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Psychologies
salud
El trastorno
del silencio
Una de cada cuatro personas sufrirá una enfermedad mental grave a lo largo
de su vida, pero muchas optarán por el silencio, conscientes de la carga social
que acarrea el diagnóstico. Los amigos desaparecen, las familias se hunden y
el enfermo lidia en soledad con su enfermedad y, sobre todo, con su estigma.
L
ocos, violentos o, por el contrario, mentes privilegiadas o personas con una sensibilidad
especial. Hay muchos tópicos sin fundamento
asociados a la enfermedad mental grave. También en torno a la vida que llevan. “En realidad,
sólo tienen un problema de salud mental que no
les impide desarrollar una vida tan normal y tan extraordinaria como la de cualquier otra persona.” Lo dice Francisco Muñoz, de la Federació Catalana de Familiars de
Malalts Mentals (FECAFAMM), y recuerda que las instituciones psiquiátricas o manicomios dejaron de existir
hace mucho tiempo en España. “Por suerte”, matiza.
El estigma es el principal obstáculo para la mayoría de las
personas con un trastorno psíquico severo, hasta el punto
de que muchas optan por la ocultación. “Hay muchas más
Psychologies
personas que padecen enfermedad mental de las que imaginamos, pero algunas no lo hacen público, o ni tan siquiera tramitan el certificado de discapacidad, por el rechazo
social que sufren”, señala Muñoz. Las personas aquejadas
de un trastorno psíquico severo asumen con el diagnóstico una carga, una lucha diaria con su enfermedad, pero
sobre todo con la sociedad.
La Sociedad Española de Psiquiatría Biológica advierte
de que “las enfermedades y los trastornos mentales (que
pueden ir desde los más leves, como depresión o ansiedad, a los más severos, trastornos de personalidad y de
bipolaridad, esquizofrenia o psicosis) afectan al 25% de
nuestra sociedad”. Según indica, una de cada cuatro
personas sufrirá una enfermedad mental a lo largo de
uuu
su vida. ¿Salen las cuentas?
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salud
eliminar la etiqueta
El psicólogo de la Asociación para la Salud Integral del
Enfermo Mental (ASIEM) Pablo Cabeza admite sin tapujos que el estigma está tan instaurado que “incluso los
profesionales colocamos la etiqueta antes que la persona”.
Ángel Urbina aún se echa las manos a la cabeza cuando
recuerda que un psicólogo dio por hecho que estaba divorciado porque padecía una enfermedad mental. Este gaditano afincado en Tarragona, de 47 años, es un ejemplo de
cómo se puede triunfar en la vida a pesar de tener una
enfermedad. Por eso, se niega a callar. “Si las personas a
uuu
“CUANDO SE DETECTA LA
ENFERMEDAD, LOS AMIGOS
DESAPARECEn, Y LA PERSONA
SE VE muy ENCERRADA EN EL
ENTORNO FAMILIAR”
las que nos va bien nos escondemos, nunca acabaremos
con la visión negativa de la enfermedad.” Diagnosticado a
una edad temprana, cuando estudiaba Ingeniería Industrial, Urbina colabora activamente con diversas asociaciones para allanar el camino a los familiares y a los propios enfermos. “El mensaje es yo mismo”, bromea. Tiene
una vida plácida y feliz: está casado, tiene una hija de 11
años a la que le va contando su enfermedad con naturalidad, ha trabajado en el extranjero y en la actualidad es
ingeniero en Repsol. Aunque no siempre fue así. Cuando
le detectaron la enfermedad, el mundo se le vino encima:
“Incluso me planteé el suicidio”, reconoce. Como les sucede a muchos, se vio solo.
“Muchas personas te aíslan, y eso hace
más daño que la propia enfermedad.”
LA SOLEDAD DEL ENFERMO
De pronto, los amigos de Ángel dejaron
de contar con él porque no sabían cómo
afrontar la situación, y sus padres pensaron que se acababa el mundo. “No imaginas lo que es la soledad más absoluta,
que la gente se aleje de ti”, recuerda. Y,
por si no fuera suficiente, con la medicación “era un zombi”. Eso último les sucede a muchos. La mente no es una ciencia
exacta, y a veces cuesta hallar la dosis
justa de medicación. Pero él no se dio por
Carrie Mathison es la única agente de la
CIA capaz de dar caza a Abu Nazir, el
sucesor de Osama Bin Laden. Sus
métodos son discutibles, pisotea sin
remilgos su código deontológico en no
pocas ocasiones, pero sólo ella se anticipa
a los movimientos de un terrorista
escurridizo. Más allá de su excelente
trama, Homeland destaca por su retrato
crudo y humano de la enfermedad mental
(Carrie sufre esquizofrenia), pero sobre
todo por la naturalidad y el realismo con
que lo hace. Incluir a un personaje
aquejado de un trastorno psíquico severo
es un recurso socorrido en la ficción, pero
al final se le da una vida corriente. Ésa es la
última tendencia, como lo demuestran
Sheldon, el asocial informático de The Bing
Bang Theory, el misántropo Gregory
House o Daniel Pierce en Perception.
