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REFLEXIONES SOBRE LA COMUNICACIÓN INTERCULURAL
Miquel Rodrigo Alsina
Catedrático de Teorías de la Comunicación
Facultad de Ciencias de la Comunicación
Universidad Autónoma de Barcelona
Estas reflexiones sobre la comunicación intercultural pretenden, en primer lugar,
constatar la importancia de este campo de estudio en el contexto histórico actual. Por
consiguiente, se va a postular la necesidad de que no sólo sea un ámbito de
investigación, sino también una materia para la formación de los futuros
comunicadores. En segundo lugar, se hará un breve apunte de la investigación sobre la
interculturalidad en España a partir de algunos indicios que podemos encontrar en
distintas bases de datos. En tercer lugar, recordaré porque se ha consolidado este ámbito
de estudio y algunos de los interrogantes que la comunicación intercultural plantea
actualmente. Por último, además de intentar concretar las características de la
comunicación intercultural haré algunas reflexiones sobre los límites de lo intercultural.
¿Es importante la comunicación intercultural?
Hace unos años Jacques Le Goff (El País Babelia, 30-VIII-1997, p.12) declaraba:
“Ahora somos conscientes de que uno de los grandes problemas del siglo XXI será el de
las relaciones entre las culturas, siendo éste uno de los aspectos más trascendentes de
los que se ha dado en llamar “la mundialización”. Los movimientos migratorios y los
contactos entre las culturas, hecho que empezó en el siglo XVI, están a punto de
acelerarse. Afortunadamente, las oleadas migratorias son menos agresivas, menos
guerreras que el pasado, pero pueden llegar a originar situaciones peligrosas y
dramáticas. Éste será, sin duda, un fenómeno esencial. Y si queremos solucionar este
problema, si queremos evitar la incomprensión, la guerra, el genocidio, es preciso que
preparemos a los pueblos y a las culturas para la única vía de paz y justicia en nuestro
mundo que no es otra que la del mestizaje.”
No le voy a dedicar mucho más espacio a justificar la importancia de la comunicación
intercultural como palmaria realidad social de las sociedades modernas. Sin embargo,
en nuestro país esto no tiene su correlato en la formación de uno de los sectores claves
de la sociedad, como son los comunicadores.
En mi opinión es totalmente imprescindible que en las facultades de Ciencias de la
Comunicación y de la Información se ofrezca la asignatura de “Comunicación
Intercultural”, aunque también sería un buen complemento de formación en las
facultades de Humanidades, de Letras, de Psicología, de Traducción e Interpretación,
de Ciencias de la Educación, de Ciencias Políticas y Sociología, entre otras. Me referiré
a las primeras facultades citadas porque son las que más conozco.
En las facultades de Ciencias de la Comunicación y de la Información se ha tomado
rápidamente conciencia de la
de la importancia de las nuevas tecnologías y del
advenimiento acelerado de la conocida como Sociedad de la Información. Sin embargo,
curiosamente,
no se tiene demasiado en cuenta el tipo de sociedad que está en
construcción. Da la sensación que una cierta tecnofilia llega aparejada una ceguera
social por todo aquello que no pase directamente por las nuevas tecnologías de la
comunicación. Se trata de una visión con anteojeras que, a veces, no tiene ni en cuenta
los propios efectos culturales de la tecnologías, cuando el propio Castells (1998a)
destaca la importancia del elemento cultural en el futuro.
Que en el futuro las sociedades serán cada vez más multiculturales y que las relaciones
interculturales serán más frecuentes parece indudable. Los comunicadores en el ámbito
del periodismo, de la publicidad y relaciones públicas y de la comunicación audiovisual
deben prepararse para esta futura sociedad. A causa de los fenómenos de globalización
aumentan los contactos entre personas de distintas culturas, por ello las relaciones
públicas necesitan cada día más una formación en comunicación intercultural, ya que es
necesario superar los malentendidos que se pueden producir en estos contactos. En los
Estados Unidos llevan años haciendo cursos en este sentido (Brislin y Yoshida 1994).
En relación a la publicidad, algunas campañas publicitarias internacionales han tenido
fracasos rotundos precisamente por no tener en cuenta las características culturales de
los distintos receptores. Cada día son más frecuentes las interacciones, en el mundo de
la publicidad y de las relaciones públicas entre personas provenientes de distintas
culturas. Otro fenómeno interesante es como la publicidad se convierte en un discurso
productor de identidades y de alteridades (0’Barr 1994).
En relación a los estudiantes de comunicación audiovisual hay que apuntar que una de
las más claras tendencias de las manifestaciones artísticas actuales es el mestizaje. La
hibridación artística que se manifiesta desde las artes plásticas hasta la música tiene su
concreción más patente en la cultura producida por los medios de comunicación.
Precisamente si en un lugar se produce de manera clara la actual tensión entre lo global
y lo local éste es lo que en Latinoamérica han etiquetado como “la audiovisualidad”
(Bayardo y Lacarrieu 1999: 215-286). Los productos audiovisuales es un lugar clave de
la comunicación intercultural mediática. Los públicos se apropian, a partir de sus
patrones culturales locales, de productos transnacionales creados, frecuentemente, a
partir de referentes culturales distintos.
