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Salud Mental y VIH/SIDA
Por el Dr. Michael B. Blank
Profesor Adjunto de Psicología, Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medicina Perelman, Universidad de Pensilvania, Filadelfia.
Todo médico que trata pacientes
con VIH/SIDA reconoce que los
trastornos afectivos concurrentes
(por ejemplo, depresión mayor,
trastorno bipolar), los trastornos
por abuso de drogas, trastornos
cognitivos, y los trastornos por
ansiedad también son parte del
mismo cuadro. Con frecuencia,
estos pacientes son excluidos de
ensayos clínicos aleatorizados y
otros tratamientos, y, como
resultado, se pierde la
oportunidad de proporcionar
asesoramiento informado a los
médicos que tratan pacientes
con estas comorbilidades.
Las personas que padecen trastornos mentales
tienen un mayor riesgo de contraer y transmitir
VIH. Se cree que este incremento en el riesgo se debe a un alto índice del uso de drogas,
inclusive las inyectables, al comportamiento
sexual riesgoso, a la victimización sexual y a
la prostitución. En un estudio reciente se descubrió que se cuadruplicaron las infecciones
por VIH en personas que reciben asistencia en
salud mental dentro de un marco terapéutico,
en Filadelfia y Baltimore.1 De los individuos
que fueron sometidos a pruebas de VIH en
las unidades de internación de tratamiento
psiquiátrico de las universidades (n=288), el
5,9% fueron VIH positivos; en los programas
de tratamiento asertivo comunitario (n=273),
el 5,1% fueron VIH positivos, y en los centros
comunitarios para la salud mental (n=501), el
4,0% estaban infectados. Se asoció la infección por VIH al origen afroamericano, a la
homosexualidad, la bisexualidad, a la co-infección por el virus de la Hepatitis C y a la
severidad de la sintomatología psicquiátrica .
Tal estudio sugiere que se realice una prueba
de rutina de VIH tanto a los pacientes internados como a los ambulatorios.
Cuando el trastorno mental pone en alto riesgo
la adherencia al tratamiento por VIH, la salud
pública se ve amenazada; aumenta la carga viral en la comunidad y existe la posibilidad de
que se desarrollen tipos de virus resistentes al
tratamiento. Es por ello que quienes padecen
trastornos mentales pueden ser un vehículo de
transmisión del VIH. Es altamente necesario
mejorar la atención médica continua a través
de la detección temprana de las infecciones,
incrmentando el acceso a los tratamientos para
VIH y reforzando la adherencia a los tratamientos de manera que los pacientes puedan
mantener las cargas virales no detectables.
Hoy en día, las consecuencias desfavorables
de las infecciones por VIH distan de ser inevitables. Las personas con trastornos mentales e infecciones por VIH que reciben buena
atención sanitaria pueden alcanzar una adherencia similar a la que se registra en las personas no infectadas. En realidad, hay evidencia
de que recibiendo una asistencia adecuada,
estos pacientes pueden mejorar la adherencia
al tratamiento, y de esta manera disminuir la
probabilidad de discontinuación de la terapia
antirretroviral (TARV).
Prevalencia estimada
Los factores de riesgo asociados a las infecciones por VIH en las personas con trastornos
mentales son los mismos que los de la población general. Tales factores incluyen prácticas
sexuales sin protección y el uso de drogas.
