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MAQUETA RET Nº11 21/12/1999 16:24 Página 10 Cumplimiento en el régimen de tratamiento con AZT en los consumidores de drogas inyectadas HIV-seropositivos: una cuestión olvidada. Robert C. Freeman, PhD, Gloria M. Rodríguez, MSW, y John F. French, MA Aunque actualmente se recomienda el tratamiento con zidovudina (AZT) para las personas infectadas con HIV asintomáticas y sintomáticas con recuentos de células CD4+ de 0.20 a 0.50 x 109/L y cifras inferiores, los datos recopilados a partir de una pequeña muestra de consumidores, actuales y pasados, consumidores de drogas endovenosas con SIDA en la región metropolitana de la ciudad de New York, sugiere que en esta población puede ser común el incumplimiento del régimen terapéutico relacionado con HIV/SIDA. Este artículo enumera las razones de incumplimiento proporcionadas por estos sujetos, revisa la literatura general sobre el cumplimiento del tratamiento para identificar razones adicionales potenciales de la no adherencia al régimen de tratamiento AZT, y subraya algunas sugerencias para la investigación futura dentro de esta importante cuestión que induce cambios en el sistema antivírico. Introducción El virus de immunodeficiencia humana (HIV), que causa el síndrome de immunodeficiencia adquirida (SIDA), se adquiere perinatalmente, por transmisión sexual y por intercambio de agujas infectado entre ellos(CDI). Los CDI constituyen el segundo gran grupo de riesgo de infección de HIV y SIDA en los Estados Unidos (CDC, 1993). Actualmente, zidovudina (AZT), dideoxinosina (ddI) y dideoxicitidina (ddC) son medicaciones antiretrovíricas aprobadas para la terapia del SIDA. AZT, la medicación más extensamente utilizada, se ha mostrado eficaz reduciendo la reproducción del HIV, especialmente el enzima vírico que invierte la transcriptasa, y termina la síntesis de cadenas de ADN (Volderbing y col., 1990), llevando a mejoras significativas de supervivencia tras el diagnóstico (Buira y col., 1992; Lagakos, Fischl, Stein, Lim, y Volberding, 1991; Moore, Hidalgo, Sugland y Chaisson, 1991; Whitlow, 1990), especialmente entre los que inician la terapia en las 12 primeras semanas tras el diagnóstico (Swanson y Cooper, 1990). Además, alguna evidencia (Graham y col., 1992) sugiere que el tratamiento con AZT antes del desarrollo del SIDA mejora la supervivencia. En comparación a los asignados a placebo, los sujetos asinto12 máticos que recibieron zidovudina mostraron incrementos significativos en el número de células CD4+ (Volberding y col., 1990). Aunque el tratamiento con AZT no cura el SIDA (Fauci, 1993), el fármaco se recomienda actualmente para las personas infectadas por HIV asintomáticas y sintomáticas con recuentos de células CD4+ de 0.20 a 0.50 x 109/L e inferiores (Sande y col., 1993). Los investigadores han prestado poca atención al tema de la adherencia al régimen de tratamiento con AZT por parte de los CDIs. En uno de los pocos informes publicados que detallan el cumplimiento con dicha terapia entre los pacientes pobres, de minorías y consumidores de drogas de inyección, Samuels y sus colaboradores (1990) concluyeron que se puede administrar AZT a los CDIs en clínicas del centro de la ciudad con niveles de cumplimiento aceptables. Sin embargo, el cumplimiento en este estudio se midió únicamente en términos de presentarse a las visitas clínicas, y los pacientes que se presentaron durante solo cuatro semanas se contaron como buenos cumplidores. Este artículo ha sido publicado en la revista “Drug an Alcohol Review (1996) 15,47-56. con el título Drinking and gambling: a comparision with implications for theories of addiction RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 11 – 1997 MAQUETA RET Nº11 21/12/1999 16:24 Página 11 La ausencia de preocupación aparente por los niveles de adherencia al régimen terapéutico relacionado al HIV por parte de los CDIs no se sustenta en base a investigaciones previas de cumplimiento del tratamiento en esta población. Se ha informado de elevadas tasas de incumplimiento mediante tratamiento con naltrexona, que se usa para prevenir las recaídas entre los consumidores anteriores de opioides (National Research Council, 1978) y varios estudios (Brown y Brewster, 1973; Rosenberg, Davidson y Patch, 1972; Williams y Lee, 1975) han detallado notables tasas de abandono de los programas de tratamiento de mantenimiento con metadona de consumidores de heroína, y de los programas que utilizan disulfiram (Antabus) para tratar el abuso de alcohol (Bourne, Alford y Bowcock, 1966; Fuller y Neiderhiser, 1981; Gerrein, Rosenberg y Manohar, 1973; Liebson, Bigelow y Flamer, 1973; Ludwig, Levine y Stark, 1970). Para empezar a cubrir esta laguna en la literatura de investigación, se realizaron entrevistas no estructuradas para examinar las barreras del cumplimiento con la terapia AZT con un muestra pequeña (N = 10) de consumidores actuales o anteriores de drogas con SIDA en dos ciudades del norte de New Jersey: Newark y