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EL BELLO OJO DE LA UNIDAD EL CUAL ESTABA EN TODO
La primera vez que ví el bello ojo almendrado de la unidad fue,
después de la operación quirúrgica, en la cual me extirparon la vejiga, la próstata
y la uretra, en función de que había contraído cáncer. Recuerdo, que en la sala
de recuperación, vivencié un evento muy particular, muy difícil de explicar.
Sentía en mi mente el patear de las herraduras de unos caballos, a trote,
golpeando sobre suelo de adoquín. Ello duró una hora, aproximadamente, y
luego todo volvió a la normalidad. Recuerdo que estaba plenamente consciente,
no fue un sueño. ¿Qué era aquello? A partir de ese momento, creo, observé o
sentí la presencia del ojo. No lo veía con el sentido ocular sino con el del
espíritu. Me percataba de su presencia, fijo y penetrante, situado entre mis dos
ojos, con su mirada permanente, sin pestañear. Presentía que ese ojo lo veía
todo amorosamente, no sólo a mí. Recuerdo bien que me comunicaba
seguridad, protección y una paz muy extraña, como jamás antes había sentido.
Era una paz extremadamente serena, en la cual, todo es armonía y
absolutamente nada puede perturbarla. Lucía como la fuente de la existencia
misma, soberana, segura, inconmovible y transparente.
A decir verdad, no sé, a ciencia cierta, cuando apareció el ojo y cuando se
fue. Lo que sí puedo asegurar es que nunca había experimentado algo así.
Comoquiera que me administraban morfina para contrarrestar los efectos del
dolor intenso, todo este episodio me lució muy extraño y difícil de discernir, en
términos de tiempo y de espacio. Algo dentro de mí me dice que nada tuvo que
ver con los efectos de la morfina en mi mente sino que se trataba de una
experiencia puramente espiritual. Digo esto por la naturaleza misma de la
experiencia, la cual, revestía características espirituales. Yo entiendo bastante
del mundo espiritual y puedo advertir cuando algo pertenece al ámbito de la
metafísica. De hecho, si tuviera que apostar, lo haría en el sentido de afirmar
que fue una experiencia espiritual en la conciencia del ser interno y no
alucinaciones producto de las reacciones químicas de una mente bajo los
efectos del dopaje.
Otro misterio más a añadir y a enmarcar dentro de todos los misterios que
la experiencia de la vida encierra. Sin embargo, este era muy especial porque se
parecía más a la madre de los misterios que al misterio en particular. ¿Tendría
o “…el símbolo de la cercanía
algo que ver con la presunción mía de la
de la divina presencia?...”. Ni lo puede asegurar, ni lo puedo negar. Lo que sí sé
es que me servía de total compañía. Recuerdo que yo nada temía. Era como si
viera a un ángel protector de luz, de esos que narran algunos. Sin embargo, no
tenía figura de varón ni de hembra. Era solamente un ojo bello, fijo y
permanente.
Desde aquel entonces, jamás volvió a expresarse. No recuerdo siquiera
de cuando dejo de manifestarse. Como vino, se fue, sin un antes, durante o
después, es decir, en la dimensión del tiempo y del espacio. Fue como si mi
conciencia se hubiera súbitamente abierto a algo que existe y que los humanos
no vemos, en condiciones normales. Lo verdaderamente extraño fue cuando, un
día, hojeando las páginas de un diccionario esotérico, encontré el “Ojo abierto de
Dangma”, en la india, conocido también por el “Ojo de Shiva”, el cual simboliza
la intensa visión espiritual del adepto a Jivanmukta. No consiste en la
clarividencia ordinaria sino en la facultad de intuición espiritual por cuyo medio
se obtiene seguro conocimiento.
Con la incertidumbre que envuelve cualquier experiencia paranormal, más
o menos, como lo experimenté lo cuento.