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Psicoanálisis sin interpretación R. Armengol Millans Resumen ninguna ventaja. Resulta muy inquietante para algunos analizados que el terapeuta hable de cuestiones relativas a una ideología que no es la del paciente o que interprete supuestos sentimientos de transferencia cuando éstos no han sido expresados. El psicoanálisis tradicional siempre se ha dejado persuadir por la hipótesis que establece que la sexualidad y la destructividad gobiernan la fisiología y la patología mental. Se estableció que la fisiología y la patología provenían de un conflicto devenido inconsciente entre pulsiones o deseos y una instancia represora. La interpretación psicoanalítica nace de esta doctrina. Quizás hubiera podido ser distinto, pero así lo estableció Freud y muy pocos psicoanalistas se han opuesto claramente a esta concepción. Lamentablemente, de dicha propuesta deriva la idea de que el psicoanalista sería un experto en el conocimiento del inconsciente. El psicoanalista sabría aquello que está en el inconsciente del paciente y que él no quiere saber o se resiste a saber. El medio para conseguir dicho conocimiento sería la interpretación. ¿Es cierto, entonces, que el tratamiento psicoanalítico se basa en la interpretación? Suele decirse que así es, como si fuera algo muy evidente de por sí. Pero es mejor reflexionar y poder desprenderse de esta noción, porque si fuera de este modo el propio método psicoanalítico quedaría muy seriamente dañado y desacreditado, puesto que toda interpretación se basa en una teoría errónea. Al razonar sobre este tema debe tenerse presente y de forma muy clara que hablar o dialogar no es interpretar. No hay que confundirse, ni confundir: interpretar es algo específico y aceptado desde que Freud lo propusiera. Así, pues, no se puede decir: «lo que se llamaba interpretación ahora se entiende como un diálogo» o, aún peor si se dice, «interpretación es un decir, también se podría hablar de diálogo». Diálogo denota una cosa; interpretación, otra. La tesis de este trabajo expone que el psicoanálisis en el futuro podrá prescindir de la interpretación porque ésta procede de una teoría que no está verificada y que no es plausible. Esta afirmación procede de la reflexión crítica iniciada en mi libro El pensamiento de Sócrates y el psicoanálisis de Freud. Pienso que la mayor de las teorías psicoanalíticas, la que propone que el síntoma y el trastorno provienen de un conflicto en el que intervienen la sexualidad y la destructividad, es falsa. En la actualidad el psicoanálisis tradicional no puede prescindir de la interpretación. Sólo el psicoanálisis independiente, aquel que no está adscrito a ninguna escuela puede eludir este precepto y liberarse de una obligación innecesaria. Las añejas afirmaciones de que la interpretación es lo que da sentido a lo manifiesto y la de que el psicoanálisis se caracteriza por la interpretación no se pueden mantener y apuntan a la formación de un tipo de psicoanalista que se comporta como un oráculo muy sofisticado y raro. Intentaré mostrar que el carácter intelectualizado de las interpretaciones procede de una visión ideológica de la patología y del carácter que acaba entrando en contradicción con la primitiva concepción de Freud sobre la via di levare. En este sentido la interpretación se convierte siempre en una actuación. Y, según mi parecer, actuación y psicoanálisis son mutuamente excluyentes como expuse extensamente en El pensamiento de Sócrates y el psicoanálisis de Freud. La tesis del actual trabajo propone que la interpretación psicoanalítica podría abandonarse porque está ligada a una idea sobre el trastorno y el síntoma mental que no puede mantenerse. Fundamentar el habla del psicoanalista en una idea no demostrada, seguramente falsa, constituye una actuación que muchas veces aporta desasosiego y 7 Interpretación, teorías o ideología sencillo concebido exclusivamente como un procedimiento o método, esto es, como un oficio semejante al de la medicina. ¿Por qué debe admitirse que la sexualidad, perversa o no, debe reprimirse? En mi libro sobre Sócrates y Freud (Armengol, 1994) me planteaba: ¿quién y por qué dicta esta represión? Freud utilizó de manera incorrecta la biología. ¿Por qué los estudiantes de psicoanálisis tienen que admitir que de la resolución de un supuesto complejo de Edipo se origina la psicopatología y la conciencia moral? Esta conjetura nadie la ha probado, es una cuestión de opinión. A mi juicio es una especulación inadmisible. Cada cual sabrá