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Realidad social latinoamericana y derecho
Cátedra: Dr. Hugo Galderisi
Unidad 4. Punto 4.
Los Estados Unidos como potencia imperial del continente: el Corolario Roosevelt, la
política del garrote, la diplomacia del dólar y el Panamericanismo.
Lic. Jorge Cattenazzi
En el momento de la inesperada subida de Theodore Roosevelt a la Presidencia (en
1901 es asesinado el presidente McKinley, asumiendo la primera magistratura hasta
1908), los Estados Unidos habían operado ya la mutación de su política exterior. Pero fue
Roosevelt el que contribuyó más que nadie, a dar a su país responsabilidades mundiales.
No creía en el mito del hombre blanco, sino en la distinción entre naciones superiormente
civilizadas y naciones bastardas. Como declaró ante el Congreso en 1902, “la creciente
interdependencia y complejidad de las relaciones internacionales, tanto políticas como
económicas, imponen cada vez más a las naciones civilizadas y organizadas el ejercicio de
su propia política policial a través del mundo”. Para los Estados Unidos, la consecuencia
fue lo que se ha dado en llamar Corolario de Roosevelt a la doctrina Monroe. Dando por
sentado que el hemisferio occidental (americano) no debía sufrir más injerencias europeas,
correspondía a los Estados Unidos dicha labor policial si las necesidades lo exigían. Así,
la doctrina de Monroe se transformó en un instrumento de intervención en las repúblicas
latinoamericanas. Roosevelt lo expuso claramente en su mensaje al Congreso el 2 de
diciembre de 1904: “Los incidentes crónicos y la incapacidad (de algunos gobiernos) ...
pueden, tanto en América como en otras partes, requerir la intervención de una nación
civilizada, y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la doctrina
Monroe puede forzarlos, a pesar suyo, a ejercer poderes de policía internacional en los
casos en que no ofrezcan duda alguna tales incidentes o incapacidades”. En virtud de estos
principios, Roosevelt intervino en Venezuela, en el Mar Caribe, de una manera a veces
brutal.
Estas intervenciones en el Caribe fueron un preludio de lo que puede considerarse como
el gran plan de Roosevelt: apoderarse de Panamá y abrir el istmo. La estrategia de Mahan
(el impulsor del desarrollo naval de los EUA) se fundamentaba en la posesión de tres
bases, que formarían el triángulo occidental: Hawai y Alaska, que ya poseían los Estados
Unidos y Panamá, a la sazón bajo el dominio colombiano. Tras haber fomentado la
revolución de 1903, Roosevelt proclamó que Colombia se había mostrado incapaz de
mantener el orden en el istmo y que, por tanto, correspondía a los Estados Unidos asegurar
la protección del comercio y del tráfico de las naciones civilizadas y encargarse de la
construcción de un canal. Así logró asegurarse la posesión de aquella base esencial para
proteger los intereses americanos, punto de contacto de dos continentes. Roosevelt no
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dudó en recurrir a los más rudos medios de intervención, incluso a la guerra, lo cual no
podía causarle remordimiento, convencido, como estaba, de que se hallaba en juego el
futuro de su patria. Así era la política de big stick, del gran garrote. El imperialismo
americano,
encarnado en Roosevelt,
estaba destinado a sobrevivirle,
ya que había
canalizado en él ciertas tendencias de su tiempo. No cabe, pues, duda de que los Estados
Unidos habían iniciado una nueva era, ya que desde entonces quedarán ligados a los
destinos de América e incluso del mundo. En este sentido, su papel de mediador entre
Rusia y Japón, en 1905, simbolizó la promoción al rango de gran potencia y preanunció su
intervención en la primera guerra mundial. Aunque introduciendo algunos matices, la
política de Roosevelt fue proseguida por sus sucesores, ya se tratase de la diplomacia del
dólar,
ya del moralismo wilsoniano.
En el primer caso,
la intervención quedaba
justificada por la protección de los intereses financieros o económicos, tal como explica
Taft (William Taft fue presidente entre 1908 y 1912):
“Si bien es verdad que nuestra
política exterior no se debe apartar ... del recto camino de la justicia, ello no excluye en
absoluto una intervención tendente a asegurar a nuestras mercancías y a nuestros
capitalistas facilidades para realizar inversiones provechosas, fuente de beneficios para
ambas partes interesadas”. De este modo se instauró una nueva forma de intervención en la
cual la acción seguía a los capitales nacionales, como sucedió en Nicaragua en 1912, o en
China. El moralismo wilsoniano, (Woodrow Wilson gobernó desde 1913 hasta 1921),
reemprendió una tradición difundida en toda la historia de los Estados Unidos: la de su
misión civilizadora, de la necesidad de que las demás naciones se aprovechasen de sus
progresos.
