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La corteza terrestre
Desde sus orígenes, nuestro planeta está compuesto de
diversas capas que se formaron mientras los materiales
pesados caían hacia el centro y los más ligeros salían a la
superficie. Entre algunas de las capas se producen cambios
químicos o estructurales que provocan discontinuidades.
Los elementos menos pesados, como silicio, aluminio,
calcio, potasio, sodio y oxígeno, componen la corteza
exterior.
Las placas que forman la corteza terrestre se encuentran
flotando sobre materiales pastosos sometidos a fuertes
presiones. Se desplazan lentamente las unas con respecto a
las otras. En el pasado estuvieron unidas, después se separaron formando los actuales
continentes.
Debido a estos movimientos y a la presión sobre los materiales internos, se producen
diversos fenómenos: plegamientos del terreno, fallas, grietas, volcanes y terremotos.
Vivimos sobre una superficie que, lejos de permanecer estable, va cambiando a lo largo
del tiempo.
El movimiento contínuo
Lo que ha ocurrido, por lo menos, una vez, puede volver
a ocurrir. Y ocurrirá. El movimiento de las placas que
forman la corteza terrestre deslizandose sobre una capa
viscosa, sometida a fuertes tensiones, no puede
detenerse.
¿Por qué no lo notamos? Bueno, es un movimiento muy
lento, o nuestra visión muy rápida. Pero la deriva de los
continentes es imparable, como lo es la salida al exterior
de nuevos materiales en las dorsales oceànicas y el
hundimiento en las zonas de subducción.
Recordemos que los continentes no son más que las tierras emergidas de algunas placas
y, de buen seguro, en el futuro cambiarán de forma y posición muchas veces, como lo
hicieron en el pasado.
Pangea es sólo un paso
Antes de la deriva de Pangea se sabe que hubo periodos de deriva anteriores. Pangea
sólo había durado unos pocos cientos de millones de años y se había formado
inicialmente a partir de la unión de un conjunto de masas de tierra distintas de los
continentes actuales, que eran a su vez fragmentos de otro supercontinente. Por lo que
parece, la rotura, dispersión y reunión de supercontinentes es un proceso continuo.
De hecho, no son los continentes, sino el propio fondo oceánico el que se mueve y
arrastra de este modo los continentes. El proceso continúa, y los continentes siguen su
deriva, por lo general a razón de unos pocos centímetros al año. Por tanto, su actual
disposición no es permanente.
El océano Atlántico se está ensanchando a medida que África y América se separan; en
cambio, el océano Pacífico se está empequeñeciendo. También el mar Mediterráneo se
estrecha, y terminará por desaparecer, pues África avanza hacia el norte, al encuentro de
Europa.
Cuando Pangea se escindió en Gondwana y Laurasia, la India formaba parte de
Gondwana. Más tarde se rompió y se desplazó rápidamente hacia el norte a la velocidad
inusualmente elevada de 17 cm anuales, hasta chocar con Asia e unirse a este
continente. La presión de la India contra Asia provocó el plegamiento de la corteza y la
formación de la cordillera del Himalaya, fenómeno que aún prosigue.
Se cree que la unión o sutura de masas de tierra continuará repitiéndose una y otra vez
en el futuro y que todos los continentes volverán a reunirse de nuevo en un
supercontinente.
Tectónica de placas
Durante miles de millones de años se ha ido sucediendo un lento pero continuo
desplazamiento de las placas que forman la corteza del planeta Tierra, originando la
llamana "tectónica de placas", una teoría que complementa y explica la deriva
continental.
Los continentes se unen entre sí o se fragmentan, los océanos se abren, se levantan
montañas, se modifica el clima, influyendo todo esto, de forma muy importante en la
evolución y desarrollo de los seres vivos. Se crea nueva corteza en los fondos marinos,
se destruye corteza en la trincheras oceánicas y se producen colisiones entre continentes
que modifican el relieve.