lo que admite. La teoría psicoanalítica confunde los conceptos de agresividad y destructividad. Fue un error muy serio de Freud pretender que la agresión y una supuesta pulsión de destrucción o de muerte son formas de decir lo mismo. La psicología no es biología. No se puede afirmar que destructividad o violencia y agresividad son la misma cosa. Tampoco es admisible la doctrina kleiniana cuando establece que la angustia procede de la acción de la pulsión de muerte sin que medie nada desde el exterior o la de que la psicosis tiene relación con la acción de la identificación proyectiva. ¿Por qué tienen que admitir los estudiantes estas especulaciones? La suposición kleiniana de que la envidia es la expresión primaria de la pulsión de muerte es otra especulación. Lo es también la propuesta de Bion acerca de que el odio, el sadismo y los impulsos destructivos son predominantes en la psicosis. ¿Por qué hay que admitir y enseñar estas conjeturas? Este es un asunto muy grave porque cuando un terapeuta usa estas especulaciones para construir su interpretación actúa. La libre atención flotante queda entonces destruida por la actuación ideológica. De modo general cuando se dice que el psicoanálisis se fundamenta en una teoría o que una teoría es ineludible para poder trabajar se tienen en cuenta y se aceptan las anteriores explicaciones tradicionales que conducen a la conocida formulación: hay que hacer consciente para el paciente lo que está reprimido o disociado. Esta sería la propuesta canónica del psicoanálisis tradicional. Una variante propuesta por los seguidores de Klein sugiere y enseña, como algo probado, que existen fantasías inconscientes previas a la experiencia. En ambos casos, conflicto o fantasía, lo inconsciente produciría los síntomas neuróticos. Para resolverlos sería necesario interpretar, se dice, para hacer consciente o integrar lo reprimido o disociado. Es más prudente y más acorde con la racionalidad y con los saberes actuales de las ciencias aceptar que el síntoma y el trastorno mental tienen causas pero no tienen un significado oculto en el inconsciente. Es preciso desandar el camino que inició Freud separándose de Charcot y de Breuer, y admitir que el trastorno mental y el trastorno corporal no pueden tener explicaciones diferentes. En otras épocas también se pensó que las enfermedades del cuerpo significaban algo o tenían un sentido al suponerse que eran la expresión de fuerzas, a veces, ignotas e, incluso, extrañas. Cuando se pueden reconocer y establecer causas racionales es peligroso concebir fuerzas, energías o pulsiones porque a menudo los conceptos quedan hipostasiados y adquieren la entidad de daímones. Montar o edificar una teoría psicopatológica sobre la sexualidad perversa o sobre la envidia como expresión de una pulsión de muerte no es admisible para la mayoría porque es una ideología. La mayoría sólo puede admitir lo que es un conocimiento probado y coherente. La especulación psicoanalítica sobre la sexualidad y la destructividad es inadmisible para la mayoría de los expertos en psicopatología. Se trata de una ideología que sólo es mantenida por los psicoanalistas y, hoy en día, no por todos ellos. Para quien quiere oír, cada vez es más claro que los estudiantes de psicoanálisis se resisten a las enseñanzas que no se ajustan a los criterios de la ciencia. Si protestan se les dice, en ocasiones, que el psicoanálisis es de este modo. Pero esto es un abuso porque se puede enseñar psicoanálisis sin recurrir a las teorías tradicionales siempre pendientes de demostración. Cabe un psicoanálisis independiente de escuelas y doctrinas, un psicoanálisis modesto y El error de la interpretación La enfermedad o el trastorno son algo natural y a la naturaleza no se la debe interpretar. Los humanos interpretaron la naturaleza y la enfermedad en otras épocas. No se interpreta a los relojes cuando dan la hora o cuando no la dan. Tampoco se interpreta la acción de un tigre hambriento aunque se coma a una persona. El reloj y la fiera no pueden dejar de hacer lo que hacen mientras tengan «cuerda». No tienen opción, no pueden deliberar y, llegado el caso, decidir entre deseos eventualmente contradictorios. No se puede interpretar una acción. Sólo se puede interpretar una actuación. Esto es así 8 me pregunto: ¿se trata de una broma del pintor?, ¿quiso burlarse Miró de aquellos que gustan de interpretaciones sofisticadas?, ¿fue realmente una broma o decía la verdad? De cualquier manera que se enfoque este asunto, resulta evidente que no hay forma humana de