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La Gramática de Port‐Royal (1660) Una vez elevadas las lenguas europeas al rango de legítimos objetos de estudio, en los siglos siguientes la reflexión lingüística se centrará en la relación entre lenguaje y pensamiento, en parte gracias a la influencia de la filosofía racionalista inaugurada por René Descartes. Así, en los siglos XVII y XVIII diversos filósofos (como Francis Bacon o Gottfried Leibniz) destacan las numerosas “imperfecciones” de las lenguas naturales, que interfieren en la comunicación transparente de las ideas, planteando una distinción entre las gramáticas empíricas (entendidas como descripciones de lenguas particulares) y la gramática general o filosófica, más abstracta. Entre aquellos que en el siglo XVII intentan proponer un sistema que permita expresar inequívocamente el conocimiento, el pensamiento y las ideas se cuenta John Wilkins, que escribe Essay towards a real character and a philosophical language (1668), que ha sido tema de un famoso ensayo de Jorge Luis Borges (“El idioma analítico de John Wilkins”). Esta obra monumental, de más de 600 páginas, pretende lograr una esquematización completa del conocimiento humano a partir de un lenguaje perfecto. Así, según Wilkins, todas las palabras podrían ser expresadas económica y sistemáticamente por medio de una serie de nociones básicas: relaciones abstractas, acciones, procesos, conceptos lógicos, géneros naturales, especies de cosas animadas e inanimadas y relaciones físicas e institucionalizadas entre seres humanos. El mismo espíritu racionalista está presente en la influyente Grammaire générale et raisonnée (1660) de Antoine Arnauld y Claude Lancelot. La llamada Gramática de Port Royal (por la obra religiosa a la que pertenecían los autores) intenta reconstruir una única gramática subyacente que aparece en diferentes lenguas (el latín, el griego, el hebreo y diversas lenguas europeas), con el fin de captar la forma del pensamiento y el razonamiento humano. Para los gramáticos de Port Royal, las clases de palabras se reducen a dos, básicas: los objetos y la manera o la forma del pensamiento, que remiten a la clásica dicotomía entre nombre y verbos. Una propuesta de Port Royal que ha sido reivindicada desde la gramática generativa (véase Chomsky 1966) es la idea de que ciertas oraciones complejas deben reescribirse como la fusión de varias oraciones simples (así, la oración Dios, que es invisible, ha creado el mundo, que es visible es resultado de la sucesiva fusión de Dios es invisible, Dios ha creado el mundo, El mundo es visible). Con el mismo objeto de reconocer constantes universales se propone que todas las lenguas tienen un sistema de casos subyacente, que puede aparecer como caso morfológico en lenguas como el latín o el griego, pero también expresarse por medio de preposiciones o del mismo orden de palabras. Los continuadores de la obra de Port Royal son muchos; entre ellos cabe mencionar a Etienne Bonnot de Condillac, que en su primer volumen de Essai sur le origine des connoissances humaines (1746) se refiere al problema filosófico del origen del lenguaje, proponiendo que los gestos y gritos originales habrían evolucionado lentamente hacia un sistema fonético articulado por medio del cual se conforman el vocabulario y la gramática de las lenguas, y también a Nicolas Beauzée, que escribe una Grammaire générale, ou exposition raisonée des éléments nécessaires des langages (1767) donde se oponen la gramática general y la gramática de una lengua particular en tanto ciencia y arte respectivamente. Beauzée y Condillac influyeron en las ideas sobre el lenguaje de la filosofía iluminista de habla francesa: Jean‐Jacques Rousseau cita explícitamente a Condillac y Du Marsais reproduce en la Enciclopedia diversas ideas que pueden considerarse como herederas más o menos directas de Port Royal. En forma independiente de la discusión filosófica acerca del carácter del lenguaje, un campo lingüístico que se desarrolla en los siglos XVI–XVIII es el de la descripción de lenguas “exóticas”, que acompaña la colonización europea de América primero y de Asia y África más tarde, así como la acción “civilizadora” y “evangelizadora” llevada a cabo en esos continentes. En forma paralela, se desarrollan las primeras gramáticas normativas, con la creación de las correspondientes Academias nacionales, que buscan establecer una norma culta para las lenguas europeas. En el caso particular de nuestra lengua, la primera Gramática de la Real Academia Española data de 1771.