SKOLIMOWSKI, o.c. pp. 268 – 269.
78
H. SKOLIMOWSKI, o.c. pp. 270 – 271.
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89
8.
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11.
12.
El lenguaje significativo ha de tener bases y consecuencias empíricas.
Los sistemas amplios y complejos son el resultado de sus partes
constituyentes: el todo es igual a la suma de sus partes.
La explicación debe excluir cualquier agente supernatural.
Las verdades de la ciencia son las únicas verdades.
La justificación más importante del conocimiento es la idea de
progreso material.
Biología evolucionista:
1.
2.
3.
4.
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10.
11.
12.
No todo lo que se conoce puede ser reducido a leyes físicas.
Los métodos de la ciencia física son insuficientes para el estudio de
los fenómenos de la vida a nivel superior de complejidad.
No podemos limitarnos a sistemas sencillos aislados, ya que los
sistemas vitales son enormemente complejos e intrincadamente interrelacionados.
La compresión de los sistemas vitales requiere relaciones que no
pueden definirse con precisión, pero nos permiten comprender más
claramente los fenómenos de la vida.
No existen a priori reglas absolutas; el postulado de objetividad
tiene sus limitaciones.
La evidencia aceptable es la evidencia que explica los fenómenos
sin tener en cuenta los requerimientos del modelo físico.
La evolución está más allá que la dicotomía “azar-necesidad” y exhibe modelos no estrictamente determinados, ni pueden ser atribuidos al mero azar.
El lenguaje significativo ha de ser capaz de expresar un contenido
con sentido tanto empírico como extra-empírico.
El comportamiento de sistemas complejos es a menudo inexplicable por el comportamiento de los constituyentes del sistema; el
comportamiento total equivale, con frecuencia, a más de la suma de
sus partes o difiere de esta suma.
Hay agentes o fuerzas más allá del alcance de la ciencia actual que
no deben llamarse “supernaturales”; no debemos ponernos nerviosos ante la obsesión o paranoia que entraña la restitución de Dios y
de la teología, cuando intentamos extender el alcance de nuestro
conocimiento actual.
Las verdades de la ciencia son parcialmente verdades por convención; existen otros tipos y fuentes de verdad sobre las que las verdades científicas no tienen autoridad.
La idea de progreso material es insuficiente para explicar los procesos evolutivos del hombre.
Skolimowski79 nos describe con claridad y contundencia el
abismo, no del todo infranqueable, existente entre una y otra racionalidad de actitudes y suposiciones distintas, cuando todos los fenómenos
79
H. SKOLIMOWSKI, o.c. p. 272 – 273.
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90
se reducen a uno solo, cuando los sistemas abiertos se convierten en
cerrados y simples y cuando se simplifica el lenguaje científico; evidentemente si sólo hay un modelo de racionalidad, éste sería un primer
error: confundir el extremo del espectro del conocimiento con su totalidad. La racionalidad científica es una parte de la evolutiva pero no viceversa.
Un segundo error es prescindir del carácter histórico de toda racionalidad. Recuerda el profesor de Michigan a los positivistas su contradicción al supervalorar la ciencia de Newton como la más sólida y
olvidan que éste hacía a la vez Física y Teología y con frecuencia se
servía de la primera para defender a la segunda. Parece que la ciencia
moderna se ha convertido en una teología anti-deista, con su propio
dogma que no permite desviación alguna del punto de vista científico:
lo racional es lo que es científico y lo científico es lo que es racional.
Una tercera equivocación, que así podríamos llamar, es olvidar
los fenómenos de complejidad y organización80. La ciencia física ha
resuelto bien los problemas fáciles, pero los difíciles siguen sin resolver
y son los más prometedores para el hombre.
En su reflexión sobre las dificultades de la racionalidad biológica, utilizando sólo la racionalidad física, se detiene en el postulado de
objetividad de la ideología de la ciencia moderna y tan cacareado por J.
Monod. 81
Las afirmaciones de J. Monod provocan en Skolimowski su
desacuerdo en forma casi visceral. Comienza enjuiciando el limitado
conocimiento filosófico de Monod. Si la naturaleza es objetiva, responde: sí, en sentido trivial; hemos descrito fragmentos de ella, pero aún
quedan otros fragmentos integrados que la ciencia, hasta ahora, no puede describir por excluirlos sistemáticamente de su universo.
Para Skolimowski, el postulado de objetividad monodiano es
una tautología: lo científico es lo objetivo y lo objetivo es lo científico;
80
H. SKOLIMOWSKI, o.c. pp. 274 – 278.
H. SKOLIMOWSKI, o.c. pp. 278 – 289. La crítica de Skolimowski se ciñe a los siguientes puntos
esenciales que destaca J. MONOD, El azar y la necesidad, Tusquets Editores S.A., Barcelona, 1970,
pp. 30-31:
1) La piedra angular del método científico es el postulado de que la Naturaleza es objetiva.
2) Este postulado es la negativa sistemática de que puede alcanzarse el conocimiento
verdadero en términos de causas finales, es decir, de proyecto.
3) El postulado de objetividad es consubstancial con la ciencia.
4) Este postulado ha guiado la totalidad de sus prodigiosos desarrollos durante siglos.
5) Es imposible escaparse de él sin apartarse del dominio de la ciencia.
6) No obstante, la objetividad nos obliga a reconocer el carácter teleonómico de los organismos vivientes.
7) Aquí, por tanto, aparentemente, por lo menos, radica una profunda contradicción
epistemlógica.
81
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91
es una petitio principii y es un dogma; la ciencia debe basarse en el
principio de objetividad sin más.
Es falsa la afirmación de Monod de que no puede alcanzarse
conocimiento verdadero en términos de causas finales. Popper ha señalado que el conocimiento verdadero puede adquirirse según todo tipo
de formas; cualquier cosa puede ser fuente de conocimiento aproximado. No es cierto que este postulado haya guiado el desarrollo de la ciencia en los últimos siglos como se ha visto en Copérnico y Newton. A
pesar del postulado de objetividad, se ve obligado Monod a reconocer
el carácter teleonómico de los organismos vivientes, contradicción que
él mismo pone de relieve.. La contradicción surge cuando se acepta el
principio de objetividad como único modelo, rígido y determinista con
el que no se puede explicar la vida que es evolución. Si se suprime la
universalidad del principio de objetividad no ocurrirá nada en contra de
la supervivencia del conocimiento científico.
Frente al postulado de objetividad, base de la epistemología de
Monod, propone Skolimowski82 su postulado compasivo llamado así
por él de forma un tanto sorpresiva. Este postulado comprende en la
mente de su autor conceptos abiertos, de crecimiento y normativos, que
no se encuentran en la actitud objetivista de la ciencia actual Este nuevo
postulado, en boca de su autor, no sería una extravagancia filosófica ni
algo caprichoso. Los mismos ultra-positivistas como Monod admiten
que la búsqueda de la verdad se basa en una elección de valores.
El postulado compasivo, como advierte Skolimowski, no intenta eliminar al postulado de objetividad sino integrarlo en estructuras
más amplias.83
No cesa Skolimowski de insistir en la insuficiencia de la ciencia objetiva para explicar con sus ardides las propiedades emergentes,
especialmente de los sistemas vivos, y en la incongruencia del conocimiento oficial físico que sólo expresa una parte de nuestro conocimiento total.
Como resumen de lo anterior ofrece el profesor de Humanidades de Michigan84 unas reflexiones finales que anoto de la siguiente
forma:
Pecamos intelectualmente al ignorar aspectos de los fenómenos
que participan en el proceso de la vida,85 de aquí, el reconocimiento
que existe:
•
82
De la limitación y fragilidad de nuestros modelos de conocimiento
que revelan nuestra ignorancia y prejuicios.
H. SKOLIMOWSKI, o.c. pp. 285 – 289.
H. SKOLIMOWSKI, o.c. p. 287.
84
H. SKOLIMOWSKI, o.c. pp. 288 – 289.
85
H. SKOLIMOWSKI, Ibidem, p. 288.
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De que dificultamos nuestro conocimiento cuando intentamos reflejar procesos dinámicos con procesos estáticos.
De que las complejísimas y jerarquizadas formas de la vida son tan
reales como los electrones.
De que la cualidad es tan clara o misteriosa como la cantidad.
De que los conocimientos de crecimiento y cualitativos son tan
racionales como los conceptos físicos.
De que el entendimiento compasivo es perfectamente racional.
De que la epistemología evolucionista admite que en la vida hay
algo más que la física.
De que entre el azar y la necesidad existe la evolución creativa.
De que la conciencia humana es expresión de la evolución creativa,
que es objetiva y que se demuestra con los innumerables individuos
que la personifican.
Por último, reconocimiento de que la Física significa el triunfo de
lo sencillo y reducible y la vida humana significa el triunfo de lo
complejo e irreductible.
2. 2. 5. Conclusión.
Parece muy razonable la crítica de H. Skolimowski al hermetismo, cerrazón y autosuficiencia del positivismo científico que sacraliza la llamada ciencia física objetiva y que niega con terquedad o remite
a superstición a todos aquellos fenómenos que no concuerdan con sus
principios. No niega el valor de la ciencia objetiva sino que denuncia su
desprecio a todo lo que no tenga carácter físico y cuantificable. Existen
fenómenos que surgen de la interrelación de partículas, de su organización y jerarquización como se ha visto anteriormente y que desbordan
los métodos de la ciencia empírica, resultando insuficiente para dar
cuenta de ellos. De aquí, que sea también interesante su oposición al
escueto y rígido postulado de objetividad en el que el propio Monod,
aferrado a él, encuentra contradicción al toparse necesariamente con la
teleonomía. Skolimowski con su refrescante postulado compasivo no
intenta suplantar al ya conocido principio de objetividad, sino que éste
salga de su cercado y se abra a los conceptos de crecimiento y normativos de la evolución creativa.
Con la lectura de la doctrina de Skolimowki se obtiene la impresión de la existencia en la actualidad de una doble Biología, tal como ocurrió con la Física ante los fenómenos ondulatorios de la luz. El
dilema planteado es el siguiente: o la biología, que es por esencia evolutiva, se enfoca de manera exclusivamente reduccionista, quedando
fuera de su alcance todos los fenómenos de la complejidad, característica de los seres vivientes, no explicados a nivel molecular en el laboratorio de la ciencia objetiva, tal como la entiende Monod, o se afirma autónoma, biología que tiene visión más integradora de la realidad viva.
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93
Esta última parece ser la solución del presente; la doble biología y la
que hábilmente propone el profesor Ayala en la situación actual de la
ciencia. Pienso que sería más científico y elegante la apertura de la llamada ciencia objetiva a los sistemas abiertos, evolutivos y complejos.
Esto es lo que, en el fondo, esperaban el mismo Schrödinger una nueva
Física y tantos otros. De este modo sería posible la realización de la
quimera fisicalista: la unificación de las ciencias.
De todas formas, Ayala presenció como oyente la exposición de
Skolimowski, al que no presentó dificultad alguna ni ninguno de los
presentes, excepto el profesor Rench, que no entendió bien el concepto
de racionalidad propuesto por Skolimowski y al que éste le respondió
magistralmente.
2. 2. 6. Posibles soluciones
Es inmensa la barahunda de opiniones ofrecidas por biólogos y
filósofos hoy en día para intentar resolver, o por lo menos, aminorar los
problemas que plantea la Biología moderna, molecular y unidimensional por una parte, post-molecular y multidimensional por otra. La conjunción de ambas es el punto más difícil de resolver. De aquí, la proliferación de posiciones distintas o perspectivas en tema tan complejo. Sería prolijo y penoso presentar aquí las muchas y variadas propuestas de
cada uno de los grandes y significados epistemólogos de la Biología
moderna; al no ser esto posible, ofrecemos por el momento algunas
que pueden ser representativas.
Ciertamente, Ayala no presenta ninguna teoría personal ad hoc.
Con anterioridad nos afirmó rotundamente que, en la actualidad, la
Biología es autónoma y no reductible. Confía en el progreso de la
biología molecular, pero ésta aún no goza del desarrollo necesario para
poder explicar el grado enorme de complejidad de los sistemas vivos.
Ni es vitalista ni reduccionista, simplemente utiliza los medios técnicos
que el desarrollo científico ofrece. No obstante, parece oportuno dentro
del marco de amplitud de esta autonomía, observar las nuevas trayectorias que van señalando la posible solución al problema biológico. Veamos algunas.
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2. 2. 7. Teoría del integrón. François Jacob.
En su obra La lógica de lo viviente,86 dedica su conclusión al
tema del integrón. El concepto de integrón lo expresa F. Jacob cuando
dice:
La complejidad de un organismo es tal que, incluso el más simple de
ellos, seguramente no hubiese podido nunca formarse, reproducirse ni
evolucionar si el conjunto hubiese tenido que organizarse pieza por pieza,
molécula por molécula como un mosaico. En vez de esto, los organismos
se edifican por una serie de integraciones. Elementos similares se unen en
un conjunto intermediario (…) se asocian para construir un conjunto de
nivel superior y así sucesivamente. La complejidad de los seres vivos nace
de la combinación de elementos cada vez más elaborados y de la articulación de estructuras subordinadas unas a otras. (…) Los seres vivos se
construyen por una serie de embalajes dispuestos según una jerarquía de
conjuntos. A cada nivel se unen unidades de tamaño bien definido y de estructura casi idéntica para formar una unidad a escala superior. Cada una
de estas unidades constituida por la integración de subunidades, puede designarse con el término general de integrón. Un integrón se forma por la
unión de integrones de nivel inferior y a su vez participa en la construcción de un integrón de nivel superior.87
Reconoce F. Jacob, que un viviente es el desarrollo de un programa genético sometido a la selección natural, cuya evolución biológica es la continuación de una larga evolución química dirigida por una
lógica difícil de entender bien. De aquí las dificultades que encuentra el
fisiólogo francés para comprender la formación de los sistemas integrados, por primitivos que sean, como son las bacterias. La más modesta
de éstas está formada por un número enorme de moléculas, de las que
no puede pensarse que se encontraran y unieran por azar y de forma
repentina.
La primera y gran pregunta que se hace F. Jacob es: ¿cuál es el
origen del código genético?, ¿cómo empezó todo? ¿qué son antes, los
ácidos nucleicos o las proteínas? ¿cómo es el paso de lo orgánico a lo
viviente? ¿cuál es la probabilidad de que aparezca un ser viviente sobre
la tierra? Respuestas a estas cuestiones, afirma F. Jacob, no pueden darse desde la predicción científica sino desde la Metafísica.
86
F. JACOB, La lógica de lo viviente, Editorial Laia, Barcelona, 1973. pp. 325 – 349.
F. JACOB, o.c. p, 328. Llama la atención la analogía que establece este autor entre cristales y
seres vivientes para explicar la forma, crecimiento y reproducción de estos. Analogía que ya la encontramos en Schrödinger con matizaciones y en otros como Penrose, que alertará a más de un epistemólogo, porque la afirmación cristales que crecen resulta sumamente sospechosa. Un cristal podrá
aumentar, mas no crecer. ¿No será una cuestión semántica de los reduccionistas, confundir crecer y
aumentar, reproducir y hacer copias.? No es probable que haya biólogo sensato que admita esta
comparación establecida con tal frivolidad.
87
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95
Otro problema básico de racionalidad biológica o lógica de lo
viviente que plantea F. Jacob, es el de la dirección de la evolución. Todo el mundo, dice, está de acuerdo en ver una dirección en la evolución.
Esta dirección hay que concebirla como apertura del programa genético
al medio que permite aumentar sus relaciones entre ambos. Para esta
apertura y a nivel microscópico, aparecen mecanismos que permiten
mezclar los programas, su dispersión en otros cromosomas, segregación, recombinación etc., y sobre todo, a nivel macroscópico, la sexualidad y la muerte. Con el mecanismo de la sexualidad la evolución lleva
al aumento de la complejidad y ésta al alargamiento del programa genético. Pero ¿hasta donde pueden llegar esta complejidad y alargamiento?
Se impone el límite prescrito en el mismo programa: la muerte. Tanto la
senectud como la muerte son efectos necesarios de la acumulación de
errores, más allá de la cual es escasísima la probabilidad de alargar la
vida.
Las complejísimas interrelaciones moleculares, no bien conocidas, producen un aumento del ácido nucleico y de la comunicación con
el medio en el programa, siguiendo una lógica y finalidad propias. De
aquí, la perfección y fidelidad en el mensaje genético como se demuestra por la escasez de casos teratológicos, si bien, hay que tener en cuenta la diferenciación celular que se produce debida a que cada célula
traduce sólo algunos fragmentos y ejecuta sólo alguna instrucciones del
código, lo que justifica la versatilidad de nuevos programas genéticos y
hasta los errores. A estos acontecimientos celulares hay que añadir el de
la coordinación intercelular para que se cumplan las funciones de todo
organismo según su propio reglamento. A veces, se rompe esta lógica
con una cierta anarquía.
Toda esta complicada organización se realiza en etapas evolutivas como el paso de los procariotas a los eucariotas; de los unicelulares
a los pluricelulares; a los vertebrados. En esta evolución juega un papel
muy importante la simbiogénesis o fusión de programas.
Todas estas complicaciones e integraciones son necesarias para
incrementar el intercambio con el medio y mejorar la adaptación. En
todo código genético hay una parte cerrada que dirige las conductas
rígidas y otra abierta, la cual, tras una mayor información del exterior
puede aumentar el grado de libertad de respuesta a los estímulos. Aquí
es donde aparece el aprendizaje que está íntimamente ligado al desarrollo del sistema nervioso y del programa genético determinando la aparición de integrones de orden superior.
F. Jacob se remonta hasta el hombre en el que la capacidad de
integración aumenta con la cerebralización que constituye una nueva
jerarquía de integrones específicamente humanos: organización familiar, concepto de Estado, etnia, nación, códigos culturales, morales, so-
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96
ciales, religiosos, militares etc., en los integrones culturales y sociales,
aparecen objetos nuevos: democracia, propiedad, salario… conceptos
que no tienen significación para una célula ni para una molécula aislada
y desbordan los esquemas explicativos de la biología, aunque no supone ruptura con ésta.
Desde Herbert Spencer, ha sido la tentación de biólogos interpretar estos integrones sociales y culturales por analogía con modelos
exclusivamente biológicos, pero el problema que envuelve es el de especificar el criterio de selección que no se ha logrado. Este biologicismo defendido por D. Hull y otros es profundamente rechazado por el
profesor Ayala, como se expuso en su lugar propio.
Interpretada la evolución biológica en clave de organización direccional e integracional del programa genético, se pregunta F. Jacob:
¿hasta dónde llega la rigidez cromosómica?, ¿dónde acaba la flexibilidad del programa genético humano? El hombre ha conseguido controlar
la evolución de otros seres y hasta la propia para corregir o suplementar, pero falta elegir los criterios y esto ya no es un problema sólo de la
biología.
Termina F. Jacob su reflexión entonando un cántico a la coherencia de la ciencia que es unidad basada en la unidad de los objetos de
análisis, que son siempre organizaciones y sistemas, incluso el átomo.
La organización es unidad de emergencia para integrarse en un sistema
dominante, propiedad sin la cual el Universo sería un océano de granos
idénticos ignorándose unos a otros. Por la integración cambia la calidad
de las cosas: una organización posee propiedades que no existen en su
nivel inferior. Estas pueden explicarse por las de los constituyentes, pero no deducirse de ellas. Esto nos lleva a un conocimiento de orden estadístico. La selección natural impide toda predicción en los organismos. ¿cómo se puede prever la aparición y desarrollo de unas formas
vivientes más que de otras?
En resumen, la original teoría del integrón de F. Jacob despierta
interés epistemológico porque, pese a la tendencia reduccionista de su
autor, su sensatez científica le lleva a reconocer esos niveles de complejidad del ser vivo que lo distinguen del ser no vivo, producto de múltiples y complicadas integraciones cuyos mecanismos físico-químicos
nos son absolutamente desconocidos en el momento presente. Es posible que la teoría del integrón sea una de esas ventanas abiertas, por
donde penetra un nuevo frescor que conforta el nerviosismo de reduccionistas y anti-reduccionistas en la búsqueda de una biología con mayoría de edad. La doctrina de F. Jacob podría servir como pauta para
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97
ese deseado enlace de continuidad entre la ciencia física y biológica en
el futuro.88
2. 2. 8. Objetividad, azar, necesidad, teleonomía. J. Monod.
J. Monod colega del anterior en el Instituto Pasteur de París y de
premio Nobel, se manifiesta reduccionista radical en su conocida obra
Le hasard et la necessité. Cuatro son las luminarias que alumbran su
pensamiento biológico y constituyen el test de su racionalidad: objetividad, azar, necesidad, teleonomía. Como escribe el profesor Núñez de
Castro:
El azar y la necesidad, siguiendo a Demócrito, significan en J. Monod
emergencia y teleonomía. Emergencia o lo azaroso, imprevisto, lo nuevo
en el Universo o lo no sujeto a ley, y la teleonomía o necesidad, ley interna, proyecto que rige el desarrollo del ser vivo. Sacado del reino del puro
azar, entra en el reino de la necesidad, de las certidumbres más implacables, donde a escala macroscópica opera la selección.89
Se observa una gran aproximación entre F. Jacob y J. Monod en
los fundamentos teóricos, aunque se descubren algunas incongruencias
en el libro de J. Monod, en las que, como él mismo confiesa, ha incurrido.
En páginas anteriores hemos asistido a la severa crítica de Skolimoswski al principio de objetividad, pero el propio Monod pide disculpas por la imprecisión con la que usa el término objetividad que da
lugar a falsas interpretaciones:
Pienso que ve esta incoherencia debido a una confusión realizada por muchos lectores y críticos del libro, de la cual me considero, en parte, responsable, sencillamente por el hecho de que utilicé el término objetividad
para definir el postulado. (…) Cuando hablo de una afirmación objetiva o
de un conocimiento objetivo me refiero, sencillamente, a una afirmación
que no viole el postulado de objetividad, no me refiero al significado psicológico de la palabra objetividad.90
Aferrado al principio de objetividad, parece reducir excesivamente la teleonomía a la descrita en el proyecto genético y no es más
que el desarrollo epigenético de propiedades contenidas en niveles infe88
El concepto de integrón puede completarse consultando la obra de EDGAR MORIN, La Méthode,
2 La vie de la vie, pp. 310 – 315.
89
I. NÚÑEZ DE CASTRO, “Azar, Finalidad y Transcendencia”, en Descifrar la vida de J.
CASADESÚS y F. RUIZ BERRAQUERO, Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones,
1994, pp. 339 – 352.
90
J. MONOD, “Sobre el azar y la necesidad”, en Estudios sobre la filosofía de la biología, de F. J.
AYALA y T. DOBZHANSKY Eds, Editorial Ariel S. A. Barcelona, 1983, pp. 452 – 453.
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98
riores. Esto es reduccionismo. Sin embargo, se defiende cuando dice:
No hablé de reduccionismo, sino del método analítico. No defendí el
reduccionismo porque no creo en él; de hecho, no sé lo que es.91 Como
si dijéramos: es tan reduccionista que no es consciente de serlo.
Ya en el prólogo afirma J. Monod: La ingenuidad misma de una
visión nueva, virgen, (la de la ciencia siempre lo es) puede, a veces,
iluminar con un nuevo día antiguos problemas.92
Al final de su obra, guiado de lo que él llama conocimiento objetivo, admite que la ciencia objetiva es dirigida por valores, pero éstos
son los que proporciona la propia objetividad exclusivamente, y rechaza lo que se opone o se sale del principio de objetividad. ¿Dónde están
para Monod los límites del conocimiento objetivo?.
Siguiendo el comentario de J. Echarri que coincide con el de
Skolimowski: J. Monod sufre graves errores filosóficos al utilizar y
mezclar conceptos de distinta índole filosófica y sobre todo por una
interpretación poco exacta de la dialéctica entre necesidad, azar y finalidad.93
Cuando J. Monod habla de necesidad, invariancia, no se refiere
a una necesidad lógica obtenida por deducción, ni metafísica mucho
menos, por la que siente horror, sino a una necesidad de hecho, de funcionamiento, meramente fáctica. La necesidad o invariancia monodiana
tiene como soporte químico los ácidos nucleicos, es una relación químicamente necesaria de estructura, es una química geométrica cartesiana como especie de rompecabezas, un ajuste necesario como el que se
da en la enzima con el substrato, como el del tornillo que, de hecho,
reconoce a su tuerca. Sin embargo, el tratamiento que da Monod a esta
necesidad es metafísico, la substantiva en un determinismo a priori, es
necesidad de hecho pero que debe ser así y no puede ser de otra forma.
Es como dice en expresión literal J. Echarri: Meramente la necesidad
por la que una imprenta copia la matriz en pliegos y más pliegos y
simplemente porque son lo que son y como son.94
Otro tanto hace Monod con el concepto de azar. La necesidad
conlleva el azar que la complementa, alimenta, enriquece y desarrolla.
Pero el azar no es más que un fallo, un accidente que la necesidad sufre,
son las perturbaciones, alteraciones accidentales de la replicación invariante. A este azar fáctico le llama esencial por ser inherente a la total y
91
F. J. AYALA y T. DOBZHANSKY Eds, o.c. p. 468.
J. MONOD, o.c. p.11. Esta afirmación, probablemente, sería discutida por K. Popper.
93
J. ECHARRI, “Azar y necesidad en la filosofía de la vida de J. Monod”, Pensamiento, Casa de
Escritores, S.J. Madrid, vol. 33, 1977, p. 6.
94
J. ECHARRI, o.c. pp. 9 – 12.
92
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99
absoluta independencia de las dos series de acontecimientos que provocan el error en la replicación del mensaje genético.95
Por último, otra apreciación sobre el azar definido por J. Monod: Este azar bioquímico esencial al mecanismo de la replicación regulado por leyes físicas, es tan necesario y determinado como ellas. Por
lo que se pregunta J. Echarri ¿qué le queda, entonces, de fortuito, de
azar a este azar?. Sorprende la paradoja.
La tercera componente del hecho vital para J. Monod es la teleonomía o finalidad. Esta significa para él que (...) una de las propiedades fundamentales que caracterizan sin excepción a todos los seres
vivos: la de ser objetos dotados de un proyecto que a la vez representan
en sus estructuras y cumplen con sus performances.96
Esta teleonomía recibe el mismo tratamiento que los anteriores
componentes del ser vivo en la biología monodiana. Es teleonomía
simplemente material o de hecho, que no es todavía la definitiva o formal. Es posible que sirva para explicar un proceso concreto y determinado pero no todo el proyecto del ser vivo.
Otra faceta de este concepto tan singular de teleonomía es, que
no acierta J. Monod a distinguir con claridad entre teleonomía objetiva
y subjetiva, fuerzas internas y externas de un proyecto teleonómico,
entre teleonomía interna y externa según Ayala97 o como llaman otros
natural o artificial respectivamente. De aquí, el terror que siente Monod
ante la idea de que las causas finales puedan substituir a las eficientes,
como lo manifiesta en su principio de objetividad; de ningún modo es
esto lo que pretenden los defensores de la teleología que sólo proponen
la simultaneidad de ambas.
La agudeza de ingenio de J. Echarri nos lleva a preguntarnos:
puesto que el azar pertenece esencialmente a la invariancia ¿no podría
ser el azar mismo el que obliga a la estructura –necesidad– a ser teleonómica, a tener direccionalidad estructural de hecho en el momento del
fallo o error?
95
J. ECHARRI, o.c. p. 50. Para Echarri, esta total y absoluta independencia no se da; e.c. la radiación solar funde la cera, endurece el barro etc.; se puede decir que tal radiación no especifica estos
efectos y, en este sentido, nada tiene que ver con ellos, no obstante, no hay una total independencia
entre radiación y consecuencias, existe una dependencia indirecta. Olvida Monod aquello de causa
causae, causa causati.
96
J. MONOD, o.c p. 20. Haciendo un somero análisis sobre el término proyecto, siempre entrecomillado para distinguirlo y que no pueda ser confundido con proyecto subjetivo, deducimos que el
concepto de proyecto en Monod es de orden dinámico, material y es tan real y objetivo como la
misma estructura celular, como si se dijera, advierte Echarri, que una bola redonda es una esfera o
encarna y realiza una esfera, o el continente y contenido son lo mismo. Lo que pretende Monod es
evitar el concepto de causa final. Es un proyecto no proyectado, simplemente es un resultado. Un
ejemplo ad hoc del profesor Echarri es: Una bola torneada es un proyecto geométrico proyectado
por el tornero, mientras que un canto rodado es un proyecto geométrico no proyectado, sino resultante. Probablemente coincida con el concepto de ley natural.
97
F. J. AYALA, “Biology as an autonomous science”, American Scientist, vol. 56, Nº 3, 1968, p.
218.
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100
Para concluir, la teoría epistemológica de J. Monod adolece de
ambigüedad, confusión e imprecisión en cuanto al concepto y uso de
los términos fundamentales de la teoría: necesidad, azar, teleonomía. Es
este un proyecto que resulta pobre y muy estático frente al de su compañero F. Jacob, programa, que resulta mucho más dinámico.
Aunque el profesor Ayala en sus escritos no hace mención ni
referencia alguna a J. Monod, sin embargo, es probable que en principio esté de acuerdo con él en su conjunto pero con matizaciones profundas. La mayor dificultad en la crítica a Monod radica en su falta de
claridad y nitidez en el manejo de los conceptos fundamentales. Que la
vida de un ser orgánico sea necesario entenderla en términos de desarrollo de un programa genético no presenta inconveniente alguno, aunque ignoremos el origen y procedencia de ese código. Se hace más incomprensible este desarrollo genético entendido sólo bajo el prisma de
un azar como error o fallo inherente a la invariancia del programa. Es
curioso el poco caso que hace J. Monod de la interrelación del programa con el medio donde hace su aparición la selección natural. Con esta
idea de azar y evolución no estaría conforme Ayala, como tampoco lo
estaría con el concepto de objetividad monodiano excluyente de toda
causa final. La objetividad de la ciencia para el biólogo molecular francés es antinomia de causas finales; para Ayala, esta antinomia es autonomía pero no contradicción.
La emergencia en J. Monod está programada epigenéticamente.
Sería otro punto de desacuerdo entre ambos. El proyecto de ser vivo
monodiano produce la impresión de estar ante una planaria que resuelve todos sus movimientos en una sola dimensión. Las otras emergencias culturales, religiosas etc., a las que Monod llama mitos y ontogonias, son para él producto de la estética, respetable, pero no proyecto
científico. La sociedad moderna, según su propio juicio, ha cometido el
grave error de mezclar mitología y ciencia:
Las sociedades “liberales” de Occidente enseñan aún, con desdén, como
base de su moral, una repugnante mezcla de religiosidad judeo-cristiana,
de progresismo cientista, de creencia en los derechos “naturales” del hombre y de pragmatismo utilitarista (…) todos estos sistemas enraizados en el
animismo están fuera del conocimiento objetivo, fuera de la verdad, extraños y en definitiva hostiles a la ciencia, que quieren utilizar, mas no respetar y servir.98
Por último, señalar que J. Monod, pese a su horrible repugnancia a la Metafísica, demuestra en su mismo discurso final lo difícil que
resulta a un científico desprenderse de ella. Las últimas páginas de su
libro lo ponen de manifiesto.
98
J. MONOD, o.c. pp. 182 – 183.
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101
2. 2. 9. Un modelo geométrico de reducción y emergencia.
P. Medawar.
Es curiosa la propuesta de Medawar, reduccionista moderado.
Pretende establecer una analogía entre las ciencias empíricas y la jerarquía de geometrías de Felix Klein para:
(…) ilustrar la relación entre las distintas capas jerárquicas de las ciencias
naturales (...) aclarar el concepto de “emergencia” que existe en cada capa
de la jerarquía de conceptos peculiares y distintivos de dicha capa y que no
son reducibles de una forma obvia a las nociones de nivel inmediatamente
superior o más alto todavía.99
La jerarquía de las geometrías adopta el siguiente orden:
1) Topología.
2) Geometría proyectiva.
3) Geometría afín.
4) Geometría euclidiano-métrica.
La analogía con las ciencias empíricas presenta este otro orden:
1) Física.
2) Química.
3) Biología.
4) Ecología-Sociología.100
Afirma Medawar:
A medida que bajamos por la lista, las ciencias van teniendo un contenido
empírico más rico y a cada nivel emergen conceptos nuevos que sencillamente no existen en la ciencia precedente. Además, parece probable que
cada ciencia sea un caso especial de la que le precede (…) De la misma
manera que un concepto como el de “circunferencia” simplemente no puede considerarse en el mundo de la Topología, una noción con un contexto
distintivo como el “déficit de cambio extranjero” tampoco puede considerarse en el mundo de la Física. (…) a medida que descendemos por la lista
de jerarquía de las ciencias empíricas, toda afirmación cierta en Física
también lo es en Química, en Biología, en Ecología y Sociología. (…)La
Biología no es únicamente Física y Química sino una parte muy limitada,
especial y profundamente interesante de ellas. Lo mismo ocurre con la
Ecología y Sociología.101
99
P. MEDAWAR, “Un modelo geométrico de reducción y emergencia” en Estudios sobre la filosofía de la biología, de F. J. AYALA y T. DOBZHANSKY Eds, p. 89.
100
P. MEDAWAR, o.c. pp. 94 – 95.
101
P. MEDAWAR, o.c. pp. 95 – 96.
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102
Termina el autor su reflexión ridiculizando la afirmación de
Keats : Newton destruye la poesía del arco iris reduciéndolo a los colores del arco iris. Y añade, que lo mismo resulta cómica la denuncia de
la reducción analítica, arma metodológica, que tan beneficiosa ha resultado para la ciencia.
Parece decepcionante la reflexión de Medawar. Se espera que
su aportación aminore las diferencias entre reducción y emergencia pero, probablemente, las incrementa y no resuelve nada del problema. Según Medawar, todas las ciencias empíricas están enmarcadas jerárquicamente en la física, de tal manera, que sus afirmaciones son válidas
para las ciencias de niveles inferiores aunque no siempre resulten interesantes para éstas y también viceversa, lo que significa que el concepto
de reducción no aminora ni deprecia los conceptos de emergencia. Puede que sea verdad, pero también es cierto que de este modo se ignoran o
sufren desinterés mutuo y esta ignorancia o desinterés ad ínvicem no
integra a las ciencias empíricas sino que las mantiene aisladas en sus
propios niveles, lo cual indica disgregación en las mismas.
Ayala y los demás asistentes a la conferencia guardan silencio y
no hay turno de réplica.
2. 2. 10. Teoría del fenotipo. C. H. Waddington.
Sin entrar en detalles, Waddington102 admite como más satisfactoria la definición de vida de H. J. Müller (1916): Un sistema es viviente si es portador de especificidad y esta es transmitida, la cual puede
cambiar y estos cambios también son transmitidos. En lugar de especificidad se puede usar el término más moderno de información y la nueva frase sería: Un sistema es viviente si lleva, codificada, información
hereditariamente transmisible, si esta información sufre a veces alteraciones, y si la información alterada es luego transmitida.103
No obstante, Waddington la encuentra incompleta porque, por
una parte, esta información exclusivamente genotípica podría transmitirse de otro modo desconocido para nosotros en tipo de vida diferente,
y por otra, esta información transmisible también se da en el mal llamado crecimiento de los cristales, sin que por esta causa se les considere
seres vivientes. Como dice Waddington :
Es necesario que realicen algo más que la mera transmisión de información (…) La vida implica no sólo el genotipo, sino también la existencia de
algo de la naturaleza de aquello que los genéticos llaman “fenotipo”, es
102
C. H. WADDINGTON y otros, “Las ideas básicas de la biología”, Hacia una biología teórica,
Alianza Editorial, 1976, Madrid, versión española de Mariano Franco Rivas pp 22 – 65.
103
C. H. WADDINGTON y otros, o.c. pg. 20.
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103
decir, algo que se desarrolló a partir del genotipo y que interacciona con el
medio inerte que le rodea.104
Para el profesor de Edimburgo la teoría del fenotipo es una parte esencial de la teoría biológica general. Se ha intentado aplicar la teoría de la información desarrollada matemáticamente por Shannon y
Weaver de la Bell Telephone y aunque la aplicación de esta teoría se ha
manifestado útil, especialmente en redes neuronales, sin embargo, ha
puesto al descubierto sus limitaciones al ser aplicada a otros procesos
biológicos como el de relación genotipo-fenotipo. Es en estas relaciones donde encontramos mecanismos más flexibles, aumento y disminución de información, lo que va contra la teoría utilizada que prohíbe tal
aumento.
La información exclusivamente fenotípica procede como transcripción y traducción, es decir, como instrucciones o algoritmos. El
RNA mensajero es el patrón de acoplamiento de la secuencia de aminoácidos. Pero se debe considerar que el fenotipo de un organismo no
consiste sólo en una colección de proteínas, las prescritas por el genotipo. Es curiosa la analogía que establece Waddington: El genotipo es
como un sistema de axiomas euclidiano y el fenotipo como un tratado
en tres volúmenes de geometría euclídea. En el fenotipo encontramos
una mayor cantidad de información que procede no sólo del genotipo.
Un conejo saltando por el monte contiene, es obvio, más información
que la ovocélula fertilizada de la que procede. ¿De dónde puede recibir
el animal esta información secundaria, quizás de la hierba ingerida? Un
organismo no es un sistema cerrado. Lo que quiere significar Waddington,105 es que la teoría de la información no es un auxiliar útil para considerar la relación entre el genotipo y el fenotipo, puesto que este último es un fenómeno epigenético.
La transmisión de información se realiza a través de trayectorias epigenéticas resistentes al cambio, a las que Waddington llama
creodos y que son como atractores para otras trayectorias. Estos creodos regidos por la finalidad se llaman así, simplemente, para esquivar
los términos estado final, teleología etc., por ser inadecuados. Waddington tiene grandes esperanzas en las teorías de sistemas como, Cibernética, Teoría de juegos, Teoría de la decisión y Teoría de la comunicación.106 Lo anteriormente expuesto es sólo un apunte de esta original
teoría que puede ayudar a desenmarañar el denso y obscuro bosque del
actual discurso biológico. Es especialmente interesante el concepto de
fenotipo en el proyecto vital.
104
C. H. WADDINGTON y otros, o.c. p. 22.
C. H. WADDINGTON y otros, o.c. p. 26.
106
C. H. WADDINGTON y otros. Para más detalle de la teoría de este autor pueden consultarse las
pp. 17 – 65 de la citada obra.
105
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104
2. 2. 11. Observaciones a la noción de orden. David Bohm.
Interesado David Bohm por una teoría global biológica, propone como concepto fundamental la noción de orden, básica para relacionar Física y Biología al proporcionar lenguaje y estructura comunes
para ambas disciplinas.107 Estima el físico de la Universidad de Londres, que el orden es algo más fundamental y universal que casi todo lo
que hasta ahora ha sido generalmente considerado como básico en
nuestro conocimiento:
(...) el orden es común no sólo a la física y biología, sino a todo lo que
podemos conocer y a todo lo que podemos percibir. Tenemos así, el orden
de los sucesos en el tiempo, el orden de causa-efecto, y los diversos
órdenes topológicos que constituyen la esencia de lo que entendemos por
espacio. Tenemos también los órdenes directamente percibidos, tales como
calor y frío, duro y blando y tonalidades de color (...) así como las notas de
la escala que constituyen el contenido básico de la música(...) el orden de
las palabras (...) y el orden de los sentimientos. (…) La esencia de las
cosas está siempre en una clase u otra de orden. Así, el orden puede
verosímilmente ser el factor básico que unifique mente y materia, seres
vivientes y no vivientes etc.108
Es posible que no podamos dar una definición de orden adecuada, pero sí disponemos de un conocimiento implícito y tácito suficiente para entenderlo como conjunto de diferencias similares: 109 Es lo
que ocurre en la curva geométrica que es un conjunto ordenado de puntos. Para observar este orden se aproxima la curva mediante cuerdas de
igual longitud. Para obtener un curva regular, las diferencias en las
cuerdas deben ser similares. La curva más simple es una recta, curva de
primer orden. La siguiente curva es un círculo, curva de segundo orden. La siguiente es una hélice, curva de tercer orden. Así podemos
llegar a curvas de orden infinito tan complejas y enmarañadas que se
pueden llamar aleatorias.
Aquí hace D. Bohm una advertencia: no se debe confundir el
término aleatoriedad con desorden, carencia total de orden. Este desorden, como tal, es un imposible; un objeto que se desplaza en una curva
al azar se moverá siempre dentro de cierto orden. El futuro orden de
una curva al azar no se podrá predecir, pero suceda lo que suceda,
siempre será dentro de cierto tipo de orden e.c: el orden de una partitura
musical no es predecible a partir de un pasaje anterior, sin embargo,
107
D. BOHM, “Algunas observaciones sobre la noción de orden,” Hacia una biología teórica, o.c.
pp. 215 – 280.
108
D. BOHM, o.c. p. 215.
109
D. BOHM, o.c. p. 217.
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105
contiene un orden como totalidad. Este orden al azar es un orden abierto. Pueden darse órdenes constitutivos y distintivos. Estos órdenes se
desarrollan en jerarquías que pueden ser de orden natural y, por tanto,
dar lugar a estructuras reales.
Una estructura es un orden constitutivo de órdenes constitutivos, siendo el constitutivo el resultado de un conjunto de diferencias
constitutivas similares. La estructura de una casa nos aclara el significado de este orden constitutivo: se comienza por los ladrillos que son
similares en tamaño y forma pero diferentes en posición y orientación.
La similaridad de estas diferencias en los ladrillos conduce al orden de
la pared. La pared, a su vez, se transforma en un elemento de orden superior, de tal manera, que las diferencias similares en las paredes constituyen la casa, las de las casas constituyen las calles, las de las calles la
ciudad etc.
Este orden constitutivo o estructura es universal y, por tanto,
aplicable a todo género de realidad viviente o no viviente. En física, las
partículas elementales constituyen los átomos, éstos las moléculas, estas los microobjetos y así hasta los planetas, estrellas y galaxias. En la
materia viviente, las moléculas están ordenadas para constituir células y
sucesivamente tejidos, órganos, organismos y poblaciones. En biología
puede expresarse el crecimiento de un organismo, el fenotipo, en términos de un conjunto muy rico y complejo de diferencias similares y analogías diferentes. En el crecimiento y desarrollo de conductas inteligentes en organismos superiores y en el hombre, encontramos órdenes todavía más altos de diferencias similares y analogías diferentes. Lo que
estamos manejando es, de hecho, una totalidad unificada de estructura.110
Es posible que la teoría de los órdenes de D. Bohm sea considerada metafísica por algunos o muchos biólogos y, por tanto, inútil para
las experiencias científicas. No piensa así Waddington. En su comentario a esta teoría dice:
Me gustaría alegar, que las creencias metafísicas de un científico no son
meros epifenómenos, sino que tienen una influencia definida y determinable sobre su obra. 111
110
D. BOHM, o.c. pp. 218 – 221. Es obvio, que esta referencia no agota la doctrina de D. Bohm
sobre el concepto de orden constitutivo. Para una información más completa puede consultarse la
obra citada de C. H. WADDINGTON, pp. 215 – 280.
111
C. H. WADDINGTON, o.c. pg. 281.
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106
2. 2. 12. La Biología y las ciencias físicas. Michael Ruse.
Michael Ruse,112 llevado de su fuerte tendencia reduccionista,
se pregunta si es correcto (...) el intento de suprimir la distancia entre
Física y Química, por un lado, y la Biología, por otro. (…) Si podemos
esperar que llegue el día en que la Biología desaparezca como disciplina autónoma.113 Para responder a estas cuestiones recurre a la genética y al organicismo.
Comienza por establecer una distinción de incompatibilidad entre la genética molecular y la no-molecular o mendeliana: la definición
de gen mendeliano no coincide con la que presta la genética molecular,
pero teniendo en cuenta los progresos espectaculares de esta última, es
posible establecer algunos nexos entre ambos discursos. Michael Ruse114 opina a este respecto, que podemos aproximar el concepto de gen
mendeliano qua función al de gen molecular o ADN. Aquel como causa última de caracteres fenotípicos y éste como causa última de las cadenas polipeptídicas que los producen. Sin embargo, se mantiene una
diferencia: no es igual hablar de ojos azules que de los polipéptidos que
los causan.
Se puede hacer coincidir el significado de gen biológico con el
de DNA en cantidad suficiente para ser causa de un producto celular y
así conseguir una reducción del tipo nageliano, puesto que se podría
deducir la primera ley de Mendel de premisas moleculares. La misma
ley que exige que el gen clásico sea unidad de función, sea individualizado y se distribuya de forma particular en cada generación, es válida
también para el gen molecular. Lo que se exige es que cada gen mendeliano tenga un equivalente molecular.115
Pese a los enormes avances de la genética, bioenergética y termodinámica y estudios moleculares en mitocondrias y cloroplastos,
confiesa M. Ruse: seguimos estando muy lejos de entender completa112
M. RUSE, La Filosofía de la Biología, Editorial Alianza Universidad, versión española de Ignacio Cabrera Calvo-Sotelo, Madrid, 1990, p. 237 – 263.
113
M. RUSE, o.c. p. 237.
114
M. RUSE, o.c. p. 244. La denominación ADN se considera incorrecta. Debe ser DNA por ser
sigla como advierte el profesor Núñez de Castro. Conservamos, no obstante, la primera en este
párrafo porque así la utiliza el traductor.
115
M. RUSE, o.c. pp. 244 – 245. Desgraciadamente esta reducción, en boca de M. Ruse, no es legítima porque atendiendo a la mutación y al sobrecruzamiento (crossing-over), las dos genéticas entran en conflicto: la genética no-molecular supone que las unidades de función, mutación y sobrecruzamiento son la misma cosa; la genética molecular separa estas tres unidades en las llamadas
cistrón, mutón y recón respectivamente. Ajustando bien estos términos entre genes moleculares y no
moleculares se podría pasar a la zona de una posible reducción y hasta superar los conflictos que
impiden la condición de derivabilidad nageliana. Por lo menos teóricamente, se disuelven así la
incompatibilidad entre ambas genéticas y las barreras teóricas para la reducción de tipo nageliano.
En realidad, la historia actual de la genética nos muestra que ambas teorías tendrán que desarrollarse
simultáneamente para que llegue a ser posible esta reducción.
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107
mente, desde el punto de vista fisico-químico, el espectro total de los
fenómenos biológicos.116 Esto mismo asegura J. D. Watson:
Algunas moléculas celulares, en particular las proteínas y ácidos nucleicos,
son muy grandes y, aún hoy día, es enormemente difícil poner en claro sus
estructuras químicas. (…) Así pues, debemos admitir sin más, que no se
entenderá nunca la estructura de una célula del mismo modo que las moléculas de agua o glucosa.117
Obviamente, estas citas de ambos eminentes biólogos no son
sino confirmación de la doctrina del profesor Ayala: en la actual situación de la ciencia, no es posible este tipo de reducción, por lo que reclama con todo derecho la autonomía de la ciencia biológica, como se
verá más adelante.
Insistiendo en su afán reduccionista, M. Ruse se enfrenta con
algunas tesis organicistas propuestas para defender la independencia de
la biología, a las que concede escasa validez y resumimos brevemente.
En cuanto a la unicidad de los fenómenos orgánicos no participada por los no-orgánicos, dice, depende de lo que se entienda por único: a) Todos los fenómenos del tipo que sean son únicos atendiendo a
sus propias coordenadas espacio-temporales. b) Los biólogos organicistas olvidan con frecuencia esta unicidad y estudian aspectos no-únicos.
c) La Física y Química, también por abstracción, pueden tratar fenómenos únicos.
Acuden los organicistas al principio de complementariedad para decir que los biólogos moleculares, al igual que los físicos, cuanto
más se acercan al objeto de estudio más aumenta la probabilidad de distorsionarlo; a un objeto vivo tienen que matarlo. A lo que arguye M.
Ruse: lo propio ocurre al biólogo no-molecular: los paleontólogos estudian organismos muertos, los biólogos, aunque no siempre matan, alteran el modo de vida del ser vivo; obsérvense, por ejemplo, los resultados de la cautividad.
Otro argumento de los organicistas para defender la autonomía
de la biología es la naturaleza histórica de los fenómenos biológicos.
Tampoco parece una razón demasiado poderosa para este biólogo. Es
cierto que hay razones para dudar de esta exclusividad. También los
efectos biológicos se pueden estudiar sin diacronía, aunque de por sí
sean históricos. Teniendo en cuenta la consideración de Mikownsky: no
existen hechos sino sucesos. Cualquier partícula elemental se ha formado en la coordenada del tiempo y por tanto, tiene su historia. Nada im-
116
M. RUSE, o.c. p. 250.
J. D. WATSON, Molecular Biology of the genes, Editorial Benjamin, New York, 1965, cita de
M. Ruse, p, 251.
117
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108
pide que la Física y Química contemplen también los aspectos históricos de sus objetos de estudio.
Un aspecto exclusivo de los objetos vivos es el de función, al
que M. Ruse da más valor. Efectivamente, la Física y Química descuidan el futuro en sentido biológico, es decir, en orden a causas finales y
por esto, tal como están planteadas hoy, no pueden explicar ciertos aspectos de la biología actual. En este sentido el argumento es válido
Finalmente, el último argumento que aducen los defensores del
organicismo en su autodefensa y que analiza nuestro autor comentarista, es el del orden. Es obvio, que los seres vivos desde los genes hasta
los adultos, son seres extremadamente ordenados, pero también los conjuntos simplemente moleculares como el DNA donde las bases se ordenan de infinitos modos, los cristales y en definitiva todo el mundo inorgánico, gozan de una estructura ordinal semejante. La diferencia radical
estará en la enorme complejidad del orden orgánico respecto del orden
inorgánico mucho más simple. En este sentido también es válida la argumentación en defensa de la autonomía biológica.
Esperemos, que las aportaciones ya referidas de D. Bohm, el
concepto de orden común a ambos reinos nos sirva para resolver, al
menos en parte, la conflictividad y problemática del discurso biológico
en su relación con las demás ciencias. Es posible que se cumpla el convencimiento de M. Ruse expuesto en el epílogo de su obra:
En el futuro, la Biología se fundirá precisamente, por un extremo, con las
ciencias físicas y por el otro, con las ciencias sociales. Veremos que disciplinas como la Psicología, la Sociología y la Antropología incorporarán,
cada vez más, a sus teorías, resultados obtenidos por los biólogos. Durante
este proceso, los filósofos desempeñarán, a mi modo de ver, un papel cada
vez más importante.118
2. 2. 13. Aspectos en la racionalidad de las ciencias biológicas. Julián Rubio.
Tras este elenco de aportaciones, es legítimo tener en cuenta
también la reflexión epistemológica de un profesor español de genética
en la Universidad de Oviedo interesado por la problemática de la racionalidad biológica. De forma global y resumida, he aquí los puntos clave
de su pensamiento crítico:119
118
M. RUSE, o.c. p. 262.
J. RUBIO, “Aspectos de la racionalidad de las ciencias biológicas“, Ciencia y Humanismo, o.c.
pp. 93 – 110. Es posible que el autor se refiera a la falta de continuidad desde los niveles moleculares hasta llegar por integración a los superiores con sus propiedades emergentes.
119
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109
1) Mientras las demás ciencias están de vuelta, la Biología aún
está en el camino de ida para encontrarse a sí misma epistemológicamente.
2) Los datos concretos de esta apreciación son: ambigüedad en
la problemática dispersa; predominio de términos empíricos
y escasez de términos teóricos propios; no existe una auténtica biología teórica; tampoco abundan teorías generales; la
teoría de la evolución y la molecular distan mucho de jugar
ese papel; necesitan mayor elaboración y precisión.
3) La Biología, sus especialistas, no suelen plantearse cuestiones epistemológicas sobre su verdad, principios de inteligibilidad etc. Existe la propensión de saltar de la experiencia a
los grandes problemas y apelar a explicaciones para o metacientíficas. Hace la impresión de que, a la hora de buscar un
planteamiento teórico de la Biología, no se encontraran
otras alternativas que, o la abstracción ideológica, o el tomar prestados a la Física y Química sus conceptos.120
4) Algunas facetas de la Biología se han beneficiado grandemente de las adquisiciones conceptuales y técnicas de la Física y Química; se llega a tener la impresión de que la Biología se ha desarrollado como ciencia preferentemente en relación con aquellos fenómenos biológicos que eran susceptibles de sólo este tipo de análisis.
5) Esto plantea dos cuestiones: Sin negar, en absoluto, la validez de la interpretación molecular, no por eso resulta igualmente evidente que constituya una interpretación suficiente y
completa o siquiera satisfactoria para toda la realidad biológica. En este sentido, se cuestiona aquí que se trate de un desarrollo de la Biología como tal ciencia.
6) Otra cuestión es la que se refiere a los niveles de la fenomenología de los sistemas vivientes no alcanzados por el desarrollo formal de la Física y Química; ¿es una cuestión de
tiempo o se trata de disciplinas que por su labor, todavía puramente observadora y empírica, han detectado características objetivas del fenómeno viviente que se resisten positivamente a su formalización?.
7) Esta puede ser la razón de la oposición clásica entre dos tipos de biología la integradora y la atomística. La primera
aborda al viviente como totalidad, integración, organización,
adaptación etc., mientras la segunda sólo descubre procesos
particulares, locales y parciales como factores últimos o cau120
J. RUBIO, o.c. p. 94.
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110
sas inmediatas para explicar el todo. En la primera perspectiva se alinean el organicismo, vitalismo y evolucionismo; en
la segunda, el mecanicismo y reduccionismo. El hecho de
coexistir ambas tendencias tiene su causa en la misma realidad biológica que constituye una auténtica novedad para el
nivel físico-quimico de la materia. Esta novedad supone una
transcendencia para el análisis fisico-químico en orden a una
visión integradora de la Naturaleza sin discontinuidades
esenciales.
Para terminar, recojo una frase que hace suya: Hay que persuadirse que la obsesión bioquímica que focaliza a veces tan
intensamente la problemática biológica, constituye una hipoteca muy grave para la consecución de una Biología genuinamente general y teórica.121
2. 2. 14. Conclusión.
Es suficiente el testimonio que ofrecen estas aportaciones al
pensamiento biológico moderno de especialistas que viven su problemática debida a la desconexión entre ciencias empíricas y biología, y a
la todavía insuficiente formalización de aquellas para captar aspectos
esenciales de ésta. No consideramos del todo inútiles estas propuestas
de solución anteriormente insertadas porque concretan y aclaran el universo de discurso de Ayala dado el estado actual de la ciencia. Señalan, al menos, la composición del lugar, el status quaestionis de los escolásticos, o lo que es igual, la localización intermedia de la Biología
evolutiva actual y que podría resultar definitiva como nexo entre los
distintos campos de las ciencias, cosa que no podemos predecir por el
momento. No obstante, estas ideas básicas inquietan hoy a la mayoría
de los biólogos que paladean la insatisfacción al no hallar diálogo razonable con presupuestos básicos comunes y han de conformarse, por
hoy, con permanecer instalados en un campo neutral, autónomo, independiente.
2. 2. 15. Relación Biología – Física. Bioquímica.
Las siguientes palabras textuales pertenecen al acervo epistemológico del Dr. Ayala:
Una cuestión muy discutida en años recientes es la relación entre las ciencias biológicas y las ciencias físico-químicas. (...) Tal cuestión ha dado en
llamarse el “problema del reduccionismo”. No se trata, sin embargo, de un
121
J. RUBIO, o.c. p. 96.
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111
problema único sino de varios, y la no distinción adecuada entre estos ha
suscitado innumerables debates, infructíferos e innecesarios. (…) Los problemas referentes a las relaciones entre la biología y la física se plantean
en tres campos o dominios diferentes. Estos dominios son, en primer lugar,
el ontológico; en segundo, el metodológico; en tercer lugar, el epistemológico.122
En realidad, no se podrían calificar estos debates de totalmente
infructuosos e innecesarios. Al menos, como se ha dicho con anterioridad, revelan el estado de la cuestión y posibles soluciones al conflicto.
Es la aplicación del método heurístico.
Es obvio, que de todas las ramas de la biología, la bioquímica
es el nexo fundamental entre físico-química y biología porque su objetivo es el estudio del fenómeno vital en su nivel molecular bajo los paradigmas de las ciencias físicas y químicas. La llamada biología molecular es la misma bioquímica, en cuanto que, estudia de forma particular las grandes moléculas del complejo entramado vital.
Esta relación biología-física-química se encuentra ya en W.
Heisenberg.123 La explicación derivó después hacia otras aplicaciones
del concepto de complementariedad y Niels explicó que este concepto
podría ser también importante para discriminar los hechos biológicos
respecto de las leyes físico-químicas.124
En conversación nocturna entre Bohr y Heisenberg, durante el
trayecto de un viaje marítimo, surge de forma anecdótica la diferencia
entre materia viva y materia muerta. Niels Bohr advierte que en un organismo actúa como una fuerza configuradora que no es especial como
la del vitalismo, sino más bien expresada en interacción de átomos o
resonancia de éstos o algo parecido. Un organismo se comporta como
una totalidad, cosa que jamás se dará en un sistema compuesto de elementos estructurales atómicos. Sin embargo, resulta seductor establecer
una comparación entre las estructuras matemáticas y las que resultan de
los procesos biológicos aunque tengan diferencias características. Las
estructuras atómicas son estáticas, las biológicas no lo son, por esto la
antigua comparación entre un ser vivo y una llama ardiente, materia
que fluye. Según N. Bohr, hay dos formas de hablar de un ser vivo: la
que podríamos llamar biológica, cuando decimos lo vivo, función de
órgano, metabolismo de respiración, proceso de curación etc., y el modo causativo cuando usamos términos físico-químicos como procesos
químicos y eléctricos, e.c. en nervios, lo que indica con éxito que las
leyes físico-químicas o de la teoría cuántica tienen vigencia ilimitada
122
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, Arbor, Madrid, 1978, nº 101, p. 177.
W. HEISENBERG, “Conversaciones sobre la relación entre la Biología, la Física y la Química”,
Diálogos sobre la Física atómica, editorial B.A.C., Madrid, 1972, pp. 129 – 145.
124
W. HEISENBERG, o.c. p. 134.
123
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112
en el organismo. Dos formas distintas de observar al ser vivo pero
complementarias: la biológica y la físico-química. En la primera, el
acontecimiento está determinado por el objetivo, el fin al que está dirigido; en la segunda, viene fijado por el hecho inmediatamente anterior.
Son realmente formas complementarias de observación, como dice N.
Bohr en su conversación con Heisenberg, y ambas son correctas. La
cuestión que se plantea para la biología no es, por tanto, cual de los
dos puntos de vista es el más auténtico, sino tan sólo cómo ha logrado
la naturaleza el acoplamiento de ambos.125
Se pregunta Heisenberg si serán suficientes las leyes cuánticas
o habrá que añadir leyes más comprensivas, una vez que en el futuro
quede la Biología plenamente fusionada con las ciencias naturales Física y Química o tal vez haya que añadir los conceptos de evolución paleontológica y selección para una total comprensión del fenómeno biológico. Esto parece necesario para muchos biólogos al considerar que la
teoría darwiniana, con sólo mutaciones fortuitas y sin selección no puede explicar la pluralidad orgánica, sobre todo, la formación de órganos
tan complicados como el ojo humano. Mucho más complejo es el caso
de la conciencia humana, realidad que no se encuentra entre los conceptos de la Física y Química. Sería ridículo afirmar que surgiera por azar
como el caserío en el argumento de Von Neumann. Es posible que una
variedad tan grande de formas hubiera sido engendrada en millones de
años, pero serían necesarios períodos de tiempo tan absurdamente largos que no aparecen en la naturaleza tal como nosotros la conocemos.
En resumen, para N. Bohr, además de las leyes de la física y
química contenidas en la física cuántica hay que añadir otras de esencia
totalmente distinta.126 Por esta razón, podemos considerar el fenómeno
vital como un caso más de aplicación de su principio de complementariedad.
Estas posiciones de los grandes físicos sirven para robustecer
aún más la afirmación de Ayala. Junto al principio de complementariedad de Bohr, posible nexo de unión entre física newtoniana, física cuántica y biologia, se sitúa el que podemos llamar principio complementario de autonomía de Ayala: sin soslayar los excelentes resultados de la
investigación física, química y molecular, al contrario, utilizándolos de
forma razonable, complementar con los hallazgos de la biología integradora.
125
126
W. HEISENBERG, o.c. p. 139.
W. HEISENBERG, o.c. p. 143.
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113
2. 2. 16. Soluciones a la complejidad.
Es, a juicio de Fritjof Capra,127 en el campo de la complejidad
donde se da este nexo o nudo gordiano biología-física-química, espacio
en el que se dan pasos agigantados, dado el enorme interés que despierta. Es cierto que estamos asistiendo a un cambio de paradigma, en expresión de Kuhn. Inmersos en el pensamiento ecologista, ya no se estudian sólo las partes sino las relaciones de las partes dentro de un enorme ecosistema, que tampoco es una máquina sino un inmenso organismo donde la vida ocupa un lugar preeminente. Se tiende a un reduccionismo, no físico sino biológico. Proliferan por doquier las teorías de
carácter holístico en las que la complejidad es el gran atractor. Considérense por un momento las modernas teorías desde el organicismo de
Harrison, Henderson, Needhan y Woodger; el pensamiento sistémico de
Paul Weiss; la poderosa influencia de la Física cuántica –conocimiento
de relaciones–; de la Psicología de la Gestaslt –percepción de totalidades–; el impacto de la Ecología –ecosistema–; el pensamiento procesal
de Whitehead; la tektología de Bogdanov, organización, poco conocida;
teoría general de sistemas de Ludwig Bertalanfy –holismo–; la cibernética –retroalimentación– de Wiener, Von Neumann, Shanon y Warren; estructuras disipativas de Prigogine –estabilidad lejos del equilibrio u orden en el caos–; autopoiesis de Maturana y Varela –la vida
proceso de cognición–; la teoría Gaia de Lovelock –vinculación de sistemas vivos con no vivos–; Simbiogénesis de Margulis –concepto de
co-evolución–.
Sobre todo, lo más extraño es que en las propias matemáticas se
busque e intensifique su relación con la biología. Según F. Capra,128
Los llamados sistemas dinámicos o matemáticas de la complejidad
hunden sus raíces en las ecuaciones diferenciales no-lineales, no bien
conocidas ni utilizadas en la ciencia clásica, dada su complejidad muy
distante de la simplicidad lineal adoptada en el modelo de ciencia newtoniano. Estas nuevas matemáticas tocan de cerca con la matemática
visual de Poincaré, llamada topología o geometría elástica, donde todas
las figuras geométricas pueden ser distorsionadas, transformándose
unas en otras por iteraciones sucesivas, siguiendo la metáfora de la
transformación del panadero y que dan lugar a las matemáticas del
caos. Como dice Fritjof Capra: la transformación del panadero es un
127
FRITJOF CAPRA, La trama de la vida, (Una nueva perspectiva de los sistemas vivos), traducción de David Sempau, editorial Anagrama, Barcelona, 1998, p. 26 – 202. Un hermoso libro que con
lenguaje sencillo y atractivo pone al alcance del lector los modernos hallazgos científicos que en un
futuro nos pueden llevar a una mejor comprensión de la complicada trama del ser vivo.
128
F. CAPRA, o.c. pp. 130 – 153.
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114
prototipo de los procesos no-lineales, altamente complejos e impredecibles, conocidos técnicamente como caos.129
No todo en estos sistemas caóticos es caos, continúa F. Ca130
pra, sino que en ellos se descubre el orden en el desorden. Para esto
se necesitan los conceptos de patrón de orden y atractor extraño que
mantienen las propiedades del sistema aunque cambie su estructura. En
todo sistema sea o no viviente hay tres criterios clave: patrón de organización, estructura y proceso. La diferencia en los seres vivos radica
en los componentes de su estructura que cambian continuamente; el
patrón se corporeiza en las estructuras configurando las relaciones entre
sus componentes: la estructura es la corporeización del patrón de organización; el proceso vital es la continua corporeización del patrón de
organización.131
En estas nuevas matemáticas de la complejidad, además de los
conceptos de patrón de configuración y atractor, hay otros como el de
efecto mariposa –un minúsculo cambio aquí puede producir con el
tiempo consecuencias a gran escala allí–. Cambio de cantidad a cualidad es otra de las características del sistema caótico: la imposibilidad
de predecir la trayectoria del atractor es propia de estos sistemas, por lo
que su análisis es cualitativo y consiste en identificar los atractores según sus características topológicas.
La geometría fractal de Mandelbrot132 ha resultado tener
importantes conexiones con la teoría del caos. Los números complejos
de Gauss también pueden jugar un buen papel en estos procesos de
complejidad.133
Estas interesantes aportaciones merecerían una larga reflexión
por su enorme aplicación a los procesos biológicos, pero nos apartaría
mucho de nuestra línea argumental.
129
F. CAPRA, o.c. p. 142.
F. CAPRA, o.c. pp.136 – 153.
131
Términos nuevos que nos recuerdan los viejos conceptos de materia y forma aristotélicos. En el
fondo, es el problema ancestral del cambio o movimiento: combinar la estabilidad con la fluidez del
cambio, la unidad en la variedad, idea fundamental de la filosofía presocrática: el παντα ρει y el
λογοs de Heráclito –el movimiento, orden en el desorden– simbolizado en el fuego y que definitivamente resolvió Aristóteles con su teoría del acto y la potencia.
132
F. CAPRA, o.c., pp.154 – 168.
133
F. CAPRA, o.c. pp.158 – 161.
130
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115
2. 2. 17. Estructura disipativa. La estructura de los sistemas
vivos.
