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Breve historia del Islam
Cerca del año 570, nació un niño que sería llamado Muhammad y que se convertiría
en el Profeta de una de las religiones más grandiosas del mundo, el Islam. Él nació
dentro dentro de una familia perteneciente a un clan de Quraish, la tribu gobernante de
Meca, una ciudad ubicada en la región del Hiyaz al noroeste de Arabia.
La Ka’bah, un antiguo santuario ubicado en la ciudad de Meca que, debido a la
decadencia de Arabia del sur, durante el siglo VI se había convertido en un importante
centro de comercio relacionado con grandes potencias como los sasánidas, bizantinos y
etíopes. Como resultado de esto, la ciudad fue dominada por poderosas familias
comerciantes, entre quienes sobresalían los hombres de Quraish.
El padre de Muhammad, ‘Abdullah Ibn ‘Abd Al-Muttalib, murió antes de que el
niño naciera; su madre, Áminah, murió cuando él tenía seis años. El huérfano fue
confiado al cuidado de su abuelo, líder del clan de Hashim. Después de la muerte de su
abuelo, Muhammad fue criado por su tío, Abu Talib. Como era costumbre, de pequeño
Muhammad fue destinado a vivir por uno o dos años con una familia beduina. Esta
tradición, continuada hasta hace poco por familias nobles de Meca, Medina, Taif y otros
pueblos del Hiyaz, influyó notablemente en Muhammad. Además de soportar las
dificultades de la vida del desierto, adquirió el gusto por la expresión refinada y la
elocuencia, algo muy apreciado por los árabes, para quienes la oratoria era el arte que
más los enorgullecía. También aprendió la paciencia y la abstinencia propia de los
pastores, cuya vida solitaria que en primera instancia compartió, y luego comprendió y
apreció.
Cerca del año 590, Muhammad, entonces en sus 20 años, entró al servicio de una
viuda comerciante llamada Jadiyah, dedicada al comercio de caravanas hacia el norte.
Algún tiempo después él se casó con ella y tuvieron dos hijos –ninguno de los cuales
sobrevivió– y cuatro hijas.
A sus 40 años, Muhammad comenzó a retirarse para meditar en una cueva en el
monte Hira, en las afueras de Meca, donde ocurrió el primero de los grandes eventos del
Islam. Un día, mientras estaba sentando dentro de la cueva, escuchó una voz,
posteriormente identificada como la del Ángel Gabriel, que le ordenó lo siguiente:
“¡Recita! [¡Oh, Muhammad!] En el nombre de tu Señor, Quien creó
todas las cosas. Creó al hombre de un cigoto”. (Corán 96:1-2)
Muhammad expresó tres veces que era incapaz de hacerlo, pero cada vez el
mandato se repetía. Finalmente, Muhammad recitó las palabras que ahora se encuentran
en los primeros cinco versículos del capítulo 96 del Corán, palabras que proclaman a
Dios como el Creador del hombre y Fuente de todo el conocimiento.
En un principio Muhammad narró su experiencia solamente a su esposa y a su
círculo más cercano. Pero cuando las revelaciones le ordenaron que proclamara la
unicidad de Dios abiertamente, sus seguidores aumentaron, al comienzo entre los pobres
y los esclavos, pero luego también entre los hombres más ilustres de Meca. Tanto las
revelaciones que recibió en ese momento como las que recibió después, están incluidas
en el Corán, las Sagradas Escrituras del Islam.
No todos aceptaron el mensaje de Dios transmitido por Muhammad. Incluso dentro
de su mismo clan existieron quienes rechazaron sus enseñanzas; de la misma manera,
muchos comerciantes se opusieron activamente al mensaje. Sin embargo, la oposición
simplemente servía para reafirmar en Muhammad el significado de la misión y su
comprensión exacta de cómo el Islam difería del paganismo. La creencia en la unicidad
de Dios es de vital importancia en el Islam, de esto se desprende el resto de sus
doctrinas. Los versículos del Corán enfatizan la singularidad de Dios, advierten a
aquellos que niegan esto del castigo inminente, y declaran Su compasión ilimitada para
aquellos que se someten a Su voluntad. Confirman el Juicio Final, cuando Dios, el Juez,
pondrá en la balanza la fe y las obras de cada ser humano, recompensando a los
seguidores fieles y castigando a los transgresores. Debido a que el Corán rechazó el
politeísmo y enfatizó la responsabilidad moral del hombre con imágenes elocuentes,
representaba un serio desafío a la vida mundana de los mecanos.
Después de que Muhammad hubiera predicado públicamente por más de una
década, la oposición alcanzó niveles tan altos que, temeroso por la seguridad de sus
seguidores, envió a algunos de ellos a Etiopía. Allí, el gobernante cristiano les brindó su
protección, y desde entonces ese hecho es recordado con aprecio por los musulmanes.
Pero en Meca la persecución empeoró. Los seguidores de Muhammad fueron acosados,
perseguidos y hasta torturados. Finalmente, setenta de los seguidores de Muhammad,
siguiendo sus órdenes, partieron hacia el pueblo de Yazrib, en el norte, con la esperanza
de iniciar una nueva etapa del movimiento islámico. Esta ciudad sería luego refundada
bajo el nombre de Al Medina (“La ciudad”). Tiempo después, a inicios del otoño del
622, Muhammad junto a su amigo más cercano, Abu Baker as-Siddiq, se pusieron en
marcha para reunirse con el resto de los emigrantes. Este acontecimiento coincidió con
el complot de los líderes de Meca para asesinarlo.
En Meca, los conspiradores llegaron a la casa de Muhammad para encontrar que su
primo, ‘Ali, había tomado su lugar en la cama. Enfurecidos, los mecanos pusieron
precio a la cabeza de Muhammad e iniciaron la persecución. Sin embargo, Muhammad
y Abu Baker se refugiaron de sus perseguidores en una cueva, donde permanecieron
escondidos. Gracias a la protección de Dios, los mecanos pasaron por la cueva sin
notarlos, y Muhammad y Abu Baker siguieron su viaje hacia Medina. Una vez allí,
fueron recibidos con gran júbilo por una multitud de medinenses y mecanos que se
habían adelantado para preparar el camino.
Esta fue la Hiyrah –palabra españolizada como Hégira–, generalmente, aunque de
manera incorrecta, traducida como “huída”, a partir de la cual se inició la era
musulmana. De hecho, la Hiyrah no fue una huída, sino que fue una emigración
cuidadosamente planeada que marca, no sólo un cambio en la historia –el comienzo de
la era islámica–, sino que además, para Muhammad y los musulmanes, el inicio de una
nueva forma de vida. De ahí en más, el principio organizativo de la sociedad dejó de
ser el simple parentesco de sangre para transformarse en una hermandad más grande, la
de todos los musulmanes. Los hombres que acompañaron a Muhammad durante la
Hiyrah fueron llamados Muhayirun –“Aquellos que hicieron la Hégira o los
Emigrantes”–, mientras los que se convirtieron en musulmanes en Medina fueron
llamados Ansar o “los auxiliadores”.
