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PLIEGO
2.572
30 DE JUNIO DE 2007
Este “subsidio”, como acostumbran a decir en
Brasil, presenta lo oído y visto, lo vivido y convivido, y lo trabajado y celebrado en Aparecida.
Sirve para hacer memoria y evocar la apuesta
de la V Conferencia General (VCG) del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, para los que
estuvimos esos días allí y para todos los interesados en vivir un despertar misionero en este
momento de la historia del continente.
UN DESPERTAR
MISIONERO
JOSE MARIA ARNAIZ, SM. Foto: Rolando Calle, S.J.
Lo que me queda
de Aparecida
PLIEGO
De la conversión al ardor
D
30 de junio de 2007
VN
e entrada, hay que recordar que
ha habido diversos modos
de participar en la VCG: algunos
han estado dentro de la Asamblea
y han sido responsables del evento como
organizadores, participantes o invitados.
Otros hemos estado fuera, pero cerca y
en constante interacción. Hemos seguido
el proceso con detalle y en profundidad.
Todos teníamos una clara conciencia
de que allí se estaban gestando
las orientaciones de la Iglesia de América
Latina y del Caribe para las próximas
décadas. Otros han llegado a Aparecida
para informar. Se ha dicho que el evento
no ha interesado mayormente
a los medios internacionales; no es
de extrañar. Pasados los primeros días,
no había novedad ni inmediatez;
había profundidad y proyección.
Muchas personas han peregrinado hasta
el Santuario para rezar por la VCG.
Ha impactado la presencia popular
de los “romeros”. Otros han participado
desde lejos. Bien podemos decir que
la Iglesia latinoamericana ha estado
presente y en vela en Aparecida.
Algo se gestaba en su seno y, una vez
más, lo daría a luz María.
Al escribir este Pliego, he pensado sobre
todo en este último grupo, que quiere
saber más y conocer mejor este capítulo
de la historia de América Latina (AL)
y leer por dentro lo que pasó y lo que no
pasó, lo que se dijo y lo que no se dijo,
y lo que significan los textos y los gestos
que se hicieron. Con esta reflexión se
busca algo muy fundamental: intuir la
vida que brotará y el compromiso
al que hay que llegar para la Iglesia
de América Latina y del Caribe. Este paso
supone arriesgar mucho. El coraje
de la renovación es la única garantía
de futuro.
I. ALGUNAS
IMPRESIONES GENERALES
Comienzo por compartir algunas
impresiones. Ha sido una gracia que
hemos tenido unos pocos la de vivir esos
días en Aparecida y estar en el corazón
de este gran acontecimiento de la Iglesia.
Hemos participado en la irrupción
del Espíritu en el Pueblo de Dios. Lo que
pasó fue más de lo que normalmente
se podría esperar. Como si por encima
de nosotros hubiera estado el soplo del
Espíritu, que hemos tratado de compartir
con los habitantes de la pequeña ciudad
de Aparecida. Ciudad de apenas 30.000
habitantes y 612 hoteles, que giran
en torno al santuario de Nuestra Señora
de Aparecida y que tiene cabida
para 50.000 personas. El Espíritu aleteó.
La celebración de la Eucaristía
de Pentecostés con la basílica llena
de gente fue como el momento cumbre
de los 20 días. La imagen del fuego es
la que mejor corresponde para transmitir
lo que vivimos en esas jornadas. No hay
que olvidar, como recordaba el cardenal
Rodríguez Maradiaga, que en el corazón
de este acontecimiento ha estado
la fiesta de Pentecostés.
A nós descei, divina luz
A nós descei, divina luz
Em nossas almas acendei
O amor, o amor de Jesus
Dobrai a dureza
Aquecei o frio
Livrai do desvio
No hay duda de que con el movimiento
del antes y del durante Aparecida se fue
dando forma a una alternativa en
la Iglesia del continente. El Espíritu Santo
ha removido esta institución y algunas
de sus personas. “Estamos de nuevo en
Pentecostés”. Algunos nos hemos vuelto
a encantar. Lo vivido nos ha permitido
encontrar “rosas” que primaverearán
los campos del continente.
Más de uno ha leído la carta de Pablo
a los Gálatas para buscar inspiración
a lo vivido en la VCG. Tuvo que luchar
para que la fe cristiana no se diluyera
en el judaísmo. Pablo creía que otra
Iglesia era posible; estaba convencido
de que el que busca la solución en la ley
muere. A este recomenzar desde Cristo
nos invita la VCG desde la introducción
del Documento final aprobado y que
espera la confirmación del Papa:
“La Iglesia está llamada a repensar
profundamente y relanzar con fidelidad
y audacia su misión en las nuevas
circunstancias latinoamericanas y
mundiales. No puede replegarse frente
a quienes sólo ven confusión, peligros y
amenazas o de quienes pretenden cubrir
la variedad y complejidad de situaciones
con una capa de ideologismos gastados
o de agresiones irresponsables. Se trata
de confirmar, renovar y revitalizar
la novedad del Evangelio arraigada
en nuestra historia, desde un encuentro
personal y comunitario con Jesucristo,
que suscite discípulos y misioneros. Ello
no depende tanto de grandes programas
y estructuras, sino de hombres y mujeres
nuevos que encarnen dicha tradición
y novedad, como discípulos de Jesucristo
y misioneros de su Reino, protagonistas
de vida nueva para una América Latina
que quiere reconocerse con la luz
y la fuerza del Espíritu.
