Download Breve historia del Islam
Document related concepts
Transcript
Breve historia del Islam Cerca del año 570, nació un niño que sería llamado Muhammad y que se convertiría en el Profeta de una de las religiones más grandiosas del mundo, el Islam. Él nació dentro dentro de una familia perteneciente a un clan de Quraish, la tribu gobernante de Meca, una ciudad ubicada en la región del Hiyaz al noroeste de Arabia. La Ka’bah, un antiguo santuario ubicado en la ciudad de Meca que, debido a la decadencia de Arabia del sur, durante el siglo VI se había convertido en un importante centro de comercio relacionado con grandes potencias como los sasánidas, bizantinos y etíopes. Como resultado de esto, la ciudad fue dominada por poderosas familias comerciantes, entre quienes sobresalían los hombres de Quraish. El padre de Muhammad, ‘Abdullah Ibn ‘Abd Al-Muttalib, murió antes de que el niño naciera; su madre, Áminah, murió cuando él tenía seis años. El huérfano fue confiado al cuidado de su abuelo, líder del clan de Hashim. Después de la muerte de su abuelo, Muhammad fue criado por su tío, Abu Talib. Como era costumbre, de pequeño Muhammad fue destinado a vivir por uno o dos años con una familia beduina. Esta tradición, continuada hasta hace poco por familias nobles de Meca, Medina, Taif y otros pueblos del Hiyaz, influyó notablemente en Muhammad. Además de soportar las dificultades de la vida del desierto, adquirió el gusto por la expresión refinada y la elocuencia, algo muy apreciado por los árabes, para quienes la oratoria era el arte que más los enorgullecía. También aprendió la paciencia y la abstinencia propia de los pastores, cuya vida solitaria que en primera instancia compartió, y luego comprendió y apreció. Cerca del año 590, Muhammad, entonces en sus 20 años, entró al servicio de una viuda comerciante llamada Jadiyah, dedicada al comercio de caravanas hacia el norte. Algún tiempo después él se casó con ella y tuvieron dos hijos –ninguno de los cuales sobrevivió– y cuatro hijas. A sus 40 años, Muhammad comenzó a retirarse para meditar en una cueva en el monte Hira, en las afueras de Meca, donde ocurrió el primero de los grandes eventos del Islam. Un día, mientras estaba sentando dentro de la cueva, escuchó una voz, posteriormente identificada como la del Ángel Gabriel, que le ordenó lo siguiente: “¡Recita! [¡Oh, Muhammad!] En el nombre de tu Señor, Quien creó todas las cosas. Creó al hombre de un cigoto”. (Corán 96:1-2) Muhammad expresó tres veces que era incapaz de hacerlo, pero cada vez el mandato se repetía. Finalmente, Muhammad recitó las palabras que ahora se encuentran en los primeros cinco versículos del capítulo 96 del Corán, palabras que proclaman a Dios como el Creador del hombre y Fuente de todo el conocimiento. En un principio Muhammad narró su experiencia solamente a su esposa y a su círculo más cercano. Pero cuando las revelaciones le ordenaron que proclamara la unicidad de Dios abiertamente, sus seguidores aumentaron, al comienzo entre los pobres y los esclavos, pero luego también entre los hombres más ilustres de Meca. Tanto las revelaciones que recibió en ese momento como las que recibió después, están incluidas en el Corán, las Sagradas Escrituras del Islam. No todos aceptaron el mensaje de Dios transmitido por Muhammad. Incluso dentro de su mismo clan existieron quienes rechazaron sus enseñanzas; de la misma manera, muchos comerciantes se opusieron activamente al mensaje. Sin embargo, la oposición simplemente servía para reafirmar en Muhammad el significado de la misión y su comprensión exacta de cómo el Islam difería del paganismo. La creencia en la unicidad de Dios es de vital importancia en el Islam, de esto se desprende el resto de sus doctrinas. Los versículos del Corán enfatizan la singularidad de Dios, advierten a aquellos que niegan esto del castigo inminente, y declaran Su compasión ilimitada para aquellos que se someten a Su voluntad. Confirman el Juicio Final, cuando Dios, el Juez, pondrá en la balanza la fe y las obras de cada ser humano, recompensando a los seguidores fieles y castigando a los transgresores. Debido a que el Corán rechazó el politeísmo y enfatizó la responsabilidad moral del hombre con imágenes elocuentes, representaba un serio desafío a la vida mundana de los mecanos. Después de que Muhammad hubiera predicado públicamente por más de una década, la oposición alcanzó niveles tan altos que, temeroso por la seguridad de sus seguidores, envió a algunos de ellos a Etiopía. Allí, el gobernante cristiano les brindó su protección, y desde entonces ese hecho es recordado con aprecio por los musulmanes. Pero en Meca la persecución empeoró. Los seguidores de Muhammad fueron acosados, perseguidos y hasta torturados. Finalmente, setenta de los seguidores de Muhammad, siguiendo sus órdenes, partieron hacia el pueblo de Yazrib, en el norte, con la esperanza de iniciar una nueva etapa del movimiento islámico. Esta ciudad sería luego refundada bajo el nombre de Al Medina (“La ciudad”). Tiempo después, a inicios del otoño del 622, Muhammad junto a su amigo más cercano, Abu Baker as-Siddiq, se pusieron en marcha para reunirse con el resto de los emigrantes. Este acontecimiento coincidió con el complot de los líderes de Meca para asesinarlo. En Meca, los conspiradores llegaron a la casa de Muhammad para encontrar que su primo, ‘Ali, había tomado su lugar en la cama. Enfurecidos, los mecanos pusieron precio a la cabeza de Muhammad e iniciaron la persecución. Sin embargo, Muhammad y Abu Baker se refugiaron de sus perseguidores en una cueva, donde permanecieron escondidos. Gracias a la protección de Dios, los mecanos pasaron por la cueva sin notarlos, y Muhammad y Abu Baker siguieron su viaje hacia Medina. Una vez allí, fueron recibidos con gran júbilo por una multitud de medinenses y mecanos que se habían adelantado para preparar el camino. Esta fue la Hiyrah –palabra españolizada como Hégira–, generalmente, aunque de manera incorrecta, traducida como “huída”, a partir de la cual se inició la era musulmana. De hecho, la Hiyrah no fue una huída, sino que fue una emigración cuidadosamente planeada que marca, no sólo un cambio en la historia –el comienzo de la era islámica–, sino que además, para Muhammad y los musulmanes, el inicio de una nueva forma de vida. De ahí en más, el principio organizativo de la sociedad dejó de ser el simple parentesco de sangre para transformarse en una hermandad más