Las bases de la teoría
Según la teoría de la tectónica de placas, la corteza
terrestre está compuesta al menos por una docena de
placas rígidas que se mueven a su aire. Estos bloques
descansan sobre una capa de roca caliente y flexible,
llamada astenosfera, que fluye lentamente a modo de
alquitrán caliente.
Los geólogos todavía no han determinado con exactitud como interactúan estas dos
capas, pero las teorías más vanguardistas afirman que el movimiento del material espeso
y fundido de la astenosfera fuerza a las placas superiores a moverse, hundirse o
levantarse.
El concepto básico de la teoría de la tectónica de placas es simple: el calor asciende. El
aire caliente asciende por encima del aire frío y las corrientes de agua caliente flotan por
encima de las de agua fría. El mismo principio se aplica a las rocas calientes que están
bajo la superficie terrestre: el material fundido de la astenosfera, o magma, sube hacia
arriba, mientras que la materia fría y endurecida se hunde cada vez más hacia al fondo,
dentro del manto. La roca que se hunde finalmente alcanza las elevadas temperaturas de
la astenosfera inferior, se calienta y comienza a ascender otra vez.
Este movimiento continuo y, en cierta forma circular, se denomina convección. En los
bordes de la placa divergente y en las zonas calientes de la litosfera sólida, el material
fundido fluye hacia la superficie, formando una nueva corteza.
Expansión oceánica
En los fondos oceánicos las placas se alejan y queda entre ellas un hueco que se llena
con material proveniente del manto, roca fundida (magma) de la astenósfera, que puede
fluir por encontrarse muy caliente. En cuanto llega a la superficie sufre cambios físicos
y químicos al perder gases y entrar en contacto con el agua del fondo del mar. Al
descender su temperatura se convierte en nueva corteza oceánica.
Al continuar separándose las placas, esta nueva corteza oceánica es arrastrada hacia los
lados de la cresta y deja lugar para que ascienda más material del manto. El material que
asciende está muy caliente, y transmite parte de este calor al material que tiene cerca, el
cual empuja el material que tiene encima, dando lugar a las grandes elevaciones sobre el
nivel medio del fondo marino que presentan las cordilleras oceánicas.
Las placas siguen separándose y el nuevo fondo, cada vez más frío, pasa el punto más
alto y comienza un descenso muy rápido, se rompe y se crean nuevas fallas normales,
pero ahora el movimiento relativo de las paredes es en sentido contrario al que ocurre
del mismo lado dentro del valle. Conforme se aleja del centro de expansión, la nueva
corteza oceánica se va enfriando, lo cual la vuelve más densa y, por tanto, más pesada.
Al pesar más, hace más presión sobre el material de la astenósfera y lo hace descender.
El resultado de esto es que el fondo oceánico se encuentra apoyado sobre una superficie
inclinada, y la fuerza de gravedad hace que resbale sobre esta superficie alejándose del
centro de expansión y por tanto de la placa que se encuentra del otro lado.
Zonas de subducción
Si se está creando continuamente nuevo fondo oceánico y la Tierra no está creciendo, la
creación de nueva superficie debe ser compensada mediante la destrucción de superficie
antigua. Por otro lado, si dos placas se alejan una de otra, esto significa que se acercan a
otras placas que se encuentren en su camino, y si éstas no se alejan lo suficientemente
rápido tienen que competir por la superficie que ocupan.
En los extremos de dos placas, una continental y otra oceánica, el extremo de la placa
oceánica tiende a hundirse, porque es más pesada que la astenósfera, mientras que la
placa continental flota por ser más ligera. En consecuencia, la placa oceánica se hunde
bajo la continental y regresa al manto donde las altas temperaturas la funden. Las
trincheras oceánicas son, por tanto, zonas de subducción donde se consume la placa
oceánica.
