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Tema 01. Introducción a la Inmunología Todos los individuos tienen la necesidad de defender constantemente su integridad biológica frente a agresiones externas, causadas por bacterias, virus, hongos y parásitos, para poder sobrevivir. Para que este fenómeno defensivo se lleve a cabo, los organismos disponen de una serie de barreras naturales de aislamiento, como son la piel y las mucosas, y de un sistema especializado de defensa conocido como sistema inmune (Figura sistema inmune), que tiene la capacidad de identificar y destruir todo lo extraño que invada nuestro organismo.La inmunología es precisamente la ciencia que estudia los procesos moleculares y celulares implicados en la defensa de la integridad biológica del organismo a través de la identificación de las sustancias propias y la detección de las sustancias extrañas, al objeto de tratar de destruir y así evitar infecciones por microorganismos patógenos (Figura Respuesta Inmune) En su conjunto en la respuesta inmune participan (Figura Principales componentes del sistema inmune): Moléculas, entre las que destacan las inmunoglobulinas (anticuerpos), las citocinas y sus receptores, el sistema de complemento, entre otras; Células inmunocompetentes, entre las que destacan linfocitos, monocitos, células dendríticas y otras; Órganos linfoides (Figura Principales órganos y tejidos linfoideos), que es el sitio donde se agrupan las células inmunocompetentes y entre los que destacan los primarios, como timo y médula ósea y los secundarios como ganglios linfáticos, bazo y tejidos linfoides asociados a mucosas y epitelios. En cada organismo, los mecanismos de defensa son de tipo innato y de tipo adaptativo, que en general son muy diversos y heterogéneos (Figura Tipos de respuesta inmune), aunque siempre existe una actuación integrada de todos los componentes de ambos mecanismos. Los mecanismos que conforman la inmunidad de tipo innato están cons- tituidos por las barreras naturales, que las componen junto con la piel que aísla lo interior de lo exterior otra gran cantidad de elementos naturales, dentro de los cuales están las mucosas que actúan como un puesto fronterizo entre dos compartimientos y otros factores particulares como la lisozima de la saliva y las secreciones lagrimales y nasales que tienen la capacidad de romper la unión de los azúcares presentes en las paredes bacterianas, favoreciendo su destrucción, y la respuesta inmune innata propiamente dicha, en la que intervienen diversas moléculas como el complemento y ciertas citocinas; así como un conjunto de células, que en general se caracterizan por su capacidad para actuar de manera inmediata sin requerir de un aprendizaje previo Adicional a los mecanismos de defensa innatos, existe la respuesta inmune adaptativa, que corresponde con la segunda línea de defensa del individuo y se caracteriza por desarrollarse solo y específicamente frente a cada una de las sustancias extrañas que han conseguido penetrar en el organismo y que no han sido previamente eliminadas por los mecanismos de la respuesta innata. En esta respuesta participan prioritariamente linfocitos T, linfocitos B y las moléculas liberadas por estas células producto de su activación, como son los anticuerpos y las citocinas. A diferencia de la respuesta innata, cuyas células siempre poseen un número limitado de receptores preformados con una amplia capacidad de reconocimiento que permite que con pocos receptores se reconozcan prácticamente la mayoría de las bacterias, en la respuesta adaptativa los linfocitos T y los linfocitos B en su conjunto sí poseen receptores para la mayoría de patógenos existentes en la naturaleza. Por otra parte, el sistema inmune adaptativo genera memoria de un estímulo antigénico a otro de la misma índole, debido a la permanencia por tiempos indefinidos de poblaciones linfoides sensibilizadas luego de un estímulo antigénico y a diversos mecanismos internos de control que permite que la intensidad de la respuesta inmune se automodule y regule. Basado en todas estas propiedades descritas, la respuesta adaptativa a diferencia de la respuesta innata posee las características de especificidad, clonalidad, memoria y autorregulación.Hemos dicho que el sistema inmune defiende y preserva lo propio de lo extraño, pero comencemos por reflexionar y analizar sobre “lo propio” y lo “extraño” para el sistema inmune de cada individuo. Concepto de lo propio y extraño para el sistema inmune El primer gran objetivo del sistema inmune es el reconocimiento de sí mismo y la identificación selectiva de lo extraño al objeto de neutralizarlo. Sin embargo, la estrategia de defensa utilizada por el “sistema inmune” no parece ser rígida; sino adaptable y flexible, ya que en unas circunstancias ciertas bacterias son identificadas como extrañas y destruidas, y en otras circunstancias el organismo decide que puede convivir con ellas e incluso utilizar las vitaminas que producen en beneficio propio. Componentes extraños para el sistema inmune Se entiende por extraño todo aquello que no haya sido reconocido adecuadamente por el sistema en su entorno durante el desarrollo fetal o en las primeras semanas de vida. Estos componentes biológicos o sustancias extrañas se denominan antígenos y pueden formar parte de los miles de microorganismos como bacterias, virus, parásitos y hongos que tanto abundan en la naturaleza o incluso de un tejido u órgano proveniente de otros individuos.En este sentido, todas las sustancias que tienen la capacidad de estimular al sistema inmune y generar una respuesta inmune, se conocen como antígenos, mientras que las zonas o partes del mismo que tienen capacidad inmunógena, se conocen como determinantes antigénicos o epítopos. Sabemos que prácticamente cualquier tipo de molécula biológica, incluyendo azúcares, lípidos, hormonas, metabolitos intermediarios, carbohidratos complejos, fosfolípidos, ácidos nucleicos y proteínas pueden ser antígenos.En general los antígenos son de mayor tamaño que la zona que participa en la unión con el anticuerpo denominado determinante antigénico o epítopo de modo que un anticuerpo solo se une a una zona muy restringida del antígeno. La mayoría de los antígenos poseen múltiples epítopos, con lo que pueden unir múltiples anticuerpos a la vez siempre que los epítopos estén suficientemente alejados entre ellos para que no existan