grande, la de todos los musulmanes. Los hombres que acompañaron a Muhammad durante la Hiyrah fueron llamados Muhayirun –“Aquellos que hicieron la Hégira o los Emigrantes”–, mientras los que se convirtieron en musulmanes en Medina fueron llamados Ansar o “los auxiliadores”. Muhammad estaba bien enterado de la situación en Medina. Antes de la Hiyrah, varios de sus habitantes arribaron a Meca para participar de la peregrinación anual; y como el Profeta utilizaba esta oportunidad para invitar a los peregrinos al Islam, el grupo proveniente de Medina escuchó su llamado y se hicieron musulmanes. Ellos lo invitaron a instalarse en Medina. Después de la Hiyrah, las excepcionales cualidades de Muhammad impresionaron de tal manera a la gente de Medina, que las tribus rivales y sus aliados se unieron temporalmente. El 15 de marzo del 624, Muhammad y sus seguidores se enfrentaron a los paganos de Meca. La primera batalla, que tuvo lugar cerca de Bader –que ahora es un pequeño pueblo hacia el sudoeste de Medina–, tuvo varios efectos importantes. En primer lugar, las fuerzas musulmanas, superadas en un número de tres a uno, derrotaron a los mecanos. En segundo lugar, la disciplina exhibida por los musulmanes demostró a los mecanos, quizás por primera vez, las habilidades del hombre al cual habían expulsado de su ciudad. En tercer lugar, una de las tribus aliadas que se había comprometido a apoyar a los musulmanes en Bader, pero luego había demostrado indiferencia cuando la batalla comenzó, fue expulsada de Medina un mes después. Aquellos quienes afirmaron ser aliados de los musulmanes pero tácitamente se les opusieron, fueron de este modo severamente advertidos: pertenecer a la comunidad implicaba total apoyo a la causa. Un año después los mecanos lanzaron su contraataque. Un ejército montado de tres mil hombres se enfrentó a los musulmanes en Uhud, un monte en las afueras de Medina. A pesar de su éxito inicial, los musulmanes fueron duramente atacados y el mismo Profeta fue herido. Ya que los musulmanes aún no estaban completamente derrotados, los mecanos, con un ejército de 10.000 hombres, otra vez atacaron Medina dos años después, pero con resultados muy diferentes. En “la batalla de la trinchera”, también conocida como “la batalla de los aliados”, los musulmanes obtuvieron una evidente victoria inaugurando una nueva forma de defensa. Del lado de Medina, desde donde el ataque era esperado, cavaron una fosa muy profunda para que la caballería de los mecanos no pudiera pasar sin exponerse al ataque de los arqueros que estaban estratégicamente colocados en el flanco de Medina. Finalmente, los mecanos fueron forzados a retirarse. A partir de entonces, Medina quedó completamente en manos de los musulmanes. La Constitución de Medina –bajo la cual los clanes que aceptaron a Muhammad como Profeta de Dios formaron una alianza o confederación– data de este periodo. Eso demuestra que la conciencia política de la comunidad musulmana había alcanzado un importante nivel, y por ello sus miembros se definieron como una comunidad independiente. La Constitución también definió el rol de los no musulmanes en la comunidad. Los judíos, por ejemplo, formaban parte de la sociedad; ellos eran dhimmis, es decir, personas protegidas, siempre y cuando acataran las leyes. Esto estableció un precedente para la relación con otros pueblos vencidos durante conquistas posteriores. Cristianos y judíos, sobre el pago de un impuesto simbólico, gozaban de libertad religiosa y, aún manteniendo su condición de no musulmanes, eran miembros adjuntos del Estado Musulmán. Sin embargo, esta posición no era aplicable a los politeístas, ya que no podían ser tolerados dentro de una sociedad que adoraba al Dios Único. Ibn Ishaq, uno de los primeros biógrafos del Profeta, afirma que fue alrededor de ese período que Muhammad envió cartas a los gobernantes de la tierra –el Rey de Persia, el Emperador de Bizancio, los Negus de Abisinia, el gobernador de Egipto, entre otros– invitándolos a abrazar el Islam. Nada puede ilustrar mejor la confianza de la pequeña comunidad, ya que su poderío militar –a pesar de la batalla de la trinchera– todavía era insignificante. Sin embargo, esa confianza no estaba fuera de lugar. Muhammad fue estableciendo, de manera tan efectiva, una serie de alianzas entre las tribus que, alrededor del año 628, él y 1.500 seguidores pudieron exigir el acceso a la Ka’bah. Esto marcó un hito en la historia de los musulmanes. Poco tiempo antes Muhammad había dejado la ciudad de su nacimiento para fundar un Estado Islámico en Medina. Ahora, con sumo derecho, sus anteriores enemigos lo trataban como a un líder. Al año siguiente, en el 629, regresó y conquistó Meca sin derramar ni una gota de sangre y bajo un espíritu de tolerancia, lo cual se estableció como un ideal para futuras conquistas. También destruyó los ídolos restantes en la Ka’bah, con el objetivo de finalizar para siempre las prácticas paganas en ese lugar. Mientras esto transcurría, ‘Amr Ibn Al-’As, el futuro conquistador de Egipto, y Jalid Ibn Al-Walid, la futura “Espada de Dios”, aceptaron el Islam y juraron lealtad a Muhammad. La conversión de estos hombres fue especialmente notable debido a que habían estado entre los más duros adversarios de Muhammad hacía poco tiempo atrás. De alguna manera, el regreso de Muhammad a Meca fue el clímax de su misión. En el 632, sólo tres años después, enfermó repentinamente; y el 8 de Junio de ese año, estando a lado de ‘A’isha, su tercera esposa, el Mensajero de Dios “murió con el calor del mediodía”. La muerte de Muhammad fue una gran pérdida. Para sus seguidores, este sencillo hombre de Meca era mucho más que un querido amigo, mucho más que un talentoso administrador, mucho más que el gran líder que había forjado un nuevo estado a partir de un grupo de tribus que estaban en guerra. Muhammad era además un ejemplo de las enseñanzas que transmitía de Dios: las enseñanzas del Corán que por siglos han guiado el pensamiento y la acción, la fe y la conducta de innumerables hombres y mujeres, que llevaron a una nueva era en la historia de humanidad. Su muerte, sin embargo, tuvo un pequeño efecto sobre la dinámica de la sociedad que había creado en Arabia, y no afectó para nada su principal misión: transmitir el Corán al mundo. Abu Baker dijo: “Quien adoraba a Muhammad, sepa que Muhammad ha muerto; pero quien adoraba a Dios, sepa que Dios vive y no muere”. Con la muerte de Muhammad, la