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Centro Chiara Lubich
Movimiento de los Focolares
www.centrochiaralubich.org
(Traducción en español de la transcripción)
Castel Gandolfo, 3 de enero de 1989
El amor recíproco: núcleo fundamental de la espiritualidad de la unidad (II
parte)
El mandamiento nuevo es la base del cristianismo.
Quien comienza a ponerlo en práctica, pero en serio, como Jesús hizo, advierte, antes que nada, un
salto cualitativo en su vida espiritual. Experimenta de modo nuevo, por ejemplo, los dones del Espíritu:
prueba una alegría nueva, una paz, una benevolencia, una magnanimidad nuevas... Adquiere una luz que
lo ayuda a ver cada acontecimiento en Dios y a penetrar más profundamente las verdades de la fe.
Al mismo tiempo, el amor recíproca da testimonio de Cristo al mundo: "En esto conocerán todos El ha dicho- que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros" (Jn. 13, 35).
Y conquista el mundo a Cristo: "Sean... una sola casa (con el amor quiere decir), para que el
mundo crea..." (cf. Jn. 17, 21).
Ha sido y sigue siendo gracias a este testimonio que el Movimiento se ha difundido ampliamente
y se extiende cada vez más.
El amor recíproca, - otras consecuencias - que tiene su medida en el donar la vida, nos dispone a
poner en común las casas materiales. Así nos sucedió a nosotros desde el comienzo. Un día, en el primer
focolar, sacamos del armario nuestras pocas y pobres cosas, las amontonamos en el centro de la
habitación, para dar después a cada una lo que necesitaba y el superfluo a los pobres. También el sueldo
lo pusimos en común y lo mismo hicimos con los pequeños y grandes bienes que teníamos o que
tendríamos en futuro.
Más tarde, la comunidad florecida alrededor del focolar tomó la costumbre de poner en coman,
mes por mes, el superfluo, que servía a los que lo necesitaban.
Análogamente, para actualizar el mandamiento nuevo, se ponen en común los bienes espirituales.
Las experiencias bb1las que trae consiga la nueva vida -porque Dios ilumina a quien ama: "A quien me
ama me manifestará" (cf. Jn. 14,21)-, éstas se comunican por amor, siempre en los límites de la prudencia
y de la oportunidad.
En especial se comunican las experiencias sobre la Palabra de vida, frase de la Escritura que mes
por mes se propone para que todos la consideren y la practiquen.
Y así, poniendo en común también los bienes espirituales, que pueden estimular a muchos, se
persigue y se trabaja en la santificación de los demás como en la propia. El amor nos lleva a santificarnos
juntos.
Entre los primeros cristianos estaba en boga la corrección fraterna. Dice Pablo: "Instruíos y
amonestaos con toda sabiduría..." (Ca1.3, 16). Del mismo modo, siempre por el amor recíproco, sobre
todo entre los miembros más comprometidos del Movimiento, se ayuda a eliminar los defectos que se
pueden observar en los demás y a resaltar los méritos y las virtudes para animarse a ir adelante.
Hemos visto que esta manera de actuar provoca en todos una alegría única.
Todo en nuestra Obra está animado por el mandamiento nuevo de Jesús. Las mismas estructuras,
como los focolares, los núcleos, etc., y toda forma de agrupación, tienen por estatuto, como estatuto, una
norma que debe preceder a todas las demás: nosotros no podemos hacer nada si antes no existe el amor
recíproco, es decir, la presencia de Jesús en medio de nosotros. Después podemos rezar, trabajar,
dedicarnos al apostolado, etc.
Después cada manifestación del Movimiento, como las Mariápolis, las jornadas, etc., se apoyan
sobre este pilar. Cada cosa se debe hacer en la caridad recíproca, gracias a la cual todo adquiere valor.
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Centro Chiara Lubich
Movimiento de los Focolares
www.centrochiaralubich.org
En efecto, la Obra tiene que llevar a todas partes, y antes que nada con su ejemplo, el amor
recíproco de modo tal que se realice la unidad, ya que su primera finalidad específica es "que todos sean
uno" (Jn. 17, 21).
Y es este modo de vivir el que permite a nuestra Obra estar perfectamente entonada con nuestra
tiempo.
Nosotros sabemos que el Espíritu Santo en el Concilio Vaticano II, para devolver el verdadero
rostro a la Iglesia católica, hoy exige que ésta se vuelva a modelar según el espíritu de los primeros
cristianos.
Y para el cristianismo de los primeros tiempos, la realidad primera de la Iglesia es justamente ser
comunión, caridad. Todos los demás valores de su estructura se consideran y tienen sentido dentro de esta
realidad esencial.
Hay una importante afirmación que Pablo VI hizo en Sidney cuando habló a los obispos de
Oceanía: "La Iglesia es caridad, la Iglesia es unidad. (...) Esta es, nos parece, la virtud principal, -dice el
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Papa- que se le pide a la Iglesia católica en esta hora del mundo"
Queridísimos religiosos, jóvenes religiosos, he leído muchas veces libros de santos fundadores y
muchas, muchas reglas de familias, órdenes y congregaciones religiosas y me he dado cuenta que el
Espíritu Santo, siempre que inspira una nueva -Fundación en la Iglesia, subraya el amor, justamente el
amor reciproca. Y no puede ser de otra manera, éste es el cemento de cada comunidad cristiana. Tal vez,
después, a lo largo de los siglos se ha puesto esta norma evangélica al mismo nivel que las demás y
entonces a veces se ha sentido su ausencia.
Pongamos todos en la base de nuestra vida comunitaria el mandamiento de Jesús. Vivámoslo
radicalmente y veremos... milagros. Influiremos realmente en la Iglesia, y la Iglesia, mucho más unida,
incidirá mucho más en el mundo, contribuyendo a su unidad. De este modo se podrá repetir lo que decía
san Agustín: "Lo que Babel dispersó -en el mundo-la Iglesia lo reúne; de una lengua procedieron muchas,
no te asombres, esto lo hizo la soberbia.
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Muchas lenguas se convierten en una, no te asombres, esto lo hace el amor" .
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Discurso de Pablo VI a los obispos de Oceanía, 1 de diciembre de 1970.
San Agustín, cf Sermo 271, PL 38-39, 1245.
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