Muhammad estaba bien enterado de la situación en Medina. Antes de la Hiyrah,
varios de sus habitantes arribaron a Meca para participar de la peregrinación anual; y
como el Profeta utilizaba esta oportunidad para invitar a los peregrinos al Islam, el
grupo proveniente de Medina escuchó su llamado y se hicieron musulmanes. Ellos lo
invitaron a instalarse en Medina. Después de la Hiyrah, las excepcionales cualidades de
Muhammad impresionaron de tal manera a la gente de Medina, que las tribus rivales y
sus aliados se unieron temporalmente. El 15 de marzo del 624, Muhammad y sus
seguidores se enfrentaron a los paganos de Meca.
La primera batalla, que tuvo lugar cerca de Bader –que ahora es un pequeño pueblo
hacia el sudoeste de Medina–, tuvo varios efectos importantes. En primer lugar, las
fuerzas musulmanas, superadas en un número de tres a uno, derrotaron a los mecanos.
En segundo lugar, la disciplina exhibida por los musulmanes demostró a los mecanos,
quizás por primera vez, las habilidades del hombre al cual habían expulsado de su
ciudad. En tercer lugar, una de las tribus aliadas que se había comprometido a apoyar a
los musulmanes en Bader, pero luego había demostrado indiferencia cuando la batalla
comenzó, fue expulsada de Medina un mes después. Aquellos quienes afirmaron ser
aliados de los musulmanes pero tácitamente se les opusieron, fueron de este modo
severamente advertidos: pertenecer a la comunidad implicaba total apoyo a la causa.
Un año después los mecanos lanzaron su contraataque. Un ejército montado de tres
mil hombres se enfrentó a los musulmanes en Uhud, un monte en las afueras de Medina.
A pesar de su éxito inicial, los musulmanes fueron duramente atacados y el mismo
Profeta fue herido. Ya que los musulmanes aún no estaban completamente derrotados,
los mecanos, con un ejército de 10.000 hombres, otra vez atacaron Medina dos años
después, pero con resultados muy diferentes. En “la batalla de la trinchera”, también
conocida como “la batalla de los aliados”, los musulmanes obtuvieron una evidente
victoria inaugurando una nueva forma de defensa. Del lado de Medina, desde donde el
ataque era esperado, cavaron una fosa muy profunda para que la caballería de los
mecanos no pudiera pasar sin exponerse al ataque de los arqueros que estaban
estratégicamente colocados en el flanco de Medina. Finalmente, los mecanos fueron
forzados a retirarse. A partir de entonces, Medina quedó completamente en manos de
los musulmanes.
La Constitución de Medina –bajo la cual los clanes que aceptaron a Muhammad
como Profeta de Dios formaron una alianza o confederación– data de este periodo. Eso
demuestra que la conciencia política de la comunidad musulmana había alcanzado un
importante nivel, y por ello sus miembros se definieron como una comunidad
independiente. La Constitución también definió el rol de los no musulmanes en la
comunidad. Los judíos, por ejemplo, formaban parte de la sociedad; ellos eran dhimmis,
es decir, personas protegidas, siempre y cuando acataran las leyes. Esto estableció un
precedente para la relación con otros pueblos vencidos durante conquistas posteriores.
Cristianos y judíos, sobre el pago de un impuesto simbólico, gozaban de libertad
religiosa y, aún manteniendo su condición de no musulmanes, eran miembros adjuntos
del Estado Musulmán. Sin embargo, esta posición no era aplicable a los politeístas, ya
que no podían ser tolerados dentro de una sociedad que adoraba al Dios Único.
Ibn Ishaq, uno de los primeros biógrafos del Profeta, afirma que fue alrededor de
ese período que Muhammad envió cartas a los gobernantes de la tierra –el Rey de
Persia, el Emperador de Bizancio, los Negus de Abisinia, el gobernador de Egipto, entre
otros– invitándolos a abrazar el Islam. Nada puede ilustrar mejor la confianza de la
pequeña comunidad, ya que su poderío militar –a pesar de la batalla de la trinchera–
todavía era insignificante. Sin embargo, esa confianza no estaba fuera de lugar.
Muhammad fue estableciendo, de manera tan efectiva, una serie de alianzas entre las
tribus que, alrededor del año 628, él y 1.500 seguidores pudieron exigir el acceso a la
Ka’bah. Esto marcó un hito en la historia de los musulmanes. Poco tiempo antes
Muhammad había dejado la ciudad de su nacimiento para fundar un Estado Islámico en
Medina. Ahora, con sumo derecho, sus anteriores enemigos lo trataban como a un líder.
Al año siguiente, en el 629, regresó y conquistó Meca sin derramar ni una gota de
sangre y bajo un espíritu de tolerancia, lo cual se estableció como un ideal para futuras
conquistas. También destruyó los ídolos restantes en la Ka’bah, con el objetivo de
finalizar para siempre las prácticas paganas en ese lugar. Mientras esto transcurría,
‘Amr Ibn Al-’As, el futuro conquistador de Egipto, y Jalid Ibn Al-Walid, la futura
“Espada de Dios”, aceptaron el Islam y juraron lealtad a Muhammad. La conversión de
estos hombres fue especialmente notable debido a que habían estado entre los más duros
adversarios de Muhammad hacía poco tiempo atrás.
De alguna manera, el regreso de Muhammad a Meca fue el clímax de su misión. En
el 632, sólo tres años después, enfermó repentinamente; y el 8 de Junio de ese año,
estando a lado de ‘A’isha, su tercera esposa, el Mensajero de Dios “murió con el calor
del mediodía”.
La muerte de Muhammad fue una gran pérdida. Para sus seguidores, este sencillo
hombre de Meca era mucho más que un querido amigo, mucho más que un talentoso
administrador, mucho más que el gran líder que había forjado un nuevo estado a partir
de un grupo de tribus que estaban en guerra. Muhammad era además un ejemplo de las
enseñanzas que transmitía de Dios: las enseñanzas del Corán que por siglos han guiado
el pensamiento y la acción, la fe y la conducta de innumerables hombres y mujeres, que
llevaron a una nueva era en la historia de humanidad. Su muerte, sin embargo, tuvo un
pequeño efecto sobre la dinámica de la sociedad que había creado en Arabia, y no afectó
para nada su principal misión: transmitir el Corán al mundo. Abu Baker dijo: “Quien
adoraba a Muhammad, sepa que Muhammad ha muerto; pero quien adoraba a Dios,
sepa que Dios vive y no muere”.
