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Los dos caminos de la filosofía - Abbagnano, Nicola (1901-1990)
Vida y obras: Representante de la corriente existencialista desarrollada en Italia. Profesor en
Nápoles y, más tarde, profesor en la Universidad de Turín; su filosofía tiene características
propias que la distinguen del existencialismo francés y del alemán. Entre sus obras principales
se cuentan: Historia de la filosofía, Existencialismo positivo, Introducción al existencialismo,
La física nueva y Fundamentos de una teoría de la ciencia.
LOS DOS CAMINOS DE LA FILOSOFÍA
Según una antigua tradición, el nombre filosofía fue inventado por Pitágoras. Encontrándose en
la ciudad de Fliunte, Leonte, un ciudadano eminente de la misma que admiraba su elocuencia y
su doctrina, le pregunt6 cuál era su arte. Pitágoras respondió: "No conozco ningún arte, sino que
soy filósofo". Leonte no había oído jamás esa palabra y le pregunto quiénes eran filósofos y en
qué diferían de las otras personas. Pitágoras respondió comparando la vida humana con una de
las grandes fiestas nacionales de Grecia, a las males algunos acudían para ganar los premios y la
gloria en las competencias deportivas, otros para enriquecerse con el comercio y otros
finalmente como simples espectadores para observar hombres y cosas. Estos últimos son los
filósofos. Libres del deseo de la gloria y del enrique-cimiento, esos "amantes de la sabiduría",
contemplan los hechos humanos sin participar en ellos con el único fin de tener un
conocimiento desinteresado del mundo. Esta tradición, que nos ha llegado a través de Cicerón,
quizá exprese mejor el punto de vista de los seguidores de Aristóteles que del mismo Pitágoras.
De hecho, Aristóteles había afirmado clara-mente la superioridad de la actividad contemplativa
sobre todas las otras actividades humanas. El amor a la sabiduría que es el significado
etimológico de filosofía, es el esfuerzo por conseguir el conocimiento desinteresado de las cosas
más altas y sublimes: las causas y sustancias Ultimas, la divinidad, los astros —considerados
también divinos—, el orden perfecto del mundo. El conocimiento de todo esto no sirve para
nada pero torna a la vida del hombre similar a la vida divina. El filósofo no es el hombre
"prudente" que sabe regular su conducta en los asuntos prácticos de la vida, sino el "sabio" que
se dedica exclusivamente al conocimiento de cosas excepcionales y maravillosas, que están por
encima de los intereses de los mortales comunes.
Esta es, en sus términos clásicos, la concepción contemplativa de la filosofía. La filosofía es en
ese sentido una actividad aristocrática, esto es, reservada a unos pocos privilegiados que están
libres de las preocupaciones del mundo y que se bastan a sí mismos: actividad que vuelve
"felices" a quienes la llevan a cabo, pero no proporciona nada para hacer, nada para proyectar,
nada para temer, nada para esperar a los hombres como tales. Es una mirada divina dirigida
sobre el mundo, una mirada que capta lo que hay en el de necesario y de eterno, y que
justamente por ser asi, no puede transformar o adaptar el mundo a los deseos o las necesidades
humanas.
Es verdad que, aun así, la filosofía orienta la elección de los hombres; pero la orienta solo en el
sentido de dirigirla a la realización de la vida contemplativa que es la más elevada. La misma
organización política, según Aristóteles, debe tener como fin último la contemplación. La
libertad de las necesidades, el ejercicio del poder político no tienen valor en si mis-rhos sino en
cuanto hacen posible esta forma de vida.
Sin embargo en la misma filosofía griega está presente y actúa una concepción radical-mente
diferente de la filosofía. Sócrates —como dice Cicerón— hizo descender la filosofía del cielo, la
transfirió a las ciudades, la introdujo en las casas, la hizo interesarse por la vida y las
costumbres, por el bien y el mal. Platón la consideró sustancialmente como el único instrumento
eficaz para realizar una comunidad humana justa y pacífica.
En la República, propuso inclusive sanciones contra los filósofos que, llegados al ápice de su
preparación, se negasen a poner su saber al servicio de la comunidad.