Será Ilya Prigogine134 quien mejor establezca una íntima conexión entre Biología, Física y Química, utilizando los sistemas dinámicos y las nuevas matemáticas de la complejidad en su teoría de las
estructuras disipativas. Una estructura disipativa no es más que un sistema abierto y cerrado al mismo tiempo; en orden y en desorden a la
vez; es equilibrio y desequilibrio simultáneamente.. El organismo vivo
es un estado continuo de desequilibrio o como decía Zubiri: el ser orgánico cambia constantemente para poder mantenerse. Este estado de
desequilibrio lleva a una gran complejidad de bucles de retroalimentación y su descripción matemática supone un alto grado de nolinealidad. Una estructura disipativa alejada del equilibrio no sigue una
ley universal y es, por tanto, indeterminista. En el caso del ser vivo, el
resultado es la gran riqueza y variedad que le caracteriza. Además, las
estructuras disipativas introducen el vector tiempo al describir los procesos vitales como irreversibles frente a la termodinámica clásica de
procesos reversibles, determinista y predecible donde no tiene lugar el
paso del tiempo; pasado y futuro son previsibles desde el presente, según el paradigma de Laplace.135
En las estructuras disipativas el orden flota en el desorden; son
islas de orden en el mar del desorden en palabras de F. Capra.136
A juicio de Fritjof Capra, la compresión y distinción de los sistemas vivos es posible hoy gracias a la utilización de las matemáticas
de la complejidad y a la síntesis de las tres perspectivas inseparables
antes expuestas: patrón, estructura y proceso. Patrón de organización
134
F. CAPRA, o.c. pp. 181 – 188 y 190 – 205. Un ejemplo visual sencillo de estructura disipativa
sería el vórtice de agua fluyente de una bañera. El agua fluye, pero su estructura permanece estable.
En el vórtice se dan rizos, olas y remolinos que pueden ser descritos por ecuaciones lineales y nolineales de alta complejidad y presentan diversas soluciones. Una célula se comporta como un vórtice de inestabilidad química, materia y energía que fluyen continuamente con procesos metabólicos
que actúan como bucles de retroalimentación dando origen a bifurcaciones que, a su vez, originan
nuevas formas de desorden que conducen al desarrollo y evolución. La idea de vórtice evoca el
απειρον de Anaximandro: masa de materia indefinida, caótica, en continuo movimiento centrífugo,
cuyo comportamiento podíamos asemejarlo a la moderna ultracentrífuga que con su enorme potencia radial graduada en svedbergs va depositando los diversos productos de la centrifugación por
orden de densidad.
135
F. CAPRA, o.c. pp. 196 – 197.
136
F. CAPRA, o.c. p. 202. Para F. Capra: esta nueva percepción de orden y desorden representa una
inversión de las visiones científicas tradicionales. En la perspectiva clásica (…) se asocia orden con
equilibrio (…) el desorden se identifica con situaciones de no-equilibrio. En la nueva ciencia de la
complejidad (...) el no-equilibrio es una fuente de orden. Los flujos turbulentos de aire y agua, si
bien aparentemente caóticos, están en realidad altamente organizados, exhibiendo complejos patrones de vórtices dividiéndose y subdividiéndose una y otra vez a escalas cada vez menores. En los
sistemas vivos, el orden emergente del no-equilibrio resulta mucho más evidente, manifestándose
en la riqueza, diversidad y belleza del mundo que nos rodea. A través del mundo viviente, el caos es
transformado en orden
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116
concebido como red autopoyésica, tal como la describen Maturana y
Varela; estructura disipativa, diseñada por Prigogine; proceso de cognición, en sentido cibernético, iniciado por Bateson y completado por
Maturana y Varela.137
Sin duda alguna, esta síntesis constituye un nuevo diálogo con
la Naturaleza.138 Los conceptos negativos, como no-equilibrio, nolinealidad, inestabilidad, irreversibilidad, indeterminación, son sus fundamentos, no bien considerados en la ciencia convencional y, sin embargo, constituyen el gran angular para contemplar con más amplitud la
Naturaleza en general y sobre todo el hecho de conformar de manera
más adecuada el nuevo discurso biológico.
2. 2. 18. Categorías del discurso biológico.
La problemática del discurso biológico ha quedado suficientemente patentizada con las diversas anotaciones expuestas. La racionalidad biológica, al igual que la de las otras ciencias empíricas, está en
camino de encontrarse a sí misma y está sufriendo las mismas dificultades por las que pasa el discurso físico-químico, fases de racionalidad e
irracionalidad. El gran problema es encontrar ese único método para
alcanzar la verdad única siguiendo la metodología cartesiana, trampa de
la que es presa hace tiempo la ciencia moderna: el único método. Y es
que, en boca de Kuhn, cada ciencia tiene sus paradigmas, compromisos,
matrices disciplinares, a los que también podemos llamar categorías
que impiden la reducción en sentido nageliano.
Se aplica el concepto de categoría al ser orgánico en sentido
aristotélico. Como substancia compuesta de estructuras bioquímicas, le
son aplicables las categorías de las substancias físicas. En el discurso
físico clásico encontramos categorías –masa, causa. energía, espacio,
tiempo– que comparte la biología como hace notar el profesor Núñez de
Castro:
(…) La Bioquímica comparte con la Física-Química los mismos modelos
de explicación estructural de la materia como son: la estructura atómica y
molecular, teoría de enlaces, radiación electromagnética etc. Qué duda cabe que estos modelos heurísticos, para algunos autores de nuestros manuales, que no hacen ninguna revisión crítica, son mantenidos no como modelos sino como constitutivos de la realidad objetiva. Los modelos heurísticos han de considerarse como creaciones del espíritu humano y sus conclusiones no tienen mayor valor epistémico que el proceso científico que
las originó y del que no deben separarse.139
137
F. CAPRA, o.c. p. 174.
F. CAPRA, o.c. p. 204.
139
I. NÚÑEZ DE CASTRO, “Epistemología de la Bioquímica y Biología Molecular,” Pensamiento,
Madrid, 1980, Vol. 36, pp. 428 – 429. Aceptamos la reflexión epistemológica del Dr. Núñez de
138
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117
Ahora bien, sabemos que con sólo estas matrices o categorías
nos resulta una explicación del todo insuficiente para el fenómeno biológico –como se ha demostrado con anterioridad– porque nos encontramos con categorías en el ser orgánico o componentes reales del mismo que no pueden englobarse en categorías físicas ni son deducibles ni
reductibles a aquellas. Estas categorías podemos conocerlas, como nos
decía X. Zubiri, acercándonos al viviente, estudiar sus acciones y comportamientos y deducirlas de forma lógica y racional.
Ya desde la ovogénesis se comprueba un proceso de complejidad bioquímica que recorre todos los estadios embrionarios hasta el ser
adulto. Existe una heterogeneidad en las formas cito e histológicas embrionarias: mórula, blástula, gástrula, endodermo, mesodermo, ectodermo etc. Cada célula se dirige al lugar que le corresponde en orden a
cumplir una función determinada dentro de un tejido, órgano, aparato o
sistema. Esta función específica viene impuesta por el funcionamiento
general, totalidad, como ocurre en cualquier máquina. Al mismo tiempo observamos una evolución o cambio –azar, selección– en este creciente organismo. Adaptación continua al medio. Una organización estructural muy precisa y una jerarquización de funciones sumamente
ordenada, que conllevan una finalidad objetiva de equilibrio vital, teleología. Todo desarrollado en un tiempo-espacio biológicos muy específicos, como son el tiempo en la evolución y el espacio ecológico. Los
fenómenos de emergencia de nuevas propiedades en niveles superiores
y que no todas son resultantes de fenómenos en niveles inferiores como
son e.c. la conducta y el aprendizaje. La singularidad del ser y de la
acción biológica irrepetible en cualquier otro ser viviente. No digamos
los fenómenos de emergencia específicos del ser humano: mente, autoconsciencia reflexiva, libertad, transcendencia etc. Es obvio que éstas
no agotan las categorías del ser vivo y que han de considerarse en simultaneidad puesto que son sus componentes íntimamente interrelacionados como anota Núñez de Castro.
Por el momento, no es necesario más detenimiento en estos
conceptos que serán debidamente explanados en la segunda parte, donde se estudiarán las categorías y sub-categorías del rico contenido biofilosófico del profesor Ayala. Tres son los basamentos del pensamiento
biológico moderno del profesor genetista español: evolución, autonomía, teleología y otros derivados. Tres categorías fundamentales donde
Ayala bate sus alas con vigor y fuerza para cruzar el vasto horizonte del
discurso biológico de su obra aún no terminada.
Castro, pero aquí entraríamos en polémica con el arduo y escabroso asunto del realismo, fenomenismo o idealismo, del que no podemos ocuparnos.
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118
2. 2. 19. Epílogo a la primera parte.
Considérense los capítulos anteriores como antecedentes del
discurso científico físico, químico y biológico. De su análisis epistemológico deducimos que es todavía del todo insuficiente para explicar los
complicados fenómenos del Universo en términos causales. Recuérdese
cómo el lenguaje físico clásico no podía explicar ciertos fenómenos específicos, de ahí el surgimiento de la nueva física relativista y cuántica.
Se impone cambio de paradigma: de una física estática y determinista a
una física indeterminista y de carácter probabilístico. Si esta ciencia
resulta incompleta para dar cuenta de los fenómenos que ocurren dentro
del propio campo de su competencia, mucho más lo es en el ámbito de
la Biología donde se da la alta complejidad que escapa al discurso categorial de la Física, considerado saber científico supremo. Por esta causa, hemos analizado también el lenguaje biológico en físicos, biólogos
y filósofos modernos comprobando, que pese a los grandes esfuerzos
realizados de reducción metodológica con teorías fundamentadas en
matemática compleja, cibernética etc., sólo adquirimos aproximaciones
al hecho vital, nunca explicación científica satisfactoria, si es que alguna vez la podremos alcanzar. Es posible que tenga razón X. Zubiri
cuando dice que la vida no se encuentra en el campo de los elementos,
sino en el de los principios. La célula no está viva por tener átomos y
moléculas sino por ser célula.
Este esfuerzo de síntesis sobre propuestas de diversos pensadores se ha realizado dentro del que aquí llamamos principio de complementariedad del Dr. Ayala para explicitar y concretar su sentido: en el
estado actual de la ciencia, la Biología es autónoma. Nos hemos acercado al pensamiento de destacados científicos del momento y como resultado hemos comprobado el valor de este principio que nos lleva a la
confesión de la autonomía de la biología que pretendemos demostrar
más adelante, guiados por el magisterio del profesor Ayala.
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SEGUNDA PARTE
“En Biología nada tiene sentido
si no se considera bajo el prisma
de la evolución.”
( T. Dobzhansky, 1973).
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3. Autonomía de la Biología en el pensamiento de F.
J. Ayala.
Las tres categorías supremas del pensamiento biológico del
profesor Ayala son autonomía, teleología, evolución; tres características
esenciales y por ende distintivas del ser viviente como tal. Hablar de
autonomía en Biología es tratar necesariamente el difícil tema del reduccionismo en sus tres momentos señalados por el Dr. Ayala y que
analizamos de inmediato. Según Ferrater Mora,1 el término reducción
recibe muy distintas acepciones: en Lógica puede significar reducción
de todas las figuras del silogismo a la primera, también en sentido de
abducción o con referencia al método apagógico llamado reducción a lo
absurdo y reducción a lo imposible. Cabe entender por reducción la inclusión de una entidad dentro de un género o clase. En Psicología se
llama reducción de las imágenes al hecho de que una imagen u otro fenómeno parezca real. En un sentido más general, la reducción es el acto
o el hecho de transformar algo en un objeto considerado como anterior
o más fundamental. Esta reducción puede referirse tanto a un objeto
real como a un objeto ideal. La tesis según la cual una realidad determinada no es sino otra realidad que se supone más real o más fundamental es la expresión común de todas las actitudes reduccionistas y es
la base del reduccionismo científico. Con este último sentido utilizamos
el término reduccionismo en esta Memoria, siguiendo el pensamiento
de Ayala.
Reduccionismo, mecanicismo, fisicalismo, pese a ser términos
epistemológicos específicos, responden a radice a una tendencia humana del pensamiento en las dos grandes culturas oriental y occidental. En
ambas, la reducción ha sido una constante histórica beneficiosa en gran
parte, pero perjudicial, en no pocas ocasiones. Recordemos aquellas
graves sentencias orientales oriundas de los libros sagrados inspirados y
perdidos en la noche de los tiempos, recogidas de forma sucinta en frases magistrales, fruto de una larga experiencia y preñadas de sabiduría.
Tampoco el pensamiento occidental afiliado a la cultura griega, tocada
con frecuentes tildes orientales, supo desprenderse de este afán reduccionista hasta desembocar en el esencialismo tan abominado por los
filósofos nominalistas y más tarde por los filósofos vitalistas, pero de
1
FERRATER MORA, Diccionario de Filosofía, o.c. vol. 4, p. 2800.
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122
gran impacto histórico en la ciencia moderna. Los filósofos griegos fueron los primeros reduccionistas: el pluriverso reducido a un universo en
el αρχη ο principio de todo lo existente, en el ατοµοσ de Demócrito,
en el κοσµονοητοs platónico, en el hilemorfismo aristotélico, en el
Uno de los neoplatónicos, en los diversos tipos de monismo materialista
o espiritualista, en la reducción cartesiana, en las últimas teorías cósmicas de carácter mecanicista, no son sino manifestaciones continuadas de
esta natural inclinación hacia lo simple. El mismo principio de economía del pensamiento, metafóricamente navaja de Ockam: non sunt multiplicanda entia praeter necessitatem,2 es un exponente más de la sensatez de filósofos y científicos que lo reciben sin reservas, aunque es
cierto, ha sido y es motivo de violación frecuente. Lo difícil no es su
aceptación sino su aplicación. Mario Bunge3 en su investigación sobre
el concepto de simplicidad, reconoce la complejidad de la simplicidad
cuando dice que ésta puede entenderse de varios modos: ontológica y
semiótica y ésta, a su vez, puede ser sintáctica, semántica, epistemológica, pragmática, y cada una se valora en un sentido propio; por tanto,
la simplicidad constituye un problema complejo. ¿Cuándo se puede o
no simplificar, reducir? Este es el problema.
En principio, no se deben hacer ascos a la simplicidad y reducción metodológicas como procedimiento heurístico de investigación,
como dirá Sir Karl Popper,4 por los buenos resultados que pueden obtenerse. Sin embargo, hemos de admitir la imposibilidad de simplificación o reducción en muchos casos, especialmente en Biología.
Con estas ideas previas podemos adentrarnos en el espinoso tema del reduccionismo científico, el que nos interesa, y si es aplicable en
Biología.
3. 1. Reduccionismo científico.
Ciñéndonos a la simplicidad, el reduccionismo científico tiene
sus ancestros principales inmediatos en el mecanicismo de Demócrito y
en el de Descartes, el cual dará lugar al fisicalismo de Neurath y Carnap
del Círculo de Viena que acaba imponiéndose hasta nuestros días y expuesto ya en páginas anteriores.
El reduccionismo es siempre una forma de monismo, bien materialista o bien idealista. Dentro de la tendencia materialista se encuentran el materialismo dialéctico y el mecanicismo moderno o fisicalismo.
2
FERRATER MORA, Ibidem, vol. 2, p. 891.
M. BUNGE, “The complexity of Simplicity”, Journal of Philosofy, 54, l962, pp. 113 – 135.
4
KARL POPPER, “La Reducción científica”, Estudios sobre la Filosofía de la Biología, F. J. Ayala, T. Dobzhansky Eds, traducción de Carlos Pijoan Rotje, Edt. Ariel, Barcelona, 1983, p 334.
3
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123
En la segunda forma se incluyen el vitalismo espiritualista o místico y
el panpsiquismo. Según Ferrater Mora:
La tendencia materialista y naturalista ha privado, sin embargo, en el monismo actual sobre el espiritualista. Esta tendencia ha sido defendida por
diversos representantes de la ciencia natural y en particular por Ernest
Haeckel, quien designa su punto de vista como un monismo naturalista.5
Este monismo presenta carácter espinosiano.
Según el profesor Ayala6, el problema del reduccionismo científico resurge, pese a ser asunto discutido desde antiguo por Aristóteles,
Santo Tomás, los cartesianos, Leibnitz etc., hacia el final del siglo XIX
con la aparición de la Biología moderna al intentar ésta establecer las
relaciones entre Biología y ciencias físicas. Esta relación desemboca en
reduccionismo que no siempre se ha tratado y entendido correctamente
por lo que se han suscitado debates innumerables, infructuosos e innecesarios.7 Por esta razón advierte nuestro profesor: lo primero es dilucidar la cuestión que se desarrolla en tres dominios fundamentales: el
ontológico, el epistemológico y el metodológico. Reconoce que el objetivo de la ciencia es:
Descubrir las relaciones entre un gran número de fenómenos de forma que
un número reducido de principios pueda explicar un gran número de proposiciones que se refieren a estos fenómenos (…) que puedan ser integrados en una teoría más amplia”.8
Admira Ayala9 los éxitos obtenidos con ciertas reducciones de
las leyes de la herencia mendeliana p.e. que parecían no tener relación
con estas leyes, como la proporción de la transmisión de ciertos caracteres a los descendientes y que ciertos rasgos son heredados juntos con
más frecuencia que otros. El conocimiento de la formación de las células sexuales y el comportamiento de los cromosomas y otros muchos
descubrimientos han demostrado su relación con los principios de la
herencia mendeliana y contribuido a la unificación de la teoría de la
herencia biológica y a una mejor comprensión de los fenómenos biológicos. Continúa Ayala, esta conexión entre teorías ha enseñado que una
teoría científica, llamada secundaria, puede reducirse a otra, llamada
primaria, de mayor generalidad. Ejemplos de este tipo son, la reducción
de la Termodinámica a Mecánica estadística, varias ramas de la Física y
5
FERRATER MORA, Diccionario de Filosofía, o.c. vol. 3º, p. 2263.
F. J. AYALA, “Thermodinamycs, Information and Evolution: The problem of reductionim”, History and Pholosophy of life science, 1980, nº 11, pp. 115-120.
7
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, Arbor, 1978, nº 101, p. 177.
8
F. J. AYALA, “Biology as autonomous science”, American scientist. Vol. 56, nº 3 ,1968, p, 207.
9
F. J. AYALA, “Biology as autonomous science”, o.c. p. 208.
6
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124
Astronomía a la Mecánica cuántica y Relatividad; gran parte de la
Química se redujo a la Física cuando se descubrió que la valencia de un
elemento guarda una relación simple con el número de electrones en la
órbita exterior del átomo. Reducciones de este tipo, menciona Ayala,10
se han dado repetidamente en la historia de la ciencia y nos han llevado
a la convicción de que el ideal de la ciencia es reducir todas las ciencias
naturales, incluida la Biología, a un conjunto de leyes con máxima amplitud capaz de explicar todas nuestras observaciones sobre el mundo
físico. No obstante, advierte el profesor, toda reducción está sometida a
ciertas condiciones como son las ya conocidas derivabilidad y conectabilidad propuestas por E. Nagel11 y Carl G. Hempel12 en su explicación
nomológico-deductiva respectivamente.
Un trabajo que corrobora la posición de Ayala con relación al
reduccionismo es el de K. Popper en el que defiende tres tesis con referencia al mismo:
En primer lugar, sugeriré que los científicos han de ser reduccionistas en el
sentido de que nada es un logro tan magnífico en ciencia como una reducción que ha tenido éxito. En segundo lugar, sugeriré que los científicos,
cualquiera que sea su actitud filosófica hacia el holismo deben dar la bienvenida al reduccionismo como método (…) han de ser reduccionistas críticos algo temerarios porque casi ninguna reducción importante en ciencia
ha sido nunca totalmente lograda, queda casi siempre un residuo sin resolver. En tercer lugar, afirmaré que parece no haber ningún buen argumento
en favor del reduccionismo filosófico (…) existen buenos argumentos contra el esencialismo con el cual el reduccionismo filosófico parece estar
estrechamente asociado (…) Por motivos metodológicos deberíamos, no
obstante, continuar intentando las reducciones. La razón de ello es que podemos aprender muchisimo, incluso de intentos no logrados (…) nuestros
fracasos científicos pueden sernos de gran provecho.13
Karl R. Popper, nada sospechoso de reduccionista, recibe con
agrado todo tipo de reduccionismo como método heurístico del que
siempre saldrá un resultado provechoso para la ciencia, aunque no se
llegue nunca a una reducción completa y satisfactoria, incluso si se ha
fracasado. Siempre se puede aprender más y mejor contando con los
propios errores. Y es que para este epistemólogo toda ciencia es esencialmente incompleta14. Para ser completa tendría que ser capaz de explicarse a sí misma, lo que supone entrar en una serie infinita de expli10
F. J. AYALA, Ibidem, p. 208.
E. NAGEL, Estructura de la ciencia, Traducción de Nestor Miguez, Edit. Paidós, S.A. Barcelona,
1981, pp. 310 – 328.
12
C. G. HEMPEL, Filosofía de la Ciencia Natural, Edt. Alianza Universidad, Madrid, 1991, pp. 79
– 81.
13
K. R. POPPER, “La reducción científica y la incompletitud esencial de toda ciencia”, Estudios
sobre la filosofía de la Biología, o.c. pp. 333 – 334.
14
K. R. POPPER, o.c. p. 359.
11
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125
caciones sobre la anterior. Esto nos lleva a la comprensión de la ciencia
como tarea, pero no como dato acumulativo. La solución de un problema nos abre, a su vez, las puertas de un mundo totalmente nuevo de
problemas abiertos.15
Aunque K. R. Popper recibe con simpatía todas las reducciones
que se han hecho en Matemáticas Física, Química y Biología, no obstante, afirma :
He intentado mostrar que algunas de las reducciones más impresionantes
en la historia de las ciencias físicas están lejos de estar totalmente logradas
y dejan un residuo. (…) Podemos decir que la Química no ha sido reducida
a la Física sin dejar residuos. De hecho, la denominada reducción de la
Química lo es a una Física que supone la evolución, la Cosmología y la
Cosmogonía y la existencia de propiedades emergentes.16
Se pronuncia antirreduccionista contundente en el intento de reducción de los que él llama 3 mundos al estilo platónico:
Llamo mundo 1 al mundo de la materia física, campos de fuerza etc.;
mundo 2 al mundo de la experiencia consciente y quizás también de la
sub-consciente.y mundo 3 especialmente al mundo del lenguaje hablado,
escrito o impreso, tal como la narración de historias, la elaboración de mitos, teorías, creaciones artísticas.17
Popper argumenta así:
El mundo 3 y especialmente su parte autónoma es claramente irreductible
al mundo físico1. Pero dado que el mundo 2 depende en parte del mundo
3, aquel también es irreductible al mundo 1. (…) Los fisicalistas o reduccionistas filosóficos se ven, pues, obligados a negar la existencia de los
mundos 2 y 3. Pero con ello, la totalidad de la tecnología humana (computadoras) que tanto uso hace del mundo 3 resulta incomprensible.18
Termina su razonamiento antirreduccionista con esta breve reflexión:
El reduccionismo filosófico es, yo creo, un error. Es debido al deseo de reducirlo todo a una explicación final en términos de esencias y substancias,
esto es, a una explicación que ni es capaz de ninguna explicación ni la necesita. (…) Siempre podemos seguir preguntándonos ¿por qué?. Las preguntas del tipo por qué no conducen nunca a una respuesta final. Los niños
inteligentes parecen saberlo.19
15
K. R. POPPER, o.c. p. 360.
K. R. POPPER, o.c. p. 345.
17
K. R. POPPER, o.c. p. 352.
18
K. R. POPPER, o.c. p. 358.
19
K. R. POPPER, Ibidem.
16
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126
Estas selectas frases de Sir Popper no necesitan más comentarios. Como es obvio, su posición antidogmática no le permite ser reduccionista aunque manifieste su galantería ante la filosofía de la reducción. Como científico y pensador sabe muy bien que el último por
qué filosófico está incrustado, ya desde la infancia, en la entraña misma
de la condición humana.
3. 2. Modos de reduccionismo científico.
El Dr. Ayala,20 como lo pone de manifiesto en su lenguaje sucinto, hialino y moderado, pretende evitar los debates infructíferos e
innecesarios que surgen cuando se pretende relacionar las ciencias biológicas y las ciencias físicas. A esta cuestión se le ha llamado el problema del reduccionismo que no trata de un problema único sino de varios. Establece Ayala que, para clarificar el enmarañado asunto del reduccionismo científico, lo mejor es disgregarlo en tres campos bien delimitados: el ontológico, el metodológico y el epistemológico:
• En el orden ontológico, estructural o constitutivo propio,
siguiendo al profesor de Genética, la cuestión fundamental que se plantea es la siguiente: ¿están los seres orgánicos e inorgánicos constituidos de las mismas entidades fisico-químicas y de ninguna otra más?
• En el orden metodológico la idea madre es: si el único
procedimiento mejor estrategia en la investigación científica es el método físico-químico, es decir, analizando sólo
los procesos físico-químicos subyacentes.
• En el orden epistemológico el tema central es: si las leyes
y teorías en general pueden reducirse a las de la Física y
Química como casos particulares de las mismas.
El reduccionismo ontológico conlleva la dificultad del emergentismo, es decir, ¿presenta un objeto como totalidad propiedades distintas de las de sus componentes físico-químicos?
El reduccionismo metodológico se puede y hasta se debe intentar pero le sale al paso el composicionismo metodológico: tan necesaria
como el análisis es la síntesis para la comprensión plena de un objeto.
El reduccionismo epistemológico se enfrenta con el concepto de
incompletitud esencial de toda ciencia señalado por K. R. Popper, con
el de inconmensurabilidad propuesto por Kunn, Feyerabend y con la
20
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, o.c. p. 177.
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127
existencia de leyes internivel de Nagel y Hempel: derivabilidad y conectabilidad.
En el ámbito de la reducción científica nos interesa de modo especial si es posible la reducción de lo orgánico a lo inorgánico, o como
se pregunta Ayala ¿es posible reducir la Biología a la Física?
3. 3. Reduccionismo biológico.
Ya conocemos la posición de Ayala al respecto: en el estado actual del desarrollo de las dos ciencias – Física y Biología – la reducción de la Biología a Física no puede efectuarse.21 Hemos, pues, de
seguir pausadamente su razonamiento para su mejor justificación. Ya se
ha comprobado suficientemente en la primera parte de este trabajo el
estado actual de las dos ciencias; veamos ahora por qué la Biología es
irreductible a Física y Química, es decir, autónoma e independiente. No
olvidemos las tres supremas categorías del ser vivo según Ayala: Autonomía, Teleología, Evolución. Las tres irreductibles a sólo presupuestos
mecánicos o físico-químicos.
3. 3. 1. Reduccionismo ontológico. En éste, a juicio de Ayala,22
la controversia está entre el mecanicismo radical y el vitalismo extremo.
El mecanicismo clásico, laplaciano, epistemológicamente decaído en la actualidad, parece, no obstante, anidar en las cavernas del
subconsciente de casi todos los científicos y biólogos experimentales;
posiblemente se deba a una carencia de formación epistemológica y
como advierte G. Blandino:
A la tendencia en nosotros de afirmar como posibles y reales únicamente
los fenómenos que llegamos a comprender y, por el contrario, tendemos a
rechazar como no reales aquellos que no llegamos a comprender. Los fenómenos de forma, movimiento y choque son para nosotros los más habituales y claros”.23
Este modo de reduccionismo es el de aquellos que argumentan:
los organismos se componen últimamente de los mismos átomos que
constituyen la materia inorgánica y de nada más 24. Esta tendencia está
propugnada y favorecida indudablemente por los enormes progresos
conseguidos en Embriología, Citología, Genética y sobre todo en Bio21
F. J. AYALA, “Biology as autonomous science”, o.c. p. 208.
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, o.c. p.178.
23
G. BLANDINO, Naturaleza de la vida, traducción de José-Antonio Garay, Edit. Razón y Fe,
Madrid, 1964, p. 26.
24
F. J. AYALA,.Ibidem.
22
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logía molecular. Sin embargo, los reduccionistas de este tipo admiten la
complejidad; los seres orgánicos son patrones especiales extremadamente complejos de átomos y moléculas, pero esta complejidad es explicable, según ellos, desde estos mismos componentes moleculares
como es el caso de J. Monod y F. Jacob. Este último nos ha dicho en su
teoría del integrón que hasta los fenómenos específicamente humanos
no son otra cosa que integraciones moleculares sucesivas cada vez más
complejas y desconocidas hasta ahora. Como dice Ayala:
El reduccionismo ontológico defiende que los organismos se componen,
en último término, de componentes no vivientes; es decir, una vez tenidos
en cuenta todos los átomos que constituyen un organismo, no queda entidad o residuo alguno. El reduccionismo ontológico implica, además, que
las leyes de la Física y de la Química (aunque no necesariamente sólo
ellas) son aplicables a los seres vivos; o sea, que tales leyes son aplicables
a los átomos y moléculas que constituyen los organismos.25
No obstante su posición antirreduccionista, admite la utilidad
que puede reportar el método de la reducción ontológica cuando dice:
Aun en los casos en que un intento de reducción no tiene éxito completo,
se aprende mucho de ello, puesto que el éxito parcial aumenta nuestro conocimiento y en el relativo fallo se suscitan problemas nuevos a resolver.
En Biología, el intento de reducir la Genética mendeliana a la Genética
molecular no ha tenido éxito completo ni mucho menos, pero cabe poca
duda de que en tal empresa se ha aprendido mucho.26
Es fácil comprobar que esta posición no es radical sino moderada como manifiesta el propio Ayala una vez más:
Del hecho de que los organismos no se componen nada más que de átomos
y moléculas no se sigue el que los procesos vitales puedan ser totalmente
explicados por las leyes enunciadas para explicar el comportamiento de los
átomos y moléculas.27
Todos los reduccionistas ontológicos mecanicistas admiten que
una locomotora e.c. está compuesta de átomos y moléculas exclusivamente, pero se debe advertir que su movimiento sobre la vía le viene de
ser locomotora, es decir, de su funcionamiento general y no de las moléculas de hierro, luego en la máquina hay algo más que átomos y moléculas. El todo es más que sus partes, se dice. ¿Cómo explicar, entonces, este movimiento con sólo átomos y moléculas?. Algunos defensores de este reduccionismo afirman que si en el estado actual de la cien25
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, o.c. p. 179.
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, o.c. p. 190.
27
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, o.c. p. 189.
26
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cia no es posible el reduccionismo ontológico, sí puede serlo en un futuro próximo cuando el conocimiento científico avance lo suficiente.
Esta afirmación es espuria, porque no es científica y es así al no ser falsable empíricamente. Aquí es donde surge para este reduccionismo el
problema de las propiedades emergentes. ¿Es que hay distintos niveles
de realidad en un objeto?
Según Ayala, una cuestión muy debatida que pertenece al dominio del reduccionismo ontológico es la de si los organismos manifiestan propiedades emergentes o si bien sus propiedades son simplemente las propiedades de sus componentes físico-químicos.28
Este penoso problema de la emergencia29 lo resuelve nuestro
profesor siguiendo la conocida doctrina de E. Nagel30 en la que éste
puntualiza lo siguiente:
1) Es necesario distinguir las dos formas de la emergencia: la
emergencia como tesis acerca de la impredicibilidad de ciertas características de las cosas y la emergencia como proceso
temporal y cosmogónico.
2) La emergencia como categoría explicativa de los fenómenos
sociales, psicológicos y biológicos puede ser formulada de
forma que se aplique también a lo inorgánico.
3) Hay casos en los que se pueden reducir o predecir las propiedades del conjunto y casos en los que no es posible reducir o predecir estas propiedades. El primer caso, es lo que
podemos denominar resultancia que se da p.e. en el peso
molecular de un compuesto químico que no es sino la suma
total de los pesos atómicos de sus componentes simples. Pero hay casos en los que esta percepción directa de las propiedades de los componentes inferiores no es posible como
ocurre en partículas y procesos sub-microscópicos. Estas
propiedades y estructuras sólo pueden ser formuladas por
medio de alguna teoría que postule la existencia de tales
constituyentes y diversas características de ellos.31
En efecto, para poder deducir unas propiedades de otras en
componentes inferiores necesitamos una teoría lógica que relacione las
de nivel superior con las de nivel inferior mediante leyes y aun así, podrán deducirse estas propiedades según una teoría determinada pero no
28
F. J. AYALA, o.c. p. 180.
El término emergencia no es el más apropiado. Para algunos filósofos, Zubiri y Laín Entralgo,
emerge algo que estaba sumergido, por lo que prefieren el término brotar o elevarse. Tampoco,
parece, sean adecuados.
30
E. NAGEL, Estructura de la Ciencia, o.c. p. 336 – 347.
31
E. NAGEL, o.c. p. 338.
29
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conforme a otra teoría distinta, es decir, si para una teoría las propiedades son emergentes, puede que no lo sean para otra teoría más evolucionada. Un ejemplo típico según Nagel32 para explicar esta idea es el
de la teoría de Dalton que postulaba escasas propiedades para los átomos y era incapaz de explicar ciertas características de las reacciones
químicas. Cuando se perfeccionó la teoría atómica, se pudieron explicar, en cierto modo, la naturaleza intrínseca de los átomos y muchas de
sus propiedades y hasta predecir ciertos elementos químicos que nunca
habían sido observados. Claro que no es igual predecir que deducir con
estricto rigor lógico para un defensor de la emergencia. Para Nagel,33 la
existencia o no de una teoría lógica que se ajuste o no a las condiciones
de derivabilidad y conectividad es la tesis central de la doctrina de la
emergencia.
Para el profesor Ayala,34 la cuestión puede plantearse de otra
forma. Considérese, por ejemplo, el riñón humano: ¿son sus propiedades puramente las propiedades de los átomos y moléculas que lo constituyen? Antes de contestar hay que tener en cuenta que la cuestión de las
propiedades emergentes no es exclusiva de la Biología sino que surge
en todos los sistemas complejos y puede plantearse del siguiente modo:
¿Tiene un objeto dado propiedades distintas de las de sus componentes?
Esto presenta un problema espurio y debe resolverse por convenio de
definición que nos diga antes qué debe incluirse como propiedad de un
objeto. Podemos considerar un ejemplo sencillo como el del NaCl. Nos
preguntamos: ¿son las propiedades del cloruro sódico simplemente las
propiedades del cloro y del sodio cuando están asociados? Porque si
entre las propiedades del cloro incluimos por definición su asociación
con el sodio en forma de sal sódica, la respuesta debe ser afirmativa. Es
decir, si entre las propiedades de un objeto incluimos las propiedades
que tiene cuando está asociado con otros, entonces dichas propiedades
son también propiedades de sus partes componentes. Pero añade Ayala
literalmente:
En la práctica común no se incluyen entre las propiedades de un objeto todas las propiedades que puede tener cuando está asociado con otros y existen buenas razones para ello. Cuando se estudia un objeto en sí mismo, aun
cuando el estudio sea de lo más exhaustivo, no es generalmente posible
averiguar todas las propiedades que pueda tener en asociación con otros
objetos. Por ejemplo, entre las propiedades del hidrógeno no se incluyen
normalmente las propiedades del agua, del alcohol etílico, las proteínas y
los seres humanos; ni se incluyen entre las propiedades del hierro las de la
máquina de tren.35
32
E. NAGEL, Ibidem.
E. NAGEL, o.c. p. 340.
34
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, o.c. pp. 180 – 181.
35
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, o.c. p. 181.
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Según Ayala, el problema de las propiedades emergentes, por
tanto, puede presentarse de modo diferente: ¿se pueden deducir las propiedades de sistemas complejos de las propiedades que sus componentes tienen en aislamiento? Así expuesto el problema cobra otro sentido;
ya no es ontológico sino epistemológico. Lo que se pregunta ahora es:
si las leyes y teorías que explican el comportamiento de los sistemas
complejos pueden ser derivadas como consecuencias lógicas de las leyes y teorías que explican el comportamiento de sus partes componentes.36 Pero esto pertenece al reduccionismo epistemológico que estudiaremos más adelante.
Nagel y Hempel37 reducen la emergencia a un problema de explicación científica relativo sólo al estado de deficiencia de nuestro conocimiento en un momento dado. Ayala acepta esta alternativa epistemológica cuando dice aquello de: en el estado actual de la ciencia…
pero no por ello recusa la alternativa ontológica: hay categorías en el
ser biológico, no sólo conceptuales sino reales en sentido aristotélico,
que no se dan en el ser inorgánico y que no pueden explicarse por simple comparación con éste sin pérdida de sentido explicativo. Siguiendo
el principio de objetividad de la ciencia sólo podemos hablar del momento presente; hablar de un futuro inmediato, cuando se amplíen nuestros conocimientos, es una cuestión no pertinente que cae fuera de la
demarcación científica, como se dijo con anterioridad. Hoy por hoy, no
disponemos de teorías explicativas acerca de posibles integraciones
complejas que nos den cuenta de los fenómenos de alto nivel y no por
ello hay que recurrir tampoco a un abismo ontológico o a un neovitalismo, una actitud de resignación que asfixia la investigación científica38. O como dice Ayala, el antirreduccionismo ontológico no supone
el vitalismo, sino emergencia.
Podríamos llamar emergencia relativa o de explicación a la
carencia de teoría explicativa y emergencia absoluta o de organización
la que se refiere a propiedades nuevas imprevisibles de ningún modo.
Un activo defensor del emergentismo fue C. Lloid Morgan
(1852- 1936) para quien la evolución es emergente, la emergencia se
opone a la resultancia; hay tres grados fundamentales de emergencia:
materia, vida, mente y la herencia o el hecho de que un viviente proviene de un viviente que es el aspecto característico de la vida:
(…) Nosotros distinguimos mente, vida y materia. (…) en la serie ascendente: átomo, molécula, cristal, se dan en la molécula modos de acción que
36
F. J. AYALA “El reduccionismo en Biología”, Ibidem.
C. G. HEMPEL, La explicación científica, Edt. Paidós Ibérica S. A. Barcelona, 1996, pp. 259 –
265.
38
C. G. HEMPEL, La explicación científica. o.c. p. 265.
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no se encuentran en el átomo y modos de acción en el cristal que no se encuentran en la molécula. (…) Se puede decir que la herencia está señalada
en la biología moderna como el aspecto característico de la vida.39
Fenómeno emergentista que recobra actualidad es el de la epigenesis. Según los epigenistas, nos dice G. Blandino,40 en el desarrollo
embrional se forman poco a poco partes que antes no existían y esto
sólo es posible en cuanto el principio vital, según los epigenistas primitivos, influye y ordena la materia y explica la finalidad de los vivientes. Epigenesis podemos encontrar en biólogos modernos como J. Monod y su homólogo F. Jacob. Para J. Monod, los seres vivos son sólo
máquinas que se construyen a sí mismas mediante la asociación espontánea de las subunidades en las proteínas oligoméricas que:
Constituyen un proceso que es legítimo considerar como epigenético, ya
que, a partir de una solución de moléculas monoméricas desprovistas de
toda simetría, han aparecido moléculas mayores y de un grado de orden
superior que del mismo golpe han adquirido propiedades funcionales antes
totalmente ausentes.41
Para evitar sospecha de vitalismo J. Monod repite frecuentemente el carácter espontáneo de este proceso de epigenesis molecular:
Estructuras complejas son construidas por ensamblaje estereoespecífico
espontáneo de sus constituyentes proteínicos. Hay aparición de orden, diferenciación estructural, adquisición de funciones a partir de una mezcla
desordenada de moléculas desprovistas de toda actividad y propiedad funcional. (…) La estructura acabada no estaba en ninguna parte como tal preformada. Pero el plan de la estructura estaba presente en sus mismos constituyentes. Ella puede, pues, realizarse de forma autónoma y espontánea
sin intervención exterior. (…) La construcción epigenética de una estructura no es una creación, es una revelación.42
Para Monod,43 la morfogenesis microscópica y macroscópica es
una concepción de la que no dudan los modernos biólogos y que puede
dar cuenta de la epigenesis de las estructuras macroscópicas de alta
complejidad que se da, no entre los componentes moleculares, sino en39
C. LL. MORGAN, Life, Mind and Spirit, Edt. Willians and Norgate, London, 1926, p. 84. Citado
por G. Blandino, o.c. pp. 169 – 170.
40
G. BLANDINO. o.c. p. 35. Según G. Blandino, los epigenistas antiguos consideraban el principio
vital, como vis vitalis (Needham), vis formativa (Maupertuis), vis essentialis (Wolf), nisus formativus (Blumenbach). Éste último lo consideraba semejante a una fuerza física y todos creían tratarse
de algo exclusivo de los seres vivos. Los epigenistas modernos piensan que la epigénesis es efecto
de la alta complejidad.
41
J. MONOD, El azar y la necesidad, traducción de Francisco Ferrer Lerin, Edt. Tusquets, Barcelona, 1981, p. 97.
42
J. MONOD, o.c. pp. 99 –101.
43
J. MONOD, o.c. pp. 100 –101.
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133
tre células, reconociendo que faltan todavía las verificaciones directas.
Esta concepción epigenética de la morfogenesis no es, por ahora, más
que una posición de principio que señala la necesidad de una teoría bien
formulada para no ser simplemente una descripción fenomenológica.
En semejantes términos se expresa también F. Jacob.44 Ambos
parten de un proyecto o programa respectivamente que se desarrolla de
forma epigenética con carácter espontáneo e imprevisible. Al ser ambos
reduccionistas estructurales en alto grado, me pregunto, si al hablar de
emergencia, no están pensando en una trivial resultancia que se revela
pero no se crea, ¿contradicción? Se revela lo que ya estaba presente,
por ejemplo, la mente humana, siguiendo esta teoría, se revela como un
sumatorio integral y complejo de las interacciones entre átomos y moléculas, con lo que se vuelve al proceso mecaniscista democritiano o a
una especie de preformismo.
En resumen, tendremos que admitir con Ayala la emergencia de
propiedades reales en el ser vivo como órgano, consciencia, probabilidad de apareamiento, adaptación, especie, competencia interespecífica, predador y muchísimos otros que no pueden ser adecuadamente
definidos en términos físicoquímicos.45 Lo que significa, en mi opinión,
un no rotundo a la posibilidad del reduccionismo ontológico, por lo
menos en el estado actual del desarrollo de la ciencia.
No obstante, algún biólogo no reduccionista como G. Blandino
se opone al concepto de emergencia, tal como lo entiende Ayala:
Hoy, tras mucho reflexionar y más discutir, he cambiado de parecer. La
razón que indiqué en favor de una emergencia es demasiado vaga e insuficiente para negar que esas mismas propiedades de los corpúsculos materiales, observables cuando están en estado de aislamiento, pueden causar la
estructuración de los cuerpos vivientes y su comportamiento vegetativo.
Este comportamiento es ciertamente muy típico y peculiar, pero la estructura de los vivientes resulta de una cifra enorme de corpúsculos atómicos
dispuestos de manera extremadamente compleja. Por consiguiente, no se
puede negar sólo por los argumentos intuitivos que el referido comportamiento pueda ser la resultante compleja de las mismas propiedades activas
que los corpúsculos componentes manifiestan también en el estado de separación. (…) Admitir una emergencia cuando moléculas más simples se
agregan en grandes moléculas polímeras significa admitir influjo directo
entre corpúsculos muy distantes. Pero de cuanto hoy sabemos resulta que
los influjos directos entre corpúsculos muy lejanos son escasos o casi nulos. Mucho más probable sería que una emergencia se diese en la formación de las moléculas pequeñas en las cuales los átomos están más cercanos.
Un motivo aún mayor para considerar poco verosímil la emergencia es
que, en último análisis, consistiría en desviaciones de leyes físicas muy
44
45
F. JACOB, La lógica de lo viviente, o.c. pp. 325 – 349.
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, o.c. p. 34 –35.
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generales de las que ya se ha comprobado un amplísimo campo de validez.
Por estos motivos hoy considero improbable la existencia de una verdadera
emergencia.46
De la lectura del párrafo del Dr. Blandino se obtiene la impresión de que parte su autor de presupuestos vitalistas atribuibles a los
defensores de la emergencia y de que no se ha despojado del carácter
determinista. Nada más lejos de la realidad. Los defensores del emergentismo saben muy bien que las nuevas propiedades aparecidas en una
estructura compleja, sea o no orgánica, no son producto de fuerzas extrañas desconocidas, transcendentes o misteriosas, sino de interacciones
sumamente complejas de átomos y moléculas, únicos componentes del
ser orgánico, como nuevas potencialidades del ser, producto de su connatural indeterminación como ha demostrado la Física cuántica y que
tanto nos cuesta aceptar y comprender en el presente. Son esta complejidad y potencialidad las que desconocemos y las que nos impiden entender en su totalidad el fenómeno de la emergencia.
Por otra parte, sabemos que, por ejemplo, el movimiento de una
grúa no es la suma de los movimientos mecánicos moleculares sino
causado por ese algo que es el comportamiento general de la máquina.
Tampoco hace falta una gran complejidad para que se produzca el fenómeno emergente como es el caso del H2 en el agua. Así, por muy exhaustivo que sea el análisis de este cuerpo simple y de sus propiedades
en aislamiento, jamás podremos deducir todos los nuevos compuestos a
que puede dar lugar, que serían indefinidos, ni las propiedades de éstos.
Estas propiedades las conocemos a posteriori, una vez realizada la reacción química como decíamos antes. Aquí se hace presente el profesor
Ayala con su principio de complementariedad.
En este ambiente de reducción-emergencia se percibe una sombra de viejas convicciones: preformismo, epigenismo, determinismo.
Un nuevo tipo de preformismo mecanicista anclado en un determinismo
causal, las propiedades están ya presentes, sólo resta su aparición en un
momento dado y el epigenismo que flota en la indeterminación que
confía en la potencialidad y espontaneidad del ser, especialmente del
ser vivo que se manifiesta evolutivamente.
El otro aspecto extremo del reduccionismo ontológico, nos dice
el profesor Ayala, es el vitalismo oponente del mecanicismo.
Los vitalistas proponen, por el contrario, que los seres vivientes están
constituidos, no sólo de componentes materiales (átomos y agregaciones
de átomos) sino además de entidades inmateriales llamadas por autores diferentes, alma, entelequia, impulso vital, energía radial y otros nombres
por el estilo. (…) Los científicos han descartado el vitalismo porque ésta
46
G. BLANDINO, Naturaleza de la vida, o.c. 318 – 319.
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135
no es una hipótesis científica válida. El vitalismo no es una hipótesis que
pueda ser sometida a la posibilidad del falsamiento empírico. (…) Los
procesos vitales pueden ser explicados sin recurrir para ello a la postulación de entidades inmateriales.47
Un vitalismo mal interpretado nos llevaría a falsas consideraEl único vitalista-animista reconocido como tal y así parece
ciones.
desprenderse de sus referencias a un alma racional substancial es G. E.
Stahl.49 Considera que los cuerpos son combinación de mixtos, cuerpos
físico-químicos, y por tanto opuestos a la agregación. Los vivientes se
distinguen por ser agregados, no así los cuerpos mixtos expuestos a la
corrupción. El alma para Stahl es vida y principio de agregación y conservación frente a la corruptibilidad de los cuerpos mixtos. La vida no
suprime la corruptibilidad pero la impide.
48
47
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, o.c. p. 25.
Sin entrar en los pormenores de las distintas doctrinas vitalistas, permítaseme hacer un juicio
crítico valorativo acerca del desprestigio acumulado sobre el vitalismo versus mecanicismo por parte
de la gran mayoría de científicos. Prescindiendo de los vitalismos ancestrales que podemos llamar
legítimamente metafísicos: el neoplatónico, el de S. Agustin y Escoto Eriúgena; nos ceñimos a los
vitalistas más próximos de los siglos XVII y XVIII nacidos en el seno de la Escuela de Montpellier
y a los que etiquetamos de vitalistas científicos porque su vitalismo no es de carácter metafísico. Se
debería hacer justicia con ellos y concederles una mínima estima exigible en estos casos. Es cierto
que son culpables de esta incomprensión por utilizar términos de carácter metafísico no falsables
empíricamente. Términos y conceptos borrosos, polisémicos y nada definidos. Pero considerando el
fuerte impacto de la metafísica aristotélica sobre nuestra mente durante siglos, es comprensible que
utilizasen alma, entelequia, principio vital, energía radial etcétera, como metáforas para expresar
algo que todos intuían pero no acababan de entender bien, la especificidad del ser vivo. No se olvide
que en nuestra época cientificista por antonomasia, los fisicalistas utilizan términos de carácter cuasi-metafísico para conceptualizar fenómenos que no entendemos con claridad y nadie sufre escándalo por ello. Gravedad, magnetismo, selección natural, realidad, azar-necesidad, objeto, substancia,
hecho… y otros significantes de fenómenos reales naturales de los que no tenemos un conocimiento
adecuado sobre su origen y producción y, sin embargo, son aceptados hoy con la mayor naturalidad.
Lo cierto es que los vitalistas comprendieron muy bien la insuficiencia del mecanicismo y es esta
insuficiencia la que denuncian con esas expresiones ambiguas tomadas de la mentalidad de la época,
ciertamente no especificantes. En ningún modo se deduce de la lectura de los escritos vitalistas la
referencia clara y nítida a un ente sobrenatural o transcendente. Ni los vitalistas han sido nunca tan
vitalistas ni los mecanicistas tan mecanicistas. Si aquellos hablan de alma como principio de vida,
éstos nos remiten al azar como principio de movimiento y cambio. Descartes mismo, padre del mecanicismo moderno, recurre a espíritus animales para explicar ciertos estados o movimientos corporales que no pueden referirse a la influencia de la tan distanciada y distinta res cogitans. Los solos
términos provisionales utilizados no definen taxativamente las posiciones filosóficas. El concepto de
alma en Aristóteles carece de las connotaciones espiritualistas y religiosas que tuvo más tarde. Es
principio de vida. El principio como principio explicativo es inmaterial y aquí puede radicar la confusión y malentendido de los términos usados por los vitalistas. Para Aristóteles alma y forma se
identifican en el ser orgánico. Ya Tales de Mileto decía: El imán tiene alma, con lo cual intentaba
significar que el principio o causa de la imantación o forma estaba en él mismo. Para Aristóteles
todo organismo tiene alma, su propia alma que hace referencia a lo específicamente orgánico,
ψυχη, que lo diferencia profundamente de lo inorgánico que tiene µορϕη; el ser orgánico lleva en
sí mismo la causa de sus propios cambios y movimientos autónomos y propios dirigidos por leyes
biológicas que integran más niveles que las simples leyes mecánicas.
49
G. E. STAHL, Difference entre mecanisme et organisme, Ouvre II, pp. 318 – 319. No es demasiado el sentido animista de Stahl. Recuérdese que era médico y para él la medicina no podía ser mecánica. Se trata del hombre y por ello insiste en el concepto de alma.
48
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136
Otros vitalistas como Barthez y Bichat hacen referencia a un
principio vital con más sentido aristotélico que animista para diferenciar al ser orgánico, lo cual no puede hacerse ni con explicaciones mecánicas ni químicas ni con un alma intelectual. Dice Barthet: este principio es la causa que produce todos los fenómenos de la vida en el
cuerpo humano. La acción inmediata del principio vital opera sola todos los movimientos de los órganos.50 Es decir, el principio vital debe
ser comprendido como una función propia orgánica que mantiene la
coordinación de todos estos movimientos y que deben ser estudiados en
sí mismos. Otro tanto dirá Bichat: el principio de vida abandona los
flujos tan pronto estos tienden a la putrefacción y se descomponen como los sólidos privados de sus fuerzas vitales. Él y solamente el principio de vida impediría este movimiento.51
El representante del vitalismo más próximo a nosotros en el
tiempo es Hans Driesch (1867-1940). Fija Driesch su atención en el
concepto de entelequia pero no en el sentido aristotélico, no es una realidad material, sino un agente no extenso y no espacial que influye sobre la materia espacial.52
Su doctrina vitalista la defiende H. Driesch con tres razones
fundamentales, según G. Blandino53: la primera es la de los sistemas
equipotenciales armónicos. Un sistema así es un conjunto de células
cualquiera de cuyas partes es capaz de reproducir armónicamente al
todo. Esta primera célula formada dará origen a 2, 4, 8, 16 blastómeros.
Si separamos una de estas células también dará origen a un organismo
adulto y armonioso. Idénticos resultados se obtienen con experimentos
de separación y fusión de blastómeros como con la restitución. Si se
corta un embrión en piezas, cada una reproducirá un organismo perfecto. Esta razón, según Driesch, anula el mecanicismo. Si un mecanismo
se divide en partes, es absurdo que cada parte contenga el mecanismo
completo.
50
P. J. BARTHEZ, Nouveaux Elements de l’homme, deuxieme edition, Goujou et Brunot, Paris,
1806, p. 47.
51
X. BICHAT, Anatomie generale, 1, LXIX. Para Bichat, las leyes vitales son variables en intensidad, las leyes físicas son fijas, variables y uniformes. Las propiedades vitales son también variables,
las físicas son estables por lo que éstas son insuficientes para dar cuenta del fenómeno vital. Este
principio vital no lo define con claridad Bichat y se niega a investigarlo; lo único que podemos saber
es que se opone a las fuerzas físicas y es lo que distingue al ser viviente del no viviente.
52
H. DRIESCH, The science and Philsophy of the organism, Black, 2ª edition, London, 1929, p.
102. Citado por G. Blandino, o.c. p. 108. Al vitalismo de Driesh se le llama científico porque lo
deduce de sus observaciones sobre la evolución del óvulo fecundado del erizo de mar. Su doctrina
vitalista queda clara en su negación del mecanicismo: los sistemas materiales que nosotros llamamos organismos vivos no son sistemas mecánicos, como en su definición del vitalismo.
53
G. BLANDINO, citando y comentando a H. Driesch, o.c. pp. 109 – 110. Según Driesch, se designa con el nombre de vitalismo la doctrina de la autonomía de los procesos vitales, es decir, la doctrina según la cual los procesos que tienen lugar en los organismos vivientes no son ni el resultado ni
la combinación de procesos físicos y químicos, mecánicos en último análisis.
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137
La segunda prueba es la propia reproducción:
Si el desarrollo fuera causado por un mecanismo, el primer elemento debería contener en sí necesariamente ese mecanismo. Se seguiría que el hipotético mecanismo, dotado de complejidad típica infinitamente grande, se
habría subdividido repetidas veces permaneciendo íntegro en sus partes.
Pero una vez más, esto no tendría sentido, sería un absurdo. Hay que concluir, por eso, que ningún mecanismo imaginable puede sufrir división tras
división sin perjuicio de su integridad.54
La tercera y última prueba la deduce de los fenómenos psíquicos: se puede demostrar que los fenómenos que en términos psicológicos se llaman memoria e inteligencia desafían toda solución mecánica.55
El mismo Monod, mecanicista radical, lo reconoce cuando dice:
Es preciso reconocer que esta reducción a lo microscópico de los fenómenos de la morfogénesis no constituye, por el momento, una verdadera teoría de estos fenómenos. Se trata más bien de una posición de principio que
especifica solamente los términos en los que una teoría así debería ser
formulada para que se pueda considerar como aportando más que una simple descripción fenomenológica.56
Monod manifiesta su sincero desideratum, pero comprende que
no ha llegado aún la hora de que la ciencia objetiva salga de una posición de principio y pueda formular una teoría explicativa de los fenómenos de la morfogénesis dejando de ser una simple descripción fenomenológica. De aquí la lucidez del principio de complementariedad del
Dr. Ayala: el reduccionismo y la emergencia, el análisis y la síntesis
deben complementarse.
3. 3. 2. Reduccionismo metodológico. Otra forma de reduccionismo que distingue el profesor Ayala es el llamado metodológico, procesual o estratégico. Si nos preguntamos cuál es el mejor método para
conocer un objeto, en nuestro caso un ser vivo, la respuesta puede ser
54
G. BLANDINO, citando a H. Driesch, o.c. p 113, tomado de Der Vitalismus, p. 209.
G. BLANDINO, o.c. p. 113, tomado de H. Driesch en Scientia, p. 17
No es tan trágica ni extraña al contexto científico la doctrina vitalista en los primeros balbuceos de
la Biología moderna. Se trata de una negativa contundente al mecanicismo ingenuo en su intento de
subyugar a toda la ciencia. Los vitalistas de estos siglos fueron los primeros baluartes contra el imperio de la máquina y, es cierto, lucharon con armas defectuosas, pero hay que reconocer el valor de
no sucumbir entre los potentes engranajes de la doctrina mecanicista. Erraron el tiro frecuentemente
con su confusa polisemia, pero es que los modernos mecanicistas, tampoco se puede decir, hayan
hecho diana; manejan conceptos tan confusos como los de los vitalistas y con igual equivocidad,
ocupándose simplemente de los últimos componentes olvidando las relaciones entre los mismos,
causa de la complejidad que sí tienen en cuenta los vitalistas y la expresan metafóricamente.
56
J. MONOD, El azar y la necesidad, o.c. p. 101.
55
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doble, pues dos son las posiciones extremas: el reduccionismo metodológico y el composicionismo metodológico.
Según nuestro autor:
En su forma más extrema, el reduccionismo metodológico propone que la
investigación biológica debe ser llevada a cabo exclusivamente estudiando
los procesos físico-químicos subyacentes (…) no merece la pena proseguir
la investigación biológica a otros niveles (…) puesto que los procesos biológicos deben ser últimamente explicados en términos de procesos físicoquímicos.57
Esta propuesta, según Ayala,58 se convierte en irracional puesto
que nos lleva a la siguiente consideración: según lo dicho por el reduccionismo extremo, no debe estudiarse la herencia biológica hasta que
conozcamos perfectamente el material genético o DNA, o suprimir la
Ecología hasta conocer del todo las íntimas relaciones físico-químicas
entre organismos y ambiente, conclusión del todo inadmisible.
La otra posición extrema del reduccionismo metodológico es el
composicionismo metodológico que proclama:
La única investigación biológica que es propiamente tal debe estudiar directamente los organismos, las poblaciones y las comunidades. El estudio
de los niveles subyacentes, sobre todo el estudio de los procesos físicoquímicos que se dan en los organismos, será tal vez buena física o buena
química, pero carece de significado biológico.59
El reduccionismo y el composicionismo moderados en cuanto al
método son aceptables ambos con tal de que sean complementarios y
no supongan exclusividad, según sentencia de nuestro profesor de California. Es cierto que el reduccionismo metodológico moderado ha conseguido logros importantes con el método analítico que es de gran valor
heurístico, pero también lo es que el composicionismo moderado contribuye a esclarecer y explicar mejor los fenómenos vitales de alto nivel
que no pueden ser comprendidos sólo desde los niveles inferiores moleculares. En esta tesitura resulta oportuna la valoración de lo que otros
llaman organicismo, holismo, globalismo, teoría de la totalidad, teoría
general de sistemas, englobados todos en el composicionismo al que
hace referencia el Dr. Ayala.
El organicismo, holismo o composicionismo, es doctrina hoy
muy difundida, fundamentada en el llamado principio holístico: el todo
es más que la suma de sus partes y que tiene distintas formulaciones.
57
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, o.c. p. 28. Véase también “Thermodinamycs,
Information and Evolution: The problems of reductionism”, History and Philosophy of life science,
1989, nº 11, pp. 116 – 117.
58
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, o.c. p. 28.
59
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, Ibidem.
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139
Analizando detenidamente el sentido de este principio goza de gran
predicamento racional. Ayala no se detiene en explicitar el concepto de
organismo como totalidad, sí lo hacen distintos biólogos importantes a
los que destaca G. Blandino60.
A poco que se profundice en Biología, brota de inmediato el
concepto de organización jerárquica no explicable desde simples presupuestos físico-químicos o mecánicos. Organización que impone comportamientos de alto nivel inextricables que escapan a la manipulación
de las ciencias que sólo utilizan el análisis físico y químico. Alfredo
Marcos, citando a Martha Nussbaun la mejor comentarista, según él, de
De motu animalium, dice:
Mediante la descripción de las trayectorias de las partículas elementales no
se puede explicar el movimiento de un león, porque en ese nivel no hay
león, y mucho menos el mismo león a lo largo de un tiempo. (…) El establecimiento de la sinonimia de estos estados exige de nuevo tener en mente la función vital en relación a la cual son equivalentes y, por tanto, la entidad macroscópica que intentábamos reducir.61
60
G. BLANDINO: B. Dürken, J. H. Woodger, J. Needham, L. Von Bertalanffy, W. E. Ritter, J. S.
Haldane, A. N. Whitehead, J. S. Smuts, E. S. Russell, A. Meyer, O. Köhler, K. Sapper, H. Jordan, F.
Alverdes, M. Hartmann, R. Woltereek, E. Ungerer y demás. La naturaleza de la vida, o.c. pp. 173 –
229.
Si tomamos como ejemplo explicativo de referencia de organismo y como totalidad, un reloj, un
libro, una mesa etc., en realidad, ni el reloj es un simple montón de ruedas, ni el libro un acúmulo de
papeles, ni la mesa un apilamiento de piezas. Para que se de la entidad reloj, libro, mesa, las partes
han de estar organizadas, unidas bajo un criterio, estructuradas, jerarquizadas; de otra forma, ni el
reloj daría la hora, ni el libro tendría un mensaje concreto, ni la mesa serviría como tal, es decir, no
serían reloj, libro, mesa. Dar la hora, emitir un mensaje, tener una utilidad concreta son propiedades
emergentes del todo a lo que nos referíamos en páginas precedentes y que no se encuentran en las
partes cuando están disgregadas o en simple agregación mecánica o espacial pero sin orden determinado. Esto que podemos decir de cualquier objeto, se justifica mucho más en un ser viviente y con
una mayor exigencia y complejidad. Se debe recordar en este momento aquello de Zubiri: la célula
no está viva por tener átomos y moléculas sino por ser célula, es decir, por ser una totalidad organizada. Un embrión como un tumor son ambos agregados de células, sin embargo, hay entre ellos una
gran diferencia. El agregado tumoral podrá incrementar su tamaño, su número de células, pero jamás
se convertirá en un ser orgánico vivo adulto; el embrión, también agregado celular, sí llegará a ser,
en circunstancias normales, un ser adulto completo debido a que sus células, a diferencia del tumor,
están unidas, auto-organizadas y estructuradas jerárquicamente con la finalidad objetiva de formar
un organismo adulto. Esta reflexión fue la que llevó a Driesch al vitalismo. Esto se puede comprobar
operativamente. Un órgano separado de su sistema orgánico, un riñón e.c. pierde su significación y
sentido como tal, se corrompe y desaparece, se podrá conservar su morfología en un medio adecuado pero no su función propia. Tal debe ser la importancia de unidad orgánica, y es que un riñón en
este caso, no sirve nada más que para ser riñón en una unidad orgánica, de otro modo se inutiliza.
No ocurre así en una máquina, mecanismo organizado no vivo; si separamos la rueda de una locomotora no se destruye y puede tener otras funciones muy distintas; un órgano vivo sólo sirve para lo
que sirve en unidad con el sistema al que pertenece, de lo contrario muere. No es igual estudiar un
órgano aislado en el laboratorio que unido al organismo viviente. No facilita la misma información
un cadáver que un organismo vivo, según el principio tanatológico de N. Bohr.
61
A. MARCOS, Aristóteles y otros animales, Promociones y Publicaciones universitarias, Barcelona, 1996, p. 190.
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En este sentido tienen toda la razón los organicistas cuando tanto insisten, según G. Blandino, en los conceptos de unidad, totalidad,
individualidad, organización, novedad del organismo viviente y la moderada ponderación del profesor Ayala ya expresada con anterioridad:
unir el análisis a la síntesis de forma complementaria es el mejor método. Si tras conocer los comportamientos emergentes en altos niveles de
complejidad, conocemos también los detalles íntimos atómicos y moleculares en los niveles bajos, mejor será nuestro conocimiento del ser
vivo. Aun cuando estos estudios se hagan por separado y con independencia, es obvio, que el filósofo y el científico deben tenerlos muy en
cuenta en sus propias valoraciones.
El resultado final para Ayala es el siguiente:
La reducción de la Biología a físico-química, de entrada, no puede efectuarse en el presente estado del conocimiento científico. Si la reducción es
posible en el futuro no es cuestión empíricamente significativa. Una mayoría de problemas biológicos no pueden ser todavía investigados en el nivel
molecular. La investigación biológica debe, pues, continuar en los diferentes niveles de integración del mundo de los seres vivos de acuerdo con las
leyes y teorías desarrolladas en cada nivel de complejidad. El estudio de la
estructura molecular de los organismos debe proceder de la mano con la
investigación en los niveles de célula, órgano, individuo, población, especie, comunidad y ecosistema. Estos niveles de integración no están aislados de los otros. Las leyes formuladas en un nivel de complejidad iluminan a los otros niveles inferior y superior y así surgen nuevas estrategias
de investigación.62
No cabe duda que la doctrina organísmica prestó una gran influencia en la formación del llamado pensamiento sistémico en los albores del siglo XX y recibiendo al unísono la corroboración de la Física
cuántica que como dice Fritjof Capra:
Forzó a los físicos a aceptar el hecho de que los objetos materiales sólidos
de la Física clásica se disuelven al nivel subatómico en pautas de probabilidades en forma de ondas, interconexiones. Las partículas subatómicas carecen de significado como entidades aisladas. Las partículas subatómicas
no son cosas sino interconexiones entre cosas y éstas, a su vez, son interconexiones entre otras cosas y así sucesivamente. Como dijera W. Heisenberg: el mundo parece como un complicado tejido de acontecimientos que
alternan o se superponen o se combinan determinando así la textura del
conjunto.63
62
F. J. AYALA, “Biology as an autonomous science”, o.c. p 212.
FRITJOF CAPRA, La trama de la vida, (Una nueva perspectiva de los sistemas vivos), Edtorial
Anagrama, S.A. Barcelona, 1998, pp. 49 – 50.