No resiste a los embates del tiempo una
fe católica reducida a bagaje, a elenco
de normas y prohibiciones, a prácticas
de devoción fragmentadas, a adhesiones
selectivas y parciales de las verdades
de la fe, a una participación ocasional
en algunos sacramentos, a la repetición
de principios doctrinales, a moralismos
blandos o crispados que no convierten
la vida de los bautizados…”.
En 1978, Pablo VI les decía
a los cristianos africanos en Kenia:
“Ustedes son sus propios misioneros”.
Eso se han dicho a sí mismos los obispos
de América Latina. Han tomado
El movimiento del antes y el durante
Aparecida fue dando forma a una
alternativa en la Iglesia continental
grupos de “poder”; tratan de imponerse
y anular; hay trigo, pero no falta
la cizaña. Lo que está claro es que
la vida termina imponiéndose.
Para algunos fue mucho más el Papa que
la Conferencia, mucho más la Conferencia
que el Documento. Puede ser verdad.
Sin embargo, todo eso es VCG, y todo está
interrelacionado. Tanto el Documento
final como el Mensaje están enmarcados
en la visita del Papa y en el conjunto
de la misma Conferencia. Pero es
el Documento final el que va a perdurar
y trasmitir lo más valioso del evento.
¿Con qué ánimo se vivió Aparecida?
Con bastante buen ánimo, con
la preocupación y tensión de no llegar
a hacer todo lo que se tenía que realizar
y a hacerlo bien. Y con interés y ganas.
No todos los presentes, sobre todo en
un comienzo, pensaron que era necesaria
la celebración de esta Asamblea para
mejorar la pastoral del continente.
Sin embargo, sí se convencieron,
poco a poco, de que llegaba a ser casi
indispensable. La pastoral ordinaria pide
de vez en cuando una movida, una
interpelación y un proponer de nuevo.
Pide una “apuesta por la vida”.
II. ¿QUÉ TRANSMITIR
DE APARECIDA?
La memoria del acontecimiento:
¿cómo contarlo?
Hemos celebrado la VCG en Aparecida.
Ha tenido algo de fiesta, de trabajo,
de encuentro, de oración, de búsqueda.
Hemos tenido un acontecimiento que
se ha vivido en Aparecida y en torno
a la Basílica de Nossa Senhora
de Aparecida. Más de una vez hemos
tenido la impresión de que la que
presidía la Asamblea y toda la vida que
se desarrollaba esos días en ese lugar era
una pequeña mujer negra; a ella se
escuchaba y a ella hemos cantado:
Senhora negra, sempre Senhora
Sem ouro e prata de pé no chão
Senhora negra esfacelada
Sempre Senhora no coração
¿Quién estaba y cuántos estaban en
Aparecida? Miembros con derecho a voto:
162; invitados: 81; observadores
de otras Iglesias y de otras religiones: 8;
y peritos: 15. Total 266. Algunas
conferencias tenían teólogos y teólogas
para su asesoramiento. Para este servicio
el grupo más numeroso era
el de Amerindia, integrado por unos 30
teólogos y teólogas externos que ofrecían
su asesoramiento a los obispos y,
de un modo especial, a los más en
sintonía con la teología de la liberación.
No hay duda de que había ausentes
de esta Conferencia. El número
de mujeres era reducido; ninguna
votaba: el derecho a voto estaba
reservado a los obispos; lo era también
el de los laicos; poca la presencia
de indígenas y de afrodescendientes.
Esta Conferencia se tenía en Brasil,
y la Iglesia de Brasil se preparó con
un aporte teológico muy rico. En los días
del encuentro se multiplicaron
las actividades y las reflexiones que
acompañaron el acontecimiento: la
tienda de los mártires latinoamericanos,
situada a las afueras de la ciudad; la
tienda de los religiosos; las actividades
de las pastorales –sobre todo la romería
en la noche del sábado 20 de mayo–
y el seminario latinoamericano Desafíos
del cristianismo para el siglo XXI.
Durante muchos años la Iglesia de Brasil
logró avanzar en la implementación del
proyecto de Medellín y Puebla. Tuvieron
pastores emblemáticos que acompañaron
estos procesos. Ahí estaban los frutos.
Esto se respiraba en Aparecida.
La Asamblea tuvo sus momentos
de crisis. El discurso del Papa a mi
personalmente me interpeló mucho
y bien, pero en la parte primera,
la referida a los indígenas y los
afrodescendientes, causó desconcierto.
La elaboración del esquema del
documento se hizo con dificultad, debido
a que no había en ese momento una
clara definición sobre el método y
los contenidos del documento; el trabajo
por comisiones, sobre todo en algunas,
también fue dificultoso. El primer día
los presidentes de las Conferencias
Episcopales tuvieron que exponer en
el espacio de unos rigurosos 7 minutos
las expectativas con las que llegaban
a la Asamblea. Por supuesto que
no eran idénticas. La diversidad
de las tendencias eclesiológicas,
diagnósticos de la realidad y opciones
pastorales eran manifiestas. Se advertían
esas diferencias en las discusiones entre
30 de junio de 2007
conciencia de que tienen que ser
discípulos de discípulos para poder llegar
a ser misioneros de misioneros. Como ha
escrito un sacerdote de Santo Domingo,
presente en la VCG, los obispos de AL
se han puesto de pie; se han animado
a vivir y a proponer. Han dado un paso
importante. Ha resurgido la esperanza
de un catolicismo latinoamericano.
No hay ninguna duda de que las Iglesias
son diversas en AL. Se da
en el continente una gran pluralidad
de teologías, de pastorales y
de espiritualidades; por lo demás, como
en Europa o en los otros continentes.
