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UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA
XXIII SEMINARIO INTERUNIVERSITARIO DE TEORÍA DE LA
EDUCACIÓN "FAMILIA, EDUCACIÓN Y SOCIEDAD CIVIL"
Lugo. Noviembre de 2004
ADDENDA
Este documento está sujeto a los derechos de la propiedad intelectual protegidos por las
regulaciones nacionales e internacionales.
LOS VALORES AMBIENTALES CON QUE SE ENCUENTRA LA
FAMILIA
José María Quintana Cabanas
UNED. Madrid.
Addenda a la Ponencia II: Familia, educación y valores.
En las descripciones que en los últimos decenios los sociólogos han ido haciendo de la situación social
de nuestro país han cuidado de analizar las valoraciones de los españoles, aunque generalmente con el método
de las encuestas de opinión, que deja la duda de que los resultados reflejen bien la realidad objetiva de la
situación. De todos modos, como pauta indicativa nos sirven, y vamos a utilizarlos para hacernos una idea de
los valores por los que se rigen nuestros conciudadanos.
Como tónica general, una sociedad bastante
individualista, relativista y hedonista
El siglo XX amaneció con un importante predominio de las ideas y de las ideologías; pero la
hecatombe de dos guerras terribles e incomprensibles desbarató todos los esquemas e hizo que la humanidad,
una vez más, se sumiera en el fango, fruto de lo cual fue un general desencanto del que todavía no nos hemos
recuperado. La crisis cultural de los años 60 intentó reaccionar buscando nuevos valores, pero lo hizo sólo
negativamente; y, fruto de ello, es todavía el negativismo o flojedad de nuesrtra sociedad actual. Vamos a
constatarlos en varios aspectos.
El Informe sobre el desarrollo humano 1999, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD 99, 25-56), analizando lo que han sido los diez últimos años de desarrollo humano en nuestra era de
la globalización, señala que el mundo ha cambiado, en el sentido de que se ha producido una integración
global, pero rápida y desequilibrada. El resultado es una fragmentación social, con cambios en el progreso y,
al final, amenazas contra la seguridad humana.
Nuestra época es antiideológica: recusa las ideologías por el hecho de que han producido
monstruosidades, llegando a sacrificar muchos millones de vidas humanas. Las dos ideologías más
importantes de nuestro tiempo, el libealismo y el socialismo, han demostrado una vez más aquello de que "los
extremos se tocan", pues por lados distintos han venido a cer en las mismas calamidades. Pero ahora, con la
postmodernidad, no se trata de la antiideología -que es lo que cabría desear y esperar- sino, más bien, de la
desideologización, dando a las ideologías menos importancia de la que en realidad deberían tener. La
consecuencia es que se niegan los ideales, cayéndose en un escepticismo, un eclecticismo y un
integracionismo que han venido a rechazar, ciertamente, aquella antigua rigidez viciosa, pero sin aportar nada
que la sustituya positivamente. "La conclusión -escribe Javier Sádaba (en A. Alférez 1990, 104)- es que
nuestro tiempo, con la aprente bondad de la tolerancia que implicaría no aferrarse a una ideología concreta,
corre el peligro de perder fuerza, ser confuso y confiar en exceso en el estilo en su sentido menos benigno",
1
Con todo, ideologías las tenemos, pero no como las de antes. Según el mencionado autor (cf. p.
137ss), las que ahora circulan entre nosotros se cifran en las siguientes: un romanticismo de baja intensidad (o
revaloración del sentimiento, expresada en valores como la felicidad y el "yo"), el nacionalismo de protesta, el
economicismo hedonista (el criterio del éxito se mide por los bienes de que se disponen), la cultura subjetiva,
el escepticismo creador (creyendo que el mundo ha de cambiar estableciendo una mayor justicia y libertad) y
el pacifismo consecuente, que trata de llevar éste a sus últimas consecuencias, denunciando no sólo la pena de
muerte sino cualquier militarización de los Estados.
