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EXHORTACIÓN PASTORAL
«Vayan y preparen la Pascua para que la comamos»
(Lc 22, 8)
FRANCISCO JAVIER CHAVOLLA RAMOS
Obispo de Toluca
Creer, celebrar y vivir la Eucaristía Dominical
Diócesis de Toluca
Exhortación Pastoral
INTRODUCCIÓN
«Vayan y preparen la Pascua para que la comamos» (Lc
22, 8), es el mandato que Jesús dirige a sus discípulos, Pedro y
Juan, disponiendo que preparen la Cena pascual. Ellos, a su vez, le
preguntan: ¿Dónde quieres que la preparemos? Jesús les dice lo
que deben hacer. Ellos fueron y prepararon la cena de la Pascua (cf
Lc 22, 8-13). Es la misma exhortación que hago ahora, a Ustedes,
mis queridos presbíteros, diáconos, consagrados, consagras y fieles
cristianos laicos, con las mismas palabras del Señor, que llegan
hasta nosotros y continúan resonando en nuestros oídos y corazón
de creyentes: «Vayan y preparen la Pascua para que la comamos»
(Lc 22, 8).
Nuevamente les convoco, a través de esta Exhortación
Pastoral, para invitarles a continuar remando «mar adentro» en
nuestra misión diocesana permanente, como discípulos misioneros
de Jesucristo, dedicando el Año 2010 a la Pastoral litúrgica.
Permítanme evocar con amor y contextualizar con reverencia, el
amigable y esperanzador mandato de Jesús: «Vayan, preparen y
celebren la Eucaristía Dominical, participando activa, consciente,
plena y fructuosamente de la Pascua del Señor».
A través de este instrumento exhortativo, cuya propuesta
comenzaremos a vivir a partir del primer domingo de Adviento
del próximo Año Litúrgico. Continuemos respondiendo de manera
armónica y continuada a la necesidad radical de «conversión
pastoral y renovación misionera de nuestras comunidades»1.
La finalidad de esta Exhortación Pastoral, como una llamada
a la conversión pastoral y misionera de nuestras comunidades, no es
la implementación mecánica de las orientaciones que les propondré,
sino un llamado a seguir y actualizar el mandato que Jesús ha dado a
sus discípulos de siempre, de preparar su Pascua y celebrarla, con la
intención, dinamismo y espíritu de amor con el que celebró, celebra y
Cf V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Aparecida, 13-31 de mayo
de 2007, 365-372.
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Diócesis de Toluca
seguirá celebrando su Eucaristía, como nueva, única y eterna Alianza.
Eucaristía que Jesús confió a su Iglesia, como signo sacramentado
de su amor por ella: «….Hagan esto en conmemoración mía» (Lc
22, 19). Desde entonces Jesucristo legó a su Iglesia este testamento
visible, palpable y gustable de su amor.
Por ello, estamos llamados a corresponderle celebrando su
Eucaristía con un espíritu, actitudes, formas litúrgicas y expresión
en la vida, que sean la manifestación visible, más auténtica y creíble
de nuestro máximo amor a Jesucristo: amor humano y divino,
amor exquisito, profundo y delicado, que obsequiamos al mismo
Jesucristo, como testimonio de nuestra fidelidad y gratitud, por
permitirnos celebrar su presencia Eucarística, con las expresiones,
palabras y signos que contienen, a un tiempo nuestra realidad
humana y la trascendencia divina:
Expresamos nuestro amor fiel a Jesucristo al acoger el legado
de la Eucaristía, que la Iglesia ha realizado, siguiendo la Tradición
apostólica, por los causes de una disciplina cuidadosa y transparente
para celebrar el mismo Misterio. Amor fiel de discípulos misioneros
de Jesucristo, que asume y encarna el equilibrio correcto, preciso y
noble de las formas, signos y normas litúrgicas; de la belleza y arte
de los ritos litúrgicos de la Celebración Eucarística, particularmente
la Dominical.
Es imposible adentrarse en el corazón de la celebración
litúrgica de los Misterios del Señor Resucitado y de este proyecto
pastoral, expresión profética, aquí y ahora, del «querer de Dios»
para nuestra Iglesia diocesana, si no existe un profundo y personal
amor hacia el mismo Jesucristo, motivo, sentido y fuente de lo que
creemos, celebramos y vivimos en la Eucaristía.
Exhortación Pastoral
I.- DESDE LA RAIZ DE NUESTRO PLAN DIOCESANO,
SU ESPIRITU Y ACCION PASTORAL LITURGICA
A.- MIRAR NUESTRA REALIDAD
-Hechos constatables
Desde nuestro Plan Diocesano de Pastoral 2007-2012, hemos
considerado algunos aspectos de nuestra realidad diocesana2 que
constituyen un desafío para la Pastoral litúrgica. Les invito a ver
nuevamente, con mirada de creyentes, estas realidades relacionadas
con nuestra pastoral litúrgica:
A.1.- Son muchos fieles que participan activa, consciente y
asiduamente en la Misa dominical; algunos de ellos lo hacen por
tradición, costumbre y compromiso social, sin que su participación
llegue a ser activa, consciente y plena. También podemos comprobar
que una cantidad de bautizados, cada vez más creciente, está
dejando de asistir frecuentemente a la Misa dominical.
A.2.- Otro aspecto a considerar, relacionado con la pastoral litúrgica,
es reconocer que existe una insuficiente y desarticulada formación
litúrgica, en algunos pastores y otros agentes de pastoral. Esta
realidad ha propiciado la difusión de un creciente «subjetivismo
litúrgico», consistente en que, de manera especial algunos pastores,
celebran «el misterio pascual de Jesucristo» desde sus perspectivas
individualistas, ajenas al espíritu original de Jesucristo y de su Iglesia.
De esta manera minan la comunión eclesial en las celebraciones
litúrgicas; realizan más un «espectáculo», de admiración y
fanatismo hacia sus personas, en lugar de la «conmemoración» fiel
y amorosa del misterio de Jesucristo, que su Iglesia les ha confiado;
y, finalmente, crean confusión entre los fieles, debido a la diversidad
de criterios, actitudes y formas de celebrar la Eucaristía y los demás
Sacramentos. Aunado a este «subjetivismo litúrgico», se encuentra
el descuido por cultivar el espíritu y la formación litúrgica en nuestras
comunidades.
Cf Pastoral litúrgica, en el Plan Diocesano de Pastoral 2007-2012, p. 46.
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A.3.- Un número significativo bautizados de nuestras comunidades,
fieles cristianos laicos o laicas, prestan su servicio litúrgico ya sea
como miembros de un coro, lectores o acólitos; o bien de ministros
extraordinarios de la Sagrada Comunión. Sin embargo, en algunos
casos, son deficientes su espíritu, formación y actitudes litúrgicos.
Además, a este hecho, debe aunarse la escasa proyección de
la celebración de la Eucaristía y de los otros Sacramentos a su
vida personal, familiar y al compromiso social cristianos. Otros
desempeñan algunos cargos tradicionales de mayordomos,
fiscales y similares, careciendo de instrucción religiosa y sin una
vivencia testimonial, personal y comunitaria, de su fe y encuentro
con Jesucristo, sin sentido y contenido eclesial. Algunas veces en
conflicto abierto con el sacerdote, guiándose instintivamente por
tradiciones anacrónicas, vacías de contenido religioso y con intereses
turbios; vacías del espíritu evangelizador, al cual deben el origen de
su ser y quehacer en la Iglesia.
-Consecuencias de nuestra realidadA.4.- Los anteriores aspectos de nuestra realidad han traído como
consecuencia la pérdida del sentido y el contenido eclesial, litúrgico y
vital, en general, de la Celebración de la Eucaristía y, específicamente,
del Domingo, «Día del Señor»; lo mismo que en él y con él, del día
de la familia y del servicio a los hermanos, especialmente a los más
necesitados.
A.5.- En el fondo, cuando la conciencia del creyente cristiano se
vacía del valor y del significado de la Liturgia Eucarística para su
vida cristiana, prefiere conformar el día domingo a los atractivos
fascinantes y fugaces del mundo actual, dejándose seducir por las
múltiples expresiones de ocio y diversión que le ofrece «la mentalidad
materialista y hedonista» de hoy.
-Necesidades que constituyen un desafío
para nuestra Pastoral LitúrgicaA.6.- Ante esta realidad y consecuencias pastorales, necesitamos
sumergirnos dentro del misterio litúrgico de la Eucaristía de
Jesucristo y de su Iglesia, para incrementar, como miembros del
Exhortación Pastoral
Pueblo de Dios, nuestra participación consciente, activa y plena, de
manera singular cuando nos reunimos para celebrarla el Domingo,
«Día del Señor».
A.7.- Se trata de una experiencia dominical, personal y comunitaria,
que nos conduzca, como al apóstol Tomás (cf Jn 20, 24-29), a la
certeza indudable y creíble del encuentro con Jesucristo Vivo y
Resucitado, presente hoy entre nosotros.
En consecuencia, nuestro anhelo y decisión pastorales, serán
redescubrir y revalorar, a partir del sentido de lo sagrado, la vivencia
personal, familiar y eclesial de la Eucaristía, del «Día del Señor»,
para proyectarla en nuestra vivencia de fe, esperanza y amor, como
discípulos misioneros de Jesucristo, en todas las dimensiones de
nuestra vida, particularmente en la social.
A.8.- Estoy convencido de que la necesidad más profunda y radical
es la de una formación litúrgica sobre la Eucaristía. De una formación
teórica y práctica, con sus recios fundamentos teológicos, históricos,
jurídicos, espirituales y pastorales, en orden a una renovación
eucarística de quienes constituimos esta porción del Pueblo de Dios,
particularmente de los Agentes de pastoral, para testimoniar que
las acciones sagradas son acciones de Jesucristo y de su Iglesia, no
expresiones de criterios individualistas.
B.- CRITERIOS QUE ILUMINAN NUESTRO PROCESO DE
CONVERSION PASTORAL
Ante los aspectos de nuestra realidad antes descritos y la
necesidad de una seria y adecuada formación litúrgica, teórica y
práctica, recordemos algunos de los criterios3 que han de iluminar
nuestro proceder en la Pastoral litúrgica, respecto a la Celebración
Eucarística del «Día del Señor».
B.1.- La Iglesia tiene su origen el mismo día de la Resurrección de
Cristo y, por tradición apostólica, celebra el Misterio Pascual, de
manera particular, cada ocho días, en el día que es llamado, con
3
Cf Pastoral litúrgica, en el Plan Diocesano de Pastoral 2007-2012, p. 46-49
Diócesis de Toluca
razón, Domingo o «Día del Señor». En éste, los fieles han de reunirse
a fin de participar consciente, activa, plena y fructuosamente en la
«Mesa del Señor».
La Asamblea dominical es la expresión privilegiada de unidad que
caracteriza profundamente a la Iglesia, pueblo reunido por Él y en Él.
El «Dies Domini: Día del Señor», se manifiesta así también como «Dies
Ecclesiae: Día de la Iglesia», singularmente de la «Iglesia doméstica»,
la familia (cf DD 35.36; MND 19-21).
De la Misa dominical bien vivida, surge una fuente de caridad
destinada a extenderse a toda la existencia de los fieles, comenzando
por animar el modo mismo de vivir el resto del día domingo.
No menos que aquellos discípulos encargados de preparar la «sala
grande», la Iglesia se ha sentido impulsada, a los largo de los siglos
y en diversas culturas, a celebrar la Eucaristía en un contexto digno
de tan gran Misterio (EE 48; cf. SC 14. 106; DD 72; DCE 14. 15; MND
23; DPPL 48. 95).
B.2.- Fomentar con diligencia y paciencia la educación litúrgica
bajo el aspecto teológico e histórico, como espiritual, pastoral y
jurídico (cf SC 16; DPPL 11. 59), en orden a la participación activa de
los ministros y fieles, interna y externamente, conforme a su edad,
condición, género de vida y grado de cultura religiosa e iluminar otras
expresiones de piedad popular que han surgido y se han desarrollado
en la comunidad eclesial (cf DPPL 5).
Por ser la liturgia acción de Cristo y de su Iglesia, nunca es propiedad
privada de alguien, ni del celebrante ni de la comunidad en que se
celebran los Misterios (cf EE 52; DPPL 11; SC 19. 29; SDP 101c; MND
12. 17; EE 10; DPPL 48)4.
4
Cf Criterios de la pastoral litúrgica en el Plan Diocesano de Pastoral 2007-2012.
Exhortación Pastoral
C.- LLAMADO A REALIZAR EL «QUERER DE DIOS»
Después de reflexionar, orar y consultar, he decidido
declarar el 2010, como el Año dedicado a la Pastoral Litúrgica.
De esta manera seguiremos dando respuesta a nuestra realidad
y necesidades litúrgicas, lo mismo que aplicando los criterios de
iluminación considerados precedentemente.