comunidad musulmana debía resolver la cuestión de la sucesión. ¿Quién sería su líder? Había cuatro personas que con toda seguridad serían candidatas para el liderazgo: Abu Baker as-Siddiq, quien además de haber acompañado a Muhammad hasta Medina diez años atrás, había sido nombrado para tomar el lugar del Profeta como líder de la oración grupal durante su última enfermedad; Umar Ibn Al-Jattab, compañero fiel y de confianza del Profeta; Uzmán Ibn ‘Affan, un hombre respetado que estuvo entre los primeros conversos; y ‘Ali Ibn Abi Talib, primo y yerno de Muhammad. Todos ellos poseían el mismo nivel de excelentes virtudes y capacidad para gobernar los asuntos de la Nación Islámica. En una reunión llevada a cabo para decidir quién sería el nuevo líder, Umar, realizando la tradicional señal de reconocimiento de un nuevo líder, tomó la mano de Abu Baker y le juró lealtad. Para el anochecer todos estuvieron de acuerdo y Abu Baker fue nombrado el Califa (sucesor) de Muhammad. La palabra Califa indica el rol de gobernar de acuerdo al Corán y la práctica del Profeta. El califato de Abu Baker fue breve pero importante. Líder ejemplar, vivía de manera sencilla, cumplía con sus obligaciones religiosas asiduamente, era accesible y amable con su gente. También demostró firmeza cuando algunas tribus, que habían aceptado el Islam sólo de palabra, renunciaron a él en cuanto falleció el Profeta. Un logro muy importante fue que Abu Baker los disciplinó rápidamente. Mas tarde, consolidó el apoyo de las tribus dentro de la Península Arábiga y posteriormente fusionó sus energías contra los poderosos imperios de Oriente: los sasánidas en Persia y los bizantinos en Siria, Palestina y Egipto. En pocas palabras, él demostró la viabilidad del Estado Musulmán. El segundo Califa, Umar, designado por Abu Baker, continuó demostrando dicha viabilidad. Bajo el título de Amir Al-Muminin (Líder de los creyentes), Umar extendió el dominio del Islam sobre Siria, Egipto, Irak y Persia en lo que, desde un punto de vista puramente militar, fueron victorias asombrosas. Cuatro años después de la muerte del Profeta, el Estado Musulmán había extendido su influencia sobre toda Siria y había minado el poder de los bizantinos –cuyo gobernante, Heraclio, poco tiempo atrás había rechazado el llamado a aceptar el Islam– en una famosa batalla librada durante una tormenta de arena cerca del Río Yarmuk. Más asombroso aún, el Estado Musulmán administró los territorios conquistados con una tolerancia casi sin precedentes en ese tiempo. En Damasco, por ejemplo, el jefe musulmán, Jalid Ibn Al-Walid, firmó un tratado que decía lo siguiente: “Jalid Ibn Al-Walid le proporcionará a los habitantes de Damasco lo siguiente: promete brindarles seguridad para sus vidas, propiedades e iglesias. El muro de vuestra ciudad no será demolido y ninguno de los musulmanes ocupará vuestras casas. Con ello les daremos el pacto de Dios y la protección de Su Profeta, los califas y los creyentes. Mientras paguen el impuesto correspondiente, nada excepto el bien les sucederá”. Esta tolerancia era característica del Islam. Un año después de Yarmuk, Umar, en el campamento militar de al-Yabiah, sobre los Altos del Golán, recibió la noticia de que los bizantinos estaban listos para entregar Jerusalén. Por consiguiente, se trasladó hasta allí para aceptar la rendición en persona. De acuerdo a una descripción, entró a la ciudad solo y vistiendo una túnica sencilla, dejando pasmado a un pueblo acostumbrado a la vestimenta suntuosa y las ceremonias de las cortes bizantinas y persas. Los sorprendió más aún cuando les quitó sus miedos al negociar un generoso tratado en el cual les decía: “En el nombre de Dios... sus iglesias serán absolutamente aseguradas, no serán ocupadas por musulmanes ni destruidas”. Esta política demostró ser exitosa en todas partes. En Siria, por ejemplo, muchos cristianos que habían estado involucrados en serias disputas teológicas con las autoridades bizantinas –y fueron perseguidos por ello– le dieron la bienvenida al Islam como una forma de finalizar la tiranía. Y en Egipto, tierra que ‘Amr Ibn Al-As, tomó de los Bizantinos luego de una audaz marcha a través de la Península del Sinaí, los cristianos coptos no sólo dieron la bienvenida a los árabes, sino que además los ayudaron con entusiasmo. Este modelo se repitió a través de todo el Imperio Bizantino. El conflicto entre los griegos ortodoxos, sirios monofisitistas, coptos y cristianos nestorianos contribuyó al fracaso de los bizantinos –siempre considerados como intrusos– para desarrollar el apoyo popular; mientras que la tolerancia que los musulmanes mostraron hacia cristianos y judíos, quitó la principal causa de oposición. Umar también tomó esta actitud respecto a los asuntos administrativos. Aunque asignó gobernadores musulmanes para las nuevas provincias, los gobiernos bizantinos y persas existentes fueron conservados donde fue posible. De hecho, durante 50 años el idioma griego permaneció como la lengua utilizada por la corte de justicia de Siria, Egipto y Palestina; mientras que el pahlavi, la lengua de las cortes de justicia de los sasánidas, continuó siendo utilizado en Mesopotamia y Persia. Umar, quien se desempeñó como califa durante diez años, terminó su mandato con una importante victoria sobre el Imperio Persa. La disputa con el Reino Sasánida había comenzado en el año 636 en Al-Qadisiah, cerca de Ctesifonte en Irak, donde la caballería musulmana se había enfrentado con éxito a los elefantes utilizados por los persas como una especie de tanques primitivos. Ahora, con la batalla de Nihavand, llamada “la conquista de conquistas”, Umar selló el destino de Persia; que a partir de entonces se convirtió en una de las provincias más importantes del Imperio Musulmán. Su califato marcó un punto importante en los inicios de la historia islámica. Fue famoso por su justicia, ideales sociales, administración y arte de gobernar. Sus emprendimientos fueron notables en cuanto al apoyo del bienestar social, los impuestos y la estructura financiera y administrativa del creciente imperio. Elección de Uzmán Umar ibn Al-Jattab, el segundo Califa del Islam, fue apuñalado mientras lideraba la oración del Fayr por un esclavo persa llamado Abu Lu’lu’ah, un zoroastra. Mientras Umar yacía en su lecho de muerte, la gente a su alrededor le pidió que nombrara un sucesor. Umar nombró un comité de seis personas para que escogieran el sucesor entre