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Ofrendas de comida en los rituales mexica
Nathalie Ragot
La comida ocupaba un lugar de primer plano en los
rituales mexica. Frecuentes son las menciones y
descripciones en las fuentes de ofrendas
alimenticias. También la iconografía de los códices
presenta ejemplos de platos con ofrenda de
alimento. Generalmente son los dioses quien
recibían estos presentes, sea durante las fiestas
colectivas o en los altares privados.
En esta ponencia propongo una reflexión sobre las
ofrendas de comida realizadas durante las fiestas
de las 18 veintenas. El calendario solar azteca,
xiuhpohualli, contaba 365 días, dividido en 18
meses de 20 días llamados veintenas más 5 días
nefastos, los nemontemi. Las fiestas tenían por
finalidad de garantizar la sobrevivencia del mundo,
evitar que se acabara en terribles cataclismos,
como en los Soles precedentes. Con este propósito
se recreaban los mitos, se daban de comer a las
divinidades con sacrificios humanos para
asegurarse su benevolencia. Las fuentes del siglo
XVI describen numerosas y diversas ofrendas de
alimentos a los dioses durante estas fiestas. ¿ Es
que esta diversidad de preparaciones tenía una
significación simbólica o práctica ? ¿ En qué
medida las varias maneras de preparar/cocinar las
ofrendas alimenticias podían influenciar o favorecer
la comunicación con los dioses ?
I. Alimentos y ofrendas en los rituales mexicas
La ofrenda alimenticia en los rituales
Las
fuentes
del
siglo
XVI
mencionan
frecuentemente rituales que necesitaban una
ofrenda para divinidades, compuesta de bienes
comestibles, cocinados o crudos : pulque, cacao,
tamales, tortillas, jilotes, maíz asado, semillas,
guajolotes, perros, guisados, sangre humana,
sangre de codornices. Estos presentes se dejaban
en diversos recipientes, platos, casuelas, jícaras o
directamente sobre los altares. Las excavaciones
arqueológicas del Templo Mayor confirman y
precisan las informaciones de los cronistas. Aurora
Montúfar analizó la tierra de varias ofrendas del
Templo Mayor a fin de estudias los restos
botánicos dejados intencionalmente en el depósito.
Pudo identificar muchos restos de productos
comestibles, entre otros, frutos, semillas, maguey,
chia, tule, yauhtli, maíz etc… (Montúfar Lopez
1998 : 38-39 ; Dora Sierra Carrillo 2006 :488).
En la lista de ofrendas realizadas antes de la
conquistas, los informadores de Sahagún
mencionaron primero la ofrenda “tlamanaliztli”,
« ofrenda, acción de ofrecer algo » :
“Thus were offerings made. Offerings were
made of food and capes, and also of all kinds
of animals –such as turkeys hens, or birds; or
capes; or else with whatever grew earliest,
perhaps maize, or chia, or flowers, or anything
else » (Primeros memoriales 1997 :70).
El dibujo ilustrando este vocablo de primera
importancia, representa una mujer cargando un
plato de tortillas, subrayando así la importancia del
alimento en el acto de ofrecer.
La ofrenda de alimento a los dioses era muy común
como lo atestan las numerosas referencias en las
fuentes (Sahagún ; Duran ; Motolonia etc…). Todos
los dioses recibían ofrendas de alimentos, sea en
su templo o en las casas de la gente de manera
muy regular, aun diariamente para los dioses de la
casa. Contaron los informadores de Sahagún que :
« … Ofrecían muchas cosas en las casas que
llaman calupulli, que eran como iglesias de los
barrios (…).
Ofrecían comida y mantas, y aves y mazorcas
de maíz, y chian y frisoles y flores. Esto
ofrecían las mujeres o doncellas por casar;
pero en los oratorios de sus casas no ofrecían
sino comida, delante de las imagines de los
dioses que allí tenían. Esto hacían cada día,
luego de mañanita, y la señora de la casa tenía
cuidado cada mañana de despertar a todos los
de su casa para que fuesen a ofrecer delante
de los dioses de su oratorio” (HG 2000 :282 ;
Primeros Memoriales 1997 :70).
