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Científicas sociales pioneras y sus contribuciones a la American
Journal of Sociology
Silvia García Dauder 1
Resumen
Esta comunicación trata de visibilizar artículos escritos por mujeres y publicados en la prestigiosa revista
American Journal of Sociology desde su número inaugural hasta 1920. En concreto se centra en los textos
escritos por las mujeres etiquetadas como miembros de la “Escuela de Chicago”, analiza su obra colectiva
y su papel en la institucionalización de la Sociología como ciencia en EEUU. Con ello se pretende dar a
conocer sus nombres olvidados, analizar sus contribuciones en las confusiones entre ciencia y reforma
social, pero también reflexionar sobre las políticas de género y reconocimiento dentro de las ciencias
sociales y en la institucionalización de su historia.
Palabras-clave: Historia; Género; Sociología; Escuela de Chicago de Mujeres.
1
Profesora
Titular Interina de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid-España). E-mail: [email protected]
1
Las mujeres de la Escuela de Chicago en los orígenes de la Sociología
estadounidense
La historia de las grandes fechas, las grandes teorías y los grandes [h/n]ombres de las
ciencias sociales esconde secretos muy bien guardados, pequeñas grandes joyas que
por sus posiciones transfronterizas y marginales de los circuitos de reconocimiento y
legitimación han sido olvidadas constituyendo memoria por ausencia. El grupo de
mujeres de la Escuela de Chicago ejemplifica este olvido de brillantes teóricas sociales
de finales del siglo XIX y principios del XX, y la ausencia de genealogía como
consecuencia de las políticas de género y conocimiento. Evidencia la condición nomarcada del género masculino como garante privilegiado de reconocimiento histórico en
estas disciplinas sociales. Si bien la mujer científica de la época era percibida como “una
contradicción en sus propios términos”
(Rossiter, 1992), estas científicas sociales pudieron negociar sus identidades de género
y sus identidades profesionales a través de la reforma social, un ámbito tradicionalmente
considerado como “femenino”.
Aunque ni sus nombres, ni sus fotos, ni sus contribuciones estén presentes en los
3
manuales de texto de historia , las mujeres de la Escuela de Chicago contribuyeron
desde posiciones académicas marginales al establecimiento y afianzamiento de la
Sociología como disciplina, siendo pioneras como sociólogas y como mujeres
sociólogas. Este grupo formó parte de la primera generación de mujeres con estudios
superiores en EEUU, pero además, participó de los orígenes de la Sociología como
disciplina científica en dicho país, en concreto, de la creación del primer Departamento
de Sociología en la Universidad de Chicago en 1892 por William Harper. Dicho
departamento estuvo formado en su constitución por cuatro miembros fundacionales:
Albion Small, Frederick Starr, Charles Henderson y, una
mujer, Marion Talbot. Talbot fue contratada como profesora de Ciencia Sanitaria y
después como decana de mujeres. Pero en 1902, y tras diez años de exitosa
2
Profesora Titular Interina de la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid-España). E-mail: [email protected]
Excepción son los textos de Lengermann y Niebrugge-Brantley (1998) y Deegan (1991, 2000) donde se recuperan las
contribuciones de las “grandes” científicas sociales nacidas antes de 1900: además de las mujeres de la Escuela de Chicago
aparecen los nombres de Harriet Martineau, Anna Garlin Spencer, Beatrice Potter Webb, Katharine Bement Davis, Charlotte Perkins
Gilman, Ida Wells-Barnett, Marianne Weber, Emily Greene Balch, Ethel S. Dummer, Lucile Eaves, Alexandra Kollontai, Elsie Clewes
Parsons, Jessie Taft o Dorothy Swaine Thomas.
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coeducación en la universidad, tuvo que luchar contra la segregación sexual impuesta
por su presidente que quiso construir un junior college solo para mujeres. Según éste, la
coeducación había tenido una razón fundamentalmente económica, solventado este
problema, ya no había motivos para que estudiantes varones y mujeres compartieran
aula. La “avalancha” de matriculaciones femeninas podía suponer un nuevo problema,
esta vez de prestigio social (Rosenberg, 1982; Deegan, 2000).
