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Transcript
HOMILÍA VÍSPERAS SOLEMNES EN OCASIÓN DEL TRASLADO Y SEPULTURA
LOS RESTOS MORTALES DE DON RAMÓN POWER Y GIRALT JUNTO A LOS
RESTOS MORTALES DEL OBISPO JUAN ALEJO DE ARIZMENDI
EN LA CATEDRAL DE SAN JUAN
POR ROBERTO OCTAVIO GONZÁLEZ NIEVES, OFM
ARZOBISPO METROPOLITANO DE SAN JUAN DE PUERTO RICO
LUNES 10 DE JUNIO DE 2013
Queridos hermanos y hermanas:
1. Comienzo por agradecer a todos y todas ustedes su presencia en nuestra Iglesia
Catedral Metropolitana de San Juan de Puerto Rico, su presencia es una bendición
singular en este acto litúrgico de gran trascendencia histórica.
A. En el bicentenario de la muerte de Don Ramón Power
2. Hoy nosotros y nosotras, en el mismísimo día del bicentenario de la muerte de Don
Ramón Power y Giralt, nos reunimos para sepultar permanentemente sus restos en la
Catedral. Nuestro encuentro de hoy también se da casi 204 años después de un
suceso histórico y espiritual, fundamentado en los principios evangélicos. Aquí, el 16 de
agosto de 1809 se dio un encuentro en esta catedral en la cual dos puertorriqueños,
uno de ellos, representando a la Iglesia y el otro al estado, para dialogar sobre el
asunto de Puerto Rico y sobre los legítimos derechos de los puertorriqueños y
puertorriqueñas. Y, aquí, hoy 204 años después de esa gesta y 200 años de la muerte
de Don Ramón Power, damos gracias a Dios por el don de la vida de ambos, vidas que
siguen siendo, ¡bendiciones!, para todos y todas los puertorriqueños.
3. Para el Obispo Arizmendi, como para cualquier otro Obispo, abogar por los legítimos
derechos de sus compatriotas no es un acto político partidista, sino que es un acto que
tiene su raíz en algo más permanente que lo esencialmente político, porque es algo
que hunde sus raíces en el evangelio de Cristo. Abogar por los legítimos derechos de
los compatriotas es un acto coherente con la fe Cristiana, con el Amor de Dios y amor a
la Patria, y por ende, amor a los ciudadanos.
4. Hoy recordamos al Obispo Arizmendi y Don Ramón Power y Giralt en esta catedral
mediante nuestros pensamientos, nuestras oraciones y damos sepultura
permanentemente de los restos mortales de nuestros primeros dos próceres en la Sala
Capitular que una vez fuera testigo de la gesta de ambos próceres.
5. En 1980, el propio Beato Juan Pablo II ofreció en la Capilla Sixtina la Santa Misa en
ocasión de un aniversario de la muerte de un prócer, de un patriota, y a su vez de un
libertador, una persona que tuvo como misión luchar por la independencia de las
naciones latinoamericanas sometidas al colonialismo. En esa misa, en ocasión del 150
aniversario de la muerte del prócer libertador venezolano, Simón Bolívar, quien visitó a
1 Puerto Rico el 5 de agosto de 1816 (Vieques), el Beato Papa expresó las siguientes
palabras:
“No se trata de hacer aquí un acto académico en honor de una persona insigne,
sino de reflexionar, desde una óptica cristiana, en este acto litúrgico de unión
con Dios y de comunión con los hermanos, sobre algunas de las lecciones de
futuro que la conmemoración hodierna nos confía como un legado, y que rebasa
los confines de las naciones de pura esencia bolivariana.” (Homilía del 17 de
diciembre de 1980)
6. En ese mismo espíritu, quisiera reflexionar desde la óptica cristiana lo que
representa este acto litúrgico que estamos realizando en el día de hoy.