Paterson. Los sujetos, todos hombres, eran de edades comprendidas entre los 30 y los 45 años; ocho eran afro-americanos y dos eran latinos. Todos excepto uno habían usado agujas. Un etnógrafo entrevistó primero a cinco de los sujetos durante la realización de un estudio etnográfico de los consumidores de crack, en las casas de crack de Newark y en hoteles de salud. También entrevistó a dos sujetos que habían participado en un estudio de conductas de riesgo de SIDA/HIV entre CDIs sin tratamiento y a tres sujetos con antecedentes de consumo de drogas que trabajaban como miembros del equipo del estudio SIDA/HIV en Paterson. Las respuestas recogidas de esta muestra sugieren que la falta de cumplimiento con el régimen de tratamiento AZT puede ser una rutina entre los CDIs. El presente trabajo enumera las razones del incumplimiento ofrecidas por los informantes de New Jersey, revisa la literatura general sobre el cumplimiento del tratamiento para identiRET, Revista de Toxicomanías. Nº. 11 – 1997 ficar razones potenciales adicionales de la falta de adherencia al régimen de tratamiento con AZT, y perfila algunas sugerencias para investigaciones futuras sobre esta importante cuestión que puede producir cambios en el sistema de suministro antivírico. RAZONES PRESENTADAS POR LOS CDIs QUE INCUMPLEN EL REGIMEN DE TRATAMIENTO AZT. Alguna de las razones del incumplimiento de la terapia con AZT declaradas por los participantes de New Jersey reflejan su consumo a largo plazo de drogas de inyección. Algunos admitieron tomar una dosis de AZT inferior a la prescrita porque insistían en que la dosis inferior les “aguantaba”, sugiriendo que veían los efectos de la medicación como un “chute” de heroína (que les protegía de los efectos de la abstinencia). Además, parece que mientras los CDIs pueden cesar su consumo de drogas temporalmente tras conocer que son HIV positivos, a menudo vuelven a inyectarse drogas de la calle en los meses siguientes, reduciendo o interrumpiendo el consumo de la medicación prescrita cuando temen que la combinación de substancias termine en una sobredosis. En base a la información proporcionada por esta pequeña muestra de informantes, no es raro encontrar CDIs que admitan que por rutina “olviden” tomar la medicación con la frecuencia indicada. Para otros, el incumplimiento parece provenir de la incertidumbre de qué cantidad del coste de la medicación cubrirá su seguro después de un cambio en la cobertura, o de la confusión sobre el horario de la dosis actual que puede ser atribuida a los cambios frecuentes de los mismos. Además, pueden estar contribuyendo al incumplimiento, entre los consumidores de drogas de inyección, al mito callejero en alza que mantiene que los pacientes de AZT generalmente tienen mejor aspecto tras cesar el tratamiento. Los informantes de New Jersey también indicaron que los CDIs leen con gran interés los artículos que aparecen ocasionalmente en la prensa y que revelan un grado de desacuerdo en la comunidad médica con respecto a la eficacia de la zidovudina, y que dichos artículos han 13 MAQUETA RET Nº11 21/12/1999 16:24 Página 12 desencadenado un escepticismo general sobre los beneficios del AZT en esta población, así como una actitud de indiferencia hacia el cumplimiento del régimen de tratamiento. No obstante, la principal razón por la que los CDIs no cumplen con sus horarios de toma recomendados puede ser la tendencia a acumular la medicación. Entre las razones para la acumulación de medicación hallamos el beneficio económico que supone la venta de la medicación; el altruismo (p.e., dársela a amigos con peor sintomatología, como si estos sujetos la necesitaran más); disminuir el número de visitas a la clínica HIV, donde se ven forzados a soportar numerosas “molestias” (p.e., muchos registros médicos, largas colas de espera, trato descortés) cuando van a buscar la prescripción; y asegurar un “margen de seguridad” por si tienen que viajar fuera del área durante algún tiempo, por si los síntomas empeoran de repente y necesitan más medicación, o por si la cobertura del seguro se ve reducida. FACTORES RELACIONADOS CON EL CUMPLIMIENTO MÉDICO (POBLACIÓN GENERAL) Los informes del cumplimiento no completo del régimen de tratamiento por parte de los CDIs, no es probable que sorprendan a los estudiosos de la conducta de búsqueda de información. De hecho, una revisión de la literatura sobre cumplimiento médico -mucha de la cual deriva de muestras de enfermos crónicos (p.e., sujetos con cáncer, diabetes y enfermedad cardíaca), pacientes psiquiátricos y ancianos- sugiere que el incumplimiento es extremadamente común en la población general, y que los médicos no advierten la discordancia entre el régimen que recomiendan y el comportamiento real del paciente (Phillips, 1988; Sackett y Snow, 1979). Las tasas de cumplimiento con diferentes tratamientos farmacológicos a largo plazo, para varias enfermedades en varios ambientes, se ha estimado aproximadamente en el 50%, con un grado moderado de variación (Sackett y Snow, 1979), mientras una revisión reciente de la literatura (Macharia, Leon, Rowe, Stephenson y Haynes, 1992) ha determinado que la tasa media de cumplimiento de asistencia a los servicios médicos es del 58%. 