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2015-2016
Año del Jubileo de la Divina Misericordia
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Número 33. Marta contra María
17 de julio de 2016
El santo patrono de quienes necesitan ser escuchados:
En el Evangelio actual, Marta quería que Jesús le dijera a su
hermana María que la necesitaban en la cocina, por así decirlo,
pero Jesús alabó a María por querer aprender de Él. “No solo de
pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de los labios del
Señor”. [Deuteronomio 8:3]
Hace algunos años, un predicador dominicano llamado simplemente
Hermano Tomás escribió un artículo en el que llamó a San
Nicodemo “el santo patrono de quienes necesitan ser escuchados”.
Este no es un título que la Iglesia Católica le haya otorgado,
pero es apropiado.
San Nicodemo era un fariseo, un hombre rico y miembro del
Sanedrín en la época de Cristo. El Sanedrín era el consejo
supremo o la corte en el antiguo Israel. Estaba compuesto de 70
hombres que eran sacerdotes principales, escribas y ancianos,
además del sumo sacerdote. A pesar de que muchos fariseos y
escribas estaban celosos de Jesús y de Sus poderes milagrosos y
habían sido avergonzados por Sus críticas hacia ellos, San
Nicodemo mantuvo una mente abierta. Como buen juez, deseaba
escuchar el testimonio de Jesús él mismo, en lugar de depender
de las opiniones de sus pares en el Sanedrín.
El Capítulo 3 del Evangelio de Juan relata cómo Nicodemo visitó
a Jesús una noche, en secreto, para escucharlo y así saber más
acerca de Él. Alabó a Jesús diciendo; “Rabino, sabemos que eres
un Maestro que ha venido de Dios, puesto que nadie puede hacer
las señales que Tú haces a menos que Dios esté con Él”. Jesús le
dijo del renacimiento espiritual a través del bautismo como
entrada en el reino de Dios, pero Nicodemo no comprendió. Jesús
predijo su propia muerte a Nicodemo, diciendo: “el Hijo del
hombre tiene que ser levantado para que todo el que cree en Él
tenga vida eterna”.
Los siguientes dos versículos del Evangelio de Juan son bien
conocidos: “Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo
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único, para que todo aquel que cree en Él no muera, sino que
tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para
condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él”.
En las palabras del Hermano Tomás, “Jesús le reveló una verdad a
Nicodemo que ha sido parte fundamental del cristianismo durante
dos mil años”. El Hermano Tomás pensó que era irónico que los
versos anteriores del Nuevo Testamento, que son de los más
citados y de los grandes favoritos de todos los tiempos, fueran
“dichos por Jesús, no a los 12 Apóstoles, ni a los 70
discípulos, ni a los 5000 que fueron alimentados con panes y
pescado, ni a las personas que se reunieron para escuchar el
sermón en el Monte, pero a esta única persona, Nicodemo”.
Nicodemo también está mencionado en el Capítulo 7 de Juan. Jesús
enseñaba en el Templo de Jerusalén, y los judíos estaban
sorprendidos y dijeron: “¿Cómo conoce las escrituras sin haber
estudiado?”. Jesús respondió que: “Las enseñanzas no son mías
sino de quien me envió”. Los miembros del Sanedrín querían
arrestar a Jesús por haber curado a un hombre durante el Sabbat,
pero nadie le puso una mano encima. Los guardias del Templo que
debían arrestar a Jesús dijeron: “Nunca antes alguien ha hablado
como este”. Los fariseos criticaron a los guardias, pero
Nicodemo tomó la palabra y dijo: “¿Nuestra Ley condena a una
persona antes de escucharla primero y descubrir lo que ha
hecho?”. Luego se volvieron contra él y lo criticaron también,
pero al final dejaron el tema para otro día y momento.
En “Life of Jesus Christ” [La vida de Jesucristo] de la beata
estigmatizada Ana Catalina Emmerick, se lee que, durante Su
juicio, Nicodemo y José de Arimatea defendieron a Jesús contra
el Sumo Sacerdote, Caifás, y el Sanedrín por haber comido el
Banquete Pascual el jueves en lugar del viernes. Mostraron
documentos que probaban que a los galileos se les permitía comer
el Banquete Pascual un día antes que al resto de los judíos
según una antigua tradición, adoptada por razones prácticas,
originada de la imposibilidad de sacrificar todos los corderos
de todas las personas que llegaban a Jerusalén para la fiesta el
mismo día en el Templo.