El hueco entre la placa subducida y la subducente forma una trinchera oceánica, donde
se deposita gran cantidad de sedimentos, aportados, sobre todo, por la continental.
Algunas veces parte de estos sedimentos se une al continente y, de esta manera, crecen
los continentes.
Los volcanes
Una de las manifestaciones más espectaculares de la
actividad geológica de la Tierra son, sin duda, los
volcanes. Los hay de diferentes tipos, según la manera
en que sale la lava, y se encuentran distribuidos por
regiones concretas del planata mientras que, en otras, no
hay.
Los volcanes son también los únicos lugares donde
podemos entrar en contacto con los materiales del
interior de la corteza o del manto, por lo que suscitan un
gran interes para las ciencias.
Erupciones volcánicas
Un volcán es una fisura de la corteza terrestre sobre la
cual se acumula un cono de materia fundida y sólida que es lanzada a través de la
chimenea desde el interior de la Tierra. En la cima de este cono hay una formación
cóncava llamada cráter. Cuando se produce actividad en un volcán se dice que está en
erupción.
Los volcanes son por lo general estructuras compuestas de material fragmentado y
corrientes de lava. A través de la chimenea sale la lava que escurre por las laderas del
cono, que se va formando por sucesivas capas solidificadas, todas inclinadas hacia el
exterior de la chimenea.
El material rocoso expulsado se encuentras entre 4 a 200 kilómetros de profundidad,
donde pueden alcanzar temperaturas superiores a los 1000°C. Habitualmente la lava
recién emitida bordea temperaturas entre 700 °C y 1200 °C, dependiendo de su
composición química.
Las rocas que se forman a partir del enfriamiento del magma se llaman rocas ígneas. Si
el enfriamiento tuvo lugar en el interior de la tierra, y las rocas fundidas no llegaron a
emerger a la superficie, se llaman rocas ígneas intrusivas. Cuando la roca se ha formado
a partir del enfriamiento de lava en la superficie, se denomina roca ígnea extrusiva.
También existen rocas ígneas enfriadas a gran profundidad que se llamas plutónicas.
Magma y lava
El magma, masa espesa y viscosa, es la roca fundida
que se encuentra en la parte interna del volcán sometida
a grandes presiones, y está constituido por gases que se
encuentran disueltos, pero en el momento de llegar a la
superficie, la presión disminuye, lo que provoca su
liberación explosiva y espontánea. El material fundido
que se arroja fuera del volcán contiene menos gases y,
para diferenciarlo del magma, se le llama lava.
La lava en una erupción está cargada de vapor y de gases como el dióxido de carbono,
el hidrógeno, el monóxido de carbono y el dióxido de azufre. Estos gases al salir
violentamente ascienden a la atmósfera formando una nube turbia que descarga, a veces,
copiosas lluvias.
Los fragmentos de lava se clasifican en bombas, brasas y cenizas, que son arrojadas
fuera del volcán y dispersadas por todas partes. Algunas partículas, grandes, vuelven a
caer dentro del cráter. La velocidad de la lava depende en gran parte de la pendiente de
la ladera del volcán.
Muchos volcanes nacen en el fondo marino, como lo hicieron los famosos Etna y
Vesubio, las islas de Hawai y otras muchas islas volcánicas del Océano Pacífico.
Enormes cuencas, muy parecidas a los cráteres, reciben el nombre de calderas y están
ubicadas en la cumbre de volcanes extintos o inactivos y son ocupadas por profundos
lagos. Algunas calderas se formaron después de explosiones cataclísmicas que
destruyeron completamente el volcán, o cuando, después de sucesivas erupciones, la
cono vacio no soporta el peso de las paredes y se hunde.
ipos de volcanes
La lava no sale siempre al exterior de la misma forma. A
veces lo hace de forma violenta, con grandes explosiones
y enormes masas de gases, humo, cenizas y rocas incandescentes que se pueden
proyectar a varios kilómetros de altura. Otras veces se derrama con suavidad, como
cuando hierve la leche en el cazo y no apagamos el fuego a tiempo.