Son muchos los autores (W. Brezinka 1988, 136-41; 1990: 37-50, por ejemplo) que han denunciado el
individualismo que aqueja a la sociedad actual; hasta la Ética que hoy día se propone (la "teoría de la justicia",
de J. Rawls; o la tan mencionada "ética mínima") no son más que unas éticas hechas desde el mero egoísmo
personal. Y de aquí, si se pasa a la consideración del bien de los demás, es casi sólo por simple sensibilidad
estética, y sin el compromiso de un verdadero sacrificio personal. En este sentido B. Wahlström (1994, 16s)
ha señalado que, junto a la preocupación por el yo, surge cada vez más una preocupación por los otros, por la
humanidad en general: "Las visiones orientadas al yo, propias de la década de 1980, se han desvanecido y han
sido sustituidas por la perspectiva del nosotros juntos, propia de la década de 1990. La autorrealización y el
estilo personal de vida son todavía importantes, pero ahora hay que tener en cuenta otra dimensión: la
importancia de nuestro medio ambiente común". Pero sólo en tanto en que yo me veo afectado por él.
En el ámbito de la economía y de la empresa se alimentó en los últimos decenios la llamada cultura
del "yo emprendedor" (de modelo neoliberal), fundada en la idea de que el progreso y el éxito nacen de
cualidades personales como la confianza en sí mismo, la capacidad de acción y la expectativa de beneficios.
Pero en los años 90 se ha discutido esta teoría, sobre la base de que no resolvía el problema de "la sociedad de
los dos tercios" (o hecho de que, en los países desarrollados, el bienestar sólo alcanza a los dos tercios de la
población, produciendo un considerable número de marginados; cf. P. Wagner 1997, 282-6). Una vez más,
pues, el individualismo aparece unido a la crisis de nuestra sociedad.
Y en ésta la disciplina de la producción y del mercado ha entrado en un nuevo modelo que llamamos
postfordismo y postburocracia, que tienden a romper estructuras rígidas. El postfordismo consiste en una
tendencia a flexibilizar los procesos y mercados de trabajo; y -como dice Eduardo Terrén (1999, 258)- "la
descentralización y la flexibilidad no sólo se corresponden con la vida económica, sino también con la
fragmentación del resto de las esferas de la vida social y la quiebra de los modos de vida asociados con el
capitalismo organizado del bienestar". Y la postburocracia es una reacción, en la última década de los años
90, a la idea de una delimitación clara de las tareas y responsabilidades dentro de las instituciones
(burocratismo), pensando que podrá efectuarse una mejor adaptación al cambio a través de prácticas como la
flexibilización estructural, los canales de comunicación e información pluridireccionales y la atención a la
creatividad y sugerencias individuales.
Nuestra sociedad actual no puede entenderse sin una fuerte referencia a la revolución cultural de 1968;
sus efectos nos siguen marcando de uno u otro modo (por acción o por reacción, según los casos). Pues bien,
desde esta perspectiva -y con una crítica feroz a aquel suceso cultural- la crisis de valores en que nos hallamos
ha sido vista y descrita por Michel Houellebecq (1999) como una disolución de valores, como un nihilismo
axiológico. En su novela Las partículas elementales, el último de los bestseller (que ha sido traducido a veinte
lenguas), nos presenta personajes de la generación del Mayo francés del 68 y de las siguientes y hasta de las
2
futuras, que se muestran totalmente indiferentes a los valores humanos más esenciales y elementales (la
familia, el amor, la vida, los ideales); dice que "beatniks, hippies y serial killers convergían, en la medida en
que todos ellos eran libertarios integrales, en profesar la afirmación integral de los derechos del individuo
contra todas las normas sociales, todas las hipocresías que según ellos constituyen la moral, el sentimiento, la
justicia y la compasión" (p. 195). Viviendo así, los protagonistas de la novela a sus cuarenta años de edad se
sienten ya viejos, fastidiados de la vida y no sirviendo para nada; ante tal situación acaban con un
comportamiento bastante lógico: el suicidio. El autor, proyectando este cuadro hacia el futuro, señala como
salida para esa nueva era (New Age) una vida humana y una sociedad totalmente mecanizadas y desalmadas,
al estilo del "mundo feliz" de Aldous Huxley, con la eliminación de la personalidad.
