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Esa idea se destaca en esta versión la que creo ser también una versión
muy femenina, ya que son las propias mujeres las que toman su justicia en
sus manos, personalmente no avalo de buenas a primeras el hecho de que
los hombres y mujeres hagan su propia justicia sin pasar por una instancia
mediadora, pero sí entiendo que eso suceda. Es algo que inevitablemente
sucede y que radica en una última opción, una opción desesperada al ver
que no hay respuesta de las instituciones.
POR PAULA PAVEZ
El joven director Daniel Gallo analiza y conversa sobre su particular
versión de la obra de Tirso de Molina, obra donde el personaje de Don
Juan, aquel joven burlador, ya no es castigado por una justicia divina,
sino que a manos de la propia justicia humana -tema de gran actualidad
hoy en día-. El director hace un paralelo entre el barroco del Siglo de Oro
español y nuestra sociedad actual, donde el verso se une a la fiesta, pero
no exenta de tragedia. Porque como bien subraya, “Don Juan viaja hacia
un punto sin retorno, que es su propia muerte”.
¿Cómo surge la idea de realizar una versión contemporánea
del clásico de Tirso de Molina?
Esta versión surge de la oportunidad de postular al festival Las huellas de
La Barraca -en conmemoración de los 80 años de la organización del teatro
universitario La Barraca, del gran Federico García Lorca- y gracias a éste,
poder realizar una gira por España por 28 ciudades y pueblos. Este año el
tema del festival estuvo dedicado a “La Barraca en la Universidad” para
rememorar el estreno en 1932 de La vida es sueño de Calderón de la Barca,
representada por Federico García Lorca y sus actores. Dentro de la gama de
obras que se nos ofrecían para hacer la postulación, la que más nos interesó
fue El burlador de Sevilla, porque era la que más podía llegar a relacionarse
con Latinoamérica, por las temáticas, identificación de personajes y juego
escénico que la obra propone. A medida que trabajamos en el proyecto, le
fuimos dando más forma a esta idea de que nuestro Burlador se emparentara
con una realidad chilena y latinoamericana.
Sabemos que La Calderona, compañía de la cual formas
parte, ha trabajado previamente con la investigación y
montajes del Siglo de Oro español. ¿Cuál es la importancia
de revisitar escénicamente este periodo? ¿Por qué se elige la
fábula de Don Juan específicamente? ¿Qué temas toca esta
fábula que la hace contingente?
De parte de La Calderona hay un interés por hacer clásicos -sobre todo del
Siglo de Oro- y ese interés creo que viene del gusto que trae encontrarse con
esa calidad y belleza de texto. Además yo soy profesor de verso, entonces
Ahora, las temáticas que rescatamos junto a la dramaturga y directora del
Teatro de la Universidad Católica Inés Stranger, quien me ayudó mucho en
la parte de la adaptación y la dramaturgia, son varias. Uno de los temas
primordiales que quisimos destacar en El joven Burlador es la diferencia
social, porque este joven burlador está resguardado por la nobleza. Si uno
pensara en la vida de este personaje fuera de la obra, sería como la vida de
un niño “bien”, un niño consentido que anda por la vida amparado por su
condición social y económica. En la obra, su padre y su familia son cercanos
al rey, por lo que el personaje está protegido por la aristocracia y la nobleza
de la época, y ahí hay todo un tema muy potente con la sociedad. Por otra
parte es un personaje que -independiente de su clase social- burla: burla a
la pescadora, a la campesina, a gente casada o prometida en matrimonio,
gente de su mismo nivel social, a una duquesa, una dama. Las acciones de
este personaje atraviesan su nivel social.
La adaptación del texto fue realizada por ti. ¿Cómo fue
enfrentarse a este clásico para realizar una nueva versión?
¿Qué se siente intervenirlo?
