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Fernando ÁLVAREZ-URÍA
y
Julia VARELA
Sociología de ias instituciones
Bases sociales y culturales de la conducta
Ediciones Morata, S. L.
Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920
C/ Mejía Lequerica, 12 - 28004 - MADRID
m orata@ edm orata.es - w ww.edm orata.es
Tem as:
F am ilia
F e m in ism o
F ilo so fía p o lítica y so cia l
S o c io lo g ía
S o c io lo g ía de la e d u c a c ió n
T ra b a jo social
© Fernando ALVAREZ-URIA
y
Julia VARELA
Esta obra ha sido publicada con una subvención de la D irección G eneral del
Libro, A rchivos y B ibliotecas del M inisterio de C ultura para su préstam o públi­
co en Bibliotecas Públicas, de acuerdo con lo previsto en el artículo 37.2 de la Ley
de Propiedad Intelectual.
*
|S
G O B IE RN O
DE ESPAÑA
MINISTERIO
DE CU LTU RA
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comuni­
cación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de la propiedad
intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propie­
dad intelectual (arts. 270 y siguientes. Código Penal).
© de la presente edición:
EDICIONES MORATA, S. L. (2009)
Mejía Lequerica, 12. 28004 - Madrid
www.edm orata.es - morata@ edm orata.es
Derechos reservados
ISBN: 978-84-7112-602-3
Depósito Legal: M-36.836-2009
Compuesto por: Sagrario Gallego Simón
Printed in Spain - Impreso en España
Imprime: Closas-Orcoyen, S. L. Paracuellos del Jaram a (Madrid)
Cuadro de la cubierta: Llave 126, por Santiago Serrano.
Pintura sobre lienzo, (2 x 2), 2004.
Colección particular. Reproducido con permiso del autor.
Contenido
Introducción..................................................................................................................
Capitalismo y subjetividad, 9.
9
PRIMERA PARTE: Instituciones de socialización prim aria.................................
19
CAPÍTULO PRIMERO: La familia, una institución en ca m b io ..............................
Los sociólogos clásicos y la familia, 21.—Policía de las familias, 29.—La proletarización de la paternidad, 32. —La fragmentación de las relaciones familia­
res en la sociedad líquida, 35.
21
CAPÍTULO II: Sociología del género: Algunos modelos de análisis .................
Dominantes/dominadas, 40.—Revolución en la intimidad, 43.—Equilibrios y
desequilibrios de poder, 46. —Resistencias frente a las relaciones de poder
entre los sexos, 49.
39
CAPÍTULO III: La escuela y sus funciones sociales..............................................
Consenso versus conflicto, 55.—Escuela y legitimación de las desigualdades
sociales, 61.—Poderes y resistencias, 67.
55
CAPÍTULO IV: La juventud en el espacio social. El grupo deiguales ..............
Las primeras bandas de jóvenes, 76.—La sociedad de las esquinas, 79. —De
las subculturas juveniles a las redes informales, 85.—Juventud, inmigración y
discriminación: Las nuevas violencias urbanas, 91.
75
SEGUNDA PARTE: Instituciones de resocialización ...........................................
97
CAPÍTULO V: La relación médico-enfermo: Algunos estudios de sociología
de la medicina .......................................................................................................
El punto de vista del humanismo médico, 100.—La medicina y el sistema so­
cial: El rol del enfermo, 101.—La medicina del capital, 105.—Organización
social de la muerte, medicaiización de la vida, 109.—Medicina, poder y estilos
de pensar, 113.
99
CAPÍTULO VI: Sociología y antipsiquiatría: Crítica de las instituciones manícorniales .................................................................................................................
Del hospital psiquiátrico a la comunidad terapéutica, 121.—El rol del enfermo
mental y el nacimiento de la sectorización, 125.—Antipsiquiatría y sociología
crítica, 130.—La institución negada, 134.
119
CAPÍTULO VII: ¿Para qué sirven las cárceles?......................................................
Viaje por las penitenciarías de los Estados Unidos, 138.—Mercado de trabajo
y sistema penal, 141 . —Descenso a los sótanos del infierno, 143.—Ortopedia
de cuerpos y almas, 146. —La abolición de las cárceles, 148. —Desviación y
control social, 150.
137
TERCERA PARTE: Instituciones de socialización secundaria ...........................
153
CAPÍTULO VIII: La precarización del trabajo asalariado......................................
Nacimiento del sistema de fábrica, 156.—Trabajadores nómadas, 163.—Tra­
bajo, propiedad social y protección social, 168. —Sociología del nuevo traba­
jo, 172.
155
CAPÍTULO IX: La opinión pública y los cu ltu ra l s tu d ie s ......................................
Opinión pública y democracia, 178. —El debate Lippman/Dewey, 184. —¡Con­
sulte su destino a las estrellas!, 188.—“Cultural Studiesi', 194.
177
CAPÍTULO X: Sociología política: Neoliberalismo, Tercera vía y socialdemocracia ......................................................................................................................
Neoliberalismo y defensa de la familia tradicional, 201. —La Tercera vía y el
cultivo del yo, 206.—Socialdemocracia y centralidad del trabajo, 209.
199
Reflexiones finales:......................................................................................................
Democracia en las instituciones y ética ciudadana, 217.