Con la muerte de Muhammad, la comunidad musulmana debía resolver la cuestión
de la sucesión. ¿Quién sería su líder? Había cuatro personas que con toda seguridad
serían candidatas para el liderazgo: Abu Baker as-Siddiq, quien además de haber
acompañado a Muhammad hasta Medina diez años atrás, había sido nombrado para
tomar el lugar del Profeta como líder de la oración grupal durante su última enfermedad;
Umar Ibn Al-Jattab, compañero fiel y de confianza del Profeta; Uzmán Ibn ‘Affan, un
hombre respetado que estuvo entre los primeros conversos; y ‘Ali Ibn Abi Talib, primo
y yerno de Muhammad. Todos ellos poseían el mismo nivel de excelentes virtudes y
capacidad para gobernar los asuntos de la Nación Islámica. En una reunión llevada a
cabo para decidir quién sería el nuevo líder, Umar, realizando la tradicional señal de
reconocimiento de un nuevo líder, tomó la mano de Abu Baker y le juró lealtad. Para el
anochecer todos estuvieron de acuerdo y Abu Baker fue nombrado el Califa (sucesor)
de Muhammad. La palabra Califa indica el rol de gobernar de acuerdo al Corán y la
práctica del Profeta.
El califato de Abu Baker fue breve pero importante. Líder ejemplar, vivía de
manera sencilla, cumplía con sus obligaciones religiosas asiduamente, era accesible y
amable con su gente. También demostró firmeza cuando algunas tribus, que habían
aceptado el Islam sólo de palabra, renunciaron a él en cuanto falleció el Profeta. Un
logro muy importante fue que Abu Baker los disciplinó rápidamente. Mas tarde,
consolidó el apoyo de las tribus dentro de la Península Arábiga y posteriormente
fusionó sus energías contra los poderosos imperios de Oriente: los sasánidas en Persia y
los bizantinos en Siria, Palestina y Egipto. En pocas palabras, él demostró la viabilidad
del Estado Musulmán.
El segundo Califa, Umar, designado por Abu Baker, continuó demostrando dicha
viabilidad. Bajo el título de Amir Al-Muminin (Líder de los creyentes), Umar extendió el
dominio del Islam sobre Siria, Egipto, Irak y Persia en lo que, desde un punto de vista
puramente militar, fueron victorias asombrosas. Cuatro años después de la muerte del
Profeta, el Estado Musulmán había extendido su influencia sobre toda Siria y había
minado el poder de los bizantinos –cuyo gobernante, Heraclio, poco tiempo atrás había
rechazado el llamado a aceptar el Islam– en una famosa batalla librada durante una
tormenta de arena cerca del Río Yarmuk.
Más asombroso aún, el Estado Musulmán administró los territorios conquistados
con una tolerancia casi sin precedentes en ese tiempo. En Damasco, por ejemplo, el jefe
musulmán, Jalid Ibn Al-Walid, firmó un tratado que decía lo siguiente:
“Jalid Ibn Al-Walid le proporcionará a los habitantes de Damasco lo siguiente:
promete brindarles seguridad para sus vidas, propiedades e iglesias. El muro de vuestra
ciudad no será demolido y ninguno de los musulmanes ocupará vuestras casas. Con ello
les daremos el pacto de Dios y la protección de Su Profeta, los califas y los creyentes.
Mientras paguen el impuesto correspondiente, nada excepto el bien les sucederá”.
Esta tolerancia era característica del Islam. Un año después de Yarmuk, Umar, en el
campamento militar de al-Yabiah, sobre los Altos del Golán, recibió la noticia de que
los bizantinos estaban listos para entregar Jerusalén. Por consiguiente, se trasladó hasta
allí para aceptar la rendición en persona. De acuerdo a una descripción, entró a la ciudad
solo y vistiendo una túnica sencilla, dejando pasmado a un pueblo acostumbrado a la
vestimenta suntuosa y las ceremonias de las cortes bizantinas y persas. Los sorprendió
más aún cuando les quitó sus miedos al negociar un generoso tratado en el cual les
decía: “En el nombre de Dios... sus iglesias serán absolutamente aseguradas, no serán
ocupadas por musulmanes ni destruidas”.
Esta política demostró ser exitosa en todas partes. En Siria, por ejemplo, muchos
cristianos que habían estado involucrados en serias disputas teológicas con las
autoridades bizantinas –y fueron perseguidos por ello– le dieron la bienvenida al Islam
como una forma de finalizar la tiranía. Y en Egipto, tierra que ‘Amr Ibn Al-As, tomó de
los Bizantinos luego de una audaz marcha a través de la Península del Sinaí, los
cristianos coptos no sólo dieron la bienvenida a los árabes, sino que además los
ayudaron con entusiasmo.
Este modelo se repitió a través de todo el Imperio Bizantino. El conflicto entre los
griegos ortodoxos, sirios monofisitistas, coptos y cristianos nestorianos contribuyó al
fracaso de los bizantinos –siempre considerados como intrusos– para desarrollar el
apoyo popular; mientras que la tolerancia que los musulmanes mostraron hacia
cristianos y judíos, quitó la principal causa de oposición.
Umar también tomó esta actitud respecto a los asuntos administrativos. Aunque
asignó gobernadores musulmanes para las nuevas provincias, los gobiernos bizantinos y
persas existentes fueron conservados donde fue posible. De hecho, durante 50 años el
idioma griego permaneció como la lengua utilizada por la corte de justicia de Siria,
Egipto y Palestina; mientras que el pahlavi, la lengua de las cortes de justicia de los
sasánidas, continuó siendo utilizado en Mesopotamia y Persia.
Umar, quien se desempeñó como califa durante diez años, terminó su mandato con
una importante victoria sobre el Imperio Persa. La disputa con el Reino Sasánida había
comenzado en el año 636 en Al-Qadisiah, cerca de Ctesifonte en Irak, donde la
caballería musulmana se había enfrentado con éxito a los elefantes utilizados por los
persas como una especie de tanques primitivos. Ahora, con la batalla de Nihavand,
llamada “la conquista de conquistas”, Umar selló el destino de Persia; que a partir de
entonces se convirtió en una de las provincias más importantes del Imperio Musulmán.
Su califato marcó un punto importante en los inicios de la historia islámica. Fue
famoso por su justicia, ideales sociales, administración y arte de gobernar. Sus
emprendimientos fueron notables en cuanto al apoyo del bienestar social, los impuestos
y la estructura financiera y administrativa del creciente imperio.
Elección de Uzmán
Umar ibn Al-Jattab, el segundo Califa del Islam, fue apuñalado mientras lideraba la
oración del Fayr por un esclavo persa llamado Abu Lu’lu’ah, un zoroastra. Mientras
Umar yacía en su lecho de muerte, la gente a su alrededor le pidió que nombrara un
sucesor. Umar nombró un comité de seis personas para que escogieran el sucesor entre
ellos mismos.
