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SEMINARIO MENOR AMBIENTAL
FOLLETO DE LA DIÓCESIS DE LA DORADA-GUADUAS
PRESENTACIÓN
SEMINARIOS
AÑO 2003
DOCUMENTACIÓN
Hace varios años surgió una experiencia de pastoral vocacional en la
diócesis de La Dorada-Guaduas a la
que se llamó Seminario Menor
Ambiental. Ya el nombre mismo causaba cierta extrañeza, pues la primera
reacción era asociarlo a algún movimiento ecológico, que por la época
eran abundantes. Poco a poco se fue
dando a conocer la real motivación del
nombre: distinguirlo de los seminarios
menores tradicionales, en cuanto que
buscaba ofrecer una formación previa
al Seminario Mayor sin sacar a los
niños y jóvenes de su propio ambiente.
Muy pronto la experiencia fue
tomando forma en la jurisdicción diocesana, pero pronto fue también llamando la atención de algunos obispos, quienes quisieron asumir la
misma modalidad o algunos elementos de ella, en sus propias Iglesias
particulares y pedían por tanto alguna
asesoría sobre el tema. La verdad es
que no se pudo ofrecer a los interesados un documento que expresara los
principios doctrinales y metodológicos, pues nosotros mismos estábamos
apenas plasmando en lo concreto las
ideas que monseñor Fabio Betancur.
Tirado, inspirador del Seminario
Ambiental, tenía en mente.
Hoy, después de varios años de
trabajo y de una aceptable madurez,
propiciada por tantas personas que
nos ofrecieron su apoyo incondicional, podemos ofrecer un documento
que expresa a grandes líneas los fundamentos doctrinales y metodológicos del Seminario Menor Ambiental.
Un trabajo tal servirá para todos
aquellos que, en la diócesis de La
Dorada-Guaduas, han asumido un
compromiso serio con la promoción y
formación de las vocaciones al presbiterado y servirá también para otras
Iglesias particulares que deseen conocer el “ser y hacer” del esta modalidad de seminario.
No es un documento acabado, pues
al Seminario Ambiental le queda
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todavía mucho camino por recorrer,
pero estamos seguros de que servirá
de instrumento útil para una mejor
comprensión y para un mejor manejo
de la experiencia de pastoral vocacional que nos hemos empeñado en sacar
adelante.
DOCUMENTACIÓN
1. RECOGIENDO DE LO ANTIGUO Y DE LO NUEVO
Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro. La memoria nos hace
recordar las grandes acciones de
nuestros predecesores para presentarlas como modelos a todas las generaciones, y nos hace también reconocer
los errores para no repetirlos. En ese
sentido, la historia es base fundamental para la construcción del presente y
del porvenir. No se trata de creer que
“todo tiempo pasado fue mejor” ni de
creer que únicamente en lo novedoso
encontramos las soluciones a los problemas actuales. Se trata solamente
de reconocer que cada tramo del
camino andado, por tortuoso que a
veces parezca, ha aportado al perfeccionamiento del mundo y del hombre.
La formación de los pastores en la
Iglesia no es la excepción a lo antes
enunciado. Esta ha recorrido una ya
larga historia, que como todo lo
humano va cargando a su paso luces y
sombras.
Los primeros siglos de la Iglesia
no experimentaron mayores problemas con la formación de sus ministros, pues quienes accedían a los oficios de dirección en la comunidad
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estaban, en la mayoría de los casos,
movidos por un auténtico deseo de
servicio. La formación que se les
ofrecía consistía en el conocimiento
de las escrituras hasta entonces aceptadas y en una intensa catequesis
sobre el misterio del Mesías. No obstante, como lo demuestran los escritos de los Padres de la Iglesia, eran
muchos los ministros de estos primeros siglos que estaban dotados de una
profunda y auténtica sabiduría cristiana. No olvidemos que los tres primeros siglos están marcados por la persecución y fueron justamente los
obispos, presbíteros y diáconos, blancos preferidos de los perseguidores.
Optar por los cargos de dirección en
la Iglesia exigía entonces una valentía
particular, que sin duda era donada
por el Espíritu, que enriquece con las
gracias necesarias para cada estado.
Con la llegada de Constantino en
el siglo IV se abre la posibilidad de
profesar públicamente la fe. Creció el
número de fieles y por tanto se hizo
necesario aumentar de igual modo el
número de ministros. La formación
que podía ofrecerse a estos clérigos
fue, en ese entonces, muy modesta.
La mayoría de los futuros sacerdotes
se educaba en compañía de un párroco, acaso el de su misma ciudad natal,
conviviendo con él. Aquí aprendían
los rudimentos del latín y el rito de la
misa y de la administración de los
sacramentos, se entusiasmaban por el
ideal del sacerdocio cuando tenían
ante sí un ejemplo vivo, pero se contentaban también con la mediocridad
y la rutina cuando tenían que vivirla
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consciente de una inmensa separación entre clero y laicado, favorecida
seguramente por la laicización que
sufre la sociedad civil, pero también,
según algunos, debido a la rigorista
formación de los seminarios, herederos de las tradiciones francesas del
siglo XVII que influyeron en casi
todas partes (Nueva historia de la
Iglesia, IV. 400).
Se criticó también el inconveniente que presentaba para el apostolado
sacerdotal el aislamiento del mundo,
que se manifestaba en particular, en
la mediocridad habitual de la predicación, tal como puede verse en ]os
seminarios de la época. Se le dedicaba mucho tiempo y muchos esfuerzos; pero su contenido era con frecuencia decepcionante porque parecía que los predicadores se afanaban
ante todo por restaurar un pasado que
añoraban, conociendo mal el mundo
en que vivían (Nueva historia de la
Iglesia, V. 134).
Los intentos por reformar el estado
de cosas fueron inmensos y muchas
cosas se lograron. Pero resulta hoy
importante para nosotros sobre todo
la obra del concilio Vaticano II que
con su decreto “Optatam totius” nos
ofrece la carta magna de los seminarios del tiempo actual. Tal decreto
busca, sin duda alguna, dar a la formación de los futuros pastores una
orientación más acomodada a los
cambios del mundo y a las necesidades pastorales de los fieles.
Los cambios ocasionados por el
Concilio no fueron por todos bien
aceptados y se crearon situaciones de
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día a día (Nueva historia de la Iglesia, III, 41). Durante mucho tiempo
este fue el modelo dominante de formación, aunque no podemos negar
que hubo intentos grandes y fructíferos por mejorar la calidad de los
sacerdotes.
Habría que esperar hasta el concilio de Trento, tan preocupado por la
renovación del clero, para que se
diera la aparición de seminarios como
centros específicos de formación
sacerdotal. Su historia es larga y compleja, a tal grado que, aun muchos
años después del Concilio, todavía no
lograron ser una institución bien definida y uniforme, aunque comenzaba,
sobre todo con la espiritualidad francesa del l600, con personajes como
Juan Jacobo Olier, Vicente de Paul,
Juan Eudes y otros, una renovada formación sacerdotal que atendía el
urgente clamor de tener sacerdotes
con auténtica vocación y adecuada
preparación.
Más tarde, la forma tridentina
llegó a generalizarse en la Iglesia de
occidente con la conformación no
sólo de seminarios mayores, sino
también menores, que atendieron de
manera muy eficaz a la necesidad de
que los sacerdotes fueran personas de
profunda vida espiritual y de alto
nivel cultural.
Sin duda alguna, muchos fueron
los logros de las instituciones para la
formación eclesiástica establecidas
por el concilio de Trento; pero con el
correr del tiempo se sintió la necesidad de actualización. En el siglo XIX
el mundo católico comienza a hacerse
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crisis que perduraron por mucho
tiempo. También la institución de los
seminarios mayores se vio en apuros.
Muchos de ellos se vieron casi desocupados y otros sintieron que sus ideales basilares se derrumbaban. Respecto de los seminarios menores, se
comprobó también un debilitamiento,
pues con el paso del tiempo se fueron
convirtiendo, muchos de ellos, en
simples colegios y su original función
de semilleros vocacionales se fue
haciendo cada vez menos eficaz.
A la Optatam totius le siguió la
Ratio fundamentalis que recogió el
genuino espíritu conciliar al dar como
objetivo de toda la formación “que se
formen verdaderos pastores de almas
a ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo” (Congregación para la educación
católica, Normas básicas de la formación sacerdotal, 20). En la misma
línea, la Congregación para la educación católica ha publicado numerosos
documentos para promover una formación cada vez más adaptada a las
necesidades actuales.
En la historia más reciente, la
Exhortación apostólica Pastores
dabo vobis, ofrecida por Juan Pablo II
en 1992, ha sido obra determinante
para la búsqueda de una formación
sacerdotal que responda cada vez
mejor a las necesidades del mundo y
de la Iglesia. En efecto, tal documento inspiró la renovación de muchas
instituciones dedicadas al cultivo y
fomento de las vocaciones a la vida
sacerdotal.
