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Revista de Psicología y Psiquiatría Existencial
Invierno 1968
Vol. Viii no.1
El Enfoque Existencial en el Manejo de los Desórdenes del Carácter con
Referencia Especial a la Adicción a Drogas Narcóticas
La frustración, la insatisfacción y el fracaso pueden tomarse como un reto o como
un disuasivo en cualquier labor que se emprenda. La bipolaridad de esta respuesta puede
verse claramente en las personas que de alguna forma están identificadas con el problema
de los desórdenes de carácter y de las adicciones. Yo mismo he sentido la frustración de
tener familiares cercanos afectados por deformaciones de carácter severas que no parecen
responder a tratamiento. En mi capacidad profesional, como Oficial Médico en la Fuerza
Aérea he sentido insatisfacción al tratar casos de conducta psicopática y de alcoholismo,
y he probado el fracaso de mi entrenamiento psiquiátrico, psicoanalíticamente orientado,
al tratar problemas tales como la delincuencia juvenil recurrente y las personalidades
psicopáticas como el esquizofrénico compensado, la prostituta, el fármaco dependiente y
el adicto a narcóticos.
Afortunadamente, la evidencia de las deficiencias de mi entrenamiento
profesional durante mis años de formación me ofrecieron un reto en lugar de un
disuasivo, para emprender, hace casi seis años, el serio intento de explorar el campo de la
rehabilitación de los desórdenes del carácter y encontrar quizás algunas respuestas. Mi
otro único recurso era el profundo convencimiento intelectual de que la actitud
existencial hacia el problema constituía el mejor enfoque posible. No tengo que
mencionar a las personas cuyos escritos me ayudaron. Algunos de los que tengo en la
mayor estimación los he conocido por primera vez ayer y hoy.
Hoy quiero compartir con ustedes algunos resultados de mis exploraciones. Mi
informe incluirá, primeramente una breve descripción de un modelo conceptual para el
manejo abarcador de los desórdenes del carácter dentro del marco de referencia
específico del adicto. El modelo ha sido probado, en lo esencial, en el Estado Libre
Asociado de Puerto Rico durante los últimos dos años. En segundo lugar, describiré el
desarrollo de tres procesos simultáneos los cuales creo necesarios para la recuperación
exitosa de las malformaciones caracterológicas que afectan al adicto. Llamaré a los tres
procesos como sigue: (1) acondicionamiento conductual, (2) modificación de actitudes, y
(3) maduración emocional y vocacional. Por último discutiré algunos de los conceptos
relacionados con la operación completa. El entender claramente estos conceptos es para
mí un pre-requisito indispensable para lograr la traducción exitosa del modelo en un
sistema de programas significativos.
Defino en este artículo la drogadicción como un complejo conductual sintomático
que refleja una combinación caleidoscópica de factores intrapsíquicos, interpersonales e
impersonales que abruman al individuo. En la inmensa mayoría de los casos, el adicto
hace una decisión, a veces gradual, a veces abrupta, de integrarse a la cultura de la droga
como forma de vivir con su particular mosaico de factores invasivos. Al hacer esto, se
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desconecta de la norma de su entorno social y busca integrarse parcialmente o
completamente una cultura altamente psicopática. Esta subcultura puede ser evidente y
visual como lo es el grupo minoritario “ghetto”, o puede existir sutil e insidiosa.
La tarea de alcanzar la recuperación de aquellas personas integradas en estas
desviaciones sociales, se define entonces como la tarea de construir una secuencia de
escenarios e instituciones subculturales cambiantes, alejadas de tanto la subcultura
altamente psicopática como de la subcultura de la preferencia individual que ha de
representar completamente las opciones máximas para el logro del potencial individual
productivo. Nuestro modelo reproduce esta secuencia de ambientes cambiantes. Al ir
gradualmente y productivamente integrándose en la secuencia de ambientes, el paciente
logra tanto la modificación básica del carácter como también un alto incremento en su
capacidad de funcionar adecuadamente en la sociedad de su preferencia sin tener que
recurrir a las drogas.