interferencias estéricas que lo impidan. Clásicamente se llamaba antígeno a toda molécula capaz de generar un anticuerpo, pero en la actualidad se considera antígeno a cualquier molécula capaz de unirse a un anticuerpo independientemente de que pueda, por si sola generarlo. Aquellas moléculas que además sean capaces de generar un anticuerpo se les denomina inmunógenas. En este sentido existen moléculas muy pequeñas que llamamos haptenos, que para generar anticuerpos necesitan ir unidas a moléculas más grandes llamadas transportadoras. Una vez que se han generado de este modo, anticuerpos contra el hapteno, éste puede unirse a los anticuerpos. El hapteno es por lo tanto, una molécula antigénica pero no inmunógena.La capacidad de unión antígeno-anticuerpo (AgAc), es la característica más importante y común de todas las inmunoglobulinas. Esta unión es no covalente y débil, de tal forma que la reacción es reversible, encontrándose los antígenos y los anticuerpos libres en equilibrio dinámico con los unidos. Tras la unión Ag-Ac, as sustancias extrañas o antígenos son neutralizadas y posteriormente destruidas por las inmunoglobulinas a través de mecanismos, que pueden ser diferentes según el tipo de inmunoglobulina que participa. Por ultimo, debemos considerar que el sistema inmune se constituye en el elemento de control de todo el universo bioquímico interno, tomando en cuenta el hecho de que la piel nos sirve de primera barrera para aislar lo interior de lo exterior y las mucosas actúan como puestos fronterizos a fin de permitir la necesaria interacción entre lo interno y lo externo. Pero decíamos antes que a veces toleramos incluso bacterias que nos son útiles a pesar de que no son propias, lo cual se explica porque el organismo es mucho más receptivo a lo extraño cuando no hay una señal de alarma. En definitiva, parece que no estamos ante un sistema exclusivamente centrado en la autodefensa frente a la amenaza de “contrarios”, sino que más bien se trata de un sistema dedicado a la protección de la integridad biológica vital de cada individuo, para que éste pueda sobrevivir de manera independiente en un universo altamente biodiversificado, ¿Qué es “lo propio” para el individuo? Los conocimientos actuales indican que cada individuo entiende por propio todos aquellos componentes naturales presentes en sí mismo y que ya desde el seno materno, el sistema inmune del feto, aun inmaduro comienza a identificar con precisión. Sin embargo no resulta tan sencillo entender cómo el sistema inmune ya desde el seno materno comienza a diferenciar en todo momento los componentes propios de los que no lo son a pesar de la compleja estructura individual compuesta de miles de millones de moléculas y de células. Un sistema que además no “nace” con el nuevo individuo, sino que una vez formado en el feto y en el recién nacido va progresivamente madurando a través de nuevas experiencias. Esta es la razón por la que se habla de “aprendizaje”, ya que se entiende que el sistema inmune del nuevo individuo identifica como propio todas aquellas moléculas generadas por el feto durante su periodo de desarrollo en el seno materno y que han sido reconocidas como algo natural de su entorno.La inmunología actual nos habla también de que ese “aprendizaje” va unido a un sistema más complejo de “etiquetaje” interno. Así de la misma manera en que todos los miembros de una especie cuentan con componentes idénticos como son las hormonas, también cuentan con unos componentes muy variables denominados “moléculas de histocompatibilidad” que son diferentes de unos individuos a otros incluso dentro de la misma especie y en consecuencia son los verdaderos “marcadores de lo propio de cada individuo” (Figura: Individualidad) Estas moléculas actúan a modo de “código de barras biológico” que si bien, se transmiten de padres a hijos, son únicos e irrepetibles, debido a la diversidad que se genera tanto por recombinación genética como por mutaciones espontáneas. Así pues, podemos decir que la especie humana es biológicamente diversa al estar formada por individuos que a su vez son biológicamente únicos. En este contexto, también cabe preguntarse ¿Cuáles son las consecuencias de los errores de la interpretación entre lo propio y lo extraño?, por lo que no se escapa que un serio dilema para el sistema inmune es la necesidad de compatibilizar por una parte la defensa de cada persona, manteniendo su individualidad, y la defensa de la especie, propiciando su diversidad. Debido a la complejidad de esta función, existen mecanismos muy precisos de control que evitan que sea el sistema inmune el que destruya los componentes propios del organismo donde asienta. Sin embargo, la biología humana no está exenta de fallos, apareciendo así en ciertos casos enfermedades, conocidas como de autoinmunidad, en las que el sistema inmune falla en estos sistemas de reconocimiento y pierde la tolerancia que debe mantener frente a los componentes propios. Defensa del individuo y tolerancia a la especie Los procesos moleculares y celulares implicados en cada mecanismo de defensa desarrollado por el sistema inmune, son fundamentales para la salud y por ende para la supervivencia del individuo. En ausencia de un sistema inmune eficaz y competente, muchos microorganismos pueden producir diversas infecciones que en la mayoría de los casos pueden resultar mortales. Cuando el individuo, a pesar de poseer un sistema inmune eficiente, desarrolla cuadros clínicos asociados a infecciones, generalmente es debido a que necesita tiempo para construir una respuesta fuerte contra los microorganismos invasores, lo que favorece, que estos patógenos tomen ventaja sobre todo durante la infancia o la vejez, épocas en las que el individuo es más vulnerable inmunológicamente. Un serio dilema para el sistema inmune es la necesidad de compatibilizar por una parte la defensa del individuo manteniendo su individualidad, y por otra la defensa de la especie propiciando su diversidad. Hoy se sabe, que el desarrollo del sistema inmune es un evento bien estudiado que parte de su característica inmadurez en la época fetal del individuo. Los linfocitos, que son los principales protagonista de la respuesta inmune, aparecen ya en la semana 13 de gestación y no es hasta la semana 25 cuando adquieren capacidad funcional. El feto posee pues una capacidad de respuesta muy primitiva, y sólo al final del embarazo