La prevalencia estimada de las infecciones
por VIH en pacientes con trastornos mentales
graves durante los años 90 e inicios del 2000
osciló entre el 1% y el 23%.2,3 La prevalencia
estimada a partir de estos estudios ha variado
enormemente dadas las diferencias metodológicas en los muestreos, particularmente la
dependencia en muestreos de conveniencia de
los individuos de alto riesgo en instituciones
o áreas geográficamente restringidas. El pequeño tamaño muestral también compromete
estas estimaciones
Un análisis de los datos del registro de VIH/
SIDA de Nueva Jersey mostró que el 5,7%
de los pacientes con esquizofrenia también
estaban infectados con VIH.4 En otro estudio,
pacientes con trastorno del espectro esquizofrénico demostraron ser 1,5 veces más propensos a contraer VIH, mientras que aquellos
con trastornos afectivos más graves fueron 3,8
veces más propensos. Según registros médicos administrativos de muestras nacionales
pertenecientes a la Administración de Veteranos (VA, por sus siglas en inglés), también
se destacaron índices elevados de infecciones
por VIH en pacientes con trastornos mentales
graves.6
Las estimaciones basadas en muestras epidemiológicas reales son escasas. Quizás, sea por
las deficiencias existentes en los sistemas de
detección que estas estimaciones no pueden,
con frecuencia, establecer un panorama claro
para quienes sufren trastornos psicóticos graves. Un estudio reciente que utilizó datos de la
Encuesta Epidemiológica Nacional sobre Alcohol y Problemas Relacionados ( NESARC,
por sus siglas en inglés) reveló que los hombres con VIH eran significativamente más propensos a un gran rango de diagnósticos, comparados con sus contrapartes VIH negativas.7
La prevalencia de trastornos psiquiátricos en
un período de 12 meses se estratificó por género; el objetivo fue de reconocer el aumento en
el riesgo de padecer un trastorno psiquiátrico
como una función de la interacción género/
2
estado del VIH. Los hombres con VIH positivo fueron más propensos a los trastornos del
estado de ánimo, episodios depresivo mayor /
distimia, cualquier trastornos de ansiedad y
trastornos de la personalidad que los hombres
que no estaban infectados con VIH. Las mismas comparaciones no fueron significativas en
las mujeres.
La prevalencia de la infección por VIH en comorbilidad con un con trastorno psiquiátrico
comórbido puede verse subestimada debido
a la posibilidad de que no se recopilen todos
los diagnósticos de VIH. Aquellos que sí son
recopilados, pueden no estar relacionados
realmente con las pruebas confirmadas de
VIH-positivo dentro de una base de datos administrativa. Cuando se utilizó una estrategia
de comprobación más directa, se observó infección por VIH en el 10,1% de los pacientes.
Estos hallazgos indican la existencia de serias
deficiencias en la atención a los pacientes, lo
cual da cuenta de una mayor discriminación
hacia aquellos con trastornos mentales con
respecto a la identificación del VIH.
Carencia de guías de tratamiento
Se han desarrollado relativamente pocas guías
de tratamiento, para los médicos que tratan pacientes con VIH y trastornos mentales. Estas
pautas están enumeradas en la Tabla 1. Nótese que los lineamientos de 2000 y 2010 de la
Asociación Americana de Psiquiatría podrían
no estar vigentes.8,9
Los miembros de la Organización de SIDA
– Psiquiatría (OPA, por sus siglas en ingles)
realizaron una encuesta por Internet con el objetivo de identificar el uso común de psicofármacos10. Con una tasa de respuesta de solo el
39% (n=69), los hallazgos deberían interpretarse con cuidado; sin embargo se observaron
ciertas tendencias respecto del tratamiento:
para el tratamiento de primera línea contra
la depresión, escitalopram/citalopram; para
la psicosis y manía secundaria, quetiapina; y
para la ansiedad, clonazepan.
Miembros de la Academia Americana de Medicina en VIH (American Academy of HIV
Medicine) realizaron una encuesta nacional
focalizada en la iniciación de TARV para los
pacientes con esquizofrenia e infección comórbida por HIV.11 Los resultados demostraron que los médicos admiten la importancia de
recomendar la TARV a los pacientes, así como
también la de evitar el uso de medicación antirretroviral con efectos adversos neuropsiquiátricos conocidos. Estos estudios han impulsado el desarrollo de componentes curriculares
biopsicosociales para la capacitación de los
residentes en psiquiatría.12
Episodio depresivo mayor y
Trastornos afectivos
La depresión y otros trastornos afectivos son
comorbilidades habituales en todas las enfermedades crónicas, incluso en las infecciones por
VIH, y presentan un desafío clínico particular.
