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¿INFALIBLE?, UNA PREGUNTA. Por Hans Küng
INTRODUCCION
http://www.dios.com.ar/notas1/biografias/protagonistas/kung_hans/kung_hans.htm
(Sursee, 1928) Sacerdote y teólogo católico suizo, uno de los más
controvertidos del pensamiento católico contemporáneo. Se licenció en
Filosofía en 1951 y cuatro años después en Teología en la Universidad
Pontificia de Roma; en 1954 se ordenó sacerdote, y en 1957 se doctoró en
la Universidad de París con una tesis en la que investigaba y desarrollaba la
relación de Karl Barth con el catolicismo.
Hans Küng, a pesar de los intentos de la Iglesia Católica por atenuar el
impacto de sus publicaciones, es uno de los teólogos más importantes. En
1970, expresó su disidencia más radical con el Vaticano en su libro
“¿Infalible? Un interrogante”, donde Küng cuestionó el dogma de la
infalibilidad papal, reclamó la abolición del celibato sacerdotal; abogó por
la libertad de la mujer a acceder al sacerdocio y exhortó a que los
divorciados pudieran recibir la comunión.
Küng tuvo un precio que pagar: ese año, la Congregación para la Doctrina
de la Fe (antes, el Santo Oficio) le prohibió ejercer la docencia en nombre
de la Iglesia, forzándolo a dimitir de su puesto en la Facultad de Teología
Católica de Tubinga, permaneciendo como director de una instancia que él
mismo había creado, el Instituto de Investigación Ecuménica.
En su libro “¿Infalible? Una pregunta”, rechaza, de manera categórica y
documentada, el dogma de la infalibilidad pontificia, aprobado el 18
de julio de 1870, durante la Cuarta Sesión del Concilio Vaticano I.
Sus tesis hostiles a la infalibilidad papal, vertidas en la anterior obra, junto
con el contenido del libro “Ser cristiano”, que escribiera posteriormente, le
valieron a Hans Küng la siguiente condena decretada por Juan Pablo: el
retiro de su licencia canónica para enseñar la llamada “missio canónica”
(teología católica).
El dogma que cuestiona Hans Küng en su libro “¿Infalible? Una pregunta”
establece que el Papa posee la infalibilidad “en virtud de su autoridad
apostólica, cuando define una doctrina de fe y moral que deba ser sostenida
por toda la Iglesia [...] y que estas definiciones del romano Pontífice son
irreformables por su propia naturaleza y no están sujetas al consentimiento
de la Iglesia”.
El escritor colombiano Gonzalo García-Valdivieso, luego de manifestar que
está de acuerdo con Hans Küng y sus opiniones contrarias a la infalibilidad,
afirma: “Después de las Cruzadas, de la Inquisición, de su ataque a la
ciencia, de su posición frente a los nazis, de su apoyo incondicional a los
ricos y poderosos, de su adoración por los regímenes dictatoriales, de su
desprecio hacia los problemas del Tercer Mundo y de toda esa mano de
locuras que los Papas han hecho durante tantos siglos, sería un sacrilegio
pensar que fue el Espíritu el que los convirtió en infalibles”.
MAGNUS LÖHRER
PROBLEMÁTICA ACTUAL SOBRE LA INFALIBILIDAD
En 1970 se cumplían cien años de la definición del Vaticano I sobre la infalibilidad.
Con esta ocasión hubo múltiples publicaciones, entre las cuales destacaremos el libro
de H. Küng, «¿Infalible? Un Interrogante», y el artículo de K. Rahner, «Sobre el
concepto de infalibilidad en la teología católica. Algunas anotaciones con ocasión del
centenario del dogma de la infalibilidad del 18 de julio de 1870». A continuación
presentamos el resumen que de la obra de H- Küng hacía M. Löhrer en un artículo
dedicado a ella. El mismo Küng publicó una nota laudatoria, donde afirmaba que
Löhrer había resumido «soberanamente, con exactitud, comprensión y fuerza sintética
desacostumbradas, el contenido del libro». Presentamos luego el mencionado artículo
de K. Rahner. Finalmente, en forma de «noticia complementaria», ofrecemos un
resumen de la controversia surgida entre K. Rahner y H. Küng a propósito del libro de
este último sobre la infalibilidad.