El proceso de rescate requiere, en mi experiencia, entre dos y tres años. Se
identifican tres fases en este proceso. La primera, Inducción, dura entre dos y tres meses,
y puede describirse como principalmente un proceso de entrenamiento que involucra al
adicto crudo y sin motivación de la calle (“la calle” puede ser en el vecindario o en una
facilidad correccional) y lo lleva hacia la desintoxicación gradual que puede completarse
en un centro parcial diurno o en una sala de hospital. Al adicto “limpio” se le reta
entonces a comprometerse al tratamiento de larga duración que culminará eventualmente
en su rehabilitación. La segunda fase, Tratamiento, dura un promedio de seis a ocho
meses y aplica los principios de la terapia del medioambiente para lograr la modificación
de actitudes psicopáticas y reforzar las actitudes productivas tanto en el paciente como en
el miembro del equipo. De esta manera, la fase de tratamiento también se convierte en un
ambiente de aprendizaje para el equipo. Esta fase lleva al paciente desde su compromiso
inicial, a través de la rehabilitación a largo plazo hasta la etapa en la cual su
comportamiento hacia sus pares, equipo, familiares y vecinos es considerado por ellos
como consistente con el de una persona productiva y no como el de un parásito social.
Entonces se considera que el paciente ha recibido la ayuda óptima y se promueve a la
última fase.
Esta fase, Re-entrada, dura como un año. Provee tres servicios principales; a) la
evaluación de la efectividad de las fases I y II. Esto se hace a través de la observación y
el comportamiento total de los candidatos a Re-entrada; b) la disposición de personal
para-psiquiátrico entrenado (los candidatos a Re-entrada) para ayudar y complementar al
equipo profesional en las distintas etapas de las fases I y II; c) la muy importante
oportunidad para el ex-adicto de confirmar la fortaleza de su rehabilitación y de su
propia satisfacción con ella, a través de un proceso de confrontación gradual con tareas
emocionales, vocacionales y sociales progresivamente más exigentes.
Cuando esta fase se completa, se le certifica al ex-adicto como rehabilitado.
Como persona rehabilitada, es un agente libre y podrá ejercer sus preferencias. Podrá
quedarse en el programa como empleado (si cualifica en igual competencia con otros) o
seguir hacia otro trabajo. Es elegible para entrenamiento vocacional y para tratamiento y
consejería individual y para recibir las oportunidades educativas patrocinadas por el
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programa. A la misma vez, el ex-adicto ha acordado cooperar con cualquier proceso de
seguimiento que el programa le pueda requerir para propósitos de investigación.
La Inducción se lleva a cabo en tres etapas distintas: a) reclutamiento en “la
calle”, b) servicio “half way in”, y c) desintoxicación final. La etapa de confrontación la
lleva a cabo un ex-adicto certificado, o un candidato a re-entrada de los niveles IV o V en
una oficina o en un local equivalente en un vecindario de alta incidencia de drogas,
conocido como Centro de Orientación a la Comunidad (COC). Esta oficina, dirigida por
un miembro a sueldo de una organización de respaldo compuesta por familiares de
adictos y por patrones potenciales (RARE) provee un ambiente fácilmente disponible y
confidencial dentro de la comunidad donde pueden aceptarse referidos directos. El adicto
que llega al Centro de Orientación se incorpora, conjuntamente con otros adictos de su
nivel, a grupos de confrontación de actitudes donde sus compañeros examinan su
comportamiento. Su motivación se estimula con el contacto diario con ex-adictos
exitosamente rehabilitados, y el orientadoor y su grupo lo estimulan a que recorte el
insumo diario de narcóticos como prueba de su intención de curarse. Más de la mitad de
los adictos confrontados de esta manera encajarán inmediatamente en el proceso de
rehabilitación a largo plazo y retornarán con regularidad al Centro, según se les indica.
La mayor parte de los demás eventualmente se integrarán, en proporción al éxito de los
que les preceden.