En relación al periodismo podríamos afirmar que cada día es mayor el número de
noticias que hacen referencia a la interculturalidad. Una de las mayores preocupaciones
de los colegios profesionales (Comissió Mitjans i Xenofòbia 1998), de las instituciones
públicas (Ajuntament de Barcelona 1998) y de la sociedad civil (desde las ONG a los
colectivos de migrantes) es el tratamiento que los medios de comunicación dan de las
noticias relativas a culturas distintas de las autóctonas. Distintas investigaciones han
puesto de manifiesto los sesgos etnocéntricos, e incluso xenófobos, de las informaciones
periodísticas (Rodrigo y Martínez 1997) (Giró 1999). Así pues se hace imprescindible
dar a los nuevos periodistas una formación en comunicación intercultural para que
sepan aproximarse a manifestaciones culturales, realidades sociales, etc. que les son
ajenas. Evidentemente en el caso de los corresponsales o los enviados especiales la
competencia comunicativa intercultural es imprescindible. Pero también lo es para los
periodistas que trabajan en el propio país, ya que no es necesario desplazarse muy lejos
para que la interacción intercultural se produzca.
La formación de los futuros profesionales de la comunicación en una sociedad
multicultural es una de las apuestas más importantes del futuro. La universidad no
puede renunciar a este reto democrático. En este sentido, quisiera recoger, a
continuación, algunas de las propuestas que ya he formulado, junto con el profesor
Martínez Nicolás, en otro lugar (Martínez y Rodrigo 1997). En primer lugar, se debe
sensibilizar a los estudiantes ante los retos de la multiculturalidad. Si nos fijáramos en las
bibliografías que utilizamos en nuestra docencia se vería que hay un gran predominio
europeo y norteamericano, con alguna referencia latinoamericana. Implícitamente se pone
de manifiesto que el saber corresponde a determinados países. En segundo lugar, hay que
ofrecer instrumentos de reflexión y de crítica que permitieran a los estudiantes ver donde
están los obstáculos prácticos que pueden encontrar los periodistas a la hora de elaborar
una información que evite los prejuicios xenófobos. En tercer lugar, se deben ofrecer
instrumentos para la acción efectiva en su trabajo futuro. Evidentemente, no se trata de
formar antropólogos, ya que se trata de profesiones distintas. Pero uno de los ámbitos más
importantes de la comunicación es el de la comunicación intercultural (Rodrigo 1999) y,
desgraciadamente, en las facultades de Ciencias de la Comunicación y de la Información
no se le da la importancia que merece.
Por otro lado, las facultades de Ciencias de la Comunicación y de la Información deben
también dar respuesta a la demanda de conocimiento en comunicación intercultural. Así,
por ejemplo, los estudios de comunicación intercultural serían un complemento ideal a las
obras ya existentes de educación multicultural (Jordán 1994). La interculturalidad se
perfila como uno de los temas claves del siglo XXI, tanto por su transdiciplinariedad como
por los múltiples problemas de investigación que se derivan de este objeto de estudio. Por
ejemplo, uno de los temas más interesantes actualmente es el de las identidades (Rodrigo
2000), que trataremos más adelante. Pero no sólo la interculturalidad se va a convertir en
una de las áreas prioritarias de investigación, sino que también va a dar lugar a una
relectura, a partir de la interculturalidad, de muchos de los conocimientos acumulados
(Hernández 1999). Es decir que la interculturalidad se está convirtiendo en una perspectiva
de análisis.
Indicios sobre los estudios de interculturalidad en España
Quisiera antes de nada hacer una aclaración sobre este apartado. No trato de hacer un
estado de la cuestión sobre la investigación de los temas de interculturalidad en España.
Para ello debería haber hecho una investigación que yo no he realizado. Por otra parte
tampoco tengo conocimiento que dicho estudio exista. Así pues debe quedar claro que
no es una investigación exhaustiva de los estudios sobre interculturalidad en España.
Simplemente he intentado, a través de las herramientas que nos proporciona Internet,
consultar distintas bases de datos (Masip 1999). Esto, en el mejor de los casos, nos dará
algunas pistas o indicios sobre la investigación española en este ámbito, pero nunca nos
puede dar un radiografía detallada de lo que se trabaja en este campo de estudio. Espero
que nadie se sienta especialmente perjudicado por lo inevitablemente incompleto de
esta aproximación. En cualquier caso será para mi una gran ayuda recibir
[[email protected]]
información sobre, en concreto, los estudios de
comunicación intercultural que se han publicado en España. Otra aclaración previa que
debo hacer es que dado que la búsqueda de datos sobre comunicación intercultural, en
ocasiones, ha tenido resultados negativos he ampliado el ámbito a lo intercultural en
general.
La primera base de datos consultada (18 de enero de 2000) ha sido TESEO
<http://www.mec.es/teseo>. Se supone que recoge todas las tesis doctorales defendidas
en las universidades españolas desde 1976. Sin embargo no puedo dejar de constatar
que yo mismo he detectado algunas carencias en esta base de datos. En febrero de 1998
hice la misma búsqueda y aparecieron 15 referencias al introducir el ítem “intercultural”
(Rodrigo 1999:24). En la actualidad han aparecido 23 tesis de doctorado. Veamos
algunos de los datos a destacar. Para situar el área de conocimiento a que se refieren las
distintas tesis he utilizado el primer descriptor de las mismas, ya que me parece un
indicador más explícito que el departamento o el título del programa de doctorado.
