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IGLESIA EVANGELICA BAUTISTA DEL
CENTRO. REG. CULTO Nº 672. RODRIGUEZ
542. ROSARIO
Lección Nº:30 “LA OBRA DEL ESPIRITU SANTO” Libro de HECHOS.
“SIMON EL MAGO”
Cita Bíblica: Hechos 8:9-13
El evangelio había llegado entonces a Samaria. Felipe (uno de los diáconos elegidos en Hechos 6),
fue bien recibido en Samaria y allí el evangelio trajo gran gozo. Veremos ahora que, debido a que la
iglesia estaba creciendo rápidamente, se añadían a la iglesia personas que no eran creyentes, o que
solo simpatizaban con el evangelio. Estos, aunque NO eran creyentes, hacían una profesión de fe,
es decir, manifestaban ser cristianos. En este estudio analizaremos a un posible caso.
¿Por qué Dios quiso dejar escrito el avance en Samaria y no en otro punto geográfico?
Dios quiso escoger al diácono Felipe como ejemplo, no porque lo que sucedió en Samaria fuera más
grande que lo que sucedió en otras partes, sino por las lecciones que se aprendieron allí, y porque
Samaria era el siguiente lugar en el mandato recibido en Hechos 1:8.
También era importante Samaria porque allí el Espíritu rompería otra barrera más. Los samaritanos
eran descendientes de aquellos hebreos de las diez tribus norteñas que se mezclaron con los
pueblos que los asirios llevaron al lugar después de capturar Samaria. Al principio, le daban culto al
Señor, junto con otros dioses (2 Reyes 17:24-41). Más tarde, también construyeron su templo en el
monte Gerizim. Pero unos cien años antes de Cristo, los judíos subieron y destruyeron aquel templo,
obligando a los samaritanos a dejar su idolatría. En los tiempos del Nuevo Testamento, los
samaritanos seguían la Ley de Moisés en forma muy similar a los judíos, pero decían que los
sacrificios debían ser hechos en el monte Gerizim y no en el Templo de Jerusalén.
Por todo esto, los judíos (de las 2 tribus sureñas) evitaban pasar por Samaria, cuanto les fuera
posible (recordar el encuentro de Jesús y la mujer samaritana). De manera que Felipe necesitó valor
para ir allí. Pero, al igual que los demás, era el Espíritu el que lo dirigía. Cuando llegó a la ciudad de
Samaria, comenzó a predicar a Cristo. Podemos tener la seguridad de que el ministerio de Jesús en
Samaria (Juan 4) no había sido olvidado. Estas cosas no se hacían en lo oculto. Los samaritanos, al
igual que los judíos, esperaban un Mesías en el que se cumpliera lo escrito en Deuteronomio 18:15,
18-19.
La gente unánime escuchaba el mensaje de Felipe, oyéndolo y viendo las señales que hacía. Aquí
vemos que la promesa del Señor de confirmar la Palabra con señales que seguirían, no se limitaba a
los apóstoles (Marcos 16:20). La gente oyó gritar a los que tenían espíritus inmundos en alta voz,
cuando éstos salían de ellos. Vio a los que estaban paralíticos y a los cojos, recibir sanidad. La
consecuencia fue que hubo gran gozo en aquella ciudad, el gozo de la salvación.
Vs. 9 “Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad,
y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande.”
Este Simón, tenía alucinados a todos los de Samaria con sus trucos de magia antes de que Felipe
viniera, y pretendía ser una persona importante. La gente de todas las edades y clases sociales le
tomaba muy en serio, y decía de él: “Este hombre es el mismísimo poder de Dios que se puede
llamar Grande”
El éxito del Evangelio era un milagro (Dios es el que produce el crecimiento) mucho mayor de lo que
parecería a simple vista, puesto que toda aquella gente había estado engañada (embrujada, atónita,
maravillada) a manos de un hombre llamado Simón, que ejercía la magia (hechicería), y se hacía
pasar por algún grande.
Vs. 10-11 “A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande,
diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes
mágicas les había engañado mucho tiempo”
Estos hombres creían que Simón el mago era como un dios. Y lo mismo que le ocurrió a esa gente,
hay muchos hoy que son engañados, muchos que se dejan llevar por las apariencias. Nosotros
no podemos dejarnos ser engañados por algún hombre, ni por su aparente poder. Aun si alguien
está predicando la Palabra de Dios, no mire al hombre, mire a la Palabra de Dios y compruebe si la
está presentando con exactitud. Nunca debemos evaluar una exposición de la Palabra de Dios en
base a si me gusta o no me gusta, sino que debemos evaluar si es bíblica o no. Cuando fijamos la
mirada en una persona con admiración, la apartamos del Señor Jesucristo.
1 Juan 4:1-3: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque
muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu
que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; Y todo espíritu que no confiesa que
Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros
habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.”
Vs. 12 Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el
nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.
Los milagros, aunque son deseables, no son la meta en sí; su propósito principal es convencer a la
gente del poder de Dios. En el Reino de Dios, los milagros no son lo más importante, sino es que la
gente crea en Jesús, pues el mayor milagro de todos es la Redención y la Vida Eterna.
Juan 20:30-31 “Y muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos,
que no están escritas en este libro; pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es
el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre.”
Vs. 13 “También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe;
y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito.”
Finalmente, hasta el mismo Simón “creyó” y fue bautizado. Simón estaba acostumbrado a engañar
a la gente con sus trucos mágicos, y sabía que se podían hacer cosas pasmosas con ellos. Había
observado a Felipe con el ojo profesional de un mago, y había llegado a la conclusión de que
aquellos milagros eran reales. Estaba claro que aquellas señales y grandes obras de poder eran
sobrenaturales. Por eso, él también estaba atónito (lleno de asombro y maravillado). Aquellos
milagros no se parecían en nada a los trucos mágicos que él hacía.
El problema de este versículo es que parece decir que SIMON el mago creyó y fue salvo en ese
momento, pero no podemos estar tan seguros de si realmente este “brujo” fue salvo o no.
Parece ser que Simón aparentó creer en Jesús. Romanos 10:9 dice que si confesares con tu boca
que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo. Esto demuestra que NO solo es una confesión sino que debemos creer en nuestro corazón y
demostrarlo con nuestros actos, tal como lo dice Santiago 2. Es más Jesús en Juan 2:23-25 nos dice
algo similar: “Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su
nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque
conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él
sabía lo que había en el hombre.”
La fe nunca viene por ver sino por oír el evangelio y la Palabra de Dios. Los hebreos en el
tiempo de Moisés vieron el mar abrirse, vieron la nube de fuego, vieron caer el maná, vieron salir
agua de una roca, etc.; pero NUNCA CREYERON A DIOS Y MURIERON EN EL DESIERTO SIN ENTRAR
A LA TIERRA PROMETIDA.
Podemos ver más tarde qué es lo que aflora en este personaje particular
Vs.18-23 “Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba
el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que
cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo:
Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con
dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante
de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado
el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que
estás.”
Si bien no podemos asegurar nada, es probable que este “mago”; haya creído como lo manifiesta
Juan 2:23-25, solo de la boca para afuera, ya que enseguida demostró con sus frutos que nada
había cambiado en su corazón.
¿Crees solo en Jesús de la boca para afuera o tu vida demuestra que también crees en tu corazón?