Con frecuencia, interfieren en la adherencia a
los TARV, además de hacerlo en otros aspectos
del propio cuidado, en las consecuencias virológicas e inmunológicas, y en la calidad de vida.
La depresión es la comorbilidad psiquiátrica con VIH más común.13 Se llevó a cabo
un metanálisis para evaluar la relación entre
la depresión y la adherencia a la medicación
contra el VIH con el fin de determinar el tamaño del efecto l y de examinar los posibles
moderadores metodológicos y de medición.14
La depresión estaba significativamente asociada a la falta de adherencia; se descubrieron
mayores efectos en estudios que recolectaban
datos a través de encuestas vs. cuestionarios
3
autoadministrados.14 Se descubrieron efectos
mayores al considerar la depresión dentro de
un rango de severidad en vez de como una
variable dicotómica. No se encontraron diferencias en los efectos respecto de los estudios
transversales vs. los longitudinales. Deberían
incluirse evaluaciones para la depresión, aún
en el plano subclínico,así como también tratamientos en todas las intervenciones conductuales del VIH.
La prevalencia estimada de la depresión mayor en pacientes con VIH oscila entre un 20%
y un 37%, cifra tres veces mayor que el índice general de población.13 Al igual que otras
enfermedades crónicas y que atentan contra
la vida, tener VIH/SIDA genera mucho estrés,
y quienes viven con este virus son particularmente vulnerables a la depresión y a otros
trastornos afectivos. El hecho de que el VIH
constituya una amenaza para la vida provoca
un miedo de muerte inminente.
Se observó que los participantes con VIH/
SIDA y trastorno bipolare eran más propensos
a tener relaciones sexuales sin protección con
sus parejas VIH-negativo y a presentar una
menor adherencia a los TARV.
Además, las secuelas de las infecciones por
VIH, tales como trastornos neurocognitivos
asociados, las enfermedades oportunistas asociadas y los efectos adversos de los TARV
pueden producir síntomas idénticos a los de la
depresión (por ejemplo, fatiga, problemas de
concentración, síntomas somáticos, disminución del apetito/pérdida de peso).
Desde una perspectiva cognitivo-conductual,
estos síntomas físicos pueden ser parte de un
ciclo continuo de depresión. Existen otros
factores, específicos del VIH, que podrían dar
cuenta de un alto grado de depresión y demás
trastornos afectivos. Más precisamente, quienes padecen VIH/SIDA son aquellos que pertenecen, de manera desproporcionada, a sectores sociales en desventaja y marginalizados,
en los cuales ya existe un riesgo de depresión
dada la raza, la etnia, la condición de minoría
sexual, la pobreza, el consumo actual o previo
de drogas, la prostitución y/o un trauma.
Los índices de la depresión no parecen disminuir con la edad en las poblaciones con
VIH positivo, tal como ocurre en la población
general. Este dato es importante ya que hasta un cuarto de los adultos norteamericanos
VIH-positivos tienen actualmente 50 años de
edad o más. Dado que la gente vive cada vez
más tiempo como consecuencia del avance de
la medicina, la depresión, en un grupo etario
cuyos integrantes con VIH van envejeciendo,
seguirá siendo un problema que necesita abordarse clínicamente y ser objeto de consideración en las investigaciones sobre VIH. Aunque
hay evidencia de que los trastornos psiquiátricos graves pueden afectar negativamente la
atención contra el VIH, especialmente la adherencia a la medicación, hay estudios que destacan la importancia de un examen individual y
de un posible impacto positivo de la atención
psiquiátrica y la atención por abuso de drogas.
Carrico y demás colegas15 han utilizado una
clínica móvil para el reclutamiento de muestras probabilísticas de personas sin vivienda
o en situación de vivienda inestable. Aquellos
con resultados VIH-positivo fueron examinados para determinar la existencia de un trastorno mental. Se compararon los participantes
que recibían TARV con aquellos que, si bien
eran elegibles para tal tratamiento, no lo recibían. Pasados 90 días, el tratamiento para los
trastornos mentales aumentó considerablemente la probabilidad de recibir TARV.