Valores y escala de valores de los españoles
Son varios los estudios que nos permiten acceder al conocimiento de la axiología predominante en
nuestro país. Los hay también relativos a la axiología de otros países, y la comparación con ellos nos
permitirá conocer mejor la nuestra.
En 1990 el Grupo Europeo de Estudios de los Sistemas de Valores (EVSSG) realizó una encuesta de
valores en Europa; de la parte española se encargaron F. Andrés (1991) y J.L. Villalaín y otros (1992), y sus
trabajos ponen en evidencia que los valores más importantes de los españoles son (en orden decreciente) la
familia, el trabajo, los amigos, el tiempo libre, la religión y la política. Un 60 % de los españoles son
relativistas sobre el bien y el mal, y la mayoría tienen creencias religiosas; un 22 % pertenecen a asociaciones,
y en el trabajo valoran más los ingresos y seguridad que proporciona que la autorrealización responsable
conseguida a través del mismo.
Según el Informe CIRES (1995, 210), los aspectos que los españoles consideran más importantes para
tener una vida feliz son los siguientes (en %):
- tener dinero.............................8
- poseer una familia feliz................38
- tener una vida espiritual llena..........3
- servir de ayuda a los demás..............5
- tener amigos y pareja...................12
- estar contento de sí mismo..............12
- tener buena salud.......................17
Esto permite hacer (improvisadamente) la escala de valores del español medio, que en orden
progresivo (es decir, de menos a más) serían estos:
1. valores espirituales
2. valores sociales
3. valores económicos
4. valores psicológicos
5. valores convivenciales
6. valores sanitarios
7. valores familiares.
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Vamos ahora a emplear el método comparativo. G Mermet (1994, 31ss), utilizando como método el
análisis del lenguaje (que él llama la Semiometría, que recoge la carga positiva o negativa de las palabras
empleadas por la gente), trata de averiguar los valores de los franceses, llegando a la conclusión de que los
valores más aceptados, por orden, son la paz, la amistad, la felicidad, la familia, la confianza, la honestidad, la
ternura, la risa, la alegría y la dulzura; y, a la inversa, lo que aprecian menos o temen más son la guerra, la
traición, la angustia, la muerte, el desorden, el peligro, el vacío y la duda. Hombres y mujeres presentan leves
diferencias en las palabras que usan, y así ellos tienden a usar más que ellas palabras que denotan agresividad
o riesgo. Los jóvenes de 15 a 24 años se sienten atraídos por el riesgo, las emociones, el ensueño y el
informalismo, mientras que los mayores de 60 años se interesan más por la moral. Los cuadros superiores
aparecen como una clase revolucionarioa, con ansias de autoafirmación, individualismo y competitividad;
mientras que los obreros piensan más en la urbanidad y el honor.
Sigue diciendo el mencionado autor (p. 242) que en la Francia actual los valores individuales han
cobrado más importancia que los valores colectivos. El individualismo aparece en todos los ámbitos de la
vida cotidiana: redescubrimiento del cuerpo, disminución de los deportes colectivos a favor de los deportes
individuales; ansias de tener éxito personal, dentro de la pareja o matrimonio; disminución de la adhesión a
los sindicatos; desinterés por la relación con los partidos políticos; menor importancia concedida a los
fenómenos de la moda, etc. La "regla del yo" se afianza en el transcurso de los años, en múltiples formas. Esta
subida del individualismo fue notable en los años 80, y se traduce en el campo de los valores: la patria, la
religión y el ideal político se hallan en regresión, mientras van progresando los valores centrados en la esfera
privada. Los años 90 han visto resurgir reivindicaciones de solidaridad, de moral y de virtud; los valores
materialistas han perdido alguna importancia, en provecho de ciertos valores antes olvidados. El
individualismo parece tener un sentido nuevo: la egología traduce el reconocimiento del individuo como valor
social preponderante. Igual que la ecología, la egología lleva en sí los rasgos de un nuevo humanismo. Dice
G. Mermet (p. 245) que "la ecología y la egología podrían muy bien ser las dos mayores reivindicaciones de
este fin de siglo"; y añade (p. 246s) que 9 de cada 10 franceses se sienten felices, y el nivel de felicidad
individual es mucho más elevado que el de felicidad colectiva. Pero es curiosos que Francia ocupa sólo el 9º
lugar de felicidad entre los países de Europa, siendo así que ocupa el lugar 3º en la riqueza; cosa que
demuestra a las claras que la felicidad proviene más bien de otros valores humanos.