Este comité estaba conformado por Ali ibn Abi Talib, Uzmán ibn Affan, AbdurRahman ibn Awf, Sad ibn Abi Waqqas, Az-Zubayr ibn Al-Awam y Talhah ibn Ubayd
Allah, quienes estaban entre los más eminentes compañeros del Profeta, que la paz y las
bendiciones de Dios sean con él, y quienes habían recibido en su tiempo de vida las
nuevas del Paraíso.
Las instrucciones de Umar fueron que el Comité de elección debería escoger al
sucesor dentro de tres días, y que él debería asumir su puesto en el cuarto día. Como
pasaron dos días sin ninguna decisión, los miembros se sintieron ansiosos ya que el
tiempo se estaba acabando rápidamente y aún no aparecía a la vista la solución del
problema. Abdur-Rahman ibn Awf ofreció olvidar su propia reivindicación si otros
acordaban sumarse a su decisión. Todos aceptaron permitir que Abdur-Rahman
escogiera al nuevo Califa. Él entrevistó a cada nominado y fue por Medina preguntando
a la gente sobre su elección. Finalmente, seleccionó a Uzmán como el nuevo Califa,
dado que la mayoría de la gente lo escogió a él.
Su Vida como Califa
Uzmán llevó una vida simple incluso luego de convertirse en el líder del Estado
Islámico. Hubiera sido fácil para un exitoso hombre de negocios, tal como él, llevar una
vida lujosa, pero él nunca apuntó a llevar tal forma de vida en este mundo. Su único
propósito fue alcanzar el placer del más allá, pues él conocía que este mundo es una
prueba y es temporal. La generosidad de Uzmán continuó luego de que se convirtió en
Califa.
Los Califas eran pagados por sus servicios del tesoro público, pero Uzmán nunca
tomó ningún salario por sus servicios al Islam. No solo eso, sino que también desarrolló
la costumbre de liberar esclavos cada viernes, se preocupó por las viudas y huérfanos, y
dio caridad casi sin límites. Su paciencia y resistencia estaban entre las características
que lo hicieron un líder exitoso.
Uzmán logró mucho durante su gobierno. Le dio impulso a la pacificación de
Persia, continuó defendiendo al Estado Musulmán contra los bizantinos, y lo que hoy
se conoce como Libia y gran parte de Armenia pasaron a ser territorios musulmanes.
Uzmán también, a través de su primo Mu'awiyah ibn Abi Sufyan, el gobernador de
Siria, estableció una armada musulmana que peleó una serie de luchas importantes con
los bizantinos.
De mucha mayor importancia para el Islam, sin embargo, fue la compilación que
hizo Uzmán del texto del Corán como fue revelado al Profeta. Dándose cuenta de que el
mensaje original de Dios podía ser inadvertidamente distorsionado por variantes en la
forma de recitar, el nombró un comité para recopilar todos los versículos del Corán en
dialecto árabe de Quraish (el más difundido) y eliminar los pergaminos escritos en los
otros dialectos”. El resultado fue el texto que es aceptado hoy en día a través del mundo
musulmán.
La oposición y el Final
Durante su califato, Uzmán enfrentó mucha hostilidad de nuevos musulmanes
nominales en nuevas tierras islámicas, que empezaron a acusarlo de no seguir el
ejemplo del Profeta y de los califas precedentes en materias concernientes a la forma de
gobernar. Sin embargo, los Compañeros del Profeta siempre lo defendieron. Estas
acusaciones nunca lo cambiaron. Él permaneció paciente para ser un gobernante
misericordioso. Incluso durante el tiempo cuando sus enemigos lo atacaron, el no usó
los fondos del tesoro para proteger su casa o a él mismo. Como fue previsto por el
Profeta Muhammad, los enemigos de Uzmán se opusieron a él implacablemente,
haciéndole muy difícil gobernar. Sus oponentes finalmente conspiraron contra él,
rodeando su casa, y alentaron a la gente a matarlo.
Muchos de sus asesores le pidieron detener el asalto pero él no lo hizo, hasta que
fue asesinado mientras recitaba el Corán exactamente como el Profeta había predicho.
Uzmán murió como un mártir.
Libros sagrados del Islam
Libros revelados
La fe en los Libros revelados dentro del islam comprende:

1.En que fueron descendidos y revelados por Dios:




El Corán (Qur’an) revelado al profeta Muhammad (S.A.W.).
La Torá (At-Tawrat) revelado al profeta Moisés.
El Evangelio (Al-Injil) revelado a Jesús (Issah para los musulmanes),
hijo de María (Maryam).
Los Salmos (Az-Zabur) revelados al rey David.
Doctrina del islam
La Doctrina Islámica tiene seis pilares en su fe que forman parte de las acciones
interiores de los musulmanes y cinco pilares8 que son una adoración tanto interior como
exterior. que son:
1. La aceptación de fe.
2. Establecer la oración.
3. Dar el Azaque.
4. Hacer el ramadán.
5. La peregrinación una vez en la vida al menos.
Las sectas musulmanas
Después de la muerte del profeta, su mensaje religioso tuvo varias interpretaciones que
ocasionaron violentas luchas internas. Las dos corrientes más importantes que han dividido
desde entonces al Islam son: la sunnita y la chiita. La primera, llamada sunnita porque junto al
Corán aceptan la Sunna o libro de la tradición, que contiene las vivencias y pensamientos de
Mahoma recogidos por sus primeros discípulos; sus partidarios, también llamados ortodoxos,
pertenecían a las clases ricas y privilegiadas de Arabia y de las nuevas tierras conquistadas. Los
chiítas no aceptan la Sunna y creen que la interpretación del Corán debe de hacerla, de entre los
descendientes de Mahoma, el mejor musulmán, el Imán, dotado de alma profética. Por tanto, la
figura de Imán debe corresponderse con los descendientes de Alí, yerno del profeta.
Los chiítas encontraron apoyo entre las clases populares y eran, y son en la actualidad, más
rigurosos en el cumplimiento del tipo de vida contenido en el Corán, al que, para ensalzar la
figura de su líder religioso, Alí, añadieron una sura o capítulo mitificando al yerno del profeta.
Actualmente, la mayoría del mundo islámico pertenecen a la corriente sunnita; los chiítas
dominan en Irán desde la revolución integrista del Ayatollah Jomeini, desde donde se están
extendiendo por otros lugares del Oriente Próximo (Argelia, Egipto, Irak, Líbano, etc.).
Los pilares del Islam son cinco:
1. El testimonio, primer pilar del Islam, reza: "No hay dioses, sólo Dios (principio
suficiente) y Mahoma es su profeta (el último).
2. La oración o salat, realizada cinco veces al día (del alba, del mediodía, de la
media tarde, del crepúsculo y de la noche) orientada hacia La Meca (La
Mezquita Sagrada).
3. El Azaque, la limosna obligatoria, es una obligación económica imponible sobre
bienes privados en beneficio de un grupo específico de personas en un momento
determinado. Por ej; en valores monetarios, la cantidad mínima para pagar el
azaque es si se posee durante un año 85 g de oro o su valor equivalente en
billetes o monedas, y la persona no la necesita, tiene que pagar el 2.5 % de ella a
las personas que merecen el azaque.
