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VRFLDOHV
Escuela de Educación Física y Deportes,
Universidad de Costa Rica
*Escuela Ciencias del Deporte,
Universidad Nacional
(Costa Rica)
M.Sc. Gerardo Alonso Araya Vargas*
[email protected]
Ph.D. Walter Salazar Rojas
[email protected]
Resumen
El propósito de este trabajo fue presentar una síntesis de tres estudios realizados sobre la violencia
en el fútbol. El primero de ellos trató sobre la relación entre la programación de partidos de fútbol
televisados y la cantidad de denuncias por violencia doméstica presentadas posteriormente a la
realización de los partidos. El segundo trató sobre la relación entre la conducta agresiva (cantidad de
tarjetas), la orientación subjetiva de metas y el razonamiento moral de futbolistas costarricenses de
Primera y Segunda División. El tercero trató sobre la relación entre las creencias de jugadores
costarricenses de Primera y Segunda División con la conducta agresiva (cantidad de tarjetas). En el
primer estudio se analizaron 5838 denuncias por violencia doméstica presentadas entre febrero y junio
de 1999 y se recopilaron los marcadores y nombres de los equipos de todos los partidos de Primera
División y Selecciones Nacionales (mayor, juvenil e infantil) celebrados en ese lapso. En este estudio se
encontró que se recibió significativamente más denuncias por violencia doméstica las fechas posteriores
a la programación de partidos de fútbol y no se encontró efecto del resultado del juego, ni del equipo, ni
de la procedencia de la denuncia sobre la cantidad de denuncias presentadas diariamente. En el
segundo estudio participaron 71 futbolistas de Primera y Segunda División y se les aplicaron tres
escalas, una para medir la orientación subjetiva de metas (TEOSQ), otra sobre la orientación de metas
del entrenador percibida por el jugador (TEOSQ-PPC), y una escala de los juicios sobre conducta moral
en el deporte (JAMBYSQ). Luego se recopiló la cantidad de tarjetas amarillas y rojas obtenidas por cada
sujeto en 30 juegos oficiales. No existió correlación significativa entre la cantidad de tarjetas y la
probabilidad de agredir expresada por los sujetos, la orientación de metas, el juicio deontológico (qué
debería o no hacerse en cierta situación) y el motivo moral, ni se encontró efecto significativo del
puesto, la categoría y la experiencia de los sujetos en la categoría respectiva sobre la cantidad de
tarjetas. Solo la edad (r=0.328, p<0.05) la atmósfera moral (r= -0.264, p<0.05) y el sujeto motivador de
la conducta agresiva ( 2=13,53% en la situación A y 2=15,35% en la situación B, del JAMBYSQ)
tuvieron efecto significativo sobre la cantidad de tarjetas. En el tercer estudio participaron 72 futbolistas
a los que se les aplicó una escala de opinión sobre mitos referentes a la agresividad en el fútbol y luego,
se colectó la cantidad de tarjetas obtenidas en 30 juegos oficiales. Se encontró que no hubo correlación
significativa entre la cantidad de tarjetas y la escala de opinión. En conclusión: 1) la programación de
partidos de fútbol tiene efecto significativo sobre la conducta agresiva en otros ámbitos sociales; 2) el
razonamiento moral es independiente de la conducta agresiva; 3) el criterio de los sujetos con respecto
a la violencia en el fútbol es independiente de la conducta agresiva que estos muestran en competencia.
Palabras clave: Violencia. Fútbol. Agresividad.
"Furor impius intus fremit horridus ore cruento"
Virgilio.