En cuanto alos españoles, un retrato que de ellos se hace en el libro España 1999 indica que, en primer
lugar, disfrutan de un exceso de todos los bienes materiales. Hemos entrado en el reino de la cantidad. El
exceso de los estímulos satura la sensibilidad, y la persona queda sumergida en un caos de información. En
España, por ejemplo, se publican más de 100 títulos de libros diarios, y hay países donde esta cifra se
multiplica considerablemente. Pero esa abundancia no es equivalente de prosperidad total, pues el progreso
tiene sus antinomias: y así, por ejemplo, el fenómeno del paro no se origina del fracaso sino del éxito de la
sociedad industrial. Y a una generación de abuelos con pluriempleo está sucediendo ahora una generación que
ha de contar con el ocio como forma de vida. Al compás de estos hechos -dice Luis Racionero (en A. Alférez
1990, 48)- "los valores han de ser desviados de su actual énfasis en la eficacia, avidez y agresividad, hacia los
valores de una sociedad humanista: la mesura, el sosiego y la cordialidad. Sólo se conseguirá devaluando el
actual sistema de incentivos que estimula la avidez, la prisa e incluso la desconsideración de los intercambios
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humanos. El ejecutivo agresivo fue útil para conseguir el nivel material de desarrollo, pero no está
mentalmente preparado para ocupar dignamente el ocio".
Alusión a algunos de nuestros valores en particular
Aunque de un modo somero y circunstancial, veamos con más detenimiento algunos aspectos
axiológicos de los españoles.
Con respecto a la religiosidad, hay que decir (cf. FOESSA 1994, I, 697ss) que el catolicismo español
es difuso, expectante, leight, sincrético y "de fieles", es decir, de grupos minoritarios (no de masas), habiendo
dado lugar al surgimiento de movimientos seglares cristianos. De 1970 a 1993, según la misma fuente (p.
754), el grupo de los católicos practicantes ha pasado del 87 % al 52 %; el de los católicos nominales (que no
practican) ha pasado del 9 % al 32 %, y el de los individuos arreligiosos ha subido del 2 % al 15 %. Como se
ve, hay una actitud religiosa regresiva cuantitativamente, que tiene que ver con el general movimiento
moderno de secularización, si bien en España éste presenta uno de los índices menores de Europa. Como en
otras partes, la secularización de la sociedad española se hace patente en los ámbitos cultural, político, de los
sectores de los servicios sociales y en las generaciones jóvenes. El resultado es que en la actual España
democrática hay un predominio de la cultura liberal y laica, frente a la cual los católicos
- sienten un malestar no resuelto
- experimentan una tensión entre religión y modernidad
- existe una crisis cultural católica, en que las certezas se hacen cada vez más difíciles
- hay poca contribución católica a la cultura española actual.