comienza a producir algunos tipos de anticuerpos, que son otra de las grandes herramientas del sistema inmune, para defender al individuo después de nacer. Sin embargo, la mayoría de los anticuerpos que posee el recién nacido son propios de la madre, quien se los pasa a través de la placenta. En general, la acción del sistema inmune en el periodo de vida fetal es muy compleja, ya que por una parte tiene que madurar en el sentido de reconocerse a sí mismo y por otra tiene que tolerar los componentes maternos desarrollando mecanismos para no entrar en conflicto con ellos. Finalmente y en consecuencia de todo lo anterior, hemos de decir que la Inmunología es una ciencia de gran amplitud que comprende diversas áreas en continua expansión, dentro de las que destacan: Inmunogenética, Inmunobiología, Inmunopatología o Inmunología clínica, Inmunofarmacología, Inmunología veterinaria, etc. Alteraciones del sistema inmune Cuando los mecanismos inmunes se alteran dan lugar a procesos patológicos, siendo en muchos casos el sistema inmune en sí la causa de enfermedad. Esto se evidencia, por ejemplo en lo que ocurre cuando el individuo reacciona de forma exacerbada frente a sustancias que en principio son inocuas, como es el polen de plantas, en cuyo caso aparecen reacciones de hipersensibilidad como las alérgicas y el asma, que cada vez son más frecuentes en la población. En otros casos, el sistema inmune no reacciona adecuadamente, producto de algún tipo de inmunodeficiencia, haciendo muy vulnerable al individuo a una multitud de infecciones, especialmente las causadas por gérmenes oportunistas. O cuando, las células encargadas de la defensa inmune, comienzan a proliferar en grandes cantidades, llegando a producir auténticos cánceres de células libres como son las leucemias, que incluso en tan sólo meses pueden terminar con la vida del individuo. En consecuencia la Inmunología debe estudiar no sólo el papel que tiene el sistema inmune en el mantenimiento de la salud sino también en la génesis y evolución de la enfermedad.También a veces, por razones todavía no muy bien entendidas, el sistema inmune no reconoce como propio sus componentes, ocasionando las enfermedades por autoinmunidad, en las que se lesionan tejidos causando graves trastornos que pueden incluso llevar a la muerte del individuo. Esto es por ejemplo lo que ocurre en la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide, la diabetes tipo 1, etc., en las que el sistema inmune trata de destruir la mielina, articulaciones o las células beta del páncreas respectivamente.Así, la inmunidad protectora y la hipersensibilidad patológica pueden coexistir porque son manifestaciones del mismo tipo de respuesta inmune específica, donde las diferencias entre individuos en los patrones de respuesta inmune frente a microorganismos son determinantes importantes de la progresión de la enfermedad y de su resultado clínico. A continuación en este primer capítulo tratemos de aspectos generales de la respuesta inmune innata y adaptativa, los mecanismos de regulación, consideraciones históricas y lo que en ello ha representado el desarrollo de vacunas, identificando los puntos más vulnerables y susceptibles de alteración, sea por defecto o por exceso y que sean el origen de patologías. También se hará un resumen de las principales aportaciones de la inmunología a la medicina, veterinaria, farmacia y biología moderna, para terminar analizando los retos futuros de esta disciplina que crece de manera vertiginosa con nuevas aportaciones cada día. Respuesta inmune innata La respuesta innata forma parte de los mecanismos inespecíficos de defensa y representa el primer sistema defensivo del organismo y es de especial significación frente a la protección del mismo ante infecciones ya sean de tipo bacteriano o viral. Como se ha dicho con anterioridad, los mecanismos que conforman la inmunidad de tipo innato están constituidos por las barreras naturales y que son la piel y las mucosas no solamente actúan aislando al individuo del exterior sino también por su capacidades bactericidas y promotoras de la inflamación debido a la presencia de múltiples moléculas, factores y células con función defensiva en la piel y mucosas o que se pueden acumular en caso de necesidad. La piel que representa casi el 20 % del peso corporal del individuo consta de tres capas con funciones diferenciadas (Figura: Piel). Son la: 1. La epidermis, que es la más superficial y donde abundan los queratocitos, importantes pos su capacidad de producción de linfocinas proinflamatorias, y las células de Langerhans, con gran capacidad transportadora y presentadora de antígenos. 2. La dermis que posee una importante red de vasos linfáticos y sanguíneos y en donde se encuentran importantes células e inmunomediadores con funciones inmunes. 3. La hipodermis que es la capa más profunda está formada por tejido graso subcutáneo en donde puede haber diferentes tipos de celulares inmunocompetentes pero cuyas funciones no están claramente establecidas. Las mucosas que actúan como puesto fronterizo entre el interior y exterior de la cavidad ocular, oral, uretra, vagina, intestinal y pulmonar principalmente tiene en su conjunto una extensión en el organismo humano equivalente a 500 metros cuadrados y que posee diferentes mecanismos tanto microbicidas como microbiostáticos de suma importancia. Las mucosas según su localización posee adicionalmente la capacidad de producir elementos defensivos como es el moco que las reviste y otras sustancias con acción antimicrobiana directa como son la lisozima, defensinas, aglutininas, histamina e incluso ciertas citocinas y quimiocinas. Así pues entre las moléculas y factores de la respuesta inmune innata presentes en la piel y mucosas y que forman parte de la respuesta inmune innata se encuentran ciertas citocinas, quimiocinas y factores del complemento. Las citocinas son prioritariamente de los tipos IL-1, 6. 