La ofrenda de alimento no era exclusiva de los
dioses, también los difuntos la aprovechaban, sea
para ayudarles en su viaje al inframundo, sea para
solicitar su apoyo. Según Durán, las viudas de los
guerreros difuntos, dejaban en el lugar de la
cremación ofrendas de tamales, atole de maíz y
maíz tostado (1985 T1 :155). La esposa del
guerrero
en
expedición
ofrecía
ofrendas
alimenticias e incienso a los malteotl de la casa, es
decir los paquetes hechos con los huesos de los
cautivos hechos por su marido. Dejaban delante
(Duran 1985 T1 :164-165).
II. Las ofrendas alimenticias en las fiestas de las
veintenas
Durante las fiestas de las veintenas las ofrendas de
alimentos eran numerosas y variadas. Ya en el
siglo XVI Durán notaba que : “… en todas las
fiestas había una diferencia de comida, para
diferenciar la fiesta, como había de sacrificios”
(Durán T1 :243). Según las descripciones de las
fuentes del siglo XVI parece que casi todas las
fiestas tenían sus platillos específicos.
En base a estas descripciones podemos definir dos
categorías de preparaciones culinarias : las que
realizaban para ser comidas por los participantes y
las que se ofrecían a las divinidades.
II.1 Los platos preparados y comidos por los
participantes
Parte de los platos especificados preparados en
ocasión de las fiestas eran destinados a ser
consumidos en un marco comunitario. Los
ejemplos son numerosos. En Etzalcualiztli en todas
las casas se preparaba etzalli y, precisa el texto,
« … todos comían dello y daban a otros »
(Sahagún 2002 : 204 ; Duran 1984 T1 :172). A
menudo parece que una de las finalidades de esta
cocina era justamente de compartirla con los otros :
« … En este mes, como esta dicho arriba,
comían tamales por todos los pueblos y en
todas las casas y toda la gente, y
convidabanse los unos a los otros con ellos,
como arriba se dixo (Sahagún HG 2000:267).
Hoy en día, la importancia del intercambio en las
fiestas es todavía muy importante en el desarrollo
de las festividades (ver ponencias del taller).
Añadiré que la realización de platos específicos
durante las fiestas podía también dar ocasión a
concurso entre cocineras. En Izcalli, se hacían los
tamales huauhquiltamalli y :
“Toda la gente y en todas las casas se hacían
estos tamales, y convidaban unos a otros con
ellos. A porfía trabaxaban cual por cual haría
primeros estos tamales. Y la que primero los
hacia, iba luego a convidar con ellos a sus
vecinos para mostrar su mayor diligencia y su
mayor urbanidad” (Sahagún HG 2000:261).
En el marco de las fiestas, existía también una
“cocina del reparto”, es decir distribución de comida
a los mas necesitados. A principio del mes Huey
Tecuilhuitl, el señor del pueblo organizaba una
distribución de comida y bebida para los pobres. Lo
interesante es que después de una primera
distribución de chianpinolli, una bebida de semilla
de chia, se distribuían cinco tipos de tamales
diferentes : el tenextamalli (“tamal de cal”); el
xocotamalli (“tamal de fruta” o “tamal agrio”); el
miahuatamalli (“tamal de espiga de maíz”); el
yacacoltamalli (“tamal de punta torcida”, hecho con
cierta vianda); el necuhtamalli (“tamal de miel”); el
yacacollaoyo (“el tlaoyo de punta torcida”, de cierta
vianda) y el exococolotlaoyo (“empanada de masa
de maíz enrollada con ajotes”) (Sahagún HG
2000:213-214 ; Códice Florentino II 1981:96-97).
También durante la fiesta d’Atamalcualiztli, se daba
varios tamales a los pobres:
“…otros traían unos sartales de tamales que
llaman xocotamalli; otros de otros tamales que
llaman nacatamalli. Otros tenían comida de
tamales y otras cosas y dabanles a los
pobres”, (Sahagún HG 2000:271).
En esta categoría de “cocina de reparto” podemos
añadir el caso de los platos específicos distribuidos
a gente que iban de casa en casa, haciendo
limosna o tonterías para distraer al público. En
Etzalcualiztli, por ejemplo:
“… Después de comido, los que querían
bailaban y regocijábanse. Muchos se hacían
zaharrones, disfrazados de diversas maneras,
y traían en las manos unas ollas de asa, que
se llaman xocuicolli. Andaban de casa en casa,
demandando etzal o arruz. Cantaban y
bailaban a las puertas. Decían sus cantarejos,
y a la postre decían: “Si no me das el arruz,
agujerare he la casa”. El dueño de la casa
luego le daba una escudilla de arruz” (HG
2000:204).
