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gran río Indo al Este, el gran río Nilo al sudoeste,
la costa oriental del mar Mediterráneo al Oeste,
el mar Egeo al noroeste, los mares Pounto Euxino
y Caspio al norte, el mar Rojo y el mar Eritreo en
latitud del trópico de cáncer. El Imperio incluiría
mares, naciones, pueblos, lenguas, religiones y
culturas como la Etíope, Egipcia, Palestina, Asiria,
Caldea, Babilonia, Persa, Meda, Acadia, Lidia, Jonia,
Egea y Mediterránea oriental.
El evento contaría con el irrestricto aval de un
entusiasta Ciro, algo impensable con Cambises,
motivado porque también en las nuevas tierras se
tenía la preocupación por la creencia en un único
ser supremo. Y la oportunidad de reflexionar sobre
la unidad sustancial del universo, nutrirse de esas
doctrinas inspiradas en el amor y hacerse a los más
sabios conocimientos sobre el descubrimiento de
las estructuras de la realidad del hombre y de los
misteriosos cielos, la aprovecharla a plenitud.
Por su sabiduría Daniel se mereció el respeto
del Gran Ciro, al enterarse éste cómo a expensas
de las convicciones y videncias de Daniel años
atrás el rey Nabucodonosor en el apogeo del
ejercicio de su poder también haría votos por
la causa de un único ser supremo, así fuese al
precio de considerársele desquiciado, además
de haber conseguido las sucesivas conversiones
de Nabonid, Belsazar y Asuero. Asuero, que
podría ser el mismo Darío el Medo, accedería
a las súplicas de su favorita Ester en pro no sólo
de la vindicación de su desarraigado pueblo,
sino también de la libertad de un compañero de
Daniel del primer cautiverio que acababa de caer
en desgracia prestando sus servicios en la corte,
lo que se le concedería no sabemos si a Misael,
Azarías o Ananías, pero sí a quien se hacía llamar
Mardoqueo.
No quedó escrito, pero parece que Daniel
sería correspondido con la más selecta de las
representaciones de la época, contando con las
nutridas delegaciones de discípulos y mensajeros
de las doctrinas de Zaratustra, Tales de Mileto,
Anaxímenes, Anaximandro, Pitágoras, Buda y Lao
Tse, entre otras.
También se invitarían otras escuelas de los
extremos del mundo, logrando que entre los
invitados especiales honraran con su presencia,
así decía en la esquela, los maestros Pitágoras,
Anaxímenes de Mileto, Buda y Lao Tse, entre
otros, comentándose luego cómo la atención
se la robaría un retraído e imberbe jovencito
llamado Heráclito, que llevado por algún maestro
de la delegación de Éfeso no le perdía paso al
viejo Lao Tsé, escuchándole deslumbrado el
pensamiento de que nada es estático y todo fluye
entre contradicciones dialécticas (dialéctica de los
contrarios) como las del vacío y la plenitud, la vida
y la muerte, la inocencia y la corrupción.
Y sobre el pensamiento de Lao Tsé que todo
está en permanente cambio y haciéndose siempre,
que “existe lo inmutable por entre lo mutable”,
Heráclito llegaría después a la conclusión de que
en tanto el agua parece que fuese la misma no
podríamos bañarnos dos veces en el mismo río.
Hubo otras presencias igual de importantes
como la variedad de esotéricos magos y sabios,
destacándose cierta delegación que decía
ser portadora de los testimonios sobre los
conocimientos astronómicos y matemáticos de
una civilización ¿Maya? de allende los mares y
continentes, erigida sobre el mismo lugar donde
sesenta y cinco millones de años atrás pudo caer el
colosal meteorito, lo que despertaría la curiosidad
de todos.
El sin igual Evento, asistido por contertulios tan
conspicuos, se realizaría en cierto lugar sagrado
al sur del mar Caspio, en las montañas Elburz,
alrededor del inmarcesible fuego sagrado11 donde
Zaratustra avizorara dentro de sus llamas que, en
plena lucha entre Ormuzd encarnando el Bien y
Ahriman representando el Mal, nos gobernaba un
Único ser supremo y se daría la redención divina
de un paraíso para los buenos y un infierno para
los malos, ya que tan necesario era un principio
como un final.
Esta revelación sería el tema central a tratar en
la Asamblea, en conmemoración del ciclo de cien
años de la partida del Maestro Zaratustra, último
de los Zoroastro.12El sitio pudo ser la ciudad de
Bactriana (Baktra), por haber nacido allí el Maestro,
o el monte Berezaiti de la cordillera Elburz donde
pudo haber muerto el primer Zoroastro y se
perpetuaba aquella inextinguible llama sagrada.
Mas, un largo e intenso invierno glacial impediría
11 Esta tradición del eterno “fuego sagrado”, equivalente a la bíblica zarza ardiente, es muy normal para una región con las mayores
reservas de hidrocarburos (ges, petróleo) del Planeta, donde son varias las llamas que aún arden por consumir algún escape
de gas.
12 Se habla de diferentes Zoroastro, que se sucederían en el tiempo, siendo que no se ha podido constatar si Zoroastro vivió hace
3500 años, o hace 3000 años, o hace 2500 años.
El Gran Concilio
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