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 80 - Enero de 2005
1/1
Introducción
La violencia es el resultado de un complejo conjunto de conductas denominado agresividad,
el cual ha sido parte de la historia de la humanidad desde sus inicios. May (1972), señala que
la palabra agresión proviene del latín aggredi, ad (dirigido a) y gradior (caminar), y significa
literalmente "moverse con intención de dañar". Muchos psicólogos definen la agresividad en
términos de conducta, como Papalia y Olds (1997), para las cuales esta es un comportamiento
verbal o físico que pretende dañar a algo o a alguien. Sin embargo, Husman y Silva (1984)
señalan que muchas conductas han sido asociadas con la agresividad aunque no
necesariamente busquen dañar o perjudicar. Zillman (1978) define la agresividad como un
intento de producir daño corporal a otro. Esta definición excluye el daño psicológico. Berkowitz
(1974) argumenta que la agresión debe involucrar el intento de lastimar más que meramente
infligir daño. Por su parte Baron (1977) define la agresión como cualquier forma de conducta
dirigida a la meta de dañar o lastimar a otro ser viviente quien es motivado a evitar ese
tratamiento. La Sociedad Internacional de Psicología Deportiva (Tenenbaum et al., 1996)
distingue dos formas de agresión, la hostil, que tiene un componente emocional subyacente
(se busca el daño como meta), y la instrumental, que es una conducta dirigida al logro de una
meta que no es producir daño, aunque se deba lastimar para alcanzar el éxito. Ruano (1991)
comenta que es necesario para tener éxito en el deporte, especialmente en deportes de
contacto como el fútbol, la agresividad dentro de las reglas y cuyo fin no sea causar daño al
oponente. Husman y Silva (1984) definen este tipo de agresividad como asertividad, no
obstante los límites que lo separan de los otros términos son poco claros. Si bien es cierto que
un atleta que busca el éxito y no desea dañar a sus oponentes, se esfuerza al máximo y triunfa,
ocasiona siempre un daño involuntario a los que esperaban que perdiera o que otro ganara o a
los perdedores que terminan con frustración, de ahí que la delimitación del concepto debe
hacerse delicadamente. Gill (1986) propone cuatro criterios básicos que han tenido mucha
aceptación en la Psicología del Deporte, para aplicarlos al análisis de las definiciones de
agresión: 1) la agresión es una conducta, 2) involucra daño o perjuicio, 3) es dirigida hacia un
organismo viviente, 4) involucra intento. Weinberg y Gould (1995), complementan lo anterior
afirmando que la agresión puede ser física o verbal e involucra daño o perjuicio que puede ser
físico o psicológico (ambos inclusive) y es intencional, no accidental. El ser humano, por otro
lado, puede agredir salvajemente incluso a los miembros de su propia familia. Esta faceta de la
agresividad humana, llamada violencia intrafamiliar o doméstica, es conceptualmente diferente
de las manifestaciones agresivas en el deporte. Claramunt (1998) la define como todo acto u
omisión que resulte en daño a la integridad física, sexual, emocional o social de un ser
humano, en donde medie un vínculo familiar o íntimo entre las personas involucradas. A
continuación se incluye un cuadro resumen de las definiciones del término agresividad.
Hasta hoy se han propuesto cinco teorías para explicar la agresividad humana con relación
al deporte: la teoría instintual, la teoría de la frustración/agresión, la teoría del aprendizaje
social, la teoría actualizada de la frustración/agresión y la teoría constructivista social. La teoría
instintual se basa en las teorías de Freud y Adler, según citan Husman y Silva (1984) y
propone la existencia de dos pulsiones en el ser humano (agresiva y erótica) que le impulsan a
actuar buscando su satisfacción; los estímulos de estas pulsiones no cesan hasta que se logra
satisfacerlas o se alcanza la catarsis (liberación) mediante la sublimación del impulso,
liberándolo en una forma indirecta pero socialmente aceptable. Esta teoría predice que el
observar espectáculos violentos provoca una disminución de la agresividad por el efecto
sublimador. Sin embargo, varios estudios (Bender, 1969; Bandura, 1973; Bandura, Ross y
Ross, 1961; Liebert, Neale y Davidson, 1973; Lynn, Hampson y Agahi, 1989; Wiegman et al.,
1992) presentan evidencia en contra de esta predicción.
La teoría de la frustración/agresión, fue propuesta por Dollard et al. (1939), citado en
Stephens, Bredemeier y Shields (1997), y está influenciada por la anterior. Consiste en que
cuando a un sujeto se le presenta un obstáculo que le impide satisfacerse, esto le provoca
frustración y esta ocasiona agresión como una respuesta instintiva. Phares (1988) menciona
que tanto esta teoría como la instintual predicen una disminución en el impulso agresivo
mediante la catarsis. Esta tesis fue defendida por Lorenz (1966) y Storr (1968), en especial el
primero sostuvo que la mayor función de los deportes era la de servir como válvula de escape
para las motivaciones agresivas (sublimador). No obstante Mallick y McCandless (1966) entre
otros han demostrado que aunque expresar agresión produzca alivio, esto refuerza y no
disminuye la posibilidad de cometer actos violentos en el futuro. Otros investigadores como
Zillmann et al. (1978), han encontrado evidencia en contra del efecto catártico del deporte pues
más bien se ven incrementadas las conductas agresivas de aficionados y jugadores.
La teoría del aprendizaje social, propuesta por Bandura (1973) se basa en que los sujetos
aprenden patrones de conducta al observarlos de otros y recibir un refuerzo positivo. Esta
teoría cuenta con gran apoyo experimental según Weinberg y Gould (1995).