217
BIBLIOGRAFÍA...............................................................................................................
227
Otras obras de Ediciones Morata de interés ..........................................................
239
¡ntrodueciém
Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen de una forma completa­
mente autónoma en las circunstancias que ellos mismos eligieron, sino que la hacen
en circunstancias que encuentran ya previamente preestablecidas, dadas, y here­
dadas.
Karl M arx .
Capitalismo y subjetividad
En los años o ch e n ta y n o ve n ta lo s n e o g ó tico s, ta m b ié n co n o cido s co m o los
siniestros, co n stitu ía n una tribu urb a n a pacífica, e d ucada, sile n cio sa , casi in v i­
sible en el in te rio r de las c u ltu ra s ju v e n ile s . V estían de negro. V ivían so b re todo
de noche. Se reunían en an tro s e xclu sivo s de a m b ie n te barroco e im p re g n a d o s
por el olor a incienso. Se fo to g ra fia b a n en los ce m e n te rio s, ro deados de tu m ­
bas y ruinas cu b ie rta s de hiedra. E scuchaban m ú sica g re g o ria n a y d isfru ta b a n
con los a cordes de ultra tu m b a y los c u e n to s de terror. A m antes del ro m a n tic is ­
m o y del e spíritu poético, los n e ogóticos, con sus rostros e m p o lva d o s y sus
gestos com edid os, com o si se tra ta se de a p a re cid o s, o de m uertos vivie n te s,
encarnaba n con m a yor fu e rz a que el resto de las o tra s trib u s el fa n ta s m a de la
m uerte social de la ju v e n tu d . No hay e sp a cio social p ara la ju v e n tu d cu a n d o no
hay un p royecto social a lte rn a tivo al e stú p id o im p e ra tivo ca te g ó rico de e n ri­
que ce rse p o r e n cim a de todo. Es m uy p ro b a b le que fu e se p re cisa m e n te la
fu e rza de e sta re p re se n ta ció n te a tra liza d a , e n ca rn a d a en unas v id a s fu n e ra ­
rias de otro tiem po , lo que g e n e ró co n tra e sto s jó v e n e s de te rcio p e lo , p ro v e ­
n ientes en su m a yo ría de las vie ja s clases m edias con m ovilidad social d e s ­
cendente, co n tin u a s agre sio n e s y a ctos de v io le n c ia por parte del resto de las
otras trib u s urbanas.
En el ce m e n te rio de Pére Lachaise, en el d istrito XX de P arís, se e n c u e n ­
tran las tu m b a s de A ug u sto C o m t e , y de otro s s o ció lo g o s de re n o m b re entre
los que fig u ra ta m bié n P ierre B o u r d ie u . Sin e m b a rg o p ara cu a lq u ie r vis ita n te
qu e d e a m b u le p o r la n e cró p o lis p a risin a hay una tu m b a que d e s ta c a en este
in m e n so parque m o n o te m à tic o pues se ha co n v e rtid o en una e s p e c ie de s a n ­
tu a rio de p e re g rin a ció n al que acuden a d ia rio n u m e ro so s fie le s y, e n tre ellos,
m uy p o sib le m e n te , m ás de un ne o g ò tico . Es el tú m u lo fu n e ra rio de A lia n K a r d e c v isita d o d u ra n te to d o el año por n u m e ro sos s e g u id o re s y s im p a tiz a n te s de
su p e n sa m ie n to , de m odo que su tu m b a se e n c u e n tra sie m p re in u n d a d a de flo ­
res y a co m p a ñ a d a de un p ú b lico va rio p in to que se fo to g ra fía ju n to a .su busto
de m árm ol negro. El c o n tra s te , por e je m p lo , con la tu m b a de un o s de los
pa d re s de la so cio lo g ía , H enri de S a in t - S im o n es n otable, pu e s la s e p u ltu ra de
é ste se e n cu e n tra a b a n d o n a d a , cu b ie rta de m oho, en fin, en un e sta d o la m e n ­
ta b le a pe sa r de h a ber m a n te n id o los s a in ts im o n ia n o s en el p ro p io d is trito XX
de P arís, al lado de la ca lle de M e n ilm o n ta n t, una de las m ás im p o rta n te s y
a c tiva s co m u n id a d e s s o c ie ta ria s d irig id a p o r el gran s e g u id o r de S a in t - S im o n ,
E n f a n t in .
En los cem enterios los vivos rinden culto a los m uertos, y perpetúan su
m em oria, siem pre acechada por el olvido, esa especie de cortina de niebla que
se hace cada vez m ás densa con el paso del tiem po. En todo caso parece so cio ­
lógicam ente relevante el m odo m ediante el cual nuestras sociedades reavivan la
m em oria de Alian K ar d ec a la vez que tienden a b orrar del recuerdo las p ro p u e s­
tas societarias de S ain t -S im o n . A m bos personajes representan respectivam ente
de un lado el idealism o individualista, propio de la p a rapsicología y la nigrom an­
cia, y del otro el industrialism o social igualitarista. R epresentan tam bién el paso
de una sociedad industrial de clases a una sociedad postindustrial de los indivi­
duos, es decir, la sustitución de los sistem as productivos, en los que se avivaban
las polém icas sociales y políticas sobre los m odelos de sociedad, por sociedades
caracterizadas por el predom inio de un capitalism o financiero que cam pea a sus
anchas en buena m edida gracias a la persistencia e intensificación del espejism o
de un yo profundo, autónom o, autosuficiente, que es preciso e xplorar sin de s­
canso, para descubrir al fin el árbol de la vida.