“Nosotros jamás nos apartaremos del principio de que nos debe guiar la
moralidad, no la oportunidad, y no aceptaremos jamás la iniquidad con el pretexto de que
es cómodo hacerla”.
Big Stick, dollar diplomacy y moralismo son tres aspectos distintos del mismo cambio:
el acceso de los Estados Unidos al rango de potencia internacional.
El imperialismo económico. The United Fruit Company.
Un ejemplo típico de compañía extranjera que recurrió a los peores métodos en la
explotación económica y a la intervención desembozada en la vida política de los pequeños
estados latinoamericanos del Caribe es el de la United Fruit Company.
Su historia empieza en 1870, cuando el capitán de navío Lawrence Baker cargó en su
goleta unos cachos de bananas; descubrió que se vendían tan bien en los Estados Unidos
que poco a poco fue dedicándose a este comercio.
Quince años después se unió con Andrew Preston y otros para formar una compañía, la
Boston Fruit Company que operaba principalmente en Cuba, Jamaica y Santo Domingo.
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Paralelamente, los hermanos Keith desarrollaron compañías para la producción de banana
en Costa Rica y Colombia.
Hacia fines del siglo XIX había alrededor de 20 compañías ocupadas en la
comercialización de la banana,
en cuya producción figuraban muchos cultivadores
independientes. La fusión de la Boston Fruit Co. con el grupo de los Keith dio origen en
1899 a la United Fruit Co., que luchó para asegurar condiciones de monopolio.
En su proceso de crecimiento, luchó arruinando o incorporando numerosas compañías
rivales. El caso más notorio es el de su lucha con la Cuyamel, fundada por un inmigrante
de Besarabia, Sam Zemurray. La contienda se prolongó durante dos décadas, durante las
cuales los intereses contrapuestos de las compañías en América Latina provocaron golpes
de palacio, conflictos fronterizos y construcción de ramales ferroviarios rivales, hasta que
la United compra a la Cuyamel.
En su política de monopolio, la United impuso precios al productor independiente y
desarrolló intensamente sus propias plantaciones.
Es ya clásico el método que aplicaba respecto a los gobernantes de esos pequeños
estados:
para ganárselos apelaba al soborno, y en caso de resistencias provocaba
revoluciones; de uno u otro modo se aseguraba sus objetivos. La compañía prometía, a
cambio de prebendas,
construir ferrocarriles para el progreso nacional, pero solamente
tendía líneas paralelas a la costa o que describían círculos en sus plantaciones. El control
de las tarifas en esos ferrocarriles le daba un medio más de realizar ganancias y perjudicar
otras explotaciones, como las del café, cuyos productos debían seguir recorridos costosos
e ilógicos, según el trazado de líneas al servicio de otros objetivos. La United obtuvo
también a precios irrisorios enormes extensiones de tierras fiscales,
para su cultivo
inmediato, como reservas de futuro o, en algunos casos, para impedir su explotación por
empresarios independientes o compañías rivales.
Finalmente, una flota moderna (la Gran Flota Blanca) a cargo de una compañía
subsidiaria, le permitió completar el control y aumentar los beneficios.
Del virtual monopolio de la banana, la United Fruit pasó a la explotación de otras frutas
tropicales; el enlatado y los nuevos métodos de producción de jugos y esencias agregaron
otras ramas de explotación.
En cuanto a su injerencia en la política de los países en que operaba, debe agregarse que
el gobierno norteamericano opuso una violenta resistencia al movimiento revolucionario de
Guatemala (década del 50), fundamentalmente por juzgar que habían sido afectados los
intereses de la United Fruit. En ese sentido, el “imperio del banano” sigue siendo una
organización más poderosa que muchos estados del Caribe; su presencia explica en parte el
atraso de los mismos y la dificultad de alterar esa situación.
