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© Cativa y Martínez Ojeda 2008
El arte, la industria y la telecomunicación
Por Gonzalo Cativa y Carlos Martínez Ojeda
El por qué de hacer arte.
Expresión: Ya en la infancia ciertos niños desarrollan una sensibilidad social despierta
que les permite detectar la injusticia. La necesidad de expresarse artísticamente es la
maduración activa de esa disconformidad ante lo que no es justo –de ese rechazo certero
ante patrones opresivos que se manifiestan en el seno familiar, las instituciones y la
calle. La conciencia se inquieta y esa perturbación halla un regocijo en el acto creativo.
La imaginación y la curiosidad son las armas de este cazador cuyo instinto de
supervivencia es más fuerte que la comodidad de su herencia, similar a la quietud o el
silencio contemplativo de la indiferencia cobarde. El creador asume una actitud ante la
realidad con el fin de inocular a la vida sus impresiones –críticas, cínicas, cómicas o
trágicas. La convicción alimenta sus iniciativas: en la carencia de recursos la
imaginación revela su grandeza y en la abundancia su poder de síntesis. Creer no quiere
decir seguir –es, por el contrario, crecer (incluso a través de la reflexión contra uno
mismo). Cada acto creativo es una manifestación de la libertad del hombre, su
expansión material inmediata en canción, cuadro, escultura o disciplina en la que el
artista es artista. La necesidad de expresarse es una encrucijada de vida o muerte. Los
ojos pueden quedarse ciegos ante la violencia luminosa de la explosión de un astro. El
perfume de la carroña puede repugnar las facultades olfativas. Las manos pueden
entumecerse por el roce excitante de un objeto desconocido. Un redoble de tambor
hipnótico puede despojar al oído del placer que proporcionaba al cerebro. El paladar
puede pervertir la fruición de un fruto por el deseo de otro fruto. Y el artista, como un
príncipe o un mendigo, puede elegir cómo intervenir en el devenir de la vida. Su
elección es constructiva; su felicidad es la de todos los hombres como sus angustias
también lo son. El artista comunica por todos comunicando por sí mismo, para todos y
para sí mismo. Es carne, razón y sentidos, es decir: Expresión.
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© Cativa y Martínez Ojeda 2008
El arte, la industria y la telecomunicación
La música, como la mujer y el hombre, es lo que no es todavía. Hoy, como fenómeno
sociocultural, atraviesa un período de grandes cambios e incertidumbre. Los dados que
definirían su suerte son redondos y precisamente esta coyuntura la hace relevante desde todo
vínculo: el que una la industria con los artistas/ los artistas con el público/ y la industria con los
consumidores.
La intromisión de la tecnología digital y las telecomunicaciones en el mundo de la música ha
generado la crisis del formato CD y cambios significativos en las tendencias de consumo (mp3PDA-Notebooks-i-Tunes-Foro Latino) y el modus operandi de las compañías discográficas y los
artistas.
Por un lado, el mp3 ha provocado que dada su hazaña en materia de almacenamiento el disco
haya sido desmenuzado y la obra pierda su concepto y perspectiva histórica. En el mencionado
dispositivo pueden convivir con indiferencia el folk primario de Leadbelly con ignota música de
vanguardia electrónica francesa y miles de artistas diversos y catálogos-collage –según la
disposición de la playlist y la subjetividad del consumidor. Programas como eMule, Soulseek y
otros han generado la multiplicación del consumo de música por porciones; es decir, canciones
singulares sin relación una con otra al momento del download. Los consumidores pueden
compartir estas canciones-archivos indistintamente con cualquier persona del mundo que tenga
acceso a la red; la música finalmente se universalizó democráticamente
-ningún sello,
compañía o intermediario de cualquier índole puede determinar quién consume y qué. La
distribución gratuita de música por internet no afecta la creación musical pero sí pone en
evidencia los tratos abusivos que impone la industria discográfica a los artistas. El artista es
ahora difundido sin tener que pagar por ello. La distribución digital es directa y simple, no hay
costos de fabricación y logística que generen una dependencia caníbal en el artista respecto de
su compañía. De todos modos, el artista lucra con sus shows en directo y prácticamente nada
con la venta de discos. El disco como obra ha perdido la jerarquía de antaño. Incluso las
compañías discográficas obtienen mayores ganancias con derivados de la obra madre, como
ring tones, postales digitales, presentaciones en vivo, merchandising y el aspecto editorial del
arte. Lo interesante de la contingencia que viven los artistas y las compañías es que se ha
llegado a un punto de inflexión –inevitablemente la realidad ha conducido a ambos a plantearse
qué relación tendrán inmersos en el cambio que los involucra. Las cartas están jugadas entre la
lucha de la propiedad intelectual y su comercialización. La adversidad sugiere que es el