El sociólogo de la U niversidad de Harvard Philip S later defendió a com ien­
zos de los años setenta la existencia de un co nflicto generacional en los Estados
U nidos entre una cultura de los adultos, basada en la escasez, en la producción
y el consum o, en la acum ulación de riquezas, en la envidia, la com petitividad y la
búsqueda de la distinción, la cultura del esfuerzo y la búsqueda de la m ovilidad
social ascendente y, en el otro polo, unas culturas juveniles centradas en los se n ­
tim ientos, en el cultivo de la experiencia íntim a, en la entrega al presente inm e­
diato, en la búsqueda de la expresión estética y la creencia m ágica en el poder
del amor. La nueva cultura juvenil e staría basada en el rechazo del supuesto de
la escasez, por lo que la com petencia se haría innecesaria, y tam bién la agresión
hum ana. C uando los m edios de subsistencia abundan, la vida puede esta r d edi­
cad a al cultivo de la alegría y de la belleza interior. Lo im portante para la nueva
cultura no es la opulencia económ ica sino el disfrute del propio cuerpo. Del in­
dividualism o de los padres se habría pasado al narcisism o de los hijos, y una de
las vías de explicación del cam bio cultural la encuentra S later en el enorm e peso
ejercido por el D octor S p o c k , médico, profesor, y consejero de m illones de
m adres norteam ericanas. Las m adres o rientadas p o r S p o c k , escribe, la m ayoría
de clase media, creen en lo m á s pro fu n d o de sus corazones que s i realizaran su
tarea lo suficientem ente bien todos su hijos serían creativos, inteligentes, a m a ­
bles, generosos, felices, valientes, espontáneos y buenos, cada uno p o r supues­
to de un m odo pro p io y e s p e c i a l La educación personalizada desde la prim era
infancia sería la raíz principal del cam bio de las pautas culturales: de la cultura del
trabajo a la cu ltura de la identidad. Los sentim ientos de om nipotencia del yo pro­
cedentes de la jove n A m érica se habrían extendido en la actualidad por la vieja
Europa de fo rm a que m ientras que K a r d e c es entronizado en el panteón de los
héroes, la propia tum ba de S a in t - S im o n p arece condenada a quedar recubierta
por el m usgo y las tortuosas raíces de los árboles que la rodean.
La debilidad de la explicación de S la t e r no debe hacernos olvidar el paso
tendencial de una cultura predom inantem ente centrada en el esfuerzo, y en los
signos visibles del enriquecim iento, a una nueva cultura del yo psicológico, una
cultura que tam bién hunde sus raíces en el individualism o posesivo. C uando el yo
pasa a o cup ar el centro del universo, la vida social queda equiparada a las externalidades del sistem a productivo. La vida política se m etam orfosea entonces en
la feria de las vanidades, en un pase de m odelos de ropa rabiosam ente joven que
resulta prescindible para los que no abandonan los pantalones téjanos o las bermudas.
El análisis de las instituciones de socialización primaria, de resocialización, y
de socialización secundaria que abordam os en este libro es en gran parte fruto de
las clases de sociología que durante años hem os im partido en las facultades
de C iencias de la Inform ación y de Psicología en la U niversidad C om plutense de
Madrid. Se recogen por tan to en él una serie de estudios sociológicos que nos
han interesado, y tam bién algunos trabajos que nosotros m ism os hem os realiza­
d o 2. Las apreciaciones de los estudiantes, y los debates que hem os m antenido
con ellos en las clases, han sido un im portante estím ulo a la hora de elaborar esta
pequeña introducción a la sociología.
Para analizar la lógica de fu ncionam iento de las principales instituciones que
vertebran la vida social, y que contribuyen de form a decisiva a conform ar subjeti­
vidades, nos rem itim os sobre todo a investigaciones que fueron realizadas en su
mayor parte durante el siglo xx, y m ás concretam ente a partir de los años sesen­
ta y setenta del siglo xx, cuando la sociología crítica, predom inantem ente euro­
pea, conoció un gran em puje en íntim a relación con las m ovilizaciones que tuvie­
ron lugar en torno a los m ovim ientos estudiantiles de m ayo de 1968. Frente a la
Gran Teoría norteam ericana, y frente al m arxism o soviético, surgieron pujantes, a
finales de los años sesenta, toda una serie de estudios sociológicos que respon­
dían a dem a ndas radicales de reform a y cam bio social. Para transform ar una
sociedad a utoritaria en una sociedad dem ocrática era preciso objetivar la lógica
de funcionam iento de las instituciones sociales, m ostrar sus inercias, la pervlvencia de privilegios heredados y de desigualdades, analizar sus raíces, proponer,
en fin, líneas alternativas de cam bio. En este sentido este libro puede ser leído
1 Cf. Philip S l a t e r , La soledad en la sociedad norteamericana, Barcelona, Ed. Península, 1976,
pág. 106. Su análisis se centra sobre todo en el libro de Benjamín S p o c k , Baby and Child Care, Nue­
va York, Pocket Books, 1968.