4. El ayuno en el mes de Ramadán (el noveno según el calendario lunar islámico),
el cual consiste en la abstención de ingesta de cualquier índole y el contacto
sexual hasta la puesta del sol. Este principio estará dispensado por motivos de
salud, edad, embarazo o viaje, debiendo compensarse su no cumplimiento con la
ayuda equivalente a un necesitado o el ayuno en otro momento del año.
5. La peregrinación o hajj a la Mezquita santa de La Meca (con mayor precisión a
la Kaaba, considerada por los creyentes como el primer santuario monoteísta,
erigido por Adán mismo y reconstruido por Abraham e Ismael), al menos, una
vez en la vida, mientras exista la bonanza de medios para ello.
Islam en el mundo actual
El colonialismo occidental produjo la reacción islámica, caracterizada por un
sentimiento panislamista que, además, propugnó diversas reformas religiosas.
Abdulhamit, sultán otomano, intentó situarse a la cabeza de un mundo islámico
unificado, capaz de oponerse al nacionalismo de los territorios balcánicos cristianos que
estaban bajo su dominio. Sin embargo, la derrota turca en la Gran Guerra y la supresión
del califato por Ataturk dieron al traste con el movimiento. Heredero directo fue el
panarabismo, que cristalizó en la Liga Árabe (1945), integrada inicialmente por Arabia
Saudí, Egipto, Iraq, Siria, Líbano, Transjordania y Yemen del Norte. Entre sus objetivo
estaban, y aun siguen estando, prestar ayuda a los países miembros y defenderlos de la
intromisión colonial, así como mediar en los posibles conflictos entre sus miembros.
El proceso descolonizador, acentuado tras la II Guerra Mundial, ya había comenzado en
las primeras décadas del siglo XX, con las independencias de países como Yemen del
Norte (1918), Egipto (1922) y Arabia Saudí e Iraq (1932). Líbano consiguió su
independencia durante el conflicto, mientras que a su finalización surgieron Jordania y
Siria. Libia se proclamó independiente en 1951, abriendo el camino para Marruecos y
Túnez (1956), Mauritania (1960), Kuwait (1961), Argelia (1962), Yemen del Sur (1967)
y Bahrein, Omar, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos (1971).
La doctora Bramón, citando a su vez al historiador Segura Mas, señala diversos factores
internos y externos como configuradores del Islam actual, entre los que los más
importantes son el surgimiento del Estado de Israel en 1948; la penetración de la
influencia occidental y soviética en los países islámicos, por motivos económicos,
políticos y militares; y, por último, el surgimiento de diversas tendencias políticas
contrapuestas en los mismo países islámicos, además del reciente islamismo político.
Son numerosos los conflictos bélicos que han sacudido en los últimos años al mundo
islámico. Las guerras árabe-israelíes; la confrontación entre Irán e Iraq tras la
revolución islámica que llevó al poder a Jomeini después de derrocar al Sha Pahlevi; las
dos guerras del Golfo; las de Agfanistán -invasión soviética, guerra civil e invasión
norteamericana, que acabó con el régimen talibán-, son algunos de los conflictos de
mayor repercusión. También son importantes las confrontaciones entre musulmanes y
no musulmanes en países como la India, Indonesia y Filipinas.
Los graves problemas sociales y políticos que afectan a la mayoría de los países, la
desigualdad económica, el sentimiento de hallarse ante un enemigo exterior poderoso Occidente-, al que se culpa de todos los males... todo ello hace que surjan con vigor
respuestas de índole político-religiosa, que propugnan una interpretación restrictiva y
beligerante del Islam, un islamismo militante -entendido en Occidente como
fundamentalismo o integrismo- entre cuyos objetivos está acabar con el enemigo
sionista y capitalista, además de una vuelta a los que se consideran principios
fundacionales del Islam. En Argelia, así como en otras partes del Magreb, se ha
producido el ascenso de los islamismos, mientras que en el Oriente Próximo, al calor
del conflicto árabe-israelí, han surgido organizaciones más o menos radicales como la
OLP -Organización para la Liberación de Palestina- de Arafat; el FPLN -Frente Popular
de Liberación Nacional- de Habas; el Movimiento de Resistencia Islámica Hamás o
Hezbolá, el shií "partido de Dios" que opera en el sur del Líbano.
Las relaciones entre Occidente y el mundo islámico en su conjunto están lejos de ser
bien entendidas, menos aún tras el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York del 11
de septiembre de 2001, del que se ha responsabilizado al grupo islamista dirigido por el
millonario saudí Osama Bin Laden. De manera inevitable, el mundo cristiano y judío,
que coincide a grandes rasgos con los países capitalistas y desarrollados, está obligado a
entenderse con el mundo musulmán, que integra a más de mil millones de personas y es
la principal creencia en más de cincuenta países.
Palabaras claves
Allâh:
Allah es el Nombre del Creador Absoluto, nuestro Hacedor,
nuestro Estructurador. Es la razón del ser, el secreto que está
presente en la existencia de cada cosa. Allah es inasible,
indefinible, inabarcable por el entendimiento, pero esto no quiere
decir que sea abstracto o neutro. La creación nos habla de Él, y
sabemos que necesariamente Él existe objetivamente (lo que no
existe, lo que es una idea, no crea, y el universo no hubiera tenido
origen), que es Viviente (lo muerto tampoco puede crear), que es
Poderoso (si no tuviera Poder no hubiera podido crear), que tiene
Voluntad (lo que carece de ello no arranca), que tiene Ciencia (la
creación ‘funciona’, está ‘diseñada’, ha sido ‘querida’), que oye y
ve (porque quien carece de algo no puede darlo, y Él nos ha dado
oído y visión, y, por otro lado, su Presencia es necesaria para
sostenernos, ‘atiende’ a nosotros), y Allah habla (todo lo que existe
son sus ‘signos’ y ‘palabras’, hablan de Él). Todo esto resumido en
el término clave del Islam, el Tawhîd, la Unidad: Allah es Uno, no
una amalgama de cualidades creadoras dispersas.
De lo anterior resumimos que Allah, siendo en Sí indescifrable,
es, a la vez, concreto. No es un ente indeterminado, sino que es
Existente, Viviente, Poderoso, Volente, oye, ve y habla, por lo que
el musulmán puede ‘relacionarse’ con Él, esperar de Él, temerle y
amarlo.
