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Las 25 mejores playas del mundo
Los arenales y las calas más irresistibles del planeta, desde el
Mediterráneo hasta el océano Pacífico
Palombaggia. Córcega (Francia)
El extremo sur de la alargada isla de Córcega reúne playas que, como la de Palombaggia, ejemplifican el Mediterráneo
más puro. Bajo la sombra de los pinos se descubren los juegos de luz que el sol crea sobre las rocas y la espuma de las
olas.
La cala se encuentra dentro del término de Porto Vecchio, una antigua población marinera ahora dedicada al turismo y
con un puerto muy animado. Otro aliciente de Palombaggia es su proximidad a las islas Cerbicale, una reserva
natural habitada por multitud de aves marinas.
Matemwe Beach. Zanzíbar (Tanzania)
Una larga línea de palmeras sombreando la arena blanca es la imagen característica de Matemwe Beach, en el
nordeste de Zanzíbar. La proximidad de la costa africana ha convertido la isla –y esta playa en concreto– en el destino
de quienes buscan relajarse tras un safari por los parques de Tanzania o después de subir al monte Kilimanjaro
(5.895 m), el techo del continente. Matemwe es un excelente enclave para bucear entre corales y navegar a bordo de
un dhow, la embarcación de vela típica de la costa suajili.
Cala Macarelleta. Menorca
La costa sur de la isla balear reúne calas de arenas blancas abrazadas por pinos que se asoman al agua desde las rocas. Cala Macarella y su hermana pequeña, Macarelleta, son un excelente ejemplo de este paisaje mediterráneo. Se
encuentran a 14 kilómetros de Ciutadella, siguiendo una carretera flanqueada por muros de piedra seca que, después de serpentear entre campos sin cultivar, desciende por un torrente hasta casi alcanzar la arena. Para disfrutar a
fondo de un día en estas playas es indispensable llevar gafas y tubo de buceo.
Palolem. India
El cálido mar de Arabia baña esta playa del estado indio de Goa, en la costa oeste. Su lengua de arena de 1,6 km se
encuentra delimitada en ambos extremos por dos grandes rocas. Hasta hace poco, las casas (shacks) y las barcas
de pescadores eran la única evidencia humana en Palolem, pero recientemente ha surgido una incipiente infraestructura turística, en parte gracias a su aparición en la película El mito de Bourne (2004). A solo 12 kilómetros, los bosques del Cotigao Wildlife Sanctuary son el hábitat de monos y tigres de Bengala.
Ölüdeniz, Turquía
La costa de Licia, en el litoral mediterráneo, ofrece la oportunidad de bañarse en playas que han visto pasar una decena
de civilizaciones. La ruta que encadena los arenales más bonitos debe detenerse en la larga bahía de Ölüdeniz, cuyas
plácidas aguas le han valido el sobrenombre de Blue Lagoon. Una parte de la bahía está declarada parque nacional
y constituye un enclave ideal para remar en canoa y sumergirse en busca de alguna tortuga marina. Las ruinas romanas
y licias son un perfecto complemento histórico.
Playa de Corralejo. Fuerteventura.
Largos arenales colorean de tonos dorados el litoral norte de Fuerteventura, una de las zonas más seductoras y con mayor valor
ecológico de las Canarias. Frecuentadas por windsurfistas, las playas de Corralejo tienen su mayor tesoro en el Parque Natural de las
Dunas de Corralejo y en la Reserva Natural de la Isla de Lobos, cuyos fondos son muy apreciados por los submarinistas. En el otro
extremo de Fuerteventura, la playa de Costa Calma se alarga casi dos kilómetros por una franja que, con marea baja, puede recorrerse
de punta a punta.
Bora Bora. Tahití y sus Islas
Ancladas en medio del océano, Tahití y sus Islas (territorio francés) guardan paraísos que han seducido a navegantes,
exploradores y artistas de distintas épocas. El atolón de Bora Bora es uno de ellos. Su laguna de aguas turquesas refleja la silueta del monte Otemanu, un volcán extinto que se eleva sobre un litoral de arenas blancas y cocoteros. Esta
imagen idílica se repite unos kilómetros al este en el atolón Aitutaki de las Islas Cook, donde los hombres de la Bounty
casi tocaron su sueño en 1789.
Cayo Largo, Cuba
El corsario Francis Drake y también Cristóbal Colón desembarcaron en Cayo Largo antes de cruzar el Atlántico. Cinco
siglos después, aquel islote situado a 177 kilómetros de la costa sudoeste de Cuba es un destino único para disfrutar del
sol y las aguas del Caribe. Las playas Sirena, Lindamar y Paraíso, con palmeras enanas inclinadas sobre la arena
blanca, preservan la imagen de edén que hallaron los antiguos navegantes. Cayo Largo está conectada por barco con
Varadero y por avión con La Habana, la capital cubana.