La Clínica Diurna/Nocturna de Inducción que es esencialmente un centro de
cuido parcial, acepta referidos de los Centros de Orientación de la Comunidad agrupados
en su entorno con la recomendación de el Orientador de la Comunidad apropiado. Para
maximizar la efectividad de el Orientador de la Comunidad, la clínica de inducción
aceptará referidos sólo a través de un Centro de Orientación. La continuidad de los
servicios ofrecidos por el Centro de Orientación y el centro de inducción se logra por
medio de los orientadores de la comunidad, quienes trabajan en sus vecindarios durante la
tarde y al anochecer y sirven como miembros del equipo de la Clínica de Inducción
durante la mañana. La integración de equipos profesionales y ex-adictos provee un
ambiente intermedio favorable a la subsiguiente admisión del adicto de la calle. El
Centro de Inducción reproducirá, en lo posible, un ambiente semejante a un hospital para
que el ingresado confronte una oportunidad pre-hospitalización que le permita ajustar su
comportamiento a las exigencias de un ambiente de tratamiento. Mientras logra este
ajuste, el adicto tiene disponible al Orientador de la Comunidad y a otros ex-adictos para
proveerle reslpaldo transitorio. Al mantenerse en el ambiente intermedio desde
aproximadamente las 9 am. Hasta las 10 pm., el adicto se aísla de su ambiente endémico
durante la mayor parte del día, y podrá, en un porciento en rápido aumento de los casos,
completar su desintoxicación física antes de su admisión al hospital. Al presente
(diciembre, 1966), 100% de los casos participantes en el proyecto puertorriqueño, logran
la desintoxicación en el Centro de Inducción sin el uso de sustitutos del opio.
La efectividad del Centro de Inducción depende de la calidad del trabajo
previamente hecho por el orientador de la comunidad y en la efectividad y variedad de
las actividades terapéuticas disponibles a los candidatos en el Centro de Inducción. El
mantenimiento del área, la responsabilidad por la disciplina, la participación frecuente en

Rehabilitation of Addicts by Relatives & Employers.
3
terapias ocupacionales significativas y en grupos entre iguales con ex-adictos y miembros
del equipo, son actividades que deben programarse para llenar la totalidad del día del
candidato. Deben eliminarse las actividades de recreación solitaria como lo son la
televisión, los “comics” y el fantasear. Ante el constante desaliento de la conducta
psicopática y el refuerzo brindado al comportamiento productivo, al candidato se le va
ayudando gradualmente a modificar su conducta manipuladora e irresponsable hasta
llegar a ser un paciente aceptable para ingresar al servicio hospitalario. Si no hay un
hospital disponible para completar su Inducción, algunos casos pueden referirse a otros
lugares no hospitalarios.
El candidato que se refiere desde el Centro de Inducción a una sala de
desintoxicación física y mental se encontrará en una facilidad médica cerrada dedicada
especialmente al servicio de los adictos con capacidad de unos 25 pacientes. Encontrará
un equipo médico básico que atenderá los problemas médicos residuales asociados a la
terminación de la desintoxicación. Encontrará además un equipo suplementario a tiempo
parcial compuesto de trabajadores sociales, psicólogos, ex-adictos y otro personal
especialmente capacitado que lo ayudará a trabajar con los problemas activados por su
estado libre de drogas, y a hacer el compromiso a largo plazo que es necesario para el
mayor aprovechamiento de la experiencia de su tratamiento. El tiempo de la estadía en la
Sala de Desintoxicación Física y Mental dependerá de una combinación de factores que
incluyen su propia capacidad de responder, cuán completo ha sido el trabajo de
inducción previamente hecho, y el flujo de admisiones a las salas de desintoxicación y
tratamiento. A los pacientes más lentos se les devuelve al Centro de Inducción para más
trabajo antes de re-admitirlos a la Sala de Desintoxicación Física y Mental. Las
decisiones de re-clasificar o promover pacientes las hace un comité interactivo de
evaluación compuesto por miembros de los servicios correspondientes.
El Tratamiento, que es la segunda fase del proceso de rehabilitación se conduce
en una residencia que incorpora los elementos básicos de una Comunidad Terapéutica.