Dîn:
Dîn es el término árabe que se traduce al castellano por
‘religión’. Dîn al-Islâm sería la ‘religión del Islam’. Ahora bien, el
término ‘religión’ sirve de denominación para un concepto propio
de la teología cristiana que define la ‘relación del hombre con
Dios’. Si aceptamos la traducción de Dîn por religión reducimos
notablemente las implicaciones de la palabra árabe, que designa
para los musulmanes toda una forma de ser y de vivir integrada en
un profunda sensibilidad que emana de lo más íntimo del ser
humano y de sus convicciones más profundas e impregna toda su
existencia. Mientras que ‘religión’ hace referencia a una dimensión
determinada de la actividad humana, Dîn es conciencia y acción
reunidas y sometidas a una Revelación y orientadas hacia Allah.
Dîn proviene de una raíz que significa ‘adeudar’. Es, por tanto, la
‘deuda’ que tenemos contraída. No nos pertenece ‘ser’, es Allah
quien nos ha dado la existencia y quien lo sostiene en todo
momento. El Dîn, la Senda que sigue el musulmán, es la
‘devolución’ a Allah de lo suyo, por lo tanto consiste en integrar la
vida en la Voluntad del Creador, es redescubrir la Verdad que nos
hace y fluir con Ella.
Islâm:
Islâm significa ‘rendición, ‘claudicación’. En su raíz, significa
‘paz’. El Islam es el Dîn en el que el ser humano ‘devuelve’ a Allah
su ser rindiéndosele. Es estar en paz con la Verdad. El Islam nos
rescata de la separación y el aislamiento, remitiéndonos a nuestro
Señor, a la Fuente de nuestro ser, y nos comunica con la existencia
entera, armonizándonos con todo lo que existe.
El Islam es el Dîn, la Senda, el Método, la Vivencia, el Camino
original del hombre. Está en todos los inicios, pero es distorsionado
y convertido en ‘religión’, es decir, es institucionalizado y
manipulado, surgiendo una pluralidad de adyân (plural de dîn):
judaísmo, cristianismo, etc. Sidnâ Muhammad (s.a.s.) tuvo como
misión rescatar el Islam originario, devolver al ser humano su
sensibilidad espiritual descontaminándola de ‘historia’.
El Islam es recuperación desde la conciencia de la Fitra, la
naturaleza original del hombre. Todas las criaturas son Fitra, pura
existencia en la Voluntad de Allah, salvo el hombre a quien ha sido
dado un don supremo, el Nafs, la conciencia de sí mismo, la
autoafirmación. El Nafs lo separa de Allah, pero junto al Nafs,
Allah ha dotado al hombre de ‘Aql, inteligencia con la que
descubrir su raíz en la Verdad y Qalb, corazón, con la que sentirla.
Cuando ‘Aql y Qalb sintonizan, el hombre vuelve a Allah,
reconduce su soberanía, su Nafs, a su Señor, y se convierte con ello
en Califa, en ser soberano que desde la conciencia conoce el
Secreto del Ser.
‘Aqîda:
La ‘Aqîda es la cosmovisión que el Islam enseña. Va dirigida
primero a la inteligencia. La ‘Aqîda tiene su base en el Tawhîd, en
la Unidad de Allah. También nos explica lo que es el hombre y su
situación en el universo.
La ‘Aqîda es la ‘teoría’ del Islam y pone ante el ser humano sus
intuiciones más profundas. Le habla de Allah, su Señor, y le dice
que es necesariamente Uno, que Allah rige toda la existencia, que
nada hay al margen de su Presencia. La ‘Aqîda enseña que todo lo
que existe está sujeto a Allah e invita a la conciencia del hombre a
asumir esa verdad que hace posible su existencia, a retornar a Allah
para alcanzar en esa integración el califato que da plenitud al
hombre.
La ‘Aqîda habla de Muhammad, y dice de Él que fue esclavo de
Allah y mensajero de Allah. ‘Esclavo’ quiere decir que redescubrió
su verdad y ‘Mensajero’ quiere decir que eso mismo lo habilitó
para trasmitir las verdades de Allah, de la razón de su ser.
La ‘Aqîda está resumida en la Shahâda, la doble frase que, al ser
pronunciada por alguien, lo hace ser musulmán: lâ ilâha illâ llâh,
no hay más verdad que Allah, y Muhammadun rasûlullâh,
Muhammad es el Mensajero de Allah. Estas son las claves del
Islam, las que nos definen a Allah y al Hombre, las que ponen
frente a nosotros todos los propósitos del Islam, y su método.
Hemos dicho que la ‘Aqîda va dirigida primero a la inteligencia.
Hay una ciencia, el Kalâm, que consiste en razonar las muchas
enseñanzas implícitas en la ‘Aqîda. Es una ciencia cuyo objetivo es
desarrollar argumentos frente a la razón para que esta admita los
contenidos de la ‘Aqîda. En el Islam no hay mitos ni misterios que
deban ser aceptados por la fe ciega. Sólo cuando la razón se rinde a
la evidencia de la ‘Aqîda, esta puede acceder al Corazón.
La ‘Aqîda va dirigida, pues, en segundo lugar, al Corazón, para
quien ‘sienta’ esas verdades. A la sensibilidad del corazón se la
llama Îmân. El Îmân es ‘integrar’ las enseñanzas de la ‘Aqîda.
Cuando esas enseñanzas generan emociones dejan de ser simples
teorías para convertirse en motores que lanzan al hombre hacia lo
infinito. El Îmân es el principio del Despertar espiritual. Si no hay
Îmân, no hay nada que hacer. Por convencido que se esté de la
teoría del Tawhîd, de nada sirve si el corazón sigue muerto.
La conjunción de ‘Aql y Qalb, de Inteligencia y Corán, de ‘Ilm,
Ciencia e Îmân, Sensibilidad, genera el ‘Ámal, la Acción.
Comienza entonces el Islam propiamente dicho, la Rendición a
Allah. El Islam es la concreción de todo lo anterior, y se convierte
en Dîn, en senda hacia Allah, pero no como vía espiritual tal como
la concibe el occidental. El Dîn abarca todo, es la vida entera del
musulmán, pues quien ha entendido que la Unidad rige la
existencia no deja al margen ninguna parte de su ser.
‘Ilm:
‘Ilm significa ciencia. Aquí nos referiremos al Fikr, la
Reflexión, el Tadábbur, la Meditación, que generan
conocimientos sobre Allah, a los que llamamos ‘Ilm, la Ciencia por
antonomasia. Es el primer paso. El Profeta (s.a.s.) dijo: “Buscar la
ciencia es un deber que incumbe a cada musulmán y a cada
musulmana”. El Corán dice: “Has de saber que no hay más verdad
que Allah”, es decir, en el Islam se exige conocimiento, no fe.
Reflexionando y meditando sobre la naturaleza del universo, el
hombre alcanza un punto en el que sabe que todo necesita de un
Originador, pero el Originador último escapa a su entendimiento. A
eso que se le escapa le damos el Nombre de Allah. Es el infinito en
el que están las Cualidades que hacen todo lo que existe. Llegado a
ese punto, a partir de lo que le muestra el mundo y haciendo uso de
sus facultades racionales, el hombre descubre cómo debe ser Allah:
Existente, Viviente, Poderoso, Único, etc. El universo material ha
sido su guía, tiene un conocimiento positivo, no es elucubración de
la fantasía mitológica.