Y antes de Sócrates y Platón, los Siete Sabios, con los cuales se considera que comienza la
reflexión filosófica en el mundo occidental, fueron consejeros de la ciudad y de particulares y
condensaron su sabiduría en adagios breves y agudos: "Conócete a ti mismo”, “No desees lo
imposible", "La mesura es Optima", que debían guiar la conducta del hombre en los asuntos de
su vida diaria.
Así entendida, la filosofía se dirige a considerar no ya realidades excepcionales y sublimes, sino
al hombre y su experiencia en el mundo, así como las reglas y los criterios que pueden
disciplinar, organizar y dirigir su vida individual y colectiva. Se trata más de "prudencia" quede
"sabiduría". No es una visión divina a la cual pueden acceder unos pocos privilegiados si-no una
guía en las elecciones que el hombre debe hacer en el mundo. No es un patrimonio enorme en
las manos de pocos que la adoptan para su felicidad privada sino un capital, fatigosamente
acumulado, de experiencias, normas, reglas, que pueden ser, día a día, de cual-quiera con tal de
que sea capaz de acceder a ellas.
Desde este punto de vista, la contemplación no se opone más a la acción como una forma
superior y privilegiada de vida frente a una vida inferior. La filosofía no pretende ser un sistema
puro de conocimientos que refleje perfectamente una realidad eterna; se limita a aconsejar al
hombre como usar, en su provecho, el saber del que dispone. No invita al hombre abandonar el
piano de la comunidad humana para volverse semejante a la divinidad y con-templarlo como lo
hace la divinidad, desde arriba; se coloca en el piano de la humanidad misma para ayudarla a
alcanzar una forma más racional de vida a través de la solución de los problemas que la acosan.
Filosofía contemplativa y filosofía activa podrían ser los nombres con que se designar a esas dos
vías que hoy como ayer, en un remoto pasado, constituyen las alternativas funda-mentales de la
búsqueda filosófica.
La primera de estas vías considera que la realidad, tal como es, está perfectamente ordena-da, es
completamente racional y que la tarea de la filosofía consiste solo en darse cuenta de su orden y
de su racionalidad. La segunda vía considera que la realidad no tiene ni orden ni racionalidad si
el hombre no se esfuerza por conferírsela y que es este esfuerzo la tarea propia de la filosofía.
Hegel, representante de la primera, decía que la filosofía llega siempre demasiado tarde para
decir cómo debe ser el mundo porque aparece cuando la realidad ya está consumada y es así
semejante al búho de Minerva que emprende el vuelo al crepúsculo, cuando el día ya ha
acabado...
La filosofía activa, en cambio, sostiene que tiene que insertarse en los asuntos del mundo,
debatir los problemas que interesan a los hombres en cuanto tales, mostrar las posibles
soluciones y ayudar a elegir aquellas que, a largo plazo, sean las más favorables al destino de
los hombres. Desde este punto de vista, el filósofo no puede ser "el espectador desinteresado del
mundo" que observa cómo transcurre la vida porque está inmerso en la vida misma y sigue la
suerte común a los otros hombres.
[...] Cuanto más rica y compleja se vuelva una sociedad por el contacto incesante entre hombres
de diversos orígenes, de culturas heterogéneas, de tradiciones dispares, cuanto mayor sea la
suma de saber y de poder efectivo sobre las cosas de las que disponga, tanto más sea advertirá la
necesidad de una filosofía activa, de una crítica filosófica que analice costumbres y creencias,
que resuelva los problemas que nacen de su contraste y que conduzca al género humano a una
forma mejor de convivencia.
La "prudencia" de los antiguos [...] es todavía la disponibilidad de una guía en las elecciones
que esperan al hombre en el mundo. Y todavía hoy, como entonces, las preguntas fundamentales son las mismas: ¿Qué es el hombre?" ¿Qué debe hacer?" ¿Qué puede esperar?".
ABBAGNANO, N., Le due vie della Filosofía, publicado en "La Stampa", Torino, gennaio,
1967. Traducción Martha Frassineti de Gallo.