2 De los diez capítulos que componen Sociología de las instituciones seis han sido escritos
para este libro, y los otros cuatro, los Capítulos II, VI, VII y X, han sido reelaborados a partir de tra­
bajos en su mayor parte ya publicados en la revista Archipiélago o en la revista Claves de la razón
práctica.
com o com plem ento de Sociología, capitalism o y dem ocracia, un estudio que
publicam os en 2004, tam bién en esta m ism a Editorial Morata, en el que tratam os
de estudiar la génesis y el desarrollo de la sociología occidental en íntim a relación
con la cuestión s o c ia l3.
C uando se aproxim a el tiem po de dar el relevo a los sociólogos de las gen e ­
raciones m ás jóvenes, consideram os que puede ser útil transm itir de form a escri­
ta, y un poco sistem atizada, nuestra propia m em oria profesional. En estos últim os
treinta años nuestras sociedades, y el m undo en general, han sufrido una gran
transform ación. Por tanto, para dar cuenta de las grandes fuerzas que atraviesan
nuestras sociedades en el presente, es preciso innovar, crear categorías nuevas,
abrir el cam ino a nuevas problem atizaciones. Pero los saberes científicos no par­
ten de cero, se construyen con m ateriales heredados, con viejas y nuevas ca te ­
gorías de pensam iento que, convertidas en cajas de herram ientas, nos perm itan
proponer nuevas teorías que den cuenta del cam bio social e institucional. Hoy,
com o ayer, los sociólogos trabajam os para intentar com prender el m undo en el
que nos ha correspondido vivir, objetivar sus violencias, sus relaciones de fuerza,
sus form as de dom inación. Trabajam os para favorecer el paso hacia sociedades
más justas y pacíficas, en las que podam os ejercer un control m ás autónom o
sobre nuestras propias vidas. Para ello es preciso o b je tivar los problem as socia­
les que nos impiden avanzar.
Las grandes declaraciones de los derechos hum anos afirm an que los seres
hum anos nacem os libres, iguales y no som etidos a servidum bre, pero nacem os
tam bién en el interior de sociedades jerarquizadas, herederas de una historia,
caracterizadas por instituciones y organizaciones que tienen un peso determ ina­
do en nuestros modos de ser, de pensar, de actuar, y de sentir, y que por tanto
inciden en la form ación de nuestra propia identidad.
En el siglo xx los grandes descubrim ientos de la genética, desde las leyes de
M e n d e l hasta el estudio secuenciado del g enom a hum ano, han proporcionado
un gran im pulso al estudio de las bases biológicas de la conducta. Las exp lica ­
ciones biogenéticas de la conducta, el recurso a las bases psíquicas de las accio­
nes de los seres humanos, silencian, o tienden a poner entre paréntesis, las bases
sociales y culturales de la acción social J *' s in e m b a rg o la pro p ia categorización
de las bases biológicas del com portam iento es de n aturaleza sociaí, pues tanto
las ciencias biológicas, com o las ciencias m édicas, e incluso las ciencias n atu­
rales, presuponen para su e xiste n cia un cierto d e sa rro llo social y epistem ológico
propio de sociedades que valoran los códigos científicos. No es posible, p o rta n ­
te, el ejercicio de un cierto grado de libertad, ni puede haber a cciones hum anas,
incluidas las destinadas a ^ p ro d u c c ió n de teorías científicas, si no están m e d ia ­
das por la vida social y c u ltu ra l'fp a d a uno de nosotros no se ría m o s hoy lo qué'
som os si hubiésem os nacido e n o tro tiem po y en otra sociedad, si nuestros lazos
sociales, nuestra lengua, nuestros valores cu ltu ra le s y religiosos, nuestras raí­
ces fam iliares y nuestros aprendizajes sociales fuesen m uy d istin to s de todos los
que contribuyeron a proporcionarnos una dete rm in ad a singularidad. A dquirim os
una posición social en función del capital económ ico, del capital social y del capi­
3 Cf. Fernando À lv a r e z -U rìa y Julia V a h e l a , Sociologia, capitalismo y democracia. Génesis e
institucionalización de la sociologia en Occidente, Madrid, Morata, 2004.
tal cultural heredados, y en función tam bién de nuestra p ro p ia tra ye cto ria per­
s o n a l4. La im agen que te n e m o s de nosotros m ism os no es aje n a a la que nos
devuelven los dem ás en las inte ra ccio n e s que m antenem os con ellos, de m odo
que nuestros itinerarios p ersonales están in disolublem ente unidos a los círculos
sociáles en los que nacem os y nos m ovem os, a las in stitu cio ne s por las que
pasam os y en las que nos socializam os, a los gustos y co n su m o s que ponem os
en práctica, a las acciones e in te ra ccio n e s con las que contribuim os, para bien o
para mal, a conform ar un d e te rm in ad o tip o de sociedad. En buena m edida esos
vínculos e instituciones, esas redes sociales, han contribuido a hacer de no so ­
tros lo que som os. R econocer el peso de lo social en n uestra propia e xistencia
no significa postular un d e te rm in ism o absoluto que no deje ningún espacio para
las opciones personales. La vid a social es coactiva, pesa con gravedad sobre
nuestro m odo de percibir, de p e n sa r y de actuar, pero a la vez g ozam os de cie r­
tos grados de libertad. Los su je to s no som os el resultado m ecánico del conjunto
de las fuerzas que con fo rm a n nuestra sociedad pero, por m ucho que los d iscu r­
sos ideológicos lo proclam en, ta m p o co existe el individuo aislado, totalm ente flo ­
tante, libre de vínculos, autónom o, autosuficiente, sin barreras que pongan lím i­
tes a su libertad. El yo a u to rre g u la d o es una q uim era fruto de una ilusión trivial.