Pero en AL se ha ido creando
una tradición común, fruto, en buena
parte, de las conferencias generales que
se han celebrado y de los organismos
continentales que han ido amalgamando
y entretejiendo la vida cristiana
del continente a través de organismos
como el CELAM (Consejo Episcopal
Latinoamericano), la CLAR (Conferencia
Latinoamericana de Religiosos)…
Esa tradición ha sido confirmada
y relanzada en la VCG. Aparecida
ha podido beber de su propio pozo.
No hubo grandes personajes en Aparecida
entre los obispos participantes. Pero sí
hubo unas presencias que daban
confianza y seguridad; un grupo que
vive y supo hablar de lo que vive;
que no se calló y que viene con
una experiencia fuerte de trabajo por
la fe y la justicia y desde la que acertó
a decir una palabra certera. Su voz fue
serena y pastoral. No faltaron palabras
proféticas. Hubo gente que llegó hasta
conseguir que el Papa precisara parte
de su discurso y ratificara lo que dijo
sobre los pueblos indígenas. El grupo
venido de Roma tuvo su influencia
y la intención de marcar el evento.
Pero fueron otras las voces que dieron
la nota. Aparecida reconfirmó el caminar
histórico del continente.
En todos estos eventos suele haber
vencedores y vencidos. Bien podemos
decir que en todo el proceso y en
la celebración de la Conferencia venció
el CELAM, y lo supo hacerlo sin derrotar a
nadie. Supo desempeñar el rol que
le correspondía. La autonomía
del episcopado de AL se impuso.
Los presidentes de las Conferencias
Episcopales tuvieron un rol importante
y destacado. En estos encuentros hay
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PLIEGO
laicos de movimientos eclesiales y laicos
que vienen de las pastorales o de las
Comunidades Eclesiales de Base (CEBs),
entre religiosos y nuevas comunidades
de vida; entre antifeministas y
defensores de una Iglesia ministerial que
incluya mujeres; entre los que luchan
por guardar la vida en el sentido estricto
(vida intra-uterina) y defensores
de la vida en su sentido amplio, desde
el nacimiento hasta la muerte,
incluyendo la pobreza; entre los agentes
de una acción evangelizadora calzada
desde el ámbito espiritual y religioso
y entre los que incluyen también
la ecología y la cuestión de la Amazonia;
entre los obispos de movimientos y los
más sensibles a una Iglesia autóctona.
Pero las distintas intervenciones dejaban
en claro la existencia de una fuerza
al interior de la Iglesia que no se puede
parar; los pueblos están buscando
el espacio y las condiciones para otra
Iglesia posible. A su vez, la Iglesia debe
cobijar y potenciar los esfuerzos de otra
realidad social posible. Se busca
una Iglesia más profética, que apoye
a los pueblos emergentes, y más Pueblo
de Dios, coherente, plural, compasiva,
inspiradora y que contagia fe.
La nostalgia de la utopía le hace bien.
El texto: Los mensajes de Aparecida
Los contenidos de la Asamblea están
volcados en el Documento final,
el Mensaje a los pueblos de América
y el Caribe y el discurso del Papa.
Vamos a comentar estos tres textos.
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Documento final
Tiene 573 números, 3 partes y 10
capítulos. No es corto. No es fácil de leer.
Son varios los estilos de su redacción,
ya que está hecho desde su comienzo
por grupos diversos. Entre otras cosas,
falta el enlace de unos capítulos
con otros y de unas partes con otras.
A pesar de todo esto, es muy valioso.
No es fácil, tampoco, encontrar el hilo
conductor del mismo. Lo tiene, pero
cuesta dar con él. Gira en torno a estas
palabras: vida, discípulos misioneros,
América Latina y hoy. Para que este
continente tenga más vida, tiene que
haber hoy en él muchos y buenos
discípulos misioneros de Jesús. A partir
de este hilo conductor se articula un
esquema que se refleja en las tres partes
del Documento: I.- La vida de nuestros
pueblos hoy; II.- La vida de Jesucristo
en los discípulos misioneros; III.- La vida
de Jesucristo para nuestros pueblos.
La palabra vida es la que enlaza todo.
Se fue llenando este esquema con
el material que ofrecía el Documento de
Síntesis, los aportes de las comisiones,
las reflexiones de los peritos y también
con los aportes de Amerindia, que
acompañó la “caminada” de la Asamblea
del comienzo al fin. Amerindia
ofrecía una propuesta, un método,
una alternativa, un contenido teológico,
pastoral y espiritual. Su aporte para nada
era confrontativo ni paralelo;
era un servicio y un estímulo.
El espíritu del Documento de Aparecida
pasa principalmente por los sujetos
de la historia del continente. En este
documento hay unos sujetos de siempre
y otros sujetos emergentes: las mujeres,
Los pueblos
están buscando
condiciones y
espacio para otra
Iglesia posible
los indígenas, los afro y los emigrantes.
También los movimientos eclesiales han
sido otra realidad emergente en relación
con Santo Domingo. En ellos se advierte
un aspecto positivo, aunque no son
los movimientos el sujeto prioritario
de Aparecida como algunos hubieran
querido. Tuvieron presencia y visibilidad.
Entre los sujetos eclesiales hubo una
primacía de la comunidad. A su vez, hay
que aceptar que a lo popular se le tiene
un cierto miedo.
Por supuesto que hay temas que
se han dejado para la VI Conferencia
General del CELAM. Uno sería el de los
ministerios: no salieron en público;
el de la ordenación de varones probados:
el número reducido de presbíteros y
las consecuencias que eso trae para
la misión. De hecho, la Iglesia católica
ha hecho una opción por los ministros,
y no por el ministerio; la situación de
los divorciados y vueltos a casar; el tema
de la sexualidad y la forma de vivirla
en los diferentes estados de vida de la
Iglesia y de la sociedad; las estructuras
eclesiales, que necesitan renovación
en algunos casos, y en otros reforma.