Descriptor principal de la tesis Número de tesis
Lingüística
7
Pedagogía
7
Psicología
4
Antropología
2
Filosofía
2
Historia
1
Si nos fijamos en los años (cursos académicos) que se han defendido las tesis tenemos
el siguiente cuadro:
Curso académico
Número de tesis
1976-1977
1
1991-1992
2
1993-1994
1
1994-1995
2
1995-1996
1
1996-1997
9
1997-1998
7
A partir de estos datos es fácil apuntar que donde más investigación se ha realizado
sobre interculturalidad parece ser que son el ámbito de la lingüística (departamentos de
Traducción e Interpretación, Filología, Filosofía y Letras, etc.) y de la pedagogía
(Ciencias de la Educación). Si introducimos en la Base de Datos TESEO la consulta
“comunicación and intercultural” no aparece ningún documento. Parecería claro pues
que la investigación en comunicación intercultural está en sus inicios. De todas las tesis
consultadas sólo la de Anne Kelly Dorothy, aunque realizada en el departamento de
Filología Inglesa de la Universidad de Granada, podría considerarse dentro de la
comunicación intercultural. Esta tesis se titula Prensa e identidad nacional: la imagen
de España en la prensa británica y se defendió en el curso 1996-1997. Otra tesis tiene
un titulo (Bases per a una fonamentació teorica de la comunicació intercultural) que
nos obligaría también a considerarla claramente de comunicación intercultural, pero el
resumen es ilegible y los descriptores son del ámbito de la lingüística.
En relación a las fechas de lectura a estas tesis es evidente que, excepto una, todas son
de los años noventa y sobretodo de la segunda mitad de los noventa. De las 23 tesis 16
se han leído entre 1996-1998. Parece bastante claro que la investigación sobre la
interculturalidad es recientísima en nuestro país.
Otra fuente consultada <http://www.mcu.es/bases/spa/isbn/ISBN.html> (25 de enero de
2000) es la base de datos de la ISBN, que proporciona información bibliográfica de
todos los libros publicados en España desde 1972. Si introducimos el ítem
“comunicación intercultural” aparece una sola referencia que corresponde a la materia
de lengua española. Si introducimos el ítem “intercultural” hay 56 registros de los
cuales la gran mayoría corresponden a la educación intercultural.
Otra base de datos de artículos de revistas especializadas (consultada 25 de enero de
2000) es
<http://www.ucm.es/BUCM/compludoc>. Se trata de la biblioteca de la
Universidad Complutense de Madrid. Al introducir el ítem “comunicación intercultural”
aparecen cuatro referencias. Dos artículos de Rodrigo (1996 y 1997a), uno de García
Canclini (1995) y otro de Affaya (1998). García Canclini es un autor latinoamericano y
Affaya marroquí.
En relación a las revistas especializadas también se ha consultado la base de datos
CBUC
que
es
el
Consorci
de
Biblioteques
Universitàries
de
Catalunya
<http://sumaris.cbuc.es> (consultada el 25 de enero de 2000). Al introducir el ítem
“comunicació intercultural” aparecen solo dos referencias: la Revista CIDOB d’Afers
Internacionals nº43-44 de 1998 y Sociedad y Utopía. Revista de Ciencias Sociales
número extraordinario de 1999. La primera revista trata el tema de las dinámicas
identitarias desde una perspectiva pluridisciplinar, mientras que la segunda trata de la
educación e interculturalidad.
Si tuviéramos que hacer una valoración, a vuela pluma, de estos datos parece bastante
claro que el estudio e investigación de la comunicación intercultural no ha sido un
ámbito que haya dado en nuestro país excesivos frutos. Por el contrario empieza haber
una notable literatura sobre educación multicultural o intercultural. Además este ámbito
de investigación es muy reciente, aunque parece que en los últimos años la producción
intelectual se ha incrementado de forma notable.
Algunos orígenes y varios cuestionamientos
¿Por qué, actualmente, la comunicación intercultural o la interculturalidad parece ser
uno de los campos de interés interdisciplinar más importantes? Se afirma (Biernatzki
1986) que la expresión “intercultural communication” fue utilizada por primera vez por
el antropólogo norteamericano Edward T. Hall (1989), en 1959, en su libro The Silence
Language. Hasta los años 70 el estudio de la comunicación intercultural no se consolidó
en los Estados Unidos (Biernatzki 1995). ¿Pero por qué en su momento se consideró
que era un campo de estudio digno de ser desarrollado?
Como es sabido los saberes no se desarrollan al margen de las sociedades que los
propician. Después de la Segunda Guerra Mundial hubo un cambio en las relaciones
internacionales. Para los Estados Unidos, una de las potencias hegemónicas, la
comunicación intercultural se convirtió, en este momento histórico poscolonial, en un
instrumento estratégico para fundamentar su influencia exterior. Además, en los años
60, en el interior de los Estados Unidos las minorías étnicas norteamericanas empiezan a
reivindicar su propia singularidad cultural. Hoy en día aparecen reivindicaciones
identitarias en todo el planeta. Esto puede parecer contradictorio con los fenómenos de
mundialización, pero como afirma Maalouf (1999:112) “Así, la época actual transcurre
bajo el doble signo de la armonización y la disonancia. Nunca los seres humanos han
tenido tantas cosas en común, tantos conocimientos comunes, tantas referencias
comunes, tantas imágenes y palabras, nunca han compartido tantos instrumentos, pero
ello mueve a unos y otros a afirmar con más fuerza su diferencia.” En ocasiones uno
tiene la sospecha que, como dice Maalouf (1999:125), “En realidad, si afirmamos con
tanta pasión nuestras diferencias es precisamente porque somos cada vez menos
diferentes.” En cualquier caso, sea como fuere, hay un evidente interés social y político
hacia el tema de la comunicación intercultural y sobre temas que le son totalmente
adyacentes, como por ejemplo el de la identidad.