La diócesis de La Dorada-Guaduas,
que desde los primeros días de su fun-
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dación, en 1984, hizo opción por una
intensa promoción vocacional, no desaprovechó la oportunidad para buscar
una renovación en sus estructuras
vocacionales y fue así como en febrero
de 1993 se decidió a poner en marcha
un proyecto, surgido de la creatividad
pastoral de su primer obispo, monseñor
Fabio Betancur Tirado, que fiel a las
directrices de la Iglesia, combina prácticas antiguas y nuevas, en vistas de
una mejor animación y acompañamiento de las vocaciones. A esa experiencia se dio el nombre de: “Seminario Menor Ambiental Santo Domingo
Savio”, cuyo propósito esencial fuera
ofrecer a niños y jóvenes una formación adecuada que los preparara a
optar, de manera libre, por la vida
sacerdotal, sin sacarlos de su propio
ambiente parroquial, escolar y familiar.
De la larga historia de la formación sacerdotal en la Iglesia, que aquí
apenas hemos esbozado, el Seminario
Menor Ambiental quiso sacar los elementos de perenne validez para la
formación inicial de los niños y jóvenes que parecen poseer gérmenes de
vocación sacerdotal.
De la antigua tradición conserva el
hecho de formarse (al menos en esta
primera fase) a la sombra de la propia
comunidad parroquial y de tener en el
párroco el más inmediato de sus formadores y en su familia, sus educadores y la comunidad cristiana en general, una fuente viva de estímulo y
colaboración.
De la tradición tridentina asume la
incuestionable necesidad de una institución bien determinada, con normas
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Seminario Menor Ambiental
2. ¿QUÉ ES EL SEMINARIO
MENOR AMBIENTAL?
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Es una institución de la diócesis de
La Dorada-Guaduas que ofrece a los
niños y jóvenes, que manifiestan
algún interés por el sacerdocio, un
proceso de formación integral sin
sacarlos de su propio ambiente.
Mediante experiencias parroquiales, vicariales y diocesanas busca
actuar sobre la dimensión humanocomunitaria del joven, sobre su
dimensión espiritual, ayudarles a dar
razón de su fe e iniciarlos en el apostolado, de manera que asuman su
compromiso bautismal configurándose con Cristo y tengan elementos suficientes para tomar una decisión consciente y libre.
Expliquemos ahora de forma detallada cada uno de los elementos que
conforman esta definición:
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claras, objetivos bien definidos y elementos que fortalezcan el espíritu de
pertenencia, donde se brinde una formación seria a quienes tienen en
mente acceder algún día al sacerdocio.
De las enseñanzas conciliares del
Vaticano y del Magisterio posterior
asume el reto de preparar adecuadamente al seguimiento de Cristo, influyendo de manera positiva en las
dimensiones humano-comunitaria,
espiritual, intelectual y pastoral de los
futuros sacerdotes.
De la PDV asume, entre otras
muchas cosas, la convicción de que el
Seminario en sus diversas formas,
antes que ser un lugar o un espacio
material, es un ambiente, una atmósfera que favorece el proceso formativo.
Hoy, después de un tiempo más o
menos largo de su marcha, podemos
presentar un balance positivo del
Seminario Menor Ambiental que no
busca tanto aumentar la cantidad de
candidatos al sacerdocio, sino más
bien favorecer la vivencia de los compromisos bautismales, la toma de
decisiones más conscientes y libres y
preparar de manera adecuada para las
ulteriores intervenciones formativas.
Ya decía el Señor que “el discípulo del reino de los cielos se parece al
dueño de casa que va sacando del
arca de lo antiguo y de lo nuevo” (Mt
13,52); mal haríamos nosotros entonces en no aprovechar el cúmulo de
principios y experiencias que en
materia de formación sacerdotal ha
ofrecido la Iglesia a lo largo de toda
su historia.
Es una institución de la diócesis de
La Dorada-Guaduas...
Mientras estamos en este mundo,
no vemos a Dios cara a cara, ni
siquiera en la suprema contemplación
mística. Tampoco oímos la voz de
Dios de modo directo, sino mediante
las cosas creadas. Cristo mismo, que
es Dios, hace que veamos su divinidad sólo a través del velo de su humanidad. Y también las reclamaciones y
mociones más íntimas del Espíritu
Santo en nuestro alma, que desde el
punto de vista psicológico parecen
poseer una inmediatez absoluta, están
comunicadas, a través de la creaturalidad. Esto vale también para la lla-
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mada divina, que se hace inteligible
sólo a través de la mediación creatural. Dentro de esa mediación de la voz
de Dios pueden distinguirse dos
series de componentes: unos subjetivos, que nos manifiestan la llamada
por medio de experiencias, vivencias
y sensaciones internas y personales, y
otros objetivos, que nos la notifican
desde fuera, sobre todo a través de
aquellos que Dios ha puesto al frente
de la comunidad eclesial.
También en la vocación al sacerdocio se encuentran una certeza subjetiva
del ser llamado y una aceptación y
reconocimiento por parte de la Iglesia.
En la práctica, la primera piedra de
toque de una vocación subjetivamente
auténtica es la disposición a someterse
a la interpretación y guía objetivas
mediante un pastor de almas, y esto,
porque la vocación al ministerio presbiteral existe en la Iglesia y para la
Iglesia, y se realiza para ella y es por
tanto tarea del obispo o del superior
competente no sólo examinar la idoneidad y la vocación del candidato,
sino también reconocerla. Alguien que
crea tener vocación al presbiterado
debe recibir ese don sin imponer sus
propias condiciones personales, sino
aceptando las normas y condiciones
que pone la misma Iglesia, por la responsabilidad que a ella compete (Juan
Pablo II, Pastores dabo vobis, 35); y
es que, oír la llamada electora no es
cuestión del individuo solo, es igualmente cuestión de la Iglesia, que tiene
que preocuparse de la disposición de
tal escucha (Balthasar, H. U. v., Estados de vida del cristiano, 329-353).
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El Seminario Menor Ambiental no
quiere ser más que uno de esos mediadores objetivos de la llamada. Una de
esas realidades visibles de la Iglesia
que, en franca actitud de servicio,
busca despertar aquellas vocaciones
que, como la de Samuel, todavía no se
han hecho suficientemente conscientes (1 Sm 3); sostener y desarrollar
aquellas que desde el comienzo y con
valentía han dado su “sí” generoso
como María la Madre del Señor (Lc
1,38); dar coraje a aquellas que, como
la de Jonás, aun siendo auténticas tienen miedo a obedecer la voz de Dios
(Jon 1,1-3) y finalmente, como lo hizo
Jesús con el endemoniado de Gerasa
después de liberarlo, a enrutar las
inauténticas hacia otros servicios eclesiales (cf. Lc 8,38-39).
Claro debe quedar desde el comienzo que el Seminario Menor Ambiental
no es simplemente un proyecto más o
menos articulado de convivencias con
jóvenes vocacionados, sino que se
trata de una verdadera institución, con
una organización bien definida, con un
proyecto serio de formación y con
unos elementos que favorecen la conciencia de pertenencia.
Entre esas estructuras institucionales del Seminario Ambiental destaca
el papel de los directores, considerados ante todo como hermanos mayores que prestan un servicio de acompañamiento en la fe. El primer responsable del Seminario Menor Ambiental
es el obispo, quien está llamado a animar, en primera persona, las vocaciones presbiterales y a confirmar con su
autoridad apostólica los carismas y
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nitaria en varios niveles: el parroquial, donde los niños y jóvenes
miembros de la institución se reúnen
periódicamente bajo la guía del párroco o de su delegado para recibir animación y formación; a nivel vicarial
cuando, cada dos meses los alumnos
de la institución que pertenecen a una
misma vicaría foránea se reúnen, bajo
la guía del delegado vicarial y del rector para profundizar los contenidos
del Catecismo de la Iglesia católica;
y finalmente a nivel diocesano, cuando en los retiros, misiones y convivencias se reúne la comunidad en
pleno para compartir su fe y su vida.
Finalmente, en la estructura institucional hay elementos que favorecen la
conciencia de pertenencia, entre ellos
destacamos: la matrícula que cada
joven deberá diligenciar, la hoja de
seguimiento dispuesta para la valoración de cada joven en las diversas
dimensiones de la formación, el carnet que lo identifica como miembro
de la institución, el escudo que sintetiza sus ideas fundamentales y el himno
que expresa la teología presente en
todo el proceso institucional (ver anexos).
Aunque también el programa de
estudios y todo el proceso formativo
hacen parte de la fisonomía institucional del Seminario Menor, no los
tratamos aquí, pues se hablará más
adelante de ellos.