7 y 15 y poseen una acción relevante como elementos proinflamatorios e incluso contribuyendo al inicio de la respuesta inmune adaptativa. Las quimiocinas esenciales son Il-8 y RANTES e intervienen atrayendo nuevas células al foco inflamatorio en caso de una agresión por patógenos por ejemplo. El complemento, que como se sabe se encuentra preformado en cada individuo, puede intervenir en los procesos de destrucción de microorganismos con una gran eficacia al poseer una acción directa destructiva de los mismos o ser inductores de su destrucción por células fagocíticas, así como por su acción quimiotáctica y anafilotóxica. A su vez dentro de las células de la respuesta inmune innata presentes en la piel y mucosas destacan los fibroblastos, las células dendríticas, monocitos, neutrófilos, macrófagos, células NK e incluso linfocitos T y B. Estas células, con la excepción de los linfocitos, se caracterizan por su capacidad para actuar de manera inmediata sin requerir de un aprendizaje previo siempre que cualquier patógeno sobrepasa las barreras naturales. Esto es por ejemplo lo que ocurre, tras una herida de piel como consecuencia de una caída en la que se puede producir una entrada de microorganismos patógenos (Figura: Inflamación local). Cuando se produce una invasión local de microorganimos o incluso un trauma de otra naturaleza se activan una serie de componentes de la respuesta innata a nivel local produciendo lo que se conoce como inflamación. El proceso inflamatorio es como la síntesis de todas las actuaciones de la inmunidad innata a nivel de un foco de infección. En la inflamación se ponen en marcha elementos que directamente interfieren con el invasor y además se generan señales encaminadas a atraer nuevas células al foco al objeto de contribuir de manera más eficiente la destrucción del invasor. Entre los mecanismos directos de lisis en la respuesta inmune innata, pueden intervenir las células NK por su acción citotóxica, pero son las células con capacidad fagocítica las que desempeñan un papel más decisivo en la eliminación del microorganismo patógeno. La fagocitosis se lleva a cabo en varias fases, aproximación, fagocitosis y lisis (Figura 1.8). Es importante realzar que este proceso de fagocitosis puede iniciarse cuando el fagocito reconoce de alguna manera al microorganismo. En este sentido hay dos vías de suma importancia, una es la participación del complemento, debido a los fagocitos poseen receptores del complemento y la otra es mediante diversos tipos de receptores presentes en los fagocitos y que tienen la capacidad de reconocer estructuras presentes en la mayoría de las bacterias y muchos virus y que se conocen como receptores tipo Toll (TLR). Probablemente la fagocitosis es el principal elemento que actúa en este tipo de respuesta. La fagocitosis se lleva a cabo en varias fases, aproximación, fagocitosis y lisis. En resumen, las principales características de la respuesta inmune innata se exponen a con- tinuación y son: • • • • • Ser la primera línea de defensa frente a invasiones externas Actúa de manera inmediata al inicio de la agresión No está basada en la expresión clonal de linfocitos Intervienen receptores con muy poca variabilidad de reconocimiento Puede reconocer una amplia variabilidad de patógenos Los mecanismos de defensa innata aportan un buen sistema de protección. Sin embargo, en muchas ocasiones no son suficientes para defender eficazmente al organismo, pero por fortuna éste dispone de la respuesta inmune adaptativa que puede actuar a continuación de la respuesta innata si ésta no ha sido suficiente para eliminar el patógeno. Respuesta inmune adaptativa La respuesta inmune adaptativa se caracteriza porque es efectiva solo frente a aquellos antígenos que iniciaron este tipo de respuesta y es mediada por linfocitos que cuentan con la colaboración de células dendríticas y macrófagos prncipalmente. Los linfocitos que participan en este tipo de respuesta son de dos tipos: linfocitos B y linfocitos T. Los linfociotos T a su vez pueden ser de los tipos colaborador (Th), citotóxico (Tc) o regulador (Treg). La respuesta inmune específica, se considera que puede ser de tipo tipo humoral o tipo celular. Aunque la separación de ambos tipos de respuesta es mas de tipo didáctico que real, en general se considera que cuando los elementos implicados son los linfocitos B, se trata de una respuesta tipo humoral mientras que cuando participan los linfocitos T , se trata de una respuesta tipo celular. Para que se inicie la respuesta tanto humoral como celular el primer paso es el reconocimiento del antígeno (Figura 1.9). Reconocimiento del antígeno Los linfocitos B reconocen el antígeno mediante inmunoglobulinas de membrana (mIg) mientras que los linfocitos T lo reconocen mediante el receptor de linfocitos T (TCR) (Figura 1.10). La activación de los linfocitos B conduce a la síntesis de Inmunoglobulinas por los mismos mientras que cuando lo que se activan son los linfocitos T su función prioritaria es la producción de linfocinas o la de lisar células respectivamente. Las inmunoglobulinas (Ig) son glicoproteínas formadas, al menos, por cuatro cadenas mientras que el receptor de los linfocitos T (TCR) es también una glicoproteína pero de solo dos cadenas. Ambos tipos de moléculas tienen la propiedad de reconocer y unirse al antígeno de manera específica. RESPUESTA INMUNE CELULAR La respuesta inmune de tipo celular cubre una importante función como mecanismo inmunológico de defensa, actuando principalmente frente a virus, así como evitando la aparición y desarrollo de células tumorales. En ella participan los linfocitos T tanto de tipo colaborado (Th) como citotóxico (Tc). Presentación del antígeno Para que los linfocitos T, tal como se ha dicho anteriormente puedan reconocer el antígeno, éste debe ser debidamente presentado. Esta función se realiza por las células presentadoras de antígeno (APC) que expone sus determinantes antigénicos en su superficie en el seno de las moléculas del complejo principal de histocompatibilidad (MHC) (Figura 1.11). Es importante destacar que las células presentadoas y en concreto las célus dendríticas pueden también transportar el antígeno desde el foco inflamatorio a los ganglios linfáticos regionales, lo cual es importante en el inicio de la respuesta adaptativa y una prueba más de la colaboración entre respuesta innata y adaptativa. Las moléculas del Complejo Mayor de Histocompatibilidad son glicoproteínas presentes en las membranas de la mayoría las células nucleadas, entre las que se encuentran las células inmunocompetentes. Estas moléculas son esencialmente de dos tipos, tipo I y tipo II y tienen entre otras funciones las de presentar el antígeno a los linfocitos así como participar en el proceso de maduración de los linfocitos T en el timo. Las células presentadoras de antígeno (APC) tienen como misión