El tema de las identidades es muy amplio y nos obliga, en primer lugar, a tomar una
decisión investigadora. Así, por ejemplo, Israel (1995:64) considera interculturales los
siguientes ámbitos de interacción:
a) La comunicación entre dos orígenes diferentes (entre un francés y un español)
b) La comunicación entre el inmigrante y la sociedad que lo acoge (los argelinos en
España)
c) La comunicación intergrupal dentro de la propia sociedad (género, edad, clase social,
etc.)
d) La comunicación interracial e interétnica.
Cuando hablamos de identidad se plantea la disyuntiva de si hay que hablar de todas las
identidades o de algunas en concreto. Más adelante me posicionaré.
En segundo lugar, hay que explicitar que se entiende por identidad. Yo concibo la
identidad como una construcción cultural fruto de la socialización y de la interacción
social. Esto no significa que uno pueda prescindir de ella o cambiarla fácilmente, pero no
concibo la identidad desde una perspectiva esencialista o innatista. Es decir, defiendo una
visión constructivista de la identidad.
La identidad se construye por comparación y diferenciación. Es decir, el yo y el nosotr@s
lleva parejo el no yo (tu, él/ella) y el no nosotr@s (vosotr@s y ell@s). Identidad y
alteridad son dos caras de la misma moneda, aunque quizás una metáfora más exacta sería
decir que son las distintas caras de un dado poliédrico, en el que concurren distintas
identidades y alteridades. La unidad identitaria es una ilusión construida por algún poder.
Un hecho interesante al respecto fue al presentación por parte del Gobierno marroquí de un
informe sobre la opresión de la mujer en su país. Algunos medios de comunicación
españoles (El País, 26-I-2000, p.26) vieron en este acto político una forma de enfrentarse
al movimiento islámico. Así puede apreciarse como, en primer lugar, la identidad de
género no es independiente de otras identidades. Además, en segundo lugar, se pone de
manifiesto como en una misma comunidad coexisten distintos modelos identitarios con sus
dinámicas interdependientes. Es decir que una modificación en la identidad de género
puede afectar a la identidad religiosa.
Para adquirir una identidad, para conocerse, hay que reconocerse: conocerse a través de los
otros. Es necesario un reconocimiento social de la identidad con la que nos presentamos.
Mediante la aceptación de la propuesta de nuestra identidad por los otros dicha identidad
adquiere fijeza y se consolida. No siempre sucede así, puede darse la circunstancia que la
identidad atribuida a una persona sea la distinta de la que ella o él desearía. Sería, por
ejemplo, el caso de la persona de origen andaluz que, después de vivir años en Catalunya,
desearía ser considerado catalán en Catalunya y andaluz cuando vuelve a Andalucía y
ocurre todo lo contrario: en Catalunya se le sigue considerando andaluz y en su localidad
de origen se le llama el "catalán" o la "catalana".
En la construcción de la identidad podríamos diferenciar un doble nivel. A nivel
paradigmático la persona tiene a su abasto una serie de modelos históricamente
establecidos y socialmente connotados y que, al mismo tiempo, se van renovando. Lo que
caracteriza la sociedad actual es la proliferación de modelos.
El segundo nivel de la construcción identitaria es el pragmático, la identidad se "conforma" en la interacción con los otros. Es en las relaciones intersubjetivas donde las
identidades adquieren su forma. Si aceptamos una cierta generalización podríamos apuntar
que los cambios operados en los modelos de identidad femenina repercuten directamente
en los modelos de identidad masculina y en otras dinámicas identitarias, como las
religiosas.
Hay que señalar que nos encontramos en un momento histórico en el que los cambios
que se operan nos llevan a tomar algunas decisiones. Los modelos de relación que las
identidades tradicionales propiciaban pueden ser en muchos casos totalmente
inoperativos, tanto por lo que se refiere a las identidades de género como a las (otras)
identidades culturales. Aunque como hemos visto todas las identidades están muy
interrelacionadas, por mi parte cuando hablo de identidad y comunicación intercultural
(Rodrigo 2000) me refiero a la identidad cultural desde un punto de vista étnico y
global. En este tema me siento muy próximo a Maalouf (1999:191) cuando afirma que
una persona debe su identidad a “la suma de sus diversas pertenencias en vez de
confundirla con una sola, erigida en pertenencia suprema y en instrumento de
exclusión...” Hay que ir con cuidado que la reivindicación identitaria no conduzca
finalmente a un racismo cultural. En está línea sigue Maalouf (1999:192) “Del mismo
modo, también las sociedades deberían asumir las múltiples pertenencias que han
forjado su identidad a lo largo de la Historia, y que aún siguen configurándola...” Lo
que no se puede hacer en Catalunya, por ejemplo, es reivindicar un visión multicultural
de España, pero no reconocérsela a sí misma. Lo que no puede hacerse es denunciar el
etnocentrismo ajeno y olvidar el propio. Lo que no puede defenderse es el mestizaje
desde el esencialismo cultural. Lo que no puede aceptarse es pensar que los otros son
“étnicos” y que nosotros somos “normales”. Vivimos en una época francamente
paradójica.