Anotaciones a Hans Küng: ¿infalible? Un interrogante
Bemerkungen zu Hans Küng: Un f ehlbar? Eine Anfrage, Diakonia-Der Seelsorger, 2
(1971) 60-68 (1)
Prólogo
El prólogo manifiesta el contexto vital de la obra. Se constata un estancamiento en la
renovación postconciliar y se prueba esto con datos- La estructura de poder de la Iglesia
ha permanecido inalterada en puntos decisivos, a pesar de los impulsos reformadores
del concilio. De aquí la importancia de repensar la necesidad, esencia y función del
magisterio, centrando la cuestión en el punto crítico del magisterio infalible.
¿Magisterio infalible?
Se plantea el problema a partir de la encíclica "Humanae vitae". No interesan a Küng
objeciones de tipo material (problemas de derecho natural, etc.) sino lo estrictamente
formal, el lado magisterial del documento. ¿Por qué no siguió el papa la solución
propuesta por la mayoría? Responde Küng que el papa creía que sólo así podía
preservar la continuidad doctrinal del magisterio eclesiástico. Se esfuerza por mostrar
que, según los criterios teológicos vigentes respecto al magisterio ordinario y universal,
tiene que tratarse aquí de una doctrina infalible. De aquí que una crítica de la encíclica
no pueda ser convincente si omite discutir la cuestión de la infalibilidad del magisterio
eclesial y papal.
¿Fundamentos seguros?
En la segunda parte de la obra estudia la cuestión de los fundamentos del magisterio
infalible. El Vaticano II, sin atacar críticamente la cuestión de la infalibilidad, siguió al
Vaticano I, destacando, es cierto, la infalibilidad del colegio episcopal en unión con el
papa. La fundamentación de la infalibilidad episcopal es, para Küng, insuficiente, por
MAGNUS LÖHRER
descansar en el problemático presupuesto de que los obispos son seguidores de los
apóstoles de una manera cualificada, directa y exclusiva, y de que los apóstoles habrían
reclamado para sí la infalibilidad. Si no se comparte este presupuesto, sólo queda la
referencia al Vaticano I, cuya definición de la infalibilidad está situada en un contexto
cuestionable (tanto a partir de su contexto histórico como a partir de la tradición).
Concluye Küng que la doctrina tradicional de la infalibilidad descansa sobre
fundamentos que no son ni seguros ni inexpugnables para la teología de hoy, y quizás ni
aun para la teología de tiempos del Vaticano I.
El problema central
En un paso ulterior formula Küng el problema central, primero de manera negativa y
luego de manera positiva.
Negativamente: no se puede argumentar que el Vaticano I no haya tenido libertad. La
definición respondió a la mayoría conciliar. La cuestión de la infalibilidad no es idéntica
con la del primado: esta última no se excluye de una comprensión ecuménica, mientras
que la primera constituye un puente insalvable. No se resuelve la cuestión de principios
con subrayar los derechos de la conciencia del individuo frente a decisiones magistrales.
Y tampoco resuelve el problema la referencia a los límites de la definición. Las
precisiones hechas cuando se discutía en el Vaticano I no son suficientes para
solucionar el problema central. Bastaría con que algún papa hiciera una sola vez una
definición que obligara a toda la Iglesia con total certeza para plantear el problema con
toda crudeza: ¿puede un hombre que no es Dios ser infalible? Es insuficiente también
reconocer la ambigüedad del término "infalibilidad". Sería deseable una terminología
más apta, pero permanecería el problema central de si un papa, en decisiones "ex
cathedra", no puede errar fácticamente ni por principio. Se trata, fundamentalmente, de
la verdad y autoridad de la Iglesia: la verdad de la Iglesia no puede equipararse con la
de Dios, pero la verdad de Dios puede ser atestiguada autoritativamente por la Iglesia.
Ahora bien, ¿este testimonio es idéntico a proposiciones infalibles? Küng pone aquí un
interrogante crítico a los argumentos traídos por K. Rahner y por mí (siguiendo a
Rahner), acerca de la definitividad y victoria escatológicas de la verdad de Dios. Según
Küng, se utilizan estos argumentos en pro de la infalibilidad de ciertas proposiciones del
magisterio de manera excesivamente simplista, sin tomar en serio la provisionalidad y
fragmentariedad escatológicas de la verdad de la Iglesia, que posibilita el error y el
pecado.