63
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La Biología organicista recibe su apoyo también de la Psicología de la Gestalt que, a la sazón, nos remite según Ferrater Mora,64 al
concepto de estructura y se relaciona más recientemente con las teorías
modernas de la totalidad, que se desarrollan sucesivamente en el seno
del pensamiento sistémico como son, la Tectología de Bogdanow, la
Teoría general de Sistemas de Ludwig von Bertalanffy, la Cibernética,
Autopoiesis, Teoría Gaia, Estructuras disipativas, a las que ya hicimos
referencia en el capítulo anterior, brotes todos de la nueva ciencia sistémica. Parece que, por fin, los científicos reduccionistas toman conciencia del fracaso mecanicista y abren sus brazos a la nueva alianza,
en boca de Prigogine, que considera las cosas de la naturaleza, no ya
como simples masas ponderales compuestas por átomos, sino al estilo
de la Gestalt y Física cuántica: como formas, estructuras, conexiones e
interrelaciones entre sus componentes o como llaman hoy los sistémicos estructuras disipativas con intercambio de materia y energía bajo
un patrón de organización y un proceso de continua corporeización.
En todas estas teorías de carácter sistémico u organicista, el
concepto común fundamental y radial es el de organismo. El propio
Mario Bunge, reconocido como profundo y acérrimo reduccionista, realiza una incursión en el concepto de organismo de carácter sistémico,
como él dice. En la conclusión al concepto de organismo añade:
Los sistemas químicos tienen componentes físicos entrando en reacciones
químicas que satisfacen leyes químicas. (…) lo químico está, pues, arraigado en lo físico y emerge de éste con leyes propias. Con los organismos
sucede algo similar: son sistemas químicos con propiedades emergentes,
entre las cuales figuran las leyes típicamente biológicas tales como las genéticas y ecológicas. El arraigo de las propiedades biológicas en el nivel
químico refuta al vitalismo y la emergencia de propiedades típicamente
biológicas refuta al nivelacionismo fisicalista. La alternativa viable es el
organicismo sistémico, o sea, la tesis de que los seres vivos constituyen
quimiosistemas, cuyas propiedades básicas, tomadas una por una, son físicas o químicas pero se combinan de manera peculiar en los organismos.
Estas combinaciones emergentes de propiedades se llaman leyes biológicas y éstas son características de los organismos. Si la Filosofía de la Biología hubiese centrado su atención en las leyes en lugar de hacerlo en las
propiedades, acaso no seguiría empantanada en la disyuntiva mecanicismo-vitalismo: habría alcanzado la etapa que puede llamarse biosistemista.65
Surge una objeción desde el pensamiento de Ayala a esta última
afirmación de Mario Bunge: la Filosofía de la Biología debe ocuparse
no sólo de leyes sino también de propiedades emergentes características
64
65
FERRATER MORA, Diccionario de Filosofía, o.c. Vol. 2, p. 1043.
M. BUNGE, Epistemología, o.c. p. 159.
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de un organismo. La emergencia, para Ayala, no es sólo de leyes biológicas, como afirma Bunge. ¿Qué regulan estas leyes sino relaciones y
propiedades que dan lugar a nuevas propiedades?. Por otro lado, la etapa biosistémica no se alcanza con tanta facilidad como ingenuamente
cree Mario Bunge. Lo cierto es que considera el organismo: quimiosistema semiabierto y autocontrolado que toma del medio circundante la
materia y la energía que interviene en sus reacciones, que sintetiza todos sus componentes y se reproduce.66
Un concepto similar de organismo considerado como sistema
físico es el de L. Bertalanffy.67 Considera, en líneas generales, que un
organismo es un todo abierto, no es un sistema estático cerrado al exterior en equilibrio, sino sistema abierto en estado uniforme por lo que le
es aplicable el segundo principio de la Termodinámica bajo condiciones
muy específicas. Recibe estímulos con fluctuaciones reversibles temporales de su estado uniforme, a partir de las cuales el organismo retorna
al equilibrio. El organismo es un sistema infinitamente mucho más
complicado que los físico-químicos, no es un sistema homogéneo sino
altamente heterogéneo. Se mantiene en continuo fluir e intercambio de
materia, energía e información y aunque conocemos ampliamente algunos procesos físico-químicos que se dan en la célula, estamos todavía a
mil leguas de conocer el principio de autorregulación del metabolismo
total de una célula. En un organismo se da un pseudo-equilibrio dinámico para el que las velocidades de los procesos deben estar exactamente armonizados y relantizados, puesto que las reacciones instantáneas llevan al equilibrio en un tiempo infinitamente corto.
Considérese esta breve explicación como un simple bosquejo
que marca la dirección del pensamiento de este autor con relación al ser
orgánico. La aplicación de la segunda ley de la Termodinámica a estos
seres es mucho más compleja y no es este el momento más indicado
para examinarla.
Un aspecto muy típico de un organismo es la equifinalidad que
destaca von Bertalanffy:
Los procesos mecánicos siguen un camino fijo, el estado final cambiará si
se alteran las condiciones iniciales. En contraste puede alcanzarse el mismo estado final la misma meta partiendo de diferentes condiciones iniciales y siguiendo distintos itinerarios en los procesos organísmicos.68
De nuevo aquí el problema que descubrió H. Driesch en sus
conocidos experimentos con óvulos de erizo de mar.
66
M. BUNGE, o.c. p. 106.
L. VON BERTALANFFY, Teoría General de los Sistemas, traducción de Juan Almelas, Edtorial
Fondo de Cultura Económica, 1976, Madrid, pp. 124 – 136.
68
L. VON BERTALANFFY, o.c. pp. 136 – 137.
67
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Una bella, moderna y ambiciosa teoría organicista dentro del
pensamiento sistémico relacionada con el composicionismo de Ayala es
la llamada, a veces, teoría de Santiago fundamentada en la autopoiesis
de Humberto Maturana y Francisco Varela, completada con el concepto
de estructura disipativa de Ilya Prigogine y la ciencia cognitiva de
Gregory Bateson. Seguiré en mi breve exposición del concepto de organismo según estos pensadores a Fritjof Capra, que con acierto y amenidad nos describe esta nueva visión de la trama de un organismo vivo.
Nos dice este autor:
Está emergiendo en la actualidad una teoría de sistemas vivos que es consecuente con el marco filosófico de la ecología profunda que comprende
un lenguaje matemático adecuado y que implica una comprensión no mecanicista y sí postcartesiana de la vida.69
En esta nueva síntesis, el concepto de patrón de organización
resulta crucial en la comprensión de la forma viviente. El concepto de
autoorganización, característico del ser orgánico vivo, está unido esencialmente al de patrón en la autopoiesis de Maturana y Varela.70
En esta teoría emergente de los sistemas vivos, los procesos vitales son identificados con la cognición o proceso de conocer. Esto lleva consigo un concepto nuevo de mente que intenta superar la dicotomía cartesiana. Para esta teoría, la mente no es una cosa sino un proceso, el proceso mismo de la vida, es decir, la actividad que organiza los
sistemas vivos es actividad mental. Las interacciones de los organismos
69
FRITJOF CAPRA, o.c. p. 171.
La autopoiesis o autoorganización es, según sus autores, un patrón de red, red autopoiésica donde
la función de cada componente es participar en la producción o transformación de otros componentes de la red, de forma que ésta se hace a sí misma continuamente. La autopoiesis, tal como la entienden sus propositores como teoría completa de los sistemas vivos, consta de: a) un patrón de
organización de un sistema, sea vivo o no, que consiste en la configuración de las relaciones entre
sus componentes que da las características esenciales al sistema por las que se distingue. b) una
estructura que es la corporeización física de su patrón de organización. Sea un sistema no vivo, una
máquina, una bicicleta. Su configuración completa de las relaciones entre sus componentes es el
patrón de organización. La estructura de la bicicleta es la manifestación física de su patrón de organización. Este patrón puede manifestarse de distinta forma en estructuras distintas. Es evidente que
estos términos evocan la materia y forma aristotélicas que los organicistas utilizan como conceptos
básicos en una explicación de carácter sistémico. Mientras en una máquina, bicicleta, los componentes de la estructura son fijos, en un sistema vivo los componentes cambian continuamente para mantenerse; hay en ellos crecimiento, desarrollo y evolución Esta particular propiedad de continua corporeización sugiere un nuevo criterio de descripción del fenómeno vital: el de proceso que constituye el vínculo entre patrón y estructura. El modelo autopoiésico elemental es la célula. Los procesos
vitales en un sistema vivo son distintivos y característicos. Un proceso en un sistema no vivo como
en el ejemplo utilizado, sería el proceso mental de su diseñador; en un sistema vivo sería el proceso
de continua corporeización de su patrón en la estructura. Tal como lo entienden Maturana y Varela,
un sistema vivo estaría definido por su autopoiesis: patrón de organización del sistema vivo; la estructura disipativa definida por Prigogine; la cognición de Bateson como proceso vital.
70
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vivos son interacciones cognitivas mentales. De esta forma, vida y cognición quedan inextricablemente vinculadas.71
Como vemos, la noción de mente en esta teoría es mucho más
amplia y no incluye necesariamente al pensamiento. Abarca la percepción, emoción y acción o comportamiento, es decir, todo el proceso vital. Está claro, que en el hombre la idea de mente conlleva el lenguaje,
el pensamiento conceptual, creatividad, voluntariedad y todo lo específicamente humano. El cerebro se relaciona con la mente, no sabemos
bien cómo, pero en todo caso, es una relación de proceso y estructura.
Para los defensores de esta teoría, el cerebro no es la única estructura en
el proceso de cognición sino que es la estructura disipativa entera del
organismo la que participa: el sistema nervioso, el inmunológico y el
endocrino forman una única red cognitiva. Esta nueva síntesis supone
una interdependencia entre patrón estructura y proceso, rompiendo así
la ancestral dicotomía cartesiana.72
Desgraciadamente no podemos profundizar en esta sugestiva
teoría emergente de sistemas vivos porque nos llevaría muy lejos del
tema que nos ocupa cuyo núcleo central es el pensamiento biológico del
profesor Ayala. Sirvan estos sencillos apuntes para cumplimentar su
neto objetivo: corroborar la posición del maestro Ayala en relación con
el reduccionismo metodológico que como advirtió oportunamente:
Los estudios composicionistas tanto como los reduccionistas, el método
sintético tanto como el analítico están justificados siempre que contribuyan
a esclarecer el fenómeno investigado, siempre que amplíen el conocimiento. Los métodos de investigación reduccionista y composicionista son
complementarios; frecuentemente la mejor estrategia de investigación es
alternar el análisis y la síntesis. La investigación de un fenómeno, aun a
niveles más altos de integración del suyo propio, contribuyen muchas veces a entenderlo mejor. Pero además, la investigación composicionista
también tiene valor heurístico.73
71
Para Bateson, el fenómeno mental es la esencia del estar vivo. Esta idea es la base de la llamada
teoría de Santiago de Maturana y Varela: la identificación del proceso cognitivo con el proceso de la
vida. Es evidente, que para ello habría que rectificar el concepto de mente clásico. Desde Platón,
mente y materia aparecen como dos categorías independientes; en la teoría que nos ocupa, son dos
dimensiones del mismo fenómeno vital. De este modo, el cerebro no hace falta para que exista la
mente. Así una bacteria o una planta carecen de cerebro, no obstante, tienen mente. Los organismos
más simples como una ameba son capaces de percepción y, por tanto, de cognición. Perciben cambios en su entorno como luz y obscuridad, frío y calor, concentraciones más altas o más bajas etc.
¿Son, quizás, los distintos grados de consciencia a los que se refería Leibniz?
72
FRITJOF CAPRA, La trama de la vida, .o.c. p. 277. Una interesante clarificación de Maturana y
Varela es la que nos ofrece Fritjof Capra: La cognición no es la representación de un mundo con
existencia independiente sino más bien un constante alumbramiento de un mundo a través del proceso de vida. Las interacciones del sistema vivo con su entorno son interacciones cognitivas y el proceso de vida mismo es un proceso de cognición. Vivir es conocer.
73
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología”, o.c. p. 29.
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145
Según esta apreciación, ni la estructura molecular del DNA ni la
respuesta molecular inmunológica se hubieran descubierto tan pronto
sin antes tener en cuenta la genética mendeliana y la respuesta de los
anticuerpos en nivel superior respectivamente, como también indica
Ayala.74 He aquí expresado con nitidez su principio de complementariedad.
3. 3. 3. Reduccionismo epistemológico. Según el Dr. Ayala:
Los biólogos intentan conseguir y hablan más frecuentemente del reduccionismo ontológico o por lo menos del metodológico; en cambio los filósofos de la ciencia están más interesados por el reduccionismo epistemológico, es decir, si las leyes y teorías de la Biología pueden ser derivadas de
las leyes y teorías de la Física.75
Si es imposible la reducción ontológica en el estado actual de la
ciencia, también lo es la reducción epistemológica. Aunque se llegase a
conseguir la primera, quedaría la cuestión aún más grave de la segunda.
Según se dijo con anterioridad, en esta reducción epistemológica no se
trata ya de ver si las propiedades de cierto objeto son parte de las propiedades de otros objetos sino que la cuestión ahora es: si es posible
deducir un conjunto de proposiciones a partir de otro conjunto de proposiciones científicas concernientes a fenómenos naturales.76
En su estudio sobre el reduccionismo epistemológico o reducción de teorías en Biología, Ayala77 nos marca tres improntas:
a) Se trata de proposiciones y, por tanto, de consecuencias lógicas, no de propiedades.
b) Para decidir si una reducción epistemológica es posible, es
preciso investigar el estado actual de las disciplinas de que se
trate.
c) Si la reducción de una teoría a otras no es posible en el momento presente, resulta poco convincente mantener que tal reducción será posible en el futuro, porque esto depende de teorías todavía inexistentes.
Al tratarse de proposiciones reductibles o no a otras proposiciones más generales, es decir, del reduccionismo epistemológico, los teóricos de la ciencia como Karl R. Popper con su tesis de la incompletitud
esencial de toda ciencia, E. Nagel que propone unas condiciones para
tal reductibilidad, al que le siguen G. Hempel con su explicación nomológico-deductiva, Kuhn, Feyerabend con la inconmensurabilidad de las
74
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología” p. 29 – 30.
F. J. AYALA, o.c. p. 31.
76
F. J. AYALA, o.c. p. 33.
77
F. J. AYALA, o.c. p. 34.
75
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teorías científicas y N. R. Hanson con sus acotaciones a la observación
científica, presentan propuestas todas muy útiles para comprender mejor la posibilidad de la reducción teorética.
Para dilucidar la cuestión de la reducción epistemológica en
Biología, Ayala reafirma la tesis nageliana sobre la derivabilidad y conectabilidad como condiciones necesarias y suficientes para ello. Para
que haya tal reducción epistemológica dice:
Es necesario mostrar que las leyes y teorías de una rama científica son casos especiales de las leyes y teorías de otra rama, es decir, que las leyes y
teorías de la ciencia secundaria se siguen como consecuencias lógicas de
los principios de la ciencia primaria.78
Esta sería la primera condición de derivabilidad. Esta reducción,
según Ayala, constituye un argumento deductivo donde una premisa es
la ciencia primaria y la conclusión del razonamiento es la ciencia secundaria.
Para que la deducción lógica requerida en una reducción epistemológica
sea válida tiene que haber una premisa que establezca la conexión entre los
términos de la ciencia primaria y los términos de la secundaria; es decir,
una premisa que defina los términos de la ciencia secundaria usando términos de la ciencia primaria.79
Tal es la condición de conectabilidad. La reducción que cumpliese ambas condiciones sería posible. Pero lo que teóricamente parece
impecable, en la práctica reviste muy serias dificultades que le llevan a
la imposibilidad como lo hicieron ver los citados filósofos de la ciencia.
En general, podemos decir contra el reduccionismo epistemológico que las leyes físicoquímicas son exclusivamente para sistemas aislados que sólo siguen la Segunda Ley de la Termodinámica o ley de la
entropía. Según Von Bertalanffy:
De acuerdo con el segundo principio de la Termodinámica, la tendencia
general de los procesos físicos apunta a la entropía creciente, es decir, a estados de creciente probabilidad y orden decreciente. Los sistemas vivos se
mantienen en un estado de alto orden e improbabilidad, o incluso evolucionan hacia diferenciación y organización crecientes, como ocurre en el
desarrollo y evolución organísmicos”.80
78
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Biología” p. 33.
F. J. AYALA, Ibidem.
80
L. VON BERTALANFFY, Teoría General de los Sistemas, o.c. p. 148.
79
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147
A propósito de esto, encontramos en Ayala81 una exegesis crítica al libro de J. S. Wicken82 donde este autor cuestiona la no posibilidad de reducción de la Biología a la Física en el presente y hasta en un
futuro previsible inmediato. La tesis de Wicken es: a) la emergencia y
evolución de la vida son fenómenos causalmente conectados con la Segunda Ley de la Termodinámica. b) La termodinámica permite el conocimiento de la naturaleza orgánica desde los organismos a los ecosistemas.83
Según Ayala, el intento de Wicken es: unificar los principios de
la evolución desde la generación prebiótica de la complejidad molecular hasta la organización de los sistemas vivos y hasta su diversificación filogenética.84
Para Wicken, decir que la Biología es una disciplina autónoma: es una
actitud poco provechosa.85 A estas y otras afirmaciones del citado autor
responde Ayala con una fuerte crítica que resumimos en forma abreviada:
El libro de Wicken, dice Ayala,86 abunda en un lenguaje vago
como también en falacias lógicas inconsistentes y en terminología
equívoca. Además, el lenguaje poético y metafórico son usados desesperadamente en la confección del argumento. Una frase relevante de
Wicken es: soy, por tanto, reduccionista ontológico y reduccionista
metodológico.87 Un párrafo que le sigue inmediatamente a este: que los
sistemas vivos aparezcan y operen según los principios materiales no
implica que todos estos principios puedan ser descubiertos en algún
nivel dado de complejidad.88Tal vez sea cuestión de semántica, responde Ayala, pero parece que usa los términos ontológico y metodológico
con el mismo significado. La primera cláusula del parrafo citado parece
cargada de reduccionismo ontológico; la segunda de antirreduccionismo metodológico. En una siguiente frase dice Wicken: la organización
facilita las condiciones limitadas sobre la operación de los procesos
físicoquímicos que no pueden deducirse de los principios que gobiernan tales procesos.89Aquí parece que se refiere al reduccionismo epistemológico. En la misma página dice: la vida, por tanto, no puede reducirse a Termodinámica o a una combinación de ciencias físicas.90
81
F. J. AYALA, “Thermodynamics, Information, and Evolution: The problem of Reductionism”,
History and Philosophy of Science, 1989, nº 11, pp. 115 – 120.
82
J. S. WICKEN, Evolution, Thermodynamics, and Information, Extending the Darwinian Program,
New York, Oxford University Press, 1987, pp. X + 243.
83
J. S. WICKEN, o.c. p. 5. Citado por Ayala.
84
J. S. WICKEN, o.c. p. 9. Citado por Ayala.
85
J. S. WICKEN, o.c. p. 55. Citado por Ayala.
86
F. J. AYALA, o.c. p. 119.
87
J. S. WICKEN, o.c. p. 11. Citado por Ayala.
88
J. S. WICKEN, Ibidem.
89
J. S. WICKEN, Ibidem.
90
J. S. WICKEN, Ibidem.
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Ayala nos manifiesta su duda desesperada y se pregunta: ¿piensa Wicken que la Biología no puede reducirse a las ciencias físicas?
Pero la nueva frase añade una nueva confusión. Literalmente afirma
Wicken:
Lo que hace que el reino de los seres vivos sea único es que los que lo
habitan tienen sensibilidad. Esto conlleva unos mapas a los que se ajustan
las sensaciones y explican sus maniobras adaptativas por la utilización de
estos mapas en la interpretación del medioambiente.91
Se pregunta Ayala: ¿qué significa que el organismo utilice mapas en la interpretación medioambiental? Si los seres vivos se caracterizan por la sensibilidad ¿es que las plantas no son seres vivos?
Ayala92 se ha visto obligado a exponer la opacidad e inconsistencia del párrafo anterior por ser un error de profundidad y perspicacia, por lo que se disculpa ante el lector por abusar de su atención indulgente. Otras cuestiones encontradas en el libro de Wicken como las
nociones de progreso y teleología no tienen mejor precio.
Termina Ayala93 taxativamente su crítica al libro del profesor de
New York: a Wicken le parece que la segunda Ley de la Termodinámica es la noción unificadora que explica cómo los organismos aparecen y
su evolución; que los principios de la Termodinámica producen y diferencian los niveles de la jerarquía orgánica; que la vida está relacionada
operacional y funcionalmente con el resto de la Naturaleza y debe entenderse en términos de relación; que un organismo debe definirse con
organización autocatalítica y, por tanto, un sistema vivo es un ejemplo
de estructura disipativa, un sistema que mantiene un alto grado de orden interno por disipación de entropía a su alrededor. Ayala responde
que no tiene ningún inconveniente con estos conceptos pero que no dicen mucho de los organismos y su agrupación en poblaciones, comunidades y ecosistemas. Es cierto que la Termodinámica tiene un papel
que desempeñar en la explicación de la función y evolución de los organismos, pero no es bastante con ello. Los principios de la Termodinámica deben estar presentes necesariamente en algunas disciplinas
biológicas pero no son suficientes.
Ya Karl R. Popper nos advirtió de la incompletitud esencial de
toda ciencia, que si se tiene en cuenta, jamás la reducción será completa. Pero es la inconmensurabilidad la que abre un abismo infranqueable
entre dos teorías, de forma que hace imposible su reducción. He aquí
las tesis fundamentales de T. S. Kuhn que apoyan su concepto de inconmensurabilidad. Entre paradigmas científicos diversos hay:
91
J. S. WICKEN, Ibidem.
F. J. AYALA, o.c. pp. 119 – 120.
93
F. J. AYALA, o.c. p. 120.
92
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149
1) Diferentes problemas por resolver, diferentes concepciones y
definiciones de las ciencias de las que se ocupan.
2) Diferencias conceptuales entre ambos paradigmas ligadas al
diferente lenguaje teórico y a la distinta interpretación ontológica de los datos analíticos.
3) Diferente visión del mundo en el sentido de que dos defensores de distintos paradigmas no perciben lo mismo. 94
Siguiendo estas pautas el profesor Ayala, a los que predican que
la reducción de la Biología a la Física es posible, les dice:
Tal cosa no es de manera posible al presente. En el estado actual de la
ciencia se dan muchos términos biológicos tales como órgano, conciencia,
probabilidad de apareamiento, adaptación, especie, competencia interespecífica, predador y muchísimos otros que no pueden ser adecuadamente definidos en términos físicoquímicos (…) No se dan ni la condición de derivabilidad ni la condición de conectabilidad, que son juntamente necesarias
para la reducción epistemológica de una ciencia a otra.95
Estas consideraciones no son sino un firme y rotundo no al reduccionismo epistemológico por parte de Ayala, negativa que confirma
y rubrica N.R Hanson 96 con su doctrina sobre la observación científica
y la distinción ver y ver cómo, según distintos paradigmas y matrices
conceptuales.
El profesor Núñez de Castro se adhiere también al rechazo de la
reducción epistemológica. Dice:
El reduccionismo epistemológico plantea el problema de la racionalidad
propia de las ciencias biológicas, es decir, de su identidad y coloca a la
Bioquímica en el quicio de la racionalidad no teleológica propia de las
ciencias empírico-formales y la racionalidad teleológica evolutiva de las
ciencias biológicas.97
Por último, recordemos que Michael Ruse en su afán de justificar la reducción nageliana aplicada a la Genética, tras varios ensayos,
acababa diciendo:
94
T. S. KUHN, Estructura de las revoluciones científicas, traducción de A. Contín de la edición de
T. S. Kuhn de 1962, F. C. E. México, 1975, pp. 128 – 129.
95
F. J. AYALA, “El reduccionismo en Bilogía”, o.c. pp. 34 – 35. Véase también del mismo autor
“Biology as an autonomous science”, o.c. p. 211.
96
N. R. HANSON, puede consultarse la obra Patrones de descubrimiento. Observación y explicación, traducción de E. García Camarero y A. Montesinos, de Hanson 1958 y 1972, Edit. Alianza,
Madrid, 1977,
97
I. NÚÑEZ DE CASTRO, “Epistemología de la Bioquímica y Biología molecular”, Pensamiento,
1980, vol. 36, pp. 430 – 431.
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150
Sin embargo, a pesar de los grandes éxitos del estudio molecular en Genética, Bioenergética y otras áreas de la Biología, no puede negarse que seguimos estando muy lejos de entender completamente desde el punto de
vista físico-químico el espectro total de los fenómenos biológicos.98
Como si dijéramos con buen humor: un fenotipo armonioso o
una cara bonita sería ridículo intentar describirlos con sólo el orden de
los nucleótidos y con la multiintegración de los polipéptidos que los
causan, y para hablar del amor tuviésemos que hacerlo en términos de
hormonas. Son conceptos inconmensurables. Una cosa es la estética y
el sentimiento y otra los polipéptidos. En los niveles moleculares no
hay estética ni sentimientos.
3. 4. Conclusión.
Siguiendo un riguroso criterio epistemológico, ningún modo de
reduccionismo extremo es aceptable en Biología, lo que se deduce del
estudio del pensamiento biofilosófico del profesor Ayala referido a la
reducción de la Biología a sólo elementos y principios físico-químicos
y del análisis realizado de los tres modos posibles de reduccionismo
contemplados. No obstante, guiados de una amplia visión filosófica y
científica, se puede seguir intentando utilizar el método reduccionista
físico-químico o de la Biología molecular por los buenos resultados obtenidos aunque sin plena satisfacción, como dice Ayala en páginas anteriores, si se tienen en cuenta los muchos aspectos complejos del ser vivo irreductibles a simples integraciones de partículas.
La negación de todo reduccionismo extremo nos lleva a aceptar
afirmativamente la plena autonomía de la Biología en sentido ontológico, metodológico y epistemológico, conforme a la ley de autonomía de
N. Hartmann: los reinos superiores del ser se rigen por las mismas leyes
que los reinos inferiores y además por otras leyes propias consideradas
como autónomas. Ayala entiende que hay un reduccionismo moderado
recomendable en Biología donde los estratos inferiores, como son las
grandes moléculas de que consta un organismo, tienen sus propias leyes
físico-químicas y pueden ser explicados adecuadamente como lo demuestran los progresos logrados por la Genética y Biología molecular
en los últimos tiempos, pero los estratos superiores tienen, además,
otras leyes propias que deben conocerse para explicar los niveles de
célula, organismo, individuo, población, ecosistema y otros, por lo que
se impone, según Ayala, una racionalidad propia de la Biología que se
constituye en ciencia autónoma en el estado actual de nuestro conocimiento.
98
M. RUSE, La Filosofía de la Biología, o.c. p. 251.
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151
Como coda a este capítulo dedicado al reduccionismo y autonomía biológica, puede ser la brillante reflexión de A. Einstein a la que
se refiere I. Prigogine99 en su comentario al mito de la ciencia moderna
en cuyo seno ha surgido el afán reduccionista. Según Prigogine, Einstein se pregunta cuál es la imagen, entre muchas posibles, del teórico de
la ciencia. Para el eminente físico y cosmólogo, la imagen del teórico
de la ciencia es de rigor y exactitud por el uso del lenguaje matemático.
Sin embargo, el físico debe limitarse y contentarse con representar los
fenómenos más simples, mientras que los fenómenos más complejos no
pueden ser reconstruidos por el espíritu humano con esta precisión sutil
y espíritu de futuro de la Física. La nitidez extrema, la claridad, la certeza no se obtiene más que en detrimento de la integridad. Pero ¿qué
atractivo puede tener el hecho de comprender con exactitud una parcela
tan pequeña de la naturaleza, dejando de lado, con nitidez y sin valentía, todo lo que hay de más delicado y complejo? ¿Merece el resultado
de un esfuerzo tan resignado ese orgulloso nombre de “imagen del
mundo”?
Una vez más asoma la integridad a la mente del científico como
problema de conocimiento.¿Es verdad que con la sola exactitud y nitidez de la ciencia física puede explicarse lo delicado y especialmente
complejo de un organismo vivo?
99
I. PRIGOGINE, La nueva alianza-Metamorfosis de la ciencia, Edit. Alianza, Madrid, 1990, p. 80.
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4. Teleología en el discurso biológico de F. J. Ayala.
Otro apartado no menos importante que el de autonomía en el
discurso biológico del profesor Ayala es el de teleología que reafirma
también su posición de antirreduccionista moderado. La idea de teleología nos remonta a través del pensamiento griego nada menos que al
primer biólogo sistemático y sistémico Aristóteles que concibe, no ya al
organismo vivo como teleológico, sino al mismo universo considerado
como totalidad. Resulta difícil separar los conceptos de totalidad y teleología, como se verá más adelante.
Aunque el término teleología, de τελοs, fin, es usado por vez
primera en la Philosophia rationalis sive Logica de Wolff,1 no obstante,
el concepto de finalidad ya lo encontramos en Aristóteles expresado
con palabras como causa final, fin, y en épocas posteriores como finis
operis, finis operantis, términos a quo, ad quem, referidos estos últimos
ad invicem, como explicativos del movimiento o cambio que supone
direccionalidad.
Antes de penetrar en el sinuoso laberinto de la teleología, me
parece razonable de antemano, hacer uso de la sana advertencia del profesor Ayala. Es obvio que teleología significa siempre finalidad pero: es
necesario clarificar la noción de teleologia con la explicación de los
varios sentidos que el término puede tener. Se debe explicar expresamente en qué sentido se usa el término en un contexto particular.2 En
este mismo aspecto se pronuncia el profesor Núñez de Castro en su estudio sobre el tema:
Dado que muchos de los términos científicos y filosóficos adolecen de
gran polisemia (…) sería, pues, conveniente hacer una serie de distinciones
de las ocasiones en las que se usan las explicaciones teleológicas o simplemente hablamos de teleología para matizar qué queremos decir, cuando
para dar razón de un proceso en general utilizamos la teleología.3
1
CHRISTIAN WOLFF, Philosophia rationalis sive Logica, III, nº 85, Frankfurt / Leipzig, 1728.
F. J. AYALA, “Teleological Explanations in Evolucionary Biology”, Philosophy of Science, Vol.
37, nº 1, 1970, p. 14.
3
I. NÚÑEZ DE CASTRO, “La teleología: Polisemia de un término”, La mediación de la Filosofía
en la construcción de la Bioética, Frances Abel, Camino Cañón eds, Federación Internacional de
Universidades Católicas, Universidad Pontificia Comillas, Madrid, 1993, p. 32.
2
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154
Acotamos, pues, con precaución el significado preciso del término teleología que aplicamos en este trabajo: utilizamos estrictamente
el sentido teleonómico al gusto de ciertos biofilósofos distinguidos como C. S. Pittendrigh, padre del término teleonomía, J. Monod, E. Mayr,
G. G. Simpson, M. T. Ghiselin, G. C. Willians4 y otros que solicitan
con insistencia usarlo para evitar ciertas connotaciones indeseables en
el discurso científico, como son, fin, propósito o intención subjetiva,
causa futura externa que dirige el proceso o formación de organismos
específicos etc. Nos referimos siempre a una teleología objetiva, natural, inmanente, interna o ad intra, para así evitar confusión y equivocidad siguiendo el sentido de nuestro profesor elegido.
El profesor Ayala5 intenta demostrar que las explicaciones
teleológicas:
• Constituyen modos de explicación que son aplicables a
los organismos pero no a otro género de objetos del mundo natural.
• Que son compatibles con las explicaciones causales, tales
como se entienden en el discurso científico, pero no pueden formularse en forma no teleológica sin que pierdan
contenido explicativo.
• La explicación teleológica es el distintivo de la Biología
como ciencia natural.
4. 1. Concepto de teleología.
El concepto de teleología ha sido siempre motivo de disputa en
la ciencia moderna, según Ayala,6 debido a que frecuentemente ha sido
considerada señal de superstición o vestigio de una aproximación a los
fenómenos materiales de forma apriorística y no empírica, propia de la
época precientífica. La principal razón de este descrédito es equiparar la
noción de teleología a la creencia de que acontecimientos futuros, metas y productos finales de procesos son agentes activos, causas, en su
propia realización.
Para Ayala,7 los biólogos que rechazan las explicaciones teleológicas aciertan cuando excluyen ciertas formas de teleología, pero se
equivocan cuando afirman que todas las explicaciones teleológicas tendrían que ser excluidas de la teoría evolutiva.
Es fácil encontrar científicos que frívolamente confunden fin –
destino – con causa final. Es necesario discernir bien de antemano fin
4
F. J. AYALA, “Teleological Explanations in Evolutionary Biology”, o.c. p. 13.
F. J. AYALA, “Biology as an Autonomous Science”, o.c. pp. 212 – 213.
6
F. J. AYALA, o.c. p. 212.
7
F. J. AYALA, “Teleología y adaptación en la evolución biológica”, Estudios filosóficos, nº 125,
Valladolid, 1995, p. 19.
5
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155
subjetivo, propósito o intención de causa final, fundamento ésta de la
teleología objetiva, como no puede ser de otra forma y así lo aprecia de
modo interesante el Dr. Falgueras.8
Así entiende Ayala9 el concepto de teleología:
a) Las explicaciones teleológicas constituyen modos de explicación que son aplicables a los organismos pero no a otro género de objetos del mundo natural. Una persona que compra un pasaje de avión,
que lee un libro o cultiva la tierra intenta conseguir un fin. Los objetos
y las máquinas que hace el hombre también son teleológicos generalmente, un cuchillo, un reloj, un termostato. Las características de los
organismos también son teleológicas: las alas de un ave, los ojos, los
riñones etc. Las características teleológicas de los organismos pueden
identificarse como adaptaciones, sean estructuras, órganos, comportamientos. Las adaptaciones cumplen ciertas funciones que incrementan
el éxito reproductor de sus portadores.
En cambio, los objetos y procesos inanimados, exceptuados los
creados por el hombre, continúa Ayala, no son teleológicos porque no
existen para cumplir ciertos fines. Carece de sentido decir que la configuración o estructura de una molécula de NaCl está presente para cumplir cierto fin o que la forma de una montaña o el desplazamiento de la
Tierra alrededor del Sol cumplen ciertos fines o propósitos. Podemos
utilizar el cloruro sódico como alimento, una montaña para esquiar y
sacar partido de las estaciones del año, pero el uso que hagamos de estos objetos no son la razón por la que surgieron o adoptaron cierta configuración. Estas observaciones destacan las características esenciales
de los fenómenos teleológicos. Una definición de teleología muy apropiada es la que nos ofrece Ayala con profundo acento aristotélico. Dice
así:
Las explicaciones teleológicas son aquellas que dan cuenta de la existencia
de una característica determinada en un sistema al demostrar la contribución de dicha característica a una propiedad o estado específicos del sistema.10
8
I. FALGUERAS, “Breve examen científico y filosófico de la teoría de la evolución”, Espíritu,
XXXVII, 1988, p. 118. Falgueras distingue con nitidez causalidad final de fin, intención (espíritu).
(…) El rendimiento que obtiene la vida orgánica no es un rendimiento de nuevos medios, o sea, un
proceso de mediación como la humana, sino que su rendimiento es final: el rendimiento de la vida
orgánica es ella misma, es decir, el rendimiento y la multiplicación. La vida orgánica no consiste en
un proceso de mediación sino en un sistema de fines. (…) Es corriente confundir la causalidad final,
que no es espíritu ni fuerza oculta alguna sino la más alta de las causalidades físicas, con el fin como
destino, que sí es propio y exclusivo de los espíritus (…) La propia ciencia actual, a medida que va
desembarazándose de sus propios prejuicios deterministas, materialistas y mecanicistas, está recuperando poco a poco, aunque no sin recelos y cautelas, pero al fin recuperando, la noción de finalidad
causal o τελοs por respeto a la realidad evidente de la vida orgánica y del mundo físico.
9
F. J. AYALA, “Teleología y adaptación en la evolución biologíca”, o.c. pp. 12 – 13.
10
F. J. AYALA, “Teleología y adaptación en la evolución biológica”, o.c. pp. 13 – 14.
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156
Esta definición destaca el término contribución a una propiedad
o estado específicos del sistema e insiste Ayala: Este es precisamente el
componente esencial del concepto, dicha contribución ha de ser la razón de la existencia de la característica o del comportamiento.11 Concretando más el sentido de la frase, significa que una característica para
ser teleológica debe ser esencial, es decir, que justifique tal propiedad
esencial o estado específicos del sistema. Una propiedad accidental es
indiferente para el sistema de que se trate. Decimos que esta definición
es aristotélica porque se ajusta al concepto de finalidad del Estagirita.
Este no utiliza el término teleología pero sí el de finalidad, fin o causa
final indistintamente y en sentido esencialista. Como señala A. Marcos:
la interpretación quizá más extendida de la teleología aristotélica es la
que hemos llamado esencialista.12 Teleología esencialista quiere decir
que la causa final es la forma que se identifica con la esencia y con la
materia constituye la substancia a la que Aristóteles llama entelequia,
es decir, substancia que lleva en sí misma su propio fin, su autorrealización o perfección como hace ver Ferrater Mora.13
Según el profesor Ayala14 y en conformidad con su definición de
teleología encontramos estas afirmaciones: la configuración de una molécula de cloruro sódico contribuye a que tenga gusto salado, pero no al
revés. El desplazamiento de la Tierra alrededor del Sol es la causa de la
existencia de las estaciones; la existencia de las estaciones no es la causa por la que la tierra se desplaza alrededor del Sol. El carácter afilado
de un cuchillo puede explicarse teleológicamente porque ha sido creado
precisamente para que corte, igual que la configuración del coche que
sirve para el transporte puede explicarse teleológicamente. A pesar de
todo, hay características en el cuchillo y en el coche en las que no tiene
sentido la explicación teleológica p.e. que el mango del cuchillo sea de
una materia u otra disponible. De forma similar, no todas las características de un organismo tienen explicación teleológica. Muchas de las
características de los organismos cumplen las exigencias de la explicación teleológica. Las características consideradas como adaptaciones
pueden explicarse teleológicamente al ser aportadas por la selección
natural como las alas y las manos, cuya configuración ha sido adquirida
por acumulación de variantes genéticas en sus portadores. La presencia
de hemoglobina normal y no de hemoglobina S puede ser motivo de
explicación teleológica por su contribución al transporte de oxígeno y
por tanto beneficia al éxito reproductor. La sustitución de las polillas
claras por las melánicas en zona contaminada se explica teleológica11
F. J. AYALA, “Teleología y adaptación en la evolución biológica”, o.c. p. 14.
A. MARCOS, Aristóteles y otros animales, Editorial PPU, Barcelona, 1996, p. 184.
13
FERRATER MORA, Diccionario de Filosofía, o.c. Vol. II, pp. 944 – 945.
14
F. J. AYALA, “Teleología y adaptación en la evolución biológica”, o.c. p. 14.
12
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157
mente al diminuir la probabilidad de depredación. No obstante, le parece a Ayala que no todas las características de los organismos han de
explicarse teleológicamente, porque no son efecto directo de la selección natural, sino que pueden establecerse por deriva genética o por
asociación aleatoria. Los defensores de la teoría neutralista sostienen
que muchas variantes proteicas alternativas son adaptativamente equivalentes y éstas no necesitan explicación teleológica.
Ayala,15 expresa su pensamiento teleológico siguiendo los comentarios de C. S. Pittendrigh, G. G. Simpson, E. Mayr y J. H. Randall.
Según Ayala, Pittendrigh escribe: Parece desafortunado que el término
teleología resurja de nuevo, tendría que ser apartado de los sistemas
teleológicos y sustituido por teleonomía que no conlleva el sentido aristotélico de teleología como causa eficiente principal. El concepto de
teleología aristotélico, según este autor, implica que hechos futuros
sean agentes activos en su propia realización. Según Simpson y Mayr,
continúa Ayala, la teleología aristotélica supone un diseño sobrenatural
en el mundo atribuible a la deidad o que la naturaleza existe sólo para el
hombre considerado como el último fin o propósito de la creación. Según Randall, la ciencia aristotélica es un conocimiento de por qué o
razones para obtener verdades ciertas. De una cosa nos podemos preguntar cuatro cuestiones diferentes: qué es, de qué esta hecha, por
quién, para qué; son las cuatro conocidas causas: formal, material, eficiente y final. Sólo la tercera es considerada verdadera causa en la ciencia moderna. Causa significa literalmente principio de explicación, no
necesariamente causalidad en el sentido de causa eficiente. Según Aristóteles, para un total conocimiento de un objeto necesitamos, entre otras
cosas, averiguar su fin, qué función realiza o qué resultados produce.
Un huevo sólo puede entenderse completamente si consideramos que es
un posible pollito. Las estructuras y órganos de los animales tienen funciones y están organizados para ciertos fines. Las causas finales, para
Aristóteles, son principios de inteligibilidad; no son en ningún sentido
agentes activos en su propia realización. Para Aristóteles, según Randall, los fines no hacen nada. Los fines ni actúan, ni operan y jamás son
causas eficientes. Según Aristóteles, no hay un creador inteligente del
mundo. Los fines de las cosas no son conscientemente intencionados.
La naturaleza, exceptuando al hombre, no tiene propósitos. La teleología de la Naturaleza es objetiva y empíricamente observable. No requiere la inferencia de causas inobservables. No hay un dios diseñador de la
Naturaleza. Si hay Dios, no puede tener propósitos o metas. Por último,
para Aristóteles, la teleología de la Naturaleza es del todo inmanente. El
fin de una estructura o proceso es el bien o supervivencia del objeto al
que pertenece. Los animales y plantas o sus partes no existen para bene15
F. J. AYALA, “Teleological Explanations in Evolutionary Biology”, o.c. p. 14 – 15.
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158
ficio de otra cosa que no sean ellos mismos. Las bellotas pueden servir
como alimento a la ardilla pero no existen para eso. Su fin natural es
permanecer en el árbol. Termina Ayala16 diciendo que el tema principal
de Aristóteles era el estudio de los organismos, sus procesos y estructuras, pero su error fue, no que usara las explicaciones teleológicas en
Biología, sino que extendió el concepto de teleología al mundo inorgánico.
Definitivamente concluye Ayala:17 Las explicaciones teleológicas son apropiadas para describir y justificar la existencia de sistemas
teleológicos y estructuras organizadas direccionalmente, así como de
los mecanismos y modos de comportamiento que manifiestan estos sistemas. En realidad, esta clase de sistemas son los únicos que poseen
teleología interna. Las explicaciones teleológicas no son apropiadas en
las ciencias físicas, pero sí son apropiadas e indispensables en Biología
que es el estudio de los seres orgánicos. Las explicaciones teleológicas
son, entonces, el distintivo de la Biología entre las ciencias naturales.
Sirvan estas anotaciones para diferenciar y aclarar bien el verdadero sentido teleológico en Biología según el pensamiento de Ayala.
Pese a la insistencia de ciertos autores en el uso de teleonomía, hay
otros como Nagel y Goudge que utilizan teleología sin que suponga la
existencia de ideas preconcebidas con relación a un fin. Como dice
Ayala:
Algunos autores excluyen las explicaciones teleológicas de la biología
evolutiva porque creen que la teleología sólo existe cuando se busca intencionalmente un fin específico. No es así. Podrían utilizarse otros términos
distintos a teleología para la teleología natural (o interna), pero en el fondo
esto podría aportar más confusión que claridad. Los filósofos, al igual que
los científicos, utilizan el término teleológico en el sentido más amplio, incluyendo explicaciones que responden de la existencia de un objeto en
términos del estado final o del fin que cumplen.18
Una explicación teleológica, nos dijo Ayala, es la que da cuenta
de una característica que contribuye a mantener un estado específico
del sistema. Para que una característica o propiedad sea teleológica ha
de ser esencial, es decir, no puede faltar; su ausencia anularía el estado
específico del sistema. Por el contrario, una propiedad accidental no le
afectaría. Este concepto de teleología es esencialista como el de Aristóteles y puede ser aplicado tanto a lo orgánico como a lo inorgánico, o
sea, de todo se puede dar una explicación teleológica con tal de que se
cumpla dicho requerimiento. Sin embargo Ayala no lo entiende así; la
16
F. J. AYALA, “Teleological Explanations in Evolutionary Biology”, o.c. p. 15.
F. J. AYALA, “Biology as an Autonomous Science”, o.c. p. 221.
18
F. J. AYALA, “Teleología y adaptación en la evolución biológica”, o.c. p. 21.
17
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159
explicación teleológica, según su visión, sólo es aplicable a lo orgánico
y sólo apropiada en Biología conforme a las afirmaciones expuestas
con anterioridad. Según lo dicho, para Ayala, Aristóteles comete error
al extender la explicación teleológica a lo inorgánico. Tal vez, la razón
de esta acusación sea, que Ayala pone el fundamento último de la teleología natural o interna en el concepto de función o utilidad. Pero en este
caso, la función o utilidad ha de ser esencial y no simplemente accidental para que contribuya al estado del sistema.
b) Las explicaciones teleológicas son compatibles con las causales, tales como se entienden en el discurso científico, pero no pueden
formularse en forma no teleológica sin que pierdan sentido explicativo.
Según Ayala,19 Darwin acumuló un gran numero de observaciones que
suponían el origen evolutivo de los seres orgánicos y, quizás, lo más
importante, facilitó una explicación causal del proceso de la evolución,
la teoría de la selección natural. El principio de la selección natural
hace posible dar una explicación natural de la adaptación de los organismos a sus ambientes. Darwin reconoció y aceptó sin reservas, continúa Ayala, que los organismos están adaptados a sus ambientes y que
sus partes están adaptadas a las funciones a las que sirven. Uno de sus
mejores descubrimientos fue descubrir los aspectos teleológicos de la
naturaleza en el campo de la ciencia: substituyó una explicación teológica por una científica teleológica. La teleología de la Naturaleza se
explica ahora como el resultado de leyes naturales que se manifiestan
en los procesos naturales, sin tener que recurrir a un Creador o a fuerzas
espirituales o inmateriales. En este momento la Biología cobra madurez
de ciencia. Puede decirse que la selección natural es un proceso teleológico en sentido causal. La selección natural no es una entidad sino un
proceso mecánico que produce y mantiene direccionalmente los órganos y sus mecanismos cuando las funciones realizadas por ellos contribuyen a la eficiencia reproductiva de los mismos.
Es cierto que esta explicación teleológica natural se puede considerar como causal y en concordancia con el espíritu de la ciencia como quiere decirnos Ayala. No obstante, es muy oportuno hacer notar
aquí lo señalado por E. Nagel. Este, aunque no desdeña la explicación
teleológica, la acepta como compatible con las explicaciones que él
llama causales – eficientes – pero la relativiza cuando dice: toda formulación teleológica puede enunciarse en forma no teleológica sin pérdida de contenido explicativo.20 Es decir son equivalentes. La recíproca
19
F. J. AYALA, “Biology as an Autonomous Science”, o.c. p. 213.
E. NAGEL, La Estructura de la Ciencia, Edt. Paidos Studio Básica, Barcelona, 1989, traducción
de Néstor Míguez, pp. 367 – 389.
20
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160
apuntada por E. Nagel y subrayada a su vez por Núñez de Castro, también sería válida:
Esta pretendida equivalencia debería afrontar una objeción clara: recíprocamente toda explicación no teleológica, como son las de la Física, podría
ser traducida en explicaciones y formulaciones teleológicas. Por lo tanto,
parece que se podría admitir la existencia de una serie de fenómenos para
los cuales no se podrían rechazar las explicaciones teleológicas..21
Esta pretendida equivalencia ad invicem que no existe como tal
en el pensamiento de E. Nagel sino que es simple reducción no conmutativa de la explicación teleológica a la no teleológica y sin pérdida de
sentido explicativo, provoca el desacuerdo del profesor Ayala en este
punto concreto.
En efecto, para E. Nagel la transmutación de un enunciado teleológico a otro no teleológico no supone disminución del valor explicativo; para Ayala sí existe tal disminución:
Aunque una explicación teleológica pueda ser reformulada en una no teleológica, la teleológica connota algo más que el sólo equivalente no teleológico. Una explicación teleológica implica que el sistema bajo consideración está direccionalmente organizado. Por esta razón, las explicaciones
teleológicas son apropiadas en Biología y en el campo de la Cibernética
pero no tienen sentido cuando se usan en las ciencias físicas para describir
fenómenos como la caída de una piedra.22
Teniendo en cuenta la definición dada de teleología en páginas
anteriores, admitimos sin réplica que una proposición teleológica no sea
equivalente a la no teleológica. Es obvio que la primera contiene mayor
cantidad de información que la segunda y dice algo más: que el sistema
está organizado direccionalmente. Para Ayala,23 la explicación teleológica es totalmente compatible con la causal y pueden transformarse una
en otra como se demuestra considerando un típico ejemplo de Biología:
la función de las agallas en la respiración de los peces. El argumento
teleológico sería aproximadamente el siguiente: el pez respira; si el pez
no tiene agallas no respira; luego el pez tiene agallas. Para Nagel,24 la
distinción entre una y otra está simplemente en que la explicación teleológica atiende más a las consecuencias de una parte o proceso de un
sistema dado y la no teleológica fija más la atención en alguna condición bajo la cual el sistema considerado persiste en su organización.
Ayala insiste en que la formulación no teleológica asume sólo la pre21
I. NÚÑEZ de CASTRO, “La Teleología : Polisemia de un Término”, La Mediación de la Filosofía en la Construcción de la Bioética, o.c. p. 34.
22
F. J. AYALA, “Biology as an autonomous Science”, o.c. p. 219.
23
F. J. AYALA, “Biology as an autonomous Science”, o.c. pp. 218 – 219.
24
E. NAGEL, Estructura de la Ciencia, o.c. p. 368.
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161
sencia de la función: el pez respira. La teleológica además da cuenta de
la función, es decir, para qué respira. Finalmente Ayala confirma que
un sistema direccionalmente organizado es el resultado de un proceso
de selección natural que favorece el desarrollo de una organización que
incrementa la adaptación reproductiva de los organismos. Para terminar, sirva esta anécdota y lugar común que favorece la posición de Ayala: el para qué de una cosa suele ser más explicativo, convincente y claro que el simple qué es, lo que se pone en evidencia en nuestro lenguaje
coloquial: simplemente, cuando queremos saber qué es una cosa, se
suele preguntar para qué es. Se pueden considerar equivalentes en el
significado, siendo el primero más explícito.
c) La explicación teleológica es el distintivo de la Biología como ciencia natural. Para el profesor Ayala,25 aunque la explicación teleológica es totalmente compatible con la simplemente causal, como se
ha dicho, sin embargo, la teleológica es típica de la Biología porque
añade algún conocimiento más que su correspondiente no teleológica.
Repetimos, la explicación causal asume la presencia de una función
específica pero no da cuenta de su existencia, mientras que la teleológica explica la razón de esta función que contribuye a la supervivencia y
reproducción del organismo al que pertenece. Adviértase una vez más,
que la reproducción, objeto principal del proceso de selección natural,
es la característica esencial natural de un organismo vivo. Por esta razón sigue diciendo Ayala:
Si el anterior razonamiento es correcto, el uso de las explicaciones teleológicas en Biología es no sólo aceptable sino realmente indispensable. Los
organismos son sistemas direccionalmente organizados. Las partes de los
organismos realizan funciones específicas que generalmente contribuyen
al fin último de la supervivencia reproductiva. Una cuestión biológica
acerca de estructuras y actividades orgánicas es la pregunta ¿para qué?, es
decir, ¿cuál es la función o papel de tal estructura o proceso? La respuesta
a esta cuestión debe formularse en lenguaje teleológico. Sólo las explicaciones teleológicas connotan el hecho de que las plantas y los animales son
sistemas organizados teleológicamente.26
Núñez de Castro confirma esta idea con el ejemplo anecdótico
de H. A. Krebs:
¿Porqué Martius y Knoop no llegaron a la formulación del ciclo de los
ácidos tricarboxílicos? Según H. A. Krebs no fue cuestión de suerte o azar:
la mirada de Martius y Knoop era la de químicos orgánicos y no la de un
fisiólogo. Krebs concluye que hasta que no se formuló la pregunta correc25
26
F. J. AYALA, “Biology as an Autonomous Science”, o.c. p. 219.
F. J. AYALA, Ibidem.
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162
ta: ¿cuál es el papel fisiológico de este paso metabólico?, el hecho conocido no pudo ser interpretado e integrado dentro de una teoría consistente.27
Es evidente que de no ser así, con la sola explicación no teleológica o simple causal-eficiente, nos quedaríamos con sólo átomos y
moléculas y reacciones bioquímicas, pero sin plantas y animales, es decir, sin órganos y organismos, como advertimos en páginas anteriores.
A pesar de esto nos dice Ayala:
Ciertos autores arguyen que la distinción entre sistemas teleológicos y no
teleológicos es altamente vaga y que la clasificación de ciertos sistemas
como teleológicos es muy arbitraria. Un cuerpo o sistema, un sólido elástico o un péndulo etc. son ejemplos de sistemas físicos que aparecen como
dirigidos a un fin.28
Para resolver esta dificultad sugiere Ayala29 el uso del término
utilidad como criterio para determinar si una entidad es teleológica o
no. Esta utilidad se define por su relación con la supervivencia o reproducción del propio organismo. Un rasgo de un sistema será teleológico
en el sentido de teleología interna, si este rasgo es utilizado por el sistema en el que existe y si tal utilidad justifica la presencia del mismo
en el sistema. Literalmente:
(…) Una estructura o proceso de un organismo es teleológico si puede demostrarse que contribuye a la eficiencia reproductiva del propio organismo
y si tal contribución justifica la existencia de tal estructura o proceso. (...)
Si no puede aplicarse el criterio de utilidad el sistema no será teleológico
p.e. un sistema químico, un sólido elástico, un péndulo etc., no pueden ser
sistemas teleológicos.30
Por último añade:
La adaptación de la semilla del trigo se ha desarrollado para fomentar la
reproducción del trigo, no para ser alimento de los pájaros o del hombre.
El papel del trigo como alimento es accidental y no puede considerarse una
función biológica de la semilla del trigo en sentido teleológico.31
Es cierto que los científicos prescinden con frecuencia de las
causas finales por no considerarlas necesarias para explicar un fenómeno físico, las causas eficientes son las únicas válidas, dicen, por temor a
recurrir a fines extraños a la ciencia, y debido, a su vez, a la ancestral
27
NÚÑEZ DE CASTRO, “Categorías del discurso biológico”, Evolucionismo y cultura, Ediciones
Mensajero, Bilbao, 1983, pp. 43 – 44.
28
F. J. AYALA, “Biology as an autonomous Science”, o.c. p. 219.
29
F. J. AYALA, “Biology as an autonomous Science”, o.c. p. 220.
30
F. J. AYALA, Ibidem,
31
F. J. AYALA, Ibidem,
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163
confusión entre causa final y fin subjetivo, entre teleología interna y
externa, a lo que nos hemos referido con anterioridad. Otra cosa muy
distinta es que la explicación teleológica no tenga sentido en los fenómenos físicos si se cumplen sus características. Ya E. Nagel dice.
No es totalmente exacto afirmar que las ciencias físicas nunca emplean
formulaciones que tengan al menos apariencia de enunciados teleológicos.
Como es bien sabido, a menudo se expresan algunas leyes y teorías físicas
en la llamada forma isoperimétrica o variacional (…) que se asemejan mucho a las formulaciones teleológicas, y con frecuencia hasta se ha supuesto
que expresan un ordenamiento teleológico de sucesos y procesos.32
Aquí manifiesta E. Nagel su duda que confirma con estas otras
palabras:
El objeto de nuestro examen ha sido solamente mostrar que el predominio
de las explicaciones teleológicas en la Biología no configura un esquema
de explicación incomparablemente distinto del común en las ciencias físicas, y que el uso de tales explicaciones en Biología no es una razón suficiente para sostener que esta disciplina exige una lógica de la investigación
radicalmente diferente.33
El mismo Ayala reconoce que: un sistema químico, un sólido
elástico o un péndulo son ejemplos de sistemas físicos que aparecen
como dirigidos a un fin.34
La consideración de estas afirmaciones no conduce a la negación de la autonomía de la Biología, sino a la necesaria complementariedad de las explicaciones teleológicas junto a las causales que resultarían del todo insuficientes sin aquellas. El sentido de Nagel parece ser:
la explicación biológica ha de ser necesariamente físico-causal, aunque
complementada por la teleológica, pero esto no hace que sea radicalmente distinta.
Como decíamos al principio, el intento del profesor Ayala era
mostrar, en primer lugar, que la explicación teleológica es aplicable sólo a los organismos pero no a otro género de objetos no orgánicos. No
obstante, según Ayala, sí tiene sentido la explicación teleológica en los
fenómenos cibernéticos que son de orden físico, pero orientados hacia
un fin por el ser humano. En segundo lugar, las proposiciones teleológicas son compatibles con las causales y no pueden reducirse a sus
equivalentes no teleológicas por perder sentido explicativo, lo que parece evidente. Por último, la explicación teleológica es distintivo de la
ciencia biológica. Se comprende con facilidad que en los seres inorgá32
E. NAGEL, Estructura de la Ciencia, o.c. p. 370.
E. NAGEL, o.c. p. 389.
34
F. J. AYALA, “Biology as an Autonomous Science”, o.c. p. 219.
33
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164
nicos no sea necesaria la explicación teleológica y se puede prescindir
de ella para dar paso a simples procesos causales eficientes como hace
la ciencia física moderna. Pero como dice Ayala: la explicación teleológica en Biología es no sólo aceptable sino realmente indispensable.35
Por tanto, hemos de entender la teleología biológica como necesaria e
insoslayable y exclusiva.
4. 2. Teleología de los seres orgánicos.
Cautelosamente Ayala36 antes de entrar en este tema, establece
de antemano los casos en los que son apropiadas las explicaciones teleológicas:
• Cuando el estado final o meta es anticipada de forma
consciente por el agente. Esto ocurre en el hombre y probablemente en menor grado en los animales. (Teleología
externa).
• En los sistemas de autorregulación capaces de mantener
una propiedad específica a pesar de las fluctuaciones del
medio ambiente como son las reacciones homeostáticas
del organismo. En los sistemas autorreguladores o servomecanismos fabricados por el hombre, como un termostato. (Teleología interna o externa)
• En las estructuras anatómicas y fisiológicas diseñadas para realizar alguna función, como la mano y el ojo. (Teleología natural).
De esta forma delimita Ayala el campo de aplicación del concepto de teleología biológica. Una aplicación de la teleología muy indicada es en la adaptación de los organismos y en la función que cumple
un órgano o estructura:
Muchas de las características y de los comportamientos de los organismos
cumplen las exigencias de la explicación teleológica. (…) No todas las características de los organismos han de explicarse teleológicamente.37
Parece ser que el criterio determinante para distinguir si una explicación teleológica en Biología es apropiada es el indicado por la propia selección natural cuya finalidad es siempre la supervivencia del individuo y su éxito reproductor, lo cual concuerda plenamente con la ya
citada definición de teleología facilitada por el Dr. Ayala y así se desprende de las siguientes palabras:
35
F. J.AYALA, Ibidem, p. 219.
F. J. AYALA, “Biology as an autonomous Science”, o.c. 214 – 215.
37
F. J. AYALA, “Teleología y adaptación en la evolución”, o.c. pp. 14 – 15.
36
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165
Las características y comportamientos que pueden ser considerados como
adaptaciones pueden explicarse teleológicamente. Esto se debe sencillamente al hecho de que las adaptaciones son características aportadas por la
selección natural.38
Para una comprensión y aplicación correctas del sentido teleológico, presenta el profesor Ayala una división de la teleología que podemos esquematizar de esta forma:
Determinada (Función)
Natural (Interna)
Indeterminada (Adaptación)
Teleología
Artificial (Externa) (Resultado de la intención de algún agente)
Como hace notar Ayala,39 antes de Darwin la diversidad de los
organismos y sus actividades eran atribuidas a la sabiduría omnipotente
del Creador, como lo hace e.c. Sto. Tomás de Aquino y en el siglo XIX
el teólogo anglosajón Willian Paley en su Natural Theology. Darwin
acepta la premisa finalista: los organismos están adaptados para vivir en
sus ambientes con lo que introduce el finalismo o teleología natural en
el dominio de las ciencias naturales. De una teleología externa que introduce en Biología causas de origen esotérico o mítico extrañas a los
propios organismos, Darwin completa el giro copernicano en las ciencias naturales recurriendo a la teleología interna que explica el desarrollo y evolución de los organismos como el cumplimiento de un diseño
no diseñado por ningún agente exterior. En las acciones humanas, donde tiene lugar la teleología artificial o externa, los resultados son producto de un comportamiento intencionado y pertenecen a este tipo de
teleología externa. Por el contrario, continúa Ayala, los sistemas con
características teleológicas que no son debidas a la acción intencionada
de un agente sino que resultan de algún proceso natural, presentan teleología natural o interna como son los procesos de adaptación,
homeostasis fisiológica y del desarrollo, regulación de temperatura etc.
Este es el género de teleología que admiten la mayoría de biólogos reduccionistas tales como J. Monod, F. Jacob, G. G. Simpson, C. S.
Pittendrigh, E. Mayr, M. Ruse, G. C. Willians, M. T. Guiselin y otros
que rechazan abiertamente todo otro modo de teleología y para evitar la
confusión, decíamos, utilizan teleonomía en lugar de teleología. Algu38
39
F. J. AYALA, “Teleología y adaptación en la evolución”, o.c. p. 15.
F. J. AYALA, “Biology as an autonomous Science”, o.c. pp. 10 – 16.
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166
nos, nos dice Núñez de Castro,40 prefieren matizar la utilización del
término. La explicación teleológica, dice E. Mayr, se utiliza en la producción y perfeccionamiento de los programas contenidos en el DNA y
en la puesta a prueba de dichos programas. Hay diferencia entre los
programas y su mejora genética que es la adaptación. D. G. Green utiliza distintos términos para identificar modos diversos de teleología natural: llama instrumental a la teleología de forma funcional; del desarrollo a los procesos de maduración; histórica al proceso de la selección
natural. Otros usan teleología débil para los procesos de autorregulación y funcionalidad. G. Gale distingue teleología epistemológica y teleología ontológica, refiriendo la primera al observador de un sistema,
teleología subjetiva, y la segunda considerada como objetiva o sin diseño intencionado previo.
Ayala41 distingue dos clases de teleología natural: la determinada o necesaria y la indeterminada o inespecífica. Podemos decir que
hay teleología natural determinada cuando se alcanza un estado final
específico a pesar de las fluctuaciones ambientales como puede ser el
desarrollo de un óvulo hasta llegar al estado adulto, de genotipo a fenotipo. Se da teleología indeterminada cuando el estado final al que se
tiende no está predeterminado, sino que es el resultado de la selección
de una de las alternativas dadas, estado final que, por tanto, no es predecible. Sin embargo, tampoco se puede decir que sea puramente estocástico sino mezcla de sucesos estocásticos y deterministas. En resumen, el resultado de la selección natural depende de las variantes genéticas presentes, de los procesos azarosos de la mutación y de las condiciones ambientales.
Seguimos la doctrina de Ayala especialmente interesado por la
aplicación necesaria e imprescindible de la finalidad en los seres orgánicos, concretada en los procesos de adaptación y funcionalidad. Dos
vocablos íntimamente relacionados y consecutivos, derivados del concepto de selección natural. Conceptos ambos inextricablemente implicados en un tercero como es el de organismo y concatenados de tal forma teleológica que todos contribuyen al mismo estado final, o sea, la
supervivencia y reproducción del propio organismo.
El concepto de organismo arrastra el de función de todas sus
partes y órganos que cumplen dentro de él un papel determinado, de lo
contrario no podríamos hablar de organismo organizado. Según Ayala42, una de las preguntas que los biólogos se hacen acerca de las características de los organismos es ¿para qué?, o sea, ¿cuál es la función o
papel de una determinada estructura o proceso?. La repuesta a esta pre40
I. NÚÑEZ DE CASTRO, “La Teleología:Polisemia de un término”, o.c. p. 33.
F. J. AYALA, “Teleología y adaptación en la evolución”, o.c. pp. 16 – 19.
42
F. J. AYALA, “Teleología y adaptación en la evolución”, o.c. pp. 22 – 23.
41
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167
gunta puede formularse teleológicamente. Se puede dar una explicación
simplemente causal-eficiente de un proceso de funcionamiento p.e. del
ojo acudiendo al nivel molecular y puede ser satisfactoria, pero resulta
incompleta, porque no explica lo fundamental e importante acerca del
ojo: que sirve para ver. Y es que en toda explicación teleológica se deben contemplar dos aspectos: que una constitución genética contribuye
al éxito reproductor y cumple una función específica y en segundo lugar, cómo lo hace. A veces resulta difícil explicar ambos aspectos por
falta de información, sobre todo para dar cuenta del segundo. De todas
formas, dice el profesor, la explicación teleológica, para ser válida, debe ser hipótesis que pueda someterse a pruebas empíricas; en caso contrario, debe utilizarse con gran reserva.
En resumen, para Ayala, la selección natural es el proceso responsable de las adaptaciones de los organismos porque fomenta las variantes genéticas útiles que favorecen a sus portadores; explica las
adaptaciones de los organismos y la multiplicidad de las especies. Como dice Etienne Gilson43 y el propio Ayala lo ha manifestado con anterioridad, la selección natural fue el gran descubrimiento de Darwin, el
que hace posible explicar científicamente la teleología del mundo viviente.
4. 3. La Teleología de F. J. Ayala comparada.
Llegados a este punto y para completar un poco mejor el concepto de teleología, podemos hacer un brevísimo estudio comparativo
de algunas teorías teleológicas conocidas y destacadas.
Según lo expuesto con anterioridad, el Dr. Ayala presenta una
teleología que él llama interna, inmanente, basada en la utilidad para la
supervivencia del sistema; determinada en los órganos y sus funciones
e indeterminada en los casos de adaptación de los organismos, guiada
por los mecanismos de la selección natural, teleología exclusivamente
propia de los seres orgánicos vivos y, por tanto, distintiva de la Biología entre las ciencias naturales. Se advierte una gran coincidencia en los
conceptos de teleología de Aristóteles y Ayala, no obstante, para el
primero la teleología es aplicable tanto a lo orgánico como a lo inorgánico, no así para Ayala que lo considera un error propio de Aristóteles.