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El Panamericanismo
El término surge con la convocatoria de la primera conferencia de todos los países del
continente que tiene lugar en Washington en 1899. Como concepto y como política hace
referencia a las relaciones asimétricas que se establecen entre los países latinoamericanos y
Estados Unidos y está estrechamente conectado con el surgimiento de este país como
potencia mundial. Como ideología manifiesta de la política de Estados Unidos hacia
América Latina, el panamericanismo es definido en 1933 por el secretario de estado
Cordell Hull de la siguiente manera:
“Las cualidades esenciales de un verdadero
panamericanismo han de ser las mismas que las que distinguen a un buen vecino, es decir
el mutuo entendimiento y, mediante tal entendimiento, una verdadera apreciación del
punto de vista de la otra parte. Sólo así podremos esperar crear un sistema cuyas piedras
angulares sean la confianza,
la amistad y la buena voluntad”. Esta concepción del
panamericanismo –que encubre meticulosamente las relaciones efectivas de poder- parte
del supuesto de la igualdad de todos los estados americanos y de la indefectible
coincidencia de sus intereses.
Desde la posición latinoamericana, el panamericanismo aparece como el esfuerzo por
parte del gobierno norteamericano de controlar política y militarmente a las distintas
naciones del continente para favorecer en última instancia su expansión económica. Esta
definición crítica ha sido compartida en sus líneas esenciales por gran cantidad de políticos
e intelectuales latinoamericanos de las más diversas orientaciones. Así para Haya de la
Torre “el panamericanismo es confusionista (...), es una denominación que sugiere y
asocia la idea de pangermanismo, big stick o ministerio de colonias”.
Desde la década del 70
(del siglo XIX)
se producirá un cambio en la posición
norteamericana en relación al resto de América. El fuerte proceso de acumulación interna
creaba un excedente de capital que ya no encontraba un campo tan propicio para la
inversión interna: insuficiencia del mercado nacional, fin de la expansión de la frontera
interna, caída de la tasa de ganancia y surgimiento de los monopolios con la consecuente
necesidad del capital de encontrar nuevos mercados fuera de la frontera llevaron al
secretario de estado Blaine a convocar a los países de América a la primera conferencia
panamericana en 1899. En ella los norteamericanos presentarán un proyecto de unión
aduanera, cuyo objetivo último era suplantar a Europa, y sobre todo a Inglaterra, en el
comercio con América Latina,
esta pretensión no prosperará por la oposición de la
delegación argentina (Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña). De todos modos se logra la
institucionalización de un organismo panamericano permanente, la Unión Internacional de
Repúblicas Americanas, denominada años después Unión Panamericana, con asiento en
Washington. La delegación argentina propuso que los extranjeros de los países signatarios
estarían sujetos a las obligaciones y responsabilidades que fijaban las respectivas leyes
nacionales. Esta proposición, conocida como “Doctrina Calvo”, fue rechazada por los
Estados Unidos.
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A partir de 1890 Estados Unidos fue renuente a una nueva reunión, para evitar las
seguras críticas que su política exterior produciría.
Especialmente la guerra hispano-
norteamericana que deja en manos de los Estados Unidos las Filipinas, Guam, Puerto Rico
y el control en Cuba, a través de la enmienda Platt.
En 1901 se realiza en México la segunda conferencia panamericana que no produce
ningún hecho destacado. Tras la segunda reunión los norteamericanos darán un nuevo paso
en el tránsito del intervencionismo europeo a la tutela norteamericana en el continente, y
tiene que ver con el bloqueo naval que Inglaterra,
Alemania e Italia le imponen a
Venezuela para obligar a su gobierno a satisfacer reclamaciones pecuniarias. Ante la
intervención europea, Argentina esbozará la que se conoce como “Doctrina Drago”,
proscribiendo el uso de la fuerza militar en los conflictos entre deudores y acreedores; en
cambio los Estados Unidos plantearán el llamado Corolario Roosevelt a la Doctrina
Monroe (ver arriba) arrogándose el derecho de policía al servicio de las relaciones
financieras internacionales.
En este marco la tercera conferencia panamericana, realizada en Río de Janeiro, en
1906; y la cuarta conferencia panamericana, realizada en Buenos Aires, en 1910;
se
caracterizaron por un clima de hostilidad del bloque latinoamericano hacia la política
norteamericana y por la tentativa de lograr el arbitraje obligatorio en caso de conflicto entre
estados.