saber la verdad si no se conocen detalles de la vida de Miró. Si fue cierto que el motor diesel estaba en el trasfondo me parece que es imposible tal interpretación mirando sólo el cuadro sin más. La experiencia, la cultura o la crianza no pueden modelar el síntoma y el trastorno mental. Sólo el contenido del síntoma puede estar coloreado por la experiencia. Pero el ambiente o la experiencia no pueden dictar: éste será depresivo, aquél fóbico, el de más allá histérico. Quien gobierna estas cosas es la constitución. Una vez establecido el síntoma o el trastorno, pongamos por caso la visión o alucinación histérica, el ambiente, la cultura dirá lo que ha de verse: un occidental contemporáneo, un OVNI; una bruja del XVII, el demonio; una pastorcilla cristiana del XX, la Virgen. Se puede hablar con el paciente de lo que ve, pero hablar con él del porqué ve no es posible. Lo primero es psicológico, individual o social, lo segundo es biológico, animal. Lo primero es circunstancial o cultural, interpretable; lo segundo es necesario, ininterpretable. Los partidarios de la interpretación psicoanalítica toman la parte por el todo cuando suponen que al hablar de este modo se dirigen al corazón de la patología. Confunden el soñar con lo soñado, el delirar con lo delirado. El carácter o personalidad fóbica con el contenido diverso de la fobia. Al interpretar el contenido de un delirio, de una visión o de una fobia creen que actúan sobre la causa del trastorno y así lo enseñan. Establecen que se interpreta aquello que no es consciente para el enfermo y que el psicoanalista supuestamente sabe; un deseo edípico para explicar una fobia a los caballos o una fantasía desiderativa inconsciente previa a la experiencia para explicar un tic o el autismo. Se van transmitiendo estos supuestos a los estudiantes y el psicoanálisis se desprestigia. El trabajo psicoanalítico debe basarse en la explicación nunca en la interpretación para tratar el síntoma y el trastorno. Sólo se puede interpretar lo que es o fue el producto de una intención o voluntad, esto es la cultura. Pero el síntoma, el trastorno y el temperamento son constitucionales no se originan por la acción variable de la cultura. La voluntad siempre es consciente mientras que la enfermedad o sus causas no pueden ser o haber sido inconscientes. El trastorno o enfermedad en la medida que ésta tiene varios o muchos móviles o motivos, a veces, opuestos entre sí. En consecuencia, sólo cabría interpretar el pensamiento y la conducta, lo muy complejo. Pero, incluso en este supuesto, hay que andarse con mucho cuidado para no aplicar una doctrina falsa. ¿Se pueden interpretar una conducta o un pensamiento basándolos en la acción de la pulsión de muerte? Si existe tal pulsión sí, si no existe, no. Es necesario proceder a una codificación de la técnica psicoanalítica para poder mejorar el oficio y saber lo que no hay que hacer. No se interpreta a quien tiene una herida para curarla, sólo se le puede interpretar, llegado el caso, si el paciente no hace el reposo prescrito para que la herida pueda curar. No todo es interpretable. Si se confunden los niveles de la naturaleza, si se confunden los ámbitos de lo biológico y de lo psicológico, nos alejamos de la realidad. En tales casos los más imprudentes pueden interpretar todo al modo de los pueblos primitivos o de algunos psicóticos. El pensamiento y la conducta son explicables, determinables como todo en la naturaleza. Pero lo que sucede es que la complejidad es tan grande que la mayoría de las veces el comportamiento y el pensamiento siendo determinados pueden ser indeterminables. En tales casos es más sensato abstenerse de interpretar. Hay un cuadro de Velázquez que lleva por título Marte, el dios de la guerra y del odio. Uno de los dioses mayores del Olimpo aparece como enajenado, el gran dios está representado como un mendigo algo loco, medio desvestido con aires de grandeza imposible y con sus armas desordenadas. Se dice que el pintor quiso representar su crítica frente al armamento y la guerra. Está bien, es plausible, pero también podría interpretarse que el pintor quiso hacer una crítica del paganismo o, incluso, de la religión. Si el asunto se presenta como un dilema: espíritu guerrero o espíritu religioso, ¿cuál sería la interpretación cierta? Para discernirlo habría que conocer lo suficiente a Velázquez. Me referiré a otro ejemplo pictórico que gira en torno de la interpretación. Miró tiene un cuadro titulado La reina Luisa de Prusia. Al contemplar esta magnífica pintura muchas