B. Desprendimiento del anillo episcopal
7. En la Sala Capitular, hoy Capilla del Santísimo Cristo de “Toda la Nación
Puertorriqueña” que custodia el monumento al Altar de la Patria y el Vientre Maternal
de la Nación Puertorriqueña, un 16 de agosto de 1809, el Obispo Arizmendi se
desprende de su anillo episcopal para entregarlo a Power. Ese acto no se puede
quedar en la memoria histórica como un simple obsequio del Obispo. ¿Qué significa un
anillo episcopal? En la Exhortación Apostólica, Pastores Gregis , de Juan Pablo II se
dice lo siguiente acerca del anillo episcopal que se entrega al nuevo Obispo:
“ Recibe este anillo, signo de fidelidad, y permanece fiel a la Iglesia, Esposa
santa de Dios». Con estas palabras del Pontifical Romano de la Ordenación, se
invita al Obispo a tomar conciencia de que asume el compromiso de reflejar en
sí mismo el amor virginal de Cristo por todos sus fieles.” (n. 21)
8. Entregar el anillo a Don Ramón Power, fue un acto de conciencia del obispo
Arizmendi en el cual le manifestaba al Diputado su compromiso con los fieles, con sus
compatriotas. Le recordó que la gestión pública de Power no era una gestión
fundamentada en el poder, sino en el amor. ¡Amor por los fieles! Amor por los
gobernados debe ser lo que realmente mueva a aquellos que están llamados a servir
tanto al pueblo de Dios como a la ciudadanía. Más que entregar un anillo, el obispo
entregó a Power el sentido de compromiso, el amor patrio y su vínculo espiritual con
Cristo. Y, Power, más que un anillo recibió de la Iglesia la misión de amar y defender a
nuestra amada grey.
9. Arizmendi, por amor a Puerto Rico se desprendió de su anillo episcopal. Y nosotros y
nosotras, por amor a Puerto Rico, ¿de qué estamos dispuestos a desprendernos? La
Patria nos exige desprendernos de muchas cosas que son obstáculos para nuestro
desarrollo, bienestar y crecimiento humano y espiritual. Hay que desprendernos del
egoísmo, del consumismo, de la mezquindad, del sentido de inferioridad y del sentido
de baja autoestima y de la dependencia totalizante de manera que cultivemos la
equidad, la interdependencia y la economía de la solidaridad.
2 C. Palabras al entregar el anillo.
10. Al Obispo Arizmendi ofrendar el anillo a don Ramón Power, expresó que se lo
entregaba para “afirmar en sí la resolución de proteger y sostener los justos derechos
de sus compatriotas…” (Acta de la Reunión en la Catedral, 16 de agosto de 1809). Por
su parte, Power revela los sentimientos que despertó en él la entrega del anillo
pastoral con las siguientes palabras en una carta (26 de octubre de 1809) dirigida al
Gobernador Brigadier don Salvador Meléndez Bruna:
: «… las tiernas y enérgicas demostraciones del Ilustrísimo Señor Obispo
permanecerán siempre grabadas indeleblemente en lo más íntimo de mi
corazón. Su Señoría Ilustrísima me elevó hasta el honroso y peregrino extremo
de desprenderse del anillo de su sagrada dignidad, en que simbólicamente me
representó sus amadas ovejas, para recomendarme la defensa y protección de
los justos derechos de mis compatriotas. Sí, los sagrados derechos de mis
amados compatriotas que jamás serán violados…»
11. El historiador Lidio Cruz Monclava opina que esta ceremonia “señala cabalmente la
primera revelación del amor criollo a la tierra nativa, manifiesta el concepto de patria
circunscrito por la geografía y marca el preciso instante cuando aflora nuestra
conciencia de pueblo y cobra categoría rectora lo puertorriqueño…”. Es decir, es el
culmen de un largo proceso fundacional de la identidad nacional puertorriqueña. Es un
momento de maduración de conciencia de la identidad puertorriqueña.
12. Este suceso es uno pleno de significado religioso, espiritual y de identidad. Esa
Sala Capitular más que cuatro paredes, fue un verdadero vientre maternal donde por
primera vez afloró la conciencia de lo que somos: puertorriqueños y puertorriqueñas,
ahí se concibe lo que se había gestado por siglos, que somos una nación, aquí en la
catedral nace la palabra compatriota para referirse a los nacidos en Puerto Rico. Por
ello, es que se erigió “el Altar de la Patria y el Vientre Maternal al de la Nación
Puertorriqueña” en la Sala Capitular de la Catedral. “Se trata de un monumento que
celebra la raíz cristiana y católica de la identidad nacional puertorriqueña en el lugar
histórico donde el Obispo Juan Alejo de Arizmendi le entregó su anillo episcopal a Don
Ramón Power y Giralt. Es el lugar donde la fe se convierte en patria y en el vientre
maternal de la Nación Puertorriqueña. Es un espacio privilegiado para la oración por la
Patria, y consagrar la patria a Dios. Es un lugar de encuentro con nuestra identidad.”