14 Entre las razones halladas más frecuentemente de fracaso del cumplimiento de la medicación prescrita en la literatura general son los efectos secundarios (Haynes, Taylor y Sackett, 1979). Aunque esta razón no la citaron los informantes de New Jersey como un factor de su incumplimiento con la terapia AZT, los efectos secundarios pueden jugar un papel importante en la falta de cumplimiento en la población general de pacientes AZT, dado que la medicación es bastante tóxica (Gelmon y col., 1989; Richman y col.,1987; Swanson y Cooper, 1990; Volberding y col., 1990). El hecho de que la muestra de consumidores de drogas no mencionara los efectos secundarios sugiere que una revisión completa de la literatura sobre cumplimiento médico puede proporcionar un amplio inventario de razones reales y potenciales de la falta de cumplimiento con los tratamientos antivíricos entre esta población. Dicha literatura se revisa más abajo. FACTORES SOCIODEMOGRAFICOS Y PSICOLOGICOS En principio, las variables sociodemográficas como la edad, el sexo, la educación, los ingresos, la raza y etnia no discriminan entre los sujetos que cumplen el tratamiento y los que no lo hacen (Cummings, Kirscht, Binder y Godley, 1982; Davis, 1968; Haynes y col., 1979; Zax, Marsey y Biggs, 1961). De igual modo, no se han encontrado asociaciones claras y consistentes entre un número de factores psicológicos -incluyendo la personalidad- y el cumplimiento médico (Haynes y col., 1979; Phillips, 1988). GRAVEDAD DE LOS SINTOMAS Aunque la gravedad de los síntomas no parece estar relacionada con el cumplimiento (Hulka, Cassel, Kupper y Burdette, 1976) el grado de incapacidad producida por una enfermedad si parece tener una influencia positiva sobre el cumplimiento (Haynes, 1979a). Sin embargo, no está claro si esto es producto de la gravedad de la enfermedad o si es el mero resultado de la mayor supervisión que normalmente acompaña la incapacidad progresiva. Ni la experiencia previa con la enfermedad ni las enfermedades concurrentes en el mismo paciente parecen tener gran influencia sobre el cumplimiento (Haynes, 1979a). RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 11 – 1997 MAQUETA RET Nº11 21/12/1999 16:24 Página 13 PROCESO DE CONSULTA En general, la literatura sugiere que a un periodo de tiempo superior entre la demanda de visita y la visita real, tiene menos probabilidad de que el sujeto acuda a la visita (Haynes, 1979ª). Además, los periodos de espera en la clínica se asocian negativamente con el cumplimiento (Haynes, 1979ª). REGIMEN DE TRATAMIENTO Parece relativamente claro que el cumplimiento disminuye a lo largo del tiempo (Phillips, 1988). Generalmente, las medicaciones orales alternativas para la misma condición no mejoran el cumplimiento, aunque no es así en diferentes tratamientos para diferentes problemas (Haynes, 1979ª). El cumplimiento parece declinar a medida que el número de tratamientos prescritos aumenta (Hulka y col., 1976), especialmente cuando el último alcanza tres o más medicaciones distintas diarias (Blackwell, 1979; Haynes, 1979ª). El efecto que el número de veces al día que se debe tomar la medicación tiene sobre el cumplimiento no está claro, aunque Blackwell detecta una sugerencia en la literatura que defiende que el cumplimiento disminuye cuando la frecuencia de dosis alcanza las cuatro o más veces al día. Un mayor conocimiento del funcionamiento del fármaco parece reflejar una mayor consciencia de la dosis y frecuencia correcta (Ross, 1991). APOYO SOCIAL A primera vista, el apoyo familiar (y de los amigos) parece estar fuertemente asociado al cumplimiento (Haynes y col., 1979). Se ha hallado que la estabilidad marital está significativamente relacionada con la retención en un tratamiento a régimen abierto para el alcoholismo (Zax y col., 1961) y la inclusión de la esposa (o de otra persona significativa) en el “contrato terapéutico” parece aumentar el cumplimiento del tratamiento con disulfiram en veteranos alcohólicos (Keane, Foy, Nunn y Rychtarik, 1984). Sin embargo, muchos de los estudios que han investigado el papel del apoyo social juega en la intensificación del cumplimiento, informan realmente sobre resultados RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 11 – 1997 “clínicos” (Levy, 1983). Por otra parte, a pesar de que la existe evidencia correlacional que sugiere una relación positiva entre el apoyo social y el cumplimiento o el resultado, Levy señala que determinar la causa y el efecto en estudios de este tipo no es fácil, y que los estudios que han intentado modificar el cumplimiento mediante la manipulación del apoyo social sufren problemas metodológicos que dificultan la obtención de conclusiones. Parece claro, sin embargo, que los miembros de la familia están en posición de al menos influir