No hubo impacto en las probabilidades de
recibir TARV respecto de un trastorno mental actual, pero sí se asoció el trastorno a una
carga viral seis veces mayor. Los autores del
estudio concluyeron que la facilitación a un
tratamiento psiquiátrico a los VIH-positivos
empobrecidos podría ayudar a optimizar los
resultados médicos.
Las intervenciones psicoterapéuticas serían
adecuadas para subsanar las dificultades psicosociales y el sufrimiento asociado al VIH.
Cabe destacar que la terapia cognitivo-conductual (TCC) realizada telefónicamente ha
surgido como un tratamiento viable, aceptable
y efectivo contra la depresión grave. Himelhoch16 y demás colegas desarrollaron una intervención basada en la TCC administrada por
teléfono y la compararon con la terapia cara
a cara en 34 pacientes VIH-positivos que viven en la ciudad con bajos ingresos. El criterio
primario de evaluación fue la reducción de la
depresión; el secundario, la adherencia a la
medicación. No se encontraron diferencias en
la disminución de los síntomas depresivos; sin
embargo, se observó una mejor adherencia en
el grupo de la TCC administrada por teléfono.
Por lo tanto, este estudio sugiere que la TCC
administrada por teléfono puede ser una alternativa al tratamiento estándar.
Un estudio realizado en Brasil reveló una alta
incidencia de trastorno bipolar en pacientes
con VIH/SIDA. Los adultos con VIH fueron
sometidos a una prueba basada en el Cuestionario de Trastorno del Estado de Ánimo:
el 13,2% (n=26) de los pacientes del estudio
padecían trastorno bipolar, y el diagnóstico se
confirmó en el 8,1% de estos pacientes (n=16).
Esto representa una prevalencia casi cuatro
veces mayor que en la población general. Los
4
factores asociados al diagnóstico de trastorno bipolar fueron la prostitución, la actividad
sexual por fuera de la pareja estable, trastornos en el consumo del alcohol y uso ilícito
de drogas. No es extraño que la comorbilidad
psiquiátrica más común entre las personas con
trastorno bipolar haya sido el abuso de drogas
(61,5%).
Un estudio realizado en Estados Unidos examinó las conductas riesgosas de transmisión
del VIH en 63 personas con VIH/SIDA con
trastorno bipolar, trastorno de depresión grave o trastorno del estado de ánimo; la mitad
de ellos también tenía trastorno por abuso de
drogas.18 Se observó que los participantes con
VIH/SIDA y trastorno bipolar fueron más propensos a tener relaciones sexuales sin protección con sus parejas VIH-negativo y a una adherencia más baja a los TARV. En los modelos
de análisis multivariados, el trastorno bipolar
y el trastorno por consumo de drogas fueron
indicadores independientes de ambas conductas riesgosas. Las personas con trastorno bipolar necesitan ser evaluadas cuidadosamente
y trasladadas a centros para la prevención del
VIH con el fin de reducir las conductas riesgosas de transmisión.
Trastornos de ansiedad
Entre el 16% y el 36% de las personas con
VIH padecen trastornos de la ansiedad.19 El
Estudio de Utilización de Servicio y Costo del
VIH (HCSUS, por sus siglas en inglés) demostró que el 16% de los infectados por VIH
cumplieron con los criterios para el l trastorno de ansiedad generalizada y el 10,5%, para
ataques de pánico.20 El trastorno de adaptación
con ansiedad fue el más común, seguido del
trastorno de ansiedad generalizada y el trastorno de pánico; los trastornos de ansiedad son
una comorbilidad común con la depresión.
Aunque los ISRS son efectivos para los trastornos de ansiedad, Vitiello y demás colegas21
descubrieron que el 63% de la medicación
prescrita a individuos con VIH fueron las
benzodiacepinas. Este hallazgo genera cierta preocupación debido a los altos índices de
abuso de drogas entre las personas con VIH
y posibles infectados como consecuencia del
abuso de las benzodiacepinas. En la Tabla 3 se
enumeran los enfoques para el tratamiento del
trastorno de ansiedad con infección por VIH.