Castells (1998b: 392) afirma que lo que caracterizará el siglo XXI es que se vivirá en
una perplejidad informada. Por un lado se dice que estamos en la sociedad de la
información. Se habla del ciberespacio, de la realidad virtual, etc. El viejo eslogan de
Mc Luhan “la aldea global” parecería que pronto será una realidad. Esto es un
espejismo. Castells (1997:378) en relación a Internet afirma “En general, aunque existe
un gran desacuerdo sobre cuantos usuario están realmente conectados, hay una
convergencia de opinión sobre su potencial en cientos de millones de ellos a comienzos
del siglo XXI. Los expertos consideran que, técnicamente, Internet podría conectar un
día a más de 600 millones de redes informáticas.” Es cierto, como recoge Castells
(1997: 379-383), que el crecimiento en los últimos años es espectacular y que 600
millones internautas es una gran cifra, pero conviene recordar que es sólo el 10% de la
población mundial. ¿ Lo que crea Internet es una aldea global o se trata de un barrio
residencial? Es bastante ilustrativo consultar el trabajo de Castells ya que se ve qué
países aparecen en el mundo (por el número de conexiones a Internet) y qué países son,
de forma literal, borrados de mapa.
Por otro lado, es bastante paradójico que en un mundo aparentemente tan bien
informado la incertidumbre no hace más que crecer. Es posible que la mayor
información aumente nuestra ignorancia porque empezamos a saber lo que no sabemos.
Cada día somos más conscientes de nuestra propia complejidad social y empezamos a
reconocer la complejidad social ajena. Estamos en un tiempo para repensar, para
reflexionar, para renegociar muchas cosas que dábamos como ya sabidas y conocidas.
Incluso en el propio conocimiento científico podemos apreciar un cambio. Edgar Morin
(1994:68) señala que en el siglo XX se ha producido una invasión de la cientificidad
clásica en las ciencias sociales y humanas. Esto ha hecho que el sujeto desapareciera de
las ciencias sociales y humanas para ser reemplazado por las estructuras, los estímulos,
etc. Hoy en día se ha producido una restitución del sujeto a la ciencia. Así se concibe la
ciencia como una construcción social y al mismo tiempo como constructora de lo social.
Además un cierto universalismo racionalista también ha potenciado una visión simplista
de la realidad. Quizás fuera mejor hablar de racionalidades mixtas, híbridas y plurales.
Las racionalidades son mixtas porque es ingenuo pensar que la racionalidad está exenta
de emociones y de valores. Una racionalidad de los medios, quizás podría ser,
exclusivamente racional, pero la racionalidad de los fines requiere una valoración. Las
racionalidades son híbridas porque, en nuestra vida cotidiana, se entremezclan las
racionalidades de distintos mundos: el doméstico, el económico, el cívico, el político,
etc. En estos mundos no siempre la racionalidad ocupa el mismo lugar ni funciona
según las mismas reglas. Las racionalidades son plurales porque por poco que se haya
practicado la comunicación intercultural uno se da cuenta que hay que negociar con
distintas racionalidades. Supongo que se entiende que no se trata de anunciar la muerte
del racionalismo sino su evolución a una visión más amplia y más flexible de la
realidad. Frente a un positivismo aristotélico, fundamental en las ciencias puras, el
idealismo platónico es un punto de partida interesante para el diálogo intercultural.
Platón, que creo que tiene las espaldas suficientemente anchas para soportar el embite,
quizás podría ser un autor-enlace entre distintas culturas. Su concepción de la existencia
de un mundo real (quizás incognoscible) y de un mundo de la representación (quizás
distinto en cada cultura) podría ser útil para aproximar la cultura occidental a otras
culturas.
En esta misma línea, se constata que el lenguaje, que sirve para comunicar los
descubrimientos científicos, no es un instrumento diáfano sin ambigüedades. El
discurso científico también utiliza una determinada retórica. Cuando Morin (1997)
propone su paradigma de la complejidad, no pretende llevar a cabo una revolución
científica, en sentido khuntiano. Lo que se pretende con el paradigma de la complejidad
no es un conocimiento universal ni una teoría omnicompresiva. Se trata más bien de
hacer una aproximación que nos muestre la diversidad y la complejidad de la realidad.
Como hemos visto, el clima de opinión actual favorece una aproximación al Otro
diferente a lo que hasta ahora la modernidad permitía. Esto nos lleva a plantearnos hasta
qué punto la modernidad ha sido capaz de gestionar o de articular una comunicación
intercultural.
producto
¿Qué sucede en aquella culturas que perciben la modernidad como
de
culturas
ajenas?