ellos mismos. Este comité estaba conformado por Ali ibn Abi Talib, Uzmán ibn Affan, AbdurRahman ibn Awf, Sad ibn Abi Waqqas, Az-Zubayr ibn Al-Awam y Talhah ibn Ubayd Allah, quienes estaban entre los más eminentes compañeros del Profeta, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, y quienes habían recibido en su tiempo de vida las nuevas del Paraíso. Las instrucciones de Umar fueron que el Comité de elección debería escoger al sucesor dentro de tres días, y que él debería asumir su puesto en el cuarto día. Como pasaron dos días sin ninguna decisión, los miembros se sintieron ansiosos ya que el tiempo se estaba acabando rápidamente y aún no aparecía a la vista la solución del problema. Abdur-Rahman ibn Awf ofreció olvidar su propia reivindicación si otros acordaban sumarse a su decisión. Todos aceptaron permitir que Abdur-Rahman escogiera al nuevo Califa. Él entrevistó a cada nominado y fue por Medina preguntando a la gente sobre su elección. Finalmente, seleccionó a Uzmán como el nuevo Califa, dado que la mayoría de la gente lo escogió a él. Su Vida como Califa Uzmán llevó una vida simple incluso luego de convertirse en el líder del Estado Islámico. Hubiera sido fácil para un exitoso hombre de negocios, tal como él, llevar una vida lujosa, pero él nunca apuntó a llevar tal forma de vida en este mundo. Su único propósito fue alcanzar el placer del más allá, pues él conocía que este mundo es una prueba y es temporal. La generosidad de Uzmán continuó luego de que se convirtió en Califa. Los Califas eran pagados por sus servicios del tesoro público, pero Uzmán nunca tomó ningún salario por sus servicios al Islam. No solo eso, sino que también desarrolló la costumbre de liberar esclavos cada viernes, se preocupó por las viudas y huérfanos, y dio caridad casi sin límites. Su paciencia y resistencia estaban entre las características que lo hicieron un líder exitoso. Uzmán logró mucho durante su gobierno. Le dio impulso a la pacificación de Persia, continuó defendiendo al Estado Musulmán contra los bizantinos, y lo que hoy se conoce como Libia y gran parte de Armenia pasaron a ser territorios musulmanes. Uzmán también, a través de su primo Mu'awiyah ibn Abi Sufyan, el gobernador de Siria, estableció una armada musulmana que peleó una serie de luchas importantes con los bizantinos. De mucha mayor importancia para el Islam, sin embargo, fue la compilación que hizo Uzmán del texto del Corán como fue revelado al Profeta. Dándose cuenta de que el mensaje original de Dios podía ser inadvertidamente distorsionado por variantes en la forma de recitar, el nombró un comité para recopilar todos los versículos del Corán en dialecto árabe de Quraish (el más difundido) y eliminar los pergaminos escritos en los otros dialectos”. El resultado fue el texto que es aceptado hoy en día a través del mundo musulmán. La oposición y el Final Durante su califato, Uzmán enfrentó mucha hostilidad de nuevos musulmanes nominales en nuevas tierras islámicas, que empezaron a acusarlo de no seguir el ejemplo del Profeta y de los califas precedentes en materias concernientes a la forma de gobernar. Sin embargo, los Compañeros del Profeta siempre lo defendieron. Estas acusaciones nunca lo cambiaron. Él permaneció paciente para ser un gobernante misericordioso. Incluso durante el tiempo cuando sus enemigos lo atacaron, el no usó los fondos del tesoro para proteger su casa o a él mismo. Como fue previsto por el Profeta Muhammad, los enemigos de Uzmán se opusieron a él implacablemente, haciéndole muy difícil gobernar. Sus oponentes finalmente conspiraron contra él, rodeando su casa, y alentaron a la gente a matarlo. Muchos de sus asesores le pidieron detener el asalto pero él no lo hizo, hasta que fue asesinado mientras recitaba el Corán exactamente como el Profeta había predicho. Uzmán murió como un mártir. Libros sagrados del Islam Libros revelados La fe en los Libros revelados dentro del islam comprende: 1.En que fueron descendidos y revelados por Dios: El Corán (Qur’an) revelado al profeta Muhammad (S.A.W.). La Torá (At-Tawrat) revelado al profeta Moisés. El Evangelio (Al-Injil) revelado a Jesús (Issah para los musulmanes), hijo de María (Maryam). Los Salmos (Az-Zabur) revelados al rey David. Doctrina del islam La Doctrina Islámica tiene seis pilares en su fe que forman parte de las acciones interiores de los musulmanes y cinco pilares8 que son una adoración tanto interior como exterior. que son: 1. La aceptación de fe. 2. Establecer la oración. 3. Dar el Azaque. 4. Hacer el ramadán. 5. La peregrinación una vez en la vida al menos. Las sectas musulmanas Después de la muerte del profeta, su mensaje religioso tuvo varias interpretaciones que ocasionaron violentas luchas internas. Las dos corrientes más importantes que han dividido desde entonces al Islam son: la sunnita y la chiita. La primera, llamada sunnita porque junto al Corán aceptan la Sunna o libro de la tradición, que contiene las vivencias y pensamientos de Mahoma recogidos por sus primeros discípulos; sus partidarios, también llamados ortodoxos, pertenecían a las clases ricas y privilegiadas de Arabia y de las nuevas tierras conquistadas. Los chiítas no aceptan la Sunna y creen que la interpretación del Corán debe de hacerla, de entre los descendientes de Mahoma, el mejor musulmán, el Imán, dotado de alma profética. Por tanto, la figura de Imán debe corresponderse con los descendientes de Alí, yerno del profeta. Los chiítas encontraron apoyo entre las clases populares y eran, y son en la actualidad, más rigurosos en el cumplimiento del tipo de vida contenido en el Corán, al que, para ensalzar la figura de su líder religioso, Alí, añadieron una sura o capítulo mitificando al yerno del profeta. Actualmente, la mayoría del mundo islámico pertenecen a la corriente sunnita; los chiítas dominan en Irán desde la revolución integrista del Ayatollah Jomeini, desde donde se están extendiendo por otros lugares del Oriente Próximo (Argelia, Egipto, Irak, Líbano, etc.). Los pilares del Islam son cinco: 1. El testimonio, primer pilar del Islam, reza: "No hay dioses, sólo Dios (principio suficiente) y Mahoma es su profeta (el último). 2. La oración o salat, realizada cinco veces al día (del alba, del mediodía, de la media tarde, del crepúsculo y de la noche) orientada hacia La Meca (La Mezquita Sagrada). 