En el ambiente hospitalario, esto puede lograrse en una sala psiquiátrica corriente
modificada para proveer situaciones de vida comunal para más o menos 40 personas. El
equipo terapéutico está integrado por profesionales y ex-adictos a cargo del cuidado del
paciente y por el gradual aumento en asumir responsabilidad sobre sus asuntos diarios de
parte del paciente según aumenta su capcacidad para hacerlo. La sala está encabezada
por un solo psiquiatra a cargo que se reúne con cuatro grupos de diez pacientes cada uno
tres veces a la semana. Con la ayuda del equipo de profesionales y ex-adictos, clasifica a
los pacientes en orden descendiente del estado funcional y de actitud de cada uno. No se
utilizan rótulos diagnósticos en esta clasificación. Los grupos de terapia se organizan
estrictamente de acuerdo con los criterios funcionales. El trabajo en la sala y la
responsabilidad por el mantenimiento también se distribuyen utilizando estos criterios.
Cada sesión de terapia es observada por distintos miembros del equipo que luego
se reúnen con el mismo grupo para discutir con más detalles los aspectos relacionados a
su disciplina particular. Por ejemplo, la enfermera se reunirá regularmente con el grupo
para discutir con más detalle los aspectos.interpersonales de las relaciones clínicas entre
el equipo y los pacientes. El terapista ocupacional enfocará sus actividades hacia los
desarrollos terapéuticos; el trabajador social profundizará en el rol de la familia en el
proceso de tratamiento. La maestra utilizará métodos y materiales de enseñanza para
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complementar los esfuerzos del equipo terapéutico; el ex-adicto traerá todo el esfuerzo a
un nivel más visceral, el consejero religioso hará sus consejos más relevantes al proceso
terapéutico, y así por el estilo.
Las reuniones semanales del equipo de tratamiento completo, conducidas por el
terapista principal, se enfocan sobre todas las actividades terapéuticas en el progreso y en
las necesidades del paciente. Si el ambiente terapéutico es suficientemente intensivo, se
podrá evaluar como tratado a un paciente a la semana y promoverlo a la próxima fase. La
continuidad del cuidado y de la evalaución está garantizada por la utilización, a tiempo
parcial, del personal de la Fase II como supervisores de Re-entrada.
Cuando los pacientes llegan a la etapa de Re-entrada del programa, el tratamiento
se define como completado. Sin embargo, aún encaran las dificultades en ajustarse al
reanudar la vida cotidiana en sus comunidades viniendo de un ambiente aislado y
supervisado. Para facilitarles el regreso, los ex-adictos se transfieren a un Hogar de Reentrada el cual les provee un ambiente residencial supervisado, pero en el cual llevarán a
cabo la mayor parte de los asuntos operacionales y hasta las disciplinas internas, con la
ayuda de profesionales y ex-adictos entrenados. En algunos casos, podrán vivir en sus
casas mientras participan todavía del programa llevándose a cabo en la fase de Reentrada. Este programa tiene cinco niveles funcionales de progreso que consisten en
mayor participación con los adictos que están en etapas previas del plan.
En el Nivel Uno, se les asigna a los ex-adictos cuatro turnos de trabajo de seis
horas al día, siete días a la semana como ayudantes clínicos en la sala de desintoxicación.
En el Nivel Dos los ex-adictos trabajarán como siete horas al día como asistentes clínicos
de los equipos de los Centro de Inducción, y en el Nivel Tres trabajarán como ayudantes
terapéuticos a tiempo completo en la Comunidad Terapéutica y en algunos casos dirigir
las sesiones grupales de tratamiento intensivo tres veces a la semana. Ya en el Nivel
Cuatro los ex-adictos están listos para trabajo comunitario. Comienzan como aprendices
en los Centros de Orientación de la Comunidad , y en el Nivel Cinco suben a trabajar
como Orientadores de la Comunidad. En este momento, los ex-adictos son elegibles para
certificación, y una vez certificados, podrán contar con el respaldo oficial de las
autoridades de la ciudad y del estado en sus gestiones de encontrar empleos serios y
merecer el respeto de sus comunidades.