C.1. Además, estaremos dándole continuidad a nuestro propósito
pastoral prioritario de la Misión Diocesana Permanente. Y, sobre
todo, estaremos optando por la realización del «querer de Dios»,
manifestado en el acontecer eclesial de su amor providente, a través
del llamado a atender específicamente nuestra formación en la fe,
la celebración y la vivencia del Misterio Pascual.
C.2. Misterio del amor supremo, Sacrificio, Banquete y Presencia,
núcleo central, culmen y fuente de nuestra vida en Jesucristo, según
el Espíritu, para gloria del Padre, es la Eucaristía, específicamente
la Eucaristía Dominical.
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II.- ESPÍRITU E ITINERARIO A SEGUIR EN NUESTRA
DIÓCESIS, DURANTE EL AÑO 2010, DEDICADO A LA
PASTORAL LITURGICA
Después de la celebración del Año de la Pastoral Profética
(2008) y el de Pastoral Social (2009), surge también la iniciativa de
dedicar el año 2010 a la Pastoral litúrgica, centrado en la Eucaristía
Dominical.Todo ello y en respuesta fiel a la orientación del Plan
Diocesano de Pastoral 2007-2012.
1.- LEMA
El espíritu que debe caracterizar y animar nuestro propósito pastoral
en el 2010, como Año dedicado a la Pastoral Litúrgica, es: «Creer,
celebrar y vivir la Eucaristía Dominical». Este slogan o motivación
nos descubre, el vínculo indisoluble entre el misterio eucarístico, la
acción litúrgica y el nuevo culto espiritual.
2.- LOS OBJETIVOS
1.- Objetivo general
Recuperar la importancia del Domingo, promoviendo el sentido
sacramental y festivo del «Día del Señor», al dignificar las
celebraciones eucarísticas, mediante la formación litúrgica de los
ministros y fieles, en orden a lograr una liturgia de la Eucaristía
Dominical, consciente, activa, plena y fructuosa, que nos lleve al
encuentro de Jesucristo Vivo y a ser sus testigos como sus discípulos
misioneros.
2.- Objetivos específicos
2.1.- Profundizar en la Eucaristía, misterio de amor que creemos,
sensibilizando y motivando su importancia para nuestra vida
cristiana.
2.2.- Valorizar la Eucaristía, misterio de amor que celebramos,
dignificando su celebración y fomentando la adecuada participación
en ella, tanto de los ministros como de los fieles.
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Exhortación Pastoral
2.3.- Dar testimonio de la Eucaristía, misterio de amor que vivimos,
manifestando los efectos que está llamada a producir en nuestra vida
cotidiana, ya sea personal, comunitaria o familiar, ya sea eclesial o
social, civil y cultural.
3.- LAS ETAPAS DEL ITINERARIO A SEGUIR
El Año 2010 dedicado a la Pastoral Litúrgica, como proyecto del
«querer de Dios» para nuestra Iglesia diocesana, estamos llamados
a realizarlo en el proceso tres etapas, siguiendo, como discípulos
misioneros, a nuestro Maestro y Pastor, Cabeza y Esposo, Sacerdote,
Profeta y Rey, Liturgo y Señor de la historia, del tiempo y del
Domingo.
1.- Etapa de preparación. 2.- Etapa de inicio y realización. 3.- Etapa
de evaluación y retroalimentación eclesial, del «ya pero todavía
no». Puesto que el espíritu, el dinamismo y la intencionalidad de
nuestra pastoral diocesana es impulsar procesos evangelizadores,
no simplemente realizar eventos aislados.
3.1.- Primera etapa: durante el tiempo litúrgico de Adviento,
Navidad y Epifanía (del 29 de noviembre del año 2009 hasta el 9
de enero del 2010), se realizará la etapa preparatoria del «anuncio»,
a través de una amplia y creativa campaña publicitaria, dando a
conocer la presente Exhortación, que deberá ser acogida y asimilada
en su contenido por la comunidad eclesial, particularmente por sus
pastores y los Agentes de pastoral litúrgica.
3.2.- Segunda etapa: a partir del domingo 10 de enero, fiesta del
Bautismo del Señor, comunidad por comunidad en la celebración
de cada Eucaristía Dominical realizará la apertura, especialmente
en la presentación de los dones hará presente, según su creatividad,
un signo o simbólico que involucre y represente a la comunidad; así
estaremos unidos diocesanamente en la misma intención de oración.
Desde esta fecha, se desarrollará la programación del 2010, Año
dedicado a la Pastoral Litúrgica.
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3.3.- Tercera etapa: en la semana que precede a la solemnidad de
nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, en el mes de noviembre
del 2010, se realizará una evaluación. En dicha solemnidad, durante
la celebración eucarística, con un signo se agradecerá al Señor lo
cultivado en el espíritu litúrgico invocando la ayuda de nuestro Dios
para seguir retroalimentando los programas de la Pastoral litúrgica
y continuar reafirmando, profundizando y proyectando lo vivido.
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Exhortación Pastoral
III.- LA TRINIDAD Y LA EUCARISTIA, MISTERIO DE
AMOR
El Misterio de Amor de la Trinidad, fuente del misterio
eucarístico, nos permitirá afrontar la relación que existe entre la fe
en la Eucaristía, la Celebración eucarística y el «Culto espiritual»,
como dimensiones esenciales de la vida cristiana y del servicio (la
caridad) que los cristianos estamos llamados a prestar en el mundo.
La finalidad es: «Recomendar…que el pueblo cristiano profundice
en la relación entre el Misterio eucarístico, el acto litúrgico y el nuevo
culto espiritual que se deriva de la Eucaristía como sacramento de
la caridad» (Sacramentum Caritatis, n. 5).
La Eucaristía es don de la Trinidad y Ésta es su origen, porque
este sacramento nos es dado como puerta de entrada en el Misterio
Trinitario de Dios, prenda del ingreso definitivo tras la muerte y
adelanto de la bienaventuranza que gozan los santos junto a Dios.
La enseñanza del Santo Padre Benedicto XVI, en la
Exhortación Apostólica Post-sinodal, Sacramentum caritatis, ilustra
con claridad cómo la acción litúrgica, misterio que se ha de celebrar
hace posible la transformación o conformación del cristiano con la
vida y la Persona de Jesucristo en quien se cree, misterio que se ha
de vivir, el nuevo culto).
1.- «La Eucaristía, misterio de amor que estamos llamados a
creer»
La Eucaristía es el «Mysterium fidei: Misterio de fe». Se trata de una
verdad que no se capta simplemente con los sentidos. Al «manantial
mismo de la gracia» se llega por la fe. «La primera realidad de
la fe eucarística es el misterio mismo de Dios, el amor trinitario»
(Sacramentum Caritatis, n. 7).
La cena del Señor es el verdadero memorial de la Alianza de Dios con
su Pueblo, es la Alianza misma y la mayor manifestación de lo que
Dios es. «Jesús es el verdadero cordero pascual que se ha ofrecido
espontáneamente a sí mismo en sacrificio por nosotros, realizando
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así la nueva y eterna alianza» (Sacramentum Caritatis, n. 9). Es en el
marco de la cena ritual judía en la que se conmemoraba la liberación
de la esclavitud de Egipto, que Jesús instituye el sacramento de
la Eucaristía, y con ello anticipa e implica el Sacrificio de la cruz y
la victoria de la resurrección (cf Sacramentum Caritatis, n. 10). La
Eucaristía contiene en sí esta novedad radical, que se nos propone
de nuevo en cada celebración.
La Eucaristía es el principio causal de la Iglesia, lo que da origen a
la Iglesia como la máxima expresión de la iniciativa del Amor de
Dios hacia nosotros, máxima expresión bajo forma sacramental
que se hará visiblemente histórica en el sacrificio de la cruz del
Redentor, consumado para expiación de nuestro pecado. Es por eso
que «la Iglesia con obediencia fiel, acoge, celebra y adora este don.
El «misterio de la fe» es misterio del amor trinitario, en el cual por
gracia, estamos llamados a participar» (Sacramentum Caritatis, n. 8).
La Iglesia así, perpetúa en la Eucaristía el sacrificio de la cruz y comulga
el cuerpo y la sangre de Cristo (cf Ecclesia de Eucharistia, n. 22)
La Eucaristía realiza y anticipa, en el misterio de Jesús vivo,
sacramento, lo que se realiza visiblemente en la cruz, permitiéndonos
participar de este misterio por la comunión de vida y culto nuevos
que ella engendra y desarrolla.
2.- «La Eucaristía, misterio de amor que estamos llamados a
celebrar»
Existe una relación intrínseca entre fe eucarística y su
celebración. Hay un nexo entre lo que se celebra (lex orandi) y lo que se
cree (lex credendi) y una «primacía de la acción litúrgica» (en el orden
de la fe del cristiano). La acción litúrgica le manifiesta al cristiano la fe
de la Iglesia. Tal es el argumento del Catecismo de la Iglesia Católica,
n. 1124).
En el orden de la acción eclesial, la fe es previa a la
celebración. Es importante vivir la Eucaristía como misterio de la
fe celebrado auténticamente. La acción litúrgica nunca puede ser
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considerada, prescindiendo del misterio de la fe. «El intellectus fidei
está originariamente siempre en relación con la acción litúrgica de
la Iglesia» (Sacramentum Caritatis, n. 34).
Es por eso que entre teología y liturgia hay una esencial
conexión. «En efecto, la fuente de nuestra fe y de la liturgia
eucarística es el mismo acontecimiento: el don que Cristo ha hecho
de sí mismo en el Misterio pascual» (Sacramentum Caritatis n. 34).
Para una participación fructuosa en la celebración eucarística,
«es necesario esforzarse en corresponder personalmente al
misterio que se celebra mediante el ofrecimiento a Dios de la propia
vida, en unión con el sacrificio de Cristo por la salvación del mundo
entero» (Sacramentum Caritatis, n. 64). Para ello se requiere una
educación sobre el sentido de la Eucaristía, es decir, una «catequesis
mistagógica»; guiados por el Espíritu Santo, «el pedagogo de la fe
del Pueblo de Dios»6.
Junto a la Exhortación y la catequesis sobre la Eucaristía,
es necesario cuidar para que la celebración sea digna y decorosa,
de modo que inspire respeto y piedad auténtica. Ello requiere una
buena preparación de la celebración tanto por parte del sacerdote
como del equipo de animación litúrgica que sirve a la comunidad.
El modo con el que se favorece la participación del pueblo
de Dios en el rito sagrado, se le conoce como el Ars Celebrandi, es
decir, el arte de celebrar rectamente.
El Ars Celebrandi, tiene como base la obediencia fiel a las normas
litúrgicas en su plenitud, pues es precisamente este modo de celebrar lo
que asegura desde hace dos mil años la vida de fe de todos los creyentes,
los cuales están llamados a vivir la celebración como Pueblo de Dios,
sacerdocio real y nación santa (cf Sacramentum Caritatis, n. 38).
Con ese fin, además de la Eucaristía bien celebrada, es también
importante considerar tres aspectos: interpretar los ritos a la luz
6
Cf CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, nn. 1091-1109.
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de los acontecimientos de la salvación; introducir a los fieles en el
lenguaje de los signos y gestos, que, unidos a la palabra, constituyen
el rito; y enseñar el significado de los ritos, en relación con la vida
cristiana, en todas sus facetas, como el trabajo y los compromisos,
el pensamiento y el afecto, la actividad y el descanso, sin olvidar la
responsabilidad misionera.
3.- «La Eucaristía, misterio de amor que estamos llamados a
vivir»
De la Celebración eucarística nace el Culto espiritual que
caracteriza y que da «forma» a la vida cristiana. El Papa Benedicto
XVI, nos indica: «cómo el misterio “creído” y “celebrado” contiene en
sí un dinamismo que hace de él principio de vida nueva en nosotros
y forma de la existencia cristiana» (Sacramentum Caritatis, n. 70).
El Misterio de la Eucaristía se ha de vivir en el sentido de
la Vida íntima de la Trinidad. La Eucaristía viene a comunicar al
cristiano esa Vida, que se traduce necesariamente en el servicio de
la caridad y de la justicia. Por eso, vivir la Eucaristía Dominical es vivir
verdaderamente el domingo. El domingo no está simplemente para
dejar las actividades habituales, como una especie de paréntesis
dentro del ritmo normal de los días, sino para hacer memoria de
la radical novedad traída por Cristo: «Vivir según el domingo quiere
decir vivir conscientes de la liberación traída por Cristo y desarrollar
la propia vida como ofrenda de sí mismos a Dios, para que su victoria
se manifieste plenamente a todos los hombres a través de una
conducta renovada íntimamente» (Ibid. n. 72). En consecuencia, sin
la misa del domingo, peligra la fe y el sentido de la libertad y de la
entera existencia cristiana como «nuevo modo de vivir el tiempo,
las relaciones, el trabajo, la vida y la muerte» (Ibid, n. 73). Sin el
domingo, es fácil caer en la trampa del individualismo, al que tiende
marcadamente el fenómeno de la secularización.7
Al final de la Exhortación Sacramentum caritatis, n. 95, se evoca la historia de los mártires de Abitinia
(s. IV), que fueron martirizados mientras declaraban que no podían vivir sin la Eucaristía Dominical:
“sine dominico non possumus”. Y observa el Papa: “En efecto, este es el día de nuestra liberación
definitiva”.