parcialmente sobre la adherencia del paciente al tratamiento en ciertas circunstancias y ambiente. Por ejemplo, puede ser más probable que se informe a los familiares del pronóstico y gravedad del miembro enfermo que no que se informe directamente al paciente, posiblemente debido al hecho de que los médicos prefieren que sea el familiar el que dé la noticia al paciente, o porque los familiares están en un posición relativamente mejor para conseguir esta información del médico, o porque el médico puede pensar que es ético delegar en las personas significativas del paciente, la decisión de informar al paciente (McIntosh, 1974). CREENCIAS DE SALUD DEL PACIENTE El Modelo de Creencias de Salud (Becker, Maiman, Kirscht, Drachman y Taylor, 1979) es quizás el marco teórico más utilizado para predecir la probabilidad de que un sujeto adopte una acción de salud preventiva recomendada. Este modelo señala cuatro factores que influyen en la decisión del sujeto de adoptar una acción de salud particular: su percepción de la susceptibilidad personal a la enfermedad o condición; su percepción de la gravedad de las consecuencias que pueden desprenderse de su condición; los beneficios potenciales de la acción en la prevención de la susceptibilidad; y las barreras físicas, psicológicas, financieras y de otro tipo que supongan adoptar la conducta de salud. El Modelo de Creencias de Salud también propone que se necesita algún tipo de estímulo interno o externo para que el sujeto tome consciencia de sus sentimiento sobre la amenaza de salud y así se elicite la conducta apropiada. Los elementos del modelo son evidentes en el recuento de Siegel y Krauss (1991) del peso de los costes y bene15 MAQUETA RET Nº11 21/12/1999 16:24 Página 14 ficios relativos de iniciar una terapia con zidovudina, que es particularmente común entre hombres homosexuales que son HIV positivos y que tienen recuentos de células T relativamente bajos o en disminución pero son asintomáticos. Muchos de estos hombres cuestionan la conveniencia de tomar una medicación a menudo tóxica con efectos secundarios conocidos mientras todavía se sienten bien y asintomáticos, y temen que iniciar el tratamiento perturbe un equilibrio fisiológico que puede estar manteniendo la enfermedad en la fase inactiva, o incluso puede descalificarles para participar en tratamientos futuros con otros fármacos experimentales (posiblemente más eficaces). Parece que muchos hombres homosexuales escogen primero la terapia después de hablar con amigos asintomáticos que están recibiendo AZT y afirman sentirse mal como resultado del tratamiento (Siegel y Krauss, 1991). Por supuesto, la percepción de un sujeto de la eficacia de la medicación antivírica está condicionada por sus creencias sobre la etiología de la enfermedad. Las personas que solicitan el consejo de salud de un amigo pueden ser particularmente propensas a ignorar las recomendaciones de los médicos. Un estudio reciente con 54 mujeres afroamericanas que recibían tratamiento para la hipertensión (CDC, 1990) ilustra algunas ramificaciones del cumplimiento médico de adherencia a un sistema de creencias médicas populares que tiene una aceptación especialmente amplia entre la comunidad afroamericana de bajos recursos económicos. La mayoría de mujeres del estudio creía en la existencia de dos enfermedades - “sangre alta” y “tensión alta”- que se distinguían popularmente por la etiología, sintomatología y tratamiento. La primera la definían como una enfermedad física del corazón y la sangre cuyas causas eran hereditarias, dieta pobre o altas temperaturas, y se trataba mediante la abstinencia de comidas picantes o sazonadas con especias, de cerdo, y el consumo de zumo de limón y vinagre. La “tensión alta”, la definían como una enfermedad “nerviosa” producto del estrés y las preocupaciones, la creían más ligera que la “sangre alta” y la trataban mediante el control de las emociones y del entorno social. El 63% de las mujeres que decían tener una de estas dos enfermedades cumplían poco el tratamiento antihipertensivo en comparación al 27% de las mujeres 16 que mantenían una visión biomédica de la hipertensión. Además, solo dos de 15 médicos eran conscientes de las creencias de sus pacientes sobre las causas y el tratamiento de la hipertensión. INTERACCIÓN PACIENTE-MÉDICO La calidad de la interacción paciente-médico es a menudo uno de los factores más importantes en el cumplimiento médico (Haynes, y col., 1979). En estudios de disertación médica y declaración de información, los médicos a menudo parecen insensibles a los sentimientos de los pacientes y las demandas sutiles de ayuda, reacios a proporcionar información médica importante (Hauser, 1981), y dedican poco tiempo a la comunicación real de la enfermedad al paciente (Waitzkin y Stoeckle, 1976). Su conducta se ha denominado con varios términos “médico dominante”, “centrada en el médico” o “tarea orientada a la burocracia”, todas ellas sugiriendo un enfoque puramente biomédico hacia la comprensión de la