captar, procesar proteolíticamente en el interior de estas células y después presentar el antígeno a los linfocitos T conjuntamente con las moléculas de histocompatibilidad. Interacción celular Para que la activación antigénica se lleve a cabo se requiere que previamente se halla producido la interacción entre las células presentadoras y las respondedoras. Este fenómeno se lleva a cabo prio- ritariamente por las moléculas de adhesión que son un grupo muy heterogéneo de sustancias que se encuentran en la superficie tanto de células presentadoras como respondedoras del mismo y que como se ha dicho hacen posible la adherencia entre ellas y en consecuencia permiten la unión entre el receptor de las células T y el complejo MHC-Ag de las APCs (Figura 1.12). Inmunomoduladores de la respuesta inmune La respuesta inmune es regulada por moléculas conocidas como citocinas, que son sustancias pro- ducidas por linfocitos y otras células en respuesta a una gran variedad de estímulos y que son capaces de regular el funcionamiento de otras células del sistema inmune. Las linfocinas actúan como señal complementaria facilitando la activación, proliferación y diferenciación de los linfocitos y en general de todas las células implicadas en la respuesta inmune. En la Figura 1.13 podemos observar el proceso de activación de linfocitos Th y la producción de interleucinas. Activación Th y Tc Aunque existen excepciones, la separación de las funciones de los linfocitos Th y Tc viene dada por el origen de los antígenos que reconocen. Los linfocitos Tc reconocen a los antígenos presentados en superficie por moléculas MHC de clase I (Figura 1.14), mientras que los linfocitos Th interaccionan con el antígeno en el contexto de moléculas MHC de clase II. Asociados a las dos cadenas polipeptídicas polimórficas que constituyen el TCR se encuentra un grupo de moléculas monomórficas de membrana llamado colectivamente CD3, formando así el complejo TCR/CD3 y que sabemos que es imprescindible para la transmisión de la señal del reconocimiento antigénico al interior celular. En consecuencia se desencadena una cascada de reacciones bioquímicas en el citoplasma de la célula T, dando así lugar al proceso de activación, proliferación y diferenciación celular. Estos mecanismos implican la participación de una serie de sustancias intracitoplasmáticas, conocidas como segundos mensajeros. Como consecuencia de estos eventos se producirá finalmente la transcripción de los genes implicados en la síntesis de las proteínas y factores implicados en una determinada función. La activación de las células Th es el núcleo central de la respuesta celular que a su vez actúa sobre, macrófagos, células NK y linfocitos Tc que adquieren entonces la capacidad de lisar las células que portan el antígeno que indujo su activación. RESPUESTA INMUNE HUMORAL La ausencia de este tipo de respuesta deja al individuo tan indefenso frente a toda clase de gérmenes patógenos y otras agresiones, que es incompatible con la vida si no se instaura a tiempo un tratamiento adecuado. En la respuesta inmune humoral inter vienen, como pieza central, los linfocitos B, que como se ha dicho anteriormente reconocen al antígeno a través de las inmunoglobulinas pesentes en su membrana. Sin embargo este estímulo no es suficiente para que se inicie y desarrolle la respuesta inmune humoral. Para ello es necesario que los linfocitos B, además del estímulo antigénico, reciban el estímulo de ciertas citocinas (Figura 1.15) producidas por los linfocitos T colaboradores. Sólo cuando confluyen estos estímulos, el antigénico y el mediado por las citocinas, se produce la activación, proliferación y diferenciación de los linfocitos B hasta la formación de células memoria y células plasmáticas productoras de inmunoglobulinas, que serán el elemento efector final de la respuesta humoral. En la (Figura 1.16) se muestra un esquema con una visión general de la respuesta inmune tanto innata como adaptativa con indicación de los prin- cipales componentes celulares que participan en cada una de ellas. Características respuesta inmune adaptativa La respuesta inmune adaptativa se caracteriza por reconocer unos antígenos y no otros (especificidad), ser de carácter clonal, desarrollar memoria y ser autorregulable. Veamos con más detalle estas carácttristicas. Especificidad. Se sabe que cada antígeno estimula solo a aquel linfocito o grupo de linfocitos que han desarrollado y en consecuencia poseen en su membrana los receptores capaces de reconocer y unirse específicamente a él. Estos receptores, tal como se ha indicado anteriormente, son las inmunoglobulinas de superficie cuando se trata de linfocitos B o el TCR cuando se trata de linfocitos T. Clonalidad. Cuando un linfocito o grupo de linfocitos es activado, este prolifera y se diferencia en múltiples células derivadas, todas ellas con idénticos receptores de superficie. Se dice entonces que todas estas células constituyen lo que se denomina clon celular. Tanto la especificidad como la clonalidad de la respuesta inmune fueron originariamente definidos en los años cincuenta por varios inmunólogos entre los que se encontraba Burnet y se conoció después por la teoría de selección clonal de Burnet. Esta teoría decía que cada antígeno estimulará a aquel linfocito o grupo de linfocitos que poseen en su membrana receptores capaces de reconocer y unirse específicamente a él y que como consecuencia se producía su proliferación y diferenciación en células con las mismas características de reconocimiento que los linfocitos originales (Figura 1.17) Este carácter clona, le confiere a este tipo de respuesta el carácter de gran eficiencia en cuanto que cada individuo solo pone en marcha aquellos elementos, celulares y moleculares, que le son necesarios para una determinada acción. Memoria Inmunológica. Otra característica importante de este tipo de repuesta es que el organismo mantiene memoria de un estímulo a otro cuando son de la misma índole. Eso se debe a la permanencia de linfocitos sensibilizados de larga vida después de un estímulo antigénico. Autorregulación. Este tipo de respuesta dispone de meca- nismos internos de control, de tal forma que la intensidad de la misma se regula por acción de diversos tipos de moléculas entre las que destacan las inmuno- globulinas y sobre todo las citocinas. En la (Figura 1.18) se recogen las distintas fases de la respuesta inmune. RESPUESTA