7
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Exhortación Pastoral
Por otra parte, si la Celebración de la Eucaristía es, ante todo,
misterio de fe vivida, es también un misterio que se ha de anunciar.
Tanto la misión como el testimonio cristiano proceden de haber
participado plenamente en la Celebración eucarística: «La exigencia
de educar constantemente a todos para el trabajo misionero, cuyo
centro es el anuncio de Jesús, único Salvador, surge del Misterio
eucarístico, creído y celebrado» (Ibid, n. 86).
La Eucaristía proporciona la fuerza interior para la misión, y
además constituye su mismo proyecto. Es por eso que, Juan Pablo
II sugirió como fruto del Año de la Eucaristía: asimilar los valores que
la Eucaristía expresa, las actitudes que inspira, los propósitos de vida
que suscita. Tres son en concreto los elementos que configuran el
proyecto de misión que brotan de la Eucaristía: la acción de gracias,
la solidaridad con todos los hombres, el servicio a los últimos. En
estos elementos estriban los criterios de verificación de una vida
auténticamente eucarística: «No podemos hacernos ilusiones: por
el amor mutuo y, en particular, por la atención a los necesitados se
nos reconocerá como verdaderos discípulos de Cristo (cf Jn 13, 35;
Mt 25, 31-46). En base a este criterio se comprobará la autenticidad
de nuestras celebraciones eucarísticas» (JUAN PABLO II, Mane
nobiscum Domini, n. 28).
Verdaderamente, nada hay más hermoso que encontrar a
Cristo y comunicarlo a los demás. En síntesis, «el impulso misionero
es parte constitutiva de la forma eucarística de la vida cristiana»
(Sacramentum Caritatis, n. 84).
A esta finalidad corresponde la estructura tripartita del
proyecto del Año dedicado a la Pastoral Litúrgica y la presente
Exhortación: la Eucaristía Dominical como misterio que se ha de
creer, como misterio que se ha de celebrar, como misterio que
se ha de vivir.8
La trilogía fe-celebración-vida es un reflejo de otra trilogía que, según la encíclica Deus caritas est,
articula esencialmente la misión de la Iglesia: -Anuncio de la Palabra de Dios –Celebración de los
sacramentos –Servicio de la caridad (kerygma-martyria, leiturgia, diakonia): cf los nn. 20-25 de la
Encíclica de SS. Benedicto XVI.
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III.A.- LO QUE ESTAMOS LLAMADOS A CREER POR AMOR
A.1.- LA EUCARISTIA, « MISTERIO DE LA FE »
La Eucaristía es el «misterio de la fe» por excelencia. Por eso,
cuando el sacerdote en la Eucaristía, inmediatamente después de
las palabras de la consagración, pronuncia: «Este es el Misterio de
la fe », está proclamando el misterio celebrado y manifestando
su admiración ante la conversión sustancial del pan y el vino en el
Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús, una realidad que supera toda
comprensión humana. «Éste es el trabajo que Dios quiere: que creáis
en el que él ha enviado» (Jn 6, 29)
La fe de la Iglesia es esencialmente fe eucarística y se alimenta de
modo particular en la mesa de la Eucaristía. La fe que suscita el
anuncio de la Palabra de Dios se alimenta y crece en el encuentro
de gracia con el Señor resucitado que se produce en la Eucaristía:
« La fe se expresa en el rito y el rito refuerza y fortalece la fe ». Por
eso, el Sacramento del altar está siempre en el centro de la vida
eclesial. Cuanto más viva es la fe eucarística en el Pueblo de Dios,
tanto más profunda es su participación en la vida eclesial, a través
de la adhesión consciente a la misión que Cristo ha confiado a sus
discípulos.
A.2.- EL DOMINGO, «DÍA DEL SEÑOR»
Este día constituye el centro mismo de la vida cristiana. Cristo es el
que ilumina y dirige nuestro tiempo. Él conoce el secreto del tiempo
y el secreto de la eternidad, y nos entrega « su día » como un don
siempre nuevo de su amor. El descubrimiento de este día es una
gracia que se ha de pedir, no sólo para vivir en plenitud las exigencias
propias de la fe, sino también para dar una respuesta concreta a los
anhelos íntimos y auténticos de cada ser humano. El tiempo ofrecido
a Cristo nunca es un tiempo perdido, sino más bien ganado para la
humanización profunda de nuestras relaciones y de nuestra vida.
En efecto, el deber de santificar el domingo, sobre todo con la
participación en la Eucaristía y con un descanso lleno de alegría
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Exhortación Pastoral
cristiana y de fraternidad, se comprende bien si se tienen presentes
las múltiples dimensiones de este día: Dies Domini (Celebración de
la obra del Creador). Dies Christi (El día del Señor resucitado y el
don del Espíritu). Dies Ecclesiae (La asamblea eucarística, centro
del domingo). Dies Hominis (El domingo día de alegría, descanso y
solidaridad). Dies Dierum (El domingo fiesta primordial, reveladora
del sentido del tiempo).9
Todos nosotros como comunidad eclesial de Toluca, estamos
llamados a profundizar con intensidad en el Misterio Eucarístico,
como he expuesto anteriormente, y a vivificar la celebración y la
participación en la Misa dominical, durante este Año de gracia (cf
JUAN PABLO II, Carta Apostólica Mane nobiscum Domine, n. 29). Por
ello, y por ser la fiesta primordial y el núcleo de todo el Año litúrgico
(cf CONCILIO VATICANO II, Constitución Sacrosanctum Concilium, n.
106), «es de desear vivamente que en este año se haga un especial
esfuerzo por redescubrir y vivir plenamente el Domingo como día
del Señor y día de la Iglesia» (JUAN PABLO II, Carta Apostólica Mane
nobiscum Domine, n. 23). Será pues, una extraordinaria ocasión
para que descubramos con nueva fuerza el sentido del Domingo:
su misterio, el valor de su celebración, y su significado para nuestra
existencia humana y cristiana.
Celebrar y vivir el Domingo recordando la resurrección del Señor,
representa el nexo de unión de la nueva forma de vida que se
alcanza por la Eucaristía. «Vivir según el domingo quiere decir
vivir conscientes de la liberación traída por Cristo y desarrollar la
propia vida como ofrenda de sí mismos a Dios, para que su victoria
se manifieste plenamente a todos los hombres a través de una
conducta renovada íntimamente» (Sacramentum Caritatis, n. 72).
1.- Con la mirada fija en la Eucaristía Dominical, debemos emprender
las diferentes etapas que conforman el Año dedicado a la Pastoral
litúrgica; ya que «todo compromiso de santidad, toda acción
orientada a realizar la misión de la Iglesia, toda puesta en práctica
de planes pastorales, ha de sacar del Misterio eucarístico la fuerza
9
Cf JUAN PABLO II, Carta Apostólica, Dies Domini, nn. 7ss.
Diócesis de Toluca
19
necesaria y se ha de ordenar a él como a su culmen» (JUAN PABLO
II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 60).
2.- No se trata de que el Año dedicado a de la Pastoral litúrgica,
especialmente a la Eucaristía Dominical, esté lleno de acontecimientos
especiales o novedosos; se trata más bien de «acentuar, en nuestro
camino pastoral, la dimensión eucarística propia de toda la vida
cristiana» (cf JUAN PABLO II, Carta Apostólica Mane nobiscum
Domine, nn. 5. 29).
3.- Necesitamos aceptar este Año 2010 como tiempo oportuno
de salvación, para analizar y discernir sinceramente nuestras
Celebraciones Eucarísticas Dominicales, y la formación litúrgica
eucarística de los presbíteros, de los ministros en general y de la
asamblea que en ellas participan.
Les invito, por tanto, a hacerse discípulos y discípulas de JesúsEucaristía, a reflexionar conmigo acerca de la Eucaristía que
celebramos cada domingo en nuestras parroquias, y a preparar
debidamente esta celebración y toda otra Eucaristía, cada uno según
su vocación y misión dentro de nuestra Iglesia Particular.
III.B.- LO QUE ESTAMOS LLAMADOS A CELEBRAR EN EL AMOR
Hemos reflexionado anteriormente sobre la relación
intrínseca entre fe eucarística y celebración, es decir, el nexo entre
lex orandi y lex credendi. En este sentido, la reflexión teológica nunca
puede prescindir del orden sacramental instituido por Cristo mismo.
Por otra parte, la acción litúrgica nunca puede ser considerada
genéricamente, prescindiendo del misterio de la fe. Por lo tanto,
es necesario vivir la Eucaristía como misterio de la fe celebrado
auténticamente, teniendo conciencia clara de que el intellectus fidei
está originariamente siempre en relación con la acción litúrgica de
la Iglesia (cf Sacramentum Caritati, n. 34).
20
Exhortación Pastoral
B.1.- ACCIONES CELEBRATIVAS
1.1.- ¡El Gran Misterio de la Eucaristía!
a) Celebración de la Misa
La celebración de la santa Misa: «¡Gran misterio la Eucaristía!
Misterio que ante todo debe ser celebrado bien. Es necesario que la
Santa Misa sea el centro de la vida cristiana y que en cada comunidad
se haga lo posible por celebrarla decorosamente, según las normas
establecidas, con la participación del pueblo, la colaboración de los
diversos ministros en el ejercicio de las funciones previstas para
ellos, y cuidando también el aspecto sacro que debe caracterizar la
música litúrgica» (JUAN PABLO II, Carta Apostólica Mane nobiscum
Domine, n. 17).
1.- Por ello exhorto a todos los sacerdotes de nuestra Diócesis a que
velen para que la celebración de la Santa Misa, sea siempre digna,
solemne y llena de reverencia, teniendo presente que «el banquete
eucarístico es verdaderamente un banquete «sagrado», en el que
la sencillez de los signos contiene el abismo de la santidad de Dios»
(JUAN PABLO II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 48).
2.- Les exhorto, especialmente a mis Presbíteros, a poner un
mayor empeño en observar siempre «con gran fidelidad las normas
litúrgicas en la celebración eucarística…ya que ellas…son una
expresión concreta de la auténtica eclesialidad de la Eucaristía»
(JUAN PABLO II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 52).
3.- La observancia de la Instrucción Redemptionis Sacramentum,
sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la
Santísima Eucaristía, así como las disposiciones de la presente
Exhortación para la Diócesis de Toluca, son fundamentales para
lograr los objetivos previstos.
4.- Es bueno recordar que en una sociedad cada vez más sensible a
la comunicación a través de signos e imágenes, el sacerdote cuidará
de todo lo que puede enriquecer el decoro y el aspecto sagrado
Diócesis de Toluca
21
de la celebración. Es importante que en la Celebración eucarística
haya un esmerado cuidado de la limpieza del lugar, del diseño del
altar y del sagrario, de la nobleza de los vasos sagrados, de los
ornamentos, del canto, de la música, del silencio sagrado, etc.
Todos estos elementos pueden contribuir a una mejor participación
en el Sacrificio eucarístico. De hecho, la falta de atención a estos
aspectos simbólicos de la liturgia y, aun peor, el descuido, la prisa,
la superficialidad y el desorden, los vacían de significado y debilitan
la capacidad de aumentar la fe. El que celebra mal, manifiesta la
debilidad de su fe y, consecuentemente, no educa a los demás en la
fe. En cambio, celebrar bien, con la actitud del amante, constituye
una primera e importante catequesis sobre el Santo Sacrificio (cf
CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el Ministerio y la
Vida de los Presbíteros, n. 49).
5.- Queridos sacerdotes y fieles, tratemos la Eucaristía con el
máximo respeto, fruto de un excelente y dedicado amor. Para
conseguirlo, fomentemos y testimoniemos, con nuestra voz, gestos,
movimientos, actitudes, comportamiento, y con los momentos de
silencio, tanto en la celebración de la Santa Misa como en el culto
eucarístico fuera de ella, la viva conciencia de la presencia real del
Señor en este augusto Sacramento.
6.- El persignarnos cada vez que entramos a un Iglesia, el hacer la
genuflexión cada vez que pasamos delante del Sagrario, el ponernos
de rodillas durante el momento de la Consagración y de la Exposición
del Santísimo Sacramento, son, entre otras, formas expresiones
concretas que testimonian nuestra fe en la presencia real de Cristo,
en el Sacramento de la Eucaristía.
b) La Sagrada Comunión
Para participar adecuadamente en la Misa y recibir con la mayor
dignidad posible al Señor Jesús en la Santa Comunión, la Iglesia
invita a sus hijos a prepararse convenientemente.
1.- «Quien coma del pan o beba del cáliz del Señor indignamente,
será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada
22
Exhortación Pastoral
cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y
bebe sin discernir, el Cuerpo, come y bebe su propio castigo. Quien
tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento
de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar» (Catecismo de
la Iglesia Católica, n. 1385).