La teoría actualizada de la frustración/agresión, propuesta por Berkowitz (1989), es una
integración de los elementos más relevantes de la teoría original de la frustración/agresión y la
del aprendizaje social. Esta teoría propone que un facilitador como la frustración provoca
aumento en al activación fisiológica y psíquica (ira, por ejemplo) del individuo, lo cual podría
desencadenar en una conducta agresiva solo si por aprendizaje social el sujeto ha interiorizado
unos códigos que le indican que dicha conducta es adecuada en tales circunstancias. Como
por ejemplo, si un sujeto ha aprendido que es correcto comportarse agresivamente en el
deporte. Esta predicción la confirman Bredemeier y Shields (1986) citadas en Weinberg y
Gould (1995), indicando como diversos deportistas estadounidenses aceptaban el uso de la
agresividad en el deporte aunque fuera de este no la aprobasen. Esta teoría considera la
interacción sujeto/situación y considera al contexto sociocultural, que es dejado de lado en las
dos primeras teorías comentadas.
En los últimos 20 años, se ha venido recurriendo a las teorías constructivistas sociales,
para investigar la conducta agresiva, y entre estas teorías, la teoría motivacional del logro y
la teoría estructural del desarrollo moral han estimulado nuevas direcciones para su estudio
en el campo deportivo. Nicholls (1989) propone, dos orientaciones de metas principales tarea y
ego. Esta perspectiva se relaciona con cómo un individuo define el éxito, subjetivamente. De
acuerdo con Nicholls (1989), un sujeto orientado por las tareas utiliza comparaciones
autorreferenciales, para la determinación del éxito. Para una persona orientada al ego, el
referente está puesto en otros, por lo tanto el éxito consiste en mostrar más capacidad o
habilidad. Huston y Duda (1992) encontraron correlaciones positivas entre futbolistas con
orientaciones hacia el ego y su aceptación de los actos agresivos. La teoría del razonamiento
moral se basa en el proceso de decisión que todo sujeto hace sobre lo que es correcto o bueno
y lo que está equivocado o mal, en el curso de una acción (Weinberg y Gould, 1995). Varios
estudios (Bredemeier 1985; Bredemeier, 1994; Bredemeier y Shields, 1984; Bredemeier y
Shields, 1986; Bredemeier et al, 1987; Shields y Bredemeier, 1994) han mostrado que niveles
menos maduros de razonamiento moral, están asociados con mayor probabilidad de aceptar y
expresar agresión en el deporte. Higgins, Power y Kohlberg (1984) mencionan que "la acción
moral usualmente toma lugar en un contexto social o de grupo y ese contexto usualmente tiene
una profunda influencia sobre la decisión/acción moral de los individuos. Las decisiones
morales en la vida diaria son casi siempre hechas en el contexto de normas grupales...-yfrecuentemente son una función de esas normas" p.75.
El fútbol es un deporte que, de acuerdo con las hipótesis más apoyadas en historia y
sociología del deporte, tuvo origen en rituales violentos, donde se tomaba la cabeza de una
bestia sacrificial como pelota, en la Europa antigua (Dunning, 1994). De hecho se reportan
prohibiciones en la Edad Media en Gran Bretaña, para juegos populares donde destaca el
fútbol, ya conocido entonces bajo ese nombre, debido a los disturbios que provocaba entre los
participantes y al desenfreno que motivaba su práctica (Dunning, 1994). El fútbol es un deporte
colectivo de contacto que se ha caracterizado por la conducta agresiva mostrada dentro y fuera
de la cancha, entre jugadores, técnicos, aficionados y los mismos árbitros. Dada la pasión que
genera este deporte y las posibles implicaciones sociales de la agresividad manifestada en su
contexto, es trascendental conocer sus causas y su efecto sobre la sociedad en general
Violencia doméstica y fútbol
El propósito de este estudio fue investigar la relación entre la programación de partidos de
fútbol televisados y la cantidad de denuncias por violencia doméstica presentadas
posteriormente a la realización de los partidos. Se analizaron 5838 denuncias por violencia
doméstica presentadas entre febrero y junio de 1999 y se recopilaron los marcadores y
nombres de los equipos de todos los partidos de Primera División y Selecciones Nacionales
(mayor, juvenil e infantil) celebrados en ese lapso. Se clasificó las fechas en cuatro categorías:
AF "antes de fútbol" (día anterior a la programación de partidos), D "durante fútbol" (día en que
se programó partidos),
DF "después de fútbol" (día inmediatamente posterior a la programación de partidos) y NF
"no fútbol" (fecha en que no se presentaba ninguna de las circunstancias anteriores).Se
encontró que se recibió significativamente (F=3.9; p<0.05) más denuncias por violencia
doméstica las fechas posteriores a la programación de partidos de fútbol y no se encontró
efecto del resultado del juego, ni del equipo, ni de la procedencia de la denuncia sobre la
cantidad de denuncias presentadas diariamente. Estos resultados se presentan en el siguiente
gráfico.