No se tra ta de una ilusión sin con se cu e n cia s, pues sobre esa percepción de la
subjetividad ahistórica y asocial, libre de trabas, buena parte de los econom istas
m arginalistas erigieron una p e cu lia r concepción del hom o oeconom icus, y b u e ­
na parte de los representa n te s de la p sicología apelaron al ho m o psychologicus.
El hom o oeconom icus y el h o m o p sych o lo g icu s son en la actualidad las dos
caras de la m ism a m oneda, la im agen de m arca del ca p ita lism o de consum o
actualm ente en crisis.
En el siglo xix la sociología y la psicología se institucionalizaron com o cie n ­
cias universitarias. En la génesis y desarrollo de las ciencias operan procesos
com plejos, procesos enraizados en la conciencia colectiva, procesos de n a tura­
leza histórica, social y política, que inciden en el cam biante estatuto del saber. En
cierto m odo, en las sociedades m odernas los científicos retom aron los poderes
taum atúrgicos que durante m ucho tiem po perm anecieron m onopolizados por
m agos, sacerdotes e inquisidores. La cie n cia se hizo poderosa, entre otras
cosas, porque los científicos tam bién produjeron saberes susceptibles de ser instrum entalizados por los poderes públicos. La sociología, por ejem plo, retom ó de
los tribunales inquisitoriales la técnica de la encuesta, es decir, un procedim iento
judicial destinado a d ete rm in ar la verdad de la prueba. La psicología y la psiquia­
tría retom aron de los poderes religiosos la capacidad de expulsar y controlar a los
dem onios. El diablo no se fue com o por ensalm o del m undo cuando se produjo el
nacim iento de la M odernidad, se escondió, se replegó en lo m ás profundo de las
mentes erráticas, allí donde surge la voz ronca de la locura.
P reviam ente a que los saberes sociológicos y psicológicos se convirtiesen en
saberes académ icos, a finales del siglo xix, se produjo un im portante de scu b ri­
m iento que está en la ba se del n a c im ie n to de la e co n o m ía p o lítica : el d e s c u ­
4 Quizás uno de los análisis más afinado de los vectores que proporcionan a los actores socia­
les una posición social determinada en la estratificación social se puede encontrar en el libro de Pierre B o u r d ie u , La distinción. Critica y bases sociales del gusto, Madrid,Taurus, 1 9 8 8 . (La edición origi­
nal francesa data de 197 9 ).
brim iento de la población. Fueron los representantes de la e conom ía política e s­
cocesa, los defensores del liberalism o económ ico, q u ienes establecieron una
ecuación entre trabajo, población y riqueza. Si la fuente de la riqueza es el tra ­
bajo, entonces es preciso ocuparse de la población, pues q u ienes trabajan son
los productores de la riqueza, es decir, son ellos quienes hacen posible la riq u e ­
za de las naciones. P sicología y sociología surgieron com o saberes codificados
bajo el cielo protector de los e studios sobre la población. Los prim eros psicólogos
trataron de estudiar y de m edir la fu e rza de esa poderosa m á quina hum ana que
es el trabajador. Los tiem pos de reacción, la discrim in a ció n de pesos y medidas,
la fatiga y el sueño, la percepción, las respuestas a la e stim ulación, fueron a lg u ­
nos de los asuntos abordados por los pioneros tasa d o re s de cuerpos y almas,
por los prim eros e specialistas en el estudio de la m ente hum ana. La sociología a
su vez se ocupaba de un asunto tam bién vital para el s iste m a social: el estudio
de los m ecanism os que hacen posible el m antenim iento del orden social y su
reproducción.
S ociología y psicología nacieron en el seno de la sociedad de clases que,
a m edida que se desarrolló la división social del trabajo, se transform ó tendenclalm ente en una sociedad de los individuos. Sin em bargo, m ientras que los psi­
cólogos se centraron en los individuos, en los sujetos, ios sociólogos abordaron
la cuestión social, los e nfrentam ientos entre las clases y los problem as sociales
que generó la revolución industrial y el capitalism o, así com o el funcionam iento
de las instituciones sociales. Se produjo por tanto en el siglo xix una especie de
división social del trabajo en el interior de estas dos ciencias sociales: el individuo
para unos; la sociedad para otros. Los sociólogos tendieron a focalizar por tanto
su atención sobre los vínculos sociales, sobre la n aturaleza de las relaciones
sociales.