2.- Para preparase convenientemente a recibir la comunión, los fieles
deben observar el ayuno prescrito por la Iglesia: abstenerse de cualquier
alimento y bebida, excepto agua y medicinas, al menos una hora antes
de la Sagrada Comunión (cf Código de Derecho Canónico, can. 919).
3.- Por la actitud corporal (gestos, vestido) se manifiesta el respeto, la
solemnidad, el gozo de ese momento en que Cristo se hace nuestro
huésped (cf Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1387).
4.- También será muy recomendable ayudar a que nuestros fieles
recuperen aquella piadosa costumbre de prepararse para la Santa
Misa y el momento de la Sagrada Comunión a través del rezo de
alguna oración eucarística; así como animarles a que después de
haber recibido la Eucaristía y de haber concluido la celebración
del Santo Sacrificio, manifiesten su acción de gracias con alguna
plegaria. Nunca estará de más educar a nuestros fieles en todas
estas disposiciones (cf CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y
LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instrucción Redemptionis
Sacramentum, nn. 80-87).
B.2.- COMUNIDAD ECLESIAL CELEBRATIVA
1.1.- El Pueblo de Dios, comunidad eucarística, en sus distintos
sectores
La Iglesia, viviendo de la Eucaristía, ha recibido la capacidad para
santificar a sus hijos hasta hacer de ellos un pueblo santo: «de
este “pan vivo” se alimenta. ¿Cómo no sentir la necesidad de
exhortar a todos a que hagan siempre de la Eucaristía una renovada
experiencia?» (JUAN PABLO II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucaristía,
n. 7). En la celebración eucarística las comunidades cristianas
Diócesis de Toluca
23
se nutren en la doble mesa de la Palabra y del Cuerpo de Cristo,
fortaleciendo su identidad genuina, pues «sólo al ser “eucarísticas”
pueden transmitir al propio Cristo a los hombres, y no sólo ideas o
valores» (BENEDICTO XVI, Angelus, 2.10.2005).
a) Los Presbíteros y Diáconos
Los sacerdotes, asociados íntimamente por voluntad del Señor al
Misterio eucarístico, tienen una responsabilidad especial hacia la
Iglesia, pues al igual que ella, tienen su origen en la Eucaristía (cf
JUAN PABLO II, Carta Dominicae Coenae, nn. 2-7). La vitalidad de
la vida parroquial depende en gran medida de la santidad de sus
pastores (cf CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum ordinis,
n. 12; JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis,
n. 25).
En el sacramento del altar se hace presente de nuevo el sacrificio
de la cruz, don total de Cristo a su Iglesia. De ahí que la caridad del
Buen Pastor, con la que el sacerdote ama a la Iglesia, brote de la
Eucaristía y en ella encuentre su más alta expresión (cf JUAN PABLO
II, Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis, n. 23). Uniéndose a
Cristo en el altar el sacerdote es invitado y guiado a ofrecer cada
día su propia vida, sus trabajos y todas sus cosas (cf Ibid, n. 26).
Los sacerdotes, por su condición de ministros de las cosas sagradas,
son sobre todo ministros del sacrificio de la misa; su ministerio es
totalmente insustituible, porque sin sacerdote no puede haber
sacrificio eucarístico, ni santificación: «La espiritualidad sacerdotal es
intrínsecamente eucarística. La semilla de esta espiritualidad ya se
encuentra en las palabras que el Obispo pronuncia en la liturgia de la
Ordenación: “Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a
Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma
tu vida con el misterio de la cruz del Señor”» (PONTIFICAL ROMANO.
Ordenación del Obispo, de Presbíteros y de Diáconos, Rito de la
ordenación del presbítero, n. 150; Sacramentum Caritatis, n. 80).
La celebración del Domingo, con su centro que es la Eucaristía,
depende en buena medida del ministerio de los presbíteros.
Conviene recordar lo que debe representar el Domingo para los
24
Exhortación Pastoral
propios sacerdotes. Especialmente para los que están dedicados a
la pastoral parroquial, el Domingo es de los días de mayor trabajo
ministerial, sin embargo, este trabajo asumido gozosamente es
expresión de la entrega personal a Cristo y a los hermanos.
El Domingo y las fiestas pueden ser días de liberación y de alegría
festiva para el sacerdote, si trata de unirse más íntimamente a
Cristo y a su sacrificio pascual, sabiendo que la entrega generosa
al ministerio contribuirá también a que la siembra de la Palabra de
Dios dé fruto abundante en el corazón de los hombres.
Por otra parte, es preciso asumir y discernir el trabajo pastoral y
desarrollar una acción que no se limite a «no dejar sin la Misa» a
ninguna comunidad, sino que tienda a lograr algunos objetivos,
como, por ejemplo, ayudar a los fieles a participar plenamente en
la eucaristía, a descubrir que el Domingo empieza el sábado por la
tarde y que su celebración no se reduce a la asistencia a la Misa,
sino que deben santificar las fiestas por medio de la caridad, de
la oración personal o en familia, de la convivencia fraterna y del
descanso, etc.
Tengan en cuenta especialmente que la presidencia de la Eucaristía
ha de constituir, particularmente los domingos, la principal tarea
ministerial de los sacerdotes, porque es un servicio a Cristo, a quien
representan ante los fieles, y también a la comunidad, a la que han de
guiar y ayudar para que se una al Sacrificio eucarístico. El sacerdote
no puede limitarse a realizar unos ritos y a pronunciar unos textos
de manera impersonal o rutinaria. Tiene que ser un verdadero
animador, un “mistagogo” para la participación plena de toda la
asamblea, en la que él mismo está inmerso. Esto lo conseguirá
actuando de tal modo que inculque, en el pueblo, el carácter santo
de la celebración también mediante el desempeño de su función,
con rectitud y según las normas litúrgicas, particularmente las que
se refieren al respeto a los textos litúrgicos y a las vestiduras. En
todo momento debe realizar los gestos con dignidad y belleza,
cantar los textos o recitarlos con voz alta y clara, y con la debida
unción religiosa, de manera que los fieles no sólo los perciban sino
Diócesis de Toluca
25
que tiendan espontáneamente a responder y a participar (cf OGMR
nn. 10-13; 18-19; etc.; SECRETARIADO NACIONAL DE LITURGIA,
El presidente de la celebración. Directorio litúrgico-pastoral, PPC (DE
132), Madrid 1988).
Entre los que sirven en la Celebración Eucarística, después del
Presbítero, ocupa el primer lugar el Diácono en virtud de la sagrada
ordenación recibida. En la Misa el Diácono tiene su parte propia: en
el anuncio del Evangelio y a veces en la predicación de la Palabra de
Dios, en el decir la intenciones de la oración universal, en ayudar al
sacerdote, en la preparación del altar y en el servicio a la celebración
del sacrificio, en distribuir a los fieles la Eucaristía, sobre todo bajo la
especie de vino, y en las eventuales moniciones sobre las posturas
corporales y acciones del pueblo (IGMR, 94).
Es de desear que si la gracia sacramental de la Eucaristía consiste en
incrementar el amor; la gracia sacramental del Diácono consiste en
promover el servicio, que es ejercicio de amor. Por eso, el Diácono
debe evidenciar, a través de su servicio caritativo, que la fuente del
amor se encuentra en la Eucaristía, a la que también sirve.
b) Los miembros de la Vida consagrada
La relación que existe entre la Eucaristía y las diversas vocaciones
eclesiales, resplandece de modo particular « el testimonio profético de
las Consagradas y de los Consagrados, que encuentran en la Celebración
eucarística y en la adoración la fuerza para el seguimiento radical de
Cristo obediente, pobre y casto » (Sacramentum Caritatis n. 81).
La Eucaristía es el corazón de la vida eclesial y de la vida consagrada,
es «fuente inagotable de la fidelidad al Evangelio, porque en este
sacramento, centro de la vida eclesial, se realizan plenamente la
íntima identificación y la total conformación con Cristo, a la que
están llamados los consagrados y las consagradas» (JUAN PABLO II,
Mensaje para la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, 2.2.2005).
Desde la Eucaristía estamos convocados a profundizar en el gran
don de la Vida Consagrada en su triple dimensión de la consagración,
26
Exhortación Pastoral
la comunión y la misión, para encontrar –en plena sintonía con la
Iglesia y su Magisterio– ulteriores estímulos para afrontar espiritual y
apostólicamente los nuevos desafíos (cf JUAN PABLO II, Exhortación
Apostólica Vita Consecrata, n. 13). Porque es en la Eucaristía en donde
la consagración encuentra su fuente y su culmen, es ahí en donde
los hermanos son convocados como fraternidad escatológica, y es
desde ella y para ella que se les envía en misión apostólica.
La participación dominical y cotidiana en la Eucaristía, la adoración
contemplativa y silenciosa de este Misterio, son para la vida
consagrada el signo de su fidelidad.
c) Los Seminaristas
La Eucaristía es esencial para la vida y el ministerio sacerdotal y, por
tanto, lo es también, para la formación espiritual de los candidatos
al sacerdocio» (JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Pastores
dabo vobis, n. 48).
Los formadores de los Seminarios, conscientes de que el corazón
de la formación sacerdotal encuentra en la Eucaristía su fuente
y su culmen, promoverán el amor sincero, maduro y profundo a
Cristo eucaristía, acudiendo a la Palabra, el Magisterio y al propio
testimonio de vida. Los candidatos al sacerdocio, mediante la
participación diaria en la Celebración eucarística, «se formarán en
las íntimas disposiciones que la Eucaristía promueve» (Ibid, n. 48).
Es necesario resaltar la importancia fundamental de la Eucaristía
en la formación, en la celebración y en la experiencia vivida en los
Seminarios por cada uno de los seminaristas, que han de tenerla
como la fuerza vital de su identidad sacerdotal, de su vida y
ministerio. «La Eucaristía es el centro» es el origen, fundamento y
misión de la llamada al ministerio sacerdotal. De la buena formación,
celebración y vivencia eucarística en los Seminarios dependerá, de
forma definitiva, en el presente futuro y en el futuro, la vivencia de
las celebraciones y la experiencia eucarística en la vida de los fieles
de nuestras comunidades.
Diócesis de Toluca
27
d) Los Fieles cristianos laicos
La Iniciación cristiana ha configurado al cristiano con su Señor,
dotándolo de una vocación específica en la Iglesia y en el mundo.
La incorporación a Cristo por el Bautismo, desarrollada por el
sacramento de la Confirmación, encuentra en la Eucaristía su
culminación y su sustento10.
Los seglares «son llamados por Dios para contribuir, desde dentro y
como fermento, a la santificación del mundo, mediante el ejercicio de
sus propias tareas, guiados por el espíritu evangélico. Así manifiestan
a Cristo ante los demás, principalmente con el testimonio de su vida
y con el fulgor de su fe, esperanza y caridad» (CONCILIO VATICANO
II, Constitución dogmática Lumen Gentium, n. 31; JUAN PABLO II,
Exhortación Apostólica Christifideles laici, n. 15).
Somos responsables, especialmente los presbíteros, de promover,
cuidar y revitalizar, dedicadamente, la formación y espiritualidad de
los laicos, cuya colaboración en la misión evangelizadora de la Iglesia
es fundamental, en particular de forma asociada, grupal.
Los seglares tienen la responsabilidad de hacer del Domingo
un momento fuerte de evangelización y de edificación de las
comunidades cristianas. Todos los fieles cristianos de nuestras
comunidades, están llamados a recuperar la conciencia de dar la
importancia que tiene el día del Señor, en orden a mantener viva su
fe y su identidad como miembros de la Iglesia de Jesucristo.
1. Ustedes, amados laicos, tendrán el reto, como bautizados, de hacer
lo que sólo cada uno pueden y debe hacer, si quieren encarnar el espíritu
litúrgico del Concilio del Vaticano II. «La santa madre Iglesia desea
ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación
plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la
naturaleza de la Liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación,
en virtud del bautismo, el pueblo cristiano» (CONCILIO VATICANO II,
Constitución dogmática Sacrosanctum Concilium, n. 14).
«La participación de los fieles laicos en el triple oficio de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey tiene su raíz primera en la
unción del Bautismo, su desarrollo en la Confirmación, y su cumplimiento y dinámica sustentación en la Eucaristía»:
JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christi fideles laici (30.12.1988), n. 14.
10
28
Exhortación Pastoral
2. Crean fervientemente en la Eucaristía, celébrenla y vívanla en la
liturgia dominical, conscientes de su ser y misión como bautizados
en las realidades seculares del mundo de hoy.
B.3.- ÁMBITOS ECLESIALES CELEBRATIVOS
1.1.- La Parroquia
La Eucaristía descubre la vocación propia de la parroquia, llamada
a ser comunidad eucarística. «Esto significa que es una comunidad
idónea para celebrar la Eucaristía, en la que se encuentran la raíz
viva de su edificación y el vínculo sacramental de su existir en
plena comunión con toda la Iglesia» (JUAN PABLO II, Exhortación
Apostólica Christi fideles laici, n. 26).