En el transcurso de la totalidad del programa, el adicto se identifica activamente
en los procesos de reparación de conducta, modificación de actitudes y maduración
emocional y vocacional. Los procesos, claro está, operan simultáneamente durante la
secuencia. Sin embargo, cada fase enfatiza la preeminencia de una u otra fase del
proceso. La Fase I, Inducción, enfatiza el proceso de reparación de conducta en el
candidato adicto. Desde el momento del reclutamiento en la calle, cuando se le confronta
al adicto con la idea de que él mismo es responsable de su futura sanación, hasta el
momento en el que está participando de la experiencia hospitalaria simulada en el Centro
de Inducción, el adicto aprende a adoptar los componentes de conducta más productivos
de aquellos que le rodean. De esta forma, aprende a comportarse como paciente hasta el
más mínimo detalle en su vida diaria en el hospital. Esto lo ayudará a conducirse de una
forma más razonable y lo preparará para someterse al tratamiento más seriamente. En
esta etapa, su capacidad de adaptación es bastante superficial. No es hasta alcanzar la
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segunda fase del programa, Tratamiento, que se logra un verdadero cambio de actitud a
través de profundas y consistentes confrontaciones con las variaciones de la conducta del
adicto. Esto se logra con grupos frecuentes de discusión entre iguales y confrontaciones
con ex-adictos y miembros del equipo terapéutico y capacita al paciente para examinar su
propia participación en la vida y empezar a asumir responsabilidad verdadera por él
mismo, su familia y su comunidad. Finalmente, en la fase de Re-entrada, el ex-adicto
logra madurez emocional y vocacional por medio de confrontaciones grupales
adicionales, tratamiento psiquiátrico ortodoxo, adiestramiento vocacional, educación
profesional, y como resultado de estas, la oportunidad de poner a prueba su propia
fortaleza y efectividad como persona que procura reintegrarse completamente a la
comunidad.
Los lugares que pueden servir como vehículos para la exitosa evolución de este
proceso de tres partes que es la rehabilitación, pueden variar considerablemente en cuanto
a localización geográfica, tamaño, distribución de facilidades físicas y hasta la
composición de los equipos de tratamiento. Sin embargo, hay algunos elementos básicos
que han demostrado ser esenciales para la efectividad de cada etapa en su relación con las
otras. El primero tiene que ver con la división de labores y la segregación de servicios.
Mezclar al azar pacientes en distintas etapas de desarrollo resulta destructivo para todos.
Hay que, por lo tanto, identificar cuidadosamente el nivel de progreso del paciente, y
equiparar aún con más cuidado ese nivel de progreso con el servicio que le es más
apropiado. Esto es indispensable. El fracaso del paciente al no funcionar adecuadamente
en cualquier nivel no se maneja con el castigo, se maneja más bien con la reclasificación
de su posición al nivel compatible con su funcionamiento. Esto, claramente, requiere una
relación de trabajo muy cercana entre los equipos de las distintas facilidades que
constituyen la cadena de rehabilitación. Una manera efectiva de lograr continuidad
estructural es la institución de un equipo interactivo. Otra manera es desarrollando
programas de entrenamiento compartidos para los equipos de las distintas facilidades.
Cualquiera de estos procesos, o idealmente ambos, juntos con el diálogo contínuo al nivel
ejecutivo, puede generar criterios de evolución gradual para la uniformación y
coordinación, que con la ayuda de las autoridades cívicas y gubernamentales, puede
convertirse en política pública.
En el proceso de planificación, implementación, evaluación contínua y constante
mejoramiento y modificación del modelo, algunos conceptos y actitudes claves han sido
identificadas como el centro ideológico irreducible del sistema. Mencionaré y comentaré
sobre las que considero de la mayor importancia práctica.
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1. El Concepto de Ayuda
En el contexto del programa, “ayuda” para el paciente adicto de parte de
los miembros del equipo o de sus compañeros pacientes, no significa el
aliviarte sus ansiedades dándole un falso sentido de sus potencialidades, o
permitirle escapar de situaciones que siente que no puede manejar. “Ayuda”
significa enfrentar al paciente, a través de confrontaciones grupales o
individuales, con un cuadro claro de cómo es en sus relaciones con otras
personas e instituciones y cómo es ante lo impersonal, o sea, aquello que es
independiente de la acción humana: accidente, muerte o vicisitudes naturales.