4. 3. 1. Teleología aristotélica. Aristóteles nos ofrece una teleología esencialista o substancial, determinista y cósmica, extensible a
todo ser orgánico e inorgánico y puede servir de base común para entender toda teleología inmanente e interna – teleonomía – tal como la
43
ETIENNE GILSON, De Aristóteles a Darwin (y vuelta), Editorial EUNSA, Pamplona, 1976, pp.
202 – 236.
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168
definen los científicos, especialmente los organicistas de última hora
como H. Maturana y F. Varela.44 Estos utilizan con frecuencia los términos patrón (forma, orden, cualidad) y estructura (susbstancia, materia, cantidad) aplicados a la vida orgánica, términos que coinciden con
la forma y materia aristotélicas respectivamente, conceptos base del
verdadero teleologismo aristotélico.
El concepto de finalidad aparece en Aristóteles de forma pasajera en Metafísica y con más extensión en Física libro II, como si dijéramos, su lugar natural, donde se trata el cambio o movimiento, del
cual es co-principio el fin.
En Metafísica se dice: todas las cosas terminan necesariamente
por destruirse e igualmente hay otras maneras de contribuir al Todo de
las cuales todas las cosas participan. Las traducciones de Tomás Calvo, Ross, Tricot y G. Reale, citados por A. Marcos,45 junto a la fraseestribillo : la Naturaleza no obra en vano, que repite con frecuencia el
gran filósofo griego, favorecen la interpretación de teleologismo cósmico aristotélico que, en particular, parece razonable; aunque no sea así
para Martha Nussbaun quien asevera: las interdependencias entre los
seres no implican que el universo como un todo sea un organismo con
su propio logos y su propio bien.46 Cierto que un organismo no es, pero
sí organización que también conlleva teleología interna; no tendría, en
caso contrario, significado el término Universo para reafirmar la necesidad de unión e interdependencia entre todos sus componentes para
beneficio de todo el sistema y que envuelve teleología interna. Parece
que la autora olvida en su afirmación el esencialismo aristotélico. Si
consideramos el Universo como sistema, un Todo, y no simple acumulación, no hay inconveniente en admitir su propio logos, forma, estructura, organización, que contribuye a la supervivencia, mantenimiento o
bien de todas sus partes y del todo.
Para una mejor comprensión de la teleología aristotélica, lo mejor, de inmediato, es revisar las fuentes donde Aristóteles vierte su concepto de lo que él llama finalidad. Especialmente interesante se hace el
libro II de la Física, el lugar natural, como decíamos, donde con mayor
detenimiento el filósofo de Estagira establece su doctrina de las causas
a cuyo conjunto pertenece la causa final. En Física dice así:
Y puesto que las causas son cuatro, es tarea propia del físico conocerlas
todas, pues para explicar físicamente el por qué tendrá que remitirse a todas ellas, esto es, a la materia, a la forma, a lo que hace mover y al fin. Las
tres últimas se reducen en muchos casos a una, pues la esencia y el fin son
44
FRITJOF CAPRA, o.c. p. 172.
A. MARCOS, o.c. p. 183.
46
M. NUSSBAUN, De motu animalium, Princenton University Press, Princenton, 1978,p. 97. Cita
de A. Marcos.
45
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169
la misma cosa, y aquello de lo que primeramente proviene el movimiento
es específicamente lo mismo que éstas. (…) Así, puesto que la naturaleza
es para algo, hay que conocer también esta causa.47
Aristóteles, al tratar naturaleza y finalidad, causa final como
forma, anota:
Tenemos que decir, primero, por qué razón incluimos a la naturaleza entre
las causas que son para algo; después, sobre la necesidad, decir de qué
modo se presentan en las cosas naturales, pues todos las remiten a esta
causa cuando afirman, por ejemplo, que puesto que el calor, el frío y otras
cosas semejantes son tales como son por naturaleza, todas las demás cosas
llegan a ser y son por necesidad; y si hablan de otra causa -como el Amor
y el Odio o la Inteligencia-, tan pronto como la han expuesto la abandonan.
Así se preguntan: ¿qué impide que la naturaleza actúe sin ningún fin ni
para lo mejor, que sea como la lluvia de Zeus, que no cae para que crezca
el trigo sino por necesidad? Porque lo que se evapora tiene que enfriarse y
cuando se ha enfriado tiene que transformarse en agua y descender, y el
hecho de que crezca el trigo cuando eso sucede es algo accidental. ¿Y qué
impide que las partes de la naturaleza lleguen a ser también por necesidad,
por ejemplo, que los dientes incisivos lleguen por necesidad a ser afilados
y aptos para cortar, y los molares planos útiles para masticar el alimento,
puesto que no surgieron así por un fin, sino que fue una coincidencia?48
A esta argumentación, ondeada por los reduccionistas de todos
los tiempos que han utilizado este párrafo, responde Aristóteles a renglón seguido con clara rotundidad:
Este es el argumento, u otro similar, con el que se nos quiere poner en dificultad; pero es imposible que sea así. Porque las cosas mencionadas, y todas las que son por naturaleza, llegan a ser siempre o en la mayoría de los
casos, lo que no sucede en los hechos debidos a la suerte o a la casualidad.
Pues no parece un resultado de la suerte ni de una coincidencia el hecho de
que llueva a menudo durante el invierno, pero sí durante el verano; en que
haga calor en verano, pero sí en invierno. Así pues ya que se piensa que las
cosas suceden o por coincidencia o por un fin, y puesto que no es posible
que sucedan por coincidencia ni que se deban a la casualidad, sucederán
entonces por un fin (…) Luego en las cosas que llegan a ser y son por naturaleza hay una causa final.49
A continuación Aristóteles afirma:
En todo lo que hay un fin, cuanto se hace en las etapas sucesivamente anteriores se cumple la función de tal fin. Pues las cosas están hechas de la
47
ARISTÓTELES, Física, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1995, traducción de Guillermo R. de
Echandía, revisada por Alberto Bernabé Pajares, libro II, 198a 22 – 198b 5.
48
ARISTÓTELES, o.c. 198b 10 – 28.
49
ARISTÓTELES, o.c. 198b 33 – 199a 7.
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170
manera en que su naturaleza dispuso que fuesen hechas de la manera en
que están hechas, si nada lo impide. Pero están hechas para algo. Luego
han sido hechas por la naturaleza para ser tales como son.50
Para terminar, dos frases seleccionadas:
Y puesto que la naturaleza puede entenderse como materia y como forma,
y puesto que esta última es el fin, mientras que todo lo demás está en función del fin, la forma tiene que ser causa como causa final.51
Aristóteles añade lo siguiente:
(…) Las cosas por naturaleza son aquellas que movidas continuamente por
un principio interno, llegan a un fin; el fin no es el mismo para cada principio, ni tampoco se llega fortuitamente a cualquier fin desde un determinado principio, sino que desde un mismo principio se llega a un mismo fin,
si nada se lo impide. (…) Así pues, es evidente que la naturaleza es una
causa y que lo es como causa que opera para un fin.52
Como es obvio, para una mejor comprensión de la teleología
aristotélica, es necesario esclarecer ciertos términos en los que se fundamenta. Naturaleza, causa, causa final o fin, necesidad, principio interno, conceptos que Aristóteles utiliza en Física II de forma general
para demostrar la finalidad interna que llevan todas las cosas. Naturaleza se toma en sentido restrictivo, es decir, no como Madre Naturaleza
que envuelve en sí a todos los seres existentes, sino referida a la naturaleza de cada una de las cosas tomada en particular. Cada ser tiene su
propia forma de ser, naturaleza, determinada por la materia y la forma
de que consta. Así entendida la naturaleza es substancia que lleva en sí
misma el principio de movimiento o cambio y su propio fin, entelequia.
Las cosas, decimos, son por naturaleza tales como son en sí. De esta
forma se expresa Aristóteles cuando dice:
Algunas cosas son por naturaleza, otras por otras causas. Por naturaleza los
animales y sus partes, las plantas y los cuerpos simples como la tierra, el
fuego, el aire y el agua -pues decimos que estas y otras cosas semejantes
son por naturaleza. (…) Porque la naturaleza es un principio y causa del
movimiento o del reposo en la cosa a la que pertenece primariamente y por
sí misma, no por accidente.53
Aristóteles concibe a la naturaleza, ϕυσιs, como principio de
movimiento o cambio en las cosas mismas. Luego dirá:
50
ARISTÓTELES, o.c. 8 – 13.
ARISTÓTELES, o.c.30 – 33.
52
ARISTÓTELES, o.c.199b 15 – 34.
53
ARISTÓTELES, o.c. 192b 8 – 24.
51
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171
La naturaleza es fin y aquello para lo cual; porque si en las cosas cuyo
movimiento es continuo hay algún fin de ese movimiento, tal fin será tanto
su término extremo como aquello para lo cual (…) porque no cualquier extremo puede pretender ser el fin sino sólo el mejor.54
La doctrina aristotélica de las causas establece un concepto de
causa diferente del concepto de causa en la ciencia moderna. Ésta ha
reducido la causalidad exclusivamente al de causa eficiente. El pensamiento científico moderno se interesa sólo por la efectividad de lo físico
que constituye la demarcación entre lo pensado y la realidad física.55
Es notoria la insistencia de Aristóteles en la unificación de naturaleza y finalidad, forma y fin en las cosas. En los párrafos transcritos
con anterioridad, hemos leído: En las cosas que son por naturaleza hay
una causa final.56 Para Aristóteles hay cosas que son por naturaleza y
otras que son por otras causas. Las que son por naturaleza tienen un
principio de movimiento y de reposo, sea con respecto al lugar o al
aumento o a la disminución o a la alteración.57 Por otras causas podemos entender la τεχνη o arte, el azar o la elección. Una interpretación
lisa y llana, no reduccionista, advierte que la referencia a ese principio
interno de movimiento o cambio substancial está indicando la presencia
de una forma o esencia. Esto significa que las cosas son según su naturaleza lo que tienen que ser, y esto es debido a ese principio interno o
forma substancial – estructura, organización – que hace que sean como
son y por necesidad, no por azar. Si necesariamente son así siempre, es
porque tienen un fin o causa final en sí mismas que organiza toda su
actividad interna.
Es evidente que Aristóteles extiende su concepto de finalidad
inmanente a todas las cosas puesto que todas tienen ese principio interno que por naturaleza les lleva a ser como son necesariamente y a permanecer en su propio ser. La forma es ενεργεια que engendra siempre
δυναµιs. Como todo ente físico es esencialmente movimiento puro,
54
ARISTÓTELES, o.c. 194a 28 – 33.
I. FALGUERAS, Crisis y renovación de la Metafísica, Servicio de Publicaciones e Intercambio
Científico de la Universidad de Málaga, 1997, pp. 35 y ss. En esta obra se encuentra un estudio muy
interesante sobre la tetracausalidad, concausalidad aristotélica. La idea resumida es: las cuatro causas aristotélicas son principios en cuanto son las ultimidades de lo real que están en las cosas mismas, según el pensamiento griego, y constituyen la explicación real y total del movimiento. No son
causas independientes ni singulares, son concausas o causas conjuntas, o mejor, cuatro sentidos de la
concausalidad cuyo único referente es el movimiento imperfecto. La concausalidad es jerárquica y
no están todas las causas a la misma altura ontológica, así la causa final es la primera y más alta de
las cuatro, es en cierto sentido, causa de las otras causas, no son efectos de ella pero sí activadas
desde la finalidad, la causa final es primera pero no única, es superior pero no suficiente. Causar,
conforme a estas referencias sería: Un despliegue de potencialidades activas que son enteramente
físicas o mundanas.
56
ARISTÓTELES, Física, o.c. 199 a, 10.
57
ARISTÓTELES, o.c. 192 b, 10.
55
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172
estar siendo, haciéndose, movimiento que es imperfecto, se desarrolla
entre los términos a quo, causa eficiente y ad quem, causa final, de manera que para que se realice este movimiento o cambio, siempre vectorial, direccional, supone la existencia de A y B, pero que no es ni A ni
B y que A no significa nada sin B, es decir, la forma tiende a la realización de la materia a la que informa, llevándola de continuo a su propio
bien o perfección, o sea, teleología natural, propia, ad intra o inmanente, según la interpretación común entre los autores.
4. 3. 2. Teleología de H. Bergson. H. Bergson defiende una teleología con matices propios que es justo analizar. Siguiendo los comentarios de E. Gilson,58 H. Bergson sostiene en su conocida obra
L’Évolucion créatrice la existencia de una evolución tal como la ciencia de su tiempo explicaba encarnada en Spencer y avalada por los testimonios de la Anatomía Comparada, Embriología y de la Paleontología; sin embargo, se distancia de él por considerarlo filosófico, sin advertir, como anota E. Gilson, que el suyo también lo era. E. Gilson nos
asegura que la misión de Bergson era poner término al conflicto entre el
mecanicismo y finalismo ambos mecanicistas. En principio, criticó
Bergson el finalismo aristotélico por considerarlo falsamente antropocéntrico cuando, en realidad, no lo es, como nos lo enseña E. Gilson59
contra la interpretación de J. H. Randall y a la que parece seguir Ayala.
Que Aristóteles conciba la noción de causa final a partir de la obra artística es exacto, pero también lo es que el gran filósofo insiste en que
es el arte el que imita a la naturaleza, no al revés y que, a diferencia del
arte, la naturaleza no calcula, no reflexiona, no escoge, sino que movida
desde dentro hacia un fin que ignora pero que lleva consigo, la naturaleza no hace nada en vano. La naturaleza no trabaja como el obrero
humano uniendo partes, sino produciendo todos que implican partes.
58
ETIENNE GILSON, De Aristóteles a Darwin (y vuelta), o.c. pp. 207 – 236. Bergson se enfrentaba a un mecanicismo radical como el de Thomas H. Huxley muy cercano a Darwin y a un finalismo
radical y por la misma razón. Bergson seguía el evolucionismo spenceriano pero al mismo tiempo
se distancia de él. Ambos son optimistas porque identifican evolución y progreso, de aquí que coincidan los títulos de sus obras: Ensayos sobre el progreso y la Evolución creadora. No obstante, el
evolucionismo de Spencer resulta mecanicista. Es cierto, que si hay evolución, todo acontece en el
tiempo, tiempo suficiente; pero en la evolución de Spencer el tiempo no hace nada, es un tiempo
petrificado, matemático, ideal y sin duración, isotrópico, donde la fórmula de Laplace seguiría siendo válida en cualquier tiempo. Para Bergson la duración es la realidad del tiempo. En el tiempo
matemático todos los minutos son iguales a sí mismos; en términos de duración, treinta minutos en
un espectáculo agradable son diferentes a treinta minutos en el dentista nos dice E. Gilson con buen
humor. Según Bergson, el mecanicismo radical implica que la totalidad de lo real es plantada en
bloque en la eternidad, todo está hecho y dicho. Por esta misma razón rechaza Bergson el finalismo
radical. No se puede condenar un mecanicismo radical sin hacer lo propio con un finalismo de la
misma índole, pero sin renunciar al concepto de finalidad. En el finalismo radical de carácter también matemático como el de Leibniz, todo está determinado de antemano, todo está previsto, nada
puede ser creado de nuevo; aquí el tiempo resulta otra vez inútil. Un finalismo así entendido es un
mecanicismo pero a contrapelo, como dice el mismo Bergson y subraya E. Gilson.
59
E. GILSON, Ibidem, pp. 220 – 222.
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173
No hace plantas con órganos, sino que produciendo plantas y animales
hace órganos. Las partes son para el todo. Por otro lado, según Aristóteles, el hombre trabaja con materiales extraídos de la naturaleza, mientras que la naturaleza produce sus propios materiales. Otra apreciación
de E. Gilson es que el hombre forma parte de la naturaleza y ésta sigue
actuando a través del trabajo humano en forma artesanal. Esto no significa que la naturaleza obre de la misma forma que el hombre como si
construyese un ojo lo mismo que el óptico construye un telescopio o
una cámara fotográfica. E. Gilson nos hace ver que el artesano humano
continúa la operación de la naturaleza y, a veces, la completa pero con
medios totalmente distintos. Con esta reflexión se pretende desmentir el
falso finalismo antropomórfico que se la atribuye a Aristóteles. El verdadero finalismo aristotélico es el de las formas inmanentes a la naturaleza que trabaja desde dentro para encarnarse en ella, modelando la materia según sus leyes.
Parece ser que Bergson, criticando al falso aristotelismo, llega a
la comprensión del verdadero finalismo aristotélico pero no del verdadero sentido de la forma que lo substituye por el concepto de vida con
el nombre de L’élan vital tan manoseado y mal comprendido por muchos. Por otro lado, nada impide que concibamos la forma como una
fórmula inventiva a la vez que conservadora, como dice E. Gilson. Si
en la naturaleza hay invención, su fuente no puede ser otra sino la forma. La forma substancial es una energía plástica que opera sobre la
materia para realizar en ella, concretamente, la idea que es.60
(ενεργεια.)
De todos modos, Bergson concibe la evolución como creadora
e inventiva y no determinista al estilo clásico. No está orientada a la
producción de especies sino a la producción de individuos innumerables, irreductiblemente diferentes dentro de las especies ya existentes,
que parecen ser bastante estables, ¿variabilidad genética?. Las especies
vivas son tan estables que se hacen infecundas o estériles entre sí.
El concepto de vida bergsoniano no es elemento ni resultado sino principio, como nos decía Zubiri con anterioridad o como dice el
propio Bergson, torbellino, proceso: nosotros no somos la corriente
vital misma; somos esa corriente, una vez cargada de materia, es decir,
partes congeladas de su substancia que arrastra a lo largo de su recorrido.61 Esto, expresado en términos biológicos, sería como decir que
los átomos, moléculas, células germinales etc. no son nada más que los
medios necesarios para que aparezca la vida en los diversos organismos
y no como resultante, sino como propiedad emergente. La vida, l’élan
vital, no es una energía distinta como tantas veces se ha dicho, sino el
60
61
E. GILSON, o.c. p. 230.
H. BERGSON, L’Évolucion créatrice, Ouvres, A. Robinet y H. Gouhier, Paris, 1959, p. 547.
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conjunto de fuerzas naturales que actúan en los seres vivos como un
empuje inicial. El error del finalismo clásico es haber situado la meta
por delante, vis a fronte, en vez de situar el principio por detrás, vis a
tergo. Sería una teleología consecuente en vez de ser antecedente; con
ésta última entenderíamos mejor la finalidad en Aristóteles cuando insiste en Física: la forma es el fin, como señalamos oportunamente. Podríamos hablar de teleología redundante o circular.
Bergson, buen conocedor de la Biología moderna, encuentra el
término adecuado en la adaptación darwiniana, concepto a caballo entre
el mecanicismo y finalismo radicales para adecuar su concepto de evolución creativa teleológica pero no determinista. Es un finalismo divergente.
E. Gilson nos ha facilitado con su libro la comprensión de la teleología
orgánica divergente de H. Bergson que hemos resumido de forma exhaustiva.
Aunque la noción de teleología de Ayala es, en parte, determinista como corresponde a un científico neodarwinista moderado, podríamos encontrar un acercamiento entre ambas concepciones acerca de
teleología evolutiva cuando uno habla de teleología indeterminada que
acompaña a la selección natural y el otro de evolución creativa.
4. 3. 3. La teleología cósmica de Teilhard de Chardin. La
idea de una teleología cósmica aparece con fuerza impulsiva en la teoría evolutiva de Theilhard de Chardin de un universo organizado como
totalidad. Desde el punto Α, límite entre el ser y el no ser, materia indeterminada pero cargada de espíritu –geosfera– se desarrolla teleológicamente hacia el punto Ω pasando por la hominización – biosferanoosfera – hasta la divinización, pleroma. Sólo queremos señalar, por
el momento, el valor profundo de esta teleología convergente con la
que el autor, fundamentalmente, pretende integrar en el proceso evolutivo todos los fenómenos naturales y humanos sin excluir el religioso
en el que destaca el cristianismo que él profesa. Es sensato que el biólogo de carácter organicista pretenda dar una explicación integral evolutiva y epigenética incluyendo los hechos humanos de alta esfera, doctrina expuesta en su conocida obra El fenómeno humano.62
El profesor Ayala63 interesado por la que él llama cosmogonía
de Teilhard, presenta un resumen de la teoría evolutiva cosmológica de
este autor pero con cierta renuencia como él mimo dice, debida a la
complejidad de la obra que pretende ser un informe exhaustivo de la
historia del Universo y de la situación del ser humano en el esquema
62
TEILHARD DE CHARDIN, El fenómeno humano, Edit. Taurus, Madrid, 1963.
F. J. AYALA, La Naturaleza inacabada, Ensayos en torno a la evolución, Salvat Editores, S.A.
Barcelona, 1994, pp. 213 – 221.
63
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de las cosas.64 La dificultad radica en la magnitud del ámbito propio de
la obra y especialmente por el carácter de sus escritos: lenguaje más
poético que filosófico y científico, neologismos, abundancia de metáforas, contradictorio, a veces, y que exige una considerable cantidad de
exégesis e interpretación. Ayala intenta hacer su comentario sin tener
en cuenta la crítica o valoración de tal sistema de ideas, o mejor visión,
porque considera que la obra de Teilhard es más visionaria que sistemática. Ayala divide su trabajo en cuatro apartados que corresponden a las
ideas fundamentales del paleontólogo y filósofo expuestas en su citada
obra:
1) El tiempo: la cuarta dimensión.
2) La evolución universal.
3) El parámetro de la complejidad-conciencia.
4) Omega: la meta de la evolución.
El tiempo: la cuarta dimensión. Según Teilhard, el descubrimiento más importante de la época actual es el tiempo como elemento
constitutivo de la realidad. Para describir el mundo material hay que
hacerlo en términos de espacio-tiempo. El pensamiento actual tomó
conciencia del tiempo con la revolución darwiniana. El concepto de
evolución se extendió posteriormente a todo el dominio de la materia.
Conforme a esto, no vivimos en un mundo ya terminado sino que sigue
un proceso de cosmogénesis. Para Teilhard, la historia de la salvación
del hombre y la del Universo son dos dimensiones de la única realidad.
La evolución universal: El pensamiento de Teilhard sostiene
que todos los niveles de la realidad están genéticamente relacionados de
modo que el hecho de la evolución es incuestionable y sólo puede preguntarse si cabe alguna direccionalidad. La historia de nuestro planeta
es un continuo fluir de sucesos cambiantes dividida en tres etapas: 1)
Solidificación de la corteza terrestre por enfriamiento sin existencia de
vida. 2) Aparición de la vida hace al menos tres mil millones de años,
que se complica y diversifica gradualmente, constituyendo una nueva
envoltura del planeta. 3) Irrupción del ser humano como un animal extraño en algún lugar de África y que presenta un nuevo aspecto, el pensamiento. Estas tres etapas de la historia del mundo se caracterizan por
ser sucesivamente: materia, vida y espíritu o pensamiento, a las que
Teilhard llama geosfera, biosfera y noosfera. Existe una gran diferencia
entre ellas pero están íntimamente trabadas de forma que la biosfera
proviene de la geosfera y la noosfera se desarrolla a partir de la biosfera.
Continúa Ayala desentrañando el pensamiento de Teilhard y
nos dice que éste admite, como hipòtesis más probable de la ciencia
64
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 213.
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176
actual, que la vida se originó de la materia inorgánica como transición
natural de la materia inorgánica a la orgánica, llamando a este proceso
maduración de la materia. En la evolución de la materia, los niveles
superiores de complejidad se alcanzan de manera gradual. Cuando se
consigue cierto nivel crítico o umbral, se produce emergencia de propiedades totalmente nuevas. Cuando una magnitud ha crecido de manera suficiente, cambia bruscamente de aspecto, de estado o de naturaleza.
Cambio cualitativo. Este proceso evolutivo lo presenta Teilhard en
forma de línea continua espiral ascendente con diferentes vueltas o niveles.
La transición de la vida inorgánica a la vida se produjo una sola
vez. Con el tiempo, algunos organismos alcanzaron un grado más elevado de complejidad. En un punto crítico o umbral de desarrollo apareció un nuevo fenómeno en el reino de la vida: la conciencia reflexiva, el
ser humano, distinto del animal. Nunca podremos conocer los detalles
del desarrollo evolutivo de lo no humano a lo humano, como tampoco
el tránsito gradual hacia el conocimiento reflexivo.
El parámetro de la complejidad-conciencia: Teilhard se pregunta si el proceso evolutivo tiene dirección y sigue una ley determinista y cual es la naturaleza de esta ley. Podemos encontrar, dice, una ley
de recurrencia que defina y determine el curso de la evolución: la ley
de la complejidad-conciencia. Esta ley es el corazón de la cosmogonía
de Teilhard, dice Ayala.
Si examinamos el proceso evolutivo del mundo, podemos comprobar que se orienta hacia niveles de complejidad crecientes: de las
partículas subatómicas al átomo, de éste a la molécula, de la molécula a
la célula, de la célula a los organismos pluricelulares simples, de estos a
los más complejos y, por último, al ser humano que es el más complejo
y donde encontramos todos los niveles anteriores superados. Complejidad, según Teilhard, no es simple agregación ni repetición como un
montón de arena o un cristal respectivamente, sino heterogeneidad organizada. Los elementos están organizados y suponen algo externamente acabado; un montón de arena o un cristal son sistemas siempre
abiertos y nunca se acaban. Esta ley del incremento de complejidadconciencia pertenece al dominio de las ciencias naturales porque puede
observarse directamente, no es ningún postulado filosófico o metafisico.
Para Teilhard, la complejidad-conciencia son dos caraterísticas
de la materia, dos aspectos de la misma realidad. No hay dicotomía entre materia y espíritu o sea entre materia orgánica o inorgánica. Hace
ver Ayala que Teilhard utiliza el término conciencia en sentido muy
amplio de forma que designa todo acto psíquico, desde la percepción
hasta el conocimiento reflexivo. A una complejidad morfológica mayor
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177
corresponde un mayor desarrollo del sistema nervioso y un nivel psíquico más elevado. Para Teilhard, el Universo presenta dos dimensiones o aspectos: el externo y el interno. La cara externa son las dimensiones materiales y la interna es el psiquismo, la conciencia que también es un fenómeno cósmico.
Omega: la meta de la evolución. La historia de la Tierra es un
progreso evolutivo gradual hacia una complejidad y una conciencia
crecientes. Existe en él un eje privilegiado, el hombre que no es ya el
centro del Universo, como se creía, sino algo más hermoso: él mismo es
la flecha ascendente de la gran síntesis biológica. La evolución ha
conducido hasta el ser humano y continuará fiel a la imperiosa ley de la
complejidad-conciencia y se alcanzarán niveles mucho más altos de
psiquismo hasta terminar en la meta hacia la cual camina: el Punto
Omega que es el símbolo de Dios.
Teilhard es consciente, según Ayala, de que su visión de Omega
coincide con el concepto de S. Pablo. Para Teilhard, la historia cósmica
y la de la salvación del hombre son dos enfoques del mismo gran desarrollo evolutivo.
4. 3. 4. Teleología de F. Jacob. F. Jacob, pese a su alto grado
de reduccionismo, admite una teleonomía evolutiva epigenética, desarrollo del programa genético, abierto al medio, a la emergencia de niveles superiores por integración sucesiva, dando así una explicación lógica de la aparición de los diferentes fenómenos biológicos y humanos,
aunque desconozcamos las intimidades del proceso. Teleología que
profiere en su teoría del integrón65 expuesta ya con anterioridad y no es
necesario repetir. Es interesante apreciar el cierto paralelismo existente
entre Teillard biólogo y su compatriota F. Jacob.
4. 3. 5. Teleología de J. Monod. J. Monod, mucho más reduccionista que su colega anterior, acepta sí una teleonomía pero a disgusto, antinomia del principio de objetividad que él venera, contradicción
en el seno de la Biología molecular pero que no puede negar, desarrollo
también de un proyecto epigenético cerrado sobre sí mismo. En su
misma entraña anida el origen de la perturbación, mutación y cambio o
evolución, es el ciego pero esencial azar el único responsable de la
creatividad absoluta. Ideas desarrolladas ya en capítulo anterior.
4. 3. 6. Otras teorías teleológicas. No me resisto a mencionar
siquiera, el aspecto teleológico que aparece en los procesos cibernéticos
de retroalimentación – feed-back – servomecanismos tanto orgánicos
65
F. JACOB, La lógica de lo viviente, o.c. pp. 325 – 349.
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178
como artificiales a los que se refiere L. von Bertalanffy y el mismo
Piaget.
Es especialmente importante la aportación de L. von Bertalanffy
con relación a su doctrina de la finalidad, que pueden corroborar el punto de vista del profesor Ayala y que expondré aunque de forma sucinta.
L. von Bertalanffy, literalmente dice así:
La dirección de un proceso a un estado final no es cosa que difiera de la
causalidad, sino otra expresión de ella. El estado final por alcanzarse en el
futuro no es vis a fronte que atraiga misteriosamente al sistema, sino apenas otra expresión para vis a tergo causal. Por esta razón la Física usa tanto
tales fórmulas de valores finales, pues el caso es matemáticamente claro y
nadie atribuye previsión antropomórfica a la meta de un sistema físico. Los
biólogos, por su parte, tenían con frecuencia tales fórmulas por un tanto
inquietantes, ya fuera temiendo algún vitalismo oculto o considerando tal
teleología o directividad hacia metas como prueba del vitalismo. (…)
Tendemos a comparar procesos finalistas con el discernimiento humano de
la meta, cuando, de hecho, estamos manejando relaciones obvias y hasta
matemáticamente triviales. (…) Hasta los filósofos han interpretado mal
este asunto. (…) La finalidad fue definida como lo inverso de la causalidad, como dependencia del proceso con respecto al futuro y no a condiciones pasadas.66
L. von Bertalanffy viene a disolver la vieja objeción reduccionista de una teleología mal planteada: fin o meta intencionada, diseñada
de antemano, influir incomprensible de una causa futura, etc. Y es que
hasta el error de los filósofos ha sido definir la finalidad como la inversa de la causalidad, poniendo en el futuro lo que corresponde al presente: forma, causa final impulsora de la causa eficiente, tan querida de los
físicos, a la que siempre acompaña, concausalidad.
4. 3. 7. Principio antrópico cosmológico. Otra perspectiva de
teleología cósmica es el llamado principio antrópico propuesto por J.
Barrow y F. Typler en 198667. El principio antrópico, según Roger Penrose,68 pretende responder al tipo de preguntas: ¿qué importancia tiene
la conciencia para el Universo como un todo? ¿Podría existir un universo sin habitantes conscientes? ¿Están las leyes de la Física especialmente diseñadas para permitir la existencia de vida consciente? ¿Hay algo
especial en nuestra localización particular en el Universo, ya sea en el
espacio o en el tiempo?
66
L. VON BERTALANFFY, Teoría general de Sistemas, o.c. p. 79.
JOHN D. BARROW and FRANK J. TIPLER, The Anthropic Cosmological Principle, Oxfod
University Press, New York, 1986.
68
ROGER PENROSE, La Nueva Mente del Emperador, traducción de Javier García Sanz, Edit.
Mondadori, Madrid, 1991, pp. 537 – 538.
67
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El principio antrópico débil daría respuesta a la cuestión: ¿por
qué se dan las condiciones justas para la existencia de la vida inteligente en la Tierra en la época presente: si no fuesen las correctas, entonces
nosotros mismos no estaríamos aquí? Es decir, si estamos en este momento de la historia del Universo es porque se han dado las condiciones
para que así sea.
El principio antrópico fuerte va más lejos, respondería a otra
cuestión: ¿por qué las constantes de la Física o las leyes de la física en
general están especialmente diseñadas para que pueda existir vida inteligente? El razonamiento es: si las constantes o leyes físicas fuesen diferentes, entonces no estaríamos en este Universo particular sino en algún otro. Luego la conclusión general podría ser: las condiciones físicas
se han dado para que haya seres conscientes.
Es posible encontrar algún tipo de relación entre el principio antrópico, la evolución de Bergson y de Theillard de Chardin puesto que
las tres hipótesis caminan hacia el espíritu. No encontramos en los escritos teleológicos de Ayala referencia alguna al principio antrópico por
lo que no es posible establecer la posición del autor a este respecto.
4. 3. 8. Teoría de la Teleología Natural. Nicholas Rescher de
la Universidad de Pittsburg69 postula que una solución a la complejidad
podría ser la Teoría de la Teleología Natural defendida por C. S. Peirce. Según esta teoría, la Naturaleza es portadora de una predilección
inherente y auto-engendrante del incremento de complejidad. Peirce
cree que la evolución es crecimiento en el sentido más amplio. Para
Spencer, el crecimiento es el paso de lo homogéneo a lo heterogéneo o
de lo no-organizado a lo organizado. Para Peirce, es diversificación.
¿Es verdad que las cosas eran más simples en un principio tras el posible big-bang? ¿Había más variedad que la que hay ahora? El mecanicista fundamentado exclusivamente en la mecánica analítica fija no puede
dar una explicación de esta paradoja. Una ley mecánica nunca puede
producir diversificación, sin embargo, los hechos observados nos llevan
a la admisión de una espontaneidad. Según esta teoría, dice el autor:
El crecimiento, la diversificación y la complejidad son simplemente tendencias al desarrollo intrínsecas en la Naturaleza. El Universo físico es, en
este respecto, auto-teleológico, impulsándose a partir de sus propios recursos hacia una complejidad siempre mayor.70
69
N. RESCHER, “Las modalidades de la complejidad”, Filosofía actual de la Ciencia, editor Pascual Martínez Freire, Suplemento 3 de Contrastes, 1998, Revista Interdisciplinar de Filosofía, (
ISSN: 1136 – 9922 ) Universidad de Málaga, pp. 223 – 243.
70
N. RESCHER, o.c. p 227.
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Es interesante comprobar que autores de última hora como el
profesor N. Rescher, vislumbren razonablemente como otros un proyecto de auto-teleología en el universo físico que de cuenta de la complejidad a la que tiende desde su principio y que como afirman todas las
recientes teorías cosmológicas surgió desde una gran simplicidad. Parece razonable admitir una explicación teleológica cósmica de la que participan de forma especial los seres orgánicos.
4. 4. Conclusión.
Expuesto el concepto de teleología único admitido en el campo
de la ciencia como es el de teleología inmanente, interna, que rechaza
todo proyecto diseñado o intencionado por sujeto inteligente alguno
divino o humano en vistas a conseguir un fin futuro como agente causal
de los hechos, hemos de admitir necesariamente la doctrina teleológica
de nuestro autor elegido el profesor Ayala, por sus argumentos expuestos y que con detención hemos recorrido. No obstante, las opiniones de
otros científicos aducen razones para entender que la explicación teleológica es aplicable a todo sistema dinámico organizado como es todo el
Universo físico de quien también forman parte los seres vivos, pero no
como exclusiva de éstos. Es verdad que los conceptos de funcionalidad,
adaptabilidad y supervivencia son más pronunciados en los organismos
vivos y hacen que la explicación teleológica sea más evidente, apropiada e imprescindible en estos últimos por lo que puede ser considerada
como distintivo de la Biología, pero no con carácter de exclusión. Según las diferentes opiniones hay conceptos que son abiertamente exclusivos de la ciencia biológica pero, quizás, no el de teleología.
Parece que se resuelve lentamente el problema de rechazo de la
explicación teleológica por parte de muchos científicos, dada la confusión entre fin intencionado subjetivo y causa final que sí es objetiva y
no conlleva propósito o meta anticipada. La causa final definitivamente
hay que situarla detrás y no delante como causa futura, no atractora sino
impulsora de la causa eficiente a la consecución de un fin ya conseguido pero no en plenitud, tal como se desprende de la doctrina aristotélica
tan mal interpretada por ciertos científicos. ¿Cuál otro auténtico fundamento de la teleología científica puede ser si no es la forma aristotélica
causa y fin de lo orgánico e inorgánico en sí mismos? De este modo
planteada la explicación teleológica, creemos que es plenamente compatible con la explicación llamada causal que se detiene en el análisis
del sistema, su origen y composición pero nada dice del sistema como
organización y totalidad, de lo que se ocupa la teleologia. No es el todo
para las partes sino las partes para el todo. Por tanto, ambas explicacio-
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181
nes deben ser complementarias, por lo menos en Biología, tal como se
desprende de la doctrina del Dr. Ayala.
Si se profundizara más en el concepto de forma del verdadero
aristotelismo y el de función y utilidad descritos por Ayala, probablemente se podría llegar a un acercamiento y hasta coincidencia en los
conceptos que parece no ser tan distintos. ¿Sería esta la solución del
problema teleológíco?
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5. La Evolución en la Epistemología de F. J. Ayala.
“En Biología nada tiene sentido si no es a través del prisma de
la evolución”. Son palabras escritas por T. Dobzhansky en 1973. Posiblemente Ayala, su discípulo predilecto, cautivado también por esta
idea, escribe:
Hace ya más años de los que quiero recordar, decidí dedicar mi vida al estudio de la evolución biológica. Era la ambición ingenua de mi juventud
alcanzar una comprensión profunda del mundo y de mí mismo. Las realidades más complejas, más interesantes y más bellas de este mundo son los
seres vivientes. Así, pues, mi interés inicial por la Física se trocó en interés
por la evolución, comenzando por la genética, la ciencia que explica la
transmisión de las características de los seres vivos de generación en generación.1
De aquí, la importancia primordial de la evolución de los organismos en el pensamiento biofilosófico del profesor Ayala cuyas ideas
básicas queremos analizar y que giran en torno a este epicentro de la
biología como es el concepto de evolución.
Aunque la idea de evolución está referida siempre en este trabajo a los seres vivos, es posible encuadrar esta evolución particular en
una evolución general cósmica.2 Ayala3 también se ha pronunciado en
este sentido y añade que la evolución de los organismos está universalmente admitida por todos los biólogos, aunque los mecanismos se están
estudiando con intensidad pero todavía son motivo de debate.
En efecto, el proceso de la evolución es un hecho contrastable.
Como fenómeno cósmico ha sido descubierto por las diferentes ciencias, Cosmología física, Astronomía, Geología, Paleontología etc., aunque por su lentitud en millones de años comparado con nuestra escala
de vida no sea directamente observable. Abundan teorías cósmicas so1
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, (Ensayos en torno a la evolución), Editorial Salvat,
Barcelona, 1994, Prólogo.
2
G.G. SIMPSON, This view of Life, Editorial Harcourt, Brace and Worl, New York, 1961, p. 7. A
este propósito dice Simpson: la evolución orgánica es uno de los hechos fundamentales y característicos de la realidad objetiva. En cierto sentido, es el hecho más básico de la realidad, puesto que es el
proceso por el que se originan las complejidades mayores del universo y que culmina la organización sistemática. Puesto que es el proceso por el que nosotros venimos a existir, es absolutamente
esencial para la comprensión de nuestra posición en la realidad objetiva y nuestra relación con ella. .
3
F. J. AYALA, “The evolution of life: An Overview”, Evolutionary and Molecular Biology, R. J.
RUSSELL, W. R. STOEGER, F. J. AYALA, Editors, Editorial Vatican Publications, Vatican City
State, 1998. p. 21.
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bre el origen del universo, pero se impone entre ellas la teoría evolutiva por ser la más coherente y con mayor resolución.
Es más frecuente utilizar el término evolución aplicado a los organismos vivos, y en este sentido, el hecho de la evolución de la vida
puede ser constatado por cualquiera guiado del sentido común sin necesidad de ser especialista en la materia. Evolución significa desarrollo,
cambio. ¿Quién no ha observado el desarrollo de un pollito, desde que
es huevo hasta ser adulto? ¿El desarrollo de un niño hasta la edad provecta? ¿Las etapas sucesivas de un embrión, las de una semilla hasta
árbol corpulento? Como dice I. Núñez de Castro:
Cuando observamos un organismo vivo a lo largo del tiempo, constatamos
que todo viviente debe ser considerado como un proceso. El viviente no
puede ser definido atemporalmente. El viviente lo definimos desde el
tiempo y dependerá de la escala de tiempo que utilicemos la consideración
del proceso. (…) La consideración del devenir de un organismo desde su
comienzo hasta su fin nos definirá un tiempo ontogenético. Si consideramos poblaciones de individuos y los mecanismos hereditarios, tendremos
el tiempo genético. En una escala cronológica que abarque centenares de
generaciones se registrarán lentos procesos de cambio que desembocan en
nuevas especies y tendremos el tiempo filogenético o tiempo evolutivo.Vivir es, pues, permanecer en un proceso continuo de cambio, vivir es
evolucionar.(…) La evolución no es más que la visión humana en la escala
temporal filogenética de esa continua emergencia de novedad que llama4
mos viviente.
X. Zubiri nos decía en páginas anteriores que lo inorgánico
permanece a pesar del cambio, por diferencia, el ser orgánico cambia
para permanecer. Imposible encontrar un ser vivo estático, sería un cadáver, y es que la esencia de la vida es el movimiento, movimiento ab
intriseco, cambio o evolución no siempre para mejorar sino irreversible
para permanecer, sobrevivir. Posiblemente este fue el primer descubrimiento de Charles Darwin: la permanencia del individuo y de la especie
(herencia), por una parte, y la variación, por otra, de las especies que
explica causalmente utilizando el concepto de selección natural. En definitiva, el ser vivo es esencialmente proceso, cambio irreversible para
la supervivencia (evolucionismo versus fixismo). Con la sola idea de
fixismo nos quedaríamos sin saber, por ejemplo, por qué un batracio se
convierte en anfibio adulto.
Como nos recuerda Ayala:5 La diversidad de especies vivientes
conocidas es asombrosa. Existen descritas y nominadas más de dos mi4
I. NÚÑEZ de CASTRO, “La evolución de la vida”, “Comunicació: Revista del Centro d’Estudis
Teológics de Mallorca”, nº 93, 1999, p. 85.
5
F. J. AYALA, “The evolution of life: An Overview”, Evolutionary and Molecular Biology, o.c. p.
21.
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llones de plantas y animales y muchas más permanecen por descubrir
aparecidas en los últimos diez millones de años según la mayoría de las
estimaciones. Pero lo que es impresionante no es el número sino su increíble heterogeneidad en tamaño, rasgos y modos de vida: desde la
pequeñísima bacteria, menos de una micra de diámetro, hasta las Sequoias de California con cien metros de altura y muchos miles de toneladas de peso; desde los microorganismos que viven en las plantas del
Parque Nacional Yellowstone con temperaturas próximas a la ebullición del agua, hasta los hongos y algas descubiertos en la profundidad
del oscuro océano a miles de metros bajo la superficie, hasta las arañas
y plantas situadas en el monte Everest a veinte mil pies sobre el nivel
del mar.
Estos datos facilitados por la simple contemplación de los
hechos biológicos y las pruebas de la Anatomía, Paleontología, Serología, Genética y Biología molecular comparadas, demuestran que la vida
sólo puede explicarse desde la perspectiva de la evolución.
Tres son las cuestiones a estudiar, según el profesor Ayala:6
•
•
•
El hecho en sí de la evolución.
Historia de la evolución.
Mecanismos del desarrollo y cambio evolutivos.
La primera cuestión es la básica, puesto que si los organismos
no evolucionan, las teorías sobre la evolución no tendrían sentido. La
evidencia de este hecho se va incrementando con la aportación de todas
las disciplinas biológicas. Que la evolución sea un hecho hoy, continúa
Ayala, significa, que como conclusión científica, goza de una certeza
comparable a la de otros hechos científicos como la redondez de la Tierra, la rotación de los planetas al rededor del sol y la constitución molecular de la materia. El estudio de la evolución también se ocupa de los
detalles de la historia evolutiva, es decir, de sus ritmos, multiplicación y
extinción de las especies, colonización de islas y continentes y otras
cuestiones relacionadas con el pasado. Los otros problemas de los que
se ocupa el estudio de la evolución son las causas – por qué, cómo y
para qué – de los procesos o mecanismos que desencadenan y modulan
el cambio evolutivo de los organismos. Estos tres puentes interconectados sostienen todo el pensamiento evolucionista del Dr. Ayala que se
expone en este trabajo.
6
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, (De Darwin a los últimos avances de la Genética), Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1994, pp. 17 – 18.
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186
5. 1. Concepto de evolución según F. J. Ayala.
El término evolución originario de evolvere latino, según Ferrater Mora7, evoca la idea o imagen de despliegue, desarrollo o desenvolvimiento de algo que se encontraba replegado, arrollado o envuelto
unida a la otra idea de proceso gradual y ordenado a diferencia de involución o repliegue y de revolución o proceso súbito y hasta violento.
Puede hablarse de evolución en sentido teológico, metafísico, histórico,
biológico etc., sin embargo, no deben separarse excesivamente estos
significados porque llevaría a olvidar los elementos comunes que existen en el concepto de evolución. Ayala, como es obvio, lo utiliza en
sentido netamente biológico. Es oportuno recordar con E. Gilson8 que
Darwin no usa el término evolución hasta la sexta edición de El Origen
de las Especies. Parece que este vocablo no era de uso común en la
época. Cambio, transformación, transmutación, eran las acepciones corrientes para connotar la jerarquía evolutiva y, probablemente, por esta
razón manifiesta Darwin su idea de evolución con la expresión propia
descendencia con modificación. Fue C. Bonnet (1720-1793) el que con
anterioridad a Darwin empleaba evolución pero en sentido conservador:
hay evolución de lo preformado que ya está ahí,9 no en sentido epigenético y creador. C. Lyell y H. Spencer, éste de forma más acusada,
aplican el concepto de evolución en su sentido actual que pasó definitivamente al vocabulario popular y científico y adopta también Darwin.
Ayala10 nos dice que el concepto de evolución añade a nuestra
concepción del universo la dimensión temporal. La realidad sólo se
puede comprender como proceso histórico. El tiempo y el espacio están
orgánicamente unidos como entretejiendo la realidad del universo y es
el modo cómo entendemos hoy las cosas11. Sin embargo, no facilita
Ayala una definición taxativa propia de evolución, sí nos remite a una
definición dada por G. L. Stebbins en 1969: la evolución es la emergencia gradual y alteración adaptativa de sistemas de orden que no
pueden ser destruidos de manera reversible.12
No es fácil dar una definición completa de evolución, como
apunta más tarde Stebbins:13 Las definiciones de evolución que enfatizan el aspecto transespecífico son erróneas, ya que restan importancia a
7
FERRATER MORA, Diccionario de Filosofía, o.c. vol. 2, pp. 1072 – 1077.
E. GILSON, De Aristóteles a Darwin (y vuelta), o.c. 115 – 142.
9
E. GILSON, o.c. p. 119. Cita del autor.
10
F. J. AYALA, “Evolución, Tiempo y Filosofía”, “Arbor”, o.c. p. 188.
11
P. THEILHARD DE CHARDIN, Le phénoméne Humain, Editions du Seuil, 1955, p. 241. Cita de
Ayala.
12
G. L. STEBBINS, The basis of Progressive Evolution, University of North California Press, 1969,
p. 119. Cita de Ayala.
13
DOBZHANSKY, AYALA, STEBBINS, VALENTINE, Evolución, o.c. pp. 9 – 10.
8
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187
las fases de evolución subespecíficas. La definición de S. Wright: la
evolución es la transformación estadística de las poblaciones, dice
Stebbins, resulta también inadecuada al olvidar los aspectos transespecíficos. Según Stebbins, una definición de evolución correcta debe incluir todos sus aspectos y que distinga bien la evolución del mero cambio; la primera implica irreversibilidad de la población transformada.
Por esta razón, los cambios cíclicos no pueden considerarse evolutivos.
Tampoco es cierto que el concepto de evolución sea siempre progresivo; se pueden considerar evolución también las degeneraciones estructurales, con tal de que sean producto de alteraciones entre población y
ambiente.
Por todas estas consideraciones ensaya Stebbins una definición
de evolución que satisfaga todos los requisitos. Dice así:
La evolución orgánica constituye una serie de transformaciones parciales o
completas e irreversibles de la composición genética de las poblaciones,
basadas principalmente en interacciones alteradas en el ambiente. Consiste
principalmente en radiaciones adaptativas a nuevos ambientes, ajustes a
cambios ambientales que se producen en un hábitat determinado y el origen de nuevas formas de explotar habitats ya existentes. Estos cambios
adaptativos dan lugar ocasionalmente a una mayor complejidad en el patrón de desarrollo de las reacciones fisiológicas y de las interacciones entre
las poblaciones y su ambiente.14
Se puede simplificar esta definición señalando las condiciones
fundamentales que debe reunir el concepto de evolución según Stebbins:
•
•
•
•
•
•
Transformaciones en poblaciones.
Irreversibles.
Genéticas.
Interacciones con ambiente.
Radiaciones adaptativas.
Mayor complejidad en desarrollo.
5. 2. El concepto de evolución en la historia del pensamiento.
Para el profesor Ayala,15 explicaciones a cerca del origen del
mundo, del hombre y de otras criaturas se encuentran en todas las culturas humanas. La tradición judeo-cristiana atribuye el origen de los seres
vivos a su creación por un Dios omnipotente, quien dotó a los pájaros
14
G. L . STEBBINS, Evolución, o.c. p. 10.
F. J. AYALA, “The evolution of life: An Overview”, Evolutionary and Molecular Biology, o.c. p
22 – 23 y La Teoría de la Evolución, o.c. p.p. 25 – 44.
15
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de alas para volar, a los peces de agallas y aletas para vivir en el agua, y
al hombre de inteligencia para dar culto a Dios.
En la Grecia clásica encontramos mitos sobre la creación, algunos con reminiscencias evolucionistas. Anaximandro pensaba que los
animales podrían ser transformados de un tipo en otro. Empédocles
proponía que los animales se formaban poniendo juntas partes preexistentes que se ajustaban unas a otras para formar un cuerpo.
Comentando a Ayala, se puede decir, que los presocráticos manifiestan tendencias evolucionistas, excepto los filósofos de Elea. El
το απειρον de Anaximandro, las οµεοµεριαs y el νουs de Anaxágoras, los cuatro elementos de Empédocles y el λογοs de Heráclito son
como la razón-ciega que conduce a la materia, origen de todos los seres, a su determinación y se asemeja mucho a la razón-alma de los vitalistas, al l’élan vital de Bergson y a la selección natural de C. Darwin.
Sin embargo, son objeto de discusión las ideas evolutivas de Aristóteles. La interpretación que hace Ayala al respecto y en la que siempre
sigue a J. H. Randall, es la siguiente:
Aristóteles era un observador cuidadoso de la naturaleza, pero para él también todo cambio es en sí mismo negación del ser. La naturaleza consta de
acto y potencia; el acto es verdadera realidad, la potencia es carencia o negación de realidad. Las esencias de las cosas son, en cualquier caso, inmutables. Toda la realidad está moldeada según las esencias eternas. Si las
cosas materiales cambian es porque la materia es potencia. El cambio, el
movimiento y el tiempo son “accidentes” de la realidad que no modifican
las esencias de las cosas.16
Y J. H. Randall escribe:
Para Aristóteles la evolución cósmica no existe; para él nunca ocurre nada
nuevo o diferente. Se ha dicho con razón, que para Aristóteles la naturaleza es como un ejército siempre marcando el paso, pero sin ir hacia ningún
sitio.17
J. H. Randall afirma con rotundidad que Aristóteles no admite
la evolución, a lo que se opone Alfredo Marcos.18 Éste autor afirma
que entre los actuales filósofos de la Biología es frecuente caracterizar
la Biología de Aristóteles de antievolucionista por su noción esencialista y fijista de la especie. Hay, por el contrario, quien dice que la Biología de Aristóteles como esencialista y fijista debe ser abandonada y es
menos radical de lo que se ha pensado. La oposición frontal que algu16
F. J. AYALA, “Evolución, Tiempo y Filosofía”, “Arbor”, 1969, nº. 74, p. 191.
J. H. RANDALL, Aristotle, Columbia University Payperbacs, 1963, p. 138, citado por Ayala.
18
A. MARCOS, Aristóteles y otros animales, Promociones y Publicaciones Universitarias, Barcelona, 1996, pp. 262 – 266.
17
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nos ven entre la Biología evolutiva y la aristotélica necesita con urgencia de matización.19 Recuerda A. Marcos, que toda la filosofía del estagirita es un intento de salvar, a la par, la realidad del cambio y la inteligibilidad de la naturaleza. Es frecuente encontrar frases en la Biología
aristotélica con fuerte connotación evolucionista:
El que no se parece a sus padres ya es en cierto modo un monstruo, pues
en estos casos la naturaleza se ha desviado de alguna manera del género.20
No es motivo de preocupación para Aristóteles la existencia de
seres vivos que en su terminología propia dice: tienden hacia ambas
partes. Así, se encuentra con animales intermedios:
El avestruz entre cuadrúpedo y ave; los peces ovo-vivíparos como el tiburón; las focas entre animales terrestres y peces; los murciélagos entre aves
y animales terrestres; los monos entre hombres y cuadrúpedos y hasta los
llamados zoofitos que tienen naturaleza intermedia entre animales y plantas.21
En embriología se inclina Aristóteles,22 según A. Marcos, por la
epigenesis y no por la preformación. Enuncia la posibilidad de surgimiento de lo orgánico a partir de lo inorgánico (generación espontánea)
y la continuidad entre lo animado y lo inanimado. Por último, habla de
la evolución de las ciencias y de las artes y menciona en su Diálogo
sobre la Filosofía la noción de evolución, aumento o progreso cultural
de la humanidad. Marcos23 sugiere que no existe una incompatibilidad
radical e incluso que la teoría aristotélica admitiría una extensión
evolutiva.
Con más proximidad al concepto actual de evolución, recuerda
24
Ayala, que algunos Padres de la Iglesia primitiva como S. Gregorio
Nacianceno (330-390) y S. Agustín de Hipona (354-430) sostienen que
no todas las especies de plantas y animales fueron creados desde el
principio por Dios, sino que algunos se han desarrollado a partir de especies o semillas creadas por Él, (rationes seminales). Concluyen ambos Santos Padres que no todas las especies existían ya en la época del
19
En efecto, Aristóteles lejos de negar el movimiento, cambio, como su antecesor Parménides, no
sólo lo admite y le preocupa como realidad, sino que es el primero en explicarlo utilizando los conceptos de acto y potencia. No se olvide, que la forma aristotélica es ενηργεια (acto) y siempre engendra δυναµιs (movimiento.)
20
ARISTÓTELES, De Generatione animalium, 767 b, 5 – 7. Citado por A. Marcos.
21
ARISTÓTELES, De Partibus animalium, 16 – 697 b 30. Citado por A. Marcos.
22
I. DÜRING, De Partibus animalium, Göteborg, 1990, p. 823. ARISTÓTELES, De generatione
animalium, 762 b 28 – 763a 7. ARISTÓTELES, Historia animalium, 588b, 3 y ss. Citado por A.
Marcos.
23
A. MARCOS, o.c. p. 266.
24
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 26 – 30.
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190
arca de Noé, sino que muchas de ellas aparecieron después del Diluvio
universal.
En la Edad Media, S. Alberto Magno (1200- 1280) y su discípulo S. Tomás de Aquino estudian la posibilidad de que larvas y moscas
surjan de forma espontánea de la carne putrefacta, como se creía en
aquella época. S. Tomás enumera las razones filosóficas y teológicas en
pro y en contra y, por tanto, ni afirma ni niega porque es asunto a resolver por los científicos.25
Una figura española relevante por sus ideas sobre la evolución
biológica es José de Acosta (1540-1600), jesuita, misionero, naturalista
y antropólogo en Hispano América, considerado por muchos autores
como el padre de la Biogeografía y Paleografía modernas. Según Leandro Sequeiros,26 Acosta en su obra principal Historia Natural y Moral
de las Indias, adelantándose a Darwin, presenta con audacia las posibles causas de la distribución de los seres vivos en Hispano América.
Dos son las cuestiones principales que le preocupan: primera, cómo
llegaron hasta allí los animales y plantas americanos que son comunes
con los de Europa; segunda, la más difícil: ¿cómo explicar la existencia
en América de animales y plantas diferentes a los de Europa? A juicio
de Sequeiros, Acosta ensaya tres soluciones en las que intervienen argumentos naturalistas y filosóficos. Esquemáticamente estas respuestas
serían:
1ª) “Allá los produjo el Creador”: solución teológica (Creacionista).
2ª) “Se conservaron en el Arca de Noé... y se fueron a distintas
regiones”: solución teológico-geográfica. (Diluvista).
3ª) “Reducirlos a los de Europa”: solución transformista. (Evolucionista).
En su valiosa aportación a las ciencias naturales, en expresión
de Sequeiros, Acosta manifiesta su epistemología de talante moderno.
Destaca el gran naturalista francés Jean-Baptiste de Monet, caballero de Lamarck (1744-1829) que admite la idea de su tiempo, la de
una progresión creciente en los seres orgánicos desde los simples a los
más complejos y concibe la primera teoría evolucionista detallada, extensa y consistente aunque más tarde se mostrase errónea. Lamarck defiende que se dan modificaciones en los organismos al adaptarse a su
ambiente por cambio de hábitos. El uso de un miembro u órgano lo re25
Ayala hace un recorrido histórico sobre los personajes que han defendido de un modo u otro la
evolución de los seres orgánicos en La teoría de la Evolución, o.c. pp. 26 – 30. No es necesaria su
repetición en este trabajo por ser suficientemente conocida la historia de los acontecimientos evolutivos.
26
L. SEQUEIROS, “José de Acosta (1540-1600) y sus ideas sobre la evolución biológica, cuatro
siglos después”, La Nueva Alianza entre Ciencias y Filosofía, ed. A. BLANCH, ASINJA, Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, septiembre de 2000.
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fuerza y el desuso lo conduce a su eliminación gradual. Las características adquiridas por uso y desuso son heredadas. Nunca explicó el proceso de esta herencia. Esta idea conocida como herencia de los caracteres adquiridos será rechazada en el siglo XX. La teoría lamarckiana,
no obstante, contribuyó a la expansión del concepto de evolución biológica.
A juicio de Ayala, el valor fundamental de la obra de Charles
Darwin está en haber producido la Revolución darwiniana que completa la revolución copernicana iniciada en los siglos XVI y XVII y ampliadas por Galileo Galilei e I. Newton. Para Ayala, con la revolución
copernicana el funcionamiento del universo deja de ser atribuido a la
inefable voluntad del Creador y pasa al dominio de la ciencia, que es
una actividad intelectual que trata de explicar los fenómenos del universo por medio de causas naturales. 27 La revolución copernicana sustituye la explicación teológica de los fenómenos naturales por la explicación científica. La revolución darwiniana intenta hacer lo mismo pero
aplicada a los seres vivos. La revolución copernicana dejó a éstos fuera
de su alcance, dando explicación causal sólo de los fenómenos naturales de carácter físico. C. Darwin demostró que los organismos evolucionan, incluido el hombre, descienden de antepasados muy diferentes
y que las especies se relacionan entre sí por tener ancestros comunes.
Pero más importante que demostrar el hecho de la evolución es dar una
explicación causal de este hecho con su teoría de la selección natural.
Antes de C.Darwin, continúa Ayala,28 las adaptaciones y diversidad de
los organismos eran atribuidas a la sabiduría omnisciente del Creador,
como hacían los teólogos medievales y en el mundo anglosajón del siglo XIX el teólogo inglés Willian Paley. Alfred Russel Wallace (18231913) descubrió la idea de selección natural independientemente de C.
Darwin y varía de éste, entre otros asuntos, en que niega que la selección natural sea suficiente para explicar el origen del hombre, el cual
requiere intervención divina directa.
27
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. pp. 30 – 31. Siguiendo al profesor Ayala, en realidad, el que funda la teoría moderna de la evolución es Charles Darwin (1809-1882). El 27 de diciembre de 1831, tras su graduación en Cambridge, Charles Darwin zarpó como naturalista a bordo
del HMS Beagle para realizar un viaje alrededor del mundo que duró cuatro años hasta octubre de
1836. Permaneció mucho tiempo en las costas de Sudamérica, visitó Australia y muchos archipiélagos del Pacífico, desembarcando con frecuencia para recoger especies de plantas y animales. En
Argentina descubrió huesos fósiles de grandes mamíferos extintos y observó numerosas especies de
pinzones en las islas Galápagos. Estos descubrimientos le llevaron a pensar que las especies no eran
fijas sino que cambiaban, y a interesarse por explicar el origen natural de las mismas. En 1859, veinte y tres años después, publicó el “Origen de las Especies” donde expone su teoría de la evolución y
lo más importante, una explicación causal del diseño de los organismos mediante el proceso de la
selección natural.
28
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. pp. 31 – 36.
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192
Como dice F. J. Ayala,29 la dificultad más seria que padecía el
darwinismo era la carencia de una teoría que explicara la persistencia
de la herencia de generación en generación, y las variaciones sobre las
que actúa la selección natural como el eslabón para completar la cadena
argumental de C.Darwin. La explicación de la transmisión de la herencia que corría en aquel tiempo era: las características favorables y desfavorables formaban una mezcla en los descendientes en la cual no podría actuar la selección natural y se diluía rápidamente de una generación a otra.
En 1866 publica el monje agustino Gregorio Mendel en Proceeding de la Sociedad de Historia Natural de Brünn los resultados de
sus experimentos con Pisum sativum y Mirabilis jalapa en el jardín de
su monasterio de dicha ciudad.30
Entre los defensores del darwinismo se distingue el biólogo
alemán August Weismann (1834-1914) quien publica su teoría sobre el
germoplasma.31 Redescubierta la teoría mendeliana de la herencia en
1900 por el holandés Hugo de Vries y el alemán Carl Correns casi simultáneamente, ponen el énfasis, como dice Ayala,32en el papel de la
herencia en la evolución. De Vries propone una nueva teoría de la evolución conocida por mutacionismo y que elimina el concepto de selección natural como el proceso principal de la evolución.33
Esta teoría de la mutación rápida y repentina fue rechazada por
muchos naturalistas y especialmente por los llamados biometristas liderados por el matemático inglés Karl Pearson. Éstos defendían que la
selección natural es la causa principal de la evolución que se realiza a
través de los efectos acumulativos de variaciones pequeñas y continuadas como las que se observan en individuos normales, como son el ta29
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. pp. 36 – 37.
En su teoría expone los principios fundamentales de la herencia biológica, con vigor todavía en la
actualidad. Esta teoría dice que la herencia biológica se produce a través de pares de factores heredados (genes) cada uno de un progenitor, y que no se mezclan sino se disgregan en los gametos o
células sexuales. Esta explicación permaneció desconocida hasta 1900, cuando fue descubierta de
nuevo por científicos europeos. Mientras tanto era el neo-lamarckismo la teoría alternativa vigente
que tomaba de Lamarck el uso y el desuso en el desarrollo y atrofia de los órganos, y añadía la
noción de que el medio ambiente actúa directamente en las estructuras orgánicas, con la cual explicaba la adaptación al ambiente y el modo de vida de los organismos.
31
En ella distingue Weismann en todo organismo dos componentes: el soma que comprende las
principales partes del cuerpo y sus órganos, y el germoplasma que contiene las células que darán
origen a los gametos y a la herencia. Esta separación de soma y germen, según Weismann, hace
imposible la transmisión de los caracteres adquiridos y deja paso abierto a la selección natural como
único medio para explicar las adaptaciones biológicas. Las ideas de Weismann son conocidas desde
1896 como el neodarwinismo.
32
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. pp. 38 – 39.
33
Para de Vries y otros, hay dos tipos de variación en los organismos: la variación ordinaria que se
da entre los individuos de una especie y no tiene trascendencia hereditaria fuera de la especie, como
el color de los ojos, de las flores o el tamaño y la mutación genética que se produce por mutaciones
espontáneas de los genes y que dan lugar a que puedan originarse nuevas especies. Una nueva especie se origina de repente de otra anterior, de forma imprevisible y sin transición.
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maño, la fecundidad, la longevidad y la adaptación a diversas condiciones ambientales. Estas variaciones se llaman métricas o cuantitativas
porque se pueden medir y no son cualitativas porque no sirven para distinguir las especies.
Según Ayala,34 la cuestión era si las especies aparecen de forma
repentina por mutaciones importantes (cualitativas), o de manera gradual por acumulación de variaciones pequeñas (cuantitativas). Para la
resolución de la controversia, el primer paso fue descubrir que la herencia de las variaciones cuantitativas obedece a las leyes mendelianas y
están determinadas por varios genes, cada uno con efecto muy pequeño.
Varios teóricos de la Genética demostraron matemáticamente que la
selección natural actuaba de modo acumulativo sobre variaciones pequeñas que producían cambios importantes en la forma y función.35. En
1937 el genetista ruso Theodosius Dobzhansky, de nacionalidad estadounidense, publicó su obra La Genética y el Origen de las especies
con la que contribuyó de forma intensiva a la formulación de la llamada
teoría sintética o teoría moderna de la evolución, en la que se integran
la selección natural de C.Darwin y la genética mendeliana.36 La teoría
sintética quedó definitivamente aceptada como correcta, aunque discutible en cuanto a detalles.
En 1953 la Biología molecular recibe un gran impulso con el
descubrimiento de la estructura del DNA por J. Watson y F. Crick, el
material hereditario contenido en los cromosomas del núcleo celular.
La información genética codificada en la secuencia de nucleótidos del
DNA determinan la secuencia de aminoácidos de las proteínas.
En 1968 el genético japonés Motoo Kimura presenta su teoría
neutral de la evolución a escala molecular, llamada también teoría no
darwinista o teoría de la trayectoria neutral, según la cual, los cambios
en las secuencias del DNA y proteínas son adaptativamente neutrales.
Esta teoría implica la existencia de un reloj molecular de la evolución
porque, conforme a esta teoría, continúa Ayala,37 la probabilidad de que
haya una sustitución de un componente por otro en el DNA o en las
proteínas, en un gen dado, es constante, por lo que el número de diferencias entre dos especies refleja el tiempo transcurrido desde su separación de un ancestro común.
