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EL ESPLENDOR DEL MUNDO Ensayo de un pensamiento de resistencia Vicente Ramos Centeno EL ESPLENDOR DEL MUNDO Ensayo de un pensamiento de resistencia BIBLIOTECA NUEVA grupo editorial siglo veintiuno siglo xxi editores, s. a. de c. v. siglo xxi editores, s. a. CERRO DEL AGUA, 248, ROMERO DE TERREROS, GUATEMALA, 4824, 04310, MÉXICO, DF C 1425 BUP, BUENOS AIRES, ARGENTINA www.sigloxxieditores.com.mx www.sigloxxieditores.com.ar salto de página, s. l. biblioteca nueva, s. l. ALMAGRO, 38, ALMAGRO, 38, 28010, MADRID, ESPAÑA 28010, MADRID, ESPAÑA www.saltodepagina.com www.bibliotecanueva.es editorial anthropos / nariño, s. l. DIPUTACIÓ, 266, 08007, BARCELONA, ESPAÑA www.anthropos-editorial.com Diseño cubierta: José María Cerezo © Vicente Ramos Centeno, 2012 © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2012 Almagro, 38 28010 Madrid www.bibliotecanueva.es [email protected] ISBN: 978-84-9940-428-8 Edición digital Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos. ÍNDICE Introducción ............................................................................ 15 Capítulo 1.—Un pensamiento de resistencia . ...................... Un nuevo género de barbarie ................................................. Necesitamos un pensamiento nuevo ...................................... La noche más profunda de la historia .................................... Resistimos al totalitarismo ..................................................... El actual primado de la razón práctica ................................... Pensar aceptando al hombre y su historia . ............................. Contra el progresismo totalitario y la destrucción de la moral común ............................................................................. La herencia de la tradición humanista . .................................. Un pensamiento que ponga en el centro la verdad . ............... No a la instalación en la muerte de Dios . .............................. No al olvido de la realidad de Cristo . .................................... Una filosofía que no sea cómplice de los asesinos . ................. 23 24 25 27 28 31 35 Capítulo 2.—La verdad de lo real y el hombre ................... No engañan los sentidos y el mundo es real ........................... Sabemos del mundo .............................................................. La racionalidad del mundo .................................................... Un cierto realismo ................................................................. Contra el positivismo, el cientificismo y la reducción de la ra zón a razón instrumental ................................................ Continuando la gran tradición de la razón ............................ 49 49 51 54 56 Capítulo 3.—Una adecuada concepción de la historia ...... El pecado de origen de la Modernidad . ................................. Nietzsche y el progresismo contemporáneo ........................... Ateísmo nihilista y negación de la historia ............................. El tiempo de los grandes asesinatos juzga severamente la his toria ................................................................................. Un programa de destrucción ................................................. Una concepción de la historia que aporta esperanza a los hombres .......................................................................... 69 69 73 76 37 41 42 44 46 47 60 66 81 85 87 Índice Capítulo 4.—El error del perdoneo ....................................... 93 La purificación de la memoria ............................................... 93 El absurdo del perdoneo . ........................................................ 95 Aceptar humildemente nuestra historia ................................. 101 La alegría de ser hombres ....................................................... 107 Capítulo 5.—Ateísmo nihilista anticristiano y fundamen talismo islámico . ................................................................ ¿Ha pasado la hora del ateísmo? . ........................................... La larga historia del ateísmo . ................................................. El ateísmo humanista de Bloch . ............................................ La abominación de la desolación ........................................... La función irracional del ateísmo laicista ............................... Resistiendo con los mártires cristianos y judíos ...................... Por una concepción racional de Dios y de la religión ............. 113 113 115 116 120 123 126 129 Capítulo 6.—Un pensamiento que pasa a la acción ............. Lo que es hoy nuestra obligación ........................................... Una alternativa en educación ................................................. Contra la irracionalidad de nuestro mundo ........................... Contra la irracionalidad antirreligiosa .................................... A favor de la moral que nos hizo humanos ............................ En defensa de la vida humana y de la familia ......................... El imperativo categórico de Adorno . ..................................... 133 134 136 139 141 143 147 149 Conclusión: Sí al hombre . ...................................................... 155 Bibliografía ............................................................................... 163 A mis alumnos del Instituto Emperatriz María de Austria, a los que durante casi treinta años intenté inculcar el amor a la razón ...utilizamos los horrores de la historia humana, precisamente también de la más reciente, como pretexto concluyente para negar la existencia de un Dios bueno y difamar a su criatura, el hombre (J. RatzingerBenedicto XVI, Jesús de Nazaret. Primera Parte, trad. de C. Bas Álvarez, Madrid, La Esfera de los Libros, 2007, pág. 195). Existe ya suficiente aniquilación de humanidad (E. Bloch, El ateísmo en el cristianismo, trad. de J. A. Gimbernat, Madrid, Taurus, 1983, pág. 255). Introducción No podemos aceptar lo intolerable. No podemos aceptar que la barbarie nos arrase, que los gobernantes impongan éticas y prácticas irracionales e inhumanas, que el Estado meta cada vez más las narices en aquellos asuntos que pertenecen a la intimidad del hombre y afectan a su más esencial libertad, que nuestros hijos sean privados cada vez más del conocimiento de nuestra hermosa tradición religiosa, humanista y científica, que se insulte constantemente a nuestra historia, que se nos niegue la alegría de ser hombres y la libertad para rezar a Dios. No tenemos derecho a permanecer pasivos cuando los criminales siguen asesinando inocentes cristianos en las cinco partes del mundo. Hemos de rechazar un mundo y un pensamiento oficial donde «el caso es desarticular al hombre o minimizarlo»1 y donde «hay que ridiculizar y ensuciar todo lo que sea hermoso, inocente o tenga dignidad»2. Necesitamos un pensamiento nuevo, un pensamiento contra lo intolerable, una filosofía que reivindique nuestra dignidad de hombres y que se niegue a colaborar en la siembra del odio y del desprecio a todo lo humano y en la construcción del nuevo totalitarismo emergente, responsable ya de millones de asesinatos de inocentes y que puede todavía 1 J. Jiménez Lozano, Los cuadernos de Rembrandt, Valencia, Pre-Textos, 2010, pág. 210. 2 Ibíd., pág. 55. Vicente Ramos Centeno en el futuro programar exterminios aún mayores. Este pensamiento nuevo no ha de ser ya moderno, en el sentido que le da a este término Jean Guitton cuando dice que el «hombre moderno», el «hombre sin fe», el «hombre privado de fe», «ha recogido del cristianismo las luces que este le ha ofrecido sobre su bajeza, sin haber aceptado la que le proponía sobre su grandeza»3. Parece claro que este pensamiento nuevo no podrán construirlo más que aquellos que aún creen en la razón, los cuales son hoy fundamentalmente los portadores de la herencia bíblica, los cristianos, ellos que aún tienen esperanza, que aceptan la esencial bondad de la realidad y la grandeza del hombre que en su lucha contra el mal y la ignorancia ha conseguido ir aclarando cada vez más su propia humanidad, y que en la historia ha sido objeto de la predilección divina hasta el punto de que el Hijo ha compartido nuestra suerte. Los cristianos saben que el hombre está llamado a cosas inauditas, y que cada hombre tiene un valor infinito como hombre, y que por eso no puede aceptarse el desprecio posmoderno y el insulto de toda su obra. Si en otras épocas correspondió al cristianismo salvar la civilización, también parece que en este momento es al cristianismo fundamentalmente al que le toca salvar la herencia del desarrollo de la razón en nuestra historia, y las conquistas de libertad que su espíritu impulsó desde hace dos mil años y que se ven amenazadas por la barbarie de nuestro mundo. Este libro quiere contribuir humildemente al desarrollo de este pensamiento nuevo que necesitamos, exponiendo en sus diversos capítulos algunas de las cuestiones que parecen prioritarias en este pensamiento, como el primado de la razón práctica, la defensa de la capacidad de la razón para conocer la verdad, la defensa de un adecuado concepto de la historia, fiel a la verdad y a nuestra humanidad y dignidad, la meditación sobre los peligros del laicismo agresivo y anticris3 J. Guitton, Lo impuro, trad. de A. Ortiz García, Madrid, PPC, 1992, pág. 131. El esplendor del mundo tiano, aliado objetivo y hasta subjetivo de algunos de los horrores más grandes de nuestro momento histórico, o la reflexión sobre algunas actitudes prácticas urgentes que hay que tomar ya. Me propongo, por ello, también en este trabajo continuar desarrollando las preocupaciones de mis publicaciones