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Después de un
minucioso proceso de
restauración de tres
años y medio
teatro
colon
RECUPERA EL
ESPLENDOR DE SU
EPOCA DORADA
Emblema de la ciudad de
Buenos Aires, el mayor
coliseo lírico de América
latina se prepara para una
temporada de excelencia.
Pedro Pablo García Caffi,
director general, abre
las puertas y habla de la
tradición que hizo de esta
casa de ópera una de las más
importantes del mundo,
declarada Patrimonio
Nacional desde 1989
La sala principal, con sus 33 metros de diámetro, tiene 22
filas de plateas y 7 niveles para palcos, cazuela, tertulia,
galería y paraíso. Tiene 75 metros de largo y fue construida
a la italiana, en forma de herradura. El terciopelo rojo
de las plateas y el brocado granate de los cortinados
de los palcos, junto con las 600 lámparas repartidas en
centenares de apliques de bronce que iluminan la sala,
otorgan una acogedora calidez.
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El foyer, con sus monumentales
y robustas columnas de mármol
de Verona y estuco, fue por
décadas un espacio vinculado
a la alta sociedad: se asistía
para ver y ser visto
E
Arriba: en el Salón de los Bustos sobresale la escultura El secreto, en mármol de
Carrara, obra del alemán Gustav Heinrich Eberlein (1847-1926), que fue traída de
Roma. Abajo: al pie de la escalera hay dos figuras de cabezas de león talladas a
mano en piezas completas de mármol de Siena. Derecha: la gran protagonista del
foyer es la escalinata monumental, creada por el escultor Chapasco en mármol
blanco de Carrara con barandas de mármol de Portugal. Coronando la escalinata
se aprecia el vitreaux construido en 1907 especialmente para el Teatro Colón por la
Casa Gaudin de París y que hace alusión a figuras alegóricas de la mitología.
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s como una pequeña ciudad que se autoabastece de todo lo que necesita para funcionar.
Cada una de las cosas que se requieren para
sus producciones –vestuario, pelucas, escenografías– son confeccionadas en sus talleres, muchos
de los cuales están ubicados en el subsuelo que
se encuentra debajo de la avenida 9 de Julio. Las
más celebres piezas de ópera, ballet y música sinfónica toman vida en este edificio que fue inaugurado en 1908 durante la presidencia de José
Figueroa Alcorta, cuando Argentina integraba la
lista de los países más ricos del mundo.
En realidad, se trata del segundo Teatro Colón.
El primero fue construido a un costado de la Casa
Rosada, sobre la calle Rivadavia, en el mismo lugar en que, en 1950, se edificó el Banco Nación.
La inauguración fue en 1857, con La Traviata de
Verdi y perduró hasta 1888, cuando fue cerrado
por cuestiones económicas. Años después se consideró importante que Buenos Aires volviera a
tener un teatro para representaciones líricas, ya
que la ciudad crecía a pasos agigantados y la clase
alta miraba hacia las grandes capitales europeas.
Así fue que, por iniciativa del intendente Torcuato de Alvear, se decidió construir un nuevo
edificio donde se emplazaba la Estación del Parque, sede del ferrocarril del Oeste, frente a Plaza
Lavalle. Se lanzó un concurso para seleccionar
el arquitecto que construiría la nueva casa de
ópera, y el elegido fue Francesco Tamburini, el
mismo que fuera responsable de remodelar la
Casa Rosada y llevarla a su imagen actual. El boceto sorprendió por su magnífico gusto.
Sin embargo, en 1891, cuatro años después
de haber iniciado su construcción, Tamburini
murió sorpresivamente, a los 44 años. El Gobierno, por lo tanto, se vio en la obligación de
buscar otro arquitecto, y eligió a Vittorio Meano
para que continuara con la obra. Discípulo de
Tamburini, Meano aprovechó el traspaso para
remover el recargado estilo que había pensado
su mentor y darle su impronta: diluyó los ornamentos característicos del neobarroco e incorporó elementos de la escuela alemana.
Pero, al igual que Tamburini, Meano murió a
los 44 años después de trabajar cuatro años en
el proyecto y la obra una vez más quedó huérfana. A pesar de que no fue fácil buscar un nuevo
responsable, ya que muchos pensaban que existía una maldición atrás del emprendimiento,
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El Salón Dorado se construyó
con la idea de emular el
Salón de los Espejos del
Palacio de Versalles. Se
utiliza para conciertos,
conferencias y exhibiciones.