É m lle D u rkh e im o b servó que la de n sida d de las redes so cia le s va ría con la
n a tura leza de las sociedades. V ivim o s en socie d ad e s co m p le ja s, en socie d ad e s
em ine ntem e nte urbanas, po b lad a s por Individuos, s o cie d a d e s regidas por un
tipo de solidaridad que D u rk h e im d e n om inó s o lid a rid a d orgánica, para d ife re n ­
cia rla de la so lid a rid a d m e cá n ica propia de las so cie d ad e s rurales, de las lla m a ­
das so cie d ad e s tradicionales, de las so cie d ad e s trib a le s o prim itiva s, c a ra c te ri­
zadas por la fu e rza de los vín cu lo s co m u n ita rio s. En el sig lo xix los p sicólogos
se aferra ron a las bases psico física s de la subjetividad m ie n tra s que los s o ció ­
logos tendían a d ilu ir la su b je tivid a d en los vín cu lo s so cia le s hasta el punto de
que M a r x escribe en la Tesis VI so b re F e u e rb a c h que la e se n cia h um ana es e l
con ju nto de las re la cio n e s sociales. Vem os, por tanto, que si bien la p sicología
y la socio lo g ía hunden sus raíces en un p roceso m oderno de secu la riza ció n , se
bifurcan en el p roceso m ism o de su ¡nstitucionalización, se tie n d e n a divid ir en
fun ción del estudio de lo Individual o de lo colectivo. Los p sicó lo g o s se a n e xio ­
naron el espacio de la subjetividad, m ientras que los so ció lo g o s reclam aron
para sí todo el te rrito rio de lo social. La p sicolo g ía tie n d e a a p ro xim a rse así a las
ciencias física s y naturales, a la fisio lo g ía, a la m edicina, a la gen é tica , m ientras
que la sociología, por su parte, tie n d e a a p ro xim a rse m ás a las cie n cia s m o ra ­
les y_p.o tilicas.
v M ax W e b e r , uno de los grandes sociólogos clásicos, planteó, al igual que
habíá- hecho con anterioridad Ém ile D urkh eim en relación con el análisis de los
factores sociales que inciden en los suicidios, algunas críticas a la concepción
psicologista del sujeto. W e b e r fue, ju n to con S o m b a rt, uno de los prim eros en
plantear la existencia de un e sp íritu del capitalism o, es decir, la existencia de
unas raíces suojetivas en el ansia por acum ular dinero por parte de los capitalis­
tas. Para W e b e r 1o p e rs o n a lid a d capitalista ha sido conform ada en m oldes pu­
ritanos, en m oldes protestantes. Los análisis de W e b e r dieron lugar a vivos d eba­
tes, pero'sobre todo recobraron gran actualidad cuando en A lem ania se produjo
la irresistible ascensión del nacional-socialism o, del nazism o. En los años treinta
y cuarenta del siglo xx to d a una serle de sociólogos, siguiendo la senda m arcada
por Max W e b e r, trataron de te n d e r puentes para establecer un diálogo entre psi­
c o lo g ía ^ sociología. Se tra ta b a de analizar las raíces históricas y sociales de lá
subjetividadf'pero sin d ilu ir la subjetividad en las relaciones sociales, pues en las
socied ades'dem ocrá ticas hay tam bién un espacio para la libre elección de los
sujetos.
Karl Manheim im partió, en 1838, en la Universidad de Oxford una serie de cua­
tro conferencias sobre las bases sociales de la personalidad. También T heodor
A d o rn o insistió en esos m ism os problem as apelando al freudom arxism o. ¿Cómo
ha sido posible que la barbarie haya triunfado en A lem ania para encaram arse en
el poder político tras unas ele ccio n e s libres y d e m ocráticas? ¿Por qué una m ayo­
ría de alem anes prefirieron o ptar por la servidum bre voluntaria a un poder tirá n i­
co en lugar de asum ir la d e m o cra cia y el riesgo de la libertad? Para explicar estos
mom entos decisivos de la historia de la hum anidad, para com prender im portan­
tes cam bios sociales y políticos, no cabía el recurso a la psicología individua­
lista, era preciso rem itirse a im portantes cam bios culturales, Institucionales, so­
cio-políticos. Los estu d io s que com ponían La p e rso n a lid a d autoritaria, pusieron
especial énfasis en las tra sfo rm a cio n e s que se estaban produciendo en la insti­
tución fam iliar, en tan to que instancia de socialización prim aria de los sujetos, así
como en las peculiaridades de una sociedad industrializada, je rarquizada y eli­
tista, una sociedad ca p ita lista en la que unas m inorías poderosas gozaban en
exclusiva de poder y prestigio, lo que generaba una gran frustración entre el res­
to de los m iem bros de la sociedad. Los representantes de la E scuela de Frankfurt subrayaron el papel de la fa m ilia patriarcal en la producción de individuos
conform ados con una p e rs o n a lid a d autoritaria que se caracteriza por un superyo
severo, sentim ientos de culpa, debilidad respecto a la autoridad paterna, deseo
y placer de dom inar a personas m ás débiles, aceptación del sufrim iento com o
castigo de la propia culpa, en fin, una capacidad deteriorada para ser feliz. El
freudom arxism o constitu yó un prim er e im portante intento de aunar una so cio lo ­
gía y una psicología crítica s ca p a ce s de hacer visibles los m ecanism os de fu n ­
cionam iento del p oder y de opresión que estaban al servicio del orden autoritario
instituido.