La belleza de la existencia cristiana resplandece en la comunidad
parroquial cuando en torno a la Eucaristía convergen los diferentes
carismas y estados de vida cristiana (cf SÍNODO DE LOS OBISPOS,
Instrumentum laboris, La Eucaristía: fuente y cumbre de la vida y de
la misión de la Iglesia, 2005 n. 13).
1.2.- Las Familias
La familia, en cuanto Iglesia doméstica, el matrimonio, en cuanto
fundamento esencial de la familia, y la vocación y misión específicas
de todos cuantos conforman esta comunidad (esposos, padres,
hermanos, hijos, niños, jóvenes o ancianos) encuentran en la
Eucaristía la fuente para su santificación, la meta de su compromiso
en la Iglesia y en el mundo, la prenda de la vida futura.
La Eucaristía es la expresión máxima del deber de santificación de la
familia cristiana (cf JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris
Consortio, n. 57) y la fuente misma del matrimonio. La Eucaristía,
en cuanto actualización sacramental del amor esponsal de Cristo a
su Iglesia, llevado al extremo del sacrificio de la cruz, es por ello el
manantial que vivifica desde dentro la alianza conyugal (cf JUAN
PABLO II, Carta a las familias, n. 11).
Diócesis de Toluca
29
En el don eucarístico de la caridad encuentra la familia cristiana
el fundamento y el alma de su comunión y de su misión (cf JUAN
PABLO II, Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, n. 57), de aquí
la importancia de fomentar la asistencia de las familias a la Eucaristía
Dominical, «haciendo del domingo el signo de su fidelidad al Señor y un
elemento irrenunciable de la vida cristiana» (JUAN PABLO II, Discurso
a la Comisión Pontificia para América Latina, 21.1.2005, n. 2).
1.3.- Las Asociaciones, Movimientos y Organismos laicales:
No podemos olvidar a las Asociaciones, Movimientos y Organismos
laicales que contribuyen a la edificación y vitalidad de la Iglesia,
según su propio carisma, que fortalecen con el Cuerpo y la Sangre
del Señor en la Eucaristía, y lo manifiestan con el encuentro ordinario
de las Misas dominicales en la parroquia (cf Mane nobiscum Domine,
n. 23; Dies Domini, n. 36). Les pido a quienes corresponda:
1. Promover las asociaciones explícitamente dedicadas a
la Eucaristía, al Santísimo Sacramento, y a la adoración y
ferviente devoción eucarística.
2. Reflexionar, constatar, interiorizar y actualizar
eventualmente los Estatutos tradicionales de esas
asociaciones, en este Año que es propicio para ello.
3. Asumir este Año como ocasión para una profundización
catequético-mistagógica de la Eucaristía.
4. Experimentar y gozar el estímulo que tenemos por dedicar
más tiempo a la adoración eucarística, involucrando también
otras a personas en alguna forma de espiritualidad y de
“apostolado” eucarístico.
5. Aprovechar este Año como invitación y aliciente para enlazar
y unir la oración, la contemplación y el compromiso social de la
caridad.
30
Exhortación Pastoral
1.4.- Los Ministerios
A todos los que desempeñan algún ministerio o función litúrgica,
como el Diácono; asi mismo el comentarista, los lectores, cantores,
acólitos, los encargados de la acogida de los fieles, o de otro servicio que
requiera la comunidad, les exhorto: Den todos cuidadosa importancia
ofrezcan al conocimiento preciso de su ser y quehacer en la celebración
y prepárense convenientemente, tanto desde el punto de vista espiritual
y testimonial, como litúrgico y estético.
Los Equipos de animación litúrgica tienen una gran tarea por realizar:
1. Según su responsabilidad, formen estos Equipos en
todas las comunidades para preparar bien las celebraciones bajo
la responsabilidad del sacerdote que ha de presidirlas (cf OGMR
nn. 73 y 313; SECRETARIADO NACIONAL DE LITURGIA, El equipo
de animación litúrgica. Directorio litúrgico-pastoral, PPC (DE 139),
Madrid 1989).
2. Es de desear que muchos ministerios, dentro de la
celebración eucarística, sean realizados por miembros de la
asamblea que tengan el talento, capacitación espiritual y litúrgica,
así como el entrenamiento para desempeñarlos bien.
3. Quienes tienen encargado el ministerio de Lector o de
Ministro extraordinario de la Eucaristía, o participan en el Coro, deben
entender lo que significa pasar al frente y proclamar una lectura,
administrar la Sagrada Comunión o cantar en el canto litúrgico.
4. Deben manifestar que los ministros vienen más bien de la
asamblea, en lugar de sentarse aparte, como un grupo separado.
B. 4.- CATEQUESIS EUCARÍSTICA
Este Año dedicado a la Pastoral litúrgica nos da oportunidad
y nos exige una intensa catequesis eucarística. Esta catequesis
deberá tener presente la Sagrada Escritura, la Sagrada Tradición, la
Mistagogía, y la Historia de la Espiritualidad. También han de hacer
patente y fehaciente el testimonio recio y fervoroso de su amor
a Jesús Eucaristía (cf CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Año de la Eucaristía
– Sugerencias y Propuestas, n. 2) Para ello: 1.- Será conveniente, por
Diócesis de Toluca
31
lo tanto, promover la formación y organizar estudios y conferencias
de algunos documentos litúrgicos magisteriales referentes al
objetivo propuesto para este Año.11 2.- Asimismo, la realidad de
nuestras comunidades nos está demandando un especial cuidado
en la Catequesis de Primera Comunión.12
B.5.- EUCARISTIA Y AÑO SACERDOTAL
La preparación y el desarrollo del Año dedicado a la Pastoral
litúrgica nos coincide con el «Año Sacerdotal» con ocasión del 150
aniversario del “dies natalis” de Juan María Vianney, el Santo Patrón
de los sacerdotes del mundo. Tenemos oportunidad de enmarcar
nuestra acción pastoral en esta celebración universal que ha
comenzado el 19 de junio de 2009, solemnidad del Sagrado Corazón
de Jesús. Vivir la espiritualidad sacerdotal, este año contribuirá
a promover el compromiso de renovación interior de todos los
sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy
sea más intenso e incisivo y se revele más claramente como un gran
don para la Iglesia diocesana. Este Año Sacerdotal, concluirá en la
misma solemnidad de 2010. La Iglesia confía en que los corazones
sacerdotales se renueven en el amor a Cristo Pan de vida eterna.
1.- La fecha en que se concluye el Año Sacerdotal, convocado por
el Papa Benedicto XVI, se celebrará litúrgicamente con la debida
solemnidad que lo amerita.
- JUAN PABLO II, Carta Apostólica, Dies Domini, sobre el valor y el sentido del domingo, día del Señor.
- Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, sobre la Eucaristía en su relación con la Iglesia.
- BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica postsinodal “Sacramentum Caritatis”, Sobre la Eucaristía fuente y culmen
de la vida y de la misión de la Iglesia.
- CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instrucción Redemptionis
sacramentum, Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía;
- CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Institución general del Misal
Romano, en su tercera edición típica.
- CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Compendio Eucarístico,
- Entre otros: CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, El Sacramento de la Eucaristía, nn. 1322-1405. PABLO VI, Carta
Encíclica Mysterium Fidei, sobre la doctrina y culto de la Sagrada Eucaristía. JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo
Millennio Ineunte, al concluir el Gran Jubileo del Año 2000. JUAN PABLO II, Carta Apostólica Mane nobiscum Domine,
sobre el Año de la Eucaristía. CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS,
Año de la Eucaristía, Sugerencias y Propuestas.
12
La preparación y celebración de la Primera Comunión pide su atención de calidad y requiere especial cuidado y
dedicación por parte de quienes colaboran con ustedes y tienen la responsabilidad de preparar a los niños a recibir
la Eucaristía, para que así, en y con la fe de la Iglesia, ellos comiencen la apasionante aventura de descubrir el rostro
eucarístico de Cristo y aprendan a vivir este Sacramento como «misterio de fe y misterio de luz».
11
32
Exhortación Pastoral
2.- El Año Sacerdotal ha de ser el año de una espiritualidad propia de su
ser, siempre cimentada sobre los pilares de la vida interior (oración, liturgia
de las horas, eucaristía diaria, práctica del sacramento de la penitencia,
austeridad y singularidad de vida, piedad mariana) y del ejercicio de la
propia misión desde la conversión, la comunión, la corresponsabilidad
y el celo apostólico de los sacerdotes como pastores.
B.6.- OTRAS ACCIONES QUE SE DERIVAN DE LA CELEBRACIÓN
EUCARISTICA
El panorama propuesto para el Año dedicado a la Pastoral
litúrgica, exige promover un trabajo amplio, que conjugue todas las
expresiones que se derivan dimensiones del celebrar eucarístico en
la Iglesia. Es decir, el énfasis que demos a la Eucaristía Dominical,
no nos quitará la responsabilidad de considerar otras acciones
celebrativas que, en su conjunto, armonizan y tienen su núcleo en
la Eucaristía, por ejemplo: 1.- El Culto Eucarístico fuera de la Santa
Misa: a) Comunión de los enfermos y el viático. b) La Visita al
Santísimo Sacramento. c) La Exposición del Santísimo Sacramento.
d) El Jubileo Eucarístico de las 40 Horas. e) Las Horas Santas. f)
La Adoración del Santísimo y Rezo del Santo Rosario ante Jesús
Eucaristía. 2.-Las Fiestas con la Celebración Eucarística: a) Corpus
et Sanguis Christi. b) Fiestas Marianas. c) Fiestas patronales. 3.Eucaristía y otros Sacramentos: a) Eucaristía y Penitencia. Etc.13
III.C.- LO QUE ESTAMOS LLAMADOS A VIVIR CON AMOR
El deseo de nuestro Señor Jesucristo de enviar a sus discípulos
a preparar la cena pascual (cf Lc 22, 8), es el mismo deseo, con el
cual les exhorto a preparar, celebrar y vivir debidamente este gran
misterio de salvación, que es la Eucaristía Dominical.
Por ser el Domingo «la fiesta primordial», «el fundamento y
el núcleo de todo el Año litúrgico» (SC, 106); la «síntesis de la vida
cristiana y una condición para vivirla bien» (Dies Domini, 81); « la
celebración de la presencia viva del Resucitado en medio de los
13
Ver anexo
Diócesis de Toluca
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suyos» (Dies Domini, 31), la celebración eucarística es insustituible
y, de hecho, el corazón del Domingo.
El carácter propio de la Misa dominical y la importancia que
ésta reviste para la vida cristiana, exigen que se prepare con especial
cuidado, de modo que se experimente como una epifanía de la Iglesia
(cf Dies Domini, 34-36; Ecclesia de Eucharistia, 41, Novo Millennio
Ineunte, 36) y se distinga como celebración alegre y melodiosa,
activa y participada (cf Dies Domini, 50-51).
C.1.-LÍNEAS DE PREPARACIÓN, CELEBRACIÓN Y VIVENCIA DE
LA EUCARISTÍA:
Me limitaré solamente a dar unas ideas, con la esperanza de
que sean los mismos sacerdotes en cada una de las comunidades
que les han sido confiadas, quienes afronten la vivencia pastoral
del espíritu litúrgico eucarístico al que estaremos dedicados
singularmente el Año 2010, dando estímulos y contenidos más
amplios a estas iniciativas. Es importante, en efecto, que la
Eucaristía sea acogida no solamente en los aspectos de preparación
y celebración, sino también como proyecto de vida; además, es
importante que ella sea la fuente y el centro de una auténtica
«espiritualidad eucarística».
Considero que, para llegar a vivir esta auténtica «espiritualidad
eucarística», es muy importante y necesario, asumir y encarnar, como
un valor y virtud, la decisión de “prepararnos para una digna y activa
Celebración Eucarística Dominical, que implique la aplicación de ésta
en nuestra vida cotidiana, tanto de los sacerdotes como de los demás
fieles, los consagrados y consagradas, los seminaristas y los laicos.
Las orientaciones que a continuación les ofrezco, son
elementos muy dignos de ser considerados, puesto que son
condiciones que nos facilitarán una digna, fructífera y auténtica
celebración. Es decir, es ineludible el antes, el durante y el después
de la Celebración Eucarística Dominical:
34
Exhortación Pastoral
Una catequesis «pre-eucarística», «eucarística» y «posteucarística», sin lugar a dudas, nos conducirá a una madura y plena
vivencia comunitaria del Misterio Eucarístico:
1. El “antes” de la celebración, es la finalidad de la «CATEQUESIS
PRE-EUCARÍSTICA», que comporta tres momentos: preparación
remota, preparación próxima y preparación inmediata:
a) Preparación remota: Implica gran parte de la vida. Es la
formación para la glorificación, alabanza, acción de gracias,
petición de perdón y súplica desarrollada en la vida del
creyente, como también una fe que abarca la comunión de
gracia y amor con Cristo Resucitado.
Esta preparación es fundamental y su desarrollo tiene lugar
principalmente en la vida familiar dentro del hogar, en donde
se adquieren los compromisos y se toman las opciones.
Un modo de dinamizar esta preparación es cultivar el amor
a Dios y al prójimo y guardar los mandamientos divinos
(santificar las fiestas).