Si “ayuda” como se concibe aquí, le es consistentemente disponible al
paciente, no tiene más alternativa que responder en la dirección del
crecimiento a pesar de sus limitaciones personales.
2. La Actitud Profesional
La actitud profesional quiere decir simplemente “ayudar” al paciente
como se describe anteriormente. “Profesional” en este caso no se refiere a las
destrezas particulares del miembro del equipo i.e, si es un psiquiatra,
enfermera o ex-adicto o un compañero paciente, si no específicamente a su
habilidad de poder ayudar al paciente a comprenderse.
3. La Actitud hacia Diagnosis y Prognosis
En nuestro programa no practicamos el procedimiento médico usual de
hacer diagnósticos y pronósticos de la condición mental y física de nuestros
pacientes. La razón es que éstas deben hacerse con referencia a una serie de
guías técnicas que pueden ser adecuadas en otro tipo de “ayuda” , como en el
psicoanálisis y psicoterapia clásicos en referencia a pacientes neuróticos o
psicóticos. En nuestro ambiente particular, en realidad destruyen o debilitan
el impacto de la experiencia de confrontación. Al diagnosticar al paciente
como esquizofrénico, producimos una actitud en los que lo rodean, de que no
responderá al tipo de terapia que se le ofrezca. A la misma vez, se le da al
paciente una excusa ya hecha para no responder, y el miedo le lleva a creer
que su caso es incurable.
4. El Concepto de Responsabilidad
El concepto de responsabilidad es la base del enfoque existencial. Según
se define en el programa, significa la habilidad de confrontar la realidad
directamente y a responder a ella en una forma positiva. No se usa
responsabilidad en el sentido negativo de obligación o deber que implica una
disposición pasiva en lugar de activa hacia las relaciones interpersonales. En
la medida en que la persona pueda aceptar responsabilidad por su vida, se
convierete en un agente moral libre. Esta libertad individual se desarrolla
desde adentro, no puede ser impuesta desde afuera, y forma la base de la
libertad en la comunidad y en el estado mismo.
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En nuestro programa, el reconocimiento de la responsabilidad del adicto
de ordenar su propia vida es una divergencia directa de la forma tradicional
con la cual se han tratado en el pasado los desórdenes de la personalidad
psicopática. Creemos que es este elemento esencial de nuestra filosofía el que
ha contribuído a la alta tasa de sanación que hasta ahora hemos logrado.
5. El Concepto de la Relación con la Autoridad
La autoridad es la base del flujo de las relaciones personales y de las
transacciones interpersonales. Esto es así porque la autoridad es un poder que
puede ser delegado en otro, mientras que la responsabilidad no. Para que la
delegación de autoridad sea verdadera, y no simplemente una transacción
verbal vacía, la persona en quien la autoridad se delega debe ser capaz de
asumir la responsabilidad por lo que haya que hacer. La tensión entre la
autoridad y la responsabilidad interna es uno de los mayores acelerantes del
rápido avance hacia adelante de la comunidad terapéutica porque al estimular
al paciente a que asuma responsabilidad a través de la delegación de
autoridad, se está proveyendo para su crecimiento como individuo.
Este proceso se evidencia más dramáticamente durante las confrontaciones
grupales en las cuales se les reta a los distintos participantes a asumir tareas
más árduas y a superar problemas cada vez más difíciles. Es importante que
la figura de autoridad, o sea, el retador, ya sea el psiquiatra, un ex-adicto y
hasta otro paciente, logre el balance correcto entre el grado de responsabilidad
que se le pide al paciente que asuma y la capacidad del paciente de asumir ese
grado de responsabilidad. Si se le pide que lleve a cabo tareas que están fuera
de su alcance, el paciente puede sufrir ansiedad excesiva y destructiva. Si de
otra parte, se le provee poco incentivo, puede aburrirse y perder interés en la
confrontación.
6. El Concepto de la Comunidad Terapéutica
El llamar a una comunidad “terapéutica” debía ser una redundancia ya que
una de las características principales de una comunidad es que es, en mayor o
menor grado, terapéutica. La comunidad, como se concibe en el programa, es
una en la cual la red de relaciones interpersonales, promueve el crecimiento
humano individual, dentro de las limitaciones impersonales e inmutables de la
realidad, por un lado, y las limitaciones constitucionales personales por el
otro.