El miedo más fuerte que tengo y que tuve es que –si bien soy actor, dirijo
y hago clases desde la actuación- no soy dramaturgo, por lo que necesito
un tiempo para pensar “en escena” las cosas, pero lo fui trabajando en
etapas. La primera etapa fue cortar el tiempo de la representación porque
con la cantidad de personajes que hay, la cantidad de texto y escenas, hay
cosas que no tienen mucho significado en la actualidad; la primera versión
que hice contemplaba un elemento netamente práctico: reducir el tiempo y
si había posibilidad, reducir algunos personajes y escenas. Después en la
segunda etapa empecé a ver de qué forma podíamos resaltar algunas de
las temáticas que considerábamos interesantes, y por esta inseguridad de
no ser dramaturgo pensaba en cómo a mí me gustaría decir este texto, o qué
textos me gustaría decir. Tuve también el apoyo del actor Ramón Gutiérrez
quien tiene experiencia en el trabajo del verso. Una de las cosas que más
me importaba y vendría a ser la tercera etapa, es el final de la obra. Yo
encontraba que el final de El burlador de Sevilla, en la versión original de
Tirso de Molina, era lo que menos me gustaba de su obra, donde queda
todo en manos de la justicia divina. Creía que a nuestro final había que
darle una vuelta más interesante, contemporánea, que hiciera sentido en el
actual contexto social y democrático de Chile y el mundo, y eso fue lo último
que se trabajó con Inés Stranger y en lo que nos demoramos más: encontrar
la manera de dar el cierre a esta versión.
Otro tema importante y que está resaltado dentro de la adaptación es la
presencia de la justicia. Tirso de Molina era monje, entonces en su versión
de Don Juan Tenorio, el dramaturgo castiga a su personaje protagónico con
la justicia divina: el padre muerto de una de las niñas burladas vuelve a
hacer la justicia de Dios y lo mata. En nuestra versión revisitada, la justicia
Otra cosa que sumamos a la adaptación y que también tiene que ver con el
resultado escénico, radica en el hecho de que nos hubiera gustado montar
esta obra al puro estilo Barroco con 20 actores, una orquesta de corte, y
tener las 8 horas de representación que se tenían antiguamente- pero había
que adecuarse al formato callejero que implicada estar en el festival Las
creo que como ejercicio pedagógico el hecho de enfrentarse a textos clásicos
es un ejercicio muy interesante, porque obliga a ponerte en un lenguaje y en
una estética específicos, que es un ejercicio actoral completo. Creo que esa
belleza del verso no se encuentra en cualquier texto y pienso que la compañía
se acerca a los clásicos y a ese tipo de lenguaje porque da una oportunidad
estética que es impagable. Enfrentarse a esos conflictos, a esos personajes,
con ese nivel de lenguaje es interesante.
Sobre la sensación de intervenir un clásico, creo que uno podría tomar
la opción arqueológica de representarlo tal cual y seguramente habría
público que vendría a verlo. Pero creo necesaria la reinterpretación de los
clásicos en nuestra época actual. Veo muy difícil que el clásico llegue tal
como está en forma íntegra a representarse con un valor y con un sentido
en nuestra época. Es preciso reinterpretar, adaptar y defender un punto de
vista, aunque sean cosas muy simples, aunque sea por las necesidades del
montaje y las necesidades del público que lo va a ver. Creo realmente que
hay cosas que ya no tienen valor hoy en día, que son el resultado de una
estética particular de una época y lugar -que es España- y que no tiene
mucho sentido conservarlas, porque no hay un valor intrínseco en ellas. Creo,
y así también lo pienso como docente, que el valor de estos textos se le da al
hecho mismo de poder ser interpretados por gente que tiene otro cuerpo, otra
forma de pensar, manteniendo en parte el lenguaje.
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
huellas de La Barraca: tiempo reducido y adaptarse a los requerimientos de
una compañía itinerante y contemporánea. De esa necesidad surgió la idea
de hacer una especie de representación metateatral en donde el espectador
sigue a una compañía que se junta a representar esta versión del Burlador.
Creo que todas las ideas sobre la versión del texto, bajo mi condición de actor
y de alguien práctico, han salido de las mismas necesidades de la puesta.