En los últimos años se ha descubierto que las técnicas de clonación y secuenciación del DNA ofrecen un medio poderoso para conocer
la evolución molecular ayudadas de la Bioinformática.
34
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. pp. 39 – 41.
Entre estos genéticos destacaron: R. A. Fisher, J. B. Haldane y S. Wright.
36
Entre los autores que colaboran con T. Dobzhansky a perfeccionar y extender la teoría sintética
destacan en Estados Unidos, el zoólogo E. Mayr, G. Simpson paleontólogo y el botánico G. L. Stebbins; el zoólogo J. Huxley en Inglaterra y B. Rench en Alemania.
37
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. p. 42.
35
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Por último, la Geología y Geofísica con la investigación de tectónica de placas han conseguido que se conozcan los movimientos de
los continentes que se unen o separan unos centímetros al año y que han
contribuido al cambio de faz de la tierra, a grandes cambios climáticos,
provocando el aislamiento geográfico y reproductivo, como lo enseña
la Biogeografía.
La Ecología que estudia las interacciones de los organismos con
el ambiente, la Etología evolutiva que trata del comportamiento animal
y la Sociobiología que investiga la conducta animal en sociedad, han
contribuido también de forma notable al conocimiento del proceso evolutivo.
No podemos terminar esta reseña histórica sin hacer algunas referencias, las más importantes, al impacto de la teoría de la evolución
en los medios culturales y especialmente religiosos. El profesor Ayala
escribe:
La publicación del Origen de las Especies en 1859 tuvo gran impacto en la
sociedad de su tiempo, inmediatamente en Inglaterra, pero enseguida también en el resto de Europa y en América. El libro se convirtió en tópico de
salón sujeto a vehementes ataques e incluso al ridículo. Científicos, políticos, clérigos y personas notables de todo tipo discutían el libro, defendiendo o negando las ideas de Darwin. Los ataques mencionaban frecuentemente el origen de los humanos a “partir del mono” como proposición
ofensiva e inaceptable. Pero subyacente a ésta y a otras críticas residía una
objeción fundamental: la que se opone al diseño en el universo, particularmente del diseño de los seres vivos por medio de causas naturales. Dios,
el gran diseñador de la concepción de Aquino y Paley, queda remontado,
en el mejor de los casos, al papel de Creador del mundo original y de sus
leyes inmanentes en vez de ser responsable de la configuración y la operación de los organismos y del resto del universo.38
En este contexto es fácil comprender las controversias de orden
religioso surgidas especialmente entre los teólogos de la Cristiandad,
debidas a la falsa interpretación literal que se hacía en aquel tiempo de
la lectura de la Biblia, sobre todo, de los primeros pasajes del libro del
Génesis.39
38
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. p. 34.
Ya muchos siglos antes, S. Tomás de Aquino demostró no ser incompatibles la fe y la razón. Ambas parten de puntos de referencia distintos y si sus planteamientos son correctos, no deben, ni hay
motivo alguno para ello, estorbarse la una a la otra. Es más, pueden ayudarse mutuamente en la
adquisición de conceptos más amplios, asunto este que se resuelve satisfactoriamente en nuestros
días. Advirtamos el uso corriente que se hace del antropomorfismo cuando hablamos de Dios al no
tener otro punto de referencia mejor que el hombre imagen y semejanza de Dios, según la Biblia.
Ésta, desde sus primeras páginas, presenta a Dios en forma antropomórfica como si fuese un artesano que moldea el mundo en seis días y descansa el séptimo a semejanza del alfarero hebreo, metáfora propia del lenguaje mítico y entendida como tal por el pueblo creyente.
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Ayala40 nos presenta una semblanza de esta controversia que
termina a favor de la teoría de la evolución. Ya el teólogo inglés Willian Paley (1743-1805) defendía en su Natural Theology (1802) que no
se puede concebir la organización compleja y precisa del ojo humano
surgida como resultado del azar. Su argumento resumido era: es absurdo suponer que, por puro azar, el ojo se componga, primero, de una serie de lentes transparentes, único tejido transparente en el cuerpo humano. Segundo, de una tela negra, ningún otro tejido es negro en el cuerpo, colocada en el sitio geométrico propio para recibir los rayos de luz,
formarse una imagen clara, y tercero, un nervio largo que comunica
esta membrana con el cerebro.
Otro teólogo protestante americano Charles Hodge (1874) afirmaba que la teoría de C. Darwin constituía la más completamente naturalística que puede imaginarse, aún más atea que la de su antecesor
Lamarck. C. Hodge defendía que el diseño del ojo humano manifiesta
que ha sido planeado por el Creador, de igual manera que el diseño de
un reloj manifiesta la existencia de un relojero. La negación del diseño
divino en la naturaleza es equivalente a la negación de la existencia de
Dios.
Otros teólogos afirman que no hay incompatibilidad entre la
teoría de la evolución, explicación causal, y la creación divina. La cuestión se resuelve aceptando que Dios opera a través de las causas segundas o intermedias, de las que ya hablaban los escolásticos.
La ciencia puede explicar por causas inmediatas los fenómenos
naturales sin negar, por ello, ni la existencia ni la creación de Dios.
Como dice Ayala:
La evolución también puede ser considerada como un proceso natural, a
través del cual, Dios trae las especies vivientes a la existencia de acuerdo
con su plan.41
El eminente teólogo A. H. Strong, presidente del Seminario
Teológico de Roschester en New York, en su libro Systematic theology
(1885), citado por el profesor Ayala, escribe:
Aceptamos el principio de la evolución pero lo vemos sólo como el método usado por la Inteligencia Divina. Aceptar que los humanos tienen antepasados animales no es incompatible con su condición excepcional como
criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios. (…) El hombre no es una
40
F. J. AYALA, “The evolution of Life: An overview”, Evolutionary and MolecularBiology, o.c.
pp. 28 – 29. También en F. J. AYALA, Origen y Evolución del hombre, Editorial Alianza Universidad, Madrid, 1995, p. 12.
41
F. J. AYALA, La teoría de la Evolución, o.c. p. 22.
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196
bestia, aun cuando la bestia haya contribuido de alguna manera a su creación.42
No obstante, en la década de los años 1920, continúa Ayala, los
fundamentalistas creacionistas estadounidenses, defensores de la Ciencia de la Creación, consiguieron que cuatro estados: Arkansas, Mississipi, Oklahoma y Tennesee, prohibieran la enseñanza de la teoría de la
evolución en las escuelas públicas. En 1968, La Corte Suprema de los
Estados Unidos declaró esta ley como no-constitucional.
Gradualmente la evolución por selección natural ha sido bien
recibida por la mayoría religiosa cristiana.
Nos recuerda Ayala43 que ya en el siglo XX la teoría de la evolución biológica es aceptada por los escritores cristianos. En 1950, el
Papa Pío XII en su encíclica Humani generis reconoce que la evolución
biológica es compatible con la fe cristiana, aunque para la creación del
alma humana es necesaria la intervención de Dios.
Finalmente es el Papa Juan Pablo II en el discurso dirigido en
1981 a la Academia Pontificia de las Ciencias quien dijo textualmente:
La Biblia nos habla del origen del universo y sus componentes, no con el
propósito de enunciar un tratado científico, sino en orden a establecer las
relaciones apropiadas del hombre con Dios y con el universo (…) Es un
error tomar la Biblia como un tratado introductorio de astronomía, geología y biología.44
En el discurso de 1996, a la misma Academia Pontificia de las
Ciencias dijo: “La teoría de la evolución es más que una mera hipótesis”.45
Todas estas aportaciones indican que gradualmente la evolución
por selección natural ha sido bien recibida por la mayoría religiosa cristiana.46
Hoy podemos decir con certeza que no existe incompatibilidad
alguna entre fe y ciencia, evolución y religión; ambas usan lenguajes
propios, diferentes y, por tanto, incommensurables, lo cual no significa
negar las buenas relaciones que deben reinar entre ellas puesto que las
dos benefician al ser humano mientras se mantienen en su propio ámbito y cordura, respetando su dignidad.
42
F. J. AYALA, Ibidem, p. 22.
F. J. AYALA, Ibidem, p. 22.
44
F. J. AYALA, “The evolution of Life: An Overview”, Evolutionary and Molecular Biology, o.c.
p 29.
45
F. J. AYALA, Ibidem, p. 29. Para más detalle puede consultarse también el trabajo del autor
“Darwin and the Bible”, “History and Philosophy of Life Science”, 1998, nº 10, pp. 137 – 144.
46
Hay todavía regiones musulmanas donde el fundamentalismo religioso impide la enseñanza de la
teoría de la evolución. Tal vez se debe a la ancestral confusión entre explicación arreligiosa y antirreligiosa, ésta como negación de Dios.
43
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5. 3. El hecho de la evolución según F. J. Ayala.
Comprobaciones.
Según Ayala:
La obra de C.Darwin tuvo una influencia de la que carecieron las teorías
evolutivas anteriores porque obtuvo evidencia abundante de que la evolución biológica ha ocurrido de hecho.47
En realidad, lo que C. Darwin no pretendía al descender cada
vez del Beagle en su periplo, era acumular datos recogiendo materiales
orgánicos que examinaba minuciosamente y demostrar el hecho de la
evolución biológica.48 Así parece deducirse del párrafo inicial de El
Origen de las Especies.49
Para el Dr. Ayala,50 desde el regreso del Beagle el 2 de octubre
hasta la publicación de El Origen de las Especies y hasta el fin de su
vida, Darwin buscó pruebas empíricas que confirmasen el origen evolutivo de los organismos y su teoría de la selección natural.
El hecho determinante y cierto es, según Ayala,51 la evidencia
de relaciones entre todos los organismos debidas a una común descendencia con modificaciones como lo han demostrado con abundancia la
Paleontología, la Anatomía Comparada, Biogeografía, Embriología
Bioquímica, Genética Molecular y otras disciplinas biológicas.
La primera idea surgió de la observación de cambios sistemáticos en la sucesión de restos fósiles encontrados en una secuencia de
yacimientos de rocas estratificadas. Tales yacimientos son conocidos
como acumulaciones de zonas de kilómetros que representan, por lo
menos, 3.500 millones de años de tiempo geológico según los exámenes de radioactividad realizados. La secuencia general de fósiles desde
el fondo hasta la superficie en rocas profundas estratificadas fue reconocida antes de que C.Darwin percibiera la progresión de formas biológicas y que implicaba con fuerza una descendencia común. La eviden-
47
F. J. AYALA, “Evolución, Tiempo y Filosofía”, “Arbor”, o.c. p. 189.
C. CASTRODEZA, Teoría histórica de la selección natural, Editorial Alambra, Madrid, l988.
Según este autor, Darwin no fue de viaje en el Beagle para recoger muestras y probar la evolución.
Su viaje no tenía ese objetivo. Durante su estancia en las islas Galápagos, Darwin seguía siendo un
creacionista. Su adopción del transformismo fue posterior a su recogida de datos. Hasta 1838 no
llega a formular el principio de la selección natural.
49
C. DARWIN, El Origen de las Especies, Ediciones Akal, Madrid, 1994, traducción de Enrique
Godinez.
50
F. J. AYALA, Evolución, DOBZHANSKY, AYALA, STEBBINS, VALENTINE, Ediciones
Omega S:A. Barcelona, 1993, p. 482.
51
F. J. AYALA, “The Evolution of Life: An Overview”, Evolutionary and Molecular Biology, o.c.
p. 29.
48
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cia de un ancestro común la proporciona, en primer lugar, la Paleontología.
5. 3. 1. Pruebas paleontológicas del hecho de la evolución. La
Paleontología, dice Ayala,52 era una ciencia rudimentaria en tiempos de
Darwin y gran parte de la secuencia geológica de rocas estratificadas
permanecía desconocida e inadecuadamente estudiada. Por esta razón,
Darwin estaba extrañado de la escasez de verdaderas formas intermedias.53. A pesar de las lagunas del registro fósil, que aún permanecen en
la actualidad, muchas han sido cubiertas por la investigación de los paleontólogos desde C.Darwin. Cientos de miles de organismos fósiles
encontrados en buen estado en rocas estratificadas representan una sucesión de formas a través del tiempo y ponen de manifiesto muchas
transiciones de carácter evolutivo. Mayor evidencia presentan organismos más complejos como los eucariotas que fueron descubiertos fósiles en pedernal con unos 1.500 millones de años. Formas más desarrolladas como algas, hongos, grandes plantas y animales se han encontrado en estratos geológicos más recientes. El orden aproximado de aparición de formas complejas, según Ayala, puede ser éste:
Formas de vida
Millones de años
Células procariotas
3.500
Células eucariotas
1.400
Primeros animales multicelulares 670
Animales con caparazón
540
Vertebrados (peces)
490
Anfibios
350
Reptiles
310
Mamíferos
200
Primates no humanos
60
Primeros monos
25
Austrolopitécidos
5
Homo sapiens (Hombre moderno) 150. 000 años.
La secuencia de formas observadas, incluidas las de más alta categoría, como algas, hongos y plantas implican con rigor, que tienen un
ancestro común en la primera célula eucariota. Además, se han descubierto muchas formas intermedias entre peces y anfibios, entre anfibios
y reptiles, entre reptiles y mamíferos, entre los monos y los hombres.
52
F. J. AYALA, Ibidem.
Los anti-evolucionistas ven en esta deficiencia un punto débil de la teoría de la evolución, según
Ayala.
53
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199
La dificultad radica en señalar categóricamente cuándo y cómo ocurre
la transición.54
Todos los fósiles pueden ser considerados formas intermedias
en algún sentido. El registro fósil, aunque incompleto, facilita evidencia
clara del cambio sistemático irreversible a través del tiempo de la descendencia con modificación. De este modo se podrá predecir que los
anfibios no aparecerán antes que los peces, ni los mamíferos antes que
los reptiles y la vida compleja no aparecerá antes de la más antigua célula eucariota. Esta predicción está confirmada por la evidencia acumulada hasta aquí.55
Algunos creacionistas, continúa Ayala,56 han propuesto que todo el registro fósil con su ordenada secuencia es el producto de un singular diluvio universal que duró más o menos un año, primero cubrió
las más altas montañas y después toda la tierra. Según esto, haría falta
un diluvio de suficiente magnitud para depositar todos los estratos existentes y un volumen de agua tan grande como el que existe sobre la tierra, y para la formación de esta costra, un período de unos cuatro millones de años. Esta creencia desafía a todas las observaciones geológicas
y los principios de la física que se refieren a promedios de sedimentación y a las posibles cantidades de materia sólida depositada. Esta hipótesis de un diluvio universal cubriendo montañas no tiene apoyo científico.57
5. 3. 2. Pruebas anatómicas del hecho de la evolución. Confirma Ayala58 que las deducciones de la Paleontología acerca de un ancestro común para todos los organismos se han visto confirmadas por
los argumentos de la Anatomía Comparada. Los esqueletos de un hombre, un perro, un pájaro y una ballena son asombrosamente similares a
pesar de las diferentes formas de vida de estos animales y de la diversidad de sus ambientes. Esta semejanza permite comprender que la estructura básica de los miembros ya existía en los antepasados y ha sido
modificada sólo lo necesario para cumplir funciones diversas junto con
las relaciones de parentesco entre especies descendientes de un mismo
54
Son interesantes las especulaciones de L. Margulis y Raff and Mahler sobre la evolución de los
procariotas a eucariotas. L. Margulis propone la hipótesis de la simbiogénesis bacteriana en Origin
of Eukaryotic cells, Yale University Press, 1970. Raff R. A. y H. R. Mahler defienden la hipótesis
de la invaginación de la membrana celular en “Symbiotic origin of mitokondria”, “Science”, 177,
pp. 575 – 582, 1972. Puede verse también J. W. Valentine en Evolución, o.c. pp. 380 – 386.
55
Sobre el origen de los organismos pluricelulares y metazoos, puede consultarse Evolución, o.c. pp.
391 – 393 y 395 – 435.
56
F. J. AYALA, “The evolution of Life: An Overview”, Evolutionary and Molecular Biology, o.c.
p. 30. Sobre el Creacionismo puede consultarse la obra de E. SOBER Filosofía de la Biología,
Alianza Editorial, 1996, pp. 59 – 103.
57
Las técnicas radiactivas, han prestado gran ayuda a la Paleontología para datar las épocas geológicas antiguas y así identificar las edades de los fósiles.
58
F. J. AYALA, “Evolution of Life: An Overview”, Evolutionary and Molecular Biology, o.c. p. 31.
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200
antepasado. Las especies con un ancestro común reciente son anatómicamente más semejantes entre sí que las que tienen antepasados comunes más lejanos. A estas semejanzas estructurales llaman los científicos
homologías con las que se explican muy bien, no sólo el hecho de la
evolución sino también la filogenia o historia evolutiva de los organismos.
5. 3. 3. Pruebas biogeográficas del hecho de la evolución.
Continuando el estudio de las comprobaciones del hecho de la evolución de la vida a las que el profesor Ayala59 nos remite, otra es la evidencia que aporta la Biogeografía sobre la existencia de un ancestro
común en las diferentes especies. Nos recuerda el autor que la diversidad de la vida es espléndida; que aproximadamente viven 250.000 especies de plantas, 100.000 de hongos y 1.500 de animales y de microorganismos, cada una ocupando su propio nicho ecológico. Hay especies que viven bajo un amplio régimen de condiciones ambientales
como pueden ser el hombre y su compañero el perro, pero hay otras
asombrosamente especializadas como el hongo Laboultenia que vive
exclusivamente bajo las alas del escarabajo Aphaenos cronei, habitante
de algunas cuevas al sur de Francia.
¿Cómo entender, se pregunta Ayala,60 la colosal y caprichosa
diversidad de los seres vivos en zonas distanciadas y aisladas? Responde el profesor californiano que la inusual diversidad de especies en algunos archipiélagos como las islas Hawai y las Galápagos alejadas de
continentes y otros archipiélagos no puede ser sino una consecuencia de
la evolución; así lo comprobó C. Darwin. Éste observó que en las islas
Galápagos existían especies de pinzones diferentes de una a otra isla, y
ausentes en el continente suramericano. La razón biológica de estas diferencias es, que al estar estas islas tan extremadamente alejadas de
continentes y otros archipiélagos, muy pocos colonizadores pudieron
llegar a estos lugares tan aislados. Las especies que llegaron encontraron muchos nichos ecológicos o ambientes desocupados sin especies
competidoras o depredadoras, las cuales limitaran su multiplicación.
Ante esta situación, las especies se diversificaron con rapidez dando
lugar al proceso que se conoce como radiación adaptativa.
Cómo pudieron llegar los primeros colonizadores a estos parajes tan lejanos lo resuelve hipotéticamente el mismo C. Darwin con
sencillos experimentos realizados con otras especies, tema al que dedica los capítulos 12 y 13 de El Origen de las Especies.61
59
F. J. AYALA, “Evolution of Life: An overview”, Evolutionary and Molecular Biology, o.c. pp. 32
– 33.
60
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. pp. 57 – 58.
61
C. DARWIN, El Origen de las Especies, Ediciones, o.c. 416 – 475.
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201
La explicación de todos los caprichos biogeográficos no está en
que se trata de ambientes distintos más favorables a unas especies que a
otras, dice Ayala62 en coordinación con C. Darwin. No hay razón para
creer que los animales de Sudamérica no estén bien dotados para vivir
en África y viceversa o que las islas Hawai y Galápagos u otras sean
menos hospitalarias para especies ausentes. Como dice el Dr. Ayala:
La ausencia de muchas especies en un ambiente hospitalario en el que
prosperan una variedad extraordinaria de otras especies, argüía C.Darwin,
puede ser comprendida desde la teoría de la evolución que explica que las
especies existen y evolucionan sólo en aquellos continentes o islas que
fueron colonizadas por sus ancestros.63
5. 3. 4. Pruebas embriológicas del hecho de la evolución.
Otra de las pruebas que aportan evidencia sobre un origen común de los
seres vivos es el de la Embriología, disciplina biológica que estudia el
desarrollo de los organismos desde la fertilización hasta el momento del
nacimiento o eclosión. Ayala64 refiere que C. Darwin y sus seguidores
señalaron que todos los vertebrados, desde los peces hasta las lagartijas
y el hombre se desarrollan de manera bastante similar durante las etapas
tempranas, y que se van diferenciando cada vez más a medida que el
desarrollo embrionario avanza hasta el estado adulto. Estas semejanzas
embrionarias persisten más tiempo entre organismos que están emparentados más próximamente como hombres y monos, que entre los más
alejados como hombre y tiburón.
La única explicación científica de esta similitud en las primeras
fases del embrión entre organismos tan dispares como el hombre y la
lagartija, según Ayala,65 es que comparten patrones fijos de desarrollo
heredados de un mismo ancestro y después son modificados según la
dirección en la que evolucionan cada uno de los linajes.
El profesor Ayala66 propone algunos ejemplos de estructuras
embrionales que también evidencian un origen común. La presencia de
aperturas bronquiales en el embrión humano, a pesar de que jamás las
usará en su respiración, no puede explicarse si no es acudiendo a un
ancestro común, el pez, que sí las necesitará esencialmente. El coxis
como cola rudimentaria en el ser humano que no se desarrolla como en
otros mamíferos. Un vestigio muy significativo es el apéndice vermicular sin función alguna pero que sí se desarrolla en mamíferos herbívoros que les sirve para almacenar celulosa y digerirla con ayuda de bac62
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 58.
F. J. AYALA, Ibidem.
64
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. p. 55.
65
F. J. AYALA, Ibidem.
66
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. p. 56.
63
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202
terias. Es el propio C. Darwin el que recapitula todas estas pruebas a
favor de la evolución de los organismos con estas palabras:
Finalmente proclaman, a mi parecer, las diversas clases de hechos considerados en este capítulo, que las especies, géneros y familias innumerables
que pueblan este mundo, descienden todos, cada uno dentro de su propia
clase o grupo, de padres comunes, y han sido todos modificados en el
transcurso de la descendencia, que yo sin vacilar adoptaría esta teoría, aun
cuando no estuviera apoyada por otros hechos y argumentos.67
5. 3. 5. Pruebas moleculares del hecho de la evolución. C.
Darwin, como es obvio, desconocía las pruebas de la Biología Molecular recientemente surgida en la mitad del siglo XX con el descubrimiento de la estructura del DNA por J. Watson y F. Crick. Con esta nueva
disciplina conocemos el proceso evolutivo en su nivel molecular, y como afirma Ayala:
La Biología Molecular, la más reciente de las disciplinas biológicas, aporta
la más detallada y convincente evidencia a favor de la evolución biológica.68
La importancia de este método radica en su precisión y finura y
en que la evolución molecular ha mostrado con gran poder de convicción que todos los seres vivos, desde las bacterias al hombre, están relacionados por descendencia de antepasados comunes. Esta íntima relación escrita en los componentes moleculares de los organismos, está
cimentada en el DNA, cuya organización y estructura a partir de cuatro
nucleótidos es similar en bacterias, plantas, animales y seres humanos
que, a su vez, sintetizan de modo semejante todas las proteínas a partir
de los mismos veinte aminoácidos. La clave o código genético que regula y traduce la información es esencialmente la misma, así como los
patrones metabólicos para producir energía y elaborar los componentes
celulares, también son los mismos. Según Ayala,69 esta conformidad en
las estructuras moleculares que se extiende a todos los organismos, revela la existencia de ancestros comunes para todos los organismos y la
continuidad genética entre éstos.
Para explicitar las deducciones de la Biología molecular acude
Ayala a un símil muy significativo:
Si se encuentra que ciertas combinaciones de letras –planeta, árbol, mujer–
son utilizadas con idéntico sentido en varios libros diferentes, uno puede
67
C. DARWIN, El Origen de las Especies, o.c. p. 528.
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 58.
69
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. p. 59.
68
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203
estar seguro de que los lenguajes utilizados en dichos libros tienen un origen común. (…) Supongamos que dos libros son comparados, (…) los dos
libros son idénticos página por página y palabra por palabra, excepto que
ocasionalmente una palabra, digamos, una de cada cien es diferente. La
conclusión obvia es que estos dos libros no han sido escritos de forma independiente; o uno de los libros ha sido copiado del otro, o ambos lo han
sido del mismo libro original.70
La secuencia completa de nucleótidos del DNA, continúa Ayala, se representa con cuatro letras que se repiten y combinan y ocuparía cientos de libros con cientos de páginas cada uno y cada página
constaría de miles de letras. Si se examinan estas páginas (secuencias)
una por una y se comparan dos libros (códigos) similares, habría que
concluir que ambos tienen un origen común y el número de diferencias
se podría utilizar para cuantificar en razón inversa el grado de parentesco.
Según lo dicho, se utilizan dos tipos de argumentos; el primero:
lenguajes similares (el mismo código genético) no pueden tener un origen independiente y el segundo: textos muy similares no pueden tener
origen independiente. El grado de similitud entre secuencias de nucleótidos o de aminoácidos puede ser determinado con precisión como se
verá más adelante.
La Biología molecular permite comparar el DNA y las proteínas, como dice el Dr. Ayala,72 entre organismos tan distintos como una
ameba y un ser humano, cosa que es imposible utilizando sólo su anatomía o embriología. La Biología molecular comprueba el hecho evolutivo haciendo uso del genotipo que porta la información de las características genéticas de la herencia y no del fenotipo cuyos cambios evolutivos no se heredan si no que tienen un fundamento genético.
71
5. 3. 6. Conclusión.
Son tan abundantes, resolutivas y convergentes las pruebas que
aportan las disciplinas biológicas del hecho de la evolución, en especial
las de la Bioquímica y Biología molecular que se ocupan de las macromoléculas, que nos llevan a la afirmación de que el hecho de la evolución de los seres vivos tiene el mismo grado de certeza que poseen los
hechos históricos ampliamente confirmados. Otro asunto muy distinto
son las diversas teorías y micro-teorías que se proponen para explicar
los mecanismos de la evolución de los organismos vivos con las que se
podrá entrar en controversia como se verá en páginas siguientes.
70
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. p. 60.
F. J. AYALA, Ibidem.
72
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. p. 61.
71
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204
5. 4. Variabilidad genética.
El verdadero punto de partida de la evolución biológica es lo
que llaman los biólogos variabilidad genética, sin ésta se haría imposible el fenómeno de la evolución. Como dice Ayala,73 el argumento central de la teoría de la evolución de Charles Darwin es la presencia de la
variación genética según su propio razonamiento: deben existir variaciones en la naturaleza que son favorables o útiles de algún modo para
el propio organismo en su lucha por la existencia. Las variantes favorables son las que incrementan los cambios para la supervivencia y procreación, al ser más ventajosas son mejor conservadas y se multiplican
más que las menos ventajosas al pasar de una generación a otra y hacen
que los organismos portadores de estas variantes se adapten mejor al
ambiente.
Este conjunto de variantes adaptativas en los organismos de la
misma especie es lo que se suele llamar genepool o acervo genético.
Este acervo genético es cuantificable atendiendo a la frecuencia de las
variantes alélicas existentes. Si se diese una sola variante o gen M, no
podría existir la variación o evolución. Si existe otra variante N o alelo
de M, se presenta la posibilidad de que una variante alternativa se imponga sobre la otra si es más ventajosa para la adaptabilidad al ambiente y se reproducirá y continuará con más frecuencia que la otra. A ésta
última llama Charles Darwin adecuación que se mide con la eficacia
biológica. Esta frecuencia de reproducción o ritmo evolutivo supone,
dice Ayala,74 dos mecanismos: la presencia de las variantes genéticas y
el proceso sexual recombinante para la mutación.
La selección artificial llevada a cabo desde antiguo por agricultores y ganaderos con objetivos comerciales es una demostración más
de la variabilidad genética contenida en una población de individuos de
la misma especie. Siguiendo las leyes mendelianas se ha conseguido
una gran variedad de plantas y animales considerando una variante favorable determinada. El hecho de que la selección artificial tenga éxito
casi siempre que se intenta, indica que en las poblaciones existe diversidad genética prácticamente para todas las características del organismo.
Sin embargo, Charles Darwin no supo explicar el origen de esta
variabilidad genética. Ayala75 se pregunta ¿qué proceso puede explicar
la impresionante variación genética que existe en cada especie y la
73
F. J. AYALA, “The Evolution of Life: An Overview”, Evolutionary and Molecular Biology o.c. p.
36.
74
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p – 67.
75
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 75 y “The Evolution of Life: An Overview”,
Evolutionary and Molecular Biology, o.c. p. 38.
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205
enorme diversidad de especies? El proceso por el que se originan nuevos alelos es llamado mutación.76 La herencia, continúa Ayala, es un
proceso conservador, la secuencia de nucleótidos del DNA se reproduce fielmente durante la duplicación, pero si este fuese un proceso absolutamente fidedigno no tendría lugar la evolución. Durante la replicación del DNA ocurren errores, mutaciones que se transmiten a las células hijas que difieren de las parentales en la secuencia de nucleótidos o
en el número de ellos. Estas mutaciones son génicas o cromosómicas.
Las génicas o puntuales son las que afectan a uno o a unos pocos nucleótidos en un trozo o gen de la cadena de DNA. Las cromosómicas
afectan a muchos nucleótidos y, por tanto, a muchos genes, a su número, organización y en igual sentido a los cromosomas. De este modo
simplificado clasifica el profesor Ayala77 las mutaciones cromosómicas:
•
•
•
Cambios en el número de genes presentes en los cromosomas:
a) Deficiencia o delección. Se pierde un segmento de DNA.
b) Duplicación. Se presenta más de una vez un segmento de DNA.
Cambios en la situación de los genes en los cromosomas:
a) Inversión. Se invierte la situación de un bloque de genes.
b) Translocación. Se cambia la situación de un bloque de genes de
un cromosoma a otro.
Cambios en el número de cromosomas:
a) Fusión. Dos cromosomas no homólogos se fusionan en uno. Esto implica la pérdida de un centrómero.
b) Fisión. Un cromosoma se fragmenta en dos.
c) Aneuploidía. Uno o varios cromosomas de la dotación normal
pueden encontrarse en defecto o bien en exceso.
d) Haploidía y poliploidía. El número de dotaciones cromosómicas
no es igual a dos. Se llama haploide si un organismo tiene una sola
dotación cromosómica. La mayoría de los organismos son diploides, constan de dos dotaciones cromosómicas paterna y materna.
Algunas plantas son poliploides, lo cual es mucho más raro en los
animales.
La mutación génica tiene lugar cuando la secuencia de nucleótidos del DNA es alterada por sustitución, inserción o pérdida de uno o
varios nucleótidos.
Lo más importante en nuestro caso es la relación que guarda la
mutación génica con la evolución. Como dice Ayala,78 las consecuencias de una mutación pueden pasar de inapreciables a letales. Si una
76
Concepto conocido y estudiado por A. Weisman, expuesto por S. Wright inicialmente y con
posterioridad por T. H. Morgan.
77
DOBZHANSKY, AYALA, STEBBINS, VALENTINE, Evolución, o.c. pp. 58 – 59.
78
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. p. 81.
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206
sustitución de un nucleótido no daña la función esencial de una proteína
es posible que el daño sea leve, en caso contrario puede ser drástico.
Según Ayala,79 las variantes genéticas de una población ya han
sido objeto de selección natural y están presentes porque mejoran la
adaptación de sus portadores y por esto las variantes perjudiciales con
respecto a un ambiente determinado ya han sido eliminadas. Especifica
Ayala,80 que las mutaciones recientes son perjudiciales en su mayoría
porque desestabilizan las secuencias moleculares que pierden el sentido
o pauta de lectura como si las palabras de una frase sufren alteración de
forma azarosa, lo más probable es que no mejoren su significado sino
que quede alterado o destruido. Sin embargo, una nueva alteración puede incrementar la adaptación del organismo a un ambiente y ser beneficiosa.81
Las mutaciones génicas se pueden producir, como se ha dicho
con anterioridad, espontáneamente por simple error en la codificación
secuencial o por la intervención del hombre en la selección artificial en
plantas y animales o por la influencia de radiación de alta frecuencia,
rayos ultravioleta, rayos Röngent, radiación nuclear o exposición a ciertos mutágenos químicos.
5. 5. Cuantificación de la variabilidad genética.
El éxito obtenido utilizando la técnica mendeliana no expresa
cuantitativamente la diversidad genética con la precisión y exactitud
que los biólogos desean; resulta imposible obtener una muestra representativa de esta variabilidad pero sí es cuantificable con las nuevas
técnicas que aporta la Biología molecular. Como dice Ayala,82 resulta
casi imposible estudiar cada locus genético por la magnitud del trabajo
y las limitaciones del análisis genético tradicional para establecer la
magnitud exacta de diversidad genética, pero si puede obtenerse una
muestra representativa de todos los genes de un organismo sería factible extrapolar los valores observados a la población total como se hace
en los sondeos de opinión. Los métodos tradicionales hacen posible el
estudio de los genes que son variables, pero no de los que no lo son y,
por esto, impiden el cálculo de los genes que son polimórficos.
Dos avances, según Ayala,83 han resuelto esta dificultad. El
primero es conceptual: el descubrimiento de que los genes codifican la
síntesis de proteínas por lo que la variación de la secuencia de aminoá79
F. J. AYALA, Ibidem.
F. J. AYALA, Ibidem.
81
F. J. AYALA, La teoría de la Evolución, o.c. p. 82.
82
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 39 y Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 31 –
38.
83
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 32.
80
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207
cidos de una proteína refleja variación también en el gen que la codifica.
El otro avance de carácter técnico que permite medir la variación genética es la electroforesis en gel, mediante el examen de la movilidad electroforética de cada una las proteínas estudiadas. Los resultados del estudio electroforético o enzimogramas, como una primera
aproximación, se han visto confirmados con las técnicas de secuenciación del genoma a gran escala.
Aunque la tasa de mutación es generalmente baja, las mutaciones ocurren continuamente en las especies naturales puesto que existen
muchos individuos de cada especie y muchos genes en cada individuo.
En el ser humano, por ejemplo, el análisis de 71 genes ha demostrado
que el 28 por ciento de ellos (20 de los 71) son polimorfos y que de
promedio el 6,7 por ciento de los individuos son heterocigóticos para
cada gen. Esta abundante variación genética, debida a la mutación, da
lugar a una amplia oportunidad para la evolución, especialmente cuando surge una nueva situación ambiental a la que las poblaciones son
capaces de adaptarse como puede ser el caso de los antibióticos y los
pesticidas.
Otra implicación importante de la abundancia de la variación
genética, continúa Ayala,84 en organismos de reproducción sexual, con
excepción de los gemelos univitelinos, es que no existen individuos genéticamente idénticos ni en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro.
Dado un individuo heterocigótico en 6,7 por ciento como es el ser
humano, si se supone que tiene 30.000 genes de promedio, sería heterocigótico en 2.010 genes y tendría la potencialidad de producir 22010 clases de gametos diferentes, número inmensamente mayor que el número
de átomos del universo; de aquí, la imposibilidad de encontrar dos individuos genéticamente idénticos. Esta es la base biológica, dice Ayala,
de la individualidad humana.
Para Ayala,85 la dinámica del cambio genético se fundamenta en
el principio de que la herencia no cambia por sí misma la frecuencia del
cambio genético, principio recogido en la ley de Hardy-Weinberg que
establece matemáticamente el equilibrio genético de una población: la
frecuencia genética permanece constante de generación en generación.
Esta ley tomada taxativamente haría imposible la evolución. Para evitar
la contradicción, compara Ayala86 esta ley a la primera ley de la mecánica newtoniana que también aparentemente parece imposible en la naturaleza. Ambas se toman simplemente como punto de partida. En teo84
F. J. AYALA. Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 35 – 38.
F. J. AYALA, “The evolution of Life: An Overview”, Evolutionary and Molecular Biology o.c. p.
39.
86
F. J. AYALA, Ibidem.
85
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208
ría, las dos son verdaderas mientras no se presenten causas externas que
no las perturben. En la realidad siempre habrá causas perturbadoras que
impiden su cumplimiento. La ley de Hardy-Weinberg siempre está sometida a cuatro procesos de cambio: mutación, migración, deriva genética y selección natural.
La mutación es un proceso muy lento, su promedio es bajo. Sólo cuando interactúan mutación y selección, suelen ser mayores las consecuencias. Proceso expuesto con anterioridad. La migración o flujo
genético tiene lugar cuando individuos de una población emigran a otra
y se entrecruzan con sus miembros. En ésta, los efectos mayores de
cambio genético se dan en la población residente; cuanto mayor sea el
número de inmigrantes y mayor sea la diferencia en las frecuencias alélicas entre ambos. Otro fenómeno que impulsa el cambio genético es la
llamada deriva genética (drift) o cambio puramente aleatorio debido a
errores de muestreo, como ocurre cuando se lanza una moneda dos veces y salen dos caras. Esto que es aceptable en este caso, aunque representa el cien por cien en los resultados, sería sospechoso cuando se lanza veinte veces y salen veinte caras, igualmente el cien por cien. La expectativa en multitud de casos aminora mucho la probabilidad. De estos
cuatro procesos el más importante, desde el punto de vista de la evolución, es la selección natural.
5. 6. El proceso de la selección natural.
El papel predominante en la historia evolutiva es, sin duda, el de
la selección natural, concepto protagonista en la teoría darwiniana. Como la mutación, inmigración y deriva genética, dice Ayala,87 son procesos aleatorios con respecto a la adaptación y a la supervivencia que se
origina, es necesario que sean controlados por la selección natural, de lo
contrario, podría ocurrir que, si estos fuesen los únicos procesos de evolución, la organización de los seres vivos se desintegraría de forma gradual y sus efectos serían los de un mecánico que cambiara de manera
azarosa las piezas de su automóvil, sin tener en cuenta la función de
cada una de ellas. En este sentido, la selección natural cuida de modo
continuado la organización de los organismos vivos en orden a la propia supervivencia, destruyendo los efectos desorganizadores de la mutación y de los otros procesos, asegurando los efectos que favorecen a
sus portadores, su adaptación y con ello su mejoramiento y diversidad.
Para una mejor comprensión del concepto de selección natural
se debe recordar el razonamiento que hacía C. Darwin88 al respecto:
87
88
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 107.
C. DARWIN, Origen de las especies, o.c. pp. 93 – 101.
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209
Se pregunta el biólogo británico ¿puede el principio de selección tan potente en manos del hombre productor de tanta variación ser
aplicado por la naturaleza? Su respuesta es afirmativa: puede obrar de
la manera más eficaz. Es innumerable, continúa el ilustre biólogo, el
conjunto de variaciones pequeñas e individuales que observamos en
nuestras producciones domésticas, pero esta variabilidad no es producto
directo del hombre; el hombre no puede organizar variedades ni impedir que ocurran, lo único que puede hacer es conservarlas y acumularlas. Es cierto, que si han ocurrido variaciones útiles al hombre es probable que también ocurran otras variaciones a cada ser en el transcurso
de muchas generaciones sucesivas en la lucha por la existencia. Si ocurren éstas, es seguro que los individuos que las tengan tendrán más probabilidad de sobrevivir y reproducirse y las variaciones perjudiciales
serán destruidas. Literalmente escribe C. Darwin:
Esta conservación de las variaciones y diferencias individuales favorables
y la destrucción de aquellas que son nocivas, es lo que he llamado selección natural o supervivencia de los más aptos.89
Es evidente, que el concepto de selección natural lo obtiene C.
Darwin por analogía: si el hombre selecciona los mejores, de igual modo lo puede hacer la naturaleza. Sin embargo, Darwin es consciente de
las dificultades que encuentran algunos en el concepto de selección y él
trata de resolverlas.
Unos dicen: la selección natural induce la variabilidad. A lo que
responde C. Darwin: la selección natural lo único que implica es la conservación de las diferencias individuales que presenta la naturaleza y
son beneficiosas para el ser en su propio ambiente. Otros aducen que la
selección natural supone elección consciente de los animales y, por tanto, no es aplicable a las plantas. Nadie se extraña, dice al autor, de que
los químicos hablen de afinidades electivas entre los diversos elementos, ni se le ocurre pensar que un ácido ha escogido la base para combinarse preferentemente.
Algunos afirman que la selección es como un poder activo o divinidad. A lo que se puede contestar: el movimiento de los planetas se
explica muy bien acudiendo a la atracción de la gravedad y todos entienden lo que se pretende decir. Dice C. Darwin, que es difícil evitar la
personificación de la naturaleza; por naturaleza entiende la acción agregada de muchas fuerzas naturales y por leyes, la serie de sucesos que
hemos averiguado por nosotros mismos.
Insiste, aún más, C. Darwin en la aclaración del concepto de selección natural. Comprenderemos mejor, dice, el curso de la selección,
89
C. DARWIN, Origen de las especies, o.c. p. 94.
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210
tomando como un ejemplo un país que sufre algún tipo de cambio físico como es el clima. El número proporcional de sus habitantes sufrirá
un cambio y algunas especies se extinguirán probablemente. Aun sin
tener en cuenta los efectos del cambio de clima, cualquier cambio en las
proporciones numéricas de sus habitantes afectaría severamente a los
otros. Si se trata de un país abierto, inmigrarán a él nuevas formas de
vida y perturbarán sus relaciones. Es poderosa la influencia de un solo
árbol o mamífero introducido en una nueva población.
Para C. Darwin, si con el arte se consigue alcanzar una gran diferencia al cultivar diversas variedades, en el estado silvestre en el que
unos árboles tienen que luchar con otros árboles y con diversos enemigos, es seguro, que esas diferencias fijarán la variedad que sobrevivirá y
permanecerá, si el color blanco sobre el negro, la piel lisa sobre la rugosa etc. Con estos razonamientos y otros parecidos pretende C. Darwin
dejar bien establecido el concepto de selección natural. Si admitimos
sin réplica una selección artificial realizada por el hombre ¿qué razón
hay para no admitir una selección realizada por la propia naturaleza sin
ningún otro tipo de intervención?
Es muy importante y digna de considerar la aclaración del Dr.
Ayala al concepto de selección de C. Darwin. Ya, el propio Darwin señala el uso restrictivo que hace de la expresión lucha por la existencia.
(…) me valgo de esta expresión en un sentido amplio y metafórico.90
Sentido que explicita Ayala:
La lucha por la existencia de que habla Darwin no es, necesaria ni generalmente, un combate cuerpo a cuerpo del que sólo el más fuerte sobrevive, sino una competición por recursos limitados en la que los individuos
más eficaces en obtener comida, espacio vital y en reproducirse resultan
favorecidos. Los individuos más agresivos, aun cuando sean los más fuertes, no serán favorecidos por la selección natural si entran en peleas que,
frecuentemente, terminan en daño grave o muerte. Las variantes genéticas
favorecidas por la selección natural no son necesariamente las que producen músculos superdesarrollados, sino las que incrementan la supervivencia y la producción de hijos. En los hombres, al igual que en los demás organismos, los que sobreviven y dejan más descendientes son, generalmente, los pacíficos y mansos de espíritu, no los guerreros y conquistadores.91
Esta normal competición por recursos limitados ocurre con frecuencia en la naturaleza entre insectos y plantas y en el mismo ser
humano, pero no debe interpretarse con intenciones de carácter marxista como el fundamento natural de la lucha de clases, idea introducida
por H. Spencer a disgusto del propio C. Darwin.
90
91
C. DARWIN, El origen de las especies, o.c. p. 77.
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 60.
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211
Según Ayala,92 la expresión selección natural fue introducida
por C. Darwin para referirse al sesgo o promedio reproductivo que favorece algunas variantes heredadas sobre otras. La selección natural
promueve la adaptación de los organismos a sus ambientes en los que
viven porque los organismos portadores de variantes útiles sobreviven
más y dejan más descendientes que aquellos que carecen de ellas. El
concepto moderno de selección natural es el mismo de C. Darwin, pero
expresado con más precisión en términos matemáticos como promedio
estadístico que favorece ciertas variantes genéticas sobre otras alternativas. El proceso se describe hoy en términos genéticos como la reproducción diferencial de genotipos que favorecen la adaptación al ambiente de sus portadores.
La teoría matemática permite medir la selección, especificar las
condiciones y predecir el resultado. La medida para cuantificar la selección natural es llamada en ingles fitness, eficacia biológica o adaptación en castellano. Cuanto mejor adaptado esté un organismo a su ambiente sobrevivirá mejor que el que esté menos adaptado y dejará más
descendientes, es decir, tendrá más eficacia reproductiva y ésta servirá
como medida de la selección natural. No es igual eficacia que adaptación pero están correlacionados.
Es muy importante saber que el proceso de la selección natural
es indefinido porque los ambientes sufren frecuentemente cambios, no
sólo físicos como el clima, sino biológicos como pueden ser los otros
organismos que interactúan: depredadores, parásitos, competidores, y el
organismo ha de estar adaptándose en forma de feed-back continuado.
La medida de esta eficacia o adaptación se puede calcular de
dos modos: como valor absoluto o como valor relativo. El valor absoluto estaría dado por el promedio de progenie dejado por cada genotipo.
No obstante, los evolucionistas, dice Ayala,93 prefieren usar el valor
relativo de eficacia por ser matemáticamente más conveniente al tener
en cuenta que el coeficiente de selección será igual a la eficacia máxima menos la eficacia relativa: S = 1 – w.94
92
F. J. AYALA, “The evolution of life: An Overview”, Evolutionary and molecular Biology, o.c. p.
40 y en La teoría de la Evolución, o.c. pp. 105 – 107.
93
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p 108.
94
Ayala utiliza algunos ejemplos muy concretos para explicar cómo se investigan los efectos genéticos de la selección natural y su cuantificación. Atendiendo a la relación mutación-selección: si una
población está constituida por individuos homocigóticos AA, BB y heterocigóticos AB, y si los
homocigóticos AA y los heterocigóticos AB tienen mayor eficacia que los homocigóticos BB, quiere decir que éstos últimos dejan menos descendientes y serán eliminados de forma gradual. En realidad, un gen menos eficaz o si es deletéreo, nunca será eliminado completamente. Existe la frecuencia de equilibrio dinámico que se da cuando el número de nuevos alelos producidos por mutación
sea igual al número eliminado por selección. Si la tasa de mutación es U, la frecuencia de equilibrio
para un alelo que causa una enfermedad letal es la raíz cuadrada de U. De la consideración de lo
anterior, asegura el profesor Ayala, se derivan consecuencias prácticas muy importantes como es el
caso de ciertas enfermedades humanas.
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La teoría matemática de la selección natural es aplicable en muchos casos como pueden ser la llamada sobredominancia o heterocigosis que tiene en cuenta la superioridad de los heterocigotos.
La selección también se relaciona con los cambios ambientales
pero no sólo climáticos y otros efectos físicos, sino con los organismos
de la misma especie y, en concreto, con el nivel de densidad de éstos
que puede variar, como se ha observado, en los insectos según las estaciones del año al aumentar o disminuir la fertilidad, la habilidad y la
resistencia. Estas variaciones en eficacia son debidas a la densidad poblacional y pueden mantener de este modo el polimorfismo. Esto confirma que la selección natural y la adaptación están correlacionadas y
caminan juntas pero no han de confundirse. La selección incrementa
una mejor adaptación que conlleva una mayor eficacia biológica. Eficacia o valor adaptativo no es lo mismo que adaptación. Una eficacia biológica excesiva puede llevar a la extinción de la propia especie y entonces no se podría hablar de adaptación, como es el caso del incremento
de eficiencia de un depredador en capturar presas; éste tendría una mayor eficacia biológica que los menos eficientes. Pero si el depredador
llega a ser excesivamente eficiente, puede provocar la extinción de la
especie de la presa y de la propia especie. Siguiendo esta reflexión de
Ayala95 se puede pensar que la extinción de muchas especies en el pasado fue debida a la propia selección natural. No obstante, eficacia y
adaptación deben ir siempre juntas, de lo contrario, afirma el autor, la
vida en la Tierra se hubiera extinguido hace tiempo. Esta indicación de
Ayala nos lleva a creer que la adaptación nunca es completa, admitidos
los continuos cambios en el ambiente.
5. 7. Modalidades de la selección natural.
Hay dos modos de estudiar la selección natural, según Ayala:96
primero, como proceso genotípico, conociendo las frecuencias génicas
como se ha indicado en páginas anteriores; segundo, con el análisis de
los fenotipos o características observables de los individuos. Dos formas complementarias, puesto que la distribución fenotípica está determinada por la interacción de varios genes, no siempre fácil de evidenciar.
El estudio de los caracteres fenotípicos se realiza a través de la
llamada distribución normal o curva de Gauss utilizada en estadística
matemática. En esta distribución normal, como es conocido, la mayor
95
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o c. p. 118.
F. J. AYALA, La teoría de la Evolución, o.c. pp. 123 – 146 y “The Evolution of Life: An Overview”, Evolutionary and Molecular Biology, o.c. pp. 41 – 42. Para un mejor conocimiento del tema
puede consultarse el capítulo 4º de Evolución, o.c. pp. 96 – 128.
96
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213
parte de los individuos con una característica determinada se reúnen en
torno a la media o promedio y muy pocos se encuentran en los valores
extremos de la gráfica, tanto por encima como por debajo de la media.
Es también importante conocer la varianza o dispersión para comprobar
si la distribución se concentra o no alrededor de la media. Otros valores
que se pueden considerar juntamente son la mediana que divide la distribución en dos partes simétricas y la moda que representa el valor que
se repite con mayor frecuencia. Estos procedimientos de estadística matemática nos pueden servir para cuantificar la selección natural en sus
distintas modalidades. T. Dobzhansky y Ayala97 distinguen varios modos de selección natural: normalizadora o estabilizadora, direccional,
diversificadora, sexual.
Un tipo de selección natural que favorece a los individuos con
fenotipo de valor medio y selecciona en contra los de valor extremo es
la llamada selección normalizadora o estabilizadora.98 En ésta, los fenotipos permanecen constantes de una generación a otra. Otro resultado
de la selección estabilizadora es el de los organismos llamados fósiles
vivos que mantienen su fenotipo y constitución genética estables y similares al de sus antepasados de hace millones de años. T. Dobzhansky99
et alii se preguntan ¿por qué enfermedades como la fenilcetonuria y el
albinismo permanecen en la mayoría de las poblaciones humanas? La
hipótesis más sencilla, dice, es que aunque surgen por mutación de
forma repetitiva, la selección natural normalizadora impide su acumulación. El dos por ciento de las personas sanas de la población portan
alelos de ambas enfermedades. En este caso, es la misma selección natural la que estabiliza la carga o lastre genético destruyendo las variantes genéticas deletéreas con lo que mantiene la especie sin sufrir variaciones.
A veces, dice Ayala,100 la distribución de genotipos se orienta
en una dirección particular selección direccional, tal es el caso de la
selección artificial y cuando las circunstancias físicas y biológicas del
ambiente cambian. Con frecuencia varían el clima, los ríos, las montañas, los mares, la lluvia y la configuración de la tierra, los componentes
bióticos como organismos competidores, depredadores, presas, parásitos, que provocan indirectamente cambios genéticos. Puede ocurrir que
un alelo favorable desencadene un cambio direccional y éste una cascada de variaciones.101. Este tipo de selección fue el que utilizó C. Darwin
97
DOBZHANSKY, AYALA, STTEBINS, VALENTINE, Evolución, o.c. 96 – 128.
Ejemplo típico de este modo de selección es el de la mortalidad infantil, que aumenta en los niños
recien nacidos con estatura o muy pequeña o muy grande, y disminuye en los de talla intermedia que
se ven favorecidos.
99
DOBZHANSKY, AYALA, STEBBINS, VALENTINE, Evolución, o.c. p. 105 y ss.
100
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. pp. 126 – 131 y Evolución, o.c. pp. 121 – 124.
101
Modelos de esta selección direccional pueden ser la cerebralización del ser humano (desde la
bipedestación hasta el aumento del tamaño del cerebro), el melanismo industrial, la resistencia a los
98
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214
para expresar el significado de la selección natural, a juicio de T. Dobzhansky102
La selección diversificadora es otra modalidad de selección natural. Es la que puede favorecer a dos o más fenotipos a la vez en un
mismo ambiente. Un ambiente nunca es homogéneo. Ayala103 lo describe como un mosaico formado por subambientes más o menos heterogéneos. Hay heterogeneidad con respecto al clima, los recursos alimenticios y el espacio vital. También puede ser temporal (día o noche,
estaciones del año) y espacial (diferentes áreas). Los organismos pueden responder a esta heterogeneidad ambiental de dos modos. Una estrategia sería seleccionando un genotipo (monomorfismo) bien adaptado a todos los subambientes y otra el polimorfismo genético o la selección de un acervo genético con diferentes genotipos adaptados, cada
uno a un subambiente particular. No hay un plan único que prevalezca
en la naturaleza, asegura Ayala.104
Ejemplos típicos de esta modalidad diversificadora de selección
son la adaptación de ciertas especies de plantas y animales a la contaminación minera y el mimetismo de ciertos insectos, entre otros animales, con el que se ocultan en presencia de sus depredadores.
Otros modos de selección natural son la selección sexual y la
familiar cuyo estudio se intensifica por día. La primera se distingue por
la atracción entre los dos sexos en orden a la reproducción. Ambos
sexos se parecen mucho morfológicamente menos en los caracteres
sexuales y ciertos otros aspectos del propio sexo que muestran un marcado dimorfismo tales como mayor tamaño y fuerza, colores brillantes,
prominentes astas etc., que se dan en un solo sexo, visibles para los depredadores y, por tanto, menos ventajosos para sus portadores. Estas
desventajas no pueden ser favorecidas por la selección natural, problema que ya advirtió C. Darwin, como escribe Ayala, y tuvo la habilidad
de dar una solución. C. Darwin concluyó que tales caracteres aparecen
como resultado de la selección sexual.
Depende esta forma de selección, no de una lucha por la existencia con relación a otros seres orgánicos o a condiciones externas, sino de la lucha entre los individuos de un sexo, generalmente entre los machos por la posesión del otro sexo.105
insecticidas y a la contaminación por parte de insectos, y la evolución de la familia del caballo.
Siempre que un organismo coloniza un nuevo ambiente distinto del hábitat original, surge la selección direccional.
102
DOBZHANSKY, AYALA, STTEBINS, VALENTIN Evolución, o.c. p. 122.
103
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 132 y “The Evolution of Life: An Overview”,
Evolutionary and Molecular Biology, o.c. pp. 41 – 42.
104
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. p. 132.
105
C. DARWIN, El origen de las especies, o.c. p. 102.
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215
Posteriormente añade:
Así sucede, creo yo, que cuando los machos y hembras de cualquier animal tienen los mismos hábitos de vida, pero se diferencian en estructura,
color o adorno, semejantes diferencias han sido principalmente causadas
por la selección sexual.106
En este mismo sentido se pronuncia Ayala.107 Aunque es cierto
que estas características pueden ser menos ventajosas en ciertos aspectos ya señalados en relación con otras especies, pero quedan justamente
compensadas por la selección sexual en otras como el aumento de
atractivo para el otro sexo dentro de la propia especie, talla, agresividad
y rango jerárquico de fuerza que favorecen el apareamiento y aumentan
la reproducción.
Otro problema para la selección natural darwiniana es el altruismo de los animales. Aparentemente el gen altruista pierde eficiencia genética, mientras el egoísta se beneficia a costa del desgaste de
aquel. Parece que la selección natural debiera favorecer el comportamiento egoísta y eliminar el altruista. Ayala,108 siguiendo a W. Hamilton y a R. Trivers,109 lo resuelve con el concepto de selección familiar,
es decir, cuando se tiene en cuenta a los parientes al evaluar la eficacia
biológica. Así lo explica:
La selección natural favorece la multiplicación de genes que aumentan el
éxito reproductivo de sus portadores, pero no todos los individuos que poseen un gen dado necesitan tener un éxito reproductivo mayor; es suficiente con que, de promedio, se reproduzcan más eficazmente (…) Un gen que
determina el altruismo paternal es favorecido por la selección natural
siempre que el beneficio que reciban los hijos sea el doble o más de los
perjuicios que le resultan al padre (…) Por ejemplo, un gen que incita al
altruismo será favorecido por la selección natural si la muerte del padre altruista salva la vida de dos o más de sus hijos. Los genes paternos aumentarán en frecuencia en la población más rápidamente que genes alternativos que no promuevan el altruismo (…) Naturalmente, el comportamiento
altruista no causa siempre, ni siquiera en general, la muerte del altruista.110
Para el profesor californiano, el comportamiento altruista paterno que supone desgaste es, sin embargo, favorecido por la selección
natural familiar porque aumenta el éxito reproductivo de los genes del
106
C. DARWIN, El origen de las especies, o.c. p. 104.
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. pp. 135 – 136.
108
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. pp. 137 – 138.
109
Pueden consultarse, W. HAMILTON, “The genetical evolution of social behavior”, Journal of
Theoretical Biology, 1964, 7: 1 – 52 y de R. TRIVERS, “The evolution of reciprocal altruism”,
Quaterly Review of Biology, 1972,46: 35 – 57.
110
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 83.
107
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padre al facilitar la supervivencia y reproducción de los hijos que llevan
sus genes.
El llamado altruismo recíproco que se da entre grupos de individuos sin parentesco, también puede explicarse por selección natural.
Tal conducta suponía una dificultad para admitir la explicación darwinista. La selección de grupos actúa de diferente modo que la selección
de individuos. La solución de Ayala111 es: si una colonia se reproduce
excesivamente y agota los recursos ambientales, trae consigo su propia
extinción. Esto no tendría lugar si dicha colonia restringe el crecimiento de la población sólo al posible en un ambiente dado. En este caso,
sus genes perdurarían en la especie. No sería lo mismo en una colonia
egoísta que no limita su reproducción y tendría más probabilidad de
extinguirse rápidamente.
En el comportamiento recíproco es menor el coste para el gen
altruista y está compensado, como dice Ayala,112 por los beneficios que
recibe de la actitud solidaria de sus vecinos. Este altruismo recíproco es
el que se da, por ejemplo, en las hormigas, abejas, avispas y en el uso
de centinelas en grupos de aves y mamíferos.
5. 8. La selección natural como proceso creador.
Termina de perfilar el profesor Ayala su análisis del concepto
de selección natural con una reflexión sobre el mismo como proceso
creador. Para Ayala,113 la selección natural no es exclusivamente un
tamiz que criba y anula las variantes que pueden perjudicar la adaptación de los organismos a sus ambientes y retiene las útiles. No es un
proceso puramente negativo que sólo elimina lo desfavorable. El autor
se pregunta ¿está justificado considerar la selección natural como un
proceso creativo, puesto que responde del origen u configuración adaptativa de los organismos? ¿por qué hay tantos tipos de y tan diversos de
organismos? Ayala responde de inmediato:
La selección natural es capaz de generar novedad, al incrementar sobre
manera la probabilidad de combinaciones genéticas adaptativas, que de
otra manera nunca se hubieran producido al ser extremadamente improbables. En este sentido, como vamos a ver, la selección es un proceso creativo.114
111
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 85.
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. pp. 138 – 139.
113
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. pp. 140 – 142. y “Reflexiones sobre la evolución
como proceso creador”, “Arbor”, 1994, nº 588, pp. 9 – 23.
114
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, p. 140. o.c. y “Reflexiones sobre la evolución como
proceso creador”, “Arbor”, o.c. p. 15.
112
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217
Efectivamente, para Ayala,115 la selección natural es un proceso
creativo pero no como creación entendida con carácter absoluto, acto
divino de la nada, sino creativa en un sentido similar al del artista. No
crea los genes a partir de la nada, pero sí crea combinaciones genéticas
que por puro azar no podrían haber existido. Literalmente dice Ayala:
(…) La evolución puede considerarse un proceso creador en un sentido
preciso parecido al que se atribuye al artista que no crea el lienzo o los colores, pero sí el cuadro. La evolución ocurre como resultado de la interacción de dos procesos componentes: la mutación genética, que es un proceso aleatorio y la selección natural, que es un proceso determinístico. Es la
confluencia del azar y la necesidad la que determina el carácter creativo de
la evolución. El azar y la necesidad están profundamente engranados en un
proceso que ha creado las entidades más complejas e interesantes del universo, los organismos; y entre ellos el hombre, capaz de pensar y amar, y
de reflexionar sobre el proceso de la evolución que le ha creado.116
Este carácter creativo de la selección natural capaz de generar
novedad, lo ilustra Ayala117 con unos ejemplos que dan mayor claridad
a su significado.118 Además de la ya conocida analogía del pintor, Ayala refiere otro símil de la selección natural: los monos mecanógrafos.
Algunos críticos de la selección natural dicen que este proceso se parece a unos monos que golpeando las teclas de una máquina de escribir de
forma casual nunca escribirían El origen de les especies; no lo conseguirían aunque invirtiesen millones de años. Esto sería de este modo,
explica Ayala,119 si actuara sólo la mutación al azar, pero al considerar
el proceso no aleatorio de la selección natural que elige las mutaciones
y combinaciones que tienen sentido, la analogía se hace posible. Aunque, como dice Ayala, ninguna analogía es apropiada, lo sería en este
caso si cada letra escrita fuese seleccionada por otra máquina de escribir, y cada nueva combinación de letras con sentido fuese escogida por
otra nueva máquina, y esta palabra tras otras podrán formar frases con
sentido y así sucesivamente hasta obtener páginas y capítulos con significación y hasta un libro perfectamente inteligible, aunque no fuese el
mencionado. Ayala afina su pensamiento al respecto y el significado de
esta analogía:
115
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. pp. 140 – 141.
F. J. AYALA, “Reflexiones sobre la evolución como proceso creador”, “Arbor”, o.c. p. 9.
117
F. J, AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. pp. 141 – 144.
118
En un cultivo e.c. de Escherichia coli, se producirán ciertas mutaciones espontáneas del orden de
20 en 2000 millones de bacterias, las cuales serán resistentes a la estreptomicina si se añaden unas
gotas de ésta al cultivo. Es evidente, que morirá la mayoría de la población bacteriana excepto 20 de
las bacterias portadoras de mutaciones que comenzarán a reproducirse, pero con la particularidad
que no serán sensibles a la estreptomicina. Esto significa, para Ayala, que lo que era tremendamente
improbable se convierte en un resultado común que no puede producirse por azar.
119
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 142.
116
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218
(…) No necesitamos llevar la analogía de los monos muy lejos, ya que
ninguna analogía es completamente satisfactoria, pero la cuestión que hay
que aclarar no es que la evolución sea el resultado de puros procesos al
azar, sino que existe un proceso de selección que escoge combinaciones
adaptativas, simplemente por el hecho de que se reproducen de forma más
eficaz. Estas combinaciones adaptativas constituyen, a su vez, nuevos niveles de organización sobre los que la mutación (azar) más la selección
(dirección) operan a su vez en un proceso que se continúa de forma indefinida (…) los eventos posteriores actúan sobre resultados anteriormente obtenidos.120
Más allá de la incompletitud de la analogía, queda evidenciado
lo más importante de la selección; unas mutaciones genéticas producto
del azar, sobreviven y perduran ante eventuales cambios del ambiente,
es decir, se adaptan al nuevo ambiente y estas combinaciones, ya adaptadas, sufrirán nuevas mutaciones azarosas que se adaptarán a otro nuevo ambiente y así de modo indefinido formando una espiral.
Una última idea añade Ayala121 que demarca aun mejor su definición de selección natural. Para nuestro profesor, la selección es oportunista. Significa que la selección natural no trata de producir clases
predeterminadas de organismos sino organismos que estén adaptados a
su entorno. Por esta razón, las características que la selección escoge
dependen de las que están presentes en un momento y lugar determinados. Definitivamente, los organismos o responden a cada desafío ambiental con adaptaciones apropiadas o se extinguen.
Es posible que estas adaptaciones a un mismo ambiente, continúa Ayala,122 ocurran de distinto modo en cada selección como es el
caso de las plantas que resuelven su problema de sequedad en el desierto, unas transformando sus troncos en barriles para la reserva de agua, o
como otras permaneciendo en estado de semilla hasta la llegada de la
lluvia cuando germinan de nuevo; o como el de los animales, podemos
añadir, con sus distintos procedimientos de adaptación a su alimento y
para librarse de sus depredadores. Como resumen citamos estas palabras de Ayala:
La selección natural puede explicar la evolución de órganos y organismos
que nunca hubieran existido bajo la única acción aleatoria de la mutación.
En este sentido, aun cuando no crea el material bruto (los átomos y las moléculas) sobre el que actúa, la selección natural es un proceso creativo.123
120
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 143.
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 145.
122
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, Ibidem.
123
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. 144.
121
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219
5. 9. Conclusión
Pese a la oposición que presentan ciertos biólogos, J. A. Endler
(1984), Bechler (1989), Pearse (1987), P. Jaisson (1993) y otros124 al
concepto de selección natural porque les parece que no satisface las
exigencias previstas por los neodarwinistas, no obstante, la selección
natural, tal como la concibe el profesor Ayala, constituye una teoría
coherente que explica con claridad y rigor científico el proceso evolutivo como se lo propone la nueva Biología, aunque hoy por hoy, presente
aspectos discutibles que serán objeto de controversia que el mismo
Ayala analizará más adelante.
5. 10. Origen de las especies. Concepto de especie.
Mecanismos de especiación.
Es bien conocida por todos los biólogos la importancia del papel que desempeña la especie en la biología evolutiva. El empeño radical de C. Darwin fue dar una explicación causal natural del origen de la
gran diversidad de especies vegetales y animales y del cambio en los
propios organismos, superada la etapa perteneciente al pensamiento
mítico que situaba a Dios como causa directa de la diversidad de especiación.
La incompatibilidad del concepto platónico-aristotélico de especie con la teoría evolutiva por aquello de que no hay especies inmutables en la evolución por considerarse aquella de carácter fijista e inmóvil, ha provocado en las últimas décadas una cascada de agudas discusiones entre biólogos y filósofos sobre el verdadero concepto de especie biológica. No se distingue con nitidez si la especie ha de considerarse como clase teórica, entidad real, individuo que conlleva el sentido
de totalidad, reproductivamente aislado, con un acervo genético específico.