PRIMARIA Y SECUNDARIA Cuando por primera vez un antígeno se pone en contacto con el organismo, se produce una respuesta inmune que se denomina respuesta primaria. Por el contrario, cuando al cabo de un tiempo el mismo antígeno vuelve a activar al sistema inmune, se produce una respuesta que denominamos respuesta secundaria o adaptativa (Figura 1.19). Ambas respuestas son, cualitativa y cuantitativamente, diferentes. Las diferencias esenciales son: • • • • En la respuesta primaria los niveles máximos de inmunoglobulinas se alcanzan tras un largo período de latencia después del estímulo antigénico, mientras que en la respuesta secundaria se alcanza más rápidamente. Ello se debe a que cuando un antígeno activa por primera vez a los linfocitos B, éstos necesitan tiempo para diferenciarse en las células plasmáticas responsables de la síntesis de inmunoglobulinas, mientras que cuando se trata de la respuesta secundaria, gracias a la permanencia de las células memoria, se alcanza en menor tiempo el nivel de células plasmáticas. La respuesta primaria predomina la IgM, mientras que en la secundaria predomina la IgG La respuesta primaria es de menor intensidad que la secundaria. Ello se debe al tipo de inmunoglobulina predominante y a la presencia de células memoria predominantemente en la respuesta secundaria. La respuesta secundaria, al predominar en ella la IgG, de vida media más larga que la IgM, y además por el predominio antes indicado de células memoria, es más permanente y duradera en su acción que la primera. En su conjunto podemos decir que el sistema inmune funciona de forma secuencial, enviándose intercambiándose información entre los diferentes compartimentos al objeto de aumentar la eficiencia entre ellos para eliminar los microorganismos patógenos. Así, una vez que entra el patógeno superando las barreras fisicoquímicas, se pone en funcionamiento el sistema inmune innato, con células y factores solubles que van a tratar de eliminarlos. Si este sistema falla, en los vertebrados puede ponerse en marcha el sistema inmune adaptativo que es muy selectivo y en donde participan células con un sofisticado procedimiento de reconocimiento y activación. Como ejemplos de esta cooperación se encuentran el papel desempeñado por los macrófagos como células presentadoras de antígeno a los linfocitos T; los anticuerpos IgM e IgG son capaces de activar el sistema del complemento por la vía clásica; o la citotoxicidad dependiente de anticuerpo por parte de las células natural killer. Concepto de antígeno y hapteno Se entiende por antígeno toda sustancia con capacidad para generar una respuesta inmune, o lo que es lo mismo, que posee capacidad para ser reconocida como extraña por el sistema inmune. Sabemos que prácticamente cualquier tipo de molécula biológica, incluyendo azúcares, lípidos, hormonas, metabolitos intermediarios, carbohidratos complejos, fosfolípidos, ácidos nucléicos y proteínas pueden actuar como antígenos. Las partes del antígeno que actuan induciendo la formación de anticuerpos se conocen como grupo determinante. Sin embargo estos grupos no tiene capacidad inductora de anticuerpos si no van formando parte o unidos a otra molécula mayor. A su vez los anticuerpos frente a los antígenos se unen concretamente a sus grupos determinantes a los que tambien se les denominan epitopos (Fig 1.20). Esta capacidad de unión antígenoanticuerpo (Ag-Ac), es la característica más importante y común de todas las inmunoglobulinas. Esta unión es no covalente y débil, de tal forma que la reacción es reversible, encontrándose los antígenos y los anticuerpos libres en equilibrio dinámico con los unidos. Es conocido que la mayoría de los antígenos poseen múltiples epítopos, con lo que pueden unir múltiples anticuerpos a la vez siempre que los epítopos estén suficientemente alejados entre ellos para que no existan interferencias estéricas que lo impidan. Clásicamente se llamaba antígeno a toda molécula capaz de generar un anticuerpo. En la actualidad sin embargo, se considera antígeno a cualquier molécula capaz de unirse a un anticuerpo independientemente de que pueda, por si sola, generarlo. A su vez auellas moléculas que son capaces de generar anticuerpos se les considera poseer capacidad inmunógena. En este sentido las moléculas demasiado pequeñas como son los haptenos para generar anticuerpos necesitan ir unidas a moléculas más grandes llamadas transportadores. Una vez que se han generado de este modo, anticuerpos contra el hapteno, éste puede unirse a los anticuerpos. El hapteno es por tanto, una molécula antigénica pero no inmunógena. Tras la unión antígeno-anticuerpo (Ag-Ac), las sustancias extrañas (o antígenas) son neutralizadas y posteriormente destruidas por las inmunoglobulinas a través de mecanismos, que pueden ser diferentes según el tipo de inmunoglobulina que participa. Introducción a la Inmunopatología Hay multitud de casos en los que los sistemas de defensa son en sí causa de enfermedad. Esto es, por ejemplo, lo que ocurre cuando el individuo reacciona incluso frente a sustancias que en principio son inocuas, como es el polen de plantas, etc. Entonces se habla de reacciones de hipersensibilidad (Figura 1.21). En otros casos, por razones todavía no muy bien conocidas, el sistema inmune reacciona frente a componentes propios, que destruye, ocasionando graves trastornos, o incluso la muerte. Se trata de enfermedades por autoinmunidad, que pueden presentarse frente al sistema nervioso central, frente a casi todas las glándulas endocrinas, frente a componentes musculares, etc. También a veces, las células encargadas de la defensa inmune, comienzan a proliferar en grandes cantidades, llegando a producir auténticos cánceres de células libres como son las leucemias, que incluso en tan sólo meses pueden terminar con la vida del individuo. La Inmunología, en consecuencia, debe estudiar no sólo el papel que tiene el sistema inmune en el mantenimiento de la salud sino también en la génesis y evolución de la enfermedad. Aportaciones y desafíos de la Inmunología La Inmunología ha contribuido de forma notoria al progreso de la ciencia actual, primero por aportaciones sobre bases empíricas y después sobre fundamentos sólidos, fruto del intenso esfuerzo desplegado en el estudio de los mecanismos de actuación del sistema inmune Tabla 1.2). Durante la fase empírica que podemos considerar anterior al comienzo