EL JOVEN BURLADOR
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
EL JOVEN BURLADOR
Entrevista a Daniel Gallo
UNA MIRADA ACTUAL: ENTRE TRADICIÓN Y MODERNIDAD
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divina no existe, porque Don Juan, además de burlar a las mujeres, burla a
la misma muerte y a Dios. Ponemos en debate una crítica sumamente fuerte,
porque en el fondo la justicia de Dios no tiene mucho sentido en esta época.
La justicia que nos importa a nosotros es la justicia de los hombres, cómo
nosotros -creyendo en las instituciones de nuestra época- dejamos que la
justicia actúe; y de hecho cuando la justicia no actúa, o tarda en llegar, la
misma gente toma la justicia en sus manos.
LA RECUPERACIÓN DEL BARROCO: DEL VERSO A LA FIESTA
¿Por qué razón, teniendo la posibilidad de cambiar radicalmente
la obra, te quedas con el verso? ¿Cuál es tu relación con éste?
Creo que todas las cosas necesitan una cierta medida, y una de las cosas
que yo rescato del teatro barroco que fue creado en un contexto determinado,
es el lenguaje. Actoralmente el lenguaje en verso te da herramientas que ya
te disponen: esto no es realismo, la acción no ocurre en un living tomando
té. Ya hay ciertos límites y parámetros impuestos. El verso trasciende a su
época. Hacer una obra con ese lenguaje y estética te propone un trabajo
desde un lugar que no es al que uno está acostumbrado –ni como actor
ni como espectador-, y eso me interesa. Te establece en un punto de teatro
marcado y hay menos posibilidad de perderse. El verso también da una
tremenda posibilidad de experimentar actoralmente. Creo que mantuve
el verso por tratar de unificar un tipo de lenguaje. Por ejemplo, las leyes
métricas de una décima de Violeta Parra son exactamente las mismas que
una décima de La vida es sueño, del Siglo de Oro. Rigen las mismas leyes,
por lo que creo que ahí hay una tradición y una esencia que es pertinente de
mantener y que también tiene que ver con nuestra historia latinoamericana,
popular, campesina y nuestro folclor y herencia española. Creo que en la
interpretación que podemos realizar de ese verso que viene de otro lugar
y época, hay un elemento de herencia española que se puede apreciar por
ejemplo en la cueca y las payas.
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Abordas tu montaje desde la premisa de que “viajar es una
fiesta”, ¿cómo haces esa unión?
Pasa que Don Juan, por su condición de burlador, necesita escapar y está
en constante movimiento porque ésa es su naturaleza. En esta versión y
en la de Tirso de Molina también, el personaje de Don Juan se opone a las
ideas que la sociedad te mete en la cabeza como objetivos de vida: tener
una mujer, una familia, un trabajo. Él opta por transgredir estas reglas,
entonces se ve obligado a viajar y, al tener la oportunidad de hacerlo, ve todo
con otros ojos, todo es nuevo y hasta que uno no vuelva a establecerse en
un lugar, todo es fiesta y entretenimiento. En Don Juan opera una especie de
sensación de inmediatez que es muy cercana a la sensación de la fiesta, el
pasarlo bien, conocer a gente nueva, la distensión. Esa condición de viajar,
la asimilo con la condición festiva, como de unas vacaciones constantes.
En el montaje esto se asumió también con la idea de la compañía itinerante
que va de un lado a otro y también se emparentó con la idea de la fiesta
barroca: no es sólo una función y luego todo termina; en el Barroco uno
pasaba el día entero en el teatro. Al principio se asistía a una loa, después
venía la obra y luego los entremeses, y al final de la obra había un fin de
fiesta y comida, así que habían muchas horas de compartir en el teatro.
Una de las ideas de este teatro popular, al viajar y entrar en contacto con
la gente, es también compartir esa fiesta y nuestra obra con la gente. Por
otra parte el montaje tiene algo -sobre todo en la adaptación- que es como
si fuera una fiesta que empieza bien y termina mal. Hay un momento en la
fiesta cuando ya las copas se pasan y la distorsión es tanta, que hay un
límite muy fino entre que la fiesta pase de la “chacra” a lo trágico y eso es
por acumulación, porque llega un punto en que la celebración cobra vida
propia y eso es lo mismo que pasa en nuestra versión de El joven Burlador.