Para
muchas
culturas
modernidad
significa
occidentalización. Como afirma Maalouf (1999:88) “... en al caso de los occidentales,
cuanto más se modernizan más en armonía se sienten con su cultura (,,,) Para el resto
del mundo, para todos lo que han nacido en el seno de las culturas derrotadas, la
capacidad de recibir el cambio y la modernidad se plantea en otros términos. (...) la
modernización ha significado siempre abandonar una parte de sí mismos.”
¿No puede entenderse la interculturalidad como uno de los síntomas de la crisis de la
modernidad? En su última obra conjunta Berger y Luckmann (1997) señalan que la
modernidad ha conllevado una nueva configuración social del sentido que ha abocado a
una crisis única desde un punto de vista histórico. Pero téngase en cuenta que Berger y
Luckmann no se refieren a las relaciones interculturales, en sentido estricto, sino a lo
que ocurre en el seno de una misma sociedad, donde evidentemente pueden darse esta
relaciones interculturales pero que serán distintas a la relaciones interculturales
internacionales.
Quizás podríamos estar de acuerdo que la modernidad actual no es la misma que las de
sus inicios ni la del principios del siglo XX. También podríamos estar de acuerdo que
una de las características de nuestra época es el cambio acelerado que percibimos,
quizás de ahí la perplejidad informada. En cualquier caso, considero que los tiempos
actuales propician un pensamiento fundado en la responsabilidad de nuestras
construcciones de la realidad social y de las acciones que las acompañan. No nos
podemos escudar en la inevitabilidad de una realidad universal, ahistórica e inmutable.
Como se puede colegir esto tiene una serie de implicaciones sociales, políticas,
ecológicas y culturales que quizás todavía sea demasiado pronto para decir hacia donde
nos llevarán.
El destino del ser humano es participar en los procesos sociales que se van produciendo
y de los que él forma parte. Es cierto que la complejidad de las relaciones interculturales
nos desorientan e incluso nos atemorizan, pero por muy difícil que sea la comunicación
intercultural, en la actualidad, es inevitable. Por ello debemos estudiar y reflexionar
sobre esta complejidad. Esto nos debe llevar a una posición de apertura y de
cuestionamiento. Es posible que estemos en una situación de crisis, pero quizás se trata
de una crisis de crecimiento hacia la humanización. Hay que tener en cuenta que la
palabra crisis procede del griego Krisis, que significa decisión. Estamos en un tiempo de
reflexión y de toma de decisiones.
Algunos límites de la interculturalidad
Uno de los primeros problemas que nos plantea el apasionante ámbito de la
comunicación intercultural es la propia definición del fenómeno. ¿Cuándo podemos
decir que nos encontramos ante una comunicación intercultural?
Para Ellul (1993:497-499) hay cinco condiciones para que se dé una comunicación entre
dos culturas que coexisten en un mismo conjunto social.
a) La diferenciación de los grupos. “Es necesario que la diferencia sea suficientemente
importante y profunda para que haya un intercambio importante e inesperado” (Ellul
1993:497).
b) La comprensibilidad. A pesar de la diferencia “... es necesario que la información
transmitida por la comunicación sea comprensible, asequible para el receptor.” (Ellul
1993:498).
c) El reconocimiento recíproco. “Es decir, simplemente, que cada uno reconozca a el
Otro, en tanto que Otro, sin negarlo, lo que es evidentemente una disposición a la
apertura y al cuestionamiento.” (Ellul 1993:498).
d) La aceptación. “No sólo hay que reconocer a el Otro en tanto que Otro, además hay
que aceptarlo como tal, tolerarlo en su diferencia.” (Ellul 1993:498).
e) La no monopolización de los medios de comunicación. “La única formula aceptable
es la autogestión. Que cada grupo cultural tenga su radio, su televisión, sus periódicos,
con tantos intercambios entre grupos como sea posible de forma que la comunicación
no sólo sea intragrupal sino que permita un verdadero conocimiento de los grupos entre
sí” (Ellul 1993:499).
Muy rápidamente, y de forma resumida, quisiera recordar (Rodrigo 1999) algunos
elementos importantes para una comunicación intercultural eficaz:
a) Una lengua común o un sistema de comunicación común. Es necesaria una cierta
competencia comunicativa y no sólo una competencia lingüística. Por un lado, la
comunicación no verbal es muy importante (Rodrigo 1999:130-161); por otro lado, no
se puede presuponer que los sistemas de comunicación de otras culturas sean semejantes
a las nuestras. En occidente se suele dar mucha importancia a la palabra, mientras que
otras culturas, como la japonesa, pueden valorar el silencio de forma distinta a la
occidental.
b) Conocimiento de la cultura ajena. Es difícil separar la lengua de la cultura. No es una
anécdota que en España, como hemos visto anteriormente, en los departamentos de
Traducción e Interpretación se haya defendido un buen número de tesis sobre
interculturalidad. Es imprescindible un buen conocimiento de una cultura para poder
descodificar correctamente los distintos niveles de interpretación de los mensajes.
c) El re-conocimiento de la propia cultura. La comunicación intercultural no sólo
implica una aproximación a otras culturas, sino también el esfuerzo de repensar la
cultura propia. En muchas ocasiones no se es suficientemente consciente de nuestras
propias características culturales y llegamos a considerar nuestra conducta como la
forma “normal” de actuar.