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DOCUMENTACIÓN
vocaciones en la Iglesia (Juan Pablo
II, Pastores dabo vobis, 41. 6). Figura importante es también la del rector,
quien nombrado por el obispo, actúa
como padre de la comunidad educativa del seminario; a él compete coordinar todo el proceso de la institución, animar la creación de los pequeños seminarios en las parroquias,
coordinar actividades vicariales y
diocesanas de formación; conocer,
como auténtico pastor que es, la historia personal y familiar de los miembros de la institución y presentarlos,
cuando sea el momento, al Seminario
Mayor. De igual manera se cuenta
entre las directivas a los delegados
vicariales de pastoral vocacional, a
quienes compete organizar, en coordinación con el rector, los encuentros
que se realizan a nivel de vicarías
foráneas. Finalmente están el párroco
y sacerdotes colaboradores, quienes
son los formadores más cercanos de
los seminaristas menores; ellos deben
velar porque las reuniones parroquiales se realicen con cierta periodicidad; deben conocer la vida familiar,
escolar, laboral, eclesial, personal...
del seminarista menor y rendir los
informes pertinentes al rector del centro formativo.
El servicio que prestan los directivos sólo tiene razón de ser si existe
una comunidad bien definida y con
aceptable estabilidad y el Seminario
Menor Ambiental la tiene. Aunque
diseminada por toda la diócesis esta
comunidad se siente unida por un
mismo ideal: el seguimiento de Cristo y vive además su cohesión comu-
...que ofrece a los niños y jóvenes
que manifiestan algún interés por el
sacerdocio...
No sólo el hecho, sino también la
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manera especial de la llamada es objeto de la libertad de Dios, cuya voz no
sólo se percibe subjetivamente de
manera distinta en cada caso, sino que
objetivamente se produce de forma
diversa. Ella puede ser una invitación
suave o una exigencia rotunda. Puede
también extenderse a lo largo de los
años o irrumpir como exigencia que
no da espera. Sin embargo, como
demuestra una larga experiencia, rara
es la llamada que no eche sus raíces ya
en la tierna infancia. Con frecuencia,
un primer momento de manifestación
ocurre en los años de la preadolescencia o en los primerísimos años de la
juventud, e incluso en quienes deciden su ingreso en el seminario más
adelante, no es raro constatar la presencia de la llamada de Dios en períodos muy anteriores.
La historia de la Iglesia es un testimonio continuo de llamadas que el
Señor hace en edad tierna todavía.
Santo Tomás de Aquino, por ejemplo,
explica la predilección de Jesús hacia
el apóstol Juan “por su tierna edad” y
saca de ahí la siguiente conclusión:
“esto nos da a entender cómo ama
Dios de modo especial a aquellos que
se entregan a su servicio desde la primera juventud”. La llamada normalmente se empieza a hacer más clara
en los años del desarrollo; entre los
quince y veinte años de edad. La persona que se encuentra en este periodo
tiene arrestos para todos los ideales,
y, por ello, también algo así como una
disposición natural para abrirse con
magnanimidad al llamamiento de
Dios que exige gran coraje (Baltha-
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sar, H. U. v., O.c., 355-356).
Por tales comprobaciones históricas
y pedagógicas, el Seminario Menor
Ambiental establece que pueden pertenecer a él todos aquellos niños y
jóvenes de la diócesis de La DoradaGuaduas que, respaldados por su
párroco y habiendo cursado al menos
el sexto grado, se sienten inclinados a
la vida sacerdotal y se matriculan en
la institución con el propósito de clarificar, mediante un proceso más o
menos largo de formación, sus inquietudes. Como es lógico, estos niños y
jóvenes no poseen aun certeza de ser
llamados, por eso será absolutamente
normal encontrar entre los alumnos,
“quienes tienden abiertamente al
sacerdocio, quienes lo admiten como
posible, quienes, finalmente, se manifiestan vacilantes y dudosos con relación a su vocación, pero están bien
dotados y no eliminan toda esperanza
de poder llegar al sacerdocio” (Congregación para la educación Católica,
Normas básicas ...13).
...un proceso de formación integral...
Antes no era tan urgente en la Iglesia un proceso formativo previo al
Seminario Mayor, pues las vocaciones procedían de familias más o
menos bien formadas en la fe y en la
mayoría de los casos provenían de los
seminarios menores tradicionales.
Las cosas hoy son distintas. La cultura postmodema, la inestabilidad familiar, los conflictos sociopolíticos y
económicos, el neoliberalismo, la
cultura urbana y otros fenómenos,
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nario Mayor es tiempo de formación,
queda demostrado por la preocupación de la Iglesia en organizar instituciones de variada índole para favorecer el surgimiento y desarrollo de las
vocaciones sacerdotales. Entre esas
instituciones han gozado de especial
afecto los seminarios menores y
aquellas instituciones afines que tienen como objetivo primero “ayudar a
los adolescentes, que parecen poseer
gérmenes de vocación, a que la disciernan más fácilmente y puedan responder a ella” (Congregación para la
educación católica, Normas básicas...
). A tales instituciones ha encomendado la tarea de “ayudar a los jóvenes
con una conveniente dirección en su
configuración espiritual individual,
de forma que desarrollen armónicamente sus cualidades físicas, morales,
intelectuales y afectivas y adquieran
cada día más el sentido de la justicia,
la sinceridad, la amistad fraterna, la
verdad, la justa libertad y la conciencia de su deber, de modo que, desarrollados también todos los valores
naturales con la debida atención, puedan prepararse más fácilmente para
seguir a Cristo Redentor con generosidad y pureza de espíritu y servirle
en una vida apostólica” (Ibid. 108).
Es evidente, entonces, que no es
un proceso marginal, sino un tiempo
explícitamente formativo, con una
articulación adecuada y una fisonomía propia. Los que tienen en sus
manos la pastoral de las vocaciones
no pueden limitarse a esperar, ni ser
simplemente los verificadores de la
presencia de la vocación, sino que
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han producido cambios substanciales
en la sociedad y necesariamente han
influido en las personas, provocando
pérdida de valores, opciones frágiles,
temor por los compromisos definitivos y la falta de objetivos claros para
el desarrollo de la propia vida. Por
todo esto se hace necesaria más que
nunca, como lo ha subrayado con
insistencia el Magisterio de los últimos tiempos, una pastoral vocacional
que prepare humana, cristiana, intelectual y espiritualmente a los candidatos al Seminario Mayor.
Muchos, que quizás no se han
dado cuenta del estado actual de las
cosas, consideran el tiempo de pastoral vocacional como un simple tiempo de reclutamiento, de transición, de
espera y no propiamente como un
tiempo de formación. En realidad
quienes así piensan están bien lejos
de las actuales tendencias de la pastoral de las vocaciones en la Iglesia,
pues el tiempo precedente a la toma
de decisión de entrar al Seminario
Mayor tiene como objetivo madurar
en el sujeto su compromiso cristiano,
educar para hacer una elección libre,
lo mismo que estimular en el individuo unas nuevas disposiciones de
ánimo que le permitan ir abrazando
gradualmente los compromisos a que
libremente quieren acceder. A este
objetivo final se orientan todos los
esfuerzos, lo mismo que la comprobación, por parte del sujeto y de la
institución, de la autenticidad de la
llamada (Cencini, A., Vida consagrada. Itinerario formativo, 116-117).
Que el tiempo precedente al Semi-
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deben ser verdaderos acompañantes
que ayuden a tomar una decisión creyente acerca de la propia vida, para
que esa pequeña semilla que ha sido
sembrada pueda madurar.
Ciertamente es sólo la primera fase
del proceso formativo; la seguirán
otras, pero la ciencia humana y la
experiencia dicen que es justamente
el primer impacto el que da una
impronta, una dirección al camino
sucesivo; y no sólo porque crea hábitos, sino sobre todo porque, a nivel
más profundo, permite o debería permitir la formación de estructuras interiores que hacen al joven educable,
sujeto y objeto de formación, tierra
buena para las intervenciones formativas ulteriores. (Cencini, A., O.c.,
116-117).
Al menos cuatro elementos son
irrenunciables en un acompañamiento vocacional que pretenda responder
a las expectativas que hoy tiene la
Iglesia:
– Claridad en los conceptos teológicos, antropológicos y pedagógicos,
precisión en la metodología y claridad de los fines y objetivos.
– Competencia calificada de aquellos que acompañan los procesos y
gusto por la tarea pastoral que desarrollan.
– Real coparticipación de vida
entre formador y jóvenes en formación.
– Efectiva disponibilidad de tiempo y condiciones ambientales que
permitan ejercer este ministerio (Ibid.
57-59).