El Mensaje de la V Conferencia
Es más largo de lo previsto. Llega a
cuatro páginas y media. Tiene mucha
importancia. En parte lo podemos leer
como un instrumento de transmisión
de lo principal de Aparecida.
En él se encuentra una clave para
la interpretación del Documento final,
ya que el verdadero título del Mensaje
podría ser: Para que en Él nuestros
pueblos tengan vida. El corazón
del Mensaje está en la oración final.
El discurso del Papa
Bien podemos considerarlo como telón
de fondo de la misma Conferencia.
No hay duda de que Benedicto XVI ha
dejado su huella en la Conferencia con
su presencia y con sus mensajes. Recordó
que la tarea de Aparecida, los caminos
y los proyectos pastorales más originales
sólo surgirán de lo que es la fuente
de la vida cristiana: el encuentro
renovado y revitalizado con Jesús. Para
unos la frase clave sería: “La opción
preferencial por los pobres está implícita
en la fe cristológica en aquel Dios que se
ha hecho pobre por nosotros para
enriquecernos con su pobreza…”.
Por lo cual, bien se puede afirmar que
la evangelización “ha ido siempre unida
a la promoción humana y la auténtica
liberación cristiana”.
Después de mostrar las vías que no
tienen salida (marxismo y capitalismo),
el Papa busca y ofrece la alternativa, la
propuesta: una sociedad con estructuras
justas animada por unas personas con
valores evangélicos. En esta propuesta se
tienen que juntar los creyentes y los que
vienen de una sana laicidad. Benedicto
XVI presenta conclusiones basadas
en premisas claras; pero él no siempre
percibe cómo sus pronunciamientos
repercuten en aquellos que comparten
sus premisas, y menos en los que no
comparten las dimensiones intelectuales,
culturales y religiosas de las mismas.
El discurso deja un mensaje claro:
Hay que evangelizar más. Se tiene que
reforzar la evangelización del cristiano,
a fin de que asuma con coherencia la fe
personal, y de modo consciente y libre.
El contexto
Ante la realidad
latinoamericana
no conviene
ser reactivos,
sino proactivos
vivimos. Hubo discusiones serias y, sobre
algunos puntos, opiniones contrarias;
pero se expresaron con respeto, sin
enfrentamientos agresivos, como sucede
en otros foros. Se escucharon todas las
voces… No hemos sufrido las presiones
internas y externas que vivimos durante
la IV Conferencia de Santo Domingo…
Hemos trabajado, pues, con profundidad
y en paz” (Mons. Felipe Arizmendi,
San Cristóbal de las Casas).
Siguiendo con el mismo pensamiento,
la VCG tenía delante de sí un triple
camino a seguir.
Una opción posible sería la vuelta
hacia atrás, dar un paso atrás; se trataría
de poner entre paréntesis Medellín
y Puebla, la opción clara por los pobres,
ya que ha politizado la Iglesia
y, consecuentemente, situarse en los días
de antes del Vaticano II.
Otro camino posible consistiría
en continuar el Concilio Vaticano II
y Medellín y Puebla, y tomar de ahí
las opciones fundamentales
radicalizándolas. Para ello habría que
darle mucho espacio a la Palabra,
a la Biblia, a la Iglesia colegial y Pueblo
de Dios, marcada por la participación
y la comunión, con mucha presencia y
acción de los laicos y de la comunidad,
de las CEBs, abierta al ecumenismo,
al diálogo interreligioso, al compromiso
con el mundo. Se trataba de dar un paso
adelante.
El tercer camino tenía una cierta
ambigüedad. No se veía claro de dónde
tomaba inspiración, hacia dónde
apuntaba y con quién estaba. Llegaba
a decir que Medellín y Puebla ya no
responden al momento actual; pero
tampoco los negaba; no los remitían.
Necesitaban reinterpretación. Han dejado
de dar prioridad al aspecto social para
dárselo al cultural y espiritual; se vive
con mucha sintonía con una cierta
opción carismática, pero no se abandona
la cercanía a los pobres. Dan un paso
hacia atrás y dos hacia adelante. Este
grupo fue importante; su acción muy
decisiva. Movió hacia una auténtica
comunión y servicio humilde al Pueblo
de Dios.
En América Latina no es solución ni
el neopopulismo ni el neoliberalismo. En
el contexto sociopolítico, para solucionar
el tema de la distribución de la riqueza,
pareciera que no contribuye mayormente
la fe, ya que el continente más católico
del mundo es también el continente
de mayores desigualdades sociales
y económicas. Ello justifica para algunos
que la Iglesia ofreciera la alternativa
de lo que sería para los creyentes
un proyecto social, político, económico
y cultural.
A ratos, la Asamblea entró en el contexto
de la utopía, de la sociedad y
de la Iglesia que se soñaba. Estas
grandes esperanzas de Aparecida están
expresadas de un modo especial
en la conclusión del Mensaje:
“CREEMOS Y ESPERAMOS.
Ser una Iglesia viva, fiel y creíble
que se alimenta en la Palabra de Dios
y en la Eucaristía…
Vivir nuestro ser cristiano
con alegría y convicción como
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¿De dónde nacen las preocupaciones que
los obispos traían a Aparecida? ¿Cuál es
el contexto de la VCG? Por supuesto que
el contexto de este evento es la vida real
de las comunidades cristianas
del continente. Al echar una mirada
a esa realidad se advierte, como lo dijo
el Papa, que la situación de la Iglesia
latinoamericana es “paradójica”. Por una
parte, está más viva de lo que parece;
está presente y activa en la realidad de
la sociedad latinoamericana y caribeña.