d) La eliminación de los prejuicios. Evidentemente es necesario estar interesado por las
otras culturas, por su producción cultural y por sus vidas. Este interés no es sólo el
deseo etnocéntrico de reafirmar nuestra propia cultura en relación al “exotismo” del
otro. Para cambiar esta mirada se deben cambiar los perjuicios que se tienen y que
hacen tener una percepción sesgada.
e) Ser capaz de empatizar. Lo que se llama el “choque cultural” no produce solamente
una incomprensión sino que también se dan emociones negativas. Las emociones en la
comunicación son muy importantes (Rodrigo 1997b). El escritor mexicano Carlos
Fuentes (El País Semanal, 20/XI/1994, p.46) decía: “Todos los horrores del mundo
vienen de la incapacidad de imaginar a los otros.”
f) Saber metacomunicarse. Se suele decir que la comunicación intercultural es difícil y
que por ello, en muchas ocasiones, hay que explicar lo que se quiere decir cuando se
dice algo. La metacomunicación implica hacer explícito el contenido del mensaje y
nuestras intenciones comunicativas.
g) Alcanzar una interacción equilibrada. El diálogo intercultural debe realizarse la
situación de mayor igualdad posible. Esto no significa que hay que ocultar la existencia
de situaciones de poder diferentes. Pero ni el victimismo ni el paternalismo son
actitudes adecuadas para una comunicación intercultural eficaz.
Para completar a lo anterior recordemos, también, algunos de los obstáculos a la
comunicación intercultural.
a) Intentar comprender a los demás a partir de estereotipos. En cierta ocasión le
preguntaron al escritor británico Gilbert Kieth Chesterton qué pensaba de los franceses,
a lo que contestó: “No los conozco a todos”. Los estereotipos son simplificaciones
engañosas.
“Un estereotipo es un conjunto estable de creencias y de ideas
preconcebidas que los miembros de un determinado grupo comparte sobre las
características de otros grupos.” (Guirdham 1999:161). Las sobregeneralizaciones son
muy peligrosas porque nos hace caer en la falacia de que es fácil definir sencillamente a
un grupo cultural que, generalmente, suele muy complejo y heterogéneo.
b) No ser conscientes de nuestra propia ignorancia. Son tantas las culturas existentes en
la humanidad que en la mayoría de los casos no somos ni tan siquiera conscientes de
nuestra ignorancia supina. Price (1990:10) apunta la existencia de 3.500 grupos
culturales en el mundo. Este mismo autor recogía en Europa occidental un total de 45
grupos culturales (Price 1990:86-87). ¿A cuántos de estos grupos podemos decir que los
conocemos mínimamente?
c) La sobredimensión de las diferencias. Si al analizar otras culturas sólo nos fijamos en
las diferencias culturales, nos olvidaremos que constatar que seguramente hay muchos
puntos en común. A veces una visión excesivamente diferencialista puede suponer una
postura de exclusión del otro (Delgado 1998:143-190). Se ha hablado mucho del
derecho a la diferencia, pero se empieza a hablar también del derecho a la similitud
(Hassanain 1995:25).
d) No universalizar a partir de una cultura dominante. Si se universaliza se debe hacer a
partir de lo común entre los humanos y no de lo propio. No voy a entrar en la discusión
entre el relativismo y el universalismo (Rodrigo 1999: 57-60), pero quisiera apuntar que
el etnocentrismo nos puede conducir a una falsa universalización. Hay que recordar la
tendencia universalista del catolicismo (“católico” viene del latín cathólicus y del griego
katholikós que significa “universal”) o del eurocentrismo (Shohat y Stam 1994). El
patrimonio de la humanidad son todas las culturas. Si uno se reclama humano debe
defender a todas las culturas.
¿Seremos capaces de superar estos obstáculos y de utilizar los elementos necesarios
para alcanzar una comunicación intercultural más eficaz? Evidentemente no puede darse
una respuesta en general. En cada circunstancia hay que analizar como se desarrollan las
interacciones. En cualquier caso, es seguro que el proceso no será lineal. Se producirán
conflictos y pactos, avances y retrocesos. De todas formas nos encontramos ante un
fenómeno social, a escala mundial, inevitable.
Para finalizar quisiera comentar algunos de los límites de lo intercultural. Pero hay que
decir que se trata de unos límites paradójicos. Por un lado, pueden dificultar lo
intercultural pero, por otro lado, son condición necesaria de su existencia. Se trata de las
representaciones identitarias y territoriales. En relación a la primera, la alteridad puede
ser una barrera infranqueable, pero si no existieran los otros no habría comunicación
intercultural. Por lo que hace a la segunda, la apropiación de un territorio por parte de
una cultura puede hacer que otros grupos pierdan este referente de pertenencia y se
sientan eternamente forasteros. Mientras se siga asociando una cultura a un territorio la
negociación intercultural se seguirá haciendo entre “los que son de aquí” y “los que no
son de aquí”.
Para superar estos límites se debería superar una lógica del conocimiento diferencialista.
