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EL SOL DA LA LUZ, NO LA LUNA
4º de Pascua
Javier Leoz (sacerdote)
No hace muchos años, un sacerdote afincado en una pequeña parroquia del Norte de España, les decía a sus
feligreses en el día del Buen Pastor: “Recordad que a mí no me tenéis que seguir y, ni tan siquiera, creerme a mí. Es a
Cristo –el Buen Pastor- al que debéis de seguir aunque yo falle y aunque yo no os conozca lo suficientemente. Él,
Cristo, si que os conoce. Sólo de esa manera creceréis como cristianos”.
1.Cuando llega este cuarto Domingo de la Pascua, a muchos sacerdotes, nos puede entrar el “síndrome de
Estocolmo” (pensar que somos como el mundo crítico –dentro y fuera de la Iglesia-nos dice). Lo cierto es que, el día
del Buen Pastor, no solamente está orientado hacia los que tenemos en nuestras manos el deber de conducir,
animar y hasta de corregir al pueblo de Dios cuando (como decía por ejemplo el Papa Francisco en el 2013)
queremos o pretendemos una Iglesia tibia para justificar, acoger y disimular nuestras propias tibiezas.
Domingo del Buen Pastor. Y, necesariamente, nuestras miradas se centran en el auténtico, radical, nítido y
verdadero Pastor: Jesús de Nazaret.
1.En plena Pascua, la fiesta del Buen Pastor, nos invita a dar gracias a Dios por aquellos pastores que se
dedican (nos dedicamos) en cuerpo y alma al Ministerio Sacerdotal.
Demos gracias al Señor porque, el Buen Pastor, sigue siendo en la inmensa mayoría de los consagrados, un
modelo de referencia y de coherencia. Porque, el Buen Pastor, sigue siendo lo más importante y esencial en el
corazón de cientos de miles de hombres que saben que, en la fidelidad, persecuciones de guante blanco, crítica
dentro del propio rebaño, en el amor o en el silencio, en el trabajo de cada día o en el evangelio, es donde
encuentran su apoyo y estímulo para seguir adelante.
2.Nada ni nadie puede desdibujar o desfigurar aquella imagen (no idílica y sí real) que tenemos de los
pastores que intentan (intentamos) buscar el reino de Dios, el bien de las personas y desvivirnos hasta más no poder
por nuestras comunidades. ¿Qué no todo lo hacemos bien? ¿Qué no llegamos donde debiéramos? ¿Qué, una gota
de tinta, tiñe una gran jarra de agua cristalina? Es verdad. Pero, el Buen Pastor, siempre nos exige permanecer,
perseverar, intentarlo.
Hoy, más que nunca, pedimos por los sacerdotes. Estamos de lleno en el Año de la Misericordia. No es fácil
siempre abrir el corazón y brindarlo ante un ambiente hostil, cuando no de rechazo, incluso a los que llevamos en
nuestras manos el Evangelio. Nunca ha sido fácil ser sacerdote (ni tampoco cristiano) pero, hoy más que nunca, la
Nueva Evangelización depende y mucho de “los nuevos pastores” que se han de dar, engendrar y potenciar
especialmente en la familia.
Estoy convencido que, por muchos catequistas que tengamos o muchos sacerdotes que pudieran atender los
diferentes frentes de acción de nuestra Iglesia, si falla la familia (de hecho ha hecho aguas en la transmisión de la fe)
no lograremos dar con el secreto que nos haga llegar al corazón de las personas y, en ellas, sembrar la fe.
Que el Señor Resucitado, en este tiempo pascual, nos haga volver nuestros ojos hacia el único y Buen Pastor que es
Cristo. No nos quedemos mirando a la luna. Ella, en sí misma, no tiene la luz: le viene del sol. No nos fijemos tanto en
los sacerdotes (en sí mismos no está la luz) sino en Cristo que es luz del mundo y modelo de todo sacerdote,
comunidad y gente de bien.
MIREMOS A CRISTO, BUEN PASTOR
Él nos da la luz cuando, en la oscuridad,
nos perdemos por parajes idílicos pero falsos
Él nos fortalece cuando, la lucha de cada día,
nos debilita en nuestras ansias de vivir
Él nos levanta cuando, en las múltiples caídas,
sentimos que el cuerpo pesa y los pecados también
¡MIREMOS A CRISTO, BUEN PASTOR!
Es, al fin y al cabo, quien mejor nos conoce
y, sabe de antemano, cuando le seguimos o no
cuando fingimos amarle
pero nos vamos detrás de otros dioses
Es, lo queramos o no, quien nos exige y nos mira
quien nos da aliento en nuestro caminar
e infunde paciencia en nuestra espera
¡MIREMOS A CRISTO, BUEN PASTOR!
Con su cayado nos indica el camino a seguir
nos invita a tenerle como Maestro y Señor
a distinguir entre Pastor y falso profeta
a vivir con un solo alma y corazón.
¡MIREMOS A CRISTO, BUEN PASTOR!
Nos dará el consuelo de su misericordia
sentiremos que, la soledad, ya no existe
y le abriremos nuestras entrañas sedientas
¡MIREMOS A CRISTO, BUEN PASTOR!
Hoy, como ayer, seguimos siendo mendigos de amor
De un amor que no mira etiquetas ni apellidos
ni exige un pasado limpio o sin error
¡MIREMOS A CRISTO, BUEN PASTOR!
Que Él, ahora y siempre,
nos haga gozar con su presencia
vivir con su vida
escuchar su Palabra divina
y avanzar en el conocimiento de su nombre
¡MIREMOS A CRISTo, BUEN PASTOR, GRANDE EN MISERICORDIA!
Javier Leoz