Con sus columnas talladas,
molduras con detalles
alusivos a la música, arañas
y muebles franceses, es uno
de los ambientes de mayor
lujo del teatro.
“La recuperación del teatro es un hecho
cultural único por su trascendencia.
Profesionales de más de sesenta disciplinas
intervinieron para darle vida a este edificio
de más de cien años”
Arriba: el gran músico Pedro Pablo García Caffi, director del Teatro Colón desde
2009, fue el encargado de conducir las labores de restauración que le devolvieron
a esta casa de ópera su esplendor original. Izquierda, abajo: varios querubines,
obra del escultor Luigi Trinchero, destacan sobre el artesonado del Salón Dorado,
inaugurado en 1910. Abajo: detalle del fresco pintado en el techo del Salón Dorado,
obra del artista francés Leon-Edouard Romieu.
el belga Jules Dormal aceptó terminar
de construir el teatro, y finalmente fue
inaugurado el 25 de mayo de 1908 con
la ópera Aída, de Giuseppe Verdi. Desde
1989, el Colón fue considerado Patrimonio Histórico Nacional y conoció épocas
de esplendor y momentos de crisis.
El 24 de mayo de 2010, sin embargo,
el teatro más emblemático de Buenos Aires y uno de los más importantes a nivel
mundial en su género inauguró un período de gloria liderado por su director
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general y artístico, el músico Pedro Pablo
García Caffi (67). Luego de un proyecto
de restauración que duro tres años, involucró a 1500 expertos y artesanos y costó
cerca de 90 millones de dólares, el gran
coliseo volvió a ser un protagonista de
los mejores espectáculos del planeta.
En una charla exclusiva con ¡Hola! Argentina, García Caffi, un gestor cultural
que dirigió la Orquesta Filarmónica de
Buenos Aires (1992-1996) y el Teatro Argentino de La Plata (1999-2001), habló
acerca de la recuperación del Colón y su
rol actual en la cultura nacional. Orgulloso
de su labor, abre las puertas de un edificio
lleno de historia y símbolo de la grandeza y
la opulencia de la Argentina de inicios del
siglo XX. “La restauración se logró gracias
al talento de todos los argentinos que trabajaron en esta ambiciosa tarea”, confesó.
–¿Qué representa para usted dirigir el
Teatro Colón?
–Es un orgullo y me da una enorme
alegría hacerlo. Debo confesar que jamás
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Arriba: el plan de restauración incluyó la incorporación de
un nuevo telón, obra del artista argentino Guillermo Kuitca
y la escenográfa Julieta Ascar. En la parte inferior del telón
–que pesa una tonelada y media– destacan los bordados
hechos en chenille, que simulan la planta en herradura
del teatro. Con una capacidad para 3000 personas, el
Colón es uno de los más grandes del mundo en su género.
Izquierda, arriba: Luciano Pavarotti deslumbró con su
interpretación de La Bohème, en 1987. Izquierda, abajo:
cada una de las 632 plateas fue hecha en hierro forjado y
madera y tapizada en terciopelo. Derecha, abajo: Plácido
Domingo, en 1972, posa junto al viejo telón del Colón.
“El único defecto de este teatro
es que su acústica es perfecta”,
confesó Paravotti cuando se
presentó por primera vez en
Argentina en 1987
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imaginé ocupar este puesto, pero cuando
el jefe de Gobierno me llamó para proponérmelo, acepté sin pensarlo, porque me
garantizó que tendría toda su confianza
y que gozaría de una completa libertad
para desempeñar mis funciones. Pero
creo que en el fondo acepté porque era
una forma de devolverle a mi país todo
lo que me ha dado. Mi trayectoria como
folclorista y músico me aportó una formación muy cercana a la cultura. Gracias
a mi participación en el Cuarteto Zupay
y a mi designación como director de la
Filarmónica de Buenos Aires y de la Camerata Bariloche, pude conocer de primera mano el mundo artístico y los pormenores de la gestión cultural. Aunque
considero que fue mi paso por el Teatro
Argentino de La Plata lo que me aportó
un gran aprendizaje respecto de lo que
significa regentear un teatro.
–¿Qué balance puede hacer de sus tres
años como director general y artístico del
Teatro Colón?
–Mirando hacia atrás, considero que mi
mayor logro fue haber conseguido que
la obra de restauración se terminara en
tiempo y forma, la cual no hubiera sido
posible sin la firme voluntad del Gobierno
para devolverle el teatro a la ciudadanía. A
tres años de mi gestión, hoy veo un teatro
formalizado, estructurado y en funcionamiento con un plantel de 930 personas.