(Carta Pastoral, ¡Bendiciones! del Arzobispo de San Juan, Roberto Octavio González
Nieves, ofm, del 15 de agosto de 2009, n. 17)
D. Gesta por la justicia
13. Si la única razón de ser de la Capilla del Santísimo Cristo de Toda la Nación
Puertorriqueña” es custodiar el Monumento al Altar de la Patria y acoger en ese
monumento los restos mortales de nuestros dos primeros próceres, estaríamos
despojando la gesta del Obispo Arizmendi y de Ramón Power de todo su significado
3 evangélico y cristiano. En vez de una Capilla, lo habríamos convertido en un museo de
la fe y hubiésemos reducido esa gesta a un acto únicamente histórico y secular.
14. Además de ser un lugar de oración por Puerto Rico, esta Capilla custodiará los
restos morales del Obispo Arizmendi y Ramón Power. Ellos nos hablan de la historia
pasada y nos recordarán el camino andado que nos hará vislumbrar los nuevos
caminos que hemos de recorrer. Según el entonces Arzobispo de Buenos Aires, el
Cardenal Bergoglio, “La memoria conlleva siempre la dimensión de promesa que la
proyecta hacia el futuro. Cuando, en el presente hacemos memoria, entonces
reafirmamos lo real de nuestra pertenencia a un pueblo que camina y ̶ a la vez ̶ la
proyección adelante de ese camino” (La Nación por Construir, Cardenal Jorge Mario
Bergoglio, junio de 2005, p.28)
15. Por lo tanto, esta Capilla es lugar privilegiado de oración, lugar de encuentro entre
fe y cultura, pasado y presente y futuro, lugar para encontrar las raíces de la identidad
puertorriqueña, lugar que nos recuerde a los líderes religiosos nuestro deber de abogar
por la justicia y los legítimos derechos, y recordar a los líderes en el mundo de la
educación, de la economía, de la política, de la ciencia y medicina, de la banca, la
cultura, del arte, del mundo del trabajo, la judicatura y los medios de comunicación a
siempre procurar el bien común, que no es otra cosa, que el bienestar de los demás, la
ética de la solidaridad, respetando la dignidad de cada ser humano.
16 En Cuba, al hablar de José Martí, al reconocerlo como un prócer y padre de la
Patria, el Papa Juan Pablo II en el 1998 dijo: “La doctrina de José Martí sobre el amor
entre todos los hombres tiene raíces hondamente evangélicas, superando así el falso
conflicto entre la fe en Dios y el amor y servicio a la Patria.” De la cita anterior, se
desprende que a las personas de fe no se nos puede coartar el derecho de amar,
defender y promover la Patria. Ni a las personas que ejercen el poder político tampoco
se les puede coartar actuar conforme a su fe y valores cristianos. Eso no sería dar al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Todo lo contrario, sería quitarle a
Dios lo que es de Dios y desposeer al César de lo que le es debido.
17. Repito, es falso que haya un conflicto entre la fe en Dios y el amor a la Patria. Ni
Arizmendi falló a su fe cristiana al entregar un anillo a un político, ni Power faltó a su
deber por haberlo recibido. Todo lo contrario, cuando se reduce y se margina la fe a lo
puramente espiritual, la Iglesia puede correr el riego de descuidar su compromiso con
el prójimo, de ignorar los problemas patrios y de cegarse antes las injusticias y las
faltas de derechos humanos y libertades de la nación y de los ciudadanos. Decía San
Agustín, “Un Estado que no se rigiera según la justicia se reduciría a una gran banda
de ladrones” ¿Acaso eso no era lo que pedía el Obispo al diputado que siempre tuviera
en cuenta? El Obispo Arizmendi quería que se procurase defender los legítimos
derechos, que se gobernara con justicia.
18. A tenor con lo anterior, quisiera citar las palabras de Benedicto XVI, hoy Papa
Emérito en su Exhortación Apostólica “La Verdad en la Caridad”:
4 La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de
realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero
tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe
insertarse en ella a través de la argumentación racional y debe despertar las
fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también
renuncias, no puede afirmarse ni prosperar. La sociedad justa no puede ser obra
de la Iglesia, sino de la política. No obstante, le interesa sobremanera trabajar
por la justicia esforzándose por abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias
del bien. (Deus Caritas est, n. 28)
E. Del Altar de la Patria al altar del corazón humano
19. Si este Altar de la Patria nos anima a erigir un altar de la patria en cada corazón
boricua, todo este esfuerzo ha valido la pena, no nos hemos fatigado en vano, hemos
edificado sobre la roca, nuestras semillas han caído en tierra fértil, y nuestras lámparas
de la esperanza en un Puerto Rico mejor, seguirán encendidas. Erigimos un altar en
nuestros corazones cuando Dios es el centro de nuestras vidas, cuando sobre él,
sacrifiquemos nuestros pensamientos mezquinos, de hostilidad hacia el prójimo, de
destrucción a la naturaleza y el medioambiente, de desprecio por lo nuestro, por lo
boricua, por lo de aquí y los de aquí, como el coquí.