Entre las personas con VIH-positivo, se estimó
que la tasa a lo largo de la vida del trastorno
por estrés postraumático (TEPT) y la incidencia del TEPT por VIH fue del 54% y del
40%, respectivamente.22 Sin embargo, estas
estimaciones deben interpretarse con cautela
dado que se basan en solo 85 pacientes recien-
temente diagnosticados con VIH que participaron en un estudio transversal sobre la tasa a
lo largo de la vida de TEPT y TEPT por VIH.
Aunque parece existir una alta coexistencia
de TEPT y sus efectos perjudiciales para los
individuos con VIH, hay relativamente poca
investigación respecto del tratamiento para
TEPT en esa población. La terapia de exposición prolongada es un tratamiento psicoterapéutico con buenas bases que ha demostrado
ser eficaz en un amplio rango de la población
traumática. De todos modos, se necesita una
mayor investigación para verificar que esto
sea efectivo para el tratamiento del TEPT con
VIH/SIDA.
Esquizofrenia
En el contexto de la esquizofrenia, el riesgo de
contraer VIH implica cierto nivel de complejidad. El inicio de esta enfermedad se da generalmente en los últimos años de la adolescen-
cia y en la adultez temprana, tanto en mujeres
como en hombres, durante el mismo período
de desarrollo en el que la sexualidad y la conducta sexual son más importantes y más frecuentes. Esta dinámica, junto con una mayor
vulnerabilidad del abuso y la explotación de
personas con trastorno del espectro esquizofrénico, hace que tales individuos sean particularmente susceptibles a contraer y transmitir
el VIH y otras enfermedades infecciosas
Los antipsicóticos constituyen el tratamiento
estándar para los síntomas piscóticos en las
personas con VIH/SIDA. Los antipsicóticos
atípicos suelen ser más efectivos y causar menos efectos extrapiramidales que los antipsicóticos tradicionales, tales como el haloperidol
o la tioridazina. Sin embargo, muchos de los
antipsicóticos atípicos se asocian a un mayor
riesgo de obesidad y de síndrome metabólico,
los cuales pueden desarrollar enfermedades
cardiovasculares y diabetes. Esta situación
5
se ve agravada por el hecho de que también
se ha asociado el TARV a un mayor riesgo de
síndrome metabólico. Se recomienda, por lo
tanto, el uso de agentes antipsicóticos tradicionales para las personas que están bajo TARV,
y se requieren guías específicas basadas en la
evidencia, fundadas en estudios biológicos
y conductuales, para tratar los trastornos del
espectro esquizofrénico en individuos que
también padecen VIH/SIDA, on el fin de mejorar los resultados psiquiátricos, médicos y de
conducta. La Tabla 4 enumera los tratamientos
habituales para la esquizofrenia comórbida
con VIH.
Abuso de drogas
La interacción entre los síntomas de un trastorno mental, el trastorno por abuso de drogas
y las conductas de riesgo relacionadas con el
VIH es compleja y recursiva. La vía de infección debe entenderse en el contexto de múltiples factores relacionados con el entorno y
el comportamiento. Al igual que cualquier
enfermedad que atente contra la vida, el diagnóstico de VIH generalmente ocasiona depresión y ansiedad. Además, el mismo virus tiene efectos neurotóxicos directos que pueden
producir trastornos neurocognitivos asociados
un síndrome complejo caracterizado por una
gran variedad de deficiencias neurológicas y
de funcionamiento.
La gravedad de los síntomas de los trastornos
mentales se ha asociado a un mayor riesgo de
contraer infecciones por VIH. En un estudio,
se utilizaron datos de referencia de 228 participantes VIH positivos y 281 participantes VIH
negativos de dos ensayos clínicos.23 Los años
transcurridos hasta el diagnóstico de VIH sirvieron como criterio primario de evaluación.