* p<.05 estadísticamente diferente de los demás
Violencia en el deporte: estudio retrospectivo sobre la relación entre la conducta
agresiva, la orientación de metas y el razonamiento moral
Este estudio trató sobre la relación entre la conducta agresiva (cantidad de tarjetas), la
orientación subjetiva de metas y el razonamiento moral de futbolistas costarricenses de
Primera y Segunda División. Participaron 71 futbolistas y se les aplicaron tres escalas, una
para medir la orientación subjetiva de metas (TEOSQ), otra sobre la orientación de metas del
entrenador percibida por el jugador (TEOSQ-PPC), y una escala de los juicios sobre conducta
moral en el deporte (JAMBYSQ). Luego se recopiló la cantidad de tarjetas amarillas y rojas
obtenidas por cada sujeto en 30 juegos oficiales. No existió correlación significativa entre la
cantidad de tarjetas y la probabilidad de agredir expresada por los sujetos, la orientación de
metas, el juicio deontológico (qué debería hacerse en cierta situación) y el motivo moral, ni se
encontró efecto significativo del puesto, la categoría y la experiencia de los sujetos en la
categoría respectiva sobre la cantidad de tarjetas. Solo la edad de los sujetos (r=0.328, p<0.05)
la atmósfera moral o percepción de normas proagresivas del equipo (r= -0.264, p<0.05) y el
2
2
sujeto motivador de la conducta agresiva (w =13,53% en la situación A y w =15,35% en la
situación B, del JAMBYSQ) tuvieron efecto significativo sobre la cantidad de tarjetas. En la
situación A los sujetos debían decidir si se debía cometer una falta a un rival que se escapaba
con posibilidades de anotar. En la B se debía decidir si un portero en un tiro de esquina debía
salir a golpear la cabeza de un peligroso delantero rival. En la C se debía decidir si se debía
cargar fuertemente con el hombro a un rival para que no pudiera ganar un balón aéreo. Los
motivadores morales más significativos de la decisión de cometer falta en cada situación fueron
el capitán del equipo y el mejor amigo en el equipo.
Violencia en el fútbol: efecto de los mitos sobre la conducta agresiva
Este estudio trató sobre la relación entre las creencias de jugadores costarricenses de
Primera y Segunda División y su conducta agresiva (cantidad de tarjetas). Participaron 72
futbolistas a los que se les aplicó una escala de opinión sobre mitos referentes a la agresividad
en el fútbol y luego, se colectó la cantidad de tarjetas obtenidas en 30 juegos oficiales. Los
sujetos expresaron estar significativamente (F=13.08, p<0.05) en desacuerdo con el mito "la
agresividad solo se debe liberar en el deporte", pero su opinión fue más favorable para los
otros mitos: "el fútbol es una guerra", "se vale todo para ganar" y "los rivales son enemigos".
Así mismo, estuvieron significativamente más de acuerdo con los mitos "o pasa el hombre o
pasa la bola pero los dos no" y "mientras el árbitro no lo vea todo se vale", pero estuvieron en
desacuerdo con los mitos "si se le escapa un rival cométale falta" y "si me agreden yo agredo".
Sin embargo no hubo correlación significativa entre la cantidad de tarjetas y la escala de
opinión.
Conclusiones
1. La programación de partidos de fútbol tiene efectos significativos sobre la conducta
agresiva en otros ámbitos sociales.
2. El razonamiento moral es independiente de la conducta agresiva.
3. El criterio de los sujetos con respecto a la violencia en el fútbol es independiente de la
conducta agresiva que estos muestran en competencia.
4. Para lograr el control y reducción de la agresión, parece que el enfoque del aprendizaje
social es más prometedor.
Es importante contrarrestar los factores que provocan la agresión:
a.
b.
c.
d.
Reducir estimulación aversiva
Recompensar y modelar la ausencia de agresión
Producir reacciones incompatibles con la agresión
Anticipar y reducir el efecto de los factores ambientales activadores de la agresión
(aglomeraciones, instalaciones deportivas inseguras, altas temperaturas ambientales,
ingesta de alcohol, espectáculos deportivos masivos rodeados de discursos
proagresivos en la prensa y de otros de los factores activadores citados).
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