3. El Azaque, la limosna obligatoria, es una obligación económica imponible sobre bienes privados en beneficio de un grupo específico de personas en un momento determinado. Por ej; en valores monetarios, la cantidad mínima para pagar el azaque es si se posee durante un año 85 g de oro o su valor equivalente en billetes o monedas, y la persona no la necesita, tiene que pagar el 2.5 % de ella a las personas que merecen el azaque. 4. El ayuno en el mes de Ramadán (el noveno según el calendario lunar islámico), el cual consiste en la abstención de ingesta de cualquier índole y el contacto sexual hasta la puesta del sol. Este principio estará dispensado por motivos de salud, edad, embarazo o viaje, debiendo compensarse su no cumplimiento con la ayuda equivalente a un necesitado o el ayuno en otro momento del año. 5. La peregrinación o hajj a la Mezquita santa de La Meca (con mayor precisión a la Kaaba, considerada por los creyentes como el primer santuario monoteísta, erigido por Adán mismo y reconstruido por Abraham e Ismael), al menos, una vez en la vida, mientras exista la bonanza de medios para ello. Islam en el mundo actual El colonialismo occidental produjo la reacción islámica, caracterizada por un sentimiento panislamista que, además, propugnó diversas reformas religiosas. Abdulhamit, sultán otomano, intentó situarse a la cabeza de un mundo islámico unificado, capaz de oponerse al nacionalismo de los territorios balcánicos cristianos que estaban bajo su dominio. Sin embargo, la derrota turca en la Gran Guerra y la supresión del califato por Ataturk dieron al traste con el movimiento. Heredero directo fue el panarabismo, que cristalizó en la Liga Árabe (1945), integrada inicialmente por Arabia Saudí, Egipto, Iraq, Siria, Líbano, Transjordania y Yemen del Norte. Entre sus objetivo estaban, y aun siguen estando, prestar ayuda a los países miembros y defenderlos de la intromisión colonial, así como mediar en los posibles conflictos entre sus miembros. El proceso descolonizador, acentuado tras la II Guerra Mundial, ya había comenzado en las primeras décadas del siglo XX, con las independencias de países como Yemen del Norte (1918), Egipto (1922) y Arabia Saudí e Iraq (1932). Líbano consiguió su independencia durante el conflicto, mientras que a su finalización surgieron Jordania y Siria. Libia se proclamó independiente en 1951, abriendo el camino para Marruecos y Túnez (1956), Mauritania (1960), Kuwait (1961), Argelia (1962), Yemen del Sur (1967) y Bahrein, Omar, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos (1971). La doctora Bramón, citando a su vez al historiador Segura Mas, señala diversos factores internos y externos como configuradores del Islam actual, entre los que los más importantes son el surgimiento del Estado de Israel en 1948; la penetración de la influencia occidental y soviética en los países islámicos, por motivos económicos, políticos y militares; y, por último, el surgimiento de diversas tendencias políticas contrapuestas en los mismo países islámicos, además del reciente islamismo político. Son numerosos los conflictos bélicos que han sacudido en los últimos años al mundo islámico. Las guerras árabe-israelíes; la confrontación entre Irán e Iraq tras la revolución islámica que llevó al poder a Jomeini después de derrocar al Sha Pahlevi; las dos guerras del Golfo; las de Agfanistán -invasión soviética, guerra civil e invasión norteamericana, que acabó con el régimen talibán-, son algunos de los conflictos de mayor repercusión. También son importantes las confrontaciones entre musulmanes y no musulmanes en países como la India, Indonesia y Filipinas. Los graves problemas sociales y políticos que afectan a la mayoría de los países, la desigualdad económica, el sentimiento de hallarse ante un enemigo exterior poderoso Occidente-, al que se culpa de todos los males... todo ello hace que surjan con vigor respuestas de índole político-religiosa, que propugnan una interpretación restrictiva y beligerante del Islam, un islamismo militante -entendido en Occidente como fundamentalismo o integrismo- entre cuyos objetivos está acabar con el enemigo sionista y capitalista, además de una vuelta a los que se consideran principios fundacionales del Islam. En Argelia, así como en otras partes del Magreb, se ha producido el ascenso de los islamismos, mientras que en el Oriente Próximo, al calor del conflicto árabe-israelí, han surgido organizaciones más o menos radicales como la OLP -Organización para la Liberación de Palestina- de Arafat; el FPLN -Frente Popular de Liberación Nacional- de Habas; el Movimiento de Resistencia Islámica Hamás o Hezbolá, el shií "partido de Dios" que opera en el sur del Líbano. Las relaciones entre Occidente y el mundo islámico en su conjunto están lejos de ser bien entendidas, menos aún tras el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York del 11 de septiembre de 2001, del que se ha responsabilizado al grupo islamista dirigido por el millonario saudí Osama Bin Laden. De manera inevitable, el mundo cristiano y judío, que coincide a grandes rasgos con los países capitalistas y desarrollados, está obligado a entenderse con el mundo musulmán, que integra a más de mil millones de personas y es la principal creencia en más de cincuenta países. Palabaras claves Allâh: Allah es el Nombre del Creador Absoluto, nuestro Hacedor, nuestro Estructurador. Es la razón del ser, el secreto que está presente en la existencia de cada cosa. Allah es inasible, indefinible, inabarcable por el entendimiento, pero esto no quiere decir que sea abstracto o neutro. La creación nos habla de Él, y sabemos que necesariamente Él existe objetivamente (lo que no existe, lo que es una idea, no crea, y el universo no hubiera tenido origen), que es Viviente (lo muerto tampoco puede crear), que es Poderoso (si no tuviera Poder no hubiera podido crear), que tiene Voluntad (lo que carece de ello no arranca), que tiene Ciencia (la creación ‘funciona’, está ‘diseñada’, ha sido ‘querida’), que oye y ve (porque quien carece de algo no puede darlo, y Él nos ha dado oído y visión, y, por otro lado, su Presencia es necesaria para sostenernos, ‘atiende’ a nosotros), y Allah habla (todo lo que existe son sus ‘signos’ y ‘palabras’, hablan de Él). Todo esto resumido en el término clave del Islam, el Tawhîd, la Unidad: Allah es Uno, no una amalgama de cualidades creadoras dispersas. De lo anterior resumimos que Allah, siendo en Sí indescifrable, es, a la vez, concreto. No es un ente indeterminado, sino que es