En la etapa que va desde el final de la Segunda G uerra Mundial hasta la
actualidad, la psicología y la sociología han seguido, por lo general, senderos
separados. Para expresarlo con brevedad podríam os afirm ar que una parte de la
psicología dom inante se ha elem entalizado y naturalizado —tal es el caso del
m odelo behaviorista o conductlsta que apela al esquem a estereotipado del es­
tím ulo -resp uesta— , m ientras que la sociología dom inante, el funcionalism o, se
ha form alizado y psicologizado, en parte al introducir Talcott P a r s o n s , su gran
mentor, los códigos psicoanalíticos en el estudio de los procesos de socialización.
C onductism o y funcionalism o coinciden sin em bargo en buscar una legitim idad
científica fácilm ente recuperable por las instancias de poder. Sin em bargo, en
los años sesenta y setenta del siglo xx, se han producido im portantes m ovi­
m ientos críticos, m ovim ientos sociales e intelectuales, que reclam aban a la vez
la crítica de los saberes y del ejercicio de dete rm in ad o s poderes, y tam bién un
cuestionam iento de la propia subjetividad, de la m oral instituida, y de la ética
personal que nos han sido im puestas. Una im portante expresión de esos m ovi­
m ientos fueron los m ovim ientos antipsiquiátricos, y esp e cialm e n te el m o vim ie n ­
to antipsiquiátrico italiano, que consiguió abolir los m anicom ios. El objetivo era
contribuir a conform ar una ética alternativa, una m oral alternativa, y una s o c ie ­
dad no capitalista. Para ello se precisaban a la vez a nálisis y prácticas e m a n ci­
padoras. Era preciso conocer la lógica institucional para ca m b ia r las o rg a n iza ­
ciones sociales, para tra n sfo rm a r las instituciones, y con ellas transform arnos
tam bién a nosotros m ism os, era preciso reivindicar lo que M ichel F o u c a u lt
denom inó los saberes som etidos con el fin de rom per la sim biosis dom inante
existente entre poderes y saberes oficiales. S ociología y p sicología críticas v o l­
vían de nuevo a confluir en un proyecto de o bjetivación de los m alestares e x is ­
tentes, y en la búsqueda de propuestas alternativas. P sicólogos, sociólogos,
antropólogos, historiadores y psiquiatras, representantes del a nálisis in stitu cio ­
nal, trabajadores sociales, educadores, m ilitantes co m p ro m e tid o s en luchas
anticapitalistas, com enzaron a co laborar ju n to s en la crítica de unas in stitu cio ­
nes que no funcionaban d e m ocráticam ente, y pasaron a an a liza r el peso de las
instituciones de socialización y resocialización sobre nuestros co m portam ientos
y nuestras vidas.
Los trabajos de sociólogos críticos com o Erving G o f f m a n , Basil B e r n s t e in ,
Pierre B o u r d ie u , R obert C a s t e l , Jacques D o n z e l o t , Michel F o u c a u l t , N orbert
E l ia s , Richard S e n n e t t , por citar tan sólo a algunos de los m ás conocidos, han
contribuido, en íntim a relación con los m ovim ientos sociales de 1968, a poner de
m anifiesto las bases sociales de la subjetividad, así com o los procesos de subjetivacíón im perantes en nuestras sociedades. Estos análisis, en la m edida en
que nos perm itieron ver fuerzas y dinám icas que eran invisibles, realizaron un
proceso de objetivación de la vida social que increm entó el perím etro de nuestra
libertad. Som os m ás libres, pues el conocim iento del fu ncionam iento de poderes
exorbitantes nos perm ite elegir sobre su perpetuación o su neutralización y su p e ­
ración. Todos estos trabajos, que podríam os e n globar bajo la rúbrica de so c io lo ­
gía crítica de las instituciones, defienden que las form as de subjetividad no son
ajenas a las condiciones sociales y estructurales objetivas en las que las subjeti­
vidades se conform an. Por tanto, para asum ir una ética personal, una ética so li­
daria, una ética crítica con los retazos m orales que hem os heredado del cristia ­
nism o y del puritanism o, es decir, una ética secular, alejada de las bases m orales
irracionales asentadas en las religiones, debem os ser conscientes de las form as
que adopta la moral social que nos ha sido im puesta. D ecía Pierre B o u r d ie u que
en buena m edida el orden social se reproduce porque es inconsciente. El m an­
tenim iento de un orden social injusto se sustenta en el desco n o cim ie n to de las
fuerzas que lo constituyen. En ese sentido la sociología, al rom per el d e sco n o ci­
miento que está en la base del reconocim iento de lo instituido, am plía el grado
de nuestra autonom ía, enriquece nuestra capacidad de decisión, nos p roporcio­
na saberes con conocim iento de causa sobre el m undo en el que querem os vivir,
y nos ayuda tam bién en la búsqueda de una ética ciudadana. M ientras que la psi­
cología oficialista, la p sico lo g ía m ás norm ativa, tiende a re sp onsabilizar a los