Por otra, como reconoce también el Papa,
se da “un real debilitamiento” de la fe
cristiana. Se tiene la impresión de que
estamos en un continente cristiano, pero
no evangelizado.
La VCG hace una lectura muy atinada
de ese contexto en el Documento.
Es una lectura de pastores. La realizan
para contextualizar y justificar para su
programa pastoral alternativo y para ser
fieles a la misión. Ahí se nos presenta,
y de una manera realista, el contexto
sociopolítico y eclesial que ayudará
a definir el proceder del Pueblo de Dios.
Frente a esta realidad no conviene ser
reactivos, sino proactivos. Es lo que pide
el contexto de este continente. Hay
un modelo de Iglesia que mira hacia
dentro y hacia atrás y, por supuesto,
autoreferente; se empeña en dar
una pelea a la defensiva; se contenta
con los parches; en el fondo, nos evoca
los odres viejos. Se precisa de otra lógica,
y otra estrategia. Hay que pelear para
conseguir un presente que tenga futuro,
y que lo impulse a partir de los signos
de vitalidad que se presentan en el
continente. La pastoral de mantenimiento
no lleva lejos; hay que pasar
a la pastoral de crecimiento, del salir,
de ir lejos, de la propuesta. No podemos
contentarnos con esperar a los que
vienen. Dios tomó la iniciativa
de nuestra salvación y nos amó primero.
Esa pastoral es la que quiere encarnar
el proyecto de una misión continental.
La VCG es la de un continente en el que
están presentes el 42% de los católicos
del mundo, pero en el que la Iglesia
católica ha experimentado una reducción
significativa de sus integrantes y de sus
participantes. En los últimos 10 años,
en algunos países el número de católicos
ha disminuido hasta en un 10%.
En expresión gráfica de algunos,
la Iglesia ha católica ha optado
por los pobres y los pobres han optado
por los grupos evangélicos. No se podía
olvidar la realidad de una Iglesia
fragmentada. De ello no hay duda. Se
trata de rearticular. La vida se trasmite
por contagio y por vasos comunicantes.
Sólo así se hace fiel y fecunda.
Lo que predominó fue el diálogo. Así
escribe uno de los participantes activos:
“Antes del inicio, algunos comentaristas
decían que nada esperaban de esta
reunión, pues, en su opinión, la mayoría
de los obispos participantes, elegidos
por Juan Pablo II, somos conservadores;
por tanto, que su resultado sería muy
limitado… Ante todo quiero resaltar
el ambiente fraterno y sereno que
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PLIEGO
discípulos-misioneros de Jesucristo.
Formar comunidades vivas que
alimenten la fe e impulsen la acción
misionera.
Valorar las diversas organizaciones
eclesiales en espíritu de comunión.
Promover un laicado maduro,
corresponsable con la misión
de anunciar y hacer visibles
el Reino de Dios.
Impulsar la participación activa de la
mujer en la sociedad y en la Iglesia.
Mantener con renovado esfuerzo
nuestra opción preferencial
y evangélica por los pobres.
Acompañar a los jóvenes en su
formación y búsqueda de identidad,
vocación y misión, renovando nuestra
opción por ellos.
Trabajar con todas las personas
de buena voluntad en la construcción
del Reino.
Fortalecer con audacia la pastoral
de la familia y de la vida.
Valorar y respetar nuestros pueblos
indígenas y afrodescendientes.
Avanzar en el diálogo ecuménico “para
que todos sean uno”, como también
en el diálogo interreligioso.
Hacer de este continente un modelo
de reconciliación, de justicia y de paz.
Cuidar la creación, casa de todos,
en fidelidad al proyecto de Dios.
Colaborar en la integración de los
pueblos de América Latina y el Caribe”.
III. IMPACTO POSIBLE
EN NUESTRAS COMUNIDADES:
APLICACIÓN A LA VIDA
Y LA PASTORAL
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Hemos visto lo que se ha hecho
y lo qué se vislumbra si miramos hacia
delante. El día 31 de mayo terminaba
la Asamblea. Pero, en realidad,
lo más importante es la vida que debía
generarse a partir de ese momento.
Varios nos hicimos la pregunta lógica:
¿Cómo presentarla? ¿Qué criterios tener
para transmitir el mensaje que nos deja?
Por supuesto, para hacerlo bien, hay que
conseguir que hable el texto y quienes
lo han hecho. La buena transmisión de
la VCG es exigente. En esta transmisión,
por supuesto, hay que acertar
a contagiar entusiasmo por Aparecida.
Se precisa despertar audacia, lucidez
y fidelidad creativa. No vendrá mal
el sentido crítico ante lo que se vivió
y se aprobó; no conviene ser arrogantes.
Tenemos que presentar el texto como
un documento abierto, como nos sugiere
la Introducción. Algo que sirve para
un nuevo comienzo que debería estar
marcado por la fecundidad. Para ello
se tiene que llegar a presentarlo como
punto de partida de una etapa nueva.
Da para eso. Para tomarlo en serio hay
que situarlo en las nuevas
circunstancias e invitar a escribir los
capítulos que faltan, a subrayar lo que
es muy valioso. Se trata de comenzar
un proceso en el que, con el Documento,
en mano llegar a fijar las etapas
y el punto de partida y de llegada
y el espíritu con el que hay que hacer
la andadura de esta nueva etapa.