Existente, Viviente, Poderoso, Volente, oye, ve y habla, por lo que el musulmán puede ‘relacionarse’ con Él, esperar de Él, temerle y amarlo. Dîn: Dîn es el término árabe que se traduce al castellano por ‘religión’. Dîn al-Islâm sería la ‘religión del Islam’. Ahora bien, el término ‘religión’ sirve de denominación para un concepto propio de la teología cristiana que define la ‘relación del hombre con Dios’. Si aceptamos la traducción de Dîn por religión reducimos notablemente las implicaciones de la palabra árabe, que designa para los musulmanes toda una forma de ser y de vivir integrada en un profunda sensibilidad que emana de lo más íntimo del ser humano y de sus convicciones más profundas e impregna toda su existencia. Mientras que ‘religión’ hace referencia a una dimensión determinada de la actividad humana, Dîn es conciencia y acción reunidas y sometidas a una Revelación y orientadas hacia Allah. Dîn proviene de una raíz que significa ‘adeudar’. Es, por tanto, la ‘deuda’ que tenemos contraída. No nos pertenece ‘ser’, es Allah quien nos ha dado la existencia y quien lo sostiene en todo momento. El Dîn, la Senda que sigue el musulmán, es la ‘devolución’ a Allah de lo suyo, por lo tanto consiste en integrar la vida en la Voluntad del Creador, es redescubrir la Verdad que nos hace y fluir con Ella. Islâm: Islâm significa ‘rendición, ‘claudicación’. En su raíz, significa ‘paz’. El Islam es el Dîn en el que el ser humano ‘devuelve’ a Allah su ser rindiéndosele. Es estar en paz con la Verdad. El Islam nos rescata de la separación y el aislamiento, remitiéndonos a nuestro Señor, a la Fuente de nuestro ser, y nos comunica con la existencia entera, armonizándonos con todo lo que existe. El Islam es el Dîn, la Senda, el Método, la Vivencia, el Camino original del hombre. Está en todos los inicios, pero es distorsionado y convertido en ‘religión’, es decir, es institucionalizado y manipulado, surgiendo una pluralidad de adyân (plural de dîn): judaísmo, cristianismo, etc. Sidnâ Muhammad (s.a.s.) tuvo como misión rescatar el Islam originario, devolver al ser humano su sensibilidad espiritual descontaminándola de ‘historia’. El Islam es recuperación desde la conciencia de la Fitra, la naturaleza original del hombre. Todas las criaturas son Fitra, pura existencia en la Voluntad de Allah, salvo el hombre a quien ha sido dado un don supremo, el Nafs, la conciencia de sí mismo, la autoafirmación. El Nafs lo separa de Allah, pero junto al Nafs, Allah ha dotado al hombre de ‘Aql, inteligencia con la que descubrir su raíz en la Verdad y Qalb, corazón, con la que sentirla. Cuando ‘Aql y Qalb sintonizan, el hombre vuelve a Allah, reconduce su soberanía, su Nafs, a su Señor, y se convierte con ello en Califa, en ser soberano que desde la conciencia conoce el Secreto del Ser. ‘Aqîda: La ‘Aqîda es la cosmovisión que el Islam enseña. Va dirigida primero a la inteligencia. La ‘Aqîda tiene su base en el Tawhîd, en la Unidad de Allah. También nos explica lo que es el hombre y su situación en el universo. La ‘Aqîda es la ‘teoría’ del Islam y pone ante el ser humano sus intuiciones más profundas. Le habla de Allah, su Señor, y le dice que es necesariamente Uno, que Allah rige toda la existencia, que nada hay al margen de su Presencia. La ‘Aqîda enseña que todo lo que existe está sujeto a Allah e invita a la conciencia del hombre a asumir esa verdad que hace posible su existencia, a retornar a Allah para alcanzar en esa integración el califato que da plenitud al hombre. La ‘Aqîda habla de Muhammad, y dice de Él que fue esclavo de Allah y mensajero de Allah. ‘Esclavo’ quiere decir que redescubrió su verdad y ‘Mensajero’ quiere decir que eso mismo lo habilitó para trasmitir las verdades de Allah, de la razón de su ser. La ‘Aqîda está resumida en la Shahâda, la doble frase que, al ser pronunciada por alguien, lo hace ser musulmán: lâ ilâha illâ llâh, no hay más verdad que Allah, y Muhammadun rasûlullâh, Muhammad es el Mensajero de Allah. Estas son las claves del Islam, las que nos definen a Allah y al Hombre, las que ponen frente a nosotros todos los propósitos del Islam, y su método. Hemos dicho que la ‘Aqîda va dirigida primero a la inteligencia. Hay una ciencia, el Kalâm, que consiste en razonar las muchas enseñanzas implícitas en la ‘Aqîda. Es una ciencia cuyo objetivo es desarrollar argumentos frente a la razón para que esta admita los contenidos de la ‘Aqîda. En el Islam no hay mitos ni misterios que deban ser aceptados por la fe ciega. Sólo cuando la razón se rinde a la evidencia de la ‘Aqîda, esta puede acceder al Corazón. La ‘Aqîda va dirigida, pues, en segundo lugar, al Corazón, para quien ‘sienta’ esas verdades. A la sensibilidad del corazón se la llama Îmân. El Îmân es ‘integrar’ las enseñanzas de la ‘Aqîda. Cuando esas enseñanzas generan emociones dejan de ser simples teorías para convertirse en motores que lanzan al hombre hacia lo infinito. El Îmân es el principio del Despertar espiritual. Si no hay Îmân, no hay nada que hacer. Por convencido que se esté de la teoría del Tawhîd, de nada sirve si el corazón sigue muerto. La conjunción de ‘Aql y Qalb, de Inteligencia y Corán, de ‘Ilm, Ciencia e Îmân, Sensibilidad, genera el ‘Ámal, la Acción. Comienza entonces el Islam propiamente dicho, la Rendición a Allah. El Islam es la concreción de todo lo anterior, y se convierte en Dîn, en senda hacia Allah, pero no como vía espiritual tal como la concibe el occidental. El Dîn abarca todo, es la vida entera del musulmán, pues quien ha entendido que la Unidad rige la existencia no deja al margen ninguna parte de su ser. ‘Ilm: ‘Ilm significa ciencia. Aquí nos referiremos al Fikr, la Reflexión, el Tadábbur, la Meditación, que generan conocimientos sobre Allah, a los que llamamos ‘Ilm, la Ciencia por antonomasia. Es el primer paso. El Profeta (s.a.s.) dijo: “Buscar la ciencia es un deber que incumbe a cada musulmán y a cada musulmana”. El Corán dice: “Has de saber que no hay más verdad que Allah”, es decir, en el Islam se exige conocimiento, no fe. Reflexionando y meditando sobre la naturaleza del universo, el hombre alcanza un punto en el que sabe que todo necesita de un Originador, pero el Originador último escapa a su entendimiento. A eso que se le escapa le damos el Nombre de Allah. Es el infinito en el que están las Cualidades que hacen todo lo que existe. Llegado a ese punto, a partir de lo que le muestra el mundo y haciendo uso de sus facultades racionales, el hombre