La clasificación de al menos 30 síntomas según
el Índice de sintomatología de Colorado (CSI,
por sus siglas en inglés) se asoció a un riesgo
47% mayor de contraer infección por VIH (P
< 0,1). Este estudio estableció las bases para la
utilización de la clasificación CSI para identificar un subgrupo dentro de la comunidad
de personas que padecen trastornos mentales
graves. Nuevos estudios podrían desarrollar
enfoques efectivos para reducir los síntomas
psiquiátricos con el fin de examinar el impacto que generan en las conductas riesgosas de
transmisión del VIH. Parece ser probable que
un buen tratamiento para el trastorno mental y
para el trastorno por abuso de drogas sea efectivo para la prevención del VIH.
Hay pruebas contundentes de que el abuso de
drogas aumenta profundamente el riesgo de
contraer VIH en las personas con trastornos
mentales. En un gran número de muestras de
pacientes con trastorno del espectro esquizofrénico que recibían tratamiento de la Administración de Veteranos (VA, por sus siglas en
inglés), Himelhoch6 y demás colegas descubrieron que la esquizofrenia y el abuso de drogas aumentaron considerablemente el riesgo
de contraer VIH. Ante la ausencia del uso de
drogas, las personas con esquizofrenia tenían
un menor riesgo de contraer VIH que la población general bajo VA.
Prince24 y demás colegas obtuvieron resultados similares. Por medio de registros médicos,
los investigadores examinaron los diagnósticos de VIH de pacientes con trastornos mentales graves. Los procedimientos de regresión
logística y de regresión de Cox revelaron que
el 24% de las personas con trastornos del estado de ánimo fueron internadas, y que el 24%
de ese grupo fueron internados nuevamente
en un período de 3 meses. El abuso de drogas comórbido representó un 36% de internaciones iniciales y un 50% de readmisiones.
Estos resultados sugieren que las infecciones
por VIH, los trastornos mentales y el abuso de
drogas deberían ser abordados por un conjunto
multidisciplinario de profesionales de la salud
mental, enfermedades infecciosas y abuso de
drogas.
Los hallazgos de Coumos y demás colegas25
indican que el diagnóstico de trastorno mental sin diagnóstico de abuso de drogas no
está altamente asociado a un mayor riesgo de
contraer VIH/SIDA. El abuso de drogas y los
síntomas del trastorno mental son recurrentes
y remitentes, por lo tanto, basarse en la presencia o en la falta de uno u otro diagnóstico en
determinado punto hace que no se adopte una
postura en cuanto al desarrollo y la duración
del trastorno mental y del abuso de drogas.
Monitoreo de medicación
e interacciones de los fármacos
Cuando se prescribe medicación psicotrópica
en el contexto del TARV, es importante monitorear los efectos adversos, así como también
considerar las posibles interacciones de los fármacos. Por ejemplo, los antipsicóticos atípicos
aumentan el riesgo del síndrome metabólico,
además del aumento de peso, la hiperglucemia y la hiperlipidemia. Síntomas similares
asociados al síndrome metabólico también se
asocian al tratamiento con medicación antirretroviral. El monitoreo del peso, de la glucemia
en ayunas y del perfil lipídico es esencial para
el tratamiento que reciban las personas que to-
man cualquiera de estos medicamentos. Toda
interacción de fármacos entre antirretrovirales
y psicotrópicos debe identificarse. Por ejemplo, las benzodiacepinas específicas pueden
estar contraindicadas cuando se toman con
inhibidores de la proteasa, y debe tomarse mucho cuidado cuando se prescribe metadona en
presencia de determinados inhibidores no nucleótidos de la transcriptasa reversa. También,
se recomienda elaborar un historial meticuloso
del uso de medicación de venta libre y de hierbas medicinales (en particular, la marca StJohn’sWort, la cual puede estar contraindicada
para su uso junto con TARV).