–¿Qué es lo que más disfruta de su trabajo al frente del Colón?
–Trabajar día a día para devolverle al teatro una vida artística que se esfumó con el
paso del tiempo. Dirigir, junto al personal
del teatro, cada uno de los cuerpos estables
para poder devolverle al Colón la mística y
la alegría de producir espectáculos de calidad. Porque este lugar debe volver a conec11
El Teatro Colón
es una de las
más importantes
casas de ópera del
planeta no sólo
por su excepcional
acústica, sino
por su gran valor
arquitectónico
Izquierda: la araña de una tonelada y media, hecha de
bronce bruñido, corona la sala principal con sus 7 metros
de diámetro y sus 700 lamparitas eléctricas. La cúpula que
la rodea fue decorada por el artista Raúl Soldi en 1966,
con un mural de 318 metros cuadrados en el que se ven
representados músicos, actores, bailarines e instrumentos
musicales. Arriba: María Callas interpretó a la princesa
Turandot durante la temporada de ópera de 1949. Abajo:
Evita, gran aficionada a la lírica, deslumbrante llegando
junto con Perón al teatro para la gala del 9 de julio de 1951
con un modelo que Christian Dior le hizo a medida.
tarse con el mundo de la excelencia
y generar grandes producciones de
ópera y de ballet, ser un referente
en otras regiones del globo. En pocas palabras, volver a hacer las grandes cosas que alguna vez hicimos.
–¿Algún adelanto de la próxima
temporada?
–Es una gran sorpresa, porque
romperemos con la continuidad
de lo que por años han visto los
habitués del teatro. Estoy empecinado en recuperar el público
que por años tuvimos, a través de
la incorporación de piezas de diversas épocas y escuelas pero con
un toque de innovación. Entre
lo más sobresaliente destacaría
Colón-Ring, una versión compacta
de siete horas en una sola función
de El anillo de Nibelungo que se llevará a escena para conmemorar
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el bicentenario del nacimiento
de Richard Wagner, y que además
será dirigida por su bisnieta, Katharina Wagner. Algo nunca visto
en Argentina.
–¿Por qué considera que es tan
importante esta innovación?
–Porque al público hay que mostrarle lo que se hace en el mundo.
Así como el año pasado pudimos
ver El gran macabro, de György Ligeti, el año próximo llevaremos a
escena Saint François d’Assise, una
de las grandes óperas del siglo
XX que jamás fue mostrada en
el Colón. Estrenaremos también
Calígula, de Detlev Glanert, y Die
Soldaten, de Bernd Alois Zimmermann. Estoy muy comprometido
con mostrarle a nuestro público
las grandes óperas de las últimas
décadas, cuyo código musical me13
Comparable con la Scala de Milán, la Wiener Staatsoper (Austria), la Opera Semper de Dresde (Sajonia, Alemania) y la Opéra de Paris, el edificio
inaugurado en 1908 ocupa una superficie de 8200 metros cuadrados y fue construido en hormigón. Cuenta con cuatro accesos, uno de los cuales
era para carruajes. Generalmente se piensa que la entrada principal del teatro es la de la calle Cerrito (en la imagen), pero en 1908 no existía la
avenida 9 de Julio, por lo que la entrada principal es la que está sobre la calle Libertad.
rece ser escuchado. Porque después de El
gran macabro, cuya puesta en escena estuvo a cargo de La Fura dels Baus (grupo
de teatro catalán que busca la integración
del público en el espectáculo), me quedó
muy claro que a la gente le gusta lo nuevo
y lo desconocido, siempre y cuando quien
lo hace sea garantía de excelencia. Deseo
sorprender al público con espectáculos
inéditos y así colocar al Colón como un
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lugar de vanguardia entre los más importantes teatros del mundo.
–Veo que disfruta mucho de su trabajo…
–Me siento halagado y encantado con
esta labor. Y aunque el camino no fue
fácil, puedo decir que cada vez que veo
una producción hecha por nosotros o escucho nuestra Filarmónica, me convenzo de que valió la pena mi esfuerzo y dedicación. Soy un buen pagador, porque
siempre hago todo lo que sea necesario
para cumplir con los sueños. Y mi más
grande sueño es llevar el Teatro Colón
al reducido grupo de los mejores teatros
del mundo. No tengo duda de que vamos a lograrlo.
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Texto y producción: Rodolfo Vera Calderón
Fotos: Daniel Karp, Tadeo Jones, Archivo
General de La Nación y Corbis
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