Se han clasificado los volcanes en cuatro grandes grupos o tipos: hawaiano,
estromboliano, vulcaniano y peleano, aunque los hay que no encajan exactamente en
ninguno de ellos.
Los cuatro tipos comunes
Dependiendo de la temperatura de los magmas, de la cantidad de productos volátiles
que acompañan a las lavas y de su fluidez o viscosidad, los tipos de erupciones pueden
ser:
Hawaiano, de lavas muy fluidas y sin desprendimientos gaseosos explosivos. La lava
se desborda cuando rebasa el cráter y se desliza con facilidad, formando verdaderas
corrientes a grandes distancias.
Estromboliano. La lava es fluida, con desprendimientos gaseosos abundantes y
violentos. Debido a que los gases pueden desprenderse con facilidad, no se producen
pulverizaciones o cenizas. Cuando la lava rebosa por los bordes del cráter, desciende
por sus laderas y barrancos, pero no alcanza tanta extensión como en las erupciones de
tipo hawaiano.
Vulcaniano, tipo de volcán se desprende grandes cantidades de gases de un magma
poco fluido que se consolida con rapidez. Las explosiones son muy fuertes y pulverizan
la lava, produciendo gran cantidad de cenizas que son lanzadas al aire acompañadas de
otros materiales. Cuando la lava sale al exterior se consolida rápidamente, pero los
gases que se desprenden rompen y resquebrajan su superficie, que por ello resulta
áspera e irregular.
Peleano. Entre los volcanes de las Antillas es célebre el de la Montaña Pelada de la isla
Martinica por su erupción de 1902, que ocasionó la destrucción de su capital, San
Pedro. Su lava es extremadamente viscosa y se consolida con gran rapidez, llegando a
tapar por completo el cráter. La enorme presión de los gases, que no encuentran salida,
levanta este tapón que se eleva formando una gran aguja.
Erupciones especiales
No todas las erupciones volcánicas encajan en uno de los
cuatro tipos comunes. Algunas merecen especial
atención.
La explosión volcánica más formidable de las conocidas
hasta la fecha fue la del volcán Krakatoa. Originó una
tremenda explosión y enormes maremotos. Se cree que
este tipo de erupciones son debidas a la entrada en
contacto de la lava ascendente con el agua o con rocas
mojadas, por ello se denominan erupciones freáticas.
Por otra parte, en los fondos oceánicos se producen erupciones volcánicas cuyas lavas,
si llegan a la superficie, pueden formar islas volcánicas. Éstas suelen ser de corta
duración en la mayoría de los casos, debido al equilibrio isostático de las lavas al
enfriarse y por la erosión marina. Algunas islas actuales como las Cícladas (Grecia),
tienen este origen.
Hay volcanes que ocasionan gran número de víctimas, debido a que sus cráteres están
ocupados por lagos o cubiertos de nieve. Al recobrar su actividad, el agua mezclada con
cenizas y otros restos, es lanzada formando torrentes y avalanchas de barro, que
destruyen, todo lo que encuentran a su paso. Un ejemplo actual fue la erupción del
Nevado de Ruiz (Colombia) en 1985. La cumbre estaba recubierta por un casquete de
hielo y, al ascender la lava, se recalentaron las capas, formando unas coladas de barro
que invadieron el valle del río Lagunilla y sepultaron la ciudad de Armero.
Por último, las erupciones fisurales son las que se originan a lo largo de una dislocación
de la corteza terrestre, que puede tener varios kilómetros. Las lavas que fluyen a lo largo
de la rotura son fluidas y recorren grandes extensiones formando amplias mesetas o
traps, con un kilómetro o más de espesor y miles de kilómetros cuadrados de superficie.
Ejemplos de vulcanismo fisural es la meseta del Deccan (India).