El Seminario Menor Ambiental
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trata de responder a estas exigencias y
se esfuerza por eliminar la reprobable
e irresponsable costumbre del reclutamiento o de la pesca, para favorecer
verdaderos procesos de formación
que, como veremos más adelante,
influyan de manera positiva sobre las
dimensiones humano-comunitaria,
espiritual, intelectual y apostólica del
muchacho, bajo la guía diligente de
un grupo de formadores y con la colaboración de todo el pueblo de Dios.
...sin sacarlos de su propio
ambiente.
En la oración sacerdotal de Jesús
encontramos una palabra iluminadora
al respecto: “no te pido que los saques
del mundo, sino que los libres del
maligno” (Jn 17,15). Quien ha sido
llamado por el Señor a un seguimiento cualificado debe proseguir su existencia cotidiana en ese mundo, entendido como ambiente geográfico y cultural, cargado de luces y de sombras;
en éste, los discípulos deberán ser fieles a la palabra del maestro, no
podrán ni deberán buscar refugios
que los alejen de la realidad y de sus
coetáneos, sino que deberán ser, en
medio de su ambiente, por duro que
sea, luz y sal.
Quienes parecen haber sido llamados por Dios al sacerdocio diocesano,
deben aprender a amar y a conocer
ese pedazo de mundo en el que deben
vivir, seguros de que “la acción de
Dios, a través de su Espíritu, se da
permanentemente en el interior de
todas las culturas” (Santo Domingo,
Conclusiones, 243); deben aprender a
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animadores vocacionales en la historia de cada ser humano, (Juan Pablo
II, Familiaris consortio, 39), de tal
manera que podría decirse que es plenamente padre sólo aquel que es
capaz de indicar las auténticas perspectivas de vida, aquellas que llevan
al pleno cumplimiento de sí, y que
sabe al tiempo ayudar a hacer la elección justa, estimulando al hijo para
asumir las propias responsabilidades
y a jugarse hasta las últimas consecuencias su libertad, o a entender que
la verdadera libertad es la de poder
ser aquello que se está llamado a ser.
(Cencini, A., Complementarietà tra
pastorale vocazionale e familiare,
693-694).
Inspiración para esto encontramos
sobre todo en la familia de Nazaret,
señalada por Lucas como el punto
focal de la experiencia humana de
Jesús entre los hombres. “Nazaret es
la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús. Aquí aprendemos
a observar, a escuchar, a meditar, a
penetrar el sentido profundo y misterioso de esta sencilla manifestación
del Hijo de Dios entre los hombres”
(Pablo VI, Alocución en Nazareth,
enero 5-1965).
Junto con las ‘familias, es la parroquia, como comunidad cristiana, la
clave del Seminario Menor Ambiental, pues la vocación surge en una
experiencia de comunidad y genera un
compromiso de comunidad. Es generalmente en el desarrollo de la vida
parroquial, háblese de la celebración
litúrgica, de la catequesis presacramental, de los grupos parroquiales,
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aceptarlo con sus valores religiosos y
culturales, con sus posibilidades económicas, con sus recursos topográficos, pero también con sus limitaciones y carencias; y deberán además
aprender a mantenerse firmes delante
del cúmulo de tentaciones que ese
mundo pueda presentarles. Con razón
advertía Puebla que el Seminario
Menor, profundamente renovado,
aunque debe responder a las exigencias de la formación previa al Seminario Mayor, debe de igual forma
buscar que los jóvenes no pierdan el
contacto con la realidad ni se desarraiguen de su contexto social (Puebla, 870).
No sacar a los muchachos de su
propio ambiente exige reconocer la
responsabilidad particularísima que
tiene la familia en el acompañamiento de los hijos que sienten en su interior el deseo de seguir más de cerca a
Cristo, pues ella en virtud del sacramento del matrimonio participa, de
modo propio y original, en la misión
educativa de la Iglesia, maestra y
madre. La familia cristiana, con toda
propiedad llamada Iglesia doméstica,
debe ofrecer las condiciones favorables para el nacimiento y desarrollo
de las vocaciones y no puede pretender delegar de manera absoluta, en
otros, este deber sagrado. Ella debe
ser como un primer seminario en el
que los hijos puedan adquirir, desde
el comienzo, el sentido de la piedad,
de la oración y del amor a la Iglesia.
Los padres deben ser animadores
vocacionales de sus hijos, es más, los
padres son los auténticos y primeros
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etc., donde el niño y el joven descubren que Dios los llama a una forma
especial de consagración. Es por eso
que no puede renunciarse de ningún
modo a que la comunidad parroquial
ejerza papel protagónico, no sólo en el
nacimiento de las vocaciones, sino
también en su animación y formación.
Dentro de la comunidad parroquial,
un papel preponderante tiene el párroco y demás sacerdotes colaboradores,
pues como afirma el Concilio, “a los
sacerdotes en cuanto educadores en la
fe, atañe procurar, por sí mismos o por
otros, que cada uno de sus fieles sea
llevado en el Espíritu Santo a cultivar
su propia vocación” (Concilio Vaticano II, Presbyterorum Ordinis, 6). “Tal
deber pertenece a la misión misma del
sacerdocio, por la que el presbítero se
hace ciertamente partícipe de la solicitud de toda la Iglesia, para que aquí en
la tierra nunca falten operarios en el
pueblo de Dios” (Ibid. II); también los
fieles laicos, en particular los catequistas, los profesores, los animadores
de la pastoral juvenil, los grupos y
movimientos cada uno con los medios
y modalidades propios, tienen una
gran importancia en la pastoral de las
vocaciones sacerdotales. Cuanto más
profundicen en el sentido de su propia
vocación y misión en la Iglesia, tanto
más podrán reconocer el valor y el
carácter insustituible de la vocación y
de la misión sacerdotal (Juan Pablo II,
Pastores dabo vobis, 41).
En continuidad y en sintonía con la
labor de la familia y de la comunidad
parroquial, está la escuela, llamada a
vivir su identidad de “comunidad
SEMINARIOS
AÑO 2003
educativa” incluso con una propuesta
cultural capaz de iluminar la dimensión vocacional como valor propio y
fundamental de la persona humana.
En este sentido, si es oportunamente
enriquecida de espíritu cristiano,
puede infundir en el alma de los
muchachos y de los jóvenes el deseo
de cumplir la voluntad de Dios en el
estado de vida más idóneo a cada
uno, sin excluir nunca la vocación al
ministerio sacerdotal (Cencini, A.,
Complementarietà tra pastorale
vocazionale e familiare, 693-694).
El Seminario Menor Ambiental
Santo Domingo Savio, en ningún
momento pretende dispensar a la familia, a la parroquia y a la escuela del
papel protagónico que debe tener en el
nacimiento, animación y desarrollo de
las vocaciones, al contrario, se pone a
su servicio para asesorar y llevar adelante un proceso formativo en el que
ellos son verdaderos protagonistas.
Para lograr el compromiso con la
familia, la institución ofrece, mediante boletines y encuentros, la formación e información necesarias de
manera que los padres sean sujetos
activos en el acompañamiento vocacional de sus hijos. En cuanto al compromiso de la parroquia, se exige a
cada miembro del Seminario Ambiental la pertenencia a un grupo o movimiento presente en su comunidad, lo
mismo que la cercanía con su párroco
y demás sacerdotes. En cuanto a la
escuela, es necesario comprometer
sobre todo a aquellos educadores
encargados del área religiosa, para
que acompañen y estimulen la voca-
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Seminario Menor Ambiental
ción de estos muchachos.
Juan Pablo II afirmó en la PDV
que “el seminario en sus diversas formas, antes que ser un lugar o un espacio material, debe ser un ambiente
espiritual, un itinerario de vida, una
atmósfera que favorezca y asegure un
proceso formativo” (Ibid.); creemos
que con la modalidad ambiental de
este Seminario, entramos en la definición ofrecida por su santidad.
261
DOCUMENTACIÓN
Mediante actividades parroquiales, vicariales y diocesanas...
La pastoral vocacional tiene como
sujeto activo, como protagonista, a la
comunidad eclesial como tal, en sus
diversas expresiones: desde la Iglesia
universal a la Iglesia particular, desde
ésta a la vicaría, a la parroquia y a
todos los estamentos del pueblo de
Dios (Ibid. 41).
Además, en la espiritualidad del
sacerdocio diocesano las diversas instancias de comunión adquieren una
relevancia particular. Los valores y
características propias de los fieles
que pertenecen a una misma parroquia se abren a la acogida, a la comunión y participación con aquellos que
se encuentran bajo la misma jurisdicción vicarial, pero con la plena conciencia de que encuentran su plenitud
únicamente abiertas a la dimensión
diocesana y universal de la Iglesia.