Todas las definiciones hasta ahora propuestas por los investigadores resultan incompletas y presentan dificultades todavía no resueltas.
Joel Kracraft125 recoge el siguiente conjunto de definiciones de especie
tomadas de diversos autores:
•
124
Podemos considerar la especie como el menor grupo que puede ser
reconocido bajo un criterio dado como distinto de otros grupos.
(Sneath and Socal, 1973 : 365).
Puede consultarse en I. FALGUERAS, “Breve examen científico y filosófico de la teoría de la
evolución”, Espíritu, o.c. pp. 111 – 118.
125
J. KRACRAFT, “ Species and Entities of Biologcal Theory” What the philosophy of Biology is,
Essays dedicated to David Hull, Michael Ruse Editor, 1989, Kluver Academic Publishers, Nedherlans, p. 33.
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220
•
•
•
•
•
•
•
Como el grupo más pequeño distinto y distinguible de forma constante y permanente. (Cronquist, 1978 : 15).
La especie es la más pequeña muestra detectable de organismos
que se autoperpetúan y que tienen una única clase de caracteres.
(Nelson and Platnick, 1981 : 12).
La especie puede definirse como un irreductible grupo de organismos en el que hay un comportamiento parental de ascendencia y
descendencia distinto de otros grupos. (Kracraft, 1987 : 341).
Las especies son grupos de poblaciones naturales cuyos miembros
se entrecruzan y están aislados reproductivamente de otros grupos.
(Mayr, 1970 : 12).
Especie es un linaje que ocupa una zona adaptativa diferente de la
de otro grupo y que evoluciona separadamente. (Van Valen, 1976 :
233).
Podemos considerar como especie a una población de organismos
individuales biparentales que muestran un sistema común de fertilización. Paterson, 1985 : 25).
Una especie es un linaje de poblaciones con ascendencia y descendencia que mantienen su identidad frente a otros linajes y tienen su
propia tendencia evolutiva. Wiley, 1981 : 25).
Según J. Cracraft, estas definiciones se distribuyen en dos grupos en los que unas revisten carácter observacional y otras teórico. Todas son objeto de discusión como señala Alfredo Marcos126 que hace un
análisis de los diversos criterios adoptados por los biólogos.127.
Apoyado en la doctrina nominalista E. Mayr128 escribe, según
Ayala, que la revolución conceptual más importante en biología es lo
que él llama population thinking, conceptualización poblacional. Los
organismos de reproducción sexual se asocian en poblaciones o demes
en las que los individuos son interdependientes de modo que un individuo aislado no tiene sentido biológico porque sus genes no serían transmitidos a otros. Una población es una comunidad de procreación. La
especie está constituida por todos los individuos capaces de, al menos
en potencia, de tener descendientes comunes. El conjunto de los genes
de todos los individuos de una especie, continúa Ayala, caracteriza la
especie. En las especies de reproducción sexual es muy poco probable
que los individuos sean genéticamente idénticos. Por otra parte, las
especies no son entidades creadas o esencias inmutables, sino reali126
A. MARCOS, “Sobre el concepto de Especie en Biología,” La Mediación de la Filosofía en la
construcción de la Bioética, F. Abel y Camino Cañón, Editores, Universidad Pontificia de Comillas,
Madrid, 1993, pp. 43 – 59. Puede consultarse también el trabajo citado de J. Cracraft y el de O. E.
Wiley en What the Philosophy of Biology is, o.c. pp. 291 – 300.
127
Estos criterios son: el tipológico, operacionalista, biológico, ecológico, evolutivo, genético, nominalista. Omitimos su descripción detallada y comentario por razones de extensión y nos llevaría
lejos del pensamiento del profesor Ayala.
128
E. MAYR, “Animal Species and Evolution”, Harvard University Press, 1963. Citado e interpretado por F. J. Ayala, “Evolución, tiempo y filosofía”, “Arbor”, o.c. pp. 58 – 62.
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221
dades dinámicas en continuo flujo. Las frecuencias de los genes varían
de una población a otra de la misma especie.
De la doctrina de E. Mayr se deduce, a nuestro juicio, que si la
especie biológica no es entidad esencial con características inmutables,
ni el código genético es constante e idéntico en los individuos de una
población, parece no haber más recurso que acudir al concepto de reproducción para distinguir una especie de otra y los individuos pertenecientes a la misma.
Es obvio que Ayala se adhiere al concepto de especie de E.
Mayr presentado con anterioridad: grupo aislado reproductivamente,
concepto que adoptan los biólogos padres y defensores de la teoría sintética. Este concepto de especie biológica fundamentado en el único
criterio biológico de reproducción también presenta dificultades que
reconoce el propio Ayala.
Nuestro autor,129 en principio, admite el concepto de especie
tomado de la experiencia común que nos enseña a distinguir diferentes
tipos de organismos. En esta experiencia, el criterio simple es el de similitud externa que nos lleva a identificar los miembros de una mima
especie.130 Pero a poco que se piense, dice Ayala, este criterio morfológico o tipológico resulta insuficiente porque en él subyace algo más que
la mera apariencia física. Un galgo y un terrier son muy diferentes en su
aspecto exterior y, sin embargo, ambos son perros porque pueden entrecruzarse y dar descendencia, en cambio, un perro y un gato no pueden reproducirse. Como dice Ayala, aunque las especies sean identificadas por su morfología externa, la razón profunda para la especiación
es que los individuos de una especie pueden entrecruzarse pero no pueden hacerlo con individuos de otra especie. A partir de esta consideración, expresa el autor la siguiente definición de especie: Las especies
constan de grupos de individuos que son capaces de cruzarse entre sí
pero no con individuos pertenecientes a otros grupos.131
Esta capacidad de entrecruzarse es la que determina que una especie sea una unidad evolutiva independiente. Mediante el cruzamiento,
los cambios genéticos que se producen en los individuos de una especie
se dispersan a todos los miembros del grupo pero no pasan a los de otra
especie, es decir, el acervo genético se comparte por los componentes
de la misma especie pero no por los de otra.132
Para el profesor Ayala, este aislamiento reproductivo es un criterio suficiente y claro para discernir si unos individuos pertenecen o no
129
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. 148 – 149.
Aristóteles diría que dos individuos pertenecen a la misma especie si participan de la misma
esencia. Pero ¿qué es la esencia? Evidentemente no es un rasgo sino “algo más profundo”. Estructura y organización propias. Zubiri, probablemente, diría “notas propias”.
131
F. J. AYALA, La teoría de la Evolución, o.c. p. 149.
132
F. J. AYALA, Ibidem.
130
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222
a la misma especie, pero presenta dificultades por dos razones que él
mismo aclara.133 Por desconocimiento, la primera: no sabemos si individuos que viven geográficamente separados podrán entrecruzarse si se
presenta la situación. Segunda: como la evolución es gradual, ignoramos el momento preciso en el que individuos que han convivido se separan y forman especies distintas. Se producen situaciones de divergencia intermedias difíciles de discernir como ocurre en los estadios de desarrollo, infancia, adolescencia y madurez, las estaciones del año etc.
Se presentan igualmente ocasiones que no encajan bien en el criterio
reproductivo como son las llamadas cronoespecies y especies clonales.
El concepto de especie utilizado por Ayala es aplicable a los
organismos coetáneos pero no a los que han vivido en diferentes
épocas, por ejemplo, hace un millón de años. No es razonable clasificar
en la misma especie al Homo erectus y al Homo sapiens de nuestros
días sabiendo que las diferencias se van acumulando a lo largo de las
generaciones y producen cambios morfológicos importantes. Aunque
ambos forman una cronoespecie, es decir, son especies distintas una
descendiente de la otra. Ayala afirma:
Son considerados miembros de especies diferentes aquellos organismos de
distintas épocas que difieren morfológicamente entre sí tanto como difieren organismos contemporáneos clasificados como especies distintas.134
La definición dada de especie se refiere a los organismos de reproducción sexual pero no a los que se reproducen por vía clonal o no
sexual como los protozoarios. Para éstos, el criterio de clasificación es
el morfológico, el genético o el fisiológico.
El criterio reproductivo de especiación implica, según Ayala,135
la existencia de mecanismos o barreras biológicas que impiden el cruzamiento. La separación geográfica, aunque obstaculiza el cruzamiento
de hecho, sin embargo, no es una razón biológica que lo dirima y organismos que viven en regiones separadas pueden pertenecer a la misma
especie. Estos mecanismos o barreras biológicas que surgen entre organismos de distinta especie y que impiden el cruzamiento son los llamados mecanismos de aislamiento reproductivo.
Los evolucionistas clasifican estos mecanismos en dos gru136
pos:
Precigóticos: Ecológicos, estacionales, conductuales, mecánicos y gaméticos. (Impiden la fecundación del óvulo).
133
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 150.
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 152.
135
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 153.
136
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. pp. 153 – 158. Origen y evolución del hombre, o.c.
p. 99 y Evolución, o.c. pp. 173 – 179.
134
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223
Postcigóticos: Inviabilidad y esterilidad de los híbridos. (Actúan después de la fecundación).
Hacemos un breve resumen de las características más destacadas de los mecanismos de aislamiento reproductivo siguiendo la explicación del Dr.Ayala:137
El aislamiento ecológico se da entre organismos que ocupan el
mismo territorio pero viven adaptados a distintos nichos o habitats. No
se distinguen morfológicamente pero están reproductivamente aislados.
Un ejemplo típico puede ser el mosquito Anopheles del cual una especie vive en agua salobre, otra en agua dulce y otra en agua dulce estancada.
El aislamiento estacional hace que los organismos puedan madurar o florecer en diferentes estaciones o diversas horas del día.
El aislamiento conductual es debido a la falta de atracción entre
ambos sexos. En el comportamiento sexual están involucrados gran variedad de estímulos como rituales de cortejo, táctiles, auditivos, que al
estar ausentes impiden el cruzamiento. El aislamiento mecánico surge
cuando los mecanismos genitales presentan desajustes que impiden la
fertilización como pueden ser el diferente tamaño o la estructura.
El aislamiento gamético se da entre gametos de diferente especie. Aun cuando estén flotando unos junto a otros no se atraen, y sólo
los de la misma especie se fertilizan entre sí. Suelen concurrir impedimentos físicos o químicos que no permiten la aproximación.
El aislamiento postcigótico se produce, una vez, formado el cigoto tras la fertilización, cuando los embriones no son viables o estériles y mueren antes del desarrollo como adultos o no dejan descendientes como en el caso de los híbridos.
5. 11. Teorías y modelos de especiación.
A juicio de Ayala: La cuestión del origen de las especies se
centra en determinar cómo se genera el aislamiento reproductivo entre
poblaciones.138Conocido el aislamiento reproductivo en sus diversas
modalidades, debemos saber ahora la causa inmediata de su origen. Dos
teorías se han propuesto para ello, según Ayala,139la incidental y la selectiva. La incidental considera que el aislamiento reproductivo es un
subproducto incidental de la divergencia genética que se produce de
forma gradual como consecuencia de su adaptación al entorno llegando
el momento en que los acervos genéticos no son armónicos y no producen descendencia. Un símil de Ayala que explica muy bien este inci137
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. pp. 153 – 158.
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 159.
139
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. pp. 159 – 160.
138
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224
dente genético es el de dos fábricas que por adaptación al mercado toman orientación distinta; una fabricación de turismos, otra de camiones.
Con este motivo se produce de forma gradual la diferenciación progresiva en maquinaria, motores y diseño de modo que al cabo de un tiempo no es posible construir un vehículo funcional utilizando piezas de
ambos modelos de fabricación.
La teoría selectiva pondera el aislamiento reproductivo como
producto directo de la selección. Según Ayala,140 ambas difieren en dos
aspectos. La teoría selectiva afirma que los genes no pueden evolucionar de forma incidental (casual) sino por selección natural, y que el aislamiento reproductivo impone que las dos poblaciones convivan simpátridamente para que exista posibilidad de hibridación y ocurra la selección de genes que impide el apareamiento al ser baja la eficacia reproductiva. Asegura Ayala141 que ambas teorías son compatibles y pueden
constituir dos etapas distintas del mismo proceso de cuya conjunción
puede resultar un modelo general de especiación. Así lo expresa el autor:
(…) Con frecuencia, el curso de la especiación involucra los procesos postulados por ambas teorías. El aislamiento reproductivo se inicia como consecuencia de la divergencia genética que tiene lugar en poblaciones geográficamente separadas; pero es completado por la selección natural directa de mecanismos de aislamiento reproductivo, una vez surgida de nuevo
la oportunidad de apareamiento cuando los híbridos tienen baja eficacia
biológica.142
Este modelo general de especiación es un proceso que consta de
tres estadios:143 En el primero, cuando dos poblaciones que tienen emigración mutua de individuos y pueden entrecruzarse, se aíslan geográficamente de modo que ya no hay intercambio de genes entre ellas. Se
van adaptando a las condiciones locales y se incrementa gradualmente
la divergencia genética.
En el segundo estadio, los individuos de las poblaciones aisladas pueden entrar en contacto de nuevo por desaparición de barreras.
Pero debido a la incipiente divergencia genética darán lugar a dos posibles situaciones: o las poblaciones se funden de nuevo en un solo acervo genético, o se producen híbridos inviables o estériles sobre los que
actúa la selección natural que favorece el aislamiento reproductivo y
elimina los peor adaptados consumándose la especiación.
140
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 160.
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, Ibidem.
142
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 162.
143
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. pp. 160 – 164 y Origen y evolución del hombre,
o.c. pp. 100 – 103.
141
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225
En el tercer estadio, los dos grupos conviven en el mismo territorio sin intercambio genético y evolucionan de forma independiente,
consumada ya la especiación.
El modelo general de especiación expuesto, nos dice Ayala,144
pude ocurrir de dos formas: Especiación geográfica y especiación
cuántica.
La especiación geográfica coincide con el modelo general de
especiación ya conocido. La especiación cuántica, saltacional o rápida
tiene lugar cuando el primer estadio de la especiación, con la aparición
de los mecanismos de aislamiento reproductivo postcigoticos que suele
ser gradual y la divergencia genética pueden durar miles o millones de
generaciones, entonces, la especiación cuántica se realiza en cortos períodos de tiempo y en pocas generaciones. Un ejemplo de especiación
cuántica es la poliploidía. Organismos poliploides son los que constan
de tres o más conjuntos de cromosomas. Este modo de especiación es
poco frecuente en el reino animal pero es muy frecuente entre las plantas. La poliploidía se distingue porque la especiación que se produce en
el primer estadio no se debe a la separación geografica sino a irregularidades cromosómicas.
Otro modo de especiación es la llamada radiación adaptativa,
cuyo concepto se expuso en páginas anteriores, para explicar la gran
biodiversidad de ciertos parajes. Un ejemplo típico de radiación adaptativa es el de los pinzones de Darwin, que componen catorce especies
distintas en las islas Hawai y las quinientas especies de Drosophila melanogaster en estas mismas islas.
Por último, añade Ayala,145 para comprender mejor el sentido
de la especiación y la evolución es útil cuantificar el cambio genético
producido durante la especiación como se ha visto ya con anterioridad.
Estudiando una muestra de la misma proteína de dos especies dadas, los
genes que codifican tales proteínas representarán su divergencia genética. Mediante electroforesis que nos da la variación proteica y ésta la
frecuencia genotípica, podemos conocer dos valores: la identidad genética, es decir, la porción de genes idénticos en ambas poblaciones y la
distancia genética, o sea, el mínimo de sustituciones alélicas producidas en el período de la especiación a partir de un ancestro común.
Conocidos el concepto de especie y el proceso de especiación,
es necesario aclarar la distinción entre especie y raza o variedad. El
concepto de especie ha quedado nítidamente definido por Ayala: las
especies son grupos de individuos reproductivamente aislados entre sí.
Las razas, según Ayala,146 son poblaciones que han divergido genéti144
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 104 y 109 – 110.
F. J. AYALA, El origen y evolución del hombre, o.c. 113 – 114.
146
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 148 – 154.
145
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226
camente debido a su separación geográfica, pero no están reproductivamente aisladas.
De esta distinción de conceptos se deduce que razas diferentes
pueden entrecruzarse y dejar descendencia, por tanto, no son genéticamente más diferentes ni son especies incipientes. La variación genética
entre razas es de un treinta y tres por ciento inferior a la que se da entre
individuos de la misma población, que es muy grande, como se demuestra con los estudios electroforéticos realizados. No se olvide que
cada individuo es bastante diferente de cualquier otro de la misma población o de la misma raza. Los hermanos de la misma familia son genotípica y fenotícamente muy distintos y aun los llamados gemelos
monocigóticos o univitelinos no presentan idéntico fenotipo.
Tendríamos que hablar mejor de simples variaciones que de razas para evitar la confusión, sobre todo, en el lenguaje coloquial, y especialmente al referirnos al ser humano situado en regiones geográficas
separadas donde resulta muy arbitrario el tratamiento de razas. La misma consideración y cuidado merece, a nuestro juicio, cuando se habla
de razas animales. En definitiva, se trata de variaciones dentro de la
misma especie.
5. 12. Reconstrucción de la historia evolutiva.
Como dice Ayala,147 la evolución es el proceso de cambio de los
seres vivos en el curso de las generaciones. Este proceso implica cambio gradual, tanto en el genotipo (dotación genética) como en el fenotipo (resultado de la interacción del genotipo y ambiente). Los cambios
en el fenotipo no tienen consecuencias evolutivas, como se ha dicho
con anterioridad, si no están fundamentadas en un cambio genético. Los
caracteres adquiridos no se heredan al contrario de lo que afirmó Lamarck; sólo el genotipo es transmitido a las siguientes generaciones. El
genotipo se considera como código de información de las instrucciones
para el desarrollo ontogenético y es registro que almacena la información de la historia evolutiva de un organismo. El fenotipo es el resultado de la conformación de las estructuras morfológicas, fisiológicas y
comportamentales del ser vivo con las pautas del genotipo en un conjunto de circunstancias ambientales. Siendo el genotipo código y registro de la historia evolutiva del ser vivo, es obvio que la Genética sea la
base de la evolución y constituya su mejor explicación científica.
En efecto, la reconstrucción de la historia evolutiva se puede
conseguir, en parte, con la aplicación de las conclusiones de las diversas disciplinas biológicas, como se ha visto con anterioridad, pero al ser
en sí muy limitadas, los resultados no son siempre satisfactorios ni dan
147
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. pp. 67 – 69.
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227
evidencia suficiente sobre los hechos. Es el caso de la Paleontología: el
registro fósil ofrece una muy buena información, a veces, definitiva,
pero desgraciadamente no es completo y en muchas ocasiones no existe, por lo que resulta muy difícil o imposible establecer una filogenia
determinada en términos absolutos. Lo propio ocurre también con la
Anatomía comparada, considerada como la ciencia que más información evolutiva proporciona, a la que añaden datos la Embriología, Etología y Biogeografía. Aunque los ritmos evolutivos pueden ser diferentes en distintas épocas o en distintos grupos y las semejanzas pueden
ser debidas, unas a la descendencia y otras a la identidad de vida, todo
lo cual ofrece dificultades en la evaluación. Sin embargo, como hace
notar Ayala: estas disciplinas estudian la conformación de los organismos a un nivel bastante alejado del genotipo.148
Es la Biología molecular y, en concreto, la Genética molecular
con su enorme desarrollo en los últimos tiempos, la que estudia la historia evolutiva de los seres vivos, comparando ácidos nucleicos y proteínas, con resultados admirables por su precisión y elegancia, al tratar
la información hereditaria muy cerca del genotipo, a diferencia de las
otras ramas de la Biología. Al estar tan íntimamente relacionados ácidos nucleicos y proteínas se conocen como macromoléculas informativas.
Las proteínas reflejan fielmente la información hereditaria contenida en el DNA aunque, como dice Ayala,149 este reflejo no es completo al ser redundante el código genético por lo que no siempre produce diferencias en proteínas, y además, no es exhaustivo porque más del
90 por ciento del DNA no interviene en la codificación de las proteínas.
No obstante, a juicio de Ayala:
Estas macromoléculas son un instrumento informativo mucho más eficaz
para el estudio de la historia de la evolución que la Anatomía comparada y
las demás disciplinas que tratan de la conformación de los organismos a
nivel más alejado de la información hereditaria.150
Esta información molecular ofrece dos notables ventajas: una, la
información es cuantificable; otra, pueden compararse organismos muy
diferentes. Poco puede decir la Anatomía comparada cuando se cotejan
organismos tan dispares como levaduras, pinos y seres humanos; sin
embargo, sí pueden contraponerse macromoléculas existentes en organismos muy distintos entre sí como en estos casos. Con este método
encontramos homologías, pero no con el de la Anatomía comparada.
148
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 68.
F. J. AYALA, Ibidem, p. 68.
150
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 69.
149
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228
Estas macromoléculas no sólo dan información sobre la cladogénesis (diversificación entre linajes) sino también sobre la anagénesis
(cambio genético dentro del mismo linaje). Un ejemplo concreto usado
en esta metodología macromolecular, según Ayala,151 es el del citocromo c.152
Gracias a las modernas técnicas introducidas por la Biología
molecular, además de las clásicas, podemos reconstruir la historia evolutiva de los organismos, su filogenia y diseñar árboles filogenéticos
con gran exactitud. Estos métodos, según Ayala,153 permiten identificar
la correspondencia filogenética de caracteres en distintos organismos.
Esta identificación presenta dificultades que se deben resolver cuidadosamente. Uno de los problemas más importantes, afirma Ayala,154 se
debe a que las semejanzas morfológicas pueden ser consecuencia de la
proximidad de parentesco o también pueden surgir de funciones o modos de vida parecidos.
La correspondencia cladogenética debida a la herencia desde un
ancestro común es la llamada homología que se da, por ejemplo, entre
los miembros anteriores del ser humano y los de las ballenas, perros y
murciélagos, cuyos esqueletos están diseñados de acuerdo con un mismo modelo que es el ancestro común.
La correspondencia en un carácter debido a una función determinada y no relacionada con ancestro común es la llamada analogía,
como la que se da entre las alas de un ave y una mariposa; ambas surgen para cumplir una misma función, volar, pero no tienen estructura
común heredada.
Otro tipo de correspondencia es la seriada, que tiene lugar entre
las estructuras que se repiten en un mismo organismo como los brazos
y piernas en los seres humanos, las siete vértebras en los mamíferos, las
ramas y hojas de un árbol. Otra homología es la convergente, cuando
los descendientes se parecen más que los ancestros. La homología paralela implica que dos o más linajes han cambiado al unísono como la
homología entre mamíferos placentarios y mamíferos marsupiales aus151
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 72.
El citocromo C es una proteína de la respiración celular existente en las mitocondrias de todos
los organismos, desde las bacterias al ser humano. La secuencia de esta proteína consta de 104 aminoácidos. Si se compara el citocromo c del Maccacus rhesus y el del ser humano encontramos que
103 de estos aminoácidos son idénticos excepto el 66 ( el del ser humano es una isoleucina y el del
macaco es una treonina); en el caballo hay 12 diferencias si se compara con el hombre y 11 entre el
caballo y el macaco. Con sólo esta información se puede concluir que las diferencias en la secuencia
de aminoácidos del ser humano y del macaco debieron producirse en el ser humano después de escindirse éste del linaje del macaco. Conocido es el árbol filogenético basado en la secuencia de aminoácidos del citocromo C de 1967.
Para una información más profunda puede consultarse La naturaleza inacabada, o.c. pp. 67 – 93.
153
F. J. AYALA, “The evolution of Life: An Overview”, Evolutionary and molecular Biology, o.c.
pp. 47 – 48.
154
F. J. AYALA, La Teoría de la Evolución, o.c. p. 183.
152
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229
tralianos y no se debe a un ancestro común sino a formas de vida similares.
Muy importante es la homología seriada en el nivel molecular
entre genes derivada de duplicaciones genéticas ancestrales y que se
conoce como paralogía, si se da entre las cadenas del mismo gen;
cuando es entre genes de distintas especies es ortología.
La homología en la misma proteína de diversas especies (ortología) es la que se utiliza en la construcción del árbol filogenético molecular en biología evolutiva.
Desde antiguo se ha intentado clasificar a los seres de forma
taxonómica, atendiendo a su semejanza morfológica.155 Conocido es el
árbol de Porfirio (232-305) que utiliza el género y la especie aristotélicos para clasificar y encuadrar todos los seres orgánicos e inorgánicos.
C. Linneo (1707-1778) establece una jerarquía taxonómica de los organismos basada en el grado de semejanza morfológica, G. L. Cuvier
(1769-1832) la pone en las semejanzas de función, y J. B. Lamarck
(1774-1829) en las semejanzas de relaciones ancestrales. C. Darwin
fundamentó el parentesco filogenético en la semejanza de forma y función. Como esta semejanza exterior era muy limitada, se recurrió también a las filogenias cromosómicas estudiando los cambios y alteraciones en el número y la estructura de los cromosomas producidos por fusiones, fisiones, translocaciones, inversiones, duplicaciones y delecciones cromosómicas durante la evolución de los organismos. Las técnicas
actuales de la Biología molecular con la ayuda de la Bioinformática
constituyen hoy día un arma poderosa para el estudio de los árboles filogenéticos.
5. 13. Controversias acerca del proceso evolutivo.
Visión de F. J. Ayala.
La evidencia mostrada por las diferentes ciencias biológicas,
Paleontología, Biogeografía, Anatomía comparada, Genética y Biología
molecular es abundante y abrumadora, lo que hace imposible dudar de
modo razonable del proceso evolutivo de los seres orgánicos a partir de
un ancestro común como hecho real. Ayala, sin embargo, es consciente
de las dificultades que presenta la reconstrucción científica de los cambios evolutivos ocurridos durante millones de años, con sólo los datos
obtenidos hasta el momento actual y su difícil interpretación. Ya el
mismo C. Darwin, que dedica los capítulos X–XIV del Origen de las
Especies a demostrar la evolución de los seres vivos desde un ancestro
común mediante selección natural, reconoce las dificultades que se derivan de la aplicación de las ciencias biológicas de su tiempo a tal em155
DOBZHANSKY, AYALA, STEBBINS, VALENTINE, Evolución, o.c. pp. 262 – 311.
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230
peño, dificultades que trata de resolver y concluye con la conocida frase
última del capítulo XIV citada con anterioridad.
El Dr. Ayala156 fija su atención en aquellas cuestiones que siguen siendo motivo de debate científico a las que pretende dar solución
desde la perspectiva de la moderna Biología evolutiva, y exponemos de
forma sucinta.
5. 13. 1. El reloj molecular.
La primera cuestión que plantea el autor157 es la validez y exactitud del reloj molecular. E. Zuckerkandi y L. Pauling fueron los primeros en proponer que si el ritmo de substitución de nucleótidos en la evolución es constante, podría servir de reloj molecular. Se ha observado
que el número de diferencias de aminoácidos en una proteína en distintas especies es proporcional al tiempo transcurrido desde su separación
de un ancestro común.
(…) Se necesita, en primer lugar, calibrar el reloj para una proteína dada
(…) determinando el número de cambios acumulados desde que ocurrió un
determinado suceso cuya datación es conocida.158
No se trata, ciertamente, de un reloj cronométrico exacto como
el que usamos a diario sino estocástico, donde la probabilidad de que un
cambio ocurra es constante como ocurre cuando se arroja un dado seis
veces; la probabilidad es de 1/6 aunque el 1 puede que salga más o menos veces. Cuando se aplica a períodos de tiempo muy largos, el reloj
estocástico es muy exacto como cuando se lanza el dado un millón de
veces; la probabilidad aumenta y es casi seguro que el número 1 saldrá
un 1/6 exactamente.
Según Ayala, las posibilidades del reloj molecular son ilimitadas puesto que cada gen o proteína constituye un reloj independiente
con su ritmo propio pero que puede facilitar una medida de los acontecimientos evolutivos. Sin embargo, hay que considerarlo errático puesto que la variación real en la evolución del DNA es superior a la facilitada por el reloj molecular. Para compensar esta inexactitud es necesario examinar mayor número de genes, dos veces o tres más que si fuese
estocásticamente constante.
Afirma Ayala159 que el uso más frecuente de la hipótesis del reloj molecular ha sido la reconstrucción de la historia evolutiva y con él
podemos saber dos cosas: primera, si conocemos cuándo se produjo la
156
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. pp. 117 – 196.
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 117.
158
F. J. AYALA, La teoría de la Evolución, o.c. p. 206.
159
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. pp. 116 – 119.
157
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231
escisión de las especies podemos comprobar si el reloj molecular es
correcto, es decir, si los cambios ocurridos son proporcionales al tiempo transcurrido. Segunda, si se desconoce el momento de la separación
de los linajes, el número de substituciones que han tenido lugar pueden
servir para estimar el tiempo transcurrido. Es obvio, que las substituciones en los aminoácidos de linajes que se separan antes, contienen
mayor número de diferencias en la secuencia que los separados con
posterioridad. Estas relaciones filogenéticas entre nucleótidos y aminoácidos coinciden muy bien con las obtenidas con el registro fósil y
otras fuentes, como se aseguró con anterioridad.
A juicio de Ayala,160 se debe tener precaución al utilizar la secuencia de una sola proteína o gen al hacer deducciones evolutivas.
Mejor es promediar muchas proteínas y organismos, puesto que carecemos de una teoría válida para calcular el error probable de un reloj
molecular y no existe evidencia de que el ritmo evolutivo de un gen o
proteína sea el mismo en los diferentes linajes o sea constante a través
del tiempo en el mismo linaje.
5. 13. 2. Microevolución y macroevolución.
En dos niveles diferentes se desarrolla la evolución de los organismos: el microevolutivo (nivel molecular) y el macroevolutivo (nivel
fenotípico o morfológico). Ambos tienen sus defensores y detractores
en oposición. J. Monod es defensor acérrimo del primero y desemboca
en un optimismo exagerado cuando dice:
Se puede decir hoy en día que los mecanismos elementales de la evolución
están no sólo comprendidos en principio, sino identificados con precisión.
(…) el problema está resuelto y la evolución no figura ya en las fronteras
del conocimiento.161
Ayala lo censura: El optimismo de Monod es excesivo. Las causas de la evolución y la pauta de los procesos que la impulsan están
lejos de estar comprendidos por completo.162
Por el contrario, S. J. Gould condena la moderna teoría de la
evolución como lo refiere Ayala.163 Según S. J. Gould, la síntesis moderna se ha venido abajo por sus conceptos de extrapolación y selección, y la teoría sintética está efectivamente muerta aunque persista en
los libros de texto.
160
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 137.
J. MONOD, El azar y la necesidad, o.c. p. 152. Cita de Ayala tomada de Chance and Necessity,
Vintage Books, New York, 1972, p. 139.
162
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p 139.
163
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 140.
161
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232
Para Ayala es esta una visión deformada de la síntesis moderna.
S. J. Gould ha rectificado posteriormente y reconoce que la genética de
poblaciones evolutiva no es errónea o inadecuada, aunque no lo es todo.
La síntesis moderna, dice, es incompleta pero no errónea en su nivel.
Que la teoría microevolutiva no es todo y que es incompleta es un punto en el que sólo se puede estar de acuerdo, responde Ayala.
El problema fundamental de esta cuestión es, si la evolución se
desarrolla en forma puntual o gradual y si los mecanismos microevolutivos pueden evaluar el proceso macroevolutivo.
Los puntualistas (paleontólogos) defienden que la evolución
morfológica procede a ráfagas y el cambio fenotípico se produce durante la especiación y luego pasan largos períodos de tiempo, millones
de años, sin cambio fenotípico alguno. Por tanto, la macroevolución es
independiente de la microevolución y autónoma.
Los gradualistas consideran, por el contrario, que el cambio
morfológico es un cambio, más o menos, gradual y no asociado estrechamente a la especiación.
No obstante, a juicio de Ayala,164 esta discrepancia hay que resolverla empíricamente. Los puntualistas fundamentan la especie en la
diferencia morfológica substancial pero se puede objetar, que las especies gemelas son indistinguibles morfológicamente por lo que en éstas
no se puede utilizar este criterio de especiación. Por otra parte, los puntualistas acuden al cambio evolutivo ocurrido en instantes geológicos
que pueden abarcar millones de generaciones, mientras para un gradualista los cambios aparecidos en estos instantes pueden explicarse bien
mediante lentos procesos de substitución alélica. En esta tesitura, el
problema para el microevolucionista sería explicar la razón de que haya
linajes que perduran durante millones de años sin cambio fenotípico
notable. La respuesta se podría encontrar en la selección estabilizadora,
aunque no existen pruebas empíricas.
La cuestión de si los procesos macroevolutivos pueden explicarse con los mecanismos microevolutivos, según Ayala,165 parece resuelta afirmativamente, por lo menos en parte. Las macromutaciones
que tienen lugar en Drosophila y otros organismos lo demuestran. Estas
mutaciones son las que se dan en un solo gen o cromosoma, pero tienen
efectos fenotípicos importantes que empiezan en el embrión y se amplifican durante el desarrollo, como son el cambio de una antena en una
pata o el número de dedos o extremidades que se producen de manera
geológicamente rápida. Como también las experiencias realizadas por
Anderson sobre el tamaño corporal de Drosophila pseudoobscura; sometidas grandes poblaciones a diferentes temperaturas, comprobó el
164
165
F. J. AYALA, Ibidem.
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 146.
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233
aumento del tamaño corporal en las expuestas a temperaturas bajas en
relación con las desarrolladas en temperaturas más altas. El proceso de
crecimiento del tamaño del cerebro humano podría explicarse igualmente por acumulación gradual de mutaciones de escaso efecto en el
mismo período geológico de 13.500 años propuesto por la hipótesis
puntualista. En este sentido empírico, concluye el profesor Ayala,166 la
macroevolución y la microevolución no están desacopladas, son teorías
compatibles. Los fenómenos macroevolutivos pueden interpretarse como resultado de procesos microevolutivos.
Otra cosa es preguntarse si son reductibles unos a otros. La respuesta es negativa en el estado actual de nuestro conocimiento. Dadas
las características emergentes del proceso jerárquico macroevolutivo
que no se dan en el microevolutivo y el incumplimiento de las condiciones de derivabilidad y conectabilidad entre ambos niveles, deduce
Ayala,167 que en sentido epistemológico, la macroevolución está desacoplada de la microevolución y es un campo autónomo de investigación evolutiva.168
5. 13. 3. ¿Selección natural o azar?
Conocemos la definición de selección natural propuesta por
Ayala: el proceso de reproducción diferencial de las variantes génicas
alternativas. Según el autor, se ha tildado de circular a la definición de
selección porque la conclusión está incluida en la premisa, o el definiendum en el definiens y de este modo, los más aptos son los que se
reproducen más. Se reproducen más los más aptos, es decir, supervivencia de los supervivientes. Ayala169 argumenta que no tienen por qué
ser circulares las definiciones de selección natural si se presentan bien.
No siempre los más aptos son los que sobreviven, a veces, ocurre el
efecto contrario cuando hay exceso de adaptación. La selección, ya
desde C. Darwin, es simplemente una explicación de la adaptación de
los organismos al medio, de la cual se deriva una eficacia biológica,
pero los efectos de la selección son imprevisibles, hay que ver los resultados en cada caso concreto. Puede ocurrir que variantes adaptativas en
un caso no lo sean en otro, sobre todo, cuando los ambientes cambian.
Otros se empeñan en afirmar que la selección natural es indemostrable empíricamente lo que es erróneo, como dice Ayala.170 Existen pruebas empíricas suficientes de la actuación de la selección natural
166
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. pp. 158 – 174.
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 152.
168
El problema de la reductibilidad, aplicable también a la macro-microevolución, se trató con amplitud suficiente en páginas anteriores por lo que resulta innecesaria su repetición en este lugar.
169
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. pp. 155 – 158.
170
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. pp. 157 – 158.
167
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234
como pueden ser las observaciones de laboratorio que realizó T. Dobzhansky con Drosophila pseudoobscura, en la que los cambios en ordenaciones cromosómicas, refiere Ayala, eran atribuibles a diversas temperaturas aplicadas y se correspondían con los cambios observados en
diversas estaciones del año, primavera y verano. Otro tanto confirman
las experiencias realizadas con melanismo industrial. De gran relevancia es el experimento llevado a cabo por Ayala y Sved con Drosophila
para comprobar la eficacia media entre individuos homocigóticos y
heterocigóticos, con lo que se demuestra el polimorfismo frente a la
neutralidad adaptativa. De estas premisas deduce Ayala:171
•
•
•
Es cierto lo mucho que aún queda por hacer, sobre todo,
en cuanto a determinar las interacciones adaptativas entre
organismos y ambiente.
Considerando el carácter histórico de la evolución, la interpretación de acontecimientos pasados sólo pueden corroborarse por analogía con hechos actuales.
La selección natural es un proceso explicativo demasiado
fácil para todo conocimiento evolutivo, por lo que debemos ser cautos y probar la existencia de la selección natural en cada caso concreto, y no aceptarla sin más si no
media una prueba empírica. Ocurre, que la única prueba
empírica disponible es la medida de la eficacia biológica
o supervivencia en cada caso. No obstante, cualquier otra
hipótesis científica que pueda dar cuenta del proceso evolutivo se debe estudiar y comprobar empíricamente.
Paralela a la teoría evolucionista clásica fundamentada en el
proceso por selección natural, surge en 1968 la llamada teoría neutral
propuesta por el japonés Motoo Kimura. Esta hipótesis matemática, a
juicio de Ayala,172 es de gran contenido empírico, puede contrastarse
con los hechos, y de ser correcta, serviría como hipótesis nula, es decir,
de punto de partida para medir la exactitud del reloj molecular.
Propone esta hipótesis, según Ayala,173 que gran parte del cambio evolutivo en el nivel molecular no es debido a la selección natural
sino a efectos estocásticos de la deriva genética, es decir, al azar. Esta
teoría neutralista ha mostrado al ser contrastada, que sus predicciones
sobre el número de alelos neutros por locus y la proporción de individuos heterocigóticos se aproxima a un valor medio, no se ajustan a los
hechos comprobados experimentalmente; las pautas de diversidad en
171
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 158.
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. pp. 158 – 152.
173
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. pp. 158 – 174.
172
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235
diferentes poblaciones tampoco se cumplen y mucho menos, en especies diversas. Por las razones dadas, Ayala concluye que la única hipótesis alternativa válida, para dar cuenta del cambio evolutivo en el estado actual de nuestro conocimiento, es la selección natural como proceso
no aleatorio que dirige la evolución de las proteínas y la evolución de
los caracteres morfológicos y etológicos de los seres vivos.
5. 13. 4. Ingeniería genética y estabilidad de las especies.
Otra controversia en la moderna biología evolutiva, señalada
por Ayala,174 es la provocada por la relación entre ingeniería genética y
la estabilidad de las especies.
Dos son los factores que rigen el desarrollo evolutivo: primero,
la deriva genética, azar o la varianza en el muestreo de variantes alélicas de una generación a otra, y segundo, la selección natural que dirige
tales variantes en las poblaciones hacia una creciente adaptación al medio en el que viven los organismos. Con sólo la primera no tendría lugar el fenómeno de la evolución que da lugar a organismos que son sistemas dotados de una alta organización y muy bien adaptados al medio
en que viven. En qué dirección, de entre las posibles alternativas, evolucionará una especie, lo determina la selección natural en cada caso
concreto.
A juicio de Ayala:
(...) Las alternativas genéticas que resultan favorecidas en un caso particular dependen de las complejas interacciones entre los genes de un organismo dado, entre ese organismo y los demás de su misma especie y de especies diferentes, y entre los organismos y el medio ambiente. Por tanto, el
resultado específico de la selección natural es a menudo difícil de predecir,
dado que hay múltiples resultados posibles.175
Quiere decir que el complejo proceso de la selección natural
mantiene estable la coadaptación del acervo genético de las especies
activando los mecanismos de aislamiento reproductivo. Pero la genética
molecular tiene a su disposición unos instrumentos poderosos como la
hibridación e inserción de DNA que pueden variar la estabilidad genética de un organismo. Lo que Ayala176 cuestiona es el éxito asegurado
de estas nuevas técnicas. ¿Cuál es el destino probable del DNA insertado? se pregunta. La respuesta, como es obvio, ha de ser múltiple:
174
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. pp. 175 – 183.
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 176.
176
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. pp. 170 – 182.
175
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236
1ª) Debido a la coadaptación de los acervos génicos, es probable, que los materiales genéticos introducidos por medios artificiales en organismos superiores, resulten seleccionados negativamente y eliminados más temprano o más tarde.
2ª) La inserción de DNA podría ser tolerada si no es genéticamente activo, es decir, si es neutro, pero es improbable que tenga mayores consecuencias evolutivas. No sabemos si podría
acumularse convirtiéndose en una carga y tendría que ser seleccionado y eliminado porque supondría un gasto energético inútil.
3ª) Aun cuando la introducción de un gen o más confiriese a la
especie una propiedad beneficiosa, es difícil evaluar la probabilidad de que puedan ser aceptados por la selección natural. De
todas formas, dice Ayala, las consecuencias son más ecológicas
que evolutivas y un carácter nuevo introducido en especies superiores, es muy improbable que sea preservado si no es con
una intervención humana continuada. Es posible que en plantas,
organismos más sencillos, la incorporación podría mantenerse
con la intervención humana como ocurre en agricultura.
Contraejemplos se presentan en la hibridación y poliploidía, que
aunque no son corrientes, tampoco son raros. La hibridación tiene lugar
entre especies muy próximas y estrechamente emparentadas, pero como
los híbridos son en general estériles y tienen menor eficacia biológica,
la selección natural refuerza los mecanismos de aislamiento reproductivo y decrece la tasa de hibridación.
La poliploidía, sea autopoliploidía (duplicación del mismo genoma) o alopoliploidía (reunión de genomas distintos) es fenómeno relativamente raro en los animales, pero muy común entre ciertos grupos
de plantas sobre todo angiospernas y entre especies muy próximas.
Se utilizan hoy técnicas de recombinación en la producción de
alimentos, por ejemplo, los llamados transgénicos. En todos estos procedimientos, predominantemente artificiales, advierte Ayala, no debe
perderse de vista el peligro potencial de que una especie llegue a ser
una plaga o un parásito eficiente.
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237
5. 14. Origen y evolución del hombre según F. J. Ayala.
Cuando Ayala comienza su discurso biológico acerca del origen
del ser humano se remonta al hecho de la evolución con estas palabras:
El origen evolutivo de los seres vivientes, incluyendo la especie humana,
está hoy en día más allá de toda duda razonable. Aunque no se poseen todos los detalles del proceso, la historia evolutiva del hombre se conoce
mejor que la de la mayoría de las demás especies vivientes. Y cualquier
persona que quiera tomarse el esfuerzo de estudiar la evidencia, no puede
dudar de que nuestros antepasados de hace millones de años no eran seres
humanos (...) existe evidencia científica incontrovertible del hecho de la
evolución humana.177
Colocada esta primera piedra, un breve remonte por la escala
geológica nos puede llevar a una mejor comprensión del origen del
hombre partiendo sólo de presupuestos científicos. Según el autor,178
nuestra especie Homo sapiens sapiens subespecie de Homo sapiens, es
de origen muy reciente y un advenedizo en la Tierra.
Los primeros animales evolucionaron hace menos de mil millones de años. Primero fueron los celomados después los cordados, y por
último, los vertebrados que dieron lugar a los peces modernos, anfibios, reptiles, mamíferos y aves. Los mamíferos se diversificaron hace
65 o 70 millones de años. Surge entonces el grupo de los primates que
incluyen a los monos y al hombre. Los primates evolucionan desde los
65 millones de años. Nuestros parientes vivientes más cercanos son los
antropoides que se clasifican así:
Póngidos asiáticos: Gibón y orangután.
Antropoides: Póngidos africanos: Chimpancé y gorila.
Homínidos: Hombre.
De los homínidos, el único superviviente es el hombre.
Cuando se busca el eslabón perdido en la cadena evolutiva
humana, puesto que es un proceso gradual, deben haber existido organismos intermedios entre el hombre y los antropoides. Según Ayala,
este eslabón y otros muchos fósiles intermedios han sido encontrados
desde 1965, sin embargo añade:
Aun cuando muchos detalles de la evolución humana son todavía desconocidos o hipotéticos, los jalones principales de los últimos cinco o seis millones de años están bastante bien confirmados. De manera esquemática
177
178
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 124 – 125.
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 125 – 136.
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238
están representados por las transiciones: Austrolopithecus africanus –
Homo habilis – Homo erectus – Homo sapiens – Homo sapiens sapiens.179
En general, nuestro autor sigue el paradigma universalmente
aceptado que descubre la aparición de los humanos según el registro
fósil actual.180
Tras una breve descripción filogenética del ser humano a partir
de los restos fósiles encontrados y estudiados por los investigadores de
la teoría de la evolución, Ayala se siente sorprendido por la singularidad humana y escribe:
(...) Una convicción fundamental en mi vida: que los humanos somos un
especie animal, aunque seamos una especie animal muy particular, y diferente de todas las demás de manera radical, puesto que sólo los humanos
tenemos las capacidades intelectuales que hacen posible la literatura, el arte, la ciencia y la tecnología exuberante que, para bien y para mal, caracteriza a las sociedades contemporáneas.181
Pero reconoce:
(...) Es cierto que el descubrimiento del origen evolutivo de la humanidad
no es suficiente para darnos a entender qué es el hombre pero proporciona
el punto de partida necesario para ello.182
Su convencimiento es grande y explicita este punto de partida:
(...) Pero si queremos entender lo que somos y adónde vamos, debemos entender de dónde venimos, puesto que ello define nuestra realidad y delimita nuestras posibilidades. Es decir, lo humano, lo que nos distingue de
otros seres vivientes y del resto del universo, sólo puede ser entendido como producto de la evolución. Nuestros antecedentes biológicos, aproximadamente de hace 3.500 millones de años, va desde las bacterias a animales
muy primitivos, más tarde a los mamíferos, a los primates, a Lucy y, eventualmente, al Homo sapiens, nuestra especie. Nuestra historia biológica define y delimita lo que somos y lo que podemos ser.183
Ayala184 concibe la evolución biológica humana como un proceso gradual en el que nuestros parientes más próximos son los antropoides, y el conocimiento de la naturaleza humana puede comenzar por
estudiar las semejanzas y diferencias con ellos para descubrir nuestros
179
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p.141.
Para una información más profunda de los varios eslabones encontrados recientemente, puede
consultarse la obra Senderos de la Evolución Humana de CAMILO J. CELA CONDE y F. J.
AYALA, Alianza Editorial, S.A. Madrid, 2001.
181
F. J. AYALA, La teoría de la evolución, o.c. p. 15.
182
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 153.
183
F. J. AYALA, La Teoría de la evolución, o.c. p 15.
184
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 153.
180
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239
caracteres humanos únicos que, aunque tienen fundamento biológico,
van más allá de la biología, como son la autoconciencia, el lenguaje, la
tecnología, creatividad, el arte, la moral y la religión. Literalmente dice
Ayala:
La evolución biológica ha producido al hombre, y al hacerlo, se ha superado a sí misma por la cultura, la tecnología y la vida del espíritu.185
Para conocer la naturaleza humana, siguiendo estos criterios, es
por lo que emprende el profesor Ayala186 el estudio de las semejanzas y
diferencias entre el hombre y los antropoides que aquí se señalan con
brevedad:
Semejanzas anatómicas:
El cuerpo humano está construido con arreglo al mismo plan
general de los cuerpos de otros animales. La correspondencia hueso a
hueso entre hombre y antropoides es impresionante. Se caracterizan
ambos por ciertos rasgos comunes como son inmovilidad de las orejas,
reducción del olfato, pérdida de pelos tácticos, existencia de un ciclo
menstrual y ausencia de período estacional de cría, una sola cría por
parto, gran cuidado maternal y dominancia de los machos adultos.
Diferencias anatómicas:
Postura erecta normal y constante de la columna vertebral en el
hombre al estar de pié y caminando, cambios en la pelvis, estructura del
pié, planta y dedos del mismo. Miembros anteriores más cortos, manos
libres, disminución de la mandíbula y dentadura. La característica anatómica diferencial más importante es la extensión de la superficie del
cerebro (circunvoluciones) en el hombre 22.260 cm.2, en el gorila sólo
5.300 cm.2, que guarda gran correlación con la capacidad intelectual, no
así la del volumen que es nula. Se discute entre los evolucionistas si
ocurrió antes el bipedalismo o el aumento del tamaño del cerebro; según Ayala, ambas explicaciones son complementarias, no exclusivas.
Semejanzas y diferencias bioquímicas:
Las semejanzas bioquímicas entre el hombre y los demás organismos son considerables. La composición química general es muy semejante en todos los seres vivos. Todos poseen DNA, los mismos mecanismos de trascripción y traducción y los mismos codones traducen
los mismos aminoácidos, lo que indica con evidencia la unidad de la
vida. Esta semejanza aumenta conforme se sube por la escala evolutiva
185
186
F. J. AYALA, Ibidem.
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 154 – 158.
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240
del árbol filogenético y se comparan organismos más cercanos. Esta
similitud bioquímica refleja una gran semejanza genética, a juicio del
profesor Ayala.
Aunque estas diferencias bioquímicas y genéticas sean mínimas, las anatómicas son mayores, sin embargo, Ayala no cesa de insistir: (...) El hombre aun en cuanto animal, no es uno más: el hombre es
único en un sentido peculiar y extremadamente significativo.187
Son palabras de G.G. Simpson pero que el autor transcribe y
hace propias. Y es que estas semejanzas tan sugestivas y mínimas diferencias biológicas, como manifiesta Ayala, no nos dicen por qué el
hombre se percibe a sí mismo como un ser único en el mundo orgánico.
Las diferencias fundamentales entre el hombre y los demás organismos, especialmente los más cercanos a él como los antropoides,
radican según Ayala, en el dominio del comportamiento, en modos de
vida completamente nuevos y radicalmente diferentes y son: la cultura
y el lenguaje, la estructura social y política, la ética y la religión, la literatura, el arte, la tecnología y en general todo lo que constituye la
herencia cultural exclusivamente humana.
Evidentemente la cultura es el atributo distintivo de la humanidad que abarca todas las actividades humanas no estrictamente biológicas, así lo reconoce y afirma Ayala.188 Para el autor hay dos tipos de
herencia en el ser humano: la herencia biológica y la cultural, ambas
estrechamente relacionadas. La biológica, como en todos los organismos, se transmite de padres a hijos en las células sexuales portando la
información genética contenida en el DNA. La herencia cultural, en
cambio, es privativa del ser humano y se transmite por la instrucción y
la enseñanza pero también a través del ejemplo y la imitación, los libros, el arte, radio, televisión.
Una forma de cultura es la adaptación al ambiente cambiándolo.
Los animales se adaptan al ambiente o mueren. El hombre es capaz de
transformarlo adaptando el medio a sus genes. La adaptación cultural
prevalece sobre la biológica porque es un proceso más rápido y puede
ser dirigido por el propio ser humano. La herencia cultural se transmite
por el lenguaje, de aquí la íntima y esencial relación entre ambos. La
característica peculiar del lenguaje humano es el símbolo. Los animales
utilizan un lenguaje de señales acústicas muy reducido con el que sólo
manifiestan estados emotivos de agrado o desagrado, nunca ideas y
conceptos de los que carecen. El hombre es el único capaz de usar símbolos que no se asemejan a la realidad son, por tanto, convencionales,
pero significan algo de mutuo acuerdo social.
187
188
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 161.
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 162.
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241
En cuanto al origen del lenguaje, apunta Ayala,189 es un tema de
continuo estudio y especulación por lo que se impone antes una aclaración y se evitan confusiones. Es necesario distinguir entre capacidad
para el lenguaje y diversidad de lenguajes. Es cierto, dice Ayala, que el
origen de la capacidad de lenguaje supone una anatomía normal adecuada para emitir sonidos, pero el origen de esta capacidad no está en
los órganos bucales y guturales, sino en ciertas estructuras cerebrales
muy relacionadas con el lenguaje. La capacidad del lenguaje corre pareja con el desarrollo del cerebro, el bipedalismo y la destreza manual. La
comunicación de ideas hace posible la cultura. Sin embargo, el lenguaje, o mejor, la diversidad de lenguajes o idiomas no depende de la genética biológica y no están determinados por nuestra naturaleza biológica.
Xavier Zubiri, citado por Ayala,190 hace una incursión filosófica en los
sucesos esenciales del proceso evolutivo, incursión de carácter sincretista con la intención, al parecer, de hacer coincidir los criterios de la
ciencia con los de la filosofía y teología. En su cita Ayala manifiesta su
interés y admiración por la presentación que hace Zubiri del problema
de la hominización.191
189
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 164 – 168.
F. J. AYALA, “Evolución biológica y evolución cultural”, “Arbor”, 1968, nº 71, p. 23.
191
X. ZUBIRI, “El origen del hombre”, “Revista de Occidente”, agosto, 1964, Madrid, pp. 147 –
173. Es muy aclaradora la lectura de este trabajo filosófico sobre el problema de la hominización,
considerado de excelente por el propio Ayala, Para X. Zubiri, el problema del origen del hombre ha
sido hasta finales del siglo XIX casi exclusivamente teológico pero con la aparición de las diversas
disciplinas biológicas se convirtió en problema científico. La evolución humana, siendo un hecho
innegable, los mecanismos del proceso, en cambio, son todavía discutibles y discutidos en realidad.
Según Zubiri, el hombre pertenece a los antropomorfos, grupo constituido por los póngidos (grandes
simios) y los homínidos y éstos, a su vez, formados por los homínidos no humanizados y desaparecidos y los homínidos humanizados o infrahumanos a cuyo philum pertenece el hombre. Lo fundamental, para Zubiri, es tener en cuenta la irreductibilidad de la dimensión intelectual del hombre a
todas las dimensiones sensitivas animales. Según esto, Zubiri afirma que es impropio hablar de inteligencia animal, éste se desenvuelve sólo entre estímulos sensitivos conforme a su estado tónico que
no entiende; el hombre, en cambio, capta realidades estimulantes. El animal resuelve el problema
concreto presente; el hombre es creador y construye para situaciones futuras. Lo fundamental en el
proceso evolutivo humano es resolver el problema de la hominización que no es partir de lo prehumano sino de lo infrahumano. Para Zubiri, el austrolopiteco no es animal sino homínido con caracteres humanos rudimentarios, con alguna innovación creadora y, por tanto, con una cierta inteligencia,
es verdadero hombre. El hombre es inteligente, no racional. Lo racional es el estado final del desarrollo intelectual. En la evolución humana se va de lo preracional a lo racional. En este sentido, el
hombre sólo puede provenir inmediatamente de un homínido y nunca de un equinodermo o de un
ave porque el desarrollo de sus estructuras biológicas no ha llegado al punto que exige una psique
intelectiva fundada en la sensibilidad a la que ha trascendido como ocurre en el homínido. En éste,
cuando su estructura biológica ha llegado a su nivel adecuado exige la aparición de una psique proporcionada, dada la íntima relación entre estructuras biológicas y psíquicas.
La posición de la teología es distinta porque no ha considerado los estadios previos de la hominización, sino al hombre constituido ya como ser racional y teologal. Lo que no sabemos es el punto
crítico evolutivo en el que empieza a ser racional y teologal.
190
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242
5. 15. Conclusión.
Desde la perspectiva epistemológica, superadas las dificultades
culturales y religiosas que encontró la teoría de la evolución en sus comienzos, el darwinismo, o mejor, el neodarwinismo y teoría sintética o
teoría moderna de la evolución, ha encontrado su lugar en el pensamiento filosófico y científico para describir el hecho evolutivo. Gracias
a la colaboración mutua entre las distintas disciplinas biológicas y con
la singular aportación de la Biología molecular, se han descifrado, en
parte, las claves de la mutación biológica, su dependencia del azar y el
concepto de selección natural, esencia de la teoría de la evolución, como proceso mecánico y creativo interno de los seres vivos. La selección
natural escoge ciegamente aquellas mutaciones genéticas que conducen
a un organismo a la mejor adaptación al medio como único y último
recurso para la propia supervivencia y mejor reproducción. Son las mutaciones beneficiosas las que son transmitidas a toda la población y sólo
a ella, frente al neolamarckismo que ponía el énfasis evolutivo en la
influencia del ambiente, hecho desmentido más tarde por los nuevos
descubrimientos científicos.
La reflexión filosófica del profesor Ayala, sus demostraciones
científicas de gran contenido empírico de acuerdo con la metodología
popperiana de su elección, su laboriosa ordenación de las ideas y claridad de exposición, son suficientes para mostrar la gran aportación que
supone para la ciencia biológica moderna su profundo trabajo de investigación.
Pese a las profundas lagunas, controversias y deficiencias que
todavía presenta la nueva teoría de la evolución biológica y que destacan algunos biólogos, es indudable que constituye un peldaño importante en la reconstrucción del sinuoso y complejo proceso evolutivo de
la vida a través de millones de años acudiendo a una razonable explicación causal sin necesidad de recurrir a un creacionismo que no resuelve
nada y por naturaleza no falsable como afirma el propio Ayala.
Un escollo de gran volumen lo constituye el concepto de especie taxonómica de capital importancia en evolución biológica. Ayala es
consciente y sabedor de que las dos teorías esencialista y nominalista
quedan en tablas por tener ambas su parte de razón y por tanto, no se
puede dar una clasificación natural de los organismos puesto que hay
criterios diversos para ello.
La teoría de la evolución tal como la presenta el profesor Ayala
resulta correcta aunque incompleta. Correcta porque en nuestros días es
la explicación más racional y lógica acerca del origen y amplísima variedad de seres vivos que conocemos y los mecanismos básicos del proceso de cambio. No es ya una simple especulación, sino que muestra
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243
pruebas empíricas del hecho evolutivo en el nivel molecular compatibles con la hipótesis puntualista. Es incompleta porque no dispone de
los medios necesarios para dar una explicación empírica total de los
fenómenos biológicos originales, tales como la formación del DNA y
código genético, de las proteínas sobre las que debe actuar. Se especula
sobre la anterioridad de lo uno o de lo otro, el carácter de la misma vida, la oscuridad sobre la abiogénesis y sobre todo de los saltos cualitativos y lagunas en la evolución del ser humano por muchas hipótesis
que se propongan sobre esta ardua cuestión. La teoría evolutiva no puede dar por el momento una respuesta convincente del proceso de hominización. Es cierto que los procesos moleculares descritos por Ayala
con precisión y conformes con la teoría sintética son necesarios para
que aparezca la vida, pero ¿puede ser ésta una mera resultante de los
mismos?
En resumen, la teoría presentada por el profesor Ayala para explicar el hecho de la evolución resulta convincente por su coherencia y
alto valor explicativo científico y filosófico a pesar de su incompletitud,
pero capaz de ser mejorada por los incesantes descubrimientos científicos de cada día.
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TERCERA PARTE
Lo axiológico y lo científico, lo
normativo y lo factológico, representan dos aspectos de un mismo
enfoque del mundo.
(Stéphane Anguelov).
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6. Evolución biológica y progreso en el pensamiento
de F. J. Ayala.
Con el concepto de evolución darwiniana se ha superado la etapa antigua en la que prevalecía la concepción estática de la vida biológica. Darwin introduce el tiempo en el concepto de organismo y arguye,
con gran poder de convicción, que los seres vivos evolucionan, o sea,
que los organismos complejos y avanzados descienden de otros más
primitivos y simples que vivieron en el pasado. Esto, según Ayala,1 parece implicar obviamente que el proceso de evolución es progresivo.
Hoy, todos los filósofos de la ciencia natural admiten sin ambages, que
todo ser vivo es un sistema dinámico abierto y que la vida de todo organismo es un proceso de cambio direccional hacia una meta, es decir,
evoluciona. Este evolucionar se ha interpretado vulgarmente como progreso. ¿Es realmente la evolución un progreso? Es la cuestión que el
profesor Ayala se propone dilucidar, analizando términos que concurren en el proceso evolutivo pero que no siempre significan o conllevan
progresión.
Progreso es un término polisémico y si no se usa con precaución
da lugar a confusiones con otros vocablos que tienen que ver con él,
pero no significan progreso. Los seres humanos, por ejemplo, han progresado más que las bacterias en unos aspectos; las bacterias, por el
contrario, son capaces de sintetizar todos sus componentes y obtener
energía de sólo compuestos inorgánicos, mientras el ser humano necesita de otros organismos. Bajo este respecto parece que estos microorganismos han progresado más. Otros organismos, como bacterias, no han
cambiado significativamente desde hace mil millones de años. Otros
linajes se extinguieron en el pasado, y estos fenómenos, como es evidente, no se pueden considerar como criterio de cambio progresivo.
Es necesario, dice Ayala,2 investigar el concepto de progreso en
el contexto del mundo biológico para poder decidir en qué sentido o
sentidos es la evolución un proceso progresivo.
1
F. J. AYALA. “Darwin y la idea de progreso”, “Arbor”, Madrid, 1982, nº 442, pp. 59 – 75. “El
concepto de progreso biológico”, Estudios sobre la filosofía de la biología, o.c. pp. 431 – 451.
2
F. J. AYALA, “Darwin y la idea de progreso”, o.c. p. 60.
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248
6. 1. Concepto de progreso.
La idea de progreso es familiar en el mundo moderno, sin embargo, parece ser una idea implícita en el pensamiento antiguo, dice
Ayala.3 El relato bíblico de la Creación del libro del Génesis envuelve
una cierta idea de progreso en la escala de aparición de los seres desde
lo inorgánico a lo orgánico y desde la inferioridad a la superioridad y
así hasta llegar al hombre el ser supremo creado. El cristianismo concibe la historia como desarrollo progresivo, historia de salvación. Los
padres de la Iglesia y en especial S. Agustín, también presentan una visión progresiva de la historia humana. Por el contrario, los griegos concebían el tiempo de forma cíclica, el eterno retorno, historia que se repite incesantemente. En el renacimiento se origina la idea de que el conocimiento está sujeto a un avance gradual, idea recogida después por los
enciclopedistas que constituye su credo fundamental. Por fin, C. Darwin sancionó científicamente esta idea con la teoría de la selección natural que se extendió al campo cultural y social aunque con excesos que
han sido ya superados.
Para llegar a un esclarecimiento de progreso biológico, dice
4
Ayala, hay que fundamentarlo en la idea de progreso general analizando los términos de cambio, dirección y evolución componentes del progreso que se identifican frecuentemente con él de modo erróneo.
Cambio, según Ayala,5 es una alteración de la posición, estado o
naturaleza de una cosa. Un ejemplo típico puede ser el cambio continuo
de posición de las moléculas de oxígeno y nitrógeno en el aire de una
habitación y este movimiento no se considera progresivo.
Evolución implica cambio sostenido pero la evolución de una
especie no significa siempre progreso, a veces, una especie evoluciona
hacia su extinción. En algún caso se puede dar progreso sin evolución.
Dirección es un cambio tal que los elementos últimos de una
secuencia están más apartados de los primeros que los intermedios. El
cambio direccional puede ser uniforme o neto, como dice Ayala,6 según
que todo miembro último esté más apartado del primero que todo
miembro anterior, o si sólo se considera como término medio en relación a los elementos inmediatos.
Con frecuencia entre los evolucionistas se iguala direccionalidad con irreversibilidad, con lo que se quiere significar que la evolución biológica es direccional, porque es irreversible. La irreversibilidad
puede darse sin ser direccional como ocurre en el juego de naipes. Por
3
F. J. AYALA, Ibidem.
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. p. 432. Cf. J. BURY, La idea de progreso,
Alianza Editorial, Madrid, 1997.
5
F. J. AYALA, Ibidem.
6
F. J. AYALA, Ibidem.
4
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249
mucho que se barajen las cartas partiendo de una disposición ordenada,
el orden primitivo no se recupera, se da irreversibilidad pero este cambio no es direccional. También es cierto que se dan cambios direccionales y al mismo tiempo irreversibles en procesos orgánicos e inorgánicos. Ayala recuerda que la segunda ley de la Termodinámica describe
cambios que son direccionales e irreversibles. La entropía en un sistema
aislado aumenta continuamente pasando de estados menos probables a
más probables. En Paleontología se usa direccionalidad para significar
tendencias evolutivas pero estas tendencias aunque son direccionales no
tienen por qué ser progresivas.
Con estas particularidades pretende Ayala distinguir con nitidez
direccionalidad y progreso. De todo este razonamiento hemos de concluir con el profesor Ayala que cambio, direccionalidad, irreversibilidad, evolución, tendencia, son términos que forman parte del progreso
pero resultan insuficientes para definirlo si no se añade un nuevo elemento valorativo que indique perfeccionamiento o mejoría, con lo que
nos acercamos al verdadero concepto de progreso en general y biológico en nuestro caso. Para Ayala,7 evolución, dirección, progreso, implican una secuencia histórica en la que se da una alteración continuada de
una propiedad o estado en sus elementos. El progreso se da cuando un
cambio direccional está encaminado a un mejor estado o condición.
Dos elementos componen el progreso: uno descriptivo – cambio
direccional – el otro axiológico – mejora o perfeccionamiento – ambos
necesarios y suficientes para que ocurra el progreso. Lo difícil será señalar el segundo elemento, cuándo hay mejora, es decir, qué es mejor y
qué peor.
Se entiende esta mejoría o perfeccionamiento, superioridad o inferioridad en sentido biológico, no moral. Como dice Ayala, existe el
progreso moral, pero no siempre ha de ser así. En el concepto de progreso siempre está presente una valoración, pero no necesariamente con
referencia a normas morales, sino que la evaluación puede significar
simplemente abundancia, eficacia, complejidad, superioridad.
De la contemplación de estos extremos, Ayala deduce una definición de progreso:
El progreso puede definirse como un cambio sistemático en, por lo menos,
una característica perteneciente a todos los miembros de la secuencia histórica, que es de tal forma que los últimos miembros de la secuencia muestran un perfeccionamiento de esta característica.8
7
8
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. p. 434.
