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REFLEXIONES DEL PADRE FUNDADOR
Reflexión frente a los ataques al Papa Benedicto XVI
¡Señor, tu sabes que te amo! (Jn. 21, 1-19)
Queridos milicianos, queridos hermanos, amigos:
El apóstol Pedro siempre tuvo una relación especial con Jesús y eso aparece en los evangelios,
cuando el evangelista Mateo, por ejemplo, en los sinópticos, pero Mateo de modo especial, da
el nombre de los Apóstoles, cómo se llaman, dice: “El primero Pedro”. Pero en realidad si nos
atenemos al relato del evangelista Juan, Pedro no fue el primero, ustedes recordarán que el
primero fue Andrés, porque estaba junto al Jordán, bautizando Juan el Bautista, aparece
Jesús y Juan lo señala y dice: “He ahí el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”.
Estas palabras conmueven a sus discípulos y también el porte de Jesús, el más bello de los
hijos de los hombres. Y entonces algunos de ellos entre ellos Andrés y posiblemente Juan, se
van detrás de Jesús y Andrés le dice: “¿Maestro, donde vives?, y Jesús le dice: “Ven y ve” y
desaparece.
Toda esa noche estuvo Andrés con Jesús, no sabemos que le enseño, que le dijo, que vio, pero
debe haber sido algo tan importante, tan trascendente, que de repente cuando empezaba a
aclarar el día, Andrés se encuentra con su hermano Pedro y le dice estas palabras:
“Encontramos al Mesías” y lo lleva a Pedro a la presencia de Jesús. De tal manera que el
primero fue Andrés, en segundo lugar viene Pedro, pero los evangelistas dicen: “El primero
Pedro”.
Y entonces empieza esta extraña relación entre Jesús y Pedro, porque Jesús lo ve y le dice:
“Tu eres Pedro, hijo de Simón, bar Jona, desde ahora te llamarás Cefas”, ¡Qué cosa extraña!
¿Qué habrá sentido Pedro cuando este personaje extraño le dice “ahora te cambio el
nombre”, imagínense ustedes la impresión que nosotros tendríamos, si al enfrentarnos con
alguna persona importante nos dice “ahora te cambio el nombre”. Y ahí queda esta primera
relación de Jesús con Pedro. Después cuando en Galilea Jesús le pregunta a sus apóstoles:
“¿Quién dicen los hombres que es el hijo del hombre? (Mt. 16, 13-19). Siempre Jesús gustaba
llamarse “el hijo del hombre”, entonces le contestan, bueno, unos que Isaías, otros que
Jeremías o alguno de los profetas y entonces viene la pregunta tremenda: “¿Y ustedes, ustedes los Apóstoles, mis discípulos- quien dicen quien soy? Y tomando la palabra Pedro dice:
“Tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” y la respuesta del Señor es definitiva:
“Bienaventurado Simón bar Jona –bienaventurado Simón, Pedro, hijo de Jonás-, porque esta
verdad de que yo soy el Hijo de Dios no te la ha dicho ni la carne ni la sangre sino mi Padre
que esta en el Cielo”. Y escuchen esto: “Y yo ahora te digo…” Y ahí empieza de nuevo a
expresarse de modo mas claro esta especial relación de Jesús con Pedro: “Yo te digo tu eres
Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos.
Todo lo que ates en la tierra va a ser atado en el Cielo, todo lo que desates en la tierra va a
ser desatado en el Cielo” ¡Qué Palabra! ¡Que poder extraño le esta dando Jesús a Pedro! ¿Qué
significa esto de atar y desatar? ¿Qué significa este poder de que lo que él haga, lo va a hacer
el Señor en el Cielo? Seguramente que Pedro no alcanzó a percibir todo lo que esto
significaba, pero sí descubre, que entre él y Jesús se está dando esta especial relación que
hace que Jesús, lo vaya separando de los mismos apóstoles, que sea el primero, el primero. Y
que de alguna manera esta primacía de Pedro suponga, por parte de Jesús, el reconocimiento
de una misión que él tiene que hacer.