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Todo empieza bien, recibiendo al público, mucha risa y recurso cómico, pero
llega un punto donde la cosa se pone seria. Esto ocurre con la muerte del
personaje de Don Gonzalo. Cuando él muere, la cosa cambia porque hacerse
cargo de una muerte es diferente a hacerse cargo de una burla. En la muerte
hay algo que es irreversible. Y hacia ese destino viaja Don Juan, hacia un
punto sin retorno, que es su propia muerte, y creo que él también la busca,
es como si supiera que no le queda otra opción, y es algo que también
queremos destacar en la puesta.
La puesta en escena de El joven Burlador es una puesta llena
de dinamismo y música, incluso a ratos hay melodías con las
que el público puede relacionarse, como cuecas, rancheras,
son cubano. ¿Cuál es el objetivo de esta propuesta musical?
El objetivo principal es seguir con esta misma idea de la fiesta. Había una
opción de hacer canciones propias, pero creo que es mucho más interesante
que la gente reconozca la música, ya que es lo que pasa en un festejo. En
la fiesta uno se da esa licencia de tomar una canción y cambiarle la letra y
como se trabaja con la premisa de una fiesta popular, pensamos en mezclar
y actualizar este texto clásico para transformarlo en El joven Burlador. Traer
la idea de esta fiesta barroca pero convertirla en una fiesta contemporánea.
Esto se realiza con canciones que hablen de Latinoamérica y sean cercanas
a nuestra historia de música popular actual. Como el personaje del
burlador viaja por distintas partes, se encuentra con distintos tipos de
música. También está la intención de que la música se vaya volviendo más
simbólica con el desarrollo de la obra. Al comienzo la música es muy alegre
y reconocible, pero hacia el final se vuelve mucho más simbólica, abstracta
y al servicio de la historia.
Al ser mujeres quienes interpretan estos personajes, tomamos la opción
de criticarlos. Para que una mujer haga de hombre debe haber una
caracterización muy fuerte y caricaturesca, y dentro de esa caracterización
hay una crítica al mostrar a estos personajes de manera ridícula. Es porque
ellos, los que podrían detener a este tipo, no son capaces de hacerlo. Al
contrario, por mantener la condición y la imagen de su nobleza y casta,
amparan y defienden todas las atrocidades que hace. No son capaces de
enfrentar a Don Juan y están siempre encubriendo una conducta que no es
correcta bajo los cánones sociales antiguos ni modernos.
Asimismo, el travestismo es un punto que está muy presente en el teatro
barroco. Los personajes se travisten para lograr lo que no logran siendo
ellos. Es un elemento muy recurrente dentro del Barroco y creo que tiene
mucho que ver con esta época, porque contrariamente al Renacimiento que
es muy intelectual, el Barroco es pura pasión, es puro movimiento, y ese
movimiento genera un tipo de liberación, de donde creo que puede haber
salido esta idea del travestismo. Nosotros usamos este recurso, llevando a
escena a quienes queremos criticar. Entonces el travestismo está utilizado
como un elemento del teatro barroco, pero aplicado a la necesidad de la
compañía, y a la necesidad de la crítica social que se quiere hacer.
En definitiva, yo no sé si uno puede defender a Don Juan, pero lo que me
parece interesante es que uno como público pueda cuestionarse, “¿cómo
puedo tener empatía por este monstruo que tengo frente a mí, y que al
mismo tiempo me cae bien?”. Creo que eso es lo atrayente e interesante
del Barroco, ya que es una época llena de contrastes, y es un elemento
que también tiene la fiesta. En la fiesta tú puedes estar terminando con tu
polola, pero atrás hay una pachanga y ese contraste es interesante y son
cosas que suceden en la vida.