La elaboración de platos específicos, su reparto y
su consumo colectivo, contribuían a la cohesión del
grupo social.
Son las mujeres, dueñas del hogar y de la cocina,
que preparaban las comidas/ofrendas, pero eran
los dos, hombres y mujeres, que dejaban las
ofrendas ante las divinidades. Sin embargo también
existen ejemplos de ofrendas alimenticias
reflejando claramente una división sexual en la
preparación. En ocasión de la fiesta de Izcalli :
“… Las mujeres toda la noche se ocupaban en
hacer
unos
tamales
que
llamaban
huauhquiltamalli (=”tamal de verdura de
bledos”), y también en amaneciendo los iban a
ofrecer delante la estatua (del dios del fuego).
Y así estaba gran cantidad dellos delante la
estatua. Y como los muchachos ofrecían la
caza que traían, entraban así como iban
ordenados y daban vuelto en rededor del
fuego, y cuando pasaban cabe el fuego
estaban otros viejos que daban a cada uno de
los muchachos un tamal, y así se tornaban a
salir los muchachos por su orden. A estos
tamales los llamaban también chalchiuhtamalli
(Sahagún HG 2000: 261).
Así las mujeres ofrecían comidas preparadas,
cocinadas, mientras que los hombres tiraban al
fuego el fruto de su caza y recibían tamales. Otro
ejemplo de una diferencia sexual aparece en la
ofrenda de comida de Toxcatl :
“… Otro día, en amaneciendo, cada uno en su
casa hacía ofrenda de comida a la imagen del
mesmo Huitzilopochtli, que tenía en su casa, y
todos ofrecían sangre de codornices delante
de la imagen que habían puesto en el cu.
Primero comenzaba el señor: arrancaba la
cabeza a cuatro codornices, ofreciéndolas al
ídolo recién puesto, y luego ofrecían los
sátrapas y después todo el pueblo. Y en
arrancando la cabeza a la codorniz,
arrojàbanla delante del ídolo. Allí andaba
revoleando hasta que se moría. Y los
escuderos y hombres de guerra del señor
cogían las codornices después de muertas,
hacínalas pelar y salar, y divídíanlas entre sí,
parte dellas al señor, y parte a los principales,
y parte a los sátrapas, y parte a los escuderos
(Sahagún HG 2000: 195).
II.2 Las preparaciones alimenticias ofrecidas a las
divinidades
En cada veintena se hacían ofrendas de comida a
una o varias divinidades en sus templos. También
en las casas particulares se ofrecían presentes de
comida a los dioses. Ahora bien ¿ existía una
relación directa entre el tipo de comida ofrecida y la
divinidad que la recibía ? ¿ Existía una preparación
culinaria o una manera especial de cocinar la
ofrenda para cada dios ? ¿ En qué medida una
ofrenda alimenticía específica podía influenciar el
contacto con lo divino ?
Hay indicios que, a veces, el gusto de la ofrenda
alimenticia recordaba la divinidad honorada. En la
fiesta de Izcalli se hacía una comida de alimento
ante la estatua del dios del fuego. Se preparaban
tamales llamados chalchiuhtamalli y :
“… la vianda que se comía con estos tamales
eran unos camarones que ellos llaman acocilti,
hechos con un caldo que ellos llaman
chamulmulli. Todos comían en sus casas esta
comida, muy caliente y tras el fuego. Y las
camisillas de maíz con que estaba revueltos
los tamales, cuando se las quitaban (262) para
comerlos no las echaban en el fuego, sino
juntabanlas para echarlas en el agua”
(Sahagún HG 2000:261-262).
En el seminario de Danièle Dehouve en el EPHE,
trabajando sobre la traducción del texto, apareció
una relación de similitud simbólica entre el hecho
de comer, delante del fuego, tamales con salsa, los
cuales quemaban la boca, y el hecho que esta
comida era ofrecida en honor del dios del fuego. En
este ejemplo es el acto de comer que aparece
como una ofrenda en sí misma.