personas coincidirían en que están representadas la música y la danza. Se percibe una figura de mujer danzando o flotando cuya cabeza aparece pintada como una nota musical. Pero surge una dificultad. El pintor manifestó que en aquella obra quería representar o tenía en su cabeza un motor diesel. ¡Menuda ocurrencia! Puesto que desconozco todo de Miró 9 los anteriores Manifestación independiente (Armengol, 1999) y Psicoanálisis, biología y psicología (Armengol, 2000). responde a causas no a voluntades y las causas de las enfermedades no pueden hacerse conscientes porque corresponden a un nivel de la realidad en el que no cabe la consciencia. La causación de la enfermedad puede descubrirse o estudiarse pero no se puede tener consciencia de ella, es imposible. Si estamos predispuestos a sufrir un cáncer de colon o de mama alrededor de los cincuenta años nunca seremos conscientes del programa o reloj biológico que pondrá en marcha la enfermedad cancerosa. Los programas y las inclinaciones pueden ser objeto de estudio pero no pueden hacerse conscientes. Con las enfermedades mentales no puede dejar de suceder de la misma forma. ¿Por qué tendría que ser diferente? Según mi juicio, resulta inquietante que Freud, separándose de Breuer, Charcot y de los médicos de su época empezara a concebir que la enfermedad nerviosa pudiera tener una explicación distinta. Dichos supuestos sólo son evidentes para los círculos psicoanalíticos altamente cargados de ideología. Cien años deberían ser suficientes pero no es así. Recientemente se ha publicado de nuevo un trabajo de Money-Kyrle en el que se puede leer: «Por ejemplo, un paciente soñó que un amigo le ayudaba a subir a una plataforma para encontrarse con una dama muy importante, una duquesa o una reina, pero la dama no tenía rostro, su cara era una especie de bulto de carne que le resultaba absolutamente desagradable. Evidentemente era el pezón, lo que él había visto en el sueño, y no era capaz de evocar». Evidentemente puede ser saludable y, tal vez, terapéutico que alguien diga que esto es un gran disparate. Interpretación y curación Freud pudo equivocarse al proponer su teoría sobre la cura. El célebre «hacer consciente lo inconsciente» mediante la interpretación del conflicto o de la fantasía inconsciente no se sostiene en lo relativo al síntoma y el trastorno. Si él no hubiera estado tan interesado en probar que sus hipótesis eran acertadas, no hubiera propuesto la interpretación como vehículo del procedimiento psicoanalítico. Estuvo fascinado por su teorización sobre la sexualidad y después acerca de la pulsión de muerte. No es extraño que creyese que la interpretación era el vehículo de la mejoría o curación. Acerca del método, Freud propuso que sus dos pilares fundamentales son: libre atención flotante del terapeuta y libre asociación del paciente. En mi libro sobre Sócrates y Freud argumenté que la explicación de Freud sobre la libre asociación equivalía a la libre expresión. El psicoanálisis debería ser un diálogo tranquilo en el que se permite la expresión de todo, es decir, una permanente abreacción de los contenidos mentales actuales y pasados. También propuse que para conseguir el acceso a la libre atención flotante se requerían tres principios: neutralidad, abstinencia y empatía, los tres siempre mezclados operando con simultaneidad. No voy a repetir lo allí dicho. Pero me parece muy importante insistir sobre la neutralidad porque sobre este concepto primordial hay bastante confusión. No se entiende suficientemente bien que neutralidad significa la prohibición de adoctrinar, de no sugestionar con nuestros propios valores o ideología. Algunos y algunas ejercen y enseñan a ejercer como si ser neutral tuviera que conllevar ser altivo, no saludar a los pacientes, no contestar preguntas, manifestar omnisciencia y cosas peores. Pero en estos casos se confunde la neutralidad con el falso self o hipocresía y el teatro de marionetas. Como expuse en mi libro lo fundamental del método es la actitud del profesional. Lo definí como la capacidad o facultad de ejercer sin que el superyó con sus valores y suposiciones gobernase nuestra actuación ideológica. El método, que incluye al propio psicoanálisis y otras formas de psicoterapia psicoanalítica, es lo más valioso de la herencia de Freud. Algo nuevo y específico. Un logro histórico Cambio de nombre. De interpretación a diálogo reflexivo y vinculativo En mi libro sobre Sócrates y Freud propuse expresamente que se separase teoría y método. Mi intención, en aquel momento como ahora, se