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Tiempo después Jesús le dice a Pedro: “Pedro mira que el Demonio quiere zaherirte como el
trigo en la criba, pero yo he rezado a mi Padre para que tu fe no desfallezca. Y cuando tu te
conviertas, -porque en el medio iba a aparecer la apostasía de Pedro. Y viene de nuevo la
relación especial de Cristo con Pedro- confirma en la fe a tus hermanos”. ¡Qué misión! ¡Qué
misión! Atar y desatar en la tierra, confirmar a los hermanos en la fe. ¿Cómo podría
entenderse todo esto? Todavía faltaba que el Señor dijera las cosas con más claridad, todavía
era necesario que el corazón de Pedro pudiera recibirlas con mayor nitidez, todavía estaba en
el claroscuro de las cosas. Por eso no fue suficiente esta revelación y esta relación, para
evitar la traición de Pedro, aquella noche tremenda del jueves santo.
Y ahora se da esta última aparición de Jesús, pero fíjense que interesante, a pesar de la
apostasía de Pedro, a pesar que lo negó tres veces al Señor, sin embargo, al primer Apóstol al
que se le presenta el Resucitado es a Pedro. Lo dicen los mismos apóstoles, cuando los
discípulos de Emaús llegan a la casa de los apóstoles para decirles que se les había aparecido
el Señor, ellos no los dejan hablar y ellos mismos dicen: “Resucitó el Señor, y se le apareció a
Pedro” (Lc. 24, 34), ¿Cuándo? Cuando Pedro volvía del sepulcro a la casa, ahí se le apareció el
Señor. De esa aparición también habla San Pablo: “se le apareció a Pedro y después a más de
quinientos hermanos, muchos de los cuales todavía viven y a mí finalmente que soy un
aborto”. Se le presentó primero a Pedro, siempre este lugar especial. El primer Apóstol a
quien el Resucitado se presenta es a Pedro. Pedro el primero, “confirma en la fe a tus
hermanos”, “sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, “a ti te daré las llaves del Reino de los
Cielos, lo que ates lo voy a atar, lo que desates lo voy a desatar”.
¡Esto es tremendo, no hay hombre en la tierra que haya tenido este poder como el de Pedro!
Pedro esta en el lago de Tiberiades, ya el Señor ha resucitado, se ha aparecido, ustedes
escucharon el relato, están pescando, no pescan nada, aparece un personaje misterioso en la
orilla, les dice: “-¿Muchachos pescaron algo?”, “-No”. “-Tiren la red hacia la derecha”, -no
dijo hacia la izquierda, hacia la derecha-. Tiraron la red a la derecha y pescaron ciento
cincuenta y tres peces grandes.
Y entonces aparece de nuevo y ya más explicita esta relación de Jesús con Pedro. Jesús le
dice a Pedro después que comen con los otros apóstoles, “¿-Pedro, me amas?”, “-Si Señor te
amo”, “-Apacienta a mis corderos”. “¿-Pedro, me amas?” “-Si Señor te amo”, “-Apacienta a
mis ovejas”. “¿-Pedro, me amas?” “-Señor (ya se pone un poco nervioso Pedro) Tu lo sabes
todo, tu sabes que te amo”, “-Apacienta a mis ovejas” (Jn. 21, 15-17).
Y los Padres de la Iglesia, y la tradición de la Iglesia, han considerado siempre a estos
corderos y ovejas, como la estructura jerárquica de la Iglesia, obispos y sacerdotes: mis
corderos y como los fieles de la Iglesia: mis ovejas.
Pedro tendría que ser el gran pastor, que iba a apacentar los corderos y las ovejas del Señor.
“Cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías, ahora otro te va a ceñir e iras
a donde no quieras ir”. Y viene la misión a Pedro: “Sígueme, sígueme, sígueme” (Jn. 21, 18).
Así está definida la misión de Pedro, el Papa, seguirlo al Señor, seguirlo al Señor, dejar que el
Señor le dé los poderes y le ciña, Él te va a llevar a donde quiera, tu tienes que seguirlo al
Señor. Y se llame Cipriano, se llame Celestino, se llame León Magno, se llame Crisógono, se
llame Juan XXIII, se llame Pío XII, se llame Pablo VI, se llame Juan Pablo II, se llame Benedicto
XVI, ¿Cuál es la misión? Apacentar las ovejas del Señor, apacentar los corderos, confirmar en
la fe a fieles y seguirlo al Señor y seguirlo al Señor, seguirlo al Señor.
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Esta es la misión de Pedro, que Pedro la hará siempre, asistido y sostenido e iluminado por el
Espíritu Santo. Esta misión lo obliga a Pedro a sostener, en medio del cambio histórico de las
cosas, una verdad que no cambia, una moral a practicar que no cambia y un culto a celebrar
que no cambia. Estas son los tres elementos con los cuales Pedro va a confirmar en la fe a los
hermanos, con los cuales Pedro tendrá que sostenerse en medio de los tiempos.
Pero entonces ¿Cómo hacemos? Porque la Iglesia, ciertamente tiene una verdad a creer, una
moral a practicar y un culto a celebrar. ¿Cómo hacemos para que esta verdad, esta moral y
este culto estén presentes en medio de un mundo que cambia, del vértigo de las cosas del
tiempo y de la realidad de las cosas que se deshacen?. ¿Cómo hacer para que esté presente
todo esto? Y bueno, aquí viene la misión del Papa. El Papa se transforma en la voz sensible de
la Iglesia. El Papa tiene una memoria prodigiosa que le da el Espíritu Santo, que es la memoria
misma de la Iglesia, y la Iglesia con su memoria llega hasta los albores mismos de la creación y
la Iglesia con su conciencia, que es la conciencia de la Iglesia, el Papa, iluminado por el
Espíritu Santo, puede discernir con claridad qué es lo bueno, qué es lo amable, qué es lo
perfecto según la voluntad de Dios en las cosas, en el tiempo, poder discernir el bien del mal
en el tiempo, y entonces poder confirmar en la fe a los hermanos, afirmando y definiendo la
verdad que hay que creer, la moral que hay que practicar, el culto que hay que celebrar.
En Pedro, la piedra sobre la cual se edifica la Iglesia, aparece entonces estructurada toda la
vida de la Iglesia. Saquemos al Papa y se desploma la Iglesia, porque las notas de unidad,
santidad, apostolicidad y catolicidad de la Iglesia están afirmadas en Pedro la piedra. Los
enemigos de Dios atacan siempre al Papa, atacan siempre a la Iglesia y a la Iglesia en el Papa
y esto es lo que hoy estamos sufriendo queridos míos con esta confabulación internacional en
contra del Papa que sale permanentemente en los medios de comunicación. Han hecho una
gran red para atacar al Papa, el Papa cumple mañana, Benedicto XVI cumple mañana
(18/04/10) cinco años en el pontificado. Por eso esta reflexión mía.
Siempre los Papas han tenido que enfrentar esta persecución del Demonio a la Iglesia y
siempre han tenido las respuestas válidas, ellos siempre han podido enseñar, con toda
claridad, esta verdad a creer, esta moral a practicar y este culto a celebrar. Y a pesar de los
avatares y tensiones del mundo y persecuciones, esta verdad nunca la Iglesia la ha profanado,
esta moral nunca la ha negociado, este culto nunca lo ha quebrantado. Los Papas siempre han
sufrido persecución porque ellos tienen que ensañar y confirmar en la fe y no se puede
enseñar y confirmar en la fe sin padecer. El Papa siempre padece la fuerza de su magisterio.