A la vez que la inteligencia descubre a Allah, sabe que todo lo
que existe está sujeto a Él en todo momento, porque no encuentra
en las criaturas nada que no le venga de esa Fuente. La criatura no
tiene nada que le sea propio. Es como una cebolla que cuando va
siendo pelada al final no hay nada. Por tanto, al dependencia
respecto a Allah es total y absoluta en todo y para todo. Allah es
absolutamente Necesario.
Îmân:
Puesto que su inteligencia lo ha conducido a los aledaños de lo
eterno e infinito, el hombre puede verse arrebatado por ese abismo,
se enamora de esa Belleza Creadora, presente en cada uno de sus
instantes, la que sostiene cada uno de sus alientos. Comienza
entonces el Îmân. Si su razón ya no puede darle más datos,
incumbe al corazón arrojarse a donde no hay palabras. Eso es el
Îmân. Este término se traduce con frecuencia por ‘fe’, pero es fácil
advertir lo falso de esa traducción. No se trata de creer en Allah, ya
que la reflexión antes nos ha conducido hasta Él, sino que es la
emoción y el valor que hacen falta para afrontar ese ‘dato’ primero
y último.
‘Ámal:
El Îmân es inquietud y puro deseo que llevados a su extremo se
convierten en enamoramiento apasionado. Pero el que ha sido
tocado en su corazón por ese anhelo exige ponerse en movimiento.
Actuar es lo consustancial al ser humano. Ha descubierto a Allah
como su Señor, la Esencia de su ser, la razón profunda de su existir
en cada instante. El Nafs, el máximo don que se le ha hecho, sin
embargo, también lo ha separado, lo ha exilado de lo más íntimo de
su verdad. El hombre crea ídolos y se sumerge en miedos ¿Cómo
volver a su naturaleza primigenia? Ya no puede guiarlo la razón.
Necesita al Profeta. El Profeta, el Esclavo de Allah, el que se ha
convertido por ello en su Mensajero, será su maestro sobre la
Senda, será el que le muestre el Camino, el que le indique el
‘Amal, la Acción Necesaria.
El Profeta comunica una Sharî‘a, una Ley que devuelve el
hombre a su Señor. El Profeta es Necesario porque de lo contrario
no tendría sentido que el hombre tuviera razón y corazón. El
Profeta es exigido por la Razón y el Corán, y aparece, y trasmite lo
que Allah le comunica.
El Profeta debe ser Ma‘sûm, Infalible. De otro modo, no hay
forma de discernir entre su error de su acierto. El Mensajero que
Allah nos envíe debe ser Ma‘sûm, modelo en todo, porque, como
ya hemos dicho, el Dîn no es un aspecto de la existencia humana,
no es su ‘espiritualidad, de la que cabría descartar los aspectos
‘materiales’, no es la ‘religión’ diferenciable de lo profano. El
Islam es la vida misma, en toda su integridad.
Rasûl:
Rasûl quiere decir ‘profeta’, ‘mensajero’. En realidad, hay dos
términos: nabí y rasûl. Nabí es el que siente una poderosa
inspiración y es válido como maestro de los hombres. El Rasûl
responde a un imperativo interior aún más poderoso que lo hace
trasmitir una Ley, una Sharî‘a. No enseña solamente (lo que hace
el Nabí), sino que se impone, crea una nación. Todo Rasûl es Nabí,
pero no todo Nabí es Rasûl. En la historia de la humanidad ha
habido muchísimos anbiyâ (plural de nabí) y algunos rúsul (plural
de rasûl), cada pueblo ha tenido su mensajero. El último de ellos ha
sido Sidnâ Muhammad (s.a.s.), enviado a la humanidad entera.
Muhammad:
Muhammad (sallà llâhu ‘aláihi wa sállam) nació en Meca. A los
cuarenta años recibió la primera Revelación. Permaneció en Meca
durante trece años más hasta que la intransigencia de los poderosos
de la ciudad le obligó a emigrar a Medina, en la que construyó, en
medio de una guerra, la primera comunidad musulmana a lo largo
de diez años más hasta que murió con sesenta y tres años.
Fue esclavo de Allah y su Mensajero. Trasmitió el Corán, la
última Revelación, guardado literalmente y comunicado con
fidelidad de generación en generación.
Al-Qur-ân:
Al-Qur-ân (el Corán) es la Palabra Increada de Allah, Revelación
y no simple inspiración. No es un relato, ni un texto normativo, no
tiene un orden ‘lógico’. Es pura eternidad. Memorizarlo y recitarlo
es integrarlo y fluir con él. El musulmán se sumerge por completo
en el Corán porque es Presencia de Allah.
Sunna:
Es la práctica del Profeta, de quien dijo su esposa ‘Âisha:
“Muhammad es el Corán andando”. La Sunna es su modo de
actuar, su camino. Conservada en hadices (breves relatos) la Sunna
es el modelo en todo para el musulmán. Es imprescindible, porque
sin ella el Corán sería impracticable. La Sunna es la interpretación
en lo práctico de las enseñanzas reveladas. Se trata de la ‘maestría’
de Muhammad (s.a.s.).
Mujeres maltratadas
En Cádiz, presentan cifras bastante elevadas, con 23 casos, o Sanlúcar de Barrameda,
con 13. En el caso de Jerez, por cierto, la mayor parte de casos de violencia machista se
producen en la Zona Sur de la ciudad, seguida del centro.
En total, en Jerez hay un total de 486 mujeres que se encuentran en situación de riesgo
de sufrir malos tratos. A las que presentan un nivel bajo, la Policía Nacional hace un
seguimiento mensual; en el caso de que sea medio, cada quince días, y si es grave, el
control
es
semanal.
En el último caso, la vida de la víctima corre grave peligro, algo que le ocurre a un total
de 113 mujeres de la provincia, de las cuales 33 (el 29%) son jerezanas.
En el caso de la provincia gaditana, este asunto es especialmente grave, si se
tiene en cuenta que es la tercera en número de denuncias tras las de Málaga y Sevilla,
con
un
total
de
11.000
desde
el
año
2002.
Los datos que rematan este escalofriante panorama en la provincia son las mujeres
muertas a manos de sus parejas o ex parejas, nueve desde 2001.