basaba en la observación de que éste podía ser el único procedimiento para mantener a salvo el psicoanálisis. Si se persiste en la innecesaria unificación de teoría y método, al entrar en crisis la primera queda seriamente dañado el psicoanálisis. Por igual motivo en aquella ocasión ya proponía que se entendiera la interpretación como una vinculación para evitar los excesos ideológicos de interpretaciones del estilo de Money-Kyrle. Hoy creo que debe abandonarse la misma palabra debido a la argumentación mantenida en este trabajo y en 10 entonces me siento más libre y más contento conmigo mismo. Pero a la vez puedo decir para la ocasión que en todas las oportunidades en que mi analista interpretó de acuerdo con la doctrina se equivocó. La afirmación freudiana sobre la interpretación es muy arriesgada y no resiste la crítica. Si fuera así no se podrían observar mejorías que no fueran producto de un tratamiento analítico. Y es evidente que esto no sucede. Antes del psicoanálisis, y ahora con él, se tratan y curan muchos neuróticos de modo diferente. También se observa que cuando el terapeuta analítico es empático y prudente el paciente mejora aunque se le administren interpretaciones manifiestamente disparatadas o falsas. Por consiguiente, proponer y aceptar que el psicoanálisis cura a través de la interpretación no es correcto. A menudo la homeopatía mejora o cura determinados desarreglos nerviosos pero sería una temeridad aceptar que el agente curativo está en el producto medicinal administrado en dosis infinitesimales. Aunque el médico homeópata esté convencido de que las cosas suceden de este modo, es imposible que el resto de la comunidad médica acepte sus principios. No puede aceptarlos porque entran en contradicción con los principios del conocimiento racional y científico. Sucede lo mismo con la acupuntura. No es posible que los éxitos de este procedimiento haya que imputarlos a la acción de no se sabe qué tipo de circulación de energías. No hay más energía que la de la física. en la medida que bien aplicado contribuye mucho a la disminución del sufrimiento de la humanidad. El método es perenne a diferencia de la teoría sobre el método que puede ser efímera. Según mostré en aquel libro lo fundamental del procedimiento no se basa en ninguna teoría sino en algo práctico descubierto al margen de toda especulación. De acuerdo con aquella reflexión lo que define es la actitud de no actuación, la neutralidad. Reitero que la neutralidad define y garantiza un ejercicio sin la transmisión de valores y doctrinas personales. La práctica entonces deviene en la actitud de la libre atención y, tal como entiendo y propongo, de ella no puede derivarse un habla de acuerdo a doctrina porque tal proceder sería una actuación. La libre atención exige un habla no interpretativa de acuerdo a doctrinas sino un diálogo reflexivo y vinculativo. Discrepo de algunas formulaciones del intersubjetivismo moderno porque «ser como la luna del espejo, mostrar sólo lo que es mostrado» es un precepto fundamental que ordena no poner nada propio en la cabeza del paciente y le ayuda a expresar y revisar su vida. Con esta actitud se le invita a que pueda, quizás por primera y única vez, hablar con alguien que no hace valoraciones ideológicas, en el sentido de que no repudia a la persona; alguien que, mientras trabaja, sabe diferenciar la actuación y la persona que la comete. Alguien especialmente instruido para poder escuchar sobre miedos, vergüenzas, secretos y miserias sin interpretar. ¡Cuántas veces nos dicen los pacientes «es la primera vez que puedo explicar esto a alguien»! Esto sería lo fundamental y único del psicoanálisis. La paz, la tranquilidad alcanzada en este ambiente analítico no puede conseguirse en ninguna otra parte. Se trata de la relativa consecución de la difícil ataraxía y autárkeia (serenidad e independencia) de los sabios de la época helenística. La curación o mejoría proviene de este clima privilegiado y exclusivo. Y quien no ha pasado por un buen análisis no sabe lo que es. En Psicoanálisis, psicología y biología, escribí: «Uno de los mejores tesoros con los que contamos los psicoanalistas es nuestro propio análisis. ¡Si fuéramos independientes podríamos extraer de él casi todo! Si reflexionamos con libertad, sabemos dónde acertó, dónde se equivocó el que fue nuestro analista. Sabemos perfectamente, o podríamos saber, lo que nos ayudó o lo que nos perjudicó; sabemos por qué nos ayudó y por qué nos perjudicó. Sabemos lo que nos dijo y cómo lo dijo. Hay que reflexionar