El aspecto mismo de la ofrenda podía ser adaptada
al destinatario. Así, a las Cihuateteo, las mujeres
muertas en primer parto :
« … ofrecían en su templo, o en las
encrucijadas de los caminos, pan hecha de
diversas figuras : unos, como mariposas ; otros
de figura de rayo que cae del cielo, que llaman
xonecuilli ; y también unos tamalejos que se
llaman xucuichtlamatzoalli, y maíz tostado que
llaman izquitl » (Sahagún HG 2000 :79).
Lo interesante de esta descripción es la mención
de la existencia de tortillas en forma de “mariposas
y de rayo que cae del cielo”. Las Cihuateteo tenían
varios rasgos en común con los Tlaloques, los
dioses de la lluvia (Ragot 2000:139). Estas tortillas
en forma de rayo que cae del cielo podrían hacer
referencia a esta relación con la lluvia.
En Huey Tozoztli se preparaba una ofrenda muy
complicada. Delante del “dios de las mieses”, es
decir Cinteotl, dejaban :
“… cinco chiquihuites con sus tortillas, y
encima de cada chiquíhuitl una rana asada, de
cierta manera guisada, y también ponían
delante desta imagen un chiquihuite de harina
de chían, que ellos llaman pinolli; otro
chiquihuite (189) con maíz tostado, revuelto
con frisoles; cortaban un cañuto de maíz verde
y henchianle de todas aquellas viandas,
tomando de cada cosa un poquitito y ponían
aquel cañuto sobre las espaldas de la rana,
como que la llevaba a cuestas” (Sahagún HG
2000:188-189).
En la tarde llevaban todas estas comidas al templo
de la diosa Chicomecoatl, y allí comían todo. ¿Es
que esta rana asada podría representar a la Tierra
que carga sobre su espalda los productos que ella
produce y que sirve para nutrir a los hombres ?
En otra ocasión es la manera de presentar la
ofrenda que se adaptaba a la divinidad honrada. En
Atemuztli, fiesta en honor de los Tlaloque, dioses
de la lluvia de tamaño reducido, hacían en masa de
bledos pequeñas imágenes de las montañas.
Delante de ellas ponían comida de tamaño
reducido, como eran los Tlaloques :
“… y los tamales que las ponían eran muy
chiquitos, conforme a las imagines, que eran
muy pequeñitas. Ponianlos en unos platillos
pequeñuelos, y unos caxitillos con un poquitos
de mazamorra, y también tecomates
pequeñitas que cabían poquito cacahuatl. En
una noche los presentaban comida desta
manera, cuatro veces” (Sahagún HG: 255).
III- El destino final de las ofrendas
Tomando en cuenta el gasto económico, en tiempo
y en energía, para preparar las ofrendas de
comida, parece importante preguntarse sobre el
destino final de las ofrendas dejadas ante las
representaciones de las divinidades. Les fuentes
proponen dos posibilidades resumidas por Durán
cuando habla de las ofrendas hechas a los dioses
del tianguis, los días de venta :
« ….en el momoztli donde estaba el ídolo del
tianguiz ofrecían mazorcas de maíz, ají,
tomates, fruta y otras legumbres y semillas y
pan; en fin, de todo lo que se vendía en el
tianguiz. Unos dicen que se quedaba allí y se
perdía; otros dicen que no, que se recogía
para los sacerdotes y ministros de los templos
(Duran 1984 TI:179).
En ciertas ocasiones las ofrendas se dejaban podrir
en el lugar dónde habían sido puestas. Durante la
fiesta d’Etzalcualiztl, cuando se honraba a los
dioses del agua, se hacían tortillas con elotes
dejados sobre los altares hechos con canas de
maíz en las encrucijadas de los caminos. Después
de haber depositado las tortillas hechas de elotes
se precisa que :
« … Acabada la ofrenda, daban por si a los
sacerdotes de aquel pan para que comiesen,
porque lo que allí ponían en el momoztli no
llegaba nadie a ello. Lo cual era general de
todo lo que en estos lugares se ofrecía a los
dioses, agora fuese pan, o vino, o semillas,
chile o calabazas: allí se había de podrir y no
se había de llegar a ello » (Duran 1984
T1 :172).