del presente siglo, la inmunología ofreció la solución a uno de los grandes problemas que ha azotado a la humanidad, las pandemias. Ello fue posible gracias a Jenner quien a finales del siglo XVIII y a Pasteur quien a su vez a finales del siglo XIX, prepararon las vacunas de la viruela y de la rabia respectivamente. Posteriormente se desarrollarían, entre otras, las vacunas antitifoidea (1898), anticólera (1892) y antidiftérica (1913). Después, en lo que podríamos denominar fase científica, y debido a un mejor conocimiento de las bases biológicas y celulares del sistema inmune, la inmunología se ha desarrollado ampliamente, siendo una de las ciencias que más ha evolucionado en los últimos años. Hasta aproximadamente los años sesenta los aspectos inmunológicos conocidos aparecían, en el contexto de la Microbiología, como el sistema capaz de defender al organismo frente a las infecciones. Desde entonces, los continuos avances en el conocimiento de los mecanismos implicados en la respuesta inmune han dotado a esta disciplina de un sólido cuerpo de conocimientos. A este desarrollo han contribuido de manera especial la puesta a punto de técnicas modernas, tales como los cultivos celulares, obtención de líneas de células puras e híbridos celulares, posibilidad de obtener animales transgénicos, disponibilidad de las técnicas de biología molecular tales como clonaje de genes, técnica de PCR, el uso del láser y la microscopía electrónica. En consecuencia, hoy día la Inmunología posee su propia contextura interna y puede ser firmemente considerada como ciencia independiente al tiempo que hace posible el desarrollo de otras áreas gracias a la aplicación de reactivos y técnicas puramente inmunológicas, adquiriendo así una amplia proyección en Medicina, Veterinaria, Biología, Bioquímica, Agronomía y Farmacia. En resumen, la Inmunología ha influido en las siguientes áreas: • • • • • • • Prevención de enfermedades infecciosas Posibilidad de realizar transfusiones de órganos Inicio de la era de los trasplantes de órganos sólidos y de médula Contribución a la oncología en cuyo área se termina de desarrollar la primera vacuna Inmunopatología como consecuencia de las diversas alteraciones del sistema inmune Métodos analíticos que están siendo de gran utilidad en las ciencias biosanitarias actuales y Biotecnologia, industria y farmacia permitiendo nuevos métodos diagnósticos y nuevos inmunofármacos Enfermedades infecciosas: Haciendo posible la profilaxis de la mayoría de las enfermedades infecciosas mediante un progresivo y espectacular perfeccionamiento de las técnicas de vacunoterapia durante el presente siglo. Es de destacar a modo de ejemplo el descenso drástico que se observan en las tasas de morbilidad declaradas por poliomielitis, por sarampión o que la viruela ha sido completamente erradicada. Transfusiones sanguíneas: La Inmunología hizo posible el descubrimiento de los grupos sanguíneos y los anticuerpos séricos frente a los mismos, gracias a lo cual se pueden realizar las transfusiones sanguíneas sin riesgo para el enfermo. Trasplantes de órganos: Haciendo posible la prevención del rechazo de muchos de los órganos trasplantados. Eso se ha debido a un perfeccionamiento de las técnicas quirúrgicas pero, sobre todo, al descubrimiento de los antígenos responsables del rechazo (antígenos de histocompatibilidad) y a un mejor conocimiento de los mecanismos inmunológicos responsables del rechazo del trasplante, que están permitiendo la utilización de modernas terapias inmunosupresoras de gran efectividad en la actualidad. Los avances más recientes indican que pronto será posible el trasplante de animales al hombre (xenotrasplante) con lo cual se podrá dar solución a la escasez de donaciones de órganos. Oncología: En donde la inmunología ha permitido un mejor conocimiento de la interrelación célula cancerosa-huésped. Estos conocimientos ya comienzan a repercutir en una mayor sobrevivencia de ciertos pacientes cancerosos y existen fundadas esperanzas de que en un futuro inmediato la inmunología pueda contribuir aún más, ofreciendo nuevas vías de solución a esta enfermedad. El descubrimiento reciente, por un lado, de oncogenes responsables de la malignización celular y, por otro, de los mediadores químicos de la respuesta inmune, entre los que cabe destacar las linfocinas y los interferones, ofrecen una amplia esperanza en la terapia de muchos cánceres y de sus metástasis. En la actualidad se encuentran en vía de ensayo varias vacunas terapéuticas con resultados verdaderamente alentadores. Inmunopatología: En donde el conocimiento del sistema funcional, ha hecho posible conocer la etiología y patogenia de una gran variedad de enfermedades surgidas por alteración del propio sistema inmune, tales como inmunodeficiencias, alergias, autoenfermedades, etc. Sin embargo, quedan problemas pendientes sin resolver, como es el reto que actualmente tiene planteada la Inmunología con el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), de una extraordinaria capacidad expansiva y alta mortalidad, y frente al cual no se dispone de un remedio eficaz que elimine de manera definitiva el virus HIV. Métodos analíticos: Una gran variedad de métodos analíticos de gran precisión y sensibilidad se han desarrollado gracias a los conocimientos inmunológicos. Entre estas técnicas las más importantes que se pueden destacar son la inmunoelectroforesis, radio-inmunoensayo, hemaglutinación, etc. Hoy se puede considerar que, por ejemplo, la endocrinología moderna se ha podido desarrollar gracias a la aparición de un método, el radioinmunoensayo, capaz de medir los niveles de las distintas hormonas. También ha permitido disponer de nuevos métodos de estudio basados en la inmunología, sin cuya existencia hubiese sido imposible alcanzar los niveles actuales de excelencia en la investigación biosanitaria. Biotecnología, industria y farmacia: Esto está siendo realmente posible gracias al extraordinario grado de cooperación existente entre los inmunólogos y científicos dedicados a la bioquímica, biología molecular, genética y farmacia, cuyos métodos como, por ejemplo, la tecnología del DNA recombinante, hibridaciones celulares, etc., están permitiendo la obtención de manera industrial, de sustancias y factores de gran interés farmacológico, entre los que podemos destacar, como mas sobresaliente, los anticuerpos monoclonales (AcMo). Otras