Hemos tenido estos grandes Papas, de este siglo y del siglo pasado. ¡Y cómo sufrieron las
persecuciones! Pío IX, en medio de las persecuciones puede afirmar la infalibilidad del Papa
cuando habla de la moral, de la fe, de la verdad de Dios y del culto divino. Y Pío IX enfrenta a
los enemigos de la Iglesia con una entereza, una valentía, un coraje increíble, una iluminación
que lo hace reunir al Concilio Vaticano I para poder afirmar las verdades de la Iglesia.
El Papa es la voz sensible de la Iglesia, esta metido en la historia, no puede salirse de la
historia, a pesar de que tiene que defender una verdad que no cambia y una moral que
tampoco cambia y un culto que hay que mantenerlo, a pesar de eso, él esta metido en la
historia y tiene que enfrentar los aconteceres de la historia y esto lo tiene que hacer
confirmando en la fe a los hermanos que es la misión que Cristo le dio al Papa, a Pedro. Por
eso y para eso es el Vicario de Cristo.
Queridos míos, vemos a estos pontífices confirmando en la fe a nosotros los hermanos,
confirmando en la fe, iluminando desde la verdad que no cambia, iluminando desde la moral
que hay que practicar, iluminando desde el culto a realizar, siempre los Papas, ahí están.
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León XIII con la cuestión social que empieza a situarse en la historia del mundo
contemporáneo, sale con la famosa Encíclica “Rerum Novarum”, y empieza el magisterio de la
Iglesia a señalar los grandes temas de la cuestión social, que hay que enfrentar en la sociedad
post industrial y reclama de nuevo la presencia de Santo Tomás, es el gran Papa del tomismo,
porque él dice que los errores funestos de la sociedad de hoy vienen de la funesta filosofía
moderna y “hay que volver a Santo Tomás” dice el Papa en la Aeterni Patris en 1878. Y
después de León XIII, por hacer una rápida enumeración, el Papa Pío X que se encuentra con
todo el tema del modernismo, esta herejía del liberalismo protestante, que se mete en la
Iglesia y que termina negando la divinidad de Cristo, porque niega en el Evangelio todos los
hechos que expresan a Cristo como Mesías, en el orden de lo sobrenatural. Y el Papa Pío X va
a condenar el modernismo, que quebrantaba también a la Iglesia, desde dentro mismo de ella.
Y después Pío XI, que tiene que enfrentar los temas de la guerra que se está preparando y que
tiene que enfrentar a los grandes modelos laicos de sociedad que se están estableciendo en el
mundo, el nacional socialismo, el marxismo leninismo y la plutocracia americana. Y al mismo
tiempo este proceso de secularización que está instalado en la sociedad, lo lleva al Papa a
hablar con toda seguridad y claridad de la necesidad de la educación, la necesidad de salvar la
familia, de salvar el matrimonio y de salvar la enseñanza religiosa de los niños y de los
jóvenes en la sociedad contemporánea.
Y Pío XII que va a condenar al comunismo, que enfrenta la segunda guerra mundial y condena
al marxismo leninista diciendo que: “el comunismo es intrínsecamente perverso”. Qué decir
de Pío XII, frente a la guerra se transforma en el pastor angélico, le llamaban “Pastor
Angelicus”, por los inmensos intentos de llamar a la paz y buscar la conciliación y la paz en el
mundo. Es el mensajero de la paz, el heraldo de la paz, sin embargo fíjense como
permanentemente vuelven a castigarlo a Pío XII, vuelven a hablar mal de Pío XII, quieren
descalificarlo a Pío XII.
Y después de Pío XII Juan XXIII, que llama al Concilio Ecuménico Vaticano II para que la Iglesia
y todos los obispos puedan definir de modo claro, esta nueva relación que la Iglesia necesita
tener con el mundo. Después que se ha caído la cultura católica y se han afirmado estos
modelos seculares de sociedad.