Esta segregación sexual vino acompañada de una segregación disciplinar. La
Ciencia Sanitaria se separó del Departamento de Sociología y se creó un nuevo
departamento “femenino”, de menor estatus y recursos, “Economía Doméstica”–
Home Study-, destinado a mujeres profesoras. Por otro lado, en 1920 se adscribió a la
universidad la Chicago School of Civics/Philanthropy denominándose en su nuevo
emplazamiento la School of Social Service Administration o Escuela de Trabajo Social.
De esta forma, se iban escindiendo de forma progresiva de la sociología las actividades
de reforma, antaño parte imprescindible de la misma, desde su fundación. Medidas
todas ellas que venían a reforzar la segregación sexual del trabajo: una masculinizada
sociología teórica y abstracta; y su cara práctica, feminizada y desprestigiada, convertida
en trabajo social (Deegan, 2000).
Así, las mujeres que se graduaban en sociología terminaban, o bien en puestos
marginales a tiempo parcial en departamentos “femeninos” de las principales
universidades, o bien en colleges de mujeres (en Wellesley como Emily Green Balch o
Edith Abbott; en Vassard como Lucy Salmon o en Barnard como Elsie Clews Parsons).
Pero la mayoría de ellas terminaban empleadas en puestos de reforma fuera de la
academia, en centros o agencias sociales. Una fuente muy importante de generación de
empleo fue la red de mujeres creada desde las conexiones Universidad de Chicago
(gracias a Marion Talbot decana de mujeres), la Hull House (el centro social liderado por
Jane Addams y espacio neurálgico para las mujeres, desde donde emanaron acciones
investigadoras, políticas y de reforma) y la Association of Collegiate Alumnae –ACA(una asociación creada para la promoción de la carrera de mujeres universitarias)
(Deegan, 2000). De esta red surgió lo que se ha denominado la “Escuela de Chicago de
Mujeres” de la que formaron parte, entre otras, Jane Addams, Marion Talbot, Florence
Kelley, Julia Lathrop, Frances Kellor, Edith Abbott, Sophonisba Beckinridge, Grace Abbot
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o Annie M. McLean (Deegan, 1991; Lengermann y Niebrugge-Brantley, 1998). Una red
de mujeres científicas sociales que trabajaron en colaboración y de forma interdisciplinar
aunando teoría, investigación y reforma social. Dada la sospecha de un problema social,
recogían datos para documentar que ese problema existía y emprendían una política de
acción social, basada en esa evidencia de datos, para resolver ese problema.
En esta red profesional de mujeres científicas fueron claves los centros sociales
como la Hull House. Fue fundado por Jane Addams en 1889, tres años antes que el
primer departamento de sociología, y desde allí surgieron trabajos colectivos e
interdisciplinares de investigación social como Hull House Maps and Papers: A
Presentation of Nationalities and Wages in a Congested District of Chicago, Together
with Comments and Essays on Problems Growing out of the Social Conditions, una
investigación de 1895 sobre el vecindario del centro y clave para entender los orígenes
del trabajo sociológico realizado por mujeres (Deegan, 2000). Aparte de este centro, se
crearon otras agencias sociales y gubernamentales que emplearon a científicas sociales:
como la National Consumers’League (que presidió Kelley), la League for the Protection
of Immigrants (donde trabajaron Beckinridge, Lathrop y Grace Abbott y que protegía a
los inmigrantes frente a las agencias de trabajo temporal) o el Children Bureau (presidido
por Lathrop y luego por Grace Abbott, uno de cuyos principales objetivos fue la
eliminación de la explotación laboral en la infancia y la obligatoriedad de la escuela), etc.
Algunas como Kelley, Kellor o MacLean también estuvieron empleadas en agencias
estatales como inspectoras de fábricas o en comités que supervisaban las condiciones
laborales o de calidad de vida. Como se puede ver en la tabla 1, gran parte de los
artículos escritos por estas mujeres en la AJS tienen como afiliación asociada alguna de
estas organizaciones. En las primeras décadas de la revista, los objetivos, las
investigaciones y las actividades llevadas a cabo en este tipo de centros fueron
consideradas conocimiento sociológico legítimo y publicable.
La progresiva especialización y la discriminación de la academia hacia las mujeres
creó de forma paralela otra red, de varones académicos sociólogos, en general más
abstractos, y que concebían los centros sociales como “laboratorios sociológicos” y a su
población como “objetos” (Deegan, 2000). Si bien los primeros académicos de la Escuela
de Chicago fueron un puente entre ambas esferas, academia y reforma (Mead o
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