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Ensayo critico sobre el libro “La Red” de Juan Luis Cebrián
Jesús María Salcedo
En un mundo dividido, ya no sólo entre quienes tienen y no tienen, sino entre los que saben y
los que no saben y quienes están conectados o desconectados de la red, el conocimiento ha
pasado a convertirse en la materia prima fundamental de los procesos productivos
contemporáneos. Alguna vez se dijo que la información es poder. Pero ya no. Es más, a esta
altura la gran mayoría conoce que tener acceso a la información no significa, necesariamente,
saber más. Hasta no hace mucho, cuando la información no estaba al alcance de todos, las
personas viajaban en busca de por ejemplo, libros, discos, revistas, especialistas,
investigaciones y todo aquello que hacía a la cultura en general y a sus registros de memoria
colectiva. Ahora es todo lo contrario: la información está ahí, lo que se desea y cuando se lo
quiere, al alcance de la mano (Lepes, 2008). Esto es más democrático?, mas practico?, más útil
acaso?
Sea o no positivo, este hecho es una de las evidencias más tangibles sobre como el fenómeno
de la red, o mejor conocido como internet, el cual ha modificado la sociedad actual
postmoderna del siglo XXI. Esta gran “autopista de la información” constituye una aportación
efectiva hacia el conocimiento permitiendo llegar a las masas, gracias a la interacción entre el
hombre y la maquina en la configuración de una nueva sociedad en la cuales no hay límites
entre la emisión y recepción de la información. Esto permite un gran caudal de libertad
personal a los individuos y unas capacidades de desarrollo como hasta entonces no se hubiese
imaginado. Esta abundancia de información de todo tipo ofrece al usuario infinidad de
alternativas, que van más allá de los límites de la razón (SOI, 2009).
El inicio del siglo XXI se caracterizó por tres tendencias dinámicas y complejas que están
transformando profundamente el entorno en el que se opera: el desarrollo de la sociedad del
conocimiento, la importancia del territorio en un mundo globalizado y el progreso científico y
tecnológico que se está dando en diversas áreas de la ciencia, procesos que están generando
nuevas oportunidades, pero también claros desafíos. Estos procesos se expresan de diversa
forma y su impacto afecta los distintos sectores de la sociedad (OEI, 2004). En una historia
acelerada como la que hoy se vive, no cabe definir como novedad un fenómeno que se intuyó
en 1945, comenzó su desarrollo a fines de los años sesenta y estalló en 1993, hasta llegar a
constituirse en la actualidad juntamente con otros aspectos de la informática en un verdadero
medio de comunicación social, que cambió radicalmente el mundo que se conocía.
Juan Luis Cebrián, en su libro la red (1998) plantean aspectos muy relevantes en todos
entornos sociales y expone pensamientos de que tanto la tecnología y la red han invadido e
invadirán los comportamientos de los individuos y evidencia la gran influencia que ha tenido
en el cambio de la sociedad. Aunque su estudio posee bases muy filosóficas y políticas, no
deja de ser visionaria pero con toques apocalípticos, que satanizan los aspectos aun no
vividos de la red para ese momento, en lugar de verlo como un cambio global y masivo, que
forma parte de la cadena de la evolución de la sociedad.
Tanto ya hace parte la red (internet) de nuestra cultura que dentro de los diez significados que
posee la palabra “red” en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española se
encuentra el siguiente: “Conjunto de ordenadores o de equipos informáticos conectados entre
sí que pueden intercambiar información.” A estas alturas, acerca de Internet, sería fácil pensar
que se ha dicho todo. O casi todo. Pero por otra parte queda mucho por decir y mucho terreno
por explorar, en lo que respecta a su anatomía y su fisiología, especialmente del crecimiento,
las cuales están todavía en gran parte por hacer (Heredia, ----). Sobre este particular se han
desarrollado muchas investigaciones y racionamientos, como resultado de un análisis global o
de los varios aspectos de la red y están dirigidos a especialistas y al gran público, tanto desde
el punto de vista global como en cada una de sus valencias (comunicativa, económica, cultural,
educativa, lúdica, etc.), pero todos estos estudios, en su conjunto, parecen de alguna manera
participar de lo caótico de un fenómeno necesitado, sobre todo, de orden y sentido. Es la vida
misma la que dicta que sean el individuo y la sociedad quienes acusen directamente las
consecuencias del fenómeno de la red.