descubre cómo debe ser Allah: Existente, Viviente, Poderoso, Único, etc. El universo material ha sido su guía, tiene un conocimiento positivo, no es elucubración de la fantasía mitológica. A la vez que la inteligencia descubre a Allah, sabe que todo lo que existe está sujeto a Él en todo momento, porque no encuentra en las criaturas nada que no le venga de esa Fuente. La criatura no tiene nada que le sea propio. Es como una cebolla que cuando va siendo pelada al final no hay nada. Por tanto, al dependencia respecto a Allah es total y absoluta en todo y para todo. Allah es absolutamente Necesario. Îmân: Puesto que su inteligencia lo ha conducido a los aledaños de lo eterno e infinito, el hombre puede verse arrebatado por ese abismo, se enamora de esa Belleza Creadora, presente en cada uno de sus instantes, la que sostiene cada uno de sus alientos. Comienza entonces el Îmân. Si su razón ya no puede darle más datos, incumbe al corazón arrojarse a donde no hay palabras. Eso es el Îmân. Este término se traduce con frecuencia por ‘fe’, pero es fácil advertir lo falso de esa traducción. No se trata de creer en Allah, ya que la reflexión antes nos ha conducido hasta Él, sino que es la emoción y el valor que hacen falta para afrontar ese ‘dato’ primero y último. ‘Ámal: El Îmân es inquietud y puro deseo que llevados a su extremo se convierten en enamoramiento apasionado. Pero el que ha sido tocado en su corazón por ese anhelo exige ponerse en movimiento. Actuar es lo consustancial al ser humano. Ha descubierto a Allah como su Señor, la Esencia de su ser, la razón profunda de su existir en cada instante. El Nafs, el máximo don que se le ha hecho, sin embargo, también lo ha separado, lo ha exilado de lo más íntimo de su verdad. El hombre crea ídolos y se sumerge en miedos ¿Cómo volver a su naturaleza primigenia? Ya no puede guiarlo la razón. Necesita al Profeta. El Profeta, el Esclavo de Allah, el que se ha convertido por ello en su Mensajero, será su maestro sobre la Senda, será el que le muestre el Camino, el que le indique el ‘Amal, la Acción Necesaria. El Profeta comunica una Sharî‘a, una Ley que devuelve el hombre a su Señor. El Profeta es Necesario porque de lo contrario no tendría sentido que el hombre tuviera razón y corazón. El Profeta es exigido por la Razón y el Corán, y aparece, y trasmite lo que Allah le comunica. El Profeta debe ser Ma‘sûm, Infalible. De otro modo, no hay forma de discernir entre su error de su acierto. El Mensajero que Allah nos envíe debe ser Ma‘sûm, modelo en todo, porque, como ya hemos dicho, el Dîn no es un aspecto de la existencia humana, no es su ‘espiritualidad, de la que cabría descartar los aspectos ‘materiales’, no es la ‘religión’ diferenciable de lo profano. El Islam es la vida misma, en toda su integridad. Rasûl: Rasûl quiere decir ‘profeta’, ‘mensajero’. En realidad, hay dos términos: nabí y rasûl. Nabí es el que siente una poderosa inspiración y es válido como maestro de los hombres. El Rasûl responde a un imperativo interior aún más poderoso que lo hace trasmitir una Ley, una Sharî‘a. No enseña solamente (lo que hace el Nabí), sino que se impone, crea una nación. Todo Rasûl es Nabí, pero no todo Nabí es Rasûl. En la historia de la humanidad ha habido muchísimos anbiyâ (plural de nabí) y algunos rúsul (plural de rasûl), cada pueblo ha tenido su mensajero. El último de ellos ha sido Sidnâ Muhammad (s.a.s.), enviado a la humanidad entera. Muhammad: Muhammad (sallà llâhu ‘aláihi wa sállam) nació en Meca. A los cuarenta años recibió la primera Revelación. Permaneció en Meca durante trece años más hasta que la intransigencia de los poderosos de la ciudad le obligó a emigrar a Medina, en la que construyó, en medio de una guerra, la primera comunidad musulmana a lo largo de diez años más hasta que murió con sesenta y tres años. Fue esclavo de Allah y su Mensajero. Trasmitió el Corán, la última Revelación, guardado literalmente y comunicado con fidelidad de generación en generación. Al-Qur-ân: Al-Qur-ân (el Corán) es la Palabra Increada de Allah, Revelación y no simple inspiración. No es un relato, ni un texto normativo, no tiene un orden ‘lógico’. Es pura eternidad. Memorizarlo y recitarlo es integrarlo y fluir con él. El musulmán se sumerge por completo en el Corán porque es Presencia de Allah. Sunna: Es la práctica del Profeta, de quien dijo su esposa ‘Âisha: “Muhammad es el Corán andando”. La Sunna es su modo de actuar, su camino. Conservada en hadices (breves relatos) la Sunna es el modelo en todo para el musulmán. Es imprescindible, porque sin ella el Corán sería impracticable. La Sunna es la interpretación en lo práctico de las enseñanzas reveladas. Se trata de la ‘maestría’ de Muhammad (s.a.s.). Mujeres maltratadas En Cádiz, presentan cifras bastante elevadas, con 23 casos, o Sanlúcar de Barrameda, con 13. En el caso de Jerez, por cierto, la mayor parte de casos de violencia machista se producen en la Zona Sur de la ciudad, seguida del centro. En total, en Jerez hay un total de 486 mujeres que se encuentran en situación de riesgo de sufrir malos tratos. A las que presentan un nivel bajo, la Policía Nacional hace un seguimiento mensual; en el caso de que sea medio, cada quince días, y si es grave, el control es semanal. En el último caso, la vida de la víctima corre grave peligro, algo que le ocurre a un total de 113 mujeres de la provincia, de las cuales 33 (el 29%) son jerezanas. En el caso de la provincia gaditana, este asunto es especialmente grave, si se tiene en cuenta que es la tercera en número de denuncias tras las de Málaga y Sevilla, con un total de 11.000 desde el año 2002. Los datos que rematan este escalofriante panorama en la provincia son las mujeres muertas a manos de sus parejas o ex parejas, nueve desde 2001. Perfil de la mujer maltratada Dimensión cognitiva Minimizar la violencia Creer en el cambio de él Negar la violencia Justificar la conducta violenta Idealizar a la familia y ser madre Tener cogniciones poco ajustadas a la realidad Tiempo personal Creer que la mujer es la responsable de la violencia Creer en la adaptación al abuso Propender a que las engañen Pensar en el futuro en términos negativos y desesperanzados Autodesvalorizar sus capacidades Recuperar las capacidades Evadir la violencia Dimensión comportamental Aislamientos Apatía Sobreprotección hacia los hijos Indecisión Dependencia del violento Volver al hogar Abandono de actividades Hiperexigencia consigo misma