20. Para construir un Puerto Rico mejor no podemos olvidarnos de nuestros próceres.
Como dijo el entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio: “Si siempre, para construir,
tendemos a voltear y pisotear lo que otros han hecho antes, ¿cómo podremos formar
algo sólido? ¿Cómo podremos evitar sembrar nuevos odios que más tarde echen por
tierra lo que nosotros hayamos podido hacer?” (Ibid. P.65)
21. El Cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, en su libro, La Nación por Construir,
animaba a sus compatriotas a poner la patria al hombro. Para ello, no se puede optar
por los caminos de ambición y superficialidad, sin ayudar al marginado; hace falta el
deseo gratuito, puro y simple de querer ser Nación, de procurar levantar al caído, la
voluntad de poner lo mejor de sí al servicio del prójimo; no existe un derecho a la
indiferencia y al desinterés o a mirar hacia el lado, ya que como en la parábola del
Buen Samaritano, todos tenemos la responsabilidad sobre el herido que es la Nación
su pueblo. (Ref. Ibid., p 76-78)
22. También, Puerto Rico es una Nación herida a la que todos estamos llamados a
socorrerla. Es una nación herida por la violencia y el desempleo, por la intolerancia y
por el riesgo a perder su identidad enraizada en la fe cristiana y católica y por su falta
de libertad. En la caridad cristiana está la manera de socorrerla. La herimos de muerte
cuando se margina a Dios. Donde Dios no está presente, nada puede ser bueno, todo
se eclipsa, se opaca el corazón humano y se oscurece la luz que ilumina la esperanza,
la única esperanza que no defrauda, la confianza en Dios. “¡Dichosa la nación cuyo
Dios es el Señor!” (Sal. 33, 12)
F. Conclusión
5 23. Que esta Capilla del Santísimo Cristo de “Toda la Nación Puertorriqueña”, que el
monumento del Altar de la Patria y el Vientre Maternal de la Nación Puertorriqueña, que
los restos mortales de nuestros primeros dos próceres nos animen a orar por Puerto
Rico, por la paz, por resolver dignamente nuestros problemas de criminalidad,
desempleo, pobreza material y espiritual, narcotráfico, violencia doméstica, discrimen,
odio, intolerancia, inequidad, ambigüedad ante la dignidad de la vida humana en el
vientre materno, la familia y el matrimonio entre un hombre y una mujer. Esta Capilla
está abierta a todo el mundo que quiera peregrinar, que quiera orar por Puerto Rico.
24. Que al encontrarnos ante los restos del Obispo Arizmendi, nos animemos a
desprendernos de los anillos del egoísmo y la mezquindad política y pensar en el deber
de todos y todas de abogar por nuestros compatriotas por sus legítimos derechos a su
cultura, idioma, fe, y gobierno digno y libre, en un mundo hermanado por la justicia, el
amor y el perdón.
25. Que al estar frente a los restos mortales del Diputado Power nos animemos a la
legítima colaboración entre la Iglesia y Estado, que asumamos las causas de la patria
como las propias, que defendamos en todos los foros los justos y legítimos derechos
de nuestros compatriotas, y que practiquemos la caridad política para que nuestro
pueblo crezca en la unidad.
26. Que esta Capilla, que el monumento que allí custodia y que las tumbas de estos
dos próceres sea un lugar de encuentro con nuestra identidad, y sobre todo, un
encuentro personal con Cristo Vivo.
27. “Este monumento debe impulsarnos a promover nuestros legítimos derechos en un
espíritu de armonía, igualdad, interdependencia, paz, justicia, amor, solidaridad y
gratitud en la gran familia de las naciones que Dios ha creado en su infinito amor.”
(Carta Pastoral, ¡Bendiciones! del Arzobispo de San Juan, Roberto Octavio González
Nieves, ofm, del 15 de agosto de 2009, n. 17)
28. Que Nuestra Señora de la Divina Providencia, proclamada por el Pablo VI, “Patrona
Principal de Toda la Nación Puertorriqueña” interceda por nosotros y nosotras, ahora y
en la hora de nuestra muerte. Amén.
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