Don Juan es un personaje característico del Barroco español,
y éste tuvo mucha influencia en la construcción identitaria de
Latinoamérica. ¿Crees que estemos reviviendo hoy un proceso
neobarroco? ¿Cuáles serían los paralelos entre nuestro siglo y el
Siglo de Oro?
Creo que nuestra época es bastante barroca, o si lo pienso al revés, el
Barroco es bastante contemporáneo. Creo que en el Barroco hay un desorden
estético que es bellísimo, una confusión entre lo que es realidad y lo que es
ficción. La misma idea, por ejemplo de La vida es sueño, de que si lo que
estamos viviendo es real o es un sueño; es una idea muy contemporánea.
Basta pensar en Matrix. Por ejemplo no se sabe cuánto de lo que uno ve a
través de la televisión es real. Además creo que hay un pensamiento, que no
sé si es exclusivo del Barroco, pero está muy presente en él y también muy
presente en la vida actual, que es la mezcla que te da el mundo globalizado
en donde las culturas y las razas conviven. Uno va al centro de Santiago y
se encuentra con todo tipo de culturas, basta pensar en la fundación de
nuestro país. Toda América está armada de un mestizaje y de un “quiltraje”
que es propio también del Barroco, un desorden de época que es muy bello
y atractivo. Creo que nuestra vida actual es muy barroca en ese sentido
y lo que a mí más me interesa es pensar en qué de la realidad es lo que
realmente percibimos, y eso también se manifiesta de alguna forma en la
obra hacia el final cuando Don Juan burla incluso a la muerte: lo que uno
cree que ya terminó, no está terminado.
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
Históricamente el personaje de Don Juan ha sido catalogado
de machista, mujeriego, etc. ¿Quién es este joven burlador?
¿Cuál es el enfoque, desde tu dirección, que le das a este
personaje? ¿Es posible sentir empatía por él o defenderlo de
alguna forma?
Si pienso como actor, la labor de todo actor es defender a su personaje y
encontrar los puntos que lo hacen humano. Ahora, yo creo que uno tiene que
pensar que estos personajes son libres de sus actos, entonces, aunque sea
consciente o inconsciente todo el daño que hace, merece un castigo. No lo
justifico, pero tampoco lo condeno. Yo hago más responsables a los viejos
de la obra, al rey, que es un rey que gobierna a través de su parentela. Si uno
mira el texto de Tirso de Molina, a lo único que se dedica el rey de Castilla es
a casar a gente, generando alianzas y dinero. También Don Pedro Tenorio, el
tío de Don Juan, según lo que uno puede interpretar del texto, fue burlador
cuando joven, ya que después de la primera burla que comete Don Juan, él
deja que escape y lo encubre. Piensa que perderá su trabajo de embajador
si se sabe que su sobrino es quien deshonró a la duquesa, entonces protege
sus intereses. Creo que Don Juan, si bien no tiene justificación, es el
resultado de una condición que establece una parte de su familia, en este
caso, los viejos. Hay una crítica muy fuerte a generaciones más antiguas y
por eso estos personajes están interpretados por mujeres, aparte de ser una
necesidad del elenco.
EL JOVEN BURLADOR
TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
EL JOVEN BURLADOR
UN NUEVO DON JUAN
Daniel, para finalizar esta entrevista, ¿a qué nos invita esta versión
de El joven Burlador?
Creo que el análisis de las obras que uno hace queda solamente para uno.
La idea que yo tengo cuando voy a ver una obra es de ir a ver y pasarlo bien
y no preocuparme. Después haré una lectura y veré cómo puedo interpretar
el montaje. Entonces la invitación que puedo hacer es venir a ver una fiesta
que es muy entretenida, pero que luego se vuelve interesante. Los invito a
pasarlo bien, a que canten las canciones que conozcan, al encuentro, que
es uno de los grandes valores del teatro Barroco. Esta versión los invita a un
momento único para compartir en un ambiente de fiesta.
PAULA PAVEZ. Actriz egresada de la Escuela de Teatro Universidad Católica.
Hace parte del Departamento de Comunicaciones y Públicos del TEUC.
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