Algunas acciones concretas a considerar: es recomendable
fomentar una fe profunda en la Palabra de Dios y un amor
acendrado a Jesús-Eucaristía, mediante la oración personal
y/o familiar (la Liturgia de las Horas o la Lectio Divina), la
visita al Santísimo en determinados momentos del día o de
la semana; el cultivo de una espiritualidad centrada en la
Eucaristía, ayudándose de la lectura espiritual (por ejemplo:
la vida de santos que celebraron y vivieron su amor a la
Eucaristía, etc.). Llevar a la oración no tan solo las necesidades
personales, sino también las necesidades de la comunidad
familiar, parroquial, diocesana, eclesial y civil nacional o
internacional. Además al inicio (al levantarse) y al final del
día (antes de acostarse) que esté enmarcado por la oración
(por ejemplo: el Padre nuestro, el Ave María, o bien un canto
o salmo tomado de la liturgia dominical).
b) Preparación próxima: Esta etapa se apoya en la madurez
cristiana, es decir, en el conocimiento claro de lo que implica
Diócesis de Toluca
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acudir a Misa. No se trata de un mero cumplimiento, o
tradición familiar o costumbre piadosa, sino de una verdadera
necesidad de asistir y celebrar la Eucaristía.
Algunas acciones concretas a considerar: la reflexión y
meditación de las lecturas bíblicas dominicales (por ejemplo:
lectura del Evangelio y las cartas del Nuevo Testamento
que se proclaman en la Misa Dominical) ya sea de manera
personal y/o familiar dentro del hogar, o bien grupal, en los
diversos movimientos y asociaciones parroquiales. Acudir
con anterioridad al Sacramento de la Reconciliación. Por lo
que respecta al Equipo de animación litúrgica en la parroquia,
la preparación de las lecturas, de los cantos, moniciones,
peticiones, carteles y adornos apropiados, etc. De parte del
sacerdote, es conveniente dedicar un tiempo cada día de la
semana para preparar la homilía.
c) Preparación inmediata: su finalidad es asumir ciertas
actitudes y efectuar determinadas acciones que nos ayuden
a una adecuada celebración de la Eucaristía Dominical.
Algunas acciones concretas a considerar: esta preparación
nos debe motivar a la buena disposición personal (alegría,
gusto y un corazón bien dispuesto), y a la puntualidad. Es
importante guardar el ayuno de una hora, hay quien puede
optar por hacer un ayuno total hasta la hora de la Comunión.
Algunas personas en sus casas pueden hacer el esfuerzo
por mantener la mañana en silencio: no encienden la radio
o la televisión y los periódicos del domingo han de esperar
para más tarde. El modo de vestirse apropiado para asistir
al banquete del Señor es igualmente importante. El templo
debe estar abierto antes de la liturgia para que quien lo desee,
pueda orar o rezar en privado. El orden, limpieza y belleza del
lugar y de los utensilios deben fomentar la piedad y mostrar
la santidad de los misterios que se celebran.
2.- El “durante” la celebración, es la finalidad de la «CATEQUESIS
EUCARÍSTICA». La Celebración de la Eucaristía es el punto
36
Exhortación Pastoral
culminante y el momento de la debida participación activa, plena
y consciente en ella.
Algunas acciones concretas a considerar: respeto por el
lugar santo donde se reúne la asamblea, con el silencio y
la reverencia debida. El coro y su director una vez puestos
de acuerdo en los cantos que se entonaran en la Misa, unos
minutos antes de la celebración ensayan con la gente que
comienza a llegar. El sacristán tiene ya todo dispuesto para la
celebración. Los acólitos, lectores y ministros de la Eucaristía
llegan a tiempo y hacen los preparativos definitivos. El
que preside ya revestido dignamente con las vestiduras
litúrgicas y en silencio meditativo espera junto con el servicio
litúrgico, para que llegada la hora puntual, dé comienzo la
celebración. Es éste el momento clave y central para que
cada uno participe según su función dentro de la Misa. No
tengan miedo a mostrar que están hambrientos de la Palabra
de Dios cuando la proclaman los lectores, hambrientos del
Cuerpo y de la Sangre de Cristo cuando se acercan a recibir
la Comunión. Den gracias a Dios con su gran atención a la
Oración Eucarística y vivan con fe e intensidad cada momento
de la celebración.
2. El “después” de la celebración, es la finalidad de la «CATEQUESIS
POST EUCARÍSTICA». Es la proyección de la Celebración
Eucaristía. La Misa Dominical tiene su aplicación y proyección
de modo permanente y a lo largo de toda la vida del cristiano, de
tal modo que su crecimiento en la fe y amor a Dios y al prójimo es
progresivo. Esto indica que la gracia recibida especialmente en la
Eucaristía del Día del Señor, debe rendir mejores frutos de santidad
para cada uno, para la familia y para toda la comunidad.
Algunas acciones concretas a considerar: es importante
salir de Misa con un compromiso concreto, con el fin de ser
aplicado en la vida cotidiana. Se trata de un compromiso
con Dios, con la Iglesia y con la sociedad, como puede ser
la promoción y defensa de los valores de la vida y del amor
Diócesis de Toluca
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verdadero, en donde la Iglesia doméstica se convierte en
casa y escuela de comunión y santidad. Haciendo el bien a los
demás, practicando la caridad y extendiendo la paz, la verdad
y la justicia. En los más sencillos quehaceres de la vida diaria,
en el trabajo o en el hogar, sean conscientes de la vida que
compartimos con Cristo, de la alegría y esperanza que implica.
Hay que mirar la Eucaristía Dominical como una preparación
vital para la semana, es decir, el escuchar la Palabra de Dios del
Domingo es una preparación para escuchar la Palabra de Dios
en nuestras vidas durante la semana. La acción de gracias que
proclamamos en la Plegaria eucarística es una preparación para
la acción de gracias en nuestras comidas y también en todo lo
que recibimos de Dios, la vida de cada día, el amor que damos
y recibimos, la salud, el trabajo, el sufrimiento y el dolor…
La mesa de la Sagrada Comunión que compartimos es una
preparación para abrir nuestro corazón a toda la humanidad.
El Año de la Pastoral litúrgica centrado en la Eucaristía Dominical,
es tiempo propicio para ampliar la mirada más allá de los aspectos
típicamente celebrativos. «Precisamente por ser el corazón de la
vida cristiana, la Eucaristía no termina entre las paredes de la iglesia,
sino que exige transformar la vida diaria de quien participa de ella. El
sacramento del Cuerpo de Cristo se prodiga en favor de la edificación
del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Las actitudes eucarísticas en
las que hemos sido educados por la celebración deben ser cultivadas
en la vida espiritual, teniendo en cuenta la vocación y el estado de
vida de cada uno. La Eucaristía en verdad es alimento esencial para
todos los creyentes en Cristo, sin distinción de edad o condición»
(Sugerencias y propuestas, Congregación para el Culto Divino y la
Disciplina de los Sacramentos Año de la Eucaristía, n. 20).
La Pastoral de la Eucaristía favorece la identidad, las características
y las expresiones litúrgicas de cada comunidad, dentro de la unidad
y catolicidad eclesial. Valorando y apreciando el espíritu litúrgico
del Rito Latino, que en la unidad admite también la legítima
diversidad de adaptaciones, según la cultura y vida cotidiana de las
circunstancias de los discípulos en nuestra Diócesis.
38
Exhortación Pastoral
IV.- PROYECCIÓN DE LA SAGRADA EUCARISTIA,
ESPECIALMENTE LA DOMINICAL
El misterio de la celebración de la Eucaristia no se queda
encerrado en nuestros templos, sino que como un nuevo culto
se pronlonga en los distintos espacios de nuestra vida personal,
familiar, social y socio-cultural.
Nuevo culto en “espíritu y verdad” (cf Jn 4, 24) que fluye enlas
siguientes dimensiones:
1.- DIMENSIÓN LITÚRGICA
a) Siendo que la Liturgia constituye el lugar privilegiado en el que
la Palabra de Dios se expresa plenamente, y que el misterio de
salvación narrado en la Sagrada Escritura encuentra en la Liturgia
el propio lugar de anuncio, escucha y realización. Es por eso que:
1.1. El libro de la Sagrada Escritura, incluso fuera de la acción
litúrgica, debe ser colocado en un lugar preponderante, visible y de
honor en el interior de la Iglesia. Eso implica que los leccionarios y
Evangeliarios deban cuidarse y tratarse con sumo respeto.
1.2. Es nuestro deber de discípulos y seguidores de Jesucristo,
atender la Palabra, recogernos interna y externamente para
escuchar al Señor, meditar lo que quiere decirnos y lo que nos pide en
la asamblea litúrgica. Participar en la Eucaristía quiere decir escuchar
al Señor con el fin de poner en práctica cuanto nos manifiesta, nos
pide, desea de nuestra vida. El fruto de la escucha de Dios que nos
habla cuando en la Iglesia se leen las Sagradas Escrituras (cf SC, 7)
consigue su madurez en el testimonio de nuestro vivir cotidiano (cf
Mane nobiscum Domine, 13).
1.3. Es importante que lo que se ha escuchado en la celebración
eucarística no desaparezca de la mente, ni del corazón, al salir de
la Iglesia; es necesario buscar y encontrar maneras de mantenernos
a la escucha de Dios, que nos hace llegar su voz de mil maneras, a
través de la sagrada Escritura, del Magisterio y de las circunstancias
de la vida cotidiana.
Diócesis de Toluca
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1.4. Darnos oportunidad de un intenso silencio interior, después de
la primera y la segunda lecturas, y terminada la homilía. Se trata
de favorecer unos momentos de meditación personal. Es por tanto
necesario pasar de la experiencia litúrgica del silencio (cf. Carta
Apostólica Spiritus et Sponsa, 13) a la espiritualidad del silencio, a la
dimensión contemplativa de la vida. Si no está anclada en el silencio,
la Palabra puede desgastarse, transformarse en ruido, incluso en
aturdimiento.
1.5. Las lecturas de la Escritura deben ser proclamadas utilizando los
libros litúrgicos, conservados de manera digna y tratados con el más
profundo respeto. Consiguientemente, la costumbre rutinaria de leer
sobre una hoja, no es un «signo» de la palabra y debe suprimirse.
1.6. Es lenguaje litúrgico formativo, valorizar el Evangeliario y hacerlo
significativo con una procesión precedente a la proclamación, sobre
todo en las solemnidades.
1.7. Hacer patente el rol de los servidores de la proclamación:
lectores y cantores. Formar adecuadamente los lectores y lectoras,
de modo que puedan proclamar la Palabra de Dios en forma clara y
comprensible; invitarlos a estudiar, orar, contemplar y testimoniar
con la vida aquello que leen.
1.8. Proclamar la Palabra de Dios en forma clara, cuidar la
pronunciación sabiendo que estás transmitiendo la Palabra del
mismo Dios, pronunciar y vocalizar bien, teniendo familiaridad con la
dinámica de la comunicación. Cuidar de que sonido o instrumentos
acústicos, sean los adecuados y contribuyan a elevar el espíritu, sean
de uso competente (megafonía adecuada).
1.9. Recordar «la grave responsabilidad que tienen quienes presiden
la Santa Eucaristía para que nunca sean sustituidos los textos de
la Sagrada Escritura con otros textos». Las lecturas no pueden
ser cambiadas a capricho y menos aún sustituidas por lecturas no
testamentarias.
1.10. Sobre la Homilía. Hemos de recordar que también forma parte
de la Liturgia de la Palabra. se afirma que «debería haber homilía
en todas las Misas “cum populo”, incluso durante la semana. Es
necesario que los predicadores (sacerdotes y diáconos) se preparen
en la oración y en intimidad con Cristo, de manera que puedan
predicar mistagógicamente. con convicción y pasión». Además,
40
Exhortación Pastoral
la homilía debe estar nutrida de doctrina y transmitir la enseñanza
de la Iglesia para fortificar la fe, llamar a la conversión en el marco
de la celebración y preparar a la realización del misterio pascual
eucarístico.
1.11. Hay que reconocer y animar el servicio de los laicos en la
transmisión de fe; por eso considero conveniente que el ministerio
instituido del lectorado se abra ampliamente a los laicos, de
modo que, en la comunidad cristiana, sea reconocido su rol
de proclamadores de la Palabra (cf XII ASAMBLEA GENERAL
ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS, “La Palabra de Dios
en la vida y misión de la Iglesia”, octubre de 2008).
b) Otro aspecto a considerar, será, resaltar la unidad entre las
dos mesas: La liturgia de la Palabra y liturgia de la Eucaristía
(cf Sacramentum Caritatis, n. 44).
1.1. La Plegaria eucarística merece ser subrayada adecuadamente
como «el centro y la cumbre de toda la celebración». La espiritualidad
eucarística y la reflexión teológica se iluminan al contemplar la
profunda unidad de la anáfora, entre la invocación del Espíritu Santo
y el relato de la institución (cf Ibid, n. 48).