Una prohibición comparable, pero más moderada,
aparece en Pedro Ponce de Léon, quien recogió
datos en la región de Tlaxcala, Estado de México.
Relata que en tiempo de cosecha, el dueño de la
milpa buscaba una caña de maíz de dos o tres
cabezas. Con esta caña y dos tipos de tamales
blancos (tequixquitamales) especialmente hechos
para la ocasión, iba afuera del pueblo a algún lugar
donde se dividan dos caminos :
« … y allí el maestro ofrece los dos géneros de
tamales y la caña con las dos mazorcas,
puestas las puntas de las mazorcas hacia la
sierra de Tlaxcala, al oriente, que es donde
habita la diosa Chicomecoatl, diosa de los
panes, haciendo un razonamiento y enviando
embajada con las mazorcas diciendo : In ti
Xolotl xi mohuicatiuh ma xic monahuatiliti in
Iztac Cihuatl ca in mochihua motequipanoa in
quimomnequiltia, (“Tu Xolotl acompaña y
comunica a la Mujer Blanca, que se hace y se
dispone lo que ella quiere”) y estos tamales
ofrecidos no los puede tomar, si no fuere algún
pobre que pase, y cuando no pasa, los vuelven
y dan a alguno de los pobres del pueblo »
(Pedro Ponce de Léon 1985: 127-128).
Otra posibilidad, después de haber sido ofrecidas a
la divinidad las ofrendas eran comidas por los que
habían hecho el presente. En Huey tozoztli, en las
casas se dejaban delante de la estatua del joven
dios del maíz Cinteotl, una compleja ofrenda de
ranas asadas llevando un cañuto de maíz lleno de
viandas. Por la noche todas estas comidas eran
llevadas al templo de Chicomecoatl y comidas allá
(Sahagún 2000 :188-189). En Toxcatl, tamales y
platos de comida se dejaban delante de la estatua
de Huitzilopochtli. Los hombres ofrecían sangre y
cabezas de codornices mientras que los cuerpos
eran asados y comidos :
“Primero comenzaba el señor: arrancaba la
cabeza a cuatro codornices, ofreciéndolas al
ídolo recién puesto, y luego ofrecían los
sátrapas y después todo el pueblo. Y en
arrancando la cabeza a la codorniz,
arrojàbanla delante del ídolo. Allí andaba
revoleando hasta que se moría. Y los
escuderos y hombres de guerra del señor
cogían las codornices después de muertas,
hacínalas pelar y salar, y divídíanlas entre sí,
parte dellas al señor, y parte a los principales,
y parte a los sátrapas, y parte a los escuderos”
(Sahagún HG 2000:195).
La última posibilidad era que los sacerdotes de la
divinidad recuperaban las ofrendas y las
compartían. Durante la oncena (fiesta móvil), en
honor de Huitzilopochtli, en el Tlacatecco :
« … ponían en este día muchas maneras de
comida muy bien guisadas, como los comen
los señores. Todas las presentaban delante de
su imagen. Después de haber estado un rato
allí, tomabanlas los oficiales de Huitzilopochtli
y repartíanlas entre sí, y comíanlas” (HG
2000:172).
O durante la veintena de Etzalcualiztli :
“Acabado de ofrecer cada día, venían unos
viejos que llamaban cuacuacuiltin, los cuales
traían las caras teñidas de negro, trasquilados,
salvo en la corona de la cabeza, que tenía los
cabellos largos, al revés de los clérigos. Estos
coxían la ofrenda y dividíanla entre sí todos
estos cuatro días” (HG 2000:200).
Conclusión
Las ofrendas de comida ocupaban un lugar de
primera importancia en los rituales mexicas.
Pudimos subrayar, en las celebraciones de las
veintenas, la coexistencia de dos « cocinas » : una
cocina ritual, cuyo platos eran destinados a ser
ofrecidos a las divinidades. Después, estas
ofrendas podían ser comidas por los participantes o
recuperadas por los sacerdotes, o bien dejadas
podrir delante de la estatua del dios. La otra cocina
era una cocina festiva cuyo platillos eran cocinados
para ser comidos por los participantes,
intercambiados entre vecinos, reforzando así los
lazos sociales. En realidad, la separación entre las
dos “cocinas” era muy tenue: cocina ritual y cocina
festiva se cruzan y se confunden.
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