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LA HOJA VOLANDERA RESPONSABLE SERGIO MONTES GARCÍA Correo electrónico [email protected] En Internet www.lahojavolandera.com.mx EL HOMBRE: OBJETO Y META DE LA EDUCACIÓN Francisco Larroyo 1912 – 1981 Francisco Luna Arroyo (nació en Jerez, Zacatecas, el 2 de junio; falleció en la ciudad de México, el 12 de junio) además de obtener los grados de maestro y doctor en Filosofía y maestro en Ciencias de la Educación, realizó estudios de filosofía en Alemania. Fue Director General de Educación Normal en la SEP y Director de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Participó, entre otras importantes tareas académicas, en la creación de la Biblioteca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, y en la fundación del Círculo de Amigos de la Filosofía Crítica. Larroyo llevó a cabo una importante labor editorial que consistió en la difusión y sistematización del saber pedagógico en México y fue un activo promotor de la reorganización de la pedagogía. Fue, escribe Teresa de Jesús Pérez, “uno de esos creadores de cultura que encabezó, entre 1930 y 1950, una revolución simbólica en la filosofía y la pedagogía... Depositó en la pedagogía, como ciencia y filosofía, su deseo de transformar y configurar un México más democrático y libre. Propuso y creó su propia utopía pedagógica y educativa, defendió activamente la educación humanista como la única vía posible de formar un hombre integral”. Por su influencia en la formación de muchas ge- neraciones de estudiantes normalistas y universitarios, destacan sus obras: Historia general de la pedagogía (1944), Historia comparada de la educación en México (1947) y La ciencia de la educación (1949). La palabra “educar” proviene del vocablo latino educare, que a su vez se formó del verbo educere, compuesto de ex, afuera y ducere, llevar, conducir. Originariamente tuvo el término “educación” el significado de cuidar, criar, hacer crecer. Viejos autores latinos expresaban con él la acción de llevar a los animales al campo; después, la idea de la crianza de éstos. Vinculada a su etimológica ascendencia, la palabra “educación” posee en la literatura pedagógica un claro sentido antropológico. No existe, a decir verdad, ensayo educativo, sea viejo o nuevo, que no lleve su inquisitiva mirada, en estas reflexiones, a la esencia del hombre y sus substanciales posibilidades. El objeto de la educación es el hombre: el objeto de la ciencia de la educación es la esencia y devenir del hombre. Pero el hombre no es, como a primera vista parece, el individuo independiente. El hombre aislado, fuera de toda relación con sus semejantes, es una pura abstracción. La comunidad de intereses sociales es lo que hace del individuo un hombre. Piénsese en lo que sería el individuo sin sus variadas relaciones con los demás hombres: sin compartir con ellos una comunidad jurídica, económica, de lengua, en suma, una comunidad humana. Sin duda, descendería Mayo 25 de 2010 a lo animal; por lo menos, la peculiar disposición humana sólo se desarrollaría de un modo sumamente pobre, sin rebasar el grado de una sensibilidad cultivada. EDUCADOR Y MAESTRO El concepto de educador es un concepto más amplio que el de maestro; designa a toda persona que ejerce acción educadora. La madre es la primera y principal educadora del niño. Pero junto a ella obran ya sobre el niño los demás miembros de la familia. En general, toda existencia humana influye y es influida por el medio en que vive. Nuestro ser y nuestros propios hechos son, asimismo, consecuencia de acontecimientos pasados y del presente, de igual forma que son un determinante de nuestros propósitos futuros. En la corriente viva de la existencia humana arraiga tan potentemente la vida extinguida de los anónimos como la de los inmortales, con la diferencia única de que en los primeros la influencia es exclusivamente inmediata, esto es, determinada por contacto directo de hombre y hombre, y siempre es imperceptible, mientras en los últimos a la misma influencia inmediata se asocia la lejana de las obras en que su alma ha encarnado, y que esta influencia mediata de la existencia pasada se deja ver, casi siempre, con mayor potencia después de la muerte del creador, que la inmediata de su vida afectiva. El educador puede influir como tal, voluntaria o involuntariamente, en la vida de sus semejantes. El término “maestro” es un concepto más restringido; nombra al educador que voluntaria y de manera profesional se ocupa de las tareas de la enseñanza; es, por así decirlo, el educador activo que consagra su vida a la acción pedagógica. Como quedará descrito circunstancialmente adelante, el maestro es el hombre que no sólo influye en la educación de sus conciudadanos haciendo que éstos puedan realizar cada vez mayores valores culturales, sino el hombre que posee además innegable inclinación encaminada a mantener dichas realizaciones. Kerschenteiner llama pedagogo práctico al maestro, para diferenciarlo, asimismo, del teórico de la educación. Éste, como su nombre lo indica, es el investigador consagrado al estudio de los principios y leyes de la pedagogía. Aquél, el hombre que lleva al cabo de manera práctica las tareas de la enseñanza. Uno de los errores más ingenuos y corrientes es el de suponer que los pedagogos (prácticos) más eminentes son aquellos que han escrito libros llenos de erudición sobre materia pedagógica. Mientras en las ciencias matemáticas, o en la filosofía, se infiere con razón que el autor de una obra importante debe haber sido un gran matemático o filósofo, puede considerarse como una falsa deducción en pedagogía, puesto que el educador, propiamente dicho, es siempre un hombre ocupado en la práctica. Tampoco hay que suponer imposible la existencia de un teórico que, penetrando tan profundamente en la naturaleza de su objeto, pueda poseer gran valor como hombre práctico. Apenas serían de temer las objeciones si afirmáramos que entre aquellos hombres que han vivido anónimos, se encuentran figuras mejor dotadas pedagógicamente que entre los que son contados por la historia de la pedagogía como estrellas de primera, segunda y tercera magnitud. Si el valor pedagógico fuese unido indisolublemente a la erudición, o bien solamente a la ciencia pedagógica, hace ya mucho tiempo que la humanidad hubiera tenido que declarar su bancarrota. Fuente: Francisco Larroyo, “El hombre: objeto y meta de la educación” en Clásicos de la pedagogía, 2ª reimpresión, antología preparada por Sergio Montes García, UNAM-Acatlán, México, 2009, pp. 304- 306. PROFESOR, consulta la HV en Internet. En este número: De los profesores: “El Imperio Carolingio y la educación” (Tercera y última parte) por Aurora Flores Olea. De los estudiantes: “Así es la realidad” por Elizabeth Portillo Juárez De la HV: “El niño es así” por Rabindranath Tagore.