Perfil de la mujer maltratada
Dimensión cognitiva














Minimizar la violencia
Creer en el cambio de él
Negar la violencia
Justificar la conducta violenta
Idealizar a la familia y ser madre
Tener cogniciones poco ajustadas a la realidad
Tiempo personal
Creer que la mujer es la responsable de la violencia
Creer en la adaptación al abuso
Propender a que las engañen
Pensar en el futuro en términos negativos y desesperanzados
Autodesvalorizar sus capacidades
Recuperar las capacidades
Evadir la violencia
Dimensión comportamental
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Aislamientos
Apatía
Sobreprotección hacia los hijos
Indecisión
Dependencia del violento
Volver al hogar
Abandono de actividades
Hiperexigencia consigo misma
Solicitar ayuda de manera indirecta
Actuar de acuerdo con las expectativas de los demás
Tendencia a comunicar sus actos
Abandonar los grupos de ayuda mutua
Realizar actos en contra de su voluntad
Realizar conductas no asertivas
Pedir ayuda y escuchar a personas no pertinentes
Tener conductas autodestructivas
Trasladar la violencia recibida hacia los hijos o ancianos
Tener conductas altruistas y solidarias
Descuidar su físico
Estar alerta a los estímulos externos
Trastornos del sueño
Comportamientos suicidas
Síntomas del síndrome de estrés postraumático: trastornos del apetito,
fatiga al despertar, alucinaciones, alerta exagerada, hipersensibilidad,
irritabilidad, letargo, estado de ánimo cambiante, pesadillas, fobias,
reacciones sobresaltadas, desorganización del pensamiento.
Dimensión psicodinámica
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Reiteración de sentimientos, tales como: miedo, terror, angustia, dolor.
Hipersensibilidad
Dificultad para contar los propios sentimientos
Frustración
Corte o control excesivo de emociones
Sentimiento de impotencia
Desamparo
Sentimientos de indefensión
Depresión
Reiteración constante de: vergüenza, culpa
Ambivalencia
Soledad
Insatisfacción
Enfado
Nerviosismo
Sentimiento de venganza
Sentirse víctima
Baja autoestima
Ideas suicidas
Ideas suicidas
Priorizar los sentimientos a la razón

Temer por el futuro
Dimensión interaccional






Aislamiento social
Agresión
Desplazamiento del objeto odiado
Timidez para relacionarse
Altruismo
Anulación personal
Derechos de la víctima en los organismos policiales:
Por lo general las víctimas inician su denuncia en uno de estos organismos. Es
esta la primera impresión a lo que estará enfrentada al ejecutar la denuncia, por
lo que tendrá un valor decisivo en su percepción de la justicia y su disposición a
colaborar con ella. En este ámbito debemos recordar la necesidad de:


Atención inmediata de su denuncia, en recinto privado y adecuado
Recepción de antecedentes del delito por parte de personal especializado,
en especial, cuando se trate de menores o víctimas de delito sexual
Derechos de la víctima durante el proceso:
Las mayores dificultades que enfrentan las víctimas corresponden a su paso por
los Tribunales, de allí que, resulta necesario considerar:




La protección de la víctima frente a posible agresión o amenaza del
inculpado
Exigencia de un trato deferente, acorde a su calidad de víctima
Evitar la instancia de careo en casos de menores de edad
Derecho a contar siempre con asesoría legal
Las mafias
Las mafias ocupan el papel de intermediarios en este criminal mercado. La posibilidad de morir
en el intento es el peligro principal y más inmediato, pero es solamente la punta más sangrante
del iceberg que muestra las condiciones que deben aceptar los trabajadores inmigrantes que
llegan a España. Condiciones de vida y trabajo que nunca serían aceptadas por los trabajadores
españoles, pero en las que descansa la productividad de cada vez más sectores económicos.
Situación laboral
El 80% de los inmigrantes que llegan a España encuentran trabajo. Lo que se pretende no es
evitar que lleguen, ni siquiera impedirles trabajar, sino crear las peores condiciones, las que
favorezcan la más absoluta superexplotación.
Pero los efectos son mucho más sangrantes. La ley de extranjería trabaja objetivamente por
conseguir el encadenamiento de los trabajadores inmigrantes, no ya al patrón, sino a algo
mucho más inhumano, a organizaciones mafiosas que cumplen, en los hechos, el papel de
brazo armado de control.
Emigrante en España
La población extranjera se suele concentrar en las zonas de mayor dinamismo
económico del país, y por tanto con mayor necesidad de mano de obra. Así, las zonas de
España con mayor proporción de inmigrantes son Madrid y su área de influencia, el
arco mediterráneo y las islas. En el caso de los inmigrantes comunitarios, muchos
buscan el poder disfrutar de un clima más suave que el de sus países de origen; de esta
manera, los residentes de la UE se suelen concentrar en las costas de Levante,
Andalucía, Baleares y Canarias. Por el contrario, las regiones con menor proporción de
inmigrantes en el 2005 son Extremadura (2,3% frente al 8,46% nacional), Asturias
(2,5%), Galicia (2,5%), País Vasco (3,4%), Castilla y León (3,6%) y Cantabria (3,7%).
Hay que señalar que el 44,81% de todos los inmigrantes censados en España se reparten
entre tan sólo tres provincias (Madrid, Barcelona y Alicante).
Ocupación laboral
El sector profesional que empleaba más inmigrantes era, en el 2005, los servicios (59%) y
la construcción (21%). En la industria y la agricultura, la proporción era mucho menor
(12% y 8%, respectivamente).
Ley de extranjería
La Ley de Extranjería es el nombre con el que se conoce la Ley Orgánica 4/2000, de
11 de enero, sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en España y su Integración
Social, modificada por las LO 8/2000 y 14/2003. Es la norma española que regula la
entrada y estancia de los extranjeros extracomunitarios en el territorio español, así como
los derechos y libertades que se les reconocen. Su actual reglamento de desarrollo fue
aprobado por el Real Decreto 2393/2004, de 30 de diciembre.
La Ley comprende setenta y un artículos estructurados en cinco títulos. El Título
Preliminar contiene disposiciones generales y los demás hacen referencia,
respectivamente, a los derechos y libertades de los extranjeros, su régimen jurídico, las
infracciones en materia de extranjería y el procedimiento sancionador y la coordinación
de los poderes públicos.
SITUACIÓN SOCIAL
Tipos de discriminación
1. Racismo y xenofobia. El racismo es una teoría fundamentada en el prejuicio
según el cual hay razas humanas que presentan diferencias biológicas que
justifican relaciones de dominio entre ellas, así como comportamientos de
rechazo o agresión. El término 'racismo' se aplica tanto a esta doctrina como al
comportamiento inspirado en ella y se relaciona frecuentemente con la
xenofobia (odio a los extranjeros) y la segregación social, que son sus
manifestaciones más evidentes.
2. Discriminación religiosa. Existen numerosos casos de personas que son
discriminadas por su inclinación hacia determinada religión. Sin duda, el
ejemplo más trágico de esto sería el genocidio realizado por la Alemania
nacionalsocialista durante las décadas de 1930 y 1940 para aniquilar la
población judía de Europa. Al final de la II Guerra Mundial en 1945, en torno a
seis millones de judíos habían sido asesinados en campos de concentración y
pogromos por los nazis.