Resulta por tanto interesante que
un acompañamiento vocacional serio
inicie a los niños y jóvenes en la
experiencia activa de estas diversas
instancias de comunión, tan propias
del sacerdocio diocesano. En ellas,
además, los jóvenes podrán reunirse
con otros, que, aunque con diversas
características, sienten en su interior
el mismo anhelo de seguir al Señor
que los llama.
En el nivel parroquial, los niños y
jóvenes que pertenecen a la institución se reúnen periódicamente con el
párroco o con un delegado suyo para
llevar adelante el proceso formativo
sugerido por la institución.
A nivel vicarial, los miembros de
la institución se reúnen cada dos
meses bajo la guía del delegado vicarial de pastoral vocacional y del rector
para realizar una jornada de trabajo y
reflexión en que se incluyan todas las
dimensiones de la formación.
A nivel diocesano, al final del año
se reúnen todos los miembros de la
institución para realizar, durante
varios días, una experiencia de internado. En este nivel, además, los alumnos de los grados 10 y 11 de bachillerato, gozan de unos encuentros especiales a saber: en Semana Santa un
retiro espiritual y en vacaciones intermedias un campo de formación apostólica. En el mes de octubre, los jóvenes del grado 11 son invitados al
Seminario Mayor para realizar el
Encuentro de Aspirantes.
...busca actuar sobre la dimensión
humano-comunitaria del joven...
Sin una adecuada formación humana la formación hacia el sacerdocio,
en cualquiera de sus fases, estaría privada de su fundamento necesario,
pues el joven vocacionado, llamado a
ser imagen viva de Jesucristo, debe
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Vicente Zueco
DOCUMENTACIÓN
262
procurar reflejar en sí mismo, en la
medida de lo posible, y de acuerdo
con su madurez y desarrollo espiritual, aquella perfección humana que
brilla en el Hijo de Dios hecho hombre (Ibid. 43).
Prioritario es, en este sentido, educar para la vida en comunidad. El instrumento educativo más importante
para formar en este aspecto debe ser
un clima impregnado de verdad, es
decir, de sinceridad, lealtad, afecto,
respeto y diálogo, a fin de que el descubrimiento de la propia vocación sea
una conquista progresiva y el resultado de una elección madura más que el
efecto de un condicionamiento externo. La atmósfera del Seminario Menor
Ambiental en sus diversos niveles
deberá contribuir a la madurez de los
aspirantes en la medida en que esté
caldeada por verdaderas relaciones
humanas, capaces de estimular iniciativas y responsabilidades personales,
y deberá llevar gradualmente a una
obediencia digna de los hijos de Dios,
es decir, consciente y razonable
(Congregación para la educación
católica., Orientaciones para la educación en el celibato sacerdotal, 72).
Las experiencias de vida comunitaria ofrecidas en los grupos del Seminario Menor Ambiental, al mismo
tiempo que educan para la vida de fe,
preparan para entrar en el estilo comunitario del Seminario Mayor.
Urgente es también favorecer una
disciplina que lleve a la libertad,
pues, la madurez humana exige una
formación clara y sólida para una
libertad que se presenta como obe-
SEMINARIOS
AÑO 2003
diencia convencida y cordial a la
“verdad”, al don sincero de sí mismo,
como camino fundamental de la
auténtica realización personal. Entendida así, la libertad exige que la persona sea verdaderamente dueña de sí
misma, decidida a combatir y superar
las diversas formas de egoísmo e
individualismo que acechan a la vida
de cada uno, dispuesta a abrirse a los
demás, generosa en la entrega y en el
servicio al prójimo.
Íntimamente unida con la formación a la libertad responsable está también la educación de la conciencia
moral; la cual, al requerir la obediencia
a las obligaciones morales, descubre el
sentido profundo de esa obediencia, a
saber: ser una respuesta consciente y
libre –y por tanto por amor– a las exigencias de Dios y de su amor (Juan
Pablo II, Pastores dabo vobis, 44).
Para el logro de tan altos cometidos, es necesario educar en una
auténtica disciplina, cosa no fácil,
sobre todo hoy que los jóvenes respiran una atmósfera cultural nada favorable a la exigencia o con cuanto
supone voluntad de rigor, capacidad
de negarse algo, coraje de resistir e
imponerse un cierto programa de
vida, ser coherentes con las opciones
hechas, etc. Probablemente muchos
de ellos provienen de ambientes educativos y experiencias de vida que no
les han habilitado para tener y soportar una disciplina.
Se trata entonces aquí de educar el
deseo por medio de la disciplina. Esta
es necesaria, ante todo, como método
general de potenciación de la volun-
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Seminario Menor Ambiental
que algunas corrientes de la espiritualidad influenciadas por visiones dualistas del ser humano invitaban a un
desmedido desprecio del cuerpo con
miras a la purificación del espíritu.
Las tendencias actuales han retornado
más a la originalidad del mensaje
bíblico, dejando en claro que el ser
humano es un ser corpóreo-espiritual:
es cuerpo y es espíritu, o como dice la
antropología de hoy, “una corporeidad espiritualizada” o un “espíritu
encarnado”; la corporeidad y la espiritualidad son dos dimensiones inseparables de la existencia humana, y
sólo si se desarrollan ambas de una
manera integral y armónica el ser
humano alcanzará su madurez.
El proyecto formativo previo al
Seminario Mayor deberá entonces dar
una valoración cristiana de la corporeidad haciéndola ver como una dimensión esencial del ser humano que le
permite estar arraigado en la historia y
la cultura; que le permite comunicarse
con los otros: expresar sus sentimientos, proyectos, deseos y pensamientos,
y entender y acoger en su vida a la otra
persona, que también puede expresarse gracias a su corporeidad. Todo lo
que una persona es, se expresa a través
del cuerpo. No sólo para la relación
con los otros necesita el hombre de su
corporeidad; también para relacionarse con la naturaleza, con la historia,
con la cultura, y con Dios: por eso
podemos decir que el cuerpo es como
un sacramento, es decir, la forma posible de todas las ricas realidades de la
persona, que sólo de esa forma se pueden manifestar (CEC, La educación en
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263
DOCUMENTACIÓN
tad o como sistema para fortalecer la
capacidad de decisión del joven llamado. Un aspecto relevante del concepto de disciplina está constituido,
en efecto, por su regularidad, y ninguna virtud se adquiere o se perfecciona sin el ejercicio o sin un entrenamiento cotidiano y regular que habilite progresivamente al hombre interior
a dominar al inferior. En un programa
formativo, tal disciplina debe encontrar a toda costa su lugar, si queremos
formar a esos jóvenes débiles y acostumbrados a tener siempre todo y por
consiguiente no equipados psíquicamente para afrontar una renuncia.
El fin principal y terminal de la
disciplina consiste en crear libertad o
hacer experimentar nuevos espacios y
posibilidades de libertad. Para conseguir este fin son necesarias no sólo la
disciplina, sino la autodisciplina, es
decir, la asimilación personal del
joven mismo de una norma de vida,
de un proyecto estructurado (Cencini,
A., Vida consagrada... 93-101).
Por su parte, el Seminario Menor
Ambiental Santo Domingo Savio trata
de favorecer la adquisición gradual de
los anteriores elementos ofreciendo a
sus alumnos una norma institucional y
asesorándolos en la elaboración y
seguimiento de un proyecto personal
de vida, controlados por el párroco,
director espiritual y en la medida de
las posibilidades por el rector de la
institución.
Ofrecer una visión cristiana del
cuerpo y la sexualidad es también tarea
que el Seminario Menor Ambiental
debe asumir. Pasaron ya las épocas en
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DOCUMENTACIÓN
264
la sexualidad, 46). Es por tanto necesario que los jóvenes aprendan a cuidar de forma equilibrada su cuerpo y a
cultivar sus capacidades físicas; esto a
la vez que puede convertirse en acción
de gracias al Creador que nos ha puesto en la cúspide de la creación, puede
ser también fuente privilegiada de vida
comunitaria.
Entre las dimensiones propias de la
existencia humana, la sexualidad tiene
un papel de importancia decisiva; la
sexualidad es un elemento básico de
la personalidad; un modo propio de
ser, de manifestarse, de comunicarse
con los otros, de sentir, expresar y
vivir el amor humano. Por eso es parte
integrante del desarrollo de la personalidad y de su proceso educativo y es
por lo mismo ineludible en el proyecto formativo del Seminario Menor
Ambiental. Este tiene que ofrecer a
los jóvenes una visión cristiana de la
sexualidad y de su expresión genital y
debe ayudarles a superar las crisis que
en esta dimensión se van presentando
(Congregación para la educación
católica, Orientaciones educativas
sobre el amor humano, 34-42). Es de
capital importancia educar al joven en
una positiva valoración de la mujer y
del matrimonio a la par de una positiva valoración de la virginidad y el
celibato, pues todo proceso hacia el
sacerdocio debe educar para una castidad asumida libre y alegremente,
animada por motivaciones evangélicas y no por visiones erróneas de la
sexualidad o por motivaciones simplemente jurídicas. Es igualmente
relevante señalar que la formación
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para la castidad no excluye la posibilidad de que el joven pueda tener
experiencias de noviazgo más o
menos intensas y prolongadas, vividas, claro está, en los parámetros del
estilo de vida cristiano.
