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NOTAS SOBRE EUCARISTÍA EN IGNACIO DE ANTIOQUÍA*
Sergio Zañartu, s.j.
Quiero espigar y presentar someramente lo que Ignacio de Antioquía, Padre de la
Iglesia, que es martirizado al finalizar la era apostólica, nos dice directamente sobre
la Eucaristía. Sus referencias se centran en dos aspectos: la Eucaristía y la Iglesia, y
la Eucaristía como sacrificio.
1) La Eucaristía y la comunidad.
Ignacio nos presenta Iglesias muy jeráquicas. El sólo vocablo ‘obispo’ aparece 57
veces.1 Gran lema es: nada sin el obispo. El presbiterio de Éfeso armoniza con el
obispo como las cuerdas con la cítara. Hacer algo sin el obispo es servir al diablo. Y
sin la jerarquía no hay Iglesia. El obispo y la reunión comunitaria son gran defensa
contra los ataques de la herejía y del cisma, la gran concreción visible de la Iglesia
carnal y espiritual. Ignacio exhorta a hacer reuniones más frecuentes. Todos son
exhortados a concurrir a la reunión. Y en ella se realiza la Eucaristía. El vocablo
*
Este artículo, que fuera presentado como comunicación al Simposio del XLVIII Congreso Eucarístico
Internacional en Guadalajara, fue publicado en Revista Católica 105(2005)291-293.
1
J. Colson (Les fonctions ecclésiales aux deux premiers siècles (Textes et Études Théologiques), Paris
1956, p. e. p. 239) se inclina a que el obispo en las Iglesias locales de Asia en tiempos de Ignacio, era el
presidente del presbiterio y no un “sucesor de los Apóstoles”.
Eucaristía en Ignacio
‘eucaristía’ aparece 4 veces.2 La Eucaristía segura es la presidida por el obispo o su
delegado (Esm 8, 1).
Los que se abstienen de la Eucaristía, por no confesar que la Eucaristía es la carne
de nuestro Salvador, perecen (Esm 7, 1). Hay que preocuparse de servirse de una
sola Eucaristía, porque hay una sola carne de nuestro Señor Jesucristo y un solo cáliz
para unirse con su sangre3, un solo altar, como un solo obispo, junto con el
presbiterio y los diáconos (Fil 4). En Ef 20, 2 exhorta a que se reunan en una sola fe
para obedecer al obispo y al presbiterio, “partiendo un solo pan, que es remedio de
inmortalidad, antídoto para no morir sino vivir en Jesucristo para siempre”. Este
texto, pues, además de recordarnos el nombre dado a la Eucaristía en Hch 2, 42, etc.
y el final del discurso de Jesús en Jn 6, también insiste en la unidad de la comunidad
contra la herejía y cisma.4
2) El sacrificio de la Eucaristía
Ignacio desea ardientemente la gracia del martirio, hacia el que camina custodiado
por 10 soldados. Y ese martirio reviste para él un carácter sacrificial. Así exclama: “no
me procuréis nada más sino ser derramado en libación a Dios, mientras el altar5 todavía
está preparado para que formando un coro en el amor cantéis al Padre en Cristo Jesús,
porque Dios ha hecho digno al obispo de Siria de ser encontrado, habiendo sido llamado
2
Pero en Ef 13, 1, puede referirse a reuniones para dar gracias a Dios. P. T. Camelot (Ignace d’Antioche.
Polycarpe de Smyrne, Lettres. Martyre de Polycarpe (Sources Chrétiennes, 10), 3ª ed., Paris 1958, ad l. c.)
se inclina a que incluye a las dos. Comenta: Aquí tenemos el primer ejemplo del empleo técnico de esta
palabra, que se volverá a encontrar en este sentido en Fil 4; Esm 7, 1; 8, 1.
3
En Tral 8, 1 exhorta a recrearse en la fe, lo que es la carne del Señor, y en el amor, lo que es la sangre de
Jesucristo. J. B. Lightfoot en su comentario ve en este pasaje una imagen eucarística. Véase Rom 7, 3.
4
Véase también Ef 13, 1.
2
Eucaristía en Ignacio
de Oriente a Occidente. Es bueno ponerse al mundo yendo a Dios, para amanecer en Él”
(Rom 2, 2; cf. 4, 2). Quiere ser molido por los dientes de las fieras para ser encontrado
pan puro de Cristo, para ser un sacrificio para Dios (4,1s). Es un parto y nacimiento
inminente, es vivir (6, 2). Imitando la pasión de su Dios, recibirá la luz pura, será hombre
(6, 2s), será verdaderamente discípulo (4, 2). Y el martirio de Ignacio, gracias a la muerte
y resurrección de Cristo, fuente de nuestra vida, adquiere valor de rescate, que ofrece por
otras Iglesias y personas.6
Ignacio busca, pues, al que murió y resucitó por nosotros (6, 1). En este contexto
de su martirio sacrificial en unión a la pasión de Cristo (cf. Esm 4, 2), Ignacio llega a
expresar su deseo de martirio en lenguaje eucarístico: “quiero el pan de Dios, que es
la carne de Jesucristo, el de la simiente de David, y como bebida quiero su sangre, que
es amor incorruptible ( Rom 7, 3).7 En Ignacio, por tanto, se ha compenetrado su
mística martirial con su mística eucarística. Esto muestra claramente que la Eucaristía
es también un sacrificio y nos puede servir para reinterpretar desde la Eucaristía
algunas de las expresiones sobre el martirio antes dichas, como el canto coral en torno
al altar, el trigo que pasa a ser pan puro de Dios.
El aspecto sacrificial de la Eucaristía es confirmado por el texto de Esmirniotas 7,
18, en que afirma que ésta “es la carne de nuestro salvador Jesucristo, la que por
nuestros pecados padeció, la que el Padre en su bondad resucitó”. Destaquemos de
paso que, según esta cita, Jesús resucita en su propio cuerpo. Estas dos referencias a
5
Las otras cinco veces en que Ignacio usa el vocablo “thysiastérion”, siempre lo hace en relación a la
unidad de las Iglesias (en Fil 4 en relación explícita a la Eucaristía). Según Ef 5, 2, el que no está al interior
del santuario, se priva del pan de Dios.
6
Cf. S. Zañartu, El concepto, p. 223. Véase también S. Zañartu, Les concepts de vie et de mort chez
Ignace d’Antioche, Vigiliae Christianae 33(1979)324-341, p. 328.
7
Cf. Id., El concepto, p. 151, n. 61.
8
También por el texto eucarístico de Fil 4: un cáliz para unión con su sangre.
3
Eucaristía en Ignacio
la Eucaristía como sacrificio en las siete breves cartas de Ignacio, no nos extrañan,
dado que, a nuestro parecer, el centro del pensamiento ignaciano es Cristo muerto y
resucitado, nuestro actual vivir. Y eso es lo que se realiza en las reuniones de las
Iglesias, un poco de espaldas al mundo, que rinden culto al Padre.9
Estos breves textos, además de mostrar la centralidad de la Eucaristía en la vida
comunitaria en torno al obispo, nos dicen claramente que es la carne y la sangre de
Cristo (la carne que padeció y fue resucitada); que es un alimento (pan, bebida, caliz,
remedio, antídoto), que nos une a Cristo (a su sangre) y que, siendo única, está en
íntima relación con la unidad de la Iglesia.
Agradezcamos, pues, a Ignacio su vivencial testimonio Eucarístico.
9
Cf. Ib., p. e. 202; 244s; Id., Aproximaciones a la cristología de Ignacio de Antioquía, Teología y Vida
21(1980)115-127, p. 125s.
4