El hombre de hoy, personas y grupos inmersos en la atmósfera de globalización que el
presente vive, está corriendo verdaderos riesgos y no es el menor el de verse arrastrado por
una corriente que diluya su identidad histórica, espiritual y cultural, transforme
arbitrariamente, o peor aún, destruya, su escala de valores. Muchos de los estudios y análisis
como los de Cebrian (1998), OEI, (2004) Bauman, (2003), entre otros, podrían aparecer como
dispersos, desordenados y lejanos, de manera que difícilmente ayudan e inciden en la madura
reflexión de individuos y grupos sociales, los cuales muchas veces no saben qué pensar y de
qué manera conjugar su cultura, personalidad, libertad y madurez personal o colectiva con la
comunicación moderna en todas sus facetas.
Una de las mejores metáforas de la crisis del individuo en la sociedad postmoderna resulta ser
la misma red. En el Internet las características del espacio físicos son aludidas por el espacio
virtual. Pero éste tiene dinámicas independientes que no responden exclusivamente a las
dinámicas del espacio físico. Un ejemplo son los grupos de comunicación, como los chats,
newsgroups o mailling list. Estos poderosos espacios de comunicación tienen la característica
de proponer a sus integrantes una experiencia absolutamente personal: “La comunicación en
el Internet es una experiencia altamente personalizada. Cada sección multimediática puede ser
configurada para cualquiera sea el uso que se prefiera” (Hindle, citado por Banga, ----).
Se podría pensar que, por un lado, esta personalización de la experiencia del individuo en la
red concede al sujeto un especial poder de decisión. Por ejemplo, una gran cantidad de
individuos que son activos inversores en el mundo financiero utiliza el Internet como recurso
de información. Éste es uno de los ejemplos de la sociedad global-informacional postmoderna
en el que el individuo se diluye como ente propio y pasa a ser un eslabón más en la red social;
al mismo tiempo, éste cobra protagonismo al convertirse en un factor altamente influyente en
la estabilidad económica del sistema. Un eslabón casi diluido, el sujeto, se vuelve altamente
activo al volverse un factor desencadenante del éxito de un sistema en su totalidad. De no
responder conforme a las necesidades del individuo, el sistema se vuelve altamente inestable,
produciendo una realidad contraproducente para éste.
Con un escenario como el anterior, sería entonces ingenuo ignorar los riesgos de
«deshumanización» en esa realidad nueva que debiera configurar precisamente una
humanidad renovada y de mayor madurez. Incluso muchos años antes del la gran explosión de
la red y las telecomunicaciones, Gilbert Seldes (1957), aporto un esquema útil acerca de las
características de la era tecnológica, y sus deducibles consecuencias, algunas de ellas fueron:
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Requiere un mínimo de educación.
Las experiencias son individualistas
Muchas veces se experimenta en compañía.
Se consume en dosis abundantes.
Se difunde rapidísimamente.
Es muy difícil un análisis, una observación ulterior.
Su producción puede ser muy cara, pero para el consumidor es muy asequible.
Se crea para la mayoría.
Estas afirmaciones bastante certeras, sencillas y con mucha trastienda, aunque sutiles son
quizás la razón de que uno de los mayores teóricos de la negatividad de estos medios afirme
que los mismos «hablan más al cuerpo que a la mente»; sería como decir que potencian más
nuestros reflejos que nuestra reflexión y por tanto su función sería prioritariamente
deshumanizante. Entonces se está viviendo a caso un proceso, más o menos lento y
progresivo, de deshumanización?. Este fenómeno de deshumanización se ha venido
acrecentando con eventos como la posibilidad de crear entornos ficticios que cada vez se
parecen más a la realidad. El concepto de realidad virtual es bastante viejo, quizá sus orígenes
modernos se deben buscar en las novelas de ciencia ficción; sin embargo el término “Realidad
Virtual” tiene orígenes en la década de los ochenta cuando fue acuñado por Jaron Lanier
(1985), para distinguir de manera clara entre las simulaciones tradicionales por computadora y
el tipo de mundos (y experiencias) que él estaba creando.
La realidad virtual permite a los usuarios experimentar modelos tangibles de lugares y cosas a
través de los sentidos, no mediante abstracciones como el lenguaje o el uso de las
matemáticas, sino mediante el uso de la vista, el olfato, el tacto, el gusto y el oído. Los
especialistas aseguran que mediante la realidad virtual se lleva a cabo la unión hombremáquina de una manera más estrecha (SOI, 2009). Debido a la novedad del tema aún no se
establece de manera clara lo que es la realidad virtual; los conceptos son muy diversos en
función de la experiencia, campo de acción y filosofía particular, la realidad virtual se convierte
entonces en la experiencia de telepresencia, que es la sensación de presencia utilizando un
medio de comunicación (la red, hoy en día). La más grave consecuencia de estas realidades
virtuales desemboca hacia el campo de lo ético en el imbricado mundo de la red.