...sobre su dimensión espiritual...
La formación humana se abre y se
completa en la formación espiritual,
pues, “el hombre está abierto a lo
trascendente, a lo absoluto; posee un
corazón que está inquieto hasta que
no descanse en el Señor. De esta exigencia religiosa fundamental e irrenunciable arranca y se desarrolla el
proceso educativo de una vida espiritual entendida como relación y comunión con Dios” (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 45).
El objetivo de esta formación es
que los jóvenes aprendan a vivir en
trato familiar con el Padre, por su
Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo
(Concilio Vaticano II, Optatam
totuis, 8). Para conseguirlo el proceso
formativo debe:
Iniciar al muchacho en la oración
y meditación de la Palabra: “En efecto, la oración cristiana, alimentándose
de la Palabra de Dios, crea el espacio
ideal para que cada uno pueda descubrir la verdad de su ser y la identidad
del proyecto de vida, personal e irrepetible que el Padre le confía. Por
eso, es necesario educar a los muchachos y a los jóvenes, para que sean
fieles a la oración y meditación de la
Palabra de Dios. En el silencio y en la
escucha podrán percibir la llamada
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Seminario Menor Ambiental
del Señor al sacerdocio y seguirla con
prontitud y generosidad” (Juan Pablo
II, Pastores dabo vobis, 38). En la
oración alimentada por la Palabra, los
jóvenes abrirán el corazón a esa obediencia incondicional al Padre, tan
necesaria para aquellos que desean
consagrar toda su vida al servicio de
los hermanos.
Iniciarlo en la práctica de la
dirección espiritual: la atención a las
vocaciones al sacerdocio se debe concretar también en una propuesta decidida y convincente de dirección espiritual. Es necesario redescubrir la
gran tradición del acompañamiento
espiritual individual, que ha dado
siempre tantos y tan preciosos frutos
en la vida de la Iglesia. El Seminario
Menor Ambiental debe por tanto animar, de un lado, a los niños y a los
jóvenes que lo componen, a descubrir
265
Todo bajo el modelo de María:
Cada aspecto de la formación puede
referirse a María como la persona
humana que mejor que nadie ha
correspondido a la vocación de Dios;
que se ha hecho sierva y discípula de
la Palabra hasta concebir en su corazón y en su carne al Verbo hecho
hombre para darlo a la humanidad;
por eso ella puede y debe presentarse
a los jóvenes que pertenecen a la institución, no sólo como modelo digno
de imitar, sino también como la más
excelsa educadora en las virtudes
humanas y cristianas, necesarias para
quien piensa en la posibilidad del
sacerdocio, pues ella que ha sido llamada a la educación del único y eterno Sacerdote, puede con toda autoridad ejercer también sobre los futuros
sacerdotes de su Hijo una eficaz
acción educativa. Con su ejemplo y
mediante su intercesión, la Virgen
Santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida
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DOCUMENTACIÓN
Estimular la vivencia de la celebración litúrgica: “también la liturgia, culmen y fuente de la vida de la
Iglesia, y en particular, de toda oración cristiana, tiene un papel indispensable, así como una incidencia
privilegiada en la pastoral de las
vocaciones. En efecto, la liturgia
constituye una experiencia vivida del
don de Dios y una gran escuela, de la
respuesta a su llamada. Como tal,
toda celebración litúrgica, y sobre
todo la eucarística, nos descubre el
verdadero rostro de Dios; nos pone en
comunicación con el misterio de la
pascua” (Juan Pablo II, Pastores
dabo vobis, 45).
y apreciar el don de la dirección espiritual, a buscarlo y experimentarlo, a
solicitarlo con insistencia confiada a
sus educadores en la fe y, por otro
lado, debe invitar a los sacerdotes,
para que sean los primeros en dedicar
tiempo y energías a esta labor de educación y de ayuda espiritual personal.
No se arrepentirán jamás de haber
descuidado o relegado a segundo
plano otras muchas actividades también buenas y útiles si esto lo exigía
la fidelidad a su ministerio de colaboradores del Espíritu en la orientación
y guía de los llamados (Ibid. 40).
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sacerdotal en la Iglesia (Ibid. 82).
...ayudarles a dar razón de su fe...
Está claro que una formación
construida sobre un creer débil es ella
misma débil. Por eso el formador no
puede suponer el acto de fe en el
joven ni la calidad de tal acto de fe.
En otras palabras, la fe del muchacho
debe ser objeto explícito de formación, precisamente porque creer es
adherirse “con toda la mente”, operación que por su propia naturaleza
nunca acaba.
El método para fortalecer tal adhesión debe favorecer la integridad de la
fe. El joven debe ser ayudado por
todo el proceso formativo del Seminario Menor Ambiental a entender
con la inteligencia, amar con el corazón y cumplir en los actos cotidianos
la voluntad de Dios. El seminarista
menor, que es ante todo un creyente,
debe aprender y experimentar que la
fe creída y la fe vivida son dos
momentos de un mismo acto (Cencini, A., Vida consagrada... 89-90).
En su esfuerzo por fortalecer en
los jóvenes la capacidad de dar razón
de su fe, el Seminario Menor
Ambiental ofrece en las actividades
parroquiales, vicariales y diocesanas
el siguiente plan de estudios, basado
fundamentalmente en el Catecismo
de la Iglesia católica, desarrollado de
manera cíclica en cuatro años así:
* Año 4: Arte y cristianismo.
En el área doctrinal
* Año 1: Creo en la Trinidad.
* Año 2: Creo en la Iglesia.
* Año 3: La celebración del misterio cristiano.
* Año 4: La vida en Cristo.
En el área de la espiritualidad
* Año 1: La oración en la vida
cristiana.
* Año 2: María en la vida espiritual.
* Año 3: Santidad juvenil.
* Año 4: Modelos para nuestros
días.
En el área pastoral
* Metodología catequética
(durante los campos
de formación apostólica)
Con este plan de estudios se espera que al finalizar el proceso del
Seminario Menor los jóvenes alumnos hayan reflexionado sobre los
temas fundamentales de la fe cristiana
y traten de vivir conforme a ellos, de
manera que si deciden ingresar al
Seminario Mayor hayan recorrido,
intelectual y existencialmente, un
buen tramo del camino de la experiencia cristiana.
...e iniciarlos en el apostolado...
“Una pastoral vocacional auténtica
En el área de la formación humana no se cansará jamás de educar a los
niños, adolescentes y jóvenes al compromiso, al significado del servicio
* Año 1 : Amor y sexualidad.
gratuito, al valor del sacrificio, a la
* Año 2: Derechos del hombre.
donación incondicionada de sí mismo.
* Año 3: Cristianismo y política.
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Seminario Menor Ambiental
Menor, debe brindársele la oportunidad de participar en el apostolado de
la Iglesia teniendo en cuenta, claro
está, la edad y madurez psicológica y
espiritual de cada uno y estimularlo
para que ame su Iglesia Particular y
para que, en la medida de las posibilidades comience a conocer su realidad, inculcarle el aprecio y respeto
por el Papa, pastor universal, por el
obispo, padre y pastor de la comunidad diocesana e iniciarlo en una adecuada vivencia comunitaria de la fe.
267
...de manera que asuman su compromiso bautismal configurándose
con Cristo...
Nadie es tan sensible como los
jóvenes al vacío espiritual que busca,
de alguna manera, ser colmado. Pero
en nadie como en ellos son de temer
también las soluciones de desesperanza: dejarse seducir por ideologías
mentirosas, correr detrás de promesas
locas en experiencias mortales como
la droga, defender el rechazo de toda
sujeción moral, familiar, social; y en
último término, renunciar pura y simplemente a la vida. Quien lleve a
Jesucristo, única respuesta verdadera,
a esta generación, deberá él mismo
haber encontrado en Cristo no sólo la
luz sino la fuerza: la verdadera razón
de vivir el verdadero modelo de
humanidad a seguir, el Salvador con
quien vivir en comunión. Justamente
ahí se perfila la tarea esencial de un
Seminario: conducir hacia el Señor.