anteriores, desde los estudios sobre Ernst Bloch, en los que me interesó sobre todo su crítica del nihilismo y de la trivialidad, su rechazo del progresismo filisteo, su amor al hombre y a su obra y su interpretación de la historia en clave de esperanza, hasta los artículos y libros (Razón, historia y verdad y Europa y el cristianismo) publicados en los últimos diez años. Y es mi deseo también, como he pretendido otras veces y como se dice en España, «hablar en cristiano». Quiero usar un lenguaje claro, el español que habla la gente, y si puede ser además bello, mejor. Un lenguaje claro que llame a las cosas por su nombre y que esté lo más descontaminado posible de las ideologías políticas y de su jerga. No es que se trate de defender un pensamiento al margen de toda política. Todos los grandes filósofos, desde Platón, y desde antes, han hablado de política, y si alguno no lo ha hecho (¿Descartes?) es seguramente porque no le ha dado tiempo. Un pensamiento de hoy, cuando el poder político e intelectual se enfrentan tantas veces a la humanidad y trabajan en pro de su destrucción, tiene que tener consecuencias políticas, y tiene que señalar especialmente a aquellas corrientes políticas que parecen hoy cada vez más embriagadas por un nuevo sueño totalitario. Pero las ideologías políticas de nuestro momento han creado una jerga cuya función última es ocultar sus intereses e impedir un verdadero pensamiento libre. Yo quisiera estar bien lejos de tales ideologías y de su lenguaje, así como de sus clasificaciones. Quisiera pensar con libertad y expresarme con total claridad, con respeto a los hombres, pero desenmascarando las falsas ideas. Y del mismo modo quisiera estar lejos también del lenguaje de escuela, de las jergas de las diferentes tendencias filosóficas. Creo que se les puede decir a todos los defensores Vicente Ramos Centeno de la razón, y especialmente a todos los cristianos, que ya está bien de «yo soy de Pablo», «yo soy de Apolo», «yo soy de Cefas». En algún congreso de filosofía, entre un público mayormente creyente, confieso que alguna vez me he sentido incómodo por ese espíritu de escuela que también reinaba allí. Fenomenólogos, personalistas, hermenéuticos..., cada cual contaba que su línea de pensamiento, enmarcada en una determinada escuela, era prácticamente la única válida para el tiempo presente, y cada cual veía el futuro de la filosofía según el esquema de la escuela que había escogido. Todos constataban la crisis en que nos hallamos, pero no vi que percibieran la necesidad vital, y más para los creyentes, de ir más allá de toda escuela y de crear un pensamiento nuevo, amigo de la razón, heredero de la gran tradición de Occidente y abierto a la trascendencia. Yo no me inscribo en ninguna escuela, y los malpensados naturalmente que tienen derecho a pensar que por incompetencia. En todo caso, creo que hoy lo que necesitamos es un pensamiento, no sincretista, sino nuevo y vivo, que, apropiándose de la verdad que pueda haber en todo el pasado y en las diferentes corrientes del pensamiento, aborde con valentía el presente para resistir a esta barbarie y para volver a pensar bien del hombre y de Dios. Porque este es un mundo, y me refiero a sus jefes, y a sus mandarines, y a sus corifeos, que odia al hombre, con un odio correspondiente a su odio a Dios y a todo lo que recuerde Su nombre. Hay que hacer frente a este mundo, hacer frente al propósito de aniquilación de lo humano heredando todo el saber que la humanidad y sus mejores representantes han ido acumulando a lo largo de los siglos y del desarrollo de las diversas escuelas. Por eso no es mi intención pensar solo, si es que eso es acaso posible. En esto tampoco quiero ser moderno, sino mucho más antiguo, quisiera ser platónico. Filosofar es poner a discutir a los filósofos sobre un tema cuya verdad nos preocupa, y esto hoy ya no podemos hacerlo como Sócrates y sus amigos, reunidos físicamente alrededor de una mesa mientras trasegaban una jarra de vino (aunque también Pla- El esplendor del mundo tón pone a discutir a Sócrates sentado a la mesa con hombres que en su vida nunca conoció), sino a través de las citas y del recuerdo de sus pensamientos. A veces hoy se critica sin sentido el uso de las citas. Pero si un libro de ciencia, por ejemplo, no puede prescindir de los descubrimientos anteriores al científico que ahora expone sus investigaciones, un libro de filosofía no puede prescindir tampoco del diálogo entre los diversos pensadores, del aportar, por tanto, para el esclarecimiento de nuestro asunto las ideas que a lo largo de la historia han producido reconocidos o no tan reconocidos pensadores verdaderos meditando sobre ese mismo asunto. En mi caso las citas van siempre en el texto, porque no quiero que sean muestra alguna de erudición, de la que tampoco puedo alardear, seguramente, sino una aportación