momento de que antagonistas ideales unan fuerzas para no verse seriamente dañados. Las
grandes empresas de grabación han tenido que lidiar con que la tecnología de grabación digital
es revolucionaria en términos de acceso a la posibilidad de grabar: cualquier músico con
conocimientos básicos en software de edición musical puede producir su propio disco y subirlo
a la red para que el público lo conozca. Sin embargo, la proliferación de artistas es tal que dada
su cantidad, la calidad escasea. Si bien las posibilidades de expresión y difusión son mayores,
la intrascendencia de la obra también lo es. El exceso de información es nauseabundo, es
ruido y atora (pero siempre hay una rosa en la mugre). He aquí el pilar que permite la
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necesidad de la existencia de los sellos o compañías. El aspecto comercial del arte y vinculado
al éxito aún requiere del apoyo de una estructura u organización con recursos suficientes para
potenciar las virtudes del producto artístico. El consumidor de música no baja de internet todo
lo que compraría y tampoco tiene la capacidad física de asimilar todo lo que quizás ni llegue a
escuchar; entonces, cuál es el rol de las telecomunicaciones ahora que han afectado el
universo de la música. En primer lugar, presentan una diversidad interesante de soportes de
reproducción. El i-Pod es un taller de arte en sí mismo, el consumidor puede tener una relación
proactiva con la música que consume –tiene la posibilidad de hacer del dispositivo su propia
galería de arte. Si es creativo puede documentar sus impresiones respecto de la obra,
criticarla, dibujarla, traducirla, compartirla e inventar a partir de ella. Puede crear contenido a
partir de contenido y almacenarlo en un todo artístico que lo acompañará por donde quiera que
vaya. Los teléfonos con mp3 son cómodos, tienen una buena capacidad de almacenamiento y
una calidad de sonido satisfactoria. El i-Phone incluso involucra la posibilidad audio-visual de
relacionarse con la música. Es decir, el artista hoy tiene la responsabilidad de crear contenido
valioso. ¿Cómo será la nueva obra musical del presente? ¿Cómo se le devolverá la jerarquía
de contenido al álbum? ¿Cómo superar la facilidad comercial del paradójico regreso a los
tiempos del single?
Los álbumes del presente pueden ser websites forjados en arte multidisciplinario, con la música
como disparador fundamental de contenidos. El disco le proveerá al consumidor una
experiencia interactiva. Es un tiempo de visiones artísticas, no de productos de góndola de
supermercado.
La
centralización
de
las
radios
por
intereses
comerciales
puede
descentralizarse a través de radios digitales, en portales con la jerarquía suficiente para que el
consumidor discierna qué quiere escuchar y qué vale la pena –incluso si la radio digital
involucra variables económicas. ¿Un álbum debería costar su valor subjetivo? ¿El consumidor
elegirá cuánto pagar al artista independiente o vinculado a alguna compañía según le parezca
o el disco tendrá un valor objetivo por la calidad de su contenido?
Muchos se quejan de la calidad de sonido que presentan los actuales reproductores de música
en archivo, incluso sentencian la muerte de la alta fidelidad, pero ¿sabe el oyente promedio
distinguir la música elaborada con oficio y dedicación artística de la producida como una
hamburguesa con queso, con las voces desafinadas procesadas y pasadas por el Autotune o
cualquier programa de edición que les permite a esas composiciones desafinadas encabezar
listas de éxitos pre-fabricados? Para que la música recupere su jerarquía en el devenir de la
sociedad es también necesario un cambio de consciencia. Al oyente quizás no le importe
comprar una canción como compra un par de zapatillas o una lata de atún, pero los cd’s tienen
la leyenda “disco es cultura”.- y paradójicamente todos la tienen. Sin embargo, también hay
oyentes de música que depositan en este arte una esperanza para enriquecer la realidad.
Encuentran en la música una voz que no tienen, una expresión con la que se identifican y un
ámbito con el que relacionarse para crecer. La música rock supo llevar el estandarte de la
voluntad de cambio. El rock debe dejar de lado el conformismo cómodo y nostálgico que hoy lo
entumece, y pasar de la resignación a la sugerencia de visiones transgresoras, críticas y
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estéticamente bellas o movilizadoras. El carácter contracultural del rock es tal en la medida que
depura las hernias de la sociedad, fertiliza su terreno hostil, siembra y es proactivo
culturalmente para que la humanidad avance. Si hoy las compañías devuelven contratos,
editan poco (productos envasados-música en lata) y encima no ponderan el riesgo, no
encontramos otra realidad que la quietud. La quietud es pasividad y en tiempos de crisis se
asemeja al reloj de arena de la muerte súbita. Aún hay productos exitosos que valen la pena y
también hay muchos liderando los rankings frívolos cuya verdad no es otra que la
manipulación.