La quinta conferencia panamericana se realizará en Santiago de Chile, recién en 1923,
producto del desarrollo de la primera guerra mundial. En el período intermedio entre una y
otra reunión la situación de los EUA ha cambiado sustancialmente: el conflicto bélico
mundial lo ha convertido en una potencia económica; el mercado latinoamericano es
ocupado por los grandes trusts norteamericanos en detrimento de las inversiones inglesas
(Standar Oil en México y Venezuela, United Fruit en Centroamérica, Cooper Corporation
en Perú y Bolivia, American Sugar en Cuba, Armour y Swift en Argentina, ITT, National
City Bank, Bank of Boston, United Press y muchas empresas más están presentes en todos
los países al sur del Río Grande). Por otro lado, junto con la presencia económica, para
esta etapa se han producido intervenciones militares en Santo Domingo,
Nicaragua,
México y Haití. Una nueva controversia con Argentina se producirá en la reunión, a
propósito del armamentismo que se está desarrollando en toda América.
Argentina
reclamará el arbitraje como medio para dirimir contiendas y la necesidad de combatir la paz
armada en territorio americano. La cumbre concluirá sin resultados visibles.
La sexta conferencia panamericana desarrollada en La Habana, marcará uno de los
momentos de mayor enfrentamiento entre los EUA y Argentina.
Al momento de
producirse la reunión los norteamericanos están ocupando Nicaragua con miles de marines
intentando terminar con la resistencia de Augusto César Sandino quien los combate
tenazmente. Por otro lado Sandino ha puesto su mirada en el hombre que en octubre de ese
año volverá a ocupar el cargo de presidente argentino: Hipólito Yrigoyen, quien se
caracterizaba por su acérrima defensa del derecho de las naciones ante la intromisión
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imperialista. La conferencia iba a dar organización definitiva a la Unión Panamericana,
pero el principal tema será Nicaragua.
Las instrucciones de los diplomáticos argentinos eran:
1) ningún estado puede
intervenir en los negocios internos o externos de otro; 2) suprimir las normas contrarias al
derecho de asilo y;
3) aprobar métodos de solución pacífica de las diferencias
internacionales. A instancias de los norteamericanos se plantea el tema de la soberanía
limitada que permita el derecho de intervención cuando un gobierno no pueda cumplir con
sus obligaciones, esta postura es acompañada por los dictadores de Cuba (Machado), Perú
(Leguía) y Nicaragua (Adolfo Díaz).
Se opone el representante argentino (Honorio
Pueyrredón) quien sostiene que la intervención es un derecho de los fuertes, los débiles no
lo pueden ejercitar, siendo respaldado por los representantes de Uruguay, Guatemala y El
Salvador.
Finalmente triunfa la posición argentina y la propuesta pasa a estudio en
comisión para ser tratada en futuras reuniones.
En 1933,
cuando se realiza la séptima conferencia panamericana con sede en
Montevideo, existía un clima difícil: las deudas internacionales no se pagaban, en
América Central y en el Chaco había conflictos limítrofes. Los estados latinoamericanos se
resentían del poder de los EUA en la Unión Panamericana. Haití deseaba verse libre de la
intervención militar y financiera norteamericana. Cuba quería suprimir la enmienda Platt
de su constitución. México quería que se estableciera un sistema monetario bimetalista.
Argentina enfrentaba a la política norteamericana.
La política del presidente norteamericano, Franklin Delano Roosevelt, a través de su
delegado Cordell Hull, logró cambiar esa actitud hostil. EUA se comprometía a dejar de
lado el Corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe e iniciaba la política de la buena
vecindad. Por otro lado, los norteamericanos aceptan el principio de no intervención entre
los estados, a cambio de lo cual logran evitar una condena masiva al proteccionismo
económico practicado por su país.
Los años que siguen a la reunión de Montevideo son caracterizados por un creciente
deterioro de la situación mundial, ante lo cual los Estados Unidos buscan transformar la
organización panamericana en un organismo que, bajo su liderazgo, haga sentir su peso en
la política internacional. Con esta idea Roosevelt viaja a Buenos Aires en 1936, para la
Conferencia Panamericana de Consolidación de la Paz. La propuesta que trae de crear un
comité consultivo de defensa permanente encuentra fuerte resistencia y se posterga el
tratamiento para dos años después, en la octava conferencia panamericana de Lima. Una
vez más Argentina se encargó de restar fuerzas a la propuesta norteamericana, la que queda
reducida a una recomendación que propiciaba las consultas sobre medidas de defensa entre
los países americanos.