con independencia para no repetir los errores y aprovechar los aciertos.» Siempre he considerado que gracias a mi análisis la vida me cambió mucho. Estoy bien, desde Tratamiento sin interpretación En general las heridas graves van curando si, guiados por el saber, procedemos a tratarlas con asepsia, antisepsia y cuidando que el buen vendaje permita el reposo de la herida. No obstante, si ésta es muy grave hay que intervenir de modo quirúrgico. Por otra parte, cuando la herida es muy extensa y hay anemia, hipoproteinemia y mala circulación de retorno hay que proceder de forma múltiple. Pues bien, la mayoría de nuestros pacientes son como los del primer grupo. La neurosis si es leve o siendo grave en momentos de remisión puede ser tratada analíticamente al igual que el trastorno de carácter. En algunos casos, cuando hay angustia o depresión serias, hay que recomendar medicación que deberá prescribir un colega. Si la neurosis es muy grave o se trata de una agudización crítica será recomendable recurrir a la medicación y a otras medidas y diferir el tratamiento analítico. 11 indicación y el tratamiento psicoanalítico es apacible, sin crispación apoyado en un diálogo con propuestas reflexivas y vinculativas sin interpretación. Lo que contribuye a la curación en un setting psicoanalítico es un conjunto de factores que sólo se dan en esta modalidad de psicoterapia. Neutralidad: no influir con los propios valores. Empatía: el paciente se siente comprendido. Abstinencia: el paciente no se siente manipulado, observa que el analista es un profesional que no se satisface de la relación, es adulto y no necesita obtener de forma pueril una satisfacción del paciente. Cuando estos principios están en marcha el paciente se siente acogido, no se siente reprobado y se va tranquilizando. El paciente va comprendiendo que puede hablar de sus miedos, vergüenzas, ilusiones raras, despropósitos, secretos, rencores, venganzas, miserias… Poder explicar o expresar todo esto tiene un altísimo valor, un valor terapéutico cuando uno puede compartir sin ser repudiado. Conozco muy buenos terapeutas que no interpretan nunca y ayudan mucho a los pacientes. Algunos dicen que no saben ni quieren interpretar, otros que no lo hacen porque así entienden la psicoterapia. De entre éstos, los hay que cuando hacen análisis interpretan y, entonces, fracasan. Puede ser oportuna ahora la pregunta, ¿si no se puede interpretar de qué se habla y cómo se habla? ¿no se puede hablar de la envidia? Claro que hay que hablar de la envidia pero cuando la haya. No hay que hablar de ella o buscarla obligados o guiados por una doctrina. Observo a terapeutas que tienen tan presente la envidia que no ven otros defectos. Hay que estar atento para percibir y hablar de los otros pecados capitales. Pero hay que estar capacitado para hablar de los pecados sin moralizar. En una ocasión trataba a un colega, un psicoanalista kleiniano muy dominado por la ideología sobre la envidia. Él estaba preparado, resignado se diría, a que en cualquier momento le soltara una interpretación dura alrededor de la envidia. Pero le defraudé, en lugar de ello le hablé de otro problema, me referí a la avaricia porque era avaro y no le gustaba conversar sobre este tema. La ansiedad, la preocupación, los miedos, en suma, el desequilibrio es la puerta de entrada y el alimento de los síntomas. Los síntomas a los que uno está predispuesto por naturaleza. Pero, ¿qué contribuye a su resolución? La tranquilidad y la comprensión, la serenidad y la independencia contribuyen a que los síntomas se apaguen. El acceso al equilibrio y a la armonía se consiguen cuando uno puede quererse a sí mismo y está contento por ello. Todo ello es fundamental para sentirse bien y poder combatir los síntomas de la neurosis si no son muy acusados. Este benéfico conjunto suele alcanzarse cuando se hace una buena R. Armengol Millans Muntaner 259, 3r 1a 08021 Barcelona Bibliografía ARMENGOL, R. (1994). El pensamiento de Sócrates y el psicoanálisis de Freud. Barcelona: Ediciones Paidós y Fundación Vidal i Barraquer. — (1999). «Manifestación independiente. Discusión psicoanalítica con Riera». En: Intercambios. Papeles de psicoanálisis [Barcelona], nº 4, p. 69-84. — (2000). «Psicoanálisis, biología y psicología. Manifestación independiente: segunda parte. Diálogo con R. Riera». En: Intercambios. Papeles de psicoanálisis [Barcelona], nº 5, p. 61-78. MONEY-KYRLE, R. (1999). «L’objectiu de la psicoanàlisi». En: Revista Catalana de Psicoanàlisi [Barcelona], vol. XVI nº 1, p. 57-62. 12