Y detrás de Juan XXIII el Papa bueno, Pablo VI que es el más lúcido intérprete del Concilio,
aplicando las normas del Concilio a la Iglesia. Y detrás de Pablo VI Juan Pablo II, ese gran Papa
que se transforma en un líder mundial, con su voz fuerte visitando casi todos los países del
mundo, hablando y transformándose en el gran testigo, de los grandes principios éticos de la
humanidad.
Juan Pablo II, será el que va a iluminar a los corderos y a las ovejas con esas tres encíclicas
maravillosas contra el relativismo moral “Esplendor Veritatis”, contra los vejámenes a la vida,
a la dignidad del hombre, el aborto, la eutanasia, “Evangelium Vitae” y contra los intentos de
negar la relación fe con razón “Fides et ratio”, estas tres grandes encíclicas son como el
trípode desde el cual el Papa Juan Pablo II quiere abrir el diálogo con la sociedad
secularizada, pero a partir de las enseñanzas de estas tres grandes encíclicas, desde ahí se
abre el diálogo. La Iglesia no puede negociar, porque el Papa tiene que confirmar en la fe a
sus hermanos y la Iglesia tiene una verdad a creer, una moral a practicar y un culto a celebrar
y eso no se puede modificar.
Y detrás de Juan Pablo II este Papa de hoy, Ratzinger, este Papa mesurado, sereno, este
anciano que actúa con la fortaleza de un joven, con la fuerza de un joven, con la lucidez de
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un joven, penetrante, lúcido que aclara todos los problemas, que están de alguna manera
flotando en la realidad de la Iglesia, adentro de la Iglesia, para tratar de salvar los escollos y
poder volver a la unidad de los hermanos y también tratando de no ocultar las miserias y
debilidades de la Iglesia, sino mostrando, con toda valentía y con toda fuerza lo que no
corresponde, lo que no corresponde hacer, sea quien sea el que lo hace, no corresponde
porque la verdad de la Iglesia está dada por Cristo, porque la moral que la Iglesia tiene es
absolutamente incambiable y los hombres no pueden moverse de cualquier manera, ni actuar
de cualquier modo y entonces restaura de nuevo la fuerza y la presencia de la vida moral de la
Iglesia, de la verdad teológica y del culto a celebrar.
Queridos míos que maravilla, que maravilla, cómo vemos que ahí está Pedro, en los Papas está
Pedro, está la fuerza de Cristo fundando la Iglesia. “Tu eres Pedro y sobre esta piedra
fundaré”, dice el Señor, en futuro, siempre Cristo va a estar fundando a la Iglesia sobre la
piedra que es el Papa, la voz sensible de la Iglesia, el heraldo del Evangelio, el que enseña y
padece, enseña y padece porque no se puede enseñar, lo que enseña el Papa, sin padecer la
presencia del maligno y de los enemigos de Dios y de la Iglesia.
Bueno, el Papa, queridos míos, esta siendo muy, muy, muy atacado, ustedes lo ven bien, lo
pueden ver a través de los medios de comunicación. Mañana cumple cinco años de
pontificado, yo les pido que recemos por el Papa, que pidamos por este Pedro nuevo, a él
también, como a Pedro, Dios le ha dado la misión de confirmar en la fe a sus hermanos, Dios
le ha dado la misión de ser pastor de sus ovejas y sus corderos, todo se pude ir destruyendo,
todo se puede ir complicando, todo se puede ir quebrantando, menos el Papa, que tiene que
estar siempre vigilante, aguardando y esperando el retorno del Señor.
Por eso recemos por el Pontífice con aquella vieja oración, que la Iglesia tenía y siempre hacía
presente:
“Oremos por el Papa Benedicto XVI, que el Señor lo
conserve, lo haga feliz en la tierra y no
permita que caiga en manos de sus
enemigos”.
Amén.
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