Hacia Cristo es atraída por la gracia la mirada del joven que aspira al
sacerdocio. A Él ha entregado su
SEMINARIOS
AÑO 2003
DOCUMENTACIÓN
En este sentido, se manifiesta particularmente útil la experiencia del voluntariado, hacia el cual está creciendo la
sensibilidad de tantos jóvenes. En
efecto, se trata de un voluntariado
motivado evangélicarnente, capaz de
educar al discernimiento de las necesidades, vivido con entrega y fidelidad cada día, abierto a la posibilidad
de un compromiso definitivo en la
vida consagrada, alimentado por la
oración; dicho voluntariado podrá
ayudar a sostener una vida de entrega
desinteresada y gratuita, y al que lo
practica le hará más sensible a la voz
de Dios, que lo puede llamar al sacerdocio. A diferencia del joven rico, el
voluntario podría aceptar la invitación, llena de amor que Jesús le dirige (cf. Mc 10,21); y la podría aceptar
porque sus únicos bienes consisten ya
en darse a los otros y “perder” su
vida” (Juan Pablo II, Pastores dabo
vobis, 40).
El joven debe entender, ayudado
por la formación que va recibiendo,
que por su bautismo y confirmación
ha sido constituido en un discípulo
del Señor y que como todos los cristianos ha recibido el mandato evangelizador, mandato que le posibilita
para ser en su propia comunidad un
testigo y que le invita de igual manera a compartir su fe con personas de
otras comunidades y a reflexionar
sobre la posibilidad de abrir su misión
a la universalidad de la Iglesia.
Desde que el muchacho manifiesta
por primera vez sus inquietudes vocacionales hacia el sacerdocio diocesano, y se inscribe en el Seminario
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corazón en el impulso de una generosidad que ignora todavía todas las
exigencias de la formación, pero, que
instintivamente acepta ya todos los
sacrificios. Todos los medios desplegados en la vida del seminario no tienen otro objeto que permitir el desarrollo pleno de la gracia inicial recibida en el bautismo y que impulsa a
configurarse con Cristo muerto y
resucitado, según se le concede a
cada uno. Será necesario que el corazón del seminarista menor se vaya
liberando de todo lo que, en su naturaleza y en sus hábitos, podría constituir un obstáculo al crecimiento en él
del amor de Cristo. Todos los resortes
de su ser habrán de ser puestos en
acción para convertirse en instrumentos de este fin. Cristo conocido, buscado, amado cada vez más a través de
los estudios, de los sacrificios personales, de las victorias sobre sí mismo,
en la lenta conquista de las virtudes
de la justicia, la fortaleza, la templanza, la prudencia. Cristo contemplado
con perseverancia paciente y fervorosa a fin de que poco a poco, según la
admirable imagen de san Pablo, se
imprima el rostro mismo de Cristo
sobre el del creyente (Congregación
para la educación católica, Carta circular sobre algunos aspectos más
urgentes de la formación espiritual
en los seminarios, enero 6 de 1980).
En este lento camino que tiene
como meta llevar a los muchachos
hacia el Señor, podemos encontrar un
modelo en Andrés, uno de los dos primeros discípulos que siguieron a
Jesús. Es el mismo Andrés el que va a
SEMINARIOS
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contar a su hermano lo que le había
sucedido: “Hemos encontrado al
Mesías” (Jn 1,41). Y la narración de
este descubrimiento abre el camino al
encuentro: “Y lo llevó a Jesús” (Jn
1,42). Este llevarlo a Jesús es el
núcleo de toda la actividad del Seminario Menor Ambiental (Juan Pablo
II, Pastores dabo vobis, 34).
...y tengan elementos suficiente
para tomar una decisión consciente y
libre.
Ante el temor de quienes piensan
que la labor de un Seminario Menor
podría llegar a violentar la libertad de
los jóvenes, es bueno insistir en que
se trata de una ayuda instrumental y
temporal que no sólo no suple la
acción de la gracia ni la libertad del
individuo, sino que trata de hacer al
joven consciente de la acción de la
gracia misma y disponible a ella. Una
pastoral vocacional auténtica no
puede presionar en ningún momento
decisiones para las que el joven no
está todavía preparado, ni un promotor vocacional, conocedor de su
misión debería sentirse frustrado o
desilusionado por el hecho de que
alguno opte por un estado de vida
diverso del sacerdotal.
Podríamos decir que el acompañamiento vocacional que ofrece el
Seminario Menor Ambiental es una
ayuda, un apoyo que unos hermanos,
de mayor experiencia en el discipulado, prestan a unos hermanos menores,
ofreciéndoles elementos que les permitan discernir la acción de Dios en
sus vidas, y tomar decisiones con
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Seminario Menor Ambiental
libertad y responsabilidad (Ibid. 59).
Al Seminario Menor Ambiental no
le interesa tanto elevar el nivel cuantitativo de las vocaciones, cuanto
prestar un servicio en la formación
inicial de aquellos que parecen haber
sido elegidos por el Padre, para el
seguimiento de su Hijo en la vida
sacerdotal, de manera que, cuando les
llegue el momento de tomar decisiones, posean suficientes elementos de
juicio.
3. DESARROLLO PRACTICO
DE LA FUNDACIÓN Y FUNCIONAMIENTO DEL SEMINARIO MENOR AMBIENTAL
COMPROMETER EL PRESBITERIO: El Seminario Menor Ambiental
no puede funcionar sin un compromiso serio al menos de la mayor parte del
presbiterio, pues al centrarse el trabajo
y acompañamiento en la vida parroquial, familiar y escolar es absolutamente necesario contar con la ayuda
de párrocos y demás sacerdotes que
serán, en últimas, los más cercanos
formadores del seminarista menor.
ELEGIR AL RECTOR DE LA INSTITUCIÓN Y ESTABLECER EL
EQUIPO COLABORADOR: El rector
de la institución ha de ser un sacerdote
269
DOCUMENTACIÓN
Cuando se toma la iniciativa de
fundar el Seminario Menor Ambiental, hay unos pasos previos que son
necesarios si se quiere tener altas probabilidades de éxito; ellos son:
con gusto por el trabajo vocacional y
que posea los elementales conocimientos de lo que espera la Iglesia de
todo acompañamiento vocacional,
debe además ser un hombre de espíritu misionero, que esté dispuesto a
recorrer una y otra vez las parroquias y
sectores de la diócesis, y debe por
tanto gozar de disponibilidad de tiempo y de recursos. Con él deberán colaborar, en la medida de las posibilidades, los sacerdotes delegados vicariales de pastoral vocacional, quienes
intervienen sobre todo en la preparación y desarrollo de los encuentros que
se celebren en su sector. Debe además
conformarse un equipo, que puede ser
de seminaristas mayores en año de formación pastoral, para que acompañe al
rector en sus desplazamientos y colabore de modo directo con las diversas
actividades formativas.
SECTORIZACIÓN DE LA DIÓCESIS: Para un acompañamiento más
personalizado de los jóvenes que
manifiestan inquietudes hacia el
sacerdocio, se aconseja que buena
parte de las reuniones se desarrollen
con pequeños grupos. La mayoría de
las diócesis están ya sectorizadas en
vicarías, arciprestazgos u otras divisiones análogas a tales divisiones
pueden aprovecharse para la sectorización del Seminario Menor Ambiental. Además, una tal organización
reducirá las distancias y los costos de
transporte para los alumnos. A cada
sector debe asignársele un centro fijo
de reuniones, en el que se realizan los
encuentros programados en este
SEMINARIOS
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270
nivel.
ESTABLECER LOS CRITERIOS A
SEGUIR: Aunque los documentos de
la Iglesia universal son claros respecto de los lineamientos que debe seguir
la pastoral vocacional, hay realidades
propias de cada Iglesia particular que
determinan algunos criterios. Estos
deben ser clarificados desde el
comienzo. Entre ellos es bueno determinar, antes de comenzar las labores:
*Criterios para la admisión: edad,
grado académico, situación familiar.
*Plan de formación a seguir en las
cuatro dimensiones tradicionales
adaptado a la edad y proceso de los
muchachos. Debe tenerse en cuenta
que tal proceso de formación debe ser
cíclico, de lo contrario los muchachos
se aburrirán de escuchar y hacer
siempre las mismas cosas.
*Establecimiento de una norma de
vida o manual de convivencia para
los seminaristas menores. En la vigilancia del cumplimiento de ésta,
deberán empeñarse todos los Párrocos que tengan jóvenes de su jurisdicción en el Seminario Menor.
*Diseño del tipo de vinculación
que se tendrá con el Seminario
Mayor diocesano. Es bueno que
quede claro que ambas instituciones,
aunque gozando de sana autonomía,
deben permanecer en un estrecho
contacto y estar de acuerdo en los
criterios de selección de aspirantes al
sacerdocio.
*Reconocimiento de la complementariedad del Seminario Menor
Ambiental con las demás pastorales,
especialmente, la juvenil, familiar, y
SEMINARIOS
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educativa.