individuos de sus m ales, y a exim ir al siste m a social de la m enor disfuncionalidad
en la form a de com p ortarse los sujetos, pues deja entre paréntesis el peso e je r­
cido sobre las conductas por el cuerpo social, la so ciología y la p sicología críti­
cas tratan de objetivar las relaciones co m p le ja s entre los sujetos y el m undo
social, sin separarlos artificialm ente. C om o se ñ a lab a Noam C h o m s k y , el c o n o ci­
miento de todo lo que hay de intolerable e injusto en nuestro m undo social abre
un espacio para la d eliberación y para la tom a de decisiones. E l p a rtic u la r orden
socioeconóm ico im puesto, afirm a C h o m s k y , es e l resu lta d o de d ecisiones h u m a ­
nas en in stitucione s hum anas. Las d e cisio n e s pu e d e n m odificarse, las in s titu c io ­
nes pued e n m odificarse y, en caso necesario, de sm a n te la rse y sustituirse, tal
como gente honesta y valiente ha venido h a cie nd o a lo largo de la h is to ria 5. Norbert E l ia s ha sido el soció lo g o conte m p o rá n e o que más ha estudiado los p ro ce ­
sos que han conducido, en las socie d ad e s occidentales, desde finales de la
Edad M edia hasta la actualidad, a e sta b le ce r una oposición entre el individuo y
la sociedad. Este problem a lo estudió e sp e cialm e n te en E l p ro ce so de la c iv iliz a ­
ción y en La so cie d ad de los individuos. En este últim o libro considera que, en
nuestras sociedades con tem poráneas, hay una tendencia a conferir m ás va lo r a
aquello que dife re ncia a unos individuos de otros, es decir, a afirm ar la id e n tid a d
del yo frente a la id e n tida d d e l nosotros. Se tra ta sin em bargo de un fe nóm eno
reciente, m uy ligado a la d ivisión social del tra b a jo y al proceso de Individualiza­
ción. La configuración social de las relaciones hum anas en los países m ás m ercantillzados im plica una d e riva a fa vo r del yo, frente al nosotros, una fragilización
de los vínculos sociales, de las relaciones sociales, que se traduce en una pér­
dida de densidad de las instituciones heredadas. Y aunque no se ha perdido el
deseo de seguridad y de estabilidad em ocional, propios del vivir en sociedad,
algunos sujetos pierden sin em bargo la capacidad para relacionarse e m o cio n a l­
mente con los dem ás. P ara que se pueda ela b ora r una ve rdadera so ciología de
estos procesos E l ia s reclam a m odelos interdisciplinaríos que analicen los a sp e c­
tos biológicos, psicológicos y sociológicos del desarrollo de la personalidad de
los seres h u m a n o s 6.
Los e stu d io s de so cio lo g ía de las in s titu c io n e s que aquí p ro p o n e m o s re s­
ponden sin duda a una e le cció n perso n a l, pues re fle ja n n uestras p re o c u p a ­
ciones p ersona les, pero co n s titu y e n a la vez una o p ció n le g ítim a que c o m ­
partim os con otro s m uch o s s o ció lo g o s y a n tro p ó lo g o s que, g u ia do s por una
voluntad de verdad, prete n d e n c o n trib u ir a d e fin ir con m a yo r cla rid a d las raíces
sociales y culturales de nuestras form as de vivir para som eterlas a d e b a te 7. La s o ­
ciología, al ha ce r visib le lo invisible, lo que e s ta b a e n m a sca rad o , o cu lto , c o n ­
tribuye a sa ca r a la luz fu e rz a s que no c o n tro la m o s, y que en o c a sio n e s nos
atenazan. En este se n tid o se p o dría d e cir que in te n ta m o s tra z a r a lgo así com o
un m apa que nos p e rm ita o rie n ta rn o s en el la b e rin to de la lógica so cia l, un
m apa que nos p e rm ita a d e n tra rn o s en los m e ca n ism o s y o rg a n iz a c io n e s que
5 Cf. Noam C h o m s k y , “El control de nuestras v id a s ” , El Viejo Topo, 144, Octubre 2 00 0 , págs. 9 -20 .
6 Cf. Norbert E l ia s , La sociedad de los individuos, Barcelona, Península, 1 990, pág. 2 1 4 .
7 El lector interesado puede contrastar nuestra posición con otros estudios de sociología de las
Instituciones, tanto generales como específicos, que aparecen citados en buena parte de los manua­
les de sociología.
co n fo rm a n una d e te rm in a d a so cie d ad , y a la ve z un m o d o e s p e cífico de ser
sujeto s. El e s tu d io de las in s titu c io n e s de s o c ia liz a c ió n p rim a ria , de re s o c ia li­
zación, y de s o c ia liz a c ió n se cu n d a ria , p re te n d e s e r una v e n ta n a para o b s e rv a r
d e sd e un á n g u lo s o c io ló g ic o y a n tro p o ló g ic o el m u n d o en el que nos ha c o rre s ­
po n d id o vivir. P ero no d e b e ría m o s o lv id a r las p a la b ra s del vie jo M a r x : lo im p o r­
ta n te no sólo es c o m p re n d e r la m a rch a del m undo, sino, y so b re tod o , c o n tri­
b u ir a tra n sfo rm a rlo p a ra h a ce r de él, y p ara to d o s, un m undo m ás h a b ita b le
y justo.