enfermedad y una convicción de que únicamente los signos y síntomas específicos tienen importancia en el diagnóstico y el tratamiento (Hauser, 1981). Además, las demandas de los pacientes a menudo son interpretadas por las enfermeras y los médicos como quejas, lo cual puede actuar como un impedimento en la “búsqueda de información” (McIntosh, 1974). Varios estudios ilustran las consecuencias nocivas de la comunicación pobre entre médico y paciente. Un estudio (Korsch y Negrete, 1972), realizado en una atmósfera clínica impersonal, halló que casi una quinta parte de una muestra de 800 madres que habían llevado a sus hijos a la unidad de urgencias de un hospital infantil sentían que no habían recibido una declaración clara por parte del médico sobre el problema de su hijo, y que casi la mitad de las mujeres abandonaron la clínica con la preocupación de cuál era la causa de la enfermedad. El seguimiento de estas madres reveló que sólo el 42% cumplieron completamente los consejos del médico, y se halló una notable correlación entre la satisfacción de las madres con la conducta clínica del médico y su consiguiente cumplimiento de las recomendaciones. Aunque los médicos habían recurrido al uso de jerga en más de la mitad de los casos grabadas en casete, las mujeres insatisfechas tendían mayoritariamente RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 11 – 1997 MAQUETA RET Nº11 21/12/1999 16:24 Página 15 a quejarse de las discusiones técnicas y objetivas de los médicos sobre el estado de sus hijos, a la vez que mostraban poca preocupación real por el bienestar del niño. De las mujeres que sentían que el médico no había cubierto sus expectativas de interés por el estado del niño, el 56% mostraba una gran falta de cumplimiento de las recomendaciones médicas. Los costes de una comunicación deficiente entre el médico y el paciente son también aparentes en la investigación de Hulka y sus colaboradores (1976), que halló que los errores de comisión (tomar medicamentos no recetados por el médico) y de omisión (no tomar medicamentos prescritos por el médico) aumentaban cuando se incluían más medicaciones; los errores de comisión y las confusiones sobre el horario correcto de las tomas aumentaba cuando el horario era más complejo, y los errores de comisión y las confusiones de horario aumentaban cuando los pacientes ignoraban el funcionamiento de las medicaciones prescritas. De hecho, algunos investigadores (Garrity, 1981) han concluido que el recuerdo que tiene el paciente de la información transmitida durante la visita al médico a menudo es pobre, y que entre las razones que causan esto se cuentan la ansiedad, el poco conocimiento médico de los pacientes, y el gran número de declaraciones presentadas al paciente. La comunicación no verbal entre el médico y el paciente, que incluyen la conducta ocular, las expresiones faciales, y el contacto físico (Friedman, 1979), también juegan un papel importante en el cumplimiento y la satisfacción del paciente (Bensing, 1991). La falta de cumplimiento se ha relacionado con la tensión entre el médico y el paciente que no cede a las bromas, las risas o a la satisfacción aparente con la relación (Davis, 1968). Las investigaciones realizadas con pacientes clínicos principalmente mujeres negras de bajos recursos económicos (Hall, Roter y Rand, 1981) hallaron que las pacientes se sentían más satisfechas cuando el tono de la voz del médico contenía emoción negativa (p.e., sonaba más ansiosa o enfadada) y se combinaba con palabras que se juzgaban (en la transcripción) como menos irritadas y más de apoyo. Por término medio, parece que la combinación simultánea de las señales afectivas positivas y negativas RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 11 – 1997 satisfacía más a las pacientes, que probablemente interpretaban estas conductas verbales como un reflejo de sinceridad y preocupación. Además, las pacientes tenían más probabilidad de volver a las visitas concertadas cuando el tono de voz del médico en la entrevista inicial contenía ansiedad o enojo. Por último, las diferencias entre el paciente y el médico, en cuanto a raza, clase social y etnia producen lagunas de comunicación entre el médico y el paciente. Parece que los médicos ven a los pacientes de clase social más alta, con una mayor capacidad para entender las explicaciones médicas, mayor deseo de conocer los hechos y habilidad para estar calmados mientras se les informa de un mal pronóstico (Pratt, Seligman y Reader, 1957). Los médicos parecen subestimar constantemente el nivel de comprensión verbal de los pacientes de clase trabajadora (McKinlay, 1975), incluso aunque algunas investigaciones (Samora, Saunders y Larson, 1962) sugieren que la educación es relativamente más importante que la clase socioeconómica a la que pertenecen como predictor del conocimiento de salud. RESUMEN Y SUGERENCIAS PARA INVESTIGACIONES FUTURAS Además de algunas de las razones de incumplimiento de la terapia relacionada con HIV, que fueron ofrecidas