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Los muchos fariseos que eran enemigos de Jesús estaban
enardecidos con Nicodemo por defender a Jesús, y se enfurecieron
aún más cuando Nicodemo dijo que: “Los miembros del Consejo
deben estar muy molestos por haber sido llamados a presidir un
juicio instituido por un prejuicio tan evidente, llevado a cabo
con prisa violenta la noche previa a la fiesta más solemne; y
las graves contradicciones de todos los testigos, en presencia
de la multitud reunida, deben ser para ellos un gran insulto”.
Cuando el Sanedrín se volvió a reunir al amanecer para llevar a
cabo el juicio oficial de Jesús, Nicodemo, José de Arimatea y
algunos otros partidarios de Jesús demandaron que el juicio se
pospusiera hasta después del festival para evitar un
levantamiento de la gente, y sostuvieron que no se podría llegar
a ninguna sentencia justa con base en los cargos presentados
durante la noche porque los testigos se habían contradicho. Los
sumos sacerdotes se enfurecieron con ellos y posteriormente
excluyeron específicamente a todos los defensores de Jesús del
Consejo que realizaría el juicio. En señal de protesta, se
levantaron y se fueron al Templo a orar. Todos los partidarios
de Jesús renunciaron al Sanedrín en ese momento.
Lo último que sabemos de Nicodemo en el Nuevo Testamento es que
ayudó a José de Arimatea a llevar el Cuerpo de Jesús desde la
Cruz hasta su entierro. Ellos fueron los primeros sacerdotes en
tener el gran privilegio de sostener el Cuerpo de Cristo, y eran
rabinos judíos, discípulos, pero no los apóstoles “escogidos”.
La lección que debemos aprender de Nicodemo, “el santo patrono
de quienes necesitan ser escuchados”, es que la única forma de
conocer a Jesús es escuchando Sus palabras y reflexionando sobre
la verdad revelada en ellas. Como consecuencia, Nicodemo y José
de Arimatea se convirtieron en defensores de la Verdad. Tuvieron
el coraje de enfrentarse a los poderosos miembros del Sanedrín
y, a pesar de que sus esfuerzos por defender a Jesús no tuvieron
éxito, de todas formas fueron recompensados al convertirse en
Santos por haber sacrificado sus reputaciones y posiciones en el
Consejo.
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Diario de Santa Faustina, #1268-9: “Hoy me he sentido peor que
de costumbre, pero en este día Jesús me dio más oportunidades
para ejercitarme en las virtudes. Y ha sucedido que tenía un
trabajo más penoso. La hermana manifestó su descontento por
haber llegado tarde al almuerzo, aunque me fue completamente
imposible venir antes. Pero me sentía tan mal que he tenido que
pedir a la Madre Superiora el permiso de acostarme. Fui a pedir
a la Hermana N. reemplazarme en mi tarea; recibí otra
reprimenda: ‘¿Y qué, hermana, se ha cansado tanto que va a
acostarse de nuevo? ¡Vaya con este acostarse!’ Escuché esto,
pero no ha sido todo, he tenido que ir todavía a pedir a la
hermana que atiende a los enfermos que me traiga la comida.
Cuando se lo dije, ha saltado detrás de mí de la capilla al
pasillo para poder decir lo que sentía: ‘¿Por qué va a
acostarse, hermana?’ etc...Le pedí no traerme nada.
Lo relato muy brevemente, porque no es mi intención escribir de
estas cosas, pero lo hago solamente para que no se comporten así
con otra alma, porque eso no agrada al Señor. En un alma que
sufre debemos ver a Jesús crucificado y no un parasito y una
carga para la Comunidad. Un alma doliente, sumisa a la voluntad
de Dios atrae más bendiciones divinas al convento que todas las
almas que trabajan. Pobre la casa donde no hay hermanas
enfermas. A veces Dios concede muchas y grandes gracias en
consideración de las almas que sufren y aleja muchos castigos
solamente en atención a esas almas.
Oh Jesús mío, ¿cuándo miraremos a las almas por motivos más
elevados? ¿Cuándo serán creíbles nuestros juicios? Nos ofreces
la oportunidad de ejercitarnos en las obras de misericordia y
nosotros nos ejercitamos en los juicios. Para conocer si el amor
de Dios florece en una casa religiosa, hay que preguntar ¿cómo
tratan a los enfermos, inválidos e inhábiles.”
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