Tossa de Mar. Girona
La Costa Brava abarca el litoral de la provincia de Girona, desde Blanes hasta Portbou. Considerada uno de los
mayores atractivos naturales de la Península Ibérica, sus playas concentran toda la esencia del Mediterráneo. Junto a
pueblos medievales como Tossa de Mar y aldeas de intacto aire marinero como Cadaqués, la Costa Brava también
esconde calas cristalinas aisladas entre acantilados, bosques de pino que llegan hasta la orilla y los extraordinarios
fondos submarinos de la Reserva Marina de les Illes Medes.
Ke’e Beach, Hawai
Kauai, la isla geológicamente más antigua y más al norte del archipiélago hawaiano, posee una costa muy diversa con
acantilados que se desploman en el océano y playas protegidas por el arrecife de coral. Ke’e Beach, en el norte,
reúne poderosos atractivos: una laguna sin oleaje y fondos rocosos con multitud de peces y tortugas marinas. Aquí comienza el Kalalau Trail, un sendero de 18 kilómetros que bordea la agreste costa de Na Pali y alcanza el valle de Kalalau, un rincón tropical con cascadas y accesible únicamente a pie o por mar.
Ko Similan, Tailandia
Archipiélago y parque nacional, las nueve pequeñas islas de Similan –en lengua malaya, similan significa nueve– son un
paraíso en medio del mar de Andamán. Cercanas a la popular Phuket pero más vírgenes, son las favoritas de los
amantes del submarinismo por la transparencia de sus aguas y por la biodiversidad que habita su fondo marino.
La playa de Ko Similan, la isla más grande del archipiélago, es célebre por las curiosas formas de sus rocas sumergidas (un ciervo, una hoja, una seta...) y sus arrecifes de coral.
Cala di Volpe. Cerdeña (Italia)
La denominada Costa Esmeralda, en el norte de la isla italiana de Cerdeña, alberga algunas de las playas más bonitas
del Mediterráneo occidental. En el golfo de Arzachena, la Cala di Volpe se lleva los mayores elogios. Se trata de una
playa de piedra rojiza y arena rubia, orientada hacia el Parque Nacional del Archipiélago de La Maddalena, un paraíso
ecológico por la pureza de sus aguas y su abundante fauna acuática. En las cercanías se halla el conjunto megalítico de la Tumba de los Gigantes, con más de mil años de antigüedad.
Playa de Cué. Llanes (Asturias)
Hasta 40 playas se reparten por el litoral del concejo de Llanes, una franja declarada Paisaje Protegido de la Costa
Oriental asturiana. Algunas son arenales de la desembocadura de ríos (Guadamía, la Huelga), otras son medialunas
doradas como la de Torimbio o plácidas aperturas entre acantilados y cañones (La Canal, San Martín). Entre las más
bonitas destaca la playa de Cué, de 380 metros de largo, que durante la bajamar suele quedar unida a la Isla
Grande. La pequeña aldea de Cué se localiza a dos kilómetros de Llanes.
Playa Stiniva. Croacia
Escondida entre formaciones de roca calcárea que la vuelven casi invisible desde el mar, esta playa de piedras blancas
se cuenta entre las más atractivas de la Costa Dálmata croata. Se localiza en la isla de Vis, unida por dos horas de
barco con Split, la ciudad que creció sobre el palacio del emperador romano Diocleciano. Monumento Natural protegido desde 1967, la cala de Stiniva solo es accesible en barca a través de un estrecho paso, o bien a pie por un empinado sendero que desciende hasta su laguna de aguas claras.
Sarakiniko. Isla de Milo. Grecia
Esta playa de la costa norte de la isla de Milo, en el archipiélago de las Cícladas, debe su fama mundial a las formas
que el viento y el agua han labrado en la roca volcánica y que han dado origen a su célebre apodo de «playa lunar». Milo es solo una de las más de 200 islas Cícladas, en pleno mar Egeo, entre las que también se cuentan Naxos,
Paros, Mikonos y la imponente Santorini. Todas ellas albergan playas inolvidables, algunas protegidas por acantilados,
otras con olor a tomillo y vigiladas por iglesias de cúpulas azules.
Essauira, Marruecos
Los aficionados al surf y al windsurf no dudan en afirmar que las playas de Essauira son las mejores para disfrutar
del bravo oleaje atlántico. Desde las murallas de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad, se consigue una vista
espléndida de los largos arenales que la rodean y de la isla de Mogador emergiendo por poniente. La originalidad de
estas playas de la costa occidental marroquí son los paseos a lomos de dromedario, las visitas a los zocos de las
poblaciones cercanas y la suculenta gastronomía.
Aguadilla. Puerto Rico
El vértice noroeste de la isla de Puerto Rico guarda la atractiva playa de Aguadilla, una lengua de arena bordeada por
palmeras que se tiñen de naranja cuando el sol empieza a hundirse en el Caribe. Submarinismo, snorkel, paseos a
pie, windsurf... Aguadilla y la cercana isla de Culebra ofrecen mil actividades para aprovechar al máximo los días. En
esta última es ineludible bañarse en la playa Flamenco, con forma de herradura, así como visitar el Refugio Nacional de
Vida Silvestre de Culebra, una zona protegida desde 1909.