1.2. Así como la acción ritual de la Eucaristía está fundada en el
sacrificio ofrecido por Cristo una vez por todas (cf. Heb 5, 7-9) y lo
representa sacramentalmente, así también nuestra participación
en la celebración debe llevar consigo el ofrecimiento de nuestra
existencia. En la Eucaristía la Iglesia ofrece el sacrificio de Cristo
ofreciéndose con Él, ofreciéndonos con Él (cf SC, 48; IGMR, 79, f;
Ecclesia de Eucharistia, 13).
1.3. En el pan y en el vino que llevamos al altar se significa nuestra
existencia: el sufrimiento y el empeño por vivir como Cristo.
1.4. Nuestras jornadas deben estar impregnadas de la espiritualidad
eucarística del sacrificio: «el trabajo, las relaciones, las miles de
cosas que hacemos, el empeño por practicar la vocación de esposos,
padres, hijos; la entrega al ministerio para quien es presbítero o
diácono; el testimonio de las personas consagradas; el sentido
“cristiano” del dolor físico y del sufrimiento moral; la responsabilidad
de construir la ciudad terrena, en las dimensiones diversas que
Diócesis de Toluca
41
comporta, a la luz de los valores evangélicos» (CONGREGACIÓN
PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS,
Sugerencias y propuestas, Año de la Eucaristía, n. 24).
1.5. Los ministros hagan lo posible para que el gesto, en su sencillez,
corresponda a su valor de encuentro personal con el Señor Jesús en
el Sacramento.
1.6. El término «eucaristía», en lengua griega, significa precisamente
acción de gracias (cf CIC, 1328). Agradecer es propio de quien se
siente amado gratuitamente, renovado, perdonado. Es justo y
necesario dar gracias a Dios, siempre (tiempo) y en todo lugar
(espacio). De aquí se irradia la espiritualidad de la acción de gracias
por los dones recibidos de Dios (la vida, la salud, la familia, la
vocación, el bautismo, etc).
1.7. Es importante, agradecer a Dios no sólo en las grandes ocasiones,
sino «siempre». Agradecer siempre y en «todo lugar»: en los ámbitos
del vivir cotidiano, la casa, los puestos de trabajo, los hospitales, las
escuelas...
1.8. No descuidar el tiempo de acción de gracias después de la
Comunión: además de un canto oportuno, puede ser también muy
útil permanecer recogidos en silencio (cf Ibid, n. 50).
1.9. En cuanto al saludo de despedida al final de la Celebración
eucarística: “Ite, missa est”; debe expresar sintéticamente la
naturaleza misionera de la Iglesia. Es por eso que conviene ayudar al
Pueblo de Dios a que, apoyándose en la liturgia, profundice en esta
dimensión constitutiva de la vida eclesial. En este sentido, será útil
disponer de textos debidamente aprobados para la oración sobre
el pueblo y la bendición final, que expresen la dicha de la relación
(cf Ibid, n. 51).
1.10. La celebración de la Eucaristía debería llevarnos a exclamar,
como los apóstoles tras el encuentro con el Resucitado: «¡Hemos
visto al Señor!» (Jn 20,25).
2.- DIMENSIÓN EVANGELIZADORA
a) La dimensión evangelizadora de la Eucaristía. «La
Eucaristía es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda
la evangelización» (Ecclesia de Eucharistia, 22).
1.1. El rito con el que se concluye la celebración eucarística no es
42
Exhortación Pastoral
simplemente la comunicación del final de la acción litúrgica: la
bendición, especialmente con las fórmulas solemnes que preceden
a la despedida, nos recuerdan que salimos de la Iglesia con el
mandato de dar testimonio al mundo de que somos «cristianos».
«La despedida al finalizar la Misa es una consigna que impulsa al
cristiano a comprometerse en la propagación del Evangelio y en la
animación cristiana de la sociedad» (Mane nobiscum Domine, 24).
1.2. El encuentro con Cristo no es un talento para esconder sino
para hacerlo fructificar en obras y palabras. La evangelización y el
testimonio misionero parten como fuerzas centrífugas del convivio
eucarístico (cf Dies Domini, 45).
1.3. La misión es llevar a Cristo, de manera creíble, a los ambientes
de la vida, de trabajo, de fatiga, de sufrimiento, buscando que el
espíritu del Evangelio sea levadura de la historia y “proyecto” de
relaciones humanas que lleven la impronta de la solidaridad y de la
paz. «¿Podría realizar la Iglesia su propia vocación sin cultivar una
constante relación con la Eucaristía, sin nutrirse de este alimento
que santifica, sin posarse sobre este apoyo indispensable para
su acción misionera? Para evangelizar el mundo son necesarios
apóstoles “expertos” en la celebración, adoración y contemplación
de la Eucaristía» (Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial de
las Misiones 2004, 3).
1.4. Se puede llamar a la Eucaristía, con justicia, el Pan de la misión:
una bella figura, en este sentido, es el pan que se le da a Elías, para
que continúe su misión, sin ceder ante las dificultades del camino:
«con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta
noches, hasta el Horeb, el monte del Señor» (1Re 19,8). Si aquel
pan que fue una prefiguración de la Eucaristía, fortaleció a Elías
para el camino, con cuanta mayor potencialidad, nos fortalecerá
en Señor que nos ofrece su Cuerpo y su Sangre para caminar como
sus discípulos y testigos por el camino de la vida.
3.- DIMENSIÓN SOCIAL
a) El Año dedicado a la Pastoral Litúrgica, dedicado
especialmente a creer, celebrar y vivir la Eucaristía
Dominical, debe ser una excelente ocasión para que
testimoniemos a Cristo con actos de «caridad concreta».
Diócesis de Toluca
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¿Por qué, pues, no hacer de este Año un tiempo en el que las
comunidades diocesanas, zonales, decanales y parroquiales
se comprometan especialmente a afrontar, con generosidad
fraterna, alguna de las múltiples necesidades de nuestros
pobres? En base a este criterio se comprobará la autenticidad
de nuestras celebraciones eucarísticas (cf JUAN PABLO II,
Carta Apostólica Mane nobiscum Domine, n. 28). «Quienes
participamos de la Eucaristía estamos llamados a descubrir,
mediante este Sacramento, el sentido profundo de nuestra
acción en el mundo en favor del desarrollo y de la paz» (JUAN
PABLO II, Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis, n. 48).
1.1. La Eucaristía transforma los bienes de este mundo (el
fruto de la tierra y del trabajo) manifestando su meta última:
hacer presente al mismo Cristo. De esta forma prepara el Reino
definitivo, anticipándolo, lo cual lleva al cristiano a entregarse a la
transformación de sí mismo, del propio corazón y, desde ahí, a la
transformación de todas las cosas en Cristo, orientación última y
plenitud del desarrollo humano. Un efecto esencial de la comunión
eucarística es la caridad, que debe penetrar la vida social.
1.2. Exhorto a todos para que en este año reafirmemos los caminos
concretos de servicio y caridad, especialmente con los más pobres y
necesitados. No olvidemos que «la “mística’’ del Sacramento tiene
un carácter social. A este respecto, hay que explicitar la relación
entre Misterio eucarístico y compromiso social. La Eucaristía es
sacramento de comunión entre hermanos y hermanas que aceptan
reconciliarse en Cristo, el cual ha hecho de judíos y paganos un solo
pueblo, derribando el muro de enemistad que los separaba (cf Ef
2,14). Sólo esta constante tensión hacia la reconciliación permite
comulgar dignamente con el Cuerpo y la Sangre de Cristo (cf Mt 5,2324). Cristo, por el memorial de su sacrificio, refuerza la comunión
entre los hermanos y, de modo particular, apremia a los que están
enfrentados para que aceleren su reconciliación, abriéndose al
diálogo y al compromiso por la justicia. No cabe duda de que las
condiciones para establecer una paz verdadera son la restauración de
la justicia, la reconciliación y el perdón. De esta toma de conciencia
nace la voluntad de transformar también las estructuras injustas para
44
Exhortación Pastoral
restablecer el respeto a la dignidad del hombre, creado a imagen y
semejanza de Dios. La Eucaristía, a través de la puesta en práctica
de este compromiso, transforma en vida lo que ella significa en la
celebración» (Sacramentum Caritatis, n. 89).
1.3. Este llamado al testimonio y proyección a la vida, permite
expresar de manera vivencial ente el mundo, el Evangelio de la
caridad, y lograra la integralidad de las vertientes de la pastoral,
específicamente, mantener el espíritu del Año dedicado a la Pastoral
Social y continuando el proceso de la Misión Evangelizadora
permanente en nuestra Diócesis.
4.- DIMENSIÓN DE RECONCILIACION Y PENITENCIAL
a) La dimensión penitencial está muy presente en la
Celebración eucarística. Emerge no sólo al inicio del acto
penitencial, con sus variadas fórmulas de invocación de la
misericordia divina, sino también en la súplica que dirigimos
a Cristo en el canto del Gloria, en el canto del Agnus Dei,
durante la fracción del Pan, en la plegaria que dirigimos al
Señor antes de participar en el convivio eucarístico.
1.1. La Eucaristía nos estimula constantemente a la conversión y
purificar el corazón penitente, consciente de las propias miserias y
deseoso del perdón de Dios; aunque esto no sustituye la confesión
sacramental, única forma ordinaria, para el perdón de los pecados
graves y para realizar la reconciliación con Dios y con la Iglesia.
1.2. La actitud de conversión debe extenderse durante cada uno
de nuestras jornadas, mantenida por el examen de conciencia, es
decir, la confrontación de nuestros pensamientos, palabras, obras
y omisiones con el Evangelio de Jesús.
1.3. Es conveniente ver con valentía y sinceridad nuestras miserias,
ya que esto nos libera de la autocomplacencia, nos mantiene en
la verdad delante de Dios, nos lleva a confesar la misericordia del
Padre que está en los cielos, nos muestra el camino que nos orienta
y nos conduce al sacramento de la Penitencia. Posteriormente nos
abre a la alabanza y acción de gracias. Nos ayuda, finalmente, a
ser benévolos con el prójimo, a compadecerlo en sus fragilidades
y perdonarlo. Es preciso tomar en serio la invitación de Jesús de
Diócesis de Toluca
45
reconciliarnos con el hermano antes de llevar la ofrenda al altar (cf
Mt 5, 23-24), y la llamada de Pablo a examinar nuestra conciencia
antes de participar en la Eucaristía (cada uno se examine a sí mismo
y después coma el pan y beba el cáliz: 1 Cor 11,28). Sin el cultivo de
estas actitudes, se desatiende una de las dimensiones profundas
de la Eucaristía (cf CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA
DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Sugerencias y propuestas, Año
de la Eucaristía, n. 22).
5.- DIMENSIÓN FESTIVA
a) La dimensión festiva de la Eucaristía. «El carácter festivo de
la Eucaristía Dominical expresa la alegría que Cristo transmite
a su Iglesia por medio del don del Espíritu. La alegría es,
precisamente, uno de los frutos del Espíritu Santo (cf Rm
14,17; Gal 5, 22) » (Dies Domini, 56).
1.1. Diversos son los elementos que en la Misa subrayan la alegría
del encuentro con Cristo y con los hermanos, ya sea en las palabras
(piénsese en el Gloria, el prefacio), ya sea en los gestos y en el
clima festivo (la acogida, los ornatos florales y el uso del adecuado
acompañamiento musical, según lo permite el tiempo litúrgico).
1.2. El Domingo se reviste de la alegría de la Celebración eucarística,
enseñándonos a alegrarnos siempre en el Señor; a gustar la alegría
del encuentro fraterno y de la amistad; a compartir la alegría recibida
como don (cf Dies Domini, 55-58).
1.3. Sería un contrasentido, para quien participa en la Eucaristía,
dejarse dominar por la tristeza. La alegría cristiana no niega el
sufrimiento, las preocupaciones, el dolor; sería una ingenuidad
pensar así. El llanto al sembrar nos enseña a vislumbrar la alegría
de la siega. El sufrimiento del Viernes Santo espera el gozo de la
mañana de Pascua.
46
Exhortación Pastoral
CONCLUSIÓN
Hermanos míos, muy amados: vamos a asumir con interés y
entusiasmo este Año 2010, dedicado a la Pastoral Litúrgica, como
una gran oportunidad para tomar conciencia del tesoro incomparable
que Cristo ha confiado a su Iglesia: la Eucaristía, el sacramento de
su propia persona. Que nos sea estímulo para celebrar, de manera
óptima, la Eucaristía Dominical con mayor vitalidad y fervor, para
que se traduzca en una vida cristiana transformada por el amor (cf
JUAN PABLO II, Carta Apostólica Mane nobiscum Domine, n. 29).
Por mi parte, considero como una de mis más delicadas
responsabilidades como pastor, hacer todo lo posible para apoyar los
esfuerzos que hagan para aplicar, en la práctica, esta Exhortación,
no sólo durante el próximo año, sino en adelante toda la vida.