Al mismo tiempo, y no se contradice
con lo anterior, no se puede olvidar que
no hay que esperar todo del Documento.
Toda la renovación de la Iglesia
del continente no va a depender
del Documento. Un escrito no va a hacer
la revolución espiritual que requiere
el momento histórico que vivimos. No
será nada fácil llegar a convencer a los
que en las tres semanas de Aparecida
estaban lejos, en el mejor sentido de la
palabra, de que esta Conferencia y esta
propuesta era necesaria. Ahora se trata
de acertar a engancharla con la pastoral
ordinaria. Se trata de hacer patente lo
que está latente. Se trata de privilegiar
lo más importante que, en general,
coincide con lo más urgente.
No se puede olvidar que la tercera parte
del Documento da pie para armar una
nueva pastoral movida por el Espíritu
para la vida de nuestros pueblos. Hay
una nueva vida que ha ido floreciendo
en la Iglesia de AL.
En fin, en la Iglesia latinoamericana hay
temas no negociables. Y esos se deben
destacar. Son el fruto o la promesa
de una Iglesia muy viva. Y, por
supuesto, esos temas en su mayor parte
están presentes. Se deben destacar
los elementos centrales de la Iglesia
latinoamericana: opción por los pobres,
lectura orante de la Palabra, Reino,
profetismo, la religiosidad popular,
las CEBs, el método, los nuevos sujetos
sociales (indígenas y afroamericanos),
género (mujer y varón en la nueva
situación), migrantes; los itinerarios
formativos, las identidades culturales, la
integración latinoamericana, la ecología,
el desarrollo sostenible, el testimonio,
el martirio, el vigor misionero,
el dialogo interreligioso y ecuménico,
la pastoral de la comunicación social
y la cultura mediática; condena de lo
neoliberal; recuperar todo el peso que
tiene la comunión y la participación
y la Trinidad; dar mucho peso al tema
de la vida y ponerlo en relación
con la práctica de Jesús; más autotomía
de la Iglesia para la inculturación;
no favorecer lo espectacular, sino lo que
inicia y consolida procesos; diálogo
con la cultura y los hombres de hoy;
lenguaje positivo, y no sospechoso;
nuevos ministerios laicales; importante
dar mucho espacio al discipulado
de Jesús. Él se dedicó a hacer discípulos
misioneros.
IV. ¿QUÉ ESTABA
EN JUEGO EN APARECIDA?
Bien podemos decir que estaba
en juego la vivencia y celebración
de una auténtica experiencia pascual y
de un revivir el momento kerigmático
de la Iglesia primitiva; volver al
anuncio de Cristo muerto y resucitado
que lleva a la conversión. Lo podemos
decir poéticamente, y afirmar que
se trataba de convertir el grito en canto,
los signos de muerte en signos de vida.
Si la fe no transforma nuestra vida,
está muerta. La fe viva se encarna en
valores, y lleva a la conversión. A eso
se tienen que dedicar los discípulos
misioneros. A menudo, la primera
evangelización no ha tenido lugar (CT
19). Estaba en juego volver a Jesucristo,
al centro. Se precisa más Evangelio y
menos doctrina, más Jesucristo y menos
ley, menos Iglesia y más Reino. La tarea
fundamental consiste en transmitir
la historia del amor de Dios que se nos
ha manifestado en Jesucristo. Se necesita
el encuentro personal con él.
Para el Papa, estaba en juego
armonizar el desarrollo humano,
solidario, armónico, sostenible y la fe
cristiana: “La fe en Dios ha animado la
fe y la cultura de estos pueblos durante
más de cinco siglos. En la actualidad,
esa misma fe ha de afrontar serios retos,
pues están en juego el desarrollo
armónico de la sociedad y la identidad
católica de los pueblos”.
Los brasileños dirían que lo que
estaba en juego era el ‘novo geito’ de
ser Iglesia. Y ello pide una renovación y
reestructuración de la institución eclesial
que estará formada de comunidades
de tamaño humano, en las que está
presente la Iglesia parroquial, diocesana
y universal. Así, se hará realidad
la renovación institucional eclesial. Está
en juego un nuevo ser de la Iglesia que
soporte un nuevo hacer. Los misioneros
y la misión que dibuja el Documento de
Aparecida pide cambios en la estructura
y organización de la misma Iglesia.
Cualquier expresión de autoritarismo
es antagónica al espíritu del Evangelio.
Estaba en juego el responder a unos
cambios de época. En el aula se recordó
que estamos viviendo en el continente
un viraje crucial de nuestra historia.
Estamos como Jonás en el vientre
de la ballena. Nos movemos desde una
y tiene el derecho de estarlo. ¡Cuántos
comentarios ha levantado la teología de
la liberación nacida en este continente
latinoamericano! Tan criticada
por algunos y tan valorada por otros.
Con seguridad, en ella se han dado
equivocaciones pero, al mismo tiempo,
ha generado vida y ha sido fecunda en
este suelo latinoamericano. Este último
aspecto fue el que pude constatar
en el contexto de la V Conferencia
del Episcopado Latinoamericano y
del Caribe. Hizo bien la declaración del
cardenal Bertone, secretario de Estado, a
30 Giorni en vísperas del viaje del Papa:
“Una cierta teología de la liberación,
no contaminada por doctrinas que son
extrañas y opuestas a la fe cristiana,
como las marxistas, pertenece
a la Iglesia en pleno derecho”.