por una muestra limitada de consumidores de drogas con SIDA en New Jersey -que incluyen la acumulación de medicación, incertidumbre sobre la cobertura médica, confusión sobre el horario de las dosis por sus numerosos cambios, el miedo a las interacciones de la medicación con las drogas de la calle que consumen, la creencia de que una dosis inferior a la prescrita les “aguantará”-, hay otras razones, revisando la literatura general, sobre el cumplimiento médico que sugieren varios factores que pueden reducir significativamente la probabilidad de que los CDIs se adhieran al protocolo de tratamiento. Entre estos otros factores se cuentan los largos tiempos de espera y el tratamiento indiferente en las clínicas de HIV; la confusión sobre el horario de dosis atribuible a la toma de varias medicaciones diarias distintas; el poco conocimiento del funcionamiento del fármaco, posiblemente como resulta17 MAQUETA RET Nº11 21/12/1999 16:24 Página 16 do de las deficientes habilidades de comunicación del asistente de salud y/o la falta general de atención hacia los adictos a las drogas; el apoyo social relativamente limitado de los CDIs; la falta de comprensión por parte de los CDIs del significado de la ausencia de síntomas; y la adherencia a los mitos de la calle o a las concepciones populares de la enfermedad, sus síntomas, curso normal y tratamiento. Para cubrir lo que puede ser un gran problema para la comunidad de atención a SIDA, para la sociedad en general, y para que los CDIs HIV-seropositivos se puedan beneficiar lo máximo posible del tratamiento antivírico, se deben emprender investigaciones exploratorias para identificar los obstáculos del cumplimiento entre los CDIs y sugerir posibles mejoras en la manera en que se administran estas medicaciones a estas poblaciones. Además de determinar los niveles de cumplimiento (mediante el uso de técnicas como el recuento de comprimidos), dichas investigaciones necesariamente medirán la comprensión del paciente de los propósitos de las medicaciones y de los niveles de dosis prescritos; determinarán las fuentes de demanda clínica y el tiempo transcurrido desde la demanda averiguando los niveles de satisfacción con las visitas clínicas y la interacción con los médicos y enfermeras prescriptores. Además, se necesitará probar los elementos del Modelo de Creencias de Salud - incluyendo la visión del paciente de su pronóstico y la eficacia probable del AZT- y los trabajadores sociales pueden dedicarse a evaluar el sistema de apoyo de los pacientes y su funcionamiento en las áreas principales de vida. Por último, será importante determinar -por ejemplo, mediante análisis de orina- si los CDIs que reciben medicaciones antivíricas consumen drogas no prescritas e investigar si estos pacientes se automedican con substancias como cocaína, Darvon, Percodan o Valium como una manera de afrontar los efectos secundarios de la medicación. A partir de la comparación del recuento de comprimidos, los datos de la entrevista con el paciente, los análisis de orina y sangre y la información proporcionada por los médicos y enfermeras, debería ser posible determinar si la conducta de incumplimiento es deliberada o si se puede atribuir a un error de la medicación (p.e., el pacien18 te intenta cumplir pero las limitaciones intelectuales o la complejidad del régimen no le permiten hacerlo) (Gordis 1979). En este último caso, se puede mejorar el cumplimiento mediante la mejora de la comunicación médicopaciente. Que esta comunicación puede ser deficiente, especialmente en los casos en que el pronóstico del paciente es malo, se sugiere en algunas investigaciones que mostraron que los médicos prefieren no informar a los pacientes oncológicos de su estado por miedo a una reacción emocional desfavorable, o por miedo a que cualquier incertidumbre que comuniquen sobre el diagnóstico, tratamiento o control pueda ser interpretado por el paciente como una señal de que el médico no sabe que está haciendo, causando, por tanto, una pérdida de confianza (McIntosh, 1974). Además, la clase social del paciente parece influenciar notablemente en el tratamiento que recibe en los hospitales (Sudnow, 1967) y existe pocas razones para pensar que la clase no afecte de modo similar al tratamiento en las clínicas HIV -incluyendo el cuidado en la comunicación de las instrucciones- . Por supuesto, la comunicación deficiente entre los médicos y los pacientes también puede derivar de un conjunto de actitudes, perspectivas y conductas que son comunes entre los CDIs. Conscientes del estigma social asociado a su adicción concreta y a menudo procedentes de orígenes de clase baja, los consumidores de drogas pueden abstenerse de preguntar a los médicos por que no quieren parecer ignorantes, o por que perciben que el médico está demasiado ocupado o es demasiado importante para hablar con ellos (Mays y Cochran, 1978). La probabilidad de cumplimiento de los CDIs con el régimen médico también puede verse reducido por una manera distintiva de