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Nosotros, los líderes y el rico
Fernando Merodio
Mezclando rabia estupefacta y risa suelta, leo las largas conclusiones que explican
como va a “refundar el capitalismo” la peligrosa secta heterogénea que llaman G-20,
epicentro de la catástrofe, que no deja fuera de la foto ni un solo político por insolvente
y peligroso que resulte. Para la futura Historia de la Infamia, con mayúsculas,
reproduzco el inicio: “1. Nosotros, los líderes del Grupo de los Veinte, nos hemos
reunido en Londres el 2 de abril de 2009”; mentirosos y fatuos, no son veinte, no son
líderes, ni tienen asomo de receta para cerrar lo que llaman crisis cuando dicen buscar
“una economía mundial abierta basada en los principios de mercado, en una
regulación eficaz y en fuertes instituciones globales”. Es lo de siempre, fingen arreglar
el derrumbe del sistema, el corrupto mercado injusto, no una crisis, con más mercado,
más cara burocracia inútil y dinero, mucho y nuestro, todo ello regido y administrado
por el rico; pero hay un pero que el sábado usaba como título la biblia diaria para
progres: “el número de parados frena la recuperación”, ¡lapsus freudiano!, el freno
para la mejoría son los parados, las víctimas son causa del desastre y supongo que,
pues el mercado no acaba por las buenas con tan molesto freno, de algún siniestro
modo tendrán pensado acabar, líderes y rico, con el peligroso escuadrón ocioso.
Prologa breve Fernando Savater “El malestar de la cultura” de Sigmund Freud y
explica que la modernidad ha humillado tres veces, de forma seria, al “rey de la
Creación”, al hombre, la primera Copérnico, al desplazarnos del centro del universo,
despues Darwin, mostrando que compartimos instintos y cromosomas con animales
inferiores, no con héroes o dioses, y al final Freud, cuando explica que la consciencia
está rodeada de oscura inconsciencia y más influida por el sexo que por elevados
ideales. Nuestros líderes nos someten hoy, con escarnio, a otra dura humillación,
somos inútiles, debemos someternos al mercado, sabio, y pues nuestro guía de ayer,
el rico, se ha equivocado, arruinándonos, le debemos ayudar a renacer regalándole,
felices de servirle, aún más plusvalía, mayor cantidad de nuestro esfuerzo.
Vuelvo a John Berger, de nuevo en Madrid para presentar otro libro, ochenta y dos
potentes años, marxista, autor de “Puerca tierra” y otras maravillas de sensibilidad y
pensamiento, vuelvo a sus recetas para que, pese a tanta humillación, sigamos la
senda de la esperanza, reflexionemos acerca de cómo nuestra condición de gente del
privilegiado norte nos aisla del resto, nos separa tanto de nuestro deber de compartir
eliminando diferencias como del sano disfrute de la naturaleza, nos trae la idea de que
la historia no existe, nos obliga a admitir, como única cultura, “un orden económico de
clara raigambre fascista”. Dice Berger que, de verdad, solo subsisten memoria y alma,
“lo que tenemos en común con los otros” y está hecho sólo de pasado, por lo que,
como también y tan bien razona Walter Benjamin en sus “Tesis sobre el concepto de
la historia”, no podemos consentir que “en nombre del llamado progreso, como si
fueran coches viejos, tengamos olvidar a nuestros antepasados”.
Henry Ford, icono del capitalismo, inventor de la cadena de trabajo y la venta a
plazos, del castrador consumo, alentó la idea siniestra de que “la historia es una
patraña”; tal es el papel del capitalismo, separar al hombre de su pasado, orientar sus
intereses sólo hacia el futuro, de modo que incluso algo tan unido al mérito de ayer
como debiera ser el “crédito” personal, se haya convertido en carcelaria expectativa de
dinero futuro, muy útil para ellos. Por ahí nos llevan el rico, los líderes y sus sucias
conclusiones; momento revolucionario, hay que agruparse, hacerlos frente y volver a
correr a ritmo lento.