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Psychologies
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REALIDAD
EN LAS FICCIONES
vencido. Cualquier hecho trivial, como ir a tomar un café,
era una lucha, pero tiró de testarudez y fue eliminando
barreras. ¿Cómo pudo sobreponerse a todo? “Lo hice porque no sabía que no se podía”, admite con una pasmosa
naturalidad. Ésa es su receta para afrontar la enfermedad.
“La naturalidad nos ayuda a nosotros y a las personas que
nos rodean”, justifica, y dice con pesadez: “La sociedad te
pone más barreras que la propia enfermedad”. El caso de
Ángel es la tónica general. “El mayor impacto que padece
la persona es el social. Automáticamente, las relaciones
se destruyen, los amigos tienden a desaparecer y el enfermo se ve encerrado en la familia, lo cual no es positivo
para ninguno de los dos”, apunta Muñoz. Por eso, desde
las asociaciones programan actividades para que la persona tenga ocio fuera de casa y ocupe su tiempo. “El objetivo es que vuelvan a establecer lazos con la comunidad,
que no estén concentrados en casa, y dotarlos de las habilidades comunicativas necesarias para recuperar su proyecto de vida”, dice.
Gabriel Federico acude tres veces por semana a la Asociación Navarra para la Salud Mental. Hace gimnasia de mantenimiento y natación, y el resto de las tardes las pasa en
casa leyendo o tocando algún instrumento. En un permiso de la mili, con 21 años, Gabriel confesó algo a sus padres:
“Oía voces que me intentaban manipular”. Llevaba dos
años sufriendo brotes psicóticos en silencio, hasta que no
pudo más. Recuerda que el diagnóstico no fue un problema. De hecho, casi le alivió. “El problema fue cuando me
dieron la pensión”, señala. La posibilidad de tener mucho
MUCHos personas VIVEN
SU ENFERMEDAD MENTAL
EN SILENCIO POR EL RECHAZO
SOCIAL QUE SUFREN
tiempo libre le desbordaba. Así que se buscó obligaciones.
A los 30 años, cuando sus padres se jubilaron, dejaron su
Madrid natal para vivir en un pequeño pueblo de Navarra
de 2.500 habitantes que a Gabriel le ha dado la vida. Se
levanta todos los días a las nueve de la mañana para atender a sus gallinas y cuidar el huerto. Como todos, aspira a
ser feliz. “Tal vez es lo más complicado de esta enfermedad,
pero si te cuidas, se puede”, dice optimista.
El enemigo es la enfermedad
“A las familias les tenemos que repetir muchas veces que
el enemigo no es el enfermo, sino la enfermedad”, explica
Cabeza. El desconocimiento de la enfermedad y la carga
añadida que conlleva provocan que las personas confundan la sintomatología propia de la enfermedad con la personalidad del enfermo. “Hay familiares que creen que el
Psychologies
cinco CLAVES PARA
UN buen TRATAMIENTO
• Intervención precoz. “Más del 90% de los trastornos
severos se inician entre los 18 y los 24 años. Que la
familia lo detecte a tiempo es fundamental”, señala el
psicólogo de la ASIEM Pablo Cabeza.
• Diagnóstico certero. A menudo hay mucha confusión
de síntomas y, aún peor, “se inicia el tratamiento antes
de que se produzca el diagnóstico”.
• Tratamiento biopsicosocial. “La medicación es
imprescindible, pero insuficiente”, afirma el psicólogo,
y destaca la necesidad de no descuidar nunca la
vertiente social.
• Fomentar las relaciones. La mayoría pierden a sus
amigos cuando se les detecta la enfermedad; es básico
que no suceda o que tracen nuevos lazos.
• Trabajo. La inserción laboral es muy importante para
ellos porque les obliga a estar activos y tienen un nuevo
círculo social. Cabeza es partidario, en primer lugar, del
empleo protegido, porque si el estrés es demasiado
elevado “puede afectar muy negativamente a la persona”.
enfermo es mala persona por la actitud que adopta”, destaca. Aunque lo más común es creer que el enfermo es vago.
Cuando, en los encuentros familiares, todas las opiniones
apuntan en la misma dirección, ellos mismos se percatan
de que tanto las actitudes reprobables como la somnolencia son una consecuencia de la enfermedad o del tratamiento farmacológico. Conscientes de que la familia juega
un papel fundamental en la enfermedad, los psicólogos de
centros como ASIEM o FECAFAMM proporcionan al
círculo más cercano del enfermo las herramientas necesarias para tratarle. Por ejemplo, Cabeza desaconseja
siempre llevar la contraria a la persona cuando experimente algún brote psicótico, sufra alucinaciones u oiga
voces. “No es eficaz rebatirle, tampoco darle la razón,
simplemente deben empatizar con él hasta que acabe.”
leS HACE MEJORES
Cualquier generalización conduce al error, pero lo cierto es que tanto Ángel como Gabriel destacan que la
enfermedad les ha hecho valorar otras muchas cosas.
“Como las pagas que recibimos son tan bajas, valoro
mucho el dinero”, bromea el madrileño, y destaca que le
da mucha importancia a su familia. “Yo era egoísta y
retraído, pero la enfermedad me hizo darme a los
demás”, admite Ángel, siempre optimista. “Cuando has
estado en una etapa tan oscura valoras mucho la luz, y
te das cuenta de que cuando estás en tu peor momento
tienes más recursos de los que crees.”
maria p. pujadas
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