al diálogo que debe ser todo libro de filosofía. Un diálogo que, aceptando que el hombre es capaz de la verdad, no prescinde de defender tesis, no se queda en el mero juego de la discusión; los grandes pensadores, en discusión con la tradición, defendieron sus tesis, las ideas que creían verdaderas. Un libro de pensamiento de hoy, donde se quiere pensar este tiempo y sus problemas, es perfectamente legítimo que exponga las tesis que se creen verdaderas trayendo a la discusión y al recuerdo a los pensadores que más puedan aportar para el esclarecimiento de nuestros problemas. Quiero decir también ya ahora algo que volverá a aparecer después en este libro con la insistencia que sea necesaria. Y es que un pensamiento nuevo como el que propongo, que quiera pensar los problemas de nuestro tiempo, ha de rechazar con claridad, explícitamente, poner en su punto de partida lo que suelo llamar la instalación en la muerte de Dios. Una gran parte del pensamiento contemporáneo ha partido en su construcción de dar por supuesta la muerte de Dios, como en el caso más paradigmático del uso de esta expresión, el de Federico Nietzsche. Las consecuencias de esto ya las hemos visto, en el propio Nietzsche, o en sus seguidores directos o indirectos. Nosotros, después de las terribles experiencias del siglo xx, y de las que llevamos soportando en el siglo xxi, no Vicente Ramos Centeno podemos partir de donde partió Nietzsche. Nuestro punto de partida tiene que ser la experiencia terrible del hombre contemporáneo, aplastado por la barbarie, pero para aportar esperanza, para buscar a la historia su verdad, no para afirmar la desesperación en un jugueteo de señoritos con la muerte y la nada, que por muy divertimento de intelectuales que sea, no sirve a la verdad y a la humanidad del hombre. Porque, además, no podemos olvidar, si queremos ser honrados (y también habrá que repetirlo muchas veces) que los grandes hombres que no aceptaron ni aceptan la barbarie no se instalaron en la muerte de Dios. Los santos y los mártires del siglo xx, en número mayor que en todos los demás siglos de la historia, como es sabido, no aceptaron la muerte de Dios, ni se instalaron desesperadamente en la misma, sino que testimoniaron con su vida al Dios vivo en el que esperaban. Lo mismo han hecho los mártires de este siglo que ha empezado con nuevos horrores y los cristianos perseguidos estos mismos días en el mundo entero; ellos testimonian a diario al Dios vivo poniendo continuamente en riesgo sus vidas. ¿Cómo puede un pensamiento de hoy, una filosofía que quiera ser auténtica, despreciar el planteamiento de la cuestión de Dios cuando una pobre campesina cristiana paquistaní es capaz de decir que, si la quieren matar porque ama a Dios, está dispuesta a morir? Ante esta señora, Asia Bibi, y ante tantos otros cristianos que han dicho cosas parecidas, el pensamiento no puede hacer como que no ha oído. Y tampoco puede hacer como que no ha visto cuando los cristianos mueren a diario en Irak, en Egipto, en la India, en Paquistán, en Sudán, en Somalia, en Nigeria, en Indonesia, etc. Por otro lado, no es posible olvidar que en el siglo xx los más grandes opositores a la barbarie, como los presentes en este trabajo, incluso aunque fueran ateos (los casos de Bloch, de Horkheimer o de Adorno, por ejemplo), no se instalaron tranquilamente en la muerte de Dios. En el caso por ejemplo de los tres citados, sin tener fe religiosa, sacaron incluso fuerzas contra la barbarie de lo que ellos consideraron los contenidos humanos de la religión o el anhelo de humanidad que en ella latía. El esplendor del mundo Por supuesto que estas cuestiones seguirán debatiéndose en la filosofía, y el problema del mal seguirá lacerando nuestra mente y nuestro corazón. Pero partir, sin más, de la negación de Dios y del rechazo de todo lo que tiene que ver con la religión, convertidos en Nietzsches sin tragedia, o en nietzscheanos contentos, si se quiere decir de otra manera, no puede ser hoy un camino adecuado para la fructificación de la razón. Hemos de partir de la vida, de la experiencia toda de la vida y de las terribles realidades contemporáneas, con la intención de construir un pensamiento amigo del hombre, que, por tanto, rechace su insulto constante, el intento de aniquilarlo, la falsificación y destrucción de su historia y la afirmación de que el hombre no es nada más que un producto sin sentido de una naturaleza sin sentido que igual que lo engendró lo destruirá. Hemos de construir un pensamiento amigo del hombre hoy en peligro, que se fundamente en la verdad, en la verdad del mundo, del que hoy sabemos mucho, en la verdad del hombre, conocida en la historia, lo que conlleva que no se puede pensar sin la historia o contra la historia, y en la verdad que conocemos de Dios, lo que exige que sea un pensamiento abierto a la trascendencia.