Es cierto como apunta Delgado (1999:25) que “...en las sociedades humanas, la
diferenciación (étnica, religiosa, genérica o de cualquier otro tipo) cumple la misma
función que en cualquier expresión de la vida en el universo: garantizar la organización
y la comunicación.” Pero quizás sólo un pensamiento más complejo podría superar este
mecanismo cognitivo diferencialista, este límite identitario. Por su parte el propio
Delgado (1999:25) se encarga de puntualizar: “Ahora bien, la diferencia no niega una
cierta homogeneidad puesto que: es su condición. Es verdad que no puede existir
percepción ni pensamiento sin diferencia, pero la diferencia tampoco podría existir si no
se recortara sobre una unidad, una totalidad que integra la globalidad de maneras de
existir y que solemos llamar naturaleza, universo o, simplemente, vida. En el ámbito
humano, ese fondo común sobre la que las diferencias pueden recortarse se llama
sociedad.”
Por lo que hace al límite territorial, los procesos de desterritorialización de la cultura
quizás harán posible que dicho límite se vaya desdibujando. Esto no llevará, al menos a
medio plazo, a una uniformización mundialista sino a unas identidades más flexibles y a
unas fidelidades múltiples. Habrá recuperar un saber intercultural acumulado. En
muchas ocasiones la historia es un proceso de ocultación y olvido. Recordemos la
“España” de las tres culturas (judía, cristiana y musulmana). He utilizada la palabra
“España” a sabiendas el anacronismo histórico. Pero hay que tener en cuenta que el
pasado se suele leer desde el presente. De lo que se trata, aunque sea reforzando
aparentemente la concepción cultural territorialista, es recordar que en un mismo
espacio, en nuestro pasado, se produjeron dichas relaciones interculturales y no olvidar
que ninguna cultura posee un territorio. Son los seres humanos los que desarrollan su
cultura en un espacio.
¿Cuál es debería ser la mirada de un interculturalista? Una posible mirada sería desde la
propia cultura intentar explicar y entender otras culturas. Esta perspectiva etic (Rodrigo
1999:33-35) puede ser importante para hacer comprender a un grupo determinado una
cultura distinta. Otra mirada sería ver la cultura desde dentro, según los propios
referentes de cada grupo cultural. Esta perspectiva emic (Rodrigo 1999: 33-36) permite
una mejor comprensión de la cultura, pero pierde traducibilidad para los que no
participan de ella. Una tercera mirada podría ser una mirada metacultural. Se trataría de
construir un aparataje de análisis que no fuera deudor de ninguna cultura en concreto.
En cualquier caso, una mirada intercultural no puede ser una mirada sesgada y parcial.
Si medimos a los demás por sus horrores, a veces nos olvidamos de recordar nuestros
propios horrores. No es aceptable hacer una valoración metonímica de una cultura.,
tomando la parte por el todo. La cultura es una unidad compleja, aunque no
necesariamente complicada, en la que se entremezclan el modo de producción de la
sociedad (económica), la organización social (política), la expresión del imaginario (por
ejemplo, la expresión artística) y la formulación simbólica (por ejemplo, la religión).
Estoy convencido que toda cultura tiene sus horrores. Es difícil sostener que en una
cultura todo deba ser salvado. El problema, sin embargo, es quiénes serán los jueces y
hasta qué punto se puede incidir en un aspecto de una cultura sin afectar al resto. Creo
que hay que aceptar la concepción holística de la cultura. Se trata de un todo formado
por partes, pero es necesaria la participación de estos elementos para constituir el todo.
Evidentemente la cultura es dinámica y va cambiando. Pero puede ser difícil forzar esta
dinámica. Estos cambios sólo serían posible por la aceptación final de los que llevan a
cabo determinadas prácticas culturales y, en muchas ocasiones, por una sustitución de
dichas prácticas por otras. Los límites de estos cambios son difíciles de determinar, pero
lo que parece evidente es que estamos viviendo un proceso de cambio acelerado. Y
estos cambios afectan inevitablemente a las personas en su ámbito más personal y
cotidiano. Así la situación actual llevará según Castells (1998b:383) a “la formación de
personalidades flexibles, capaces de llevar a cabo constantemente la reconstrucción del
yo...” Para Giddens (1997:48) “las transformaciones del yo y la mundialización son los
dos polos de la dialéctica de lo local y lo universal en las condiciones de modernidad
reciente. En otras palabras, los cambios en aspectos íntimos de la vida personal están
directamente ligados al establecimiento de vínculos sociales de alcance muy amplio.”
Todo esto nos lleva a una actitud de reflexividad generalizada (Giddens 1997:33). Este
repensarnos a nosotros mismos y a nuestra cultura provocan una antropoligización de la
sociedad. Si a esto le añadimos una apertura cada vez mayor a nuevas realidades
culturales y el florecimiento de lo local, nos encontramos que la antropología de los
mundos contemporáneos (Augé 1995) adquiere un máximo interés. La cultura y las
relaciones interculturales se han convertido en uno de los centros de preocupación, no
sólo de las sociedades posmodernas, sino también en las relaciones internacionales
(Huntington 1997). Recordemos finalmente que para Castells (1998b:382) "Las batallas
culturales son las batallas del poder en la era de la información. Se libran
primordialmente en los medios de comunicación y por los medios de comunicación,
pero éstos no son los que ostentan el poder. El poder, como la capacidad de imponer la
conducta, radica en las redes de intercambio de información y manipulación de
símbolos, que relacionan a los actores sociales, las instituciones y los movimientos
culturales, a través de iconos, portavoces y amplificadores." Como puede apreciarse nos
esperan, para aquellos que sepan vivirlo con interés, unas nuevas realidades
apasionantes.
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