En la era de la (tele)-comunicación el acceso debe ser reflexión y hechos de valor. ¿Cómo
podemos explicar la apatía juvenil del presente? ¿Por qué no hay jóvenes exitosos? ¿Por qué
los jóvenes no tienen lugar y, peor aún, sentido común e interés para crear legislación en
asuntos sociales mucho más importantes que la música? No hice referencia a atentados,
corrupción política y mediática, guerras civiles ni religiosas, tampoco mencioné crisis
financieras ni ambientales, no describí el notable progreso de la ciencia, la industria de la droga
y la noción de que el hombre puede estar viviendo en una espiral de auto-destrucción cuyos
síntomas más evidentes son los mencionados; más las enfermedades modernas, la ansiedad,
la paranoia, el stress, la anorexia-bulimia, la estúpida jactancia material y el hecho de que la
salud y la belleza dependan del dinero.
Como dijo Atahualpa Yupanqui, “la música es una de las cosas que puede salvar al mundo,
porque un hombre que busca y encuentra y se solaza horas y días y años y años luz, a través
de generaciones, con la belleza, ¿qué otra cosa puede querer que un mundo mejor?”.
Discierne.
Pagar para trabajar (Realidad del músico emergente)
¡Pongan un bar exploten a un grupo y cómprense otro bar! Hablo en serio. Es negocio. Es
dinero fácil. ¡Pongan un bar exploten a un grupo y cómprense otro bar!
Hagan tributos, homenajes y toda esa pompa para nostálgicos. Es dinero-dinerillo. Del club del
clan al club del clon. Con eso ya es suficiente para tener habitués. Pongan un karaoke, en el
peor de los casos se darán cuenta de que el alcoholismo liso y llano es menos nocivo que un
borracho cantando karaoke.
Volviendo al tema del bar. Sí. La gente va a empezar a venir sola. Y una vez que tengan un
poco de público. Listo. Es cuestión de tiempo. En unas semanas ya tienen un nombre,
entonces un viernes hacen un cartel. Con lapicera y cartulina es suficiente. Ni siquiera gasten
en cintéx, usen una hoja A4 y sujétenla entre las hendiduras de la ventana. Escriban sólo tres
palabras: “SE BUSCAN BANDAS”.
Al otro día los van a ver llegar, son muchos, no todos valen, pero están desesperados y son
negocio. Si su bar aún no prosperó lo suficiente pueden decirles: “acá solamente se tocan
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covers y tributos; pueden mechar temas propios pero que la mayoría sean covers”. Y van a ver,
cuando escuchen que pueden mechar temas propios, van a ver cómo se dilatan sus pupilas,
como sacan sus lenguas humectadas como si fueran niños africanos y desnutridos ante un
banquete.
No se rían, ¡Pongan un bar exploten a un grupo y cómprense otro bar!
Exprímanlos. Sobre todo si tienen talento. ¡Creen en lo que hacen y necesitan trabajar!
Lícuenlos. Si tienen canciones originales y empiezan a cantarlas se olvidan de lo que hicieron.
Les sacan un 200% más de lo que les pertenece. Drénenlos. Los necesitan para trabajar y son
apasionados y creen en el arte. Despelléjenlos. Son dinero. Pueden pisarlos como insectos
porque están desocupados y necesitan trabajar.
Ahí, vienen, llegaron. Son cinco grupos. Organicen una fecha para todos los grupos juntos.
Les dan un mínimo de entradas a cada grupo, para que salgan a vender todas y apenas ganen
unas migajas. Exijan puntualidad. Entonces los grupos tienen que citar a la gente a tal hora y
si la gente no llega, devuelven las entradas o las pagan. No le presten nada a los grupos
porque pueden prestarse las cosas entre ellos. Son la escala más baja en la pirámide de la
industria de la música. Los músicos under son como los peores no-fumadores. Los peores nofumadores se te acercan y tosen. Y eso es cruel. Los músicos under se te acercan y te
mendigan fechas porque no tienen trabajo. Y eso es cruel. Te hacen sentir como una mierda.
¿Ustedes van al lado de los lisiados y se ponen a bailar o le muestran su último recibo de
sueldo a un músico under que sabe tocar ese riff que a ustedes les cuesta un huevo? No. No lo
hacen, porque no tienen piedad. Bill Hicks no sabía, pero la piedad es de los deudores.
Bueno, basta de ironizar. Me harté del sarcasmo. Vamos a hablar en serio. Me cansé del
cinismo. ¿A alguien le parece justo pagar para trabajar? Piensen un segundo. ¿Hay algún
estudiante universitario recibido? ¿Cuándo les miran el CV, les cobran la entrevista laboral
porque tienen conocimientos reales o hicieron un posgrado o simplemente saben lo que van a
hacer? Es muy raro, no. ¿Los hace pensar? Melville dijo una vez: “hablan de la dignidad del
trabajo. Bah. La dignidad está en el ocio”. ¿Cómo te van a cobrar por trabajar? Cantinflas dijo:
“algo malo debe tener el trabajo, o los ricos ya se lo habrían apropiado”. No es gracioso, hay
gente que paga para trabajar. Ahora la van a ver, su trabajo es divertidísimo, podría pasarme
horas mirándolo por la tele.
Llegaron.
Aquí está con ustedes…
Esperen… no entren desempleados, esperen…
Una última reflexión:
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¿Por qué no ponen un bar, explotan un grupo y se compran otro bar?
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