El crecimiento se logra a través de las relaciones de
autoridad/responsabilidad que se han descrito anteriormente, según van
evolucionando en las contínuas confrontaciones individuales y grupales.
7. La Extensión del Concepto de la Comunidad Terapéutica a la Comunidad en
General y a sus Instituciones.
En la medida que el concepto de la “comunidad terapéutica” pueda
extenderse a la comunidad en general, podremos hablar de verdadero desarrollo
social y cambio constructivo de actitudes. Las áreas en las cuales la aplicación
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más efectiva ha ocurrido, demostrarán y se convertirán, a su vez, en los programas
más eficientes para combatir la adicción. En nuestro programa trabajamos hacia
el desarrollo de la comunidad con el establecimiento de grupos como RARE, que
están compuestos de personas que están íntimamente identificadas con el
problema de adicción a las drogas.
Otro campo esencial de actividad en la extensión del concepto que está
implicado en la “comunidad terapéutica” es la extensión a las instituciones
locales, como lo es la escuela. El objetivo de este caso específico es el enriquecer
la relación entre el maestro y el discípulo (y también la relación entre padres y
maestros y entre maestros y supervisores) al mejorarse el balance
autoridad/responsabilidad entre el maestro y sus estudiantes. Esto se logra mejor
cuando el balance se inclina ligeramente a favor de la autoridad delegada, en otras
palabras cuando el maestro ofrece al discípulo un reto hacia el alcance de mayores
niveles de crecimiento. El método, confrontaciones individuales o grupales,
puede aplicarse a cualquier problema de conducta. A través de los programas de
entrenamiento, el maestro puede aprender a entender y a efectivamente usar, el
concepto de relaciones interpersonales al tratar con sus estudiantes.
En nuestro empeño de desarrollar este modelo conceptual y traducirlo a un
campo de acción cada vez mayor, hemos encontrado una respuesta
particularmente frustrante y dolorosa de parte de muchos individuos que se nos
acercan. Esta respuesta, que es resistencia al cambio, adquiere fuerza hasta el
punto en que toca nuestras más apreciadas suposiciones, y es claramente una
fuerza debilitante cuando se enfrenta a los intentos de encontrar soluciones
positivas a los problemas humanos. La resistencia no es, sinembargo un
fenómeno anormal ni es un síntoma de enfermedad ni de inadaptación, pero para
poder combatirla efectivamente, tenemos que definir primero sus características.
Si la resistencia es intrapersonal, refleja las dificultades del individuo de ser
responsable por su propia vida. Este tipo de resistencia es la que esperamos ver
en el adicto todavía viviendo la vida de la calle, y antes de habérsele confrontado
con la posibilidad de tratamiento y cura. La resistencia intrapersonal es también
característica de aquellos que componen la cultura que rodea al adicto y que
existen en una monótona y constante dependencia. La resistencia puede ser
también interpersonal, lo cual es indicativo de dificultades con relaciones de
autoridad. Esto es típico de las actitudes de muchas comunidades, y es la causa
de que las personas le den la espalda al problema de la drogadicción cuando son
ellos los que más deberían estimular los esfuerzos para eliminar las condiciones
que fomentan el crecimiento de ésta.
El progreso del programa de prevención en las comunidades, como
también el progreso del programa de rehabilitación, puede medirse por el grado
en que se haya superado la resistencia.
Hay tres etapas básicas en este proceso; la resistencia inicial, el trabajar
con esta resistencia, y finalmente la superación de la resistencia y la unión de
esfuerzos hacia los objetivos comunes. Aquí de nuevo viene a ayudarnos el
convencimiento de la validez de la actitud existencial hacia el ser humano y sus
experiencias. Es la responsabilidad de la persona, ya sea adicto, psiquiatra,
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político o cualquier otro miembro de la especie humana, el examinar sus actitudes
básicas con la intención de vencer las limitaciones de su carácter que le evitan
asumir una posición más activa en el mundo que le rodea.
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