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En las manos de ELLOS (VIH Sida)
Por Martin Foreman
LONDRES.- En las últimas dos décadas aprendimos algunas lecciones acerca de la
prevención del SIDA. Una de ellas es que esta pandemia está conducida por los
hombres.
El VIH se transmite principalmente a través del sexo entre hombres y mujeres. Sin
embargo, los hombres tienen más parejas sexuales que las mujeres y tienden a
controlar la frecuencia y la forma en que mantienen relaciones. Además, las mujeres
son fisiológicamente más susceptibles frente al virus.
Por estas razones, es el
comportamiento de los hombres el que determina cuán rápidamente, y a quién, se
transmite el VIH.
Este comportamiento está fuertemente influenciado por las percepciones sobre la
masculinidad. La mayoría de culturas espera que los hombres sean sexualmente
activos, con frecuencia con más de una pareja. Las actitudes frente al riesgo provocan
que muchos hombres rechacen los preservativos por “poco masculinos” o consideren
las enfermedades de transmisión sexual como un mero inconveniente. Las mismas
actitudes llevan a otros a probar y a volverse adictos a las drogas inyectables.
En todo el mundo, los conceptos de masculinidad están cambiando. Sin embargo, se
espera que los hombres sean fuertes, que sean los principales proveedores de alimento
y techo para sus familias y que se defiendan a sí mismos, a los suyos y a sus
sociedades de los agresores. Tradicionalmente son los hombres, no las mujeres, los
que corren riesgos, ya sea peleando batallas, escalando montañas, corriendo carreras
de autos o inyectándose drogas.
Las ideas de “qué hace a un hombre” varían. En algunas sociedades, un
hombre puede ser afeminado a los ojos occidentales, pero es muy viril si
ha cumplido con sus deberes para con la comunidad, al casarse y tener
hijos. En contraste, en la misma sociedad, se dice que un soltero
“todavía no es un hombre”, aunque puede ser muy masculino en
términos occidentales.
En algunas culturas, como en gran parte de América Latina, un hombre que penetra a
otro hombre todavía es considerado viril. Sin embargo, cuando un hombre es
penetrado, casi siempre es estigmatizado como afeminado, excepto en unas pocas
sociedades como la de los Keraki de Nueva Guinea, donde los niños “se convierten en
hombres” mediante relaciones anales receptivas.
Los hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres corren un riesgo
particular. La discriminación y la hostilidad en muchas sociedades inducen a los
hombres a ser reacios a admitir su comportamiento. Y aunque el sexo entre hombres
ocurre en todas las sociedades, muchos gobiernos ignoran la necesidad de proteger a
los hombres que tienen sexo con hombres y a sus parejas mujeres.
No todo hombre está expuesto a contraer o transmitir el VIH. En todo el mundo, tal vez
no más de uno cada cuatro hombres se pone en peligro a sí mismo y a sus parejas
masculinas o femeninas. Pero esa cifra aún representa a cientos de millones de
hombres.
Ese comportamiento no significa que los hombres son “responsables” de la pandemia
de SIDA. Los hombres también corren riesgos, ya que no pueden transmitir el virus a
otros a menos que lo contraigan ellos primero. Aunque algunos actúen de manera
irresponsable a sabiendas, circunstancias sociales y físicas impiden que muchos otros
puedan protegerse. Algunos hombres, inclusive adolescentes, transexuales y travestis,
así como otros más pobres o física o psicológicamente más débiles, son
particularmente vulnerables.
Las mujeres han sido el blanco de muchos programas de prevención del VIH/SIDA. Y
aunque muchos han jugado un rol importante en la toma de conciencia sobre la
enfermedad, son insuficientes: las mujeres no pueden protegerse a menos que los
hombres hagan lo mismo.
La pregunta es: ¿puede el hombre ser persuadido de cambiar y le permitirán los
conceptos de masculinidad ser responsable? Puede ocurrir que se necesiten cambios
más profundos en la sociedad antes de que la pandemia del SIDA pueda ser contenida.
Muchos hombres asumen que la solución para prevenir el VIH puede encontrarse en las
estructuras y valores sociales ya existentes. Eso puede ser cierto, pero la continua
expansión de la pandemia sugiere que el drástico avance necesario para combatir el
VIH dependerá de cambios radicales en esas estructuras y valores, especialmente con
respecto al papel de hombres y mujeres.
* Foreman es director del Programa de SIDA del Instituto Panos
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