aportaciones. Además de lo indicado anteriormente, la inmunología ha contribuido a la solución de otros muchos problemas. Citemos, por ejemplo, la prevención de la eritroblastosis fetal en casos de incompatibilidad Rh entre la madre y el feto. Otra sensible y reciente aportación de la inmunología ha sido el esclarecimiento de la etiología de múltiples enfermedades, al descubrir una estrecha relación entre el padecimiento de las mismas y ciertos factores genéticos relacionados con el control del sistema inmune. También la inmunología ha aportado conocimientos y técnicas de gran utilidad en la Medicina Legal, alguna de cuyas áreas, como por ejemplo la identificación, se benefició ampliamente después del descubrimiento de los grupos sanguíneos y también durante la última década, gracias al descubrimiento de los antígenos de histocompatibilidad. La inmunología es una ciencia que actualmente se encuentra en pleno desarrollo, por lo que es de suponer que en el futuro siga aportando nuevos conocimientos para la solución de muchos de los problemas que tiene planteado la medicina y biología. En la Tabla 1.3 se expone una lista de los Premios Nobel concedidos a investigadores en el campo de la inmunología, como prueba de las grandes aportaciones realizadas en esta área. ¿CUÁLES SON LOS DESAFIOS DE LA INMUNOLOGÍA? Los grandes desafíos en el futuro de la inmunología son la supresión de enfermedades infecciosas a escala global. Este objetivo figura entre los desafíos de la agenda de la inmunología del siglo XXI. Para ello se requiere de un esfuerzo público importante, sobre todo potenciando programas de vacunación. Esto es esencial en el caso de la gripe aviar, SIDA y malaria frente a cuyas infecciones no se dispone de vacunas. Todas estas infecciones están causando numerosas muertes al año y en consecuencia son un desafío serio y preocupante para la inmunología. En unos casos, la dificultad se debe a la aparición de mutantes virales que les permite escapar a la respuesta inmune del individuo; esto es que una vez que el sistema inmune ha aprendido a luchar contra el patógeno, éste cambia y ya no le sirve de nada el aprendizaje y tiene que comenzar de nuevo. En otros casos se debe a la aparición de resistencias de los patógenos a los medicamentos, que toman normalmente para curarse, en cuyo caso el medicamento no ejerce el efecto deseado. En el caso de la gripe aviar el panorama es preocupante debido a que es capaz de infectar a seres humanos desde los animales y aunque afortunadamente no es capaz de pasar de unos seres humanos a otros, sí existe preocupación de que pueda combinarse con el virus de la gripe humana y de ese modo aprender a hacerlo y dar lugar a una pandemia. No se puede olvidar que la pasada pandemia de gripe ocurrida en 1918 mató entre 20-40 millones de personas. Otro de los objetivos de la inmunología del siglo XXI se centra en prevenir las alergias. Los investigadores están mirando actualmente la posibilidad de desarrollar vacunas contra la mayoría de las formas de alergias. Por ejemplo, identificando las proteínas del polen o los cacahuetes que son responsables de causar alergia y utilizándolas a muy bajas dosis poder actuar como vacuna. Aunque es importante señalar que este caso sería una vacuna que enseñaría al sistema inmune a no responder en vez de a responder como las vacunas utilizadas hasta ahora contra las enfermedades infecciosas. Encontrar mejores remedios para las enfermedades autoinmunes, figura también entre los programas destacados de trabajo. En este área se esperan nuevos inmunomoduladores de gran capacidad de acción, por ejemplo en la artritis reumatoide y otras enfermedades de tipo autoinmune. También se está trabajando en mejorar los resultados en trasplantes en donde dos de los grandes problemas son la escasez de donantes y alcanzar mejores resultados a largo plazo. Hasta ahora para evitar que el individuo destruya el órgano trasplantado se le trata con inmunosupresores que actúan disminuyendo la capacidad del sistema inmune del individuo trasplantado de atacar el trasplante pero también de defenderse de infecciones. Por ello, uno de los objetivos futuros es ayudar al sistema inmune para que tolere de manera selectiva el trasplante al que ha sido sometido y evitar así las complicaciones de la inmunosupresión tradicional, como por ejemplo son la aparición de infecciones virales, tumores y otros. Se trataría en definitiva de copiar lo que la naturaleza ya realiza en la mujer gestante que acepta de manera selectiva a su feto (trasplante natural) lo cual permite que éste sea tolerado aunque lleva el componente paterno que es extraño a la madre desde el punto de vista biológico. Por otra parte los avances más recientes indican que pronto será posible el trasplante de animales al hombre (xenotrasplante) y el uso de células madre, que por su gran capacidad de crecimiento multidireccional, son una gran esperanza en el futuro en programas de terapia regenerativa de muy diversos tipos de tejidos dañados, aspectos éstos que son tratados mas extensamente en otros capítulos. Una mayor contribución a la nueva biotecnología, figura también en la agenda de trabajo del inmunólogo, ya que mediante la inmunotecnología será posible seguir produciendo agentes que protejan a las personas y animales contra muchos tipos de enfermedades. Mientras tanto, la tercera generación de vacunas empleando DNA ya ha comenzado. Hasta ahora para desarrollar vacunas hay que purificar o producir las proteínas del patógeno lo cual es caro y poco estable, y obliga en la mayoría de los casos a administrar varias dosis. Todo ello dificulta por ejemplo las campañas de vacunación en países en desarrollo con malos medios técnicos y malas comunicaciones, donde en muchos casos no es posible administrar una segunda dosis de la vacuna. Las vacunas de DNA podrán permitir desarrollar campañas de vacunación más baratas y estables y sin necesidad de administrar más de una dosis. Consisten en introducir parte del DNA de un patógeno dentro de un individuo, entonces el individuo producirá una respuesta frente a ciertos componentes del germen. Tienen como ventaja no causar la enfermedad y de poder producirse de forma duradera. Bibliografía • • • • • • • • • 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. Abbas, A. y col. Inmunología Celular y Molecular. 2004. Elsevier. 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