Positivamente: Se formula el problema central de la manera siguiente: "la infalibilidad
de la Iglesia ¿precisa de proposiciones infalibles?". Según la concepción de Küng, la fe
necesita proposiciones que la recapitulan (confesiones de fe), proposiciones defensivodefinitorias (en ciertas situaciones de emergencia), pero no precisa de proposic iones
tendenciosas-explicitantes, en las que conscientemente se busca un desarrollo del
dogma, conforme a una acepción problemática de la idea de la evolución. Según Küng,
no se ha probado que la fe necesite proposiciones infalibles. Esta cuestión fundamental
no se discutió en el vaticano I ni en el II. El primero le atribuyó al papa la misma
infalibilidad que le compete a la Iglesia; pero no aclaró, críticamente, el concepto de
infalibilidad de la Iglesia. Se presuponía más bien, tanto de parte de la mayoría como de
la minoría, que la infalibilidad de la Iglesia implicaba proposiciones infalibles. Y hoy
hace falta revisar, precisamente, este presupuesto tácito: ¿sólo se mantienen las
MAGNUS LÖHRER
promesas hechas a la Iglesia si se las concretiza en proposiciones infalib les
determinadas?
Una respuesta
En la última parte, Küng responde a la cuestión así precisada. Se prepara la respuesta
por medio de reflexiones hermenéuticas, de tipo general, sobre la problemática de
proposiciones que no alcanzan a llegar a la verdad -aun cuando sean correctas- y pueden
ser interpretadas equivocadamente, etc. Se la prepara, también, con una referencia al
origen racionalista del ideal cognoscitivo de proposiciones claras, que influyó en la
teología católica del siglo XIX. En este contexto, Küng podría haber remitido a K.
Rahner, que mostró lo mismo con respecto al concepto de misterio en la teología.
En un paso ulterior, Küng aplica esta problemática a las definiciones eclesiásticas.
Parece que también aquí las proposiciones pueden ser verdaderas y falsas, tanto más
cuanto más unilateralmente se las formule en un contexto polémico. De aquí surge la
aporía de cómo pueden las promesas hechas a la Iglesia ir a la par con errores posibles
en definiciones eclesiásticas. Sólo a un nivel superior se la puede superar: "La Iglesia
está mantenida en la verdad a pesar de todos los errores posibles". Mejor que de
infalibilidad se hablaría de indefectibilidad o permanencia perenne en la verdad de la
Iglesia. Los errores particulares no suprimirían esta permanencia.
Así se conserva, según Küng, la diferencia entre la Iglesia neotestamentaria y el pueblo
de Dios veterotestamentario: "La 'Palabra' de la revelación, comunicada al nuevo pueblo
de Dios, no es ya provisional; es última y definitiva. Por tanto, el peligro y la amenaza
no pueden jamás afectar de manera definitiva al nuevo pueblo de Dios que posee, en
medio de su debilidad, la certeza de la salvación". Tampoco se destruye la certeza de la
fe, que descansa en que el creyente, por medio de proposiciones ambiguas y, a veces,
quizá aun falsas, acepta la persona de Jesucristo, como se le presenta en la predicación.
Con razón anota Küng que su explicación es de gran alcance ecuménico. En tanto en
cuanto la teología ortodoxa reemplaza la infalibilidad papal por la de los concilios y la
teología protestante proclama la infalibilidad de la biblia, se exponen a los mismos
interrogantes críticos que se dirigieron a la teología católica. Es cierto que hay que
hablar de la verdad y autoridad única de la escritura, pero no en el sentido de una
inerrancia de sus proposiciones, dada desde un principio, sino en el sentido de un
testimonio bueno y fiel de Jesucristo, en medio de todos sus defectos de detalle. La
mayoría de los teólogos protestantes actuales, en cuanto no sean de tendencia
fundamentalista, aceptarán esta explicación.
Termina Küng con algunas reflexiones sobre el concepto de magisterio. Según él, se
trata aquí de un concepto tardío y oscuro. Se subraya, expresamente, que todos los
creyentes tienen el encargo de la predicación; que los que rigen la Iglesia no son, sin
más, sus maestros. Desde el punto de vista del NT, los que enseñan forman un grupo
propio dentro de la comunidad, y su función no puede ser simplemente absorbida por la
jerarquía. A esto corresponde en la Iglesia de hoy la función del teólogo; función cuya
autonomía no ha de ser rebajada por quienes dirigen la Iglesia. Precisamente la
distinción de las funciones debería posibilitar una colaboración mutua, llena de
confianza. En situaciones de emergencia puede ciertamente ocurrir que los que rigen la
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Iglesia sean llamados a dar una delimitación clara frente a la herejía; así como, por el
contrario, los teólogos tienen obligación de dar a la jerarquía -opportune importune- un
testimonio de la verdad.
Notas:
1
En este extracto se prescinde de la segunda parte del artículo original, dedicada a un
comentario critico del libro de H. Küng (N. del T.).