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pueden originarse diferentes “fenotipos” si las condiciones ambientales son distintas. El“genotipo”se hereda en toda su predisposición o manera específica de reaccionar según sean las condiciones ambientales, y no hay manera de que dicha predisposición se salga de sus posibilidades heredadas, ni de que el individuo se desprenda voluntariamente de dicha herencia; del “fenotipo” sólo se hereda su contribución genotípica incorporada, pero la variabilidad restante debida a los factores ambientales nunca sería heredable. A cada individuo lo caracteriza su respectivo programa genético (genotipo), el que a su vez fue heredado tomando de su madre una mitad del programa y de su padre la otra mitad, siendo este programa genético el mensaje (genético) responsable de los éxitos a lo largo de la Evolución logrado por los grupos que lograron adaptarse al Medio, superando así el riesgo de quedar estancados en involución o desparecer en extinción. Las Mutaciones son modificaciones de “genotipos”, que no deben confundirse con las variaciones fenotípicas ni con las aclimataciones, siendo que los “mutantes” de un organismo aparecen una vez que en la replicación de un “gen” se ha cometido algún error. El “fenotipo” es un hecho mucho más complejo que el hecho del “genotipo”, ya que da cuenta de todo lo referente al “genotipo” y de todas las formas externas del medio ambiente donde le tocó vivir al individuo y a las que tuvo que adaptarse. Al esclarecer el problema del “genotipo” y del “fenotipo” pudo comprenderse el problema de la Herencia de los caracteres adquiridos. Azar y Evolución Cualquier posibilidad lógica de que el azar pueda hacer surgir grandes efectos de pequeñas causas, puede evidenciarse si dispone de algunos millones de años. La Evolución biológica ha sido impulsada por ciertas mutaciones que de manera fortuita han suministrado un material de base extraordinariamente beneficioso. Con el tiempo, dice Stephen Gould, el azar puede crearlo todo. “En realidad, mucho antes de Darwin, la idea de la evolución de las especies era tan evidente que se aceptaba usualmente. Su aportación no cabe situarla, pues (sic), allí donde se hace de ordinario, sino en su explicación del mecanismo de dicha evolución: la selección natural de las especies. Lo cual supone - y ahí radica la gran ruptura - que el maestro del juego de la evolución no es Dios, ni la razón, sino el azar. A partir de Darwin, el azar dicta la ley, o más bien la reemplaza: el orden del mundo natural sería el producto de una lotería universal y eterna sin ninguna necesidad histórica”121 Carl Sagan, más suspicaz al respecto, afirma que por lo general las mutaciones acaecidas al azar tendrían que ser nocivas, puesto que la simple lógica del razonamiento consideraría raro que cualquier mecanismo de precisión pudiera mejorar como resultado de un cambio fortuito en las instrucciones para construirlo. El paleontólogo Stephen Gould (U. de Harvard) precisa cómo el Lamarck-ismo ha confundido y retardado la concepción evolucionista, ya que su “transformismo”, publicado en 1802, era una teoría sin relación con la realidad ¿de laboratorio? y sólo satisfactoria como ejercicio intelectual; cómo su hipótesis, si bien nadie le discute que las especies habían evolucionado porque se habían adaptado al medio ambiente, de que dicha Adaptación era progresiva y hereditaria resultaría falsa; cómo merced a que Darwin supo distanciarse de Lamarck pudo demostrarse que la naturaleza no progresaba de manera lineal, sino que se ramificaba por accidente. LA ESPECIE HUMANA Sería hace muy poco, en el año de 1875, que Hertwig descubriera cómo la vida humana se procreaba mediante la fecundación de un óvulo, pero, ¿qué más subyace tras de la complejidad del surgimiento de la vida humana? El paleontólogo Stephen Gould considera que la “selección natural” sólo afecta a la morfología y que cada especie nueva únicamente es seleccionada por su capacidad de Adaptación, y no porque sea buena o superior; que la evolución Darwin-eana no obedece a una finalidad moral; que el Darwinismo no dice que el Hombre descienda del simio, sino que compartimos con el Chimpancé un antepasado común, el “australopiteco”, desde hace unos cinco millones de años; que nuestra especie “homo sapiens” aparece hace unos doscientos mil años; y, por tanto, el Hombre no sería creado a continuación de un “proyecto”, sino por accidente hace cinco millones de años tal vez en la región de lo que hoy es Kenya. 121 GUY, Sorman. Los verdaderos pensadores; Seix Barral, Colombia, 1998, pág. 55 La Soportable Pesantez de la Filogénesis 179