vincularse a las figuras de autoridad como los médicos (p.e., mediante lenguaje ocular) y por una percepción característica del tiempo: Bastante a menudo los consumidos de drogas endovenosas intravenosa funcionan en una concepción del tiempo presente que les impide seguir el consejo médico cuando implica planificación para el futuro. Es mejor trabajar con, en lugar de contra, esta orientación a la hora de dar consejo médico a la persona con SIDA. (Mays y Cochran, 1987). RET, Revista de Toxicomanías. Nº. 11 – 1997 MAQUETA RET Nº11 21/12/1999 16:24 Página 17 Los cuidadores de pacientes con SIDA necesitan conocer estas conductas, percepciones y actitudes, y deben ser conscientes de la extensión de la explicación para estar seguros de que los CDIs entienden las instrucciones de su medicación. Se debe probar la existencia de casos de incumplimiento deliberado del régimen de tratamiento antivírico que no se cubre en la investigación exploratoria, para establecer si los sujetos alteran su régimen como una manera de afrontarse a los efectos adversos de la medicación o en respuesta a su percepción de cambio de los síntomas. Este tipo de investigación arrojará luz sobre el papel de las creencias populares sobre salud, arraigadas entre las clases sociales, étnias o entre afiliaciones subculturales, tienen sobre la falta de cumplimiento. La adherencia a una concepción popular de salud y enfermedad probablemente impacta el reconocimiento de los síntomas de HIV/SIDA, la conducta de búsqueda de ayuda, el tratamiento y el cumplimiento de la terapia del sujeto. Varios de los componentes del sistema de creencias médicas populares a las que muchos africoamericanos de clase baja se adhieren, parecen tener importantes implicaciones en las actividades de búsqueda de ayuda de este grupo, tales como la creencia de que los médicos son incapaces de ayudar a aquellos a los que Dios castiga por sus pecados; que la mayoría de problemas de salud ocurren porque el sujeto ha roto la armonía con las fuerzas de la naturaleza y por tanto es culpa del sujeto que un error desencadene una enfermedad; que las erupciones cutáneas no deben ser perturbadas porque representan impurezas del cuerpo que tratan de emerger; que las bebidas alcohólicas aclaran la sangre; que las medicaciones prescritas pueden producir resultados casi instantáneos; y que las personas que nacen con el regalo de la curación -o que han recibido este regalo mediante experiencias religiosas- tienen la máxima aprobación divina, y por lo tanto poseen más “poder” para curar que aquellos que han aprendido la profesión a partir de otros, como los médicos (Snow, 1974). Muchos de los que mantienen estos sistemas de creencias se muestran condescendientes con los curanderos populares, que típicamente proporcionan servicios como atención médica y productos farmacéuticos, crisis interRET, Revista de Toxicomanías. Nº. 11 – 1997 vention y apoyo emocional para los problemas interpersonales, cuidados y tratamiento a los incapacitados, y rehabilitación física y emocional (Delgado y Humm-Delgado, 1982). Los curanderos populares juegan un papel especialmente importante en la atención y apoyo de las comunidades no blancas en los Estados Unidos, incluyendo comunidades urbanas negras (Hall y Bourne, 1973), comunidades mejicoamericanas (Higginbotham, Trevino y Ray, 1990) y comunidades de puertorriqueños (Scott, 1974). De hecho, se han identificado por lo menos cuatro tipos de curanderos populares -los espiritistas, santeros, herbolistas y santiguadores- en las comunidades puertorriqueñas (Delgado y Humm-Delgado, 1982). Sin embargo, prácticamente no disponemos de información sobre el grado en que los consumidores activos de drogas son condescendientes con los asistentes médicos populares. Por lo menos, la investigación sobre este tema podría identificar un canal hasta ahora poco utilizado mediante el cual se puedan difundir mensajes de prevención, números de teléfonos de atención e información sobre el tratamiento para los sujetos infectados y de riesgo, especialmente en comunidades no blancas. Algunas creencias de salud que son específicas de los CDIs también pueden suponer una barrera para el cumplimiento con las terapias anti-HIV en esta población. Por ejemplo, parece que la existencia de un sistema de creencias del adicto que contempla al cliente de metadona como una “perdedor” y percibe el tratamiento como una intrusión en la rutina diaria del adicto es en gran parte responsable de las altas tasas de problemas con los programas de tratamiento con metadona (Hunt, Lipton y Goldsmith, 1986). Además, la visión popular del adicto respecto los efectos de la metadona parece tener importantes implicaciones sobre el reclutamiento y el mantenimiento en el tratamiento. Así, mientras la evidencia clínica sugiere que los efectos secundarios de la medicación -p.e., estreñimiento, dolores corporales, problemas óseos, sudoración, problemas sexuales, cambios de peso, dolor de estómago, somnolencia, e insominio- se asocian a la