Con el estallido de la segunda guerra mundial se realizaron cuatro reuniones de
cancilleres americanos con el objetivo de establecer acciones comunes ante la guerra.
En 1939, en la primer reunión realizada en Panamá, se decidió la neutralidad y la
delimitación de una zona prohibida a cualquier acto de guerra. En 1940, en la segunda
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reunión, realizada en La Habana, se decidió que las colonias americanas de países
europeos que estaban siendo derrotados en la guerra (Francia y Holanda) quedaran bajo la
tutela provisional de estados americanos,
con el fin de garantizar la neutralidad del
continente.
En 1942, en la tercer reunión de consulta, en Río de Janeiro, se firmará el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca, que es el primero de los “pactos de la guerra fría”,
los gobiernos de América Latina aceptaban un pacto militar que preveía la actuación
conjunta contra cualquier agresión,
comprendiendo en tal fórmula lo que pasó a
denominarse ambiguamente “subversión interna”. EUA (que ya había entrado a la guerra)
pide a los latinoamericanos que rompan relaciones diplomáticas y comerciales con los
estados del eje.
Brasil y México
rompen relaciones y enviarán tropas a la guerra.
Posteriormente lo harán Colombia y Bolivia. El resto la hará en 1945, poco antes de que
termine la guerra. En México se realizará la cuarta reunión, en 1945, se firmará el Acta
de Chapultepec, estableciendo que los países que todavía no habían declarado la guerra lo
hiciesen, para de esta manera, garantizar su ingreso a las Naciones Unidas, de próxima
creación, formando así un bloque americano poderoso. El último país americano que
declarará la guerra será Argentina, el 27 de marzo de 1945, tres semanas antes de que se
suicidara Hitler.
En 1948,
la novena conferencia panamericana realizada en Bogotá,
Organización de Estados Americanos
(OEA).
creaba la
Culminaba así un largo proceso de
transformación e institucionalización del organismo panamericano, convertido ahora en un
pacto regional dirigido por organismos permanentes, que sancionan el abandono definitivo
de toda política con visos de independencia por parte de Latinoamerica y logra la plena
inserción del subcontinente en el equilibrio de la guerra fría.
En la década de los cincuenta Estados Unidos surge como la potencia hegemónica del
campo capitalista, a la cual se subordinan las demás naciones capitalistas avanzadas, en lo
que pasó a denominarse “mundo libre”. En este cuadro la función de la OEA será cada vez
más la de apoyar la política norteamericana en la región y en el ámbito mundial. Esta
subordinación del continente a la política estadoudinense de seguridad hemisférica no va a
estar exenta de divergencias y tensiones, ya que los objetivos de los principales países
latinoamericanos eran,
más que reforzar la seguridad hemisférica,
apuntalar sus
debilitadas economías. Esto llevaría a los Estados Unidos a intensificar el entrenamiento de
oficiales latinoamericanos especializados en “contrainsurgencia”, y en términos generales
a reforzar a los militares como el grupo anticomunista más fuerte en el hemisferio. Esta
posición permitió que en la décima conferencia panamericana, celebrada en Caracas, los
Estados Unidos denunciaran la política de reformas (especialmente agraria, que afectaba
los intereses de la United Fruit Co.)
llevada a cabo por el gobierno de Arbenz en
Guatemala. La Declaración de Caracas proclamaba que la actividad comunista en América
Latina era una intervención en los asuntos internos americanos y que la instalación de un
régimen de esa ideología en cualquier estado de la región implicaba una amenaza al sistema
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en su conjunto. Esta declaración, a la que sólo se opuso Guatemala y la abstención de
México y Argentina, servirá para legalizar las futuras intervenciones de Estados Unidos en
el continente.
FUENTE:
•
Fohlen, Claude. La América anglosajona, de 1815 a nuestros días. Editorial Labor.
•
Beyhaut, Gustavo y Heléne. América Latina. De la independencia a la segunda
guerra mundial. Editorial Siglo XXI.
•
Dabène, Olivier. América Latina en el siglo XX. Editorial Síntesis.
•
Bobbio, Matteucci y Pasquino. Diccionario de Política.
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