Estaba en juego la superación
de tensiones. “Estamos cansados de
tensiones. No queremos continuar con
estos conflictos internos. Queremos dejar
Es indispensable una oferta religiosa
con peso y espacio, si no surgirán
hoy día muchos cristianos sin Iglesia
atrás esta situación en la que hemos
estado tanto tiempo, siempre
despertando las sospechas de Roma
y entre nosotros. Queremos que no se
repitan las animosidades de Santo
Domingo” (Dom Demétrio Valentini,
obispo de Jales, Brasil, en declaraciones
a The Tablet). Para él, el clima
y el espíritu de la Asamblea fue reflejo
de un paso nuevo en esta comunión.
Ese clima incluye la disensión,
que supone “la actitud de la religiosa
escucha”, como reconoció el Papa en
la homilía de la misa de la inauguración
de la Conferencia. Así se puede llegar
al consenso tan deseado y practicado
en la Iglesia de los comienzos.
Estaba en juego, también
la espiritualidad, la que debe
acompañar e los hombres y mujeres
de este Continente que lee su vida
desde una comprensión teológica que
se ha ido afirmando poco a poco y
ha hecho tradición. De esa teología nace
30 de junio de 2007
condición ya superada hacia una nueva
todavía no definida. Parecemos personas
que caminan en el aire sobre el abismo.
Somos evocadores de lo posible
y creadores del contexto en el que lo
posible puede llegar a ser realidad. Toca
evangelizar las matrices en las cuales
lo humano es plasmado y sostenido
y, por tanto, evangelizar de un modo
nuevo y basarse en el bien que supera
el mal. En medio de las tensiones que
vivimos no es posible vislumbrar con
claridad a dónde va a desembocar esta
crisis. Sin embargo, hay realidades que
se consolidan y que tienen importantes
repercusiones en la tarea misionera de la
Iglesia: la globalización, el surgir de una
conciencia planetaria, la exclusión
institucionalizada, el subjetivismo…
Estaba en juego la opción por los
pobres, que es la opción de Jesús
y tiene que ser la de todo discípulo
y misionero suyo. La teología de la
liberación, que la sostiene, sigue viva
una espiritualidad. Una espiritualidad
nueva que junta la lucha por la justicia
con la lucha ecológica, mística y
profecía, religiosidad popular, en la que
Benedicto XVI ve reflejada el alma
de los pueblos latinoamericanos
Estaba en juego la relación entre
la oferta religiosa y la demanda.
En América Latina sigue habiendo
demanda religiosa. Contra todo
diagnóstico, la religión hoy no deja
de crecer; la búsqueda desenfrenada del
“tener”, marcada por la productividad
y el lucro, ha dejado sin respuesta las
preguntas ligadas al “ser” y a la vida.
Frente a esos grandes interrogantes,
también la oferta de la Iglesia es de
poca calidad. Es indispensable un oferta
que tenga peso y espacio, si no surgirán
muchos cristianos sin Iglesia.
Estaba en juego descubrir la tensión
entre la Iglesia real y la que queremos.
Y la que queremos va más por la línea
de Pueblo de Dios, comunidad de
comunidades que se transforman en una
oportunidad para vivir una experiencia
de servicio en línea de la fraternidad.
Reposicionar a la Iglesia es conectarse
con el pobre. Para ello, hay que crear
condiciones. Tengo la impresión de que
en Aparecida se ha sembrado; es de
esperar que se den las condiciones para
germinar; y para crecer; y que, por
supuesto, llegue a florecer y a fructificar.
Estaba en juego la teología que
subyacería a la propuesta pastoral,
de espiritualidad, cultural de la VCG.
Se había pedido que fuera bíblica,
cristológica, inspirada en el Vaticano II y
en la tradición teológica del continente.
Algunos estaban atentos a que no fuera
la teología de la liberación y, para ello
y por ello, algún periodista connotado
(Marco Politti, de La Repubblica) y algún
cardenal (Renato Martino) habían
levantado la voz. El cardenal Rodríguez
Maradiaga y J. Allen (National Catholic
Reporter) se posicionaron a favor.
El Papa había dicho una palabra
a los periodistas en el avión que
le conducía a São Paulo. Para él, ha
cambiado profundamente la situación
de la teología de la liberación,
corren otros aires.
Estaba en juego el futuro
de la fe católica en el continente.
En el subconsciente de bastantes
obispos se quería que el catolicismo y
VN
PLIEGO
30 de junio de 2007
VN
los valores cristianos de AL no tuvieran
los mismos problemas que tienen que
enfrentar Europa o América del Norte.
En esos lugares, junto con la mejora
económica, llegó el debilitamiento
de la fe, la solidaridad, la fraternidad
y la justicia. El Papa reconoce que ese
debilitamiento está llegando al
continente latinoamericano: “Se percibe
un cierto debilitamiento de la vida
cristiana en el conjunto de la sociedad
y de la propia pertenencia a la Iglesia
católica debido el secularismo,
al hedonismo, al indiferentismo
y al proselitismo de numerosas sectas,
de religiones animistas y de nuevas
expresiones seudo-religiosas”.
Esta constatación pide una revitalización
de la fe en Cristo. Se trata de parar
ese proceso y de ofrecer alternativa.
Estaba en juego tomar conciencia
de la realidad de nuestro mundo;
estaba en juego la vida amenazada. La
primera vertiente de la Conferencia fue
abrir los ojos y tomar conciencia de que
somos parte, como Iglesia, de la realidad
de nuestro continente, en constante
transformación. Los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias
de las personas de nuestros tiempos, son
las de los discípulos de Jesucristo (Cf.
