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JORGE ALBERTO MANRIQUE
Disciplina o
Especialidad
Escribir sobre Jorge Alberto
Manrique es una tarea feliz y
honrosa para cualquiera de sus
discípulos. Hay que elogiar a
quien lo merece, y éste es el
caso del hombre que ha dado
los mejores frutos a la historia
del arte en México. Varios libros y centenares de artículos
especializados y de difusión dan
cuenta de una vida dedicada a
la investigación. Generaciones
enteras de egresados de la Facultad de Filosofía y Letras de
la Universidad Nacional Autónoma de México recibieron una preparación sólida, objetiva y sistemática
de la disciplina y ponderan hoy día las valiosas críticas y los acuciosos
comentarios del maestro. Puede aplicarse a Jorge Alberto Manrique la
oración que él mismo acuñara para celebrar a Justino Fernández: “...
poco se puede escribir sobre el arte en México que no tenga que apoyarse
en sus investigaciones”.
Desde muy joven, Jorge Alberto Manrique demostró su vocación
por la historia del arte. En el año de 1959, como estudiante de la
Facultad de Filosofía y Letras de la máxima Casa de Estudios, obtuvo el primer premio en el concurso Paul Westheim de Crítica Joven
de Arte. Luego, recién egresado de la licenciatura en historia, recibió la
Rockefeller Fellowship de la Rockefeller Foundation para estudiar
en las facultades de letras de las universidades de París y Roma durante
los años de 1962 a 1964. Trabajó con el profesor Víctor Lucien Tapié
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en el Centre de Recherche sur la Civilization de l’Europe Moderna y
con Giulio Carlo Argán y Maurizio Bonicatti en el Istituto di Storia
dell’Arte. De retorno a México, en 1965, fue profesor adjunto del doctor Francisco de la Maza en la Facultad de Filosofía y Letras y sólo dos
años después, junto con el maestro Eduardo Blanquel, triunfó en el
concurso para realizar los libros de texto de historia y civismo que promovió la Comisión de Libros de Texto Gratuitos. La brillante carrera
juvenil se vio coronada con su ingreso a la Academia Mexicana de la
Historia, donde ocupó la silla vacante del doctor Justino Fernández y
pronunció el célebre discurso Ambigüedad histórica del arte mexicano
el 9 de octubre de 1973. Desde entonces y hasta la fecha se han venido
sumando una serie de victorias personales y provechosas para la crítica
y la historia del arte en México.
Las investigaciones de Jorge Alberto Manrique han fructificado en
infinidad de publicaciones. En ellas se abordan distintas temáticas del
arte novohispano y de los siglos XIX y XX, aunque es más abundante
la crítica de arte en este último. Así también, ha compartido créditos
con otros historiadores de gran trayectoria académica como Edmundo
O’Gorman, Daniel Cosío Villegas, Eduardo Blanquel, Ida Rodríguez
Prampolini y Teresa del Conde, entre algunos. Empero, uno de sus
mayores logros editoriales es sin duda la coordinación general de los
16 volúmenes de la Historia del arte mexicano del año 1982, obra capital dentro de la historiografía del arte del siglo XX, que sigue siendo
en nuestros días la única historia global de los procesos artísticos en
México.
Jorge Alberto Manrique ha formado especialistas en todas las ramas
de la historia del arte. Se ha interesado en los proyectos de investigación de sus alumnos, a quienes ha guiado y corregido desde el inicio hasta
el fin, desde la tesis de licenciatura, pasando por la de maestría, hasta la
culminación de la de doctorado. Las sugerencias y fuertes críticas, sin
embargo, siempre han estado encaminadas al riguroso empleo de conceptos y métodos para el mejor cuestionamiento de la materia. Entre
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sus más cercanos discípulos se cuentan Aurelio de los Reyes, Teresa
del Conde, Julia Tuñón, Martha Fernández, Rogelio Ruiz Gomar,
Gustavo Curiel, Elia Espinosa, Juana Gutiérrez, Enrique de Anda y
Alejandra González Leyva, por citar algunos.
Pero si bien Jorge Alberto Manrique ha contribuido a la historia
del arte con un sinnúmero de publicaciones y la formación de recursos
humanos de altísima calidad académica, hay que destacar su gran sensibilidad para observar y analizar las formas, su facilidad para las reflexiones teórico filosóficas inspiradas en el historicismo. Es un placer
leerlo, recorrer con él un museo o una iglesia, escuchar las explicaciones
que admirablemente suelen durar horas ante un solo objeto artístico. Una imagen de Cristóbal de Villalpando o de Francisco Toledo,
por mencionar artistas, le sugieren un cúmulo de interpretaciones formales, una sucesión de comentarios enriquecedores y objetivamente
fundamentados. La sensibilidad y la fuerte inclinación hacia el arte
le permitieron aportaciones significativas, así como la redefinición y
aclaración de conceptos propios de la disciplina. A él se debe, por
ejemplo, el mérito de haber formulado una periodización para la mejor
comprensión del arte mexicano. Asimismo, fue el creador de nuevas
teorías de apreciación del arte novohispano: trasladó a este contexto
el término manierismo para designar con él las obras de arquitectura,
pintura y escultura, cuyas formas provienen de los modelos italianos
del Renacimiento; planteó la hipótesis de que la arquitectura manierista novohispana se transformó paulatinamente en barroca; y acuñó
el concepto de modalidad neóstila para explicar las construcciones de
la última época del barroco novohispano.
Jorge Alberto Manrique es uno de los grandes intelectuales que
ha dado nuestro país, una de las mentes más brillantes para la apreciación del arte. Por ello, con su presencia distingue a infinidad de sociedades, asociaciones y comités, entre las que se pueden contar la
Academia Mexicana de la Historia, la Academia de Artes, la Association
International des Arts Plastiques, la Sociedad Mexicana de Arquitectos
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Restauradores, la Association International d’Hispanistes, la Asociación
de Arte Latinoamericano, la Association International de Critiques d’Art,
el Comité Mexicano de Ciencias Históricas, el Comité Internacional de
Monumentos y Sitios, el Comité Internacional de Historia del Arte, el
Comité Mexicano de Historia del Arte y el Comité Internacional de
Museos. Su trayectoria como crítico, investigador y académico le han
sido gratamente reconocidos: en 1990, la Asociación Internacional de
Críticos de Arte le otorgó el Premio Crítica Latinoamericana; en 1992,
el Premio Universidad Nacional en el área de docencia en humanidades; y, en 2000, el nombramiento de investigador emérito del Instituto
de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de
México.
Actualmente, Jorge Alberto Manrique acude a su seminario de arte
novohispano en el posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras. Mas
aquellos que no tienen o no han tenido la fortuna de escucharlo, pueden contentarse con el placentero sabor de la lectura de su pluma.
Alejandra González Leyva
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