Tratamiento “a medida” y
enfermeras guía
La prevención del SIDA a través del régimen
para la salud de los VIH positivos (PATH+, por
sus siglas en inglés) fue un estudio de intervención para personas que también padecían
trastornos mentales. Se utilizó un tratamiento adaptable, implementado por medio de un
tratamiento de atención continua, para lograr
la adherencia al tratamiento. Una enfermera
guía, aquella que ayuda y acompaña al paciente durante su enfermedad o tratamiento (NHN,
por sus siglas en inglés) llevó a cabo las consultas desde su casa y combinó servicios médicos con atención para la salud mental durante
1 año. El protocolo incluía una reunión con el
paciente al menos una vez por semana. Los
participantes del grupo que en el que se llevó a
cabo esta intervención fueron instruidos en la
materia y recibieron pastilleros y relojes eléctricos. Además, la enfermera guía coordinaba
a los médicos y las visitas, y acompañaba al
paciente en caso de que hubiera un inconveniente con la medicación, comunicación u otro
asunto que requiriera su atención.
La adherencia al tratamiento del VIH y a la
medicación psiquiátrica se calculó semanalmente; si la adherencia era por debajo del
80%, se implementaba el tratamiento de atención continua hasta que el nivel de adherencia
alcanzara o superara tal porcentaje durante 3
semanas. El tratamiento de atención continua
cada vez con mayor intensidad e incluyó la
activación de redes sociales, el uso de dispositivos de alarma con pantalla alfanumérica y
teléfonos celulares prepagos para motivar a los
participantes. Si todo lo demás fallara, el último paso del tratamiento de atención continua
sería una terapia de observación directa.
En el estudio, se reclutó un total de 238 pacientes VIH-positivos con trastornos mentales graves. Las mediciones de los resultados
6
principales fueron la carga viral y el conteo de
CD4. Se llevaron a cabo evaluaciones al inicio del estudio y luego, a los tres, seis, doce y
veinticuatro meses. Se realizaron seguimientos a los participantes durante 12 meses luego
de la finalización de la intervención con el fin
de examinar cualquier reincidencia. Los resultados del estudio PATH+ demostraron que,
con una ayuda adecuada, las personas con VIH
y con trastornos mentales pueden lograr una
adherencia exitosa al tratamiento y alcanzar
mejoras en la calidad de vida y en los biomarcadores de la salud.
el impacto positivo y la relación costo-efectividad nunca han sido tan bien recibidos y
expuestos como en los programas científicos
sobre el VIH. Ahora, es imperioso centrarse
en la concurrencia de los trastornos mentales
y las infecciones por VIH, junto con la necesidad de dedicar mayor atención al riesgo de
un trastorno mental y a las necesidades de las
personas VIH-positivo.
Este artículo brinda un resumen general de la
interrelación entre las infecciones por VIH y
los trastornos mentales. El lector interesado
puede echar un vistazo a las referencias citadas y a las crecientes literaturas, así como
también a las guías prácticas de información
adicional.
Otras complejidades que involucran el cuidado contra el VIH y de la salud mental incluyen trastornos neurocognitivos asociados
al VIH que se reconocen cada vez más en la
práctica clínica, pero que no están contemplados en este artículo. El tratamiento contra el
VIH ha evolucionado mucho desde que surgió por primera vez la epidemia de este virus;
ahora, afortunadamente, tales infecciones se
están convirtiendo de manera acelerada en
afecciones crónicas manejables. Al igual que
otras afecciones crónicas, la infección por VIH
tiene secuelas psiquiátricas específicas que toman cada vez más forma y son cada vez más
visibles.
Aún hay un largo camino por recorrer en
cuanto a las opciones de tratamiento, guías
de tratamiento actualizadas y servicios para la
salud diseñados a medida. El monitoreo de depresión y de ansiedad debería hacerse en cada
consulta, y las consultas y derivaciones a los
especialistas correspondientes deberían darse
de manera constante. Las medidas que tome
la salud pública frente a las infecciones por
VIH y SIDA pueden ser la mejor prueba del
éxito de la ciencia y la medicina. En menos de
4 décadas, se ha podido cambiar el concepto
del VIH, el cual pasó de ser una enfermedad
de origen desconocido que terminaba en un
rápido empeoramiento y en la muerte, a una
enfermedad crónica manejable para cual se sigue buscando una vacuna y la cura.
Hay muchos logros de los que valerse; quizás
18.
19.
20.
21.
Referencias
1.
Conclusión
17.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
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