Es una muy valiosa realidad que, siempre, la vida pastoral
en la comunidad diocesana viene de todos los que trabajan en el
ámbito parroquial. Les exhorto, con amor fraterno, particularmente
a Ustedes mi comunidad Presbiteral, a reflexionar en lo que aquí les
expongo como moderador, promotor y custodio de la vida litúrgica
en esta amada Iglesia particular de Toluca. Sólo busco responder a
lo que considero es “el querer de Dios”. Espero que su entusiasmo
y entrega pastoral les lleve a asumir como pastores, esposos y
servidores de esta Iglesia particular de Toluca, estas orientaciones
y a hacer de ella un Iglesia que viva de la Eucaristía; un testimonio
vivo de que la Eucaristía es el centro, fuente y culmen de la vida de
la Iglesia y, por consiguiente, de todo fiel cristiano.
Finalmente, convoco a todos los que conformamos, por el
bautismo, esta Iglesia diocesana de Toluca: comprometámonos
a cultivar entre nosotros la fe para que creamos realmente,
celebremos con dignidad y devoción, y vivamos intensamente este
santo Misterio de la Eucaristía Dominical. La Eucaristía será, el centro
existencial y plenitud de nuestro «vivir en el amor» (cf Deus caritas
est, n. 39), que el Papa Benedicto XVI viene promoviendo.
Diócesis de Toluca
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Encomiendo al santo cura de Ars, san Juan María Vianney, los
corazones de todos y pido su intercesión para que nos alcance, de
la Trinidad, la disposición para la debida preparación, el desarrollo
dinámico, maduro y los frutos de salvación de este Año 2010,
dedicado a la Pastoral Litúrgica, y para que perduren en la vida
de cada uno de nosotros: Cuando Juan María Vianney llegó a Ars
solamente iba un hombre a misa. Cuando murió solamente había en
Ars un hombre que no iba a misa.
Ofrezco a Dios Padre, por medio de su Hijo Jesucristo, y
confiando en la asistencia del Espíritu Santo, todos los trabajos a
realizar en este año que será de gracia abundante para nuestra Iglesia
diocesana de Toluca.
Toluca de san José, domingo 22 de noviembre de 2009,
solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo.
+Francisco Javier Chavolla Ramos
Obispo de Toluca
Anexo
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Exhortación Pastoral
1.- El Culto Eucarístico fuera de la Santa Misa
El Papa Juan Pablo II nos exhorta: «La adoración eucarística
fuera de la Misa debe ser durante este año un objetivo especial
para las comunidades religiosas y parroquiales. Postrémonos largo
rato ante Jesús presente en la Eucaristía, reparando con nuestra fe
y nuestro amor los descuidos, los olvidos e incluso los ultrajes que
nuestro Salvador padece en tantas partes del mundo. Profundicemos
nuestra contemplación personal y comunitaria en la adoración, con
la ayuda de reflexiones y plegarias centradas siempre en la Palabra
de Dios y en la experiencia de tantos místicos antiguos y recientes»
(Carta Apostólica Mane nobiscum Domine, n. 18). Por esta razón les
pido que promuevan insistentemente el culto eucarístico fuera de la
Misa, tanto privado como público, a través de los siguientes ejercicios
de piedad:
a) La comunión de los enfermos y el viático. La Eucaristía es
el momento central de la vida cristiana. Jesucristo resucitado
se hace presente en medio de la Iglesia reunida, y se da
como alimento a los fieles. Los enfermos participan de este
momento central recibiendo la comunión. Así Jesucristo
se hace presente en su dolor con toda la proximidad
del sacramento, y así también el enfermo se une más
profundamente con los demás hermanos cristianos.
Cualquier día es bueno para llevar la comunión a los enfermos;
sin embargo, cabe señalar que el día más adecuado para que
los enfermos participen de la Eucaristía es el Domingo, el día
en que toda la Iglesia se reúne para celebrarla.
Cuando se lleva la comunión a los enfermos, el acto debe
tener al mismo tiempo carácter de celebración y carácter
también de acercamiento humano y cristiano al enfermo.
El ministro de llevar la comunión al enfermo, lo puede ejercer
el sacerdote, el diácono, o bien algún laico autorizado por la
Iglesia.
Diócesis de Toluca
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El Viático consiste en administrar la comunión, a los
moribundos como ayuda para celebrar la Pascua definitiva.
Así pues, a los que van a dejar la vida terrena la Iglesia les
ofrece un alimento espiritual para su pascua, la comunión,
llamada en esta ocasión Viático. El Viático es específico para
los moribundos, siempre a condición de que estén lúcidos con
las limitaciones propias de su estado. El ministro adecuado
para impartir, tanto la Unción de enfermos como el Viático,
es el sacerdote. No debe confundirse el Viático con llevar la
comunión a los enfermos.
La comunión recibida como Viático ha de ser tenida como un
signo especial de participación en el misterio que se celebra
en el sacrificio de la misa, esto es, en la muerte del Señor y
su tránsito al Padre.
b) La Visita al Santísimo Sacramento. No dejen de hacerla
durante el día los sacerdotes, consagrados y demás fieles,
como muestra de gratitud y prueba de amor a la presencia
real de Cristo en la Eucaristía. No hay que olvidar que la Iglesia
en la que está reservada la santísima Eucaristía, debe quedar
abierta a los fieles, por lo menos algunas horas al día, para que
puedan hacer oración ante el Santísimo Sacramento.
c) La Exposición del Santísimo Sacramento. Expóngase
solemnemente la Eucaristía con asistencia del pueblo, al
menos los días jueves de cada semana, en memoria de la
Última Cena, y los primeros viernes de mes, en memoria del
Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús. No hay que olvidar
que para una digna y reverente Exposición del Santísimo
Sacramento, se debe usar la Capa Pluvial y el Paño de
Hombros. El uso del incienso ayudará a los fieles, como
expresión sensible, a penetrar en el misterio de la presencia
real de Jesucristo en la Eucaristía, y a crear el clima de
adoración y oración que se requieren.
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Exhortación Pastoral
d) El Jubileo Eucarístico de las 40 Horas. En aquellos templos
de nuestra diócesis donde se realizan los turnos de este
piadoso ejercicio de adoración con la que una comunidad
rinde tributo solemne de la Eucaristía, cuiden de que la
exposición del Santísimo Sacramento sea realizada con toda
la reverencia del caso y de que se cuente en todo momento
con una asistencia conveniente de fieles.
e) Horas Santas. Consérvese la piadosa costumbre de la
Hora Santa mensual o semanal, y procuren la formación y el
incremento de aquellos grupos apostólicos que tienen como
finalidad principal la veneración a Cristo en el Sacramento
de la Eucaristía. Deberán recordarles, con frecuencia, que
la presencia real deriva del Sacrificio y tiende a la comunión
sacramental y espiritual a la vez.
f) Adoración del Santísimo y Rezo del Santo Rosario. «No se
excluya el rezo del Rosario, admirable en su sencillez y en su
profundidad, delante de la reserva eucarística o del Santísimo
Sacramento expuesto. Sin embargo, especialmente cuando
se hace la exposición, se evidencie el carácter de esta oración
como contemplación de los misterios de la vida de Cristo
Redentor y de los designios salvíficos del Padre omnipotente,
sobre todo empleando lecturas sacadas de la sagrada
Escritura» (CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instrucción
Redemptionis Sacramentum, n. 137; cf JUAN PABLO II, Carta
Apostólica Mane nobiscum Domine, n. 18).
Les recuerdo que, «corresponde a los pastores animar, incluso
con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente
la exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo
presente bajo las especies eucarísticas» (JUAN PABLO II, Carta
Encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 25). Por ello les pido a ustedes,
hermanos sacerdotes, que pongan todo su esfuerzo para que
la Diócesis de Toluca se convierta en una comunidad de oración
y adoración al Santísimo Sacramento, a fin de que, dirigiendo
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continuamente nuestra mirada al Señor, presente en el Santísimo
Sacramento del altar, podamos descubrir la plena manifestación de
su amor. ¡Celebrar bien la Eucaristía y profundizar en su adoración
y contemplación! ¡Éste es el hermoso sagrado desafío que tenemos
por delante en el presente año!
2.- Las Fiestas con la celebración Eucarística
a) Corpus et Sanguis Christi
Les recomiendo que cuiden de avivar con particular fervor la
solemnidad del Corpus Christi con la tradicional procesión.
1.- Que la fe en Dios, se proclame por doquier y particularmente por
nuestras calles y en nuestras casas, como una expresión de nuestro
amor agradecido y fuente de inagotable bendición (cf JUAN PABLO
II, Carta Apostólica Mane nobiscum Domine, n. 18).
2.- Es una gracia de Dios que cada año llena de gozo a quienes
participan devotamente en la procesión eucarística en la solemnidad
del Cuerpo y la Sangre de Cristo (cf JUAN PABLO II, Carta Encíclica
Ecclesia de Eucharistia, n. 10).
b) Fiestas Marianas
Juan Pablo II en su Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia (n. 53-58)
nos señala: «Si queremos redescubrir en toda su riqueza la íntima
relación que une a la Iglesia con la Eucaristía, no podemos olvidar a
Santa María, Madre y Modelo de la Iglesia».
1.- Dejémonos «educar» por María, «Mujer Eucarística». Ella mejor
que nadie, nos puede ayudar a vivir profundamente el sentido de la
celebración eucarística y a que ésta deje en nuestras vidas una huella
profunda de fe y de amor. Que en cada Santa Misa, memorial de la
pasión y muerte de Cristo, sepamos escuchar la voz del Señor que,
desde lo alto de la Cruz, nos dice: «he ahí a tu Madre» (Jn 19, 27); y,
correspondiendo a este don, acojámosla en nuestros corazones con
profundo amor filial.
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Exhortación Pastoral
2.- Aprovechemos, en la liturgia, las celebraciones marianas a lo largo
del año, para redescubrir la importancia de María en la celebración
eucarística.
c) Fiestas patronales
Merecen una gran atención también las fiestas del Patrono del lugar
y otras fiestas de la Santísima Virgen y de los Santos que el pueblo
celebra con particular énfasis. Su importancia destaca precisamente
en las implicaciones de tipo religioso, cultural, folklórico y turístico
que llevan consigo, y en que contribuyen, con su lenguaje y su ritual,
a definir y afirmar la identidad de un pueblo. Con frecuencia pueden
ser objeto de utilización o manipulación con los fines más diversos,
especialmente culturales, políticos y económicos.
1.- La celebración de este tipo de fiestas ha de interesar a los pastores
no menos que la celebración del domingo y de las solemnidades del
calendario litúrgico.
2.- Se trata de hacer aflorar en las manifestaciones festivas, sobre
todo en las religiosas, las raíces de la fe cristiana y de cuidar que sean
también un medio de evangelización.
3.- Habrá que mantener un trabajo paciente para lograr que sean un
cauce de unión con Dios en Jesucristo, con la comprensión respetuosa
hacia las formas populares de expresión (cf SECRETARIADO
NACIONAL DE LITURGIA, Liturgia y piedad popular. Directorio
litúrgico-pastoral, PPC (DE 140), Madrid 1989, nn. 81-94).
3.- Eucaristía y otros sacramentos
a) «La Eucaristía y la Penitencia son dos sacramentos estrechamente
vinculados entre sí. La Eucaristía, al hacer presente el Sacrificio
redentor de la Cruz, perpetuándolo sacramentalmente, significa que
de ella se deriva una exigencia continua de conversión, de respuesta
personal a la exhortación que San Pablo dirigía a los cristianos
de Corinto: “en nombre de Cristo les suplicamos: ¡reconcíliense
Diócesis de Toluca
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con Dios!” (2 Co 5, 20). Así pues, si el cristiano tiene conciencia de
un pecado grave, está obligado a seguir el itinerario penitencial,
mediante el sacramento de la Reconciliación para acercarse a la
plena participación en el Sacrificio eucarístico» (JUAN PABLO II,
Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 37).
1.- Exhorto a los sacerdotes de la Diócesis, a que en todas las
Parroquias, Capellanías, Iglesias, y Santuarios, fijen de manera
pública y estable horarios de confesiones. Ofrezcan, así, a nuestros
fieles las máximas facilidades posibles para confesarse.
2.- Adecúense estos horarios a la necesidad real de los penitentes
(días y horas que les resulten asequibles).
3.- Ofrézcase la celebración de este sacramento antes de la Misas de
horario y durante la celebración de la Santa Misa, si hay sacerdotes
para hacerlo (cf CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA
DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instrucción Redemptionis
Sacramentum, n. 76).
4.- Muéstrense dispuestos a administrar el sacramento de la
reconciliación, cada vez que los fieles lo soliciten razonablemente. La
falta de disponibilidad para acoger a las ovejas descarriadas, e incluso
para ir en su búsqueda y poder devolverlas al redil, sería un signo
doloroso de falta de sentido pastoral en quien, por la ordenación
sacerdotal, tiene que llevar en su propia persona la imagen viva del
Buen Pastor (cf JUAN PABLO II, Carta Apostólica en forma de motu
proprio, Misericordia Dei, p. 9, n. 1b).
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Exhortación Pastoral