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MICHEL FOUCAULT:
EL ESPACIO POLIVALENTE DE LA CRIMINOLOGÍA
Por ENRIQUE EDUARDO MARÍ
[De Doctrina penal,
Depalma, Buenos Aires,
año 7, nº 27,
julio-septiembre 1984].
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A poco de la partida física de Michel Foucault, Doctrina penal publicó un preciso artículo,
en forma de nota necrológica, fruto de Enrique Eduardo Marí. La ubicación brindada a la
despedida (primeras páginas de la edición número 27 de dicha revista) indica la valoración
hacia Foucault; independientemente de que enfoques o interpretaciones del intelectual
francés no ajustaran plenamente con los de la publicación anfitriona, ambas partes
compartieron finalidades esenciales: parafraseando a Marí, promover, producir y sembrar
barreras de ideas contra todo lo que mutila la vida.
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"Tutto è tornato vero: il crimen sine lege, la poena sine iudicio, le
accuse segrete, le taglie, i tradimenti, le prigionie, i ricatti delle spie, i
ladri vestiti da custodi dell’ordine, gli assassini vestiti da giudici, e,
su tutti questi orrori, ‘il più crudele carnefice dei miseri, l’incertezza’.
E l’innocenza punita colla morte; e la tortura.
Anche la tortura è tornata…”.
Piero Calamandrei,
prefacio a Dei delitti e delle pene,
de Cesare Beccaria.
Estas ominosas palabras de Calamandrei fueron redactadas en Firenze en 1944,
poco antes de la derrota del irracionalismo totalitario. Aluden, como se ve, al
retorno en plena sociedad contractual, pero dentro de esa específica coyuntura
política, del entramado básico de un sistema de castigos: el prebeccariano. Del
flujo y reflujo de esas características —acusaciones secretas, crimen sin ley y pena
sin juicio, muerte de inocentes, torturas, el dolor convertido en infame “crisol de la
verdad"— se conoce su enconada recurrencia, el obstinado perfil de nuestra propia
y muy reciente experiencia histórica.
Cuatro años antes de ser escritas, en el París de la ocupación nazi, Bergson,
desfalleciente, alcanzaba a expresar así su amarga ironía por aquella coyuntura:
"Podemos llamarnos bien afortunados de haber logrado ver con nuestros ojos al
hombre prehistórico".
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Hombre "prehistórico" y sistema de castigos, sistema de castigos y modelo político
de la sociedad y de la verdad, he aquí un espacio de articulaciones que moviliza a
las más variadas ciencias humanas y sociales, que desafía a la tarea reflexiva de
sociólogos, de hombres de derecho y de filósofos. Nadie como uno de estos últimos,
Michel Foucault, se preocupó tanto por recoger este reto y por remover a su
alrededor el polvo de la historia, al percibir en las entrañas mismas de esa
articulación —sistemas de castigos, modelo político de la sociedad, orden de los
discursos— el honor mismo de una causa intelectual: promover, producir y
sembrar más que ideas-fuerza, que poco dicen en su contenido filosófico idealista,
barreras-de-ideas contra todo lo que mutila la vida.
Lo hizo, como se ha dicho en otra parte, con luces y con sombras, con claros y con
oscuros. Propuso captar el castigo como una función social compleja, relevar el
análisis del poder conforme al modelo jurídico piramidal y central por una
microfísica de poderes, una analítica de nuevos modos de control en las prácticas
penitenciarias (y otras regiones de la sociedad) cuyo balance crítico no se ha
realizado a fondo todavía; obligó a pensar en las relaciones negativas y positivas
del saber y el poder, los discursos y el deseo; sugirió adoptar como método de
reconstrucción histórico-conceptual el de las tácticas políticas; intentó el
inventario de todo lo que corresponde a las tecnologías, tanto en el principio de la
humanización de la pena como del conocimiento del hombre.
Fue un filósofo de desconstrucciones y descentralización, destructor de evidencias
y universalidades, y algo hay en lo esencial del vínculo entre sociedades y poderes
acerca del cual su diagnóstico no se equivocó. Aunque nuestras sociedades y los
poderes que en ellas se invisten y ejercen están situadas bajo el signo evidente y
visible de la ley, en la realidad histórica de las prácticas sociales, muy particularmente, de las punitivas, de hecho los mecanismos más directos, numerosos e
incisivos actúan y funcionan en los intersticios de las leyes, conforme a
modalidades heterogéneas al derecho en función de objetivos que velados por las
valoraciones y racionalizaciones jurídicas, no son sino la regularidad y el orden.
Diagnóstico que interpela críticamente al jurista a hacer explícito todo lo que de
racionalización justificadora circula en el doble circuito de sus estatutos científicos
y técnicos y esas funciones de protección y de seguridad.
Es éste el filósofo que cuarenta años después de las palabras de Calamandrei, o
sea, en el pasado mes de junio, muere en la misma ciudad de París.
La ciencia penal y, sobre todo, la criminología, que no configuran simples
subsistemas acotados de derecho, sino el tejido conceptual más hipersensitivo y
delicado del cuerpo social, lugar convocante a su respectiva hora histórica de la
antropología, la biología, la sociología, el psicoanálisis y la más reciente
econometría, fueron llamadas por Foucault a abrir un espacio polivalente de
reflexiones a partir esta vez de otro tipo de discurso, el filosófico. Y desde que él
interviene "en nuestros asuntos" cabe decir, parafraseando a Jacques Léonard a
propósito de la relación entre Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, y la
historia, que ya no se puede tratar ciertos temas y problemas del mismo modo.