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, Ibidem.
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250
De forma más breve se puede decir: el progreso es un cambio
direccional encaminado hacia el perfeccionamiento. Regreso, por el
contrario, sería cambio direccional hacia el empeoramiento. Para una
mejor comprensión del concepto de progreso distingue Ayala9 varios
tipos de progreso fundamentados en los dos elementos que lo componen: el descriptivo – cambio direccional – y el axiológico – perfeccionamiento. Atendiendo al primero, a la uniformidad del cambio direccional, puede ser cambio uniforme o neto como ya se vio en páginas
anteriores.
Repetimos con Ayala,10 se da cambio uniforme cuando todo elemento último de la secuencia es mejor que todo miembro anterior de la
misma. Existe progreso uniforme si dado mi con un cierto pi cada mi es
tal que pj > pi si j > i y pj < pi si j < i.
El progreso neto requiere que los miembros últimos de la secuencia por término medio o en conjunto sean mejores que los anteriores, aunque haya entre ellos fluctuaciones temporales de valor. Hay
miembros o etapas en las que la aproximación a la meta no es uniforme.
Ayala11 encuentra que su definición de progreso uniforme y neto es sólo parecida pero no idéntica a la que proponen C. D. Broad y T.
A. Goudge como progreso uniforme y perpetuo. El progreso perpetuo
de Broad presenta dificultad en su aplicación y requiere que el primer
elemento de la secuencia sea el peor y el último sea el mejor, cosa que
no exige la definición de Ayala. Éste hace notar también que su distinción entre progreso uniforme y neto está implícita en los términos que
usa G. G. Simpson de universal, invariable, constante y continuo al referirse al progreso uniforme. Advierte Ayala, que ni el progreso uniforme ni neto requieren ser ilimitados, es suficiente que el progreso sea
asintótico: que se acerque continuamente a una meta finita aunque nunca llegue a alcanzarla.
Otra posible clasificación de progreso, dice Ayala,12 es atendiendo al alcance de la secuencia en juego. Según este alcance, el progreso puede ser general o particular. El progreso general se da en todas
las secuencias históricas desde el inicio hasta la actualidad. El particular
se da sólo en una o varias secuencias históricas pero no en todas ellas.
El progreso que tiene lugar en un lapso de tiempo limitado desde el origen de la vida hasta el presente es también particular.13
9
F. J. AYALA, Ibidem.
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. pp. 434 – 435.
11
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. p. 435.
12
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. p. 436.
13
Para completar el concepto de progreso puede ser útil la lectura de Ensayos sobre el progreso de
M. GARCÍA MORENTE, Editorial Dorcas, Madrid, 1980. Hallamos una notable coincidencia con
F. J Ayala en los conceptos de progreso general y biológico, que puede ser tenida en cuenta. También, La idea de progreso de J. BURY, Alianza Editorial, Madrid, 1997.
10
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251
Con respecto al segundo elemento axiológico del progreso, según Ayala,14 la cuestión que se presenta es la siguiente: ¿Se puede definir y medir el progreso con un valor absoluto sin implicar juicios de
valor?
Con referencia al problema del progreso biológico se muestran
pronunciadas divergencias entre ciertos biólogos a las que se refiere
Ayala:15 J. B. S. Haldane (1932) afirma que el concepto de progreso es
necesariamente axiológico y por ello hay que extraerlo de las discusiones científicas, las cuales se fundamentan exclusivamente en el conocimiento objetivo; hablar de progreso es entrar en el campo de lo subjetivo ajeno a la ciencia. A esta objeción Ayala responde: cierto que el
concepto de progreso es siempre axiológico y hace referencia a juicios
de valor, pero ello no significa que no pueda usarse si sirve para aclarar
algo más el proceso de evolución. Apoyando la tesis de Ayala encontramos una frase como esta de J. Monod:
(...) Es evidente que el plantear el postulado de objetividad como condición del conocimiento verdadero constituye una elección ética y no un juicio de conocimiento, ya que, según el mismo postulado, no podía haber
conocimiento “verdadero” con anterioridad a esta elección arbitraria. El
postulado de objetividad para establecer la norma del conocimiento, define
un valor que es el mismo conocimiento objetivo. Aceptar el postulado de
objetividad es pues enunciar la proposición de base de una ética: la ética
del conocimiento.16
Es obvio lo que pretende decir un fuerte defensor del principio
de objetividad como es J. Monod: la misma ciencia objetiva comienza
por un juicio de valor como es la elección del mismo conocimiento objetivo como norma de conocimiento científico.
Frente a la posición de Haldane se encuentran, según Ayala,17 J.
Huxley (1924-1953) y J. Thoday (1953-1958) diametralmente opuestos. Para éstos, el progreso es un concepto puramente biológico por lo
que puede explicarse sin juicio de valor alguno. Thoday propone: se da
progreso evolutivo sólo cuando la probabilidad de dejar descendientes
de una unidad de evolución después de largos períodos de tiempo aumenta. La propuesta de Thoday, aunque ingeniosa, no es operacional,
dice la crítica, no parece que pueda aplicarse. En primer lugar, no pueden cuantificarse los factores que afectan a la adaptación, a lo que se
podría añadir que una mayor o menor descendencia no supone progreso
¿qué número de descendientes habría que fijar? Por último mayor o
menor adaptación suponen también axiología.
14
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, Ibidem.
F. J. AYALA, “Darwin y la idea de progreso”, o.c. pp. 61 – 63.
16
J. MONOD, El azar y la necesidad, o.c. p. 187.
17
F. J. AYALA, “Darwin y la idea de progreso”, o.c. pp. 62 – 63.
15
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252
Igualmente Huxley afirma que el concepto de progreso no se
debe definir a priori sino por inducción, observando las características
que distinguen los organismos superiores de los inferiores. Esta solución de Huxley, según Ayala, es circular y la distinción inferiorsuperior junto a los demás términos que usa como mejora, avance, nivel, son evaluativos y, por tanto, axiológicos con lo que no se evita la
dificultad a la que se refiere.
Otro intento de fundamentar el progreso evolutivo sobre una
noción puramente biológica sin necesidad de juicio axiológico alguno
es el de M. Kimura: Sería considerar el progreso biológico simplemente
como el incremento de información genética acumulada en el DNA.
Sabemos que la información genética se acumula codificada, por lo
menos la mayor parte, en el DNA del núcleo celular e interactuando
con el ambiente, dirige el desarrollo y comportamiento de un organismo. Kimura ha estimado que la cantidad de información genética acumulada en animales superiores por generación es de 0,29 bits de tasa
media.
Para Ayala,18 el método de Kimura adolece de varios defectos
importantes. El primero, supone que la tasa de información es constante
por generación. Quiere esto decir, que en generaciones cortas se acumula más información que en las más largas y, por tanto, son aquellas
más progresivas, por ejemplo, en mamíferos, los topos y los murciélagos serían más progresivos que los caballos, las ballenas y el hombre.
El segundo y más fundamental defecto es, que la suposición de que los
organismos más recientes tienen mayor información no está justificada
y, por tanto, queda invalidado el intento de medir el progreso evolutivo
y además, no existe método alguno para conocer y cuantificar la información genética total de un organismo. Ayala19 precisa que la cantidad
de información no está relacionada con la cantidad de DNA, el cual
contiene muchas secuencias de nucleótidos repetidas y otras carecen de
información. Se puede medir la longitud total de secuencias de DNA
pero se ignora cual es la fracción que porta información y la que mantiene mensajes sin sentido.
Del examen epistemológico de estas afirmaciones por parte de
Ayala se deduce, que no es posible medir el progreso biológico contando con una mera pauta biológica.
Sumamente dura es la crítica y resistencia que ofrece J. C.
Greene a la teoría evolucionista de Darwin y seguidores y especialmente al concepto de selección natural, debido todo a que, según su juicio,
la ciencia positiva está libre de juicios de valor y el darwinismo está
sobrecargado de éstos y de términos que suponen tales juicios. Esta po18
19
F. J. AYALA, El concepto de progreso biológico, o.c. p. 438.
F. J. AYALA, “Darwin y la idea de progreso”, o.c. p. 69.
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253
sición la refleja en su abundante correspondencia epistolar con T.
Dobzhansky, E. Mayr y en alguna ocasión particular con F. J. Ayala.20
Éste resume la argumentación que presentan uno y otro.
I. Núñez de Castro21 hace un apunte del perfil de ambos, Greene
y Dozhansky, de este modo: J. C. Greene, historiador de la ciencia, con
profundas convicciones religiosas, de formación filosófica positivista,
prefiere mantener la ciencia, filosofía y religión en compartimentos
herméticos cada uno; la ciencia no puede fundamentarse en juicios de
valor. T. Dozhansky, también hombre de gran convicción cristiana ortodoxa, opina que la ciencia no es una mera colección de conocimientos, sino que es una parte de la visión que el hombre tiene de sí mismo
y del universo. Necesitamos una síntesis.
Éstas y las siguientes trascripciones de Ayala22 reflejan en forma resumida de frases fundamentales, el pensamiento de ambos al respecto.
El día 23 de noviembre de 1961 Dobzhansky escribe a Greene:
“no puedo seguir a usted cuando advierte y pone estas cosas en compartimentos estancos y ve sólo cambio y no progreso. Como científico observo la evolución como una totalidad progresiva”. A lo que responde
Greene: “no lo creo a usted”23. En otra ocasión, 1 de diciembre de
1961, escribe Greene: “estoy impresionado por la condición de ambigüedad en el discurso evolucionista. Parece que los biólogos no podrían
vivir con él ni sin él. Sin él porque no lo definirían sin introducir juicios
de valor que de acuerdo al concepto de ciencia que ha prevalecido desde la revolución científica del siglo XVII están excluidos de la ciencia.
Todavía la literatura de la evolución está llena de palabras como progreso, perfeccionamiento, avance, superior, inferior, etc. y figuras que
implican esfuerzo, propósito y logro.”24
Sigue Greene: “realmente Darwin estaba convencido de que su
teoría implicaba desarrollo progresivo a larga distancia aunque no en
cada instante del cambio evolutivo. Bien conocidas son las palabras
poéticas del Origen de las Especies: la selección natural trabaja básicamente para el bien de cada ser, toda capacidad corporal y mental tenderá hacia la perfección.” Greene se aterroriza, continúa Ayala25, de
20
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, “Biology and Philosophy”, 2000, nº 15, pp. 559 – 573. También puede consultarse “Evolución y sentido en la correspondencia de T. Dozhansky”, de I. NÚÑEZ
DE CASTRO, comunicación 5 a la XXVII Asamblea Interdisciplinar José Acosta (ASINJA), Galapagar 27-30 septiembre 2000, La Nueva Alianza de las Ciencias y la Filosofía, Universidad de Comillas, Madrid.
21
I. NÚÑEZ DE CASTRO, “Evolución y sentido en la correspondencia de T. Dobzhansky”, o.c. p.
2.
22
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, o.c. 559 – 566.
23
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, o.c. p. 562.
24
F. J. AYALA, Ibidem.
25
F. J. AYALA, Ibidem.
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254
que este tipo de lenguaje se tome como científico por Darwin y los demás evolucionistas. Según Greene, “Darwin se encuentra inmerso entre
los hechos biológicos que parecen reclamar interpretaciones que envuelven conceptos de valor, direccionalidad, finalidad, etc. y las implacables implicaciones lógicas de una filosofía natural mecanicista. Darwin intenta definir progreso, superior, inferior, en términos de supervivencia; fue un desesperado intento de dar sentido a los hechos sin
abandonar la filosofía mecanicista. Vida no es lucha por la supervivencia, no conlleva el concepto de mejor o peor. No puedo dar sentido filosófico a este lenguaje y mucho menos sentido científico.”26
Estos párrafos seleccionados y trascritos por Ayala27 de la carta
de Greene a Dobzhansky en diciembre de 1961, ponen de manifiesto el
concepto de ciencia positiva que Greene eligió frente a la evolutiva con
lo que parece situarse en contradicción consigo mismo.
Según Ayala, Dobzhansky aturdido, escribe el día 13 de noviembre: “¿porqué los biólogos han de rehuir semejantes palabras como
creatividad, crecimiento, ensayo y error etc.? ¡Por Dios, si esto es lo
que observan que acontece, o se deduce que ha acontecido!” 28
Continúa Dobzhansky: “E. Mayr está decidido a reivindicar la
idea de progreso evolutivo y al mismo tiempo excluir toda referencia a
un agente externo y a causas finales. ¿Quién puede negar, sobre todo,
que hay un progreso desde los procariotas a los eucariotas; dentro de
los metazoos, desde los ectodermos hasta los endodermos y dentro de
los endodermos, desde los que tienen un pequeño cerebro y exigua organización social hasta los que tienen un gran sistema nervioso central,
cuidado paternal y capacidad de trasmitir información de una a otra generación?”29
El día 3o de noviembre de 1989, Mayr le dice a Greene:
“igualmente podría ser atacado por esta creencia mía de que el hombre
es algo superior al chimpancé. Greene responde que la ciencia no puede
de ningún modo tratar de valores y referencias a mi propio trabajo que
conlleva esta visión: la ciencia ignora el aspecto de valor de la realidad
porque no hay modo de tratar con él.”30
El día 1 de enero de 1997, escribe Greene a Mayr lo siguiente:
“nunca admitiré la supuesta analogía entre progreso tecnológico como
el del motor de un automóvil y el progreso en la evolución orgánica. En
el primer caso las variaciones son intencionadas, en el segundo son
producidas por el azar según las necesidades del organismo y las dicta26
F. J. AYALA, Ibidem.
F. J. AYALA, Ibidem.
28
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, o.c. p. 563.
29
F. J. AYALA, Ibidem.
30
F. J. AYALA, Ibidem.
27
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255
das por las circunstancias ambientales. Ésta, me parece, es una diferencia crucial.”31
Mayr responde en 25 de enero de 1997: “en el caso del progreso
debido al proceso darwiniano aplica usted innecesariamente criterios
exagerados. No hay nada en el principio de selección natural que especifique que la variación deba ser azarosa.”32
La consideración de Greene que excluye la noción de progreso
del discurso biológico revela, una vez más, su posición expresada ya el
5 de enero de 1962 a Dobzhansky: “nuestro moderno concepto de ciencia natural defiende que los juicios de valor y la noción de nivel (la nobleza de los objetos naturales) en los seres están excluidos de la ciencia.”33
Ayala34 conoce esta interminable correspondencia y en la que
alguna vez toma parte, con escasos acuerdos en las opiniones de los
interlocutores; reitera que, en verdad, los evolucionistas utilizan términos bien distintos entre sí como cambio, evolución, cambio direccional
sostenido, progreso, etc., tal que si fuesen sinónimos. Este modo de
usarlos es erróneo, dice Ayala, porque progreso ciertamente envuelve
cambio direccional y otros factores, pero no viceversa. Insiste Ayala en
que el progreso supone siempre desarrollo o mejoría y, por tanto, incluso el cambio direccional sostenido observado por los biólogos, no tiene
por qué ser considerado como progresivo.
Los evolucionistas, continúa Ayala, se encuentran satisfechos
con su demostración de que el mundo ha mejorado en la actualidad y ha
tenido lugar un incremento en la encefalización y socialización, así lo
comprueban en el resultado de su propia práctica profesional como biólogos evolucionistas.
Manifiesta Ayala35 que Mayr se muestra muy explícito en este
punto cuando afirma: los científicos también tienen sus compromisos
sociales y cuando un científico se siente optimista dice que está ayudando a construir un mundo mejor y cuando pesimista dice prever un
deterioro mayor del mundo. El estudio de la historia evolutiva ha contribuido al desarrollo de la nueva imagen del hombre. Por otra parte,
Dobzhansky reconoce la insalvable separación entre ciencia y valores
(ética y religión) pero observa la necesidad de integrar ambas en su visión personal y afirma la compatibilidad entre teoría evolucionista y
valores cristianos. Ni la ciencia ni la religión son deducibles una de la
otra, como es obvio, pero ambas han de ser integradas en una misma
filosofía.
31
F. J. AYALA, Ibidem.
F. J. AYALA, Ibidem.
33
F. J. AYALA, Ibidem.
34
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, o.c. pp. 563 – 564.
35
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, o.c. p. 565
32
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256
Ayala36 comenta la posición de Dobzhansky y acepta como correcta esta compatibilidad entre biología evolutiva y cristianismo y
otros valores considerados como buenos y aceptables, pero advierte,
que esta compatibilidad no es significativa puesto que también es compatible con el nazismo y otras filosofías que ofrecen valores morales
detestables para nosotros como son el genocidio y el racismo.
Según Ayala, la posición de los evolucionistas al insistir en que
observan cambio direccional en la realidad está justificada, pero cuando
a este cambio se le llama progreso se salen del campo de la ciencia y
aunque es legítimo no es científico.
Encuentra Ayala en la argumentación de Greene una posibilidad
de que el progreso entre a formar parte de la terminología científica. Se
daría, escribe Greene a su amigo Dobzhansky, “cuando la comunidad
de científicos biólogos manifestaran un mismo entendimiento del término progresivo.”37
Esta frase de Green resulta contradictoria para Ayala38 porque
mientras el término mantenga su connotación de juicio de valor, poco
importa que lo acepten pocos o todos los biólogos. La ciencia consiste
en construcciones teóricas sometidas a falsación o corroboración empírica; por supuesto, los juicios de valor, no. Para Ayala, es profundo el
abismo filosófico que separa a Greene de los biólogos evolucionistas y
es total la desconexión en este asunto.
Mientras Dobzhansky, en carta a Greene el 13 de noviembre de
1961, escribe: “Ciertos procesos evolutivos son creativos porque contienen alguna novedad, tienen coherencia interna porque hacen de la
vida un avance y pueden terminar en éxito o fracaso,”39 Greene le manifiesta el 17 de noviembre del mismo año: “no puedo concebir cómo
un proceso que no está dirigido de algún modo por una inteligencia
puede haber producido y seguir produciendo desarrollos, formas superiores de vida y nuevos niveles del ser”40. El 23 de noviembre inmediato, Dobzhansky presenta su réplica y le manifiesta que la evolución,
especialmente humana, es un proceso que genera novedades, pero esto
no significa la acción de una causa primera que manipule los genes.41
Tras este ameno relato de Ayala sobre la correspondencia de
Greene y los evolucionistas, lo que interesa en este trabajo es captar su
posición en torno a este asunto. Ayala nos la manifiesta de este modo:
36
F. J. AYALA, Ibidem.
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, o.c. p. 565 – 566.
38
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, o.c. p. 566.
39
F. J. AYALA, Ibidem.
40
F. J. AYALA, Ibidem.
41
F. J. AYALA, o.c. p. 567.
37
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257
Muchos evolucionistas, incluido yo mismo, se pondrían de parte de Dobzhansky. Uno puede dar vueltas a la réplica de Greene y preguntarse por el
tipo de filosofía que le impide aceptar que entidades complejas que exhiben propiedades no puestas de manifiesto en sus componentes elementales, puedan surgir por un proceso natural no dirigido por inteligencia alguna interna o externa.42
Analizada la correspondencia de Greene, queda muy clara su situación como filósofo positivista. En una reciente carta dirigida a F. J.
Ayala el 15 de agosto de 1999, Greene insiste:
Confieso que no entiendo cómo un proceso ciego y dirigido, de mutación y
selección natural, pueda producir un organismo capaz de entender este
proceso, de establecer juicios morales sobre él y reflexionar sobre esta
operación.43
Doble es la negativa de Greene frente al evolucionismo: primero, negación del proceso de selección natural, diseño sin diseñador; segundo, negación de progreso como término no científico. Desde la
ciencia se puede hablar de cambio pero no de progreso. A esta situación
trata de responder Ayala repitiendo los mismos argumentos expuestos
en el capítulo anterior.
En forma resumida, Ayala44 comienza citando a S. Tomás de
Aquino, el cual en la Summa Theologiae suscita la cuestión de si la vida
puede surgir espontáneamente de la materia no viva. Hecho un cuidadoso análisis, dice el mismo S. Tomás, no encuentra obstáculo alguno
filosófico, teológico o escriturístico, pero son los expertos en la materia
los que deben determinar tal posibilidad.
Seguidamente comenta Ayala:45 el gran descubrimiento de
Darwin fue el proceso de la selección natural que explica la organización direccional de los organismos. No es un proceso simplemente negativo, sino creativo en cierto modo, como mostró el propio Ayala con
anterioridad. La selección natural produce combinaciones de genes que
de otro modo serían altamente improbables.
Frente a la negativa de Greene de la selección natural esgrime
46
Ayala un argumento ad hominem :
Más difícil encuentro yo ver a los organismos, incluidos los seres humanos, como producto de un diseño inteligente. Observando las imperfecciones y problemas que envuelve el proceso evolutivo, tiene sentido atribuirlo
a nuestro pobre designio. Lo que carece de sentido es atribuir un proyecto
42
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, Ibidem.
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, o.c. p. 569.
44
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, o.c. p. 567.
45
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, o.c. pp. 567 – 568.
46
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, o.c. pp. 569 – 570.
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258
tan imperfecto a una inteligencia soberana. Un ingeniero humano hubiera
diseñado mejores mecanismos.
Para Ayala, presenta Greene la impresión de ser favorable al
fundamentalismo creacionista y está lejos de cambiar su posición con lo
que se imposibilita dar una explicación científica y permaneceríamos en
el enigma al que él se refiere cuando dice en su carta a Dobzhansky el
17 de noviembre de 1961: un enigma expresado en lenguaje poético
sigue siendo un enigma.47
6. 2. Progreso biológico. Evaluación de F. J. Ayala.
Podemos decir con Ayala48 que no existe ninguna norma según
la cual se ha producido progreso uniforme en la evolución y esto es así,
porque han ocurrido cambios de dirección, retrasos e inversiones en
todas las secuencias evolutivas aunque algunas sean temporales. Ciertamente, dice el profesor Ayala, hemos de renunciar al progreso uniforme en la evolución general pero no por eso también al progreso neto.
Deberíamos interesarnos, dice, por si en la evolución de la vida se ha
producido el referido progreso neto.
El primer paso sería indagar la existencia de algún criterio para
determinar si el progreso neto puede ser característica general de la
evolución y en qué sentido.
Un posible criterio al respecto sería la cantidad de información
genética acumulada en los organismos propuesta por M. Kimura, descrita con anterioridad pero entendida de otro modo, tal como la presenta
Ayala:49 Esta información puede cuantificarse como tipos de formas de
información que serían las especies y el número de individuos o unidades de información o mensajes. Está claro, que esta interpretación equivale a la cuestión de si la vida se ha diversificado o expandido. Así es
cómo entiende G. G. Simpson50 el progreso biológico general en la evolución: como tendencia de la vida a expandirse, a rellenar todos los espacios disponibles de los ambientes habitables incluidos los mismos
creados por este mismo proceso de expansión. Esta expansión de la vida sí es cuantificable, por lo menos, bajo cuatro criterios relacionados.
Según Ayala,51 estos criterios son:
47
F. J. AYALA, “Debating Darwin”, o.c. p. 566.
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. p. 439.
49
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. p. 440.
50
G. G. SIMPSON, The meaning of Evolution, Yale University Press, New Haven, l949. Citado por
F. J. Ayala.
51
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. p. 440.
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•
•
•
•
Número de tipos de organismos, es decir especies.
Número de individuos.
Conjunto total de materia viva (biomasa).
Tasa total del flujo de energía.
Los datos que ofrece Ayala52 para corroborar los citados criterios son los siguientes:
1) La estimación del número de especies varía de un autor a
otro. No obstante, se puede calcular que el número de especies vivientes en la actualidad es superior a los dos millones e inferior a los cinco.
Sólo en el mar viven 150.000 especies animales. Los insectos ocupan
las tres cuartas partes de todas las especies animales y cerca de la mitad
si se incluyen las plantas y esto hace 350 millones de años cuando aparecieron. Es probable que el número de especies y subespecies en la
actualidad sea superior a épocas anteriores y supondría una expansión
por término medio en el proceso evolutivo de la vida.
2) El número de individuos vivientes no es posible contabilizarlo, como es obvio, pero es probable que haya aumentado en épocas recientes. Ya la contemplación del incremento gradual de la biomasa
humana, a pesar de las limitaciones que el hombre voluntariamente impone, es una estima razonable de la expansión de la vida. La especie
humana ha contribuido a la tendencia expansiva de la vida con sus artificios científicos. Aunque la superioridad progresiva de la vida humana
habrá que fundamentarla en otro criterio más significativo que el simple
biológico.
3) La expansión de la vida reviste el carácter de retroalimentación positiva. Cuantas más especies vivas, más ambientes nuevos surgirán y viceversa. El espacio disponible crece, no decrece.
4) El flujo total de energía de los seres vivos ha aumentado; los
vivientes retrasan la disipación de la energía. Las plantas verdes acumulan energía radiante del sol. Los animales, en cambio, disipan energía,
su catabolismo es superior a su anabolismo. No obstante, ambos juntos
aumentan el flujo total de vitalidad, siguiendo el símil seguido por Ayala: un aumento de tráfico en una autopista se puede conseguir o aumentando el número de carriles, o bien, aumentando la velocidad, sin embargo, actuando juntos se incrementa más el flujo total de tráfico.
En realidad, como asegura Ayala: No existe ningún criterio de
progreso que sea el mejor a priori; cualquier criterio que amplíe la
comprensión del proceso evolutivo resulta válido.53
52
53
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. p. 441.
F. J. AYALA, “Darwin y la idea de progreso”, o.c. p. 73,
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260
Hay muchos criterios que hacen posible la existencia del progreso neto. G. G. Simpson54 ha ensayado varios criterios de progreso:
dominancia, invasión de ambientes, restitución, mejoría en la adaptación, especialización, complicación estructural, control sobre el ambiente, incremento de la energía general, variedad de ajustes al ambiente.
Entre todos los variados criterios propuestos por los autores hay
uno que, a juicio de Ayala,55 merece especial atención: la capacidad del
organismo de obtener y procesar información acerca del ambiente y,
sobre todo, la capacidad de control del ambiente. Todos los organismos
interactúan de forma selectiva con el ambiente pero podemos decir que
unos lo hacen con más perfección que otros. Como hace Ayala,56 si subimos por la escala filogenética, encontramos que esta interacción con
el ambiente se hace más compleja y progresiva hasta llegar al ser
humano. Las bacterias se mueven en su medio de modo azaroso y difícilmente se puede llamar este fenómeno proceso de información. Una
información primitiva y rudimentaria se da en los unicelulares como el
Paramecium cuyo recorrido es sinuoso, no direccional, no busca sino
que huye de condiciones desfavorables. Otros unicelulares como la Euglena busca la luz y a ella se dirige; la ameba reacciona ante la luz, se
aparta pero persigue partículas alimenticias. En estos últimos el grado
de información parece superior.
Siguiendo este criterio, refiere Ayala:
En general, los animales están más avanzados que las plantas, los vertebrados más que los invertebrados, los mamíferos más que los reptiles, los
cuales están más avanzados que los peces. Según este criterio, el organismo más avanzado es indudablemente el hombre.57
En el reino vegetal, el proceso para obtener información del
ambiente ha progresado poco. Las plantas responden por lo general a
tres tropismos: la gravedad, el agua y la luz. Algunas especies reaccionan también frente a estímulos táctiles.
En los animales, la capacidad de adquirir y procesar información, dice Ayala,58 radica en el sistema nervioso y éste en su modalidad
más sencilla se encuentra en los celentéreos. En estos hay una variabilidad de respuestas y algún tipo elemental de aprendizaje. Los vertebrados son los que pueden captar y procesar señales mucho más complejas. En estos el neopalio está implicado en diversos tipos de impulsos.
54
G. G. SIMPSON, o.c. Citado por F. J. Ayala.
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. 443.
56
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. pp. 444 – 447.
57
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. p. 445.
58
F. J. AYALA, “El concepto de progreso biológico”, o.c. p. 445 – 446.
55
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261
Pero son los mamíferos los más capaces de procesar una mayor información acerca del ambiente debido a un mayor desarrollo de la corteza
cerebral. En estos, la variabilidad de respuesta y la capacidad de aprendizaje son mayores.
Según el pensamiento de Ayala,59 un organismo dado será más
o menos progresivo según el criterio de progreso que se utilice. Conforme al criterio de adquirir y procesar información el hombre ocupa la
cumbre de la vida. El lenguaje simbólico, la compleja organización social, el control sobre el ambiente, la capacidad de vislumbrar estados
futuros, la adquisición de valores éticos son, quizás, las características
más fundamentales que separan al Homo sapiens del resto de los animales. El hombre, además, tiene capacidad para controlar el ambiente.
Los animales, incluso los superiores, se adaptan de forma unidimensional a su propio ambiente, o mueren. La capacidad de controlar el ambiente aparece en los austrolopitécidos que inventan sus propios artefactos para dirigir, en cierto modo, el ambiente. El hombre no sólo se
adapta a él de forma pluridimensional sino que muestra capacidad para
modificarlo e inventar sus propios ambientes.
La capacidad de obtener información acerca del ambiente y reaccionar frente a él es un criterio aceptable de progreso, ni es mejor ni
peor que otros, dice Ayala.60 Un organismo será más o menos progresivo que otro según el criterio elegido, pero hay otros criterios que revelan ser el hombre el organismo más progresivo. Con toda evidencia el
criterio de control del ambiente así lo indica. Es cierto que el ser humano es el más progresivo conforme a ciertos criterios pero no con arreglo
a todos los criterios de progreso.
6. 3. El futuro biológico de la humanidad, según F. J. Ayala.
Si admitimos con Ayala que el ser humano ha evolucionado
desde seres inferiores y bajo el criterio de la mejor adaptación al ambiente es el más progresivo, podemos preguntarnos al unísono con él
¿hacia dónde se orienta la evolución de la humanidad? ¿Hacia un declive biológico o hacia un declive moral? Ésta es la cuestión, según Ayala,
planteada por T. Dobzhansky de esta forma:
Si permitimos que los débiles y deformes vivan y propaguen sus caracteres, nos enfrentamos con la perspectiva de un ocaso genético. Pero si los
59
60
F. J. AYALA, “Darwin y la idea de progreso”, o.c. p.74.
F. J. AYALA, Ibidem.
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262
dejamos morir o sufrir cuando podemos salvarlos, nos hallamos frente a la
certidumbre de un ocaso moral.61
Tremendo dilema que trata de resolver Ayala. Que la humanidad ha evolucionado, es un hecho contrastado; que continúa evolucionando, es un hecho innegable. Mientras exista variabilidad genética,
enorme en el ser humano, y reproducción diferencial, la selección natural seguirá actuando. Es posible que disminuya su actuación pero jamás
desaparecerá, a juicio de Ayala.62 Es probable que la mutación génica
en el ser humano se esté incrementando debido al uso de rayos X u
otras radiaciones y a la utilización de productos químicos medicinales,
alimentos, higiene, nuevos ambientes etc. El influjo de la selección natural en la humanidad moderna se ha puesto en tela de juicio al considerar los avances obtenidos en medicina con nuevas terapias que alargan
la vida humana hasta edad avanzada y más allá de la edad reproductiva,
lo que impide que la selección natural opere o lo haga de forma muy
atenuada. Para Ayala,63 esto es erróneo porque surge de un mal entendido en el concepto de selección natural.
La selección natural es un proceso de reproducción diferencial y
esta consta de dos componentes: la mortalidad diferencial y la fertilidad diferencial.
La mortalidad, por lo menos postnatal, ha disminuido bastante
en la sociedad moderna por las causas ya conocidas pero no ha desaparecido de manera total. En los países muy desarrollados es todavía muy
alta. Según Ayala,64 existen todavía más de 3000 variantes genéticas
que causan enfermedades y deformaciones en los seres humanos a las
que la selección natural mantiene en frecuencias bajas.
Con respecto a las diferencias en la fertilidad, sostiene Ayala,65
que aunque el número medio de hijos ha disminuido considerablemente
en la sociedad moderna, la fuerza de la selección natural no descansa
sobre el promedio de descendencia, sino sobre su varianza. Si todas las
personas con edad reproductiva tienen el mismo número de hijos, entonces no existe selección. Pero si la media es baja, de forma que unos
no tienen hijos y otros tienen muchos hijos, en estos la selección natural
actuaría con gran eficacia porque los genes de los últimos incrementan
su frecuencia. Ayala considera que no hay evidencia de disminución en
la actividad de la selección natural debidas a diferencias de fertilidad en
la humanidad moderna.
61
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 233. Cita de F. J. Ayala. También en “Whither
Manking ? “The Choice Betwen a Genetic Twilight and a Moral Twilight”, American Zoology,
1986, nº 26, pp. 895 – 905.
62
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 192.
63
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 193.
64
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 193 – 194.
65
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 194 – 195.
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263
Estima Ayala, que hasta hace unos cincuenta años, la gran fuerza de la selección natural se ejercía en las enfermedades infecciosas,
recuérdese la tuberculosis. Los genotipos que entonces tenían gran ventaja selectiva, hoy carecen de ella dado el progreso en medicina. Dígase
otro tanto de las enfermedades mentales en las que las instituciones protectoras juegan un papel importante en la reducción del contacto sexual,
que impide la transmisión de genes y realizan el rol de selección natural.
¿Hacia dónde se dirige evolutivamente la humanidad? Esta es la
pregunta que responde y matiza el profesor Ayala.66
Dos aspectos puede revestir tal respuesta: negativo uno y positivo u optimista el otro.
Algunos biólogos, señala Ayala, como J. H. Muller, Premio
Nobel de Fisiología y Medicina, auguran una próxima catástrofe para la
humanidad. Esto es así, dicen, porque la constitución genética de la
humanidad se está deteriorando con rapidez debido, precisamente, a la
mejora de las condiciones de vida y de modo particular al progreso creciente de la medicina moderna. Sin la intervención médica, las mutaciones perjudiciales son eliminadas por el proceso de selección natural.
Con aquella, muchas mutaciones malignas quedan sin eliminar y se van
acumulando a las de anteriores generaciones. Los individuos portadores
sobreviven y las transmiten, al menos, en parte a los descendientes que
irán incrementando el número de pacientes de enfermedades con origen
genético.
Ayala, menos catastrofista, cree que tal vez la situación no sea
tan seria como la que prevén estos biólogos. En esta tesitura cabe preguntar: ¿es posible evitar esta catástrofe humanitaria mejorando la dotación genética humana? Al contestar, Ayala introduce el problema actual de la eugenesia, que entraña: concepto, división, técnicas, posibilidad de aplicación y sus relaciones con la ética y sociología.
a) Concepto de eugenesia:
El término eugenesia, del griego ευ−γενεσιs, según el diccionario de Bioquímica y Biología Molecular,67 se refiere a la ciencia que
busca el mejoramiento de la especie humana mediante el control de los
factores genéticos. Fue fundada como ciencia en 1883 por Sir Francis
Galton; guiado por sus estudios genealógicos llegó a la conclusión de
que el talento y la degeneración eran hereditarios, por lo que estimulando a los padres superiores a aumentar su prole y disuadiendo a los infe66
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 199 – 210.
Oxford Dictionary of Biochemistry and Molecular Biology, A. D. Smith, ed., Oxford University
Press, Oxford, 1997, p. 220.
67
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264
riores, cabía mejorar la raza humana. Según Ayala,68 la eugenesia se
aplica a la ciencia y al arte que tratan de mejorar la dotación genética de
la humanidad.
b) División de la eugenesia:
Dos formas de eugenesia, a juicio de Ayala,69 pueden distinguirse: La eugenesia negativa que trata de evitar la multiplicación de
genes desfavorables y la eugenesia positiva que fomenta la multiplicación de genes favorables.
Dos elementos componen la definición de eugenesia: el aspecto
científico, la eugenesia es ciencia y supone un conocimiento teórico; y
el aspecto técnico o de aplicación. Si se aplica como en este caso al ser
humano, presenta además implicaciones de carácter ético y sociológico
que serán objeto de consideración. Conscientes de estas implicaciones y
como miembros de la raza humana, continúa Ayala, podemos plantearnos estas cuestiones en todos sus aspectos y aún más, estamos obligados a ello.
c) Técnicas eugenésicas. Descripción:
Los métodos establecidos por la ciencia genética para poder
modificar intencionadamente la constitución genética, en expresión de
Ayala,70 son de cuatro categorías:
•
•
•
•
Consejo genético.
Cirugía genética.
Selección germinal.
Clonación.
Los dos primeros se consideran métodos fundamentalmente de
eugenesia negativa y los otros dos de eugenesia positiva.
Ayala se detiene en una breve descripción de cada uno porque
es consciente de que con la ignorancia de los problemas no se resuelven, es mejor conocerlos y aplicar posibles soluciones:
1) El consejo genético, según apreciación de Ayala, consiste en
informar a los futuros padres sobre la naturaleza genética de la enfermedad que se da en ellos o en su familia y la probabilidad de ser transmitida a sus hijos. Tras este consejo, los padres informados podrán de68
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 199.
F. J. AYALA, Ibidem.
70
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 200 – 202.
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cidir no tener hijos o aceptar un hijo anormal. En este sentido, especifica Ayala,71 los gobiernos podrían llevar a cabo programas basados en el
consejo genético suplementado por la amniocentesis y el aborto.72
2) La cirugía genética es una de las técnicas de la segunda categoría a la que otros denominan ingeniería genética pero no es lo correcto. Consiste en la manipulación directa del material hereditario contenido en el DNA. Los errores que se producen en la reproducción del
mensaje genético y que dan lugar a las mutaciones génicas, podrían corregirse. La cirugía genética intenta inducir una mutación dirigida y se
puede realizar mediante la substitución del gen deficiente o con la técnica llamada del DNA recombinante.
3) La selección germinal, cuyo defensor más ardiente es, según
Ayala, H. J. Muller, premio Nobel de fisiología y medicina, propone
establecer bancos de semen de hombres de gran mérito, que puede ser
utilizado por cualquier matrimonio mediante inseminación artificial,
para obtener un hijo genial que no sea del marido. Para Muller, mejor
aún, es tomar óvulos de mujeres con gran mérito y almacenarlos apropiadamente. En este caso, se podrían elegir el padre y madre genéticos
deseados. Una vez fecundados los óvulos en tubo de ensayo, implantarlos en la madre futura, o cuando el desarrollo técnico lo permita, desarrollarlos artificialmente en condiciones apropiadas extrauterinas.
73
4) La clonación permite que óvulos de una hembra, en este caso
de una mujer, sean desprovistos de su núcleo que porta material genético y en su lugar implantar el núcleo de una célula somática de un individuo elegido dejando que el óvulo se desarrolle con normalidad. De
este modo se puede obtener un individuo idéntico genéticamente a otro,
o muchos idénticos, de forma similar a lo que ocurre en la gemelación
monocigótica o univitelina.
Desde el punto de vista epistemológico lo que más importa es
conocer su eficacia una vez comprobada en el ser humano, y sobre todo, si deben o no utilizarse en éste por razones éticas y sociológicas.
d) Posibilidad de aplicación de las técnicas eugenésicas:
Tras la breve descripción de las conocidas técnicas de la genética moderna, Ayala hace un estudio de su posibilidad de aplicación téc71
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 200.
Con la técnica de la amniocentesis y el estudio del cariograma se pueden detectar más de 100
defectos genéticos.
73
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 199 y 202.
72
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266
nica. Se ha sugerido que tales técnicas deberían emplearse ya para mejorar la constitución genética, pero Ayala74 prefiere someterlas a ciertas
observaciones prácticas antes de decidir sobre su aplicación.
Con relación al consejo genético, manifiesta Ayala, que es posible incitar o desaconsejar la reproducción de ciertas personas y también
es posible esterilizarlas. La amniocentesis previa se practica a diario sin
grandes riesgos.
De la cirugía genética se dice que ya podría utilizarse hoy o en
un futuro próximo. Ayala con más cautela utiliza una mayor precisión
porque tal afirmación le parece equívoca. La cirugía genética, dice, se
usa pero con éxito limitado en ciertos organismos. La posibilidad de
aplicación al ser humano, sobre todo, la incorporación de segmentos de
DNA con la técnica de recombinación no sería una realidad hasta que
pasen algunos años, para poder sustituir un gen anormal por otro normal.
La selección germinal, la conservación del semen humano, a
juicio de Ayala, puede efectuarse sin grandes dificultades. Lo propio
afirma de la inseminación artificial que es práctica común, pero utilizada más como técnica terapéutica que eugenésica en los casos de esterilidad en el marido.
La fecundación de óvulos humanos in vitro se efectúa repetidamente pero implantando de nuevo el óvulo de esta forma fecundado en
el útero materno dando, al parecer, individuos completamente normales. Sin embargo, advierte Ayala, que aplicada esta técnica de forma
masiva e indiscriminada puede engendrar problemas de consaguinidad.
Por otra parte, el desarrollo completo del embrión fuera del útero materno, es decir, en laboratorio, no se ha conseguido y es difícil saber si
es por razones técnicas o para evitar problemas legales o éticos. En los
casos de desarrollo embrionario in vitro, los embriones, o han muerto
espontáneamente, o han sido destruidos por decisión.
La clonación, reconoce Ayala, se ha llevado a cabo con éxito en
ciertos batracios y vertebrados y parece no presentar dificultades insuperables. Esta técnica, anota el autor, tendría una gran importancia económica en ganadería. Ayala añade una observación muy interesante
sobre la clonación humana.
Merece la pena tener en cuenta la primacía absoluta que dan al componente genético del individuo quienes proponen las técnicas de mejora genética. La persona es el resultado de la interacción entre su constitución hereditaria y el ambiente en que vive, el cual consta de las experiencias conscientes o inconscientes del individuo desde su concepción hasta su muerte.
El genotipo determina sólo la norma o rango de reacción del individuo; en
74
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 203 – 205.
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267
ambientes distintos, un mismo genotipo puede producir resultados muy diferentes. Esta noción bien conocida de los genéticos es, al parecer, olvidada por quienes proponen la selección germinal y la multiplicación clonal
del genotipo de hombres y mujeres distinguidos.75
Ayala considera que la influencia del ambiente es más importante aún en el hombre que en cualquier otro organismo. Esta influencia
es mucho más compleja en el humano porque los componentes ambientales en éste son además de origen físico, biológico, cultural, como son
el medio familiar, escolar, social, político, religioso, etc. De tal manera,
que los genes de un gran bienhechor de la humanidad pueden dar lugar
a criminales y malhechores. Utiliza Ayala un ejemplo típico y tópico en
el hombre de la calle: para que el genotipo de Einstein resultara en otro
Einstein sería necesario dotarlo desde su nacimiento y durante toda su
vida del mismo ambiente y en todos sus detalles, la misma nutrición,
idéntica educación, las mismas experiencias. La conclusión es que tal
cosa es evidentemente imposible.76
Las consideraciones con relación a la ética y sociología de las
técnicas eugenésicas se verán en el capítulo siguiente dedicado a la bioética y biosociología en el pensamiento del profesor Ayala.
6. 4. Conclusión.
El estudio epistemológico de Ayala sobre el concepto de progreso biológico se puede reducir a unas ideas básicas que resultan muy
convenientes para una mejor comprensión de nuestra propia evolución
y desarrollo:
1ª) Es admisible el progreso neto en los seres orgánicos bajo algún criterio concreto.
75
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 204.
Dos conclusiones legítimas parece que se puedan extraer de la apreciación del Dr. Ayala sobre la
posibilidad de aplicación de las técnicas eugenésicas: Primera, aunque en teoría no revisten serias
dificultades, algunas podrían ser aplicadas pero sin olvidar que, dada su complejidad, en la práctica
podrían surgir dificultades imprevistas en su aplicación al ser humano. Segunda, con respecto a la
clonación, parece que el profesor Ayala se refiere a la clonación sensu stricto y no en sentido vulgar
que la confunde con la gemelación artificial monocigótica o univitelina. La clonación en sentido
riguroso, como se deduce de la doctrina de Ayala, sería fabricar un fenotipo copia idéntica de otro
fenotipo. Este procedimiento es el que resulta del todo técnicamente imposible, sobre todo en el ser
humano, porque se olvida con facilidad que un fenotipo es el resultado, como dice Ayala, del desarrollo epigenético de un genotipo con interacción continuada con el ambiente en el que se desarrolla
el organismo y teniendo en cuenta las mutaciones al azar que se producen en la dotación genética
del mismo. Ni la mutación genética azarosa ni la adaptación al ambiente son previsibles y, por tanto,
no son manipulables. Cada organismo se va adaptando de modo distinto a su ambiente que es muy
complejo, sobre todo, en el ser humano, como nos ha dicho el autor. Los gemelos univitelinos no
son idénticos, como ya se sabe, cada uno tiene su propia singularidad irrepetible que la selección
natural conserva. Da la impresión, de que el optimismo laplaciano anida todavía en la mente de
muchos que quieren ver en la genética moderna la ciencia paradigmática de nuestro siglo.
76
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268
2ª) El organismo más progresivo es el ser humano por su mayor
capacidad de adaptación y el único capaz de controlar y modificar su
propio ambiente. Bajo otros criterios, puede que no lo sea.
3ª) Progreso, aunque no pertenece al elenco de términos científicos, es inevitable su uso en la ciencia, a veces, de forma subrepticia y,
sobre todo, cuando como seres humanos necesitamos tener una visión
más amplia del mundo, superior a la incompleta que nos ofrece la ciencia. Los mismos científicos utilizan valores y juicios de valor, como es
el caso de J. C. Greene al elegir su propia filosofía natural de la que no
puede prescindir por mucho que lo intente.
4ª) En cuanto al futuro de la humanidad, ésta seguirá evolucionando a pesar de la interferencia del hombre con sus habilidades. Lo
más razonable es, como dice Ayala, evitar todas las formas de eugenesia positiva y conseguir con la eugenesia negativa reducir la frecuencia
de las enfermedades congénitas. La eugenesia positiva puede ser beneficiosa en agricultura y ganadería, vendría a reforzar las prácticas de
selección artificial con la que tantos beneficios se han conseguido.
5ª) Fomentar la cultura humana que tanto afecta a la evolución y
cuya influencia es enorme en el mundo de los seres orgánicos, especialmente en el desarrollo y progreso del propio ser humano. Es probable que la selección natural continúe actuando sin necesidad de diezmar
a la población humana en su tendencia a ocupar todos los espacios vitales existentes.
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7. Reflexiones éticas, bioéticas y sociobiológicas en el
pensamiento de F. J. Ayala.
En su preludio al tema de Bioética, Ayala1 se muestra insistente
en remarcar las diferencias específicas del ser humano como lo hace en
lo que él llama excursión filosófica en torno a la naturaleza humana. Es
esta una cuestión recurrente una y mil veces por filósofos y científicos a
través de la historia sin perder un ápice de interés. Sin embargo, a juicio
de Ayala, la investigación llevada a cabo hasta la aparición del Origen
de las Especies de C. Darwin (1859) resultaba insuficiente puesto que
es característica esencial de la naturaleza humana su origen evolutivo
desde seres no humanos. También en boca de G. G. Simpson2 tal explicación carecía de valor y era digna de ser ignorada. Tales exageraciones
las matiza rápidamente el profesor Ayala cuando dice, que para una
comprensión apropiada de la naturaleza humana se requiere el conocimiento de su descendencia de antropoides, aunque también es cierto,
que el solo descubrimiento del origen evolutivo de la humanidad tampoco es suficiente para explicar qué sea el hombre, pero sí constituye
un necesario punto de partida. Una vez conocido este origen evolutivo,
lo fundamental ahora para Ayala es establecer las semejanzas y diferencias con nuestros antepasados. Fácilmente se descubren unos caracteres únicos en la especie humana que, aun cuando tienen fundamento
biológico, van más allá de la biología y dan lugar a un mundo nuevo
constituido por el lenguaje, la tecnología, el arte, la religión y la moral,
componentes todos de lo que llamamos cultura, atributo distintivo de la
naturaleza humana.
Según J. Ferrater Mora,3 la idea de cultura es objeto de varias
interpretaciones en la historia del pensamiento, la más extendida y corriente es la de cultivo de capacidades humanas y como el resultado del
ejercicio de estas capacidades según ciertas normas asociada siempre al
ser humano, aunque se ha abierto paso recientemente la idea de que, si
la cultura consiste en tener un lenguaje de comunicación, usar instrumentos y organizarse socialmente, no hay razón para restringir la cultu1
F. J. AYALA, “De la biología a la ética: una excursión filosófica en torno a la naturaleza humana
con reflexiones sobre sociobiología”, Revista de Occidente, 1982, nº 18 – 19, pp. 163 – 186.
2
G. G. SIMPSON, Biology and Man, Harcourt, Brace and World, New York, 1969. Citado por
Ayala.
3
J. FERRATER MORA, Diccionario de Filosofía, o.c. pp. 698 – 699.
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270
ra al mundo humano, cuando en muchas especies animales se dan también estos rasgos culturales.
Ayala4 se pronuncia a favor de la primera interpretación: la cultura abarca todas las actividades humanas que no son estrictamente biológicas y el resultado de las mismas como son las estructuras sociales y
políticas, ética, religión, lenguaje, arte, ciencia, tecnología y todas las
creaciones de la mente humana. Existen ciertas formas primitivas de
organización en algunos animales, pero añade: nada semejante a la cultura existe fuera del ámbito humano.5
Aunque naturaleza o biología y cultura se sitúen en ámbitos distintos, sin embargo están íntimamente relacionados, es más, no pueden
existir la una sin la otra, en el decir de Ayala. Esta íntima relación se
muestra en que la cultura únicamente aparece sobre una base biológica
adecuada y en la influencia tan notable que ejerce sobre los cambios
ambientales que son la fuente más importante de cambios en la evolución biológica humana. No cabe duda, la evolución cultural predomina
sobre la biológica cuya aceleración en nuestros días se intensifica gracias al gran impulso recibido de aquella.
En este contexto cultural sitúa Ayala la ética y la sociobiología.
La ética, para el autor, es una de las características más distintivas de la
cultura humana. Ayala, enemigo acérrimo de todo enredo teórico y para
evitar la confusión de conceptos, separa la problemática ética en dos
cuestiones: primera si la ética como tendencia se erige sobre un basamento biológico y segunda si las normas éticas o códigos morales surgen y se sostienen también sobre la misma base biológica. El punto de
mira de la reflexión epistemológica del Dr. Ayala se centra substancialmente en estos dos núcleos bien distintos y no equivalentes.6
7. 1. Relación entre Ética y Biología, según F. J. Ayala.
Ayala7 hace referencia a Lucy descubierta en 1994 en Etiopía,
el esqueleto casi completo de una adolescente que vivió hace tres millones de años en las estepas africanas. Tenía un metro de altura y un
cerebro de 300 gramos de peso, inferior al de un chimpancé. De Lucy o
de los miembros de su especie Austrolopithecus aferensis descendemos
los seres humanos. Lucy, según Ayala, era diferente de gorilas y chimpancés por su postura bípeda, la cual constituye la razón clave del cambio de aumento de cerebro y de la aparición de la inteligencia. Los
4
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. p. 164.
F. J. AYALA, Ibidem.
6
Ayala usa indistintamente los términos ética y moral, aunque hoy día se tiende a reservar el término moral cuando las normas de comportamiento obedecen a una prescripción positiva generalmente
de connotación religiosa. Otros prefieren el término ética para designar el fundamento de la moral.
7
F. J. AYALA, “Lucy y la moralidad”, El País, 21 de mayo de 1994.
5
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271
humanos se distinguen no sólo por su inteligencia, Homo sapiens sapiens, sino también por su sentido moral, Homo moralis. La cuestión de
fondo para Ayala es ésta: ¿De donde nos viene el sentido moral?.
Para responder a esta primera interrogante establece Ayala8 un
principio básico general: la ética es un atributo humano universal.
Asentado este postulado procede a su demostración:
a) Es un hecho contrastable que los hombres tienen valores éticos. Esto significa que aceptan normas de comportamiento que pueden
variar de un individuo a otro pero no pueden faltar, si bien, hay preceptos que parecen universales, porque se dan en todas las culturas y todos
los hombres adultos formulan juicios de valor.
b) Esta capacidad de emitir juicios morales de carácter universal
parece que debe fundamentarse en la naturaleza biológica humana precisamente por ser universal. La capacidad humana para la ética apareció
tras la separación de los linajes evolutivos que llevan, uno al hombre,
los otros a los monos antropoides.
c) ¿Cómo puede probarse que la ética es un atributo de la constitución genética humana? Ante esta cuestión, afirma Ayala, se diversifican las posiciones entre filósofos y biólogos evolucionistas. Unos defienden que los valores éticos son naturales, otros que son de origen
social y finalmente otros dicen derivarse de convicciones religiosas.
Ayala asegura, que la base de estas divergencias es la mixtificación o confusión general que subyace entre los conceptos de tendencia
y norma ética, cuestiones ambas diferentes la una de la otra aunque
yuxtapuestas, diríamos, distintas pero no distantes. Por tanto, para dilucidar las ideas se deben establecer dos formulaciones diversas:
1) Tendencia o capacidad biológica para la ética. 2) Normas o
códigos éticos y naturaleza biológica.
Resulta evidente para Ayala:
(...) que los hombres no pueden evitar el hacer juicios morales sobre las
acciones humanas, no se sigue necesariamente de ello que los códigos morales estén determinados por la naturaleza humana. (...) La necesidad de
aceptar valores éticos no determina necesariamente cuales sean los valores
éticos a seguir.9
En efecto, el problema de las raíces biológicas de la conducta
ética no puede resolverse adecuadamente si no se tratan por separado
ambas cuestiones que responden a dos usos diversos de la conducta ética.10
8
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. pp. 165 – 166.
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. p. 166.
10
F. J. AYALA, “The biological Roots of Morality”, Biology and Philosophy, 2, 1987, pp. 235 –
252. Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 165 – 190. La naturaleza inacabada, o.c.pp. 245 – 246.
9
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272
7. 2. Capacidad ética y naturaleza biológica.
Conocido el estado de la cuestión, lo primero, según Ayala, es
dilucidar si es la naturaleza humana la que determina necesariamente
que el hombre posea valores éticos con los que juzgar sus propias acciones, es decir, si el ser humano es ser ético por naturaleza.
Recuerda nuestro autor, que no es nueva la cuestión. Ya los
griegos, especialmente Aristóteles, la tuvieron muy en cuenta; Sto. Tomás de Aquino y otros escolásticos hablaban también de ética natural,
la norma ética enraizada en la naturaleza, ley natural humana. Ayala11
afirma que la evolución biológica añade una nueva dimensión al problema; por ser éste un proceso gradual suscita tres nuevas preguntas:
¿Cuándo apareció la conducta ética? ¿Cómo ha evolucionado? ¿Es un
simple producto de otros atributos, por ejemplo, de la inteligencia, o ha
sido específica y directamente impulsada por la selección natural? ¿Por
qué sólo se da en los seres humanos y no en los animales?
Ayala12 conoce bien y expone con brevedad las diversas respuestas a estas interrogantes de parte de destacados biólogos evolucionistas. Uno de ellos, T. H. Huxley (1893) se opone a que el sentido ético sea un derivado directo de la naturaleza biológica. El fundamento
hay que buscarlo en un contexto social en concreto; radica la ética en el
deseo de imitación y aprobación de los demás y así evitar su rechazo.
Según T. H. Huxley, el origen de la ética es de carácter sociológico y
no biológico. Tanto es así, que no sólo es independiente de la evolución
orgánica, sino que se opone a tal proceso.
Su nieto J. S. Huxley (1953), por el contrario, mantiene que la
capacidad ética es producto de la evolución, contribuye al progreso y de
ningún modo se opone a tal evolución biológica. C. H. Waddington
(1960) defiende algo similar pero haciendo ver que el progreso humano
conseguido en la evolución biológica es únicamente psicológico y social. Ambos defienden que la evolución biológica selecciona también
los códigos morales. T. Dobzhansky y G. G. Simpson, según Ayala,
opinan que la disposición ética se origina en la constitución genética
humana pero su función no es promover el progreso biológico.
Ayala,13 en su crítica a estos pensadores, señala que su error está en confundir y no discernir con nitidez la capacidad ética de las normas éticas. Aquella la comparten todos los hombres normales, éstas son
diferentes según las culturas, aunque algunas, como dijo con anteriori-
11
F. J. AYALA, “The biological Roots of Morality”, o.c. p. 236.
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. pp. 167 – 168.
13
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. pp. 452 – 455.
12
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273
dad, sean comunes. Esta distinción, al menos implícita, se encuentra en
los escritos de T. Dobzhansky14 y G. G. Simpson.
Definitivamente, Ayala encuentra que la capacidad ética es un
atributo de la constitución genética de los seres humanos. Estos son necesariamente éticos porque sólo en ellos se dan las tres exigencias o
condiciones necesarias y suficientes que justifican el comportamiento
ético como natural en la especie humana. Estas condiciones, a juicio de
Ayala,15 son:
• Capacidad de anticipar las consecuencias de las propias
acciones.
• Capacidad de hacer juicios de valor.
• Capacidad de elegir entre modos alternativos de acción.
Del examen de estas tres condiciones se deduce que dichas capacidades se dan en el ser humano como consecuencia, dice Ayala, de
su gran eminencia intelectual, producto de su evolución biológica y
promovida por la selección natural que favorece el éxito biológico del
propio hombre.
La primera condición, capacidad de anticipar las consecuencias
de las propias acciones, según el propio Ayala,16 es la más fundamental
y está íntimamente relacionada con la capacidad de establecer conexión
entre el medio y el fin, dicho de otro modo, de anticipar el futuro que
conlleva la formación de imágenes de una realidad no presente o todavía inexistente. Sólo cuando se prevén las consecuencias de una bala
disparada, la acción puede ser calificada de moral. Este poder conectar
medios con fines es la base de la tecnología y cultura humanas, cuya
raíz evolutiva es la posición bípeda adquirida por el austrolopiteco en la
estepa. Ayala sigue las apreciaciones convencionales de los evolucionistas al respecto: posición bípeda que favorece la manipulación, construcción y uso de objetos utensilios como medios para la consecución
de un fin que pueden facilitar la supervivencia y reproducción. En este
caso, la selección natural favorece directamente, no la capacidad ética,
sino la evolución de la capacidad intelectual de los seres humanos que
fue aumentando gradualmente en tres o más millones de años, construyendo a su paso utensilios cada vez más complejos.
Es evidente, según Ayala, que poder anticipar el futuro está relacionado con la construcción de utensilios, medios para fines, cuyo
resultado es el avance tecnológico de la humanidad moderna.
14
T. DOBZHANSKY, Evolución, o.c. pp. 452 – 455.
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. pp. 168 – 169.
16
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. p. 169.
15
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274
La segunda condición, capacidad de hacer juicios de valor, supone capacidad intelectual eminente, capacidad de abstracción propia
de los seres humanos y sólo de ellos, que percibe, en expresión del autor, objetos o acciones determinadas como pertenecientes a clases generales, permitiendo comparar objetos o acciones y captándolos unos como más deseables o valiosos que otros. Sólo cuando, por ejemplo, se ve
si la muerte de un enemigo es preferible a su supervivencia al disparar
la bala, se puede calificar la acción ética de buena o mala. El disparo en
sí mismo ni es bueno ni malo moralmente.
La tercera condición, capacidad de elegir entre modos alternativos de acción, la encuadra Ayala basada también en una inteligencia
avanzada que explora alternativas en función de las consecuencias previsibles. Esta elección supone, a su vez, capacidad de libre albedrío que
Ayala17 admite como realidad genuina porque la experiencia individual
interna nos permite estar seguros de que podemos elegir entre alternativas diversas de acción. Sólo cuando se puede optar libremente, la acción de darle al gatillo se puede considerar moralmente buena o mala.
A esto añade Ayala, que ante una situación concreta, es posible explorar otras situaciones y descubrir mentalmente nuevas alternativas de
acción en las que se puede ejercitar el libre albedrío.18
Como corolario de la contemplación de las tres exigencias para
el comportamiento ético, fenómeno fundamentalmente biológico, deducimos que la conducta ética es un atributo de la constitución genética
humana, según el pensamiento del autor, y es una resultante de la evolución no porque la tendencia ética sea directamente impulsada, repetimos, por la selección natural, sino porque es un producto de la inteligencia humana mucho más desarrollada a impulsos de la selección natural, inteligencia capaz de prever consecuencias, medios y fines, de
inventar y construir artefactos que contribuyen al éxito biológico del ser
humano.
No cabe duda que esta tendencia evolutiva intelectiva también
se da en forma gradual en los animales que reciben y procesan información procedente del ambiente, y como es adaptativa reacciona de modo
17
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. p. 170.
Una aportación interesante que puede ayudar a comprender mejor la posición de Ayala en cuanto
a la fundamentación profunda de la ética, la ofrece X. Zubiri que considera el comportamiento ético
como característico y fundamentado en la antropología. El hombre, a juicio de X. Zubiri, ha de hacer
su vida porque no está programado a diferencia del animal que sí lo está. Ante un estímulo, el animal sólo tiene una respuesta. El hombre ante el mismo estímulo puede reaccionar de varios modos,
tiene indefinidas respuestas o alternativas. El hombre ha de hacer su vida. La vida humana es hacer
cosas (conducta) eligiendo (libertad) según modelos (ética) Haciendo cosas hacemos nuestra vida
decidiéndonos por unos actos u otros, elegimos constantemente. Como no toleramos la estupidez,
nos decidimos siempre según razones o normas que pueden variar pero no faltar del todo. El hombre
es animal ético porque tiene que hacer su vida y no al “tuntún” sino de un modo determinado. La
antropología, por tanto, deja al descubierto la constitución ética del ser humano. Cf. Sobre el hombre, Alianza Editorial S.A. Madrid, 1986, pp. 343 – 358.
18
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275
flexible según las circunstancias. Esta adaptación es progresiva en la
escala filogenética, como se vio en páginas anteriores, y tiene su máxima expresión en el ser humano cuyo desarrollo intelectual le lleva a la
abstracción, creatividad, autoconciencia reflexiva y libertad de elección.
Llegados a este punto, Ayala19 se cuestiona si la capacidad del
comportamiento ético no se encuentra también de algún modo en los
animales ya que tienen inteligencia, aun cuando muy inferior en desarrollo. La respuesta para el autor es taxativamente negativa. Se dan en
ciertos animales superiores comportamientos análogos a los humanos,
la docilidad del perro y el adiestramiento, por ejemplo, que tan gratos
nos resultan, no son comportamientos éticos sino simples interpretaciones antropomórficas; en realidad, están determinados por su constitución genética y responden al arco reflejo. La conducta animal no puede
ser ética porque ninguna de las tres condiciones señaladas con anterioridad para la acción ética se dan en los actos realizados por animales.
Ayala se expresa con precisión:
La capacidad ética es el resultado de un proceso evolutivo gradual, pero se
trata en este caso de un atributo que sólo existe cuando las características
subyacentes (las capacidades intelectuales) han alcanzado un cierto grado
de desarrollo. Las condiciones necesarias para que se de comportamiento
ético sólo aparecen cuando se atraviesa un “umbral” evolutivo; la aproximación al umbral es gradual pero tales condiciones aparecen sólo y de manera relativamente “repentina” cuando se ha alcanzado el nivel intelectual
que hace posible la anticipación del futuro y la abstracción.20
Dos términos merecen especial atención en el subrayado del autor: umbral y aparición relativamente repentina. Ambos conjuntados en
el mismo contexto, es obvio, que hacen referencia a una propiedad
emergente, la capacidad intelectual específica humana que no es simple
aumento cuantitativo y evolutivo de inteligencia sino aparición repentina, dice, de un poder intelectivo nuevo cualitativamente distinto (emergente) como lo intenta reflejar el ejemplo utilizado por Ayala, el agua
que por ebullición pasa de líquido a gas, queriendo significar que este
paso de umbral ocurre no sólo en la vida orgánica sino también en el
mundo inorgánico.
19
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. p. 172. “The biological Roots of Morality”, o.c. p.
241.
20
F. J. AYALA, Ibidem.
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276
7. 3. Códigos éticos y naturaleza biológica.
Resuelta afirmativamente la primera cuestión, la naturaleza biológica humana como fundamento último de la tendencia ética en el ser
humano, Ayala21 se detiene ahora en exponer y analizar su segunda
proposición sobre el comportamiento del hombre, es decir, si las normas o códigos éticos están fundamentados y determinados por la misma
naturaleza biológica humana y propulsados por la selección natural de
manera que los hombres se vean obligados por su propia naturaleza a
cumplirlos.
Una propuesta previa que Ayala examina es si las normas éticas
provienen de convicciones religiosas y sólo de ellas, como algunos
propugnan. Para el autor, la conexión entre los principios éticos y religiosos o teológicos no es en sí misma una conexión lógica, aun cuando
pueda ser psicológica o motivada.22 Esta afirmación última de Ayala
parece significar que, efectivamente, la ética no es una deducción lógica de las creencias religiosas, sino cuando éstas se refieren a una naturaleza humana que sí puede someterse al análisis filosófico. Pero, entonces, el fundamento ético no está en la convicción religiosa sino en
tal naturaleza humana. Tal es el caso, refiere Ayala, de los teólogos
cristianos, en especial Sto. Tomás de Aquino, al establecer su teoría de
la ley natural. Pero, en general, la mayoría de las personas creyentes o
no, aceptan emotivamente unos preceptos éticos sin justificarlos antes
racionalmente con una teoría especial, como si dijéramos, parece decir,
porque me lo impone, sin más, mi religión o ideología.
Eliminado este escollo, cree Ayala encontrar el camino más
despejado para adentrarse en la cuestión central de si las normas éticas
también están determinadas biológicamente. A su paso encuentra un
sinnúmero de teorías surgidas tras la publicación de la teoría de la evolución de C. Darwin que tratan de justificar los valores éticos a partir de
presupuestos biológicos.
Según Ayala,23 hay teorías morales racionalistas que utilizan
axiomas o principios de las que deducen por intuición directa lo que es
moralmente bueno o malo. Otras teorías morales irracionalistas como
las del positivismo lógico y existencialismo reducen la ética al nivel
emocional y a decisiones arbitrarias por lo que no necesitan justificación racional alguna.