Tulum. México.
Las ruinas mayas de la ciudad de Tulum y la proximidad de la Barrera de Coral del Caribe hacen que muchos
consideren esta playa como la más bonita de la península de Yucatán. Bañarse a pocos metros de El Castillo y del
templo del Dios del Viento, elevados sobre una colina rocosa, produce por un momento la sensación de vivir en otro
tiempo. Mar adentro se extiende el paraíso submarino de Centroamérica: un arrecife con más de 1.500 kilómetros
de longitud en el que se han contado hasta 60 tipos distintos de coral.
As Catedrais, Lugo
Ubicada sobre el mar Cantábrico, en la provincia gallega de Lugo, As Catedrais debe su nombre –y su presencia en la
lista de las playas más bellas del planeta– a los curiosos arcos de hasta 30 metros de alto y a las cuevas que la
erosión del mar y el viento ha esculpido en la roca.
Estas formaciones se aprecian, sobre todo, desde la playa durante las horas de marea baja, cuando es posible entrar en
algunas cuevas o caminar bajo los arbotantes. A poca distancia, en la ría de Ribadeo, se puede seguir un tramo del Camino de Santiago.
El Nido. Filipinas
La isla de Palawan, entre el mar de China y el mar de Sulu, tiene en El Nido un paisaje espectacular: un ojo de agua
rodeado por un circo de acantilados tapizados de selva hasta la misma orilla. Desde las solitarias playas de esta área
protegida del oeste de Filipinas, se ve cómo el cielo límpido cambia el color del agua a lo largo del día, sacando
destellos de un fondo marino rico en vegetación y fauna. Tal biodiversidad ha convertido este enclave en un destino
ideal para ver coral, tortugas marinas y aves del Sudeste Asiático.
Cathedral Cove. Nueva Zelanda
La península de Coromandel, en el extremo septentrional de la Isla Norte, es un enclave ineludible en todo viaje por
Nueva Zelanda. Un sendero desde la playa de Hahei conduce en una hora hasta el arco de roca blanca de Cathedral
Cove. Su forma ojival recuerda a las catedrales góticas europeas, aunque en un entorno mucho más cálido. La
franja de fina arena marca el límite entre las aguas del Pacífico y los árboles pohutukawa, típicos de la zona. Al fondo
emerge Te Hoho, un pináculo de roca blanca que se tiñe de rosa con el ocaso.
Islas Cook y Whitsunday
El islote coralino de Tapuaetai («la isla de un solo pie» en maorí) alberga la playa más famosa de este archipiélago del
Pacífico Sur.
La mayor del centenar de islas del archipiélago de las Whitsunday, frente a la costa oriental australiana, es un excelente
primer contacto con la Gran Barrera de Coral. En 1770 el capitán James Cook desembarcó brevemente en su arena y
certificó su belleza en el cuaderno de bitácora de la expedición. A diferencia de otras islas de la región de Queensland,
el interior es montañoso y cubierto de vegetación exuberante, mientras que en las playas crecen las palmeras enanas y, entre la arena, emergen fósiles puntiagudos.
Trou d’Argent. Isla Rodrigues (Mauricio)
Esta esmeralda de agua, engastada entre rocas como una piscina natural, es una de las joyas de Isla Rodrigues,
perteneciente a la República de Isla Mauricio y, geológicamente, al archipiélago de las Mascareñas. Un arrecife de
coral abraza casi por completo la isla y la protege del oleaje del Índico. De ahí que posea playas tan espléndidas como
Trou d’Argent, ideal para nadar en aguas templadas, de increíble visibilidad y con fondos tapizados de corales.
Unos kilómetros al sur se encuentra Anse Mourouk, otra playa bellísima.
Pink Sand Beach, Bahamas
Su nombre ya es una invitación a los sentidos: una playa de arena rosa, enclavada en pleno mar Caribe, en la isla de
Harbour. A lo largo de sus cinco kilómetros de longitud, millones de corales y conchas pulverizados han extendido
una alfombra de tonos rosados que brillan cuando las olas la bañan. La isla se ha convertido en un relajante refugio
para famosos y también en un paraíso para los aficionados al submarinismo. El único núcleo habitado de la isla es Dunmore, una agradable ciudad con casas pintadas de tonos pastel.
La Digue, Seychelles
Grandes bloques de granito se esparcen por la arena y la orilla de las playas de esta isla con forma de lágrima. Dominada por la colina del Nid d’Aigle (300 m), La Digue se localiza a media hora en catamarán desde la isla de Praslin,
solo tiene una carretera asfaltada y apenas hay vehículos a motor. La calma está, pues, asegurada, especialmente si se
dedica el día a Anse Source d’Argent, la playa con las moles rocosas más asombrosas. Sin casi alejarse de la orilla y
equipados con unas gafas de buceo, se ven corales y peces tropicales.