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Es por ello que no cabe esperar de esta intervención ni nuevas teorías acerca del
delito y la criminalidad, ni análisis específicos de los peculiares elementos y
materiales que se instalan, desplazan y circulan a su alrededor: pasiones y
encefalogramas, alcoholes y argots, anomias y heroína, cuellos blancos y
subculturas étnicas, oficinas de menores y psicopatologías, epilepsias y cosas
nostras, internos, miedos, muertes y víctimas, una lista interminable, en fin, de
cosas humanas (excesivamente humanas) cuyo campo de dispersión tampoco tiene
Foucault el propósito de ordenar.
Entiende su labor, más bien, como el repentino descubrimiento, fuera de la
codificación de la legislación, de otra multiplicidad de procesos distintos, de
localización también discriminada, pero a otra escala y otro origen (se los
encuentra en los colegios, los conventos, los cuarteles, los asilos), procesos que
convergen, se apoyan, se repiten, o se imitan conforme a su dominio de aplicación,
y que van dibujando poco a poco un diseño general, un modelo político global de la
sociedad. La sociedad disciplinaria y las disciplinas. Las disciplinas, que, a nivel de
las prácticas carcelarias y de una justicia penal cargada de personajes
extrajurídicos, operan según tecnologías para crear cuerpos sometidos y útiles —
inserción del encierro en las formas productivas— con arreglo a sistemas de
control que en términos económicos aumentan su rendimiento y en términos
políticos su obediencia. La sociedad disciplinaria, ideario de racionalidad del poder
secretado por un proyecto de utopía, el del Siglo de las Luces.
Este diagrama, este mecanismo de poder, paralelo a la utopía arquitectural
benthamita del Panóptico o el encierro perfecto, "huevo de Colón" en el orden de la
política, según la propia definición de Foucault, mucho reclama de la lectura
crítica y polémica procedente de los más variados campos del pensamiento.
En este sentido el destino intelectual de Vigilar y castigar no podrá ser distinto del
que aconteció con otros importantes textos de Foucault, a propósito de la locura,
la medicina, la epistemología y la sexualidad. Malentendidos y discrepancias
fundadas y legítimas, movilizaron a psiquiatras contra Historia de la locura en la
edad clásica, un texto en donde quedó la impronta de su estilo y originalidad y
cuyos análisis de la institución asilar, y de la estrecha unidad locura/castigo que
atraviesa toda la historia, articulándose la primera a semejanza del delito, a la
manera de ejemplar de conducta desviada y visualizándose el delito como
enfermedad mental, constituyen también una fuente de interrogaciones fecundas
para el derecho y la criminología.
Del mismo modo como fue cuestionada por los médicos su arqueología de la
"mirada médica" de Nacimiento de la clínica, o su genealogía de las ciencias (desde
Las palabras y las cosas a Arqueología del saber, que marca su apartamiento de
las concepciones estructuralistas) por el Círculo de Epistemología de París. O por
los historiadores de la sexualidad respecto del primer tomo de su prometida obra
en seis volúmenes Historia de la sexualidad, un proyecto, no tendiente a
reconstituir las prácticas y comportamientos sexuales, sino a examinar el modo de
instauración en Occidente de esa singular experiencia del sexo como voluntad de
saber y como discurso de la verdad. Proyecto inconcluso, pues se produce su
fallecimiento, poco después de que Gallimard editase los tomos 2º (L'usage de
plaisirs) y 3º (Le souci de soi) de esa obra.
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En cuanto a las tesis de Vigilar y castigar y las de otros textos como La verdad y
las formas jurídicas, un estudio del desarrollo histórico del examen y la indagación
criminal; de Moi, Pierre Riviére, habiendo degollado a mi madre, mi hermana y mi
hermano..., sugerente trabajo interdisciplinario de un parricidio del siglo XIX; de La
evolución de individuo peligroso en la psiquiatría legal ("Revue Deviance et Société",
1981, vol. V, nº 4) y de El desorden de las familias, análisis sobre las lettres de
cachet de los archivos de la Bastilla (Gallimard, 1982), la lectura crítica de los
criminólogos y científicos del derecho penal se halla en gran parte en mora. No es
improbable que ello se deba a que sus problemáticas estén profesionalmente muy
ligadas al punto de vista de la teoría jurídico-penal.
Pero cualquiera que sea la razón, si se aceptan como válidas las observaciones de
Georg Rusche y Otto Kirchheimer, en Pena y estructura social (una obra por otro
lado muy apreciada por Foucault), en el sentido de que a pesar del incremento de
los estudios de sociología criminal el desarrollo histórico de los sistemas punitivos
continúa prácticamente inexplorado, y del que están abiertas preguntas como “Por
qué son adoptados o rechazados ciertos métodos punitivos en una determinada
situación social? ¿En qué medida el desarrollo de los métodos penales resulta
determinado por las relaciones sociales fundamentales?”, no es difícil conjeturar,
entonces, que habrán de promoverse vivos y múltiples intercambios con la obra de
Michel Foucault.
A riesgo, en caso contrario, de que una pregunta límite y crucial que también pasa
por sus textos, quede sin el adecuado reconocimiento y elaboración teórica y
política. A saber, cómo es posible que más allá de las utopías del Aufklarüng tan
penetrantemente descritas por Foucault, no se haya podido borrar todavía de
nuestras sociedades ni la supervivencia del hombre prehistórico ni la
estremecedora vigencia de las palabras de Calamandrei: " ... Tutto è tornato vero: il
crimen sine lege, la poena sine iudicio..., e la tortura. Anche la tortura è tornata".
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