aclimatación de la dosis, los efectos de la desintoxicación, las condiciones de salud no diagnosticadas, o a la interacción de la metadona con otras drogas; los clientes de metadona a menudo los 19 MAQUETA RET Nº11 21/12/1999 16:24 Página 18 explican en términos de nivel de dosis y de duración de tratamiento, y prescriben remedios como baños calientes y ungüentos para los dolores musculares y óseos, aspirina para el dolor de estómago, cocaína para estimular el deseo sexual, pastillas de sal para reponer el sudor, y soluciones de este tipo (Goldsmith, Hunt, Lipton y Strug, 1984). La existencia de estas creencias populares indudablemente refleja la necesidad de los adictos de comprender y controlar su adicción física y sus experiencias, del mismo modo que la supervivencia en este mundo requiere habilidad para juzgar los efectos de una droga concreta y ajustar la cantidad consumida. El cliente de metadona trae al tratamiento las mismas técnicas de control e información de la calle para tratar con los síntomas que pueda experimentar. El paso de una situación de autonomía en el manejo de la “medicación” con heroína, a uno de horarios y controles externos en un programa de tratamiento, anima el desarrollo de estas creencias (Goldsmith y col., 1984, pp. 337-338). La necesidad de los CDIs de controlar los síntomas y los efectos de la droga tiene importantes implicaciones en la comunidad de atención a enfermos de SIDA. Dado que se ha informado de varios efectos secundarios del uso del AZT -incluyendo un aumento potencialmente tóxico de los niveles séricos en un subgrupo de pacientes mantenidos en metadona que recibieron AZT (Schwartz, Brechbuhl, Kahl, Miller, Selwyn y Friedland, 1992; Johnson, 1992)- y que es probable que los CDIs que toman la medicación sientan la necesidad de explicar estos efectos en términos que ellos puedan controlar, tales como el aumento o la disminución de los niveles de dosis; es plausible que esta población desarrolle un complejo sistema de creencias similar referente al uso y a los efectos de AZT. Además, dado que se conoce relativamente poco sobre el grado de información y claridad -incluyendo los resultados de las pruebas de HIV- es tipicamente comunicada a la gente HIV positiva en las clínicas de HIV y en los centros de pruebas y asesoramiento, los clientes CDIs en estos centros pueden estar extremadamente confundidos sobre su pronóstico y, en consecuencia, pueden recurrir a la calle o a las creencias populares para ayudarse a entender su estado y para ayudarse a la hora de tomar decisiones con respecto al trata20 miento.Actualmente, sin embargo, no se sabe hasta qué grado los CDIs mantenidos con AZT han desarrollado o están en el proceso de desarrollar, una subcultura especial, centrada en y alrededor de las clínicas HIV, que sirven como fuente de información sobre el pronóstico y la sintomatología de la enfermedad, los beneficios y efectos secundarios del AZT, y el tratamiento de los efectos adversos. Los métodos etnográficos ofrecen un enfoque especialmente esperanzador para la investigación de la “subcultura AZT”. Además, estos métodos pueden ser útiles para proporcionar la comprensión del sistema informal de distribución de medicaciones antivíricas, y para determinar el papel que las creencias populares del adicto juega en la acumulación de medicaciones antivíricas. En resumen, el tema del cumplimiento de los CDIs con las terapias relacionadas con el HIV -incluyendo AZT así como tratamientos más nuevos como ddC, ddI, foscarnet, ganciclovir y fluconazol, que pueden ampliar los beneficios de AZT- merece más atención por parte de los investigadores y los que proporcionan tratamiento. Siguiendo los estudios exploratorios, se podría realizar un tipo de investigación que utilice un diseño experimental para evaluar la eficacia relativa de varias intervenciones que pretendan aumentar los niveles de cumplimiento mediante la superación de las barreras al cumplimiento identificadas. Aunque las dificultades para conseguir esto no se minimican, la adherencia de los CDIs a los regímenes de tratamiento a largo plazo puede mejorarse mediante el uso de medidas como calendarios de pastillas, instrucciones explícitas verbales y escritas, aumento de la supervisión, y envasado especial (Haynes, 1979b). Además, parece que el mantenimiento de niveles apropiados de cumplimiento entre esta población puede requerir la provisión de atención médica de calidad fácilmente accesible y el uso de la clínica como una fuente de consulta de tratamiento y grupos de apoyo (Samules y col., 1990), así como la disponibilidad de incentivadores tales como un trabajador social para proporcionar consejo en servicios como los programas de abuso de substancias y los albergues; un trabajador de calle en la comunidad, que pueda localizar pacientes y asistirles en la realización de las visitas clínicas necesarias, y el suministro de atención infantil y de transporte (El-Sadr y Capps, 1992). 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