Solicitar ayuda de manera indirecta Actuar de acuerdo con las expectativas de los demás Tendencia a comunicar sus actos Abandonar los grupos de ayuda mutua Realizar actos en contra de su voluntad Realizar conductas no asertivas Pedir ayuda y escuchar a personas no pertinentes Tener conductas autodestructivas Trasladar la violencia recibida hacia los hijos o ancianos Tener conductas altruistas y solidarias Descuidar su físico Estar alerta a los estímulos externos Trastornos del sueño Comportamientos suicidas Síntomas del síndrome de estrés postraumático: trastornos del apetito, fatiga al despertar, alucinaciones, alerta exagerada, hipersensibilidad, irritabilidad, letargo, estado de ánimo cambiante, pesadillas, fobias, reacciones sobresaltadas, desorganización del pensamiento. Dimensión psicodinámica Reiteración de sentimientos, tales como: miedo, terror, angustia, dolor. Hipersensibilidad Dificultad para contar los propios sentimientos Frustración Corte o control excesivo de emociones Sentimiento de impotencia Desamparo Sentimientos de indefensión Depresión Reiteración constante de: vergüenza, culpa Ambivalencia Soledad Insatisfacción Enfado Nerviosismo Sentimiento de venganza Sentirse víctima Baja autoestima Ideas suicidas Ideas suicidas Priorizar los sentimientos a la razón Temer por el futuro Dimensión interaccional Aislamiento social Agresión Desplazamiento del objeto odiado Timidez para relacionarse Altruismo Anulación personal Derechos de la víctima en los organismos policiales: Por lo general las víctimas inician su denuncia en uno de estos organismos. Es esta la primera impresión a lo que estará enfrentada al ejecutar la denuncia, por lo que tendrá un valor decisivo en su percepción de la justicia y su disposición a colaborar con ella. En este ámbito debemos recordar la necesidad de: Atención inmediata de su denuncia, en recinto privado y adecuado Recepción de antecedentes del delito por parte de personal especializado, en especial, cuando se trate de menores o víctimas de delito sexual Derechos de la víctima durante el proceso: Las mayores dificultades que enfrentan las víctimas corresponden a su paso por los Tribunales, de allí que, resulta necesario considerar: La protección de la víctima frente a posible agresión o amenaza del inculpado Exigencia de un trato deferente, acorde a su calidad de víctima Evitar la instancia de careo en casos de menores de edad Derecho a contar siempre con asesoría legal Las mafias Las mafias ocupan el papel de intermediarios en este criminal mercado. La posibilidad de morir en el intento es el peligro principal y más inmediato, pero es solamente la punta más sangrante del iceberg que muestra las condiciones que deben aceptar los trabajadores inmigrantes que llegan a España. Condiciones de vida y trabajo que nunca serían aceptadas por los trabajadores españoles, pero en las que descansa la productividad de cada vez más sectores económicos. Situación laboral El 80% de los inmigrantes que llegan a España encuentran trabajo. Lo que se pretende no es evitar que lleguen, ni siquiera impedirles trabajar, sino crear las peores condiciones, las que favorezcan la más absoluta superexplotación. Pero los efectos son mucho más sangrantes. La ley de extranjería trabaja objetivamente por conseguir el encadenamiento de los trabajadores inmigrantes, no ya al patrón, sino a algo mucho más inhumano, a organizaciones mafiosas que cumplen, en los hechos, el papel de brazo armado de control. Emigrante en España La población extranjera se suele concentrar en las zonas de mayor dinamismo económico del país, y por tanto con mayor necesidad de mano de obra. Así, las zonas de España con mayor proporción de inmigrantes son Madrid y su área de influencia, el arco mediterráneo y las islas. En el caso de los inmigrantes comunitarios, muchos buscan el poder disfrutar de un clima más suave que el de sus países de origen; de esta manera, los residentes de la UE se suelen concentrar en las costas de Levante, Andalucía, Baleares y Canarias. Por el contrario, las regiones con menor proporción de inmigrantes en el 2005 son Extremadura (2,3% frente al 8,46% nacional), Asturias (2,5%), Galicia (2,5%), País Vasco (3,4%), Castilla y León (3,6%) y Cantabria (3,7%). Hay que señalar que el 44,81% de todos los inmigrantes censados en España se reparten entre tan sólo tres provincias (Madrid, Barcelona y Alicante). Ocupación laboral El sector profesional que empleaba más inmigrantes era, en el 2005, los servicios (59%) y la construcción (21%). En la industria y la agricultura, la proporción era mucho menor (12% y 8%, respectivamente). Ley de extranjería La Ley de Extranjería es el nombre con el que se conoce la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en España y su Integración Social, modificada por las LO 8/2000 y 14/2003. Es la norma española que regula la entrada y estancia de los extranjeros extracomunitarios en el territorio español, así como los derechos y libertades que se les reconocen. Su actual reglamento de desarrollo fue aprobado por el Real Decreto 2393/2004, de 30 de diciembre. La Ley comprende setenta y un artículos estructurados en cinco títulos. El Título Preliminar contiene disposiciones generales y los demás hacen referencia, respectivamente, a los derechos y libertades de los extranjeros, su régimen jurídico, las infracciones en materia de extranjería y el procedimiento sancionador y la coordinación de los poderes públicos. SITUACIÓN SOCIAL Tipos de discriminación 1. Racismo y xenofobia. El racismo es una teoría fundamentada en el prejuicio según el cual hay razas humanas que presentan diferencias biológicas que justifican relaciones de dominio entre ellas, así como comportamientos de rechazo o agresión. El término 'racismo' se aplica tanto a esta doctrina como al comportamiento inspirado en ella y se relaciona frecuentemente con la xenofobia (odio a los extranjeros) y la segregación social, que son sus manifestaciones más evidentes. 2. Discriminación religiosa. Existen numerosos casos de personas que son discriminadas por su inclinación hacia determinada religión. Sin duda, el ejemplo más trágico de esto sería el genocidio realizado por la Alemania nacionalsocialista durante las décadas de 1930 y 1940 para aniquilar la población judía de Europa. Al final de la II Guerra Mundial en 1945, en torno a seis millones de judíos habían sido asesinados en campos de concentración y pogromos por los nazis.