La deshumanización, el anonimato y las realidades virtuales son los escenarios ideales para la
generación de espacios iliciticos o antiéticos. Ejemplos como las subastas de bebes nonatos,
mercados de órganos, servicios sexuales, pedofilia, entre otros solo por mencionar algunos, se
han convertido en un nuevo tipo de comercio, que encuentra un campo amplio en Internet.
Cual entonces será el limite, del comercio electrónico?, ¿todo se puede vender?, ¿todo se
puede comprar? En temas como éste se pone en juego y se manipula el sentido profundo de la
vida. Esta interferencia de frivolizar algo que es serio puede llevar a creer que todo es bueno,
es válido en Internet, y que todo se puede hacer. Este componente recorre muchos aspectos
centrales de la ética y la moral, por la manipulación de la dignidad humana que implican.
Lo anterior corresponde sola a una ilustración que propone Cebrián en su libro y otros autores
sobre las múltiples implicaciones económicas, culturales, sociales y políticas que se derivan de
ese ciberespacio cuya navegación y conquista ha hecho posible la red. Las consecuencias que
pueden derivarse de esa forma de comunicación humana en soporte informático son
imprevisibles y, a veces, paradójicas.
Uno de los retos más importantes de la época actual consiste en establecer una ecuación
exacta, correspondiente a los apremios del tiempo, en las relaciones entre los avances
tecnológicos y la tutela de las libertades. El ámbito del mundo, cada vez más globalizado, ha
apretado decisivamente sus exigencias y reclama un adecuado planteamiento de las garantías
de los derechos humanos y cívicos ante el desarrollo de las Nuevas Tecnologías. El horizonte
actual del individuo, que orienta y circunscribe las pautas de su ejercicio, se halla determinado
por los impactos tecnológicos de la información y la comunicación. Esas redes telemáticas
suscitan la impresión de que el tamaño del mundo se ha contraído, de que los ciudadanos y los
pueblos se hallan dinámicamente más próximos que en cualquier etapa histórica anterior
(Perez, 2002).
La era de la informática y de la telemática ha contribuido a que se adquiera la convicción de
que el habitat cívico del presente posee múltiples dimensiones, en la medida en que hoy con
el acceso a Internet cada individuo puede establecer, sin salir de su casa, una dimensión
paralela de su propia persona en tiempo real, sin límites en el espacio ni en las personas a
quien pueda afectar. La presencia de las redes de información y comunicación en todos los
ámbitos de la sociedad es innegable, y ha determinado que se adquiera consciencia de que
hoy más que nunca se había sentido tan intensamente la necesidad de concebir los valores y
derechos de la persona como garantías universales.
Referencias
Banga, F. ----.EL PROBLEMA DE LA CRISIS DEL INDIVIDUO EN LA SOCIEDAD MODERNA. Enfoque
teórico y análisis de un caso particular, California. Cuadernos de Trabajo, Programa de las
Naciones Unidas para elDesarrollo (PNUD)
Bauman, Z. 2003. Modernidad líquida. Editorial fondo de cultura económica. México d.f.
Cebrian, JL. 1998. La Red. Grupo Santillana de ediciones S.A. España
Heredia, D. ----. Del Bit a la revolución Informatica: Un homenaje a Claude Shannon.
Documento de trabajo, Universidad del Quindio, Colombia.
Lepes, N. 2008. Comer y pasarla bien. Editorial Planeta. Buenos Aires, Argentina, 224p.
OEI, Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 2004.
Globalización, Ciencia y tecnología: Temas de Iberoamérica. Vol II. Corporación escenarios org.
Peréz-Luño, A. 2002. Derechos humanos e internet. Derecho y conocimiento, vol. 2. Facultad
de Derecho. Universidad de Huelva, pp: 101-121.
Seldes, G. 1957. The new mass media: challenge to a free society. Public Affairs Press. USA.
SOI, 2009. El rostro humano de la cultura digital. Como nos afecta internet. Informe del
servicio de observación sobre internet. Informe on line, URL:
http://www.riial.org/documents/tecnologias.pdf