GSp 1). La Iglesia está inserta en la
realidad de nuestros pueblos y es
enviada para conseguir un mundo justo,
solidario y en paz (Cf. Lc 4, 18-20). Por
tanto, estaba en juego decir algo y hacer
algo por reducir la pobreza, gritar contra
la distribución injusta de los bienes
de la tierra, asumir los temas del tercer
milenio de las Naciones Unidas. Por eso,
con mucha responsabilidad, la Asamblea
aprobó el envío de un telegrama dirigido
a los Jefes de Estado y de Gobierno que
se reunían en Heiligendamm (Alemania)
del 6 al 8 de junio: “Nosotros, obispos
católicos reunidos en la Quinta
Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe
en Aparecida, Brasil, asumiendo
nuestra responsabilidad como pastores
de nuestros pueblos, tan sufridos por las
injustas relaciones entre países pobres
y países ricos, apelamos a los Jefes de
Estado y de Gobierno del G-8 reunidos
en Heiligendamm para que guíen
la economía mundial a un desarrollo
humano, ecológico y sostenible, basado
en la justicia, la solidaridad y el Bien
común global… Junto con el Papa
Benedicto XVI en su carta a la canciller
alemana Angela Merkel, estamos
convencidos de que una de las tareas
más urgentes de nuestro tiempo
es eliminar la extrema pobreza antes
del 2015 y poner a disposición
los recursos necesarios. Eso está
vinculado inseparablemente con la paz y
la seguridad mundial”.
(Aparecida 30 de mayo de 2007)
Estaba en juego el ‘tertium datur’;
el ir más allá de lo uno y lo otro;
el colocarse en una perspectiva nueva,
en una alternativa. Yo esperaba
una especial iluminación del Papa para
esa tarea. Algo de eso nos llegó cuando
nos habló de la opción por los pobres
como la opción de Jesús; hacia lo mismo
apuntó el cardenal Bergoglio cuando
en su homilía situó la acción
de los discípulos misioneros entre dos
trascendencias: el misterio de Dios
y las periferias humanas; recordó que
la Iglesia no puede ser autoreferencial,
sino misionera, no tiene que ser
agnóstica sino adoradora y orante.
El cardenal Errázuriz, en la eucaristía
conclusiva, encuentra en María discípula
y misionera la clave para llegar a esa
perspectiva de alternativa, que para
nada es un medio camino entre el
movimiento carismático y la teología de
la liberación. Es algo distinto de lo uno
y de lo otro, pero también algo; no es
‘o’ ‘o’, ni tampoco es ‘y’ ‘y’. Es otra
cosa. No es un término medio. Es algo
diferente; algo con lo que nos
dividiríamos menos en la Iglesia y
lograríamos entrar en contacto con más,
y expresión de la gracia pascual. Yo fui
a esta Conferencia para recibir pistas
y orientaciones para caminar en esta
dirección. Me convencí de que esta
integración y este tertium datur primero
se vive y después se cuenta. Sólo
hombres y mujeres que se saben situar
por encima de las diferencias, y ven lo
distinto no como lo que diferencia sino
como lo que complementa, podrán dar
este importante paso en sus vidas y
hablarán de algo nuevo y convergente.
V. ¿‘QUO VADIS’, APARECIDA?
En la preparación de Aparecida alguien
ya se hizo esta pregunta, y evocó
la leyenda de Pedro. El apóstol, lleno
de miedo al martirio inminente, está
huyendo de Roma. En la vía Appia,
ya a algunos kilómetros de la urbe,
se le aparece a lo lejos Cristo; se le va
acercando cargado con la Cruz. Cuando
ya está, próximo Pedro le pregunta:
“quo vadis, Domine?”. Y Jesús
le responde. “Voy a cargar una vez más
la cruz que tú no quieres tomar y por
eso estás abandonando a mi pueblo”.
¿A dónde irá Aparecida? ¿Apostará por
lo que estaba en juego en el continente
y con una cierta urgencia? ¿Conseguirá
que los cristianos y las comunidades
dejen de “tener” misiones y “sean”
misioneros? ¿Habrá en nuestras Iglesias
una conversión al Reino? ¿Se superarán
las estructuras de exclusión para asumir
las de inclusión y las del compartir?
¿Habrá la audacia suficiente
para permanecer en el corazón
del continente, de las grandes ciudades,
de las favelas, de las comunidades de
base, de los lugares de decisión, de las
familias divididas, y para convocar
y enviar, para contagiar y testimoniar
evitando la tentación de la huida?
La Iglesia en Aparecida ha atisbado una
oportunidad; ha recibido un auténtico
llamado del Señor para emprender
una tarea que, sin ser nueva, en estos
momentos se hace urgente. Esta tarea es
muy sencilla: volver a encontrarse con
el Señor como fundamento clave de la
vida. Sin este encuentro kerigmático,
el debilitamiento el catolicismo seguirá
su curso hasta perder su fuerza y vigor.
Los católicos no podemos cruzarnos de
brazos. La historia se gana día a día. Si
esta historia no entra en el dinamismo
del Reino de Dios, involuciona.
Hoy, el continente requiere algo inédito
para superar la situación en que nos
encontramos. Y para ello se necesitan
muchos y buenos misioneros. Esto exige
conversión misionera y ardor misionero.
Es lo que nos permitirá estar cerca
de los que están lejos, “salir a la calle”
y transformar la ofrenda eucarística
en acción de gracias. Así, se conseguirá
dispersar a los de corazón orgulloso
y exaltar a los humildes.
Así, contagiaremos fe cargando la cruz
que salva y transmite más vida.
Aparecida ha logrado desentumecer
nuestras pies para hacer la andadura
que nos espera y ha dado la orden
de partir. Avancemos.