* Asignación de presupuesto y de
instalaciones locativas.
CAMPAÑA DE ORACIÓN: El
Seminario Menor Ambiental es un
método, entre otros, de formación
vocacional. Sin el respaldo de Dios,
éste no serviría de nada. Por esos es
necesario que previa la fundación, lo
mismo que durante todo el tiempo de
su duración, esté acompañado de la
oración de todo el pueblo de Dios.
CONTACTAR UNA A UNA LAS
PARROQUIAS DE CADA SECTOR
ANTES DE LA INICIACIÓN DE
LABORES PARA EXPLICAR LA
METODOLOGÍA: Este contacto se
hace necesario por varias razones: en
primer lugar, para tener un primer
contacto con los jóvenes que de cada
parroquia podrían tomar parte en la
institución; en segundo lugar, para
pedir al párroco y demás sacerdotes
que acompañen a estos jóvenes desde
la dirección espiritual y les brinden
espacios en los apostolados parroquiales; en tercer lugar, para informar
el lugar, fecha y horarios de la primera reunión sectorial.
REALIZACIÓN DEL PRIMER
ENCUENTRO EN CADA UNO DE
LOS SECTORES: En el día y lugar
señalados se reúnen el rector de la
institución, sus colaboradores y los
participantes y después de las acostumbradas sesiones de oración,
ambientación, presentación, etc. Se
procede a explicarles de manera más
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Seminario Menor Ambiental
ORGANIZACIÓN DE UN CRONOGRAMA DE REUNIONES CON
LAS FAMILIAS: Es bueno organizar,
para cada parroquia o para cada sector, un encuentro con las familias de
los seminaristas menores. Esto ayudará a que los padres de familia se
sientan más comprometidos a colaborar con el proceso formativo de la institución. Si tales visitas se hacen a
nivel parroquial, puede aprovecharse
la oportunidad para hablar también
con los profesores de educación religiosa del joven seminarista.
RETIRO DE SEMANA SANTA:
Para que la formación tenga un carácter progresivo, se recomienda que a
este retiro se invite sólo a los jóvenes
de los últimos grados. Conviene
hacerlo en los primeros días de la
Semana Santa, no en el triduo, pues
en éste los jóvenes del Seminario
Menor son, muchas veces, ayuda
indispensable en las parroquias.
271
REALIZACIÓN DEL SEGUNDO
ENCUENTRO A NIVEL SECTORIAL: La hora de iniciación y finalización de estos encuentros sectoriales
debe determinarse de tal modo que
los jóvenes puedan desplazarse desde
y hacia sus lugares de origen en el
mismo día. Los contenidos del encuentro deben determinarse de tal modo que
toquen las cuatro dimensiones de la
formación: espiritual, humano-comunitaria, intelectual y Pastoral.
CAMPO DE FORMACIÓN APOSTÓLICA: Constituye, sin duda, unas
de las experiencias más enriquecedoras del proceso del Seminario Menor
Ambiental. Conviene hacerla con los
jóvenes de los dos últimos grados de
bachillerato en una semana de vacaciones de mitad de año.
Con anticipación se escoge un
lugar que pueda acoger a los jóvenes y
que les brinde cierto estímulo a su
vocación. Deben estar todos en el
mismo lugar, acompañados por el rector y algunos de sus colaboradores. En
la mañana se hace oración comunitaria, se les brinda formación teórica
sobre el apostolado y sus métodos y se
prepara la temática que tratarán con la
comunidad; en la tarde se les envía a
visitar hogares y a reunirse con grupos
diversos. Cada noche se evalúa la
experiencia para corregir a tiempo lo
SEMINARIOS
AÑO 2003
DOCUMENTACIÓN
detallada la misión que desarrolla el
Seminario Menor Ambiental, su
metodología, las diversas dimensiones que componen la formación.
Luego se les lee y explica la norma de
vida y se les da un tiempo prudente
para que reflexionen sobre su disposición de someterse libremente a ella o
no. Sólo quienes manifiesten voluntad de comprometerse se matriculan.
En esta misma reunión se entrega a
cada seminarista menor su carnet, que
lo identifica como miembro de la institución, la Norma de Vida que cada
uno deberá cumplir, el cronograma de
actividades y otros elementos distintivos de la institución (escudo, himno,
camiseta, brazalete...). Después de
esto se procede a comenzar las temáticas de reflexión.
nº 168
Vicente Zueco
DOCUMENTACIÓN
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que sea necesario.
REALIZACIÓN DEL TERCER
ENCUENTRO A NIVEL SECTORIAL: Sigue la misma dinámica del
segundo encuentro. Debe cuidarse
que las temáticas tratadas guarden
continuidad con las anteriores.
ENCUENTRO DE ASPIRANTES
AL SEMINARIO MAYOR: Los
jóvenes que del grado once, manifiestan seria inquietud por ingresar al
Seminario Mayor son invitados al
Encuentro de Aspirantes, que debe
ser preparado por los rectores del
Seminario Mayor y Seminario Menor
en comunión. El rector del Seminario
Menor brindará un informe detallado
sobre cada uno de los jóvenes que
presenta y su voto deberá ser tenido
en cuenta en el momento de la admisión de nuevos seminaristas mayores.
REALIZACIÓN DEL CUARTO
ENCUENTRO A NIVEL DE SECTOR: Sigue la misma dinámica de los
otros encuentros sectoriales.
ENCUENTRO NAVIDEÑO: En lo
posible, en este encuentro debe reunirse al Seminario Menor en pleno y
debe constituirse en una experiencia
de internado. El tiempo de duración
depende mucho de las posibilidades
económicas y locativas que se tengan.
Este encuentro es el momento privilegiado para estimular a los más perseverantes, para evaluar los contenidos
intelectuales recibidos en las reuniones sectoriales, para sacar a relucir las
capacidades artísticas y deportivas de
SEMINARIOS
AÑO 2003
los muchachos.
DILIGENCIAMIENTO DE LA
HOJA DE SEGUIMIENTO: Lo mejor
es que esto se haga en el transcurso
del año. Tal hoja contiene las apreciaciones de los formadores sobre la personalidad y compromiso cristiano del
seminarista menor. Debe guardarse
con cuidado, pues representa la historia de perseverancia, participación,
crecimiento, estancamiento o retroceso del muchacho y revela igualmente
las áreas en que mejor se desenvuelve
y aquellas en las que debe ser ayudado. Estas hojas de seguimiento son
fundamentales al momento de juzgar
la idoneidad del muchacho para el
Seminario Mayor.
CONCLUSIÓN
En los asuntos de formación sacerdotal, como lo ha demostrado la ya
larga historia de la Iglesia, no existe
el camino perfecto, acabado, sino
simplemente caminos, todos ellos
susceptibles de perfeccionamiento. El
Seminario Menor Ambiental no pretende ser, por tanto, “el camino”, sino
una opción metodológica que, asumida con entusiasmo por la diócesis de
La Dorada-Guaduas, ha producido
frutos abundantes.
Reconocemos en él fortalezas,
como la de involucrar todo el pueblo
de Dios en el reconocimiento, desarrollo y animación de las vocaciones
al presbiterado, lo mismo que el ofrecer un proceso formativo previo al
Seminario Mayor y extender la pro-
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Seminario Menor Ambiental
Gómez, quien le ha ofrecido todo su
apoyo, los rectores que desde su fundación en 1993 lo han acompañado
con verdadero espíritu misionero; los
sacerdotes y religiosas que no han
vacilado en contribuir para que sea
una realidad en cada parroquia; los
seminaristas del año de formación
Pastoral que han sido fundamentales
en su marcha; los grupos de apoyo
que con oración, estímulo y donaciones nos impulsan a trabajar cada vez
más y mejor, las familias de los alumnos y los laicos comprometidos que,
conocedores de nuestro trabajo se han
involucrado según su propia condición y posibilidades. A todos ellos
nuestra gratitud. Con la ayuda de
todos podremos seguir cumpliendo
con esta tarea de anunciar al mundo el
SEMINARIOS
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DOCUMENTACIÓN
puesta vocacional a un número mayor
de jóvenes; pero reconocemos también debilidades en la dimensión intelectual e insuficiente compromiso en
el nivel parroquial por parte de algunos. Permanecemos por eso en continua actitud evaluativa, de manera que
se perfeccione lo bueno y se superen
las deficiencias. Afortunadamente, en
las cosas del espíritu no existe el
“máximo”, sino sólo el “más”, de
manera que cada conquista se abre
siempre a metas nuevas y más altas.
Son muchas las personas que se
han comprometido con el Seminario
Menor Ambiental Santo Domingo
Savio: monseñor Fabio Betancur Tirado, primer obispo de La Dorada-Guaduas, quien fue su inspirador y fundador; monseñor Oscar Aníbal Salazar
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