También en Francia (cf. G. Mermet 1994, 251s) la práctica religiosa ha disminuido bastante desde los
años 60, y guarda una proporción inversas con la edad de las personas; Se observa un gusto creciente por lo
irracional, y la gente se siente cada vez más atraída por las "religiones dulces". El gusto progresivamente
mayor por la medicina dulce (homeopatía, acupuntura, fitoterapia, medicina naturista) coincide con un interés
creciente por las religiones orientales; las sectas se han aprovechado mucho de este movimiento desde los
años 70. El New Age aparece como una mezcla de religión, de ecología y de humanismo, con una nueva
forma de espiritualidad fundada en la experiencia personal. En España (según FOESSA 1994, I, 763) el 9 %
de personas dicen tener contacto frecuente con las sectas, frenyte a un 37 % que sólo mantienen con ellas
contactos esporádicos y un 45 % de personas que no tienen ningún contacto.
En cuanto a las actitudes generales de los españoles ante el alcohol, el tabaco y las drogas, según el
Informe CIRES (1995, 368s) entre los españoles se observa un alto grado de acuerdo, casi unanimidad, en las
actitudes siguientes:
- castigar de manera ejemplar a los implicados en el tráfico de drogas
- considerar la droga como uno de los problemas más serios de España
- considerar a los alcohólicos como enfermos
- prohibir la venta de alcohol y de tabaco a los menores de 18 años.
Y existe un acuerdo mayoritario en:
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noche
- considerar el alcohol y el tabaco tan peligrosos como otros tipos de droga
- prohibir la publicidad del alcohol y del tabaco
- prohibir el consumo de bebidas alcohólicas en pubs, discotecas y cafeterías después de las 12 de la
- rechazar la idea de que se están exagerando los efectos perjudiciales del tabaco.
Ya un Informe (1997, 160) sobre ek racismo en España sacaba como conclusión que "si no se
combate eficazmente a todos los niveles, el racismo adquirirá pronto en España las mismas dimensiones que
tiene en otros lugares"; y se dice que esto es porque España posee ya cierta actitud tradicional racista,
manifiesta en su posición frente al pueblo gitano. De todos modos parece que la actitud media de los
españoles ante la inmigración es tolerante, pues el InformeCIRES (1995, 630) refleja (en %) así el grado en
que los españoles están de acuerdo en que los ciudadanos de cualquier país deberían tener derecho a
establecerse en cualquier país, sin ningún tipo de limitaciones:
- muy de acuerdo..........14
- de acuerdo..............38
- indiferente.............15
- desacuerdo..............18
- muy en desacuerdo........8.
En general los españoles admiten la inmigración en proporción inversa con su edad y en proporción
directa con su nivel de instrucción.
En las ideas, actitudes y valores de las personas se dan ciertas curiosidades sociológicas. Así, por
ejemplo, según una investigación del CIRES (1995, 802), la opinión de lo importante que es una igualdad de
oportunidades en la sociedad la tienen más las personas de la clase alta (77 %) que los de clase baja (61 %).
Esto parece paradójico, pues son preciamente las personas de clase baja las que más se beneficiarían con la
Igualdad de oportunidades:; pero ocurre que estos mismos individuos, por su menor cultura, advierten menos
el problema y estiman menos su solución.
BIBLIOGRAFíA
CITADA
ANDRÉS ORIZO, F. (1991): Los nuevos valores de los españoles. La encuesta europea de valores en
España. Fundación Santa María, Madrid.
BREZINKA, W. (1988): La Pedagogía de la Nueva Izquierda. PPU, Barcelona.
CIRES (1995): La realidad social en España 1993-94. Centro de Investigaciones sobre la realidad
social, Bilbao.
FOESSA, Fundación (1994): V Informe sociológico sobre la situación social de España. Sociedad
para todos en el año 2000. Fundación FOESSA, Madrid, 2 tomos.
HOUELLEBECQ, M. (1999): Les partícules elementals. Barcelona: Ampúries/Anagrama.
6
MERMET, G. (1994): Francoscopie 1995. Qui sont les Français? Larousse, Paris.
PNUD (1999): Informe sobre el Desarrollo Humano 1999. ANUE Catalunya, Barcelona.
WAGNER, Peter (1997): Sociología de la modernidad. Herder, Barcelona.
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