La idea común, a juicio del profesor Ayala, en estas y otras
teorías de carácter evolucionista es esta: la evolución es un proceso que
lleva siempre a metas moralmente buenas puesto que son deseables;
21
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. pp. 173 – 181.
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. pp. 173.
23
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. p. 174.
22
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277
luego una acción es moralmente buena si contribuye con el proceso
evolutivo a la consecución de estas metas.
No obstante, un evolucionista, T. H. Huxley argumentaba: la selección natural no puede servir de guía moral porque favorece la violencia, la competencia y la astucia en vez de la justicia y el amor. Se
deduce, entonces, que las leyes morales no son producto de la evolución. Por otra parte, T. Dobzhansky y G. G. Simpson defienden que la
capacidad ética es producto de la evolución, pero esto no significa que
la evolución sea la pauta moral de las acciones humanas.
Particularmente interesante resulta para Ayala la posición del filósofo H. Spencer (1820-1903) el primero, tal vez, que se ocupa de
fundamentar la moralidad en el proceso evolutivo. La misma formulación han presentado S. J. Huxley, C. H. Waddington y E. Wilson.
Ayala24 se detiene en hacer un análisis filosófico de cada una de
estas posiciones a las que rebate paulatinamente. H. Spencer25 intenta
sustituir la fe cristiana como fundamento tradicional de la ética por una
base natural que sería la evolución orgánica. Una de las afirmaciones
clave de Spencer es, según Ayala: la aceptación de la doctrina de la
evolución orgánica determina ciertos principios. Pero no concreta
Spencer qué principios pueden ser estos.
Ayala26 señala algunas afirmaciones de Spencer, apuntes que
dibujan los perfiles esenciales de su concepto de la ética:
1ª. La aceptación de la doctrina de la evolución orgánica determina ciertos principios éticos.
2ª. La conducta humana, al igual que las actividades biológicas
en general, deben juzgarse como buenas o malas dependiendo de que se
conformen o no a los fines de la vida.
3ª. Un código moral que no esté basado en las leyes de la selección natural y de la lucha por la existencia está de antemano condenado
al fracaso.
4ª. La forma más exaltada de conducta es aquella que conduce a
la mayor duración, extensión y perfección de la vida. (Principio fundamental).
5ª. La regla general es que el placer es lo biológicamente útil y
el dolor lo biológicamente peligroso. El placer acompaña a la conducta
virtuosa y el dolor a la viciosa. Esta asociación indica que la ética de la
conducta está determinada por la naturaleza biológica misma.
6ª. Todo hombre es libre para hacer aquello que desea, siempre
que esto no interfiera con la libertad semejante de los demás hombres.
24
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. pp. 175 – 181.
H. SPENCER, The principles of Ethics, 1893, citado por Ayala. Véase también en F. J. AYALA,
“Sociobiologiy and Ethics”, History and Philosophy of Life science, 1987, nº 9, pp. 315 – 316.
26
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. pp. 175 – 176.
25
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278
7ª. El comportamiento ético es paralelo al orgánico que busca el
éxito del individuo, es decir, conseguir aquello que necesita. A pesar de
todo esto, hay ciertas normas morales formuladas por la sociedad y adquiridas por tradición.
A juicio de Ayala, el conocido darwinismo social de Spencer,
tuvo éxito en su tiempo pero después ha tenido pocos seguidores. Entre
sus críticos están J. S. Huxley y C. H. Waddington, aunque éstos defienden igualmente que las normas éticas tienen su fundamento en la
evolución orgánica.
J. S. Huxley27 por su parte, mantiene que la evolución conlleva
un progreso o perfeccionamiento general aunque se encuentren especies
muy concretas que no evolucionan o se extinguen. Este perfeccionamiento es la tendencia general de los organismos hacia un mayor avance en la complejidad que no significa sólo una especialización de formas, sino progreso como perfeccionamiento general. Este progreso se
puede examinar objetivamente identificando las características progresivas comparando organismos más avanzados con los menos avanzados. Este examen objetivo se realiza bajo el criterio del mayor desarrollo de la capacidad sensorial, intelectiva y volitiva que, como es obvio,
la sitúa en el ser humano. Pues bien, Huxley fundamenta la ética sobre
el siguiente postulado: el progreso es algo deseable en sí mismo. Por
tanto, una acción será moralmente correcta si favorece el progreso evolutivo, si fomenta formas de vida más complejas.
C. H. Waddington, a su vez, considera la teoría de Huxley como
círculo vicioso, puesto que admite arbitrariamente como premisa lo que
ha de probarse, lo más complejo es progresivo y lo progresivo es lo más
complejo. No obstante, Waddington defiende como Huxley que las tendencias evolutivas son en sí deseables (no dice progresivas para evitar
la circularidad). En el mundo viviente hay una tendencia general similar
al crecimiento del individuo. Siguiendo el mismo razonamiento, Waddington estima que cualquier código ético será moralmente más o menos aceptable dependiendo de que favorezca o no las tendencias evolutivas o cambios de avance a lo que llama riqueza de experiencia.28
Los argumentos de Huxley y Waddington, a juicio de Ayala,29
son criticables por varias razones. Primera, ambos cometen el error de
valorar subjetivamente una tendencia evolutiva cuando debieran hacerlo con pruebas objetivas. Ninguno de los dos justifica que unos orga27
J. S. HUXLEY, Evolution in Action, Harper, New York, 1953. Citado por Ayala.
Obsérvese que la expresión riqueza de experiencia, con toda probabilidad, coincide con su teoría
del fenotipo tratada en páginas anteriores. Un fenotipo, según Waddington, es mucho más rico que
un simple genotipo, pues aquel tiene una mayor riqueza de experiencia informativa adquirida por su
interrelación con el ambiente. Cualquier norma ética, para ser moralmente buena, debe fomentar esta
riqueza de experiencia.
29
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. pp. 177 – 178.
28
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279
nismos sean más avanzados que otros y por qué estos son más progresivos. Ambos emiten un juicio de valor según preferencias humanas
pero no está determinado por el mismo proceso evolutivo. Según Ayala:
(...) No hay nada en el proceso mismo de la evolución (es decir, dejando de
lado las consideraciones y preferencias humanas) que determine que el
éxito de las bacterias que han persistido por más de tres mil millones de
años y son extremadamente numerosas, sea evolutivamente menos deseable que el de los vertebrados, aun cuando éstos sean estructuralmente más
complejos. No hay razones desde el punto exclusivamente natural para
considerar a los insectos, con su número de más de un millón de especies,
como organismos menos deseables o de menos éxito que los vertebrados,
aun cuando éstos posean mayor capacidad cognitiva.30
Esta misma argumentación es la que utiliza Ayala en páginas
anteriores para rebatir los conceptos erróneos de progreso. La segunda
razón que justifica la crítica de Ayala a Huxley y Waddington es que
sus argumentos ambos son circulares. Así lo explica el autor: comienzan por afirmar que unos organismos son más avanzados y otros menos; consideran a los más avanzados como más progresivos o deseables. Este razonamiento presupone lo que se trata de descubrir objetivamente y no justifica por qué unos organismos son más avanzados que
otros. Es una elección que adolece de subjetividad.
La crítica más fundamental a la teoría ética de ambos autores es
para Ayala: no justificar por qué una tendencia evolutiva es moralmente deseable y por esta causa sea la piedra de toque que determine la
moralidad de las acciones humanas.31 Para el autor de la crítica, el
error que sufre tal teoría es el de la conocida falacia naturalista llamada
así por G. E. Moore y que ya señaló D. Hume, confundir ser con deber
ser. De lo cual se deduce en forma simplificada, según Ayala, que algo
sea no significa que deba ser éticamente así. Los términos ser y deber
ser pertenecen a categorías diferentes. Si se intenta probar el deber ser,
se da una regresión al infinito que no prueba nada.
Aplicada esta conceptualización a un código ético en relación
con la evolución biológica, se observa que lo que es simplemente un
proceso que ha ocurrido de un modo determinado como la evolución,
de ninguna manera lleva por deducción netamente lógica a concluir que
debe ser bueno y deseable en sentido moral. La relación entre un proceso natural y lo éticamente bueno se lleva a cabo introduciendo juicios
de valor y preferencias humanas. La realidad natural, para Ayala, es en
sí misma éticamente neutra. Además, si se utiliza el proceso evolutivo
30
31
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. pp. 178 – 179.
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. p. 179.
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280
como base de códigos y comportamientos éticos se cae fácilmente en
contradicción. El virus responsable de la viruela, por ejemplo, es un
caso de evolución biológica; por similitud el virus del sida sería otro
caso idéntico aún más drástico. Quiere decir, que tratar de eliminar ambos sería un comportamiento inmoral conforme a lo establecido por
Huxley y Waddington. Lo mismo diríamos, pero en sentido contrario,
si se trata de eliminar las enfermedades hereditarias que también pertenecen al proceso evolutivo; pero todos los seres humanos sensatos
creen que este proceder es moralmente deseable. Este razonamiento de
Ayala sería igualmente aplicable a la ética del conocimiento protagonizada por J. Monod.32 La referencia de éste a la única ética válida fundamentada en el sólo conocimiento objetivo frente a todas las religiones
o marxismos, es muy nítida.33
Como corolario, se puede decir con Ayala,34 que para calificar a
un proceso evolutivo de bueno y deseable o malo éticamente es necesario introducir juicios de valor. La selección natural es un proceso natural que favorece a unos genes más que a otros, a la producción de unos
organismos y no de otros, pero no es un proceso que en sí mismo sea
moral o inmoral, lo mismo que la atracción de los cuerpos por la gravedad. Resolutivamente: las normas éticas no pueden estar determinadas
por la evolución biológica.
Dos apreciaciones del profesor Ayala que no deben pasar desapercibidas en su estudio de las normas éticas en relación con la biología evolutiva son: primera, la consistencia de las normas morales con la
naturaleza biológica y segunda, la aceptación de la autoridad.
Ayala afirma que los sistemas éticos, como cualquier otra actividad cultural, no pueden sobrevivir mucho tiempo si discurren en franca contraposición con nuestra Biología.35 Es decir, no pueden ser incompatibles con nuestra naturaleza puesto que la ética es para individuos y sociedades humanas.36 Añade: es conveniente que las normas
éticas fomenten los comportamientos que favorecen la adaptación bio32
J. MONOD, El azar y la necesidad, o.c. p. 187 – 190..
El juicio ético de J. Monod podría simplificarse de este modo: la sociedad moderna a caballo entre
los mitos y ontogonias de antaño y la ciencia de hoy, que es el conocimiento objetivo, debe salir de
su estado de contradicción y elegir libremente el conocimiento científico, valor supremo, al que se
debe todo el progreso como única finalidad de la ética. Según la ética de Monod, sería moralmente
bueno cuanto favorece a este conocimiento científico, y malo todo lo que se oponga. A lo peor, es
que este modelo de ética también sufre sus contrapartidas: la ciencia cambia, la ciencia posibilita,
por ejemplo, la bomba atómica. ¿Por qué tendría que ser buena o mala su utilización puesto que esta
última favorece el conocimiento objetivo?
34
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. pp. 180 – 181.
35
F. J. AYALA, La naturaleza inacabada, o.c. p. 252.
36
Podría interpretarse este aserto como una aprobación de la teoría de la ley natural aristotélica y
tomista, según la cual, las leyes positivas, sean del orden que sean, no son más que una aclaración de
esta ley natural interna por lo que siempre deben estar de acuerdo con ella, de lo contrario no sería
posible su cumplimiento.
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lógica, pero hace ver que esto no siempre es así, ni es necesario. Lo importante es que no contradigan la naturaleza biológica humana, de lo
contrario serían injustas o pronto desaparecerían por imposibilidad de
cumplimiento, como se desprende del pensamiento del profesor Ayala.
Otro aspecto que contempla el autor en relación a la capacidad
ética es la aceptación de la autoridad como predisposición. Según Ayala,37 la capacidad del comportamiento ético se ve reforzada con la predisposición para aceptar la autoridad. Aunque el ser humano no está
determinado para adoptar un código ético dado, puede rechazarlo o sustituirlo. No obstante, existe la tendencia general de aceptar el código
predominante familiar y social por la necesidad de seguir unas pautas
de conducta. La predisposición a recibir las normas de la autoridad está
favorecida por la selección natural dada la insuficiencia biológica con
la que nacen los seres humanos muy superior a la de otros animales incluidos los antropoides que alcanzan la madurez sexual mucho antes
que los humanos y son capaces de sobrevivir por sí mismos poco después de nacer, cosa que no es posible en el niño. Esta inmadurez e incapacidad de autosuficiencia, dice Ayala, es la que ha convertido esta
especial predisposición en adaptación, de modo que los adaptados a
acatar la autoridad de los padres, familiares y otros del mismo grupo
presentan una mayor probabilidad de sobrevivir. Un niño que no se
adapte a las normas de los padres y mayores podría sucumbir ante los
peligros físicos, desnutrición y otros. Esta predisposición adaptativa
perdura hasta la época de la madurez en la que suele aparecer un atisbo
de rebeldía o de rechazo de la normativa supuesto que ya no es tan importante tal aceptación de la autoridad. Por último, hay que hacer notar
que la predisposición de someterse a la autoridad por sí sola no justifica
suficientemente el comportamiento ético si no se dan las tres condiciones señaladas con anterioridad.38
7. 4. Reflexiones bioéticas y sociobiológicas de F. J. Ayala
Se trata ahora la cuestión de si las técnicas de eugenesia disponibles o cuando lo estén deben ser o no utilizadas. Las consideraciones
de tipo psicológico, sociológico, religioso y moral son de la mayor importancia, dice Ayala,39 y aunque no pertenecen al campo de la Biología, el biólogo como miembro de la raza humana y consciente de las
implicaciones sociales de la ciencia está obligado a plantearse estas
cuestiones. De este modo, Ayala manifiesta sus convicciones éticas
37
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 175 – 176.
Sobre el desarrollo gradual del sentido ético y aceptación de la autoridad durante la ontogenia,
pueden consultarse C. H. Waddington (1960) y J. Piaget (1932). Citados por Ayala.
39
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p 200.
38
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282
personales sabiendo que no todos estarán de acuerdo con ellas. Pero
declara que su propósito es llamar la atención sobre estos asuntos con el
deseo de reducir el sufrimiento humano antes que mejorar la dotación
genética humana. Con estos prenotandos Ayala40 expone su punto de
vista al respecto. Pero antes es conveniente delimitar el marco donde se
sitúa y al que hace referencia el autor.
7. 4. 1. Reflexión bioética.
El término Bioética parece que es usado por primera vez por V.
R. Potter, cancerólogo norteamericano en su libro Bioethics: bridge to
the future (1971).41 Según apreciación de V. Cappelletti,42 el autor de la
obra entendía la bioética como restablecimiento de relaciones entre cultura humanística y científica, en sentido general; como valores morales
y exigencias de los ecosistemas natural y humano, en sentido específico. A finales de los años sesenta, se trasladó el nuevo término hacia el
núcleo central de la biomedicina. Las disciplinas biológicas van tomando conciencia de los problemas lindantes entre la investigación y la sociedad a partir de los descubrimientos de la biología molecular, la ectogénesis o gestación in vitro, síntesis del DNA recombinante (1971), la
inmunobiología y todas las nuevas técnicas componentes de lo que se
ha dado en llamar ingeniería genética, denominación no del todo apropiada para algunos biólogos y en especial para el profesor Ayala a
quien le parece más correcto hablar de cirugía genética.43
La bioética ha experimentado desarrollos crecientes en los últimos tiempos y constituye hoy un vasto programa de investigación entre
biomedicina y ciencias humanas: filosofía moral, teología, derecho y
sociología. Abarca problemas emergentes como procreación asistida
con inseminación homóloga y heteróloga, fecundación intra y extra
corporal, procreación responsable, control individual o social de nacimientos, diagnóstico prenatal, aborto, terapia genética, mutación de inserción, desplante y trasplante de órganos, eutanasia activa o pasiva,
derechos de los enfermos y toda una ética de la medicina que se resiente de fuerte diversidad de pareceres.
Todas estas técnicas justifican la preocupación que manifestó la
Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa en su Recomendación
1160 el día 28 de junio de 1991 y que trascribe Vila Coro:
40
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 205 – 207.
F. ABEL, Bioética: orígenes, presente y futuro, Instituto Borja de Bioética, Fundación MAPFRE
Medicina, Madrid, 2001. Importante obra de consulta.
42
VINCENZO CAPPELLETTI, “Bioética y axiología de la ciencia”, Biotecnología y futuro del
hombre: la respuesta bioética, Conversaciones de Madrid, Madrid Capital Europea de la Cultura,
Servicios integrados S.L , Eudema S.A., 1992, pp. 15 – 20.
43
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 200.
41
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283
Los problemas universales ocasionados por la aplicación de la Biología,
Bioquímica y Medicina, exigen soluciones que han dado lugar a una nueva
disciplina denominada Bioética. A las esperanzas que suscitan los progresos en este ámbito se mezclan a veces las inquietudes que conciernen a los
derechos más fundamentales de la persona humana.44
Estas actividades evidentemente son compatibles con la bioética
mientras no sobrepasen el derecho a la vida que será conculcado cuando la salud, la investigación científica y demás se antepongan al derecho fundamental del derecho a la vida.
Jacobo Cárdenas,45 citando a Hans Küng el principal defensor
de un proyecto de ética mundial, expone la idea fundamental de éste:
una ética global surgida del diálogo entre todas las religiones, esencial
para la paz en un planeta que sufre continuas agresiones en su ambiente
y en sus habitantes, fundada en una nueva racionalidad humana, secularizada, compartida por el mayor número de personas, paradigma de una
ética civil cuyas connotaciones propias son:
•
•
•
•
Ética racional humana.
Mínimo moral común dentro del legítimo pluralismo. Ética de mínimos.
Ética fundada, no en convicciones totalitarias religiosas o
laicas, ni en opciones partidistas, ni dependientes de decisiones opcionales.
Construida por convergencias éticas, es decir, por estimaciones morales básicas o preferencias axiológicas deducidas de la racionalidad humana.
Este proyecto global tendría como criterios referenciales :
•
El valor absoluto de todo individuo humano.
•
La libertad como primer atributo de la persona.
•
El postulado de no discriminación por razones de raza,
sexo, convicciones.
Así mismo, este proyecto de ética común se apoyaría en unos
valores generalmente aceptados como son:
44
Mª. DOLORES VILA-CORO, “Los límites de la Bioética”, Biotecnología y futuro del hombre: la
respuesta bioética, o.c. pp. 71 – 83.
45
JACOBO CÁRDENAS, “Bioética e ingeniería genética”, Descifrar la vida, J. CASADESÚS Y F.
RUIZ BARRAQUERO, editores, Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 1994, pp.
183 – 194.
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284
a) Afirmación de la persona humana como proceso ontoteleológico, es decir, dotado de una finalidad.
b) Afirmación del valor supremo de la persona humana como
ser biológico, por tanto, respeto a la vida humana. En palabras de Laín
Entralgo: respeto al principio de beneficencia, benedicencia, benevolencia, tratándose de enfermos pero que son extrapolables. T. L. Beauchamp y J. Childress46 proponen estos principios de forma más directa
y extensamente detallada: una ética biomédica que tiene en cuenta los
principios de no maleficencia, beneficencia y justicia.
En resumen, ante el maquiavelismo imperante está la ética de la
convicción que renuncia a cualquier resultado aunque sea benéfico y
positivo cuando para obtenerlo se requiere el precio de un valor fundamental como el respeto debido a la persona humana. Según la referencia de Cárdenas, hay que imponer límites a la técnica. La ciencia sin
conciencia puede atentar contra la dignidad del hombre. Como dice
Juan Pablo II, la ciencia no es el valor más alto al que deben subordinarse todos los demás... La persona es la medida y el criterio para el
bien y para la culpa en todo manifestación humana.47
En este contexto es donde encontramos situado al profesor Ayala como deducimos de sus propias manifestaciones al respecto el cual
afirma, que desde el punto de vista ético, la eugenesia negativa puede
usar las dos técnicas expuestas: el consejo genético y la cirugía genética.
Con referencia al consejo genético, Ayala48 avisa que, en principio, no es efectivo. Personas informadas del riesgo decidirán, no obstante, tener descendencia. El problema lo plantea Ayala de este modo:
si la sociedad, ante personas transmisoras de enfermedades hereditarias,
puede impedir por cualquier medio su procreación como pueden ser
reclusión en instituciones, multas económicas o incluso la esterilización, considerando el conflicto entre derechos individuales y de la sociedad para evitar un mal general.
Ayala49 manifiesta en este punto su convicción personal: respeto
a la libertad y derechos del individuo en materia de procreación en la
medida que sea posible. Confiesa no conocer soluciones concretas pero
sí está convencido de que estas preguntas se deben hacer y contestar.50
46
T. L. BEAUCHAMP y J. F. CHILDRESS, Principles of Biomedical Ethics, Oxford University
Press, 1994, pp. 189 – 386.
47
Cita del autor.
48
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 205 – 206.
49
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp 205 – 206.
50
Una consideración a tener en cuenta es, que con el estudio del cariograma correspondiente sólo se
puede conocer la anomalía presente pero no el grado de anormalidad que se seguiría en tal caso.
Podría no ser igual un caso grave que uno leve. Ayala no especifica.
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285
El uso de la cirugía genética para curar defectos hereditarios
graves, lo considera Ayala51 ética y socialmente aceptable en principio,
pero presenta dificultades. En primer lugar, no existen por el momento
técnicas de cirugía correctiva que puedan aplicarse al ser humano sin
peligro y con éxito. En segundo lugar, y es lo fundamental, en eugenesia positiva, lo difícil es determinar cual es el tipo ideal y quienes lo
representan. Con frecuencia se busca un alto cociente intelectual. Ayala
manifiesta que los graves problemas de la humanidad no se resolverían
con alta capacidad intelectual, mucho mejor es preferir un aumento del
nivel ético. Pocos de los problemas fundamentales de la humanidad serían resueltos con un aumento de la capacidad intelectual, en cambio,
muchos de ellos se resolverían con una conciencia ética individual y
social más estricta.
En cuanto a la inseminación artificial dice Ayala:52 sería aceptable que las mujeres que lo deseen y con el consentimiento de sus maridos puedan recibir el semen de maridos distinguidos. Reconoce, no
obstante, que pocas mujeres lo admitirían, preferirían engendrar un hijo
con el marido al que aman.53
La clonación del genotipo de individuos escogidos, según Aya54
la, sería la técnica más efectiva y rápida para cambiar la constitución
genética humana, pero sus posibilidades son aterradoras. No se puede
olvidar que el ser humano es un ser biológico, pero también consta de
una dimensión cultural con unos valores inalienables como son las tradiciones religiosas, éticas, legales y sociales, lenguaje, ciencia y técnica
que constituyen la vida humana y la hacen diferente de la animal. La
humanidad sin estos valores quedaría privada de su libertad, creatividad, diversidad, que la distinguen. La idea de clonar le parece repugnante. El peligro que envuelve es mayor que el de una guerra atómica.
Como consecuencia y resolución ante estas técnicas eugenésicas
y otras más eficaces que probablemente aparecerán, que ponen en juego
el bienestar futuro y la sobrevivencia de la humanidad, Ayala55 propone tomar decisiones y para que éstas sean prudentes es necesario que
biólogos, médicos, psicólogos, sociólogos, abogados, filósofos, teólogos y líderes políticos comiencen de inmediato a estudiar estos problemas y definir las alternativas adecuadas.56 Su mensaje apocalíptico es el
51
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 206 – 207.
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 207.
53
No queda claro aquí el pensamiento de Ayala, si es o no determinante el simple deseo de la mujer,
dado que el ser humano no es un producto de laboratorio sino que es engendrado a partir de un amor
que es creativo por su propia naturaleza como así lo reconoce el autor.
54
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. pp. 207 – 208.
55
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 208.
56
Es recomendable la lectura del libro Biotecnología y futuro del hombre: la respuesta bioética, y de
la obra Principles of Biomedical Ethics de T. L. Beauchamp y J. F. Childress, citados ambos en
páginas anteriores, especialmente los capítulos 4, 5 y 6 de éste último.
52
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siguiente: el Reino de la Luz y el Reino de las Tinieblas están en el
horizonte de la humanidad. Es preciso asegurarse, que tratando de llegar a una Utopía no tomemos el camino del Infierno o la autodestrucción.57
7. 4. 2. Reflexión sociobiológica.
Un nuevo intento de fundamentar las normas éticas en el proceso de evolución, según Ayala,58 es el de los sociobiólogos especialmente E. O. Wilson, D. P. Barash, R. D. Alexander y Michael Ruse, a los
que dedica su crítica y comentario.
E. O. Wilson,59 fundador de la sociobiología como ciencia
independiente, insiste en que los científicos y los humanistas juntos
deben considerar que ha llegado el tiempo en el que la ética pase de las
manos de los filósofos a las de los biólogos. A Wilson, Barash,
Alexander y Ruse les parece que la sociobiología puede facilitar la llave
para encontrar una base naturalista para la ética a la que define Wilson
como el estudio sistemático de la base biológica de las formas de
comportamiento social en toda clase de organismos. De forma más
concisa formula Barash la cuestión: la ética es la aplicación de la
biología evolutiva a la conducta social. Su objetivo, afirma Ayala, es
aplicar las leyes de la biología evolutiva al comportamiento social.
Estas leyes se deducen del estudio y observación de la conducta social
de los animales extrapolable a los seres humanos, es decir, completar la
revolución darwiniana llevando el pensamiento biológico al centro de
las ciencias sociales y de las humanidades. Es un programa ambicioso:
descubrir la base biológica de la conducta social humana a partir de la
investigación del comportamiento social de los animales.
Cree Ayala60 que el argumento fundamental de los sociobiólogos no es que las normas éticas se encuentren, como si dijéramos, escritas en los genes61 sino que la evolución nos predispone a aceptar ciertas
normas morales que están de acuerdo con los objetivos de la selección
natural, y esta predisposición a sancionar pautas de conducta es similar
a la que se encuentra en la conducta social de los animales. Para los sociobiólogos, la mayoría de las normas morales están de acuerdo con
57
F. J. AYALA, Ibidem.
F. J. AYALA, “De la ética a la biología”, o.c. p. 181.
59
E. O. WILSON, Sociobiology, the new Synthesis, Belknap, Cambridge, 1975. Citado por Ayala.
60
F. J. AYALA, Ibidem.
61
RICHARD DAWKINS, El gen egoísta, Editorial Labor S.A. Barcelona, 1979, traducción de Juana Robles Suárez. El autor manifiesta en su obra el convencimiento de que la conducta está escrita
en los genes que la determinan y ésta como también toda conducta altruista favorece siempre, en
último término, al gen egoísta.
58
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estos objetivos y están dirigidas a promover los mismos resultados de la
selección natural, hecho descubierto por la sociobiología.
Ayala62 analiza detenidamente estos primeros principios sociobiólogicos generales. Le parece al autor, que los sociobiólogos se guardan muy bien de caer en la falacia naturalista y para ello, afirman multitud de veces, que la ética y biología distan mucho entre sí porque pertenecen a espacios del conocimiento lógico distintos y, por tanto, del análisis biológico nada se deduce para poder clasificar las acciones humanas de aceptables o no moralmente. Así se expresa Wilson cuando dice
que, el facilitar una explicación naturalista del comportamiento social
humano, no supone juicio de valor alguno, ni negar que la conducta social humana pueda cambiarse cuando la sociedad lo desee. Por otra parte, Barash también afirma, según Ayala, que la evaluación moral no
pertenece al estudio de la sociobiología ni a ninguna otra disciplina
científica. Igualmente Alexander se pregunta: ¿qué es lo que la biología
evolutiva enseña sobre ética o qué es lo que se debe hacer? Su respuesta
es: absolutamente nada. Lo biológico no es lo necesariamente bueno o
un bien moral.
Ayala piensa que los argumentos de los sociobiólogos adolecen
de inconsistencia porque contienen contradicción en sí mismos. Para
ello elige algunos casos. Por ejemplo, Wilson afirma que es evidente la
necesidad de dar una explicación biológica de la ética pero también es
clara la no posibilidad de imponer un código uniforme para todos los
miembros de una misma población sin distinguir edad o sexo; lo contrario sería crear dilemas morales insolubles. Para este pensador, el pluralismo moral es innato. Todo lo cual interpreta Ayala como una afirmación de indeterminismo biológico moral prima facie, pero al mismo
tiempo, parece acercarse al determinismo biológico al excluir ciertos
códigos morales por inaceptables al no ser compatibles con la naturaleza humana. A veces, Wilson se remonta hasta decir que el comportamiento humano, como la emoción que lo promueve, es la técnica indirecta para mantener intacto el material genético humano. Idea que Ayala recoge en su frase la moralidad no tiene otra función última demostrable63 cuyo significado es: la función última de la ética para Wilson
es simplemente la conservación del código genético.
Para Ayala,64 estas afirmaciones pueden interpretarse de dos
modos diferentes: primero, o bien Wilson pretende justificar el comportamiento humano que elige emocionalmente normas que protegen el
acervo genético, lo cual es erróneo, el ser humano es ético por naturale62
F. J. AYALA, “De la biología a la ética” o.c. p. 181 y “Biological Roots of Morality”, o.c. pp. 246
– 250.
63
F. J. AYALA, “De la biología a la ética”, o.c. p. 182.
64
Además, parece que Wilson quiere decir que la conducta ética es producto de la emoción, no de la
racionalización o inteligencia eminente, con lo que se acerca a las tesis de D. Hume.
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288
za, porque su inteligencia diferencial reúne las tres condiciones necesarias para la ética a la que es impulsado, impulso que nada tiene que ver
con los genes. Segundo, o lo que intenta justificar son los códigos éticos que están dirigidos a preservar la dotación genética, pero esto es
falacia naturalista. Según Ayala, ambas interpretaciones padecen gravísimas consecuencias. Si la única función de la ética es conservar intacto
el código genético, estarían perfectamente justificados el racismo y el
genocidio, cosa que Wilson no aceptaría. Ajustándonos a los presupuestos de la ética biológica, la norma fundamental ética sería, según Ayala,
engendrar un gran número de hijos, la fecundación del mayor número
posible de mujeres para así asegurar la conservación y aumento de la
eficacia biológica y el número de genes favorables, pero estamos de
acuerdo en que ésta no es la norma primera y fundamental de la ética.
En opinión de Ayala, los sociobiólogos insisten en que muchas
de las normas generalmente aceptadas coinciden con los objetivos de la
selección natural, como el respeto a los padres, la prohibición del incesto, el adulterio, especialmente el de la esposa, el divorcio y otras más
que no es necesario enumerar aquí.65 Para el autor, lo que interesa es:
esclarecer la naturaleza de la relación existente entre la evolución biológica y los preceptos morales.66 Ayala suscribe tres observaciones
dignas de tener en cuenta para puntualizar la posición errónea de los
sociobiólogos. La primera observación que precisa Ayala es discernir
bien entre predisponer y determinar. Parece que con excesiva frecuencia se confunden ambos conceptos por los sociobiólogos. Es cierto que
la naturaleza humana nos predispone a elegir ciertas normas que consideramos mejores que otras pero esta elección no nos determina a cumplirlas necesariamente. Ayala sabe muy bien que la predisposición natural influye en el comportamiento pero asegura que influencia o predisposición no es determinismo.67 Esta primera advertencia es muy importante para Ayala si se considera seriamente la doctrina de algunos
autores como Konrad Lorenz y Robert Ardrey. Ambos defienden que la
agresión y el imperativo territorial son tendencias naturales y, por tan-
65
En conformidad con los sociobiólogos se podría decir, que el cumplimiento de las normas fundamentales éticas favorecen de algún modo directo o indirecto a la naturaleza humana en su conjunto
puesto que se manda siempre lo que favorece o puede favorecer y se prohíbe normalmente lo que se
cree puede perjudicar, pero no en sentido exclusivamente biológico como parece ser la idea de los
sociobiólogos, sino en alguna otra dimensión humana cultural, moral o espiritual. El beneficio que la
ética puede proporcionar a la naturaleza humana ha de considerarse como consecuencia pero no
como fin único y exclusivo, distinción que parece olvidan los sociobiólogos.
66
F. J. AYALA, “De la ética a la biología, o.c. p. 184.
67
El determinismo no permite quebrantar las normas morales, cosa que el hombre hace con frecuencia. Si realmente hubiese un determinismo biológico, no existirían los grupos inconformistas contra
las normas éticas y sociales establecidas.
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to, inevitables; luego están moralmente justificadas.68 A lo que Ayala
responde con prontitud: 69
a) No es obvio científicamente que estos comportamientos estén
condicionados por nuestros genes.
b) La moralidad de estos comportamientos se fundamenta en
otros principios y no está determinada por genes, conforme a las razones aducidas.
c) Aunque tales comportamientos fuesen naturales, el hombre
debe actuar de forma contraria si aparecen como inmorales.70
Otra observación del Dr. Ayala dice: si bien, ciertas normas morales están en consonancia con la selección natural, otras no lo están ni
hay razón para ello. El ejemplo utilizado para aclarar esta sentencia es
el del mandamiento: amarás a tu prójimo como a ti mismo o su equivalente regla de oro del comportamiento humano: compórtate con los
demás como quieres que se comporten contigo. Este mandamiento no
conlleva la protección de los genes aunque suponga un beneficio social.
Entiende Ayala, que el sacrificio de la propia vida por los demás no favorece a los genes y, no obstante, se considera acto moralmente bueno
y heroico.
Una última observación de Ayala afirma que las normas morales se apoyan en principios culturales y no biológicos y aunque aquellas
deben tener en cuenta la realidad biológica y no ir en contra de ella, sin
embargo, justificar las normas éticas desde la sola biología es de por sí
insuficiente y, como ya se ha dicho, llevaría a consecuencias no deseables y hasta razonamientos ridículos.
Un modo de conducta social que destacan los sociobiólogos es
el altruismo de los animales del que dan una explicación darwinista utilizando las leyes de la selección natural. La definición de altruismo la
toma Ayala del diccionario:71 respeto y devoción por los intereses de
los demás. Hablar de altruismo en los animales no es hacer referencia a
sentimientos o respeto presente en ellos mismos sino, más bien, significa que los animales actúan para el bienestar de otros a costa de su propio riesgo tal como justamente se espera que hacen los seres humanos
cuando adoptan conductas altruistas. La explicación darwinista de los
sociobiólogos afirma que si un gen induce al altruismo y arriesga su
vida por los otros, éste tendrá menor probabilidad de supervivencia que
el gen egoísta que no arriesga nada; éste último será protegido por la
selección natural, mientras el altruista será eliminado conforme a la co68
F. J. AYALA, Ibidem.
F. J. AYALA, Ibidem.
70
La agresividad, por ejemplo, es un acto natural que no siempre es inmoral, a veces, es necesaria
para acometer ciertas costosas iniciativas. Es condenable éticamente cuando se dirige contra personas.
71
WELSTER’S NEW COLLEGIATE, 2nd ed.
69
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290
nocida teoría. Para Ayala,72 la dificultad principal de los sociobiólogos
radica en cómo explicar, entonces, siguiendo la ley de la selección natural, la conducta de los animales, especialmente su altruismo. La estrategia que siguen los sociobiólogos es la que se indicó con anterioridad al
tratar las distintas modalidades de la selección natural. Según Ayala,73
para resolver este problema, los sociobiólogos introducen el concepto
de inclusive fitness, eficacia inclusiva biológica o familiar, es decir, al
considerar el altruismo se debe tener en cuenta, no sólo el riesgo que
soporta el individuo altruista, sino los beneficios que reciben los otros
poseedores del mismo gen. Si un alelo altruista induce a un adulto a
proteger a los más jóvenes indefensos, la selección natural lo protegerá
si el beneficio obtenido es superior al riesgo o coste del gen altruista.
Este es el caso de los padres y de las abejas obreras, por ejemplo, que
no detallamos. El gen altruista del padre que cuida a sus hijos pervivirá
en aquellos que han recibido sus cuidados a costa de su vida y será protegido por la selección natural. La supervivencia de castas estériles en
los insectos, como en las abejas obreras, se justifica de este modo y
queda asegurada por la selección natural en virtud del cuidado que dedican a la progenie de otros individuos, en este caso, de la abeja reina.
Lo peor del sociobiologismo, considera Ayala, es que pretende
comparar este género de comportamiento altruista animal con la conducta altruista humana y ve en ciertas conductas éticas como un reflejo
del altruismo de los animales. Tales conductas serían, por ejemplo, las
ya indicadas, el respeto a los padres, la prohibición del incesto, el adulterio de la esposa y el divorcio, conductas, que según los sociobiólogos,
concuerdan de algún modo con las tendencias determinadas por la evolución.
Ayala74 cree, sin embargo, que la argumentación de los sociobiólogos es errónea y adolece de falacia naturalista. Si se examina con
detención el altruismo, encontramos dos modos distintos: el altruismo
biológico y el altruismo moral. El primero se define por las consecuencias genéticas en una población tomando en cuenta sólo la eficacia biológica inclusiva. El segundo, simplemente por la motivación de una
persona que elige según su libre albedrío asumir un riesgo, incluso el de
su propia vida, por sólo beneficiar a alguien. Como es obvio, las causas
de uno y otro altruismo son bien distintas: en el altruismo biológico
priva el beneficio genético; en el moral, lo relevante es el afecto desinteresado a los otros sin ningún género de beneficio propio. Hay, por
tanto, en la teoría sociobiológica, según Ayala, una discrepancia abismal, que se percibe con nitidez, entre las acciones determinadas por la
72
F. J. AYALA, “The biological Roots of Morality”, o.c. p. 248.
F. J. AYALA, Ibidem.
74
F. J. AYALA, “The biological Roots of Morality”, o.c. p. 249.
73
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291
biología y las normas éticas, sobre todo, si se tienen presentes las tres
observaciones indicadas en páginas anteriores.
7. 5. El comportamiento religioso.
Por último, y dentro de la misma sociobiología, un comportamiento humano del que también se ocupa Ayala75 es el religioso. El autor se pregunta si existe alguna relación entre el fenómeno religioso y la
evolución. La respuesta es afirmativa.
Observa Ayala76 que así como la ética, la religión es igualmente
un atributo universal de la humanidad. En todas las culturas, de las que
nosotros tenemos conocimiento, encontramos un sistema de convicciones como una forma de interpretar el mundo y el significado de la vida,
religiones que van desde las más primitivas a las más desarrolladas como el budismo, judaísmo, cristianismo y otras. Según Ayala, la existencia de prácticas religiosas en todas las culturas es un indicador que revela la predisposición de naturaleza biológica hacia la trascendencia de
carácter religioso, tendencia que parece surgir de lo más profundo de la
naturaleza humana. La cuestión que aquí se plantea es si esta predisposición es resultado de la evolución. ¿Por qué solo los seres humanos
son religiosos? se pregunta. La respuesta razonada de Ayala citando a
T. Dobzhansky77 con el que está de acuerdo en este punto es la siguiente: lo que radicalmente diferencia a los seres humanos de los animales
es su mente, su poder intelectual que hace posible la autorreflexión, es
decir, la autoconciencia del propio yo como ser pensante. De lo cual
surgen dos cuestiones: si además del yo pensante los otros hombres
disponen también de la misma autoconciencia y si los animales poseen
de la misma manera conciencia de sí mismos.
No es posible percibir directamente la autoconciencia de otros
seres, pero sí los actos realizados por ellos y que suponen o reflejan su
existencia. Según Ayala:
Una consecuencia importante de la autoconciencia es la “conciencia de la
muerte”, porque tenemos conciencia de nosotros mismos, porque somos
capaces de percibirnos como objetos distintos del resto del universo, tenemos también conciencia del carácter transitorio de nuestra existencia, de
que no vamos a existir para siempre. Todos los seres humanos normales, al
menos a partir de la niñez, tienen conciencia de que la muerte es inevitable.78
75
F. J. AYALA, “The biological Roots of Morality”, o.c. p. 249.
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre”, o.c. pp. 189 – 190.
77
T. DOBZHANSKY, “Evolution: Implications for religión”, The Christian Century, July 19, 1967,
pp. 936 – 941 y Evolución., o.c. pp. 450 – 452.
78
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 189.
76
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292
Para T. Dobzhansky y Ayala, una manifestación segura de la
conciencia individual de la muerte es “el entierro ritual de los muertos”.
Según ambos autores, el entierro ritual de los muertos es una constante
universal de todos los hombres de todas las culturas y no se da en los
animales. Estos ignoran la muerte de otros individuos de la misma especie; unos desechan los cadáveres de su propia estancia y otros los
consumen como alimento. Los animales no tienen conciencia de la
muerte, aunque G. G. Jt. Gallup79 cree otra cosa, por lo menos en los
primates. Esta conciencia de la muerte para ciertos evolucionistas, entre
ellos Ayala, como componente de la conciencia del propio yo, predispone a los hombres hacia la creencia religiosa como consecuencia del
carácter transitorio de la propia existencia individual.
La argumentación de Ayala80 sigue estas directrices: el hecho
necesario de la muerte produce en el ser humano ansiedad o angustia.
Este desasosiego es aliviado, en parte, por las creencias religiosas, sobre todo, por las religiones que hablan de inmortalidad a la que se llega,
o por la reencarnación en las religiones animistas, o por lo que llama el
autor la vida espiritual, que probablemente podrá traducirse en términos
de teología moderna por resucitar, o mejor, resurgir, es decir, vivir de
otro modo tras la presente vida temporal. Así interpretamos la expresión vida espiritual, que ni mucho menos, dice Ayala, es un intento de
exploración filosófica sobre el origen de la religión, sino sólo tomar en
cuenta que la tendencia hacia la religión está basada, entre otras cosas,
en la conciencia de la muerte individual involucrada en la conciencia de
la limitada existencia propia. Advierte Ayala, que el origen de la religión es mucho más complejo y que también se origina en la necesidad
humana de dar respuesta a las cuestiones referentes a fenómenos naturales cuyas causas últimas se desconocen y a una interpretación del
universo, del hombre, de la vida y otras que trascienden el pensamiento
científico. Pero ¿cómo puede decirse que esta predisposición natural
hacia lo religioso es producto de la evolución biológica? Es cierto, dice
Ayala, que la conciencia de la muerte es angustia y no es adaptación en
sí misma porque no aumenta la supervivencia de los individuos. Por lo
cual, no parece probable que la selección natural promueva de modo
directo la conciencia angustiosa de la muerte.
La conciencia de la muerte es una derivación de la autoconciencia de la existencia limitada del yo personal, y ésta última está enraizada en la inteligencia eminente del ser humano, que sí es un atributo natural propio favorecido directamente por la selección natural puesto que
contribuye en buena parte a la supervivencia y reproducción biológicas
del individuo. En este sentido se dice, que la conciencia de la muerte y
79
80
G. G. Jt. GALLUP, “Self-awreness in primates”, American Scientifics, 67, 1979, pp. 417 – 421.
F. J. AYALA, Origen y evolución del hombre, o.c. p. 190.
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las creencias religiosas se ven favorecidas indirectamente por la evolución biológica al dar un significado trascendental a la vida. La interpretación de esta última frase de Ayala parece obvia: admitir que la vida
evoluciona hacia la muerte como último reducto hace carecer de sentido vivir para morir. Si admitimos, como dicen las creencias religiosas,
un significado trascendental positivo de la vida y la muerte como un
simple tránsito, parece más razonable y menos angustioso. De lo cual,
probablemente, se pueda deducir, que la conciencia de la muerte como
tránsito de la existencia temporal del individuo y las convicciones religiosas favorecen también de modo indirecto a la propia supervivencia y
adaptación.
7. 6. Conclusión.
Es evidente que el desarrollo de la investigación científica en el
campo de la genética y con mayor relevancia en el de la eugenesia por
su especial incidencia en el ámbito de la salud pública, está reclamando
una inmediata respuesta de carácter ético por parte de los mismos científicos, filósofos, teólogos, juristas y políticos gobernantes que debieran
dialogar con mayor frecuencia y entusiasmo, el que merece el tratamiento de los seres orgánicos por su repercusión de modo especial en el
ser humano como persona, concepto íntimamente vinculado con su código genético tal como lo ha expresado el profesor Ayala. De todos es
conocido el grave peligro que anida en las nuevas técnicas eugenésicas
positivas que amedrentan a los mismos investigadores sensatos porque
ponen en peligro lo más íntimo y valioso del ser humano, su propio ser,
su código genético y todo lo que lo circunda como es la intimidad, individualidad, libertad de elección, respeto a la persona en todas sus dimensiones, inquietudes que provocan hoy amplias e interminables discusiones entre pensadores y que invaden hasta el ámbito familiar.
No menos preocupante es el reduccionismo epistemológico al
que abocan ciertos biólogos y sociobiólogos que obcecados con el poderío de la biotecnología pretenden extender las leyes del darwinismo
más acendrado al comportamiento humano, reductible, según ellos, a
una simple etología animal por arco reflejo al estilo de los fisiólogos y
conductistas que prescinden de las específicas variables humanas que
conforman la conducta ética.
A los sociobiólogos se les podría perdonar su intento de explicación de la conducta ética por medio de un recurso al reduccionismo
metodológico moderado al que se refería Ayala en su lugar oportuno,
pero no es este el caso. El reduccionismo exagerado, por ejemplo, de
Wilson lo invalida por varias razones concluyentes:
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1ª) No se puede explicar el comportamiento humano a partir,
por comparación, de la conducta animal. Son naturalezas diferentes, no
equiparables bajo ningún concepto. El animal es unidimensional en sus
respuestas ante el estímulo, el ser humano es pluridimensional. El animal está programado, el hombre no. La conducta humana pasa antes
por una reflexión consciente casi siempre, no así en el animal.
2ª) Como dice Ayala, si las leyes éticas imponen, en último
término, lo escrito en los genes o se acomodan a lo dictado por ellos de
forma que la única función de la ética es favorecer la supervivencia de
los propios genes, se siguen fatales consecuencias abominables en sí
mismas como serían el fomento del racismo y del genocidio como medios éticos para conservar intacto el código genético.
3ª) Otra consecuencia de la doctrina sociobiológica sería un fatal determinismo ético por el cual, sabemos, no estar dominados. Cada
uno es consciente de su libe albedrío incluso en circunstancias heroicas.
Si estuviésemos determinados por las normas éticas que dimanan de
nuestros propios genes no existirían personas y grupos rebeldes que se
oponen sistemáticamente a las normas éticas sociales, lo cual va contra
le realidad social que nosotros constatamos. Por otra parte, sería ridículo explicar el altruismo social, la fidelidad conyugal, el amor fraterno,
con los presupuestos de la biología molecular, resultado de combinaciones e integraciones de nucleótidos, aminoácidos y enzimas. La ética
y la biología pertenecen a niveles humanos distintos, las leyes éticas
varían de una cultura a otra, las leyes biológicas no. Es probable, como
asegura Ayala, que la conducta ética esté condicionada por la biología,
pero influencia y determinación no son una misma cosa. De todas formas, la teoría sociobiológica tampoco resulta demasiado clara y consistente. Si todas las normas éticas estuviesen en función del gen egoísta
¿qué tipo de sociedad resultaría?
Finalmente, dar una explicación que fundamente la Ética con
exclusividad en la Biología no es, ni mucho menos, suficiente. El fundamento de la Ética hay que buscarlo en las tradiciones culturales, si se
tienen en cuenta las tres observaciones que anticipó Ayala y las tres reglas que rigen el comportamiento ético.
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Conclusiones.
El diálogo y la discusión con el pensamiento del profesor Ayala, tal como se ha expuesto en nuestra Memoria doctoral, nos han llevado a las siguientes conclusiones:
Primera: Los propios físicos, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, descubren las anomalías y deficiencias de la ciencia física
newtoniana. Cuestionarse la verosimilitud del lenguaje científico era
crear un nuevo lenguaje sobre el lenguaje científico con lo que surge la
Epistemología, o más bien, Filosofía de la Ciencia, bien distinta de la
antigua Gnoseología. Sabido es, que un destacado epistemólogo de
nuestro siglo ha sido K. Popper cuya metodología adopta F. J. Ayala de
quien hemos tomado y expuesto con cierto reposo sus ideas fundamentales de Biología moderna. Coherente el profesor Ayala con la doctrina
popperiana, renuncia al inductivismo y adopta la falsación como método de contrastación de las teorías científicas. Su fidelidad a esta metodología le lleva a una concepción realista moderada de la ciencia, es
decir, a un realismo crítico como su paradigma conceptual. Propone
como modelo el método científico de G. Mendel y de modo especial el
de C. Darwin. No obstante, discrepa de Popper en cuanto al concepto
de epistemología evolutiva. Inicialmente coincide con Popper en afirmar que ésta es una simple metáfora explicativa del desarrollo evolutivo de la ciencia; así, pues, Ayala considera que el darwinismo es aplicable en la evolución científica sólo en ciertos aspectos con matizaciones y profundas diferencias.
Segunda: Un aspecto muy relevante en la epistemología biológica del profesor Ayala es su antirreduccionismo que le conduce a la
defensa de la autonomía de la ciencia biológica. Su punto de partida es
la afirmación de que en el estado actual de las ciencias empíricas, en
especial la Física y Química, son insuficientes para explicar el fenómeno biológico. A pesar de esta insuficiencia, cree Ayala que puede admitirse un reduccionismo metodológico moderado heurístico, es decir, el
estudio de los organismos vivos desde la Biología molecular debe complementarse con una Biología evolutiva integradora y composicionista
que contemple los otros niveles de organización de los que no se puede
prescindir, si se pretende un conocimiento más completo del ser vivo;
niveles irreductibles a los estados anteriores atómico y molecular. Se
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opone el profesor Ayala con rotundidad al reduccionismo ontológico, al
metodológico estricto y al epistemológico. No por esto, Ayala acepta el
vitalismo que introduce un principio vital referente a causas sobrenaturales productoras del fenómeno vital; sí acepta lo que algunos llaman
vitalismo moderno u organicismo, que integra aquellos niveles propios
de la función vital, como son los fenómenos emergentes, que no pueden
ser estudiados de modo reductivo desde simples presupuestos físicoquímicos. El fenómeno de la emergencia ha sido adoptado por Ayala
sin reticencia alguna al igual que sus colegas defensores del neodarwinismo y de la teoría sintética especialmente T. Dobzhansky, G. G.
Simpson y E. Mayr. Ayala cree que las propiedades emergentes fundamentan bien una autonomía distintiva y exclusiva de la ciencia biológica.
Tercera: Característica esencial del viviente es la teleología
que Ayala concreta y especifica como teleología interna o natural. Conocida es la polisemia y confusión que acompaña a este término con
frecuencia mal interpretado por muchos científicos y filósofos. Ayala
no se muestra propicio para aceptar el vocablo teleonomía propuesto
inicialmente por C. S. Pittendrigh y seguido por otros; a su juicio, entraña más confusión que claridad. Para Ayala existe una teleología natural indeterminada, es decir, no es la finalidad inmediata ontogenética
para la formación de un organismo determinado, como la que se da en
la evolución del óvulo hasta el ser adulto, que siempre será un producto
determinado desde el principio, sino una finalidad interna sin orientación fija por la que un organismo, adaptándose al medio, adquiere de
forma evolutiva aquellas estructuras morfológicas y físico-químicas que
le conducen a la mejor adecuación, es decir, a la supervivencia y mayor
reproducción. Son propiedades teleológicas aquellas que corroboran el
mantenimiento del sistema. Según Ayala, las explicaciones teleológicas
se reservan exclusivamente para los organismos y son inadecuadas para
los seres inorgánicos. Algunos evolucionistas como C. S. Pittendrigh,
E. Mayr, G .C. Willians, M. T. Ghiselin, según Ayala, rechazan todo
tipo de explicación teleológica en la biología evolutiva. Otros como E.
Mayr y T. Greene distinguen varios modelos de teleología evolutiva
según se trate de procesos de función, de desarrollo, o de selección natural funcional, madurativa e histórica respectivamente. Algunos otros
biólogos se equivocan, advierte Ayala, al tomar como modelo evolutivo
el desarrollo embrionario que es teleológico en sentido específico y
predeterminado. Para Ayala, este proceder es erróneo, porque el proceso de selección natural, aunque teleológico, no busca estados finales
concretos, es decir, organismos en particular, ni propiedades determinadas, más bien evoluciona hacia el estado mejor adaptado para una
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mejor supervivencia y reproducción como se ha indicado con anterioridad.
Cuarta: Ayala considera como un hecho suficientemente comprobado la evolución de los seres vivos, tanto como lo puede ser el
hecho de la gravitación universal o las revoluciones de los planetas alrededor del sol. La teoría darwinista con sus versiones neodarwinismo y
teoría sintética parece la mejor explicación científica de la gran diversificación existente de seres vivos y su especiación. La selección natural
es el proceso responsable de las adaptaciones de los organismos y el
principio fundamental que provoca el cambio evolutivo; es la teoría
más amplia a pesar de las controversias y críticas que sugiere. Los críticos de la selección natural coinciden en afirmar que ésta presenta carácter de definición tautológica y circular por lo que no puede ser corroborada empíricamente. Según Ayala, el error de estos biólogos está en
igualar frecuencia génica y eficacia biológica, o lo que es lo mismo,
adaptación con adecuación, aunque estén relacionadas. No siempre que
se da la mejor adaptación coincide una mayor adecuación; puede ocurrir que una excesiva adaptación determine un menor número de descendientes y hasta la extinción de la propia especie. Para Ayala, la selección natural es un proceso selector que actúa sobre la variabilidad
genética sin la cual no podría existir el cambio evolutivo; no es exclusivamente un proceso negativo destructor de las variantes perniciosas,
sino también un acto creativo que potencia las variantes adaptativas para una mayor eficacia biológica; de aquí, las diferentes modalidades de
selección natural, normalizadora, direccional y diversificadora, que
ocurren en los diferentes medios y cambios ambientales en los que se
desarrollan y viven los organismos vivos. La multitud de especies vegetales y animales existentes, así como su extinción, se debe en gran parte
a la selección natural como proceso creador.
Quinta: Un concepto correlativo al de selección natural en la
teoría de la evolución darwinista es el de especie, término muy confuso
entre los biólogos pero que Ayala intenta dilucidar admitiendo, en principio, el concepto de especie vulgar, es decir, la división taxonómica en
grupos de los seres vivos atendiendo sólo a su morfología. Como esta
división resulta insuficiente y confusa para tal clasificación en especies
distintas, continúa Ayala, se hace necesario, recurrir a algo más profundo, esto es, a la idea de reproducción. Para Ayala, la especie se define
como el grupo de organismos cuyos individuos se reproducen entre sí
pero no con individuos de otros grupos. El concepto de especiación implica la aparición de barreras biológicas que impiden el entrecruzamiento, llamadas mecanismos de aislamiento reproductivo. La separación
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geográfica o topológica no constituye en sí misma un mecanismo de
este tipo ni es causa de especies diferentes, aunque impida la reproducción, a no ser que aparezcan dichos mecanismos como subproducto de
la adaptación. Ayala está convencido de que las dos teorías de especiación: la incidental y la selectiva no son necesariamente incompatibles y
que pueden constituir enfoques parciales o aspectos diferentes del mismo problema. Hay un modelo general de especiación: la geográfica, y
es la más común, que tiene lugar en dos etapas: a) la radiación adaptativa y b) la especiación cuántica.
Sexta: En cuanto a la evolución de las especies orgánicas, Ayala sigue el paradigma general de los biólogos y paleontólogos, y hace
mención de los dos procesos relacionados entre sí: la anagénesis o evolución lineal y la cladogénesis o divergencia filogenética. Dentro de la
evolución morfológica distingue también, como es doctrina común, la
evolución convergente y la paralela. También hace referencia a las analogías y homologías que se dan en la evolución morfológica, y a las paralogías y ortologías en la evolución molecular. En cuanto a si la evolución es gradual o pautada y si la evolución morfológica acompaña
siempre a la especiación, en el pensamiento de Ayala parece prevalecer
el sincretismo. Para el autor, ambas teorías no son incompatibles; puede
que en un modelo general, los cambios ocurran gradualmente, aunque
de forma irregular y sin manifestación morfológica alguna, dando lugar
a discontinuidades en el registro fósil durante una etapa. El registro molecular de la evolución, según Ayala, permite seguir y cuantificar el
ritmo evolutivo en sus dos procesos de anagénesis y cladogénesis, incluso de especies extintas a partir de la información en especies actuales. El reloj molecular ofrece la posibilidad de medir con precisión las
diferencias existentes entre especies. En este sentido, Ayala considera
que, si la teoría neutralista se perfecciona puede ser de gran utilidad
para cuantificar la evolución molecular.
Séptima: Qué sea el hombre y su singularidad es para el profesor Ayala la cuestión más fundamental para la humanidad, es el problema que subyace a todos los demás y el más profundo, es decir, la
investigación del lugar que el hombre ocupa en la naturaleza y su relación con el resto del universo. Aquí Ayala manifiesta abiertamente una
convicción fundamental en su vida: el hombre es una especie animal
muy particular y diferente de todas las demás de forma radical. El origen evolutivo del hombre no es suficiente para dar a entender qué es el
hombre, pero es un punto de partida necesario para ello. En la descripción del origen de la humanidad Ayala sigue las hipótesis de la Paleontología actual. Aunque el ser humano mantiene semejanzas anatómicas,
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fisiológicas y moleculares con los antropoides también presenta diferencias, pero su singularidad radica en otras propiedades específicas.
Las diferencias bioquímicas y genéticas entre el hombre y los antropoides son pequeñas, las anatómicas son relativamente mayores. Para Ayala, las diferencias fundamentales entre el hombre y los antropoides se
dan en el dominio del comportamiento. El atributo más distintivo del
ser humano es la cultura que abarca todas las actividades humanas que
no son las estrictamente biológicas. La cultura abarca las actividades
sociales y políticas, modos de vivir y actuar, ética y religión, literatura y
lenguaje, ciencia y tecnología.
Octava: La evolución de la humanidad se caracteriza mucho
más por los cambios culturales que por los biológicos puesto que la cultura es una adaptación más eficaz y versátil. El hombre ha evolucionado y seguirá evolucionando por lo que Ayala se pregunta por el futuro
biológico de la humanidad. Se ha puesto en tela de juicio si la selección
natural seguirá operando en el hombre moderno. Algún biólogo ha predicho el deterioro genético gradual de la humanidad que la conducirá
muy pronto a una catástrofe, debido aquel a los continuos logros de la
medicina contra enfermedades hereditarias, los cuales provocan la supervivencia de éstas, con lo que se interrumpe gravemente el proceso
de la selección natural. Para el profesor Ayala, la situación no parece
ser tan seria; el número de personas con deficiencias hereditarias no
está aumentando rápidamente pero, además, es posible mejorar la dotación genética de la humanidad con la eugenesia. Ayala considera que
las técnicas eugenésicas que se proponen como son el consejo genético,
la cirugía genética, la selección germinal, la clonación, son posibles
desde el punto de vista técnico y en un futuro inmediato. Las dificultades técnicas no le parecen insuperables, aunque la clonación de un fenotipo humano es cosa, evidentemente, imposible.
Novena: En los escritos sobre evolución se habla de organismos
más o menos avanzados, superiores, inferiores, más progresivos, sin
embargo, la utilización de estos términos no deben aplicarse a la ligera,
dice el profesor Ayala. Los seres humanos son los más inteligentes de
la Tierra por lo que es razonable considerarlos como la cumbre de la
evolución progresiva. Ayala cree, que para decidir si la evolución es un
proceso progresivo y si el hombre es el más progresivo de todos los organismos es necesario antes aclarar el concepto de progreso. El progreso, según Ayala, puede definirse como el cambio sistemático de una
característica presente en todos los elementos de una secuencia, de tal
modo, que los elementos posteriores de la secuencia muestran una mejora en dicha característica con respecto a los anteriores. Ayala sostie-
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ne, en relación con el progreso biológico, que no existe criterio alguno
importante con arreglo al cual pueda establecerse la existencia de un
progreso uniforme y general en la evolución de los organismos. En
cuanto al progreso neto y particular no hay tampoco un criterio que sea
el mejor a priori; distintos criterios iluminan distintas características de
la evolución. No obstante, un criterio que merece especial atención, según Ayala, es la capacidad de los organismos para adquirir y procesar
información con respecto al ambiente en que se desarrollan. Siguiendo
este criterio, se puede decir que los animales son más progresivos que
las plantas, los mamíferos más avanzados que los reptiles, éstos son
más que los peces y el hombre el más avanzado de todos ellos, pero
también se constata que la humanidad no es la especie más progresiva
con arreglo a todos los criterios de progreso posibles.
Décima: El pensamiento epistemológico de Ayala sobre la evolución biológica del ser humano culmina en una reflexión sobre la Ética
como atributo universal del mismo. El ser humano es Homo sapiens y
Homo moralis, cuya capacidad ética tiene su fundamento en la misma
naturaleza humana. Para dilucidar adecuadamente la cuestión del comportamiento humano y para evitar confusiones, distingue Ayala la capacidad ética fundamentada en la naturaleza humana y los códigos o
conjuntos de normas éticas que tienen su fundamento en las distintas
culturas. Ayala defiende que la propia naturaleza biológica humana determina su capacidad ética puesto que sólo en el hombre se dan las tres
condiciones necesarias y suficientes para la conducta moral. Ayala niega que la conducta ética se dé, ni siquiera de modo incipiente, en los
animales porque en su naturaleza biológica no se dan tales condiciones.
Estas condiciones sólo se dan cuando se atraviesa un umbral evolutivo
en el que pueda encontrarse: la anticipación de las consecuencias de la
acción, el juicio de valor sobre las acciones y la libertad. Ayala encuentra en la aceptación de la autoridad un refuerzo de la conducta ética,
puesto que aquella se hace más necesaria en el ser humano que nace
con un grado de inmadurez superior y más prolongado y sus normas
pueden favorecer la supervivencia.
Undécima: Ayala se niega rotundamente a admitir las tesis de
los evolucionistas H. Spencer, S. J. Huxley, C. H. Waddington y E. O.
Wilson que propugnan de un modo u otro que la evolución es la base y
justificación de la Ética. Según estos biólogos, todo lo que favorece al
proceso evolutivo es progresivo y, por tanto, deseable y éticamente
bueno. Ayala los acusa de falacia naturalista y contradicción. Por una
parte, el proceso evolutivo no es siempre necesariamente progresivo.
Por otra, si los códigos éticos tienen su fundamento último en la natura-
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leza biológica y su único fin es favorecer la conservación de los genes,
determinarían las conductas de todos los hombres por igual, todas las
culturas adoptarían las mismas normas de comportamiento y lo que es
peor, favorecerían el racismo y el genocidio como medio de conservación genética. Ayala piensa que la selección evolutiva es un proceso
natural que nada tiene que ver directamente con las normas éticas. La
sociobiología de E. O. Wilson también ha sido objeto de crítica por parte de Ayala por las razones expuestas y porque la conducta animal no
puede ser la pauta del comportamiento social humano. El caso del altruismo animal que es favorecido por la selección natural, nada tiene
que ver con el altruismo humano.
Una atención especial con gran sentido ético dedica Ayala a las
prácticas eugenésicas. Admitida su posibilidad técnica, todavía en experimentación muchas de ellas y con resultados inciertos, detalla la
multitud de problemas que conllevan en la práctica al ser utilizadas de
modo irracional en el ser humano, prácticas que pueden lesionar su naturaleza biológica y la dignidad de persona. La idea del clonaje de seres
humanos le parece simplemente repugnante. Consideraciones dignas de
tener en cuenta.
Duodécima: Finalmente, Ayala extiende su reflexión ética a la
tendencia religiosa como fenómeno evolutivo indirectamente favorecido por la selección natural. Tanto la tendencia religiosa como su fuerte
componente, la consideración del carácter transitorio de nuestra existencia, es decir, la conciencia de la muerte es también como la Ética un
atributo universal de la Humanidad presente en todas las culturas. Esta
predisposición hacia la religión en la naturaleza humana, según Ayala,
tiene su fundamento en la conciencia de la muerte. La ansiedad ante el
hecho consciente de la muerte es aliviado en parte por las creencias religiosas. La conciencia de la muerte no es en sí misma una adaptación,
por lo que no es promovida directamente por la selección natural; sí es
una consecuencia de la autoconciencia debida el desarrollo eminente de
la inteligencia humana favorecido directamente por la selección natural.
Se concluye, que aunque sea un efecto indirecto de la selección natural
existe una tendencia en la naturaleza humana hacia las creencias religiosas que dan un significado trascendente a la vida individual. Con
este sentido de trascendencia y la pregunta ¿a dónde camina la Humanidad? termina la epistemología biológica del profesor Ayala.
A nuestro juicio, el pensamiento de Ayala podrá ser discutido
como lo es por esencia todo pensamiento humano, pero es indiscutible
su clarividencia de los problemas que no deja lugar a zonas obscuras o
sombras de duda. Su nitidez en la exposición de las ideas y su claridad
en la comunicación denotan una sencilla búsqueda de la verdad bioló-
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302
gica tan compleja especialmente cuando se trata de comprender al ser
humano. En la discusión de los temas a debatir está siempre presente el
carácter dialogante y moderado, pero sin ninguna concesión a los extremismos que nada resuelven e impiden el progreso del pensamiento.
Terminamos con el agradecimiento y la admiración al profesor Ayala
del que hemos aprendido a acercarnos al ser vivo y sobre todo al ser
humano, sin miedo, pero con respeto.
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Bibliografía
F. J. Ayala es autor de más de 650 artículos distribuidos en libros y revistas de Ciencia y Filosofía además de doce libros. Es editor
y coautor de otros tantos. De este valioso material de estudio hemos
seleccionado el que nos ha parecido más pertinente y representativo de
su pensamiento epistemológico. Añadimos un número de obras de destacados autores que pueden servir para ilustrar y contrastar su discurso
biofilosófico.
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